Hernandez Lasa TFG
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DNI: 71305169-V
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ÍNDICE
Pág.
Introducción 2
Juan de Arguijo 13
Francisco de Medrano 17
Francisco de Rioja 22
Conclusión 26
Bibliografía 28
1
INTRODUCCIÓN
Hacia 1610, un autor prácticamente desconocido escribe una de las obras más
asombrosamente perfecta y equilibra de las letras españolas: la Epístola moral a Fabio.
Forma y contenido se corresponden estrictamente y fluyen armoniosamente en el cauce
de sesenta y siete tercetos encadenados (jamás un adjetivo fue tan exacto) y un
serventesio de una epístola en la que todo está en su sitio y nada falta. En la encrucijada
de los siglos XVI y XVII, Andrés Fernández de Andrada compone una obra cumbre
donde la filosofía moral española que parte de Horacio se une al redescubrimiento de
Séneca y se funde con la tradición y formas renacentistas para formar un tratado moral
coherente y sistemático como ningún otro.
En este trabajo se analizarán las fuentes de la Epístola moral a Fabio,
deteniéndose en las formas y contenidos, así como en la serie de temas, imágenes y
motivos literarios que propiciarán la creación de la obra. Para ello, se trazará un
relativamente estrecho arco cronológico, desde Fernando de Herrera y Jerónimo de
Lomas Cantoral hasta autores prácticamente contemporáneos como Juan de Arguijo,
Francisco de Medrano y Francisco de Rioja. Por supuesto, la selección de estos autores
no será aleatoria. En este trabajo se partirá de la base de que la Epístola moral a Fabio
es hija de su autor y de su época y, más allá de filiaciones con tal o cuál escuela, se
intentará demostrar que es un poema perfectamente posible en una, en teoría, estética,
luminosa y formal Sevilla. Es por ello que los autores elegidos presentarán rasgos que
difieren de la terminación clásica de “escuela literaria”, bien sea por ámbito geográfico
(v. g., Lomas Cantoral y en un cierto sentido, Medrano) o por corrientes estéticas
diferentes (v. g., Fernando de Herrera). La ciudad del Guadalquivir será el espacio sobre
el que girarán todos los autores y donde, como se verá, la poesía moral tendrá una
presencia importante, tanto de corrientes tradicionales (v. g., la que arranca de Horacio)
como innovadoras (como el estoicismo) en los poetas más contemporáneos al capitán
Andrada, como lo fueron Arguijo, Medrano y Rioja. Todo ello constituirá una misma
línea, nunca estática y siempre en evolución, desde los últimos estertores del siglo XVI
hasta el nuevo panorama de los primeros años del siglo XVII.
Así pues, el objetivo del trabajo será demostrar que alrededor de la primera
década del mil seiscientos, existía en la ciudad de Sevilla un completo, complejo y
bullente caldo de cultivo en metros, imágenes y formas a partir de los cuales, surgirá la
obra magna del Capitán Andrada.
2
EL MAESTRO FERNANDO DE HERRERA.
El primer problema que surge al comparar al capitán Andrada con Fernando de Herrera,
en teoría, definitivo: Herrera nunca cultivó la epístola, ni en verso ni en prosa. Entonces,
¿Andrada pudo tenerlo de referente? La biografía de Herrera nos presenta un autor de
origen humilde, culto e individualista. Alejado de la corte en permanente retiro, Herrera
vive indiferente al vulgo y entregado en cuerpo y alma a las letras. De hecho, su
personaje se acerca al patrón demandado a Fabio, capaz de rechazar un cargo ofrecido
por el Arzobispo don Rodrigo1. Las virtudes reflejadas también contendrán alguno de
sus mayores problemas. Su poesía reflejará una perfección formal impactante aunque no
arrebatadora. Rodrigo Caro2 lo llamará Divino, aunque no se sabe si por sus poesías o
por su vida retirada, definiéndolo junto a los rasgos de grave y severo. En el mismo
aspecto incidirá Duarte:
A pesar de ello, la poesía herreriana se mantendrá muy viva entre los autores de la
primera mitad del 600. De Algunas obras, única obra publicada en vida de Herrera
(1582), José Manuel Blecua cuenta al menos diez ejemplares conservados4, sin contar
copias manuscritas. Por otro lado, Nicolás Marín López plasmará en un excelente
artículo5 el descubrimiento de dos versos herrerianos “latentes” (no publicados) en una
carta del Duque de Sessa fechada en 1612. Es, por tanto, un modelo vivo y seguido con
asiduidad en los círculos poéticos de la época del Capitán Andrada.
Dejando aparte la poesía, el legado herreriano también estará formado por obras
de carácter teóricoliterario, como es el caso de la celebérrima Anotaciones a la poesía
de Garcilaso. En sus más de seiscientas páginas procedentes, en numerosos casos y
según Juan Montero de “las intervenciones y encargos de la(s) academia(s)
1
Montero, Juan, Fernando de herrera y el humanismo sevillano en tiempos de Felipe II, Sevilla, Servicio
de publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, 1998, p. 34.
2
Fernando de Herrera y la escuela sevillana, ed. de Gaetano Chiappini, Madrid, Taurus, 1985.
3
Herrera, Fernando de, Poesía Castellana original completa, ed. de Cristóbal cuevas, Madrid, Cátedra,
1985, p. 482.
4
Herrera, Fernando de, Obra poética, ed. de José Manuel Blecua, Madrid, Boletín de la Real Academia
Española, anejo XXXII, 1975, p. 15
5
“Dos versos más para Fernando de Herrera”, en Marín López, Nicolás, Estudios literarios sobre el Siglo
de Oro, 2º edición, Granada, Universidad de Granada, 1994.
3
sevillana(s)”6, podemos ver un vasto compendio de los conocimientos de la época. No
en vano, los intelectuales sevillanos, con de Mal Lara a la cabeza, tendrán como
preocupación principal elevar el nivel cultural del pueblo. En su Filosofía vulgar, el
intelectual sevillano dirá:
Bien se parecerá por la manera de mis trabajos, que todo mi intento es […]
aprovechar a todos los de mi patria, y por ellos a los demás, con aquella parte de
talento que fue Dios servido de concederme.7
En el caso de los géneros poéticos, las dificultades serán aún mayores, como en
el tema que nos atañe, la epístola. Garcilaso es plenamente consciente de la
individualidad como género y escribe a imitación de los hexámetros latinos. De muy
distinta opinión es Herrera. Para él, la teoría de géneros se basa en un sistema trimembre
con la poética latina como base y fin, a saber: epigrama y soneto, oda y canción y por
último, elegíaco y elegía. La epístola no será considerada como tal y, con no demasiado
tacto, sorteará el problema con un breve comentario del verso libre, invento de los
6
Montero, Juan: Las "Anotaciones" de Fernando de Herrera: doce estudios: IV Encuentro Internacional
sobre Poesía del Siglo de Oro: (Universidades de Sevilla y Córdoba, 18-21 de noviembre de 1996), Sevilla,
Universidad de Sevilla, 1997, p. 101.
7
Vranich, S.B., Francisco de medina (1544-1615). Maestro de la escuela sevillana, Sevilla, Diputación de
Sevilla, 1997, p. 82
8
Ibídem, p. 92
4
poetas “modernos” (italianos) que, además, no gozan de su simpatía9. En comparación,
el espacio que le dedica a la elegía es notablemente superior. Para Herrera, es un género
firmemente enclavado en la tradición clásica (procederá, según él, del griego élogas) y
con una capacidad expresiva muy importante por ocupar el género “medio”:
[la elegía] abraça en cierto modo el verso lírico i los epigramas, pero no de
suerte que, aunque se mescle, no se halle ni conosca diferencias10.
Ahora sí, Herrera acepta (hasta cierto punto) la obra garcilasiana. De hecho, las dos
elegías garcilasianas (una funeral y otra amorosa) constituyen un material “escaso”.
Herrera alcanza el núcleo temático de la elegía, es decir, la pena por la ausencia y lo
traslada a su pensamiento petrarquista. Es, por tanto, el género perfecto para situar,
según López Bueno, el centro de su poesía amorosa:
9
Herrera, Fernando de, Anotaciones a la poesía de Garcilaso, ed. de Inoria Pepe y José María Reyes,
Madrid, Cátedra, 2001, p. 668.
10
Ibídem, p. 560.
11
Ibídem, p. 557.
12
Schwartz, Lía, De Fray Luis a Quevedo: lecturas de los clásicos antiguos, Málaga, Universidad de
Málaga, 2005, p. 77.
5
elegías VI y VII, a la muerte de Juan de Mal Lara y a Cabrera respectivamente, de la
obra póstuma Versos (1617), publicada por su gran amigo Pacheco, aunque compuestas
mucho antes. Según Blecua,13 la primera composición es anterior a 1568 y Cuevas14 la
sitúa segunda, antes de 1580. El crítico aragonés supone, a su vez, que muchas de estas
composiciones se habrían extendido de forma manuscrita, con lo que Andrada pudo
perfectamente conocerlas. Por último, se debe mencionar otras dos elegías, la VI de
Algunas obras y la IX del primer libro de Versos, donde se incidirá en los mismos temas
horacianos, si bien la presencia epistolar no será tan evidente.
La temática de todas las elegías se regirá por los mismos principios. El “yo
poético” escribe a su amigo en un tono de desengaño, que le lleva a una particular
concepción de los tópicos estoicos (con la ambición y la esperanza como conceptos
fundamentales, aunque también estarán presentes la ira y el miedo) y a una confesión de
su abandono del camino de la virtud marcado por la razón. Herrera concibe la poesía,
según Cuevas, como un diario sentimental petrarquista, dispuesto a integrarse en un
cancionero y donde las elegías “epistolarias” y morales actuarían de punto álgido del
dolor y desengaño amoroso. Solo entonces el poeta hará autocrítica y dará entrada a los
temas morales horacianos y senequistas.
Vemos, pues, que su poesía moral tendrá como origen y fundamento la cuita
amorosa y será profundamente íntima. Es, como hemos dicho, una confesión en primera
persona, donde el propio “yo poético” se presenta como un ser que se ha apartado del
camino de la razón, es decir, de la “escondida senda” de Fray Luis de León:
13
José Manuel, Blecua, op. cit., p. 102.
14
Cuevas, Cristóbal, op. cit., p. 685.
6
le ata con la realidad. Solo en algunos momentos de máxima tensión permite auspiciar
el fin deseado:
7
No podemos sino apreciar una clara deuda de Andrada con el Divino en el siguiente
terceto, donde sintetizará las dos imágenes de manera brillante:
ANDRADA HERRERA
Así aquella que al hombre solo es dada, ¡Oh mísero, oh anegado en el olvido
sacra razón y pura, me despierta, oh, en cimeria tiniebla sepultado!:
de esplendor y de rayos coronada; Recuerda dese sueño adormecido.
[…]
Y en la fría región, dura y desierta,
de aqueste pecho enciende nueva llama Porque, si vas por esta abierta senda,
y la luz vuelve a arder, que estaba muerta. seras uno en la errada i ciega gente,
do nunca el fuego de virtud t’encienda.
(v. 109-115)
[…]
fuerça es de la virtud, i no es destino
romper el ielo i desatar el frío
con vivo fuego de favor divino.
(v. 49-75)
En resumen, Andrada tomará ciertas ideas e imágenes con una vinculación clara
a Herrera para construir unos versos de un evidente carácter neoplatónico. Situación
muy parecida la encontraremos en nuestro siguiente autor, Jerónimo de Lomas Cantoral,
autor (esta vez sí) de epístolas morales y claro ejemplo de cómo la influencia de las
escuelas irá más allá del ámbito geográfico.
15
Herrera, Fernando de, Fernando de Herrera, ed. de Oreste Macrí, Madrid, Gredos, 1972, p. 607.
8
UN VALLISOLETANO EN SEVILLA: JERÓNIMO DE LOMAS CANTORAL
Se observa que en cada uno de los tres libros, de alguna manera, nos
encontramos con la mezcla y el cultivo de todas las corrientes literarias, cuyas
huellas se pueden detectar, con mayor o menor impronta.17
16
Lomas Cantoral, Jerónimo, Obras completas, ed. de Lorenzo Rubio González, Valladolid, Servicio de
Publicaciones de la Diputación Provincial, 1980, p.66.
17
Matas Caballero, Juan, Espada del olvido. Poesía del siglo de oro a la sombra del canon, León,
Universidad de León, 2005, p. 77.
9
en Lomas Cantoral podría haber conocido perfectamente a Herrera, al que dedica un
soneto de alabanza (LXIII) y una agria respuesta a la contestación nada afectuosa del
Divino (LXV). A su vez, es la propia Sevilla el lugar y la causa de la composición de su
epístola más horaciana, la IV, de la que Andrada podría haber tenido noticia:
Aquí, Felipe, donde por camino 1
llano y tendido el Betis celebrado
sus aguas lleva al ancho mar vecino,
de mil inconvenientes rodeado
y casi sin osar mirar al cielo, 5
sujeto a la miseria de mi estado (Lomas Cantoral, Epístola IV)
Como vemos y al contrario que Herrera, Lomas Cantoral acepta sin ningún problema el
nombre y el género de la epístola. Hay una introducción, con una mención directa al
receptor (“Felipe”) y al lugar de composición (“llano y tendido Betis”) junto con el
tópico del locus horribilis, en este caso la ciudad de Sevilla. Los 304 versos en tercetos
encadenados avalan la entrada de los principales tópicos horacianos, en dos partes bien
diferenciadas. Una primera (vv. 22-15918) donde, al contrario que un canónico Herrera,
el autor no dudará en introducir registros de la sátira, siempre herederos de las epístolas
de Mendoza-Boscán. Serán los valores negativos del vulgo y toda la serie de figuras
tópicas que le acompañan hacía los que se dirigirá la pluma de Lomas Cantoral: por
ejemplo, el avaro (vv. 112-114), el ambicioso (vv. 115-117), el rico (vv. 124-126).
Prácticamente en medio de la composición, los versos 160-162 inauguran una mención
a Dios:
18
Usaremos por acertadas divisiones de la obra del crítico Juan Mata Caballero.
10
Herrera. En la epístola III reproduce la imagen del “alto asiento”, muy parecido al
herreriano, donde el “yo poético” recomienda a su amigo:
19
En la Epístola de don Diego de Mendoça a Boscán, a partir del verso 211, Mendoza parte el discurso e
introduce a su amada Marfira en un locus amoenus típicamente pastoril (¡Mira el sabroso olor de la
campaña, que dan las flores nuevas y suaves, / cubriendo el suelo de color estraña; vv. 219-230).
Boscán, Juan, Obra completa, ed. Carlos Clavería, Madrid, Cátedra, 1999.
20
La principal será la defensa del amor marital (vv. 123-171), tema realmente novedoso en la literatura
española. Este “nuevo amor”, que ha sido anunciado a lo largo de todo su cancionero, se define como la
suma del amor “honesto” y del amor “deleitable”, pero además, ha de ser “útil” y provechoso. Es un
amor sereno, alejado del “fuego ardiente” petrarquista. Boscán, Juan, Obra completa, op. cit.
11
las glorias y trïunfos que tuvieron. en nuestro engaño inmóviles vivimos!
(vv. 147-156) (vv.64-93)
Cartago y Roma serán las ciudades que gozarán de mayor atención en el Renacimiento,
dado su carácter “nacional” y de énfasis del valor hispano. Así, leeremos en Herrera:
La concisión con que Lomas trata el tema del ubi sunt? invita a relacionarlo con
la Epístola, aspecto que se refuerza en los versos finales. El autor vallisoletano acabará
la Epístola IV con una llamada del emisor a que siga sus pasos, versos muy similares a
los equivalentes finales del capitán Andrada:
12
TRES ESTETAS: ARGUIJO, MEDRANO Y RIOJA
En el número 36 de la revista Cruz y raya y encabezando una selección de sonetos de
los tres poetas, Luis Cernuda escribirá lo siguiente:
Juan de Arguijo
21
Cernuda, Luis, “Sonetos clásicos sevillanos. Selección y nota de Luis Cernuda”, Cruz y raya : revista de
afirmación y negación, nº 36, 00-03-1936, Biblioteca Virtual de Prensa Histórica [sitio web], 19-05-2013,
p. 105
22
Definición extraída del diccionario RAE [edición en línea], 19-05-2013
13
Compañía de Jesús será una de las grandes beneficiadas de su caridad, actitud que, en
los momentos de vacas flacas, pudo haberle salvado la vida.23
Como poeta, Arguijo también gozará de un papel relevante en la vida cultural
sevillana. A lo largo del trabajo hemos visto el alto grado de relación entre los poetas
sevillanos tanto artística como de amistad. Éste es el caso de, por ejemplo, Medrano,
quien en algún soneto no duda en instar amigablemente al vividor Arguio a cambiar su
actitud24. Por supuesto, la riqueza y poder de Arguijo también le ayudarán a cultivar un
círculo de amigos muy amplio. El mismo Lope le dedicará numerosas obras (La
Dragontea, El peregrino en su patria, por poner dos ejemplos) atraído por su fama de
generoso, lo mismo que el Divino, huésped ocasional de Arguijo y que, con algún que
otro prurito de orgullo, comentará en una misiva enviada a Juan Morales:
No le faltó más que decir el salario que me daba don Juan, y que no ha de
imprimir cosa sin que primero se la enmiende yo.25
23
Acosado por las deudas, Juan de Arguijo se recogerá en la Casa Profesa de los jesuitas, lo que le
permite aislarse de los acreedores. Arguijo, Juan de, Poesía completa, ed. de Oriol Miró, Madrid,
Cátedra, 2009, p. 43.
24
“Cansa la vista el artificio humano…” (Soneto XXX), Medrano, Francisco, Poesía, ed. de Dámaso
Alonso, Cátedra, Madrid, 1988.
25
Arguijo, Juan de, op. cit., p. 29.
26
Ibídem, p. 29-30.
27
Rodríguez Marín, Francisco, Pedro Espinosa: estudio biográfico, bibliográfico y crítico, Málaga, Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Málaga, 2004.
14
sinceras enmiendas. El tono no diverge mucho de un diálogo entre amigos, con
agradables recomendaciones (“Mucho descaece la sinificación sin el artículo, y se
esfuerza con la repetición dél”28) no exentas de un tono algo socarrón (“Guárdese
despojos para otras partes en que es menester: destrozos29). Arguijo las estudiará
concienzudamente y actuará en muchos casos siguiendo sus recomendaciones30.
Entrando más directamente en las características de su obra, como muchos de
los poetas de su tiempo, la pluma de Arguijo tratará los mismos temas éticos y morales
provenientes de Horacio que, como tónica general, recorrían el final del siglo XVI. No
obstante, a diferencia de los tres autores que estudiaremos, el eje de la poesía de Arguijo
será el mito, con una notable ausencia de la poesía íntima. En las ruinas y en todo un
amplio bagaje mitológico buscará Arguijo los exempla que ayuden al poeta y lector.
Resumiendo su obra, Oriol Miró Martí dirá:
El fundamento, la base de la obra poética arguijiana se encuentra en la
pervivencia del pasado, histórico y mitológico, como fuente de enseñanzas
morales y éticas, vitales al fin, aplicables a todos los tiempos.31
28
Arguijo, Juan de, op. cit., p. 323.
29
Ibídem, p. 322.
30
Como por ejemplo, cambiará en el soneto IIII la palabra ‘mudable’ por ‘violento’. Arguijo, Juan de, op.
cit., p. 105.
31
Ibídem, p. 52.
32
Arguijo, Juan de, Obra completa de Don Juan de Arguijo: 1567-1622, ed. de S. B. Vranich, Valencia,
Albatros, 1985, p. 30.
15
HERRERA ARGUIJO ANDRADA
A la pequeña luz del breve día, Mira con cuánta priesa se desvía ¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
i al grande cerco de la sombra oscura de nosotros el sol al mar vecino, do apenas sale el sol, cuando se pierde
veo llegar la corta vida mía y aprovecha, Fernando, en tu camino en las tinieblas de la noche fría?
la luz pequeña deste breve día
¡Cuántas cosas mostró el sereno día (vv. 68-70, Epístola moral)
alegres, que tu furia apressurada Antes que en tenebrosa noche fría
entristeció en la noche i sombra fría! pierdas la senda, y de buscarla el tino
i aventurado en manos del destino
(vv. 49-51, Versos, Elegía VII)
vagues errando por incierta vía
33
Aguijo, Juan de, ed. de S. B. Vranich, op. cit., p. 325.
16
serventesio. El “yo poético” del soneto quiere romper el lazo, la cadena que ata a la
región oscura. Pregunta retórica enfocada al lector plasmado en el verso 6: “¿cómo no
rompo el lazo que tan dura”. Frente a él, el verso 203 de la Epístola declama “de cuanto
simple amé: rompí los lazos”, es decir, el emisor de la Epístola, al contrario, ha
conseguido completar la terea y por tanto, puede conseguir la plena ataraxia. Versos, en
resumen, de una gran similitud.
Francisco de Medrano
34
“Rioja y los poetas sevillanos del XVII” Valbuena Prat, Ángel, Historia de la literatura española, ed.
Gustavo Gili, 8º edición, Barcelona, Crítica, 1968.
17
A su vez, se puede considerar como un poeta de transición entre las dos
corrientes principales del Siglo de Oro si bien dicha afirmación se debe generalizar.
Como otros muchos autores, Medrano es hijo de su tiempo y su poesía ilustrará buena
parte de la transición Barroca. En su estudio, Dámaso Alonso dirá:
El pensamiento de Medrano se nos presenta, como en tantos otros
escritores españoles en la tradición estoica, mejor dicho, estoico-epicúrea pero,
profundamente religioso al mismo tiempo, no deja de recibir el riego de la
corriente de origen platónica.35
Así pues, los referentes de su poesía moral serán comunes a buena parte de los
escritores de la época, con la inherente individualidad artística y, si se quiere, con un
grado mayor de consonancia con la llamada escuela salmantina. Aunque los latinos
Horacio y Tasso tienen un papel relevante en su obra, la enseñanza de Fray Luis de
León será palpable. Por fecha, Medrano bien pudo conocer al agustino en su estancia en
Salamanca entre 1587 y 1590. Lo que es seguro que conoció fue su inmensa fama que,
como se vio en anteriores apartados, llegará hasta la orilla del Guadalquivir en la pluma
de Fernando de Herrera.
Con la hipótesis anterior, no se puede sino constatar la influencia entre ambos.
Bien es cierto que el estilo equilibrado y claro del Capitán es muy alejado del manierista
(en denominación de Dámaso Alonso) Medrano, pero los pensamientos horacianos son
equivalentes. ¿Cómo no sentirlo en la ya familiar metáfora de la vida como breve día?
¿Qué tiramos, en vida, malvalientes, ¡Ay, Sorino, Sorino, cómo el día
tan breve, a tan prolixas pretensiones? huyendo se desliza!
que inquirimos, solícitos, regiones y unos atropellando y otros años,
con otro sol calientes a la muerte corremos a porfía
(vv. 21-23, Ode XXIV) (vv. 1-4, Ode XXXIV)
35
Medrano, Francisco de, op. cit., p. 77.
36
Cuevas, Cristóbal, Fray Luis de león y la escuela salmantina, ed. de Cristóbal Cuevas, Madrid, Taurus,
1982, p. 64.
18
Lo mismo ocurre con la actualización de la imagen del río desbordado:
MEDRANO ANDRADA
Quando Guadalquivir, con avenida Dejémosla pasar como a la fiera
soberbia ‘inchado, sobre sus riberas, corriente del gran Betis, cuando airado
lánçase al mar con más veloz corrida dilata hasta los montes su ribera.
soneto (vv. 19-21)
(vv. 9-11, Soneto XX)
MEDRANO ANDRADA
¿Qué somos, pues? ¿Qué somos?: un Antes que aquesta mies inútil siegue
traslado de la severa muerte dura mano,
deesto; una mies, Sorino, mas tardía y a la común materia se la entregue!
¡y a quántos sin granar los an segado! (vv.85-88)
(vv. 12-14, Soneto XLVII)
Es decir, aunque la forma se latiniza al máximo (los hipérbatos se suceden con una
continuidad asombrosa), podemos apreciar una imaginería muy común. Los temas
morales no distan de la tradición horaciana, con un “yo poético” que insta a dejar las
pasiones y practicar el aurea mediocritas:
19
necesidad”37. Todos estos factores se juntarán a comienzos del XVII y gracias a Justo
Lipsio, el siglo entrante redescubrirá, sobre todo, las teorías senequistas, aunque
ciertamente muchos de sus elementos ya habían sido adelantados por la moralidad de
cuño horaciano:
37
Zambrano, María, “La cuestión del estoicismo español”, Pensamiento y poesía en la vida español
Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000.
38
Alfred Blűher, Karl, Séneca en España. Investigaciones sobre la recepción de séneca en España desde el
siglo XIII hasta el siglo XVII, Madrid, Gredos, 1983, p. 302.
39
Cit. en Alfred Blűher, Karl, op. cit., p. 314.
20
La personificación de la muerte, que además tiene el rasgo de ser callada. Muy
vivamente, el pasaje recuerda a la primera copla de la otra gran obra estoica de la
poesía, las Coplas de Jorge Manrique:
40
Manrique, Jorge, Poesía, ed. de Vicente Beltrán, Barcelona, Crítica, 2000, p. 147-148.
41
Lida de Malkie, M.R. La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel, 1975, p. 2005.
42
Cit. en Alfred Blűher, Karl, op. cit., p. 310.
43
Ibídem, p. 311.
21
plausiblemente Andrada conociera directamente las Coplas, se observa una vez más la
reescritura de los motivos literarios.
Francisco de Rioja
Los versos de Herrera, an padecido grandes injurias aun los mas amigos
[…]. Los Versos que hizo en la legua Castellana, son cultos, llenos de luzes i
colores poeticos, tienen nervos i fuerça y esto no sin venustidad i hermosura, ni
carecen de afectos, como dizen algunos, antes tienen muchos i generosos, sino
que se asconden i pierden a la vista entre los ornatos poeticos; cosa que sucede a
los que levanten el estilo de la umildad ordinaria.47
Aunque existe una gran discusión sobre el papel de Rioja en la edición del
texto48, el prólogo marcará un acontecimiento importante. Primero, la importancia de
Rioja en el círculo sevillano, compartiendo espacio con Fernando Pacheco. Para
entonces, 1619, “[Rioja] debía de haber escrito ya la mayor parte de sus versos, y sin
duda su presencia en los círculos literarios de la ciudad era habitual”49.
44
Francisco de Rioja ostentará el cargo de Cronista real.
45
Como otros muchos autores de su tiempo, Rioja se hará eco en su obra de su muerte en el soneto
“Passa, Tirsis, cual sombra incierta i vana…” Rioja, Francisco de, Poesía, ed. de Begoña López Bueno,
Madrid, Cátedra, 1984 p. 155.
46
Las obras serán Jerusalén conquistada y en 1614, El viaje al parnaso de Cervantes. Rioja, Francisco de,
Poesía, ed. de Begoña López Bueno, Madrid, Cátedra, 1984, p. 37.
47
Rioja, Francisco de, op. cit., p. 45-46.
48
Ibídem, p. 45.
49
Ibídem, p. 19.
22
A su vez, en las líneas anteriores se puede aprecia la valoración de Rioja de la
poesía herreriana que, si bien entra dentro de unos parámetros elogiosos, no por ello se
deja de deslizar soterradamente algunos juicios críticos, sobre todo referentes a algunos
“excesos”. Y es que, a pesar de que la crítica tradicional le ha considerado como el
alumno más aplicado de Herrrera50, la diferencia entre ambas concepciones, como se
encarga de resaltar López Bueno, será profunda e importante.
En la poesía moral, el lector aplicado muy pronto haya las primeras notas
diferenciales. Ni Rioja ni ninguno de los tres estetas tienen una concepción formal y
estructurada de un libro poético y mucho menos, de un cancionero petrarquista, donde
se narre el itinerario vital del “yo poético”. Evidentemente, este presupuesto afectará de
manera decisiva a la conceptualización de su obra: lo moral no nacerá en puntos de
máxima tensión sino que recorrerá de manera uniforme el trasfondo de los poemas, con
especial importancia en las silvas. Retomando las palabras de Begoña López Bueno,
quien en una perfecta síntesis de las diferencias entre Herrera y Rioja, dirá:
50
Muy ilustrativo es el artículo de Henry Bonneville donde ilustra la noción de escuela sevillana a lo
largo del siglo XVIII y los nexos que establecieron entre los autores. Bonneville, Henry, “Sobre la poesía
de Sevilla en el Siglo de Oro”, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2011.
51
Rioja, Francisco de, op. cit., p. 47-48.
23
HERRERA RIOJA ANDRADA
Desampara tu osado desvarío Como se van las aguas deste río Como los río, que en veloz corrida
no des más ocasión a tanto engaño para nunca volver, así los años se llevan a la mar, tal soy llevado
que la edad huye, cual corriente del río i solo dejan infalibles daños al último suspiro de mi vida
que reparar no puedo voto pío
(vv. 49 50, Versos Elegía VII) (vv. 76-79)
(vv. 1-4, Soneto XLVII)
¡Cuántas cosas mostró el sereno día (vv. 9-11, soneto XXX) (vv.67-69)
alegres, que tu furia apressurada
entristeció en la noche i sombra fría
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Francisco de Pacheco respetivamente) en las que se pueden establecer una ficción
destinatario-emisor (“¿Ves como las riberas permanecen / firmes, Pacheco al ponto
embravecido 1-2 Silva V)) que tanto nos recuerdan al género epistolar. A este recuerdo
también contribuye el uso del ejemplo de la experiencia:
RIOJA ANDRADA
El que vela en tu alcance i se desvía Un ángulo me basta entre mis lares,
del pobre estado i la quietud dichosa un libro y un amigo, un sueño breve,
ocio i seguridad pretende en vano que no perturben penas ni pesares
(vv.4-6, silva II)
(vv. 127-129)
¡Ô mil vezes dichoso el que igual cuenta
largas oras en ocio entre sus lares,
superior a vulgares opiniones
(vv.9-12, soneto LII)
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CONCLUSIÓN
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Medrano serán algunos ejemplos de la vuelta de Séneca, que compartirá Andrada junto
con una lectura intensiva de Manrique.
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