Sentencia Sobre Funciones Del Notario y Los Doc Publicos y Privados

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11/11/1991

SALA DE CASACION CIVIL


Magistrado Ponente: CARLOS OBERTO VÉLEZ
 
 
               En el procedimiento por intimación y estimación de
honorarios profesionales seguido ante el Juzgado Segundo de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del estado Miranda por los
abogados RAFAEL ANTONIO MACIAS MATA y PEDRO
BOTERO BASELICE, actuando en su propio nombre y en defensa
de sus derechos, contra el ciudadano VITTORIO PIACCENTINI
PUPARO, quien no tiene mandatario judicial constituidos en actas;
el Juzgado Superior Accidental en lo Civil, Mercantil, del Tránsito y
de Menores de la citada Circunscripción Judicial, conociendo como
tribunal de Reenvío, dictó sentencia el 8 de julio de 1999 y condenó
al intimado a) al pago de los honorarios demandados; b) ordenó la
indexación o corrección monetaria del monto de los emolumentos
antes mencionados y finalmente c) condenó al intimado perdidoso al
pago de las costas procesales.
               Contra el fallo proferido, anunció recurso de casación el
intimado y negada su admisión, recurrió de hecho, lo cual fue
declarado con lugar.
               En consecuencia, una vez admitido, fue oportunamente
formalizado. Hubo impugnación, sin réplica.
               Concluida la sustanciación del presente recurso y siendo la
oportunidad para decidir, pasa la Sala a dictar su máxima decisión
procesal, bajo la ponencia del Magistrado que con tal carácter
suscribe el presente fallo y lo hace previas las siguientes
consideraciones:
 
PUNTO PREVIO
               El impugnante, profesional del derecho Miguel Angel
Pacheco, contradice la formalización efectuada, alegando que la
actuación procesal desarrollada por el recurrente, ciudadano Vittorio
Piaccentini Puparo, ante este Máximo Tribunal, lo hace asistido del
profesional del derecho Héctor Rafael Briceño, hecho éste, que en su
opinión, invalida el escrito de formalización del recurso de casación,
por cuanto, aduce, debe ser suscrito por un abogado en ejercicio,
quien además cumpla con los requisitos establecidos el artículo 324
del Código de Procedimiento Civil, para litigar ante este Tribunal
Supremo, y no por quien carezca de tales condiciones. Fue con base
a dichos argumentos que solicita se tenga como no presentado el
escrito de formalización, y se declare perecido el recurso, debido a
que, lo consignó una persona que no es abogado.
 
Para decidir, la Sala observa:
               La Ley de Abogados, texto que rige la actividad
profesional de los abogados en el amplio ámbito de su ejercicio, en
su artículo 4, establece:
“Toda persona puede utilizar los órganos de la
administración de justicia para la defensa de sus
derechos e intereses. Sin embargo, quien sin ser
abogado deba estar en juicio como actor, como
demandado o cuando se trate de quien ejerza la
representación por disposición de la Ley o en virtud de
contrato, deberá nombrar abogado, para que lo
represente o asista en todo el proceso .
 
Si la parte se negare a designar abogado esta
designación la hará el Juez. En este caso la
contestación de la demanda se definirá por cinco
audiencias  La falta de nombramiento a que se refiere
este artículo será motivo de reposición de la causa, sin
perjuicio de la responsabilidad que corresponde al Juez
de conformidad con la Ley.” (Subrayado de la Sala).
 
               De la norma transcrita se colige, sin lugar a dudas, la
protección al ejercicio de la defensa de los derechos e intereses del
ciudadano, de progenie constitucional, expresamente establecido en
el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.
               Toda persona que por alguna razón tenga que comparecer
ante los órganos de administración de justicia, necesariamente debe
contar con el concurso de un profesional de la abogacía para
esgrimir ante aquéllos sus defensas, bien como actores o como
demandados; esto es asi, en protección, resguardo y garantía de que
sus actuaciones en el proceso estuvieran amparadas por un
profesional en la materia.
               Ahora bien, la norma legal en comentarios, prevé dos
formas para hacerlo, a saber el abogado puede actuar como
mandatario legalmente instituido, lo cual requiere el otorgamiento de
un mandato con el cumplimiento de una serie de formalidades
previstas en la ley; pero, también puede actuar como abogado
asistente del legitimado, ello en virtud de que ninguna persona esta
obligada a constituir apoderados o representantes para la defensa de
sus derechos. En esta situación, es obvio que el abogado que presta
su concurso como asistente de la parte, debe reunir los requisitos
necesarios y exigidos en el artículo 324 del Código Adjetivo, a fin
de ejercer el auxilio legal a su cliente ante este Máximo Tribunal.
Asi lo estableció, esta Sala de casación, en decisión de fecha 13 de
noviembre de 1991, aún vigente, cuando asentó:
“...El profesional del derecho puede actuar en el juicio,
bien representando a su poderdante, caso en el cual sus
actuaciones se entiende realizadas por éste, o bien
asistiendo a algunas de las partes litigantes,
actuaciones estas en el que el asistido si debe estar
presente en dichos actos, entendiéndose que los mismos
son realizados por él...”
 
               Distinta es la hipótesis de un abogado quien con el
carácter de mandatario judicial de una parte en el proceso; pero, sin
reunir  los  requisitos establecido en el mentado artículo 324, deba
actuar ante este Alto Tribunal y para ello se haga asistir de otro
profesional del derecho que si los reuna, en este caso no es
admisible tal asistencia, pues el asistido no es la parte material sino
su representante. En este sentido se ha pronunciado la doctrina de la
Sala, de la siguiente manera:
“...La Sala finalmente, en sentencia del 11 de
Noviembre (Sic) de 1991, (Erasmo Herminio Herrera
Hernández y otra contra Jorge Alberto Araque Dávila y
otra), amplió su doctrina en la materia y señaló que no
es admisible que abogados que no reúnan la especial
capacidad de postulación exigida en el art. 324 del
Código de Procedimiento Civil, se hagan asistir por
abogados que si están habilitados y actúen ante la Sala.
Así en dicha decisión se expresó:
 
‘Analizando, con detenimiento, el contenido de esta
norma, de la misma se infiere que el legislador se
refiere a los requisitos que debe llenar el abogado
que vaya a formalizar y contestar el recurso de
Casación (Sic) o quisiera intervenir en los actos de
réplica y contrarréplica, lo  que, impretermitiblemente
debe entenderse a los profesionales del derecho que
fungen como apoderados de las partes litigantes
pero nunca extendidos a los abogados que, sin
tener ese carácter, asisten a los profesionales que
sí lo tienen, salvo que las asistidas sean las propias
partes del proceso’.
‘Si bien la Sala pudiera haber aceptado esta
situación, en otras oportunidades, sin embargo,
penetrada en serias dudas acerca de la legalidad de
tal actuación, decide modificar su doctrina, en lo
atinente a no aceptar formalizaciones e
impugnaciones ni como realizados los actos de
réplica y contrarréplica, si en los mismos aparece
actuando el apoderado judicial de cualquiera de las
partes, asistido, a su vez, por un profesional del
derecho que sí está habilitado para actuar ante esta
Corte’.
‘Si bien es permitido que las partes sean asistidas
en actuaciones del proceso por profesionales del
derecho, y pudiera darse el caso que aquellas, a su
vez fuesen abogados, sin embargo, tal actuación no
es permisible en actuaciones de abogados que
ostentan el carácter de apoderados judiciales de las
partes, dada la legitimidad de la que están
investidos para actuar en su nombre y
representación’
‘Si esto es así, mucho menos justificación tendría
el permitir que abogados que deban actuar ante
esta Corte, en defensa de los derechos de sus
representados, se hagan asistir de
otros  profesionales, por la circunstancia de no
reunir ellos los requisitos exigidos por el
legislador patrio, para cumplir actuaciones ante el
Alto Tribunal’.
‘En estos casos, a falta de la habilitación requerida
por la normativa procesal, conviene que la misma
parte se haga representar o asistir por abogados
que sí llenen los requisitos del art. 324 del Código
de Procedimiento Civil, pero nunca que el
apoderado judicial que la ha representado en la
instancia, actué ante la Corte asistido de un
profesional del Derecho que sí tenga especial
capacidad de postulación’.
 
‘Es por ello que, a partir de esta fecha, en caso
como estos la Corte tendrá como no presentado el
escrito de formalización o de impugnación o como
no realizados los actos de réplica y contrarréplica,
declarando en el primer supuesto, perecido el
recurso de casación’.
 
‘Esta hubiese tenido que ser la declaratoria en el
presente asunto, en atención a que el apoderado
judicial de la parte recurrente, abogado Felipe
Antonio Suárez Flores, estuvo asistido en su
actuación ante esta Corte, por el Dr. Julio Cesar
Marcano Verede y la información suministrada por
la secretaría de esta Sala de Casación Civil refleja
que, el primero de los nombrados, no está investido
de la especial capacidad de postulación para actuar
ante ella, en tanto que su asistente sí se encuentra
habilitado para cumplir actuaciones es esta Corte,
acreditado para ello por Carnet Nº 1.462 de fecha
12 de Mayo de 1998’.
 
Por aplicación de la anterior doctrina, es forzoso
concluir en que, en el presente caso, se da la situación
a que ella se refiere, en virtud de que el abogado
formalizante carece de la habilitación requerida por el
art. 324 del Código de Procedimiento Civil. Por tal
motivo debe tenerse como no presentado el escrito
consignado por el abogado Rafael Ortiz, asistido por el
abogado Carlos Miguel Escarra Malavé, ante la
secretaría de esta Sala en fecha 23 de Septiembre (Sic)
de 1997, y en consecuencia, debe declarase perecido el
presente recurso. Así se decide”. (Sentencia del 02 de
julio de 1998, en el caso Emilio Cabret Just y otros
contra Banco Internacional C.A.)
 
               En el caso bajo estudio, es obvio que fue la parte quien no
es abogado, la que optó por la segunda forma de las antes
comentadas, es decir por la asistencia del abogado Héctor Rafael
Briceño, profesional que como consta en autos, cumple con todos los
requisitos necesarios para acudir ante el Tribunal Supremo de
Justicia.
               Por los razonamientos expuestos y la doctrina casacionista
consignada, debe declararse improcedente la impugnación
formulada.
 
PRIMERA PARTE
INFRACCIONES DE FORMA SUSTANCIALES
O  DEFECTO DE ACTIVIDAD.
               Bajo este título el recurrente, asistido de abogado, expone
asi su denuncia:
“...De conformidad con el ordinal 1º del Artículo (Sic)
313 del Código de Procedimiento Civil, en
concordancia con el ordinal 5º del artículo 243 y
artículo 12 ejusdem, denuncio la infracción por parte de
la recurrida de los artículos 22 de la Ley de Abogados;
11, 338, 607, 78 y 208 del Código de Procedimiento
Civil, por ACUMULACION INDEBIDA DE
ACCIONES.
 
En efecto, la recurrida transgredió las normas
procesales referidas (Sic) congruencia necesaria que
debe existir entre una sentencia y las acciones y
excepciones deducidas en la litis. Así el ordinal 5º del
artículo 243 del Código de Procedimiento Civil, dice:
 
‘La sentencia debe contener ‘decisión expresa,
positiva y precisa con arreglo a la pretensión
deducida y a las excepciones o defensas opuestas,
sin que e (Sic) ningún caso pueda absolverse la
instancia’. Tal norma, necesariamente se
adminícula (Sic) con los argumentos de hecho no
alegados ni probados. Obsérvese que en el libelo
de E S T I M A C I Ó N DE
H O N O R A R I O S  PROFESIONALES, los
abogados MIGUEL ANGEL PACHECO BARBOZA
Y RAFAEL ANTONIO MACIAS MOTA, mediante
un juicio autónomo, me intimaron honorarios
profesionales judiciales y extrajudiciales, por lo
que tal como lo señalé en mi escrito de fecha 5 de
junio de 1.996 (Sic), se a c u m u l a r o n
pretensiones, c u y o s  procedimientos son
incompatibles, infringiéndose el artículo 78 del
Código de Procedimiento Civil, que reza ‘No
podrán acumularse el mismo libelo pretensiones
que se excluyan mutuamente o que sean contrarias
entre si, ni las que por la razón de la materia no
correspondan al conocimiento del mismo Tribunal;
ni aquellas cuyos procedimientos sean
incompatibles entre si. Sin embargo, podrán
acumularse en un mismo libelo dos o más
pretensiones incompatibles para que sean resueltas
una como subsidiaria de otra siempre que sus
respectivos procedimientos no sea incompatibles
entre si.’
 
Pues en el mencionado escrito de estimación los
nombrados abogados me estimaron e intimaron
honorarios extrajudiciales...
 
(...Omissis...)
 
Sin embargo, la sentencia recurrida no se pronunció
sobre la inepta acumulación y en el CAPITULO III,
letra b), folio doscientos setenta y tres del expediente,
expresa: b) ‘...Que está demostrado en autos que el
ciudadano Vittorio Piaccentini Pupparo fue notificado
de la estimación e intimación para el pago de los
honorarios profesionales judiciales a los abogados
intimantes antes identificados, en la cantidad de setenta
y siete (Sic) millones de bolívares (Bs. 67.000.000,00),
mediante los fundamentos previos en los artículos 22 y
25 de la Ley de Abogados....’. Obsérvese que la
Recurrida no hace mención a que fueron honorarios
judiciales, precisamente porque también se intimaron
honorarios extrajudiciales, para cuyo cobro el
Legislador prevée (Sic) procedimientos distintos e
incompatibles, así el artículo 22 de la Ley de
Abogados. No pudo la recurrida hacer mención que
fueron honorarios judiciales únicamente, sino que
también se intimaron honorarios judiciales
extrajudiciales.
 
La sentencia Recurrida en su parte dispositiva
CAPITULO VI declara: PRIMERO: Se condena la
ciudadano Vittorio Piaccentini Pupparo, Cédula de
Identidad Nº 6.420.641, al pago de la suma intimada
que debe cancelar a favor de los intimantes abogados
MIGUEL ANGEL PACHECO BARBOZA Y RAFAEL
ANTONIO MACIAS MOTA, cédula de Identidad
Números: V- 1.851.291, respectivamente, por los honorarios
profesionales causados con motivo de las actuaciones
llevadas a cabo por los mencionados abogados,
reseñadas y determinadas en el respectivo escrito de
intimación reformado, montante a la suma de
SETENTA Y SIETE (Sic) MILLONES DE BOLÍVARES
(Bs.67.000.000,00)...(folios doscientos sesenta y siete).
 
Jurídicamente aún cuando las partes litigantes
manifiestan su acuerdo, no es optativo a los Tribunales
subvenir las reglas legales con que el legislador ha
revestido la tramitación de los juicios, pues su estricta
observancia es materia intimante ligada al orden
público. Así el artículo 22 de la Ley de Abogados,
regula en forma diferente al camino procesal y el
acceso de los abogados a los órganos jurisdiccionales
para accionar el cobro de los honorarios profesionales a
que tienen derecho por diversas actuaciones, en su
encabezamiento reconoce el Derecho que le asiste al
abogado en ejercicio de su profesión a percibir
honorarios por los trabajos judiciales y extrajudiciales;
estableciendo en el primer aparte de la norma in
comento, el procedimiento a seguir cuando se trate de
honorarios derivados de actuaciones extrajudiciales
cuando prescribe: ‘El ejercicio de la profesión da
derecho al abogado a percibir honorarios por los
trabajos judiciales y extrajudiciales que realice, salvo
en los casos previstos en las leyes....’. Mientras que en
la parte in fine de la misma norma, está reservada para
los honorarios judiciales, estableciendo que: ‘...La
reclamación que surja en juicio contencioso acerca del
derecho a cobrar honorarios por parte del abogado, será
sustanciada y decidida de conformidad con lo
establecido en el Artículo (Sic) 386 del Código de
Procedimiento Civil, y, la relación de la incidencia, si
surgiere, no excederá de diez audiencias....’ De modo,
que para exigir judicialmente el cobro de honorarios
profesionales provenientes de gestiones en juicio, el
artículo 22 de la Ley de Abogados pauta que la
solicitud de estimación e intimación del caso, se
tramita con arreglo a lo que dispone esta norma y lo
establecido en el artículo 607 del Código de
Procedimiento Civil. En tal sentido, el artículo 22 del
Reglamento de la Ley de Abogado (Sic), preceptúa:
‘Establecido el derecho de cobrar honorarios en la
sentencia que decida la incidencia a que se refiere el
segundo aparte del artículo 22 de la Ley, el Abogado
estimará el monto de sus honorarios, intimados los
cuales, el cliente que hubiere sido condenado a
pagarles, podrá ejercer la retasa de conformidad con el
procedimiento señalado en el artículo 24 y siguientes
de la Ley’. De otra parte, para exigir judicialmente el
cobro de honorarios profesionales por razón de
gestiones de abogados realizadas extra juicio, debe
interponerse demanda en forma, con arreglo a lo que
establecen las normas del juicio breve, establecidas en
el artículo 881 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil.
 
Los referidos procedimientos judiciales que establece
la Ley, son incompatibles entre si, por lo que resulta
contraria a Derecho la acumulación de pretensiones
referidas al cobro simultáneo de honorarios judiciales
y extrajudiciales, por disposición expresa del artículo
78 del Código de Procedimiento Civil. La sentencia
recurrida en forma mixturada e indebidamente me
condenó a pagar honorarios profesionales judiciales y
extrajudiciales, violando expresas disposiciones de
Orden Público; vulnerando con su actividad la Doctrina
sustentada en forma pacifica (Sic) y reiterada por ésta
Sala, ratificada en la Sentencia del 19 de noviembre de
1.997 (Sic), con ponencia de Magistrado Con-Juez
Doctor Antonio Zotillo Arreaza, en el juicio de los
abogados Pedro Rafael Hernández Vargas y otros,
contra Nieves Miguez Basalo, exp. 92-448, Sentencia
Nº 371: ‘...fundamentó este Supremo Tribunal la
referida Casación de oficio, en la circunstancia de que
la acumulación de pretensiones que se refieran a cobro
de honorarios judiciales y extrajudiciales,
respectivamente, está vedada por disposición expresa
del artículo 78 del Código de Procedimiento Civil,
dejándose establecido que: El alcance de la precedente
declaratoria y la Doctrina que la sustenta, implica, en
consecuencia para el Juez de Reenvío, la consideración
de un fallo, exclusivamente, en torno a aquellos honorarios
que fueron estimado e intimado (Sic), en lo que
corresponde únicamente a actividades profesionales
judiciales, cuya solicitud dio inicio a las presentes
actuaciones por intimación de honorarios profesionales
judiciales, Por ende, deberán quedar excluido (Sic) de
la declaración jurisdiccional, según la Doctrina que se
deja establecida, aquellos honorarios profesionales causados
por gestiones extrajudiciales, porque para su cobro
corresponde, como ya se dijo, la vía procesal, del juicio
breve prevista en el artículo 881 y siguientes del
Código de Procedimiento Civil, y no el camino procesal
al cual se refieren las presentes actuaciones’, por lo
que respetuosamente solicito se declare procedente la
presente denuncia de infracción de formas sustanciales
o defecto de actividad....”
 
               La denuncia aquí planteada se observa redactada en
términos bastante confusos. No obstante, la Sala, en acatamiento a
los preceptos contemplados en los artículos 26 y 257 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, los cuales
garantizan al ciudadano su derecho de acceder a los órganos de
justicia para ante éllos hacer valer sus derechos y obtener, sin
dilaciones indebidas, la resolución que sobre los mismos habrá de
tomarse, entrará a analizar la delación. Al respecto, se advierte que
el formalizante esgrime que “...la recurrida transgredió las normas
procesales referidas (sic) congruencia necesaria que debe existir entre
una sentencia y las acciones y excepciones deducidas en la litis...”,
luego alega que en el juicio “...se acumularon pretensiones, cuyos
procedimientos son incompatibles, infringiéndose el artículo 78 del
Código de Procedimiento Civil...”. Ahora bien, de la extensa
exposición realizada por el recurrente, no le es posible a la Sala
dilucidar cual es el fundamento de la denuncia, tampoco se evidencia
del citado escrito por qué considera que la sentencia no es
congruente, en cuál de sus partes élla se aparta del problema
debatido, o deja de resolver sobre lo alegado, u otorga mas o menos
de lo solicitado; ello, a la luz de lo que la doctrina de esta Sala,
reiteradamente ha sostenido debe entenderse como el requisito de
congruencia en la sentencia, a saber:
“...De la doctrina expuesta se evidencia, que el
requisito de congruencia de la sentencia establecido en
el ordinal 5º del artículo 243 del Código de Procedimiento
Civil, en concordancia con el artículo 12 ejusdem,  ya sea
positiva o negativa, recae necesariamente en la armonía
que debe contener la decisión contenida en la sentencia
con la pretensión del autor y la oposición a la misma,
en cuanto la delimita...
 
...En sentencia de fecha 28 de mayo de 1997 (Inginio
José Marín Gutiérrez contra Mor- Can S.A. y Equipos
MorCan Asociados, S.A.) la Sala estableció que de
acuerdo al principio de exhaustividad de la sentencia,
el juez tiene el deber de pronunciarse sobre todas las
alegaciones y peticiones de las partes, y sólo sobre
ellas, aunque sea para rechazarlas por extemporáneas,
infundadas o inadmisibles, y que de no hacerlo, el fallo
que al efecto se pronuncie, tiene el vicio de
incongruencia negativa, conocido asimismo
como citrapetita u omisió de pronunciamiento, tal y
como ha sucedido en el presente caso.
 
(Sentencia de la Sala de Casación Civil del 16 de marzo
de 2000, en el juicio de José Isaac Altamiranda
Bonilla  y otros contra Banco Nacional de Descuento
C.A. y Fogade, en el expediente Nº 98-203, sentencia
Nº 49)(”Pierre Tapia Oscar R. Repertorio Mensual de
Jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia . Tomo
3, Año 2000, pág. 583).
 
 
               En este orden de ideas la Sala observa, que  simplemente
en su dilatado texto, el formalizante expresa que se produjo una
inepta acumulación de pretensiones, pues en su decir el ad quem
“...en forma mixturada e indebidamente me condenó a pagar
honorarios profesionales judiciales y extrajudiciales, violando
expresas disposiciones de Orden Público...”. Del contenido del
escrito bajo análisis se intuye, que ha debido proponerse la
denuncia  por infracción de ley por falta de aplicación de una norma
legal y no por defecto de forma, en virtud de que se enfatiza en su
contenido que se incurrió en la violación del artículo 78 de la Ley
Adjetiva Civil; asi mismo observa la Sala, que el recurrente no
explica en forma indubitable, que hubiese realmente solicitado al
sentenciador superior pronunciamiento sobre el punto que cuestiona, ya
que sólo hace una referencia aislada a hechos  que presuntamente
alegó en una oportunidad, según su dicho, a un escrito por él
presentado en fecha 5 de junio de 1996, sobre el cual no hay certeza,
ni siquiera, ante quien fue interpuesto.
               Asi mismo, advierte la Sala, que se denuncian, en esta
“Primera Parte” del escrito, como infringidas una serie de normas
jurídicas, pero sin que, con respecto a éllas, se explique de ninguna
forma en que consiste la violación.
               La formalización de un recurso de casación representa
para el recurrente, la realización de un escrito que está sujeto a los
requisitos previstos en el artículo 317 del Código de Procedimiento
Civil, y a las específicas regulaciones establecidas por la doctrina de
este Supremo Tribunal en desarrollo de la supra citada norma,
requerimientos estos que, aun cuando en aras de la aplicación de los
preceptos Constitucionales invocados ab initio, la Sala estima, debe
atenuar y asi efectivamente lo ha venido haciendo; ello no puede
considerarse como una licencia para los litigantes, en virtud de la
cual se les permita obviar su obligación de presentar ante esta Sala,
escritos de donde pueda claramente inferirse su petición, vale decir,
que éllos sean suficientemente diáfanos y  explícitos, capaces de
evidenciar qué es lo denunciado, por qué se denuncia, todo esto
puede resumirse en la exigencia de la lógica y concatenada
fundamentación de las que deben hacer gala los escritos de marras, a
fin de que a través de éllos a la Sala, al entrar a conocer las
delaciones, le sea posible colegir de su exposición las pretensiones
del recurrente, sin que sea menester esculcar las actas del
expediente, concertar las normas denunciadas con los alegatos
esgrimidos, ni cotejar lo antes señalado con la recurrida, a efectos de
evidenciar si realmente se incurrió en el vicio o vicios denunciados,
labor que por otra parte no es de la competencia de este Máximo
Tribunal, que como es de amplio conocimiento por el foro, es un
tribunal de derecho.
      Las anteriores consideraciones derivan en lo que se ha
denominado “técnica casacionista”, la cual en doctrina pacífica y
reiterada de esta Sala, se ha establecido bajo los siguientes términos:
“...La precisión, la diafanidad son necesarias en las
luchas judiciales. En ese sentido, varias disposiciones
regulan la conducta de los encargados de administrar
justicia, así como de quienes ocurren a los tribunales en
demanda de ella. No hay fórmulas imperativas, pero sí
se requiere claridad, y si es posible concisión, en lo
que se pide o se impugna y en los fundamentos que
apoyan una u otra cosa.
 
A esta disciplina está sujeto con especial rigor el
recurso de casación, tanto por su naturaleza como por
su objeto y consecuencias, pues con él, se persigue,
corregir ilegalidades enfrentando el fallo a la ley con
prescindencia del resto de las actas procesales, todo lo
cual hace que dicho recurso sea de rígido tecnicismo,
porque ocurre con frecuencia que infringida la ley no se
acierta en la disposición no aplicada o aplicada mal, no
es congruente la razón con la violación denunciada o no
se observa la técnica requerida para fundamentar la
denuncia.
 
(...Omissis...)
 
La fundamentación, como ya lo ha explicado la
doctrina de la Sala, es la carga procesal más exigente
impuesta al recurrente como requisito esencial de
formalización, por su amplitud, complejidad y
transcendencia. Requiere del desarrollo de
razonamientos sometidos a una lógica clara y concreta,
y al mismo tiempo a los principios que, primordialmente,
la jurisprudencia del Supremo tribunal (Sic) ha venido
elaborando, en relación a la técnica de la formalización
del recurso de casación.
(Sentencia de la Sala de Casación Civil del 30 de marzo
de 2000, en el juicio de administradora M y T S.R.L.
contra Distribuidora Randolph C.A., en el expediente Nº
99-718, sentencia Nº 76)....”

               Del análisis realizado a la denuncia en estudio, pude verse


con absoluta claridad que élla, no cumple con los requisitos que debe
reunir el escrito de formalización, ya que de su enrevesada redacción
no es posible determinar la fundamentación en la cual se basa, asi
como tampoco en que sentido, la recurrida infringió las normas
jurídicas que allí se señalan.
               Es con base a los precedentemente expuestos
razonamientos, que esta Sala desecha la denuncia analizada. Asi se
decide.
               No obstante lo decidido, esta Sala de Casación Civil en
ejercicio de su labor pedagógica, y con la finalidad de ilustrar al
formalizante, se permite transcribir parcialmente el contenido de la
sentencia de fecha 16 de marzo de 2000, la cual textualmente reza:
“...De acuerdo con lo previsto en el artículo 22 de la
Ley de Abogados, el ejercicio de la profesión de
abogado le da derecho a percibir honorarios por los
trabajos judiciales y extrajudiciales que realice, salvo
en los casos previsto en la (Sic) leyes. Sin embargo, en
la gestión del profesional del derecho se tiende a
confundir las actuaciones judiciales con las
extrajudiciales y se encuentran  con frecuencia
elementos que, de ser analizados aisladamente, no
calificarían como actuaciones judiciales. En este
sentido, se observa que actividades como la redacción
del poder, el estudio y elaboración de la demanda y/o
de la contestación, no pueden considerarse
extrajudiciales ya que están íntimamente ligadas al
proceso (Nemo auditus sine actore).
Para la Sala, el desarrollo de todas aquellas actividades
conexas al juicio, ya sea en representación del actor o
del demandado, que permiten al profesional del derecho
adecuar los hechos que configuran la pretensión (actor)
o su rechazo (demandado) a los supuestos normativos,
conllevan una actividad que ha de valorarse como
estrictamente judicial, a los efectos de estimar e
intimar honorarios y al momento de acordarlos por
parte del Tribunal de Retasa. Así se decide....”
 
 
 

INFRACCIONES DE FONDO
      Capítulo Primero.
               Bajo este título expone el formalizante los motivos por los
cuales, en su opinión, la sentencia recurrida contiene infracciones de
fondo, lo que hace en los siguientes términos:
“...De conformidad con el Ordinal (Sic) 2 del artículo
313 del Código de Procedimiento Civil, en
concordancia con los artículos 320 y 12 del mismo,
denuncio la infracción del Ordinal (Sic) 4º del artículo
147 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, de fecha 16
de septiembre de 1.969 (Sic), en concordancia con el
Reglamento de Notarías Públicas, publicado en la
Gaceta Oficial Nº 30.956, de fecha 5 de abril de 1.976
(Sic), en su artículo 18, letra ‘H’, el cual fue
modificado posteriormente mediante Gaceta Oficial de
la República de Venezuela Nº 36.588, de fecha 24 de
noviembre de 1.998 (Sic), en su artículo 20, letra K,
que a pesar de ampliar la Jurisdicción a todo el Estado
y no al territorio que le asignan los Decretos de
Creación de cada Notaría, sigue manteniendo la
vigencia de los contratos y actos realizados fuera de la
Competencia territorial atribuida.
 
I.- En efecto, la Sentencia recurrida niega aplicación al
artículo 18, letra ‘H’ del Reglamento de Notarías
Públicas de fecha 5 de abril de 1.976 (Sic), cuando en
el CAPITULO IV, página 7 (Renglones 26 al 43)
página 8 (Renglones 1 al 5) dice:
 
‘Pues bien: El Tribunal destaca muy especialmente
que tal disposición Reglamentaria, mal puede
privar sobre disposición de mayor rango, como el
propio artículo 1357 (Sic) (y en relación con el
artículo 1352(Sic)) ambos del Código Civil, que
sin ambigüedad alguna dispone: ‘Instrumento público
o autenticado es que  ha sido autorizado con
las solemnidades legales por un Registrador, por un
Juez u otro funcionario o empleado que tenga
facultad para darle fe pública, en el lugar donde
el instrumento se haya autorizado (Subrayado del
Tribunal).
‘Se observa igualmente al respecto: Que con las
normas del Código Civil, precedentemente
transcrita una y citada la otra, hay perfecta
cocordancia en la del artículo 151 del Código de
Procedimiento Civil, como requisito del ‘poder
para actos judiciales que debe otorgarse en forma
pública y auténtica’. Luego, obvio es que el
funcionario (en el caso Notario) debe tener
facultad para darle fe pública en el lugar donde el
instrumento se haya autorizado; pero por cuanto
quedó en autos admitidos y demostrado que tal
funcionario que autoriza el acto; lo hizo fuera del
territorio para el cual le fue conferida la facultad
de dar fe publica; no estando investido de
autoridad alguna en el territorio usurpado, dicho
acto resulta Nulo, a tenor de los artículos 46 y 119
de la Constitución Nacional; y en consecuencia, la
pretendida funsión pública es ineficaz por no tener
en tal territorio la autoridad que si hubiere tenido
dentro de (Sic) territorio que le fue designado.’
 
Continua (Sic) la sentencia recurrida en la página 8
(Renglones 28 al 43), expresando:
‘Declara por tanto este Tribunal, con fudamento en
el punto precedentemente analizado: que el
instrumento traído a los autos por el abogado
Hector (Sic) Rafael Briceño Díaz, para acreditar su
cualidad de mandatario del intimado VITTORIO
PIACCENTINI PUPARO, en fecha 05-06-96, cuya
copia certificada cursa a los folios 187-188, pieza
1 del expte. (Sic), y que aparece otorgado en fecha
23-04-96, bajo el Nº 85, Tomo 27 de los libros
llevados por la Notaría Pública Duodécima del
hoy, Municipio Baruta del Estado Miranda, carece
de validez y eficacia para que el mencionado
abogado ósbtente la representación que se atribuye
en estos autos de mandatario Intimado, toda vez
que ese instrumento aparece autorizado un
funcionario (Notario), quien en el lugar de la
actuación carece de facultad para darle fe pública,
conforme al verdadero territorio jurisdiccional que
le fue determinado en el Decreto de Creación de la
referida Notaría contenido en la Gaceta Oficial de
la República de Venezuela Nº 33.192 de fecha 26
de Marzo (Sic) de 1.985 (Sic), vicio este que nace
de la contravención a la norma Constitucional 46
citada y en concordancia con lo dispuesto artículo
1357 (Sic) y 1352 (Sic) en relación al artículo 151
del Código de Procedimiento Civil....’
 
Esta afirmación de la recurrida es una negativa de
aplicación del artículo 147, ordinal 4 de la Ley
Organica del Poder Judicial, de fecha 16 de septiembre
de 1.969 (Sic), que faculta al Ejecutivo Nacional en
Consejos de Ministros, para ‘Crear, dotar, reglamentar
y fijar la jurisdicción de oficinas especiales para el
servicio de otorgamiento de poderes, y otras
actuaciones de carácter no contencioso, por lo que
siendo actuaciones no contenciosas y no declarado el
Reglamento de Notarías que las actuaciones realizadas
por el Notario fuera de la jurisdicción señalada, no
puede el juez de la recurrida declarar la nulidad del
poder que le otorgue a los doctores Hector Rafael
Briceño Días y Enrique J. Briceño, por ante la Notaría
Pública Duodécima del Distrito Sucre del Estado
Miranda, el día 23 de abril de 1.996(Sic), bajo el Nº 85,
el Tomo 27 de los libros de Autenticaciones y en donde
el Notario que suscribe el poder hace que para este acto
se traslade y constituya en Charallave, a petición de
parte interesada, como consta a los folios 187-188 de la
Primera pieza del expediente que contiene la sentencia
recurrida, por lo que igualmente infrigió el artículo 18,
letra ‘H’ del Reglamento de Notarías Públicas....”
 
 
Para decidir, se observa:
               Alega el recurrente la infracción el artículo 147 ordinal 4,
de la Ley Orgánica del Poder Judicial de fecha 16 de septiembre de
1969. Al respecto, es necesario aclarar que el instrumento legal
vigente, por el cual rigen sus actividades los órganos del Poder
Judicial, asi como los recursos humanos que en él, prestan sus
servicios, data de fecha 27 de agosto de 1998, siendo su último
artículo el signado bajo el número 121, lo que lleva a colegir que el
argumento esgrimido por el formalizante, está basado en un texto
legal derogado. En consecuencia, la Sala considera, que no procede
emitir pronunciamiento sobre este punto de la denuncia.
               En este capítulo, delata asi mismo el recurrente la
infracción de lo preceptuado en el artículo 18, literal H del
Reglamento de Notarías Públicas, (el cual corresponde al artículo 20,
literal k, del Reglamento  vigente). Aseveración que tiene su asidero
en que el Juez Superior declaró nulo y sin ningún valor, el
instrumento poder con que pretendió, el Abogado Héctor Rafael
Briceño, representar en el juicio al ciudadano Vittorio Piaccentini
Puparo, por haberse otorgado el documento en cuestión ante el
Notario Público Duodécimo del Distrito Sucre (hoy Municipio
Baruta) del estado Miranda, el cual para efectos de la autenticación y
a petición del poderdante, se trasladó a Charallave, Jurisdicción del
Municipio Autónomo Cristóbal Rojas del precitado estado, ya que en
opinión del ad quem, el referido traslado fuera de la jurisdicción
asignada al Notario, lo inhibe de otorgar fe pública, y por ende, al
carecer de élla, el acto que autorizó bajo las circunstancias anotadas,
debe considerarse nulo, por entender el Juez Superior que lo
establecido en el artículo citado del Reglamento de Notarías
Públicas, no debía aplicarse en razón de que existen normas de
mayor rango que las reglamentarias, las cuales señalan las
solemnidades que deben cumplirse para el otorgamiento de
documentos, contándose entre ellas, las establecidas en los artículos
1.357 y 1.352 del Código Civil.
               De la transcripción realizada precedentemente,
correspondiente al escrito de formalización, donde se reproduce
parcialmente la sentencia recurrida, se observa que efectivamente el
juez al cual le correspondió el conocimiento vertical del asunto
planteado, declara nulo el poder de marras, en base a los
razonamientos que antes se expresaron.
               En este orden de ideas,  del contenido del artículo 1.357
del Código Civil, es preciso hacer la siguiente distinción:
documentos públicos, son aquellos que deben estar revestidos, al
momento de su otorgamiento, de todas las solemnidades que la ley
establece al efecto, y en cuya formación interviene un funcionario
con la facultad de darle fe publica, la que alcanzará inclusive su
contenido. Este documento público, es también auténtico. Ahora
bien, existe otra categoría de instrumentos que se reputan auténticos,
son aquellos que aun cuando deben ser otorgados ante un funcionario
que de fe pública, éste sólo dejará constancia de que los interesados
se identificaron ante él y firmaron en su presencia, este personero no
interviene en ningún modo en la elaboración del documento;
tampoco deja constancia del contenido del mismo.
               La redacción del citado artículo 1.357 del Código Civil,
pudiera llevar a pensar que el documento público y el auténtico, son
análogos, esto no es asi y debe entenderse que el documento público
por estar revestido de todas las formalidades para su
perfeccionamiento, es también un documento auténtico. Sin embargo
el documento autenticado es aquél, que se presenta ante un
funcionario revestido de autoridad para otorgar fe pública (notario),
a fin de que éste deje constancia que los firmantes se identificaron
en su presencia y ante él suscribieron el instrumento, ya redactado
previamente. Esta función está atribuida a los Notarios Públicos
cuya actuación debe regirse por el Reglamento de Notarías Públicas.
Aun asi, nada obsta para que un ciudadano pueda escoger otorgar un
poder ante un Registrador, por ejemplo, en este último caso, el
documento deberá considerarse, además de auténtico, público,
sometido a las previsiones del artículo 1.357 del Código Civil
mencionado.
               Sobre el punto, en decisión del 27 de abril de 2000, la
Sala ha emitido la opinión, que de seguidas se transcribe:
 “...El artículo 1.357 del Código Civil señala lo
que debe entenderse por documento público o
auténtico indicando que es aquel autorizado por un
Registrador, Juez u otro funcionario que tenga
facultad para darle fe pública en el lugar donde el
instrumento se haya autorizado.
 
Ahora, a pesar de que dicha norma se refiere a
instrumento público o auténtico como si se tratare
de sinónimos, no es cierta tal sinonimia sino que
entre uno y otro existe más bien una relación de
género a especie, toda vez que un instrumento
público, por el sólo hecho de serlo debe reputarse
auténtico mas la inversa no es cierto por cuanto un
documento auténtico puede no ser público.
 
En este orden de ideas tenemos la opinión de Jesús E.
Cabrera Romero quien dice:
 
 ‘Es la actividad del registrador, cuando ab
initio se otorga ante él un documento, la que más
se compagina con las previsiones y efectos que los
Arts. (Sic) 1.357, 1.358, 1.359 y 1.360 cc (Sic).
Determinan para los instrumentos públicos. Por
ello Brewer y Borjas, consideran que sólo es
documento público negocial aquel que se otorga ab
initio ante el Registrador, ya que en él se dan
aproximadamente la fases señaladas y se cumplen
los requisitos de estructura del documento público
Notarial. No consideran instrumentos públicos a los
documentos reconocidos o autenticados que se
llevan a registrar, ya que en la formación de los
mismos (contenido y percepción de la voluntad
negocial bajo cierto ritos), para nada ha
intervenido un funcionario público, salvo en
su transcripción en los Libros de Autenticaciones; y al
no existir tal intervención, el instrumento sigue
siendo privado aunque se registre, ya que el acto
de registro en nada influye en el perfeccionamiento
del negocio ni en la calidad del documento que lo
recogió...’
 
Con relación al documento auténtico sostiene el citado
autor:
 
‘Auténtico significa en sentido filológico acto cuya
certeza legal se conoce y se sabe que emana de la
persona a quien se atribuye, y en sentido general:
acto que debido a la intervención de un funcionario
público competente para ello, o de particulares
legalmente autorizados, y previo cumplimiento de
las formalidades legales, se acredita como cierto y
positivo, de forma que en lo sucesivo haga fe (sea
fehaciente en juicio), ya que debe ser creído...’
 
.....Omissis.....
 
‘Pero, además de esto, es de hacer notar que en
nuestro Derecho Probatorio y dentro del terreno de
la prueba por escrito que emana de las partes
auténtico no es sinónimo de documento público, ya
que existen documentos privados auténticos. La
existencia de esta clase de instrumentos privados
ha sido reconocida por nuestros escritores desde el
siglo pasado, existiendo una corriente doctrinal en
este sentido. Tal idea la compartimos, porque
dentro del área de los documentos privados, o sea
de aquellos que forman los particulares sin
intervención de un funcionario público competente
para ello, hay instrumentos que después de
formados son presentados por sus autores (o al
menos uno de ellos), ante un funcionario público, a
fin de que éste declare expresamente en el texto
del documento, o en otra forma, que el  o los
presentantes han reconocido como de el o ellos las
firmas o la escritura que aparecen en el
instrumento, declarándose autores del mismo; y si
este funcionario está facultado por la Ley para
recibir esa declaración y transcribirla al documento
o a su copia, su dicho otorga la certeza a la
declaración que ante él efectuaron él o las partes;
convirtiéndose por ello el instrumento en
auténtico, a pesar de ser privado. Es auténtico,
porque se tiene certeza legal del acto realizado y
de quiénes son los autores (o autor) del
instrumento, y es privado porque así lo califica la
Ley (Art. (Sic) 1.363 cc (Sic)), rompiéndose
así  cualquier esquema  que pretenda darle carácter
de público a los documentos en los cuales
intervenga en una forma u otra una autoridad...’.
(Estudios Jurídicos sobre el Documento Público y
Privado).
 
En este orden de ideas, Brewer Carías sostiene:
 
‘El documento público es documento auténtico por
excelencia, porque su autenticidad existe desde el
momento de su formación; y además, la autoridad
del funcionario público que lo autoriza prueba, aún
legalmente, el contenido, o sea la parte intrínseca
del acto mismo, del modo que pronto veremos. Por
el contrario, la escritura privada, con firma
autenticada ante un Notario, es documento privado,
no público; pero también es en parte un documento
auténtico, por cuanto la autenticación confiere esta
cualidad a la firma y a las declaraciones de los
reconocimientos. No respecto a todo lo demás’.
(Estudios Jurídicos sobre el Documento Público y
Privado. Autores Venezolanos, pág. 260).
 
De acuerdo a lo expuesto podemos concluir que un
poder que se otorga ab initio ante un Registrador, será
público y por ello auténtico, pero si se otorga ante un
Notario será auténtico mas no público, aun cuando
posteriormente se haga registrar....”
 
 
               Como antes se dejó dicho, la función Notarial se encuentra
regida por el Reglamento de Notarías Públicas y según el vigente
para la época en su  artículo 18, establecía las actividades prohibidas
a los Notarios, entre éllas el literal “h”, contemplaba “...el ejercer
funciones de su cargo fuera de la jurisdicción territorial que les haya
sido atribuida...”, pero prevé asi mismo que los actos o contratos
realizados contraviniendo tal prohibición, tendrían plena validez,
implicando sin embargo, sanciones para el Notario infractor.
               Del espíritu de la disposición reglamentaria in comento,
debe colegirse que el hecho de que el Notario Público violando la
prohibición apuntada, otorgue un documento fuera del ámbito
territorial que le es atribuido por el decreto de su creación, no puede
implicar que el acto o contrato celebrado bajo esas condiciones,
pierda su carácter de auténtico, pues el Notario sigue siendo tal, y
conserva, donde quiera que se encuentre, su autoridad, de manera
que los actos que autorice con su investidura no pueden carecer de fe
pública, pues el funcionario no deja de serlo por el hecho de
encontrarse fuera del territorio para el cual fue creada la Notaría a
su cargo.
               Con base a los razonamientos expuestos, es necesario
concluir,  que el otorgamiento de un poder, puede configurarse
mediante su autenticación, y ésta es su forma por excelencia; esta
clase de documentos no están sometidos a  cumplir los rigurosos
formalismos requeridos para el documento público, ex artículo 1.357
del Código Civil. El Notario Público, que ejerza sus funciones fuera
del ámbito territorial para el cual fue designado, se hará acreedor de
una sanción en su contra, pero su infracción en esta especie, no
acarrea que se desvirtúe su facultad de otorgar fe pública a los actos
celebrados en su presencia, sólo respecto de la firma.
               Como consecuencia de todo lo expuesto, esta Sala de
Casación Civil, considera que cuando el Juez Superior niega
aplicación al artículo 18, ordinal H del Reglamento de Notarías
Públicas, tal conducta se traduce en la infracción  denunciada de
quebrantamiento de ley, por falta de aplicación. En consecuencia
declara la validez del poder otorgado al abogado Héctor Rafael
Briceño, por cuanto el mismo se otorgó ante un funcionario investido
de la facultad de otorgar fe pública. Asi se decide.
               En base a los precedentes argumentos, se declara
procedente la denunciada infracción por falta de aplicación, artículo
18 literal “H” del Reglamento de Notarias Públicas, correspondiente
a la letra “K” del artículo 20 de la modificación efectuada el 24 de
noviembre de 1998, Gaceta Oficial Nº 36.588. Asi se decide.
      CAPITULO SEGUNDO:
               Con fundamento en el ordinal 2º. del artículo 313 del
Código de Procedimiento Civil, en concordancia con los artículos
320 y 12 ejusdem, se denuncia la infracción de los artículos 1.357 y
1.915 del Código Civil, por error de interpretación, con los
siguientes alegatos:
“...la recurrida incurrió en ERROR DE
INTERPRETACIÓN ACERCA DEL CONTENIDO Y
ALCANCE DE UNA DISPOSICIÓN EXPRESA DE
LA LEY, infringiendo flagrantemente una norma
jurídica que regula el establecimiento o valoración de
los hechos. En efecto, preceptúa el artículo 1357 (Sic)
del Código Civil, que:
 
‘Instrumento público o autentico es el que ha sido
autorizado con las solemnidades legales por un
Registrador, por un juez u otro funcionario o
empleado público que tenga facultad para darle fe
pública, donde el instrumento se haya autorizado.’
 
Por otra parte, el artículo 1915 (Sic) del aludido
Código Civil, establece:
‘El registro debe hacerse en la Oficina del
Departamento o Distrito donde esté situado el
inmueble’.
 
Del análisis conjunto de las anteriores normas de
infiere que una cosa es un documento público y otra
bien distinta, es un documento auténtico, y el lugar
donde debe otorgarse un documento público a los que
se refiere el 1924 (Sic) del Código Civil. No es lo
mismo escritura pública, instrumento o documento
público, que acto o documento auténtico. En el sentido
estricto de la palabra, escritura pública, instrumento o
documento público es el que se otorga ante el
Registrador, o ha sido autorizado por él en la forma
requerida por la Ley y siempre que sea para ello
competente.
 
En sentencia de fecha 24 de febrero de 1.998 (Sic),
publicada en la obra ‘jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia’, Tomo 2, página 107, estableció:
 
‘El documento público es aquel que ha nacido bajo
la autoridad del funcionario competente para darle
fe pública. Su autenticidad debe existir desde el
propio instante de su formación. Ningún acto
posterior puede convertir a un documento privado
en documento público.’
 
De acuerdo con los establecido en el artículo 1357 (Sic)
del Código Civil, es documento público el que conlleva
cuatro fases a saber: Evidencia – solemnidad – objeto y
cotancidad (Sic) Estas cuatros fases las cumple el
Registrador, no el Notario, el Registrador da fe de que
conoce a los otorgantes, averigua la capacidad jurídica
de los otorgantes, califica el acto, lee el documento y
lo confronta con los otorgantes y testigos, ordenando su
inserción en los protocolos respectivos, y si todo
coincide, los atorgantes emiten su consentimiento. Por
ello la función del registrador es superior a la Notario
estas cuatro fases es lo que le da carácter público y
fuerza erga omnes, fuerza que no tiene el documento
notario (Sic) solamente, ya que este documento solo
surte efectos entre las partes y no frente a terceros.
 
En el documento notariado, el Notario se circunscribe a
dar fe que dos o más personas firmaron ante él en esa
fecha. Lo que está autenticando el Notario es la firma,
identidad y contenido, pero no intervienen en la
formación del documento. De tal manera que son
documentos auténticos los que pasan ante los demás
funcionarios en el ejercicio de sus funciones legales.
Un poder otorgado ante un Registrador de un
documento público: ese mismo poder autorizado ante
un Juez o Notario es solamente un documento
auténtico.
 
(...Omissis...)
 
El poder que el Doctor Hector (Sic) Rafael Briceño
Díaz Consignó el día cinco (5) de junio de 1.996 (Sic),
que cursa a los folios 187-188 de la primera pieza, es
un documento auténtico y no un documento público
como lo calificó la recurrida, ya que el Notario Público
Duodécimo del Distrito Sucre del Estado Miranda, de
acuerdo con lo establecido en el artículo 10, letra b del
Reglamento de Notarías Públicas, por lo que la
recurrida incurrió en el error in iudicando denunciado y
así se declare....”
 
 
               Denuncia el formalizante, en el encabezamiento de su
escrito, error de interpretación sobre el contenido y alcance de una
disposición expresa de la Ley, no obstante ello, en el desarrollo de
su alegato no realiza una explicación de cómo, por qué y dónde, se
produce tal error de interpret aci ón. Tampoco especi fi ca cual es la
norma  que en su opinión, fue interpretada de manera errada por parte
de la recurrida. En el extenso texto de su denuncia, efectúa una serie
de acotaciones referentes a los documentos públicos y auténticos, asi
como a las diferencias que entre éllos existen; pero, de la detenida
lectura de sus argumentos, no le es posible a este Tribunal Supremo,
determinar; cuál norma fue la erróneamente interpretada por el Juez
Superior, que interpretación hizo de ésta y, cuál ha debido ser la
correcta.
               De vieja data y en forma reiterada la doctrina de la Sala,
en desarrollo de la previsión contenida en el artículo 317 del Código
de Procedimiento Civil, ha establecido requisitos, de ineludible
observancia, que deben exhibir los escritos que aspiren a someter  al
conocimiento de este Máximo órgano de la justicia, los recursos
atinentes a su competencia. Formalidades estas que de ser
incumplidas, conllevan en oportunidades, a la declaratoria de
perención de aquellos. Ahora bien, dado que la rigidez de tales
exigencias, pudiera representar en algunos casos que al no entrar a
conocer un recurso, se dejara asi mismo de decidir sobre sentencias
realmente inficionadas de errores cometidos en la instancia, este
Supremo Tribunal, en aplicación de normas consagradas en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (artículos 26
y 257), ha tratado de flexibilizar en cierta medida su doctrina al
respecto, no obstante considera sigue siendo necesario que los
escritos contentivos de la formalización de los recursos de casación
estén redactados en forma clara, precisa, de manera que su análisis
permita, sin lugar a dudas, entender el sustratum de lo denunciado,
ésto quiere decir que en la elaboración de tales textos debe el
exponente hacer gala de todos los conocimientos de la técnica
denominada casacionista, y ello por que el escrito de formalización
es la carga mas exigente impuesta al recurrente, ya que se estima
como una demanda de nulidad contra la sentencia impugnada.
               De lo expuesto se colige, que la fundamentación del
recurso debe contener todos los razonamientos, explicaciones que
permitan, diáfanamente, a los Magistrados de este Alto Tribunal
entender porqué la sentencia recurrida, se considera infractora de las
normas jurídicas denunciadas, que de no ser asi los obligaría a
realizar la ardua labor de relacionar los argumentos esgrimidos con
las normas denunciadas y enfrentarlos con la sentencia
presuntamente violadora de ellas, deber que no corresponde a este
Tribunal Supremo, pues se repite esta es una obligación inherente al
recurrente.
               Sobre este asunto, el Magistrado que suscribe en el
presente fallo, en decisión de fecha 6 de julio de 2000, expediente
Nº 99-754, acogió la doctrina ya pacífica y consolidada, que
estableció:
“...Ahora bien, resultan tan vagos e imprecisos los
dichos del formalizante, que para cerciorarse de la
veracidad de los mismos, tendría la Sala que descender
al estudio de todas las actas del expediente, labor que
no le corresponde dentro de su competencia como
Tribunal de derecho, estando circunscrito su análisis a
desmenuzar la sentencia recurrida, tomando como base
las denuncias planteadas, las cuales deberán estar
explanadas en forma clara, señalándose sin lugar a
dudas, cómo, cuándo, en qué parte de la sentencia se
cometieron las infracciones delatadas y expresándose,
la obligatoria conexión entre las normas que se
consideran violadas y la sentencia impugnada.
 
En relación a los requisitos que debe reunir el escrito
de Formalización como carga procesal del recurrente,
ha dicho la Sala:
 
‘La doctrina pacífica y reiterada de esta Sala
impone al formalizante la obligación de expresar
en forma clara, precisa y sin dejar lugar a dudas, el
por qué considera que fueron violadas las normas
que denuncia como infringidas. En este orden de
ideas, es oportuno señalar que el escrito de
formalización constituye una demanda de nulidad
contra la sentencia que se considera infractora de
la Ley y, en consecuencia, su redacción está sujeta
a cánones que deben ser observados por quienes
pretenden recurrir ante esta Corte Suprema de
Justicia. Sobre este punto, la doctrina prolija y
constante, ha dicho:
 
‘La fundamentación del recurso de casación y,
por ende, de las denuncias de infracción que lo
conforman, es la carga procesal más exigente
que se le impone al formalizante, porque la
formalización del medio recursorio
extraordinario debe ser un modelo de precisión
y claridad, al estimarse como una demanda de
nulidad que se propone contra una sentencia
que se considera infractora de la ley.
 
La reiterada doctrina de la Corte tiene
establecido que cada denuncia de infracción
debe guardar las siguiente estructura;
 
a)Cita de la causal o motivo del recurso de
casación, de conformidad con los supuestos
consagrados en el artículo 313 del Código
de Procedimiento Civil.
 
b)Indicación de los preceptos legales
infringidos.
 
c)Razonamiento o motivación que explique la
infracción legal.
 
Si los artículos denunciados son distintos unos
de otros, debe establecerse la
vinculación indispendable entre los hechos y el
precepto que se dice infringido. Este vínculo
debe ser objetivamente ofrecido por el
recurrente, ya que no es misión de la Corte
establecer esta conexión, ni puede suplirla en
ningún caso.
Es indispensable que el formalizante
fundamente cada denuncia de infracción en
forma clara y precisa, sin incurrir en
imputaciones vagas, vinculando el contenido
de las normas que se pretenden infringidas con
los hechos y circunstancias a que se refiere la
infracción, señalando cómo, cuándo y en qué
sentido se incurrió en la violación alegada. De
tal modo pues, que no basta citar en el escrito
de formalización las disposiciones legales
presuntamente infringidas, sino que resulta
indispensable relacionar las mismas con las
denuncias de infracción que se pretenden
atribuir a la recurrida, pues es principio de
técnica en la formalización el que toda
denuncia debe ser individualizada con la cita
del correspondiente precepto legal infringido y
el razonamiento que explica y fudamenta la
denuncia. Así se decide’.
 
               En el caso bajo decisión, del análisis realizado sobre el
escrito de formalización a la luz de la doctrina supra invocada, la
Sala necesariamente debe concluir, que por cuanto el recurrente no
dio cumplimiento a las exigencias impuestas por la pertinente
técnica casacional en su pretendida delación de infracción de la
preceptiva legal plasmada en los artículos 1.357 y 1.915 del Código
Civil, se desecha la denuncia. Asi se decide.
 
CAPITULO TERCERO

               Con fundamento en el ordinal 2º del artículo 313 del Código de

Procedimiento Civil, alega el recurrente:


“...De conformidad con el ordinal 2º  del artículo 313
del Código de Procedimiento Civil, en concordancia
con el artículo 320 y 12 del mismo, en concordancia
con el artículo 1358 (Sic) del Código Civil, denunció la
desaplicación por parte de la recurrida del artículo 18
letra ‘H’ del Reglamento de  Notarías Públicas, es
decir, lo derogó implícitamente, negándole aplicación a
la norma reglamentaria, no obstante tratarse de una
disposición vigente dentro de ordenamiento jurídico
positivo; incurriendo a su vez  en error de
interpretación acerca del contenido y alcance de la
mentada disposición que regula el establecimiento o
valoración de los hechos.
 
(...Omissis...)
 
Por otra parte, el artículo 1358 (Sic) del Código Civil,
establece: ‘El instrumento que no tiene la fuerza de
público por incompetencia del funcionario o por
defecto de forma, es valido como instrumento privado,
cuando ha sido firmado por las partes, y conserva el
carácter auténtico que tuviere antes de haberse llevado
al Registro’.
No basta para que el documento alcance el calificativo
de público o de auténtico que haya sido otorgado ante
un Registrador u otro funcionario. Es indispensable que
uno y otro sean competentes, por razón del territorio y
por la materia. Si el Registrador presencia o
protocoliza un contrato fuera de su jurisdicción, ese
documento no será público.
 
El acto sería igualmente ineficaz como público o
auténtico, si hubíese (Sic) sido autorizado por una
persona que se había arrogado la cualidad del
Registrador, Notario o Juez, en este caso estaríamos en
usurpación de atribuciones.
 
Esta disposición requiere que el funcionario sea titular
del órgano y competente por el territorio. Esta
disposición sufre una excepción con respecto a lo
establecido en la letra ‘H’ del artículo 18 del
Reglamento de Notarías Públicas, la cual se mantiene
en la reforma de dicho Reglamento, publicado el 24 de
noviembre de 1.998 (Sic), Gaceta Oficial de la
República de Venezuela...
 
(...Omissis...)
 
De tal manera que la sentencia recurrida interpreta
erróneamente que siendo el Notario un funcionario
público facultado para darle fe pública y que su
actuación fuera de su territorio no invalida los
documentos y poderes que auténtica, como el caso de la
sentencia recurrida, declarando la nulidad de poder que
le otorgue (Sic) a los doctores Hector (Sic) Rafael
Briceño Díaz y Enrique J. Briceño, y confesó en dicha
demanda, interpretó erradamente los artículos
mencionados y no tomó en cuenta la distinción que
existe entre el documento público y auténtico que
señale en este escrito.
 
Por las razones expuestas, solicito que se declare la
mala interpretación que la recurrida hizo de los
artículos que señalo como infringidos, vicio este que ha
sido determinante del dispositivo de la sentencia, donde
estoy demandado por estimación e intimación de
honorarios profesionales por los abogados: MIGUEL
ANGEL PACHECO BARBOZA Y RAFAEL
ANTONIO MACIAS MOTA....”

               De la revisión exhaustiva realizada sobre la denuncia


expuesta en este capítulo, observa la Sala que el recurrente, sin
observar la técnica requerida ex artículo 317 del Código de
Procedimiento Civil, delata por una parte “desaplicación” del
artículo 18 letra H del Reglamento de Notarías Públicas, y mas
adelante se lee en el texto de su alegato: “...Por las razones
expuestas, solicito se declare la mala interpretación que la recurrida
hizo de los artículos que señalo como infringidos...”. Por manera
que, para la decisión de la presente denuncia, en aras de la celeridad
y economía procesal, que deben ser norte de las decisiones de este
Máximo Tribunal, se reiteran, por considerarse procedentes, los
argumentos esgrimidos en el capítulo anterior, como fundamento
para desechar por falta de técnica, la presente denuncia. Asi se
decide.

DECISION
               En fuerza de los razonamientos expuestos, este Tribunal
Supremo de Justicia de la República Bolivariana de Venezuela, en
Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la
República y por autoridad de la Ley, declara CON LUGAR   el
recurso de casación interpuesto contra la sentencia de fecha 8 de
julio de 1999, emanada del Juzgado Superior (Accidental) en lo
Civil, Mercantil del Tránsito y de Menores de la Circunscripción
Judicial del estado Miranda. En consecuencia, se ORDENA  al juez
superior que resulte competente, dicte nueva decisión, sin incurrir en
el vicio que dio lugar a la nulidad de la sentencia.
               Queda de esta manera CASADA  la decisión impugnada.
               Publíquese, regístrese y remítase el expediente al Juzgado
Superior de origen, en acatamiento a lo previsto en el artículo 322 en
concordancia con el 326, ambos del Código de Procedimiento Civil.
      Dada, firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala
de Casación  Civil,   del  Tribunal  Supremo  de Justicia,   en
Caracas, a  los  cinco  ( 5 ) días del mes de  abril de dos mil uno.
Años: 190º  de la Independencia y 142º de la Federación.-

El Presidente de la Sala,
 
_____________________
FRANKLIN ARRIECHE G.
 
El Vicepresidente– Ponente,
 
__________________________
CARLOS OBERTO VÉLEZ
 
Magistrado,
 
________________________
ANTONIO RAMÍREZ JIMÉNEZ
 
 
La Secretaria,
 
_________________________
ADRIANA PADILLA ALFONZO
 
Exp. Nº: 99-911
 
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN
CIVIL.
Caracas, 27  de  ABRIL  de 2001. Años: 191º y 142º.
 
               Por cuanto en la anterior sentencia de fecha 5 de abril de
2001, en el juicio por intimación y estimación de honorarios
profesionales, seguido por los ciudadanos RAFAEL ANTONIO
MACIAS MATA y MIGUEL ANGEL PACHECO
BARBOZA contra el ciudadano VITTORIO PIACCENTINI
PUPARO, se incurrió en el error material en la página Nº 1 donde
dice: “RAFAEL ANTONIO MACIAS MATA y PEDRO BOTERO
BASELICE”. Siendo lo correcto: “RAFAEL ANTONIO MACIAS
MATA y MIGUEL ANGEL PACHECO BARBOZA”. Mediante el
presente auto queda subsanado el error en referencia a los fines
consiguientes.
 
El Presidente de la Sala,
 
_____________________
FRANKLIN ARRIECHE G.
 
El Vicepresidente-Ponente,
 
 
__________________________
CARLOS OBERTO VÉLEZ
 
                                                        Magistrado,
 
                                                        _________________________
                                                        ANTONIO RAMÍREZ
JIMÉNEZ
 
 
La Secretaria,
 
_________________________
ADRIANA PADILLA ALFONZO
 
Exp. N° 99-911
COV/meg.
 

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