El Lenguaje
El Lenguaje
El Lenguaje
George Yule
Sin embargo, ante la falta de evidencias directas o alguna muestra de cómo podría haber sido
el lenguaje en sus primeras etapas, ha habido una gran cantidad de hipótesis sobre los
orígenes del habla en la especie humana.
El faraón Psamético hace más de 2500 años aisló a dos recién nacidos, que vivieron con una
pastora muda de cabras. A los dos años, los niños hablaron esporádicamente diciendo algo
parecido a la palabra frigia “beikos” (pan) por lo que el faraón supuso que el frigio era la
lengua divina original. Diversos críticos han dicho que debieron oír ese sonido a las propias
cabras, ya que si se elimina la terminación “-kos” añadida en la versión griega de la historia, el
sonido se asemeja al balido de las ovejas.
Jacobo II de Escocia realizó en el año 1500 otro experimento similar en el que el niño empezó a
hablar hebreo. Sin embargo, el resto de casos de niños salvajes o aislados no confirman ese
resultado ya que éstos no llegan a desarrollar el lenguaje. Aunque hubiera una lengua divina
original, no podríamos reconstruirla, ya que en Babel “Dios confundió el lenguaje de todo el
mundo”.
Pero aunque haya varias palabras similares a onomatopeyas, esta teoría no demuestra de
dónde vienen las palabras de aquellas cosas que no emiten sonido; o de las entidades
abstractas. Además, provoca escepticismo la idea de que una lengua es únicamente un
conjunto de palabras utilizadas como nombres de entidades.
También se ha sugerido que las palabras vienen de los gritos de emoción, lo cual explicaría la
connotación de dolor de la interjección ¡Ay! Sin embargo, muchas de estas interjecciones son
inspiraciones repentinas, al contrario de cuando hablamos, que emitimos sonidos con el aire
que espiramos. Además, estos ruidos expresivos no se usan para nada más, por tanto es difícil
que puedan considerarse como una fuente razonable de los sonidos del habla.
Una tercera hipótesis es la hipótesis del “yo-he-ho” (antigua secuencia rítmica empleada por
marineros). Los sonidos que hacen las personas al hacer un esfuerzo físico podrían encontrarse
en el origen de nuestro lenguaje, especialmente si ese esfuerzo lo realizaban carias personas
que debían ponerse de acuerdo. Lo más llamativo de esta teoría es que situaría el desarrollo
del lenguaje humano dentro de un contexto social. Es una idea interesante pero no resuelve el
problema ya que hay primates que disponen de llamadas sociales pero no han desarrollado la
capacidad de hablar.
La reconstrucción del tacto vocal del Neanderthal sugiere que podía producir algunas
distinciones entre sonidos que recuerdan a los que existen entre los sonidos consonánticos. En
el estudio del desarrollo evolutivo, existen determinadas características físicas, que habría que
denominar con mayor propiedad como adaptaciones parciales, que parecen ser relevantes
para el habla. Se trata de variantes optimizadas de rasgos que se encuentran ya en otros
primates. Por sí solos, estos rasgos no tendrían por qué dar lugar necesariamente a la
producción del habla, pero constituyen indicios adecuados de que una criatura que los
poseyera probablemente sería capaz de hablar.
Dientes: posición recta y tamaño parecido. Útiles para producir sonidos como f, z y d.
Labios: conectados con musculatura compleja y flexible. Útil para sonidos p y b.
Boca: + pequeña, gruesa y musculosa. Se puede generar una amplia variedad de
sonidos en el interior de la cavidad oral.
Laringe: principal diferencia en la posición, más baja, que crea una cavidad más amplia
llamada faringe que actúa como caja de resonancia, produciendo más variedad de
sonidos que serán más distintivos.
Pero esto tiene la desventaja de que podemos atragantarnos más fácilmente, por lo que estos
rasgos deben haber incrementado enormemente las posibilidades de supervivencia para
compensar el riesgo de morir atragantado.
El resto de teorías del origen del habla, implican la existencia de seres humanos que producen
sonidos para señalar los objetos de su entorno, lo cual sería una etapa crucial en el desarrollo
del lenguaje, pero este lenguaje carece de organización estructural (rasgo que precisan las
lenguas humanas).
El ser humano debió desarrollar en primer lugar la capacidad de nombrar las cosas con un
mismo sonido para cada objeto concreto. Luego, tendría que aprender a combinarlo con otro
ruido específico para construir un mensaje complejo.
7.- El origen genérico:
Cuando somos bebés, nuestro cerebro es un tercio de lo que será en nuestra edad adulta y
nuestra laringe está en una posición más elevada de la garganta. Con el paso del tiempo, las
cosas se van poniendo en su sitio. Es este conjunto de procesos de desarrollo casi automático
sumado a la complejidad del lenguaje del niño pequeño el que ha llevado a buscar el origen del
lenguaje en un lugar que no sea en esas adaptaciones físicas, debido a que los niños sordos
también aprenden el lenguaje de signos rápidamente y con fluidez. Los humanos nacemos con
una capacidad especial para el lenguaje.
La hipótesis del innatismo sugerirá que dicho origen se encuentra en la existencia de algo
especial en el genoma humano, una mutación crucial. Por tanto, la aparición del lenguaje no
sería un cambio gradual, sino un proceso bastante rápido. Así, la investigación sobre el origen
del lenguaje se convierte en una búsqueda de este “gen del lenguaje” exclusivo de los seres
humanos.
De forma semejante, un mirlo no manda señales por tener el plumaje oscuro, pero sí cuando
se gira para advertir la presencia de un gato. Por ello, cuando estudiamos las diferencias que
existen entre el lenguaje humano y animal, estamos considerando a ambos según su potencial
para ser un medio de comunicación intencionada.
3.- Desplazamiento:
La comunicación animal está diseñada para el momento presente y no puede utilizarse para
relacionar sucesos situados lejos en el tiempo o en el espacio. Los seres humanos pueden
hacer referencia a tiempos pasados o futuros. A esto lo llamamos desplazamiento y nos
permite hablar hasta de seres o lugares de existencia dudosa (hadas, Papá Noel…). Se
considera que el lenguaje animal carece de esta propiedad.
4.- Arbitrariedad:
Lo normal es que no haya una conexión “natural” entre una forma lingüística y su significado y
que sea una conexión arbitraria. A esto se le llama arbitrariedad. Hay palabras en la lengua que
parecen “imitar” los sonidos producidos por lo referido, de ahí que parezca que la conexión es
menos arbitraria.
Sin embargo, en el caso de la mayoría de las señales que emplean los animales para
comunicarse parece existir una clara conexión entre el mensaje que transmiten y la señal que
utilizan para transmitirlo. Esto puede deberse a que los animales tienen un conjunto finito de
señales para comunicarse que limita su comunicación. Muchos de estos alementos se utilizan
únicamente en situaciones específicas y en momentos concretos.
5.- Productividad:
Para poder describir nuevos objetos y situaciones los seres humanos crean constantemente
nuevos enunciados y lo hacen mediante la manipulación de los recursos lingüísticos de los que
disponen. Esto es la productividad y se encuentra ligada al hecho de que el número potencial
de enunciados en cualquier lengua humana es infinito.
Por el contrario, los sistemas de comunicación que emplean otras especies no parecen poseer
este tipo de flexibilidad, que tampoco pueden producir señales nuevas para aludir a nuecas
experiencias o sucesos.
7.- Dualidad:
El lenguaje humano está organizado simultáneamente en dos niveles y a esto se le llama
dualidad o doble articulación. En la producción del habla podemos generar sonidos
individuales sin significado intrínseco. Pero podemos crear combinaciones con estos sonidos
que los dotan de un determinado significado.
Esta dualidad de niveles es uno de los rasgos que contribuye a hacer del lenguaje humana un
sistema económico que puede crear un número potencialmente infinito con un conjunto
limitado de sonidos.
En el caso de los restantes seres vivos, cada señal comunicativa parece consistir en una forma
única y fijada que no puede descomponerse en partes diferentes.
8.- Hablando con animales:
Si estas cinco propiedades del lenguaje humano hacen de él un sistema de comunicación
significativamente diferente de los sistemas de comunicación que utilizan otras criaturas,
entonces sería improbable que otros seres vivos fuesen capaces de comprenderlo. Sin
embargo, algunos seres humanos se comportan como si no fuera así (ejemplo: cuando
decimos ¡SOO! a un caballo, para).
Esto podría explicarse con que los animales reaccionan de determinada manera a
determinados estímulos sonoros, aunque sin comprender realmente el significado de las
palabras que integran dicho estímulo. Es más difícil creer que un animal sea capaz de generar
estructuras características del lenguaje humano.
En los años cuarenta, otra pareja de científicos criaron a una chimpancé llamada Viki como si
fuera un niño. Pasaron cinco años tratando de que Viki dijera palabras en inglés, y consiguió
articular pobremente las palabras mamá, papá y cup (vaso). Esto fue un verdadero logro
actualmente, ya que resulta evidente que las características estructurales del tracto vocal de
los primates no humanos no son las adecuadas para producir sonidos del habla humana.
10.-Washoe:
Otra pareja de científicos decidieron enseñar a una chimpancé llamada Washoe a usar una
versión modificada de la lengua de signos americana, que tiene todas las propiedades básicas
del lenguaje humano y lo utilizan muchos niños que son sordos de nacimiento.
Por otro lado, logró a comprender una cantidad mucho mayor de signos que los que logró
producir y también parecía ser capaz de mantener conversaciones rudimentarias que, por lo
general, consistían en secuencias del tipo pregunta-respuesta.
Se entrenó a Sarah para asociar las formas con objetos o acciones. Sin embargo, vivía
enjaulada y para lograr que manipulase comida se la recompensaba con comida. Sarah fue
capaz de crear oraciones complejas.
Otro experimento parecido hizo un científico con una chimpancé llamada Lana. El lenguaje que
aprendió se llamaba yerkish y consistía en un conjunto de símbolos que se disponen sobre un
gran teclado conectado a un ordenador.
Ambas fueron capaces de usar estos símbolos y estructuras de forma semejante al lenguaje
humano. Sin embargo, este aprendizaje fue criticado ya que la chimpancé podría estar
pulsando la tecla como si fuera la tecla de una máquina expendedora sin que comprenda
verdaderamente el significado de la expresión.
12.- La polémica:
Otro trabajo con un chimpancé llamado Nim sostiene que los chimpancés simplemente
producen signos en respuesta a los requerimientos de las personasy que tienden a repetir los
signos que usan éstas. Esto hace que algunos investigadores ingenuos crean que están
tomando parte en una conversación. Los chimpancés son criaturas inteligentes que aprenden a
comportarse de determinada manera para obtener recompensas, de manera que lo que hacen
es aprender trucos más o menos complejos.
Los adiestradores de Washoe respondieron que ellos no son adiestradores de animales y que
no estaban provocando respuestas condicionadas en Washoe. Mediante una serie de
complejos experimentos demostraron que, en ausencia de cualquier ser humano, Washoe era
capaz de generar los signos correctos para identificar objetos en diferentes fotografías.
También consiguieron que un grupo de chimpancés más jóvenes llegaron a aprender la lengua
de signos y además la utilizaron con la propia Washoe cuando los humanos no estaban
presentes.
13.- Kanzi:
En un estudio reciente enseñaron a un chimpancé llamado Matata a usar símnolos de yerkish
con la particularidad de que su cría Kanzi siempre estuviera con ella durante las sesiones de
aprendizaje. Aunque Matata no alcanzó gran destreza, la cría empezó a utilizar el sistema de
símbolos de forma espontánea y con gran facilidad.
Cuando un niño emite sonidos de un lenguaje asumimos que estamos presenciando parte del
desarrollo del leguaje, sin embargo cuando lo hacen los chimpancés, algunos científicos se
muestran reacios a clasificar este comportamiento como “uso del lenguaje” porque al parecer
utilizamos criterios distintos en cada caso.
El caso es que los chimpancés son capaces de asimilar los “rudimientos más básicos del
lenguaje”
Hay que tener en cuenta que la mayoría de las evidencias de escritura son inscripciones sobre
piedra o tablillas. Si dispusieron de otros sistemas de escritura sobre madera, piel u otros
materiales perecederos, es algo que desconocemos, porque los posibles restos se han perdido.
Con el tiempo, un dibujo como podría acabar adquiriendo una forma simbólica fijada en
mayor grado y llegar a denotar “calor”, “día” e incluso “Sol”. Cuando pasa de denotar “calor”
además de “sol”, pasa a designar algo visible a designar lago de la naturaleza conceptual. Es
entonces cuando estos símbolos pasan a ser ideogramas.
Cuando se crean los símbolos de un sistema de escritura siempre se lleva a cabo una
abstracción de la realidad. Cuando la relación entre símbolo y la entidad o la idea que
representa llega a ser lo suficientemente abstracta, se incrementan las probabilidades de que
el símbolo se esté utilizando para representar una palabra de una lengua determinada.
En el momento en que los símbolos se utilizan para representar las palabras de una lengua,
podemos considerarlos ya como ejemplo de escritura de palabras o logogramas.
3.- Logogramas:
6El término “cuneiforme” significa “en forma de cuña” puesto que las inscripciones utilizadas
por los sumerios se obtenían presionando con un instrumento en forma de cuña sobre una
tabla de arcilla blanda.
La forma de esos símbolos no ofrece ninguna pista sobre el tipo de entidad al que hace
referencia. La relación entre la forma escrita y el objeto que representa se ha vuelto ya
arbitraria, de ahí que se trate de un caso de escritura de palabras o logograma.
En la China actual podemos encontrar un sistema de escritura moderno que se basa, hasta
cierto punto, en el uso de logogramas. Muchos de sus símbolos escritos, o caracteres, se
utilizan como representaciones del significado de las palabras o de partes de las palabras, y no
de los sonidos de la lengua hablada. Dos hablantes de dos dialectos diferentes del chino
pueden leer el mismo texto escrito. De todos los sistemas de escritura conocidos, el chino es el
que se ha estado usando de forma continuada durante mayor tiempo (3000 años)
En consecuencia, un mismo símbolo se puede utilizar de muchas formas diferentes, y cada una
con un significado distinto. Lo que se consigue con este proceso es reducir sensiblemente el
número de símbolos que se necesitan para disponer de un sistema de escritura.
Hoy en día ya no se usan sistemas de escritura silábicos puros, pero se puede escribir el
japonés moderno mediante un conjunto de símbolos simples que representan las sílabas de la
forma hablada, de ahí que frecuentemente se diga que el japonés cuenta con un sistema de
escritura (parcialmente) silábico o con un silabario.
Tanto el sistema de escritura egipcio como sumerio evolucionaron hasta el punto de que
algunos de los primitivos símbolos logográfico comenzaron a utilizarse para representar sílabas
de la lengua hablada. Sin embargo, no llegó a emplearse un sistema de escritura plenamente
silábico hasta la aparición del usado por los fenicios. Hacia el año 1000 a.C. los fenicios habían
dejado de utilizar los logogramas y disponían ya de un sistema de escritura silábico
plenamente desarrollado.
Los alfabetos de las lenguas semíticas constan básicamente de símbolos para las consonantes,
mientras que es el lector el que debe aportar los sonidos vocálicos A este tipo de sistema de
escritura se lo designa en ocasiones como alfabeto consonántico. La variante primitiva del
alfabeto semítico, que proviene de los sistemas de escritura fenicia, es el origen de la mayoría
de los alfabetos del mundo.
De los griegos, pasó el alfabeto al resto de Europa occidental gracias a los romanos y con el
paso del tiempo fue sufriendo diferentes modificaciones para acomodarse a los requisitos de
las lenguas. El resultado es que denominamos alfabeto latino al sistema de escritura que
empleamos para el español.
Otra línea de evolución fue la que se produjo a partir del alfabeto griego en el este de Europa y
que dio lugar a una versión nueva del mismo denominada alfabeto cirílico. El origen de las
formas concretas de varias de las letras de los alfabetos europeos modernos se encuentra en
los jeroglíficos egipcios.
Además, muchos de los primeros impresores hablaban en realidad holandés, de forma que no
subieron tomar decisiones precisas y coherentes sobre la manera de representar
adecuadamente la pronunciación inglesa.
Quizá un hecho aún más importante sea que desde el S. XV la pronunciación del inglés ha
sufrido cambios sustanciales. En consecuencia, incluso si hubiera habido en un primer
momento una correspondencia adecuada entre las letras escritas y los sonidos, y aunque los
impresores hubieran hecho un buen trabajo, todavía existirían grandes discrepancias entre el
inglés hablado y escrito.
Hay que tener en cuenta el hecho de que la grafía de muchas palabras inglesas antiguas fueran
“recreadas” por los reformadores de la ortografía del S. XVI para hacerla más parecida a la
fuente latina de la que se suponía (a veces de forma errónea) que derivaban.
2.-Fonética:
ESTUDIO GENERAL DE LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS SONIDOS DEL HABLA.
Nuestro interés prioritario será la fonética articulatoria la manera en que se articulan los
sonidos del habla. Sin embargo, otras áreas del estudio dentro de la fonética son la fonética
acústica, que se ocupa de las propiedades físicas del habla, y la fonética auditiva, que trata la
percepción mediante el oído de los sonidos del habla.
3.- Sonidos sonoros y sordos:
En la fonética articulatoria, el principal objetivo es el análisis de la forma en que se producen
los sonidos del habla gracias a las complejas herramientas orales de que disponemos. El punto
de partida de todo el proceso es el aire expulsado por los pulmones hacia la laringe a través de
la tráquea. Dentro de la laringe están las cuerdas vocales que pueden adoptar dos posiciones:
Otro ejemplo es lo que se conoce como oclusión glotal representada por el símbolo [?] y que
aparece cuando el espacio entre las cuerdas vocales (la glotis) se cierra por completo, muy
brevemente y luego se abre. En inglés, este sonido caracteriza a determinados hablantes.
Otros sonidos que no aparecen en castellano son los faríngeos, característicos de las lenguas
semíticas como el árabe, y los retroflejos, que se pronuncian elevando el ápice de la lengua
hacia la parte posterior de los alvéolos.
Otro sentido en el cual la tabla puede resultar incompleta es que para cada sonido sólo
contempla una entrada, de manera que no recoge la gran diversidad de pronunciaciones
diferentes que puede detectarse habitualmente entre los hablantes del castellano. Si el
cambio en el punto de articulación es muy evidente, recurrimos a símbolos distintos. Una
alternativa consiste en conservar el símbolo del sonido y recurrir a diacríticos para marcar la
diferencia.
OCLUSIVAS: [p], [b], [t], [d], [k] y [g] se producen cuando interrumpimos de alguna
manera el flujo del aire y después lo dejamos para de forma abrupta.
FRICATIVA: [f], [θ] y [x] bloquean prácticamente por completo la corriente de aire
procedente de los pulmones, la cual debe pasar, consecuentemente, a través de un
canal muy estrecho. Como quiera que el aire es expulsado, se produce una fricción que
produce el sonido.
AFRICADAS: en [tʃ]y [dʒ] la oclusión momentánea del paso del aire va seguida de su
liberación a través de un canal constreñido que causa una cierta fricción. En el sistema
AFI estos sonidos se representar mediante dígrafos, en los que los símbolos
correspondientes a los dos sonidos implicados van unidos mediante un diacrítico ( ).
NASALES: [m], [ɳ] y [n] se producen cuando el velo del paladar baja y la corriente de
aire procedente de los pulmones puede liberarse parcialmente a través de la nariz.
LIQUIDAS: [l] se forma dejando que la corriente de aire pase por ambos lados de la
lengua en el momento en que ésta toma contacto con los alvéolos. Algo semejante
sucede con el sonido [ʎ] con la salvedad de que en este caso la lengua se encuentra en
contacto con el paladar duro. El tipo de sonido para el que empleamos los símbolos [r]
y [ɾ] se forman cuando el ápice de la lengua entra en contacto con los alvéolos,
adoptando una conformación curvada. Su característica principal es que en su
pronunciación se producen una o varias interrupciones breves de la corriente de aire.
Se conocen como consonantes líquidas vibrantes: [r] es vibrante múltiple mientras que
[ɾ] es vibrante simple.
GLIDES: Los sonidos [ɯ̽ ] y [j] se producen cuando la lengua se acerca o se separa de la
posición articulatoria correspondiente a una vocal, de ahí que, en ocasiones, también
se conozcan como semivocales o consonantes aproximantes. A veces el sonido [h]
(hello) se clasifica como glide, debido a la manera en que se combina con otros
sonidos, aunque en otros casos se considera un sonido fricativo glotal.
VOCALES: mientras que los sonidos consonánticos se articulan, en su mayoría,
mediante la obstrucción del aire o el cierre completo del tracto vocal, en la articulación
de los sonidos vocálicos el flujo de aire apenas se ve interrumpido. Si queremos
determinar el punto de articulación de las vocales, conviene tener presente la
conformación del espacio interior de la boca, que cuenta con una parte anterior y otra
posterior, y que puede estar más o menos cerrada. La terminología usada en la
descripción de las vocales deriva de su posición en la tabla que se utiliza
habitualmente para clasificar los sonidos vocálicos más comunes: cerrada, semiabierta
(o semicerrada) y abieta.
8.- Diptongos:
Combinación de dos sonidos vocálicos. En cada caso empiezan con un sonido vocálico y
terminan con una semiconsonante o a la inversa. Mientras que al pronunciar la mayoría de los
sonidos vocálicos simples de los órganos articulatorios permanecen en una posición
relativamente fija, al pronunciar los diptongos se mueven desde una posición vocálica a otra.
Por otro lado, los sonidos vocálicos se caracterizan por variar significativamente en su
articulación física real. Sin embargo, si nos vamos centrando en las diferencias de
pronunciación cada vez más sutiles, podemos terminar describiendo la pronunciación de
grupos cada vez más reducidos de hablantes, hasta llegar a la caracterización del habla
individual.
La fonología trata del diseño subyacente de cada tipo de sonido, del plano de cada uno de ellos
que utilizamos como base invariable para generar todas las variantes de ese sonido que se
producen como consecuencia de las diferentes articulaciones físicas que tienen lugar en
función del contexto. Así, cuando pensamos en el sonido [t] de palabras como tapa estrella y
siete, es “el mismo”, lo que queremos decir realmente es que según la fonología del castellano
todos ellos se representarían de la misma manera.
Sin embargo, todas las diferencias en la manera de articular el sonido [t] en castellano no
tienen para nosotros una menor importancia que lo que distingue el conjunto de los sonidos
[t] de otro conjunto de sonidos, como los que forman las distintas variedades del sonido [s]. La
razón es que esta última diferencia tiene consecuencias para el significado de las palabras en
las que dichos sonidos aparecen.
Visto desde esta perspectiva, podemos afirmar que la fonología se ocupa del conjunto
abstracto de los sonidos de una lengua, el cual nos permite apreciar las diferencias de
significado que entrañan las secuencias de sonidos físicos que emitimos y oímos realmente.
Una propiedad esencial de un fonema es que funciona por oposición. Esta propiedad
constituye el test operativo násico para determinar el inventario de fonemas de una lengua. Si
sustituimos un sonido por otro en una palabra determinada y se produce un cambio de
significado, entonces los dos sonidos representan fonemas diferentes.
Los términos que utilizamos al crear dichas tablas pueden considerarse “rasgos” que
distinguen cada fonema de los demás. Si un sonido presenta uno de esos rasgos, lo señalamos
con un signo más (+); si no lo tiene, utilizamos un signo meno (-). Cuando dos o más sonidos
comparten algunos rasgos, en determinadas ocasiones se suelen describir como miembros de
una clase natural de sonidos. Un corolario es que aquellos sonidos que tienen rasgos comunes
se comportan fonológicamente de forma similar, mientras que no comparten ningún rasgo
tendrán un comportamiento diferente.
La diferencia fundamental que existe entre fonemas y alófonos estriba en que al sustituir un
fonema por otro se produce un cambio significativo (no solo de pronunciación) mientras que si
se reemplaza un alófono por otro sólo aparece una pronunciación diferente (aunque quizás
inhabitual) de la misma palabra.
Es posible que en dos lenguas diferentes un mismo segmento fonético se trate de forma
distinta. Es obvio que en estos casos la distinción es de carácter fonémico y que estamos ante
fonemas diferentes.
6.- Fonotaxis:
Cada lengua admite únicamente determinados patrones en lo que se refiere a los tipos de
combinaciones de sonidos posibles. Zata y fata no son palabras castellanas que sepamos. Es
decir, nuestro conocimiento fonológico acerca de los patrones de sonidos carcterísticos de las
palabras castellanas nos llevarían a considerar como aceptables a estas formas, si con el
tiempo llegaran a usarse.
Sílabas como mi, la y no tienen un ataque y un núcleo pero no tienen coda: se denominan
sílabas abiertas. Las sílabas que cuentan con una coda se conocen como sílabas cerradas.
Tnato el ataque como la coda pueden constar de más de una consonante, lo que se conoce
como grupo consonántico. Así, por ejemplo, la combinación /pr/ constituye un grupo
consonántico (CC) que aparece como ataque en una sílaba como pre- en la palabra
preocupado. La fonotaxis del castellano permite bastantes combinaciones del CC en posición
de ataque.
En realidad las lenguas pueden tener grupos consonánticos más largos en posición de ataque.
Las lenguas que cuentan con grupos consonánticos de este tipo son pocas. De hecho, la
estructura silábica de la mayoría de las lenguas es predominantemente CV. Además, también
es un fenómeno bienconocido el hecho de que en inglés los grupos consonánticos largos se
reducen habitualmente cuando se habla informalmente, especialmente si aparecen en mitad
de una palabra. Este es sólo un ejemplo de un fenómeno que se suele describir normalmente
como un efecto de co-articulación.
8- Efectos de co-articulación:
Parece como si hubiésemos asumido que la pronunciación de los sonidos de la lengua, tal
como aparecen en las sílabas y las palabras, tuvieran lugar siempre de forma cuidadosa y
explícita, casi como si ocurriese a cámara lenta. Sin embargo, la mayoría de las veces no
sucede así. Casi todas nuestras conversaciones son espontáneas y ocurren a gran velocidad,
por lo que los órganos articuladores se mueven sin solución de continuidad desde la posición
correspondiente a un sonido hasta la característica del siguiente. Cunado un sonido se articula
casi de manera simultánea al que lo precede, se habla de la existencia de una co-articulación.
Dos efectos particularmente conocidos de co-articulación son la asimilación y la elisión.
9.- Asimilación:
Cuado dos segmentos fónicos aparecen de forma secuencial y algún rasgo de uno de ellos pasa
al otro o es “copiado” por él. Si pensamos en términos de los procesos físicos implicados en la
generación de los sonidos del habla, resulta razonable pensar que este fenómeno regular se
produce simplemente porque permite que los órganos articuladores funcionen de una manera
más rápida, sencilla y eficiente. Cuando aparecen de forma aislada, lo normal es que dos
fonemas como /a/ e /i/se pronuncien sin ningún matiz nasal. Sin embargo, en sílabas como
pan o pin, y si estamos hablado informalmente, se produce una anticipación a la hora de
disponer los articuladores con objeto de pronunciar la consonante nasal, que hace que el
sonido vocálico precedente se nasalice, de forma que, en una transcripción más precisa,
deberíamos representarlo como [â] e [î].
Estos procesos de asimilación suceden en diferentes contextos, pero son característicos del
habla cotidiana. Así, una palabra como un se pronuncia, si está aislada, como [un]; sin
embargo, si afirmamos que hemos visto un gato , la influencia de la consonante velar
inmediatamente posterior hará que la nasal alveolar resulte velarizada, lo que se representa
con el símbolo [ɳ]. También las vocales pueden sufrir un proceso de asimilación. Así, en la
mayoría ed las palabras, si se pronuncian cuidadosamente, el acento recae en una de ellas, no
obstante, cuando hablamos de forma despreocupada, la vocal puede perderlo, quedando
reducida a una semiconsonante.
10.- Elisión:
Emisión de un determinado segmento fónico, que estaría presente si la secuencia en cuestión
se pronunciase de forma cuidadosa. Los grupos consonánticos, especialmente los que están en
posición de coda, tienden a perder una de las consonantes que las integran, normalmente la
primera, como ocurre en la pronunciación [ostakulo] de obstáculo. Las vocales también
pueden elidirse, especialmente cuando van seguidas de otra vocal, como es el caso de [alkol]
para alcohol.
2.- Etimología:
El estudio del origen y de la historia de las palabras se conoce como etimología. El término
etimología deriva del latín, aunque su origen es griego (etymon “forma original” + logos
“estudio”).
Todavía hoy muchos de los términos que se incorporaron recientemente a una lengua
cualquiera suelen dar lugar a protestas por parte de mucha gente. No obstante, y en lugar de
criticarlo como si se tratase de una degradación del idioma, deberíamos considerar el proceso
constante de incorporación de nuevos términos al mismo y de aparición de nuevos significados
de éstos últimos como un signo reconfortante de la vitalidad y de la creatividad con los que
cualquier idioma se va remodelando en función de las necesidades, en constante evolución, de
sus hablantes.
Las palabras de nueva creación que derivan del nombre de una persona o de un lugar se
denominan epónimos: sandwich (Conde de Sandwich).
Aunque la mayor parte de las palabras compuestas son sustantivos, mediante el recurso de la
composición también es posible crear otros tipos de palabras, como adjetivos.
En algunas mezclas se combinan los comienzos de dos palabras que intervienen en la misma,
como sucede con numerosos términos que se refieren a la tecnología de las comunicaciones.
Así, para evitar información rápidamente podemos utilizar un modem (modulador).
Un tipo especial de reducción da lugar a las palabras que se conocen técnicamente como
hipocorísticos, que son formas diminutivas, abreviadas o infantiles que se usan como
designación cariñosa, familiar o eufemística. Son hipocorísticas las formas apocopadas de los
nombres propios (Cristina > Cris). La obtención de un hipocorístico puede seguir unas reglas
particularmente precisas, como sucede en inglés británico o australiano, donde la palabra se
reduce a una única sílaba y recibe la terminación –y o –ie (moving pictures > movie).
Otra fuente bastante regular de verbos retroformados en inglés consiste en utilizar el patrón
“worker”- “work”. La hipótesis consiste en que si hay un nombre acabado en –er entonces se
puede crear a partir de dicho término un verbo por retroformación que designa la actividad
desempeñada por el nombre –er: burglar> burgle.
Es importante tener en cuenta que algunas de estas formas convertidas pueden variar
substancialmente de significado cuando cambian de categoría como consecuencia del proceso
de conversión. Así, el verbo to doctor tiene a menduo un sentido negativo (falsificar), que se
asocia normalmente con un médico.
10.- Acrónimos: CD, radar.
Son palabras nuevas formadas por las letras iniciales (siglas) de un grupo de palabras. En
algunos casos, para pronunciar algunos acrónimos se suele recurrir a pronunciar cada una de
las siglas que los componen: CD > compact disk. Otros acrónimos se pronuncian como palabras
únicas: ONU, RENFE. En estos ejemplos, se mantienen las letras mayúsculas, pero toros
muchos acrónimos se han transformado en términos habituales, que se escriben en
minúscula, como sucede en el caso de radar (radio detecting and ranging).
Los nombres de las organizaciones a menudo se eligen de manera que su acrónimo constituya
una palabra apropiada: WAR (woman against rape). Algunos acrónimos de nueva creación se
vuelven corrientes con tal rapidez, que muchos hablantes no tiene presente, de hecho, su
naturaleza de acrónimo, ni en consecuencia, las partes de que están compuestos. Es lo que
sucede, por ejemplo, con pin (personal identification number).
Podríamos considerar estas formas “insertadas” como una suerte de infijos del inglés. Sin
embargo, otras lenguas pueden proporcionar ejemplos mucho mejores, como en el caso del
kamhmu, un idioma del sureste asiático: see (taladrar) > srnee (un taladro). Añadiendo el infijo
–rn, conviertes los verbos en sustantivos.
Un acrónimo que nunca parece haberse escrito con letras mayúsculas es el que se ha originado
a partir de la expresión young urban profesional al que se le añadió el sufijo –ie característico
en la formación de hipocorísticos. Asís surgió la palabra yuppie. Sin embargo, la formación de
esta nueva palabra se vio favorecida por un proceso diferente llamado analogía, según el cual
las palabras nuevas tienden a formarse de manera que terminen pareciéndose a otras palabras
ya existentes. En el caso de yuppie, se hizo por analogía de hippie y yippie.
Muchas de estas formas pueden tener una vida muy breve, pero la prueba de éxito de una
nueva palabra en una lengua es que se encuentre en su diccionario (aunque esto va a provocar
protestas).
CAPÍTULO 7: MORFOLOGÍA.
1.- Introducción:
Se habla de las palabras como si fuera algo regular y fácilmente identificable, conjuntos de
trazos de color negro que están separados unos de otros por espacios en blanco.
Lo cierto es que el utilizar esta definición como punto de partida a la hora de caracterizar el
lenguaje, en general, y las formas lingüísticas individuales, en particular, crea muchos
problemas.
2.-Morfología:
En numerosas lenguas lo que parecen ser formas únicas a menudo resulta que contienen un
gran número de elementos “parecidos a las palabras”. La palabra en swahili kupenda (que en
español se traduciría como Yo te querré) difiere significativamente de lo que entendemos
como una “palabra” castellana. Sin embargo, entre ambas lenguas podemos encontrar
elementos semejantes.
Una manera más adecuada de analizar las formas lingüísticas de lenguas diferentes sería
recurrir a la noción de “elementos” del mensaje, con la idea de no tener que limitarnos
únicamente a la identificación de “palabras”.
3.- Morfemas:
Podemos reconocer rápidamente que palabras del castellano (cantaba, cantado, cantaré…)
constan de un elemento cant constante, y de otros elementos que van variando: aba, re, ado…
Todos estos elementos son morfemas. La definición de morfema sería: unidad mínima de
significado o función gramatical. Por unidades de función gramatical entendemos los
elementos que se usan, por ejemplo, para indicar el plural o el tiempo presente.
Los morfemas libres pueden considerarse en líneas generales, como el conjunto de las
diferentes palabras individuales del castellano. Cuando se utilizan junto con morfemas ligados,
se dice técnicamente que son raíces.
Conviene tener presente que este tipo de descripciones llevan implícita una simplificación
parcial de la realidad morfológica del castellano. Existen muchas palabras del castellano en las
que el elemento que parece ser la raíz no es, de hecho, un morfema libre: en recibir podemos
reconocer el morfema ligado re- pero los elementos cibir no son palabras que puedan existir
independientemente y, por consiguiente, no se trataría de morfemas libres. En ocasiones,
estas formas son llamadas “raíces ligadas” con objetivo de distinguirlas de las “raíces libres”.
Del mismo modo, si –al es el sufijo derivativo que se añade a un sustantivo como institución
para obtener el adjetivo correspondiente, entonces ¿por qué no podríamos llevar el mismo
análisis en filial?
Se sabe que la mayoría de palabras del castellano deben su modelo morfológico al latín y al
griego, aunque también existen influencias de otras lenguas. Así, una descripción completa de
la morfología de un idioma determinado debería tener en cuenta tanto cuestiones de
influencia histórica, como el efecto de los elementos tomados en préstamo.
CANURÍ:
El canurí es una lengua hablada en Nigeria. Podemos deducir que el prefijo nem- es un
morfema derivativo que s epuede utilizar para generar nombres a partir de adjetivos.
Descubrir un rasgo morfológico regular de este tipo nos permite hacer predicciones cuando
nos encontramos con otras formas de esa misma lengua: si nos encontramos con la palabra
nemkurugu (longitud), podemos estar razonablemente seguros de que “largo” se dirá kurugu.
GANDA:
Cada lengua emplea diferentes medios para producir marcas flexivas en sus palabras. En esta
lengua hablada en Uganda, puede deducirse que existe un prefijo omu-, que se utiliza con los
nombres singulares, y otro diferente, aba-, que se emplea con las formas de plural de esos
mismos nombres: si sabemos que abalenzi es “chicos”, deduciremos que “chico” será
omulenzi.
ILOCANO:
En esta lengua filipina encontramos una manera completamente diferente de crear el plural.
Parece que en la forma plural se repite la primera parte de la forma singular. Este proceso se
denomina técnicamente reduplicación y hay varias lenguas que emplean este mecanismo de
repetición como medio de marcar la flexión. Podemos deducir, entonces que taltálon (campos)
sería en singular tálon.
TAGALO:
Si asumimos que la primera forma de cada frupo es una especie de raíz, entonces pareceque la
segunda forma de cada grupo se genera insertando un elemento –um después de la primera
consonante o, para ser más precisos, tras el ataque de la sílaba. Debe tratarse de un infijo.
Conforme hemos ido analizando todos estos procesos morfológicos diferentes, hemos ido
pasando de la caracterización de la estructura básica de las palabras a la consideración de
algunas de las cuestiones relacionadas tradicionalmente con la gramática.
La gramática puede definirse como el procedimiento que permite describir la estructura de los
sintagmas y de las oraciones, de tal manera que podamos caracterizar todas las secuencias que
son gramaticales en una determinada lengua y distinguirlas de aquellas que resultan
agramaticales. El estudio de la gramática cuenta con una larga tradición.
Los términos más conocidos derivados de esta tradición son los que aún hoy empleamos para
describir las partes de la oración.
No todos los nombres poseen estas características y además es poco probable que estas
propiedades sirvan para describir los nombres de otras muchas lenguas. Es preciso establecer,
por tanto, una manera alternativa de analizar los nombres y las restantes partes de la oración,
si se pretende realizar un análisis estructural apropiado.
4.- Concordancia:
Además de los términos utilizados para designar las partes de la oración, el análisis gramatical
tradicional también nos ha legado otras categorías como “número”, “persona”, “género” o
“voc”. Estas categorías pueden discutirse por separado, pero el papel que desempeñan a la
hora de describir la estructura de una lengua se entiende mejor si nos centramos en el
fenómeno de la concordancia.
En inglés existe el género natural que es una distinción biológica entre macho y hembra: he
loves his dog.
Conviene recalcar que la distinción del género no se basa en estos casos en una diferencia de
sexo. En consecuencia, la categoría gramatical del género es muy útil cuando se aplica a la
descripción de numerosas lenguas, pero quizás no sea tan apropiada en el caso de otras, como
el inglés.
Conviene tener presente que, si bien cada forma del verbo latino es diferente de acuerdo con
las categorías de persona y número, las formas del inglés son, con excepción de una, todas
iguales. Ciertamente puede tener sentido recurrir a todas estas categorías descriptiva cuando
analizamos una lengua como el latín, pero resulta un sistema descriptivo inútil en el caso del
inglés.
Considerar la gramática como un conjunto de reglas para el uso correcto de una lengua es algo
que todavía sigue vigente hoy en día y puede caracterizarse como el enfoque prescriptivo del
análisis gramatical.
De hecho, esta “corrección lingüística” puede ser una parte importante de la educación que
uno recibe. Si socialmente se considera que alguien que escribe bien es aquel que obedece
este tipo de reglas prescriptivas, entonces lo normal es que quien no las siga sea considerado
como alguien “de bajo nivel cultural”. Sin embargo, resulta más productivo tratar de
reflexionar sobre el posible origen de este tipo de reglas y de preguntarse si son aplicables a
una lengua como el inglés.
Pero si el Capitán Kirk hubiera sido romano, no habría tenido la oportunidad de romper el
infinitivo ya que el infinitivo latino no están constituidos por dos palabras, sino por una. En
consecuencia, resulta plenamente razonable que una gramática latna afirme que no se pueden
romper los infinitivos, pero ¿es apropiado trasladas esta idea al inglés?
Lo deseable es poder decir que hay estructuras en inglés que difieren de las que encontramos
en latín, y que no tener que aceptar, en cambio, que estas formas inglesas son “malas” por
estar violando supuestamente una regla gramatical latina.
Las categorías y las reglas que eran apropiadas para la gramática latina no parecían servir en el
caso de las lenguas indias. La consecuencia fue que durante el siglo pasado se terminó
adoptando un enfoque completamente diferente: recogían datos y ejemplos de las lenguas en
las que están interesados, para a continuación intentar describir las regularidades
estructurales que se desprenden de dichos datos las cuales caracterizan a las lenguas cuando
se usan y no la manera en que se supone que deberían usarse. A esta forma de proceder se la
conoce como enfoque descriptivo.
Sin embargo hay otras muchas formas que no pueden ocupar las posiciones vacías existentes
en los marcos de prueba anteriores y son necesarios otros marcos de prueba. Se puede
desarrollar una descripción de las características estructurales de las oraciones de una lengua
desarrollando un conjunto de marcos de prueba con los que ver y determinar cuáles son las
formas capaces de ocupar las posiciones vacías que hay en ellos.
Este tipo de diagrama puede utilizarse para mostrar qué elementos pueden ser sustituídos por
otros en cada uno de los niveles de la estructura de constituyentes. Una de las ventajas que
presente este tipo de análisis es que muestra la forma bastante inequívoca que los nombres
propios y los pronombres pueden emplearse en lugar de sintagmas nominales completos, a
pesar de tratarse de palabras únicas.
Al hacer este tipo de análisis no nos hemos limitado a etiquetar cada constituyente sino que
también hemos puesto de manifiesto una organización jerárquica en donde la oración es el
nivel más alto. Sin embargo deberíamos advertir que el análisis de constituyentes no sólo sirve
para describir las oraciones castellanas, sino que también podemos emplearlo para analizar
una frase de una lengua con una estructura significativamente diferente de la del español.
CAPÍTULO 9: SINTAXIS:
1.- Introducción:
Cuando nos interesamos por la estructura de las oraciones de una lengua determinada y por la
manera en que se organizan los constituyentes que las integran, estamos estudiando lo que se
conoce técnicamente como sintaxis de esa lengua. La palabra “sintaxis” es de origen griego y
significaba literalmente “juntar” o “combinar”.
Este enfoque matemático es el que permite entender el significado del propio término
“generativo” cuando se utiliza para caracterizar este tipo de gramáticas. Si las oraciones de una
lengua pueden considerarse como un conjunto comparable al de los números, entonces
debería existir también un conjunto de reglas explícitas cuya aplicación diera lugar a todas esas
oraciones. Un conjunto de reglas explícitas de este tipo es lo que se denomina una gramática
generativa.
Una gramática de este tipo también debería ser capaz de explicar las causas de otros dos
fenómenos particularmente importantes. En primer lugar, la razón por la que dos oraciones
que son diferentes superficialmente están estrechamente relacionadas. En segundo lugar, la
razón por la que dos oraciones superficialmente parecidas son, de hecho, diferentes.
Se puede decir que ambas oraciones difieren en su estructura superficial, es decir, en el hecho
de que poseen una estructura sintáctica diferente. Sin embargo, esta diferencia en la forma
superficial enmascara el hecho de que ambas oraciones están muy estrechamente
relacionadas, o que son incluso idénticas en un nivel menos superficial.
Este otro nivel subyacente, donde estarían representados los componentes básicos
compartidos por las dos oraciones se denomina estructura profunda. La estructura profunda
es un nivel abstracto de la organización, en el que están representados los elementos que
determinan la interpretación estructural. Una misma estructura profunda puede dar lugar a
numerosas estructuras superficiales alternativas. Por tanto, la gramática debe ser capaz de
mostrar la manera en que una única representación abstracta subyacente puede convertirse
en diferentes estructuras superficiales.
Estas dos ideas diferentes pueden expresarse recurriendo a una misma estructura superficial:
Ana pegó a un hombre con un paraguas. Esta oración es un ejemplo del fenómeno
ambigüedad estructural. Una oración que es ambigua en este sentido cuenta con dos
interpretaciones subyacentes, que han de representarse de forma diferente en la estructura
profunda.
Los sintagmas también pueden ser estructuralmente ambiguos, como sucede con hombres y
mujeres mayores. La gramática tendrá que ser capaz de poner en manifiesto y mostrar,
finalmente, las diferencias estructurales que existen entre las representaciones subyacentes.
6.- Recursividad:
Las reglas de una gramática de este tipo precisan también de una propiedad crucial como es la
de la recursividad, la capacidad de poder aplicarlas más de una vez a la hora de generar una
determinada estructura.
Por otro lado, también debemos poder colocar las oraciones unas dentro de otras. En
principio, la recursividad puede no terminar nunca, por lo que iríamos obteniendo variantes
cada vez más complejas de oraciones compuestas de esta clase.
En pocas palabras, una gramática de este tipo tendrá que ser capaz de aprender el hecho de
que una oración puede tener otra oración dentro de ella o de que un sintagma puede repetirse
tantas veces como sea necesario. Conviene tener presente que la recursividad de este tipo no
sólo es una característica de la gramática, sino que también puede ser parte esencial de una
hipótesis sobre el cosmos.
O= oración
N= nombre
Art= artículo
SN= sintagma nominal
Existen otros tres símbolos que se emplean habitualmente en las descripciones sintácticas:
El segundo símbolo es el paréntesis ( ). Los elementos que aparecen dentro de los paréntesis
se consideran opcionales. Cuando queramos formar un sintagma nominal en español será
obligatorio que haya un artículo y un nombre, pero no un adjetivo. Se trata de un
constituyente opcional de un sintagma nominal correctamente formado en castellano: SN
Art N (Adj).
El tercer símbolo utilizado don las llaves { }- Indican que solo se puede seleccionar uno de los
elementos incluidos en su interior. Las llaves se utilizan cuando se puede elegir entre más de
un constituyente diferente.
Es importante recordar que,, si bien dentro de las llaves aparecen tres constituyentes, sólo se
puede seleccionar uno de ellos en cada oración.
8- Diagrama de árbol:
Resulta posible reflejar algunos aspectos de la organización jerárquica de dichas estructuras
recurriendo a los diagramas. Una manera de lograr una representación aún más explícita de la
organización jerárquica de una determinada estructura, como la que se muestra continuación
a la izquierda, consiste en recurrir a los diagramas de árbol, como se muestra a la derecha:
Si seguimos aplicando la recursividad hasta la saciedad podemos colocar esa nueva oración
dentro de una tercera y así hasta el infinito. Después de verbos como creer y saber la palabra
que da entrada a lo que se denomina “sintagma complemento”.
Como puede suponerse, el análisis sintáctico depende de otros muchos conceptos y reglas. Sin
embargo, habiendo explorado algunos de los métodos y cuestiones básicos de dicho análisis
con objeto de poder caracterizar apropiadamente la estructura de una lengua, debemos tratar
a continuación de encontrar un lugar para el análisis del “significado” en el estudio del
lenguaje.
La semántica lingüística se ocupa del significado convencional que transmiten, cuando se usan,
las palabras, los sintagmas y las oraciones de una lengua determinada.
Sin embargo, cada persona puede añadir diferentes tipos de asociaciones o connotaciones a
dicha palabra y estas asociaciones suelen diferir de una persona a otra. Nos centraremos en los
elementos constitutivos del significado conceptual.
Desde el punto de vista sintáctico, esta oración es correcta, pero semánticamente resulta
extraña. Los componentes del significado conceptual del nombre hamburguesa, que difieren
de forma significativa del nombre niño y que impiden que se pueda utilizar como sujeto del
verbo comer. Los tipos de nombres que pueden ser sujeto de este verbo deben denotar
entidades que sean capaces de “comer”.
Podemos conseguir que esta observación sea de aplicabilidad general si logramos determinar
el elemento o rasgo fundamental del significado que ha de tener un nombre para ser utilizado
como sujeto del verbo “comer”. Puede ser algo tan general como “ser animado”, por tanto el
niño será (+animado) y la hamburguesa (-animado).
Este sencillo ejemplo permite ilustrar el procedimiento de análisis del significado mediante
rasgos semánticos. Este enfoque nos ofrece la posibilidad de predecir los nombres que hacen
que una determinada oración sea semánticamente inaceptable.
Pero también plantea otros problemas. En el caso de numerosas palabras de la lengua puede
que no sea tan fácil extraer nítidamente los componentes que constituyen su significado. Parte
del problema parece radicar en que esta estrategia de análisis implica concebir las palabras de
una determinada lengua como una suerte de “contenedores” de componentes del significado.
Parece evidente que el significado de las palabras incluye más cosas que tipos de rasgos
básicos.
Agentes y temas constituyen los papeles semánticos más comunes. El tema de una oración
suele ser típicamente una entidad no humana, aunque también puede ser humano. Además, la
misma entidad física puede desempeñar dos papeles semánticos diferentes, como sucede en
la oración el niño se vio a sí mismo en el espejo (el niño es el agente y a sí mismo- es decir, el
niño- es el tema).
Cuando un sintagma nominal se emplea para denotar una entidad en tanto que la persona
siente algo, percibe una cosa o experimenta un estado concreto, dicho sintagma está
cumpliendo el papel de experimentador: El niño se siente triste.
9.- Sinonimia:
Dos o más palabras que poseen significados estrechamente relacionados se denominan
sinónimos.
Sin embargo, conviene tener presente que la idea “el mismo significado”, que solemos utilizar
al hablar de la sinonimia, no equivale necesariamente a la idea “exactamente igual”. Existen
muchas ocasiones en las que una palabra resulta apropiada en una oración determinada,
mientras que su sinónimo sonaría extraño. Las formas sinónimas también pueden
diferenciarse en términos de formalidad.
10.- Antonimia:
Dos términos con significados opuestos se denominan antónimos.
Normalmente, los antónimos se dividen en dos grandes clases: aquellos que son graduables
(que pueden considerarse como elementos contrarios situados en puntos opuestos de una
escala) y los que son no graduables (los contrarios directos).
11.- Hiponimia:
Cuando el significado de una forma está incluido en el significado de la otra, la relación que
existe entre ambas se caracteriza como hiponimia.
Cuando tratamos de analizar las relaciones de hiponimia que existen entre diversas palabras,
lo que realmente estamos asumiendo que en su significado es posible encontrar algún tipo de
relación jerárquica. De hecho, podríamos representar esquemáticamente las relaciones que
existen entre un conjunto de palabras recurriendo para ello a un diagrama jerárquico. Dos o
más términos que comparten el mismo término supraordenado (superior) son co-hipónimos.
Merece la pena remarcar el hecho de que no sólo pueden ser hipónimos las palabras que se
refieren a “cosas”, sino que también pueden serlo los términos que denotan acciones.
12.- Prototipos:
Este concepto de “el ejemplo más característico” es lo que se denomina prototipo. La idea de
prototipo ayuda a explicar el significado de algunas palabras como pájaro, no a partir de los
rasgos que las componen sino a partir de su semejanza con el ejemplo más evidente de la
categoría a la que pertenecen.
Es evidente que existe algún patrón general involucrado en el proceso de categorización que
está implicado en la noción de prototipo, el cual determina nuestra interpretación del
significado de las palabras. No obstante, es ésta un área donde la experiencia individual
provoca variaciones sustanciales a la hora de interpretar los significados. Lo que parece ocurrir
cuando, por ejemplo, discutimos si tomate y aguacate son frutos o hortalizas, es que en
función del contexto estas dos palabras se tratan como co-hipónimos tanto de fruto como de
hortaliza.
El término homonimia se usa cuando una forma posee dos o más significados que no se
encuentran relacionados. Los homónimos son palabras que tienen significados distintos y una
historia que también es diferente, pero que accidentalmente han llegado a tener exactamente
la misma forma.
14.- Polisemia:
El que dos o más palabras tengan formas idénticas y posean significados relacionados es lo que
se conoce técnicamente como polisemia. La polisemia puede definirse como el hecho de que
una determinada forma tenga diversos significados que están relacionados por extensión.
La distinción entre homonimia y polisemia no siempre está clara, de forma que en ocasiones
resulta conveniente recurrir al diccionario para determinar si los diferentes usos de una
determinada palabra se ajustan a las características de un fenómeno u otro. Si una palabra
posee varios significados, entonces habrá una única entrada en el diccionario, dentro de la cual
se enumerarán cada uno de ellos. Si las dos palabras se tratan como homónimas, entonces lo
normal es que cada una cuente con una entrada propia.
Resulta evidente que una forma puede distinguirse de otra como homónima pero tener luego
varios usos polisémicos.
16.- Metonimia:
La relación que mantienen entre sí los diferentes significados que encontrábamos en el caso de
la polisemia se basaba fundamentalmente en la similitud.
Existe, sin embargo, otro tipo de relación entre las palabras que descansa simplemente en la
conexión que mantienen en nuestra experiencia cotidiana. Esta conexión puede basarse en
una relación de continente-contenido, en una relación parte-todo o en una relación elemento
representativo-símbolo. Cuando uno de los términos se emplea para hacer referencia al otro
hablamos de metonimia.
Nuestra familiaridad con la metonimia es loa que hace relmente que una noción como Él bebió
toda la botella nos resulte comprensible aunque sea literalmente absurda.
Numerosos casos de metonimia se han vuelto enormemente convencionales, por lo que
resultan muy fáciles de interpretar. Sin embargo, otros muchos dependen de nuestra habilidad
para inferir lo que el hablante está pensando. Darle un sentido a las expresiones depende a
menudo del contexto, de nuestros conocimientos previos y de las inferencias que seamos
capaces de hacer.
17.- Colocación:
Un último aspecto de nuestro conocimiento de las palabras no tiene ninguna relación con los
factores que hemos visto hasta ahora. Lo cierto es que habitualmente sabemos que
determinadas palabras tienden a parecer junto a otras concretas.Una de las formas en las que
parece que organizamos nuestro conocimiento sobre las palabras consiste simplemente en
tener en cuenta su colocación, es decir, la frecuencia con que aparecen conjuntamente.
Este tipo de investigaciones proporciona nuevas evidencias que parecen corroborar la idea de
que nuestra comprensión del significado de las palabras y de las oraciones se encuentra
relacionada con la naturaleza de los contextos en los que se suelen emplear.
¿Cómo decidimos lo que significa? Para ello, es preciso tener presente no sólo el significado de
las palabras, sino también el contexto en el que aparecen, así como ciertos conocimientos
previos acerca del aspecto que debería tener un mensaje que resultase plausible en dicho
contexto.
Con estos tres elementos, solemos lograr una interpretación razonable de lo que quiso
transmitir quien diseñó el anuncio. Dicho de otro modo, la interpretación que hacemos del
“significado” del mismo no se basa únicamente en el de las palabras que lo componen, sino de
nuestras asunciones acerca de lo que quiso comunicar su autor.
3.- Contexto:
Evidentemente, existen diferentes tipos de contexto:
4.- Deixis:
Algunas palabras muy comunes en la lengua no pueden interpretarse, en modo alguno, a
menos que se conozca el contexto del hablante, especialmente el contexto físico. Se trata de
palabras como aquí, allá, ese, aquél, ahora, después, ayer así como la mayoría de pronombres
personales. En algunos casos, y si no sabemos previamente quién es el que está hablando, lo
hace, sobre quién, en qué lugar y en qué momento y resulta virtualmente imposible entender
algunas oraciones.
Expresiones como mañana y aquí son ejemplos particularmente obvios de elementos del
lenguaje que sólo podemos entender a partir del significado pretendido por el hablante. Estas
expresiones se conocen con el nombre técnico de expresiones deícticas, de la palabra griega
deixis, que significa “señalar” a través del lenguaje.
La deixis se utiliza para hacer referencia a cosas y a personas; en este último caso suele
hablarse de deixis personal. Las palabras o las locuciones empleadas para señalar un lugar
serían ejemplos de deixis espacial, mientras que aquéllas que se usan para señalar un punto
temporal serían ejemplos de deixis temporal.
5.- Referencia:
Al analizar la deixis hemos asumido que resulta fácil utilizar las palabras para referirse a las
personas, los lugares y los momentos en el tiempo. Sin embargo, las palabras, por sí mismas,
no hacen referencia a nada en particular, sino que son los hablantes los que se refieren a algo
cuando las utilizan. Se define la referencia como el acto mediante el cual un hablante utiliza el
lenguaje para hacer que el oyente pueda identificar una determinada entiedad.
Para referirse a algo, es decir, para llevar a cabo un acto de referencia, podemos recurrir a los
nombres propios, a otro tipo de nombres que forman parte de sintagmas o a los pronombres.
A menudo asumimos que las palabras que usamos para identificar a alguien o a algo lo hacen
de forma unívoca, pero resulta más correcto decir que para cada palabra o para cada sintagma
existe un “rango de referencia”. Una expresión como la guerra no identifica directamente
nada por sí sola, dado que su referente deprende de quien la esté usando en cada momento.
De la misma manera, podemos referirnos a determinadas cosas aunque no estemos seguros
de cómo denominarlas. En este caso, solemos emplear expresiones del tipo esa cosa de color
azul, o incluso podemos llegar a inventarnos un nombre para designarlas.
6.- Inferencia:
El éxito de cualquier acto referencial depende en mayor medida de la habilidad del oyente
para reconocer lo que queremos decir, que del conocimiento “de diccionario” que pueda
poseer dicho oyente acerca de la palabra que hayamos empleado.
Así, podemos utilizar nombres asociados a cosas (ensalada) para referirnos a personas y
nombres de persona para referirnos a cosas. El proceso clave en estos casos se llama
inferencia. Por inferencia entendemos cualquier tipo de información adicional que utiliza el
oyente para lograr relacionar lo que se le ha dicho con lo que se le ha querido decir.
Un tipo parecido de inferencia es el que se lleva a cabo para entender a quien afirma cosas
como Picasso está en el museo.
7.- Anáfora:
Al hablar solemos distinguir entre el hecho de introducir nuevos referentes y el hecho de
hacer referencia con posterioridad en el discurso a referentes mencionados previamente. En
este tipo de relación referencial la segunda expresión referencial constituye un ejemplo de
anáfora mientras que la primera mención es o que se conoce como antecedente.
Se puede definir la anáfora como cualquier referencia posterior que se hace a una entidad ya
mencionada en el discurso. Normalmente utilizamos la anáfora en los textos para mantener la
referencia a lo largo del mismo.
Hasta ahora hemos utilizado el término “inferencia” para describir lo que hace el oyente.
Cuando hablamos de una presunción hecha por el hablante, normalmente hablamos de
“presuposición”.
8.- Presuposición:
Cuando un hablante utiliza expresiones referenciales como éste, él o Shakespeare, lo normal
es que presuponga que el oyente conoce cuál es el referente al que está aludiendo. En general,
los hablantes diseñan sus mensajes sobre la base de suposiciones de todo tipo respecto a lo
que sus oyentes conocen.
Está claro que algunas de estas asunciones pueden ser erróneas, pero en la mayoría de los
casos resultan correctas. Denominamos presuposición a todo aquello que un hablante asume
como correcto o como conocido por su oyente.
Si alguien nos pregunta ¿Cuándo dejaste de fumar?, existen, al menos, dos presuposiciones:
que uno solía fumar y que uno ya lo ha dejado de hacer. Este tipo de preguntas con
presuposiciones subyacentes se pueden convertir en un recurso particularmente útil durante
los interrogatorios judiciales.
Una de las pruebas utilizadas para determinar las presuposiciones que subyacen a una
determinada oración consiste en negarla y comprobar si la presuposición continúa siendo
verdadera. Las oraciones Mi coche es una bañera y Mi coche no es una bañera tienen
significados opuestos, pero la presuposición subyacente es verdadera en ambos casos. Esto es
lo que se denomina prueba de la “constancia bajo negación” para la identificación de las
presuposiciones.
9.- Actos de habla:
Hasta ahora hemos estado considerando algunas formas de interpretar el significado de los
enunciados a partir de lo que el hablante pretende transmitir con ellos. Lo que no hemos
analizado todavía es el hecho de que normalmente también sabemos qué es lo que hacen los
hablantes para que “tengamos en cuenta” lo que están diciendo. Hablando en términos muy
generales, como usuarios de la lengua somos capaces de reconocer el tipo de acto realizado
por un hablante al emitir un enunciado. Para describir acciones como “preguntar”, “ordenar”,
“exigir” o “informar”, recurrimos al término acto de habla. Un acto de habla puede definirse
como la acción que lleva a cabo un hablante cuando hace uso de un determinado enunciado.
El hecho de utilizar un estructura interrogativa para hacer una pregunta se suele denominar
acto de habla directo.
Cuando una persona no es capaz de percibir que se trata de un acto de habla indirecto, los
efectos pueden resultar extraños. En general, la principal razón por la que recurrimos a actos
de habla indirectos parece deberse a que en nuestra sociedad resulta más educado plantear
determinadas acciones, como las peticiones, de forma indirecta y no en forma directa debido a
unas asunciones sociales particularmente complejas.
11.- Cortesía:
En el estudio de la cortesía lingüística, el concepto más relevante es el de aspecto (face). En
pragmática, el aspecto de uno es la imagen pública que uno tiene. Es decir, se trata del
concepto de carácter emocional y social que cada persona tiene de sí misma y que espera que
los demás reconozcan en él. La cortesía puede definirse como el hecho de tener en
consideración el aspecto de otra persona.
Algo que represente una ofensa para el autoestima de otra persona se denomina acto de
ofensa al aspecto. Si usamos un acto de habla directo para pedirle a alguien que haga algo,
estamos actuando como si tuviéramos más poder que la otra persona en términos sociales. Si
en realidad carecemos de ese poder, entonces estamos cometiendo un acto e ofensa al
aspecto.
Para poder comprender la manera en que logramos comunicarnos, tenemos que entender la
forma en que interpretamos no sólo lo que el hablante dice, sino lo que “quiere decir”.
Este esfuerzo por interpretar (y ser interpretado) y la manera en que lo conseguimos son los
dos elementos claves de los que se ocupa el análisis del discurso. Para lograr interpretar algo, y
también para hacer que nuestro mensaje sea interpretable, seguramente nos basamos en
nuestro conocimiento acerca de las formas y de las estructuras lingüísticas: pero, en tanto que
usuarios de esa lengua, lo cierto es que nuestros conocimientos van mucho más allá de todo
eso.
3.- Cohesión:
Los textos deben tener una cierta estructura, la cual depende de factores que difieren
significativamente de lo que son relevantes en lo concerniente a la estructura de una única
oración. Algunos de estos factores pueden describirse mediante el término cohesión que alude
a os vínculos y conexiones que existen dentro de un texto.
En el análisis de los vínculos cohesivos que existen dentro de un texto nos proporciona algunas
pistas acerca de la manera en que los escritores tratan de estructurar lo que quieren decir,
convirtiéndose así en factores cruciales a la hora de juzgar si algo está bien escrito o no. Con
todo, se ha sugerido que las conversaciones en lo concerniente a lo que es una estructura
cohesionada difieren de una lengua a otra, lo que podría ser la causa de algunas de las
dificultades que surgen a la hora de traducir los textos.
Sin embargo, la cohesión por sí misma no es suficiente para que podamos darle un sentido a lo
que leemos. De hecho, resulta bastante fácil crear un texto muy cohesionado, que cuente con
numerosas conexiones entre las oraciones que lo integran y que, sin embargo, sea muy difícil
de interpretar.
“El grado de cohesión que percibimos cuando interpretamos un texto normal no se basa
únicamente en las conexiones existentes entre las palabras que lo integran. Tiene que haber
otro factor que nos permita distinguir los textos cohesionados que tienen sentido, de los que
no lo tienen. Dicho factor se denomina habitualmente “coherencia”.
4.- Coherencia:
La clave para entender el concepto de coherencia no se encuentra en las palabras o en las
estructuras de la lengua, sino que está relacionada con algo inherente a las personas. Somos
nosotros los que “damos sentido” a lo que leemos y a lo que escuchamos, los que intentamos
conseguir una interpretación de la realidad que case con nuestra experiencia acerca de cómo
es el mundo. De hecho, lo más probable es que nuestra capacidad de dar sentido a lo que
leemos sea tan sólo una pequeña parte de esa capacidad más general que nos permite dar
sentido a lo que percibimos o experimentamos en relación con el mundo real.
Resulta evidente que gran parte del conocimiento que los usuarios del lenguaje tienen acerca
de la manera en que funciona una conversación no tiene un carácter simplemente
“lingüístico”. Actualmente, una cantidad creciente de estudios relacionados con el discurso
tiene por objeto tratar de dilucidar los diferentes componentes implicados en este tipo de
conocimiento.
Asimismo, será necesario describir el tema de la conversación y el contexto en que tiene lugar.
Pero incluso si logramos describir todos estos factores, aún no habremos analizado la
estructura real de la conversación en sí. En tanto que usuarios de una lengua, inmersos en una
cultura determinada, resulta evidente que disponemos de un conocimiento bastante profundo
de cómo funciona una conversación.
Normalmente se espera que el punto final venga marcado simultáneamente por un final de
oración y por una pausa. Una forma de mantener el “turno de palabra” consistiría, en
consecuencia, en evitar que estos dos indicadores aparezcan juntos.
“Haz que tu contribución a la conversación que mantienes sea la que se espera que
sea, que se produzca en el momento en que haya de producirse y de manera que
tenga el propósito o se produzca en el sentido consensuado que demande el
intercambio comunicativo en el que estés participando.”
10.- Implicaturas:
A la hora de analizar la manera en que funcionan los atenuadores, realmente estamos
asumiendo que los hablantes suelen comunicar más información de la que realmente
explicitan verbalmente. Teniendo presentes tanto el principio cooperativo, como las máximas
en las que se apoya, podemos tratar de averiguar la manera en que las personas deciden que
hay algo más “implícito” en lo que su interlocutor está diciendo.
Para describir la implicatura conversacional tenemos que recurrir a una gran diversidad de
conocimientos previos que tienen que ser comunes a todos los que participan en la
conversación. Una parte fundamental del análisis del discurso consiste, así, en investigar la
manera en que hacemos uso de esos conocimientos previos para lograr una interpretación
correcta de lo que escuchamos o leemos.
Un aspecto interesante de las inferencias que hacían los distintos participantes en este
experimento es que, si bien eran tratadas inicialmente como interpretaciones probables o
posibles, se descartaban, sin embargo, rápidamente si no casaban con alguna información
posterior.
“Constuimos” las interpretaciones de lo que leemos, recurriendo, para ello, a mucha más
información de la que contienen las palabras que integran el texto leído. Lo que hacemos en
realidad es recrear el asunto sobre el que versa el texto, basándose en nuestra experiencia
previa de cómo suceden habitualmente los acontecimientos. Para caracterizar este fenómeno,
los investigadores recurren a menudo al concepto de “esquema” o “guión”.
Resulta evidente que nuestra comprensión de lo que leemos no sólo depende de lo que vemos
en la página, sino también de lo que tenemos en la mente mientras vamos leyendo. Para
comprender mejor las relaciones que existen entre ambos factores resulta preciso examinar en
detalle la manera en que funciona el cerebro humano.
2.- Neurolingüística:
El estudio de las relaciones entre el lenguaje y el cerebro recibe el nombre de neurolingüística.
Aunque se trata de un término relativamente reciente, su ámbito de estudio puede
retrotraerse al siglo XIX.
Las evidencias clínicas eran palmarias: una barra de metal de grandes dimensiones había
atravesado la parte frontal del cerebro del señor Gage sin que se hubiese visto afectada su
capacidad lingüística. La cuestión clave de esta historia es que si la capacidad de hablar está
localizada en el cerebro, es evidente que no radica en su parte frontal.
Si obviamos algunos materiales diversos, nos quedaremos básicamente con dos partes: el
hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo. En el hemisferio izquierdo encontramos las áreas
relacionadas con la generación y la recepción del lenguaje: el área de Broca, el área de
Wernicke, el córtex motor y el fascículo arcuato o arqueado.
Este descubrimiento se utilizó inicialmente para argumentar que la capacidad para el lenguaje
debería estar radicada en el hemisferio izquierdo; posteriormente, estas evidencias se han
interpretado en el sentido de que el área de Broca desempeña un papel crucial en la
producción del habla.
De alguna forma nos vemos forzados a utilizar metáforas, fundamentalmente porque somos
incapaces de obtener evidencias físicas directas de los procesos lingüísticos que ocurren en el
cerebro. Como no tenemos acceso directo al mismo, hemos de basarnos, por lo general, en lo
que podemos descubrir mediante métodos indirectos. La mayor parte de estos métodos
intentan determinar la manera en que funciona el sistema a partir de los indicios que
proporciona su disfunción.
Cuando decimos que tenemos una palabra “en la punta de la lengua”, hablamos de un
fenómeno en donde contamos de un esquema fonológico de esa palabra particularmente
preciso, de forma que somos capaces de decir correctamente cuál es el sonido inicial de la
palabra que no conseguimos recuperar y la mayoría podríamos decir el número de sílabas de
que consta.
Suele suceder con nombres poco frecuentes, lo cual nos sugiere que el almacenamiento de
palabras podría organizarse sobre la base de alguna información de carácter fonológico y que
algunas palabras se recuperar a partir de este lugar de almacenamiento con mayor facilidad
que otras.
Este tipo de errores recibe algunas veces el nombre de malapropismos, un término que deriva
del nombre de uno de los personajes de una obra de Sheridan, el senador Malaprop, quien
cometía constantemente este tipo de errores.
La mayoría de los lapsus linguae cotidianos son simplemente el resultado de que un sonido
pasa de una palabra a la siguiente, como sucede en nejas cegras (por cajas negras). El
intercambio de los sonidos finales de las palabras pertenecen a un tipo de lapsus linguae
menos frecuente que aquel que afecta a los sonidos iniciales de las mismas.
Se ha afirmado que los errores de este tipo no se producen nunca al azar, puesto que en
ningún caso se genera una secuencia fonológicamente inaceptable, de ahí que podrían indicar
la existencia de diferentes estadios en el proceso de regulación de la articulación de las
expresiones lingüísticas. Aunque los lapsus linguae se consideran normalmente errores en la
articulación, también se han sugerido que podrían ser el resultado de “errores del cerebro”
que se producen en el momento en que este está tratando de organizar los mensajes
lingüísticos.
10.- Lapsus del oído:
Otro tipo de errores podría proporcionar indicios de la manera en que el cerebro intenta
conferir sentido a la señal auditiva que recibe. Se denomina lapsus del oído y es lo que sucede
cuando, por ejemplo, creemos oír latita azul en vez de la tinta azul.
Algunos de estos errores nos pueden proporcionar indicios acerca del funcionamiento normal
del cerebro humano durante el procedimiento lingüístico. Sin embargo, otros problemas que
comprometen la producción y la comprensión del lenguaje son el resultado de disfunciones
cerebrales mucho más graves.
11.- Afasia:
Si has experimentado este tipo de lapsus en alguna ocasión, podrás hacerte una idea de la
clase de experiencias que viven algunas personas de forma permanente. Estas personas sufren
diferentes tipos de trastornos del lenguaje, los cuales denominan habitualmente afasias. La
afasia se define como una disfunción del lenguaje causada por una lesión cerebral localizada,
que conlleva normalmente dificultades para entender y/o producir formas lingüísticas.
La causa más frecuente dela afasia es el infarto cerebral, aunque las lesiones traumáticas en la
cabeza provocadas por golpes violentos o accidentes pueden dar lugar a efectos similares.
Dichos efectos pueden tener una intensidad variable, que va desde una leve disminución de la
capacidad lingüística hasta una reducción grave de la misma. A menudo se da el caso de que
un individuo afásico presente diversos trastornos lingüísticos interrelacionados, de forma que
las dificultades de comprensión pueden derivar en dificultades de producción.
Consecuentemente, la clasificación de los tipos de afasia se basa normalmente en los síntomas
primarios de carácter lingüístico que presenta el individuo afectado.
En una afasia de Broca la comprensión es, por lo general, mejor que la producción.
También resulta muy común el hecho de tener dificultades para encontrar las palabras
adecuadas. Este fenómeno se suele denominar anomia. Para tratar de compensar las
dificultades que surgen a la hora de elegir la palabra adecuada, estos pacientes recurren a
diversas estrategias, tales como tratar de describir los objetos a los que quiere aludir o hacer
referencia a su utilidad.
14.- Afasia de conducción:
Otro tipo de afasia, mucho menos frecuente, es la que se asocia a la lesión del fascículo
arqueado y que se denomina afasia de conducción. Los individuos que sufren esta disfunción
pueden pronunciar ocasionalmente de forma incorrecta alguna palabra, aunque normalmente
no tienen problema de articulación. Hablan fluidamente, pero suelen hacerlo
entrecortadamente, con pausas y dudas.
Conviene remarcar que muchos de estos síntomas pueden aparecer en todos los tipos de
afasia. También pueden presentarse en disfunciones más generales como ocurre en el caso de
la demencia senil o el Alzheimer. También se da la circunstancia de que las dificultades a la
hora de hablar pueden ir acompañadas de dificultades a la hora de escribir. Del mismo modo,
las lesiones que afectan a la comprensión auditiva suelen venir acompañadas de dificultades
para leer. Las dificultades lingüísticas que hemos descrito son, en su mayoría, el resultado de
una lesión del hemisferio izquierdo para el lenguaje también lo confirma otro método utilizado
en la investigación de las relaciones entre el cerebro y el lenguaje.
Un infarto cerebral que afecte al hemisferio derecho puede dar lugar a la parálisis de la pierna
izquierda. Por tanto, una asunción básica de este método será la de una señal recibida por el
oído derecho irá al hemisferio izquierdo y una señal recibida por el izquierdo irá al hemisferio
derecho.
Lo que parece suceder en lo que se llama ventaja del oído derecho es que la señal lingüística
recibida a través del oído izquierdo se envía en primer lugar al hemisferio derecho, desde
donde tiene que ser remitida al hemisferio izquierdo para poder ser procesada. Esta ruta
indirecta lleva más tiempo que la que sigue una señal lingüística recibida por el oído derecho
que va directamente al hemisferio izquierdo. La primera señal en ser procesada gana.
El hemisferio derecho parece ser el principal responsable del procesamiento de muchos otros
estímulos de naturaleza no lingüística. En la prueba de las escucha dicótica se puede demostrar
que se reconocen mejor los sonidos no verbales cuando penetran por el oído izquierdo, lo que
implica que son procesados más rápidamente a través del hemisferio derecho. En
consecuencia, si queremos caracterizar las especializaciones del cerebro humano, diremos que
el hemisferio derecho se encarga en primera instancia de los sonidos no verbales mientras que
el izquierdo se ocupa de los sonidos del lenguaje.
Sin embargo, conviene remarcar que investigaciones más recientes en esta área han indicado
que la especialización de los dos hemisferios podía estar más relacionada con el tipo de
“procesamiento” que con el tipo de “material” procesado.
El periodo crítico (aunque puede variar) va desde el momento del nacimiento hasta la
pubertad. Si, por cualquier motivo, un niño no adquiere el lenguaje durante este periodo, le
será prácticamente imposible adquirirlo más adelante.
17.- Genie:
En 1970 una niña llamada Genie fue ingresada en un hospital. Tenía trece años y había pasado
gran parte de su vida atada a una silla encerrada en una pequeña habitación. Su padre odiaba
el ruido y le pegaba cada vez que trataba de emitir un sonido y no le dejaba tener ningún tipo
de contacto humano.
Genie no era capaz de usar el lenguaje cuando ingresó en el hospital. Sin embargo, muy poco
tiempo después comenzó a responder a las palabras que le dirigían las personas e intentó
imitar sus sonidos y comunicarse como ellas. Su sintaxis era muy simple pero el hecho de que
pudiera desarrollar una cierta capacidad para hablar y de que lograse comprender un gran
número de palabras inglesas puede considerarse como una prueba contra la hipótesis de que
el lenguaje no puede ser adquirido después del periodo crítico.
Por otro lado, el hecho de que Genie manifestara menor capacidad a la hora de construir un
discurso gramaticalmente complejo parece corroborar la idea de quehay una parte del
hemisferio izquierdo del cerebro que únicamente está preparada para aceptar un programa
lingüístico durante la infancia y de que si no se suministra dicho programa, como sucedió en el
caso de Genie, la capacidad lingüística se bloquea.
Las pruebas a las que se sometió Genie demostraba que para hablar estaba usando el
hemsferio derecho para controlar todas las funciones relacionadas con el lenguaje y mostró
una ventaja del oído izquierdo. Estos descubirmientos plantan la posibilidad de que nuestra
capacidad para el lenguaje no se encuentre restringida únicamente a una o dos áreas
específicas del cerebro, sino que se basa en conexiones más complejas que abarquen la
totalidad del mismo.
Por lo demás, conforme Genie fue desarrollando el lenguaje, se vio que pasaba por muchos de
los mismos “estadios” iniciales que se han observado en el proceso de adquisición del lenguaje
por parte de los niños normales.
Podemos concebir esta predisposición como una “facultad del lenguaje”, con la que cada
recién nacido humano parece venir equipado. No obstante, esta facultad innata por sí sola no
es suficiente.
Un niño que no oiga nunca una determinada lengua no llegará a aprenderla. Además está la
importancia de la transmisión cultural en el proceso de aprendizaje. Otro requisito importante
es que el niño debe ser físicamente capaz de enviar y recibir señales lingüísticas sonoras. Por
tanto, para que un niño llegue a hablar una lengua determinada deber ser capaz de oír a
quienes utilizan dicha lengua.
Sin embargo, el simple hecho de oír los sonidos de una lengua tampoco parece ser suficiente.
Existen evidencias de que si a un niño normal, pero nacido de padres sordos, se le da la
oportunidad de ver y de oír programas de televisión y de radio conforme crece, no llegará a
desarrollar la capacidad de hablar o comprender la lengua en cuestión. El requisito crucial
parece ser, por consiguiente, la oportunidad de interactuar con los demás a través del
lenguaje.
La idea fundamental a este respecto es que el niño podría disponer de una capacidad biológica
para distinguir determinados aspectos de los estímulos lingüísticos que recibe en los diferentes
estadios que va atravesando durante sus primeros años de vida.
El estilo discursivo que usan los adultos con los niños y que es extremadamente simplificado se
denomina habla del cuidador. Entre las características más relevantes que distinguen este tipo
de habla se encuentra un frecuente uso de las preguntas, a menudo enunciadas con una
entonación exagerada, así como un volumen anormalmente elevado al hablar y un tempo más
lento al hacerlo, de forma que el discurso presenta pausas más prolongadas.
En las primera etapas este tipo de habla también incorpora muchas de las formas asociadas al
balbuceo (tete, nene). EL habla del cuidador se trata de un tipo de estructura conversacional
que asignaría el papel interactivo del niño pequeño antes incluso de que éste pueda ser un
participante activo de la conversación.
El habla del cuidador también se caracteriza porque sus oraciones poseen una estructura
simple y por la elevada frecuencia de las repeticiones. Estos patrones simplificados que genera
el interlocutor adulto constituirán pistas particularmente útiles acerca de la organización
básica de las estructuras de la lengua que se emplea en las conversaciones, si, como se
supone, el niño está intentando deducir la naturaleza del sistema que permite relacionar
sonidos y palabras. Asimismo, suele ser una observación común el hecho de que el habla de
quienes interactúan regularmente con niños va cambiando y se va volviendo más elaborada a
medida que el niño empieza a utilizar un lenguaje cada vez más complejo. Se han identificado
diferentes etapas en el proceso de adquisición de la primera lengua.
Hacia los diez u once meses de vida, van adquiriendo la capacidad de utilizar sus vocalizaciones
para expresar emociones y para poner énfasis sobre algo. Esta última parte de la etapa del
balbuceo se caracteriza por la presencia de combinaciones silábicas complejas, una mayor
frecuencia de los juegos sonoros y los primeros intentos de imitar a los adultos. Este tipo de
“pre-lenguaje” familiariza al niño con el papel social que desempeña el habla.
No obstante, conviene ser cautos con relación a este último extremo. Siempre debemos tratar
como aproximadas y sujetas a variación en cada niño concreto las afirmaciones acerca de los
diferentes periodos del desarrollo, como las del tipo “hacia los seis meses” o “hacia la edad de
dos años”.
Dado que términos como “unidad-única” o “forma-única” pueden ser más precisos, en
ocasiones se emplea el término holofrásico para caracterizar a aquellos enunciados que
pueden analizarse como una palabra, como un sintagma o como una oración.
Aunque parece que muchos de estos enunciados holofrásicos se utilizan para nombrar objetos,
también pueden emitirse en circunstancias que sugieren que el niño ha ampliado, de hecho, su
uso. Una cama vacía puede evocar el nombre de la hermana que normalmente duerme en esa
cama, incluso si la persona nombrada está ausente pero todavía no está preparado para unir
ambas formas y construir un sintagma más complejo.
7.- La etapa de las dos palabras:
La etapa de las dos palabras puede empezar entre los dieciocho y los veinte meses, una vez
que el vocabulario del niño supera los cincuenta elementos. Hacia los dos años de vida,
aparecerán distintas combinaciones de palabras. La interpretación que el adulto suele hacer de
estas combinaciones está muy ligada al contexto en que se dicen.
Sea lo que sea lo que el niño intenta comunicar mediante este tipo de expresiones, as
consecuencias funcionales relevantes son que el adulto se comporta como si existiera de echo.
Es decir, el niño no sólo habla, sino que recibe respuestas que normalmente le confirman que
la expresión que ha utilizado ha funcionado. Asimismo, si hacia los dos años de edad, el niño es
capaz de producir entre doscientas y cuatrocientas palabras diferentes, logra entender cinco
veces más, por lo que normalmente su cuidador principal lo tratará como un interlocutor
válido a la hora de conversar.
En esta etapa el niño ha desarrollado ya una cierta capacidad para construir oraciones, por lo
que puede ordenar las palabras correctamente. Al mismo tiempo que tiene lugar esta etapa de
habla con formato telegráfico, empieza a aparecer la flexión gramatical en algunas palabras
comienzan a utilizarse las preposiciones más simples.
Hacia los dos años y medio el vocabulario del niño se amplía rápidamente y éste habla cada
vez más, coincidiendo con el aumento de la actividad física que implica correr y saltar. Hacia
los tres años el vocabulario ha aumentado hasta alcanzar varios cientos de palabras y la
pronunciación se parece cada vez más a la propia de los adultos.
Por otro lado, simplemente no es posible que los niños adquieran el lenguaje básicamente a
través de la imitación del habla de los adultos, ya que los adultos no generan muchos de los
tipos de expresiones que aparecen característicamente en el habla infantil.
Del mismo modo, resulta poco probable que las “correcciones” que hacen los adultos
condicionen sustancialmente la manera en que habla el niño. Muchos fragmentos de la
conversación, particularmente divertidas, que tienen lugar entre adultos y niños ponen
claramente de manifiesto lo infructuoso de los intentos de los primeros en corregir el habla de
los segundos. Incluso cuando se intenta corregir al niño de forma sutil, este preferirá seguir
usando la forma idiosincrásica que ha construido, a pesar de que el adulto le repita una y otra
vez la forma correcta.
Un factor que parece ser crucial en el proceso de adquisición del lenguaje por parte de los
niños es el uso real de las combinaciones de sonidos y palabras, tanto en interacción con los
demás, como cuando juegan en solitario. Este tipo de juegos verbales parece constituir un
factor importante para el desarrollo del repertorio lingüístico del niño. Diferentes estudios se
han ocupado de dicho desarrollo, más allá de la etapa telegráfica, centrándose en los
elementos lingüísticos que empiezan a aparecer de forma regular en la corriente continua de
habla que surge de los niños.
Posteriormente, el niño empieza a marcar los plurales regulares. La adquisición de la marca del
plural viene acompañada frecuentemente de un proceso de sobregeneralización. Cuando el
niño aprende a utilizar la pronunciación alternativa del morfema de plural, también acabará
sobregeneralizando su uso. Al mismo tiempo que aparece esta sobregeneralización algunos
niños empiezan a emplear de forma bastante apropiada los plurales irregulares, si bien suele
aplicar también a dichas formas la regla general de formación de los plurales.
Por esta misma época, el niño empieza a hacer uso de diferentes formas del verbo to be como
are o was. Sin embargo, la utilización de las formas verbales irregulares precede generalmente
a la aparición de la regla de derivación de las formas regulares mediante la derivación de las
formas regulares mediante la desinencia flexiva –ed.
Finalmente aparece la marca regular de la tercera persona del singular de los verbos presentes
(-s) aplicándose en primer lugar a los verbos de sentido pleno y, posteriormente, a los
auxiliares (does, has).
Cada niño en particular puede producir formas “correctas” un día y formas “extrañas”, al
siguiente. Las evidencias sugieren que lo que realmente está haciendo el niño es tratar de
averiguar la mera correcta de utilizar el sistema lingüístico, pero que lo hace a la vez que lo
está usando como un medio para comunicarse e interactuar con los demás y no en respuesta a
las correcciones que se le van haciendo.
Los estudios sobre el desarrollo de la sintaxis en el habla infantil son muy numerosos. Sin
embargo, nos ceñiremos al análisis del aprendizaje de dos estructuras que la mayoría de los
niños que tienen el inglés como lengua materna parece adquirir de manera regular, a saber, la
formación de preguntas y la utilización de la negación.
En ambos casos pueden distinguirse tres etapas claramente identificables. La edad que tienen
los niños al pasar por ellas puede variar bastante, pero la norma parece ser que la primera
etapa tenga lugar entre los 18 y los 26 meses; la segunda etapa, entre los 22 y los 30 meses; y
la tercera, entre los 24 y los 40 meses.
En la tercera etapa se satisface ya el requisito, típico en inglés, de invertir en las preguntas las
posiciones relativas al sujeto y del verbo con respecto a su situación en la correspondiente
oración afirmativa, si bien las palabras wh- no siempre sufren la inversión. Al margen de que
ocasionalmente no se realice dicha inversión y de los continuos problemas que manifiestan
con la morfología verbal, lo cierto es que las preguntas que se construyen en esta etapa se
parecen significativamente al modelo adulto.
En la segunda etapa, también empiezan a utilizarse con mayor frecuencia formas negativas
adicionales como don’t y can´t, las cuales se colocan delante del verbo, y no al principio de la
oración, como sucedía en la etapa anterior.
En la tercera etapa se advierte la incorporación de otras formas auxiliares, como didn’t y won’t
mientras que desaparecen las formas características de la primera etapa. Una adquisición
particularmente tardía es la forma isn’t con lo que algunas formas de la segunda etapa se
siguen utilizando durante bastante tiempo.
En las primeras etapas del mismo, el desarrollo de la semántica, en lo concerniente al uso que
hace el niño de las palabras, consiste habitualmente en un proceso de sobreextensión, al que
sigue un proceso gradual de reducción de las posibilidades de aplicación de cada término
conforme el niño va aprendiendo más palabras.
Una característica interesante de la semántica de los niños pequeños es la forma en que tratan
algunas relaciones léxicas. Hablando en términos de hiponimia el niño casi siempre utiliza el
término que representa el nivel “medio” en un conjunto de hipónimos. Este fenómeno puede
tener relación con una tendencia similar que se observa en los adultos cuando hablan con
niños pequeños.
También parece que las relaciones de antonimia se adquieren bastante más tarde (a partir de
los cinco años).
A pesar del hecho de que el niño todavía está aprendiendo diversos aspectos de su lengua
materna durante los últimos años de la infancia, se asume normalmente que hacia los cinco
años ha completado la mayor parte del proceso básico de adquisición básica de la misma. De
acuerdo con algunos estudios, el niño está en este momento preparado para empezar a
aprender una segunda lengua. Sin embargo, en la mayoría de los sistemas educativos el
aprendizaje de una lengua extranjera no comienza hasta mucho más tarde.
Sin embargo, incluso en condiciones de adquisición ideales, muy pocos individuos adultos
llegan a alcanzar, a la hora de utilizar una segunda lengua, el dominio de ella que posee un
hablante nativo. Algunas personas consiguen escribirla sin cometer apenas errores pero no les
sucede lo mismo cuando tienen que hablar. Eso parece sugerir que algunas características de
una lengua son más fáciles de aprender que otras (ej. Pronunciación). De hecho, en ausencia
de una exposición precoz de los sonidos y la entonación características de la L2, lo más
probable es que se detecte siempre algún tipo de acento, incluso entre quienes han
conseguido una gran fluidez en el uso de ese idioma.
Este tipo de observaciones se interpreta, en ocasiones, como una evidencia de que, una vez
que ha pasado el periodo crítico para la adquisición del lenguaje resulta muy difícil adquirir
otra lengua de forma plena.
En contra de esta opinión se suele aducir otro tipo de evidencias, como el hecho de que los
estudiantes de más de diez años de edad aprenden con mayor rapidez y con mayor efectividad
una segunda lengua que aquellos que tienen siete años. Pudiera ser, desde luego, que la
adquisición exitosa de una L2 con independencia de que se termina teniendo algo de acento
requiriese de una combinación de diversos factores.
La edad óptima para lograrlo podría ser entre los diez y los dieciséis años, cuando la flexibilidad
de nuestra capacidad intrínseca para adquirir el lenguaje todavía no se ha perdido por
completo, pero, la madurez de nuestra capacidad cognitivas nos permite ya poder analizar de
forma más efectiva y productiva las regularidades de la L2 que queremos aprender.
Los niños parecen verse menos afectados por los factores afectivos, aunque también los
adultos logran superar este tipo de inhibiciones. La conclusión de un estudio al respecto
particularmente interesante fue que la vergüenza que sentían los miembros de un grupo de
voluntarios adultos que intentaban aprender una L2 se fue reduciendo conforme se iban
incrementando la cantidad de alcohol que consumían.
Este tipo de formato ha sido adoptado posteriormente por numerosos autores. Los métodos
más recientes, diseñados para facilitar el aprendizaje de una L2, tienden a reflejar los
diferentes puntos de vista teóricos que existen acerca de la manera óptima de aprender una
segunda lengua.
Los partidarios de esta estrategia de aprendizaje, denominada método audiolingüe creían que
el uso fluido de la lengua era una cuestión de adquisición de un conjunto de hábitos, que se
podían desarrollar mediante una práctica continuada.
Sus críticos señalan que la práctica aislada de ejercicios basados en patrones de una lengua no
tiene ningún parecido con la naturaleza interactiva que caracteriza el uso real de la lengua
hablada. Además puede ser algo terriblemente aburrido.
Para lograr crear entornos comunicativos en un aula, las funciones del lenguaje (aquello para
lo que se utiliza) debe prevalecer sobre las formas de la lengua.
Un “error” no es algo que entorpezca el progreso del estudiante, sino una señal de que dicho
progreso en el aprendizaje activo de la lengua se está produciendo conforme el estudiante
trata de ensayar nuevas formas de comunicarse en la lengua que está aprendiendo.
11.- Transferencia:
La transferencia supone el uso de sonidos, expresiones o estructuras propias de la L1a la hora
de expresarse en la L2. Si la L1 y la L2 tienen características parecidas, quien aprende la nueva
lengua puede beneficiarse de una transferencia positiva de sus conocimientos sobre la L1.
Por otra parte, si se transfieren características de la L1 que en realidad, son diferentes de las
de la L2 tiene lugar el fenómeno que se denomina transferencia negativa que puede provocar
que la expresión en la L2 resulte poco comprensible. La transferencia negativa es más
frecuente durante las primeras etapas del aprendizaje y suele disminuir conforme el alumno se
va familiarizando con la L2.
12.- Interlengua:
Cuando se examina las formas lingüísticas generadas en detalle, resulta que por quienes están
aprendiendo una L2 contiene un gran número de “errores” que no parecen tener relación con
las formas de la L1 ni con las formas de la L2. Esto sugiere que existiría una suerte de sistema
intermedio en la adquisición de la L2, el cual, es realmente un sistema inherentemente
variable que cuenta con sus propias reglas. Este sistema se denomina interlengua y
actualmente se considera la base de todas las estructuras generadas en la L2.
13.- Motivación:
Es obvio que la motivación para aprender es importante. Sin embargo en muchos casos existe
una motivación instrumental. Las personas desean aprender una L2 con objeto de lograr algún
otro objetivo distinto al de carácter social.
En otros casos existe una motivación de integración que hace que el aprendizaje de la L2
tenga un objetivo social, de manera que quienes aprenden la lengua puedan tomar parte en la
vida social de la comunidad que emplea ese idioma y, convertirse en miembros de la misma y
ser aceptados como tales.
Aquellos que han tenido algún éxito a la hora de comunicarse en la L2 son también los que
están más motivados para aprenderla. Por consiguiente, un entorno de aprendizaje de la
lengua que anime al estudiante a hacer uso de cualquiera de las habilidades de la L2 debería
ser más útil que uno en el que sólo se preste atención a los errores, a las correcciones y a los
fallos que impiden la expresión perfecta.
El input negociado puede definirse como el material de la L2 que el alumno logra adquirir
conforme interactúa, pidiendo correcciones y centrando la atención en lo que está diciendo.
A pesar de las iniciales reticencias despertadas por este método, en el sentido de que se temía
que los alumnos podrían terminar aprendiendo los errores de sus compañeros, lo cierto es que
los resultados de este aprendizaje basado en tareas demuestran de forma inequívoca que
quienes aprenden la L2 siguiendo este método terminan por usarla de manera más adecuada y
en mayor medida.
15.- Competencia comunicativa:
La competencia comunicativa se puede definir como la capacidad general de usar una lengua
correctamente, con propiedad y con la flexibilidad necesaria. El primer componente de la
misma se denomina competencia gramatical e implica un uso correcto de las estructuras de la
lengua. No obstante, si la enseñanza se centra demasiado en la competencia gramatical, el
alumno puede terminar siendo incapaz de interpretar o generar de forma apropiada
expresiones en la L2.
Para numerosas personas, las lenguas de signos no son lenguas, ni tan siquiera un lenguaje,
sino “mera gesticulación”.
2.- Los gestos:
Aunque tanto la lengua de signos como los gestos precisan del uso de las manos, difieren en su
naturaleza. La lengua de signos se asemeja al habla y se usa como un sustituto de la misma,
mientras que los gestos se emplean generalmente acompañando al discurso hablado.
En el estudio del comportamiento no verbal, se suele establecer una distinción entre los gestos
y emblemas. Los emblemas son signos como “pulgar hacia arriba” que funcionan a modo de
frases hechas y que no dependen de lo que se está diciendo. Los emblemas tienen un carácter
convencional y vienen determinados por un conocimiento de tipo social, es decir, de lo que se
considera o no se considera ofensivo en una determinada comunidad.
Otra clase frecuente de gestos se conocen como deícticos, gestos para señalar a las cosas o a
las personas conforme hablamos o para referirnos adecuadamente a algo que sólo existe en el
recuerdo común de ambos interlocutores aunque no esté en el espacio físico real.
Existe un tercer tipo de gestos, gestos de compás, movimientos rápidos, de reducida amplitud,
que se hacen con la mano o con los dedos y que acompañan el ritmo del discurso hablado,
empleándose para enfatizar determinadas partes del mismo o para indicar que se ha
terminado de escribir un suceso y que se va a comentar lo sucedido. No suelen utilizarse como
un medio de comunicación. No obstante, cuando los movimientos de las manos se utilizan
para “hablar” debemos considerarlos como partes de una lengua de signos.
La lengua de signos primaria es la primera lengua para aquellas personas que no son capaces
de utilizar una lengua hablada para comunicarse con sus semejantes en tanto que las usan
para comunicarse de forma cotidiana con los miembros de las comunidades de sordos. Los
inventarios de estas lenguas de signos no son idénticos, ni mutuamente inteligibles.
5.- Oralismo:
Sólo a partir de la década de los años sesenta del siglo pasado comenzó a considerarse el ASL
como un lenguaje natural. Hasta ese momento creían que si los niños sordos usaban la lengua
de signos lo que sucedería realmente era que se terminaría inhibiendo la adquisición del habla.
Lo que estos niños necesitaban en realidad era poder hablar, de forma que se desarrolló un
método pedagógico para ello conocido habitualmente como oralismo.
Este método exigía que los estudiantes practicaran los sonidos característicos de la lengua
hablada de su lugar de origen y que desarrollaran la habilidad de leer los labios. A pesar de su
manifiesta falta de éxito, el oralismo nunca fue seriamente cuestionado, quizá por la creencia
de que, en términos educativos, los niños sordos no podían dar demasiado de sí.
6.- El inglés en signos:
En los últimos años se han producido cambios sustanciales en la educación de los sordos,
aunque sea de la variante escrita y no de la hablada. Una consecuencia de este hecho es que
numerosas instituciones educativas para sordos estimulan el aprendizaje de lo que se ha
venido a llamar inglés en signos. Se trata, en esencia, de un método para producir signos que
corresponden a las palabras de una oración inglesa, las cuales siguen, además, el orden de
palabras característico del inglés. En gran medida, el inglés en signos está diseñado para
facilitar la comunicación de los sordos y la comunidad oyente. Su mayor ventaja estriba en que
parece ser mucho más fácil de aprender para los padres oyentes de un niño sordo, de forma
que constituye un sistema de comunicación que puede emplearse con éste último.
Por razones similares, los profesores oyentes que trabajan en la educación de niños sordos
pueden recurrir al inglés en signos al mismo tiempo que hablan. Asimismo resulta más fácil de
usar para aquellos intérpretes oyentes que realizan traducciones simultáneas de conferencias
o de clases para un público sordo. Se hecho numerosas personas sordas prefieren realmente
que los intérpretes utilicen el inglés de signos porque les resulta más fácil de entender los
mensajes.
Sin embargo, el inglés en signos no es ni el inglés ni el ASL. Cuando se utiliza para generar una
versión exacta de una oración inglesa hablada, la correspondiente variante del inglés en signos
resulta dos veces más larga que la versión en inglés hablado del ASL. Por consiguiente, en la
práctica raras veces se generan versiones exactas de lo que se ha de comunicarse, de ahí que
surja un formato híbrido, caracterizado por la utilización de algunos signos-palabras y por un
orden de palabras que no respeta totalmente el del inglés.
Para apoyar la enseñanza del inglés en signos en las escuelas de sordos, ya que uno de sus
principales objetivos es preparar a los alumnos para que sean capaces de leer y de escribir en
inglés. No obstante, la razón última es la idea de que la educación de los sordos debería estar
encaminada a permitir a éstos, por razones económicas obvias, puedan integrarse en el mundo
de los oyentes.
El resultado ha sido convertir el ASL en una suerte de lengua marginal, que sólo se utiliza para
la interacción entre los sordos. Estos son los motivos fundamentales por los que el ASL se sigue
conociendo muy poco y continúa a merced de muchos de los prejuicios y mitos.
Clerc no sólo enseñó a los niños sordos, sino que también entrenó a otros profesores. Durante
el siglo XIX, esta versión importada evolucionó hasta dar lugar a lo que hoy en día se conoce
como ASL, incorporando en el proceso elementos de las lenguas de signos naturales
empleadas por los sordos norteamericanos.
Las diferencias entra los tipos de movimientos que se emplean dan lugar a diferencias de
significado. Es evidente que, de la misma manera que existen “lapsus del oído” también
pueden existir “lapsus del ojo”.
Por otro lado, cuando aparece un término novedoso en la conversación, quienes se comunican
mediante la lengua de signos siempre tienen la posibilidad de recurrir al deletreo con los
dedos, un sistema de configuración de las manos que se utiliza convencionalmente para
representar las letras del alfabeto.
Una de las diferencias fundamentales que existen entre un sistema de comunicación que
utiliza un canal visual y otro que emplea un canal vocal-auditivo consiste en que los mensajes
visuales pueden incorporar varios elementos de forma simultánea. El lenguaje hablado tiene
un carácter lineal, que deriva de la manera en que se suceden las señales sonoras. En cambio,
en el medio visual, aunque los signos también se producen de forma lineal, lo cierto es que
pueden generarse numerosos elementos al mismo tiempo en un espacio determinado.
Sin embargo, en la mayoría de los casos este proceso no funciona en la dirección opuesta, es
decir, habitualmente resulta difícil averiguar el significado de un signo partiendo únicamente
de su aspecto. De hecho, algo semejante sucede cuando escuchamos cualquier lengua que
desconocemos, por cuanto lo más probable es que seamos capaces de reconocer signos
individuales (palabras) en una conversación fluida mantenida en dicho idioma.
La mayor parte de las conversaciones cotidianas en ASL en las que intervienen usuarios con
una gran competencia no se fundamentan en la identificación de tales motivos simbólicos, sino
en el reconocimiento de formas lingüísticas familiares que tienen una naturaleza arbitraria. Los
signos del ASL cuentan con su propio significado en el seno del sistema de signos y no porque
hagan referencia a una determinada imagen visual cada vez que se usan.
Una solución parcial ha consistido en optar por una doble representación: se traza una línea y
bajo ella se escriben las palabras correspondientes a los signos que se hacen con las manos
mientras que por encima de la misma se indican la naturaleza y la amplitud de las expresiones
faciales concomitantes que contribuyen al mensaje.
Todavía en actualidad se siguen analizando otros aspectos sutiles del significado que se deben
a la expresión del rostro. Como resultaría esperable, se han propuesto otras notaciones
adicionales, con objeto de captar los elementos no manuales más importante que intervienen
en la comunicación en ASL.
Los niños que adquieren el ASL como primera lengua atraviesan muchas de las etapas de
desarrollo del lenguaje identificadas en los niños que adquieren la lengua hablada, aunque la
generación de signos parece empezar antes que la producción de palabras habladas. Por otro
lado, en manos de individuos ingeniosos, el ASL se emplea para hacer chistes y para llevar a
cabo “juegos de signos”. De la misma manera, existen diferentes dialectos del ASL en regiones
distintas y se pueden rastrear los cambios históricos experimentados por la forma de los
signos, al menos desde principios del siglo XX.
En resumen, podemos afirmar que el ASL es un lenguaje natural, con la particularidad añadida
de haber logrado resistir a décadas de prejuicios e incomprensión.
En el S. XIX la filología dominó el estudio del lenguaje y una de las consecuencias más
significativas fue la creación de “árboles genealógicos” con objetivo de poner de manifiesto el
grado de parentesco que existía este las diversas lenguas. Sin embargo, antes de que algo así
fuese posible, resultó preciso “descubrir” que diversas lenguas habladas en diferentes partes
del globo pertenecían en realidad a una misma familia.
2.- Árboles genealógicos:
Sir William Jones sugirió que algunas lenguas habladas en áreas geográficamente muy
distantes podrían tener un antepasado común. Sin embargo, parecía evidente que la
descripción de este supuesto antepasado común no podía llevarse a cabo a partir de restos o
registros de ningún tipo, de forma que resultaba preciso reconstruirlo haciendo uso de los
rasgos que tuvieran en común las lenguas presumiblemente derivadas del mismo.
Durante el S. XIX comenzó a emplearse un nuevo término para designar a esa lengua
progenitora: protoindoeuropeo. Una vez que se aceptó que el protoindoeuropeo sería una
suerte de “tatarabuelo”, los investigadores comenzaron a identificar las diferentes ramas del
árbol genealógico de la familia indoeuropea, estableciendo el linaje de muchas de las lenguas
actuales.
La familia indoeuropea es la que cuenta con una mayor cantidad de hablantes y con una
distribución más amplia en todo el mundo, pero no es la única. Se estime que existen
alrededor de treinta de estas familias.
No obstante, resulta extremadamente importante que en todas las lenguas sea posible
encontrar exactamente las mismas palabras. Con todo, el hecho de que las coincidencias
existan constituye un sólido argumento para justificar la existencia de una conexión genérica
entre las lenguas.
4.- Cognados:
A menudo, pueden encontrarse dentro de grupos de lenguas relacionadas un conjunto de
términos que presentan un gran parecido. Un cognado de una palabra en una lengua
determinada puede definirse como una palabra de otra lengua que posee una forma similar y
que es o ha sido utilizada para denotar un significado parecido.
Este procedimiento nos permite comparar toda suerte de grupos de palabras semejantes en
otras parejas de lenguas, para concluir que los cognados constituyen una evidencia de que
también debe existir un antepasado común en la rama itálica del indoeuropeo.
A partir del S. VI y hasta el S. VIII se sucedió un prolongado período durante el cual los
anglosajones se fueron convirtiendo al cristianismo, de ahí que numerosos términos
procedentes de la lengua usada en la liturgia cristiana, el latín, pasaran a formas parte del
inglés.
A partir del S. VIII y durante los dos siglos siguientes, otro grupo de europeos del Norte alcanzó
determinadas regiones costeras de Bretaña, primero para saquearlas y después para instalarse
en ellas. Se trataba de los vikingos. De su lengua, el noruego antiguo, proceden las formas
originales que, con el tiempo, terminaron dando lugar a términos modernos particularmente
comunes.
Entre 1400 y 1600 los sonidos del inglés sufrieron un cambio sustancial, conocido como “el
gran cambio vocálico” que consistió fundamentalmente en una elevación generalizada de las
vocales largas. Como consecuencia de este cambio, la pronunciación del inglés moderno
temprano, un periodo que comienza en torno a 1500, varió sustancialmente con respecto a la
característica de los períodos anteriores. La aparición de la imprenta en 1476 provocó
también cambios significativos. Sin embargo como quiera que las imprentas tendieron a
estandarizar y afijar la pronunciación de la época en la forma de escribir las palabras, los
cambios de pronunciación que tuvieron lugar posteriormente no quedaron reflejados, en
líneas generales, en la manera de escribir el inglés moderno.
Las influencias que un idioma recibe de otras lenguas, como los préstamos léxicos que el inglés
tomó del francés normado o del noruego antiguo, comentados anteriormente, se denomina
cambios externos de dicha lengua. Sin embargo, algunos otros de los cambios que pueden
tener lugar a lo largo de la evolución histórica de una lengua no parecen responder a causas
externas. En los apartados siguientes examinaremos algunos de estos tipos de cambios
internos experimentados por el inglés.
El cambio fonético que se denomina metátesis implica una inversión de la posición que
ocupan dos sonidos en una palabra. Este tipo de inversión se ha producido a lo largo de la
evolución de diversas palabras inglesas. El intercambio de posiciones que se da en la metátesis
puede ocurrir en ocasiones entre sonidos no contiguos.
Otro tipo de cambio fonético es la epéntesis que se produce cuando se introduce un sonido
adicional entre dos sonidos adyacentes.
En el desarrollo de algunas lenguas puede darse un tipo adicional de cambio fonético, que, sin
embargo, no aparece en inglés. Se denomina prótesis y tiene lugar cuando se añade un sonido
al principio de una palabra. Es un cambio particularmente frecuente en el proceso de
transformación histórica de determinadas formas latinasen las correspondientes formas
castellanas.
De hecho, los hablantes de castellano que comienzan a aprender inglés como segunda lengua
añaden a menudo un sonido vocálico protético al principio de algunas palabras inglesas: story
> estory.
Existen otros dos procesos adicionales de cambio semántico, que suelen descubrirse como
“ampliación” y “reducción” del significado. Un ejemplo de ampliación del significado es el
cambio en holy day, en tanto que se refería a una fiesta religiosa pero ha pasado a designar
cualquier internado temporal de interrupción del periodo laboral holiday.
El proceso inverso, denominado reducción, ha dado lugar a que palabras del inglés antiguo
como hund, que en su momento se empleaba para designar cualquier tipo de perro, se utilice
actualmente (con la grafía hound) para hacer referencia a determinadas razas de perro. Un
tipo diferente de reducción del significado es el que ha hecho que algunas palabras hayan
terminado adquiriendo una connotación negativa.
En este capítulo nos hemos centrado en el análisis de la variación de una lengua desde un
punto de vista diacrónico, es decir, desde una perspectiva histórica, en tanto que los cambios
se han ido produciendo con el paso del tiempo. El tipo de variación lingüística que puede
analizarse de forma sincrónica, es decir, a partir de las diferencias existentes en un momento
concreto dentro de una lengua, entre los diferentes lugares en que se habla y entre los
distintos grupos que la hablan, será el objeto de los dos próximos capítulos.
4.- Dialectología:
Lo cierto es que la mayoría de los hablantes de una determinada lengua tienen la impresión
de que existe una inteligibilidad mutua entre los distintos dialectos de la misma. Éste es uno de
los criterios empleados en el estudio de los dialectos, la dialectología, para distinguir entre dos
dialectos diferentes de un mismo idioma y dos lenguas diferentes.
Cualquier dialecto y cualquier lengua tiene el mismo valor en tanto que objeto de estudio.
Desde el punto de vista lingüístico, ninguna de las variantes de una determinada lengua es
mejor que otra. Simplemente son diferentes.
Desde el punto de vista social, algunas variedades de une lengua concreta termina adquiriendo
más prestigio que otras. De hecho, la lengua estándar suele ser un dialecto originalmente
prestigioso en términos sociales.
5.-Dialectos regionales:
Existen diferentes dialectos regionales que se suelen asociar a una pronunciación
estereotipada. Sin embargo, quienes se ocupan del estudio de los dialectos regionales intentan
dejar a un lado los estereotipos y dedican buena parte de su investigación a tratar de
identificar rasgos del habla que están presentes de forma recurrente en un área geográfica
determinada. Prestan exquisito atención a los detalles y tienden a emplear criterios muy
selectivos a la hora de identificar a los informantes que resultan aceptables.
Teniendo esto presente, resulta más apropiado concebir la variación regional como el
resultado de la existencia de un continuum dialectal, y no como sucesión de regiones
dialectales separadas de forma nítida y distinta de la contigua. Un tipo muy parecido de
continuum puede aparecer cuando dos lenguas relacionadas se encuentran separadas por una
frontera política.
Los hablantes que van y vienen, cruzando esa frontera, y que utilizan las diferentes variedades
con significativa facilidad, pueden considerarse bidialectales. La mayoría de nosotros ha
crecido disponiendo de algún tipo de dialecto: “en la calle” y “en el colegio” por ejemplo.
De hecho, muchos miembros de minorías lingüísticas pueden vivir durante toda su vida sin
llegar a encontrarse con su lengua materna en el ámbito público. En ocasiones, el activismo
político puede lograr que esta situación cambie.
En todo caso, el individuo bilingüe no tiene por qué ser una consecuencia de la existencia de
un dominio político por parte de un grupo que utiliza una lengua diferente a la lengua materna
de dicho individuo. El bilingüismo puede ser simplemente el resultado de unos padres que
hablen dos idiomas diferentes. No obstante, en este caso, también suele a haber una lengua
dominante y una lengua subordinada.
Una diglosia implica la existencia de una variedad “inferior” de una lengua, que se aprende en
cada región y que se usa en las relaciones cotidianas, y de una variedad “elevada” que se
aprende en las escuelas y que se emplea cuando se han de tratar asuntos relevantes.
También es muy frecuente que los hablantes utilicen variedades diferentes del continuum
postcriollo en función de las circunstancias. Lo esperable es que estas diferencias en el uso de
las distintas variedades se encuentren ligadas en gran medida a valores e identidades sociales.
Al habla de las variedades lingüísticas en términos geográficos hemos obviado los factores
sociales que también entran en juego a la hora de determinar la variación lingüística.
CAPÍTULO 19: LA VARIACIÓN SOCIAL DE LA LENGUA.
1.- Introducción:
En un área geográfica concreta no todo el mundo habla de la misma manera dependiendo de
su educación o nivel de renta. Esta diferencia puede emplearse para señalar la pertenencia de
un individuo a un grupo social o a una comunidad de hablantes determinados. Una comunidad
de hablantes puede definirse como un grupo de personas que comparten un conjunto de
normas y expectativas con relación al uso de la lengua.
2.- Sociolingüística:
En términos generales, la sociolingüística se ocupa del análisis de las relaciones existentes
entre el lenguaje y la sociedad. Es un área de investigación de la Lingüística que está en
estrecho contacto con la Antropología, en tanto que se encarga del análisis de las relaciones
que existen entre la lengua y la cultura, pero también con la Sociología, por cuanto busca
determinar el papel crucial que desempeña el lenguaje en la organización de los grupos y las
instituciones sociales.
También está relacionado con la Psicología Social debido a su interés por la manera en que se
expresan las actitudes y las percepciones, y por el modo en que pueden identificarse los
comportamientos integradores o marginadores en un grupo.
En general se suele distinguir dos grandes grupos “clase media” y “clase trabajadora”. El
primero incluye aquellos individuos cuya educación se ha prolongado durante más tiempo y
que, en general, desempeñan trabajos intelectuales; por el contrario, en el segundo grupo se
incluyen quienes abandonaron los estudios relativamente pronto y se ocupan de algún tipo de
trabajo manual. Por otra parte, se suele recurrir a los términos “alta” y “baja” para subdividir
cada uno de los grupos anteriores, atendiendo a un criterio de renta de forma que “el habla de
la clase media-alta” sería otro tipo de sociolecto.
Cuando buscamos ejemplos adicionales de usos de la lengua que puedan considerarse típicos
de un determinado sociolecto, estamos tratando a la clase social de la que son característicos
como la variable social, mientras que el rasgo lingüístico analizado se caracteriza como
variable lingüística. Seguidamente, podemos tratar de determinar si existe una variación
sistemática de ambas variables. La manera de haberlo consiste en calcular la frecuencia con la
que los hablantes pertenecientes a la clase en cuestión hacen uso de cada una de las variantes
que presenta la variable lingüística analizada.
En general, casi nunca se trata una situación todo-nada, de ahí que los estudios de sociolectos
suelan hacer referencia a la frecuencia de uso de una determinada forma por parte de los
hablantes pertenecientes a un determinado grupo, mientras que resulta más infrecuente
concluir que sólo uno de los grupos utiliza de forma exclusiva una de las formas analizadas.
4.- Educación y empleo:
Las circunstancias en que se desarrolla la vida de una persona son únicas e irrepetibles, cada
uno de nosotros posee una manera de hablar peculiar, una especia de dialecto personal que se
denomina idiolecto. También es cierto que solemos acomodar nuestra manera de hablar a la
de aquellos con quienes compartimos una educación parecida y/o un trabajo semejante.
Entre quienes abandonan el sistema educativo a una edad temprana, existe una mayor
tendencia a utilizar normas que son relativamente poco frecuente en el habla de aquellos que
continúan estudiando hasta completar una educación superior. La lengua hablada de quienes
prolongan su estancia en el sistema educativo tiende a poseer un mayor número de rasgos que
son consecuencia del dilatado periodo de contacto con la lengua escrita.
Una vez que nos hacemos adultos, una consecuencia del tiempo que hemos dedicado a
nuestra formación suele ser la importancia del cargo o del trabajo que terminamos
desempeñando, así como el estatus socioeconómico que logramos alcanzar.
En uno de los primeros estudios sociolingüísticos, Labov (1972) examinó la influencia que
sobre el modo de hablar tenían dos variable sociales, el lugar de trabajo y el estatus
socioeconómico, estudiando las diferencias de pronunciación que existían entre los
vendedores de tres grandes almacenes de Nueva York. Para ello, Labov entraba en cada una de
estos establecimientos y formulaba a los vendedores preguntas que les forzaban a emplear la
expresión fourth floor, que exige pronunciar (o no) dos /r/ postvocálicas.
Labov encontró que en los tres casos existía un patrón uniforme en las respuestas, en el
sentido de que cuento mayor era el estatus socioeconómico de la tienda, mayor era la
intensidad con que se pronunciaba la /r/ y viceversa, de forma que cuento menor era dicho
estatus, menos audible se hacía el sonido /r/. Por tanto, la diferencia en una única variable
lingüística servía como distintivo de la clase social, permitiendo diferencias el habla de las
clases media-alta, media y trabajadora.
Sin embargo, en Reding (Inglaterra), encontró que la misma variable tenía el valor social
opuesto.
Labov asumía que cuando preguntara por primera vez a los dependientes por alguna cosa,
ellos le contestarían haciendo uso del estilo informal. Por esta razón, Labov disimulaba no
haber oído correctamente con objeto de conseguir que el dependiente repitiera su primera
respuesta, lo que presumiblemente haría prestando una mayor atención a lo que decía, con
objeto de hacerse entender. Labov asumía que esta segunda respuesta podía considerarse una
muestra representativa del estilo formal del dependeinte.
La conclusión de Labov fue que, cuando han de cambiar a un estilo más formal, los hablantes
pertenecientes a la clase media tienden, en mayor medida que los que pertenecer a otras
clases sociales, a aproximarse a la manera en que hablan las clases superiores un resultado que
ha sido confirmado posteriormente por otros estudios. Si se diseña una manera lo
suficientemente sofisticada como para conseguirlo, resulta posible subdividir aún más las
categorías de estilos.
Como han puesto de manifiesto otros estudios, cuando los hablantes que pertenecen a un
grupo de estatus intermedio recurren, en un contexto formal, a una forma de prestigio
asociada a un grupo de estatus superior, tienden a sobreutilizarla. Se ha aducido que este
hecho sería una consecuencia de la ambición social que impele a la clase media a “mejorar”.
Puesto que sus miembros son conscientes de que determinados rasgos de pronunciación
tienen un estatus más elevado, estos hablantes confunde más con mejor cuando han de
recurrir al estilo formal a la hora de hablar.
7.- Prestigio:
La idea de “prestigio” es una manera de explicar la dirección que siguen determinados
individuos cuando deciden cambiar el estilo de su discurso. Cuando el cambio se produce para
aproximarse a una forma que es más frecuente en el habla de aquellos a quienes se considera
que poseen un estatus social superior, hablamos de prestigio manifiesto, esto es, de un
estatus que se reconoce como “mejor” o que recibe una valoración más positiva en la
comunidad más numerosa.
¿Por qué numerosos hablantes de la clase trabajadora más baja no cambian su estilo de
informal a formal de forma tan radical como lo hacen los hablantes de clase media-baja? Una
explicación puede ser que los primeros valoran positivamente los rasgos que los identifican
como miembros de su grupo social, de ahí que se muestren reticentes a modificarlos para que
se asemejen a los asociados a un grupo social diferente. Es posible que valoren, por ejemplo, la
solidaridad entre los miembros de su clase en mayor medida que el ascenso en la escala social.
Para los hablantes de clase media más jóvenes muchas de las características gramaticales y de
la pronunciación relacionada habitualmente con los grupos de estatus social inferior llevan
asociadas frecuentemente un prestigio encubierto.
Una posibilidad, pasa porque adoptemos un estilo al hablar que intente reducir la distancia
social. En este caso se habla de convergencia, lo cual implica el uso de formas semejantes a las
empleadas por nuestro interlocutor.
La posibilidad contraria cosiste en que recurramos a un cambio de estilo con objeto de
remarcar la distancia social que existe entre nosotros y nuestro interlocutor. Este proceso se
denomina divergencia y una manera de lograrlo consiste en utilizar formas que difieran
significativamente de las que emplea la persona con la que se habla.
Una de las características distintivas de un registro es el uso de una jerga, que puede definirse
como un vocabulario técnico especializado, asociado a un determinado tipo de ocupación o a
una determinada área de conocimiento o de interés. En términos sociales, la jerga ayuda a
crear y mantener relaciones entre quienes, de alguna manera, se ven a sí mismos como
“miembros” de algo, pero también a excluir a quienes no lo son. Este efecto excluye a la jerga
especializada.
10.- Argot:
El argot es más típico de individuos que no pertenecen a ningún grupo consolidado de estatus
elevado. El argot o estilo coloquial alude a aquellas palabras o expresiones que emplean los
hablantes de menor edad en sustitución de términos más habituales.
Al igual que la música o la manera de vestir, el argot es un componente de la vida social que
también está sujeto a las modas, especialmente entre los adolescentes. Quienes recurren al
argot suelen emplearlo como señal de identidad, que los distingue de quienes no comparten
sus ideas o su forma de comportarse. En tanto que marca identitaria durante una etapa
restringida de la vida de un individuo, las expresiones de argot suelen envejecer muy
rápidamente.
Estas diferencias generacionales en el uso del argot que permiten distinguir los grupos por
edades y diferenciar a los hablantes de mayor edad de los jóvenes, demuestra que la edad es
otro factor relevante en lo que concierne a la variación social de una lengua.
Sin embargo, el argot puede variar incluso dentro de un mismo grupo de edad,
fundamentalmente entre los de menor edad. Un ejemplo de este fenómeno lo constituye el
uso de las palabras obscenas o términos tabú, que son palabras o expresiones que las
personas evitan proferir por razones ligadas a la religión, educación o porque no se consideran
socialmente aceptables.
Las divisiones de clases sociales, al menos en los que concierne al uso del argot, ya están bien
asentadas desde la adolescencia.
De un modo muy parecido a como las grandes barreras geográficas que existen entre los
grupos favorecen la aparición y el mantenimiento de las diferencias lingüísticas propias de los
dialectos regionales, las barreras sociales como la discriminación o la segregación, contribuyen
también a crear diferencias manifiestas entre los dialectos sociales. En el caso del AAE sus
rasgos diferenciales han sido considerados a menudo como propios de individuos que hablan
“mal”, lo cual no constituye sino un ejemplo más de un comportamiento regular en la mayoría
de los grupos sociales, según el cual las prácticas sociales de los grupos dominados se
consideran “anormales” por parte de los grupos dominantes, que son los encargados de definir
lo que es “normal” de lo que no lo es.
Así pues, vernáculo es una expresión general que designa un tipo de dialecto social, en
concreto, aquel que suelen hablar los grupos de estatus inferior y que se considera “no
estándar” debido a las acentuadas diferencias que presenta con respecto a la variedad de
prestigio en términos sociales, la cual se considera la variedad estándar. Como idioma
vernáculo de los afroamericanos, el AAE comparte diversas características con otras
variedades no estándar del inglés.
En este tipo de expresiones el estilo formal del inglés estándar exige la presencia de las formas
completa, aunque otras muchas variedades del inglés no lo hacen. De la misma manera, son
muchas lenguas que no requieren que esté presente la cópula de este tipo de contextos. En
consecuencia, esta peculiaridad del AAVE no es un “descuido”.
Si bien es cierto que los hablante de AAVE no incluyen la forma is del verbo cuando desean
describir lo que está pasando en el momento en que hablan, sí utilizan la forma be para
denotar que el suceso al que se refieren tiene un carácter habitual. En consecuencia, la
presencia o la ausencia de la forma be permite distinguir entre lo que es una actividad o un
estado reiterativo de lo que está sucediendo en un momento determinado. Cuando un
hablante de AAVE desea referirse a una acción que era habitual en el pasado o que comenzó a
producirse en un tiempo pasado, recurre a la forma bin y no a was.
En resumen, el uso habitual de be o de bin y la ausencia de las formas del verbo to be en las
expresiones de presente que denotan estados son rasgos gramaticales recurrentes del AAVE.
Las correspondientes formas negativas de estos verbos se forman mediante la partícula don’t
teniendo en cuenta que el verbo no puede emplearse con una forma contraída de la partícula
negativa.
Sólo cuando ya disponemos del lenguaje, es cuando comenzamos a advertir que contamos
también con este tipo de conocimiento y, por consiguiente, cuando empezamos a ser
conscientes de las características de la cultura a la que pertenecemos. La lengua concreta que
adquirimos a lo largo de este proceso de transmisión cultural nos proporciona, al menos
inicialmente, un sistema ya dispuesto y operativo de categorizar la realidad que nos rodea y
nuestra experiencia de ella.
Junto con las palabras que vamos adquiriendo, también vamos aprendiendo a reconocer los
tipos de diferencias categoriales que son relevantes en nuestro contexto social.
2.- Categorías:
Una categoría puede definirse como un grupo de elementos que poseen determinados rasgos
en común. En este sentido, podemos considerar el vocabulario que vamos aprendiendo como
un conjunto de etiquetas para marcar las categorías que vamos heredando. Se trata de las
palabras que denotan los conceptos sobre los que la gente siente la necesidad de hablar y de
discutir en nuestro entorno social.
Resulta tentador creer que existe una relación inmutable entre el inventario de palabras que
hemos aprendido y la manera en que se organiza la realidad externa a nosotros. Sin embargo,
las evidencias obtenidas a partir del análisis de las lenguas existentes en el mundo sugieren
que la forma en que se organiza la realidad externa varía realmente en función de la lengua
que utilicemos para referirnos a ella.
En algunas lenguas existen distinciones conceptuales lexicalizadas (esto es, “expresadas
mediante una palabra individual”) mientras que en otras esto no sucede. Cuando las
aprendemos, adquirimos también un sistema conceptual que funciona haciendo uso de
segmentos de tiempo como categorías comunes.
El hecho de que contemos con palabras o con expresiones para denotar unidades de tiempo,
demuestra que podemos concebir el tiempo como algo mesurable, haciendo uso ara ello de
determinados sintagmas, dela misma manera que podemos contar los objetos físicos. Existen
otras visiones de la realidad en las que el tiempo no se trata de esa manera. En hopi, una
lengua india que se habla en Arizona, se prefiere caracterizar los sucesos como hitos o
momentos en los que las cosas cambian y no como secuencias o fragmentos de tiempo.
En su versión más radical, que recibe el nombre de determinismo lingüístico, la idea puede
reformularse en los siguientes términos “la lengua determina el pensamiento”, lo que quiere
decir que únicamente podemos pensar en términos de las categorías que nos ofrece nuestra
lengua.
E. Sapir y B. Whorf argumentaron que las lenguas de los indios norteamericanos, como el hopi,
hacía que viesen la realidad de forma diferente a quienes hablaban lenguas europeas. Según
Whorf, los hopi percibían la realidad de modo distinto a otras tribus porque era su lengua la
que les llevaba a hacerlo así: “diseccionamos la naturaleza siguiendo las directrices que nos
imponen nuestras lenguas maternas”. Sampson planteó que existe una tribu cuya lengua
marca gramaticalmente las diferencias de sexo, de manera que los términos utilizados para los
individuos de sexo femenino presentan una marca distintiva.
Sin embargo, lo que realmente sucede en ambos casos es que están confundiendo las
categorías lingüísticas (animado, femenino) y las categorías biológicas (vivo, hembra). En la
mayoría de las lenguas ambas categorías coinciden, pero no es algo obligatorio. Y lo que
resulta más importante: las categorías lingüísticas no nos fuerzan a obviar las categorías
biológicas.
La lengua que adquirimos la usamos para transmitir conocimientos, de forma que lo esperable
es que influya de algún modo en la manera en que se organizan dichos conocimientos. Sin
embargo, al mismo tiempo adquirimos también la capacidad de manipular dicha lengua y de
ser creativos con ella, con objeto de poder expresar o que percibimos de manera en que nos
parezca más oportuna. Si el pensamiento y la percepción estuvieran completamente
determinados por la lengua, entonces el cambio lingüístico sería imposible.
7.- Clasificadores:
Podemos conocer la manera en que determinadas lenguas como el yague clasifican las
palabras gracias a unas marcas gramaticales que se denominan clasificadores, las cuales
señalan el tipo o la “clase” al que pertenece el nombre en cuestión. El análisis de las creencias
culturales de un pueblo puede ayudarnos a entender determinados aspectos de una
concepción del mundo que nos resulta ajena. Los clasificadores se emplean, a menudo, junto
con los numerales para indicar el tipo de cosas que se están contando.
En inglés, se distingue entre las cosas que se consideran contables y las que se consideran
incontables. Lo relevante en este contexto es el hecho de que en inglés el uso del artículo
indefinido a/an o del plural con los sustantivos contables da lugar a construcciones
agramaticales, por ello, el hablante del inglés recurre a expresiones cuasi-clasificadoras como
ítem of o piece of.
Cuando la interacción que tiene lugar entre individuos que mantienen entre sí una relación de
desigualdad, dicha desigualdad se suele poner típicamente en relieve empleando como forma
de tratamiento un título o el título seguido del apellido, en el caso del individuo con estatus
superior y sólo el nombre de pila, en el caso del individuo con estatus inferior. Si la relación
está más equilibrada, se emplean formas de tratamiento que indican que el estatus de los dos
interlocutores es semejante.
Los individuos con un estatus inferior estaban obligados a emplear las formas vous cuando se
dirigían a los que poseían un mayor estatus. Este tipo de uso se denomina no recíproco,
aunque, en líneas generales el uso recíproco de las formas tú se ha ido incrementando con el
tiempo en Europa entre los hablantes más jóvenes, como los estudiantes, quienes
probablemente no se conocen bien en realidad, pero se encuentran ciertamente en unas
condiciones muy parecidas.
10.- Género:
La palabra género puede emplearse para designar dos conceptos diferentes: por un lado el
género biológico, que alude a las diferencias de carácter sexual que existen entre el “macho” y
la “hembra” en cada especie. Por otro lado, el género gramatical, que es la diferencia que
existe entre “masculino” y “femenino”, la cual se emplea para clasificar los nombres en
determinadas lenguas. Sin embargo, existiría un tercer uso de la palabra género, que sería el
género social, que consiste en las distinciones que establecemos cuando usamos palabras
como “hombre” y “mujer” para clasificar a los individuos en función de su papel social.
Aunque bajo las diferencias sociales subyacen diferencias biológicas, lo cierto es que buena
parte de lo relativo al papel social que desempeñan los individuos en tanto que hombre o
mujeres no depende de la biología. Es realmente en este sentido de género social, y mediante
el proceso de aprendizaje de la manera de convertirse en “chica” o “chico”, como heredamos
una cultura de género. Para poder llegar a adquirir un género social resulta imprescindible
familiarizarse con el uso del lenguaje de género.
Aún subsiste una fuerte tendencia a considerar el masculino como el género no marcado, de
manera que las formas que las formas que se refieren a los hombres se utilizan habitualmente
cuando se habla en términos generales. No obstante, cada vez son más comunes modos de
expresión alternativos, como el uso simultáneo de las formas correspondientes a ambos
géneros o de formas que no explicitan el género. Sea como fuere, existen otros términos que
continúan sugiriendo que las palabras “especiales” son las que se refieren a las mujeres y no al
contrario.
Cuando analizamos la cuestión de la variación social y discutimos las diferencias que existían
entre la manera de hablar de las clases trabajadoras y de la clase media, pasamos por alto, en
gran medida, las diferencias de género. Sin embargo, dentro de cada clase social existe una
significativa variación en función del género. En líneas generales, siempre que están
disponibles dos alternativas, una de mayor prestigio y otra de menor prestigio. Las mujeres
utilizarán la forma de mayor prestigio con una frecuencia más elevada. Esta diferencia resulta
más manifiesta en el caso de los hablantes que pertenecen a la clase media.
La socialización de las mujeres las impele a ser más cuidadosas, a preocuparse en mayor
medida del estatus social y a ser más sensibles a las críticas de los demás, mientras que las
socialización de los hombres los impulsa a comportarse con mayor agresividad, de forma más
ruda y con una mayor independencia. Es posible que los hombres prefieran las formas que no
se consideran estándar o que se asocian con el habla de las clases trabajadoras debido a su
asunción con el trabajo manual, la fuerza o la dureza.
Otros investigadores han indicado que las mujeres, cuando hablan con personas de su mismo
sexo, prefieren recurrir al estilo indirecto, mientras que los hombres, cuando se dirigen a otros
hombres, recurren con mayor frecuencia al estilo directo.
Buena parte de nuestro proceso de socialización tiene lugar en grupos formados por individuos
de nuestro mismo sexo. A la edad de tres años, los niños prefieren ya hablar con otros niños de
su mismo sexo. A los cinco años, los niños excluyen explícitamente a las niñas de sus
actividades y hacen comentarios despectivos de quienes juegan con ellas. Durante toda la
infancia, los niños se socializan en el seno de grupos de mayor tamaño, a menudo a través de
actividades competitivas, estableciendo y consolidando relaciones jerárquicas.
Por su parte, las niñas se socializan en el seno de grupos más reducidos, a menudo mediante
actividades que implican la cooperación entre miembros, estableciendo relaciones recíprocas e
intercambiando papeles. En numerosas sociedades la socialización en grupos formados por
individuos del mismo sexo se ve reforzada mediante un proceso educativo separado, dando
lugar a hombres y mujeres que sólo pueden relacionarse con los miembros del otro sexo en
muy contadas ocasiones fuera del ámbito familiar. Por consiguiente, no debe sorprendernos
constatar que cuando un género ha de relacionarse con el otro, las estrategias que siguen sean
diferentes.
Si la conversación tiene lugar entre mujeres, éstas son capaces de generar un mayor número
de canales de retroalimentación, con objeto de indicar a su interlocutora que la están
escuchando y le están prestando atención. El término canal de retroalimentación alude al uso
de palabras o de sonidos mientras una persona está hablando por parte de quien está
escuchando.
Los hombres no sólo generan menos canales de retroalimentación, sino que tienden a
interpretarlos, cuando los escuchan, como una señal de adquiescencia. Cuando se relacionan
personas de diferente sexo, las mujeres tienden a interpretar el hecho de que los hombres no
generen canales de retroalimentación como una señal de que no les están prestando atención.
Por su parte, los hombres suelen interpretar la mayor frecuencia de canales de
retroalimentación que caracteriza el discurso femenino como una señal de que lsa mujeres
están de acuerdo con lo que ellos están diciendo.
Se han identificado otros rasgos característicos de la manera en que los hombres y las mujeres
hacen uso del lenguaje a la hora de relacionarse. De hecho, la existencia de estilos que varían
según el género ha dado lugar a que algunos escritores caractericen las conversaciones que
tienen lugar entre hombres y mujeres en términos de “comunicación transcultural”. Si
queremos evitar que se produzcan interferencias en la comunicación durante este proceso,
debemos estar preparados para tratar de comprender el genuino impacto que tienen las
culturas que heredamos y, recurriendo a la creatividad que permite el lenguaje, que también
nos ha sido dada, tratar, asimismo, de encontrar nuevas maneras de dar expresión a esas
culturas antes de que también nosotros nos llegue el momento de transmitirlas.