Libro Terminado - Texto Final
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Llega el verano
Los últimos días de noviembre, como casi todos los años, en
mi casa se producía la agitación propia de la proximidad del
verano. Eso suponía muchas cosas: los preparativos
navideños, con la carga de fiestas, regalos, arreglos, que se
juntaban con todas las cosas que tenían que ver con la
temporada de vacaciones. En mi casa mi madre corría de un
lado a otro ocupándose de los detalles más insólitos. Desde la
prueba del examen final de matemáticas de alguno de los
chicos, hasta las convincentes charlas con las empleadas
para tentarlas que vengan a la montaña con la familia en el
mes de enero. Mi padre, afanoso siempre día a día agregaba
algún elemento apropiado para todos los acontecimientos que
se aproximaban. En la mesa diaria se hablaba de la fiesta de
navidad, de donde seria y quienes irían, de los regalos, de las
comidas y poco a poco el clima de preparación constante era
inevitable.
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mi iba asegurando sobre el grupo de amigos que tendrían el
mismo destino que nosotros.
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estar sin obligaciones eran un atractivo inmenso. Hasta pensé
en programar mis días, pero el intento era difícil, ya que las
cosas durante el tiempo del veraneo ocurren sin una rutina, y
se presentan muchas veces según las circunstancias. Mal
podría pensarse en un paseo a caballo con amigos si el día
amanecía lluvioso.
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cualquiera. Entonces yo me sentía importante porque sabía
que era el destinatario de relatos que a otros nietos o
familiares no estilaba decírselos. Guardé la oferta en mi
memoria pero en la algarabía de la fiesta pasamos a otras
cosas del momento.
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A pesar de que ya era mayor no me olvide en lo absoluto
en recibir mi regalo de navidad, lo cual me gusto mucho
siempre, desde pequeño. Aunque cada año esperaba con
menos énfasis. Se notaba en los rostros de mis hermanos la
alegría del regalo de navidad que era lo que ellos más
esperaban. Caso contrario era el mío que a pesar de que me
gustaba recibirlos, pero mi afán estaba en mis días de
veraneo en Tafí.
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Lo encontrado mientras limpiaba el living, aumento todavía
mas mi curiosidad y ansias por subir a los valles del Tafí para
escuchar la historia que mi abuelo deseaba contarme, pero mi
ansiedad no estaba en eso sino en las actividades a realizar
en Tafí.
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tener que esperar un par de días para la llegada de los fletes
desde los cerros hasta mi casa.
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cambie de opinión en tratar de comenzar la vida de campo, el
auténtico veraneo. Finalmente decidí que iría a cazar pájaros
con un rifle de aire comprimido que mi abuelo me había
regalado. Antes de salir debía almorzar con toda la familia.
Siempre teníamos la tradición de que la gente mayor de la
familia comiese en una mesa grande del comedor principal.
Como nieto mayor, yo ya había logrado incorporarme a ésa
rueda, así que compartía la mesa. Allí comencé a hablar con
mi madre sobre mi próxima actividad que sería la cacería.
Cuando una empleada me escucho, me advirtió que no podría
salir a cazar y me anticipo la llegada de una tempestad. Yo
muy soberbio deje de lado las advertencias de aquella mujer
que conocía mucho más el clima de Tafí que yo y no deje de
lado la idea de ir a cazar.
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Mientras volvía a mi casa, me encontré con un enorme charco
lleno de barro por donde me veía obligado a pasar, y no tuve
otra alternativa más que ensuciarme con barro por todas
partes. Al atravesar el maldito charco llegue a mi casa
totalmente sucia y empapado. Trate de entrar sin manchar
nada. Apenas ingrese a la casa me metí directamente en el
baño. Puse toda la ropa sucia a lavar y cambie totalmente mi
vestidura por ropa limpia.
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CAPITULO II
Conversaciones en Tafí
-Te miro y veo que hace rato que contemplas el cerro. ¿Tiene
que ver con esas cumbres tu relato?
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Muñoz, allá a la izquierda nuestra. Es un imponente cerro.
¿Quieres que te hable un poco de él?
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-Bueno, y este inmenso, que ocupa todo el largo el valle de
sur a norte, y que está a su costado oeste, es el Muñoz. Y se
llama así por un hecho curioso.
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-Sí, buena pregunta. Fueron los primeros caballos que
entraron a estas tierras. Caballos y mulas, que se usaban
para llevar las cargas, y los indios acompañantes venían de a
pie. Bueno, como te cuento, llegaron, descubrieron este valle,
pero no se detuvieron en Tafí. Ellos venían con noticias de
una zona muy importante, muy amplia, en la llanura, que
conocían como “El Tucma”, pero no sabían que era una
extensión enorme. Porque lo que querían, era unir el Perú con
la salida al mar, al Atlántico. No te olvides que ya se había
fundado Buenos Aires a la orilla del Río de la Plata, a donde
llegaron en barcos por mar.
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-No, acá en Tafí casi no había habitantes. Muy pocos indios, y
estaban a su vez sometidos a los incas, que, como te digo,
venían acompañando a los españoles. Fue mucho después,
cuando los españoles lograron bajar al llano, especialmente
en la zona de donde ahora es Santiago del Estero, donde los
indios de esa zona, que se llamaban juríes, atacaron a los
conquistadores con flechas envenenadas. Hasta mataron a
Diego de Rojas, el capitán que comandaba la expedición…
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expedición. Y esta vez vinieron con un grupo mucho más
grande, al mando de Núñez del Prado. En 1550 estaban de
vuelta en Tafí, donde probablemente algunos se
establecieron. Y bueno, esa expedición comenzó a fundar
pueblos y desde entonces ya el avance de la conquista fue
imparable.
-Me fui por las ramas, pero quería contarte algo organizada la
historia, para que la vayas entendiendo, además de lo que
estudias en tu colegio y las cosas que lees, ya que sé que te
gusta mucho leer.
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sometidos a las encomiendas no tenían más remedio que
obedecer. Y como siempre, y en todas partes, había gente
buena y otros no tanto…
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que pertenecían a su propia encomienda. Además la
infidelidad conyugal era severamente castigada.
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-¿Así que el cerro se llama Muñoz por esa aventura? Parece
de película, Tata…
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CAPITULO III
Las cacerías
-Lo que quería era contarte que hace años, cuando era joven,
se estilaba mucho ir de cacería a esos cerros.
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-¿Y por qué iban los lugareños?
-Por algo que pocos saben y que ahora te cuento: la caza del
guanaco es algo muy especial. ¿Has visto alguna vez un
guanaco?
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también pueden ser peligrosos. Además, hay otro factor
climático que la gente poco conoce, que es el “alpapullo”.
-¿Cómo es eso?
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-Acá en Tafí, la carne de los guanacos servía para que
preparen “charqui”. El charqui es carne salada y secada al
aire libre. Y una vez seca, se conservaba muy bien en el clima
de este valle, sobre todo durante el frío del otoño y del
invierno. Y cuando querían comerla, la preparaban de
distintas formas. La hervían, o la cocinaban con verduras. Y
es un alimento formidable. Tenés que pensar que la carne sin
huesos de un guanaco pesa como treinta kilos, o sea que les
alcanzaba para muchas comidas. Pero, además, del animal
cazado se aprovechaba todo: el cuero, para muchas cosas,
especialmente se hacían lazos con el cuero del cogote. La
lana, que servía para tejer ropa de cama o para abrigarse. En
una palabra, a cada animal cazado se le sacaba provecho por
completo.
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principal, como te digo, era obtener las presas que
cazábamos.
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desde Santa María, en Catamarca, que lo hacían casi
furtivamente.
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-Sigamos. La trepada al cerro llevaba varias horas, unas seis
a ocho, desde la base hasta la cumbre. No hay senderos,
pero hay lugares que los baquianos conocían muy bien, por
los que íbamos. En los dos cerros, tanto en El Negrito como
en El Muñoz, las dificultades eran parecidas. Aunque no era
necesario ser un experto, sí había que tener experiencia en la
cabalgata. Había lugares difíciles, por ejemplo pasadizos de
piedra resbalosa, o zonas con mucho hielo sobre las piedras
que hacían dificultoso el paso de los caballos. Incluso algunas
trepadas abruptas, donde era necesario bajarse de la
cabalgadura por trechos. En fin, no era tan sencillo. Pero esas
dificultades hacían más interesante el triunfo de llegar hasta
las cumbres.
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-Llevábamos armas adecuadas. Fusiles tipo máuser, que son
los que usaba el ejército. O carabinas de alto calibre. Yo tenía
–y tengo, lo puedes ver en la vitrina- un Winchester, que es un
rifle de repetición de alto calibre, muy bueno. Y los guanacos
andan siempre en tropas, es decir, en grupos que pueden ser
de cuatro o cinco y hasta veinte o más. Ellos tienen un macho
que es el jefe de la tropa, al que llaman “relincho” los
lugareños. Ese animal vigila mientras los otros pastean. Es
decir, comen el escaso pasto que hay en las cumbres. El
relincho no come, solamente vigila y alerta a toda la tropa si
hay algún peligro.
-¿Y entonces?
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quedaba como desprotegida. No sabían hacia donde correr y
a veces se amontonaban y permitían unos tiros adecuados.
-Algo que era de todo nuestro gusto eran las noches. Para
acampar lo hacíamos en sitios que los lugareños llaman
“reales” y que son conocidos. Por ejemplo, en el Muñoz, está
el “real de las guayatillas”. Hay otro de “la piedra pintada”, y
en El Negrito el más conocido es el “real de los amaicheños”.
Los reales son lugares un poco más protegidos del viento, que
en las cumbres es bravo. Por lo general, al lado de
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formaciones de rocas, en esa inmensa pampa que son las
cumbres de los cerros. Porque, desde acá parecen filos, pero
en realidad una vez arriba, son espacios muy amplios. Bueno,
como te digo, al anochecer se hacía una buena fogata, un
poco de asado, y la charla era interminable, comentando
todas las alternativas de la jornada. En esos fogones,
participaban junto a nosotros los peones. De manera que si
algún cazador quería contar algo que no era real, corría el
riesgo que los acompañantes lo desmientan. En otras
palabras: nadie podía inventar nada que no sea comprobable.
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cumbre. Le dábamos de todo y no reaccionaba. Los peones le
dieron orina de guanaco incluso, y nada. El hombre vomitaba,
estaba en pésimas condiciones. A tal punto, que decidimos
bajar. Ya en el valle de Tafí, seguía mal. Entonces yo lo llevé
en mi auto a Tucumán, a un sanatorio. Y resultó ser que tenía
una infección intestinal severa, que nada tenía que ver con la
puna. Pero, el esfuerzo del viaje y la altura y la falta de
oxígeno, obraron como desencadenantes de su enfermedad.
-Si, alguna hay por ahí, ya te las mostraré. Pero más que
nada lo que tengo son gratos recuerdos. Fue toda una época.
Después, cuando llegó el gobierno militar de los años setenta,
se prohibió la cacería en los cerros. Y desde entonces, está
vedada la caza del guanaco, hasta ahora.
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cazar desde un vehículo, ya que los guanacos poco miedo le
tienen a éstos.
-Y, creo que sí. Las costumbres han cambiado mucho. Hoy
casi todos tienen heladeras con freezer y pueden guardar
alimentos por mucho tiempo. La vieja usanza del charqui está
desapareciendo. Por aquellos años, casi ni electricidad había
en los ranchos, ya que el servicio era solamente en la villa, es
decir en la parte más poblada.
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-También ahora hay otras cosas interesantes y valiosas, pero
cada edad tiene sus cuestiones. A la tuya, alumno de tercer
año del secundario, hay miles de cosas que deben
entretenerte.
-Sí, ya sé que has andado por ahí el año pasado. Tus padres
no dejaban de tener cierta preocupación.
-Por eso era también una gran alegría regresar sano y lleno
de recuerdos. Son satisfacciones que no se repiten en la vida.
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CAPITULO IV
Otro relato de mi abuelo, con el episodio difícil.
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bastante menos aprovisionamiento que ahora. Eran unas
cuantas almacenes, una farmacia poco surtida y cosas así,
por lo que acostumbrábamos traer muchos alimentos y
medicamentos, que podrían ser necesarios, desde Tucumán
hacia acá.
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estado y asumieron el gobierno los militares. El país estaba
prácticamente en estado de guerra, por la actuación de
grupos guerrilleros armados. Y, para colmo, las acciones
bélicas se concentraron mucho en Tucumán, y en los cerros,
donde los subversivos se escondían en las selvas y montes, y
cada tanto había encuentros importantes, de uno y de otro
bando en combate.
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que creo que tembló entero mi vehículo, y eso que yo ya
estaba a una cuadra de distancia.
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dictarse esta nueva orden, seguramente se pretendía detectar
en profundidad qué armamentos tenía la gente, por razones
de seguridad, dado el clima bélico que se vivía.
-¿Y eso no era peligroso? Digo por lo que me cuentas que los
guerrilleros estaban en el monte y en el cerro…
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-Lo cierto es que pasamos todos los controles sin dificultades,
almorzamos en Tafí y a la siesta, tras cargar el auto,
emprendimos el regreso.
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-Bueno, al volver a Tucumán, en cada control del camino, yo
me adelantaba a explicar qué cosas llevaba y a exhibir mis
papeles. Hubo algunas pequeñas demoras, pero a la larga,
tras ser bien examinados, pasábamos sin mayores
dificultades. No obstante, tu abuela ya estaba demasiado
nerviosa. Algo por su estado de embarazo, que le producía
algunas descomposturas, más el descenso del cerro,
sumados a la inquietud de toda esta situación militarizada.
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hombre disparó contra los policías una ráfaga de
ametralladora.
-¿Sí? Epa!!!!!!!!
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gritos me pusieron contra el auto y me apuntaban con sus
armas amenazadoramente.
-¡Qué situación!
-Me imagino….
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-Lo cierto es que en ése momento podrían habernos matado.
Si eso hubiera ocurrido, hoy nos recordarían como si
hubiéramos sido guerrilleros. Pero Dios y la Virgen, a quien
siempre invoco, nos auxiliaron. Muy oportunamente, llegó en
ese momento crucial, un jefe mayor, que venía enterado del
ataque. El hombre, al ver el alboroto, vino raudamente hacia
nosotros, pero, con toda fortuna, calmó un poco la situación y
habló conmigo. Con mucha desconfianza, pero me escuchó.
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fuéramos inmediatamente a nuestra casa. Los policías
prácticamente tiraron todo amontonado dentro del auto, sin
ningún orden, y nos apuraron a que nos fuéramos.
-Uf! Zafaron….!
-Menos mal…
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cosas. Como el portero, asustado al principio, se negaba a dar
información, le pegaron unos golpes y el hombre, sin saberlo,
corroboró todo lo que yo había informado al jefe policial: que
era abogado, que era cazador habitual, que no actuaba en
política, que vivíamos hacía varios años allí, con tres niños,
algunos de colegio ya, etcétera. Los hombres recién entonces
se fueron. Y el portero subió, aun desfigurado del susto, a
comentarnos. Entonces le relaté el episodio de Lules, para
que comprendiese porqué nos habían seguido y habían
venido a constatar mi versión.
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-¡Pero Tata, los podrían haber matado! ¿Te das cuenta que yo
no te hubiera conocido siquiera?
-Así es, hijo. Pero Dios nos protegió una vez más, ya que
habría sido muy injusto que eso ocurra.
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orden republicano, es decir, bajo un gobierno civil, elegido por
el pueblo y con el sistema judicial funcionando normalmente.
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Capítulo V
Comprando artesanías
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alazán que me acompañaría todo el verano, mi papá,
conforme con lo que hacíamos, no dejo de recomendarme mil
cosas respecto al uso del caballo, su cuidado, su
alimentación, la atención a las monturas y todo lo que tenia
que ver con eso. También, por cierto, me recomendó hasta el
cansancio sobre los recorridos posibles, la organización de
cabalgatas y el respeto por las prohibiciones que existen en la
parte céntrica para utilizar los caballos. Fue entonces que
también me hizo una sugerencia que no olvidé: “Andá
pensando en regalarle algo a tu madre por su cumpleaños y
por lo que ayudó para traer los caballos”.
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recordó el día antes y también me hizo acordar que yo me
había comprometido a buscar un regalo en nombre de los
hijos.
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él- con productos naturales y ecológicos. Usaba piedras del
lugar, frutos secos, cueros y maderas autóctonas. De verdad
las cosas eran lindas pero mi intención era comprar el regalo y
nada más. Entonces el hombre quiso mostrarme un collar que
estaba fabricando haciendo alarde de que era una pieza
esplendida, con la que quedaría fascinada mi madre. Acto
seguido, se sentó ante su mesa de trabajo y tomo el collar a
medio hacer con una mano mientras con la otra le agregaba
elementos con mucha habilidad.
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dijo que hacía ya más de 35 años que había perdido el uso
completo de su mano. Tal vez dándose cuenta de mi
curiosidad sin dejar de sonreír me dijo que no le afligía el
hecho ya que podía trabajar bien con la otra mano. Sin saber
que decir le pregunte si había tenido un accidente. Y aquí es
donde se produjo otra revelación inesperada.
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El hombre me dijo que Guillermo Segundo Fernández era el.
Inmediatamente le comente que la distinción estaba acordada
a un “Oficial Principal” y le mostré mi curiosidad por ese titulo.
Como si hubiera estado esperando la pregunta, y sin dejar de
sonreír nunca, Fernández me dijo que él fue oficial de policía
por aquellos años. Y prosiguió relatándome que había tenido
vocación desde joven por la milicia, pero que nunca pudo
ingresar a estudiar para ser militar, pero si había podido
estudiar en una escuela de policía. Y que hizo una buena
carrera logrando ascender hasta el grado de Oficial.
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En esas circunstancias es como le había tocado participar de
distintas situaciones violentas. No obstante había logrado salir
bien de ellas, y siempre cumpliendo con su deber como oficial
armado.
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Me dijo que un tiempo después de recibir su herida, ya
retirado, un día lo llamaron a un acto oficial donde entregaron
condecoraciones a varios por actos de heroísmo o por haber
sido victima de heridas en combates. Que así fue que le
entregaron la distinción que el, al principio, tenia con mucho
orgullo, pero que con el paso del tiempo ya se había
convertido en una historia triste en su vida.
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A esa altura, casi no tuve dudas de que se trataba del hecho
ocurrido en Lules donde casi fueron victimas mis abuelos.
Pero no dije nada. Continúe mi charla amena con el artesano
hasta que termino el collar.
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En ese corto momento, ya en el auto de mi abuelo, se me
ocurrió tratar de sorprenderlos contándoles mi descubrimiento.
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Como adivinando tal intriga, mi abuelo en tono suave y
sonriendo le dijo que él había sido testigo presencial del
hecho. Y paso a contarle brevemente su historia.
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Y hoy, en mi alma queda la satisfacción de haber visto a esos
dos señores grandes, saludarse con un abrazo, como chicos,
emocionados, en el verano feliz de Tafi del Valle, donde Dios
quiso que la paz y la armonía juntasen nuevamente a estos
protagonistas, pero esta vez por cosas del amor.
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