III DOMINGO ADVIENTO – A
Amigos y hermanos: ¡el Señor está cerca! ¡Estemos alegres y preparemos su llegada! Hoy, Juan
Bautista, el enviado de Dios nos da un último aviso: Jesús es el que tiene que llegar.
Estamos en el III Domingo de Adviento, en el Domingo de la alegría. El Señor está cerca, las luces
se van encendiendo en las calles y plazas del mundo cristiano ¿Y en nuestras almas?
Encendamos, en este domingo, la tercera vela de la Corona de Adviento: ¡LA ALEGRIA!
OR
En este tercer domingo de adviento vamos avanzando en nuestro camino hacia la navidad. Hoy
toda la liturgia nos invita a intensificar los sentimientos de gozo y alegría. Hoy celebramos la
eucaristía con agradecimiento, porque estamos más cerca de la fiesta del nacimiento del Hijo de
Dios que estamos preparando.
Corona de adviento: Para anunciar la buena noticia de la venida del señor, encendemos el tercer
cirio de la corona de adviento. Jesús nos ilumina con su luz.
PENITENCIAL
La alegría cristiana no es un estado del cuerpo. Es algo sobrenatural. Pidamos perdón al Señor
por buscar falsas sonrisas y falsas alegrías. Señor, ten piedad
La alegría cristiana no la podemos comprar ni ver en las cosas. Tiene un nombre: JESUS.
Pidamos perdón al Señor por no darle la importancia que El merece y tiene. Cristo, ten piedad
La alegría cristiana no está en los escaparates. La podemos conseguir en el corazón, en la
belleza interior de nuestras vidas. Señor, ten Piedad.
Homilía 1
Hoy el tercer domingo de adviento, el evangelio resalta la figura y la misión de Jesús
y la de Juan Bautista. Ellos iluminan la figura del cristiano y su misión en el mundo.
Jesús es la luz que viene a iluminar las tinieblas de este mundo, y la misión de Juan
Bautista, es ser testigo de aquella luz.
El adviento es tiempo de espera y de preparación. Mientras esperamos el
nacimiento de Jesús, nos preparamos para recibir su presencia entre nosotros. Dice
Jesús a los discípulos de Juan, "Id a contarle lo que estáis viendo y oyendo" y lo que
presenta como pruebas para que Juan sepa y crea, son las cosas que Jesús hace y el
mensaje que Él predica; son hechos y palabras de liberación y vida: "Ciegos ven y
cojos andan, leprosos quedan limpios y sordos oyen, muertos resucitan y pobres
reciben la buena noticia". Estas son las señales del Mesías; eso es lo que fueron
anunciados por los profetas.
La misión que encarga Jesús a un cristiano es lo mismo, ser el medio de la liberación
para los que sufren y así a preparar el camino para el Dios que viene a Salvarnos. Y
esta misión debemos llevar a cabo siendo testigos de Jesucristo, en medio del mundo
de hoy. Caminar hacia el encuentro de Cristo que viene, equivale a descubrir su
presencia cerca de nosotros, o en medio de nosotros.
Hoy su presencia es oculta, pero es real y sus obras siguen hablando en favor de Él.
También hoy los ciegos dejan de serlo cuando descubren la Luz. También hoy los
paralizados por el miedo son capaces de andar. También hoy los muertos por el
pecado resucitan a la vida de la gracia. También hoy el Evangelio es anunciado a los
pobres. “El Señor está cerca” y nos visita cada día con la fuerza de su palabra, con
el vigor de sus sacramentos, con la potencia regeneradora de la vida cristiana.
Tenemos que estar con nuestro Dios, como Juan Bautista. Sólo entonces seremos
capaces de dar testimonio como Él. Dice el evangelio “'Cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”; es la misión que nos
entrega Cristo, ser la luz para los ciegos y el apoyo para los que no pueden caminar
y anunciar el evangelio a los pobres. Era el testimonio de Juan Bautista, es el
testimonio que vimos en la Cruz de Cristo.
Y a nos toca a seguirlo, seguir la misión que nos ha encargado nuestro Señor.
Que Dios nos bendiga.
Homilía 2
“Alegraos siempre en el Señor; alegraos. El Señor está cerca” (Antífona de entrada).
Todos los textos de este tercer Domingo de Adviento nos hablan de la alegría. La liturgia de hoy,
recibe su nombre el tercer domingo de Adviento, llamado tradicionalmente domingo “Gaudete”.
En efecto, ésta es la primera palabra en latín de la misa de hoy: “Gaudete”, es decir, alegraos
porque el Señor está cerca.
Una alegría desbordante que incluso adquiere proporciones cósmicas: “El desierto y el yermo se
regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con
gozo y alegría”. (1ª lectura). La alegría, la verdadera alegría capaz de convertir el páramo y la
estepa de nuestro corazón en “flor de narciso” es el Emmanuel, el Dios con nosotros. ¿Cuál es
el motivo de la alegría?
Alegraos porque el Señor está cerca. Es curioso descubrir cómo todos los acontecimientos que
tienen una relación con el Nacimiento de Jesús están llenos de alegría.
– Alegría rezuman las palabras del Ángel a María en la Anunciación. “Alégrate, María, la llena
de gracia”.
– Alegría las palabras de su prima Isabel cuando ésta sale al encuentro de María: ¿De dónde a mí
la dicha que venga a visitarme la Madre de mi Señor? “Feliz tú, María, porque has creído”.
– Alegría del niño Juan que, en el vientre de su madre, da un salto de júbilo…
– Alegría del ángel que anuncia al salvador en Belén: “Os anuncio un gran gozo: os ha nacido un
Salvador”.
– Y alegría del anciano Simeón que cuando tiene en sus brazos al Salvador dice que ya no le tiene
ningún miedo a la muerte. El Mesías que aquí aparece es un Mesías que viene al mundo a
traernos la alegría.
San Pablo quiere que los primeros cristianos de Tesalónica estén siempre alegres y que expresen
esta alegría en la oración, en la Acción de Gracias, es decir, en la Eucaristía, y en su manera de
vivir, guardándose siempre de toda forma de maldad. Un buen consejo de San Pablo, que
también nos vale para nosotros, los cristianos de este siglo.
Cuando nos asomamos a la gran pantalla del mundo, nos vienen imágenes, sensaciones y
mensajes desoladores. No están muy bien las cosas. ¿Podemos tener razones para la alegría?
¿Dónde recuperar la esperanza?
La Navidad, lejos del puro sentimentalismo, nos trae una Buena Nueva: Dios viene a compartir
nuestra existencia.
*Con alegría, un hombre de negocios, vende más y mejor
*Con alegría, un payaso, cosecha miles de sonrisas y de ilusiones
*Con alegría, un padre de familia, es capaz de cambiar el enojo de un hijo
*Con alegría, un sacerdote, puede arrastrar a toda una comunidad.
*Con alegría, y sin necesidad de más, un cristiano puede vivir y hacer vivir la Navidad
¿Qué es la alegría? La alegría es esa muralla contra la que tropieza y se hace añicos esa gran lista
de calamidades y de malos acontecimientos que nos rodean. El adviento, y hay que reconocerlo,
no nos aportará soluciones ni, de repente, hará que desaparezcan nuestros problemas. Pero, el
adviento, nos indica el camino que hemos de seguir para que el desazón no sea mayor que
nuestra capacidad para hacer frente a esa red de complicaciones que atrapa nuestra vida.
¿Dónde está entonces la respuesta? Ni más ni menos que en Dios. En Jesús. En el Nacimiento de
Dios Niño en Belén.
¿POR QUÉ TENGO QUE ESTAR ALEGRE?
Alegre por tu llegada, Señor. Alegre por tu Nacimiento, Señor. Alegre porque, Tú, me das la
fuerza. Alegre porque vienes a levantarme. Alegre porque mi ALEGRIA eres Tú. Alegre porque
mi ILUSION eres Tú. Alegre porque al final de la oscuridad brillas Tú, Señor. Alegre porque en
los problemas socorre tu mano, Señor. Alegre porque en las dudas, envías certezas. Alegre
porque en la soledad, eres eterna compañía. Alegre porque vienes, y si vienes, es para estar
conmigo.
Un arquitecto diseño un gran edificio con varias alturas. Llegó el momento de la venta y según
iban llegando los propietarios de las viviendas, éstos, se dieron cuenta que el edificio se agrietaba
por los cuatro costados. Era una impresionante construcción, con toda clase de comodidades y
recursos técnicos. Los inquilinos, por el contrario, siempre estaban tristes, nerviosos, con
ansiedad y con la preocupación constante de que todo se viniera abajo.
Pongamos a Dios como fundamento y pilar de nuestra vida y, entonces, no solamente viviremos
con paz sino con una vida alegre y agradecida.
Homilía 3
Como el domingo anterior, la Iglesia nos presenta la figura de Juan el Bautista. Él tenía muchos
discípulos y una doctrina clara para los soldados, para los fariseos y saduceos. Su empeño es
preparar la vida pública del Mesías. Primero envió a Juan y Andrés, hoy envía a otros para que le
conozcan. Van con una pregunta: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3).
Bien sabía Juan quién era Jesús. Él mismo lo testimonia: “Yo no lo conocía, pero el que me envió a
bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él,
ése es el que bautiza en el Espíritu Santo’” (Jn 1,33). Jesús contesta con hechos: los ciegos ven y los
cojos andan.
Juan era de carácter firme en su modo de vivir y en mantenerse en la verdad, lo cual le costó su
encarcelamiento y martirio. Juan nos enseña a compaginar la firmeza de carácter con la humildad:
“No soy digno de desatarle las sandalias” (Jn 1,27); “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya”
(Jn 3,30); se considera sólo “amigo del esposo” (Jn 3,26).
Alegrémonos, el Señor está cerca. La venida del salvador transforma el desierto en paraíso, cura los
enfermos, da libertad, alegría y felicidad. El ambiente navideño llena nuestras casas, nuestras calles,
los centros comerciales. La Navidad está cerca, en esta semana empezaremos los aguinaldos y con
ellos la celebración navideña. El Señor está cerca. La exhortación a la santidad de vida se ve
orientada por esta paciente espera de la vuelta del Señor (1 Tes 5,1-11).
A mí siempre me ha impresionado la figura de Juan el Bautista. A los judíos de su tiempo también
les impresionó, hasta el punto de que muchos creían que él era el verdadero Mesías que había
venido a salvar al pueblo de Israel. Pero él, Juan el Bautista, un hombre lleno de fortaleza espiritual
y de humildad, responde, sin rodeos, a los judíos que le preguntaron: Yo no soy el Mesías. Él se
siente muy agradecido a Dios, sabiendo que él es: un hombre enviado por Dios, que venía como
testigo para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la luz. No quiere que nadie le
crea más de lo que es, tampoco menos. Su misión consiste en allanar el camino para que pueda
llegar el que va a venir detrás de él, el que existía antes de él y del que él no se considera digno ni
de desatarle la correa de la sandalia. Para eso vive como vive, en el desierto, predicando penitencia
y justicia, bautizando, con agua, un bautismo de conversión.
Juan el Bautista es un auténtico modelo para los predicadores, catequistas y escritores espirituales
de todos los tiempos. Los importantes no somos nosotros, el único importante es el Señor al que
predicamos, nosotros no somos la luz, somos los testigos de esa Luz, los que tenemos el inmenso
honor de señalar y de encender esa Luz que queremos que alumbre a todas las personas que vienen
a este mundo.
Sabemos que muchas veces también nosotros tenemos que predicar y dar gritos en el desierto de la
sociedad en que nos ha tocado vivir, pero nuestra misión es hacerlo con humildad y con fortaleza,
con sinceridad y valentía, como testigos de una presencia y de una Luz que nos ilumina y nos llena
de fuerza y de gozo.
Estamos en preparación para la Navidad: fiesta de amor y de compartir los bienes y las vidas.
Actuemos como creyentes.