Ministracion
Ministracion
Ministracion
Ministrar es cuidar de los demás a la manera de Cristo; está motivado por nuestro deseo
de cumplir el mandamiento de amar a nuestro prójimo e incluye el servicio a las personas,
fruto de nuestra preocupación por su bienestar espiritual y temporal.
En (Juan 13:34). Nos dice: un mandamiento nuevo hos doy, que os ameis unos a otros;
como yo os he amado.
Hermanos, Ministramos de manera natural a nuestra familia, a las personas que amamos
y a quienes nos rodean.
Las labores de ministración pueden adoptar muchas formas. Donde sea posible, los
hermanos y las hermanas ministrantes visitan a los miembros en sus hogares. También
puede haber interacciones en los centros de reuniones o en la comunidad. Los métodos a
seguir pueden variar: desde cualquier tipo de servicio hasta una visita, una llamada
telefónica, un mensaje de correo electrónico o un mensaje de texto. Cada persona es
única y la ministración eficaz es individualizada y guiada por el Espíritu. Por medio de la
oración y la inspiración seremos bendecidos para saber cómo ministrar como lo hizo el
Salvador.
En la conferencia general de abril del 2018, el presidente Rusell M. Nelson nos dijo,
Ministremos en Su Nombre, con Su Poder y autoridad y con su amorosa Bondad.
Una característica distintiva de la Iglesia verdadera y viviente del Señor será siempre un
esfuerzo organizado y dirigido a ministrar a los hijos de Dios individualmente y a sus
familias. Puesto que esta es Su iglesia, nosotros, como Sus siervos, hemos de ministrar a
la persona en particular, tal como Él lo hizo. Ministraremos en Su nombre, con Su poder y
autoridad, y con Su amorosa bondad.
Hermanos poseedores del sacerdocio y hermanas que de igual manera trabajan bajo la
autoridad del sacerdocio, hay puertas que podemos abrir, bendiciones del sacerdocio que
podemos dar, corazones que podemos sanar, cargas que podemos aligerar, testimonios
que podemos fortalecer, vidas que podemos salvar, y gozo que podemos llevar a los
hogares de los Santos de los Últimos Días; todo ello porque poseemos el sacerdocio de
Dios. Somos los hombres que han sido “llamados y preparados desde la fundación del
mundo de acuerdo con la presciencia de Dios, por causa de [nuestra] fe excepcional” para
hacer esta obra.