Vasquez Carlos La Ratio Esus Inicios Desarrollo y Proyeccio
Vasquez Carlos La Ratio Esus Inicios Desarrollo y Proyeccio
Vasquez Carlos La Ratio Esus Inicios Desarrollo y Proyeccio
Julio 7 al 9 de 1999
INTRODUCCIÓN
Cuando algunos de nosotros hemos vuelto al contacto directo con la Ratio y sus
contextos de desarrollo y proyección, estoy seguro que hemos aprendido
muchísimo de la sabiduría de nuestros primeros jesuitas educadores y
pedagogos connotados y hemos quedado como renovados y estimulados.
Por esta razón, celebrar los 400 años de la publicación oficial de la Ratio
Studiorum significa para nosotros, a mi modo de ver, recoger esa sabiduría
centenaria y actualizarla a nuestra Propuesta Educativa de hoy, tanto a nivel
Universitario como de nuestros Colegios.
Quisiera también que esta exposición fuera como una Prelección Ignaciana, tal
como la concibe la Ratio y que ya todos conocemos, de modo que nos permita
un trabajo personal posterior fecundo y alegre. Y empecemos por el principio.
A los treinta y tres años empieza sus estudios con el único deseo de poder servir
mejor a los demás como una forma de servicio excelente a su Señor. Y se sienta
con los niños a estudiar latín en Barcelona. Y continúa luego sus estudios en
Alcalá y Salamanca. Ya para entonces su experiencia espiritual se había ido
acrisolando de tal manera que había podido poner por escrito gran parte de ella
y es lo que hoy tenemos como un tesoro invaluable: sus Ejercicios Espirituales.
Los meses pasados en Manresa le había preparado para el discernimiento
espiritual, una herramienta distintiva de su espiritualidad. Allí mismo la visión
del Cardoner le había dejado una concepción del mundo, de Dios y de la vida,
que, según sus palabras, "todo le parecía nuevo" (Autob., n. 30)2. Ya era un
hombre, no desgarrado y vano, sino alguien para quien la vida era algo muy
serio y que quería distinguirse al servicio de su Señor. El mundo interior le
apasionaba y la excelencia, expresada en su distintivo "magis", el más,
espoleaba su espíritu soñador y enteramente práctico. "En todo amar y servir!"
(EE., n. 233) iba llegando a ser su lema y todo el sentido de su vida.
Este Ignacio que llega a Roma con sus compañeros cofundadores de la naciente
Compañía de Jesús, dedica todo su esfuerzo y sus años de vida a escribir las
Constituciones que nos mostrarán, como él mismo nos dice, "el modo nuestro
de proceder" en el servicio divino. Aquí encontramos ya a un Ignacio humana y
espiritualmente maduro. El gobierno de la nueva orden religiosa le permite
desarrollar sus cualidades de un liderazgo que contagia y estimula. Y en medio
de su altísima contemplación mística, organiza a sus hermanos jesuitas por todo
el mundo, maneja desde su mesa las debilidades humanas y las pretensiones, a
veces interesadas, de príncipes y reyes4. Cuando finalmente escribe la IX Parte
de las Constituciones, plasma en ella su autorretrato (al menos así lo vemos
nosotros sus hermanos jesuitas) en el perfil que Ignacio indica debe tener el
General de la Compañía y concluye: "y si algunas de estas partes arriba dichas
faltasen, a lo menos no le falte bondad, mucho amor a la Compañía y buen
juicio acompañado de buenas letras. Que en lo demás, las ayudas que tendrá,
podrían mucho suplir con el favor divino"5... Afinado perfil de un educador!
Recordemos que tanto Ignacio como sus primeros compañeros fueron todos
educados en la Universidad de París y, por esto mismo, compartían los valores
y el éxito de esa pedagogía y organización de los estudios8.
Al año siguiente, San Ignacio, bajo la tutela del Papa, fundó el Colegio
Romano que se convertiría después en modelo de todos los demás
Colegios. Este Colegio ocupó un puesto preferencial en la mente de
Ignacio. Hoy es la Universidad Gregoriana. Ignacio puso de rector a uno
de sus mejores hombres, el Dr. Martín Olave, y como director de
estudios al genial P. Diego de Ledesma, quien por 18 años dirigió la
enseñanza y la pedagogía de este centro.
"Ni todas las cosas convienen a todos, ni siquiera a todos por igual; sino
que algunas a unos y según la diversidad de las clases, más o menos.
Este ha de ser el fin al determinar los ejercicios de cada una de las
clases; que sean óptimos y que con ellos mucho se aprovechen los
discípulos, más aún, que se aprovechen al máximo, y de tal manera que
los profesores no se vean demasiado atareados y no puedan sostener la
carga más adelante y desfallezcan o enfermen; así mismo, como digo, ha
de ser tal que los discípulos se ejerciten notoriamente y no estén ociosos
y los profesores se vean aliviados y no sean desbordados"17.
Sobre el tipo de unidad, orden y gradación para el método, sigue la Ratio, será
necesario establecer precisos y determinados objetivos escolares para cada
clase. Se ha comprendido que ésta es una prerrogativa esencial para todo buen
método de enseñanza. Por esta razón, los objetivos de la enseñanza deben ser
seleccionados y adaptados a los estudiantes. José Juvencio28, notable educador
jesuita de los primeros años, indicaba que incluso los niños podrían aprender
mucho, con tal que no se sumergiesen en demasiadas nociones de una sola vez.
Comparaba a los jóvenes talentos con vasos de cuello estrecho, que se pueden
llenar solamente echando el líquido lentamente, gota a gota29.
En este sentido, pide la Ratio que los objetivos de la enseñanza deben ser
seleccionados y adaptados a los estudiantes. Y el aprendizaje no se lograría sin
la participación activa de la persona. En efecto, Ignacio resalta en los Ejercicios
Espirituales, la importancia de la auto-actividad de parte de quien recibe los
Ejercicios. Este trabajo personal lo lleva al descubrimiento y le produce alegría,
una mayor comprensión de lo que estudia y una gran atracción por la verdad.
Notemos una vez más que estos principios pedagógicos están estrictamente
ligados entre sí. De ahí su novedad y su fuerza. El resultado educativo al que se
busca llegar es el crecimiento genuino concebido en términos de competencia
pero, sobre todo, de maduración humana. En efecto, "el conocimiento, comenta
el P. Kolvenbach33, es el producto de continuos esfuerzos y ejercicios
intelectuales, pero esfuerzos fructuosos de este tipo son imposibles sin una
motivación y un ambiente humano adecuados. Ninguno de estos principios,
concluye, es particularmente original, si bien la estrecha concatenación entre
ellos fuese en tiempos de la Ratio una novedad".
Quisiera notar aquí, antes de seguir adelante con el Plan de Estudios de la
Ratio, algo que considero bien interesante y valioso de profundizar. El P.
Bertrán-Quera34 valora los grandes aportes educativos de la Ratio como Método
y Programa General de Estudios de la Compañía analizando los tres puntos
vertebrales, a su juicio, de la formación implicada y buscada en ella: la
Educación Religiosa, la Formación del Carácter y la Formación Intelectual.
Tres aspectos que sin duda constituyen las claves de la Formación Integral tal
como hoy la vamos desentrañando y comprendiendo. En este orden de ideas, el
autor afirma que la Ratio fue eminente en su concepción y en los medios para
lograrlo. Su libro precisamente desarrolla de modo muy amplio este triple
esquema. No es posible pasarlo por alto. Una invitación a seguir investigando.
Las clases estaban distribuidas en dos semestres. Los alumnos más aventajados
podían pasar de grado en el segundo semestre. El curso duraba desde
septiembre al mes de julio siguiente. Las vacaciones variaban según las
costumbres y la localización geográfica. Había, con todo, algunos días de
vacaciones en Navidad, Carnaval, Semana Santa, Pascua, Pentecostés y los
jueves que eran días sagrados para el descanso semanal. Es interesante también
ver que la distribución diaria incluía horas de estudio privado lo cual permitía
valiosos niveles de interiorización, trabajo personal y autonomía.
Una metodología de tal efectividad produjo frutos que admiran a todos. Podría
decirse que uno de los mejores aportes de San Ignacio a la Contrarreforma fue
sin duda el apostolado de los Colegios y de las Universidades. Punto bien
interesante de profundizar. El P. García-Villoslada39, por ejemplo, presenta los
comentarios del historiador Federico Paulsen (muerto en 1908) quien dice en
este sentido: "Una ojeada rápida basta para demostrar cómo el sistema docente
de los jesuitas avanza irresistiblemente. La formación del clero católico está a
fines del siglo XVI, o sea, medio siglo apenas después del nacimiento de la
Orden, casi del todo en sus manos. En el ancho arco que va desde la
desembocadura del Rhin hasta la del Weischel habían logrado apretar el centro
de la herejía con sus colegios, como un cinturón de máquinas de asedio. La
Compañía les había arrebatado de las manos a las Universidades la enseñanza
casi total de las Humanidades, de la Filosofía y de la Teología, infiltrándose
unas veces en sus facultades, y otras mediante institutos en concurrencia (...) En
pocos decenios, se puso un dique al avance del Protestantismo, y a principios
del siglo XVII estaba el Catolicismo bien equipado para la reconquista".
Ignacio, por su parte y con su prudencia, desde los albores de los Colegios,
recomendaba a los Jesuitas que iban al apostolado de la educación (1549)
"hacerse amigos de los que son cabeza de los herejes, yendo ‘poco a poco’, con
destreza y muestras de amor, dilucidando los puntos dogmáticos controvertidos,
impugnando la herejía pero tratando a las personas con amor, deseo de su bien
y compasión más que otra cosa, atrayendo a la obediencia de Roma pero
evitando ofensas imprudentes que les hagan ser tenidos por ‘papistas’ y por eso
menos creíbles"40. Combinación acertadísima de prudencia y de métodos
altamente eficaces para lo que se deseaba lograr.
La Ratio le pide a los profesores que "rueguen a Dios con frecuencia por sus
discípulos y los edifiquen con el ejemplo de su vida religiosa"43. Y el P. Nadal a
su vez concluye: "por lo que toca a sí mismo, cada profesor considere de cuánta
importancia es el oficio que tiene, y cuánto ha de procurar que sea superior en
toda perfección, como ejemplar para sus alumnos"44.
Cuando Pío VII, cuarenta años después, decidió restaurar la Compañía de Jesús
en 1814, una de las razones que dio para su determinación fue que "la Iglesia
Católica podrá gozar, de nuevo, del beneficio de su experiencia educativa" (de
la Bula Sollicitudo Omnium Ecclesiarum). El trabajo educativo, de hecho,
comenzó inmediatamente fue restaurada la Compañía, y poco después, en
1832, se publicó una edición experimental revisada de la Ratio Studiorum. Pero
nunca fue definitivamente aprobada. Las turbulencias de la Europa del siglo
XIX, marcada por revoluciones y frecuentes expulsiones de los jesuitas de
varios países, impidieron una renovación y adaptación de la filosofía y
pedagogía de la educación jesuítica. A pesar de todo, en medio de situaciones
difíciles, las Instituciones educativas de la Compañía comenzaron nuevamente
a florecer, de manera especial en las naciones que entonces se desarrollaban, e
intentaron aplicar lo mejor que pudieron la Ratio47.
Por último, hubo otros que tuvieron que contentarse con la aplicación mínima
de la Ratio. Cuando, por circunstancias generalmente ajenas a su voluntad, se
veían obligados a impartir un plan de estudios que hacía imposible la aplicación
de la Ratio, se contentaban con buscar sus ideales, o con aplicar algunos de los
recursos pedagógicos de emulación, que eran referidos a todo aprendizaje:
desafíos en algunas clases de los pequeños, actos públicos en algunas ocasiones
festivas, lectura de notas, proclamación de dignidades y distribución de
premios. La Ratio, en esta versión mínima, quedaba prácticamente reducida a
los principios pedagógicos fundamentales y a los medios de emulación.
Otra dificultad que aparecía con frecuencia era que los mismos jesuitas
desconocían a la Ratio. Las Cartas a los Provinciales iban en términos como
éstos: "que no había maestros formados según exige el método de la Ratio;
pues ninguno de ellos había aprendido por aquel método; no había quien
entendiese el mecanismo de la prelección, ni el sistema y orden de las
repeticiones, ni los requisitos que exige la preparación de las composiciones,
etc."50 Muchos de los Prefectos de Estudios se quejaban de los maestros
"porque no se empapan del espíritu de nuestra Ratio Studiorum y así cada cual
enseña como le parece"... Le da a uno la impresión de que nos estuvieran
oyendo hoy, verdad ?
Una vez más la Compañía trata de ser fiel al sabio principio de adaptación "a
los lugares, tiempos y personas", al espíritu ignaciano de la búsqueda de la
excelencia y la fidelidad creativa a nuestra tradición pedagógica. Un ideal y un
reto a la vez para todos nosotros hoy!
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Ratio atque Institutio Studiorum Societatis Iesu (1586, 1591, 1599).
Monumenta Paedagogica Societatis Iesu, V. Ed. Ladislaus Lukács, S.I.
(Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1986).
Michael Willliams, S. J., Old Wine in New Skins: The Ratio Studiorum and
Modern Jesuit Liberal Arts Education. Spring Hill College, 1998.
http://ntserver.shc.edu/www/Scholar/wms/wms.html
Reiter Lisa, Excerpts from the Ratio Studiorum on Faith and Morals, Rules
for Extern Students, (March 3, 1999)
http://www.slu.edu/organizations/rqc/reiter.html