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El precepto ético «No matarás», su origen y su validez hoy

Favian Martín Díaz Solarte

Resumen

La vida es un don que Dios ha dado a todas sus criaturas. Esta ley, contenida en el decálogo

del libro del Éxodo, es la fuente ética casi unánimemente aceptada y llega a ser casi la

única válida para los cristianos de la mayoría de las denominaciones religiosas. Sin

embargo, parece ser que el don de la vida y la prohibición del homicidio son desafiados

constantemente mediante diversas infracciones y excepciones. Más bien, el homicidio es

una realidad ineludible del comportamiento humano. Por ello, este artículo de reflexión

propone abordar los asuntos históricos y contextuales que establecen la validez del precepto

“no matarás”, incluida dentro del decálogo, en la actualidad de Colombia y el mundo.

Palabras clave: ley, vida, homicidio, decálogo.

Abstract

Life is a gift God has given all his creatures. The law, contained in the ethical Decalogue of

the book of Exodus is the almost unanimously accepted ethical source and becomes almost

the only valid one for Christians of most religious denominations. However, it seems to be

the gift of life and the prohibition of homicide are largely due to infractions and exceptions.

Rather, homicide is an inescapable reality of human behavior. Therefore, this reflection

article aims to address the historical and contextual issues that establish the validity of the

precept “you will not kill”, included in the Decalogue, currently in Colombia and the

world.

Key words: law, life, murder, decalogue


1
1. Introducción

El tema de la vida tiene un sentido muy importante en teología por cuanto el Dios

de quien proviene todo nuestro pensamiento teológico es un Dios vivo y que da vida (Sal 6,

6; 30, 10; 88, 6; 115, 17; Is. 38, 11; Sir 17, 27ss). El Padre creador ofrece la vida a todas

sus creaturas desde el principio, “cada una según su especie” como dijera el Génesis 1,25.

Por su parte el Hijo, el Salvador, entrega su vida por la propia vida de los hombres, pero no

se queda en las tinieblas de la muerte sino que el Padre lo resucita glorioso, dándonos a

nosotros también la esperanza de una nueva vida en Cristo. Así también el Espíritu Santo

es, como dijera el credo conciliar, “Señor y dador de vida”, y él ha venido a vivificar su

Iglesia.

Pero por otro lado, Dios le ha dado al ser humano la facultad de libertad de seguir

Su camino, su verdad y su vida, de manera voluntaria. Debido a que hemos sido creados a

Su imagen y semejanza, también nos ha dado el don de pensar y decidir con libertad.

Podemos leerlo en el libro del Deuteronomio, cuando aparece: “Hoy pongo al cielo y a la

tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la

bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes” (Dt.

30, 19). El libre albedrío ha sido aplicado por el ser humano en diversos aspectos de su

existencia, incluyendo la definición y evaluación del valor de su propia vida y la de sus

congéneres. La reflexión sobre este tema no es reciente, sino que se remonta a la discusión

teológica de hombres como San Agustín o Santo Tomás de Aquino, quienes aportaron en

su momento a entender cómo, desde la facultad del libre albedrío, el ser humano tiende, de

manera voluntaria e indeterminada, al bien universal (Prevosti, 2015).


2
Aún con todo lo anterior, algunos seres humanos han venido definiendo la vida

desde parámetros muy diversos, e incluso contrapuestos al propio ser de Dios. En algunos

momentos de la historia se ha puesto precio a la vida como si de una mercancía se tratara,

tanto por la muerte por contrato (sicariato), como por la esclavitud y la trata de personas, el

“flagelo aberrante” denunciado por el Papa Francisco en varias ocasiones y que —prosigue

el Papa—, debe ser “contrarrestado de manera adecuada” (Papa Francisco, 30 julio 2017).

En otras ocasiones se ha dado valor a la vida en razón del poder imperial, estatal o

religioso. Por ejemplo, la vida no tenía el mismo valor si se trataba de un esclavo o de su

amo, como se percibe en los relatos de la Colonia. Esta es la narración de la realidad que

vivían los esclavos en el siglo XVIII y que se ha rescatado por medio de la historia del

navío Zong, barco británico de esclavos, tristemente famoso:

El seguro que habían suscrito los armadores aseguraba la pérdida, captura o


muerte (naufragio, abordaje o revuelta, por ejemplo) de los esclavos, pero se
exceptuaban los casos de muerte natural, por enfermedad o suicidio.
Collingwood propuso tirar por la borda a los esclavos enfermos. De esta forma,
(…) eliminaba los esclavos enfermos que no los habría cubierto el seguro. (…)
Durante varios días se fueron tirando esclavos por la borda; al principio,
mujeres y niños y, más tarde, los hombres… 133 en total. (Sanz, 2013)
Pese a que después del juicio por este hecho se iniciase el movimiento antiesclavista en

Gran Bretaña, las multas resultaron en el arrojo de más esclavos durante varios años más,

hasta principios del siglo XIX, cuando la esclavitud fue abolida en este país.

En la actualidad se ha avanzado mucho en materia de derechos humanos.

Iniciativas gubernamentales promotoras de justicia social, han surgido desde distintos

grupos y sectores, favoreciendo a sectores discriminados en razón a sus condiciones

económicas, de raza, sexo o religión. Sin embargo, hoy en día seguimos acudiendo a la

muerte sistemática de muchas personas que no son cobijadas por leyes justas, que no tienen

acceso a sistemas de salud que cubran sus necesidades reales y de quienes mueren por el

3
hambre, la miseria y la enfermedad. Seguimos presenciando silentes la muerte de muchos

seres humanos por la guerra, la violencia, y otros que, aunque no mueren, permanecen

heridos para siempre por el abuso sexual, el consumo de estupefacientes y bebidas

alcohólicas, entre otros muchos problemas.

Teniendo en vista este preámbulo, surge la necesidad de hacer una investigación

teológica, desde una perspectiva histórica, sobre el mandamiento “No matarás”, incluido en

el código de la ley mosaica (Ex. 20). Bajo una perspectiva así es posible entender la

paradoja presente entre el don divino de la vida, la prescripción de respetar la vida propia y

de otras personas, y la persistencia palpable del homicidio en sus diversas manifestaciones

(guerra, violencia, aborto, eutanasia, etc.). Por ello, este artículo de reflexión propone

abordar los asuntos históricos y contextuales que establecen la validez del precepto “no

matarás”, incluida dentro del decálogo, en la actualidad de Colombia y el mundo. Para

sentar posición sobre este objetivo, propongo como hipótesis que el precepto “no matarás”,

aún con su reiterado incumplimiento y las excepciones establecidas por las leyes humanas,

debe ser una guía ética individual y colectiva que vale la pena su cumplimiento, en tanto

mandato divino que ha sido aceptado progresivamente dentro de las normas sociales. En

primer lugar, rastrearemos el precepto de “no matar” en el contexto legal del antiguo Medio

Oriente. Posterior a ello se analizará el contexto del libro del Éxodo para ubicar el decálogo

ético dentro de la cosmovisión del libro. Seguidamente se pondrá atención a la ley mosaica

y se realizará el análisis exegético del texto en cuestión, enfatizando en nuestro tema de

interés. Finalmente, vamos a ofrecer una conclusión que aborde cuáles son los retos de

aplicar a cabalidad el quinto mandamiento en el contexto nacional.

4
2. Etiología de la moralidad de la vida en el antiguo Medio Oriente

El quinto mandamiento, “no matarás”, es reconocido como parte integral del

decálogo dictado por Dios a Moisés en el Monte Sinaí. Dicho mandamiento ha guiado el

comportamiento individual y colectivo del pueblo de Israel durante siglos. No obstante, la

prohibición de acabar con la vida de las personas no surgió de manera aislada y original en

Israel. Las prescripciones y prohibiciones hacen parte de la moral de distintas culturas, las

cuales pueden existir como vecinas en un mismo periodo o pueden retomar normas morales

de culturas pasadas. Sin embargo, es inconcebible que una cultura no posea normas o

reglas de comportamiento. Ya desde la antropología y el derecho hay un reconocimiento de

esta afirmación. El etnólogo francés Claude Levi-Strauss diría que la cultura aparece allí

donde hay “la presencia o la ausencia de la regla en los comportamientos sustraídos a las

determinaciones instintivas. En todas partes donde se presente la regla sabemos con certeza

que estamos en el estadío de la cultura” (Levi-Strauss, 1969, p. 41).

Para ilustrar este punto está el caso de la oblación realizada con sangre humana. En

algunas culturas, los sacrificios humanos se realizaban como ofrendas a sus dioses. Según

el autor Luis Maldonado (1974),

la oblación equivale a afirmar la trascendencia de lo sagrado, retirando algo del


dominio humano y pasándolo al dominio sagrado. Para mostrar que la
condición humana no se basta a si misma (no es señora, sino deudora). La
ofrenda de primicias es considerada como algo debido, como deuda. La mejor
forma de expresar todo es la destrucción: hacer que desaparezca la ofrenda;
haciendo imposible su utilización para cualquier fin. La muerte realiza tal
significado a la perfección. Es el sacrificio (p. 56-57).
Es por ello que podemos entender que muchas culturas a lo largo de la historia hayan

adoptado la práctica de sacrificios humanos como una manifestación de lo sagrado o como

un acto voluntario de acercamiento a la divinidad. Así se aseguraba la protección del dios

5
que se tenía por causante de catástrofes, desastres naturales y guerras. Guerrero (1983) lo

explica al estudiar algunas culturas antiguas que, según lo evidencia uno de sus hallazgos

arqueológicos, incluían entre sus prácticas los sacrificios humanos:

(…) Consiste en cuatro esqueletos de personas ocupadas todas ellas en la


ejecución, […] de un sacrificio humano. Uno de los esqueletos pertenecía a una
mujer de poco más de 20 años, otro a un hombre próximo a 40 y un tercero de
edad imprecisable debido a su pésimo estado de conservación. El cuarto era un
adolescente que se encontraba echado sobre uno de sus costados, con las
piernas aparentemente atadas encima de un ara. Sobre su regazo se conservaba
aún el lujoso cuchillo de bronce con el que se estaba ejecutando el sacrificio.
(p. 32)

Guerrero no solamente analiza el hallazgo arqueológico en sí mismo sino que lo interpreta.

Para él, no se trataba de un simple sacrificio sino que es una reacción ante un fenómeno

natural (un terremoto) que, como muchos, no tenía una explicación razonable. Dicho

fenómeno, tras ser atribuido a alguna fuerza sobrenatural, exigía una restauración del

equilibrio por medio de esta oblación:

Los sucesos habrían ocurrido de la siguiente manera: una primera sacudida


sísmica debió aterrorizar a la población, para aplacar la cólera de la divinidad
tres oferentes y la víctima humana propiciatoria, habrían acudido al templo para
ejecutar el sacrificio, ocupados en esta tarea, una nueva sacudida sísmica, más
fuerte que la anterior, derrumbó el edificio sepultando a cuantos allí se
encontraban. El cataclismo debió de ocurrir hacia 1700 a. C., pues toda la
cerámica hallada pertenece al estilo de Kamarés, característica de esta época.
Con toda probabilidad el sacrificio humano estuvo motivado en esta ocasión
por el angustioso momento que se vivía y seguramente el joven sacrificado era
hijo del propio oferente o cuanto menos de algún personaje relevante.
(Guerrero, 1983. p. 32)
Aquí podemos evidenciar cómo en las culturas antiguas el sacrificio humano estaba, por

decirlo de alguna manera, a la orden del día. Israel, por su parte se encontraba rodeado por

pueblos considerados paganos y ello debió haber influido en sus costumbres. Estos grupos

6
nómadas que más adelante se asentarían en Canaán, asumieron costumbres, relatos y

prácticas religiosas de pueblos como los sumerios y de otros pueblos mesopotámicos1.

Hasta aquí podemos ver que estos pueblos del antiguo Medio Oriente tenían entre

su idiosincrasia los sacrificios humanos para sus deidades como una práctica común. Todo

ello nos lleva a preguntarnos si en estos pueblos existía alguna ley que prohibiera el

asesinato. Si quisiéramos rastrear un antecedente que pusiera la vida en un lugar

privilegiado protegiéndola dentro de la ley tendríamos como un primer elemento el Código

de Hammurabi, texto jurídico de Mesopotamia datado del año 1728 a.C., En dicho código

se penalizaba el homicidio y también establecían la pena capital como castigo por la

comisión de algunos delitos:

De la lectura de estos códigos, se deducen tres categorías principales de


culpabilidad. La primera corresponde a los actos donde su grado es leve.
(…) La segunda categoría está en relación con los actos que conllevaban un
alto nivel de culpabilidad, tales como el incesto, la blasfemia, la violación
del anatema, el bestialismo y la homosexualidad. (…) Una tercera categoría
tenía que ver con actos tales como el homicidio, la violación, la injuria y el
robo. (Rivas, 2014, p. 59-63)

Esta catalogación de los delitos nos permite comprender mejor la forma en que los antiguos

administraban el derecho. El castigo o la pena era un remedio a la ira de los dioses y

también una forma de ejercer control y dominio en la sociedad. La sanción de los delitos

era impartida de manera proporcional a la gravedad del delito. La proporción del castigo se

fundamentaba sobre la llamada “ley del talión”, estableciéndose como derrotero y base para

la administración de la justicia2. Dentro de la lógica proporcional de aplicación de justicia,

derramar la sangre de otra persona estaba penalizado en la ley:

1
Por ejemplo la epopeya de Gilgamesh en la que aparece una figura similar a Noé.
2
En los códigos mesopotámicos, castigar al ofensor era un medio de compensación, pero existían límites a la
pena que implicaban que la pena por el delito no podía ser superior al propio delito. Si bien no se ha

7
Estos delitos daban lugar a un doble derecho para la víctima o para su familia:
la venganza hacia el delincuente o su familia, o la aceptación del pago de la
indemnización en su lugar. La iniciativa era, por lo tanto, de la víctima; el papel
de quienes ejercían justicia era la fijación de un límite en el nivel de la
venganza o de la indemnización, en conformidad con la gravedad del caso.
(Rivas, 2014, p. 62)
Los delitos en su mayoría son tratados de forma casuística en los códigos mesopotámicos

conocidos (el Código de Ur-Nammu, de origen sumerio, procedente del siglo XXI a. C.; el

Código de Lipit-Ishtar, también sumerio del siglo XIX; los acádicos Código de Eshnunna y

Código de Hammurabi, del siglo XVIII; las Leyes Asirias también acádicas del siglo XII; y

las Leyes Hititas, del siglo XIII). Si se comparan unos y otros se encuentran similitudes

bastante claras. Ello permite pensar que esta metodología fue adoptada por las demás

culturas de la región, con las respectivas adaptaciones desde sus propias experiencias

sociales:

Hay quienes piensan que esta labor dio lugar a la formación de una suerte de
“canon” de problemas legales que estaría en la base de los códigos que se
conocen, dado que este habría circulado entre los pueblos y culturas
mesopotámicas. La comparación entre dichos códigos permite observar
semejanzas importantes; sin embargo, debe reconocerse que también contienen
elementos particulares, fruto de la experiencia de aquellos que los elaboraron.
(Rivas, 2014, p. 59)
De ese modo, se puede comprender cómo en los códigos mesopotámicos conocidos existen

algunas leyes que nos hablan de la prohibición de acabar con la vida de alguien o derramar

su sangre, y que en caso de darse este comportamiento castigaban con penas igualmente

graves a los victimarios. De todo lo anterior podemos decir que las tribus, que más adelante

serían el pueblo de Israel, no permanecieron ajenas a esta experiencia sino que tomaron esta

forma de legislar y la adaptaron a sus propias experiencias y exigencias culturales.

encontrado evidencia de que estas penas fueran aplicadas, lo que sí es claro es que están registradas en los
textos legislativos (Rivas, 2014, p. 63-65).

8
3. Génesis del código ético del Antiguo Israel

Como sabemos, el pueblo de Israel no existía como nación en los tiempos de

Abraham, tal como está plasmado en las narraciones de algunos profetas o el libro de los

Reyes. Podría decirse que carecía totalmente de una identidad social e incluso cultural. La

organización tribal o de clanes se dio pero tardíamente (ss. XII – XIII a.C.) (Bright, 2009,

165-170). Se reconocen por los historiadores algunas tribus nómadas y semi-nómadas en

los territorios de Caldea y Canaán dentro de lo que era la civilización sumero-babilónica; y

en las que se encontraba precisamente la tribu de Abraham situada en los alrededores de

Caldea. (Vegas Montaner, 2004). De allí deducimos que el pueblo de Israel no se

constituye a partir de un solo clan sino de la unión de varios de ellos que se encontraban

errantes por el desierto “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí

como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa."

(Dt. 26, 5)

Mapa 1. Principales ciudades y pueblos en los tiempos del profeta Abraham (c. 1350 a.C.)

9
Fuente: Sociedad Bíblica Chilena (2013)

Asimismo, se puede reconocer que el origen de la ley y los escritos no es una fuente

unívoca sino que provienen de diversos contextos, de épocas diversas a lo largo de diez

siglos, de donde se entiende que encontremos diversidad de escritos en la Biblia (espiritual,

poético, pedagógico, histórico, narrativo) (Sicre, 2000, pág. 51)3. En particular, el

Pentateuco no pudo ser escrito en su forma final, es decir como lo conocemos, sino hasta el

siglo VI a.C. (Blanco, 2004. p. 6), aunque sí sabemos que narra hechos acaecidos desde el

segundo milenio antes de Cristo, tiempo en el que llegaron al territorio de Canaán varios

pueblos, entre ellos los arameos liderados por el patriarca Abrahán. Dentro del cuerpo

3
Dentro de las principales influencias de creencias espirituales se encuentran los diversos pueblos de
Mesopotamia, entre ellos los sumerios. “Las creencias religiosas de los sumerios están entre las más antiguas
de la Mesopotamia y fueron adoptadas por otros pueblos […]” (Ramos, 2001 p. 60).

10
legislativo que se encuentra en el Pentateuco se pueden identificar, a partir de un rastreo

histórico, diferentes códigos, como lo describe Luis Vegas Montaner (2004, p. 119) en su

cronología:

- Código de la Alianza (Ex 20,22 - 23,19): siglos IX y VIII (con tradiciones que se

remontan a Moisés)

- Código cultual o Decálogo ritual (Ex 34,10-26): siglo IX

- Código Deuteronómico (Dt 12-26): segunda mitad del siglo VII

- Decálogo (Ex 20,2-17; Dt 5,6-21): dos redacciones (siglos VIII-VII) con ligeras

variantes, insertadas en las narraciones del Sinaí hacia el final del siglo V

- Código de Santidad (Lv 17-26): en tiempos del Exilio, siglo VI

- Código Sacerdotal, cuyos elementos legales se hallan dispersos por todo el

Pentateuco: siglo V (incluye algunas leyes antiquísimas, anteriores a Moisés).

Pero al nombrar aquí los diversos decálogos no queremos detenernos en cada uno de

ellos sino que nuestro interés se enfocará en el decálogo de Moisés. Podemos afirmar que la

ley mosaica ha bebido de las fuentes mesopotámicas de las que hemos venido hablando. El

término decálogo proviene del griego deka logoi “diez palabras”, y se refiere a los diez

mandamientos de las tablas de la alianza del Sinaí. La relación de diez mandamientos tiene

que ver con el uso de palabras que dieran la idea central de la ley que se quería tener clara y

memorizar, relacionándolas con los dedos de la mano se buscaba la facilidad para la

anamnesis de los mitos, leyendas, cuentos populares y, en nuestro caso las leyes; preceptos

muy específicos y cortos (Sicre, 2000, pág. 115).

11
Con el tiempo las leyes pasaron a originarse en los santuarios (Betel, Silo, etc.) en

dónde se trasmitían de manera oral e impresa en papiros hacia los siglos IX y VIII a.C. pero

el origen de los textos legislativos tiene que ver en primer lugar con las fuentes de otras

culturas mesopotámicas, así como con los textos narrativos que se habían elaborado en base

a diversos modelos de listas que existían en las culturas de Oriente4. Estos dos modos de

acercamiento a la historiografía de Israel nos permiten concluir que, por un lado, la historia

se contaba desde la narrativa de los grandes héroes tribales o ancestros, mientras que por

otro lado prevaleció, gracias a la influencia deuteronomista, una historia que se centró en la

ley como fuente de la alianza y de la identidad nacional.

La obra legislativa, al igual que el resto de los libros del Pentateuco, no proviene de

una única ley sino que ha sufrido varias modificaciones o ediciones. Es así que los

investigadores pueden reconocer varias manos que a lo largo de la historia intervinieron los

textos. Por un lado, se llevó a cabo una reforma por el rey Josías (621 a. C) llamada la

reforma deuteronómica (Cazelles, 1984, p.184) y de la cual se cree, salió el actual decálogo

(Ex 20 y Dt 5); de éste se destaca el cambio de panorama que predominó, desde una visión

muy cultual a otra social. De manera que “el Decálogo, en sus dos versiones de Ex 20,2-17

(elohista, con adiciones deuteronomistas) y Dt 5,6-21 (deuteronomista), tiene relación

estrecha con los “decálogos rituales” de Ex 34,14-26 (yahvista) y 20,23-26 + 23,10-19

(Bundesbuch, “libro de la Alianza”).” (Vegas, 2004, p.130)

Según Trebolle (2009, p. 253-260), el código de la alianza de Éxodo 20 representa

el código legal más antiguo del pueblo de Israel. Pero estas colecciones legislativas no eran

fuentes del derecho sino que se usaban como material de estudios para las escuelas de

4
Se destaca el modelo asirio de listas de reyes basadas esta a su vez en dos fuentes de legitimidad a las que
no fue ajeno el pueblo de la alianza, de un lado la línea sucesoria y de otro la electiva (Trebolle, 2009. p. 253)

12
escribas de la época de Ezequías y Josías. Se establece como parte del canon al igual que

los demás textos, de manera formal a partir del año 70 d.C., con la destrucción del templo

pero ya existían algunas normas implícitas para la canonicidad de los textos, copiando de

alguna forma el modelo egipcio y mesopotámico. Empero, los códigos del Éxodo no

pueden entenderse sino dentro del contexto del libro. Es por ello que pasaremos ahora a un

análisis un poco más detallado del libro del Éxodo y propiamente del código ético que nos

ocupa.

4. El libro del Éxodo, contexto vital del decálogo

A lo largo de la historia de la investigación sobre el libro del Éxodo se han lanzado

varias teorías sobre su estructura, nosotros consideramos importante hacer un acercamiento

a este aspecto para tener una mejor comprensión del contexto vital y así ofrecer una mejor

perspectiva desde el punto de vista exegético. Sobre la estructura del libro del Éxodo

presentamos la propuesta de Huesman expuesta por Gómez-Acebo (2006, 220-222) en la

que se divide el libro en seis secciones:

I. 1.1-12.36 Israel en Egipto

II. 12.37-18.27 El éxodo y la marcha por el desierto

III. 19.1-24.18 La alianza

IV. 25.1-31.35 El tabernáculo

V. 32.1-34.35 Apostasía y renovación de la alianza

VI. 35.1-40.38 Cumplimiento del mandato divino. (p. 220)

13
Este autor también nos señala otra forma de división en la que se toman las tres

primeras secciones y las dos últimas, dejando la sección IV por separado. Esta división nos

parece insuficiente, puesto que si bien recoge el contenido del libro, deja un sinsabor el

hecho de que no exista un centro, como nosotros consideramos, alrededor del cual gira la

identidad nacional de Israel.

La parte que ocupa este estudio se encuentra concentrada en la sección III que

corresponde a la alianza, sin embargo hemos optado por analizar este libro a partir de una

estructura quiástica con la que esperamos identificar los aspectos narrativos que nos

permiten hacer esta división, el libro no aporta elementos lingüísticos que permitan

dividirlo de esta forma:

A Esclavitud de Israel (1,1-6,30)

B El faraón se opone a la liberación (7,1-11,10)

C La realización de la liberación (12,1-18,27)

X La alianza del Sinaí (19,1-24,11)

C’ Promesa de la presencia constante de Dios (24,12-31,18)

B’ Infidelidad de Israel y el perdón de Dios (32,1-34,35)

A’ Israel libre, sirve al Señor (35,1-40,38)

En primer lugar, encontramos que el libro pasa de la esclavitud a ser sometido con

vehemencia por el Faraón que se opone a su libertad. Sin embargo, después de muchas

situaciones adversas y de la preparación de la pascua, el pueblo ve su libertad. En el centro

de esta propuesta se encuentra la alianza del Sinaí, que es para nosotros el lugar desde el

cual se construye la identidad del pueblo, ya no en el territorio de Egipto. El nuevo


14
escenario es el desierto. Allí está la presencia de Dios sin limitaciones: es una tierra de

libertad y de esperanza. Con el pasar del tiempo el desierto se va haciendo agreste y la

permanencia lleva al pueblo a la añoranza del pasado próspero en la esclavitud.

Al recibir la alianza junto con el código ético y las leyes casuísticas el pueblo recibe

también el aliciente de la presencia permanente y protectora de Dios, pero al parecer esto

no es suficiente. El pueblo, al sentirse abandonado a su suerte en medio de la desolación de

un desierto implacable, decide volver a la esclavitud, ya no de un Egipto que ahora está

muy lejos sino de un ídolo nacido del propio esfuerzo humano, de la autosuficiencia. Como

respuesta a esto, el pueblo es limpiado, purificado mediante la muerte de los que pecaron.

El libro ofrece una cifra increíble: “tres mil hombres del pueblo” (Ex. 32, 28)

Con el perdón del pueblo viene un momento de calma, el pueblo retorna al camino y

la alianza es renovada, ahora más visible, en medio del pueblo. Se erige el santuario y así el

pueblo se cohesiona alrededor de este lugar sagrado, el lugar de la presencia de Dios. El

libro culmina con el descenso de la presencia de Dios. La tienda se convierte en el centro y

el pueblo se unifica en torno a la ley y el culto.

5. El no matar en la ley mosaica: decálogo ético

Es para nosotros muy importante establecer una estructura del decálogo ético de

Éxodo 20, 2-17 y para ello hemos dividido el texto en dos partes. Como sostiene Gómez-

Acebo (2006, p. 220-222) la idea de diferenciar las dos tablas de la ley y poner las palabras

referidas a Dios en una de ellas y las referidas al prójimo en otra es una característica

propiamente occidental. Ahora bien, nosotros optamos por dividir el texto en dos partes: en

primer lugar, la introducción en el verso 2 hasta el 11, y por otro lado la parte referida a las

relaciones con los coterráneos.


15
2
Introducción: Yo soy Yahvé tu Dios que te he sacado del País de Egipto, del

lugar de la esclavitud.
3
No tendrás otros dioses fuera de mí
4-6
No te harás escultura ni imagen alguna… no te postrarás ante ellas…
7
No pronunciarás el nombre de Yahvé tu Dios, en falso
8-11
Recuerda el día sábado para santificarlo…

Observamos que el texto inicia con una introducción en la que Yahvé hace un hincapié en

su autoridad como Señor. El decálogo ético del que hablamos fusiona la fe de Israel y su

experiencia comunitaria con las normas aprendidas y copiadas de las culturas que rodeaban

al pueblo y con quienes tuvo contacto durante su periodo nómada y sedentario. Para Vegas

(2004, p. 126), el primer versículo es el más importante porque muestra la realidad divina a

la cual se aferra Israel, y se intenta presentar como incomparable con otros dioses paganos.

El Dios de Israel es un ser con propiedad en relación a una historia y un pueblo y reconoce

la capacidad del pueblo para hacer una elección moral. El “yo Soy” demuestra la

inmanencia de este Ser que se afirma en una realidad concreta, junto a “que te saque de la

tierra de Egipto” demuestra la trascendencia en la historia y generaciones de Israel. De este

precepto, se moldean los otros cuatro preceptos del decálogo y forman un primer cuerpo en

relación a la creencia del “yo Soy” y obro (Sicre, 2000)5.

El segundo mandamiento indica el monoteísmo de Israel; la negación sobre el culto

a otros dioses, en concordancia con el Talmud, el Midrás y Targum. El segundo

5Sicre, al igual que Montaner, expresa la notoria importancia de la realidad divina a la cual se aferra Israel.
Es por Yahvé que obra liberando de la opresión, que hay todo una serie de cuerpos legales en respuesta a
quien amo primero.

16
mandamiento declara el espacio al cual se abstrae Dios, fuera de lo vano y lo falso y por

tanto su nombre debe ser respetado y usado únicamente con propósito de exaltarlo. El

tercer mandamiento recuerda al pueblo de Israel que hay un día para el Señor; tanto para

honrarlo como para santificarse. Una doble vía que demuestra la relación personal del Dios

vivo y cercano que los saco de Egipto y los condujo a la tierra prometida. Es un alto en el

tiempo que transmite la idea de una estabilidad nacional: cuando se establece la ley de

manera positiva, el pueblo ya está asentado y puede detener su actividad un día en la

semana.

La segunda parte la hemos tomado a partir de los versos 12 al 17, tomando como

base la idea de que estos preceptos tratan propiamente de las relaciones humanas. Resulta

interesante que el precepto anterior contenido en los versos del 8 al 11 tenga una parte

explicativa tan amplia. Ello nos permite posicionar allí una transición en el modo de

presentar las leyes desde aquí.


12
Honra a tu padre y a tu madre…
13No matarás
14
No cometerás adulterio
15
No robarás
16
No darás testimonio falso contra tu prójimo…
17
No codiciarás la casa de tu prójimo…

El cuarto mandamiento sirve de transición entre el primer cuerpo del decálogo, que

establece la conducta moral en la relación entre Dios y su pueblo, y el segundo cuerpo del

decálogo, que gira en torno a la práctica de esa fe en la comunidad con la vivencia de unas

normas positivas. El inicio de la segunda parte se encuentra en la familia. El respeto a los


17
más cercanos viene a ser entonces el punto de arranque de la ley en perspectiva humana

(Trejo Maturana, s.f.). A partir de este los siguientes preceptos son cortos: se limitan a

establecer la prohibición sin ofrecer una explicación o ampliación con excepción del último

caso en el que establece una lista detallada de lo que debía respetarse como propiedad,

incluyendo en la lista la esposa y los esclavos como una propiedad más.

Retomando el mandamiento que nos ocupa, debemos decir que si bien la muerte

está prohibida en el decálogo ético de Éxodo 20, en la sección casuística (Ex. 21, 12 – 22,

16) se incluyen varias leyes que establecen, a ejemplo de las culturas mesopotámicas y

egipcia, una serie de situaciones en las que la muerte era permitida. Así mismo, en la parte

narrativa, encontramos varios ejemplos en los que la muerte tenía una cierta aprobación

incluso divina:

Les dijo Moisés: “¿Pero habéis dejado con vida a todas las mujeres?
Precisamente ellas fueron las que indujeron a prevaricar contra Yahveh a los
israelitas, siguiendo el consejo de Balaam, cuando lo de Peor; por eso azotó la
plaga a la comunidad de Yahveh. Matad, pues, a todos los niños varones. Y a
toda mujer que haya conocido varón, que haya dormido con varón, matadla
también. Pero dejad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan
dormido con varón” (Números 31, 14-18).
Moisés amonesta a los hombres por dejar con vida a las mujeres y les manda acabar con sus

vidas al igual que con la vida de los niños. Y establece una norma de purificación para

aquellos que hayan matado a alguien, que garantizará su permanencia en la comunidad

guardando las leyes de la pureza, la vida entonces no es respetada como sagrada sino que es

tenida por botín: “Y vosotros, todos los que hayáis matado a alguno y todos los que hayáis

tocado a algún muerto, acampad fuera del campamento siete días” (Núm. 31, 19).

Los motivos religiosos son también causa de muerte para los habitantes de las

ciudades israelitas. La idolatría o injuriar el nombre de Dios son delitos castigados con la

muerte. Si bien se exigen testigos para aplicar el castigo, el solo hecho de dictar tal

18
sentencia parece ir en contra de la prohibición establecida en el decálogo. Según Rivas

(2014. p. 64), la venganza, que también está tipificada y limitada por la ley en Ex. 21, 14,

no se aplica de manera rotunda ni plena simplemente por el homicidio en sí, sino que exige

la plena conciencia y la voluntad de matar al otro. En Números 35, 16-21 se establecen los

casos en los cuales se puede entender que el crimen de homicidio ha sido cometido con

alevosía. Si bien el homicida puede refugiarse en lugares sagrados o ciudades de refugio

(Núm. 35, 9-15) si ha matado involuntariamente a alguien, también se establece que cuando

el vengador lo encuentre en seguida lo matará.

De otro lado, los pecados relacionados con la carne también están castigados con la

pena capital —el incesto (Lev. 20, 11-21); zoofilia, (Lev. 18, 23); actos homosexuales

(Lev. 20, 13) —. Solamente en el Deuteronomio se reconoce el castigo a los culpables de

violación, poniendo la atención en el honor del padre y no en la herida causada a la mujer

que ha sido violada (Dt. 22, 23 - 27). Así también se castiga con la muerte al hombre que se

acuesta con una mujer casada. Los tipos de muerte son muy diversos, aunque solamente se

puede hablar de dos en estos casos: el apedreamiento y la incineración. En otros casos no se

especifica la pena concreta, lo que haría pensar en cualquier castigo posible, pero

podríamos quedarnos en la idea de que el castigo se limitaba a los ya mencionados.

En síntesis, a pesar de que en la Biblia se hace expedito el precepto de no derramar

sangre humana bajo ninguna circunstancia, dentro del mismo texto se puede observar que

existen ambigüedades, aclaraciones y excepciones en la aplicación del respeto a la vida.

Mientras en el Éxodo existe un trato hacia algunas personas como si fueran un objeto

(esclavos, esposas, prisioneros de guerra, asesinos), el Deuteronomio establece y casi que

rescata unos derechos para esas mismas personas. Este último libro propone una moralidad

particular sobre las reglas y las sanciones, que en algunos casos es interpretada de manera
19
distinta en algunos pasajes dentro del mismo libro, según un propósito que no es nada fácil

de aclarar. (Tsai, 2014, 146-150).

Cuadro 1. Comparación de las dos formulaciones del decálogo (Éxodo 20, 2-17 y
Deuteronomio Dt 5,6-21)

Texto Éxodo 20 Texto Deuteronomio 5


2 6
Yo soy Yahvé tu Dios que te he sacado del País de Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de
Egipto, del lugar de la esclavitud. Egipto, de un lugar de esclavitud.
3 7
No tendrás otros dioses fuera de mí No tendrás otros dioses delante de mí.
4 8
No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de
lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o
debajo de la tierra, en las aguas. 5 No te postrarás debajo de la tierra, en las aguas. 9No te postrarás
ante ellas, ni les rendirás culto; porque yo soy el ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy el
Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la
maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y
cuarta generación, si ellos me aborrecen; 6y tengo cuarta generación, si ellos me aborrecen; 10y tengo
misericordia a lo largo de mil generaciones, si me misericordia a lo largo de mil generaciones, si me
aman y cumplen mis mandamientos. aman y cumplen mis mandamientos.
7 11
No pronunciarás el nombre de Yahvé tu Dios, en No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu
falso, porque él no dejará sin castigo al que lo Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo
pronuncie en vano pronuncie en vano.
8
Recuerda el día sábado para santificarlo. 9Durante 12
Observa el día sábado para santificarlo, como el
seis días trabajarás y harás todas tus tareas; 10pero el Señor, tu Dios, te lo ha ordenado. 13Durante seis
séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu días trabajarás y realizarás todas tus tareas, 14pero el
Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu séptimo día es día de descanso en honor del Señor,
hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus tu Dios. En él no harán ningún trabajo ni tú, ni tu
animales, ni el extranjero que reside en tus hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu
ciudades. 11 Porque en seis días el Señor hizo el buey, ni tu asno, ni ningún otro de tus animales, ni
cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, tampoco el extranjero que reside en tus ciudades.
pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor Así podrán descansar tu esclavo y tu esclava, como
bendijo el día sábado y lo declaró santo. lo haces tú. 15Recuerda que fuiste esclavo en
Egipto, y que el Señor te hizo salir de allí con el
poder de su mano y la fuerza de su brazo. Por eso el
Señor, tu Dios, te manda celebrar el día sábado.
12 16
Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu
una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga
da. vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tu Dios, te
da.
13 17
No matarás No matarás.
14 18
No cometerás adulterio No cometerás adulterio.
15 19
No robarás No robarás.
16 20
No darás testimonio falso contra tu prójimo No darás falso testimonio contra tu prójimo.
17 21
No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás
la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, su casa, su campo, su esclavo, su esclava, su buey,
ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.
pertenezca.

20
La discusión sobre la aceptación o no sobre el homicidio fue luego retomada por

varias figuras de la teología cristiana, como San Agustín o Santo Tomás de Aquino. Uno de

los fragmentos más interesantes sobre el tema lo desarrolla precisamente Santo Tomás. En

su texto Suma Teológica, escrito en el siglo XIII, plantea varias preguntas espinosas sobre

la licitud de matar a otras personas. Para responder estas preguntas, plantea argumentos a

favor y argumentos en contra (un formato de argumentación llamado disputatio) sobre la

aplicación concreta del precepto “no matarás”. Santo Tomás de Aquino plantea algunos

casos concretos en los que se debe preservar la vida y ofrece razones para ello (impedir el

suicidio, salvar la vida de un inocente), así como plantea excepciones (la licitud de matar a

otro ser vivo, o a un hombre pecador). Sin embargo, dentro de los argumentos que ofrece

para justificar dichas excepciones, el teólogo menciona que en ciertos casos se debe

salvaguardar el bien común. Para ello existe una autoridad pública “a quien pertenece

decidir qué se debe quitar a las partes para la salvación del todo” (Suma de Teología, IIa –

IIae, C. 64, a 3). En ese sentido, el valor de la preservación de la vida puede ser esgrimido

incluso como argumento para justificar la muerte de un pecador o de alguien que atente

contra la integridad de otra persona o de su comunidad.

Como se puede apreciar, en los textos bíblicos y en las discusiones teológicas se

plantea las limitaciones de la aplicación del precepto de la ley mosaica. Lamentablemente,

dichas limitaciones han dejado espacio para el perfeccionamiento del derramamiento de la

sangre del hombre a manos de otros hombres, mediante autoridad pública o según los

deseos particulares de venganza: el fusilamiento, el empalamiento, la decapitación con

hacha, espada o guillotina, el ahorcamiento, la electrocución, el desmembramiento, la

crucifixión, la sofocación, el arrastramiento, las fieras, la inmersión en ácido u otras

21
sustancias (Cfr. Sueiro, 1974). Todas estas conductas son perpetuadoras de la muerte y

dejan lesiones sociales que no se pueden cuantificar ni medir en el tiempo.

6. No matarás y la realidad actual de la vida, la muerte y la ley

En Colombia las cifras proporcionadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal para el

año 2016 ponen en evidencia la gravedad del delito de homicidio que, pese a que los casos

están disminuyendo sigue siendo una cifra escandalosa (11.532), constituyéndose en 23.6

casos por cada 100.000 habitantes. Si bien esto es poco cuando se ve la relación

proporcional entre la cantidad de víctimas y la población, esto no debería suceder, sobre

todo en un país en el que en su constitución se consagra el derecho a la vida como

fundamental.

Otro aspecto que merece atención es la muerte de ciudadanos a causa de un proceso

de posconflicto fallido. En Colombia, como en otros países del mundo, han resultado

esperanzadores los pactos sociales por medio de los cuales se ha intentado devolver su

verdadero valor a la vida y el sentido social que implica el respeto de la misma. Sin

embargo, las cifrase de asesinatos se han disparado. El Fiscal General de la nación Néstor

Humberto Martínez da cuenta de esta situación cuando, en una rueda de prensa el día 19 de

Abril del año en curso afirmó que:

Por primera vez en más de un lustro, las cifras del homicidio en Colombia
volvieron a crecer: entre enero y lo que va corrido de abril, el total de muertes
violentas en el país llega a 3.491 casos. Son 235 asesinatos más que en el
mismo lapso del 2017, un aumento real del 7,2 %. (Justicia, EL TIEMPO,
19/04/2018)
Este informe del ente acusador resulta muy grave para nuestro país puesto que se esperaba

que con los acuerdos de paz el flagelo de la muerte empezará a decrecer en nuestro país,

22
pero resulta que según el mismo Martínez “hay 306 municipios, todos en 12 regiones

donde hay narcocultivos (sic), en los que ese delito se ha engrosado en lo que va del año

hasta en un 200 por ciento.” (Justicia, EL TIEMPO, 19/04/2018). Este aumento no es una

cuestión casual, por el contrario resulta como consecuencia de las disputas territoriales, y

podríamos decir que también es la decisión de quienes no quieren dejar atrás lo que han

visto siempre como su horizonte de vida: la guerra y la muerte.

Por otro lado se han venido forjando leyes injustas que reducen la vida a su margen

de utilidad. La eutanasia, por ejemplo, se dice para acortar el sufrimiento de quienes

padecen enfermedades de distintos tipos. El aborto, por su parte, se presume para evitar la

sobrepoblación, el trauma por la violación o el proteger a las madres que están en situación

de riesgo. Por supuesto, todas estas leyes son camufladas tras la cortina del humanismo,

pero lo que causa es que las personas se valoran en función de lo que aportan, de si son o

no útiles y del gasto que ellas generan para el resto de la sociedad.

En un país de mayoría cristiana católica, donde se espera un comportamiento ético

acorde a su credo por parte de sus ciudadanos, sería lógico pensar que tradición religiosa

del país permea a sus habitantes y, por tanto, su actuar moral. Pero debido a la situación de

irrespeto a la vida mencionada anteriormente, surge la necesidad de reflexionar en torno al

imperativo moral del “no matarás”, este mandamiento que hace parte de la alianza del

pueblo de Israel. Dicho mandamiento sigue vigente hoy, más aún porque la muerte pulula

en las calles de nuestros barrios y campos. En este momento álgido del posconflicto en

nuestra patria se hace urgente restaurar el tejido social y por lo mismo reconocer la fuerza

del espíritu de la ley, precisamente con ocasión de este momento tan delicado del acontecer

nacional en el que estamos presenciando la muerte de líderes sociales y de ciudadanos en

todo Colombia.
23
7. La vida como reto: su defensa es la meta

Aunque encontramos que el «decálogo ético» al cual nos inscribimos como

cristianos no es resultado de la originalidad del pueblo de Israel, se hace original dentro de

la fe que profesa éste pueblo. La formación del decálogo se da en medio de un contexto y

una experiencia vital del pueblo. Por ello, desde nuestra experiencia vital debemos también

contextualizar este decálogo y darle el sentido que necesita la sociedad hoy. No podemos

quedarnos en un vacío “no matarás” que no tenga resonancia en los corazones de los

hombres y mujeres de hoy. Nuestra reflexión de este precepto debe llevarnos a valorar la

vida en todas sus dimensiones y a encarnar ese respeto por la vida en el cercano, en el

prójimo aunque este sea diverso y distinto. La conservación de la vida ha sido el grito del

primer hombre, apartado de la bestia que tiene la necesidad instintiva de tener que matar

para sobrevivir. Nosotros nos ubicamos por encima del impulso y del instinto: no se trata

de la ley del más fuerte sino que debemos luchar porque se establezca en medio de la

sociedad la ley del más noble. No podemos seguir propagando y persistiendo en la ley del

talión que tanto odio ha traído a nuestra sociedad, concretamente en Colombia hemos sido

víctimas de la injusticia social y de la venganza, que ha degenerado en más violencia.

Cabe aclarar que esto no significa reconocer de manera ingenua que la vida es un

don y un derecho absoluto. Como mencionamos al principio de este artículo, aparece ante

nosotros una paradoja latente entre la vida que el Creador nos ha dado y el libre albedrío de

seguir Su mandato o no. Además, como hemos descrito a lo largo del texto, los seres

humanos, como criaturas con libertad de pensamiento y decisión, hemos creado a lo largo

de la historia diversas maneras de evaluar la vida de acuerdo con normas de


24
comportamiento individuales y colectivas. Aún así, el derecho a la vida “se respeta siempre

y cuando él [el individuo] respete los correlativos de sus semejantes y de su colectividad”

(Cyfuentespantoja, 2008, p. 384).

En ese sentido, la facultad de la vida es relativa si existe un peligro manifiesto que

atente contra la realización de dicha facultad. Por ejemplo, el fraile español del siglo XVI

Francisco de Vitoria mencionaba, de acuerdo con las interpretaciones del Antiguo y del

Nuevo Testamento, que había al menos dos posibles excepciones al derecho a la vida: la

defensa propia ante un ataque, y la supresión de una amenaza que pusiera en peligro el bien

común de la república (De Vitoria, 2010). Por otro lado, aunque exista el libre albedrío a

disposición de los seres humanos, está siempre la invitación del hombre a someterse a la ley

de Dios para obtener la gracia, y con ello la salvación: “el hombre […] está en la

incumbencia de enaltecer y someterse a la autoridad y a sus leyes […]; hecho que de por sí

la coarta [la libertad] incuestionablemente” (Cyfuentespantoja, 2008, 385). De ese modo, el

libre albedrío, aunque un hecho incontestable de la naturaleza humana brindada por Dios,

también deja espacio para que libremente tendamos a reconocer la ley divina inscrita en la

existencia y preservación de la vida, su principal fundamento y manifestación.

Todo ello nos lleva a reflexionar sobre la importancia de que nuestra sociedad actual

reconozca el conservar la vida ajena tanto como la propia. Además, segar la vida a una

persona, por más pecadora que sea o más amenazadora que sea para la vida de un individuo

o de la sociedad, priva a esta persona del principio que Dios mismo le provee: la

misericordia. Dios ofrece la oportunidad del cambio incluso al más débil y pecador.

Siempre está la puerta para que, a través del libre albedrío, podamos encontrar el recto

camino que nos lleve a la gracia divina. Es por ello que hoy más que nunca es pertinente el

reconocimiento del origen y de la vigencia del precepto “no matarás”, con el fin de darle
25
sentido pleno a la misma y que no se quede en el papel, sino que trascienda las barreras de

la cultura. Una sociedad que no cuida la vida está destinada a su autodestrucción. No

podemos seguir atónitos y silentes ante la realidad de la muerte de nuestros hermanos, sean

estos hombres, mujeres o niños. No podemos seguir callando, porque al decir de Juan

Noemí (2007), debe haber una sola teología que abarque la vida en el más acá y la muerte y

el más allá. Por eso no es posible que nuestra teología hable sobre la vida y se calle ante la

realidad asfixiante de la muerte.

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