Hobsbawm Resumen
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La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la
experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es
uno de los fenómenos característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX.
Los jóvenes, hombres y mujeres de este final de siglo crecen sin relación alguna
con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a los historiadores, cuya
tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayor trascendencia que la que
jamás tuvieron.
Los enfrentamientos religiosos o ideológicos, como los que han sucedido durante
el presente siglo, erigen barreras en el camino del historiador, cuya labor
fundamental no es juzgar sino comprender incluso lo que resulta más difícil de
aprehender. Pero lo que dificulta la comprensión no son solo nuestras
convicciones, sino la experiencia histórica que les ha dado forma.
Los años finales de la década de 1980 y en los primeros de la de 1990 terminó una
época de la historia del mundo para comenzar otra nueva.
II
En este libro, el siglo XX aparece estructurado como un TRÍPTICO. A una época de
catástrofes (de 1914 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial) siguió un período
de 25-30 años de crecimiento económico y transformación social, que transformó
a la sociedad más que cualquier otro período de duración similar. Es conocido
como la “EDAD DE ORO”. La última parte del siglo fue una nueva era de
descomposición, incertidumbre y crisis, y para zonas del mundo como África, la ex
URSS y los antiguos países socialistas de Europa fueron catástrofes.
Se desencadenó una crisis económica mundial sin precedentes que pareció que
podría poner fin a la economía mundial (cuya creación fue logro del capitalismo
liberal del S. XIX). Mientras la economía se tambaleaba, las instituciones de la
democracia liberal prácticamente desaparecieron entre 1917 y 1942 (excepto en
una pequeña franja de Europa, en algunas partes de América del Norte y
Australasia) como consecuencia del avance del fascismo.
Solo la alianza temporal del capitalismo liberal y el comunismo, para hacer frente a
ese desafío, permitió salvar la democracia, pues la victoria sobre la Alemania de
Hitler fue esencialmente obra del ejército rojo. Este período de alianza entre el
capitalismo y el comunismo contra el fascismo (entre las décadas del 30’ y el 40’)
es el momento decisivo en la historia del siglo XX.
La victoria de la URSS sobre Hitler fue el gran logro del régimen instalado en aquel
país por la revolución de octubre. Probablemente de no haberse producido esa
victoria, el mundo occidental no consistiría en distintas modalidades de régimen
parlamentario liberal sino en diversas variantes de régimen autoritario y fascista.
Una vez que el capitalismo liberal había conseguido sobrevivir al triple reto de la
GRAN DEPRESIÓN, el FASCISMO y la GUERRA, tenía que hacer frente al avance
global de la revolución, cuyas fuerzas podían agruparse en torno a la URSS, que
había emergido de la Segunda Guerra Mundial como una superpotencia.
El principal interrogante al que deben dar respuesta los historiadores del siglo XX
es cómo y por qué tras la Segunda Guerra Mundial el capitalismo inició la edad de
oro, sin precedentes y tal vez anómala, de 1947-1973.
El colapso de los regímenes comunistas entre Istría y Vladivostok no solo dejó tras
de sí la inestabilidad, el caos y la guerra civil, sino que destruyó el sistema
internacional que había estabilizado las relaciones internacionales durante
cuarenta años y reveló, la precariedad de los sistemas políticos nacionales que se
sustentaban en esa estabilidad.
La crisis social y moral del período posterior a 1950, era la crisis de las creencias y
principios en los que se había basado la sociedad desde que a comienzos del siglo
XVIII las mentes modernas vencieran la batalla que libraron con los antiguos, una
crisis de los principios racionalistas y humanistas que compartían el capitalismo
liberal y el comunismo, y que habían hecho posible su breve alianza contra el
fascismo, que los rechazaba. Michael Stürmer señaló en 1993, que lo que estaba
en juego eran las creencias comunes del Este y el Oeste.
La crisis moral no era solo una crisis de los principios de la civilización moderna,
sino también de las estructuras históricas de las relaciones humanas que la
sociedad moderna había heredado del pasado preindustrial y precapitalista, y que
habían permitido su funcionamiento. Sólo quedaba un camino para definir la
identidad de grupo: definir a quienes no formaban parte del mismo.
III
PARALELISMOS ENTRE EL MUNDO DE 1914 Y EL DE LOS 90’:
o El mundo de los 90’ cuenta con 5 o 6 mil millones de seres humanos, tres
veces más que al comenzar la Primera Guerra Mundial, a pesar de que
en el curso del siglo xx se ha dado muerte o se ha dejado morir a un
número más elevado de seres humanos que en ningún otro período de
la historia.
o La mayor parte de los habitantes que pueblan el mundo en los 90’ son más
altos, de mayor peso, mejor nutrición y más años de vida que sus padres.
o La humanidad era mucho más instruida que en 1914. Por primera vez en la
historia, la mayor parte de los seres humanos era considerado
“alfabetizado”.
o El mundo está dominado por una tecnología revolucionaria que avanza sin
cesar. La consecuencia de mayor alcance de esos progresos han sido los
sistemas de transporte y comunicaciones, que prácticamente han
eliminado el tiempo y la distancia. Esta tecnología ha eliminado las
ventajas culturales de la ciudad sobre el campo.
Este siglo entonces no concluye de forma triunfal, más allá de este progreso
extraordinario, no solo porque ha sido el siglo más mortífero de la historia a causa
de la envergadura, frecuencia y duración de los conflictos bélicos, sino también por
las catástrofes humanas, desde las hambrunas hasta el genocidio sistemático. A
diferencia del “siglo XIX largo” que fue un período de progreso material,
intelectual y moral, desde 1914 se ha registrado un retroceso en los niveles que se
consideraban normales en los países desarrollados.
Este siglo nos ha enseñado que los seres humanos pueden aprender a vivir bajo
las condiciones más brutales y teóricamente intolerables.
Sean cuales fueran sus perspectivas de futuro, lo que ven los EE. UU. al
dirigir la vista atrás en la década del 90’ es “el siglo americano”, una época
que ha contemplado su eclosión y su victoria. Los países que
protagonizaron la industrialización del siglo XIX siguen siendo la mayor
concentración de poder económico y científico-tecnológico del mundo. En
los años finales del siglo eso compensa con creces la desindustrialización y
el desplazamiento de la producción hacia otros continentes.
Confiemos en que el futuro nos depare un mundo mejor, más justo y más viable. El viejo
siglo no ha terminado bien.