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Alfonsina Storni

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Alfonsina Storni
AlfosinaStorni.jpg
Información personal
Nombre de nacimiento Alfonsina Carolina Storni Lopez Chavez Ver y
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Nacimiento 29 de mayo de 1892
Bandera de Suiza Capriasca, Suiza
Fallecimiento 25 de octubre de 1938
(46 años)
Bandera de Argentina Mar del Plata, Argentina
Causa de muerte Suicidio Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio de la Chacarita Ver y modificar los datos en
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Nacionalidad argentina
Información profesional
Ocupación Diarista, poeta, periodista, escritora y profesora Ver y
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Área Poema Ver y modificar los datos en Wikidata
Movimiento Modernismo
Género Poesía
Firma Signature of Alfonsina Storni.png
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Alfonsina Storni (Capriasca, 29 de mayo de 1892-Mar del Plata, 25 de
octubre de 1938)1234 fue una poetisa y escritora argentina vinculada con
el modernismo.5

Los padres de Storni eran dueños de una cervecería en la ciudad de San


Juan y regresaron a Suiza, su país de origen, en 1891. En 1896, volvieron
a Argentina junto con Alfonsina, quien había nacido en aquel país. En San
Juan, concurrió al jardín de infantes y desarrolló la primera parte de su
niñez. A principios del siglo xx la familia se mudó a la ciudad de
Rosario (provincia de Santa Fe), donde su madre fundó una escuela
domiciliaria y su padre instaló un café cerca de la estación de
ferrocarril Rosario Central. Alfonsina se desempeñó como camarera en el
negocio familiar pero dado que este trabajo no le gustaba, se independizó
y consiguió empleo como actriz. Más tarde recorrería varias provincias en
una gira teatral.6

Storni ejerció como maestra en diferentes centros educativos y escribió


sus poesías y algunas obras de teatro durante este período. Su prosa es
feminista y, según la crítica, posee una originalidad que cambió el
sentido de las letras de Latinoamérica. En su poesía deja de lado el
erotismo y aborda el tema desde un punto de vista más abstracto y
reflexivo. La crítica literaria, por su parte, clasifica en
tardorrománticos los textos editados entre 1916 y 1925 y a partir de Ocre
encuentra rasgos de vanguardismo y recursos como el antisoneto (soneto en
verso blanco). Sus composiciones reflejan, además, la enfermedad que
padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto
final de su vida, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros
sentimientos desmotivacionales.7
Le diagnosticaron cáncer de mama, del cual fue operada. A pedido de un
medio periodístico Storni se realizó un estudio de quirología, cuyo
diagnóstico no fue acertado. Esto la deprimió aún más y le provocó un
cambio radical en su carácter que la llevó a descartar los tratamientos
médicos para combatir la enfermedad.8

Se suicidó en la ciudad de Mar del Plata arrojándose de la escollera del


Club Argentino de Mujeres. Alfonsina consideraba que el suicidio era una
elección concedida por el libre albedrío y así lo había expresado en un
poema dedicado a su amigo y amante, el también suicidado escritor Horacio
Quiroga. Hay versiones románticas que dicen que se internó lentamente en
el mar y sirvieron como inspiración para componer la canción «Alfonsina y
el mar», la cual relata el suceso y sugiere el motivo. Su cuerpo fue
velado inicialmente en Mar del Plata y finalmente en Buenos Aires. Sus
restos se encuentran enterrados en el cementerio de la Chacarita.9

Índice
1 Trayectoria
1.1 Infancia y juventud
1.2 Viaje a Rosario
1.3 Trabajos previos
1.4 Carrera docente
1.5 Poeta en Buenos Aires
1.6 Relación con Horacio Quiroga
1.7 Un nuevo camino para la poesía
1.8 Poesía en prosa
1.9 Los nervios
1.10 Años de equilibrio
1.11 Enfermedad
1.12 El final
2 Críticas
3 Reconocimientos
4 Véase también
5 Notas y referencias
5.1 Referencias
6 Bibliografía
6.1 Usadas como referencia
6.2 Lecturas adicionales
6.3 Traducciones
7 Enlaces externos
Trayectoria
Infancia y juventud

Alfonsina Storni a los 24 años cuando publicó La inquietud del rosal.


Sus padres fueron Alfonso Storni y Paulina Martignoni, quienes junto a
sus hermanos mayores, María y Romero, llegaron a la provincia de San Juan
desde Lugano, Suiza, en 1880. Fundaron una pequeña empresa familiar y
años después, las botellas de cerveza etiquetadas «Cerveza Los Alpes, de
Storni y Cía», comenzaron a circular por toda la región.10

En 1891 la familia viajó a Suiza, mientras que los hermanos mayores


permanecían en San Juan. El 22 de mayo de 1892 nació Alfonsina, la
tercera hija del matrimonio, en la aldea Sala Capriasca, 8 km al norte de
la ciudad de Lugano. Su padre, un hombre «melancólico y raro»,11 fue
quien eligió el nombre. Años más tarde, Alfonsina le diría a su amigo
Fermín Estrella Gutiérrez (1900-1990): «Me llamaron Alfonsina, que quiere
decir ‘dispuesta a todo’». Hay otras versiones que indican que nació el
22 de mayo pero la registraron el 29 y otras que afirman que nació en un
barco en alta mar.6 Fue bautizada en la parroquia de Tesserete, la aldea
contigua a Capriasca, lugar en el que actualmente se puede leer en el
margen del acta de bautismo una inscripción realizada por el sacerdote
Osvaldo Crivelli que dice: «Grande poetesa morta al mar della Plata».

Alfonsina aprendió a hablar en italiano, y en 1896 regresó a San Juan, de


donde son sus primeros recuerdos.
Estoy en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla
y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un
libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que
causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo
el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta.12
Su madre la anotó en el jardín de infantes, donde se la recuerda como una
chica curiosa y que hacía muchas preguntas, imaginaba mucho y mentía. Su
madre tenía dificultades para enseñarle a decir la verdad. Inventaba
incendios, robos, crímenes que nunca aparecían en los policiales de los
periódicos, metía a su familia en líos y en una oportunidad invitó a sus
docentes a pasar las vacaciones en una quinta imaginaria en la periferia
de la ciudad.1213

El recuerdo de su padre lo reflejó en el poema A mi padre, el cual se


basa en la actitud melancólica de su progenitor, que en esa época
promediaba los treinta años y en otro recita:
Que por días enteros, vagabundo y huraño
no volvía a la casa, y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.14
Si bien la imagen del padre tiene matices melancólicos, la de la madre
refleja tristeza oculta que muestra, a su vez, la marca de la resignación
femenina. De ella escribió:
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna... Ah, bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura y en la sombra lloró.14
Se supone que esta descripción de la madre corresponde a la época que
precedió a la mudanza a Rosario y a los años posteriores, que fueron
difíciles. En 1900 nació Hildo Alberto, el último hermano, a quien tuvo
que proteger.

Viaje a Rosario
En 1901 la familia se trasladó nuevamente, esta vez al Barrio Echesortu,
de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, por motivos desconocidos.
Llevaron consigo algunos ahorros con los que Paulina abrió una pequeña
escuela domiciliaria, y pasó a ser la cabeza de una familia numerosa,
pobre y sin nadie que la manejara. Los alumnos abonaban un peso con
cincuenta cada uno y llegaron a ser cincuenta; sin embargo, la ganancia
de setenta y cinco pesos mensuales no permitía una vida cómoda.15

Instalaron el Almacén Café Suizo en calle Mendoza 3699 esquina


Constitución, cerca de la Estación Central del Ferrocarril Provincial de
Santa Fe, actual Terminal de Ómnibus; no se sabe la fecha con certeza,
pero sí que el proyecto fracasó. Alfonsina dejó de asistir a la escuela y
comenzó a trabajar lavando platos y atendiendo las mesas a la edad de
diez años. Las demás mujeres se pusieron a trabajar de costureras. El
fracaso lo puede haber provocado la imposibilidad de manejar el negocio y
el alcoholismo del padre, quien se sentaba en una mesa a beber hasta que
su esposa, junto con uno de sus hijos, lo arrastraban hasta su cama. Una
vez cerrado el almacén, se mudaron de casa, su hermana María se casó y
Ricardo, su esposo, falleció por causas que no se conocen. Este hecho
coincide con la edad en que Alfonsina empezó a escribir poesías. Tenía un
mal recuerdo de aquel momento y lo expresó de esta manera:
A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche; mis familiares
ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo
cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea
antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana
siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones
frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces, los
bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de
papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan.16
Las tareas domésticas no le dejaban tomarse un descanso, ya que tenía que
ayudar con la costura a su madre hasta la madrugada y con las tareas
escolares a su hermanito. Una fotografía tomada en 1905 los muestra
sentados en un sillón de mimbre y al niño vestido con trajecito de
marinero. Esta toma fue hecha por un fotógrafo del barrio un día que ella
vistió a su hermano y salió con él, según relató Olimpia Perelli, su
media hermana.

Durante el tiempo que la familia Storni estuvo radicada en el barrio, los


primeros poemas de Alfonsina comienzan a tener estado público, pues se
publican en la revista Monos y Monadas, que en ese entonces se editaba en
la ciudad. Precisamente allí, en su número 82 del 8 de enero de 1912, se
da a conocer el bonito poema titulado “Anhelos”, inspirado en el
legendario ombú que durante muchos años fuera parte primordial de la
Quinta San Pedro.
ANHELOS
“Bajo el ombú, que eleva majestuoso
su verde copa en la lanosa pampa
he sollozado un día los recuerdos
que viven en el alma.
Bajo el ombú, coloso de lo inmenso,
cuando la noche silenciosa y quieta
iba robando al día sus colores
lloré mi dicha muerta.
Testigo fue del dolorido grito
con que en las horas del dolor pasadas,
el corazón rebelde al sufrimiento
protestas levantara.
Tiempo hacía ya que de la herida abierta
la sangra gota a gota no manaba
Tiempo hacía ya de su tronco hermoso
la suerte me alejaba.
Y hoy al mirarlo, siento que de nuevo
acuden en tropel viejas nostalgias
que en el fondo de mi alma dolorida
juzgaba sepultadas.
Mas, si el dolor de nuevo en mí provocas
no he de odiarte por eso, árbol querido,
que al cadáver del indio vagabundo
un día diste abrigo.
Y en prueba yo también, como ese ignaro
quiero por cruz tu sombra silenciosa;
y en vez de blanca lápida labrada
el verde de tus hojas.
Trabajos previos
El trabajo hogareño no la conformaba, ya que no le rendía económicamente
y conllevaba largas horas de encierro. Para cambiar su situación, buscó
trabajo en forma independiente: lo encontró en una fábrica de gorras y,
posteriormente, se la vio entregando volantes en algún festejo del Día de
los Trabajadores.

En 1907 Manuel Cordero, un director teatral que estaba de gira en las


provincias junto con su compañía, arribó a Rosario. Lo hizo en Semana
Santa, con el objetivo de representar las Escenas de la Pasión. Paulina
tomó contacto con la compañía y se le asignó el papel de María Magdalena.
Alfonsina, por su parte, asistió a los ensayos y, dado que dos días antes
del estreno se enfermó la actriz que personificaba a San Juan Evangelista
y que ella sabía de memoria todos los papeles y no le incomodaba
interpretar a un hombre, la reemplazó. Al otro día la prensa elogió su
actuación.17

Al poco tiempo visitó Rosario la compañía de José Tallavi para


entrevistarse con Alfonsina, quien les demostró que podía recitar y
memorizar largos versos, y se le ofreció trabajo. De esta manera,
Alfonsina dejó la casa de Rosario junto al resto de su familia. En un año
recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán
representando Espectros (de Henrik Ibsen), La loca de la casa (de Benito
Pérez Galdós) y Los muertos (de Florencio Sánchez). No se conocen mayores
detalles de este año de gira; únicamente se sabe que intercambió
correspondencia con Julio Cejador, un filólogo español.18

Según declaró a la revista El Hogar, a su regreso escribió su primera


obra de teatro, Un corazón valiente; sin embargo, no han quedado
testimonios de este hecho. Además, se enteró de que su madre había
contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor de libros, y que se
había mudado a la localidad de Bustinza, donde había establecido
nuevamente su escuela domiciliaria.19Para poder visitarla, el 24 de
agosto de 1908 se trasladó en tren hasta Cañada de Gómez, donde la
esperaba José Martínez para trasladarla hasta el pueblo en un break con
capota, utilizado para trasladar la correspondencia hasta dicho lugar.
Esa noche asistió a una fiesta en la casa del juez de paz, Bartolomé
Escalante, e inició una amistad con algunas jovencitas del lugar, a
quienes visitaba y acompañaba cuando andaban a caballo.
Se alojó en la casa alquilada por su madre frente a la plaza, donde
jugaba al tenis con Prima Correa, hija de la dueña de la propiedad,
utilizando unas grandes alpargatas negras como raquetas. En el galpón del
fondo de la propiedad solía fumar a escondidas cigarrillos de chala con
Rafaela Ramírez, una joven del pueblo. También asistía a paseos, fiestas
vecinales y celebraciones religiosas.

Dictaba clases de recitado y de buenos modales en la escuela de su madre.


Una alumna suya, Amalia Medina, la definió como una persona muy fina en
su porte, en su bailar y en su mímica. Aunque se la caracterizaba como
una persona delicada y cariñosa, hay testimonios de algunos días
melancólicos en que se encerraba en sí misma y cantaba canciones tristes
y dolientes.19

Carrera docente
En 1909 dejó el hogar materno para terminar sus estudios en Coronda. En
esa localidad se dictaba la carrera de maestro rural, en la Escuela
Normal Mixta de Maestros Rurales.20 En el registro de inscripciones
aparece la leyenda «Alfonsina Storni, 17 años, suiza». Fue aceptada por
su entusiasmo, porque no tenía certificado de estudios primarios y
tampoco aprobó el examen de ingreso, pero la escuela recién abría y
necesitaba alumnos, según declaró la señorita Gervasoni, directora del
establecimiento, quien además dijo que Alfonsina mostraba interés en
progresar. Además, la nombraron celadora a cambio de un sueldo de
cuarenta pesos. La pensión donde se alojaba le costaba veinticinco pesos,
lo que la obligaba a mantenerse con los quince pesos restantes. Este
alojamiento era propiedad de Mercedes Gervasoni de Venturini, la hermana
de la directora del colegio. Es posible que Alfonsina cobrara una beca
estatal de treinta pesos, gestionada por el diputado Mardoquio Contreras,
pero este hecho no está comprobado.7

Su profesora de idioma nacional, Emilia Pérez de la Barra, la estimuló a


trabajar porque había detectado en ella condiciones de escritora. Por su
parte, la secretaria de la institución, Carlota Garrido de la Peña, una
escritora santafesina, propuso publicar un boletín del colegio que
reflejara las actividades de este y del lugar. En el segundo número se
describe que la alumna docente Storni cantó una romanza con voz dulce y
sentimental y en los números cuatro a siete se publicó un trabajo
expuesto en unas conferencias sobre temas pedagógicos que se celebraban
todos los sábados por los alumnos del segundo año. Se trataba de un
método para enseñar aritmética en los primeros grados.21

En 1910 comenzó a realizar viajes los fines de semana sin que nadie
supiese adónde iba y de dónde conseguía el dinero. Alguien se dio cuenta
de que viajaba a Rosario. En la ciudad de San Lorenzo, durante la
celebración del aniversario de la batalla de San Lorenzo, le pidieron que
cantara. En un escenario adornado de banderas argentinas entonó la
«Cavatina» de El Barbero de Sevilla de Rossini. Le pidieron un bis y en
un momento de silencio alguien afirmó en voz alta que era la muchacha que
cantaba en Rosario en un lugar de dudosa reputación, a lo que el público
respondió con risas. Al regresar a la pensión escribió en una nota:
«Después de lo ocurrido no tengo ánimos para seguir» y se perdió de
vista. La nota fue hallada por la esposa del comisario, que fue a su
habitación a la hora de la comida para ver por qué no llegaba. Salió la
familia a buscarla y la encontraron en un barranco llorando. El comisario
le palmeó la espalda y se tranquilizó. Por la noche recuperó el humor,
pero esta escena pudo ser el presagio de lo que pasaría treinta años
después.22

Su madre asistió a la entrega de diplomas de maestros. En el programa del


acto figuraban tres poemas de Alfonsina; uno de ellos fue recitado por
alumnos del jardín de infantes y titulado «Un viaje a la Luna». Ese año
el tema planetario estaba de moda porque se había visto al cometa Halley,
lo cual despertó temor en la población e incluso suicidios.2324Además,
entonó «Libiamo ne' lieti calici», el brindis de La Traviata de Verdi, y
antes de irse le dedicó a la directora María Margarita Gervasoni un poema
llamado «El maestro», que incluyó la frase «a mi inteligente y noble
directora».25

Poeta en Buenos Aires


En 1911 se trasladó a Buenos Aires, llevando consigo sus pocas
pertenencias. Arribó a la estación del ferrocarril del Norte (actualmente
Retiro) y se hospedó en una pensión hasta el año siguiente. El 21 de
abril de 1912 nació su hijo Alejandro, sin padre conocido.26El parto se
llevó a cabo en el hospital San Roque (hoy Hospital Ramos Mejía). Más
tarde madre e hijo se debieron mudar a una casa compartida con un
matrimonio.27

Descansó unos meses y en 1913 consiguió trabajo de cajera en una farmacia


y posteriormente en la tienda A la Ciudad de México. Realizó algunas
colaboraciones en la revista Caras y Caretas, se supone que mediante
recomendación. La remuneración era de veinticinco pesos. Además, leía
todos los avisos que ofrecían empleos hasta que encontró una solicitud de
«corresponsal psicológico» que contara con redacción propia. La empresa
solicitante se llamaba Freixas Hermanos, y se dedicaba a la importación
de aceite. Cuando se presentó a la entrevista laboral, era la única mujer
entre cien postulantes y tuvo que insistir firmemente para que le
permitieran ser evaluada. El examen consistió en la redacción de una
carta comercial y dos avisos publicitarios, uno de yerba mate y otro de
aceite de la firma. Al cabo de unos días le notificaron que era la
elegida. Por ser mujer, su sueldo fue de doscientos pesos, cuando al
anterior empleado le pagaban cuatrocientos.28En Caras y Caretas se
relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel
Baldomero Ugarte; fue con los dos últimos con quienes su amistad fue más
profunda. Con este empleo, su situación económica mejoró, por lo que pudo
realizar viajes frecuentes a Montevideo, donde conoció a la poeta
uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería su gran amigo, el escritor
también uruguayo Horacio Quiroga.

Storni junto a uno de sus amigos, el escritor Fermín Estrella Gutiérrez


(1900-1990), en Córdoba en 1922 quien le sobrevivió 51 años.
En 1916 comienza a publicar poemas y prosa, todavía sin el carácter de
colaboradora permanente, en la revista literaria La Nota, fundada y
dirigida por Emín Arslán.293031 En dicha revista estuvo a cargo de una
sección permanente entre el 28 de marzo y el 21 de noviembre de 1919.32
En La Nota publicó por ejemplo los poemas Convalecer y Golondrinas.3334
La inquietud del rosal, un libro de poesías donde expresaba sus deseos
como mujer y describía su condición de madre soltera sin ningún tipo de
complejo,35 se publicó en 1916, aunque nunca le pudo pagar la edición al
impresor. Lo escribió en su trabajo mientras dictaba órdenes y
correspondencias a la mecanógrafa. En un encuentro que tuvo con el poeta
Félix Visillac le leyó los versos; al terminar, este le propuso
acompañarla a la imprenta de Miguel Calvello, quien aceptó imprimir el
libro a cambio de quinientos pesos por quinientos ejemplares. Alfonsina
aceptó pero nunca pagó la cuenta porque no logró reunir el dinero.36
Además, le ofreció a Leopoldo Lugones los originales por miedo a ser
acusada de impúdica a causa de esta publicación, y también le dio una
dirección postal, Belgrano 843. No hay referencia alguna de que Lugones
respondiera. El poeta era celoso de sus potenciales rivales, y más aún
tratándose de una mujer, por lo que jamás le dedicó ninguna de sus
críticas.37

El libro no tuvo una buena aceptación. La revista Nosotros, de Roberto


Giusti y Alfredo Bianchi, le dedicó media página en marzo de 1916
diciendo: «libro de una poeta joven y que no ha logrado todavía la
integridad de sus cualidades, pero que en el futuro ha de darnos más de
una valiosa producción literaria». Llevó a Rosario cien ejemplares y le
comentó a su madre que había vendido muy pocos ejemplares por ser una
escritora inmoral.38

La publicación de este libro le permitió ingresar a los cenáculosa de


escritores, como la primera mujer en integrarlo. Además, la ayuda del
poeta Juan Julián Lastra y las colaboraciones en Caras y Caretas le
permitieron relacionarse con los editores de la revista Nosotros, una
revista literaria que reunía a los escritores más conocidos. A las
reuniones asistía llevando su libro como carta de presentación.39Su
primera reunión fue una comida en homenaje a Manuel Gálvez, quien
festejaba el éxito de su obra El mal metafísico. En esta oportunidad,
Alfonsina recitó algunos de sus versos y otros de Arturo Capdevilla, y se
destacó su voz metálica.40

A raíz de algunas críticas de sus jefes en su trabajo de corresponsal


psicológico, quienes no veían bien que la escritora de un libro que
lindaba con la inmoralidad trabajase allí, tuvo que renunciar. Le
prometieron dejarla seguir si les aseguraba que no volvería a repetirse,
pero ella no aceptó, según una versión contada por Conrado Nalé Roxlo;
hay otras versiones que indican que fue por problemas de salud.40

Amado Nervo, el poeta mexicano paladín del modernismo junto con Rubén
Darío, publicó sus poemas también en Mundo Argentino, y esto da una idea
de lo que significaría para ella, una escritora sin reconocimiento aún,
el haber llegado hasta aquellas páginas. En 1919, Nervo llegó a la
Argentina como embajador de su país, y frecuentó las mismas reuniones que
Alfonsina. Ella le dedicó un ejemplar de La inquietud del rosal, y lo
llamó en su dedicatoria «poeta divino». Vinculada entonces a lo mejor de
la vanguardia novecentista, que empezaba a declinar, en el archivo de la
Biblioteca Nacional uruguaya, hay cartas al uruguayo José Enrique Rodó,
otro de los escritores principales de la época, modernista, autor de
Ariel y de Los motivos de Proteo, ambos libros pilares de una
interpretación de la cultura americana. El uruguayo escribía, como ella,
en Caras y Caretas y era, junto con Julio Herrera y Reissig, el jefe
indiscutido del por ese entonces nuevo pensamiento en el Uruguay. Ambos
contribuyeron a esclarecer los lineamientos intelectuales americanos a
principios de siglo, como lo hizo también Manuel Ugarte, cuya amistad le
llegó a Alfonsina junto con la de José Ingenieros.41

Eran épocas de crisis, en las que la poesía no alcanzaba para vivir. Para
complementar sus actividades, Storni escribía gratis para el periódico La
Acción ―de tendencia socialista― y en la revista Proteo ―de tendencia
latinoamericanista―. Buscó un trabajo más rentable y consiguió ser
directora en el colegio Marcos Paz, en la calle Remedios de Escalada y
Argerich. La escuela, perteneciente a la Asociación Protectora de Hijos
de Policías y Bomberos, funcionaba en una casa rodeada de un gran jardín,
y además tenía una biblioteca con más de dos mil libros que le permitió
completar sus lecturas.42Poco después de conseguir dicho empleo se mudó a
una casa en la calle Acevedo 2161, que se encontraba más cerca del
establecimiento, junto a su hermana. Cuando asistía a los encuentros
literarios dejaba a su hijo Alejandro ―de cinco años―26 con la hermana,
su amiga Josefina Grosso y Josefina, la hija de esta última, que jugaba
con él para entretenerlo.43

Su voluntad no la abandonó, y siguió escribiendo. En 1918 publicó El


dulce daño. El 18 de abril de ese año se le ofreció una comida en el
restaurante Génova, de la calle Paraná y Corrientes, donde se reunía
mensualmente el grupo de Nosotros, y en esa oportunidad se celebró la
aparición de El dulce daño. Los oradores fueron Roberto Giusti y José
Ingenieros, su gran amigo y protector, y a veces su médico. Alfonsina se
estaba reponiendo de la gran tensión nerviosa que la había obligado a
dejar momentáneamente su trabajo en la escuela, pero su cansancio no le
impidió disfrutar de la lectura de su poema Nocturno, hecha por Giusti,
en traducción al italiano de Folco Testena.43

En 1918, Alfonsina recibió una medalla de miembro del Comité Argentino


Pro Hogar de los Huérfanos Belgas, donde también se homenajeó a Alicia
Moreau de Justo y Enrique del Valle Iberlucea por haber aparecido como
concurrente a un acto en defensa de Bélgica, con motivo de la ocupación
alemana. Ese año siguió visitando Montevideo, donde hasta su muerte
frecuentaría a sus amigos uruguayos. Juana de Ibarbourou diría lo
siguiente, años después de la muerte de la poetisa argentina:444546

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