Carcamo Didact EEtesis
Carcamo Didact EEtesis
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INSTITUTO DE ESPIRITUALIDAD
ÍNDICE GENERAL:
INTRODUCCIÓN..........................................................................................................4
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................9
PRIMERA PARTE:
¿QUÉ ENTENDEMOS POR DIDÁCTICA?.................................................................16
Capitulo primero:
Clarificación de conceptos: Vocabulario.......................................................................16
1.1. Pedagogía................................................................................................................17
1.2. Metodología............................................................................................................18
1.3. Didáctica.................................................................................................................20
3
Capítulo segundo:
La Didáctica y la Enseñanza..........................................................................................26
2.1. El contexto de aplicación de la Didáctica...........................................................27
2.2. Los actores de la Didáctica.................................................................................28
2.3. Los “Recursos (medios) Didácticos”..................................................................30
1.1. El cuerpo.................................................................................................32
1.2. El gesto...................................................................................................33
1.3. La palabra hablada..................................................................................34
1.4. La escritura.............................................................................................35
1.5. El libro....................................................................................................36
SEGUNDA PARTE:
LA DIDÁCTICA EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO........38
Capítulo primero:
Gérmenes de la “didáctica” de los “Ejercicios Espirituales” en la experiencia..........38
formativa de Ignacio de Loyola.
Capítulo segundo:
La “didáctica” presente en los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio....................44
2.1. El contexto de aplicación de la “didáctica” en los “Ejercicios”........................45
2.2. Los actores de la “didáctica” en los “Ejercicios”...............................................56
2.3. Los “recursos didácticos” de los “Ejercicios”.................................................68
1.1. El cuerpo como “recurso didáctico” en los “Ejercicios”.......................70
1.2. El gesto y su función didáctica en los “Ejercicios”...............................80
1.3. La palabra hablada y su rol didáctico en los “Ejercicios”......................85
1.4. La escritura como “recurso didáctico” en los “Ejercicios”....................92
1.5. El libro y su rol como “recurso didáctico” en los “Ejercicios”.............96
CONCLUSIÓN...........................................................................................................100
INTRODUCCIÓN:
Hablar hoy en día del apostolado educativo de la Compañía de Jesús no es fácil. Se
debe tener en cuenta los cambios que ha sufrido la “manera de proceder” a nivel educativo de
los jesuitas y todas las innovaciones que en estos últimos años ha experimentado esta misión,
al interno de la Orden.
Ya desde los tiempos de Ignacio, se hablaba de una pedagogía propia de los jesuitas.
Pero ¿se puede hablar de una “pedagogía ignaciana”? ¿qué significa que una pedagogía pueda
ser ignaciana? ¿ es que Ignacio creó una alternativa a tantas otras y que aún hoy tiene
vigencia?
En el año 1986, por una previa inspiración del P. Pedro Arrupe s.j., se publicó el
documento llamado: Características de la Educación de la Compañía de Jesús. Este
documento, que por vez primera fue generado no sólo por jesuitas sino también con el valioso
aporte de colaboradores laicos, venía a responder a una acuciante urgencia: actualizar la
conocida; Ratio Studiorum que vio la luz ya en el primer siglo de la Compañía de Jesús, como
modelo universal de formación, para quienes ingresaban a las aulas educativas de los jesuitas.
4
La Ratio Studiorum permitía tener un currículum universal de formación para todas las
instituciones educativas de los jesuitas. Pero hoy es imposible conservar esa universalidad.
Sin embargo, era necesario no perder una pedagogía organizada sistemáticamente cuya
“manera de proceder” fomente una visión común del educar contemporáneo de los jesuitas y
sus colaboradores.
Con el pasar de los años, Las Características de la Educación de la Compañía de
Jesús generó tal respuesta positiva, a nivel universal, en las instituciones educativas, que este
ideario se vio impulsado a hacerse “práctico” y “asequible” a todos aquellos que, según el
espíritu de la Compañía, día a día deben entrar en un aula de clases y relacionarse
intensamente con diversos tipos de circunstancias y personas. Así es como viene publicado,
en el año 1993, otro documento: La Pedagogía Ignaciana: un planteamiento práctico
(también llamado: P.P.I. o Paradigma Pedagógico Ignaciano).
Así va apareciendo una peculiaridad de esta pedagogía ignaciana: ella está movida y
animada por la fe. Una fe de tal manera rica que permite, incluso a aquellos que no la
comparten, de adherirse a esta aventura por su profunda inspiración humana. Aquí es donde
hace aparición su creador: Ignacio de Loyola. Es una pedagogía humana; pues su persona y su
historia toda se ve reflejada en esta pedagogía; y es divina, pues se pueden ver con claridad
las gracias recibidas por el santo puestas al servicio de los demás.
Sabemos que el texto creado por Ignacio, jamás fue pensado para ser leído. Su
intención más profunda era ser un “manual” de apoyo para quien daba los Ejercicios a otro y
no para ser usado por el que se ejercita. Es más que una mera suma de actividades a nivel
cognoscitivo o de prácticas devocionales; son ejercicios del espíritu, que implican al cuerpo, a
5
Mi trabajo quiere ir a enriquecer aún más este diálogo entre los Ejercicios Espirituales
de San Ignacio de Loyola y la pedagogía ignaciana que surge de ellos, especialmente
manifestada en las llamadas “Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los ejercicios
espirituales que se siguen, y para ayudarse, asi el que los ha de dar como el que los ha de
recibir”(Ejercicios Espirituales n°1) y en otras partes del libro. Deseo contribuir a ese
matrimonio en vías de consumación entre la “espiritualidad” y la “pedagogía”.
Son tantos los educadores que sienten un cierto “abandono de lo práctico” de parte de
los Directivos de las instituciones educativas jesuitas o asociadas a ellas. Está claro el
“paradigma”, se dice. Estan claras las “ideas” se insiste; pero se preguntan: ¿cómo hacer
prácticas estas ideas? ¿cómo aplicarlas en aula y a la hora de enseñar una materia específica?
En parte el documento de la pedagogía ignaciana (P.P.I.) va en respuesta a esas cuestiones. Sin
embargo, mi trabajo quiere aportar una mirada, tal vez, algo nueva. Una mirada desde una
ciencia pedagógica, que a mi entender, va en respuesta a esa sensación de abandono práctico:
LA DIDÁCTICA.
a
Caracteríasticas de la Educación de la Compañía de Jesús (1986), (Coordinación Nacional de Educación
Colegios y Escuelas de la Compañía de Jesús, Santiago-Chile, 1998); La Pedagogía Ignaciana: Un
Planteamiento Práctico (1993), (Coordinación Nacional de Educación Colegios y Escuelas de la Compañía de
Jesús, Santiago-Chile, 1998).
6
vocabulario para ubicarla en su justo lugar y no confundirla con otros términos, también
presentes en dichas ciencias. Una vez hecho el vocabulario, deseo explicar científicamente
cómo se entiende la “didáctica” en el contexto de la enseñanza. Para esto hablaré del contexto
de aplicación de la “didáctica”, los actores y los recursos. Hasta aquí lo estrictamente ligado al
plano educativo.
En la segunda parte, habiendo clarificado los términos y sus significados, realizaré una
mirada retrospectiva de esta ciencia de la “didáctica” hacia los Ejercicios Espirituales, de tal
suerte de poder descubrir en detalle cómo San Ignacio posee un “genio didáctico” ya antes
que la misma ciencia didáctica, en cuanto tal, viera la luz. De modo que analizaré el contexto
de aplicación de los Ejercicios, los actores en juego en el proceso y finalmente, los “recursos
didácticos” de que se vale Ignacio en su libro: el cuerpo, el gesto, la palabra hablada, la
escritura y el libro.
Si al final de mi tarea el lector, más aún si es un enseñante, siente una mayor sintonía
con lo “práctico” que poseen los Ejercicios Espirituales a la hora de ponerse a la búsqueda y
encuentro de la Verdad ; y se siente motivado a pensarlos y actualizarlos en su labor cotidiana
de educar, me daré por contento.
BIBLIOGRAFÍA:
Diccionarios y Enciclopedias:
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PRIMERA PARTE:
Capítulo primero:
Leyendo diversos escritos me he dado cuenta que muchos estudiosos, que conociendo
muy bien el ámbito teológico y sus afines en relación a los Ejercicios ignacianos, usan
indistintamente los términos arriba mencionados sin tomar conciencia que ello puede conducir
a confusiones y malas comprensiones de la intelección teológica, sobre todo a quienes desean
profundizar en la hoy llamada “Pedagogía Ignaciana”. Así como a nivel teológico se exige
seriedad intelectual, es decir, el uso de términos adecuados con sus significados reales y
avalados, vale de igual modo para el ámbito de lo pedagógico. Se debe tomar en serio el
vocabulario que se utiliza teniendo claro qué queremos decir con la palabra que usamos; más
aún si nuestra especialidad no corresponde directamente a la pedagogía y queremos valernos
de ella para hacernos comprender en el ámbito teológico-espiritual.
1.1. Pedagogía1:
en el proceso: sean éstos los sujetos realizadores, los contenidos, los fines y sentidos, los
medios y los procedimientos, los procesos y sus evaluaciones7.
De este modo se hace evidente que la metodología de la pedagogía tiene que situarse
en el marco metodológico más amplio propio de toda ciencia humana. Por esto es por lo que
el “argumentar”, y no el “demostrar”, se hace método esencial y primero para entender el
proceso educativo. Sólo a través de este “argumentar” se puede realmente salvar la libertad
que es la condición de posibilidad de la realización de un hecho verdaderamente educativo.
Si ya hemos definido y entendido la “pedagogía” como la doctrina “para” el actuar
educativo, es ineludible que su metodología debe tener en cuenta lo concreto, la puesta en
escena de ese acto en una situación concreta: “la que puntualiza las “posibilidades” efectivas
de obrar del educando (edad, condiciones psico-socio-culturales, instrumentos a disposición,
etc.) y que reconoce analíticamente los objetivos a realizar. En suma, se trata de buscar aquel
“método”, y también los procedimientos, los instrumentos y las modalidades que parecen
resultar más idóneos – una hipótesis de trabajo fundada racionalmente – para llegar al
resultado previsto”9.
Todo esto nos lleva a concluir que el ámbito propio de la “metodología pedagógica”
obliga a rechazar todo “espontaneismo”, como también las pretensiones tiránicas de un
“tecnicismo” que lleva a una organización ingenieril del proceso educativo, rígida, agobiante,
cerrada y centrada en un eficientismo; llevando a una perdida de sentido de la vida y a un
gusto de vivir. Si aceptamos que la educación necesita de un método, éste debe fundarse en el
ser humano, teniendo por norte la vida y la valorización del mismo y no simplemente un
instrumento asfixiante e esclavizador10.
1.3. Didáctica:
La palabra “didáctica” viene del vocablo griego didaskein, que significa enseñar.
Además existen otras palabras en griego relacionadas con ésta, como son: didaskalía,
7
GIANOLA, P., “Metodi educativi”, in Dizionario di Scienze Dell’Educazione (Editrice Elle Di Ci – Editrice
Società Editrice Internazionale , Torino 1997) 686 – 689.
8
“È la ricerca scientifica che discute e definisce i metodi ( o più largamente i procedimenti razionali) delle
operazioni dirette a intervenire, progettare, agire e verificare nei fatti e negli atti dell’educazione” GIANOLA, P.,
“Metodologia Pedagogica”, Art.cit., 691.
9
FLORES D’ARCAIS, G., Art.cit., 1310.
10
Ib., 1318.
13
didaskálos, etc. Ya el gran estudioso Juan Amos Comenio11 en el inicio de su visionario libro
titulado “Didactica Magna” define la “didáctica” como sigue: “Didáctica suena lo mismo que
arte de enseñar”. De aquí que es universalmente aceptada su definición como “ciencia de la
enseñanza”. En cuanto tal, tiene que ver con todo lo que se relaciona con la escuela y por
tanto se subdivide en “didáctica general” (cuando se refiere a lo propio de la escuela: a su
sentido, a como debe ser organizada, a los métodos y a los medios) y en una “didáctica
particular”(que se refiere a las materias específicas de la enseñanza: idiomas, ciencias, artes,
etc.)12.
Mi trabajo será realizar una mirada retrospectiva desde una óptica centrada en las tres
corrientes, pero con una mayor inspiración en la tercera. No debemos olvidar que como
ciencia en cuanto tal, la “didáctica” nace, como arriba dije, con Comenio en el siglo XVII,
posterior a la redacción de los Ejercicios Espirituales. Esto mismo realza la genialidad de la
obra ignaciana, que como veremos, muestra un Ignacio que se adelanta a su tiempo en el tema
didáctico.
Es pues, la “didáctica”, una disciplina pedagógica que se dedica al estudio del proceso
de la enseñanza. Por esto es por lo que viene generalmente considerada como una ciencia
“práctico – presciptiva”, es decir, una ciencia que se centra en el dar fundamento y orientación
a la acción de la enseñanza. Ella sería la teoría que estudia el acto didáctico14.
Dada la dificultad de nuestra investigación para poder definir bien el campo de cada
una, creo que puede ser de gran ayuda, para distinguir la “metodología” de la “didáctica”,
atribuir una función estratégica a la primera; y una tarea táctica a la segunda. Este lenguaje
militar no debe llamarnos la atención pues ya ha ido ganando ciudadanía en nuestro lenguaje
pedagógico, sobre todo, cuando queremos referirnos a las “estrategias pedagógicas” tanto
usadas en la teleología pedagógica.
Para aclarar estos dos términos militares que, como la “metodología” y la “didáctica”
son distintos y complementarios, vamos ahondar en estos dos conceptos desde el punto de
vista específicamente militar. Con esto podemos, de ahora en adelante, tener algo más claro
qué queremos decir cuando hablamos de la “metodología” y cuando hablamos de la
“didáctica”. Comencemos con la definición de “Estrategia Militar” (la que hemos relacionado
con la “metodología”) según los especialistas del tema:
14
PELLEREY, M., “Didattica”, in Dizionario di Scienze Dell’Educazione (Editrice Elle Di Ci – Editrice La
Società Editrice Internazionale, Torino 1997) 289 - 293.
15
FLORES D’ARCAIS, G., “Didáctica”,en Diccionario de Ciencias de la Educación (Ediciones Paulinas,
Madrid 1990) 486.
15
Veamos ahora el término “Táctica Militar”, que como arriba dije, hemos asociado al
de “didáctica”:
16
GÁRATE CÓRDOBA, J.M.,“Estrategia Militar” en Gran Enciclopedia Rialp (G.E.R), t.IX (Madrid 1972)
397 – 399.
16
Con Eduardo Sáenz Araoz, arriba citado, que dice: “la abundancia de definiciones
obedece al error de querer establecer una división lineal entre estrategia y táctica, como si
fuesen independientes en tiempo y espacio y no pudiesen simultanearse sus acciones”,
podemos arriesgarnos, a partir de las definiciones militares, a concluir que la “didáctica” es la
puesta en práctica de la “metodología”. Vale decir, que la “didáctica” busca los medios
concretos (discernidos) que llevarán a buen término los fines deseados de la acción
pedagógica prevista por la “metodología”; y que tanto la “didáctica”, como la “metodología”
se complementan tanto en el tiempo como en el espacio, para la prosecución del fin deseado.
Capítulo segundo:
La “Didáctica” y la enseñanza.
Para focalizar este estudio en nuestro tema de la “didáctica” (que como ya hemos
sostenido, concierne al modo de proceder, con lo cual debemos distinguirlo también de los
recursos, del material didáctico así llamado) nos basamos en el ya mencionado pedagogo
Comenio para quién la “didáctica” es “investigar y hallar el modo por el cual los enseñantes
enseñen menos y los alumnos aprendan más; según el cual en las escuelas haya menos ruido,
menos tedio, menos fatigas inútiles y más recogimiento, más afecto y un aprovechamiento
más sólido. Así pues, parece que, cuando se habla de didáctica, debemos referirnos a aquel
momento del proceso educativo que atañe a la enseñanza tal como se lleva a cabo en la
escuela”18.
Esta definición nos permite aún más ir delimitando el ámbito propio y característico de
la “didáctica”, en especial si queremos distinguirla en su peculiaridad de la “metodología”.
La “didáctica” se relaciona con la escuela como una estructura organizada que tiene
por fin el arte de enseñar - aprender. La enseñanza, aunque parezca de perogrullo decirlo,
debe ser educativa. El problema, que vemos aún en muchas instituciones educacionales, a
todo nivel, es que éstas son meros centros informativos, nocionistas o enciclopedistas, por lo
tanto se tiende a la mera repetición y al aprendizaje memorístico. Aquí es donde la “didáctica”
aparece con una función crítica.
17
GÁRATE CÓRDOBA, J.M., “Táctica Militar”, en Gran Enciclopedia Rialp (G.E.R), t.XXII (Madrid 1972)
27 - 29.
18
FLORES D’ARCAIS, G., “Didáctica”,en Art. cit., 486.
17
general tendrá tantas partes cuantas son las condiciones de una enseñanza eficaz. Una parte de
estas condiciones reside esencialmente en el alumno, en sus facultades psíquicas: intuición,
atención, memoria, juicio, habilidad y la así llamada cultura formal. La otra parte reside en el
maestro, en la organización que él hace de la enseñanza. Ésta concierne tanto al programa
como al procedimiento(...)”19.
Todo proceso educativo humano inevitablemente está “situado”. Este lugar, este
sistema que pone en movimiento los diversos elementos y factores en juego, que he
denominado como “contexto de aplicación” del tema que nos concierne, es identificado desde
muy antiguo como la “escuela”. En el capítulo primero ha sido insinuado, ya en parte, qué
entendemos como el rol y significado de la escuela para la “didáctica” y de la “didáctica” para
ella.
Casi parece obvio citar a los actores de este arte educativo: el educador y el educando,
pero sin ellos nada de esto tendría vida. Por ende la “didáctica” debe proceder de manera que
el proceso educativo tenga por finalidad el alcanzar el mejor aprendizaje que esté al alcance.
Para el logro de esta finalidad es clave remitirse a la experiencia, experiencia que ha de ir
19
Ib., 487
20
FLORES D’ARCAIS, G., “Didáctica”, en Art.cit., 488.
21
Ib., 488.
18
direccionada a las cosas. Pero este fin no debe ser buscado a través de un procedimiento de
tal manera prescrito, lleno de rígidas reglas y normas, que se pierda la clave de la “didáctica”,
esto es: ella es una indicación, una propuesta de procedimiento en el proceso de enseñanza-
aprendizaje que se debe discernir para finalmente elegir cuál es más acorde a la naturaleza
humana, tanto la del docente como la del discente, que está en juego en este proceso. Ella no
puede ser vista como recetas válidas universal y generalmente para todos los casos y todas las
situaciones educativas.
Podemos ahora profundizar más en los actores en juego de este proceso de enseñanza-
aprendizaje, después de la exposición anterior, para aclarar lo que clásicamente se ha visto:
que el problema didáctico está en la relación entre el “maestro y el alumno”.
Estamos insertos, en nuestros días, en una consideración más de conjunto del proceso
educativo. Vale decir, el acento se ha desplazado hacia una mirada global, de totalidad, que da
al rol del maestro una presencia menos directiva, pero más inserto en un “sistema”, es decir,
en una unidad que se interrelaciona en su complejidad a través de sus diversos elementos y
factores que entran en juego y se influencian recíprocamente22. Todo esto obliga, además, a
tomar en cuenta al alumno en cuanto a su “totalidad” personal; sea dentro como fuera del
ámbito escolar formal.
Por tanto, una correcta utilización de ellos en modo sistemático y correcto, como
recursos de refuerzo del proceso de enseñanza-aprendizaje, debe tener en cuenta todo aquello
que entra en juego en la fase operativa: ambiente, personas, objetivos a alcanzar y lograr, los
contenidos que se deben transmitir y las modalidades de uso. Por ello deben estar insertos en
un proceso global, si realmente se quiere que sean útiles y significativos. A toda costa se debe
evitar el considerarlos aisladamente, como independientes del proceso formativo. Todo esto
obliga para quien hace uso de estos “recursos didácticos” un conocimiento suficiente de sus
peculiaridades, una capacidad de optimizar al máximo sus posibilidades didáctico-
pedagógicas, para así utilizarlos en el momento y modo justo y correcto en orden a su buen
aprovechamiento23.
El tema de los “recursos didácticos” ha sufrido una enorme evolución estos últimos
años, sobre todo con la aparición de los medios audiovisuales y el computador. No vamos a
centrarnos en estos medios tecnológicos actuales, pues nuestra mirada se alejaría del tema que
nos entretiene y que es: “La Didáctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio”. Más
bien elegiré algunos de ellos, dentro de la inmensidad de posibilidades, que tienen más que
ver con “instrumentos” que cumplen la función de “medios”. Vale decir; éstos no se entienden
aisladamente sin ser relacionados con claros “fines” a alcanzar. Los fines son metas que se
deben lograr o valores a identificarse; y los medios o los recursos son objetos, situaciones o
procesos aptos para alcanzar dichos fines. Estos “instrumentos” pueden ser distinguidos entre
naturales y artificiales, y reciben su identidad en función de su uso en el proceso educativo.
Todos ellos están al servicio de una “comunicación”. Deben, pues, estos “recursos” en su
variante de “instrumentos”, portar en sí mismo a un encuentro y a un diálogo abierto. Por eso
seleccioné: el cuerpo, el gesto, la palabra hablada, la escritura y el libro; pues, dentro de las
alternativas, son los más ricos a nivel comunicacional. Dejamos de lado las “técnicas” que
tienen que ver con los modos de proceder para el uso de esos “instrumentos”, y las
“tecnologías” que se refieren a la reflexión sistemática sobre éstas24.
vigencia, por ser recursos de gran valor didáctico, válidos por sobre todo tiempo y lugar, y por
su profundo carácter antropológico.
2.3.1. El cuerpo.
En ese tiempo el cuerpo recibía una atención especial como el medio más importante,
en esas sociedades, para la preparación a la vida adulta. El cuerpo pasa a ser el medio
educativo por excelencia para el aprendizaje de la caza, de la defensa, de la construcción de
sus hogares, de la producción del vestido, de las relaciones sociales equilibradas y justas, del
desarrollo de la familia y también como expresión de la creatividad.
2.3.2. El gesto.
25
AMPLATZ, C. y LAENG, M., “Recursos Didácticos”, en Diccionario de Ciencias de la Educación,
(Ediciones Paulinas, Madrid 1990) 491 – 507.
26
Ib., 492.
27
Ib., 492.
21
“Los sonidos desarticulados siguen siendo durante mucho tiempo, junto con la mímica
y los gestos, los recursos primarios para la transmisión de experiencias(...)”28. Pero, con la
extensión de la “palabra hablada”, vale decir el lenguaje verbal, la palabra no se hace esperar
en hacer parte del proceso didáctico debajo de múltiples y diversas formas, “que se pueden
reconducir en el conjunto, ante todo, a las conversaciones y a los discursos que el muchacho
tiene con los adultos para aprender a viva voz la experiencia y la sabiduría”29.
Es interesante resaltar que las historias, las leyendas y las narraciones que el muchacho
escuchaba; estaban en relación a la vida de todos los días, al nombre que recibió de sus
progenitores, a la de sus seres más cercanos – la familia -. Ellas le sirven al joven para
aprender y conocer acerca de las tradiciones de su pueblo de origen.
Pero no termina aquí el valor de la “palabra hablada” como “recurso didáctico”. Ella
también tenía que ver con lo disciplinario en las sociedades primitivas. “De hecho son ante
todo las alabanzas por parte del grupo, por un lado: el menosprecio y la puesta en ridículo del
muchacho, por otro, los que son considerados como el premio y el castigo más eficaces para
motivar y reforzar el aprendizaje”30
Un peso considerable del proceso didáctico los tienen los mitos de la tribu. A ellos se
le reconoce una valor educativo que mueve al hombre primitivo a no ver la realidad
desarticuladamente sino, con una articulación que le permite explicar la entorno que lo
circunda, de tal manera de actuar sobre esa realidad para transformarla a su beneficio. Sobre
todo, cuando éstos tenían que ver con los elementos de la naturaleza. En este nivel, se podría
insertar el uso de la imaginación-creativa que ayuda al desarrollo de estos mitos.
Finalmente, entre los medios de la transmisión oral de las tradiciones de los pueblos
primitivos podemos encontrar los “dichos, proverbios, poemas y canciones, donde las mismas
técnicas particulares de combinación, escansión y modulación” cumplen una genial función
didáctica para la facilitación de la memorización de los contenidos: una función
nemotécnica31.
2.3.4. La escritura.
Por eso ya encontramos, en grupos de muy antigua existencia – edad de piedra - el uso
de dibujos y diversos diseños escultóricos en cuevas. Son recuerdos vivos de diversos ritos y
tradiciones de la comunidad. A través de ellos, el hombre quiere perpetuarse en la expresión
de su pensamiento a través del tiempo y del espacio. Este es, podemos afirmar, un primer
antecedente de nuestra “escritura”.
28
Ib., 493.
29
Ib., 493.
30
Ib., 493.
31
Ib., 493.
22
2.3.5. El libro.
La extensión y difusión, sobre todo en lo referente a textos educativos, para los niveles
inferiores de la educación, se dará especialmente a partir de “las orientaciones didáctico-
prácticas de los humanistas hasta el comienzo del moderno arte editorial escolar, con la obra
de los jesuitas y de los jansenistas. Será, sobre todo a través de la invención de la imprenta en
el siglo XV33, hecha posible por la invención de la metalurgia; y, poco a poco cada vez más
perfeccionada por la tecnología moderna , resolverá definitivamente el gravoso problema de
la falta de textos y de su elevado coste (...)”34.
Por tanto el “libro”, recibiendo el nombre que sea ( “tablillas”; “papiros” o libros de
diversa confección hasta su difusión gracias a la imprenta ) ha cumplido una función esencial
en la transmisión de contenidos, vital para el proceso de enseñanza-aprendizaje.
32
Ib., 493 – 494.
33
Vale destacar que la primera edición de imprenta del libro de los Ejercicios tiene por fecha el año 1548.
34
“Recursos didácticos”, Art.cit., 498.
23
SEGUNDA PARTE:
Capítulo primero:
“No despreciéis el recuerdo, muy oportuno, por demás, del camino recorrido.
No retrasa vuestra carrera, sino que la dirige: el que olvida el punto de partida pierde
fácilmente la meta”35.
Con esta cita de la alocución del Papa Pablo VI, con ocasión de la reunión de médicos
pertenecientes a la “Union medicale latine” tenida a Roma, deseo expresar el sentido de este
primer apartado de la segunda parte de mi trabajo.
35
PABLO VI, Alocución de 21-3-1964. Cfr. Ecclesia, n° 1.186.
24
Para llegar a esta maravillosa síntesis, Ignacio de Loyola, o en aquel momento Iñigo
López de Loyola, recorrió un largo camino que desembocó finalmente en su conversión; lo
que también significó un proceso de profundo crecimiento. En este tiempo, previo y durante
su conversión, Ignacio va recibiendo los primeros elementos pedagógicos propios de su época
–sean culturales que de la acción directa de Dios en su persona-, los cuales fueron gestando
los primeros componentes de una “pedagogía”, en el sentido científico de la palabra, y de una
de sus ciencias auxiliares, como la que nos entretiene: la “didáctica”.
Pocos hombres en la historia han tenido desde su infancia una vida y experiencia tan
variada como San Ignacio de Loyola. Y menos de ellos habrán tenido esa capacidad de auto-
análisis y reflexión psicológica sobre los influjos que ella tuvo. Así se logra intuir fácilmente
el porqué de la riqueza de su síntesis36.
Iñigo es hijo de su tiempo37. Y de niño bebió de los ideales pedagógicos del Medioevo.
Éste se distingue por la diversidad de ideales educativos, pero insertos dentro de una única
visión del Cristianismo en relación a la vida. El hombre es visto como un caminante que se
dirige a la meta, es decir, una vida en que su vector apunta a lo Divino, a un acercarse a Él.
Ese es el ideal supremo. En este contexto la educación se acerca a su perfección cuando es
capaz de hacer vivir al hombre de una manera dirigida hacia Dios. Así el modelo viviente de
este camino es Jesús. No se le entiende sólo como un predicador de doctrina, sino como un
ejemplo a imitar. En todo esto la “Creación” aparece como camino, escala, de subida hacia
Dios.
36
BERTRAN QUERA, M., “Los principios de la primera pedagogía de los Jesuitas”. Resumen de la tesis
presentada para el grado de Doctor en Filosofía y Letras (Barcelona 1967).
37
Ignacio nace en Loyola, probablemente antes del 23 de octubre de 1491 y muere en Roma el 31 de julio, al
amanecer, de 1556, cfr. SAN IGNACIO DE LOYOLA, Obras (B.A.C., 6 ed., 1997) 45-59.
25
En este período se inserta el ideal feudal de la caballería. Aparece hacia el siglo VIII.
Manifiesta todo su esplendor en el período de la cruzadas y la reconquista de España. La
caballería es un ideal de vida y toda una escuela de formación y vida, porque el joven noble
debía cumplir una serie de etapas, de iniciaciones diríamos, muy claras que constituyen su
currículo de estudio. Ya cumpliendo los siete años comenzaba una preparación física intensa y
en las artes liberales. Cuando cumplía los doce años, eran enviados a una familia feudal de
amigos, o a la corte soberana, donde eran llamados: “pajes”. En ese tiempo aprendía las
normas y tradiciones caballerescas, los usos y costumbres de la corte, la obediencia a su señor,
el respeto a los preceptos de la Iglesia y la generosidad hacia todos. Cuando cumplía los
catorce años, pasaba a ser “escudero”. Es la etapa del aprendizaje del arte de la guerra;
acompañaba a su señor a la guerra, se entrenaba en el manejo de la armas y era probado en el
valor y la fidelidad. Finalmente, y no antes de cumplir los veintiún años, si su señor lo
consideraba digno, recibía la espada y el título de “caballero”, mediante una ceremonia
religiosa llena de símbolos: lavado, vela de armas, los colores de las vestiduras, la investidura.
Con solemne juramento se comprometía a proteger a la Iglesia, las viudas y los huérfanos; a
obedecer al soberano y a dar la sangre por los hermanos.
Aunque Iñigo no fuese armado caballero en modo formal, volcó y expresó toda su
formación en el ideal caballeresco, con el hecho de realizar la “vela de armas” espiritual ante
la “Virgen de Montserrat” (Autobiografía 17-18). Pero ahora con un nuevo “Señor” y una
nueva “Dama”41.
38
BARAVALLE, G., La pedagogia nel suo sviluppo storico, vol. I (Edizione Paoline, Roma 1970).
39
A.A.V.V., Ignacio de Loyola en Castilla, (Valladolid 1989) 51.
40
FERNANDEZ MARTÍN, L., El hogar donde Iñigo de Loyola se hizo hombre. 1506-1517. AHSI., XLIX
(1980) 53. Cfr. DE LETURIA, P., El gentil hombre Iñigo López de Loyola en su patria y en su siglo (Barcelona
1949) 74-78.
41
GARCIA MATEO, R., Ignacio de Loyola. Su espiritualidad y su mundo cultural, (Mensajero, Bilbao 2000)
31.
26
Baste con esto para ver su formación medieval. Ya como “peregrino”, y en pleno
cambio epocal, Ignacio recibe una formación académica en Barcelona, Alcalá, Salamanca y
Paris y, en ésta última, en los Colegios de Monteagudo, Santa Bárbara y Santiago; gracias a
los cuales recibió fuertes influjos en su futura pedagogía.
Podemos ir concluyendo este capítulo diciendo que todo este camino de crecimiento
humano se vio reflejado de algún modo en el proceso de formación del libro de los Ejercicios
Espirituales. Él mismo nos cuenta a través de Goncalves da Cámara:
De este vital testimonio podemos colegir que el libro vivió toda una evolución
recibiendo incluso sus últimos retoques, como sabemos, cuando su autor estaba en su plena
adultez. Es un libro que se enriqueció de mil maneras; pues recorre un amplio marco de la
historia de su creador. Ignacio mismo se siente enseñado en este crecimiento espiritual cuando
dice en la misma Autobiografía: “En este tiempo (el de Manresa) le trataba Dios de la misma
manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole...” 44. Ignacio posee un
depósito de experiencia, que se ha ido cristalizando en el tiempo, y actúa como punto de
referencia a la hora de aplicar lo vivido a otros. Los Ejercicios aparecen atravesados por una
serie de procesos que primeramente fueron vividos por él mismo. Éstos reflejan a un Dios
pedagogo que hace un trabajo de joyería en el corazón de Ignacio. Toda su pedagogía está
expresada en ese “modo y orden”45 que son el alma de la experiencia Ignaciana46.
Capítulo segundo:
42
BERTRAN QUERA, M., Op.cit., 13.
43
Traducción española tomada del original italiano en IGNACIO DE LOYOLA, Op.cit., 175.
44
Autobiografía 27.
45
Ejercicios Espirituales 2,1.
46
RUIZ PÉREZ, F.J., Teología del Camino, Col. Mensajero-Sal Terrae n°22 (Bilbao-Maliaño 2000).
27
Estos Ejercicios Espirituales son un manual práctico para quien quiere vivir la
experiencia. En este sentido: entra a realizarla quien libremente lo decide con “ánimo y
generosidad”. En éstos todo va dirigido hacia la acción (elemento fundamental de la
“didáctica”): son “ejercicios”. Todos ellos están marcados por una “actividad enfocada”,
hacia el fin que ya hemos expuesto48.
En la primera parte de este trabajo expuse qué entiendo por “didáctica” y su partes.
Ahora haré una presentación de los elementos didácticos que están presentes en el libro de los
Ejercicios. Hemos de recordar que, como ciencia, nace posteriormente al texto que nos
interesa; por eso, llama más aún la atención cómo Ignacio ya manejaba sus elementos
esenciales de una manera magistral.
Ignacio tiene una clara visión humana ligada al espacio y el tiempo. Por eso él no deja
de preocuparse por toda una suerte de elementos medio ambientales y corporales para que
todos ellos confluyan en servicio del fin que se busca. Todas la coordenadas humanas son
aprovechas para una finalidad espiritual. Es todo el sujeto, tanto en lo externo como en lo
interno, el que entra en juego. Cambiando el espacio y el ritmo de vida, se ponen los medios
facilitadores para poder objetivarse a sí mismo y así poder saber usar de la potencias naturales
que Dios nos dio.49
47
BERTRAN QUERA, M., Op.cit., 23.
48
Ib., 25.
49
DOMÍNGUEZ, C., Las anotaciones a los EE.EE y el Psicoanálisis: I y II., Manresa 60 (1988).
28
Ninguna de las recomendaciones puestas por Ignacio están ordenadas a sí mismas, con
eso se evitan fanatismos y exageraciones.. Todo tiene un fin espiritual. La soledad que
recomienda es también material, pero toda ella dirigida a una soledad espiritual.
Recomienda además quitar todo aquello que pudiese turbar el alma, todo pensamiento,
aunque sea bueno, que venga a distraer este estar “centrado” en aquello que lo ha de ocupar.
Debe de ser evitado el: “... querer pensar en cosas de placer ni alegría...” [EE.78], cuando se
está meditando, por ejemplo, sobre el pecado; y debe además evitar adelantar las cosas, no
queriendo saber lo que viene, como paso siguiente, en su proceso de oración: “Al que toma
exercicios en la 1ª semana, aprovecha que no sepa cosa alguna de lo que ha de hacer en la 2ª
semana; mas que ansí trabaje en la 1ª para alcanzar la cosa que busca, como si en la 2ª
ninguna buena sperase hallar.” [EE.11]. Más aún, Ignacio insiste en que dentro de la llamada
“Semana” quiere que sólo se concentre en el misterio o verdad que está meditando o
contemplando, evitando así una dispersión: “...Primera nota: es de advertir para toda esta
50
IGLESIAS, I., Elementos Instrumentales de la experiencia de Ejercicios Ignacianos, Manresa 60 (1988).
51
Es importante saber que Ignacio menciona diversas modos de desarrollar sus Ejercicios, según personas y
situaciones personales. Esto se puede ver en las anotaciones 18 y 19 de su libro. Pero para mi trabajo nos
basaremos en la número 20, donde Ignacio expresa en profundidad y acabadamente su ideario.
52
De ahora en adelante me referiré a los Ejercicios Espirituales con la sigla EE entre corchetes [ ]. El texto en
español está tomado del “autógrafo” que aparece en SAN IGNACIO DE LOYOLA. Op.cit., 220ss.
29
semana y las otras siguientes, que solamente tengo de leer el misterio de la contemplación que
inmediate tengo de hacer, de manera que por entonces no lea ningún misterio que aquel día o
en aquella hora no haya de hacer, porque la consideración de un misterio no estorbe a la
consideración del otro.” [EE.127]53.
confirma este tiempo “vivencial” arriba dicho, cuando Ignacio habla de lo fácil que es
perseverar, cuando se está consolado y lo difícil en su estado contrario. Se confirma que el
tiempo es relativo. Toda esta insistencia en la fidelidad horaria va a que se logre satisfacer la
persona, para que llegue verdaderamente al goce de lo que hace y encuentre lo que busca.[cfr
EE. 12 y 13].
Todo el tiempo está dedicado a una radical vida espiritual que, en los Ejercicios, se
desarrolla a través de una continuada relación con el Señor: meditaciones, contemplaciones,
repeticiones, resúmenes, aplicaciones de sentido, modos de orar, interrumpidos por tiempos
de pensar por momentos o todo el día a través de los coloquios y todo ésto “ambientado” en
un profundo recogimiento.55 Además, Ignacio pone una nota en la segunda semana
[cfr.EE.133], en que aclara que es necesario que se le dedique un tiempo concreto a la
preparación de la oración y no se olvide de evaluarla, al finalizar la misma, donde
expresamente habla de “... después de acabado el exercicio, por espacio de un quarto de hora,
quier asentado, quier paseándome, miraré cómo me ha ido...”[EE.77].56
Otro “indicador” temporal, que aparece por vez primera en la “Segunda Semana”, es
el que nos dice el “1º preámbulo. El primer preámbulo es traer la historia de la cosa que tengo
de contemplar;...”[EE.102] y éste se inscribe en un momento histórico concreto al invitar al
ejercitante a considerar el acontecimiento [ídem]. Es decir, no se habla de un tiempo en
abstracto, sino de un donde y cuando se tuvo lugar ese hecho histórico que estoy
contemplando, en este caso se refiere a la Encarnación del Señor, ubicable en el tiempo y en
el espacio.57
Este “primer preámbulo” pareciera que es meramente una propuesta del método. Pero
hay mucho más junto a él. Debemos mirar la segunda anotación [2], donde se repite: “narrar
fielmente la historia”, “tomando el fundamento verdadero de la historia”, “declarar o sentir la
historia”, “declarando y ampliando el sentido de la historia”. Todo esto nos demuestra la vital
importancia que tiene la historia en el proceso de los Ejercicios, como “contexto” para
alcanzar el fin que se busca. El que da los Ejercicios debe conocer bien la historia, como ha
sido revelada en las Sagrada Escritura, respetarla y transmitirla al que se ejercita como ella es.
La historia en la experiencia ignaciana es el “humus”, la clave de todo el proceso. Es más, el
desvirtuarla, manipularla, exagerarla o sus contrarios, puede desnaturalizar la dinámica
interna de los Ejercicios Espirituales. Lo demuestra la cantidad de veces que es mencionada
en la experiencia completa.59
55
CALVERAS, J., Qué fruto se ha de sacar de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (Librería Religiosa,
Barcelona 1950).
56
CASANOVAS, I., Op.cit. 289-297.
57
GARCIA MATEO, R., Op. cit., 293-297.
58
IGLESIAS, I., Op.cit., 242.
59
[EE. 2,1; 2,2; 2,4; 102,1; 111,1; 137,1; 150,1; 191,1; 201,1; 219,1]
31
La memoria juega aquí un rol esencial. Es la que permite abrir las puertas y poner en
marcha el proceso discursivo y contemplativo de la historia, facilitando así el encuentro con el
Dios vivo y verdadero. “La historia se hace así omnipotente como un humus viviente, una
atmósfera, no en la que el proceso se ahoga a sí mismo; sino como una corriente de la que se
nutre todo el proceso, más aún, que hace que el proceso sea, y haga historia”60
Cuándo Ignacio está sugiriendo “la historia que tengo que contemplar” [EE.102] y
además “como si presente me hallase” [EE.114] nos indica el sentido didáctico que tiene esta
“historia”. Ella busca implicar al ejercitante, hacerlo un actor vivo, metiéndose en esa historia;
dejándose “afectar” por ella. Esta historia es la “Historia de la Salvación”; que es historia
universal y que se hace personal en el proceso de los Ejercicios. Toda esta historia de
salvación, ya desde la Encarnación [EE.101], es concreta y temporal, el que se ejercita la mira
desde la óptica del “por mí” [EE.104]. Por eso, como arriba decía, “traer la historia” conlleva,
que el ejercitante se mira a sí mismo dentro de este proceso, como un actor, de eventos reales
de gracia Salvífica y de pecado que es nuestra historia. Pero, al ser actor, la asume y asimila
como propia. Es una historia que acontece en el ejercitante, pero él necesita tomar conciencia
de esto para poder captar su significado y no enredarse en sí mismo. Todo esto tiene sentido,
en cuanto que la historia debe ayudar a entrar en el substrato inconsciente, para comenzar un
camino hacia la conciencia. Así la clave de lectura del proceso bien realizado en este “traer la
historia”, es cuando el ejercitante llega al “conocimiento”, “conocimiento interno”, “sentir” la
propia historia [EE. 43 y 63]. Así es como la historia se convierte en “Epifanía” de Dios, que
permite al hombre comprenderse y aceptarse.61
60
IGLESIAS, I., La historia en los Ejercicios (“el primer preámbulo es la historia”), Manresa 61 (1989)123.
61
Ib., 124-130.
32
darse, pues se es conciente de todos los beneficios recibidos. Es una acción de gracias
concreta.62
Todo lo anterior sólo se entiende si se ha logrado, por gracia divina, “un sentir y gustar
de las cosas internamente”[EE.2]. Un saborear, un gozar de las cosas: una devoción interna
verdadera, en el lenguaje de Ignacio. Y esto es lo que satisface el alma.63 Este “sentir” es otro
elemento clave de nuestro contexto de aplicación de la “didáctica”. “Sentir” aparece 33 veces
en los Ejercicios. Ignacio da gran importancia al plano de los afectos. Este sentir lo relaciona
con el entendimiento, pues todo “sentir” posee un sentido, vale decir, un significado. Por eso
Ignacio muestra aquí una clara visión del hombre, donde para él conocimiento y amor son el
centro del ser humano, son ese “espacio” interior donde se realiza el diálogo y el encuentro
con Dios; donde se “escucha” y “siente” la propia vocación personal. Podríamos aquí hablar
del “corazón” en sentido bíblico de la palabra. Es toda la persona, la que entra en juego en ese
diálogo y es toda ella invitada.64
Todo este “contexto” interno e externo, con sus espacios y tiempos y sus dificultades e
riquezas inherentes no pueden realizarse sin una “actitud” fundamental del sujeto. Para poder
tomar conciencia de la acción de Dios en nuestro mundo afectivo, el hombre ha de poner los
medios: “disponerse”. Esta el la clave de la quinta anotación: “ ...al que rescibe los exercicios
mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor,
ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de
todo lo que tiene se sirva conforme a su sanctísima voluntad.”[EE.5].65 Esto lo
profundizaremos dentro de poco, pero junto a esto hay otro elemento esencial en esta
disposición: la “confianza”. Jugo vital para que los elementos del contexto de la didáctica
puedan empezar a funcionar. Ignacio lo deja muy bien establecido en el “Presupuesto”, donde
dice:
“Para que así el que da los exercicios espirituales, como el que los rescibe, más
se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen christiano ha de ser
más prompto a salvar la proposición del próximo, que a condenarla; y si no la puede
salvar, inquira cómo la entiende, y, si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta,
busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve”.[EE.22].
Es un principio vital de toda relación humana. Es cierto que este texto nace en un
contexto histórico, que tenía una seria desconfianza frente a los Ejercicios Ignacianos; pero
quedó una genial intuición, clave para que el “contexto” de la didáctica pueda funcionar.
Esta actitud de confianza, esta apertura de base de los agentes del proceso, es esencial
para entrar en una relación personal que posibilita el diálogo con el Señor. Es decir en este
“contexto” aparecen tres niveles de comunicación: Uno, el del escritor del manual, es decir
Ignacio, con el que da los Ejercicios; otro, el de quien los da con el que los recibe: el que se
ejercita; y el último, el del diálogo entre el Creador y su criatura. Para este último, los
“coloquios”66 que propone Ignacio son esenciales.67 Junto a los “coloquios” debemos incluir
62
KIJM, J.M., Les Exercises Spirituels et la Mémorie, Cah. Sp. Ign., 10 (1986) 41-56.
63
BASABE, E., Las veinte anotaciones de los Ejercicios, Manresa 19 (1947).247-339.
64
MELLONI, J., La mistagogía de los Ejercicios, Col. Mensajero-Sal Terrae n°24 (Bilbao 2001)29-93.
65
TEJERA, M., Los Ejercicios, algo más que un manual de acción metódica, Manresa 61 (1989) 94.
66
[EE. 53,61,71,109,117,118,126,147,156,159,198,199,225,237, etc.]
67
REMMERT, G., El diálogo como marco de los Ejercicios, Manresa 48 (1976) 227-228.
33
las “oraciones preparatorias” y las “peticiones”, como partes, como atmósfera interior que
facilita éste dialogo interior.68
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro
Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son
criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es
criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan
para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es
menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a
la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no
queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que
deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente
deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”. [EE.23].
Todo este marco general, esta didáctica general, que tiene que ver con la
“organización” de toda la experiencia, será alcanzado, a través de las “Semanas” que pasarían
a ser las etapas “particulares”, que van encadenadas unas a otras para llegar al fin, al modelo
pretendido. Por esto es por lo que el fruto de la primera semana ha de ser una contrición
profunda, un dominio sobre la sensualidad y una purificación de vida. Las semanas Segunda,
Tercera y Cuarta van cada una profundizando el encuentro con el modelo, Jesucristo, que en
su misericordia nos ha sanado y ahora nos llama a su seguimiento. Pero Ignacio muestra, en el
proceso, hasta qué nivel se debe llegar en la identificación con el modelo, y para ello la
dinámica propia de cada semana tiene algo de peculiar y de proyectivo a la siguiente. Todo se
concluye en ese cómo de la nueva organización vital, reencontrándonos con el objetivo a
alcanzar, que reaparece en la “Contemplación para alcanzar amor”[EE.230-237].69
68
IGLESIAS, I., Elementos Instrumentales..., Op. cit., 238-239.
69
CALVERAS, J., Op.cit.
34
Hablamos, pues del educador y del educando en términos actuales. En los Ejercicios
Espirituales el primero es denominado: “el que los da” y el segundo como “el que los recibe”
o “el que se ejercita”70. El sentido de la relación de ambos en este proceso educativo es usar
de la “didáctica” de tal suerte de lograr el mejor aprendizaje. Para ello se requiere un buen
conocimiento del educando, una buena preparación del educador, una capacidad de
adaptación a la situación actual del alumno, sin por ello dejarse llevar por el espontaneísmo, y
sin olvidar cuál es el sentido o el fin de todo. Todo esto enmarcado dentro de una buena
comunicación mutua, que implica a los dos, como dentro de un “sistema”.
En los Ejercicios esta relación entre el que los da y el que los recibe aparece con
mucha claridad, y, con todos los elementos que le proporciona la “didáctica” para alcanzar el
fin de ellos a través de esa relación mutua.
La novedad principal que presenta la obra de Ignacio es, como expliqué en el apartado
anterior, que los actores de esta experiencia mistagógica, no son sólo dos. Está de por medio
el actor principal, el “Creador”: Dios. La relación tiene tres momentos como dijimos: Ignacio,
como redactor de la obra, con el que los da; el segundo, entre el que los da y el que los recibe;
y el tercero, entre el que los recibe y su “Criador y Señor”[EE.5]. Con todo, el texto tiene dos
protagonistas claramente visibles: el que los da y el que los recibe, y uno invisible, al que los
dos deben estar atentos, porque es el decisivo protagonista.
El papel “psicopedagógico” del que da los Ejercicios debe ser el de facilitar, poner
todos los medios a mano, para que se realice el encuentro dialogal entre Dios y el ser humano
lo mejor posible y sin engaño. Debe ser un apoyo en el discernimiento de la verdadera o falsa
presencia y acción de Dios en el alma del que los recibe, con una profunda atención a los
influjos procedentes del inconsciente de la persona y del obrar del “mal espíritu”, usando las
mismas palabras de Ignacio.
El que los da está al servicio del que los recibe para que éste pueda llegar a realizar
una correcta “elección”, sin intrometerse, sin presionar en esa decisión a la que el que los
recibe quiera llegar: abrazar la voluntad de Dios en la disposición de su vida. Debe facilitar
una generosa respuesta a la voluntad de Dios. Por otra parte, el que recibe los Ejercicios debe
poner de su parte, es decir debe “trabajar” para alcanzar y conocer esa voluntad de Dios,
liberándose de todas aquellas cosas que se lo impiden y que Ignacio llama “afecciones
desordenadas”[EE.1]. Pero esta tarea no concluye en la liberación de los obstáculos. Debe
cambiar su “objeto de amor”, que era él mismo, para plantarlo en la persona de Cristo, digna
70
Esta cuestión de los términos que cada uno recibe ha tenido muchos cambios estos últimos tiempos. El más
tradicional ha sido el denominarlos como “director y dirigido” respectivamente. Pero también hay
denominaciones tales como: “acompañante y acompañado”; “guía y guiado” etc. Para no complicarnos con el
lenguaje, en mi trabajo ocuparé los mismo términos de San Ignacio: “el que los da y el que los recibe o el que se
ejercita”.
71
[EE. 313-336]
35
de imitación e identificación. Analizaré cada uno de los “actores” por separado para facilitar
su estudio.
“El que los da” tiene claras orientaciones “didácticas” dadas por Ignacio. Ellas son en
resumen: conocer bien al que los recibe, adaptarse y acomodarse a su manera de ser, ayudar
a centrarse en la búsqueda de la voluntad de Dios y apoyar y facilitar el trabajo del que los
recibe alejándole de todos impedimentos y engaños e indicándole los medios más
convenientes en cada paso.
La clave de esta anotación no es la curiosidad del que los da, sino el ayudar a la acción
de Dios, y a descubrir la manifestación de su voluntad, a través de las “agitaciones y
pensamientos”, de las mociones.
El sumo respeto es otro factor presente en las instrucciones que se dan al que da los
Ejercicios. Un respeto a la persona del que se ejercita y sobre todo a su libertad. El ideal es
que todo vaya bien con la colaboración del que los recibe; pero con todo, si es necesario,
cuando las cosas no van alcanzando el fruto esperado, es el momento de una cierta
“intervención” a través de algunas preguntas. Lo vemos en su anotación sexta:
“6ª La sexta: el que da los exercicios, quando siente que al que se exercita no le
vienen algunas mociones spirituales en su ánima, assí como consolaciones o
dessolaciones, ni es agitado de varios spíritus; mucho le debe interrogar cerca los
exercicios, si los hace a sus tiempos destinados y cómo; asimismo de las addiciones, si
con diligencia las hace, pidiendo particularmente de cada cosa destas.”[EE.6].
Otros consejos que implican mayor intimidad con quien los recibe, Ignacio los expresa
en las siguiente anotaciones: En la octava anotación dice: “...según la necesidad que sintiere
en el que los rescibe...podrá platicarles las reglas...”[EE.8]. También en la anotación novena:
“... si es persona que en cosas spirituales no haya sido versado....no le platique las
reglas...”[EE.9]. Otro tanto se capta en la anotación décima, cuando dice: “quando el que da
los exercicios siente al que los rescibe, que es batido y tentado... entonces...”[EE.10].
Finalmente en la decimocuarta concluye: “el que los da, si vee al que los recibe que anda
consolado y con mucho hervor, debe...(...) y quanto más le consciere de ligera condición,
tanto más le debe prevenir y admonir. (...) mucho debe de mirar la propria condición y
subiecto...”[EE.14]. Todo esto que Ignacio recomienda, supone informarse e interrogar, si es
necesario; pero requiere la aceptación y colaboración del que los recibe. No puede haber
curiosidad, ni violencia. Sumo respeto para lograr el fin que se pretende en los Ejercicios.
36
El segundo elemento que mencionamos del modo de proceder del que da los
Ejercicios es adaptarse y acomodarse a la manera de ser del que los recibe. El principio que
está detrás es el de “la adaptación y acomodación”:
Leyendo el texto anterior podemos ver presente esa adaptación y acomodación a las
necesidades personales del que se ejercita, según su momento y manera de ser. Esto queda
iluminado, cuando Ignacio aconseja al que da los Ejercicios de dar sólo aquello que el que los
recibe puede “asimilar y entender”:
Este principio de acomodación y adaptación está para mejor provecho del que los
recibe. Se quiere evitar además todo aquello que pueda dañar a su persona y su proceso. Todo
esto está invitando al que los da, a estar muy atento al momento personal del que los recibe,
para aplicar lo que es justo y adecuado a su persona y situación. El rol del que los da se
actualiza, cuando verdaderamente lo necesita el que se ejercita. Lo dice Ignacio claramente en
la anotación décima:
“10ª La décima: quando el que da los exercicios siente al que los rescibe, que
es batido y tentado debaxo de especie de bien, entonces es propio de platicarle sobre
las reglas de la segunda semana ya dicha...”[EE.10].
Para nuestro tema, interesa destacar aquí cómo el que da los Ejercicios debe aplicar
estas reglas. Vale decir, se le invita a no aconsejar, ni ordenar, ni amenazar. Debe iluminar e
ilustrar, clarificando la situación. Por eso en la regla cuarta de la primera semana, comienza
clarificando términos: “llamo desolación...”[EE.317]. Propio es del que da los Ejercicios,
como un maestro que es, iluminar la ruta e guiar y orientar al que los recibe según su
condición personal, señalándole los pasos a dar, según si está consolado o desolado. Baste
indicar la regla undécima de la primera semana:
En esto mismo debe ayudar a que el que recibe los Ejercicios busque la voluntad de
Dios y no la propia voluntad . Ni tampoco el que los da debe sustituir al que se ejercita ni a
Dios. Citemos la anotación decimoquinta, clave de lo anteriormente dicho:
“15ª La décima quinta: el que da los exercicios no debe mover al que los rescibe más a
pobreza ni a promessa, que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir, que a otro.
Porque, dado que fuera de los exercicios lícita y meritoriamente podamos mover a
todas personas, que probabiliter tengan subiecto, para elegir continencia, virginidad,
religión y toda manera de perfección evangélica; tamen, en los tales exercicios
spirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el
mismo Criador y Señor se communique a la su ánima devota, habrazándola en su amor
y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante. De manera
que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en
medio, como un peso, dexe inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura
con su Criador y Señor.”[EE.15].
De aquí podemos decir que para que el que da los Ejercicios, cumpla correctamente su
rol de mediador, también debe alcanzar esa “indiferencia”, clave de todos los Ejercicios. Es
decir, se le está pidiendo una “mortificación” de sus propios sentimientos, un evitar sus
propios juicios y su voluntad. De ninguna manera debe suplir la decisión personal del que los
recibe. Debe dejar a Dios actuar directamente con su criatura. Y si logra aquello, puede decir:
¡misión cumplida!
El último elemento mencionado como rol del que da los Ejercicios, es el promover el
trabajo personal. Él nunca debe suplir la labor interior y personal del que recibe la
experiencia, pues la clave de la “didáctica” ignaciana es la “actividad interna” del que los
recibe.
38
“El que los recibe”, a quien podemos nominarlo como el educando, o “el que se
ejercita”. Es un primer requisito para recibir los Ejercicios que se presente como persona.
Además debe estar dispuesto a abrirse al que los da, para que así pueda recibir esa
acomodación. Debe, finalmente, desear buscar la voluntad de Dios y poner de su parte al
trabajo para el logro de este objetivo. Entrar con gran ánimo, generosidad y confianza.
Ignacio quiere que el que recibe los Ejercicios se vea atraído por una cierta luz. Vale
decir, en un cierto conocimiento de la situación de su alma y de su conciencia. Así que para el
aumento de este conocimiento, y para su autenticidad ante Dios, el que se ejercita debe poner
trabajo de su parte para lograrlo. El que los da le ayudará a realizarlo, pero no lo puede
sustituir en eso. Ya desde la primera semana se comienza un profundo trabajo de
introspección, que por momentos puede encontrar sus dificultades y hacérsele realmente duro.
Por eso Ignacio sugiere que se le expliquen las reglas de primera semana.
San Ignacio quiere un autoconocimiento a la luz de Dios, en esta primera etapa, de su
estado anímico, de sus “sentimientos” y actitudes, de su realidad profunda; pero esto debe ser
alcanzado a través del ejercicio espiritual personal. Con esto, el que se ejercita será más
capaz, en adelante, de enfrentar con mejor dominio sus estados anímicos. Una vez superada
esta etapa “purificativa”, la labor de autoconocimiento espiritual será más compleja. Ignacio
propone, no ya sólo un conocimiento más profundo de su nivel “sensitivo-emotivo”, sino que
ahora profundice espiritualmente en su nivel “ideativo-intelectual”; que distinga sus
pensamientos, y aun luces o mociones superiores, para ver de dónde provienen para así
aceptarlos o rechazarlos. Aquí se aconseja la explicación de las reglas de segunda semana, que
son de materia más sutil. Todo esto no puede hacerlo solo el que los recibe, es indispensable
la experiencia y guía del que los da. Pero para ello debe “abrirse” a quien lo está ayudando.
Inútil será la “acomodación” del que los da, si no sabe qué esta pasando con el que los
recibe. Debe haber una libre apertura de su interior, para dar a conocer sus estados de ánimo,
sus pensamientos y agitaciones para así ser ayudado, como dice la anotación decimoséptima:
“La terdécima: assimismo se hace como vano enamorado en querer ser secreto
y no descubierto: porque así como el hombre vano, que hablando a mala parte requiere
a una hija de un buen padre, o una muger de buen marido, quiere que sus palabras y
suasiones sean secretas; y el contrario le displace mucho, quando la hija al padre o la
muger al marido descubre sus vanas palabras y intención depravada, porque
fácilmente collige que no podrá salir con la impresa comenzada: de la misma manera,
quando el enemigo de natura humana trae sus astucias y suasiones a la ánima justa,
quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto; mas quando las descubre a su
buen confessor o a otra persona spiritual, que conosca sus engaños y malicias, mucho
le pesa: porque collige que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser
descubiertos sus engaños manifiestos.”[EE.326].
Parece que es tan clave esta “transparencia” que bien merece un “tiempo” de atención
del enemigo de la naturaleza humana.
Otro elemento que se le pide al que recibe los Ejercicios es una “docilidad y sumisión”
a la voluntad del Señor. Todo debe procurar hacerlo para “servicio, honra y gloria de su divina
majestad”[EE.16]. Pero más claro aún aparece esto en la “oración preparatoria” llamada por
Ignacio: “la sólita”. En ella se arraiga cada vez más una disposición a ordenar todo el trabajo a
la “gloria de Dios”.
Finalizo este apartado de los “actores” con el último elemento esencial que se le pide
al que recibe los Ejercicios: “la actividad y le trabajo interno-personal”. La docilidad para
dejarse llevar a través de las diversas experiencias y modos de orar. Para dejarse orientar en su
actividad.
En orden a esto se exige al que recibe los Ejercicios poner toda su voluntad y querer
en el trabajo. Ya en la anotación veinte pide un serio esfuerzo de alejarse de su vida cuotidiana
para estar más centrado en el trabajo a realizar. Además le pide una clara actitud de entrada:
“ofrecer todo su querer y voluntad”. Es una entrega total de sí y de sus cosas. Lo expresa
claramente Ignacio en su anotación quinta:
“5ª La quinta: al que rescibe los exercicios mucho aprovecha entrar en ellos
con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y
libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene se
sirva conforme a su sanctísima voluntad.”[EE.5].
Toda esta actividad debe estar observada y ayudada por el que da los Ejercicios. Los
roles del que da (educador) y del que se ejercita (educando) son complementarios en la
40
En los Ejercicios existen dos palabras claves para poder usar correctamente estos
“recursos didácticos” presentes en todo el proceso de la experiencia. Ellas son: “modo y
orden” [EE.2] en el ejercitarse.
En la historia del dar los Ejercicios este “modo y orden” ha vivido diversos acentos.
Unos más literales o de aplicación rigurosa, y otros de un espontaneísmo carismático y
subjetivo de quien da los Ejercicios a otro.
Los Ejercicios poseen un inmenso arsenal de “recursos didácticos”, pero es clave saber
disponerlos y usarlos de la manera más adecuada para la consecución del fin predeterminado.
Esto mismo supone una selección y disposición de los mismos, que requieren conocimiento
profundo de sus fuerzas y posibilidades.74
“Orden” es entendido como una suma de diversos elementos de contenido (de tipo
racional o afectivo) y de recursos, sean “psicológicos” que “materiales” (tiempos, lugares,
72
BELTRÁN QUERA, M, Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio: un método dinámico e interpersonal de
pedagogía religiosa, Espíritu 17 (1968) 47-63.
73
IGLESIAS, I., Dar “a otro modo y orden”(Ex. 2), Manresa 61 (1989) 357-358.
74
CALVERAS, I., Qué fruto..., Op. cit., 20
41
posiciones, etc) todos ellos dirigidos a alcanzar una finalidad, un objetivo; que cumple la
función de principio de ordenador de los mismos y que les da su justificación. Han de ser
sistematizados en forma procesual y dinámica, no en modo preconcebido; sino por
experiencia de aciertos y errores y organizados por una estructura lógica interna. La
experiencia personal del que da los Ejercicios pasa a cumplir un rol esencial y objetivador en
el encuentro entre el “Criador y la criatura”, siempre nuevo y particular. Y el “modo” aparece
aquí como la concreta aplicación del “orden”, según un determinado sujeto que lo aplica: el
que los da, lo adapta todo a las particulares circunstancias del que se ejercita.75
Los “recursos didácticos” que están presentes en los Ejercicios ignacianos de una
manera maravillosamente provechosa son: el “cuerpo”, que se relaciona entrechamente en el
“gesto” y la “palabra hablada”, la “escritura”, y finalmente el “libro”. Analizaré cada uno por
separado.
Ignacio, como buen maestro, lleva al que recibe los Ejercicios a ubicarse en un
“clima” ideal para ese encuentro inmediato con Dios [Cfr.EE.15]. Busca crear un ambiente
que ayude a no tener “el entendimiento partido en muchas cosas”, a prepararse “para se
acercar y llegar a su Criador y Señor” [EE.20]. Provee, las medios adecuados para que el que
realiza la experiencia pueda “oír” la voz de Dios en su corazón, en el silencio. Sabemos que
el orante es un ser situado en la realidad de la vida, en la coordenadas de “tiempo y espacio”,
como hemos analizado. Con esto se asegura que la experiencia de Dios sea real, “encarnada”
en la realidad misma. De ahí su preocupación de dar una serie de “consejos”, para usar este
“recurso didáctico”, para “mejor hacer los exercicios y para mejor hallar lo que se
desea”[EE.73]. A éstos Ignacio los llama: “Addiciones”.
Aunque se llaman y son Ejercicios Espirituales entra en juego en ellos toda la persona:
mente, voluntad, deseos, afectividad, sentimientos y corporalidad. Los factores externos que
piensa Ignacio, van en ayuda al encuentro interno, a ese “silencio” del corazón que facilita el
escuchar la voz de Dios.76
75
IGLESIAS, I., Op.cit., 364
76
TEJERA, M., Para adentrarse en la experiencia de Ejercicios: las adiciones [73-81], Manresa 69 (1997) 117-
119.
42
Las “addiciones” para el uso de cuerpo como “recurso didáctico”, tienen en cuenta la
unión “substancial del cuerpo y alma”, en una unidad de naturaleza; y, por tanto, “la
interacción psico-física de los ... estratos inferiores sobre los superiores y de éstos sobre
aquellos, pues todo el trabajo de los Ejercicios va a esto: estructurar en perfecto orden todos
los estratos de nuestra personalidad [EE 1,21,233].”77
Así podemos entender lo que significa para Ignacio el “Subiecto”: es esa unidad de la
persona que está recibiendo la experiencia. Toda ella. Por ello el “recurso didáctico”, que
aparece, va en ayuda de la prosecución de lo que hoy día se ha dado de llamar una “ecología
espiritual”. Se busca unificar al sujeto, consigo mismo y con su entorno, para facilitar la
disposición al encuentro que siempre es iniciativa primera de Dios.78
Aquí, el que da los Ejercicios cumple una función vital como maestro y guía de la
experiencia. Él debe “enseñar a orar corporalmente”. Es una responsabilidad que va más allá
de dar unas simples indicaciones o consejos prácticos; debe poseer un profundo conocimiento
del ser humano que se pone en oración. Muchas veces por falta de esto, aparecen dificultades
profundas en la oración tales como: agotamientos, aburrimiento, abandonos, etc. Y peor aún;
exageraciones y confusiones que pueden desvirtuar la experiencia.81 Éste es un punto
altamente delicado, que merece una seria preparación del que los da, habiendo experimentado
personalmente, en primer lugar, e informándose de las riquezas y riesgos que puede encontrar
en otras tradiciones, tanto cristianas como no cristianas, para ayudar en esta área al que recibe
los Ejercicios.82
Detallemos algo más en concreto las “addiciones” que van directamente en ayuda de
las disposición “corporal” en sus diversas dimensiones.
En la primera adición [EE.73] dice: “ya que me quiera dormir...” Se pone aquí una
atención al último acto, de conciencia, del día; para “dejarlo en los umbrales de la
conciencia”, de tal manera que, entre el comenzar a dormir y este acto conciente no exista
nada en medio, ningún otro pensamiento, de tal suerte que al día siguiente, cuando el que
77
ESPINOSA, C., Sicología de las adiciones, Miscelánea Comillas 33 (1960) 179.
78
IGNACIO, I., Elementos instrumentales...., 245.
79
BALLESTER, M., Una lectura corporal de los Ejercicios, Manresa 61 (1989) 152.
80
GARCÍA MONGE, J.A., Los Ejercicios corporalmente espirituales, en A.A.V.V., Psicología y Ejercicios,
Col., Mensajero-Sal Terrae, n°5. (Mensajero-Sal Terrae, Madrid 1990) 296.
81
Ib.,306.
82
CONGREGAZIONE PER LA DOTTRINA DELLA FEDE, Lettera “Orationis Formas”, 15 ottobre 1989
(Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1991)
43
recibe los Ejercicios se despierte, se vea afectado por ese pensamiento permitiendo un
acercamiento fácil hacia el Señor. Continúa el texto: “...por espacio de un Ave Maria”. Vemos
aquí a un Ignacio que piensa hasta en los mínimos detalles: el tiempo tiene su importancia.
Hay personas que se quedan “pegadas”, “adheridas” sin control y con eso el descanso
comienza a verse disminuido, con la consecuencia nerviosa esperable para el día siguiente. Lo
puso por propia experiencia. “Y a qué”, pues todo debe ordenarse al fin y éste debe ser traído
a colación con regularidad, para no perder el fruto peculiar que se busca en la meditación o
contemplación que se realizará. Esto va a cooperar con el “clima” a que nos hemos referido.
Y concluye: “...resumiendo el exercicio que tengo de hacer”. “Este resumen de la meditación
queda en el preconsciente, aflora al consciente inmediatamente al despertar y ambienta al
alma desde el primer momento disponiéndola para acercarse a Dios.”83
En la tercera adición [EE.75], Ignacio invita a entablar una clara relación entre lo
religioso y el estado psicológico: “Alzado el entendimiento arriba”. Con la ayuda de la gracia,
que se supone, el ser humano entra en un ambiente claramente espiritual, pues el yo humano
se experimenta concientemente delante del Tu divino. Así es como espontáneamente nace un
necesario acto “físico” y “psíquico” concreto de reverencia delante de la inmensidad del
Misterio en el que el yo se reconoce inmerso. Es, pues, consecuente hacer una reverencia, que
es juntamente acto de respeto y de amor, expresión de la profunda humildad de la creatura
delante de su Creador: “...considerando cómo Dios nuestro Señor me mira, etc., y hacer una
reverencia o humiliación.”
La cuarta, [EE.76], es la adición, podríamos decir, más atenta al rol que juega el
cuerpo en este clima espiritual: “4ª addición. La 4ª: entrar en la contemplación, quándo de
rodillas, quándo prostrado en tierra, quándo supino rostro arriba, quándo asentado, quándo en
pie, andando siempre a buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la primera es, que si
hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante, y si prostrado, asimismo, etc.; la segunda,
en el punto en el qual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante,
hasta que me satisfaga”. Aquí Ignacio le da al cuerpo su justo rol. “Como los sentimientos
provocan actitudes, así las actitudes , en virtud de la interacción psico-física, provocan
sentimientos, y siendo éstos de gran valor en Ejercicios, para llegar al “conocimiento interno”,
que descendiendo de la mente llena todo el hombre (...) adoptar, por tanto, las actitudes físicas
que más favorezcan tales sentimientos”84
83
ESPINOSA, C., Op.cit. 180.
84
Ib., 183.
44
Junto a esta clarividencia del rol que juega el cuerpo como una especie de
“sacramento” del interior del hombre y viceversa, de ayuda a radicar sus actitudes internas en
la realidad total del ser humano, se percibe de nuevo esa capacidad de respetar la peculiaridad
de cada uno y aquello que más le puede ayudar a la prosecución del fin buscado. “Andando
siempre a buscar lo que quiero”, muestra la parte humana que desea, que busca, que quiere,
subordinando los medios al fin. Para Ignacio este aspecto de la voluntad es tremendamente
eficaz para formar el carácter y para disponer los medios más adecuados para encontrar lo que
Dios quiere. Y todo se concluye en el reposo y en el goce espiritual: “ En el punto en el qual
hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me
satisfaga”. Aquí se ve la maestría Ignaciana que une el reposo físico (la posición que permite
estar más descansado, y por ende más tiempo real) con el reposo espiritual.
Saltamos algunas adiciones que tienen más que ver con materias que ya hemos tratado
arriba y nos centramos en la séptima adición, que va en ayuda de la creación del “clima”. Ésta
aparece no sólo aquí en la primera semana [EE. 79.], sino que también la encontramos en la
segunda semana [EE.130] y en la cuarta [EE.229]. Como “recurso didáctico” el ambiente
donde de encuentra el que recibe los Ejercicios va en ayuda de la formación de sentimientos.
No sólo, desde dentro Ignacio está atento a alcanzar lo afectivo, sino que también cree
firmemente que el entorno ecológico tiene un fuerte influjo. “7ª addición. La 7ª: privarme de
toda claridad para el mismo effecto, cerrando ventanas y puertas el tiempo que estuviere en la
cámera, si no fuere para rezar, leer y comer.” Ignacio está pensando en tiempos en que se
meditan los pecados o la Pasión. Por ello cree que la oscuridad ayuda al recogimiento y a la
aspereza, como lo que se está meditando o contemplando. Se puede además suponer que se
debe realizar su contrario cuando se medita, por ejemplo la Resurrección, como claramente lo
dice en la cuarta semana [EE 229], que será buscar luz , abrir ventanas. Ponerse en contacto
con el buen clima y la vida.
“8ª addición. La 8ª: no reír, ni decir cosa motiva a risa.”. Esta octava adición [EE.80]
toca uno de las experiencias más propias de ser humano: la risa. Ella significa tantas cosas,
pero también físicamente es uno de los ejercicios físicos que más partes del cuerpo mueve.
Aquí Ignacio la quiere frenar, pues no debemos olvidar que estamos en la primera semana,
para evitar la dispersión del que recibe los Ejercicios. La risa puede ser nerviosa, reacción no
controlada, y superficializar lo que ha de ser serio.
La novena adición [EE.81] va a cerrar el ciclo de los sentidos que ayudan más, a la
concentración o dispersión, de la persona que ora. “9ª addición. La nona: refrenar la vista,
excepto al rescibir o al despedir de la persona con quien hablare.”. La vista es una de ellos y
tiene un vital influjo sobre los demás sentidos. La vista sirve para aplicar la atención al
exterior y buscar el contento o apoyo, fuera de la reflexión; o impedirla con la divagación
externa. “El recogimiento exterior es causa del interior, también el interior invita al exterior,
donde se puede ver qué ejercitante está haciendo bien los Ejercicios, y quien no”85
85
Ib.,189.
45
Pero sobre todo considera indispensable las motivaciones cristianas que aduce para su uso.
La riqueza en el uso del cuerpo, como “recurso didáctico”, no acaba aquí. Claramente
las semanas desde la segunda a la cuarta han de tener sus efectos corporales, puesto que el
centro está puesto en el misterio de la Encarnación, Muerte y Resurrección de Jesucristo. El
hombre en todo este proceso toma clara conciencia que es “un cuerpo redimido, juntamente
con el alma, en Cristo y con Cristo. (...) San Ignacio invita al que se ejercita a corporeizar y
encarnar su oración, por medio de las composiciones de lugar”88
86
Pongo aquí el texto directo de esta adición, por lo poco conocida que es y por la riqueza que contiene:
“[82] 10ª addición. La décima addición es penitencia, la cual se divide en interna y externa. Interna es, dolerse de
sus pecados, con firme propósito de no cometer aquellos ni otros algunos; la externa, o fructo de la primera, es
castigo de los pecados cometidos, y principalmente se toma en tres maneras:
[83] 1ª manera. La 1ª es cerca del comer, es a saber, quando quitamos lo superfluo, no es penitencia, mas
temperancia; penitencia es, quando quitamos de lo conveniente, y quanto más y más, mayor y mejor, sólo que no
se corrompa el subiecto, ni se siga enfermedad notable.
[84] 2ª manera. La 2ª: cerca del modo del dormir; y asimismo no es penitencia quitar lo superfluo de cosas
delicadas o moles, mas es penitencia, quando en el modo se quita de lo conveniente, y quanto más y más, mejor,
sólo que no se corrompa el subiecto, ni se siga enfermedad notable, ni tampoco se quite del sueño conveniente, si
forsan no tiene hábito vicioso de dormir demasiado, para venir al medio.
[85] 3ª manera. La 3ª: castigar la carne, es a saber: dándole dolor sensible, el qual se da trayendo cilicios o sogas
o barras de hierro sobre las carnes, flagelándose, o llagándose, y otras maneras de asperezas.
[86] Lo que paresce más cómodo y más seguro de la penitencia es, que el dolor sea sensible en las carnes, y que
no entre dentro en los huesos de manera que dé dolor y no enfermedad; por lo qual paresce que es más
conveniente lastimarse con cuerdas delgadas, que dan dolor de fuera, que no de otra manera que cause dentro
enfermedad que sea notable.
[87] 1ª nota. La primera nota es que las penitencias externas principalmente se hacen por tres effectos: el
primero, por satisfación de los peccados passados; 2º por vencer a sí mesmo, es a saber, para que la sensualidad
obedezca a la razón y todas partes inferiores estén más subiectas a las superiores; 3º para buscar y hallar alguna
gracia o don que la persona quiere y desea, ansí como si desea haber interna contrición de sus pecados, o llorar
mucho sobre ellos, o sobre las penas y dolores que Christo nuestro Señor passaba en su passión, o por solución
de alguna dubitación en que la persona se halla.”
87
BALLESTER, M., Op.cit.,151.
88
Ib., 155.
46
Todos los Ejercicios son una clara manifestación de la dimensión terrenal del hombre:
su realidad encarnada, los mandamientos, la aberración de sus pecados, el significado de las
palabras, el ritmo respiratorio y todos los sentidos del cuerpo puestos en juego. Aquí nos
encontramos, al concluir las semanas, con los llamados: “Tres modos de orar”[EE.238-248].
Modos que ejercitan la somatización del espíritu, de la gracia. Todo lo humano ha de entrar en
una relación dinámica entre lo interior y lo exterior, que revela al hombre nuevo salvado por
Jesucristo. Un hombre “trasfigurado” por todo el misterio pascual. “Entonces la respiración
respira al Espíritu, las palabras dicen el Verbo y la observancia de los mandamientos, y los
sentidos expresan el amor al Padre.”89
Son muy pocos los autores contemporáneos de Ignacio que den tanta importancia al
cuerpo como “recurso didáctico” para alcanzar los objetivos puestos. Hemos descubierto sólo
algunos pormenores, tanto corporales como ambientales, que favorecen la experiencia de
oración.
2.3.2. El gesto y su función didáctica en los Ejercicios Espirituales.
Con el gesto debemos hilar más fino a la hora de buscar su presencia como “recurso
didáctico” en los Ejercicios Espirituales. En esta parte no me voy a referir a gestos corporales
que ya fueron tratados, sino más bien a otras diversas dimensiones “gestuales” que usa
Ignacio, como “recursos didácticos”, para ayudar al que recibe la experiencia a alcanzar el fin
deseado. Ya no serán dimensiones materiales de lo corporal, sino más bien elementos
literarios y espirituales que ayudarán al que recibe los Ejercicios a alcanzar ese “conocimiento
interno” que lo llevará a desear cambiar e imitar el nuevo modelo: Cristo.
Para que algo o alguien logre atraer la atención y posteriormente el deseo de imitarlo,
es condición conveniente que esa cosa, o persona, sea digna, y realizable su propuesta. Si un
sujeto logra entablar una relación con esa persona, logrará un adhesión profunda e
incondicional; sobre todo si sus cualidades son modélicas.
Pero para que haya verdadera imitación, debe estar en juego la afectividad. Y en esto
los Ejercicios son muy ricos. Lo “didáctico” que contienen los Ejercicios está en que la
imitación no es meramente exterior. Ignacio sabe que el ser humano – y también las antiguas
culturas – tiene un instinto natural a la imitación. Por esto es por lo que Ignacio presenta una
serie de imágenes, modelos y hechos; tanto del mismo Cristo [EE.261-312] como de otros,
dignos de ser seguidos o rechazados [EE 50-52] respectivamente.90
inductoras con que el ejercitante debe comenzar sus ejercicios cuotidianos, se explica
perfectamente por un conocimiento experimental del valor que tiene la creación personal,
espontánea y libre de las imágenes que el mismo sujeto hará con ayuda de la gracia divina.
(...)La razón(...): no influir como un peso sobre el ejercitante, no predeterminar” 91, sino dejar
que Dios determine en su criatura lo que El desea que haga.
Las parábolas refuerzan actitudes y suscitan de las más diversas reacciones, como
podemos verlo en los Evangelios. La parábola que nos entretiene suscita espontaneamente
nuestros sentimientos correspondientes. No desea dar autorizaciones o permisos, y menos aún
señala a ninguna persona en particular, sino al que la aplicará el que la entiende, con esto va
haciendo que el que recibe los Ejercicios reconozca que está realizando un acto libre, y lo va
realmente alcanzando. “...efectivamente en la parábola se está imponiendo un influjo, una
presión: la de una alternativa, de una opción preferencial, la de un camino. Aquí el de Jesús, el
pobre e humilde Jesús. ¿Será por eso por lo que las parábolas aparecen en Ignacio a la hora
de tomar una decisión?”95
Ni siquiera aquí se detiene Ignacio en el uso del gesto como “recurso didáctico”
expresado a través de las imágenes a contemplar para evitar o imitar.
Ya hablé cómo, en la primera semana, pone ejemplos bien concretos a no “imitar”: los
ángeles soberbios, y Adán y Eva al pecar [EE.50-52]. Pero en el empleo de recursos
imaginarios realmente geniales, no podemos dejar de mencionar la “meditación del
infierno”[EE. 65-72]96. Hoy bastante abandonada por algunos que dan los Ejercicios, debido a
91
GIL, D., Imaginación y localización. Algo más sobre la composición de lugar en los Ejercicios, Manresa 43
(1971) 233.
92
IGLESIAS, I., La historia... Op.cit., 124.
93
KOLVENBACH, P-H., Op. cit., 11.
94
BUSTO, J.M., Sobre parábolas y ejemplos, Manresa 67 (1995) 115.
95
GARCÍA HIRSCHFELD, C., La Parábola del Rey Temporal, Manresa 67 (1995) 128.
96
“[65] QUINTO EXERCICIO ES MEDITACION DEL INFIERNO; CONTIENE EN SI, DESPUES DE LA
ORACION PREPARATORIA Y DOS PREAMBULOS, CINCO PUNTOS Y UN COLOQUIO. Oración. La
oración preparatoria sea la sólita.
1º preámbulo. El primer preámbulo composición, que es aquí ver con la vista de la imaginación la longura,
anchura y profundidad del infierno. 2º preámbulo. El segundo, demandar lo que quiero: será aquí pedir interno
sentimiento de la pena que padescen los dañados, para que si del amor del Señor eterno me oluidare por mis
48
Por otro lado, los ejemplos de la vida de Cristo (que se contemplan en la segunda,
tercera y cuarta semanas, indicados en los números: [EE.261-312] ), y de la Virgen María, van
ayudar a la adhesión filial y amorosa, y a poder tomar más profunda conciencia del desorden
de las propias acciones. “Mirándolos, contemplándolos, oyendo lo que dicen y considerando
lo que hacen, y reflictiendo constantemente sobre nosotros mismos, para sacar algún
provecho, como para cada punto prescribe san Ignacio [EE. 106-108; 114-116; 122-125]. No
podremos menos de ir descubriendo deficiencias en nuestras obras, que nos parecerán menos
tolerables puestas en parangón con la santidad de nuestro Capitán....”97 y los atractivos de
Nuestra Señora.
faltas, a los menos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado.
[66] 1º puncto. El primer puncto será ver con la vista de la imaginación los grandes fuegos, y las ánimas como en
cuerpos ígneos.
[67] 2º El 2º: oír con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Christo nuestro Señor y contra todos
sus santos.
[68] 3º El 3º: oler con el olfato humo, piedra azufre, sentina y cosas pútridas.
[69] 4º El 4º: gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme de la consciencia.
[70] 5º El 5º: tocar con el tacto, es a saber, cómo los fuegos tocan y abrasan las ánimas.
[71] Coloquio. Haciendo un coloquio a Christo nuestro Señor, traer a la memoria las ánimas que están en el
infierno, unas, porque no creyeron el advenimiento, otras, creyendo, no obraron según sus mandamientos,
haciendo tres partes: 1ª parte. La 1ª, antes del advenimiento.
La 2ª en su vida.
La 3ª después de su vida en este mundo; y con esto darle gracias, porque no me ha dexado caer en ninguna
destas, acabando mi vida. Asimismo, cómo hasta agora siempre a tenido de mí tanta piedad y misericordia,
acabando con un Pater noster.
[72] Nota. El primer exercicio se hará a la media noche; el 2, luego en levantándose a la mañana; el 3, antes o
después de la misa, finalmente que sea antes de comer; el 4, a la hora de vísperas; el quinto, una hora antes de
cenar. Esta repetición de horas, más o menos, siempre entiendo en todas las 4 semanas, según la edad,
disposición y temperatura, ayuda a la persona que se exercita, para hacer los cinco exercicios o menos.”
97
CALVERAS, I., Op.cit., 220.
49
La “palabra hablada” cumple, como “recurso didáctico” un rol esencial. Es, junto con
los “gestos”, trasmisora de experiencia y sabiduría. La “imaginación” cumple en todo este
proceso de transmisión un rol didáctico esencial siendo parte de la “palabra hablada” y
creando los esquemas en que la persona se proyecta en su futuro. Los Ejercicios, en
continuación con el apartado anterior, usan de este “recurso didáctico”, la imaginación, en
modo muy profundo.
En los Ejercicios Espirituales, Ignacio toma distancia del abuso de la imaginación tan
propio de aquel tiempo, del que ya hablamos, de su vida formativa. Su ambiente pecaba de
exceso. Pero de todas maneras, en meditaciones como la del “infierno”[EE.65-72] y en las
contemplaciones y aplicación de sentidos, invita a entrar en estos misterios, explícitamente
con la “vista imaginativa” [EE.66 y 112]. Ella cumple una función espiritual vital de acceso a
este ejercicio y no le fija grandes límites, ni la esclaviza en las contemplaciones a imágenes
impuestas; sino sugestivas, abridoras del deseo, como podría afirmar seguiendo el apartado
precedente. Su creer en la imaginación como “recurso didáctico”, para alcanzar el fin
buscado en el ejercicio, lleva a Ignacio a imponer un modo de emplearla “con toda reverencia
y acatamiento posible”[EE. 114]. Todo se inserta en una sugerencia que invita a discernir.
el espacio y tiempo del cuerpo. Por esto es por lo que Ignacio no hace una especial distinción
acabada, cuando habla de la “mirada imaginativa (de lo invisible) o la mirada de la
imaginación (del lugar corpóreo)” [cfr.EE.47]100, y entre lo visible y lo invisible, lo corporal y
lo espiritual; pues propone “gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas” [EE.69].
Ni distingue entre la capacidad de la imaginación para reproducir imágenes de las sensaciones
corporales y la capacidad sobrenatural de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) de
abrirse a gustos del espíritu: como “la suavidad y dulzura de la divinidad del alma y de sus
virtudes...”[EE.124].
También debemos recordar las imágenes infernales. Por eso es que pone mucha
atención en controlar la imaginación [cfr. EE 74 y 82] para que no degenere en alucinaciones
y exageraciones. Pero con todo no la “elimina (...) porque la imaginación permite verme
[EE.58] (...) y sobre todo ver al Señor [EE.214]”101.
Cree tanto Ignacio en este recurso que da algunas sugerencias para el ambiente de
oración, como ya hemos dicho: “...cerrando puertas y ventanas” [EE.79] y “usar de buenos
temporales o diversos” [EE.130] para disponer nuestro sentidos, que después de haber
sugerido “escenas evangélicas”, irán en ayuda a la imaginación del orante. Por otro lado, “la
función creadora de símbolos, propia de la imaginación confiere al que contempla, capacidad
para transformase en Evangelio...”102. Las fuerzas de la imaginación nos hacen estar
verdaderamente “presentes” delante de la Divina Majestad; pues ella nos ayuda a entrar de
todo corazón en el misterio que contemplamos. La imaginación nos ayuda a evitar esta natural
tendencia a encerrarnos en nosotros mismos en un narcisismo dañino. Ella nos hace salir de
nosotros, viajar, estar presentes de corazón – es decir toda la persona- en los lugares que
contemplamos y además nos permite encontrar a Cristo con su gracia.103
Como seres materiales que somos, necesitamos de un recurso que nos permita entrar
en la esfera de la realidad espiritual de Dios. La imaginación está tan ligada al acto de fe, y al
mundo religioso en general, como lo están la memoria, la inteligencia y la voluntad. Para ello
las imágenes, los símbolos y los mitos son de gran ayuda, como se ha visto en la historia de la
humanidad. Y para alcanzarlos, la imaginación es el gran “recurso didáctico”, que Ignacio
magistralmente nos ha legado. 104
101
KOLVENBACH, P-H., Op. cit., 20.
102
Ib., 23.
103
Ib.
104
McLEOD, F.G., Uso de la imaginación en los Ejercicios ignacianos, C.I.S., 18 (1987) 31-93
105
CALVERAS, J., Los cinco sentidos de la imaginación en los Ejercicios de San Ignacio, Manresa 20 (1948)
47-70.
51
especifica como “vista de la imaginación”. Los sentidos son cinco, como podemos
comprobarlo en una revisión de los textos: [EE.121,132,134,159,226,227].
En la segunda semana, se busca conocer a Cristo no sólo con la “cabeza” sino y sobre
todo, a nivel de la experiencia. En este sentido el recurso a la imaginación es clave. Pues
como mencionamos, nos permite “meternos” en la escena contemplada, abriendo al que
contempla a recibir gracias inesperadas, y permitiendo a toda la persona ser sensible a los
mensajes que están presentes. Con la sola razón no lo podría. Recibirá, con la gracia de Dios,
la posibilidad de estar “delante” de Jesús, conociendo rasgos de su personalidad, realizando
diálogos, etc., que irán llevándolo a un “conocimiento interno” que indudablemente lo portará
a desear imitarlo y seguirlo. Y proyectarse en el futuro con las imágenes y proyectos santos
suscitados por el Espíritu en su alma.
En las semanas tercera y cuarta Ignacio aparece muy escueto en el uso de las imágenes
e instrucciones. Sabe que la imaginación del que recibe la experiencia está en proceso
profundo de redención, por lo tanto, la sabe capaz de conducirse –nunca olvidando el
necesario discernimiento- imaginativamente en las escenas de todo el misterio pascual de
Cristo. Lo hace sufrir y dolerse con todos los personajes que están presentes, para finalmente
hacerlo gozar y resucitar con los mismos, como lo hizo Jesús. Suscitando así una profunda
106
Ib., 61.
107
Ib., 61-62.
52
108
McLEOD, F.G., Op. cit. 61-79.
109
JIMÉNEZ, F., Ejercicios Espirituales y psicoterapia, Manresa 47 (1975) 237-250.
110
GIL, D., Imaginación y localización. Algo más sobre la composición de lugar en los Ejercicios, Manresa 43
(1971) 226.
111
KOLVENBACH, P-H., Op.cit. 21-22.
53
transmitido”112 Se puede adivinar un influjo, en este sentido, del valor del cuidar las
tradiciones o las experiencias y saberes, de tal manera que no se pierdan, dejándolas por
“escrito”.
Como elemento peculiar de esta reflexión en los Ejercicios nos aparece el “examen”.
Son pocos libros en la historia de la ascética cristiana que den tanto valor a este ejercicio. En
el texto hay indicados ocho exámenes al día: dos veces el examen particular, una vez, al
menos, el general y cinco veces más los que corresponderían a cada bloque de oración del día
“... después de acabado el exercicio, por espacio de un quarto de hora, quier asentado, quier
paseándome, miraré cómo me a ido en la contemplación o meditación ”[EE. 77]. Si hacemos
un simple cálculo de sumatoria podemos llegar fácilmente a dos horas dedicadas a la reflexión
de lo que se está viviendo.115 Aparece a simple vista su peso en el proceso.
acaecido, sino también con un objetivo bien claro: para ser confrontada con el que da los
Ejercicios117. Es vital que estos exámenes sean compartidos, de tal suerte que puedan ser
discernidos como parte del camino de los Ejercicios. Si el que recibe la experiencia, no
“recuerda” lo que “sintió” y lo que “hizo” durante su rato de oración, bien poco podrá ayudar
el que da la experiencia a discernir lo que Dios está queriendo decir al que los recibe y
proponerle nuevo material para su oración. Además, es mejor si los escribe, como dice
Ignacio, para ir a los puntos centrales.
Finalizo este apartado hablando del último elemento de este recurso: las
“repeticiones”, que ya avisé que profundizaría, cuando me refería al recurso de la “palabra
hablada”.
Ignacio se empeña en que las representaciones de Jesús, que el que se ejercita va
contemplando, realmente se “fijen” en él, llegando al nivel de los afectos, para así sacarlo de
sus apegos a los antiguos objetos de amor y concentrarlos ahora en Jesucristo. Para alcanzar
esto, usa el recurso de la repetición, que es mucho más que una dura ascesis educativa. 121 No
basta haber alcanzado una buena relación con el Señor y un nivel de intimidad fuerte. Es
necesario conservarse en ellas y profundizarlas. Por eso los Ejercicios hacen repetir, para
recalcar ciertos aspectos que tocaron más, y que así se vayan haciendo más propios.122.
El libro como “realidad material” siempre estuvo presente en la vida de san Ignacio.
Ya desde su temprana formación tuvo conocimiento de los libros de caballería. No en vano en
su convalecencia en Loyola, lo que pidió, para aprovechar su tiempo de inmovilidad, fue leer
libros (Autobiografía 1.3-6). Ya en ese período se valió Dios de este “recurso didáctico” para
conquistar a Iñigo.
El libro de los Ejercicios nació claramente como “recurso didáctico”. Vio la luz,
motivado su autor, con una clara intencionalidad pedagógica: “algunas cosas que observaba
en su alma y las encontraba útiles, le parecía que podrían ser útiles también para otros, y así
las ponía por escrito...”(Autobiografía 99). Probablemente procedente de aquél que se llevó
consigo de Loyola, donde había escrito con tinta especial las palabras de Cristo y de Nuestra
Señora. Así comienza a nacer el “libro” de los Ejercicios Espirituales, un libro pensado casi
exclusivamente para el que los da y no para el que los recibe. Un libro, podríamos decir en
lenguaje actual, “del maestro” y para su uso casi exclusivo. Él verá qué mostrar y qué no. En
él se contiene todo el “modo y orden” [EE.2] de dar los Ejercicios completos.
El texto escrito, estudiado desde la moderna lingüística, “es un conjunto (un tejido) de
estructuras, o sea una red de relaciones entre elementos verbales autónomos; pero al mismo
tiempo interdependientes, que tienen como objetivo comunicar una información o un estado
de ánimo. Una vez hecha escritura, el texto adquiere una independencia propia, no sólo
porque el autor no esté presente en el momento de la lectura, sino además, porque el texto está
escrito en un tiempo y en una situación concretas, que no coinciden necesariamente con las
del lector. La comprensión de un texto en todas sus dimensiones es, pues una tarea mucho
más ardua que lo que una primera lectura da a entender. Sobre todo determinados textos como
el caso de los Ejercicios...”124 en que no está pensado para ser leído, sino para ser aplicado y
practicado. Al interno se contiene un discurso que invita a la transformación de vida. Pero
para ello se requiere una profunda voluntad libre de someterse a él. Es además un texto que ha
pasado por la “criba” del discernimiento. Las palabras: “le parecían útiles”, son la clave de
interpretación de ese discurso. Hay muchas cosas no dichas, pues no le parecían útiles a los
“otros”.125 Aquí nos encontramos con el alma pedagógica de los Ejercicios y clave de
interpretación para su comprensión cabal. Y como texto pedagógico que es, lleno de consejos
“didácticos” a la hora de su aplicación.
123
IGLESIAS, I., Elementos instrumentales..., Op.cit ., 251.
124
GARCÍA MATEO, R., Op.cit., 264.
125
GIULIANI, M., Escritura y silencio en el origen de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola,
Manresa 64 (1992) 285-290.
56
Podemos concluir que la finalidad del uso de este “recurso didáctico” y su lectura es,
en primer lugar, su misión de ayuda para alcanzar el fruto de los Ejercicios. En segundo lugar,
como un aporte para un conocimiento más acabado la “vida interior cristiana” que conduce a
la elección según Cristo (esto se intuye por los textos que sugiere Ignacio de leer). Y
finalmente, un “suplir con creces” largas exposiciones y explicaciones de quien da los
Ejercicios.
Pero para todo esto es clave el criterio del que los da. Él debe conocer un buen
repertorio útil de textos que ayuden a conseguir el fin de los Ejercicios y además dejarse
iluminar por las reglas “PARA EL SENTIDO VERDADERO QUE EN LA IGLESIA
MILITANTE DEBEMOS TENER...”[EE.352-370] de tal manera de ayudar y no confundir al
que los recibe.126
CONCLUSIÓN:
126
DE LETURIA, P., Lecturas espirituales en los Ejercicios Espirituales, Manresa 20 (1948) 295-310; TONI. T.,
La lectura en tiempos de ejercicios, Manresa 5 (1929) 56-65.
57
Hemos podido ver que la “didáctica” comprendida desde las ciencias de la educación
tiene , eminentemente, que ver con el terreno práctico; con la hora de la aplicación concreta
de la teoría general y del método a seguir.
La “didáctica” se hace cargo de lo cotidiano, del tú a tú del proceso educativo. Por esto
el ambiente, los actores y los instrumentos utilizados son un conjunto que no se comprende
separadamente. Escuela, profesor y alumno, y los recursos didácticos deben ser entendidos
como una unidad. Por esto hemos mostrado todo lo que cada una de sus parte significan para
así poderla comprender correctamente en su medio. Para esto fue importante aclarar su
diferencia con la teoría (pedagogía), la práctica (educación) y los métodos (objetivos en
general).
Parte de esas generaciones han pasado a integrarlas los primeros jesuitas; sobre todo,
San Ignacio de Loyola. Él en su genial libro de los Ejercicios Espirituales se adelanta a la
sistematización de la “didáctica” en cuanto ciencia pedagógica como tal.
En los Ejercicios hemos podido ver cómo el contexto (la escuela) se hace presente en
ese “apartarse” a un lugar para hacer el retiro; para crear el clima necesario para el encuentro
con Dios. Vimos que este contexto en el libro va más allá del espacio material, sin por eso
dejar de valorarlo, tocando las dimensiones espacio-temporales del espíritu humano (el
recogimiento, la historia, la memoria).
Podemos pues, desde ahora, también hablar de una “Didáctica Ignaciana” que vaya a
enriquecer la investigación y aplicación de la “Pedagogía Ignaciana”; tan rica y tan necesaria
para nuestras instituciones educativas y para la humanidad toda. Ignaciana por su autor e
ignaciana por su mejor creación: El Libro de los Ejercicios Espirituales.