Guion Sinodalidad
Guion Sinodalidad
Guion Sinodalidad
No hay otra forma para describir esta «sinodalidad» alemana que describirla
como una ruptura con la fe de la Iglesia bajo excusa de modernidad y de
construcció n de una nueva Iglesia. Está detrá s el deseo más bien de
mundanizar la Iglesia bajo la excusa de hacerla más cercana; es como un
querer aguar el mensaje del Señ or para facilitarle al mundo las cosas. La Iglesia
pierde así su esencia y sentido, para convertirse en una institució n humana
como otras, a ejemplo de varias sectas protestantes. En palabras de un teó logo,
es como si le dijésemos a la sociedad actual, muy pagana, «díganos ustedes
có mo quisieran que fuéramos para que ustedes se sientan có modos».
Desde esta experiencia alemana preguntémonos ¿La sinodalidad es un
camino eclesial, del Espíritu Santo, y por lo tanto correcto? Si es lo que
pasa hoy en Alemania, este no es un camino eclesial, ni de Dios, ni bueno.
Y hay que rechazarlo en donde se plantee, así sea con discursos bonitos y
emotivos. Todos deseamos ser libres, participar, actuar, opinar, aportar,
ayudar y colaborar, pero esto se hace de modo ordenado: desde la verdad del
Señ or que ha venido por la revelació n mediante la Tradició n y es custodiada,
interpretada, definida y propagada por la ú nica Iglesia querida y fundada por
Cristo, la Iglesia Cató lica, como ú nico camino que tiene la plenitud de los
medios de salvació n y que asegura caminar en la verdad hacia el bien y la
salvació n.
Algo similar había sucedido hace unos añ os con el énfasis dado al tema de la
misericordia; la misericordia de Dios es maravillosa, pero algunos quisieron
manipular el término para ponerle un contenido nuevo: el permisivismo.
Se buscó re-inventar la fe desde la ló gica del mundo y convertir la misericordia
ya no en el amor desde la verdad que el Señ or nos tiene para llevarnos a la
conversió n, sino una permisividad bajo la excusa que Dios tolera todo y por lo
tanto, todo vale:
si te casas y separas para juntarte con otra persona, eso vale y la persona puede
comulgar porque «Dios es misericordioso». Si no te confiesas, no importa,
comulga porque «Dios es misericordioso». Si está s en otra religió n, no importa,
vale igual tu fe, porque «Dios es misericordioso».
Jesucristo es estricto
Si hablamos de ser estricto el primero que fue estricto fue Jesucristo y esto lo
podemos ver en las pá ginas de la biblia. Jesucristo fue una persona muy
estricta: El que el que ama padre madre hijos má s que a mí no es digno de mí, el
que no carga su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo o sea si eso no le
llamamos
ser estricto ¿qué puede ser una persona estricta?
La Iglesia es jerárquica
Critica final
Me parece a mí (aunque mi opinió n tiene muy escaso valor, como es ló gico) que
quizá vendría bien que los Papas y prelados tuvieran un poco de cautela a la
hora de atribuir sus propias opiniones prudenciales a Dios, algo que má s bien
parece el colmo de la imprudencia. Quizá convendría que se recordaran
perió dicamente unos a otros que, como enseñ a el Concilio Vaticano I, “el
Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que revelaran,
con su inspiració n, una nueva doctrina, sino para custodiar escrupulosamente y
dar a conocer con fidelidad, con su ayuda, la revelació n transmitida por los
Apó stoles, es decir, el depó sito de la fe”.
Es decir, no se puede tomar como un hecho, como un principio, que Dios quiere
o espera algo solo porque el Papa haya expresado esa opinió n personal.
Construir algo sobre ese fundamento es como edificar una casa sobre arena. Y
ya sabemos lo que les sucede a esas casas cuando llegan las tormentas e
inundaciones. Esto, que en otros tiempos era evidente para cualquier cató lico,
hoy hay que recordarlo, porque aparentemente se ha olvidado por completo:
una cosa es el Evangelio, la fe de la Iglesia, la moral revelada en Cristo, y otra
muy diferente las ocurrencias papales o episcopales.
Por otro lado, resulta particularmente llamativo que, en el segundo pá rrafo del
documento preparatorio, se nos hable de otra expresió n muy querida para el
Papa, las “sorpresas del Espíritu”: “enfrentar juntos esta cuestión exige
disponerse a la escucha del Espíritu Santo […] permaneciendo abiertos a
las sorpresas que ciertamente preparará para nosotros a lo largo del
camino”.
Visto lo visto en los ú ltimos ocho añ os, es muy difícil no pensar que, cuando se
apela las “sorpresas del Espíritu”, en realidad se está diciendo “lo que yo quiero,
elevado arbitrariamente a la categoría de Voluntad de Dios de modo que nadie
se atreva a decir lo contrario”. A fin de cuentas, así ha sucedido ya con otras
“sorpresas del Espíritu”, como la comunió n a los adú lteros impenitentes, la
inexistencia de acciones intrínsecamente malas, la supuesta elevació n del
calentamiento global a magisterio, la enigmá tica “inadmisibilidad” de la pena de
muerte, la veneració n de ídolos amazó nicos, en el Vaticano, la sustitució n de la
evangelizació n por el diá logo interreligioso y de la fraternidad en Cristo por
una nueva fraternidad universal al margen de Cristo, la bondad de las leyes
sobre uniones del mismo sexo, la deseable extinció n de la liturgia tradicional y
tantas otras. Curiosas sorpresas, que solo parecen tener en comú n que a quien
no le sorprenden en absoluto es al propio Papa, ya que má s bien eran lo que él
siempre había pensado y querido, aunque fuera difícilmente conciliable con la
doctrina de la Iglesia.
Volviendo al tema que nos ocupa, ¿alguien cree de verdad que los resultados
del sínodo “sorprenderá n” en algú n sentido a sus organizadores? Me
permitirá n que yo mismo me muestre escéptico sobre el valor de las
discusiones episcopales sobre un tema tan evanescente. A fin de cuentas, se
trata de los mismos prelados que han permanecido elocuentemente callados
ante cosas tan evidentemente contrarias a la doctrina de la Iglesia como, por
ejemplo, la comunió n de los divorciados o la idea de que Dios quiere a veces
que cometamos pecados graves (cf. Amoris Laetitia VIII):