Salvador Lara, Jorge - Antonio José de Sucre

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J ORGE SALVADOR LARA

Antonio José de Sucre,


Precursor del moderno rescate del
Patrimonio Cultural de la Humanidad

Homenaje al vencedor en Pichincha, Ayacucho y Tarqui

Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas

Casa de la Cultura E cuatoriana


“Benjamín Carrión”
QUITO - E CUADOR
2001
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 3

© iMaction
E rnesto Muñoz 136 y E dmundo Carvajal
(593 2) 2240 - 583

Digitalización, Publicación PDF:


Juan Manuel Rosero
© Comisión Nacional Permanente de
Conmemoraciones Cívicas

Homenaje al vencedor en
Pichincha, Ayacucho y Tarqui
Jorge Salvador Lara

© Casa de la Cultura Ecuatoriana


“Benjamín Carrión”, 2001
© Fondo Editorial C.C.E. 2001
Av. 6 de Diciembre N 16-224 y Av. Patria

Impresión, Encuadernación:
Editorial Pedro Jorge Vera

Impreso en Ecuador – Printed in Ecuador

E-mail: [email protected]
www.cce.org.ec
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E n los largos siglos coloniales no estaba Venezuela, patria


de Bolívar y Sucre, en las rutas a Quito desde la Metrópoli espa-
ñola o, a partir de Quito, hacia el Viejo Mundo; pero a mediados
del siglo XVIII se produjeron pugnas de intereses por el cacao,
en cuyo mercado español irrumpió con fuerza Venezuela para
desmedro de las exportaciones guayaquileñas. A fin de vencer las
prohibiciones reales hubo que alargar la ruta desde Guayaquil a
E spaña y, por tanto, también los fletes del cacao de la cuenca del
Guayas, transportado primero a Acapulco, para cruzar después
todo el territorio mexicano.
E l gran intermediario, para el conocimiento de las gentes y
cosas venezolanas en lo que hoy es E cuador, fue el Barón Ale-
jandro von Humboldt, quien antes de llegar a la región andino-
ecuatorial y su "Avenida de Volcanes", así denominada por él,
estuvo morosamente en Venezuela. Humboldt fue el primero en
descubrir y anunciar al mundo la existencia del canal del Casi-
quiare entre las cuencas del Orinoco y el Amazonas. Años más
tarde, ya en París, allegó a su círculo de amigos a los jóvenes Bo-
lívar y Rocafuerte, dos aristócratas terratenientes sudamericanos
que disfrutaban a manos llenas en E uropa el prestigio y las deli-
cias que proporcionaban sus haciendas tropicales. Bolívar y Ro-
cafuerte, íntimos amigos al principio, se distanciaron después, su
recíproco afecto fue deteriorándose y terminó en desacuerdos y
pugnas. También se conocieron en París Bolívar y Carlos Mon-
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túfar, hijo éste del Marqués de Selva Alegre, don Juan Pío Mon-
túfar, primer presidente de la América Revolucionaria -según le
llamara Neptali Zúñiga-, dirigente del movimiento pionero del
10 de agosto de 1809 que, por primera vez desde la conquista y
colonización españolas, derrocó y apresó a la máxima autoridad
subyugante, el Conde Ruiz de Castilla, don Manuel de Urriez,
Presidente de la Real Audiencia de Quito.
A comienzos de 1810 el Coronel Carlos Montúfar y su pri-
mo don Antonio Villavicencio, quiteños ambos, fueron designa-
dos Comisionados Regios, el primero para Quito, el segundo pa-
ra Bogotá. Llegaron a Caracas a tiempo para ser testigos del mo-
vimiento auroral del 19 de abril de 1810. ¿Se volvieron a ver, ya
en tierras americanas, durante esos días, Bolívar y Montúfar?
Años después, sí; por entonces, sólo es probable que se hayan
visto. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que el quiteño conti-
nuó viaje a su tierra pero no alcanzó a llegar a tiempo para im-
pedir la bárbara matanza de los líderes patriotas de l809, apresa-
dos y asesinados en el Cuartel Real de Quito el 2 de agosto de
l810 por las tropas limeñas de represión enviadas por el Virrey
Abascal, desde el Perú. Una treintena de dirigentes cayeron ma-
sacrados, y en los motines subsiguientes, en aquel día de horror,
más de doscientos cadáveres ensangrentaron las calles y plazas
quiteñas.
La profunda impresión por el abominable desenlace de la
Revolución de Quito estremeció a la América toda. E n Caracas
se alzaron vigorosas voces de protesta contra los autores del
espeluznante crimen. Los poetas Sata y Bussy entonaron senti-
das elegías en honor de Morales, Salinas, Quiroga y más patrio-
tas asesinados. Y en la Iglesia de Altamira, con masiva concu-
rrencia de dolientes, se celebraron solemnes funerales ante un
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catafalco alusivo a los mártires quiteños.


Las noticias de estos hechos impactaron en el espíritu de
Bolívar, cuyo corazón se sintió lacerado por el crimen del 2 de
agosto, según lo dio a conocer reiteradamente al declarar la
"Guerra a Muerte" para radicalizar contra E spaña la lucha por la
independencia de América. E n mi libro Sucre, precursor del Derecho
Internacional Humanitario, publicado en Caracas gracias a la gene-
rosa amistad del ilustre académico Dr. José Luis Salcedo-Bastar-
do, Presidente de la Comisión del Bicentenario de Sucre, he ci-
tado ampliamente las expresiones de Bolívar y la mención que
hace de los mártires de Quito.
E ntre los papeles del Libertador, tan ricos de pensamiento
y castiza elegancia, escritos con un estilo que apartándose del en-
golamiento de la época se anticipa en el uso fluido y moderno
del español -verdadera revolución idiomática que permitiría sos-
tener que Bolívar es a la prosa castellana lo que Rubén Darío es
a la poesía-, los "manifiestos ante las naciones del mundo" para
explicar la declaratoria de guerra a muerte tienen, además de la
importancia que en su hora alcanzaron, una superior trasceden-
dencia que avanza hasta nuestros días con sin igual fuerza crea-
dora. E n efecto, a más de la vigorosa enunciación de derechos
humanos conculcados (siguiendo los lineamientos de los mani-
fiestos revolucionarios quiteños de 1809), aparecen allí prefigu-
rados dos principios fundamentales que el moderno Derecho
Internacional ha formulado con claridad meridiana: primero, "el
supremo derecho de los pueblos a rebelarse contra la tiranía y la
opresión" y, segundo, el "inmanente derecho de los E stados a la
legtíma defensa".
E se manifiesto de 1813 se complementó después con la
"Carta de Jamaica" (1815) y los diversos decretos, cartas y men-
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sajes para la convocatoria del Congreso Anfictiónico de Panamá


(1826), exponentes todos ellos de la claridad de pensamiento de
Bolívar, su anticipación genial a la época en que vivió y la perse-
verancia invencible para sostener sus concepciones fundamenta-
les. Otro principio máximo se desprende de ellos, antes no ma-
nifestado con la claridad y precisión con que él lo hizo: la idea
de una "organización universal de la comunidad internacional" y,
correlativamente, la de una "organización regional de la comuni-
dad hispanohablante"... Desarrollo de esos pensamientos han si-
do, mutatis mutandis, la creación a fines del siglo pasado de la
entidad que luego se llamó Unión Panamericana, hoy "Organi-
zación de E stados Americanos" (OE A), bajo la tutela indisimu-
lada de los E stados Unidos (a quienes el Libertador no quiso in-
vitar a la Conferencia Anfictiónica de Panamá, aunque sí lo hizo
Santander, el Vicepresidente de Colombia, contrariando las ór-
denes de Bolívar); la creación, al finalizar la I Guerra Mundial,
de la "Liga de las Naciones", que no logró prevenir la Il Guerra
Mundial, y la fundación, al finalizar ésta, de la actual "Organiza-
ción de las Naciones Unidas". E s, por tanto, "el caraqueño uni-
versal", el genio precursor de la organización planetaria de la Co-
munidad Internacional así como de la organización regional de
la comunidad iberoamericana. Nadie, antes de él, así lo había
concebido, pues los pensadores europeos preconizaban la orga-
nización de una comunidad internacional europea, cuando más
con la inclusión de uno que otro E stado de las Américas antes
colonizadas o del resto del mundo. Con razón, entonces, prime-
ro la "Liga de las Naciones", en 1930, centenario de la muerte de
Bolívar, y luego la "Organización de las Naciones Unidas", en
1983, bicentenario del nacimiento del Libertador, rindieron ho-
menaje a su nombre en sendas declaraciones expresas, excepcio-
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nales apoteosis y honor no conferidos a ningún personaje de la


historia mundial.
Ante la barbarie desatada por la "Guerra a Muerte", Bolí-
var instruyó a su joven lugarteniente, el General Antonio José de
Sucre, negociar con el jefe español, General Pablo Morillo, un
tratado de regularización de la guerra. Fue entonces cuando el
futuro Gran Mariscal, con su mente lúcida y su corazón de oro,
y después con su práctica concorde con sus sentimientos, con-
quistó para siempre el renombre de "Precursor del Derecho In-
ternacional Humanitario", que me ha sido honroso sugerir para
él.
Poco después el Libertador ordenó a Sucre organizar y lle-
var adelante la difícil y arriesgada campaña militar para liberar la
antigua Real Audiencia y Presidencia de Quito del dominio es-
pañol, que desde el siglo XVII había sido puesta por la monar-
quía española bajo la jurisdicción del Virrey de Santa Fe de Bo-
gotá. Bolivar, insigne defensor del uti possidetis iuris 1810, creía, en
parte con razón, que las delimitaciones coloniales se referían a
los "virreinatos", y por eso sostuvo ese principio con ardor con-
siderando que la Gran Colombia era heredera jurídica del Vi-
rreynato de Santa Fe de Bogotá; y digo que tenía razón en par-
te, porque en realidad, las circunscripciones territoriales colonia-
les, en base de las cuales era aplicable el uti possidetis iuris, eran las
circunscripciones de las Audiencias y Capitanías Generales, y la
Gran Colombia, por tanto, tenía derecho a reclamar su jurisdic-
ción sobre todo el territorio asignado a la Presidencia de Quito.
Las instrucciones dadas por Bolívar a Sucre fueron, entre
otras, las de apoyar con las armas al Gobierno Revolucionario
de Guayaquil que había depuesto a las autoridades españolas;
procurar la voluntaria adhesión de Guayaquil a la Gran Colom-
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 9

bia de acuerdo con los principios indicados; y cooperar, en to-


do caso, con la Junta guayaquileña para lograr la independencia
definitiva de Quito mediante las armas.
E l primer envío de tropas, material bélico y más pertrechos
grancolombianos con destino a lo que hoy es el E cuador estuvo
comandado por el General José Mires, español que había adhe-
rido a la causa de la indepedencia, antiguo profesor de Sucre en
Caracas, amigo suyo y hombre de su absoluta confianza. No vie-
ne al caso relatar ahora la campaña que culminó con el gran
triunfo de Sucre en la sangrienta batalla librada entre los ejérci-
tos pátriota y realista en las laderas del volcán Pichincha. Lo cier-
to es que Quito quedó al fin libre, casi trece años después de su
pionero alzamiento independentista, aclamó al joven y victorio-
so general y le entregó su corazón, apasionado sentimiento que
Sucre correspondió con vibrante hidalguía. Poco después, el 16
de junio de 1822, Bolívar llegó por primera vez a Quito. E l 25 de
julio de ese mismo año recibió, como dueño de casa, en Guaya-
quil, al General José de San Martín, el victorioso líder de la liber-
tad del sur del continente.
Los dos generales venezolanos, el Libertador y Sucre, en-
contraron en Quito, cada uno de ellos, el amor de sus vidas.
Igual lo haría, algo más tarde, el joven General Juan José Flores,
"hijo del pueblo de Venezuela" exaltado a la Presidencia del
E cuador, según lo recuerda broncínea placa colocada en home-
naje suyo, en la catedral, por el Presidente Herrera Campins en
su visita a la capital ecuatoriana.
E n el E cuador, por primera vez, tuvo Bolívar contacto con
la gran masa de población aborigen, y la visión de su indigencia
dinamizó en él la sensibilidad de su conciencia social y su pasión
por la justicia, sentimientos que se manifestaron luego, durante
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lo que le quedaba de vida, en múltiples decretos y declaraciones.


Le impresionaron, al mismo tiempo, la belleza del paisaje, los
numerosos volcanes de los Andes del E cuador y su peligro, así
como las virtudes y recia personalidad de sus gentes.

"...E ste hermoso país, tan colombiano y tan patriota, que nin-
guno le excede en estos sentimientos, es bien fértil, poblado, y ofre-
ce las más hermosas esperanzas... (Carta a los Generales Marqués de
Toro y Fernando Toro, Quito, 21-VI-1822. Juan Viteri Durán, "Car-
tas ecuatorianas del Libertador Simón Bolívar", en Revista del Colegio
Nacional Teodoro Gómez de la Torre, N° 13, Ibarra, 1979, p.280)
"...E ste país me ha parecido hermoso en su agricultura de mie-
ses, y en su numerosa población..." (Carta al General Santander, Qui-
to, 21-VI-1822. Viteri Durán, Op. cit., p. 281).
"...Aseguro a Ud. con franqueza que a pesar de la aparente
tranquilidad en que nos hallamos en el Sur, yo comparo este país con
el Chimborazo que exteriormente está muy frío mientras que su ba-
se está ardiendo..." (Carta al General Santander; Guayaquil, 3-VIII-
1822. Viteri Durán, Op. cit., p. 303).
"...E l país es agradable, alegre, rico y bueno: no tiene un defec-
to, para mí es la mejor provincia de Colombia, comparado todo..."
(Carta al General Santander, Guayaqull, 27-VIII -1822). Viteri Du-
rán, Op. cit., p. 311).
"...Los departamentos del sur de Colombia tienen un país muy
hermoso, aunque amenazado de una batería de volcanes..." (Carta al
Gral. Fernando Toro, Cuenca, setiembre 23 de 1822. Viteri Durán,
Op. cit., p. 325).
"....Los valles de Quito son pintorescos, pero están amenaza-
dos de horribles volcanes: y yo aseguro que este país será inundado
de fuego, y no le encuentro otro defecto" (Carta a D. Fernando Pe-
ñalver, Cuenca, 25-lX-1822. Viteri Durán, Op, cit., p. 329).

Durante uno de sus recorridos el Libertador intentó esca-


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lar el Chimborazo y hasta logró llegar a las Murallas Rojas, un si-


tio del colosal nevado a más de 4.000 metros de altura. Bajo esa
impresión escribió su famoso "Delirio sobre el Chimborazo",
página sublime entre las sublimes, verdadero poema en prosa, vi-
sión profética, hambre de inmortalidad.

E s interesante señalar que la contemplación de la bravía


naturaleza de la región ecuatorial despierta en el Libertador, con
hondura y vigor, el sentido de lo trascendente, que hace reflore-
cer los sentimientos religiosos en los que fue educado:

"...Los dos tercios de mi vida se han pasado ya -escribe, y el ter-


cio que falta lo quiero emplear en cuidar mi alma y mi reputación:
porque yo tengo que dar cuenta a Dios y al mundo de mi vida pasa-
da y no quiero morir sin dejar antes mis cuentas corrientes..." (Carta
desde Guayaquil al General Santander, agosto 27 1822. Viteri Durán,
Op. cit., p. 312)

Tampoco Sucre es inmune al hechizo quitense, en el que


desde entonces vivirá soñando. Los ejércitos vencedores en Pi-
chincha, bajo el mando de Sucre, primero, y de Bolívar, después,
completaron con las victorias de Junín y Ayacucho la indepen-
dencia de la América Meridional. Luego vinieron los días del
Cuzco y la independencia de Bolivia. Desde esas lejanas tierras,
son célebres las muchas cartas que escribe, particularmente al
Coronel Vicente Aguirre, con expresiones del singular amor del
héroe de Pichincha por la ciudad de su gloria, patria de su mujer
amada. Mencionarlas todas sería cuento de no acabar; permitid-
me, sin embargo citar algunas de sus expresiones, a modo de flo-
rilegio en honor de mi tierra nativa:
12 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

"...E n toda la guerra está en mi anhelo volver pronto a mi ama-


da Quito..." (Challhuanca, 8-X-1824. Jorge A. Garcés G. "La Marque-
sa de Solanda. Cartas de Sucre al Coronel Vicente Aguirre, "Museo
Histórico", N° 23, Quito, 1956, p. 51).
"...Si mis amigos de Quito desean que yo vaya al pueblo más
querido de mi corazón... crea Ud. que todas mis ansias después de
acabada la campaña del Perú es ir a Quito, descansar unos días para
dar un salto a Cumaná a ver a mi familia y arreglar mis intereses y sus
asuntos que han sufrido algún trastorno después de la muerte de mi
padre y volverme a establecer para siempre en Quito...". (Cochabam-
ba, 15-VI-1825. Garcés, Op. cit., p. 71).

Refiriéndose a la Marquesa de Solanda:

"...E s después de todo, quiteña; y yo quiero una quiteña para


compañera de mi vida..." (La Paz, 5-IX-l925. Garcés, Op. cit., p. 75).
"...Ud. sabe cuanto amo yo a Quito..." (Huancayo; 27-IX-
1825. Garcés, Op. cit., p. 79).
“..Mi corazón siempre está allá, particularmente en Quito"
(Potosí, X-1825. Garcés, Op. cit., p. 82).

Y otra vez:

"...Ud. no puede juzgar cuanto amo a Quito, no sé qué me su-


ceda en esa tierra fría y triste para otros, y para mi tan buena". (Chu-
quisaca, 12-Xll- 1825. Garcés, Op. cit., p. 87).
"...Asegúreles Ud. que siempre y siempre me son muy caros los
quiteños..." (Chuquisaca, 12-XI-1826. Garcés, Op. cit., p. 131).
"...Ya la mía no es ansia sino desesperación de irme a la vida
privada, el día que llegue a Quito y me retire a una casa de campo,
creo haberme salvado del naufragio..." (La Paz, 19-III-1827. Garcés,
Op. cit., p. l44).
"...De Chisinche a Chillo y de Chillo a Chisinche: unos buenos
libros; unos pocos amigos y escogidos; una bonita casa de campo; y
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 13

querer cada día más y más a la buena compañera de mis destinos..."


(La Paz, 16-IV-1827. Garcés, Op. cit., p. 151).

"...Cuánto me interesa saber el estado de un país donde pueda


yo vivir y donde enterraré probablemente mis huesos..." (Chuquisa-
ca, 20-VIlI-1827. Garcés, Op. cit., p.175).

E l 24 de mayo de 1824, dos años después de su triunfo en


Pichincha, el General Sucre se dirige a la Muy llustre Municipa-
lidad de Quito con la siguiente carta, actualmente reproducida
en una placa de bronce a la entrada del Palacio Muncipal de la
capital ecuatoriana:

"Al marchar hoy para empezar las operaciones de la campaña


del Perú, me permito tener con Vuestra Señoría Muy llustre el agra-
dable recuerdo del día en que Quito aseguró su libertad y los princi-
pios de que dio ejemplo a Colombia en la carrera de la Independen-
cia.
E l 24 de mayo será siempre célebre para mí más por haber vis-
to rotos los lazos de la opresión con que era Quito arrastrado al ca-
rro ignominioso de la E spaña, que por el triunfo que obtuvieron las
armas bajo mi dirección en las faldas del Pichincha.
Consagrado dede entonces casi exclusivamente a servir a Qui-
to, me es complaciente ofrecerle en este dia por medio de V.S.M.I. un
nuevo tributo de consideración y de amor patrio, cuando alejada la
guerra de las fronteras de la república por el ejército que está a mi
mando, puede éste ofrecer a los pueblos del E cuador que sus traba-
jos en la presente campaña tienen el objeto de libertar al Perú y la re-
compensa de fijar para siempre la paz del sur de Colombia." (A rchivo
Sucre, Tomo IV, pp. 307-308).
Desde Potosí, el 9 de abril de 1825, Sucre, en carta di-
rigida al I. Municipio de Quito manifiesta lo siguiente:
14 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

"Ciertamente que debe ser grato y satisfactorio al ilustre y pa-


triótico Quito, que el rayo de libertad que alumbró en la cumbre del
Pichincha, haya alcanzado hasta la cima elevada del Potosí. E l 24 de
Mayo de 1822 se rompió el obstáculo que embarazaba a las legiones
colombianas el paso del E cuador para precipitarse desde allí al Perú
arrojando a los orgullosos enemigos de la América; y el 9 de diciem-
bre en Ayacucho se cumplieron los votos del E jército Libertador. Las
felicitaciones que Vuestra Señoría muy ilustre se sirve hacerme por
este fausto suceso, me son tanto más apreciables cuanto que vienen
a nombre del pueblo más querido de mi corazón. Dígnese Vuestra
Señoría Muy llustre mostrarle que este sentimiento de amor por los
Quiteños durará en mi alma hasta los últimos días de mi vida; y que
siempre recordaré con ternura y gratitud los servicios que ellos han
prestado generosamente para la Campaña del Perú". (A rch. Sucre, To-
mo V, pp. 395-396).

La preocupación respecto al destino de sus restos morta-


les, mencionada ya en una carta al Coronel Aguirre, aparece
reiteradamente en su pluma, en cartas íntimas, lo que demues-
tra su absoluta sinceridad. Así, por ejemplo, en la de diciembre
12 de 1825, desde Chuquisaca, dice al Coronel José Trinidad
Morán:

"...Ud. parece que quiere quedarse donde yo me quede, agra-


deciéndole su cariño y su amistad, le diré que no sé lo que será de mí.
Acaso me veré en la precisión de quedar en esta república hasta el
año 27 pero yo nunca pierdo de vista irme a fijar en Quito, porque
pienso que mis huesos se entierren en el E cuador, o que se tiren den-
tro del volcán de Pichincha". (A rchivo de Sucre, tomo VIl; pp. 479-480).

E n una de aquellas cartas de Sucre a Aguirre, la escrita des-


de Huancayo el 7 de setiembre de 1824, aparece quizás por pri-
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 15

mera vez el tema de los Incas y el vaticinio de entrar al Cuzco:

"...E s muy posible -dice- que los libertadores visiten en di-


ciembre el Templo del Sol en la capital de los Incas". (Garcés,
Op. cit.; p. 41).
Llegó en efecto Sucre al Cuzco, entre delirantes aclamacio-
nes de afecto. E n las tres imprecaciones de que consta la procla-
ma que dirigió el 29 de diciembre de 1824 "A los habitantes del
Cuzco", en la primera y en la última se refiere a los antiguos hi-
jos del sol:

"Cuzqueños: E i Libertador de Colombia os envía la paz y la re-


dención -les dice en la primera-. Del otro lado del E cuador, él oyó los
gemidos del puebio querido de los Incas, y vino a salvaros de la es-
clavitud..." (A rchivo Sucre, Tomo IV, p. 574).

Y luego, en la tercera, concluye exclamando:

"E l E jército Libertador, que desde tierras lejanas viene comba-


tiendo la libertad, os pide por recompensa vuestra amistad y unión.
La dicha del Perú son los bienes que anhela; y volver a su país llevan-
do por trofeos, dulces recuerdos y las bendiciones de los remotos
descendientes del Sol" (A rchivo Sucre, Tomo IV, p. 575).

¡Cómo habrán impresionado al Gran Mariscal de Ayacu-


cho, a pesar de estar en ruinas, las esplendorosas construcciones
incásicas! Pocas pero magníficas preseas le son entregadas en re-
conocimiento. E l se desprende al punto de todas ellas.

E 1 30 de diciembre escribe a Bolívar:

"Mi general: Por fin escribo a Ud. del Cuzco el año 24, y le es-
16 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

cribo después que ya no hay enemigos en el Perú. Se ha verificado la


oferta que Ud. hizo a los pueblos de acabar la guerra en este año, y
es una de mis satisfacciones más grandes. Le hago a Ud. el presente
de la bandera que trajo Pizarro al Cuzco trescientos años pasados:
son una porción de tiras deshechas, pero tiene el mérito de ser la con-
quistadora del Perú. Creo que será un trofeo apreciable para Ud. No
la mando ahora porque no se extravíe; la llevará el primer oficial de
confianza que vaya...". (Antonio José de Sucre, De mi propia mano, Se-
lección y prólogo J.L. Salcedo Bastardo, Caracas, 1981, p. 206).

Y en carta desde Potosí al Secretario de E stado del des-


pacho de la guerra de Colombia, le manifiesta:

"...E l señor coronel graduado Antonio E lizalde, ayudante ge-


neral y diputado del ejército para felicitar a S.E , el vicepresidente por
el feliz término de la campaña de las tropas colombianas en el Perú
que ha finalizado la guerra de la independencia, tendrá el honor de
presentar a S.E . el estandarte real de Castilla con que los españoles
entraron a este rico país trescientos años pasados. E ste trofeo que el
ejército presenta a S.E . en testimonio de respeto y de aprecio, recor-
dará un día a los hijos de los libertadores, que sus padres, penetrados
de los deberes patrios y del sublime amor a la gloria, condujeron en
triunfo las armas de Colombia a las frías y eminentes cimas del Poto-
sí. También pondrá a los pies de S.E . Los cuatro pendones españoles
de las provincias del Alto Perú que formaban la insignia del vasallaje
y esclavitud de estos pueblos a los descendientes de Fernando VI, y
que hoy han recobrado su libertad y sus derechos por el valor, cons-
tancia y heroismo de las legiones de la República. A estos trofeos que
el ejécito tributa, como resultado de sus trabajos al gobierno de su pa-
tria, añade el noble orgullo de asegurarle que han desaparecido los
enemigos que oprimían la tierra de Manco Cápac...". (Antonio José
de Sucre, Cartas y otros escritos, Prólogo de Alfonso Rumazo González,
Caracas, 1980, p. 178).
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 17

Sucre, en carta a su amigo el Coronel Aguirre, de julio 15


de 1825, escrita en Cochabamba, en la que vuelve al primer pla-
no el tema de los Incas y aparece con claridad el aprecio que po-
nía en las reliquias históricas que debían conservarse con esme-
ro, dice:

"...Muchas gracias a su felicitación por mi ascenso a General en


Jefe de Colombia; realmente no esperaba este grado que en nuestro
país es tan difícily aunque la batalla de Ayacucho que ha dado liber-
tad al Perú y paz a la América, tiene un mérito extraordinario, dudé
que se le diese exactamente en Bogotá. E stoy muy agradecido al Con-
greso por el presente de la E spada que me ha regalado; y pienso re-
tribuírsela con otro presente de un gran mérito que es el manto de la
última reina de los Incas que los españoles por ningún tesoro pudie-
ron conseguir y que me lo han regalado sus descendientes; añadiré a
esto para el Congreso, una corona de oro que me ha regalado esta
ciudad cuyo valor físico aunque no es de importancia, tiene sí el infi-
nito valor moral de ser el presente de un pueblo patriota a un Gene-
ral colombiano que ha conducido en triunfo las armas de su patria a
dos mil leguas.- Al Libertador le regalé la bandera con que Pizarro
entró al Cuzco, y le he mandado al Vicepresidente seis banderas de
los regimientos españoles vencidos en Ayacucho y los cuatro estan-
dartes, etc., etc., de las cuatro provincias del Alto Perú, con lo sellos
reales, etc., etc." (A rchivo de Sucre, Tomo Vl, p. p. 428).

¡"E l manto de la última reina del Perú"!... "La bandera con


que Pizarro entró al Cuzco". ...¡Preciosas piezas de una historia
secular: la mente de Sucre fortalece su atención sobre la rica tra-
dición cultural de los Altos Andes y piensa que esos objetos, de
escaso valor físico pero de infinito valor moral, deben conser-
varse con dignidad para las generaciones futuras, por lo que los
envía a quienes así pueden hacerlo.
18 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

Poco después, de camino al Cuzco, antigua capital del In-


cario, a donde llega Bolívar el 25 de junio de 1825, para encon-
trarse con Sucre, el Libertador recibe el "Canto a Junín", del in-
signe poeta guayaquileño Dr. José Joaquín de Olmedo, quien,
para no romper la unidad de su epopeya al relatar las homéricas
batallas de Junín y Ayacucho, dos momentos distintos de la mag-
na gesta independentista, recrea con arte singular la figura de
Huayna Cápac, el mayor de los Incas -nacido no en Cuzco sino
en Tomebamba, la actual Cuenca del E cuador-, Inca que desde
el más allá, según el poema, felicita y bendice a los ejércitos pa-
triotas por haber reivindicado, en las dos grandes batallas, la li-
bertad y la justicia americanas frente a los ejércitos españoles.
Al leer el poema, en una primera reacción, Bolívar se sien-
te ciertamente agradecido con al autor del "Canto a Junín", pe-
ro considera que el poema exalta de tal manera a los guerreros
de la libertad que termina destrozándolos, ánimo con el que es-
cribe a Olmedo el 27 de junio:

"Querido amigo: Hace muy pocos días que recibí en el camino


dos cartas de Vd. y un poema: las cartas son de un político y un poe-
ta, pero el poema es de un Apolo. Todos los calores de la zona tórri-
da, todos los fuegos de Junín y Ayacucho, todos los rayos del Padre
de Manco Cápac, no han producido jamás una inflamación más in-
tensa en la mente de un mortal. Ud, dispara... donde no se ha dispa-
rado un tiro; Ud. abraza la tierra con las armas del eje y de las ruedas
de un carro de Aquiles que no rodó jamás en Junín; Ud. se hace due-
ño de todos los personajes: de mí forma un Júpiter; de Sucre un Mar-
te; de La Mar un Agamenón y un Menelao; de Córdoba un Aquiles;
de Necochea un Patroclo y un Ayax; de Miller un Diómedes, y de La-
ra un Ulises. Todos tenemos nuestra sombra divina o heroica que nos
cubre con sus alas de protección como ángeles guardianes. Ud. nos
hace a su modo poético y fantástico; y para continuar en el país de la
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 19

poesía, la ficción y la fábula, Ud. nos eleva con su deidad mentirosa,


como el águila de Júpiter levantó a los cielos a la tortuga para dejarla
caer sobre una roca que le rompiese sus miembros rastreros: Ud.,
pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado en el abismo de
la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor
de nuestras opacas virtudes. Así, amigo mío, Ud. nos ha pulverizado
con los rayos de Júpiter, con la espada de su Marte, con el cetro de
su Agamenón, con la lanza de su Aquiles, y con la sabiduría de su Uli-
ses. Si yo no fuese tan bueno y Ud. no fuese tan poeta, me avanzaría
a creer que Ud. había querido hacer una parodia de la Ilíada con los
héroes de nuestra pobre farsa. Mas no, no lo creo, Ud. es un poeta y
sabe bien, tanto como Bonaparte, que de lo heroico a lo ridículo no
hay más que un paso, y que Manolo y el Cid son hermanos, aunque
hijos de distintos padres. Un americano leerá el poema de Ud. como
un canto de Homero; y un español lo leerá como un canto del "Fa-
cistol" de Boileau. Por todo eso doy a Ud. las gracias penetrado de
una gratitud sin límites" (Bolívar, Obras completas, Tomo II; pp. 521-
522).

E n esa misma carta da a conocer las primeras admirativas


impresiones que le producen el Cuzco y la antigua civilización
incaica:

"He llegado ayer al país clásico del sol de los Incas, de la fábu-
la y de la historia -dice-. Aquí el sol verdadero es el oro; los Incas son
los virreyes o prefectos; la fábula es la historia de Garcilaso; la histo-
ria, la "Relación de la destrucción de los Indios", por Las Casas. Abs-
tracción hecha de toda poesía, todo me recuerda altas ideas, pensa-
mientos profundos; mi alma está embelesada con la presencia de la
primitiva naturaleza, desarrollada por sí misma, dando creaciones de
sus propios elementos por el modelo de sus inspiraciones más ínti-
mas, sin mezcla alguna de las obras extrañas, de los consejos ajenos,
de los caprichos del espíritu humano, ni el contagio de la historia de
los crímenes y de los absurdos de nuestra especie. Manco Cápac,
20 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

Adán de los indios, salió de su Paraíso titicaco y formó una sociedad


histórica, sin mezcla de fábula sagrada o profana. Dios lo hizo hom-
bre: él hizo su reino, y la historia ha dicho la verdad; porque los mo-
numentos de piedra, las vías grandes y rectas, las costumbres inocen-
tes y la tradición genuina, nos hacen testigos de una creación social
de que no tenemos ni idea, ni modelo ni copia. E l Perú es original en
los fastos de los hombres. E sto me parece, porque estoy presente, y
me parece evidente todo lo que, con más o menos poesía, acabo de
decir a Ud." (Bolívar, Obras completas, II, 521 -523).

E n otra carta al General Santander, la del 28 de junio, da a


conocer Bolívar otras impresiones sobre su llegada al Cuzco:

"Hace tres días que he llegado a esta capital, por medio de pue-
blos agradedecidos y contentos, de memorias, de monumentos de lo
que fue este inocente imperio antes de su destrucción por los españo-
les. Diré a Ud. con ingenuidad que si no hubiera leído "Las ruinas de
Palmira" siempre hubiera saboreado la memoria de las grandes cosas
y de los grandes sucesos que han precedido a la época presente. E ste
país fue la obra de la naturaleza desenvuelta por las manos del hom-
bre salvaje: pero guiado por un instinto que se puede llamar la sabidu-
ría de la pura naturaleza. E ste país, en sus creaciones, no ha conocido
modelos; en sus doctrinas, no ha conocido ejemplos ni maestros, de
suerte que todo es original y todo puro como las inspiraciones que
vienen de lo alto. Los pobres indígenas se hallan en un estado de aba-
timiento verdaderamente lamentable. Yo pienso hacerles todo el bien
posible: primero, por el bien de la humanidad, y segundo, porque tie-
nen derecho a ello, y últimamente, porque hacer bien no cuesta nada
y vale mucho" (Bolívar, Obras completas, 11, p. 525).

Un mes más tarde, en carta a Hipólito Unanue, Presidente


del Consejo de Gobierno del Perú; Bolívar le informa:

"...He visto los monumentos de los incas, que tienen el mérito


ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 21

de la originalidad y un lujo asiático" (22-VIl-1825, Bolívar, Obras com-


pletas, II, 345).

Días después vuelve a leer el Libertador "E l canto a Junín",


verdadera saga épica, se entusiasma con ella, toma la pluma, tor-
na a escribir a Olmedo el 12 de julio y formula entonces la mejor
de las críticas al célebre poema, con un conocimiento tan profun-
do de las letras, la preceptiva y la cultura que demuestra su inten-
sa formación humanística que le pone por encima de otros gran-
des conductores de la historia. Permítaseme reproducir algunos
fragmentos:

"...E I plan del poema, aunque en realidad es bueno, tiene un de-


fecto capital en su diseño -dice-. Ud. ha trazado un cuadro muy pe-
queño para colocar dentro un coloso que ocupa todo el ámbito y cu-
bre con su sombra a los demás personajes. E l Inca Huayna Cápac pa-
rece que es el asunto del poema: él es el genio, él la sabiduría, él es el
héroe, en fin. Por otra parte, no parece propio que alabe indirectamen-
te a la religión que le destruyó; y menos parece propio aún que no
quiera el restablecimiento de su trono por dar preferencia a extranje-
ros intrusos, que, aunque vengadores de su sangre, siempre son des-
cendientes de los que aniquilaron su imperio: este desprendimiento no
se lo pasa a Ud. nadie. La naturaleza debe presidir a todas las reglas, y
esto no está en la naturaleza. También me permitirá Ud. que le obser-
ve que este genio Inca, que debía ser más leve que el éter, pues que
viene del cielo, se muestra un poco hablador y embrollón..." (Bolívar,
Op. cit., II, p. 545).

Pero luego de las críticas, vienen los agradecidos elogios:

"...Confieso a Ud. humildemente -expresa Bolívar a Olmedo-


que la versificación de su poema me parece sublime: un genio lo arre-
bató a Ud. a los cielos. Ud. conserva en la mayor parte del canto un
22 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

calor vivificante y continuo; algunas de las inspiraciones son origina-


les; los pensamientos, nobles y hermosos; el rayo que el héroe de Ud.
presta a Sucre es superior a la cesión de las armas que hizo Aquiles a
Patroclo. La estrofa 130 es bellísima: oigo rodar los torbellinos y veo
arder los ejes: aquello es griego, es homérico. E n la presentación de
Bolívar en Junín se ve, anque de perfil, el momento antes de acome-
terse Turno y E neas. La parte que Ud. da a Sucre es guerrera y gran-
de. Y cuando habla de La Mar, me acuerdo de Homero cantando a
su amigo Mentor: aunque los caracteres son diferentes, el caso es se-
mejante; y, por otra parte, ¿no será La Mar un Mentor guerrero? Per-
mítame Ud., querido amigo, le pregunte ¿de dónde sacó Ud. tanto es-
tro para mantener un canto tan bien sostenido desde su principio
hasta el fin? E l término de la batalla da la victoria y Ud. la ha ganado
porque ha finalizado su poema con dulces versos, altas ideas y pen-
samientos filosóficos. Su vuelta de Ud, al campo es pindárica y a mí
me ha gustado tanto que la llamaría divina" (Bolívar, Op. cit., II, p.
544)

Salvador de Madariaga, en su tendenciosa biografía de Bo-


lívar, lejos de reconocer lo que de positivo tenía aquella sensibi-
lidad ante las reliquias históricas de los incas, censura acremente
al Libertador, hace fisga de las expresiones al respecto constan-
tes en sus cartas y, lo que es peor, sin ninguna base documental,
especula sobre sus concepciones íntimas atribuyéndole la inten-
ción de coronarse Inca.

"Ocurre -expresa Madariaga- que por entonces pasó Bolívar


por un período de interés especial hacia los Incas, y en particular ha-
cia Manco Cápac. Claro es que había dos motivos para tener en cuen-
ta -explica-: su actitud mestiza, que en él como en toda la América,
por no hallar base ni en los insuficientes Chibchas ni en los Aztecas
sanguinarios, recurría a los Incas para realzar la civilización preco-
lombiana: y el hecho de que por entonces era Bolívar el vencedor de
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 23

los españoles, por lo cual era político dejar en la sombra la vertiente


española de su espíritu y presentarse en público como el vengador de
la dinastía de Atahualpa. Sus proclamas de esta época están concebi-
das en este espíritu...". (Salvador de Madariaga, Bolívar, II)

Cita, entonces, Madariaga, dos fragmentos de cartas del Li-


bertador, una al Congreso, sobre sus compañeros de armas ( 10-
II-25) y otra al Obispo del Cuzco (28-I-25). E n la primera dice:

"...E llos han cumplido la celeste misión que les confió el Con-
greso: en Junín y Ayacucho han derramado la libertad por todo el
ámbito del Imperio que fue de Manco Cápac". (cit. por Madariaga,
Bolívar, II, p. 300.
E n la segunda expresa: "...Siempre sostendré los fueros del
Santuario y nunca se separará de mi corazón el consuelo de los In-
cas... Contaré entre las particulares satisfacciones que me ha dispen-
sado la divina Providencia en esta República la de conocer a V.S.I. y
recibir su bendición apostólica, cuando tenga yo la honra de visitar
ese suelo tan caro para mi cuanto recomendable me es la memoria de
Manco Cápac, que, con tanta sabidura y con tanta humanidad, supo
fundar un imperio bajo las bases de una moral desconocida entre
otros pueblos que se tenían por cultost (Cit. por Madariaga, Id., id.).

"¿Pero, qué viene a hacer Manco Cápac en una carta al


obispo del Cuzco?", se burla Madariaga; ridiculizando y ponién-
dola entre corchetes, dentro de la frase de Bolívar, la expresión
"los fueros del Santuario": "cualquiera que sea el sentido de esta
frase,... quizá no tenga ninguno"; finaliza, no sin tachar de "mes-
tizo", en tono discriminatorio al Libertador ."¿A qué venía -pre-
gunta- todo este recuerdo de los tiempos incaicos cuando Bolí-
var estaba fundando explícitamente sus instituciones polticas so-
bre el derecho público español? (Madariaga, Bolívar, II, p. 300).
24 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

E l biógrafo y crítico español no conoció sin duda el Cuz-


co y su magnificencia imperial todavía subsistente a pesar de las
depredaciones de casi cuatro siglos, y no se dio cuenta que na-
die que visite la antigua capital de los Incas puede quedar impá-
vido ante sus colosales vestigios, y quería que Bolívar pasase por
el Cuzco sin que su sensibilidad dejase de mencionar a los In-
cas, Manco Cápac y Atahualpa. Pero el Libertador, lejos de per-
manecer inmune al recuerdo de los Hijos del Sol, vibra con to-
do su ser.
Como preludio para comentar estas cartas Madariaga des-
tila sutil inquina antibolivariana y le atribuye el supuesto intento
de coronarse Inca de... la Gran Colombia (¡!), confundiendo las
ideas del Libertador con las del Precursor Miranda que, al soñar
en la independencia de América, pensaba que podia ser gober-
nada por un Inca:
"...A Bolívar la atraía y la repelía a la vez la idea de coronar-
se Inca de una Gran Colombia que abarcara todas las tierras his-
panas en torno al Brasil -inventa don Salvador, y añade-: Sus im-
pulsos autoritarios y monocráticos le incitaban a alargar la mano
hacia el poder, lo que a su vez se justificaba por su evidente su-
perioridad sobre sus contemporáneos; pero sus cielos a la Rous-
seau, las nubes democráticas de su paisaje interior, no eran pro-
picios. Aumentaba su íntima vacilación aquel su agudo intelecto
que al menor gesto suyo se derrumbaba su popularidad, base de
su ambición. De aquí su palinodia a Santander. Cuando miraba
la monarquía con los ojos de su siglo, no ya sus nubes ruselianas,
sino la luz fría de su ingenio volteriano le marchitaba la volun-
tad y se la evaporaba en sonrisas escépticas...". Y como querien-
do demostrar imparcialidad, dice entonces que ambas cartas son
"maravillas de sentido común, de modestia, de crítica literaria y
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 25

de sabiduría". Y cree terminar con un puntillazo: "No es posible


resumirlas sin destruirlas”. (Madariaga, Bolívar, II, 306).
E n todo caso, esta reiterada referencia de Bolívar y Sucre,
en cartas y proclamas, a los Incas y sus grandes conductores -
desde el mítico Manco Cápac, pasando por el imperial Huayna
Cápac, hasta el martirizado Atahualpa-, demuestra una intensa
aproximación de ambos a la antigüedad histórica. Mas ¿qué sa-
bían Bolívar y Sucre sobre los Incas? E l propio Libertador lo
confesó, según ya vimos, en la segunda de sus cartas al poeta Ol-
medo: su fuente de conocimientos sobre los Hijos del Sol fue-
ron, ante todo los Comentarios Reales de los Incas, de Garcilaso In-
ca de la Vega, idílica presentación del Imperio Incaico, sus mo-
narcas, su civilización y cultura, y luego, los escritos de Fray Bar-
tolomé de las Casas en que defiende a los Indios y censura los
excesos de los españoles. Quizás conoció también la primera
parte de Cieza de León y tal vez, también, Gómara. Otra fuente
de conocimiento que conocemos por el propio Bolívar, en una
carta a Sucre, fue Marmontel, pues le envía el famoso libro so-
bre Los Incas de aquel autor francés. Los libros de Garcilaso,
Las Casas y Marmontel formaban parte del arsenal antiespañol
de la época, divulgado clandestinamente por acción de Inglate-
rra. L os Comentarios Reales, de Garcilaso Inca de la Vega, habían
sido prohibidos desde 1782 (Ricardo Rojas, "Prólogo" a la edi-
ción argentina de los Comentarios Reales de los Incas, 1 945, II, p.
XI).
E n respuesta a la carta de Bolívar, Sucre, desde La Paz, el
4 de marzo de 1825, le dice:

"...Mi edecán Alarcón se ha quedado enfermo en el Cuzco pe-


ro vendrá pronto y me traerá 'Los Incas de Marmontel' que Ud. me
26 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

manda. La dedicación que Ud. le ha puesto la dejaré como patrimo-


nio a mis hijos, ¡Cuánta bondad de Ud., mi general! ¿Podré yo corres-
ponderla de algún modo?, porque mi corazón es de Ud..." (Archivo
de Sucre, tomo V. p. 273).

Mientras tanto Sucre, en marcha al Alto Perú para la fun-


dación de Bolivia, cruzó el Desaguadero. Rumbo a La Paz pasó
por Tiahuanaco, donde pudo observar antiquisimas ruinas. Su
preparación científica de ingeniero le hizo reparar al punto en
unos grandes bloques tendidos en tierra, que pronto compren-
dió se trataba de un gran portón pétreo que la incuria de los si-
glos había echado abajo. Doquiera él pasaba, en su larga marcha
andina desde Bogotá hacia el sur, había sido recibido con gran-
des arcos triunfales formados con plantas entrelazadas por los
pobladores aborígenes. Igual ocurría con Bolívar. ¿Pensó Sucre,
al ver aquellas ruinas, que sería conveniente recibir al Liberta-
dor, que venía tras él, con un gran arco de piedra labrado por
los antiquísimos pobladores de aquel lugar? Rememoró tal vez
la expectación de Napoleón frente a las pirámides de E gipto y
el descubrimiento por Champollion, ante la piedra de Rosetta,
de la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios? Sea de ello lo
que fuere, lo cierto es que ordenó poner de pie, reintegrar los
fragmentos de la que hoy se llama "Puerta del Sol" en Tiahua-
naco y custodiar desde entonces con todo esmero esas reliquias.
¿Qué dicen, al respecto, los biógrafos de Sucre? E l prime-
ro en mencionar el hecho, en 1883, el prócer boliviano José Ma-
ría Rey de Castro; había sido secretario privado tanto de Bolívar
como de Sucre en Bolivia, y al referir el paso del Gran Mariscal
por Tiahuanaco dijo que "...no podía esconderse a los arqueoló-
gos la afición del General y su gusto por las artes, los magníífi-
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 27

cos monumentos que allí se ostentan, como incontestable testi-


ficación del alto grado de cultura que alcanzaron los Incas. Ad-
mirado de su bella estructura y lastimándose de que la injuria del
tiempo los fuese deteriorando, recomendó encarecidamente a las
autoridades locales, pusiesen el mayor esmero en cuidar de su
conservación. Interesándole especialmente una piedra grande y
cuadrada en cuya faz principal se veían esculpidos jeroglíficos y
figuras a semejanza de los egipcios, dispuso que se le diera una
posición adecuada para preservarla de todo daño, para que no
dificultase a los curiosos visitantes la indagación y estudio de
aquellos grabados" (José María Rey de Castro Recuerdos del tiempo
heroico. Páginas de la vida militar y política del Gran Mariscal de Aya-
cucho, Guayaquil, 1883).
Pocos años más tarde, en su clásica biografía sobre Sucre,
dice el venezolano Laureano Villanueva, citando a Rey de Castro
como una de sus fuentes, que "...antes de pasar adelante, quere-
mos dar a conocer la afición de Sucre a los estudios de arqueo-
logía, a que le invitaban los varios monumentos que iba obser-
vando desde Huamanga y Cuzco. Al llegar al pueblo de Tiahua-
nacu, quiso ver sus célebres ruinas de origen desconocido, que
se conservan aún como signos de la cultura artística de los pri-
mitivos imperios peruanos.... Los que han estudiado las antigüe-
dades de este país, aseguran que las construcciones de Tiahuana-
cu son anteriores a la época de los Incas, quienes las encontra-
ron ya en ruinas.... E s lo cierto que estas construcciones revelan
alto grado de adelanto en la civilización de aquellos pueblos, su-
perior a la de Méjico y demás naciones de América, pero que se
perdió en gran parte por la invasión de tribus bárbaras en tiem-
pos anteriores a Manco-Cápac, a quien se considera como el res-
taurador del Imperio. Sucre se detuvo a ver las ruinas con la ma-
28 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

yor atención, y al retirarse dio orden a las autoridades locales pa-


ra que procedieran a resguardarlas de todo daño, especialmente
los sillares sueltos, en los cuales había grabados varios jeroglífi-
cos y figuras parecidas a las de los egipcios" (Villanueva, V ida del
Gran Mariscal de Ayacucho (Caracas, 1895), E dición de Bicentena-
rio del Nacimiento de Antonio José de Sucre, Caracas, 1995, p.
433-434).

E l historiador venezolano J. A. Cova, en 1946, al reprodu-


cir las palabras de Rey de Castro se limita a mencionar que Su-
cre, "en el tránsito (a La Paz, Oruro, Potosí, Chuquisaca) se de-
tiene a contemplar las imponentes ruinas de Tiahuanaco" A. Co-
ba, Sucre, ciudadano de A mérica, (Caracas,1943), Buenos Aires,
1944, p. 227).
E l ecuatoriano Tarquino Aníbal Idrobo, en 1954, expresa
que Sucre "...continúa su viaje y llega a uno de los lugares más
extraños de la América por los invalorables tesoros arqueológi-
cos que contiene. E se lugar es Tiahuanaco. Allí admira los
grandes monolitos antropomorfos, esculturas que representan
a los dioses tutelares de aquellos pueblos ignotos que desapa-
recieron en la noche del tiempo dejando para los siglos peda-
zos vivientes de su milenaria civilización, en los bloques de pie-
dra tallados con fantástico primor. Sus ojos, una vez más, se
deleitan contemplando aquellos monumentos del pasado"
(Tarquino Aníbal Idrobo, Sucre, libertador y mártir. L a epopeya de
un genio, Quito, 1954, p. 154).

Y John P. Hoover:

"...E I sentido de la historia que tenía Sucre fue intensifica-


ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 29

do por una visita a Tiahuanaco, donde sintió la fascinación de las


antiquísimas ruinas de la cultura preincaica desaparecida desde
hace mucho tiempo. Al admirar la destreza arquitectónica de los
desconocidos constructores, Sucre lamentó el descuidado esta-
do en que se hallaban las estructuras, rogó a las autoridades lo-
cales que cuidaran y trataran de preservar las ruinas e incluso pi-
dió a sus hombres que colocaran en posición vertical una piedra
cubierta de jeroglíficos de modo que pudiera ser estudiada más
fácilmente con el fin de descifrarla" ( John P. Hoover, Sucre, sol-
dado y revolucionario, Cumaná, 1975, p.253).
E n fin, Asdrúbal González, venezolano, en 1994, en su re-
cuento histórico a manera de autobiografía, hace decir a Sucre:
"Sobre una colineta más allá de Guaqui se encuentra Ti-
huanaco. Bajé la escalera del Calasasaya envuelto en las brumas
de un amanecer y detuve mi asombro ante la perfección arqui-
tectónica de la pared balconera. Desde mi tiempo de estudiante
en Caracas tuve noticias de esta maravilla a cuatro mil metros so-
bre el mar, construida por un pueblo agricultor y ganadero mu-
cho antes de existir el imperio incaico y las piedras del Cuzco.
Allí hice, sin bajar del caballo de batalla, mi primera manifesta-
ción de gobernante, al ordenar se conservaran esas ruinas como
un testimonio de la cultura de un pueblo de constructores tras-
cendentales (Asdrúbal González, Yo, A ntonio José de Sucre, Valen-
cia, Carabobo, 1994, p. 103-104).
Mientras tanto, Bolívar se encamina también, desde el Cuz-
co a La Paz, ascendiendo siempre en la cordillera de los Andes,
de los 3.000 a los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Paisaje,
montañas, alto cielo, precipicios, multitudinaria raza indígena no
pueden sino impresionarle. E 1 2 de agosto de 1825 está en Pu-
cará, de camino al Cuzco, y es allí y entonces donde y cuando tie-
30 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

ne lugar un acto trascendental que debe haberle estremecido


hasta los huesos. Un descendiente de los ancestrales caciques
quechuas, que ha logrado, por su esfuerzo, culminar estudios
universitarios y alcanzar birrete y museta en Chuquisaca, el doc-
tor José Domingo Choquehuanca, le da la bienvenida con una
arenga breve y profunda, magistral análisis de la historia univer-
sal que produce estremecimientos de emoción cada vez que se
lee:

"Quiso Dios de salvajes formar un gran imperio y creó a Man-


co Cápac; pecó su raza y mandó a Pizarro. Después de tres siglos de
expiaciones ha tenido piedad de la América y os ha creado a Vos, el
hombre de un designio providencial. Nada de lo hecho hasta ahora
se asemeja a lo que habéis hecho, y para que alguno pueda imitaros
será preciso que haya un mundo por libertar. Hebéis fundado tres re-
públicas que en el inmenso desarrollo a que están llamadas elevan
vuestra estatura hasta donde ninguna ha llegado. Con los siglos cre-
cerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina"
(Reproducido del manuscrito original por Ailtuve Carrillo, Genio y
apoteosis de Bolívar en la campaña del Perú, Barcelona, 1979, p. 595).

Sucre funda Bolivia. Bolívar, que no acepta al comienzo


ese paso, termina admitiendo inclusive el nombre de la nueva
República, que perpetúa el suyo, fiel iniciativa del afecto que le
profesa Sucre. Y se apresta a subir a La Paz. E l Gran Mariscal
sale al encuentro del Libertador y le recibe en Tiahuanaco, ya
puesta de pie y engarzadas las partes de la grande y misteriosa
"Puerta del Sol". ¿Cruzó Bolívar por ella, como por un arco de
triunfo?
Rescatado el monumento por el Gran Mariscal de Ayacu-
cho, la historia de la "Puerta del Sol" se divide en antes de Sucre,
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 31

cuando muy pocos la conocían, solamente a través de los Cro-


nistas de Indias asequibles, en realidad de solo Garcilaso, y des-
pués de Sucre, cuando comenzaron las visitas sistemáticas. E l
primero en hablar de Tiahuanaco fue Cieza de León, le siguió
Garcilaso, y después Bernabé Cobo, pero también Betanzos,
Sarmiento de Gamboa y Vásquez de E spinosa. Sin embargo, en
tiempos de Bolívar y Sucre, solamente los Comentarios reales del
Inca Garcilaso eran susceptibles de encontrarse y ser leídos, aun-
que con dificultad, dada su prohibición, .¿Qué dice sobre Tihua-
naco Garcilaso? He aquí su testimonio que, en realidad, no es de
primera mano sino un resumen de lo que ya había dicho Cieza
de León, luego de su visita a Tiahuanaco hacia 1545, en la Pri-
mera Parte de su Crónica del Perú publicada en el siglo XVI:
"...Llegando al Desaguadero (el inca Maita Cápac), mandó
hacer grandes balsas, en que pasó el ejército, y a los primeros
pueblos que halló envió los requerimientos acostumbrados...
Los indios obedecieron fácilmente, por las maravillas que habían
oído decir de los Incas, y entre otros pueblos que se redujeron
fue uno Tiahuanaco, de cuyos grandes e increíbles edificios será
bien que digamos algo. E s así que entre otras obras que hay en
aquel sitio, que son para admirar, una de éllas es un cerro o co-
llado hecho a mano, tan alto (para ser hecho de hombres) que
causa admiración, y porque el cerro o la tierra amontonada no se
les deslizase y se allanase el cerro, lo fundaron sobre grandes ci-
mientos de piedra, y no se sabe para qué fue hecho aquel edifi-
cio. E n otra parte, apartado de aquel cerro, estaban dos figuras
de gigantes entallados en piedra, con vestiduras largas hasta el
suelo y con sus tocados en las cabezas, todo ello bien gastado del
tiempo, que muestra su mucha antigüedad. Vese también una
muralla grandísima, de piedras tan grandes que la mayor admira-
32 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

ción que causa es imaginar qué fuerzas humanas pudieron llevar-


las donde están, siendo, como es verdad, que en muy gran dis-
tancia de tierra no hay peñas ni canteras de donde se hubiesen
sacado aquellas piedras. Vease también en otra parte otros edifi-
cios bravos, y lo que más admira son unas grandes portadas de
piedra hechas en diferentes lugares, y muchas de ellas son ente-
rizas, labradas de sola una piedra por todas cuatro partes, y au-
menta la maravilla de estas portadas que muchas de ellas están
asentadas sobre piedras, que, medidas algunas, se hallaron tener
treinta pies de largo y quince de ancho y seis de frente. Y estas
piedras tan grandes y las portadas son de una pieza, las cuales
obras no se alcanza ni se entiende con qué instrumentos o he-
rramientas se pudieron labrar. Y pasando adelante con la consi-
deración de esta grandeza es de advertir cuanto mayores serían
aquellas piedras antes que se labraran. Los naturales dicen que
todos estos edificios y otros que no se escriben son obras antes
de los Incas, y que los Incas, a semejanza de éstas, hicieron la
fortaleza del Cozco..., y que no saben quien las hizo, más de que
oyeron decir a sus pasados que en sola una noche remanecieron
hechas todas aquellas maravillas. Las cuales obras parece que no
se acabaron sino que fueron principios de lo que pensaban ha-
cer los fundadores" (Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales
de los Incas (1609), Buenos Aires, 1945, Vol. I, pp. 131-132).
Una vez abierta la América antes española, a raíz de la in-
dependencia, a la visita de extranjeros, en especial científicos, la
"Puerta del Sol" y la cultura Tiahuanaco fueron objeto de estu-
dios y dibujos sucesivos, desde mediados del siglo pasado hasta
comienzos del presente, por el francés d'Orbigny, los ingleses
Markham y Squier, el suizo-austriaco Tschudi y los alemanes
Middendorf, Stubel y Uhle, entre los que se originaron grandes
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 33

polémicas sobre la antigüedad de estas ruinas. Uhle sugirió para


ellas, como su edad probable, el siglo X de la E ra Cristiana. Pero
el polaco-boliviano Posnansky, a base de especulaciones, aunque
contribuyó al mejor conocimiento de Tihuanaco por sus excelen-
tes planos y dibujos, abrió cauce libre a la fantasía al sugerir que
el comienzo de las construcciones tiahuanacoides podía tener
una antigüedad de hasta 14.000 años. Las observaciones poste-
riores de Uhle, los americanos Means, Bennet, Rowe y Alden Ma-
son, los peruanos Tello y Lumbreras y las excavaciones contem-
poráneas del arqueólogo boliviano Ponce Sanginés han permiti-
do ir afinando el conocimiento y establecer, casi con certeza, que
la cultura Tiahuanaco surgió a partir el siglo VII, llegó a su es-
plendor hacia el X y declinó hasta el Xl o XII de la E ra Cristiana
(Federico K auffman Doig, A rqueología peruana, visión integral, Lima,
1970; Teresa Gisbert, Historia de la vivienda y los asentamientos huma-
nos en Bolivia, IPGH, México, 1988).
Hoy se sabe que Tiahuanaco fue, ciertamente, una cultura
anterior a los Incas, cuyas expresiones artísticas, agrarias y monu-
mentales influyeron notablemente sobre ellos, aunque no llega-
ron a convivir. E n realidad, apenas coincidieron la agonía de Tia-
huanaco y los balbuceos de los Incas. Hans Horkheimer ha sin-
tetizado las arduas discusiones así:
"...Desde la época de los conquistadores hasta la actualidad,
los visitantes de Tiahuanaco se sienten tocados del hálito de un
pasado mítico. E sas ruinas ciclópeas, esas obras artísticas, esos
vetustos testimonios de vida palpitante, contradiciendo la desola-
ción del ambiente actual, evocan problemas que, pese a todas las
discusiones, en parte no están solucionados. E s una ciudad enig-
mática que en los mitos aparece como lugar de la creación del
cosmos, en las leyendas como foco de la dispersión de los hom-
34 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

bres, en las reflexiones de cronistas y de algunos autores con-


temporáneos como metrópoli multimilenaria y en los estudios
de los arqueólogos como cristalización de una importantísima
cultura y como el exponente más característico de uno de los
tres horizontes del desarrollo andino”. (Horkheiner, E l Perú pre-
hispánico, Lima, 1950).
E l notable arqueólogo peruano, mi amigo Federico K auff-
man Doig sintetiza así el impacto que causan las ruinas:
"...E I primoroso trabajo de las piedras de aparejo y su ta-
maño descomunal; los ídolos monolíticos de cabezas cuadradas
y mirada inexpresiva; la vasta extensión de las construcciones; la
puerta gigantesca de una sola piedra ornamentada magistralmen-
te con frisos de misteriosas figuras y el hecho de hallarse estas
ruinas en un paraje desolado a unos 3.625 m. de altura, impre-
sionó profundamente a todos los que visitaron la zona arqueo-
lógica de Tiahuanaco e impresiona aún a quienes las visitan".
(K auffman Doig, Op. cit., p. 349).
Y describe así esos descomunales y enigmáticos vestigios:
"Las ruinas de Tiahuanaco se yerguen a 21 km. del Lago
Titicaca, cerca del poblado actual de ese nombre, sobre una al-
tura cercana a los 4.000 m. sobre el nivel del mar. Los monu-
mentos se hallan sobre una planicie desolada y de suaves pen-
dientes, donde la vegetación es escasa, propia de la regiones de
puna, ocupando un área de aproximadamente 450 m., medidos
de N. a S., por 1.000 m. medidos de E . a 0... (Op. cit., p. 350); ...se
considera no representan una ciudad o población antigua, sino
un centro religioso como lo fue Pachacámac a la llegada de los
españoles. o como se supone fueron también las ruinas de Cha-
vín...". (p 351).
¿Cómo es la llamada Puerta del Sol, que tanto atrajo la
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 35

atención de Sucre?
"...La llamada Portada del Sol es, seguramente -dice K auff-
man Doig-, la más célebre entre las piedras esculpidas y grabadas
de Tiahuanaco. Consiste de un bloque de andesita primorosamen-
te labrada, de aproximadamente 4m. de ancho por 3 de alto, en cu-
yo centro se ha abierto un vano o puerta. Pero no sólo concita in-
terés por la condición monolítica que presenta esta portada, ni só-
lo por su tamaño, sino por los frisos que aparecen esculpidos en la
parte superior de la misma. En ésta se representa un personaje
central de talla enana y gran cabeza de la que irradian diversos
apéndices delgados, algunos de los cuales, alternadamente, rema-
tan en cabezas estilizadas de cóndor. Este personaje central mira
de frente y sostiene en cada mano, de cuatro dedos, una especie de
cetros que terminan en cabezas de ave, también estilizadas. No se
remarcan los pies del ídolo, pero parece estar parado sobre un pe-
destal o trono que desciende formando el llamado "signo escalo-
nado". El personaje central está acompañado, hacia ambos lados,
por tres hileras horizontales que sólo ascienden hasta la altura de
su nariz, y que representan figuras de seres antropomorfos alados
(hilera central) y figuras antropomorfas también, todas las cuales
se dirigen con un bastón o cetro hacia el personaje central. Cada
una de las tres hileras presentes hacia ambos lados del personaje
central, formando de este modo seis grupos, están constituidas
por 8 figuras independientes, lo que da por lo tanto 48 motivos en
total". (K aufmann, Op. cit., p. 354).
La influencia de la cultura Tiahuanaco alcanzó hasta el
E cuador y, al parecer mediante los viajes marineros de los nautas
aborígenes ecuatoriales, hasta el área mesoamericana, según se
puede apreciar por la similitud del diseño del personaje central de
la "Puerta del Sol".
36 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

E l desarrollo de la cultura, desde entonces, ha permitido


un creciente interés por los monumentos históricos. E n la evo-
lución del Derecho Internacional Público, al E stado, sujeto pree-
minente del Derecho de Gentes, se han añadido otros sujetos de
derecho, por ejemplo las organizaciones internacionales ya vis-
lumbradas por Bolívar.
Después de la II Guerra Mundial se ha añadido el indivi-
duo, ya no solo como sujeto pasivo sino también como ele-
mento activo, capaz de reclamar sus derechos por sí mismo.

Y se ha ampliado la subjetividad internacional inclusive al


concepto de Humanidad, todavía no bien definido ni estudiado,
pero ya con la suficiente fuerza doctrinaria como para que se le
reconozca en calidad de derecho propio la capacidad de tener
patrimonio.
¿Qué es el “patrimonio común de la humanidad”? E s un
conjunto de objetos sobre los cuales no cabe apropiación priva-
da, de personas naturales o jurídicas; ni pública, de E stados; ni
multilateral, de Organismos internacionales. Diversos actos jurí-
dicos, sean declaraciones de organismos internacionales, sean
convenciones multilaterales, han definido como "partrimonio
común de la humanidad" los astros del espacio ultraterrestre, in-
clusive la luna y otros cuerpos celestes; la "zona" marítima, es
decir los fondos marinos y su subsuelo, con sus riquezas, y de-
terminadas creaciones culturales de los pueblos y realidades na-
turales dignas de especial conservación, declaradas en tal calidad
por los órganos competentes de la comunidad internacional.
Los E stados tienen derecho a que sus principales creacio-
nes culturales y extraordinarios escenarios naturales sean decla-
rados "patrimonio común de la humanidad" por la UNE SCO, el
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 37

La célebre Puerta del Sol, en Tiahuanaco. E n medio de las “aves lloronas” de este monumento
realizado en una sola piedra, aparece el Ser Supremo: Viracocha.
38 CUADE RNOS DE D IVULGACIÓN CÍVICA

organismo encargado de llevar adelante los procedimientos ne-


cesarios para tales declaraciones. Quito, mi ciudad, por ejemplo,
fue la primera en el mundo, junto con Cracovia, en ser procla-
mada "patrimonio común de la humanidad", en 1978, así como
lo fueron, ese mismo año, las islas Galápagos, declaradas "patri-
monio natural común de la Humanidad".

E s obligación de los E stados, con apoyo de la comunidad


internacional, la custodia, defensa y preservación de los bienes
declarados "patrimonio común de la humanidad", de su rescate,
restauración, reparación, inclusive reconstrucción. E sta ha sido
la respuesta universal a los horrores destructivos de las guerras.
Son múltiples las declaraciones y convenios del Derecho Inter-
nacional Público al respecto, así como declaraciones de organis-
mos internacionales no gubernamentales especializados.
E l ínclito General Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de
Ayacucho, al mostrar su preocupación por que se conserven y
custodien manifestaciones culturales históricas como "el manto
de la última reina inca del Cuzco", o "la bandera que tremoló Pi-
zarro en la conquista del Perú" y al disponer a su paso por Tia-
huanaco la custodia y restauración de los monumentos arqueo-
lógicos de ese importantísimo y misterioso sitio del pasado pre-
hispánico de América, demostró su preocupación e interés por
la conservación de esos bienes. E ntonces no había legislación al-
guna al respecto y él, por pura intuición, por una parte, y como
expresión de su cultura y su visionaria concepción del mundo y
las cosas, fue el primero, en tiempos en que las ciencias del hom-
bre no estaban desarrolladas, en llevar adelante acciones que hoy
son obligatorias para la comunidad internacional.
Por ese motivo, asi como me atreví a proclamar a Sucre
ANTONIO J OSÉ DE SUCRE 39

"precursor del Derecho Internacional Humanitario", ante el XV


Congreso Mundial de Ciencias Históricas, celebrado en Buda-
pest, en 1980, asimismo, ante los ilustres asistentes al Vll Congre-
so Venezolano de Historia, reunido en Caracas, tuve el honor de
poner en relieve que fue el Gran Mariscal Antonio José de Sucre
el primer Jefe de E stado que se preocupó por el rescate de una
obra de arte, manifestación cultural de una remota civilización
sudamericana, la "Puerta del Sol", en Tiahuanaco, siendo por tan-
to pionero no solo del Derecho Internacional Humanitario sino
también del moderno rescate del Patrimonio Cultural de la Hu-
manidad. Con razón el Libertador Bolívar, al terminar de escribir
en Lima, en 1825, de su puño y letra, la semblanza de Sucre, ex-
clama:
"..E I General Sucre es el padre de Ayacucho: es el redentor
de los hijos del Sol: es el que ha roto las cadenas con que envol-
vió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a
Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en Potosí, llevando en
sus manos la cuna de Manco Cápac y contemplando las cadenas
del Perú, rotas por su espada". (Bolívar, Relación de la vida del Ge-
neral Sucre (Lima, 1825, varias reediciones posteriores).
Invito a los investigadores para que contribuyan a profun-
dizar en el estudio de esta temática.

(Ponencia presentada en el VII Congreso Venezolano de Historia, Caracas).

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