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Lo más importante
30 de octubre de 2022
La razón por la que el Espíritu de Dios se quedó en David[1] fue porque estaba establecido que
él fuera rey y sus hazañas quedaran escritas en la Biblia. Cada vez que el Espíritu de Dios llega
sobre alguien, lo hace con un propósito. Estás con una razón en la Tierra, tienes un porqué,
pero necesitas a alguien que te guíe para que eso se cumpla: y ese es el Espíritu Santo.
¿Qué pasaría si tuvieras la oportunidad para hablar personalmente cinco minutos con Jesús?
¿Qué le dirías? ¿Qué le preguntarías? Yo le preguntaría qué necesito hoy para que mi vida
alcance su plenitud total, y estoy seguro de que Él me respondería que necesito cada día más
comunión con el Espíritu Santo. Porque ahí es donde está la clave: en la comunión que
tengamos con Su Espíritu.
Piensa en tu mejor amigo o amiga. ¿Qué es lo que más valoras de esa persona? ¿Su lealtad?
¿Su sinceridad? ¿Su compañía? ¿Su disposición? Y las personas para quienes eres su mejor
amigo o amiga, ¿qué valoran de ti? ¿Qué tienes tú que siempre estén deseando que estés allí?
En ambos casos, son las palabras. Tu voz tiene el poder de cambiarle el ánimo a alguien.
Asimismo, las palabras son algo que Dios valora mucho de nosotros, y viceversa.
Por lo tanto, para que nuestra realidad cambie para bien, es necesario aprender a escuchar
las palabras del Señor. Pero no solo oírlas, sino también obedecerlas,[2] pues si no las
obedecemos, tampoco cambia nada. E incluso, más que obedecerlas, obedecerlas al pie de la
letra: saber que, si Él nos pide echar la red a la derecha de la barca, debemos echarla a la
derecha y no a la izquierda.[3]
A veces una instrucción de Dios podría parecer la misma que ya nos hizo antes, pero la
atención está en los detalles. Y si algo en la instrucción es distinto a una primera instrucción,
entonces así también debemos obrarlo distinto. En Antiguo Testamento, una de las tantas
instrucciones que Dios dio a Moisés en el desierto fue golpear una peña para que pudieran
tener agua.[4] Más adelante, el msmo Dios le dio una instrucción parecida par un mismo fin:
hablarle a la peña (no golpearla).[5] Como podemos ver, la instrucción ya no era la misma, sin
embargo, Moisés la ejecutó golpeándola, como ya lo había hecho antes.
Muchas veces nos equivocamos pensando que la manera anterior es la que debemos repetir.
Y muchas veces cuando ocurre esto es porque no estamos dispuestos a obedecer a Dios al pie
de la letra. Una cosa es escuchar y otra es obedecer lo que el Señor dijo. Él espera que no solo
seamos los que escuchemos, sino también los que obedezcamos.
Es importante que estar dispuesto a sensibilizar nuestro oído a la voz del Espíritu de Dios que
nos visita con un propósito y para que lo que estemos viviendo mejore, y el milagro que tanto
necesitamos aparezca. Nunca olvides que todos los días tienes un Padre que te habla y a
veces tan solo necesitas estar dispuesto a escuchar Su voz y cumplir instrucciones específicas.
La voz de Dios sigue haciéndose escuchar siempre que haya alguien atento a esa voz. Para
ello, también debe morir una parte de ti, porque esa parte —ya sea ego, ira, afán, ansiedad o
falta de fe— es lo que no te deja escucharla. La carne también debe morir para que el Espíritu
vivifique en tu vida.
[1] 1 Samuel 16:13: Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y
desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel,
y se volvió a Ramá.
[2] Lucas 5:4:5: Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras
redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado
trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
[3] Juan 21:5-6: Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Él les dijo:
Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar,
por la gran cantidad de peces.
[4] Éxodo 17:3-6: Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos
hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros
ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a
un poco me apedrearán. Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de
los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He
aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de
ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.
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