Texto Con Aclaraciones. Descartes
Texto Con Aclaraciones. Descartes
Texto Con Aclaraciones. Descartes
El texto que vamos a trabajar contiene dos partes, la segunda y la cuarta, de las
seis que componen el Discurso del método, primera obra importante de Descartes,
"Si este discurso pareciera demasiado extenso para ser leído de una sola vez,
reglas de moral que ha obtenido de este método; en la cuarta parte, las razones
donde él ha llegado, así como las razones que le han impulsado a redactar este
discurso".
sido desarrollado por Descartes en otras obras (las Reglas, las Meditaciones, los
los mismos en el texto no coinciden exactamente con lo expuesto en la parte teórica del
Tema.
1
se sirven de su razón natural, carente de todo prejuicio, juzgarán más
antiguo" (Discurso del método, parte sexta). Quienes “no aceptan sino el
filosofía Escolástica, que tenían el latín como lengua propia; 2) está escrito en
Segunda parte
intelectual que no es otro que suprimir las opiniones adquiridas sin que
edificio de la filosofía y las ciencias. Tal tarea se justifica en el hecho de que las
etc., que no han sido construidos por una única mente y conforme a un único
plan. Es de señalar la cautela con que Descartes insiste en que esta tarea no es
pretender incitar a los demás a abandonar las tradiciones, cosa que de todos
nuestro texto].
2
a) Ha de ser un método más simple que la lógica tradicional, más puro
habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo posee
conocimientos.
Cuarta parte
elaborado en esta última obra, tanto en relación con la duda metódica (en el
relación con las ideas, cuyo análisis y clasificación no aparece tampoco en dicha
absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, y los
motivos de ésta.
indagaba”, como paradigma de verdad (“podía admitir como regla general que
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las cosas que concebirnos muy clara y distintamente son todas verdaderas”) y
ser más perfecto que el mío”) como fundamento para demostrar la existencia de
basado en la causalidad (Dios, causa de la idea de un ser más perfecto que yo) y
existe”).
anteriormente planteadas.
cursiva.
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SEGUNDA PARTE
muestra la conciencia que Descartes tiene de iniciar por sí mismo (“un hombre que camina solo”) un
nuevo camino filosófico dejando atrás la tradición, en una época en la que muchas referencias vitales
vigentes durante siglos en la cultura europea se estaban desvaneciendo (“la oscuridad”). En estas
primeras líneas apreciamos la preocupación cartesiana por evitar el error (“me cuidaría al máximo de
caer”), preocupación característica de una época que asistía al derrumbamiento de tradiciones de siglos
(“la oscuridad”) con una conciencia muy agudizada del riesgo siempre presente de cometer errores al
buscar la verdad.
Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las
opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en
mis creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que
no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto
emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el
conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.
2. Este párrafo contiene tres ideas de la mayor importancia para conocer el sentido y el desarrollo de la
filosofía de Descartes. En primer lugar encontramos el rechazo radical (“rechazar por completo”) de
algunas opiniones aprendidas: de aquellas que no hubiesen sido adquiridas en y por un uso correcto de la
facultad de la razón (“sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón”). Queda planteada la oposición,
capacidad humana de encontrar la verdad mediante la razón. Se perfila así con rotundidad la afirmación
En segundo lugar queda claro que el rechazo de aquello que se ha aprendido sin mediar el uso adecuado
de la razón no es un rechazo escéptico, un rechazo abocado a la duda perpetua. Al contrario, esa parte
negativa o destructiva de la filosofía cartesiana no tiene sentido sin la parte positiva o constructiva (“no
quise comenzar a rechazar… hasta que no hubiese empleado… e indagar el verdadero método”). El
rechazo de la tradición no se consuma sin la disposición de un nuevo método que asegure encontrar
nuevas verdades.
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En tercer lugar aparece la característica más destacada del método que adopta Descartes: permite
“conseguir el conocimiento en todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz”. Es un método universal
(aplicable a todas las investigaciones) y constituye el medio necesario para abandonar los errores e iniciar
Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes
de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra.
Tres artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero
habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus
silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro
cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para
hablar sin juicio de aquellas que se ignoran, que para llegar a conocerlas. Y
si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados,
hay, sin embargo, mezclados con éstos otros muchos que o bien son
perjudiciales o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como
sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado.
Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los
modernos, además de que no se refieren sino a muy abstractas materias
que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a la
consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin
fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a
ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y oscuro
capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que favorezca su
desarrollo.
3. Descartes piensa que el método correcto ha de ser más simple que la lógica tradicional, más puro
intelectualmente (sin mezcla de imágenes con conceptos, basado sólo en conceptos de la inteligencia, no en
imágenes de la imaginación) que el análisis de los geómetras y más claro que el álgebra de los modernos.
Inmediatamente a continuación declara Descartes que su método, “asimilando las ventajas de estos tres”,
Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso indagar otro
método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus
defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los
vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más
que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma
forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la
lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que
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tomase la firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su
observancia.
4. A continuación las cuatro reglas del método cartesiano. Para la explicación de cada una de ellas
consultar el epígrafe 2.2.2 de los apuntes “Filosofía Moderna. Racionalismo y Empirismo. Descartes”
(págs. 9-12).
otorga sentido a la aplicación universal del método del análisis y la síntesis (también llamado de la
intuición y la deducción): que todos los conocimientos humanos (“todas las cosas que pueden ser objeto
del conocimiento de los hombres”) se encuentran conectados entre sí de tal forma que unos pueden
siempre deducirse de otros (“se entrelazan entre sí de igual forma”). Se trata de una suposición de
Descartes: que se da tal entrelazamiento no es algo que afirme por haber deducido ya todos los
conocimientos posibles unos a partir de otros (cosa que Descartes, claro está, no había llevado a cabo), sino
algo que afirma como principio en que se apoya la aplicación universal del método.
7
… y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y
guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede
haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos,
finalmente, conocer ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir.
6. La adquisición de todo el conocimiento filosófico y científico será posible a condición de seguir
rigurosamente el método, y ello implica respetar en todo el orden deductivo (el orden que, según hemos
visto en el punto 5 de estas aclaraciones, ha supuesto Descartes que se da entre todos los conocimientos).
Estas palabras son la muestra más palpable del optimismo racionalista de Descartes.
No supuso para mí una gran dificultad el decidir por cuáles era necesario
iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las
más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que
han intentado buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los
matemáticos han establecido algunas demostraciones, es decir, algunas
razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía comenzar por las mismas
que ellos habían examinado.
7. El método prescribe seguir el orden que lleva de lo más simple a lo más complejo. Comenzar aplicando
el método en el campo de las investigaciones matemáticas es conveniente por ser éste el ámbito teórico por
excelencia para la razón humana. No en vano, a lo largo de los siglos “sólo los matemáticos” han sido
capaces de establecer “algunas demostraciones”, esto es, razonamientos deductivos sobre sus materias que
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suponer que se daban entre líneas puesto que no encontraba nada más
simple ni que pudiera representar con mayor distinción ante mi imaginación
y sentidos; pero para retener o considerar varias conjuntamente, era
preciso que las diera a conocer mediante algunas cifras, lo más breves que
fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en el análisis
geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una
mediante los procedimientos de la otra.
8. En el párrafo anterior explica Descartes cómo llegó al descubrimiento de la Geometría Analítica. Esta
cuestión es de gran interés para la Historia de las Matemáticas. Además de filósofo, Descartes fue un gran
matemático.
investigación teórica: del mismo modo que, aplicadas correctamente las reglas de la Aritmética se obtienen
resultados que contienen toda la verdad posible sobre el objeto del que se trate, aplicando las cuatro reglas
del método a cualquier materia se obtendrá en la misma toda la verdad que pueda obtenerse.
Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo
estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente
perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible. Por otra parte,
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me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente
mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto
que no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía
aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias al igual
que lo había realizado con las del Álgebra.
10. El método optimiza la capacidad cognitiva de la razón humana (“siguiéndolo estaba seguro de
utilizar en todo mi razón… al menos de la mejor forma que me fue posible”; “…habituaba
progresivamente mi ingenio [inteligencia] a concebir de forma más clara y distinta sus objetos”). Aparece
también aquí clara la afirmación de la universalidad del método: “y puesto que no lo había limitado…
… con las del Álgebra”. Sobre la universalidad del método ver el apartado 2.2.1. de los apuntes “Filosofía
conocimientos filosóficos y científicos se deducen unos a partir de otros. Pero siendo la deducción un
proceso lineal, que avanza de unas verdades conocidas a otras nuevas, y de éstas, una vez conocidas, de
nuevo a otras por conocer, y así sucesivamente, podemos preguntarnos a partir de qué se deduce la
primera verdad de la línea o cadena deductiva. Es necesario, puesto que es la primera, que no se deduzca
de ninguna otra, sino que sea verdadera en y por sí misma. A la verdad que se muestra en una idea sin
necesidad de conectarla con otras se la denomina evidencia. Las verdades evidentes se aprecian como
verdaderas en y por sí mismas. Tales verdades iniciales habrán de ser, además, absolutamente verdaderas,
pues una mínima porción de error o confusión en ellas arruinaría la cadena deductiva: deducir es como
desplegar, como desenvolver, como extraer la verdad contenida en los principios. Si los principios
contienen algo de falsedad, ésta dará la cara tarde o temprano en la cadena deductiva, arruinando todo su
desarrollo.
Notar de nuevo el rechazo de la tradición filosófica: “sus principios deberían de estar tomados de la
1
edad, y hasta que no hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en
prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y
realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia de
mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me
había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más.
12. Antes de emplear el método a la investigación filosófica en busca de los principios del edificio de los
otras materias menos abstrusas, y hacerse con un volumen mayor de “experiencias”, que le permitieran
CUARTA PARTE
Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es
necesario seguir en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si
fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que
deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que
era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como
absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda,
con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi
creencia que fuese enteramente indubitable.
14. “Hacía tiempo que había advertido que…”: comienza aquí la exposición de la duda metódica.
Descartes inicia dicha exposición advirtiendo que no se trata ahora de buscar verdades relativas a la moral
o al sentido común del día a día (“en relación con las costumbres”), las cuales basta con que sean
aceptables o que sean bien vistas por otras muchas personas, aunque uno pudiera no estar del todo seguro
de las mismas (“seguir en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables”).
[Descartes es partidario del lema moral que dice “allá donde fueres haz lo que vieres”]. Pero la búsqueda
1
de la primera verdad no es esta una investigación moral, sino teórica; no tiene como objetivo saber cómo
Y la verdad que se persigue en este punto de la filosofía cartesiana es, según lo dicho en la aclaración 11,
la primera verdad, la que ocupa el primer lugar de la cadena de deducciones, el lugar de base o
fundamento del edificio completo de los conocimientos. Puesto que ha de ser una verdad absolutamente
indubitable no podrá hallarse confiando en las opiniones tradicionales sobre los principios o fundamentos
filosóficos, pues la tradición no ha aportado nunca principios filosóficos libres de error. Al contrario, el
recurso para encontrar esa primera verdad que se necesita será el de desconfiar sistemáticamente de todo
lo que pudiera considerarse verdadero. Desconfiar: no aceptar como verdadero lo que normalmente se
suele aceptar como tal en el momento en que pudiera concebirse el menor motivo de duda sobre ello: “que
los apuntes “Fª Moderna. Racionalismo…”. Descartes tampoco menciona aquí la hipótesis del genio
maligno. Sobre los momentos de la duda metódica ver el apartado 2.3.1. de dichos apuntes (págs. 12-15).
1
16. Hallazgo de la primera verdad: pienso, luego existo. Ver apuntes “Fª Moderna.
Racionalismo…” apartado 2.3.2. (págs. 15-16). El desarrollo de la duda metódica termina con el hallazgo
de la primera verdad.
cuya existencia, en tanto ser pensante, no puede ponerse en duda y constituye la primera verdad.
Descartes afirma el carácter substancial del yo, esto es, su independencia, en tanto cosa o realidad
pensante, de cualquier otro tipo de realidades (“era una sustancia cuya esencia o naturaleza… ni depende
de cosa alguna material”). (Ver el apartado 2.6 [págs. 23-24] de los apuntes “Fª Moderna.
distinción al pensamiento de que el yo no necesita de ninguna otra cosa para ser, sino que con sólo pensar
es claro y distinto que debe existir (“podía fingir [suponer] que carecía de cuerpo… no podía fingir que yo
no era”), y a la inversa, con sólo suponer que no pensara, (“con sólo que hubiese cesado de pensar”) no
podría tenerse seguridad alguna de su existencia (“no tenía razón alguna para creer que yo hubiese
sido”). Con otras palabras: según el criterio de verdad consistente en la claridad y distinción, las ideas
claras y distintas son verdaderas, esto es, son representaciones fieles de la realidad que representan. Lo
único que se piensa con claridad y distinción de esa cosa que piensa es eso, que piensa, que es puro
pensamiento sin más. No hay, en este momento del desarrollo de la filosofía cartesiana, ideas claras ni
distintas ni del propio cuerpo ni del mundo, hasta el punto de que la propia existencia de los mismos se
considera falsa por dudosa, pero sí hay una idea clara y distinta de uno mismo en tanto que uno es un ser
que piensa, un alma, un ser no necesitado para ser real ni de cuerpo ni de mundo (“aunque el cuerpo no
1
Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se
requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado
que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que
también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome
percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la
verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario
ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que
concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante,
hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son
aquellas que concebimos distintamente.
18. Definición del criterio de verdad a partir de la primera verdad tomada como paradigma o modelo
de verdad. Ver apuntes “Fª Moderna. Racionalismo…” apartado 2.3.2. (págs. 15-16).
del Solipsismo, problema consistente en deducir — puesto que el método exige deducir unas verdades de
otras — la existencia del mundo de la existencia del yo pensante. (Ver apartado 2.4.1. [págs. 16-18] de los
apuntes “Fª Moderna. Racionalismo…”). Los únicos recursos disponibles para afrontar esta difícil tarea
son las ideas que hay en el yo. Descartes señala como idea clave al respecto la idea de perfección. Que
debe haberla puede afirmarse pues sólo conocemos nuestra imperfección por comparación con la
perfección, dice Descartes; así pues, hemos de tener una idea de la perfección o idea de un ser perfecto. El
camino a seguir es preguntarse por el origen de esta idea: “de dónde había aprendido a pensar en una cosa
más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que
realmente fuese más perfecta”. [Advertencia: notar que nada se dice aquí de fe ni de religión; se trata de
ideas en la mente].
Para entender lo que sigue es necesario tener presente que para Descartes las ideas son objetos en la
mente (Ver el apartado 2.4.1. [págs. 16-18] de los apuntes “Fª Moderna. Racionalismo…”). Todos los
filósofos del S. XVII concebían el mundo como un orden jerárquico de seres ordenados de mayor a menor
perfección. La cúspide de tal jerarquía la ocupa el ser perfecto y el lugar ínfimo la nada. Pues bien, esa
misma jerarquía se da entre las ideas en la mente, pues como decimos, las ideas son también objetos, son
1
también realidades, sólo que no exteriores al pensamiento, sino pensadas: objetos en el pensamiento,
causal (argumento de causalidad). (Ver el apartado 2.5. [págs. 20-21] de los apuntes “Fª Moderna.
Racionalismo…”).
En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de
mí, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba
dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada
en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía
estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en
tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada,
es decir, que los tenía porque había defecto en mí.
20. Todas las ideas de los objetos del mundo muestran cosas imperfectas (limitadas en el tiempo, en
capacidad, en belleza, en bondad, en fuerza, etc.). Por tanto en la jerarquía de seres no están por encima
del yo, y de hecho el yo pude hacerse con ideas de tales seres (ideas adventicias). Volviendo a lo dicho en la
aclaración 19, que el yo pueda hacerse con ideas de tales seres es como decir que el yo puede reproducir,
puede reduplicar en sí mismo la realidad de tales seres. Hay proporción entre la realidad de tales objetos y
la del yo. Si esas ideas que el yo se hace de esos seres son verdaderas, y por tanto tales seres existen, es por
las capacidades de conocimiento del yo (“si eran verdaderos… alguna perfección”); si se trata de ideas
falsas ello sería muestra de la imperfección de tales capacidades (“los tenía porque había defecto en mí”).
Las ideas adventicias, por tanto, proceden de las capacidades de conocimiento del yo (“no encontraba
dificultad alguna en conocer de dónde provenían”), y suponen proporción entre el yo y las cosas
representadas en tales ideas. La idea del ser perfecto no puede ser adventicia, pues no se cumple tal
proporción.
Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que
el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente
imposible…
21. El argumento de proporcionalidad causal supone que entre un efecto (la idea del ser perfecto en mí)
y su causa ha de haber proporción. La idea de un ser perfecto no puede proceder de la nada, esto es, ser
una idea fantasiosa de un ser inexistente, pues de la nada no se puede reduplicar o reproducir en el
pensamiento un ser perfecto (ver aclaración anterior). Dicho en términos de ideas: la idea de un ser
y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea
una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que en que
la existencia de algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía
1
provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de
que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese
más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las
perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para
explicarlo con una palabra que fuese Dios.
22. La idea de un ser perfecto es también un ser perfecto: repetimos que las ideas son objetos en el
pensamiento. Tiene que haberla generado, para guardar la proporción entre causa y efecto, un ser perfecto
(“únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza…más perfecta
de lo que era la mía”). Siguiendo en esto la tradición, Descartes llama Dios al ser perfecto.
existencia de Dios. [Este argumento, por su menor importancia, no está contemplado en los apuntes “Fª
Moderna. Racionalismo…”]. Si poseo la idea de un ser perfecto (“puesto que conocía algunas perfecciones
que en absoluto poseía”), no puedo ser yo el único ser que exista; el ser perfecto ha de existir.
mismo. Pero sería absurdo que el yo, si es que tuviera ese poder de darse el ser a sí mismo, se hubiera
1
mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas.
Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y corporales; pues,
aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o imaginaba era falso,
sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en
mi pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que
la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando que toda
composición indica dependencia y que ésta es manifiestamente un defecto,
juzgaba por ello que no podía ser una perfección de Dios al estar compuesto
de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el
contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas
inteligencias u otras naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser
debía depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían
subsistir sin él ni un solo momento.
25. En el párrafo anterior aparece la caracterización de la substancia infinita o Dios (“la naturaleza
de Dios”). Posee todas las perfecciones que podamos pensar; es un ser simple, esto es, no compuesto,
objeto de los geómetras” ya que el espacio es el objeto de estudio de la Geometría y él concibe la materia
como extensión. Para Descartes materia y espacio no son cosas distintas. [Sobre la substancia infinita o
Dios y sobre la substancia extensa ver el apartado 2.6. de los apuntes “Fª Moderna. Racionalismo…”]
indefinidamente extenso”). Sus modos son la figura y el movimiento (“que podían tener diversas figuras y
magnitudes, así como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones”). Notar que si extensión, figura
y movimiento de los cuerpos son el objeto de estudio de la Geometría, y sobre ello hay demostraciones, ello
1
Recapitulando: tras analizar la idea del yo, que ofrece la primera verdad, y permite conocer la substancia
pensante, Descartes analiza la idea de ser perfecto y la toma como punto de partida de la demostración de
la existencia de Dios. Ahora es el turno de la idea de cuerpo, de la idea de materia. El objetivo del camino
trazado es llegar a explicar por qué podemos estar seguros de las investigaciones basadas en tal idea, esto
es, de las investigaciones de la Física. Es necesario, en lo que sigue, ver cómo Dios garantiza que a la idea
de substancia extensa y a las ideas de sus modos figura y movimiento les corresponden realidades
Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye,
no está fundada sino en que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla
que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me
asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto
que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos
fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que
existiese triángulo alguno en el mundo.
28. En este momento del desarrollo argumental de la filosofía cartesiana los motivos para considerar
falso todo menos el yo pensante y Dios siguen en pie. Dicho en términos de ideas: sólo respecto a la idea
del yo pensante podemos estar seguros de que representa algo real, de que es fiel representación de aquello
que se piensa en ella. De que la idea de Dios también es fiel representación de una realidad se puede estar
seguro por el argumento de proporcionalidad causal, y ahora por este nuevo argumento, denominado
ontológico.
Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay
una gran dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su
alma, es el que jamás elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles y
que están hasta tal punto habituados a no considerar cuestión alguna que
no sean capaces de imaginar (modo de pensar propiamente relacionado con
1
las cosas materiales), que todo aquello que no es imaginable, les parece
ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima que los mismos
filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la cual nada hay
en el entendimiento que previamente no haya impresionado los sentidos. En
efecto, las ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y
me parece que los que desean emplear su imaginación para comprenderlas,
hacen lo mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los sonidos o
sentir los olores. Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no
nos asegura menos de la verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u
oído, mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían
asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese.
30. Se dirige en este párrafo Descartes a aquellos que no aceptarían que se tomaran como principios de
la filosofía (Ver aclaración 11) la existencia de Dios y del alma, por no juzgar estas verdades en absoluto
evidentes ni demostrables. Esta posición la achaca Descartes al empirismo: la posición filosófica que afirma
que todas nuestras ideas provienen de la experiencia entendida ésta como contacto directo con el mundo a
través de los sentidos. Tanto para Descartes como para todo el Racionalismo la capacidad humana de
conocer, la razón, opera de modo tanto más efectivo cuanto menos esté obstaculizada por los datos de los
sentidos. La verdad teórica surge sólo del juicio de la inteligencia purificada de los sentidos, nunca del
mero material aportado por éstos (“ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa
seguridad moral [seguridad del día a día] de la existencia de tales cosas, que
es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de
las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando
se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón
suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es
posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro
cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de
tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el
1
sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen
vivacidad y claridad menor?
31. Los principios filosóficos que proponen los empiristas son los de la existencia del mundo y de los
objetos que contiene, pues confían en los datos que sobre el mundo nos aportan los sentidos. Pero
Descartes recuerda cómo en el segundo momento de la duda metódica han quedado en suspenso estas
supuestas verdades sobre la existencia del mundo exterior dada la imposibilidad de distinguir la vigilia del
sueño.
Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les
plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar
esta duda, si no presuponen la existencia de Dios.
32. Este es el inicio del tema de Dios como garante de la verdad del conocimiento: no podemos
tener seguridad teórica de la existencia del mundo a no ser que supongamos que Dios existe. La Física,
que es el estudio teórico de la materia, no tendría sentido sin esa suposición, pues. Pero la Física que a
Descartes le interesa no es la medieval, sino la nueva Física experimental y matemática, de ahí que
encamine su pensamiento en dirección a la garantía de la verdad de las ideas de figura y movimiento, toda
vez que esa nueva Física sólo considera en los objetos sus cualidades expresables matemáticamente: figura
y movimiento (Ver apartado 2.5. de los apuntes “Fª Moderna. Racionalismo…” [págs. 22-3]).
2
33. Recordemos lo dicho en el punto 19 de estas aclaraciones. Descartes concibe un orden jerárquico de
realidades culminado por Dios, el ser perfecto, situándose en el extremo opuesto la imperfección suma, la
pura nada. Dios no sólo es la cúspide de esta jerarquía, sino que toda realidad procede de él: las cosas no
Afirma Descartes que el criterio de verdad como claridad y distinción es válido sólo porque conocemos la
existencia de Dios en tanto ser perfecto del que toda realidad procede (“Pues, en primer lugar,… en
nosotros procede de él”). Dicho criterio es la pieza clave de todo el entramado filosófico de Descartes: la
primera regla del método, la clave para distinguir lo verdadero de lo falso y evitar el error. ¿Por qué tal
criterio ha de apoyarse en el conocimiento de la existencia de Dios como ser perfecto del que toda realidad
procede?
Al ser las ideas objetos pensados, objetos en el pensamiento, son también seres, realidades (hay que
recordar una vez más aquí que para Descartes el mundo está reduplicado, reproducido en el pensamiento).
Las ideas en tanto realidades proceden, como cualquier otra realidad, de Dios (“nuestras ideas o nociones,
siendo seres reales, que provienen de Dios”). En relación a nuestras ideas falsas encontramos que se deben
(“no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos”). Falsas son las ideas “en las que algo
es confuso y oscuro”. Su falsedad consiste en que no les corresponde una realidad exterior al pensamiento,
no representan nada real. Las ideas falsas provienen de Dios, como todo ser, pero en lo que tienen de
imperfectas también “participan de la nada”. Las que están libres de estas imperfecciones, las “claras y
distintas”, son las que según el criterio de verdad de la claridad y distinción son verdaderas. Cuando la
idea es clara y distinta, entonces se presenta con evidencia, y esta evidencia es una fuerza que le impone a
Ahora bien, las ideas verdaderas, en tanto ideas, son perfectas, pues constituyen una reproducción fiel de
alguna realidad exterior al pensamiento. Como perfectas que son, las ideas verdaderas sólo proceden de
Dios, pues careciendo de imperfecciones, no participan de la nada, no deben nada a nuestras limitaciones
y a nuestros errores. Sólo proceden de Dios, y siendo Dios perfecto no puede haberlas puesto en la
inteligencia humana, y haberlas dotado de evidencia, para que aquélla se vea empujada a aceptarlas como
En resumidas cuentas, Dios no puede permitir que me engañe cuando acepto la fuerza con que las ideas
evidentes me imponen que las considere como verdaderas, esto es, que tenga por cierto que les corresponde
un objeto real exterior al pensamiento. Dios garantiza la verdad de la Física construida sobre el lenguaje y
las ideas matemáticas, únicas claras y distintas, únicas a las que les corresponde un correlato real en el
mundo material.
2
Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han
convencido de la certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que
imaginamos cuando dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar
de la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos.
Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy
distinta como, por ejemplo, que algún geómetra lograse alguna nueva
demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en relación con el
error más común de nuestros sueños, consistente en representamos
diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos
exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de
la verdad de tales ideas, pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin
que durmamos como sucede a aquellos que padecen de ictericia que todo lo
ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado
alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen.
Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos
dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso
señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de
nuestros sentidos, pues aunque vemos el sol muy claramente no debemos
juzgar por ello que no posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente
podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de
una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo una quimera,
pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo,
sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas nuestras ideas o
nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible
que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros
careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás
tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque
algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón
nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos
verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de
verdad debe encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando
despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.
34. Concluye el texto con la resolución del segundo momento de la duda metódica: la imposibilidad de
distinguir la vigilia del sueño. Demostrada la existencia de Dios, y afirmado éste como garante de la
verdad de las ideas claras y distintas, ha de tenerse como vigilia el estado caracterizado por una mayor
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cantidad y completad de razonamientos e ideas claras y distintas. Lo que no puede dejar de tenerse por
falsas son aquellas supuestas seguridades que se basen sólo en los sentidos.