Segundo Domingo de Adviento

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SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. P. Rody..

Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a vivir


el reinado de paz y de justicia que viene a instaurar Jesucristo, el Mesías
prometido.
Cristo es el Príncipe de la Paz, Él ya ha venido y nos ha dejado su paz, pero
seguimos viviendo tiempos de violencia y terror, de inseguridad y de
angustia. Por eso es preciso recordar que la paz, además de ser un don de
Dios es tarea de todos, a cada uno nos toca construirla.
La 1ª Lectura del Profeta Isaías nos describe al Mesías y también
describe ese ambiente de justicia y de paz que Él vendrá a traernos.
Y el Profeta lo hace con un relato simbólico en que nos presenta a
animales      -que por instinto son enemigos entre sí- viviendo en
convivencia pacífica: el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito, el
novillo con el león… y hasta un niño con la serpiente.
Con esta descripción hecha por Isaías, en la cual nos presenta una
situación aparentemente imposible, Dios quiere exigir a los seres
humanos a que vivamos en paz. Nos está invitando el Señor a
que, a pesar de nuestra naturaleza de pecado, por la que a veces
también tendemos a ser opuestos y rivales unos de los otros -
como los animales que presenta el Profeta- intentemos vivir en
paz y en justicia….Y podremos convivir en paz y en justicia, si
recibimos al Mesías, si aceptamos su Palabra, si vivimos de
acuerdo a ella.
La 2ª lectura de San Pablo a los Romanos nos invita a formar
una comunidad cristiana donde reine el amor, el compartir con los
demás, la armonía, la acogida.  Sin embargo, muchas veces,
nuestras comunidades cristianas están divididas, se critican los
unos a los otros por la espalda, hay agresividad, se discriminan a
ciertas personas; algunos se agarran al poder y hacen todo lo que
sea para dominar a los demás.
Por eso, San Pablo nos propone hoy algo que, mientras se hace
realidad ese mundo ideal que Dios quiere, nosotros podemos
hacer:  es acogernos unos a otros como Cristo nos acoge.  Sin
tener en cuenta los gustos, las simpatías o antipatías de los demás.
Hay que “tener los mismos sentimientos” de Cristo hacia los
demás, a pesar de las diferencias que puedan existir.  Tenemos
que llegar a ser una sola voz, contribuir a crear una sola
comunidad donde todos los creyentes tengamos “una sola alma
con un solo corazón”.  Esto es lo que nos pide Dios para que
vayamos construyendo el Reino de Dios en este mundo.
El Evangelio de san Mateo nos prestaba hoy a Juan Bautista
invitándonos al arrepentimiento y a la conversión.
A veces decimos: yo sería feliz si… pero luego nos
decimos: pero no puedo cortar, terminar, salir.  Siempre nos
buscamos una excusa, una razón para no ser feliz.  Ciertamente
que no podemos cambiar la realidad en que vivimos, por eso Juan
Bautista nos dice que, aunque no podamos cambiar la
sociedad, podemos cambiar nosotros, podemos convertirnos.
Hoy hay muchos que se llaman creyentes en Dios, pero no siente
la necesidad de la conversión.  Creen que ya son “buenas
personas”.  ¿De qué me voy a convertir yo si no hago esto ni lo
otro ni…? Creernos buenos nos está impidiendo ser nuevos,
descubrir la necesidad de conversión.
Creernos buenos es la postura de los fariseos y saduceos a los que
Juan los llama “raza de víboras”. No es que no seas bueno; lo
malo es que no seas mejor, que te contentes con la meta
alcanzada. No es que no seas bueno, es que no escuchas a Dios
que te pide nueva conversión. No es que no seas bueno, es que
no dejas que el Espíritu te lleve donde Él quiere.
Jesús no necesita gente buena, necesita personas que se sientan
pecadoras, personas necesitadas de conversión. Jesús no viene
para los que ya se sienten perfectos. Con ésos Jesús no tiene
nada que hacer. Toda esa gente no necesita nada ni a nadie,
menos a Jesús. Jesús necesita personas que cuando escuchan las
palabras del profeta, se conviertan de corazón y reconozcan su
necesidad de cambio de vida.
Dios está cerca. Sí. Dios está muy cerca de todos aquellos que se
sienten pecadores. Dios está muy cerca de todos aquellos que
desean algo nuevo en su vida. Dios está muy cerca de todos
aquellos que se agachan para tender la mano a sus hermanos.
Nosotros en este Adviento, ¿buscaremos la verdadera conversión
o nos conformaremos con celebraciones y ritos externos para
adormilar la conciencia? ¿Seguiremos viviendo en la injusticia y
en la mentira?
Juan anuncia al Señor que traerá Espíritu Santo y fuego, es decir
purificación para que Dios pueda habitar en nuestros corazones.
Jesús viene en la renovación del misterio de la Navidad, pero
también viene a cada instante, en las maneras secretas que tiene el
Señor de hacerse presente en nuestras vidas.
Por eso, la voz severa del más grande de los profetas (Juan el
Bautista), nos exhorta a cambiar nuestras actitudes pecaminosas,
nuestras actitudes menos cristianas; si se trata de preparar el
camino del Señor, debemos comenzar por nuestro corazón:
rellenar los socavones, suprimir los desvíos, quitar los obstáculos,
allanar las colinas.
Debemos superar la mentalidad que sólo se conforma con la
confesión cuaresmal, y con estar en gracia de Dios de vez en
cuando...
Cada día Dios viene a nuestro corazón, y espera encontrar en él
un hogar en el cual quedarse a vivir para siempre...
Que cada día recibamos a Jesús con la misma disposición interior
y el mismo amor que María, en el primer Adviento de la historia.
Profesamos nuestra fe.. ---------Peticiones

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