Diez de Velasco La Mistica Griega
Diez de Velasco La Mistica Griega
Diez de Velasco La Mistica Griega
Los historiadores de las religiones no han conseguido forjar una definición consensuada de los
términos misticismo y mística.
Oscilan las aproximaciones entre dos grandes líneas de pensamiento que marcan los
extremos; la primera plantea la radical diversidad de cada una de las experiencias místicas,
que en el mejor de los casos se analizan como desarrollos específicos inseparables de las
condiciones culturales en las que se manifiestan. La segunda, defendida por algunos
fenomenólogos y, entre otros, por algunos neo-místicos (Huxley, Watts(1)) plantea la radical
identidad de todas las manifestaciones místicas (vistas por la psicología especializada como
experiencias transpersonales en las que se disuelve el yo(2)). Se trata de aproximaciones que
desvirtúan el papel del instrumento principal del historiador de las religiones, que es el método
comparativo, anulandolo o por defecto o por exceso y parecen ilustrar la quiebra de su
aplicación a todas las manifestaciones religiosas(3).
El problema principal que plantea el estudio de la mística radica en sus fuentes, no porque
sean escasas, sino porque los propios escritores místicos son conscientes de no conseguir
plasmar correctamente la experiencia en el lenguaje escrito(4).
Se trata no sólo de experiencias de índole subjetiva y por lo tanto difícilmente descifrables por
el historiador, sino de experiencias que algunos autores defienden que parecen corresponder a
un modo de funcionamiento del cerebro que resulta diferente del que preside el razonamiento
lógico. El trance místico es un estado de conciencia alterada que se manifiesta desde el punto
de vista fisiológico (según algunos autores, aunque se trata de un tema controvertido, puede
resultar de interés repasarlo) por medio de una implicación principal del hemisferio cerebral
derecho. Éste se caracteriza en su funcionamiento por la dificultad en la expresión en los
modos lógicos (y socializables por medio del lenguaje) del hemisferio cerebral izquierdo(5). El
estudio de experiencias místicas en laboratorio ha permitido, cuando menos, establecer la base
de la alteridad de las manifestaciones místicas(6) y por lo tanto justificar la dificultad de definirlo
por medio de los instrumentos de delimitación conceptual que utiliza el lenguaje científico y
específicamente la historia de las religiones.
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Pero a este problema se añaden otros que enturbian en mayor medida los análisis.
En cualquier definición de mística pesan con fuerza las posiciones velada o abiertamente
religiocéntricas que han defendido una disección entre experiencias místicas verdaderas y
falsas(7), superiores e inferiores, puras e impuras y que, en algunos casos, se han querido
plantear como criterios para determinar el modo legítimo o abusivo del empleo del término
místico(8).
Como tantos otros conceptos del análisis histórico-religioso el término mística posee un campo
significativo muy influido por la herencia cristiana (en la que se engloban desde el punto de
vista ideológico buena parte de los investigadores del tema(10)), marcada por la primacía del
individualismo de la experiencia y por el monoteismo y que por lo tanto suele aceptar como
místico lo que en otras tradiciones afines puede resultar comparable (misticismo musulmán y
judío) pero rechaza todo lo que no se rige por esas pautas.
Por lo tanto resultaría improcedente según esta visión una experiencia mística que superase el
plano de lo meramente individual, como ocurre en los trances colectivos, que se entenderían
como degeneraciones desvirtuadas de la verdadera mística (sirvan de ejemplos los casos de
los cuáqueros o de los shakers(11)). Experiencias de tipo colectivo resultan fundamentales por
lo menos en dos de las más importantes manifestaciones místicas griegas, el dionisismo y los
misterios eleusinos. Así para esta opción de análisis solamente existiría en el mundo griego
una tradición susceptible (como prefiguración) de resultar identificable como mística, la que
tiene su desarrollo pleno en Plotino y su orígen en Platón.
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Parece por lo tanto evidente que se requiere un marco de análisis más generoso que permita
valorar en su justa medida el componente místico de la religión griega(18); para ello se
repasarán algunas notas comunes de la experiencia mística que se intentarán aplicar al caso
griego.
La experiencia mística parece presentar una serie de características comunes que aunque no
permiten consolidar una definición aceptada de modo general, cuando menos sirven para
acotar el tema:
1) Resulta un itinerario voluntario, marcado por fases de duración diversa en las que se realiza
una preparación para la experiencia mística.
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Quedan por lo tanto desechadas las experiencias involuntarias o debidas a psicopatologías (los
trances femeninos histéricos o catalépticos a los, por ejemplo, que parece que dedicó una
monografía Heráclides del Ponto(19)).
En la documentación antigua conocemos por lo menos tres contextos en los que se constata
este itinerario voluntario. El primero es la preparación a los grandes misterios eleusinos, que
constaba en sus diversas fases de ayunos, abstinencias, procesiones y purificaciones(20).
Menos conocidas resultan las técnicas que empleaban ciertos hombres de sabiduría. En el
caso de Pitágoras (y también probablemente Empédocles) consistían en "poner en tensión los
prápides(21)", término generalmente traducido como el espíritu, pero que Gernet prefiere dejar
en su acepción más antigua: diafragma, lo que testificaría una técnica de control de
respiración(22), que actuaría como detonante de algunos trances místicos.
La preparación que podríamos denominar filosófica la expone Platón y presenta una técnica
algo diferente y menos directamente somática: "una purificación ... consistente en separar al
máximo el alma del cuerpo, acostumbrándola a condensarse, a concentrarse en sí misma
partiendo de cada uno de los puntos del cuerpo y a vivir en lo posible, en el presente y en el
futuro, sola en sí misma, liberada del cuerpo como tras romper una atadura"(23). Estamos ante
ejercicios de una índole desconocida en los detalles pero que permiten la comparación en
algún caso con prácticas de apnea controlada como las que forman la disciplina pryma en el
yoga hindú.
"En este mundo no tiene conocimiento, excepto cuando está en el trance de la muerte; puesto
que cuando ese momento llega, sufre una experiencia como la de las personas que estan
sometiendose a la iniciación en los grandes misterios; además los verbos morir (teleutân) y ser
iniciado (teleîsthai) y las acciones que significan, tienen una similitud. Al principio, sin rumbo
corre de un lado para otro de un modo agotador, en la oscuridad, con la sospecha de no llegar
a ninguna parte; y antes de alcanzar la meta soporta todo el terror posible, el escalofrío, el
miedo, sudor y estupor".
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Resulta característico del mensaje místico griego la promesa de un más allá mejor, la fase de
oscuridad se suele entender como un preludio, que adecuadamente memorizado puede
resultar la clave para una correcta consecución del proceso del morir.
4) La culminación mística se resume en una experiencia de unión con una alteridad de índole
trascendente. Para el caso griego, en los misterios eleusinos(28), según el testimonio de
Cicerón(29), por ejemplo, se llegaban a conocer los principios de la vida (principia vitae) y la
esperanza de una mejor muerte. Plutarco en el pasaje antes citado(30) plantea la identidad del
resultado de la iniciación con el de la muerte del iniciado:
"Pero después una luz maravillosa le alcanza y le dan la bienvenida lugares de pureza y
praderas en los que le rodean sonidos y danzas y la solemnidad de músicas sagradas y
visiones santas. Y despues, el que ha completado lo anterior, a partir de ese momento
convertido en un ser libre y liberado, coronado de guirnaldas, celebra los misterios
acompañado de los hombres puros y santos y contempla a los no iniciados, la masa impura de
seres vivientes que se revuelcan en el fango y sufren aplastandose entre ellos en la oscuridad,
aterrados por la muerte, incredulos ante la posibilidad de la bienaventuranza en el más allá".
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Las experiencias místicas más arcaicas rastreables (si exceptuamos la mística de la guerra y
su predecesora la mística de la caza de las que poseemos entre los griegos datos muy
tenues(34)) aparecen entre los incorrectamente denominados chamanes griegos. Estos
hombres santos dominan unas técnicas de índole individual que los singularizan frente a sus
conciudadanos y cuya alteridad llevó a numerosos estudiosos a buscarles un origen
extraheleno, que parece hoy en día innecesario(35).
Una mística de tipo colectivo y que usaba, cuando menos en algún caso, como detonante la
ingestión de sustancias psicodélicas, conformaba la experiencia de los misterios eleusinos y
dionisiacos y probablemente también la de los órficos y de otros misterios griegos y que fué
definida desde el punto de vista metodológico de modo correcto por Sabbatucci(36).
Por su parte Platón, receptáculo de las tradiciones anteriores, puso a punto un modelo de vía
mística muy influyente en la posteridad (neoplatónica, cristiana y musulmana), que se basaba
de nuevo en la experiencia individual.
De este modo se dibujan los límites de un capítulo importante para los estudios de mística
comparada, al que solía y aún suele otorgarse un lugar muy secundario en los trabajos
generales sobre el tema, muy influidos todavía por las categorías de análisis forjadas por las
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Como conclusión y ubicando la intervención en el tema general de la reunión parece que los
místicos griegos, dada la índole de sus intereses, se caracterizan por tener en teoría una
ubicación forzada en la estructura religiosa de la polis. Priman en sus prácticas unos elementos
de disociación y marginalidad (alteridad) que conviven mal con los ritos de solidaridad
habituales en los cultos comunitarios. A pesar de todo la religión de la polis fué capaz en
algunos casos de integrar(39) las prácticas místicas que no tenían un desarrollo
exclusivamente individual, lo que testifica un dinamismo que no reculó ni siquiera ante la radical
alteridad del misticismo.
NOTAS
2.Es un tema muy estudiado por la psicología transpersonal (véase nota anterior)
la desidentificación del místico la repasa por ejemplo Horne 1977; la polémica
sobre el perenialismo la plantea por ejemplo Bagger 1991.
4.Baruzi 1931.
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7.Lhermite 1953.
11.Véanse, por ejemplo, para los cuáqueros Kent 1987 y para los shakers Stein
1992 entre las aportaciones recientes.
12.Era la postura, por ejemplo, de Felèce 1934. Véase una síntesis del uso de
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15.Por ejemplo McKenna 1993 o los trabajos de Wasson (hay que prevenirse de
la tendencia obsesiva de este autor de explicar los orígenes de la religión e
incluso de la cultura en clave etnomicológica -especialmente 1986, 92 ss.).
17.Wasson 1978, 1986, 189 ss.; la teoría del uso de psicotrópicos en Eleusis la
planteó Kerenyi 1962, 179 ss.; 1976, 36 ss.; la cuestión la repasa breve y
recientemente Burkert 1987, 98 ssg.; el estudio fundamental sobre el kyken sigue
siendo el opúsculo de Delatte 1955.
18.Un planteamiento del tema muy interesante aunque se decanta por una
aplicación estrecha en Sabbatucci 1980 caps. I y VII; Van der Leeuw 1956 cap.
75 también presenta unas breves páginas muy sugerentes en las que incluye el
dionisismo entre los fenómenos místicos.
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19.Heraclid. Pont. fr.81 Wehrli, el libro se titulaba Perì tês ápnou (La cataléptica).
Vease Detienne 1958 para un análisis de la documentación sobre catalepsia en
Heráclides y otros autores.
21.31 B 129 Diels/Kranz (= Porph. V.P. 30 -más completo-; D.L. 8,54): "Había
entre ellos un hombre de extraordinario conocimiento, dominador, más que
ninguno, de todo tipo de técnicas de sabiduría, que había adquirido un inmenso
tesoro en sus prápides; porque cuando
ponía en tensión toda la fuerza de sus
prápides
, sin esfuerzo alcanzaba a visualizar en detalle las cosas de diez o veinte
generaciones de hombres". Porfirio (
V.P.
31) al comentar el pasaje explica que los poderes de Pitágoras se sustentaban en
ámbitos físicos (vista, oído) y no solo puramente mentales; parece por lo tanto
que nos hallamos ante técnicas corporales a la par que espirituales. Los términos
empleados por Clemente son muy reveladores: "Bienaventurado (
ólbios
) el que ha adquirido la riqueza de
prápides
divinos (
theín prapídn
)" 31 B 132 Diels/Kranz (= Clem.
Strom
. V, 140).
22.Como desveló Louis Gernet 1945, 252 y desarrolla Vernant 1960, 124;
también Svenbro 1988, 153 (adjudica el saber a Epiménides). Detienne 1958
repasa las relaciones catalepsia-inmortalidad del alma y Francotte 1985 las
técnicas extáticas (control respiratorio, trances) empleadas en la Grecia arcaica
que según su hipótesis también utilizaba Parménides. Véase también Bremmer
1993.
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23.Phd. 67c; menos claramente expuesto por ejemplo en Phd. 65c o 83a.
25.Es justo indicar que nuestra argumentación esta profundamente en deuda con
las intuiciones de Gernet 1945 y su desarrollo por Vernant 1960, esp. 124 ss.
26.Veanse (entre una bibliografía muy nutrida) los trabajos de Lledó 1984, 199
ssgs; Lledó 1992 esp. cap. 8 o la reflexión sintética de Cornford 1952 cap.4.
27.Estudiada con detalle por Motte 1986, también Casel 1919 cap.1.
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33.Por ejemplo Spencer 1963 cap.5; Festugière 1967, esp. 15 ss. o González
Blanco 1973 entre otros. Algunos de los argumentos defendidos aquí aparecen,
aunque con una óptica muy idealista y poco sistemática en Agathias 1972 o
repasados como prefiguraciones en la presentación de Schlötermann 1958, 56
ss.
34.Pero que sería conveniente tener en cuenta, son experiencias místicas las que
favorecen la transformación del guerrero homérico tal como lo ha avanzado
Lincoln 1975 y que eran bien conocidas por numerosos pueblos indoeuropeos
(en general Diez de Velasco 1994, 527 ss.), su orígen probablemente provenga
de técnicas de metamorfosis para la caza (caza mística) como parecen rastrearse
en ciertos mitos y especialmente en prácticas iniciáticas que conllevan la captura
de un gran animal (Diez de Velasco 1992; Diez de Velasco 1995 cap.IV,1).
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