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Gulita, la nubecita
Autora: Ximena Andrea Díaz Carrasco
Ñuñoa, Región Metropolitana
Ilustración: Mariana Muñoz

Gulita, era una linda nubecilla que quería jugar


con los niños.
Los saludaba, pero estaba tan alto que nadie
la escuchaba.
Le dio tanta pena que comenzó a llorar y las
gotas empezaron a caer.
“¡Entrémonos, vamos a mojarnos!”, dijo la
pequeña Magdalena.
Y la nubecita se fue muy triste.
Pasaron los días y sólo el señor Sol visitaba
a los niños.
Ellos tenían calor y sed, y las plantitas
comenzaban a secarse.
Entonces, Magdalena se acordó de la nubecita
y le cantaron fuerte:
“Gulita, Gulita, queremos agüita, las flores eran
bonitas y ahora tienen penita”.
La nube andaba cerca y de pura felicidad lloró.
Los niños ahora celebraban la lluvia, no tenían
calor y las plantitas volvieron a crecer.
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Jackety Jack y
el Elefante Rojo
Autor: Cristian Andrés León Gutierrez
Providencia, Región Metropolitana
Ilustración: Macarena Salazar

Jackety Jack es un niño como de tu misma edad, con


el pelo igual al tuyo… y una imaginación gigante.
O chica, depende.
El mejor amigo de Jackety Jack es un elefante rojo. ¡Sí!
Un elefante rojo, que es tan grande o tan chico como
Jackety Jack quiere. Porque es imaginario.
Es fantástico tener un amigo que crece o se achica.
Gigante, como para montarse en él y sacar el chocolate
que la mamá dejó en la mesa.
O tan chico, que quepa en el bolsillo cuando vas con tu
papá al teatro, los domingos en la mañana.
El mejor amigo de Jackety Jack es un elefante rojo, y el
mejor amigo del elefante rojo… es Jackety Jack.
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Kuyén y el árbol
de la amistad
Autor: Manuel Adolfo Torres Reddersen
Chillán, Región del Bío Bío
Ilustración: Sol Rojas

Hace tiempo, la tía del jardín llegó a la


sala con una niña que nadie conocía.
Su nombre era Kuyén y venía desde
muy lejos.
Kuyén era mapuche y a todos los niños les
encantaba conversar con ella, pues conocía
muchos cuentos divertidos.
Pablo era el único niño que siempre se reía de ella.
Hasta que un día, Kuyén le contó la historia
del árbol de la amistad que tenía en su patio.
Como Pablo no le creyó nada, lo invitó
junto a otros compañeros a conocerlo.
Los niños fueron a su casa y empezaron a
cantar y hacer rondas alrededor del árbol.
Pablo se divirtió mucho jugando
y sin darse cuenta, se hizo el
mejor amigo de Kuyén.
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La cajita de colores
Autor: Miguel Angel Provoste Alvarado
Temuco, Región de La Araucanía
Ilustración: Macarena Salazar

Unos lápices de colores, disputaban para ver quién era


más importante.
Rojo decía: “soy el más llamativo de todos”.
Verde decía: “el pasto y los árboles eligieron mi color
para vestirse”.
Amarillo replicó: “Soy del color del sol que ilumina todo”.
Azul dijo: “qué seria del cielo y del mar sin mí”.
Así, pasaban horas y horas discutiendo.
Hasta que un día, en las pequeñas manos de un niño,
aprendieron que trabajando juntos, todos tenían igual
valor e importancia.
Habían logrado crear un hermoso y colorido dibujo, que
colgaba de una pared.
Satisfechos y felices esperan con ansias, a aquellas
manitos que tanto aman.
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La Cuculí del
oasis de Pica
Autora: Viviana Briones Valentín
Ñuñoa, Región Metropolitana
Ilustración: Sol Rojas

La Cuculí cantaba cada mañana...


buscaba comida, paseaba contenta
y abría sus alas para que el solcito
entrara por sus plumas.
Un día picoteando y
picoteando llegó a los pies de
un árbol grande, un árbol viejo
y alto, un árbol de mangos.
Encontró en el suelo un mango
chiquito y bien anaranjado.
Cucúlí-cuculí dijo alegre!!
Picoteó el mango y su dulzor llenó
su corazón de alegría.
Qué rica es esta fruta, tan dulce
y mágica!! pensaba la cuculí, y se
imaginó a sus hermanas comiendo
de este fruto maravilloso.
Volando entusiasmada fue en busca
de sus hermanas cuculíes.
Las llevó revoloteando al árbol de frutas dulces
y fueron felices cuando se dieron cuenta que
comer en familia es siempre mejor!!
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La estrellita sin luz


Autora: Denis María Paulina González Herrera
Palmilla, Región de O’Higgins
Ilustración: Loreto Salinas

Un día, al anochecer comenzaron como de costumbre


a despertar cada una de las estrellitas del firmamento.
Pero, a diferencia de las noches anteriores una de las
más pequeñas no logró encenderse.
En ese minuto, se sintió sumamente triste creyendo
que jamás volvería a brillar y que ya nunca nadie la
querría por ser distinta.
Pero estaba muy equivocada, ya que sus hermanitas
estrellas se unieron en un gran abrazo para consolarla.
Con el abrazo lograron transmitir tanto brillo hacia
ella, que rápidamente comenzó a brillar con luz
propia, convirtiéndose en una de las más luminosas
del firmamento.
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La fiesta de
las verduras
Autora: Maribel Beatriz Rojas López
Independencia, Región Metropolitana
Ilustración: Macarena Salazar

Pepito caminaba feliz del colegio a su casa.


Al entrar pensó: “¡nuevamente tengo que comer verduras!”
A Pepito no le gustaban las verduras.
Entró a la cocina y ¡sorpresa! Había una hermosa fiesta.
El repollo bailaba con la lechuga.
El pimentón jugaba con la zanahoria y los tomates tenían
una inmensa ronda junto a las papas.
Cuando las verduras vieron entrar a Pepito, le invitaron
a bailar con ellas y le explicaron lo bueno que era que él
consumiera verduras.
Pepito no podia ocultar su cara de asombro y poco a poco
comenzó a quererlas y a comerlas feliz cada vez que su mamá
ponía frente a él un plato de verduras.
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La gatita
Florencia
Autor: Félix Enrique Rojas Vega
Calama, Región de Antofagasta
Ilustración: Soledad Águila

La Gatita Florencia fue a jugar con los animalitos


del bosque, que la invitaban porque era muy especial
y regalona.
Dumbito la llevó a volar moviendo sus
orejoootas grandototas.
Los chiquitos desde abajo gritaban:
“Florencia, Florencia, rá......rá........rá, Florencia,
Florencia, rá........rá.........rá, viva la reina, viva la reina,
viva la reina Florencia”.
Los pajaritos volaban al lado entonando sus fffiiiiiuuu.......
fffiiiuuu........fffiiiiuuu y la Gatita los saludaba con su
manito, moviéndola como sólo ella sabía hacerlo.
Al bajarse, todos le decían:
“Florencia, vamos a correr y jugar”.
Así lo hicieron y todos corrían y saltaban,
saltaban y corrían.
La Gatita se fue feliz a casa, acomodándose en su camita,
quedándose profundamente dormida, porque estaba
cansada de tanto jugar.
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Lágrimas de luz
Autor: José Omar Rojas Corales
Las Condes, Región Metropolitana
Ilustración: Loreto Salinas

Me contaron cuando niño que en el cielo ¡también


existen enanitos!
Me dijeron que jugaban a la pinta, correteando a través
de las estrellas.
Que juegan a las escondidas con las nubes y también a
pillarse con el viento.
Y cuando esto ocurre, es tanta la diversión, que
hasta salen relámpagos de alegría iluminando casi
todo el cielo y con tantas ganas, que hasta un ruido
ensordecedor los acompaña.
Por eso mi abuelito me decía que cada vez que oyera
truenos, no me asustara y que sonriera fuerte —¡más
fuerte que los mismos truenos!—, porque podría estar
espiándome un enanito juguetón desde el cielo y
terminaríamos sonriendo juntos.
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La hojita de papel
Autora: María Loreto Betancourt Gutiérrez
Yumbel, Región del Bío Bío
Ilustración: Verónica Rodriguez

Érase una vez, una hojita de papel que soñaba con salir a
recorrer el mundo.
Pero sabía que su labor era estar en el cuaderno, para guardar
las palabras que en ella escribían.
Un día, un niño la vio y le preguntó: “Hojita, ¿por qué lloras?”
La hojita le contó su pena.
Al niño se le ocurrió una súper idea...
“¡¡Ya sé!! Te voy a hacer un avioncito y así podrás ir
donde quieras”.
Así lo hizo.
Cuando la hojita estuvo lista, el niño la tomó y la lanzó
por la ventana.
“¡¡Gracias, mi niño querido!! Ahora soy muy feliz y siempre
me acordaré de ti...nunca dejes de soñar”.
La hojita se fue volando feliz a recorrer el mundo.
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La niña y el rayo de sol


Autor: Claudio Alberto Carrasco Almazán
Valparaíso, Región de Valparaíso
Ilustración: Loreto Salinas

Un rayo de sol tocó la cara de Pamela.


Quería que la niña se levantara para ir a clases.
Pero la niña no le hizo caso.
El rayo insistió, logrando, esta vez, que Pamela despertara.
Aunque después siguió durmiendo.
“¡Levántate, porque llegarás atrasada a clases!” —ordenó,
luego, el rayo de sol.
Y esta vez sí que la niña reaccionó.
Alzó la mitad del cuerpo, sonrió, y dirigiéndose al rayo de
sol, con una mirada comprensiva, le dijo:
—¡Hiciste mal en despertarme hoy, Rayo de Sol, porque
nunca se ha visto que un niño tenga que asistir un día
domingo a clases!
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La orquesta
Autor: Milko Sebastián Urqueta Torrejón
Vallenar, Región de Atacama
Ilustración: Mariana Muñoz

Los animalitos del norte armaron ellos solitos una


orquesta para entretenerse.
En el desierto hace tanto calor en el día y tanto frío
por la noche, que todos ellos se quedaban en sus casas
viendo televisión.
¿Y cómo empezó esto?
Un día la Alpaca pastaba con sus hijitos, haciendo sonar
las campanitas que llevaban en las orejas.
Ahí se le ocurrió invitar a la familia guanaco.
Ellos tocaban como nadie la guitarra y podrían invitar a
sus primas las llamas, que soplaban la zampoña cuando
no estaban rumiando pasto.
Luego se sumó a los ensayos el zorro que trajo arrastrando
su piano.
Los flamencos cantaban de lo lindo, el quirquincho tocaba
el charango y nadie volvió a acordarse del aburrimiento.
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La pequeña ola
Autor: Fidel Ramón Saavedra Bravo
Santiago, Región Metropolitana
Ilustración: Carolina Schütte

Érase una vez una ola chiquita, que vagaba por los océanos
buscando la playa donde debía descansar.
Un día, una tortuga se montó sobre su cresta.
La olita le preguntó donde iba, y la tortuga le dijo:
“Voy a la playa de arenas blancas en la Isla Perdida.
Tú eres la última ola que nació del mar y del viento.
Tu destino está en la playa donde me dirijo, y cuando
rompas en la arena, podré dejar mis huevos ahí, y nacerán
otras tortugas como yo”.
Y así, la pequeña ola encontró su playa, y del vapor que dejó
su espuma, subió hacia el cielo, mientras las tortugas recién
nacidas corrían hacia el mar para iniciar su vida.
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La rebelión de
las verduras
Autora: María Elsa Pazos Galindo
San Miguel, Región Metropolitana
Ilustración: Susana Sánchez

Una mañana las verduras decidieron elegir una reina.


La lechuga exclamaba: —“yo soy la más adecuada, soy
sabrosa y elegante”.
“Tú, ¡bah!”—dijo la acelga— “¡yo cumplo con los
requisitos!, poseo buenas vitaminas”.
¡No! —contestó la betarraga— “¡yo si soy importante,
estoy en todas las dietas!”
“Bueno, en ese caso yo también soy demasiado
importante” —dice la zanahoria— “estoy en todos los
guisos, dietas y también jugos”.
Y así siguió la discusión, imponiendo cada verdura sus
cualidades: la papa, la espinaca, el brócoli y la quínoa.
La discusión habría seguido por muchas horas, si no
llega el hortelano y comienza a cosechar las verduras
llevándolas a vender a la feria.
Al día siguiente se encuentran en un mismo plato
vegetariano de un famoso restaurante todas las verduras.
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La servilletita
presumida
Autor: Larry Alejandro Zamora Sepúlveda
Valparaíso, Región de Valparaíso
Ilustración: Carolina Schütte

Francisca es una linda servilleta de tela.


Su padre un trabajador mantel y mamá una
cariñosa carpeta.
Francisca vivía en un sencillo restaurante de
Valparaíso, cerca del mar, pero no era feliz:
¡anhelaba ser una elegante servilleta en un
refinado restaurante!
Una mañana, entristeciendo a sus papás, partió
a buscar un comedor refinado donde acompañar
cenas de selectos comensales.
Caminó por la costanera descartando varios
lugares, cuando repentinamente se sintió elevada
por los aires y ¡plum! sumergida en un balde de
agua fría.
Cuando pudo respirar, se percató que un joven
le usaba para limpiar vehículos, ensuciando su
hermoso vestido.
¡Ay!, se lamentaba Francisca, asomada al balde
mientras miraba su antiguo hogar.
¡Si pudiera volver a mi sencillo restaurante!...
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Las hadas de
la primavera
Autor: Marcelo Esteban Jerez Vidal
Coelemu, Región del Bío Bío
Ilustración: Susana Sánchez

“¿No lloverá más papá?”—preguntó.


“No lo creo hija, es primavera y lloverá cada vez menos”.
La pequeña pegó su mano al ventanal absorta.

“Mmmm ¿Sabes cómo llega la primavera?” —preguntó


su papá sorprendiéndola.
“No…”
“¿Quieres saber?”
“¡¡¡Yaaaaa!!!”, respondió entusiasmada.
“La primavera llega con magia…. magia de hadas…”

“¿Hadas?” —preguntó la pequeña.


“Sí amor, son pequeñitas niñas como tú. Con carita transparente y
rizos dorados, adornadas con flores… con bellas alitas multicolores,
vestidas primorosamente con hojas de sauco y seda de capullos
de mariposa”.
“Al llegar la primavera, ellas despiertan del largo sueño invernal
esparciendo un polvo mágico con el que brotan las flores y las
hojitas verdes anunciando la primavera”.

Francisca besó a su papá, y feliz corrió al jardín.


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Las vocales
viajan por Chile
Autora: Daniela Cristina Pérez Reyes
Coihueco, Región del Bío Bío
Ilustración: Macarena Salazar

Las vocales se levantaron muy temprano.


Contentas tomaron sus maletas para conocer
el maravilloso país de Chile.
La letra A viajó a Arica, la ciudad de la
eterna primavera.
La letra E viajó a Ercilla, la ciudad de la
herencia mapuche.
La letra I viajó a la isla de Pascua, el único lugar
en el mundo donde se pueden ver los Moais.
La letra O viajó a Olmue, la ciudad del
Festival del Huaso.
La letra U viajó a La Unión, la ciudad
cerca del Lago Ranco.
Las vocales estaban muy felices
de poder conocer un país tan
lindo al sur del mundo.
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Lengua de trapo
Autora: Verónica Sandra Valenzuela Pizarro
Antofagasta, Región de Antofagasta
Ilustración: Juan Soto

A Pablito todos le decían lengua de trapo,


porque cuando decía algo nadie le entendía.
Esto lo tenía muy enojado.
Un día fue donde su amigo Simón, que era
viejito pero mucho sabía y le dijo: “Amigo,
¿me pedes ayuyar?”
El viejo Simón sin reírse le respondió.
“Por supuesto Pablito. Repetirás este
trabalenguas que te voy a dar, cuando te
lo vuelva a preguntar muy rápido lo vas
a pronunciar, ya que la lengua se te va
a soltar”.
Así, Pablito repitió...
“Pablito clavó un clavito, ¿cuántos clavitos
clavó Pablito?”
Cuando Pablito volvió donde Simón,
dijo su trabalenguas, lo dijo tan clarito,
que éste quedó asombrado y lo felicitó
por su enorme esfuerzo.
Después de eso, nadie se burló más.
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Los cinco pollitos


Autora: Violeta Aurora Olivares Fernández
Viña del Mar, Región de Valparaíso
Ilustración: Verónica Rodriguez

La gallina Quiquiriquí, esposa del gallo Cocorocó,


cinco huevitos anidó.
Cinco pollitos nacieron: eran todos chiquititos, todos
amarillitos, todos igualitos.
La mamá gallina no sabía qué hacer para sus
pollitos reconocer.
El papá gallo le recomendó ponerle a cada pollito un
hermoso listón de diverso color.
Al primer pollito lo encintó con un listón azul.
Al segundo pollito lo vistió de verde limón.
El tercer pollito lindo quedó con una cinta de
color marrón.
Al cuarto pollito bonito, lo puso de bermellón.
Cuando al quinto pollito lo fue a encintar,
¡oh!, ¡sorpresa!, no era pollito, sino una
preciosa pollita.
Entonces la mamá gallina, con todo
primor, le colocó un gran moño de tul.

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