La Liberación en San Pablo

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LA LIBERACIÓN EN SAN PABLO

Antecedente clave para entender la Liberación en Pablo es la tradición teológica.


Dentro de esta, se encuentra condensada la religión judía que demostró poseer
Pablo de Tarso, el Dios-Yahvé tiene el poder de crear y re-crear; es decir, perpetrar
una creación nueva. Pablo fue testigo de una doble práctica: primero, cómo en la
persona de Jesús, Dios ha manifestado la salvación, también el perdón de las faltas
cometidas como acto de amor a toda la humanidad; y segundo, La fecundación de
un ser nuevo por medio del don recibido, otorgado por Dios.

Dentro del pensamiento de Pablo, cómo es concebida la Liberación

¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de


este cuerpo mortal? (Rom 7, 24)

Una manera de estudiar la teología de San Pablo es a partir de sus mismas


palabras condensadas en la Sagrada Escritura. Y el tema de la Liberación no es
ajeno a esta realidad en la que el Dios de Israel busca dar la libertad a su pueblo y
en esa misma línea, el apóstol de los gentiles nos abre el gran camino a través de la
palabra libertad. Porque “Escribe el Apóstol: ‘Hermanos, no somos hijos de la
esclava sino de la esposa libre. Cristo nos ha libertado para podamos gozar de la
libertad. Manténganse, pues, firmes, y no se sometan de nuevo al yugo de la
esclavitud (Gál. 4, 31-5,1; cf 1,4; 2,4; 4,1-30; 5,13; 5,18; etc.)’”

Es el triunfo que nos ha logrado Cristo, pero es el triunfo que nosotros


debemos prolongar en nuestra existencia. Ya que como lo recuerda el Apóstol en
otro de sus apartados: “Vosotros habéis sido llamados a la libertad, hermanos;
solamente no (toméis) esa libertad como pretexto para (soltar las riendas a) la
carne, sino que por la caridad os habéis de hacer esclavos los unos de los otros
(Gál. 5,13)”

Ciertamente la Liberación tienen su antónimo en la esclavitud, y la


esclavitud pertenece a la ley mosaica, Pablo se opone a esta esclavitud. La libertad
en el Nuevo Testamento es nueva, en Cristo. En algunos momentos esta libertad
fue coartada por la perfecta ley, pero por Cristo hemos sido libres: “"Pero, a causa de
los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad
que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud… (Gál, 2,4).”
Seguido el apóstol continúa sosteniendo que por Cristo hemos sido liberados del
espíritu de servidumbre y de temor para abrazar el espíritu de la libertad en Él: “"Pues
no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rom. 8,15).”

Existen dos clases de rectitud que nos llegan como parte del pacto nuevo. Son
las mismas dos clases que caben mencionar dentro del pensamiento del apóstol de
los gentiles a manera de introducción al momento de ingresar al tema de la
Liberación:
1. Rectitud imputada (atribuida). Dios perdona soberanamente nuestros
pecados por medio de la sangre del Señor Jesús y nos imputa, o atribuye, la
rectitud de Jesús conforme nosotros ponemos nuestra fe en Él. En base a
nuestro arrepentimiento y a nuestra declaración de fe en Cristo, Dios nos
considera aceptables y agradables para estar ante Él1.

2. Rectitud como liberación real de la naturaleza pecaminosa y de los


efectos del pecado. Es la eliminación de la presencia del pecado dentro de
nosotros para que ya no pequemos. Ya no volvemos a practicar aquellas
acciones como la inmoralidad sexual, la mentira, el robo, el homicidio, la
hechicería, y las borracheras, que son contrarias a la ley de Dios. Además,
obedecemos a Dios en todo lo que Él nos dice sin hacer ninguna pregunta2.

Adicional a la doble dimensión de la rectitud dentro del pensamiento de Pablo


para acercarnos a su entendimiento sobre la liberación es conveniente profundizar
sobre estas mismas dos dimensiones.

La primera clase de liberación, la rectitud imputada, es la base del pacto nuevo


o lo que normalmente entendemos como “Nueva Alianza”. Nos referimos
comúnmente a recibir rectitud imputada como "ser salvos por la gracia". La
rectitud imputada es la base de las predicaciones y de las enseñanzas cristianas3.

Existe muy poco entendimiento sobre la segunda clase de rectitud. Sin


embargo, es ésta segunda clase la que caracteriza el pacto nuevo “Nueva Alianza”.
(1 Jn 3, 5 ss.) En este fragmento de la Sagrada Escritura, podemos deducir que el
Señor Jesús vino para quitar nuestros pecados; no sólo ni principalmente la culpa
que sentimos por el pecado sino la presencia misma del pecado.

Según la Primera Epístola de Juan 3:3-15, los Cristianos no debemos de estar


pecando. Cuando pequemos debemos de confesar ese pecado, obteniendo tanto el
perdón como la purificación. Entonces somos restaurados a la Presencia de Dios.
La Primera Epístola de Juan no permite que el creyente continúe teniendo pecado
en su vida.

 Liberación antropológica

"Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada


uno por su parte" (1 Cor 12, 27).

San Pablo al hablar de la comunidad cristiana sostiene lo ya mencionado en


el epígrafe. Esto significa que si la comunidad y cada una de las personas son el
cuerpo del Resucitado, el Resucitado mismo allí es el alma o el Espíritu, que da

1
Texto traducido por Álvarez Cármen, La Liberación del Pecado, 2006 (Trumpet Ministries, Sociedad
Bíblica Internacional, 2006)
2
Ibíd.,
3
Álvarez, Sociedad Bíblica Internacional, 2006.
forma, vida divina, al habitar en ese cuerpo. Pero San Pablo explicita todavía más
claramente esta particular antropología revelada en Jesucristo y que implica a todo
hombre; en efecto, dice: "El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar
testimonio de que somos hijos de Dios" (Rom 8, 16).

“Aquí Pablo considera un hipotético hombre natural, que en términos de


antropología griega sería alma y cuerpo, pero para Pablo este no es el auténtico
hombre que se revela en Jesucristo. Este hombre no es solamente alma (o espíritu)
y cuerpo, sino que además tiene Espíritu (como un segundo Espíritu); así, pues, el
hombre natural, con sus dos elementos, alma y cuerpo, todo él, no constituye más
que el cuerpo en el hombre revelado, ya que el espíritu de este cuerpo es el
Espíritu de Dios que configura a su vez el alma y el cuerpo del hombre,
impulsándolo vitalmente a comportarse como Dios mismo, es decir, a dar
testimonio de que su real condición es ser hijo de Dios”4.

La justificación del ingreso al Reino de los cielos se hace a partir de


categorías morales. Evidentemente, a manera de “retribución” –unos serán puestos
a la derecha y otros a la izquierda. Unos los “buenos”, otros los “malos”. (1 Cor 6, 9)

Si no somos diligentes en servir al Señor en estas áreas estamos pecando. Ya


lo recuerda el Apóstol al decir que “nuestra lucha no es contra la carne y la sangre,
sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este
mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas (Efesios 6,
12)." Según los escritos del Nuevo Testamento, la mundanería, la impureza moral,
la desobediencia a Cristo, y el descuido de nuestra salvación son pecados.

Entre los cristianos existe un mutuo pensamiento en torno a lo que es


comportamiento pecaminoso. ¿Quién discutiría que no debemos de mentir y robar,
ni de desobedecer a Cristo, ni de descuidar nuestra salvación? Sin embargo, no
existe un entendimiento común en cuanto a que no somos libres de ir y venir a
nuestro antojo y de seguir nuestras ambiciones personales. Recordemos lo que nos
dice san Pablo hablándole a la comunidad de Corinto: "’Todo me es lícito’; mas no
todo me conviene. ‘Todo me es lícito’; mas ¡no me dejaré dominar por nada! (1 Cor
6, 12)"

A continuación podemos retomar la Primera Carta a los Corintios para


profundizar un poco más en el tema:

 Liberación espiritual

"se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un


cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual (1Cor 15, 44)".

4
Gustavo Baena, Antropología Cristiana y Sexualidad, 267
Según las palabras de la primera Carta a los Corintios, el hombre en quien la
concupiscencia prevalece sobre la espiritualidad, esto es, el “cuerpo animal” está
condenado a la muerte; en cambio, debe resucitar un “cuerpo espiritual”, el
hombre en quien el espíritu obtendrá una justa supremacía sobre el cuerpo, la
espiritualidad sobre la sensualidad. Es fácil entender que Pablo piensa aquí en la
sensualidad como suma de los factores que constituyen la limitación de la
espiritualidad humana, es decir, esa fuerza que “ata” al espíritu (no
necesariamente en el sentido platónico) mediante la restricción de su propia
facultad de conocer (ver) la verdad y también de la facultad de querer libremente y
de amar la verdad5. Lo cierto aquí, es que hay una realidad latente e interna en
medio de la espiritualidad y la sensualidad, está es que "para ser libres nos libertó
Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de
la esclavitud (Gálatas 5, 1)."

Por lo cual, continúa san Juan Pablo II:

No puede tratarse aquí de esa función fundamental de los sentidos, que sirve para
liberar la espiritualidad, esto es, de la simple facultad de conocer y querer, propia
del compositum sicosomático del sujeto humano. Puesto que se habla de la
resurrección del cuerpo, es decir, del hombre en su auténtica corporeidad,
consiguientemente el “cuerpo espiritual” debería significar precisamente la
perfecta sensibilidad de los sentidos, su perfecta armonización con la actividad del
espíritu humano en la verdad y en la libertad. El “cuerpo animal”, que es la
antítesis terrena del “cuerpo espiritual”, indica, en cambio, la sensualidad como
fuerza que frecuentemente perjudica al hombre, en el sentido de que él, viviendo
“en el conocimiento del bien y del mal” está solicitado y como impulsado hacia el
mal. (Juan Pablo II, 1982).

La perfecta libertad la concede y conocemos por Cristo "que se entregó a sí


mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso, según
la voluntad de nuestro Dios y Padre (Gálatas 1,4)" Pero también hay un gran
muro que nosotros con nuestra misma libertad que nos ha otorgado Cristo
levantamos: la división entre el comportamiento de dignidad y el deshonesto.

Los cristianos de hoy conocen muy bien el aspecto del perdón que se encuentra
en la salvación. Sin embargo, existe confusión en cuanto al aspecto libertador que
existe en la salvación6.

 Liberación por medio de la fe, vehículo para el perdón de los pecados.

"El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas


formas de sufrimiento y de dolor". Por eso el Señor, al prometer la redención,
anuncia el gozo del corazón unido a la liberación del sufrimiento (cf. Is 30,29;
5
Juan Pablo II, La espiritualización del cuerpo según la doctrina de San Pablo, 1982.
6
Texto traducido por Álvarez Cármen, La Liberación del Pecado, 2006 (Trumpet Ministries, Sociedad
Bíblica Internacional, 2006)
35,10; Ba 4,29). En efecto, Él es "aquel que libra de todo mal" (Sab 16, 8). Entre los
sufrimientos, aquellos que acompañan la enfermedad son una realidad
continuamente presente en la historia humana, y son también parte del profundo
deseo del hombre de ser liberado de todo mal. (Benedicto XVI, 2008).

La salvación cristiana tiene que ver casi exclusivamente con el perdón de


nuestros pecados y de nuestras debilidades. Al revisar los escritos del Nuevo
Testamento, empezando con los Evangelios, la idea de que la salvación Cristiana
tiene que ver casi exclusivamente con el perdón de nuestros pecados y de nuestras
debilidades no tiene sustento. De Mateo hasta el Apocalipsis, el énfasis está en un
comportamiento santo. Si estudiáramos lo que Cristo dijo referente a Su regreso,
según está escrito en los acontecimientos de los Evangelios y en el Libro del
Apocalipsis, comprenderíamos que Cristo juzgará a cada creyente con gran
severidad, conforme a su comportamiento en este mundo7.

Según las Escrituras, ninguna de estas creencias es verdadera. Ninguna de ellas


representa el plan de Dios en Cristo para nuestra liberación de nuestros pecados.
Ninguna de ellas es la respuesta a la pregunta del Apóstol Pablo, "¿Quién me
librara de este cuerpo de muerte?" A esta pregunta se suma otra, es “pues ¿qué?
¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!
(Rom 6, 15)”. Porque Cristo nos ha liberado para que vivamos como hijos de la luz,
y éste es su querer, que “no expongamos la maledicencia nuestro privilegio (Cf.
Rom 14, 16)”. Porque ya no nos trata como siervos, ahora somos sus amigos, tal
como lo recuerda en la Carta a Filemón: "y no como esclavo, sino como algo mejor
que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto
más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor! (Fil 1, 16)”.

Conclusión

La Liberación en san Pablo podría calificarse como el tema que amplía la persona
de Jesús a través de la misericordia, el perdón y la salvación. El amor que se
encuentra transparentado en su persona, que vino no para abolir la ley sino para
darle plenitud, una nueva ley liberadora a través de la cual se fecunda una nueva
criatura. Mezcla elementos teológicos pero también bíblicos que fundamentan la
fuerza liberadora que emana de Cristo, que nos ha sacado de la esclavitud, no
llamándonos siervos, sino permitiéndonos llamar a Dios Abba, Padre, un Padre que
nos ha hecho libres para vivir según el amor.

Por: Farud Ignacio Bríñez Villanueva

7
Ibíd.,

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