El documento presenta uno de los argumentos de Platón para demostrar la preexistencia del alma. Sostiene que nuestro conocimiento de las formas ideales no puede provenir de la experiencia sensible, por lo que debe ser un recuerdo de una existencia previa del alma en el mundo de las Ideas, donde contempló dichas formas. Por lo tanto, si aceptamos que tenemos conocimiento de las formas, debemos aceptar también que el alma preexistió al cuerpo.
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El documento presenta uno de los argumentos de Platón para demostrar la preexistencia del alma. Sostiene que nuestro conocimiento de las formas ideales no puede provenir de la experiencia sensible, por lo que debe ser un recuerdo de una existencia previa del alma en el mundo de las Ideas, donde contempló dichas formas. Por lo tanto, si aceptamos que tenemos conocimiento de las formas, debemos aceptar también que el alma preexistió al cuerpo.
El documento presenta uno de los argumentos de Platón para demostrar la preexistencia del alma. Sostiene que nuestro conocimiento de las formas ideales no puede provenir de la experiencia sensible, por lo que debe ser un recuerdo de una existencia previa del alma en el mundo de las Ideas, donde contempló dichas formas. Por lo tanto, si aceptamos que tenemos conocimiento de las formas, debemos aceptar también que el alma preexistió al cuerpo.
El documento presenta uno de los argumentos de Platón para demostrar la preexistencia del alma. Sostiene que nuestro conocimiento de las formas ideales no puede provenir de la experiencia sensible, por lo que debe ser un recuerdo de una existencia previa del alma en el mundo de las Ideas, donde contempló dichas formas. Por lo tanto, si aceptamos que tenemos conocimiento de las formas, debemos aceptar también que el alma preexistió al cuerpo.
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OPCIÓN “A”
“-Es preciso, pues, hacer constar, Simmias, que si todas estas
cosas, que tenemos continuamente en la boca, quiero decir, lo bello, lo justo y todas las esencias de este género, existen verdaderamente, y que si referimos todas las percepciones de nuestros sentidos a estas nociones primitivas como a su tipo, que encontramos desde luego en nosotros mismos, digo, que es absolutamente indispensable, que así como todas estas nociones primitivas existen, nuestra alma haya existido igualmente antes que naciésemos; y si estas nociones no existieran, todos nuestros discursos son inútiles. ¿No es esto incontestable? ¿No es igualmente necesario que si estas cosas existen, hayan también existido nuestras almas antes de nuestro nacimiento; y que si aquellas no existen, tampoco debieron existir éstas?”
(PLATÓN, Fedón)
Cuestiones:
1. Exponer las ideas y la estructura argumentativa del texto propuesto.
2. Explicar el problema del conocimiento en Platón y desarrollar
sistemáticamente las principales líneas de su pensamiento.
3. Relacionar el pensamiento de Platón con su marco histórico, socio-
cultural y filosófico.
4. Explicar el tratamiento del problema del conocimiento en un autor o
corriente filosófica que no pertenezca a la época antigua. CUESTION 1.
El texto propuesto presenta uno de los argumentos mediante los
que Platón busca demostrar la preexistencia del alma, el que considera que el conocimiento de los modelos absolutos (“esencias” o “nociones primitivas” de las cosas) no puede ser adquirido en el mundo material o sensible, por lo que su conocimiento es un recuerdo de una existencia anterior. El alma, habiendo vivido su existencia primigenia en el Mundo de las Ideas, lo ha conocido allí todo, por lo que en su existencia terrenal puede recuperar aquel saber.
Platón suscribe un concepto de ciencia según la cual, ocupándose
ésta de lo universal, sus objetos no pueden ser otra cosa que las ideas. Estas están situadas en un mundo aparte del mundo sensible, por lo cual son conocidas en la medida en que el alma se aparta de las percepciones empíricas y “asciende” progresivamente hasta la captación de lo eterno e inmutable.
La estructura argumentativa del texto presenta un razonamiento
deductivo cuya secuencia sería la siguiente:
Premisa 1: Los conceptos ideales (lo bello, lo justo, etc.) existen
como aquello a lo que nuestras percepciones sensibles nos remiten (líneas 1 - 6).
Premisa 2: Estas nociones ideales o esencias son contenidos
captados por el alma, por lo que no preexistirían sin la preexistencia de ésta como continente suyo (líneas 6 - 9).
Conclusión: Hay que aceptar, por tanto, como argumento
“incontestable” (línea 9) el que el alma tuvo una existencia previa a su encarnación en un cuerpo (líneas 9 - 12).
El texto concluye con una doble interrogación retórica que revela
su mecanismo interno de silogismo disyuntivo, o, si se prefiere, de reducción al absurdo: siendo evidente la existencia de conceptos ideales, no hay otra explicación para este hecho que la afirmación de la preexistencia del alma. CUESTION 2
Según Platón, existen dos mundos o dos clases de realidades; a
saber, el mundo sensible, que es un mundo aparente, un mundo de sombras, y el mundo inteligible o Mundo de las Ideas, que constituye la auténtica realidad. Al mundo inteligible pertenecen las ideas y los números; mientras que del mundo sensible, sujeto a la generación y a la corrupción, forman parte los objetos artísticos y los entes naturales.
El mundo inteligible posee una estructura piramidal, según la cual
las ideas inferiores dependen de otras superiores, éstas, a su vez, de otras, y así sucesivamente, hasta llegar a la idea suprema o suprema realidad: la Idea del Bien, gracias a la cual existen y son verdaderas todas las demás realidades. Así pues, esta interpretación mantiene que todas las ideas y, en último término, también todas las cosas (que “participan”del ser de las ideas, de las que son una copia imperfecta), son gracias a la idea del Bien.
Tal como se afirma en su diálogo “Fedón”, Platón considera que
aprender consiste en recordar, en reminiscencia. El alma, que preexiste al cuerpo, habitó en el mundo inteligible (cosmos noetós) y allí conoció las ideas (la verdadera realidad); mas, en el momento de su unión con el cuerpo, olvidó lo conocido y, durante su vida terrena, al entrar en contacto con las cosas sensibles, va recordando las entidades contempladas anteriormente. Puesto que la calidad del conocimiento depende de la calidad de los objetos conocidos, existirán tantas clases de conocimiento como modalidades de realidad existan, esto es, de los objetos materiales tendremos un conocimiento inauténtico o aparente (doxa); en cambio, cuando el alma logra liberarse de las realidades sensibles y elevarse al mundo de las ideas, entonces tiene lugar el verdadero conocimiento, la ciencia auténtica (episteme). En cada uno de estos niveles, a su vez, se distinguen otros dos tipos de conocimiento: A) nivel de la simple opinión: 1) la conjetura o imaginación y 2) la opinión plausible; B) A nivel de la ciencia, 1) el pensamiento discursivo o actividad racional y 2) el conocimiento superior o ciencia suprema, que capta mediante intuición directa “las ideas tomadas en sí mismas”.
En la doctrina platónica el ascenso cognoscitivo tiene lugar por
medio de la dialéctica, que nos lleva a la suprema idea o, lo que es lo mismo, a la suprema realidad: la idea del Bien. El motor de la dialéctica es el “Eros” (amor).
El alma, sujeto del proceso de conocimiento, es entendida por
Platón como una realidad compuesta, comparable a un carro tirado por dos caballos, que representan el apetito concupiscible (deseos instintivos) y el apetito irascible (deseos nobles de la voluntad). El conductor representa, en esta analogía, la razón, a la que corresponde guíar al carro. La armonía del alma es producida por la virtud: templanza para el instinto, fortaleza para la voluntad y prudencia para el entendimiento. De las tres deriva la justicia. Esta imagen o “mito del carro” se aplica también a la sociedad, dividida en productores, guerreros y filósofos, correspondiéndoles a estos últimos las responsabilidades de gobierno.
CUESTION 3.
El contexto histórico en que se mueve Platón viene definido por las
Guerras del Peloponeso. En el año 404 a.C., cuando Platón se encuentra en plena juventud, los espartanos derrotaron a los atenienses en la batalla de Egospótamos, y se hicieron dueños de la situación griega. El poderío de Esparta procuró anular las aspiraciones democráticas de Atenas, favoreciendo las tendencias oligárquicas. Como consecuencia, los atenienses se vieron obligados a soportar el régimen de los Treinta Tiranos. Tras este gobierno se restableció una frágil democracia, durante la cual tuvo lugar el juicio y la condena de Sócrates.
Platón denunció este “crimen contra la filosofía” que le hizo
expatriarse y viajar por el Mediterráneo, en un periplo que enriquecerá su pensamiento por el contacto con las tradiciones mistéricas egipcias y el pensamiento pitagórico en Sicilia, donde intenta infructuosamente materializar su República ideal. Solo en su madurez se instala de nuevo en Atenas. Fue siempre, frente a la democracia, que veía escorar hacia la demagogia, partidario de la aristocracia, el “gobierno de los mejores”. Hay, además, una constante en su pensamiento: la búsqueda de definir el mejor estado posible, fundado en la idea de justicia.
Las pugnas entre las diversas polis griegas se mantuvieron vivas
durante toda la vida de Platón. Las continuas guerras y rivalidades llevaron a Grecia al empobrecimiento y la decadencia, por lo que poca resistencia pudieron oponer finalmente al pujante Imperio Macedonio.
En cuanto al contexto filosófico, el texto pertenece al periodo de
transición a la madurez del autor, cuando formula la Teoría de las Ideas, fundamentando en ellas sus concepciones éticas y políticas. Hay en Platón una constante búsqueda de la verdad, que contrasta con el escepticismo de los sofistas, con cuya concepción utilitaria del lenguaje polemiza constantemente: mientras que los sofistas hacían depender la eficacia del lenguaje de la brillantez de los argumentos, Platón considera que es la Verdad la que mide la calidad de un argumento.
La de los sofistas es la primera escuela filosófica relevante ubicada
en Atenas, centro cultural de Grecia y cuna de la democracia. Convirtió la filosofía en una enseñanza remunerada, cuyos contenidos eran fundamentalmente la retórica y la dialéctica; estableció la distinción entre “physis” y “nomos” (naturaleza y cultura) y formó a la élite política e intelectual ateniense. Pertenecieron a esta escuela Gorgias, padre del escepticismo, y Protágoras (cuya máxima es “El hombre es la medida de todas las cosas”), padre del relativismo filosófico. Sócrates, maestro de Platón -y de quien éste recibió el método del diálogo, la preocupación por los problemas éticos y políticos y tal vez el interés por la esencia universal y la aceptación de la inmortalidad del alma- es el gran crítico de esta escuela.
Aristóteles, discípulo de Platón, y cuyo sistema empirista se
construye desde la crítica a los planteamientos racionalistas e idealistas recibidos en la Academia, reconoce a Sócrates la importancia concedida a los razonamientos inductivos y a las definiciones.
También incorpora Platón a su sistema de pensamiento,
fundiéndolas y armonizándolas, influencias tan diversas como a) Parménides y otros eleatas y los megáricos, especialmente por su contraposición del conocimiento sensible e intelectual que le conduce a formular su dualismo metafísico (realidad/apariencia), cognoscitivo (conocimiento/opinión) y antropológico (alma/cuerpo); b) los pitagóricos en la importancia concedida a las matemáticas, el valor de los números y la aceptación de la metempsicosis; c) Heráclito a través de Cratilo, en cuanto a las características del mundo sensible; d) Anaxágoras, cuya idea de una inteligencia ordenadora originaria (“nous”) es asumida en la doctrina platónica sobre el demiurgo; e) los sofistas, cuyas doctrinas escépticas trata de refutar, y f) la religión mistérica, tanto egipcia como órfico-eleusina, algunos de cuyos elementos incorpora a su doctrina sobre el alma.
CUESTIÓN 4
Kant retoma el problema sobre los límites del conocimiento,
que en el siglo que le precede se había polarizado entre racionalistas (primacía de la razón) y empiristas (primacía de la experiencia), llegando a una solución intermedia, el idealismo transcendental o crítico, según el cual el conocimiento es determinado por el sujeto, que impone las categorías de la razón a los datos sensibles. Por ello su pensamiento da respuesta al principal problema que planteaba el cartesianismo, cuyo sentido crítico radicaliza: según Kant ya no conocemos esencias, sino apariencias, convirtiéndose las substancias del sistema cartesiano (“res cogitans”, “res extensa” y “res infinita”) en “ideas de la razón” (alma, mundo y Dios).
Kant distingue entre lo que constituye la “materia” del
conocimiento (las impresiones proporcionadas por los sentidos) de la “forma” (estructuras “a priori” presentes en nuestra mente que configuran el conocimiento). Al ser nuestro conocimiento una síntesis de ambas, ya no podemos considerar que conozcamos las cosas en sí mismas (“noúmenos”), sino que tan solo conocemos las apariencias (“fenómenos”) que se someten a las propias leyes. Con ello Kant es consciente de realizar un “giro copernicano” respecto al conocimiento, al culminar la orientación subjetivista que se inicia con Descartes.
Al fundarse el conocimiento humano en la experiencia, se
plantea Kant el problema de cómo puede legitimarse la metafísica, cuyo carácter científico queda en entredicho. Las leyes científicas son “juicios sintéticos a priori”, es decir, juicios que se refieren a la experiencia y que se formulan como universales y necesarios. ¿Cómo son posibles estos juicios? Son posibles si admitimos que el caos de sensaciones que recibimos es organizado por las formas puras “a priori” presentes en nuestra mente: el espacio y el tiempo (en la sensibilidad) y las categorías (en el entendimiento). El producto de esta síntesis es el conocimiento de los fenómenos de la realidad, como el aportado por las matemáticas y la física.
La última y mas elevada facultad de la mente es la razón, que
vincula los conceptos del entendimiento a ideas, conceptos racionales necesarios cuyo contenido no puede ser dado por los sentidos.