La Sensacion Virtual La Imaginacion Sens
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M a r io Te odor o Ra m ír e z
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
m ariot eo56@yahoo.com .m x
Re su m e n : A part ir del pensam ient o del filósofo Abst r a ct : From t he t hought of t he French phi-
francés Maur ice Merleau- Pont y ( y refiriendo di- losopher Maur ice Merleau- Pont y ( and refer ring
versos pensadores de dist int as t radiciones filo- t o different t hinker s of different philosophical
sóficas) ofrezco aquí una descripción de lo que t radit ions) I offer her e a descript ion of what I
llam o “ sensación virt ual” e “ im aginación senso- call “ vir t ual sensat ion” and “ sensory im agina-
rial” para car act er izar ciert as capacidades de t ion” t o charact er ize cer t ain capacit ies of our
nuest ra exper iencia corporal que perm it en su- bodily experience, which allow us t o over com e
perar la oposición ent re percepción e im agina- t he opposit ion bet w een percept ion and im agina-
ción, y hacen posible la experiencia est ét ica, el t ion, and m ak e possible t he aest het ic experi-
art e, la cult ur a, y la v ida hum ana y el pensa- ence, ar t , cult ure, and hum an life and t hinking
m ient o en general. in general.
Pa la br a s cla ve : Mer leau- Pont y, ar t e, fenom e- Ke yw or ds: Merleau- Pont y, art , phenom eno-
nología, per cepción, sinest esia, cine. logy, per cept ion, synest hesia, cinem a.
.
1. PROEMI O
Experim ent o est ét ico. I m agine —pausadam ent e, por favor— que rebana un
fresco y j ugoso lim ón y, luego, con una de sus m anos coge una part e y la exprim e
lent am ent e sobre su lengua. Van cayendo las got as…
Si siguió las inst rucciones es m uy probable que haya sent ido sus papilas gus-
t at ivas t em blar o de plano hayan em pezado a salivar levem ent e. I m aginó con el
cuerpo, con el sent ido del gust o, es decir, im aginó con la sensación, con t odo su
cuerpo, no solo con la m ent e; no t uvo una represent ación sino una vivencia, una
presencia, o una cuasi- presencia, ant e la cual, igual si las sit uaciones descrit as
fueran reales, no pudo evit ar las reacciones corporales, por lo m enos no le fue
fácil hacerlo si lo int ent ó. Podríam os m ult iplicar los experim ent os, los ej em plos,
y si sigue ust ed leyendo es probable que encuent ra ot ros m ás adelant e. Ust ed
m ism o los puede recordar o invent ar. I m agine, pues, que ust ed t iene preocupa-
ciones filosóficas y que le int eresan los t em as de la sensibilidad, la im aginación,
el art e, et cét era, y que se la ant oj a seguir leyendo lo que aquí se diga. Es una
buena m anera de em pezar.
Podem os llam ar al fenóm eno que hem os descrit o im aginación sensorial o
sensibilidad virt ual. Sost endré aquí que am bos concept os son correspondient es,
est án com penet rados —form an un quiasm o 1 — y que am bos definen lo que es
caract eríst ico del art e y la experiencia est ét ica. No es la sensación pura ni la pura
im aginación lo que caract eriza a lo est ét ico sino una com binación, un ent ronca-
m ient o ent re am bas. Nuest ra t esis es que la im aginación sensorial es la facult ad
propia de la experiencia est ét ica y la que hace posible la creación art íst ica. Sin
im aginación sensorial el art e queda reducido a pura int erpret ación y significación,
su dest ino acaba en m era idea o en sim ple ideología. Pero ni la experiencia es-
t ét ica ni el art e pueden ser reducidos a pura sensación ( por m ás sensacionalist as
que result en ciert as expresiones est ét ico- art íst icas) . Gracias a la sensación vir -
t ual la experiencia est ét ica m ant iene una conexión irrem isible de nuest ro espírit u
( de la cult ura en general) con la realidad m at erial y con la vida corporal- sensible.
La sensación virt ual es lo que posibilit a aquella ensoñación m at erial de que, poé-
t icam ent e, hablaba Gast on Bachelard ( 1982) . La pot encia de la experiencia es-
t ét ica consist e en provocar a t ravés de los dist int os sent idos est as im ágenes sen-
sibles o sensaciones virt uales: en casi- sent ir, sent ir com o, m ovilizar nuest ro
cuerpo real en un plano virt ual, im aginario, de sent ido y pensam ient o: el m undo
de una novela, la im agen de un poem a, el t em po de una película, o una obra
m usical, el universo colorido de t al o cual pint or, et cét era. El m undo est ét ico es
un m undo ent eram ent e propio y aut ónom o 2 pero por eso m ism o t iene que ver
1
Quiasm o = ent recr uzam ient o, superposición: com o la unidad de las dos im ágenes m onocular es en
la visión binocular de la cosa única ( quiasm o ópt ico) . En ret órica: dos frases donde la segunda inv ier t e los
t ér m inos de la prim era; ej em plo fam oso: “ No t e pregunt es qué puede hacer t u país por t i, pr egúnt at e qué
puedes hacer t ú por t u país” ( John F. Kennedy) .
2
Sobre la “ aut onom ía radical” de la obra de art e, es decir, su ser t ransubj et ivo, desde la perspect iv a
ont ológica del nuevo realism o, cf. Gabriel 2018.
casi con t odo: con el suj et o y la realidad, con el sueño y la vigilia, con el espírit u
y la m at eria, con el individuo y la cult ura, con el cuerpo y el alm a.
En est e ensayo m e ocuparé de explicar los concept os de sensación virt ual
y de im aginación sensorial, es decir, de la unidad prim era ent re percepción e
im aginación. Est a hipót esis cont raviene la concepción que t radicionalm ent e
opone am bas facult ades o, a lo m ás, considera, com o Hum e, a la segunda com o
“ superación” de la prim era. En Kant la im aginación m edia ent re la percepción y
el ent endim ient o ( Ferraris, 1999) . Pero lo que no se ha observado es la pot encia
im aginat iva de nuest ra percepción en t ant o que percepción; est o es lo que lla-
m am os im aginación sensorial, im aginar con los sent idos, con el cuerpo. Abundaré
sobre las im plicaciones de est as ideas para nuest ro concept o general de lo est é-
t ico, del art e y de la obra de art e. Pondré en j uego plant eam ient os de diversos
pensadores que se han ocupado del t em a, aunque m e referiré principalm ent e a
Maurice Merleau- Pont y. La t esis filosófica de fondo que sost engo es la idea, com -
part ida de alguna m anera por varios pensadores, de que la com prensión pr o-
funda de nuest ra sensibilidad es la condición para la form ulación de una concep-
ción ont ológica de lo est ét ico ( López Saénz, 2003) , una ont ología de la sensación
com o base para una filosofía ont ológica del art e con m iras m ás am plias y con la
capacidad de responder a los ret os que diversos fenóm enos art íst icos de nuest ra
época plant ean a la reflexión t eórico- filosófica.
I I . EL CUERPO VI RTUAL
cult urales. Pero sería un error asum ir que la sensación no posee ninguna realidad
de suyo, que es un ser inefable e inaccesible: una cosa en sí en el corazón de
nuest ra corporalidad. Ent re la t eoría int elect ualist a que considera a la sensación
com o el obj et o de un act o m ent al de ot orgación de sent ido y la t eoría em pirist a
que le adj udica una especie de pot encia para generar conocim ient o, se encuent ra
la perspect iva del filósofo por excelencia de la corporalidad sensible, el francés
Maurice Merleau- Pont y ( 1908- 1961) , expuest a m agist ralm ent e en su obra m ás
conocida: Fenom enología de la percepción. Ret om am os sus análisis de la sensa-
ción, los sent idos y el m undo sensible en relación con los plant eam ient os sobre
los m ism os t em as de ot ros aut ores.
En un valioso ensayo sobre la presencia de Merleau- Pont y en las discusio-
nes epist em ológicas cont em poráneas, Em m anuel Chaput ( 2016) califica la pos-
t ura del filósofo francés sobre la sensación de “ sellariana” , refiriéndose al filósofo
nort eam ericano Wilfred Sellars, part icularm ent e a su fam oso ensayo “ Em pirism o
y filosofía de la m ent e” ( Sellars, 1969) , donde sost iene que la t eoría de los dat os
sensoriales del em pirism o clásico es sim plem ent e un m it o, part e de un m it o m ás
general que designa con la expresión “ el m it o de lo dado” . En honor a la verdad
( a las fechas) habría que calificar m ás bien de m erleaupont iana a la post ura de
Sellars, pues la edición original del ensayo de est e dat a de 1956, m ient ras que
Fenom enología de la percepción es de 1945, y sus ideas germ inales aparecen en
La est ruct ura del com port am ient o desde 1942. En t odo caso, lo que est a dispa-
ridad m uest ra es la incom unicación en que vivieron las dos principales t radiciones
filosóficas del siglo XX: la analít ica anglosaj ona, y la cont inent al, fenom enológico-
herm enéut ica. Merleau- Pont y ya j uzgaba que la idea de una sensación pura com o
base de la percepción y el conocim ient o es un m it o, es decir, una const rucción
art ificial product o de la int ención explicat iva que no t iene ninguna corresponden-
cia con lo que es nuest ra experiencia efect iva 3 .
Ahora bien, a diferencia de Sellars, que orient a su t eoría del conocim ient o
hacia una perspect iva que podem os llam ar epist em ológico- herm enéut ica, com o
la asum ida abiert am ent e por Richard Rort y ( 1983) , donde la base del conoci-
m ient o son est ruct uras t eórico- concept uales —el “ espacio de las razones” , le
llam a Sellars—, Merleau- Pont y se det iene en el análisis de la est ruct ura general
3
Sobre la relación ent r e las filosofías de Sellars y Merleau- Pont y , cf. Sach 2014.
del com port am ient o —el “ ser- en- el- m undo” en t érm inos heideggerianos— en
cuant o nivel int erm edio ent re el dat o sensorial y el saber t eórico. Ese nivel crea
la posibilidad no solo del conocim ient o cient ífico sino de diversos ám bit os del
quehacer hum ano —el art e, la vida hist órico- social, la cult ura, el pensam ient o
filosófico. La originalidad t eórica de ese nivel de int erm ediación es que perm it e
escapar t ant o a las alt ernat ivas em pirist as com o a las int elect ualist as; en gene-
ral, perm it e escapar a cualquier com prensión parcial y unilat eral de la realidad y
de la realidad hum ana com o t al. En lo m ej or de la t radición filosófica m oderna —
Kant , Hegel, Heidegger—, Merleau- Pont y busca m ant ener la int ención de una
com prensión t ot alizant e, aunque, a diferencia del pensam ient o clásico, concibe
la t ot alidad com o un proceso abiert o e inacabable, roído de am bigüedad y con-
t ingencia. Él quiere capt ar la t ot alidad a ras de la experiencia corporal y sensible
del suj et o, a ras del m undo real y concret o, m ediant e un m ovim ient o reflexiv o
incesant e que no encuent ra punt o de solución definit iva.
Para el fenom enólogo francés la “ sensación pura” com o un hecho o un
cont enido de conciencia no exist e: “ est a noción no corresponde a nada de cuant o
t enem os experiencia” ( Merleau- Pont y, 1975, 25) . Una m ancha blanca sobre un
fondo gris hom ogéneo form a una est ruct ura ( Gest alt ) —la est ruct ura figura-
fondo—, que en cuant o t al, est o es, en cuant o un t ipo de relación ent re ciert os
com ponent es, no es algo de lo que haya una sensación o una im presión sensible
( hay diferent es sensaciones pero no hay sensación de la diferencia) . En general,
es im posible la exist encia de un dat o sensible at óm ico, aislado del rest o de ot ros
elem ent os sensibles. El color café de la m esa no sería el m ism o sin la form a lisa
del m at erial de que est á hecha —por ej em plo: es m uy dist int o del café lanudo
del suét er que est á encim a. “ La im presión pura no sólo es, pues, im posible de
hallar, sino t am bién im percept ible y, por ende, im pensable com o m om ent o de la
percepción” ( ib., 26) . Hay, según Merleau- Pont y, dos errores respect o a la cua-
lidad sensible: 1) t rat arla com o un elem ent o de la conciencia ( algo dent ro de
ella) cuando es un obj et o para la conciencia ( algo hacia lo que la conciencia
apunt a int encionalm ent e) ; 2) t rat ar est e obj et o com o algo ident ificable, pleno y
det erm inado, cuando los cont ornos del cam po visual, por ej em plo, son difusos,
vagos, indet erm inados: se t rat a, sí, de una visión, pero de “ una visión de no sé
qué” ( ib., 27) . ¿Puede haber una im presión sensible de un “ no- sé- qué” ?
Merleau- Pont y incluye en su libro la ilust ración de la fam osa ilusión ópt ica de
Müller- Lyer —dos líneas rect as con dist int os vect ores en sus ext rem os que
generan la percepción de que las líneas son de dist int o t am año, cuando m ét rica-
m ent e son iguales ( ver I lust ración 1) . Fenom enológicam ent e, es decir, at enidos
a nuest ra experiencia, el asunt o es indecidible: las líneas no son ni iguales ni
desiguales. Ellas se encuent ran en un ám bit o que es indiferent e a las det erm ina-
ciones analít icam ent e obj et ivas, a las m edidas num éricas. Form an una t ot alidad
int ensiva, significat iva, que solo puede reducirse a sus com ponent es aislados a
cost a de perder el sent ido global del fenóm eno. Es com o el reconocim ient o in-
m ediat o de una fisonom ía: si observo por separado las part es del rost ro: oj os,
nariz, labios, cej as, t ez, se diluye el gest o expresivo con el que reconocía de un
vist azo de quién se t rat aba: ya no lo veo. La percepción analít ica es una percep-
ción no nat ural. Es art ificial; y no es originaria sino bast ant e t ardía y m ás bien
rara.
La t eoría de la sensación, que com pone t odo saber a base de cualidades det er-
m inadas, nos const ruye unos obj et os expurgados de t odo equívoco, puros, abso-
lut os, ideal del conocim ient o m ás que sus t em as efect ivos. Esa t eoría no se adapt a
m ás que a la superest ruct ura t ardía de la consciencia ( ib., 33) .
El “ acont ecim ient o psico- físico” ya no es, pues, de un t ipo de causalidad “ m un-
dana” ; el cerebro se conviert e en el lugar de una “ puest a en form a” , puest a en
form a que int erv iene ya ant es de la et apa cort ical, y que enm araña, desde la
ent rada del sist em a nervioso, las relaciones de est ím ulo y organism o ( Merleau-
Pont y, 1975, 94) .
En pocas palabras: no son los est ím ulos los que det erm inan al organism o,
sino que es est e el que, de algún m odo, det erm ina a sus est ím ulos, al m enos, él
no es ext raño a aquellos est ím ulos que lo det erm inan: no cualquier cosa es un
est ím ulo para el suj et o corporal ( y, en general, para cualquier ser vivo: a un
gat it o, preparándose para la caza, lo est im ulan sobre t odo las cosas en m ovi-
m ient o) . La det erm inación es en verdad una aut odet erm inación del ser vivient e,
una aut opoiesis, en el sent ido m uy conocido en que el biólogo Hum bert o Mat u-
rana ha ent endido los procesos de t odo ser vivo, que definen incluso lo que es
vida.
Est a capacidad del suj et o vivient e para form ar un sist em a circular de rela-
ciones con su m edio circundant e es la condición de aparición de una dim ensión
propiam ent e virt ual en el cam po de la experiencia y en el m undo m ism o. Pues
las relaciones que cuent an ent re el m undo y el suj et o vivient e no son solam ent e
las reales, las efect ivam ent e realizadas, sino t am bién las posibles; no sólo cuent a
lo que es sino t am bién lo que puede ser, no solam ent e lo que el m edio define
sino t am bién lo que el organism o quiere, espera, ant icipa o busca. Lo ant erior
puede ent enderse baj o la idea, m uy desarrollada en t iem pos recient es, de enac-
ción ( affordance) , es decir, la capacidad de respuest as creat ivas, plást icas ( flexi-
bles) o inesperadas frent e a ciert as det erm inaciones, condiciones o inst rucciones
predefinidas. Por ej em plo: com poner una pieza de reguet ón con fines educat ivos
o ¡con cont enido poét ico! De hecho, la noción de plast icidad ha sido propuest a
dent ro del nuevo realism o y el pensam ient o filosófico y est ét ico act ual ( Ferraris,
2016; Malabou, 2010; Sparrow, 2015) para ahondar en la caract erización del
suj et o corporal y sus capacidades abiert as. En general, plast icidad puede usarse
para caract erizar com port am ient os hum anos en diversos ám bit os —en el art e, la
com unicación, la acción social y polít ica, la t ecnología, la ciencia y el pensa-
m ient o, e incluso los propios procesos ont ológicos del m undo. Aunque sin usar
de form a relevant e el t érm ino plast icidad ( pero sí ot ros análogos com o flexibili-
dad, reest ruct uración, superposición, quiasm o, apert ura et c.) , las reflexiones de
Merleau- Pont y se adelant an bast ant e a, o m ás bien preparan m uchos de los en-
foques de nuest ros días, t ant o en el ám bit o de la filosofía com o en el de ciert os
cam pos cient íficos ( part icularm ent e en neurología, psicología, biología: Varela,
1997) .
El cuerpo form a una t ot alidad virt ual consigo m ism o y con el m undo. Hay
una percepción de la unidad t ot al de nuest ro cuerpo pero que no consist e en una
sínt esis int elect iva y que de m anera explícit a reuniera las part es com ponent es
del organism o. La percepción del propio cuerpo es im plícit a, lat eral, m ediada
adem ás por la relación recept iva o act iva ( m ot riz) del cuerpo con las cosas y el
m undo. Tengo una conciencia global de la est ruct ura de m i cuerpo ( el “ esquem a
corporal” ) sin necesariam ent e t ener una conciencia direct a de cada part e. De la
m ism a m anera com o reconozco a una persona por la form a general —el est ilo de
un am igo o am iga— sin necesariam ent e t ener una idea de algunos det alles de su
cuerpo ( la nariz, por ej em plo) . Un buen dact ilógrafo “ sabe” la posición de las
t eclas con solo colocar las m anos sobre el t eclado: est e inst rum ent o no solo se
encuent ra en un espacio físico, real, sino que exist e en un espacio virt ual —cuasi-
im aginario sin ser exact am ent e im aginario: no es una represent ación obj et iva,
por la cual el dact ilógrafo podría m overse con t oda exact it ud—. Com o el chófer
diest ro “ ve” , yendo en reversa, con la part e t rasera de su aut o —prolongación de
su vist a y de su t act o— el espacio donde va a est acionarse. El aut om óvil, la calle,
la acera, los ot ros aut om óviles form an un espacio virt ual al que el chófer accede
no m ediant e una percepción direct a o precisa y m enos a t ravés de una represen-
t ación obj et iva sino m ediant e una aprehensión global, donde part icipan la visión,
el t act o real, el t act o virt ual, un oído at ent o; si hay un “ cálculo” , se t rat a de un
cálculo corporal, es decir, un procedim ient o que lleva a cabo una m ent e encar-
nada, un cuerpo sublim e, donde m ent e y cuerpo coinciden plenam ent e. Ciert o,
no se t rat a de una art iculación perfect a, m ecánica: los m ovim ient os son una
búsqueda, un t ant eo: pueden fracasar y el aut o pegar con el aut o de at rás o en
la acera. Ahora bien, los ej em plos príst inos de la percepción corporal act uant e
son los de los inst rum ent ist as: el pianist a, el violinist a, el cellist a, et c. Para ellos,
su inst rum ent o no es un obj et o para su cuerpo, es su ext ensión, part e de su
cuerpo m ism o. La m úsica parece em erger t ant o del violín com o del sinuoso m o-
vim ient o del violinist a. Y el cellist a —Yo- Yo Ma o St j epan Hauser— abraza su
inst rum ent o com o si est uviera haciendo el am or con él. Exist e t am bién, com o
sabem os t odos, una “ ant icipación erót ica” ; en verdad, igual que el art e, el ero-
t ism o —algo propiam ent e hum ano— no exist iría sin la sensación virt ual, sin la
im aginación sensorial. El obj et o del deseo no es ni un “ obj et o real” ni una m era
“ represent ación” , sino un obj et o virt ual, un “ cuerpo virt ual” : de ahí la fuerza con
la que el deseo puede llegar a m overnos; de ahí t am bién, en general, la fuerza
con la que la ilusión ( sensación virt ual t am bién) puede llegar a em puj arnos. Y
aun los “ ideales” de la vida práct ica m oral o polít ica t ienen com o base un ciert o
im pulso de la im aginación sensible; según Paul Ricœur, las figuraciones de la
im aginación ut ópica cum plen ese papel ( Ricœur, 1989) .
Ciert os fenóm enos psicopat ológicos result ant es de t raum at ism os físicos,
com o la llam ada incapacidad para “ m ovim ient os abst ract os” —incapacidad para
fingir, hacer m ím ica, señalar—, la “ ceguera psíquica” —el suj et o no t iene ningún
daño en los oj os y sin em bargo no puede ver los obj et os si no los t oca al m ism o
t iem po—, o el “ m iem bro fant asm a” —sent ir com o si t odavía est uviera un m iem -
bro del cuerpo ( una pierna, un brazo) am put ado—, le perm it en a Merleau- Pont y
com prender, por cont rast e, lo que es la sensibilidad norm al. Esos fenóm enos nos
m uest ran que nuest ra sensibilidad opera de form a global y se j uega siem pre en
una dim ensión virt ual. Cuando vem os algo, sabem os —con un saber corporal, no
int elect ual— que lo que vem os t am bién podem os t ocarlo; est a posibilidad, y la
de los dem ás sent idos: probar, oír, oler, est á present e en el act o de ver. La visión
t iene en cuent a o incorpora en sí m ism a lo que los ot ros sent idos aport an y, en
general, t odas las capacidades del cuerpo en cuant o cuerpo sensible y m ot riz, es
decir, en cuant o cuerpo que no solo percibe las cosas sino t am bién puede m o-
verse hacia ellas y act uar sobre ellas. Tocar y poder t ocar, ver y poder ver, sa-
borear y poder saborear, act uar y poder act uar, form an int egralm ent e nuest ra
sensibilidad. Lo que podem os hacer im port a t ant o com o lo que hacem os efect i-
vam ent e.
A la posibilidad de t ocar Merleau- Pont y la llam a “ t act o virt ual” : es lo que el
enferm o ha perdido, pues ha perdido en general, debido al t raum at ism o cerebral
( un golpe, daños cerebrales provocados por el est allido de una granada para los
casos de excom bat ient es, et c.) , la coordinación espont ánea ent re los diversos
sent idos y de est os con la m ot ricidad. Es esa coordinación virt ual, present e siem -
pre sin ser expresam ent e plant eada, lo que sucede cuando leem os sobre el ex -
perim ent o del lim ón: lo visualizam os m ent alm ent e y lo sent im os con las glándu-
las gust at ivas —se “ hace agua la boca” , decim os. Se t rat a de un gust o virt ual,
un casi- saborear sin que propiam ent e podam os ident ificar la sensación virt ual
con la sensación efect iva. Ahora bien, la añoranza de un obj et o, una sit uación o
una sensación, incluso ciert a obsesión por algo no reencont rado desde hace
t iem po, pueden hacer incluso que la sensibilidad virt ual, la im aginación sensorial,
result e m ás int ensa y significat iva que la sensibilidad real, que la experiencia
efect iva, y claram ent e, que la m era represent ación o idea de ese algo. Por eso,
com o diversos suj et os o escrit ores report an, la experiencia real puede result ar a
veces frust rant e respect o a las expect at ivas que la experiencia im aginaria nos
había ofrecido. Lo que se ha dicho t am bién de una represent ación art íst ica, en el
t eat ro, el cine, la pint ura: nuest ra experiencia est ét ica de un fenóm eno art íst ico
puede ser incom parablem ent e m ás int ensa que la experiencia del fenóm eno real
aludido o represent ado. A quienes conocim os la Ciudad de México en la década
de los 70 del siglo pasado nos puede parecer que la im agen que de esa época
reconst ruye la película Rom a de Alfonso Cuarón result e m ás int eresant e y signi-
ficat iva que aquella que vivim os en el pasado y guardam os en el recuerdo. El
cine no solam ent e nos t ransport a al pasado, sino que a la vez t ransport a el pa-
sado al present e y nos hace volver a vivirlo: no t al com o fue sino com o podría
haber sido.
Pero el fenóm eno sensible m ás int eresant e e ilust rat ivo de la singularidad
irrem ont able de nuest ra sensibilidad es la sinest esia, es decir la convergencia,
superposición o resonancia ent re los diversos sent idos. Fenóm eno paradój ico
com o ninguno. Pues nada result a m ás incom parable ent re sí, m ás inconm ensu-
rable, que los dist int os sent idos y los m undos sensoriales correspondient es. Se
t rat a de una diferencia radical, de nat uraleza o de est ruct ura. Pues, ¿qué pueden
t ener en com ún el ver con el oír, el oír con el t ocar, o el oler con el ver, et c.? ¿En
qué se parece lo visible a lo t angible, o lo audible a lo gust able? ¿Qué t iene que
ver un color con un sonido, un sabor, una cualidad t áct il o gust at iva? Cada sen-
t ido abre un m undo propio e irreduct ible a los dem ás o a un único m undo; cada
uno “ aport a consigo una est ruct ura de ser que nunca es exact am ent e t rasponi-
ble” ( Merleau- Pont y, 1975, 240) . Y, sin em bargo, los sent idos com unican, se
ent recruzan, y se unen en la aprehensión de una única cosa, que a su vez rebosa
de cualidades —no solo para los sent idos hum anos, sino para esos sent idos de
los anim ales que nos result an no solo incom parables con los nuest ros sino casi
im pensables: com o la ecolocalización de los m urciélagos y ballenas, o la percep-
ción t érm ica de las serpient es, o la com plej a percepción espacial de los insect os
voladores y las aves m igrat orias. Sin ir m ás lej os nos sorprenden la agudeza
visual de los felinos, o la olfat iva y audit iva de los caninos: no solo es una cuest ión
de int ensidad de lo sent idos, en verdad, son sent idos dist int os, pues est ruct uran
m undos percept ivos —el del gat o o el del perro— est rict am ent e propios y origi-
nales. Est o requeriría una filosofía zoológica, una ont ología am plia de la sensibi-
lidad com o rasgo general de lo vivient e, que incluyera los m undos anim ales;
t am bién, obviam ent e, una fenom enología cult uralist a que at endiera a las dife-
rencias ent re los m undos percept ivos de las diversas cult uras —por ej em plo, se
ha hablado de lo dist int a que result a la arena del desiert o para un beduino y para
alguien no acost um brado a los paisaj es desért icos, com o un habit ant e de zonas
boscosas. Am bos t ienen oj os, pero no ven la m ism a arena.
Pero volvam os al asunt o de la sinest esia. Las explicaciones cient íficas t ienden
a concebirla solam ent e com o un fenóm eno real, físico- obj et ivo, explicable por
ciert os m ecanism os nerviosos o neurológicos. Es ciert o que exist en suj et os que
poseen experiencias o capacidad sinest ésica real, com o algunos art ist as ( Kan-
dinsky escuchaba, lit eralm ent e, el sonido de los colores) ( Kandinsky, 1973) , o
bien en algunos casos de enferm edad m ent al, experiencias alucinat orias o baj o
efect o de alguna droga ( m ezcalina; Huxley, 1976) . Est os casos perm it en obser-
var las ext rañas posibilidades de la sinest esia y de nuest ra sensibilidad en gene-
ral. Casos ext raños y hast a poét icos, com o est e que refiere Merleau- Pont y: “ un
suj et o baj o los efect os de la m ezcalina se encuent ra un pedazo de hierro, golpea
sobre el alféizar de la vent ana y exclam a: ‘Ahí va la m agia’, los árboles se vuelven
m ás verdes” ( Merleau- Pont y, 1975, 243) .
Desde la perspect iva fenom enológica de Merleau- Pont y la sinest esia no es en
realidad un fenóm eno t an raro, aunque t iene, según él, una explicación m ás bien
exist encial y expresivo- significat iva que m eram ent e físico- obj et iva. De form a
m enos int ensa, m ás bien im plícit a o lat ent e —virt ual, decim os— los diversos sen-
t idos y sus cualidades com unican ent re sí. Cada act o sensorial en el suj et o norm al
pone en j uego la ent era sensorialidad del cuerpo vivient e. Si el suj et o solo pu-
diera aprehender el m undo por m edio de la visión, est ando at rofiados t odos los
dem ás sent idos, solo percibiría un paisaj e plano, deslucido, insípido, fofo; sin
int ensidad, sin profundidad, sin fuerza, es decir, sin vida. Es la conj unción o co-
part icipación de t odos los sent idos lo que hace posible la percepción, est o es, la
aprehensión de un m undo real, rico en cualidades, posibilidades y pot encialidades
sin fin. “ La percepción sinest ésica es la regla” ( ib., 244) , dice Merleau- Pont y, y
la aprehensión de cualidades sensibles aisladas, analít icam ent e dist inguibles, es
un proceso m ás bien anorm al, art ificial o forzado ( pat ológico incluso: ¿no será el
int elect ualism o analít ico un t ipo de psicopat ología, sínt om a de una ciert a neuro-
sis, de una incapacidad para saber fluir con la exist encia, para saber sent ir?)
Ciert os usos lingüíst icos dan cuent a del caráct er om nipresent e, const it ut ivo,
que t iene la sinest esia en la experiencia hum ana. Transponem os concept os de
las cualidades sensoriales de un ám bit o sensible al ot ro. Hablam os de color es
graves o agudos ( cualidades sonoras) o cálidos o fríos ( cualidades t áct iles) ; de
sonidos oscuros o brillant es ( cualidades visuales) o suaves ( cualidad t áct il) , et c.;
un am arillo brillant e puede darnos la im presión de que last im a nuest ro oído ( re-
sult a chirriant e) ; incluso, ext ensivam ent e, usam os cualidades sensoriales para
caract erizar sit uaciones, personas, obj et os, acciones, et c. Decim os que un en-
cuent ro fue t erso, que una persona es dura, que una idea es clara, que una
sit uación es grave, que un com ent ario es agudo o ácido, que un caráct er es agrio,
que un filósofo es oscuro…
La sensación virt ual o la im aginación sensorial m ant iene un cont act o con la
sensación real, pero puede desprenderse de ést a —nunca del t odo— y em pezar
a operar m ás allá de ella. El vivo recuerdo de una caricia hace est rem ecer leve-
m ent e la piel. El pint or observa un paisaj e; enseguida lo t ranspone a la t ela. Es
com o si el paisaj e pint ado —realist a o no— em ergiera de su corporalidad viva,
de sus oj os coordinados con sus m anos, con los m ovim ient os de sus brazos, con
los pinceles o las espát ulas que ut iliza, con los colores de la palet a, et cét era. Es
que poseem os con nuest ro cuerpo vivient e, explica Merleau- Pont y, una especie
de doble corporal, un “ equivalent e int erno” , “ una fórm ula carnal” ( Merleau- Pont y,
1977a, 19) del paisaj e —un paisaj e virt ual, propiam ent e— que podem os desple-
gar librem ent e de dist int as m aneras: en un cuadro, pero t am bién en un relat o o
un poem a o una pieza m usical. Un ant ecedent e de esa posibilidad, que el art e
lleva a su nivel poét ico- product ivo, se encuent ra en el sueño, las ilusiones ópt icas
o audit ivas, y la alucinación.
Según Merleau- Pont y, la alucinación se encuent ra preparada ya en la m ism a
est ruct ura de la percepción norm al, es una variant e de ella ( Merleau- Pont y, 1975,
355) . Cualquier suj et o, baj o circunst ancias especiales, puede “ ver algo que no
est á” : el agot am ient o físico, que produce una dism inución de la capacidad de
at ención, puede ocasionar que cam inando en una calle en penum bras vea una
enorm e rat a j unt o a un m ont ón de basura; al observar con cuidado m e percat o
que solo se t rat a de la som bra que proyect an ciert os desechos. ¿Dónde est á
ahora la rat a? ¿En la pura im aginación? Pero unos m om ent os ant es de cercio-
rarm e que solo era una som bra, vi a la rat a ahí, a punt o de m overse incluso.
¿Era una m era “ proyección” de m i m ent e at ribulada, o la proyección de un re-
cuerdo preciso? Pero lo que alcancé a ver no era exact am ent e una rat a sino una
especie de esbozo del anim al, com o const it uyéndose, esbozándose desde la obs-
curidad. Ant es de observar con cuidado, es com o si m is sent idos se adelant aran
a ver una rat a, com o si los sent idos y t odo m i cuerpo t raj eran consigo una rat a
virt ual list a para t ransform arse —act ualizarse— en una rat a real. I nsist im os en
que no se t rat a de una represent ación, de que t raigam os la im agen o la idea de
una rat a; se t rat a, m ás bien, de cuasi- ver o cuasi- sent ir la presencia del anim al.
La rat a virt ual est á preparada en t odo nuest ro cuerpo vivient e: en nuest ras sen-
saciones y t am bién en nuest ras em ociones: m iedo, repulsión, t error. ¿Es solo un
error del j uicio decir que “ vi una rat a” , com o sost ienen las explicaciones int elec-
t ualist as de la experiencia percept iva? “ Creía ver una rat a y lo que veía realm ent e
era una som bra” . Pero el concept o de creencia ofrece una m ala descripción de la
experiencia, pues solo da cuent a de est a a post eriori. En el m om ent o de la ex-
periencia no creía ver una rat a: la veía realm ent e.
Sólo la capacidad de ant icipación sensorial de nuest ro cuerpo puede ayudar-
nos a ent ender los fenóm enos de la ilusión y la alucinación. Est a capacidad es
const it ut iva de nuest ra experiencia percept iva norm al. Es lo que nos perm it e leer
m ás rápido de lo que leeríam os si la lect ura consist iera en un seguim ient o part es
ext ra part es de lo escrit o. La ant icipación puede ser t odavía m ás veloz y llevarnos
a errores: a “ leer” una palabra por ot ra ( ‘poesía’ donde dice ‘policía’) . La ant ici-
pación percept iva significa que nuest ro cuerpo pone la m it ad del fenóm eno per-
cept ual y lo percibido pone la ot ra m it ad; norm alm ent e nuest ra ant icipación per-
cept iva coincide felizm ent e con la cosa percibida; am bas se aj ust an com o una
pieza de un rom pecabezas se aj ust a perfect am ent e en el hueco que quedaba
vacío. Pero a veces la coincidencia puede no darse. Por diversas razones ( psico-
lógicas t am bién) nuest ra ant icipación percept ual de una rat a se ha equivocado y
en el m om ent o m ism o en que lo reconocem os la rat a virt ual se esfum a com o el
hum o para dej ar ver la t ranquilizant e som bra del m ont ón de basura. En el caso
pat ológico o en el de la experiencia con drogas, donde est á quebrado el cont act o
con el m undo real, el enferm o o el drogado se repliega sobre sí m ism o, y su
ant icipación percept iva se aut onom iza y se produce la alucinación. El suj et o se
ha quedado solam ent e con la m it ad del m undo, y en ella habit a, ya esporádica-
m ent e, ya perm anent em ent e.
La percepción sinest ésica y la capacidad de ant icipación sensorial —la sen-
sación virt ual— se conj ugan para hacer posible nuest ra experiencia del m undo,
de la realidad, de los ot ros, y del m undo cult ural en general. Esas capacidades
crean la condición del surgim ient o del m undo abst ract o de las significaciones y
el pensam ient o: el lenguaj e, el art e, la religión, la t ecnología, la ciencia, la filo-
sofía. Todas est as form as no serían posibles sin aquella ensoñación prim igenia
que efect úa nuest ro cuerpo y sin esa capacidad de ant icipación que nos perm it e
t ener un cont act o básico, t ot al y perm anent e con el m undo. Por nuest ra sensibi-
lidad nos apropiam os del m undo t ant o com o él se apropia de nosot ros.
Sabem os cóm o puede cam biar nuest ra percepción y com prensión de una película
si le quit am os el sonido incident al: nadie se asust aría cuando se acerca el t iburón
en Jaws ( Spielberg, 1975) ni grit aría de m iedo con la escena de la regadera de
Psicosis de Hit chcock ( 1960) . I m agen y sonido form an una unidad int ersensorial
que cont ribuye de form a fundam ent al a la int ensidad de la percepción cinem at o-
gráfica ( Merleau- Pont y, 1977) . Los poet as siem pre han cont ado con nuest ra ca-
pacidad sinest ésica. Xavier Rubert de Vent ós lo explicaba m uy bien hace años,
cit ando fragm ent os del poem a “ Los sueños m alos” de Ant onio Machado:
paulat inam ent e nos fue int egrando a ella, nos fue envolviendo sensorial y em o-
cionalm ent e en un plano de realidad im aginaria, en un espacio virt ual donde,
com o en un cuent o de Borges, t odo com unica: el m al radical y el bien profundo,
el odio est úpido y el am or int eligent e, la com edia y la t ragedia, la hist oria y el
present e, el horror y la risa.
Ciert am ent e, t oda esa com plej idad no la capt aríam os con la pura sensación,
nuest ro pensam ient o es requerido a lo largo de la singular t ram a. Pero nuest ro
pensar sólo puede part icipar en la experiencia est ét ica porque se m ont a sobre el
m ovim ient o de la im aginación sensorial, la prolonga, la esclarece, la proporciona
un fin o un obj et ivo: la com prensión de la verdad y realidad de lo que exist e y
de nosot ros m ism os. No hay que decir que la percepción cinem at ográfica es igual
a nuest ra percepción norm al, punt o que Deleuze cuest ionaba de Merleau- Pont y
( Deleuze, 1983, 84) — sino que en verdad no hay ninguna “ norm a” , y la percep-
ción originaria no det erm ina ( causa, condiciona) nada porque es pura indet erm i-
nación, la apert ura o inauguración, la inst it ución ( Merleau- Pont y, 2012) exist en-
cial de diversas posibilidades, t odas las cuales pueden ir siem pre m ás allá de ella,
desarrollarla, reest ruct urarla, reinvent arla, aunque, ciert am ent e, nunca podrán
olvidar aquella “ experiencia originaria” , elem ent al, que nos abrió prim eram ent e
al m undo y a t odo ( Carbone, 2011) . Veo una película que cont raviene t odas las
est ruct uras m ás “ norm ales” de la percepción —un ej em plo caro a Deleuze ( 1985,
56) : el film e de Alan Resnais, L’année dernière à Marienbad ( 1961) — pero aun
en ese caso debo en prim er lugar ver, abrir m is oj os a la ext rañeza y novedad
de la película, pues de ot ra m anera, ¿cóm o podría saber de ella nada?
V. REFLEXI ÓN FI NAL
Nuest ro ensayo podría haber llevado por subt ít ulo: crít ica de la im aginación
pura, o de la pura im aginación. Pero ya ha habido m uchos ém ulos de la fórm ula
kant iana para seguirla repit iendo. En fin, lo que esperam os que haya sido claro
en la ant erior exposición es que percepción e im aginación y, en general, percep-
ción y pensam ient o, sensibilidad y conocim ient o, no se oponen, no son procesos
excluyent es. Hay una ant icipación de la im aginación en la m anera propia com o
funciona nuest ra percepción —eso que Merleau- Pont y describió con singular
m aest ría y de un m odo quizá insuperable— que hace que nuest ras im ágenes e
ideas guarden siem pre, aun com o una ciert a rem iniscencia, una referencia a la
realidad carnal y m at erial del m undo, y a la vez, que nuest ra capacidad sensorial,
nuest ra sensibilidad, se encuent re com o dest inada a un sent ido espirit ual que no
le es ext raño. El espírit u em erge, en principio, en la carne sint ient e, en la carne
vibrant e del m undo.
Se da una especie de t ransfiguración o t ransust anciación de lo real a lo ideal
que, por est a m ism a razón puede efect uar el m ovim ient o inverso: de lo ideal a
lo real, a la experiencia viva: m ediant e la acción del art e, el conocim ient o o el
pensam ient o. Por ot ra part e, el caráct er involunt ario de la sensación virt ual —el
“ hacerse agua la boca” ant e el relat o o el recuerdo de las got as de un lim ón sobre
la lengua—, m uest ra que est am os inst alados en el corazón de la exist encia, aun-
que no lo sepam os, aunque no lo queram os. Soy libre de est ar en cualquier lado
—real o im aginario— pero no soy libre de no est ar en ningún lado. El art e es el
recordat orio de que lo que vale de nuest ra im aginación y nuest ro pensam ient o
se j uega en el espacio de la exist encia y en ninguna ot ra part e. Espacio de la
exist encia que incluye t odo: la vida sensible, la em ocional, la vida int erpersonal,
la com unidad hum ana, las luchas individuales o colect ivas, el m undo general de
la praxis social y polít ica incluso. En t odas las esferas hay una dim ensión virt ual
que significa, finalm ent e, que lo real siem pre puede dar m ás de sí y que lo posi-
ble, com o decía Marx, est á ya ent reverado en lo real.
I LUSTRACI ONES:
I lust ración 1
I lust ración 2
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