EL FUTURO DE VLZA Manuel Toledo

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EL FUTURO DE VENEZUELA

El colapso en que se encuentra la economía venezolana no tiene precedentes. La economía se


contrajo un 70% entre 2013 y 2019, a lo que se suma una reducción esperada del 30% en
2020, lo que la ubica dentro de las mayores crisis del mundo. Como parte de esta crisis, ha
habido una estrepitosa caída del poder adquisitivo de los hogares, un consiguiente incremento
de la pobreza y de la desigualdad. Por otro lado, los indicadores de sociales se han deteriorado
sustancialmente y la provisión de servicios básicos se ha desmoronado. La pandemia de la
COVID-19 se encuentra en la fase exponencial, y la capacidad de reacción por parte del sector
público es muy limitada. Los recursos fiscales son muy limitados para proveer alimentos a la
población y la condición del sector salud es acuciante.
El presente estudio tiene el objetivo de resumir las explicaciones que subyacen a la debacle
económica del país desde antes de la pandemia de la COVID-19, analizar los impactos de la
pandemia sobre el país y así también delinear, para el corto y mediano plazo, acciones
prioritarias orientadas a la emergencia y a la recuperación de la economía. Así mismo, este
documento resume los esfuerzos realizados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
durante 2019 y 2020 en cuanto al diagnóstico de la problemática, al diseño de intervenciones,
y al diálogo con las contrapartes y socios cooperantes.

Venezuela arranca el 2022 con desafíos persistentes, pero también con algunas oportunidades
tangibles. Quedaron atrás las poco realistas aspiraciones de una salida inmediata del chavismo,
dejando espacio para la eventual construcción de una convivencia democrática. Pero para que
ocurra cualquier cambio positivo, el gobierno de Maduro y la oposición democrática deberán
volver a la mesa de negociaciones, donde han establecido una plataforma para la coordinación
y el progreso en temas como la restauración de las instituciones democráticas, la ayuda
humanitaria y, en última instancia, una salida electoral. La comunidad internacional,
especialmente Estados Unidos, será un actor clave y no debe caer en la inercia. En la
Venezuela de 2022, los pequeños esfuerzos pueden lograr una diferencia real en la vida de los
ciudadanos.

Como era de esperarse, las elecciones regionales de noviembre de 2021 estuvieron


dominadas por el partido gobernante. En un panorama mayormente sombrío, solo cuatro
de las 23 gubernaturas fueron ganadas por la oposición, aunque hubo algunos puntos
positivos. La contienda en Barinas, ciudad natal de Hugo Chávez y tradicional bastión
del chavismo, se decidió finalmente tras una nueva votación orquestada por el régimen
de Maduro el pasado 9 de enero tras una derrota en noviembre. Sorprendiendo a muchos
observadores, el régimen perdió por segunda vez, revelando la falta de un amplio apoyo
hacía al partido de gobierno, especialmente fuera de Caracas. Los resultados electorales
a nivel local reforzaron este análisis, donde un tercio de las 335 alcaldías se fue a
candidatos distintos al oficialismo, frente a solo 29 en las elecciones regionales de 2017.
Esto le da a la oposición democrática la oportunidad de trazar un rumbo y gobernar
localmente.

No será un camino fácil, ya que los recursos y el poder en última instancia continúan
residiendo en el gobierno central, pero como los gobernadores y alcaldes de la oposición
han descubierto en el pasado, hay mucho que se puede lograr para mejorar la vida de los
ciudadanos venezolanos y eso ayudará a reforzar el apoyo a las fuerzas democráticas en
el futuro. La comunidad internacional puede apoyar a estos funcionarios locales si no
los castiga por haber participado en una elección impugnada, como ha sucedido en el
pasado. Más bien, los actores internacionales deberían acercarse y ofrecer tanta ayuda
como sea posible para reforzar las oportunidades a nivel local.

Los actores internacionales también pueden aportar mucho para lograr la


“reinstitucionalización” del país, definida por algunos actores de la sociedad civil como
el proceso de preservar y fortalecer lo que queda de las instituciones democráticas,
mientras mantienen la puerta abierta para a una restauración plena de la democracia en
el futuro. Al aceptar que el restablecimiento de la democracia en Venezuela no se
producirá en un solo fin de semana de dramáticos juegos de poder o una marcha masiva
hacia el palacio de Miraflores, sino de manera gradual, muchos venezolanos se
concentrarán en estos cambios más modestos.

Como ejemplo reciente, el nombramiento negociado de un Consejo Nacional Electoral


más equilibrado por parte del gobierno de Maduro en 2021 permitió algunas mejoras en
el aun carente proceso electoral de noviembre. Está previsto que en los próximos meses
se lleve a cabo un proceso de renovación del Tribunal Supremo de Justicia. Las fuerzas
democráticas y sus partidarios internacionales deben aprender de la pequeña victoria en
el nombramiento de la autoridad electoral y tratar de influir en la renovación del poder
judicial, contribuyendo aún más al proceso de reinstitucionalización.

Pero a pesar de la controversia que ocasiona, hay una oportunidad para el gobierno interino,
que aún cuenta con el apoyo de muchos venezolanos y es reconocido por Estados Unidos y
unos cuantos países más. Significativamente, tendrá un rol en la gestión de los activos
venezolanos en el extranjero y podría proporcionar una plataforma para la acción coordinada
si es inclusivo y establece vínculos consultivos con todos los partidos políticos y con la sociedad
civil.

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