Beatriz Janin Abuso Sexual

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BEATRIZ JANIN abuso sexual

El fallo que reduce la pena al abusador nos enfrenta a una situación paradojal: ¿El Estado,
representado por la justicia, está para defender los derechos de los niños o para juzgarlos,
discriminándolos por situación social, modos de vida, familia, etc? Por otro lado,por la
información que apareció en los medios, el monstruo que violentó al niño lo violó (ya lo de
abuso es una reducción de la gravedad del hecho) pero además, si el niño no contaba con una
familia que lo protegía, ¿no sería la justicia la que tendría la obligación de protegerlo? El
razonamiento de estos jueces es: si un niño no tiene un entorno protector, ya está perdido,
merece que se lo violente porque ya está acostumbrado a todos los horrores. Es muy grave. Un
niño es un sujeto en estructuración, que necesita del cuidado de los otros, de la mirada
amorosa de los otros y del respeto de su singularidad para desarrollarse... A la vez, necesita de
una mirada esperanzada, de la idea de transformación...Y cuando todo el entorno falla, cuando
ni la familia ni la sociedad protege, queda a la deriva, con serias confusiones en relación a sus
propios pensamientos, sentimientos y actos. ¿Qué pensará este niño sobre sí mismo a partir
de este fallo? ¿Quién es él, que es nominado por otros como "homosexual" a los seis años, y a
quien se le niega el derecho a decidir sobre su propio cuerpo? Estos jueces le niegan todo
futuro...
Les paso un fragmento de un artículo mío sobre el tema del abuso sexual que escribí hace un
tiempo. En este caso, la justicia ha reduplicado el abuso y del peor modo. Espero que este fallo
se revierta y quede claro para el mundo entero que violentar a un niño es uno de los peores
crímenes de la humanidad.
"En los casos en que uno de los progenitores abusa de un niño se supone que ese hijo no es
alguien con deseos propios, no lo reconoce en su otredad, sino que queda ubicado como parte
de sí, como un cuerpo que me pertenece. Es decir, se hace un borramiento de sus
posibilidades y de su ser. Y la caricia toma entonces un carácter siniestro, es lacerante.
Si tomamos la definición de André Green de la pulsión de muerte como desobjetalizante, es
decir que ataca al hecho mismo del investimiento, desde el adulto que maltrata (del modo en
que sea) podríamos pensar en un desinvestimiento del niño, un ataque a los lazos. Si los niños
son molestos, irrumpen rompiendo la tranquilidad, la paz de los sepulcros, si son los que
exigen conexión, es posible que lo que se haga sea matar la vida, dormirla, acallarla,
transformarla en una secuencia monótona, a través de maltratar a un niño.
Uno de los modos del maltrato se da a través del quiebre de los soportes identificatorios o
cuando se desconocen sus posibilidades y su historia. Las amenazas, la denigración
permanente: “sos un desastre”, “sos tonto”, “sos malo” o las exigencias desmedidas dejan
marcas de dolor.
Y un niño difícilmente pueda diferenciarse del contexto. La violencia es siempre en él un
interno-externo indiferenciable.
A diferencia de un adulto que tiene la posibilidad de contrastar su memoria con el presente, el
niño no ha podido construir todavía una historia que le permita oponer otras representaciones
a las que irrumpen en forma de maltrato.
Cuando el maltrato se da desde el comienzo mismo de la vida puede llevar a la imposibilidad
de registrar sensaciones y afectos. Y a que "la sensación misma de vivir" no se constituya. Y si
no hay posibilidades de sentir esperanza, la desazón puede tomarlo todo.
Hay violencias que suelen ser realizadas por los profesionales.
Muchas veces, niños que han sido maltratados, que han sufrido golpes o abuso sexual, son
diagnosticados luego como portadores de un supuesto síndrome de causa genética.
Diagnósticos que se realizan generalmente sin escuchar a los niños, en base a cuestionarios o a
observaciones regidas por una normalidad atemporal, desconociendo la incidencia del
contexto y de los vínculos tempranos.
Sin bucear en la historia de ese niño, sin hablar con él, se atribuyen a causas orgánicas sus
comportamientos. Es decir, el modo mismo del diagnóstico implica una operación
desubjetivante, en la que el niño queda "borrado" como alguien que puede decir acerca de lo
que le pasa.
Así, los niños quedan sujetos a una doble violencia: se promueven conductas defensivas, de
alerta o de ensimismamiento, como efecto de las violencias sufridas, y luego se redobla la
violencia diagnosticándolos como “deficitarios” y medicándolos. Quedan así como únicos
portadores de una “discapacidad”, mientras los adultos siguen violentándolos.
El abuso sexual tiene características particulares y deja marcas que debemos pensar. Mientras
que los otros tipos de violencia suscitan con mayor facilidad el rechazo al que la ejerce, en el
abuso el niño suele quedar atrapado en un no saber si lo que sufre es “normal”, si es un
ataque o si es una muestra de afecto. Y entra en estado de confusión… que le puede llevar a
no sentir sensaciones, a no sentir afectos o a no poder desplegar pensamientos. Y esto puede
derivar en que los profesionales que sólo miran los síntomas lo diagnostiquen sin tener en
cuenta que muchas veces los malestares de un niño tienen que ver con el contexto, con su
historia, con aquello que no puede traducir en palabras, por lo menos mientras no haya nadie
que lo escuche.
Esto es fundamental: cuando se diagnostica a un niño sin tener en cuenta su historia, se lo está
maltratando. He visto una reduplicación del abuso en niños que vinieron diagnosticados como
“Trastorno por déficit de atención con hiperactividad” y habían sido víctimas de situaciones de
maltrato.
Hay diferentes tipos de maltrato:
Maltrato por exceso, por ruptura de las barreras de protección antiestímulo: El dolor arrasa
con el entramado psíquico. La tendencia no va a ser entonces a inscribir huellas sino a expulsar
todo lo inscripto. Los estímulos son sorpresivos y atacan de golpe, o se está encerrado,
apresado en la situación dolorosa. (Esto suele pasar con el abuso)
Maltrato por abandono: Ausencia de cuidados, de contención. Los niños quedan a merced de
las propias sensaciones y exigencias internas. La libido no puede ligarse a nada, no hay mundo
representacional a construir. Lo que se produce es un desfallecimiento precoz de las
envolturas y una imposibilidad de elaborar la ausencia en tanto no hubo sostén ni presencia
materna. Son traumas por vacío.
Otros tipos de maltrato: Cuando se fuerza a un niño a quebrar sus soportes identificatorios o
se desconocen sus posibilidades y su historia. Las amenazas, la denigración permanente : “sos
un desastre”, “sos tonto”, “sos malo” o las exigencias desmedidas dejan marcas de dolor.
• En el caso del abuso, suelen combinarse:
• un “exceso” que lo deja desarmado, lesionado y que lo lleva a expulsar lo inscripto, a
desinvestir las propias representaciones,
• Un abandono en tanto nadie registra lo que le está pasando (por eso es fundamental que
cuando habla su decir sea escuchado). Esto puede derivar en una caída de las investiduras, en
un funcionamiento apático, desvitalizado.
• Un movimiento denigratorio, que trae consecuencias sobre la constitución identitaria.
• Es por eso también que los niños que han sufrido abuso sexual suelen aceptar cualquier
“diagnóstico” que se les haga, pasivamente, en tanto quedan en un estado en el que no saben
muy bien quiénes son.

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