Microemprendimientos Productivos Ligados A Instituciones Comunitarias, Una Mirada Desde La Perspectiva de Género

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Edición Nº 55 - setiembre 2009

Microemprendimientos Productivos ligados a instituciones


comunitarias, una mirada desde la perspectiva de género
Por Eliana Grisel Pérez y Cintia Rizzo
Eliana Grisel Pérez. Lic. en Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, Trabajadora Social en
Fundación Vivienda y Comunidad
Cintia Rizzo. Lic. en Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, Trabajadora Social en Fundación
Vivienda y Comunidad, y Asistente técnica social en Municipalidad de Avellaneda: Dirección de Hábitat
Social

Los cambios económicos acontecidos en el ámbito mundial, luego de la caída de la Bolsa de


Wall Street en 1930 y con la crisis del pretoleo en los ‘70, repercuten en la configuración del
modelo de acumulación. Así se quiebra el modelo de Estado de Bienestar y aparece la necesidad
de implementar un nuevo modelo: el Neoliberal. Las consecuencias de la implementación de las
políticas neoliberales en nuestro país se ven reflejadas, sobre todo, en el mercado de trabajo y en
las políticas sociales.

El modelo de Estado de Bienestar se caracterizó básicamente por políticas universales de


intervención y la institucionalización del trabajo como eje estructurante de las prácticas socia-
les. Se constituyó una nueva relación salarial en la cual el salario, además de ser la retribución
a una tarea, aseguraba derechos, acceso a prestaciones por fuera del trabajo (enfermedad, acci-
dentes, jubilación) y permitía una participación ampliada en la vida social (consumo, vivienda,
educación, ocio). Con la implementación del modelo neoliberal, se rompe este sistema de segu-
ridad social sin generar ningún sustituto del mismo. Se produce una crisis de la base donde se
asentaban los procesos de socialización: si bien el trabajo continúa ocupando un principio de
integración social, ya no constituye un principio de subjetivación determinante.

Los cambios mencionados en el mundo del trabajo traen como consecuencia el desempleo, la
precarización y flexibilización laboral; esto implica una perdida no solo del bienestar sino de los
lazos sociales que provee el empleo, la caída del salario real y la regresividad en la distribución
del ingreso; provocando un incremento en la cantidad de pobres y en la intensidad y cronicidad
de la pobreza.
Se produce un quiebre de las identidades colectivas, se fragilizan los vínculos sociales,
debido al aislamiento social y a las relaciones sociales inestables que se generan por el quiebre
del sistema de seguridad social brindado por el empleo. En este marco, se torna necesario el
surgimiento de espacios alternativos de inserción, de afiliación, lo cual, para los sectores popu-
lares, se refiere fundamentalmente al ámbito barrial y a las relaciones dentro del mismo. Así, las
organizaciones comunitarias comienzan a desarrollar un rol de contención social y de distribu-
ción de recursos, sobre todo alimentarios, que no tenían como precedente.

A partir de las modificaciones mencionadas en la estructura social, donde la desigualdad e


inequidad toman protagonismo, toda la familia es impulsada al mercado de trabajo para poder
mantener el nivel de ingresos. Así, las mujeres a tener una participación mayor en el mercado
de trabajo para compensar la reducción de ingresos en el hogar; no porque se produzca un cam-
bio en la construcción del género de las tareas asignadas en el ámbito publico y privado a hom-

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bres y mujeres, o como símbolo de modernización, sino para poder mantener el nivel de consu-
mo y sobrevivir.
Ante la profundización de la crisis en el país, en de 2001 se visibilizan nuevas estrategias de
los sujetos para satisfacer sus necesidades, de lo que se trata es de actividades económicas «in-
formales», desarrolladas en el marco de la economía popular. Es así como irrumpen en la agenda
pública, las siguientes experiencias, las cuales incluyen valores de solidaridad y de cooperación:
las redes de trueque; Emprendimientos familiares; Trabajo autónomo; Participación en institu-
ciones comunitarias.

El Estado impulsa algunas de estas estrategias a través de la formulación de políticas que


permitiesen paliar el desempleo e intervenir en la pobreza: políticas socioproductivas que com-
binan lo social y lo económico, recurren al ámbito de la producción para resolver problemas
sociales. La política social, desde esta concepción, ya no es considerada sólo como un medio
para actuar ante la urgencia o como meramente compensatoria sino que implica un proceso a
largo plazo al proponerse como un medio para el desarrollo local. Sin embargo, no deja de
cumplir un rol fundamental en la contención social.
Así surge en el 2003, desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, el Plan Nacio-
nal de Desarrollo Local y Economía Social «Manos a la Obra». Economía social es entendida
aquí en tanto inclusión social a través del desarrollo de emprendimientos que recuperen las
capacidades productivas de las personas, permitiendo que ganen autonomía. Es necesario acla-
rar, que la economía social no constituye un sistema alternativo al capitalista sino un subsistema
dentro del mismo, con una cultura de trabajo autogestionario.

Las organizaciones sociales se ponen en contacto con estos programas sociales, considerán-
dolos como una posible fuente de ingresos y trabajo estable para la comunidad. Así es como
todos los emprendimientos analizados -1- en nuestra investigación, tienen una fuerte vincula-
ción con las organizaciones comunitarias.

Dichas organizaciones están vinculadas a estrategias territoriales anteriores (fines década del
´70), cuando los sectores populares son expulsados a la periferia y comienzan a tomar tierras
para conformar barrios. Luego, a partir de la organización barrial y ante la mencionada necesi-
dad de que la mujer saliera al mercado laboral, comienzan a organizarse los jardines comunita-
rios. Estos se conforman, generalmente, alrededor de alguna persona considerada y respetada
dentro del barrio, en general mujeres con capacidad de liderazgo y experiencia organizativa.
A su vez, estas mujeres luego se transforman en la referencia no solo de la institución que
presiden, sino también de los emprendimientos que de allí se desprenden. Lo cual da cuenta de
cómo las relaciones de poder presentes en la organización se trasladan también a los
emprendimientos. Nos estamos refiriendo a que las actividades que denotan liderazgo -como
son la toma de decisiones, el manejo de los fondos, etc.-, son centralizadas en una misma perso-
na, quien está a cargo de la coordinación de ambos espacios paralelamente.

Por otra parte, a los emprendimientos, la articulación con los jardines les abre la posibilidad
de relacionarse, a su vez, con las instituciones con las que se conectan los jardines, lo que les
permite ampliar las ventas. Así como también, les otorga una mayor legitimidad ante la comuni-
dad barrial por la función social que cumplen estas organizaciones comunitarias en la misma.
Esto genera que en muchos casos los principales potenciales clientes sean los padres o vecinos
del jardín en que esta inserto o vinculado el emprendimiento. De esta manera, podríamos decir
que, en algunas oportunidades, la vinculación o dependencia del emprendimiento con la organi-
zación referente subsana lo no previsto por el Estado, en cuanto facilitar la inserción en el mer-
cado y el desarrollo del emprendimiento en el tiempo.

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Otra característica particular de estos emprendimientos es que están conformados por fami-
liares, vecinos y amigos. Sin embargo, las relaciones de producción se estructuran de forma
distinta de acuerdo al espacio donde se desarrollan los mismos: es muy distinto producir en el
hogar que en un espacio separado del mismo. Es decir, la representación del tiempo y el espacio
cotidianos, habitualmente asociada a la idea de estar en casa, se piensa como un tiempo libre de
las obligaciones del trabajo, un espacio propio. En cambio, en los emprendimientos que funcio-
nan en los hogares estas actividades se entrecruzan, resultando difícil diferenciar entre las horas
de trabajo y el tiempo libre. La lógica productiva se asocia en este caso a los bienes, ritmos,
horarios, hábitos y roles familiares. Los emprendedores se ven obligados a incorporar y adecuar
el espacio físico a los requerimientos simultáneos del trabajo y la vida doméstica, se trata de la
conjunción del ámbito reproductivo (familia) – productivo (trabajo). «El hogar, o la unidad
doméstica..., es una unidad de organización de afectos, de relaciones personales, pero también
de la economía, de las condiciones de reproducción de los miembros de ese hogar.» (Coraggio,
2000: 25-26)

Las unidades domesticas están fundadas sobre relaciones de parentesco, de afinidad, organi-
zan recursos y capacidades, gestionan y resuelven necesidades, y tienen el objetivo de lograr la
reproducción ampliada de sus miembros. Sin embargo, también existen relaciones patriarcales,
diferencias de género, de edad etc., que se reproducen y estructuran los roles de los miembros.
Por este motivo, que los proyectos participen de la Economía Social no significa necesaria-
mente que generen un nuevo sistema de relaciones laborales, se reproduce muchas veces la
lógica patrón-empleado no dando lugar a la toma de decisiones en conjunto, al desarrollo de
relaciones cooperativas, a la gestión y administración conjunta (valores que sí proclama la eco-
nomía social). Esta lógica patrón-empleado también es reproducida en tanto y en cuanto para los
integrantes del emprendimiento resulta dificultoso entender la lógica cooperativista y poder pen-
sarse como auto-proveedor de ingresos, ya que a lo largo de su experiencia laboral han vivenciado
una lógica contraria.

Así, se configura en la mayoría de los emprendimientos un rol de liderazgo, que es quien


administra los recursos y toma las decisiones, que es asumido generalmente por la referente del
jardín o sus esposos. Sin embargo, la contaduría y administración de fondos no es un rol desarro-
llado en los proyectos. Esto imposibilita llevar un control de las entradas y salidas de dinero, de
las inversiones realizadas, de las ganancias producidas, etc. Todo esto repercute en poder calcu-
lar el precio de venta de los productos y muchas veces se «regala» la mano de obra (ya que no se
la considera en el cálculo del costo). Este no control de los fondos, se profundiza en el caso de
los emprendimientos familiares que funcionan en el hogar, ya que se utilizan los fondos de los
emprendimientos para los gastos diarios de la casa. Los microemprendedores, generalmente,
para permanecer en el mercado, compensan la escasa dotación de recursos y otras dificultades
(propias de esta escala de producción) con largas jornadas de trabajo y/o con el uso de mano de
obra familiar no remunerada.

Esto esta íntimamente relacionado con que los emprendedores le dan una mayor importancia
al rol del productor, y las tareas administrativas y de gestión son consideradas como secundarias.
Se suma a esto, en algunas oportunidades, la escasa rotación de roles (administración, produc-
ción, ventas, etc.) de los integrantes de los proyectos, lo cual genera que ante la ausencia de
algún participante se detenga el emprendimiento.

Visualizamos que las experiencias previas de los emprendedores (educativas y laborales) así
como sus relaciones familiares y de intercambio estructuran y sostienen los proyectos producti-
vos, debido a que, como condiciones preexistentes, se trasladan a los emprendimientos; esto

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configura dinámicas productivas innovadoras. Por ejemplo, las mujeres reproducen en el
emprendimiento roles afines con las tareas desarrolladas en el hogar (costura, cocina, etc.). Lo
mismo sucede en las organizaciones comunitarias, donde se reproducen las tareas domesticas
femeninas, es decir que se «mercantilizan las tareas domésticas»: comedores, clubes de madres,
guarderías comunitarias, etc. con altos niveles de gestión y esfuerzo humano y material de estos
grupos.
Sin embargo, para el caso de las mujeres que coordinan los jardines comunitarios, esto les ha
brindado la posibilidad de adquirir habilidades y capacidad de gestión de recursos, debido a la
realización de tareas relacionadas con el sostenimiento de la institución comunitaria. La salida
del mundo privado hacia el público genera en estas mujeres nuevos conocimientos y capacida-
des, que apertura nuevas oportunidades y experiencias. Es así como, ocupan un lugar público y
de participación política que anteriormente estaba reservado a los hombres.

Aun así, la valorización del trabajo doméstico permanece oculto: las tareas ligadas al trabajo
reproductivo, en nuestra sociedad, son desvalorizadas, al no ser consideradas trabajo tanto por
quienes las realizan como por el sistema económico vigente, por ser desarrolladas en el ámbito
privado y no ser remuneradas. En algunas mujeres de los emprendimientos estudiados se obser-
va, debido a la lucha por la supervivencia económica, que deben asumir una «Triple Jornada del
trabajo»: productivo, reproductivo y comunitario, ya que participan del emprendimiento y de la
organización comunitaria, mientras continúan desarrollando sus actividades cotidianas en el
hogar.

Podemos decir que las mujeres siguen reproduciendo su rol de «madre» a la par de su rol
como «productora», lo cual no genera conflictos, generalmente, al interior de las familias ya que
ellas se siguen haciendo cargo y naturalizando las tareas que socialmente se le asignan. Se da
cuenta aquí cómo los roles de género desempeñados son socialmente asignados pero, sobre
todo, socialmente asumidos, en este caso por las mujeres, quienes lo sostienen como una tarea
«natural». Son las mujeres de los sectores pobres de la población quienes pagan el costo del
ajuste, sustituyendo con la realización de su «sobre» trabajo social y familiar (siempre gratuito)
aquellas funciones que el Estado dejó de atender. Sin embargo, la mayoría de las mujeres consi-
deran al emprendimiento como un apoyo al presupuesto familiar, aunque muchas veces es el
principal ingreso.

Para los hombres que por largo tiempo se encontraron desempleados, de estos emprendimientos
ha sido una forma de resignificar su rol histórico de productor; esto no siempre se ve acompaña-
do por la restitución de su rol de proveedor, jefe de hogar, sin embargo desde otro lugar se
identifican con su función socialmente asignada.
En el discurso de los participantes y los roles desarrollados al interior de los emprendimientos
se sigue reproduciendo la división sexual del trabajo y los estereotipos socioculturales de género
sobre lo que le corresponde ser y hacer a hombres y mujeres. Sin embargo, podemos decir que
tanto para hombres como para mujeres, en algunas oportunidades, participar de estos espacios
les proporciona instancias de participación, formación y autonomía.

Ahora bien, para que estos emprendimientos puedan sustentarse en el tiempo seria necesario
que el Estado continúe con el desarrollo de políticas públicas que fortalezcan a los mismos. Las
acciones desarrolladas por las políticas socioproductivas no son suficientes, a nuestro parecer,
para contribuir a una economía más equitativa y a relaciones de producción más justas. Para
superar la desigualdad social, la precariedad laboral y la pobreza es necesario incidir en la distri-
bución de la riqueza, para lo cual no es suficiente con esta clase de políticas; aunque no debemos
negar que, en algunas ocasiones, son generadoras de empleo, las condiciones coyunturales don-

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de estos proyectos productivos se desarrollan, hacen que los mismos no sean a largo plazo. Los
emprendimientos se encuentran condicionados para su desarrollo por el acceso restringido a
servicios básicos (agua de red, conexión de gas, etc.), la precaria infraestructura de las viviendas
de los emprendedores, la difícil accesibilidad de los barrios en donde se encuentran (no
pavimentación de las calles, lejanía de la ciudad o de los centros de comercialización), etc.
Estas cuestiones no son abordadas de manera integral por el Estado, a pesar de que sí existen
programas sociales (con sus limitaciones) que abordan los diversos problemas, de lo que se
carece es de articulación entre las distintas instancias y programas de gobierno.

Esta desarticulación también se hace evidente en el ingreso al «mercado formal» de estos


proyectos, cuando a través de herramientas como el monotributo social los emprendedores en un
inicio no estaban exentos del pago de ingresos brutos, hasta la Ley Alas, que igualmente no es
implementada en todos los Municipios. Tampoco se considera el desarrollo de herramientas
alternativas para los emprendimientos alimentarios que tendrían que cumplir para su habilita-
ción, como locales comerciales, con determinadas normas de higiene y bromatología, muchas
veces inalcanzables para los mismos.

También es necesario continuar con el fortalecimiento en el armado de redes de emprendedo-


res para la comercialización, ya que es una de las cuestiones que a los emprendedores les cuesta
mas desarrollar. Promover compras comunitarias de insumos, lo cual abarataría costos, cadenas
productivas entre los mismos emprendedores o que estos puedan ser proveedores del Estado.

A pesar de estas cuestiones, que es necesario profundizar y promover para fortalecer los
emprendimientos, no podemos negar que los mismos han sido ante la crisis una herramienta de
trabajo, generación de ingresos y contención social. Por lo tanto, es un proceso y un desafío,
tanto para los emprendedores como para las organizaciones y actores estatales que acompañan
el desarrollo de estos emprendimientos, (Ong‘s, asistentes técnicos, etc.), potenciar el desarrollo
de estas experiencias a fin de lograr relaciones de producción más justas y cooperativas. Sin
embargo esta no es una tarea sencilla en el marco del individualismo en el que vivimos actual-
mente, más aun para los sectores populares, para quienes sobrevivir es y se vuelve cada vez más
difícil.

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NOTAS

-1- Los microemprendimientos productivos y familiares ligados a organizaciones comunita-


rias analizados en nuestra investigación, forman una muestra total de 22 emprendimientos (74
personas en total), los cuales se encuentran ubicados en el Conurbano Bonaerense, específicamente
en la zona de: La Matanza (Isidro Casanova, González Catan, Virrey del Pino: nucleados en la
Federación de Jardines Maternales de La Matanza), Moreno (Cuartel V) y Merlo (Libertad).

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