100% encontró este documento útil (1 voto)
117 vistas16 páginas

Terapia Familiar

Este documento presenta un modelo de cuatro niveles para la capacitación en terapia sistémica. El primer nivel se enfoca en la configuración familiar y la interacción entre los miembros. El segundo nivel examina la configuración del sistema terapéutico. El tercer nivel implica una exploración reflexiva de la historia familiar. El cuarto nivel analiza los discursos culturales y narrativas que influyen en la identidad familiar. El modelo provee una estructura para la supervisión y la recopilación de datos clínicos.

Cargado por

Bastian Molina
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (1 voto)
117 vistas16 páginas

Terapia Familiar

Este documento presenta un modelo de cuatro niveles para la capacitación en terapia sistémica. El primer nivel se enfoca en la configuración familiar y la interacción entre los miembros. El segundo nivel examina la configuración del sistema terapéutico. El tercer nivel implica una exploración reflexiva de la historia familiar. El cuarto nivel analiza los discursos culturales y narrativas que influyen en la identidad familiar. El modelo provee una estructura para la supervisión y la recopilación de datos clínicos.

Cargado por

Bastian Molina
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 16

Capítulo 1

Prácticas sistémicas: Arte y oficio


Javier Vicencio

E l ejercicio clínico y docente a partir de la década de los ochenta en la terapia familiar y en las prácti-
cas sistémicas derivadas de la misma y que incluyen a la pareja, al individuo y a las instituciones, me
ha conducido a la construcción de un modelo que sirve de base para la capacitación de los alumnos de
maestría en Crisol, Centro de Posgrado en Terapia Familiar en México, institución que coordino desde
su fundación en 1991.
El punto de partida sigue los pasos de Erickson (1941) y Bateson (1972, 1979) y de sus textos,
porque ejercieron su original influencia con respecto a la praxis, inicialmente estratégica, y a la teoría,
conceptualmente identificada con la epistemología cibernética.
La historia de nuestra disciplina o especialidad ha sido publicada por diversos autores, pero quienes
lo hacen magistralmente son Hoffman (1981, 2002) y Bertrando (2004). En sus libros sobre el tema
ilustran el desarrollo de las ideas fundamentales de la especialidad en diferentes épocas. Además, dan
cuenta de episodios de la vida real de los distintos personajes que han transitado como autores de esta
“novela”, de data tan reciente como la nuestra.
La insistencia de Bateson en la importancia de considerar con rigurosidad e imaginación la distin-
ción entre los diferentes niveles lógicos con respecto al aprendizaje y el cambio, la información, la com-
prensión de la lógica paradójica, me proporcionó el estímulo y el marco de referencia para escribir un
artículo a mediados de los noventa, publicado con posterioridad en De Familias y Terapias, la revista
del Instituto Chileno de Terapia Familiar (2004) y que lleva como título “Érase una vez una hipótesis...
Una revisión del concepto para su aplicación en la investigación clínica y psicosocial”. En este artículo se
dividen en forma detallada los diferentes niveles de hipótesis que sirven de base para el diagnóstico y la
terapia sistémica, de acuerdo con los diversos modelos que han ido surgiendo a lo largo del tiempo.
Además de una inclinación por la constante hipotetización que la práctica sistémica requiere, por
razones éticas y metodológicas se insertó desde el principio –con cierta ironía– la polémica entre cons-
tructivismo y construccionismo social, entre modernismo y posmodernismo, entre saber y no saber, y
entre texto y discurso, es decir, la elaboración de hipótesis.
En ese escrito se articulan los diferentes niveles lógicos que conforman el eje de nuestro programa
de capacitación y se desarrollan paso a paso, en el proceso enseñanza-aprendizaje de los diferentes

13
Terapia de familia y pareja

modelos más relevantes en la evolución epigenética de nuestros docentes y alumnos, de acuerdo con
una lógica aditiva, inclusiva, que no descarta, sino que suma y sigue, desde lo más simple a lo más
complejo.
Respecto del modelo epigenético para el terapeuta, Boscolo y Bertrando (1996) teorizan: “De
acuerdo con nuestra mirada epigenética, integramos dentro de nuestra visión más reciente del modelo
sistémico las teorías que aprendimos en el pasado y todas la ‘voces’ significativas (profesionales o sim-
plemente humanas) que nos inspiran en nuestra práctica diaria y en nuestra vida” (pp. 35-39).
En el nivel 1 se describe la configuración del sistema que consulta (familia, pareja, individuo, institu-
ción) y la coherencia entre el motivo de la consulta (“el síntoma”) y la forma en la que los participantes
interactúan, de acuerdo con la metáfora de la “danza” de Minuchin (1979, 1981), que traducimos colo-
quialmente como “la manera como está quien con quien”.
El nivel fenomenológico refiere al “sistema observado” desde la perspectiva de la cibernética de
primer orden e incluye a los modelos estructural, estratégico e interaccional de Palo Alto, sin descuidar
el contexto situacional en el cual el problema se presenta ni la clínica general, especialmente cuando lo
que contempla, con cierto acento, es la problemática psicosocial.
El nivel 2 aborda la descripción del sistema terapéutico y se sitúa, por tanto, dentro de la pers-
pectiva del “sistema creado por el problema”, en la que el terapeuta está incluido como participante a
partir de un guión que le ofrece un rol predeterminado, que generalmente contribuye a perpetuar el
problema. Para comprender este nivel se requiere de un viraje epistemológico hacia la cibernética de
segundo orden, en la que no existe una frontera entre el observador y lo observado, y en la que, por lo
tanto, el terapeuta es un integrante más del “sistema observante”, aunque intenta proponer un guión
alternativo para instrumentar la terapia.
En este nivel se sitúan a los modelos que incorporan a los guiones trigeneracionales: Andolfi y
Angelo (1989) y la escuela de Roma, Papp (1980, 1983) y la Clínica Ackerman, Hall (1995) y la Clínica
Tavistock, y recientemente, a los modelos reflexivos influenciados por Goolishian (1988, 1992), que
acentúan la importancia de la historia de la consulta en lugar de la historia del problema, para favorecer
así una posición colaborativa establecida mutualmente desde el comienzo de la entrevista inicial.
El nivel 3 se refiere a las explicaciones sistémicas que surgen del recorrido por la historia de la fa-
milia, de la pareja, del individuo, y de las ideas y de los significados que el sistema terapéutico aborda,
por medio de un cuestionamiento circular autorreflexivo que proporciona la información requerida
para comprender la singularidad del funcionamiento del sistema que consulta. Para comprender este
nivel se requiere de una incursión profunda en la epistemología sistémica de segundo orden, ya que se
pretende hilar más fino en la co-construcción de un inconsciente relacional, que surge de las historias
familiares que se conectan con el funcionamiento de ese sistema en particular, y que, a diferencia del
inconsciente individual, se descubre mediante hipótesis y preguntas reflexivas, como parte del diálogo
conversacional, en lugar de la asociación libre.
En este nivel se desarrollan las diferentes modalidades del modelo de Milán (Hoffman, 1981), que
marcan su evolución en el tiempo desde lo estratégico a lo dialógico, de la neutralidad a la curiosidad,
del tiempo presente al pasado y a un futuro posible, hasta la inclusión del construccionismo social en
su marco de referencia, sin descartar su origen constructivista.

14
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

El nivel 4 demarca el dominio de lo cultural en la búsqueda de explicaciones que den cuenta de


nuestro funcionamiento como sujetos construidos socialmente, por medio de discursos y textos, no
necesariamente escritos, que sin embargo, nos otorgan una identidad de género, de nacionalidad, de
ideología y de valores, de comunidad y de red, de colaboración o de antagonismo.
En este nivel se incluyen los modelos post-Milán, entre los cuales destacan la terapia narrativa
postestructuralista de White y Epston (1990, 1993 y 2007), la terapia centrada en las soluciones (de
Shazer, 1985 y 1988), la colaborativa (Anderson, 1987, 1992 y 1997) y la de equipo reflexivo (Andersen,
1987, 1991 y 1997), que aunque tienen su origen en la epistemología sistémica, recientemente se han
inscrito en el territorio de la hermenéutica por su énfasis en el análisis de los sistemas de lenguaje y de
los discursos culturales, que proporcionan un “suplemento” a nuestra historia y que, por ende, está
sujeto a una posible deconstrucción terapéutica. De esta forma, se encaminan hacia la construcción
de prácticas narrativas que faciliten el surgimiento de versiones alternativas de la historia “dominante”,
demasiado saturada por el problema.
En la Figura 1-1 se resume de manera esquemática lo planteado en la introducción. Su utilidad se
ha visto reflejada en la docencia, especialmente en la supervisión, porque permite definir las diferentes
competencias que los alumnos irán adquiriendo, en la medida en que incursionan en el aprendizaje
de los modelos terapéuticos que privilegiamos a lo largo de su formación. Además, permite recopilar
la información cuantitativa y cualitativa en un expediente elaborado especialmente, que se ordena de
acuerdo con los cuatro niveles enunciados, para construir una base de datos de la cual disponemos
para su uso en la clínica y la investigación.
Lo más valioso de este esquema es que se origina en la distinción hecha por Korzybski (1931) y su
aforismo sobre el “mapa que no es el territorio”. En palabras de Bateson: “¿Qué es lo que hay en el terri-
torio que entra en el mapa? Sabemos que el territorio no entra en el mapa…, lo que entra en el mapa,
de hecho, es la diferencia” (Bateson, 1970, pp. 449-451).

El verbo “conversar” proviene de las palabras


latinas: Hipótesis 1
Coherencia entre los síntomas y la configuración familiar
Cum (con)
Versare (dar vueltas con el otro) Terapia
Modelos estructural, estratégico, interaccional. Cibernética de
primer orden
* La pregunta será entonces, ¿qué ocurre en el dar
vueltas juntos de los que conversan?, y ¿qué pasa allí
con las emociones, el lenguaje y la razón? (Maturana)
Hipótesis 2
Configuración del sistema terapéutico

Terapia
Cibernética de segundo orden

Las diferentes preguntas Hipótesis 3


en la conversación Historias, premisas, mitos

Terapia
Modelo de Milán, terapia dialógica
Generan terapia
Hipótesis 4
Sistemas de lenguaje, género y cultura

Terapia
Posmodernismo y prácticas narrativas
Figura 1-1. Modelo Crisol.

15
Terapia de familia y pareja

Por eso, las distinciones entre cada uno de estos niveles están basados en diferencias históricas,
epistemológicas y clínicas que marcan la evolución de las prácticas sistémicas desde sus inicios hasta el
presente y que sirven de guía para quienes se forman, de acuerdo con una evolución epigenética, en la
que cada paso que se da, es el resultado de un cambio que incorpora continuamente las experiencias
que han sido útiles y le preceden.
Existe consenso entre los iniciadores de la terapia familiar y sus historiadores en que sus precursores
surgieron de la preocupación por los escasos resultados del psicoanálisis como terapia para los trastor-
nos emocionales de niños y adolescentes y para quienes padecían de esquizofrenia.
Para los primeros, la influencia más importante fue la de Ackerman (1966) en Nueva York, a quien
se le considera fundador de la terapia familiar en la Costa Este de los EE.UU. Además, le proporcionó los
cimientos a la Clínica Ackerman, cuyo domicilio actual es la casona en la que el propio Ackerman tenía
su residencia y ejercía su práctica privada. Innovador irreverente, con dotes teatrales y dramáticas, se
atrevió a contradecir las normas establecidas por la ortodoxia freudiana que no propicia, hasta la fecha,
el trabajo terapéutico con la familia real del paciente, sino con las representaciones “internalizadas” de
la misma. Sus intervenciones, derivadas de su formación como psicoanalista infantil, tenían un carácter
lúdico al mismo tiempo que desafiante, que se apoyaba en una intensa alianza terapéutica que conse-
guía producir con rapidez, otorgada por su larga y exitosa experiencia.
La importancia de Ackerman como formador de terapeutas familiares es fundamental para quie-
nes se interesaban en la familia como objeto de estudio y como recurso para el cambio, además de
identificar a los niños y adolescentes como los más afectados. Para quienes hemos tenido la oportuni-
dad de observar sus entrevistas familiares, filmadas entonces en blanco y negro, en las que diferentes te-
rapeutas conducían una primera sesión con la misma familia, se evidencia lo experimental de una espe-
cialidad en ciernes, además de que es posible observar directamente la conversación terapéutica, una
de las ventajas de la observación “en vivo” que ha caracterizado a la terapia familiar desde entonces.
Quienes más se beneficiaron de su influencia fueron Minuchin, Whitaker y Andolfi, porque en su
interacción mutua no tuvieron que descartar al psicoanálisis como punto de partida, aunque en su
evolución hacia lo sistémico lo dejaron en el pasado.
En el arte de Minuchin como clínico sobresale su habilidad para la formación de un sistema tera-
péutico fuerte y consistente, en virtud de la connotación constante de lo positivo, al que se agrega la
seducción de su carisma personal y su pasión por el teatro y el juego dramático, que le facilita el uso
del desafío como técnica central del modelo estructural. Sin embargo, considero que lo más artístico
de su trabajo clínico consiste en la creación de metáforas, inicialmente basadas en el ciclo vital familiar,
pero que más adelante utiliza como “semillas” para representar pequeñas escenas de uno de los dra-
mas familiares relacionados con la estructura, en los que ejerce como dramaturgo y director al mismo
tiempo.
En Whitaker se percibe el provecho obtenido de su larga experiencia en la terapia con psicóticos,
que usó más tarde en intervenciones que parecen “absurdas” en primera instancia, pero que reve-
lan una magistral inclusión del pensamiento primario, generalmente artístico, tan característico del
esquizofrénico, para la siembra de ideas, a menudo derivadas de su vida personal, inaugurando lo que
actualmente se conoce como “transparencia en la terapia”.

16
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

Para los segundos, es decir, el grupo de iniciadores y precursores de la terapia familiar, que se in-
teresaban por comprender profundamente los misterios de la esquizofrenia y que están influenciados
por el cuestionamiento de la misma como enfermedad, discurso propio de la década de los sesenta,
de la mano de las drogas alucinógenas y de la antipsiquiatría, la influencia de Bateson y su equipo de
investigación en Palo Alto fue fundamental para la incorporación de la epistemología cibernética a la
terapia familiar no psicoanalítica.
En la medida que la comprensión de los patrones interaccionales entre el paciente esquizofrénico
y su madre (díada), y la inclusión posterior del padre y la familia (tríada) significaron un aporte muy
valioso a nivel teórico, no servía tanto para mejorar el tratamiento ni el pronóstico de esta condición,
tan grave como crónica.
En este período inicial, la inclusión de Erickson, como resultado de los frecuentes viajes de Haley y
Weakland a Phoenix, Arizona para observar su práctica, en la que incorporaba el ciclo vital familiar, las
tareas del tipo de las prescripciones paradójicas del síntoma, el uso del trance hipnótico para obtener
mayor información que le ayudara en la prescripción, etc. tendría un profundo efecto en la creación del
modelo de Palo Alto de terapia breve.
Lo más importante del arte de Erickson, a mi juicio, es su extraordinaria intuición para encontrar
una salida para sus pacientes por medio del propio síntoma como la “vía regia” para la solución del pro-
blema. A lo largo del tiempo, su influencia ha servido para crear diferentes “escuelas” como, las terapias
postericksonianas, la terapia centrada en las soluciones, la neurolingüística, las terapias motivacionales
positivas, etcétera. En todas estas versiones se observa el arte de la persuasión y de la retórica como
herramientas para la inducción estratégica del cambio.
Su representante sistémico más articulado es, sin lugar a dudas, Watzlawick (1981, 1983), quien
reunió los aportes de Bateson y de Erickson para crear su modelo de terapia interaccional, que aún está
vigente en el Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto.
Lo más valioso de Watzlawick en lo que se refiere a su talento artístico, además de sus méritos
literarios, es el refinado uso del reetiquetamiento del problema, que le facilita la prescripción del sín-
toma porque se fundamenta en una delicada repuntuación de los hechos, de índole habitualmente
paradójica.
Por último, como participante del MRI, Haley se caracteriza por el énfasis que le otorga a la dimen-
sión jerárquica para la resolución de los problemas que presenta la familia que consulta. Donde más
sobresalen sus dotes creativas es en la supervisión, que se mueve entre lo interaccional y lo estructural,
pero en que predomina el carácter secuencial de las diferentes prescripciones de índole paradójico que
aconseja, porque pone de manifiesto las características de un proceso terapéutico que evoluciona por
etapas y no solamente gracias al uso de intervenciones magistrales.
Desde una perspectiva conceptual, los aportes de los diferentes autores mencionados hasta ahora
contribuyen a la creación de una serie de lentes, que son los instrumentos que permiten observar a la
familia, a la pareja e incluso al individuo como un “sistema observado”.
Esta primera mirada sistémica, que se dirige hacia el sistema que consulta, se corresponde con el
nivel 1 o “fenomenológico” señalado anteriormente y está anclada en la “epistemología cibernética
pragmática de primer orden”. Para el proceso de aprendizaje de la misma se requiere incursionar en los

17
Terapia de familia y pareja

conocimientos básicos de patrones, reglas y redundancias interaccionales, así como de estructuras, lí-
mites y jerarquías, es decir, en lecturas de textos clásicos como “Pragmática de la comunicación”, “Pasos
hacia una ecología de la mente”, “Fundamentos de la terapia familiar”, que se engloban en la teoría
general de los sistemas, aplicada a la terapia familiar y al cambio de primer y segundo orden.
Cuando la mirada se amplía y se dirige hacia la configuración del sistema terapéutico, la pregunta
del observador (terapeuta) gira en un ángulo de 180º: en lugar de centrarse en las intervenciones o en
las estrategias que se requieren para el cambio, se comienza por identificar las características del sistema
que consulta y que le son idiosincráticas.
La influencia de Maturana y Varela, así como de von Foerster, Glasserfeld (1996) y una relectura de
Bateson fueron relevantes especialmente para autores como Keeney (1983), Dell (1982) y otros, que
publicaron una serie de libros y artículos a principios de los ochenta que revolucionaron la epistemolo-
gía cibernética de la terapia familiar porque propiciaron un viraje hacia una versión estética de segun-
do orden que recibiría diferentes nominaciones. Quizá la más descriptiva fue la de von Foerster (1991),
quien la llamó “homeostasis de la homeostasis”, porque deja en el pasado las nociones de homeostasis
y disfuncionalidad, que no contribuían a la terapia sino al equilibrio y que se corresponden más con
los sistemas estables de las ciencias duras que con los sistemas vivos como la familia, en constantes
transformaciones, al filo del desequilibrio.
Uno de los resultados del viraje epistemológico hacia el nivel 2 consistió en la transformación del
espacio terapéutico en un verdadero escenario, en el cual se vertían múltiples guiones parciales sobre
las expectativas que los participantes traían a la consulta, los motivos de la misma, las historias fami-
liares trigeneracionales con sus repeticiones y correcciones, verdaderos scripts que proporcionaban la
información que serviría de base para proponer versiones alternativas y más complejas sobre los temas
de la sesión en curso y para diseñar intervenciones, lo que originó una serie de movimientos del “siste-
ma observante”, en direcciones determinadas por el azar.
Quienes más resaltaron en esa época por su talento en el escenario terapéutico (sistema observan-
te) y por el aporte de sus diferentes dotes artísticas y creativas fueron Papp y su utilización de las coreo-
grafías y del coro griego; Silverstein, con su precisión y sabiduría para la implementación constante de
dilemas sobre el cambio/no cambio; Andolfi y su habitual habilidad para transformarse en un moderno
Pirandello que, con detalles a veces insignificantes, construía rituales de alto impacto utilizando metá-
foras, objetos o fotografías; Saccu y su extraordinario talento lúdico y picardía para inducir “provocacio-
nes” y, desde luego, Whitaker, que ejercía de “loco” ante la menor provocación.
El resultado más significativo y perdurable de esa etapa fue la invitación a participar activamente
en la construcción de un sistema terapéutico “a la medida de cada terapeuta”, al que se incluye no
solamente desde el joining como maniobra técnica derivada del modelo estructural, sino como un
personaje real, con sus vivencias y experiencias que le auxilian a la hora de co-construir un problema
para la terapia que se inicia para que sirva, al mismo tiempo, como una guía de viaje y como una aven-
tura sin rumbo preciso.
Al mismo tiempo, se produjo un acercamiento fecundo entre epistemólogos y terapeutas que
sobrepasó las fronteras de los EE.UU., país de origen de la terapia familiar como disciplina de la salud
mental contemporánea. Desde entonces, adquirió el carácter de “movimiento”, que migraba y se enri-
quecía en su paso por diferentes países.

18
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

En Inglaterra adoptó la influencia de Bowlby (1969, 1988) y de su teoría del apego temprano, con
adaptaciones sistémicas realizadas en la Clínica Tavistock por Hall (1995). En Italia recibió los beneficios
de la antipsiquiatría, especialmente de la influencia de Cancrini (1991), quien transitó del psicoanálisis a
la terapia familiar tempranamente y que, al mismo tiempo, promovía como opción política de vanguar-
dia. En Argentina, desplazó paulatinamente al psicoanálisis lacaniano, especialmente por la influencia
de Sluski (1992), quien formó parte del MRI (Palo Alto) desde su migración a California en 1972 y que se
desplazaba continuamente a Buenos Aires. En Chile se instaló con algunas dificultades, como una sub-
especialidad de la psiquiatría infantil, aunque creció enormemente gracias a la influencia de Maturana y
Varela, y permitió la creación de la epistemología sistémica de segundo orden para la terapia familiar.
Quienes se beneficiaron más de este acercamiento teórico fueron los integrantes del equipo de
Milán, particularmente Cecchin y Boscolo, luego de la separación de Palazzoli y sus colaboradores a
principios de los ochenta. De esa época proviene el paulatino abandono de las intervenciones contra-
paradójicas del período estratégico, para su reemplazo por la información que el propio sistema ob-
servante produce, con el uso del cuestionamiento circular como método de conducción de la terapia.
Desde la publicación temprana del artículo clásico, “Hipotetizando-Neutralidad-Circularidad”,
Cecchin (1987) se preguntaba por la importancia de la información producida en la entrevista como
el factor que desencadenaba procesos autorreflexivos, más relevantes para el cambio que para la inter-
vención final. Esta reflexión de Cecchin coincidía con la posición de Maturana, quien se pronunciaba
a favor de la autonomía organizacional de los sistemas vivientes y se oponía a concebir que las interac-
ciones instructivas (es decir, la base de las intervenciones estratégicas) pudieran producir un cambio
directamente, sin considerar que los sistemas responden a su propia organización y, por ende, a su
propia historia.
En la medida en que el cuestionamiento circular se transformó en un instrumento que producía
variada información sistémica para construir una intervención tan compleja como es la contraparado-
ja, y que se reinventó como un complejo dispositivo de preguntas y respuestas que siguen una secuen-
cia determinada para favorecer el cambio por medio de la conversación autorreflexiva, se accedió a un
tercer nivel sistémico, en el cual se incorporaron las historias significativas, que le otorgan un sentido y
una coherencia particular al sistema que traemos a la mano, parafraseando a Maturana.
Entonces, este nivel 3 se corresponde con el “sistema significativo”, que incorpora historias, ideas,
explicaciones, mitos y premisas que se trasladan a la conversación terapéutica, en la que pueden cues-
tionarse mediante distintos tipos de preguntas que más que nada auxilian en la construcción de nuevas
versiones, descripciones y explicaciones, pero no dan lugar a nuevas realidades ni nuevas ópticas, que
surgen de las infinitas conversaciones posibles que tienen lugar en el escenario terapéutico.
Cuando se trata de identificar el arte de la terapia en Cecchin, lo primero que salta a la vista es su
brillante imaginación para la constante construcción de hipótesis, en conjunto con el equipo de tra-
bajo, al cual se unía con una dosis de ingenuidad del tipo “la insoportable levedad del ser” de Kundera.
En segundo término, destaca su curiosidad permanente, bajo el resguardo del humor y del optimismo
terapéutico, que le permitía explorar las alternativas más insólitas y a menudo irreverentes, no solo con
los otros sino también consigo mismo. Por último, aunque sus cualidades clínicas eran extraordinarias y
no se pueden resumir escuetamente, llamaba la atención su encanto personal, que no dejaba de produ-
cir cierto asombro por la aparente simplicidad de las preguntas y la originalidad de su pensamiento.

19
Terapia de familia y pareja

No es fácil describir el arte de Boscolo, ya que no se lo conoce tan de cerca como a Cecchin en lo
que respecta a su práctica como terapeuta, sino más bien como lúcido expositor de los diferentes pe-
ríodos del modelo de Milán, del cual ha sido su líder indiscutible. Aun así, me impresiona su memoria,
que guarda recuerdos de cada caso que ha visto y que incorpora como un cuento que adquiere vida
propia como información al sistema, al mismo tiempo que estimula una conversación sobre “la vida”.
Lo que no se trasmite tan fácilmente en sus escritos es la empatía y calidez en el manejo de las emocio-
nes, que además se desvirtúo inicialmente por el malentendido creado por la supuesta “neutralidad”
como guía de su trabajo terapéutico.
Quienes han trabajado extensamente en descifrar el trabajo terapéutico del equipo de Milan son
Hoffman y Penn (1987) en sus entrevistas sobre entrevistas, realizadas por los autores en etapas sucesi-
vas, en las que su lenguaje y protagonismo hablan por sí mismos. Maestros en el diálogo en equipo, su
lectura es fascinante y reveladora de su arte en la conversación.
Las autoras del texto no están fuera del contexto artístico al que se hace referencia, sino que se
incluyen por mérito propio, por sus diversas habilidades. Hoffman, además de haber contribuido a
describir los aportes más significativos en la historia de la terapia familiar como terapeuta con una
extensa experiencia y formación en los diferentes modelos, ha evolucionado hacia el uso personal de
la “transparencia del terapeuta”, que consiste en agregar fragmentos de su vida personal que le parecen
similares a los que expresan los consultantes, pero contados por una experta en literatura, su profesión
inicial, de forma que estos adquieren partes de la historia de su vida como si se tratara de un capítulo
más de la novela familiar que se está “escribiendo” en la consulta.
Penn (1994), quien practica este arte desde hace tiempo, hace un uso más explícito de la escritura
para la terapia mediante cartas provistas de mensajes de cambios posibles, que no han desaparecido
todavía, a pesar del correo electrónico y de internet.
La cercanía de ambas con la literatura es uno más de los elementos que nos acerca al predominio
actual de las prácticas narrativas, basadas en el construccionismo social y la crítica literaria postestruc-
turalista francesa como marco de referencia, que le han dado un viraje posmoderno a las prácticas
sistémicas.
Para los posmodernos, las diferentes versiones de la epistemología sistémica que han servido para
definir los tres niveles a los que me he referido anteriormente, deben considerarse como simples na-
rraciones o historias sin pretensiones de objetividad ni de verdades absolutas. Lo contradictorio de ese
planteamiento consiste en que el posmodernismo se transforma en un nuevo dogma, en otro “ismo”,
como lo hace el gato cuando juega a morderse su propia cola.
Lo fundamental del nivel 4, el narrativo, que enfatiza el análisis de los sistemas de lenguaje utili-
zados en la consulta, es la importancia que se le otorga a los significados de género, de la cultura de
pertenencia, de los discursos locales y marginales, de los valores sociopolíticos e ideológicos que ejer-
cen mecanismos de sujeción de lo humano, o de “reclutamiento”, de acuerdo con el planteamiento de
Foucault sobre la influencia de los discursos del poder.
En lugar de las historias únicas y significativas que caracterizan al nivel anterior, anclado en el cons-
tructivismo, la terapia narrativa se inclina por identificar trazos marginales de episodios que han pasado
desapercibidos, pero que han tenido resultados únicos y extraordinarios para la creación de historias

20
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

alternativas, menos impregnadas de sufrimiento y de las cuales, el que consulta (generalmente un in-
dividuo con la familia como audiencia), tiene elementos para rehistoriar su vida de una forma más
positiva, para hacerse cargo de la misma con más éxito.
En este nivel, la importancia de White y Epston (1990, 1993, 2000 y 2007) es marcada por su papel
como iniciadores de esta modalidad terapéutica, que asume que las personas cuentan con una serie
de recursos, habilidades y valores que les pueden auxiliar para reducir la influencia del sufrimiento en
su vida personal. Por otra parte, su discurso crítico con respecto a los discursos disciplinarios de la psi-
quiatría y la psicología es tan seductor como lo fue anteriormente la antipsiquiatría.
Lo más artístico de ambos es su insistencia en no identificarse con escuela alguna, sino en conservar
la libertad de inventar nuevas prácticas que despojen al sujeto de las tramas que lo apresan a una histo-
ria, en la cual se identifiquen ciertos “pliegues” de indeterminación que dan oportunidades para la apa-
rición de historias alternativas, no tan subyugadas, que le permitan al sujeto distanciarse de sí mismo.
Más adelante se inclinaron por el postestructuralismo francés de los setenta y, por lo tanto, por la
deconstrucción de las historias como complemento a las técnicas de externalización, su primer descu-
brimiento terapéutico.
En la tradición de las prácticas narrativas norteamericanas, en cambio, ha sido notable la influen-
cia del construccionismo social a partir de los textos de Bruner (1986), Gergen (2006), y Anderson y
Goolishian (1988, 1992), que situaron a los sistemas lingüísticos en el centro de la terapia y que propu-
sieron el establecimiento de conversaciones que “disolvieran” el problema como su sello y lema princi-
pal. Desde esta perspectiva, el terapeuta es un verdadero arquitecto que construye una conversación
más positiva, basada en los recursos en lugar de las dificultades, y que se desliza imperceptiblemente
hacia una narrativa más light, que ha sido criticada por quienes nos oponemos al discurso de lo polí-
ticamente correcto.
En este nivel conversacional colaborativo, la historia del arte de la terapia quedaría inconclusa sin
citar a Andersen (1987, 1991), inventor del equipo reflexivo, técnica compleja basada en una posición
de escucha cultivada con el cuerpo y la respiración, que le ayuda a identificar algunas palabras o frases
que habían sido pronunciadas en la consulta y que le servían como una suerte de andamio, mientras se
elevaba hasta las nubes, para expandir las palabras que se desvanecían y que, en su reflexión posterior,
se poblaban de significados posibles.
Su postura ética de incursionar en detalle en el lenguaje del equipo terapéutico, que se inició con la
inclusión de la metáfora para la reflexión posterior del equipo, se vio eclipsada por su interés en el diá-
logo reflexivo, provisto de connotaciones lógicas más que positivas y de preguntas sobre lo que tenía
que ver con “habitar en el lenguaje” desde una posición equivalente a la del asombro poético.
En Palabras que permanecen, palabras por venir. Micropolítica y poética en psicoterapia,
Pakman (2010) se refiere a esta experiencia: “La poética es una dimensión relacional en la que asoma
la experiencia humana en su textura única, singular… Surge en la situación terapéutica, no como un
evento excepcional o extraordinario, sino potencialmente cotidiano y ordinario, como en las expre-
siones fugaces de sentido que se asoman en imágenes, voces, miradas, sentimientos que exceden a la
significación precisa del lenguaje, pero que están presentes en el habla en el límite de su capacidad sig-
nificante” (p. 40). Y termina la frase con una petición que viene al caso para terminar este apartado: “Lo

21
Terapia de familia y pareja

que requerimos son psicoterapeutas que cultiven una sensibilidad poética y por ello elegimos también
que lo poético sea central para un hacer sistémico en psicoterapia” (p. 41).

El oficio del terapeuta que practica lo sistémico


El ejercicio de cualquier oficio requiere de un largo y laborioso aprendizaje, que en nuestro campo ge-
neralmente mejora con el tiempo. Para que esto suceda, es necesario cumplir con algunas condiciones
que en primer lugar se relacionan con los requerimientos que a nivel teórico nos hacen compartir un
marco de referencia relacional que informa nuestra práctica al mismo tiempo que la fundamenta.
De acuerdo con Stratton, Reibstein y Lask (2011), encargados de las investigaciones en terapia
familiar de la Asociación Británica (AFT), existen tres áreas en el dominio de los conocimientos básicos
que el terapeuta sistémico debe adquirir: a) las nociones más importantes de la teoría sistémica, b) las
teorías sistémicas sobre los problemas psicológicos, resilencia y cambio, y c) el conocimiento de los
modelos sistémicos y de sus teorías de cambio.
Semejante a lo planteado por Stratton (2011) es la propuesta de Sprenkle, Davis y Lebow (2009) en
el contexto norteamericano, en su texto más reciente, “Common factors in couple and family therapy”.
En su opinión, los factores propios de los terapeutas sistémicos, en comparación con otras escuelas,
son los siguientes:
• Conceptualizar las dificultades en términos relacionales
• Interrumpir o bloquear los patrones relacionales “disfuncionales”
• Expandir el sistema terapéutico en cuanto al número de integrantes y a los niveles que se incluyen:
contexto social, transgeneracional, histórico y cultural (GRRACCES: género, raza, religión, (h)abili-
dades, clase social, etnicidad, escolaridad y sexualidad).
Es importante y probable que los diferentes programas de formación cumplan con estos objetivos
generales cuando se plantean la capacitación de terapeutas familiares. También deben establecer obje-
tivos y competencias sistémicas específicas, de manera que, de acuerdo con el Centro de Investigación
en la Efectividad de la Terapia (CORE, 2010), independientemente de los modelos que se utilicen, el
egresado adquiera y domine:
• Capacidades para elaborar hipótesis sistémicas, usarlas para promover la comprensión de los pro-
blemas y desarrollar la curiosidad sobre nuevas perspectivas.
• El cuestionamiento circular en la exploración y como instrumento de cambio.
• Técnicas específicas para promover el cambio (externalización, reetiquetamiento, role playing, es-
culturas) y narrativas alternativas.
• Exploración y uso de los recursos y de las experiencias positivas.
• Habilidades para elaborar mapas sistémicos para el diagnóstico y la terapia: genogramas, expedien-
tes, presentación de casos clínicos.
• La escenificación o “puesta en acto” para facilitar la aparición de nuevas pautas transaccionales.
• Capacidades para desarrollar una relación colaborativa para definir planes y objetivos en conjunto
con los consultantes.
• Habilidades para trabajar en equipos reflexivos e interdisciplinarios.

22
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

Esta enumeración de conocimientos básicos y de competencias específicas es útil para reconocer


el perfil que nos define como terapeutas de prácticas sistémicas y para diseñar programas de entrena-
miento que contemplen las habilidades que se requieren para desempeñar nuestro oficio con un nivel
de congruencia y eficacia.
Por otra parte, los investigadores que se interesan por demostrar la efectividad de nuestra práctica
se aproximan a este tema con preguntas que difieren dependiendo del servicio de salud en el cual se
desempeñan. Por ejemplo, en los EE.UU. se privilegian las investigaciones basadas en la evidencia por-
que son necesarias para otorgar financiamiento a modelos que cuentan con manuales de operación y
que siguen un protocolo determinado y que favorece más la medición de la terapia cognitivo conduc-
tual o el empleo de medicamentos para comprobar la efectividad de cada alternativa de tratamiento.
De esta forma, como una más de sus consecuencias, se ha puesto en riesgo el ejercicio de nuestro oficio
en pos de las políticas del management care de las compañías de seguros, pues no es tan sencillo
medir la eficacia de las prácticas sistémicas.
En Inglaterra, país en la que las compañías de seguros no tienen tanto poder en cuanto a las deci-
siones que se toman con respecto a las políticas de salud, también existen presiones para demostrar la
eficacia, que provienen indirectamente del NICE (National Institute for Clinical Excellence), que re-
comienda al público y a los servicios de salud los tratamientos más eficaces para diferentes problemas,
en función de lo que demuestran las investigaciones realizadas hasta la fecha.
En los países latinoamericanos generalmente se toman en cuenta los resultados de estas investiga-
ciones y, en algunos casos, se intenta replicar los modelos investigados en el exterior, para transferir sus
técnicas y procedimientos. Pero no es la mejor opción, ya que lo que se promueve es la tecnificación
de una disciplina como la nuestra, que debe incorporar en su ejercicio la singularidad de los pacientes
y terapeutas.
Por otra parte, desgraciadamente no se cuenta con fondos destinados para la investigación en la
terapia familiar o en las prácticas sistémicas que nos permitan obtener datos más precisos sobre la efi-
cacia de nuestros métodos, de acuerdo con la cultura y el contexto histórico propio. Aun así, el avance
de la terapia familiar y de las prácticas sistémicas en Latinoamérica es enorme, especialmente cuando
se compara con la decadencia de nuestro oficio en los EE.UU.
Por estas razones, en la medida que las prácticas sistémicas en nuestro continente han seguido
muy de cerca los avances de nuestra especialidad y que se ha enfatizado la importancia de la calidad
de los programas de capacitación que se ofrecen, es preferible estar atentos a los planteamientos de las
investigaciones de Sprenkle, Davis y Lewob (2009) sobre los factores que más influyen en la eficacia de
nuestro oficio, a partir de una pregunta de sentido común, pero quizá menos técnica: ¿Qué será lo que
es responsable del cambio terapéutico? Las respuestas, a su juicio, no apuntan tanto a los modelos
que se utilizan en la práctica clínica, sino a los siguientes factores:
• Características de los pacientes: motivación, perseverancia, adherencia al tratamiento y coopera-
ción en el cumplimiento de las tareas.
• Características del terapeuta: cercanía, empatía, flexibilidad, habilidad para interrumpir los patro-
nes disruptivos, adaptabilidad para acoplarse a las modalidades de funcionamiento de los pacien-
tes y sensibilidad a los valores y creencias culturales.

23
Terapia de familia y pareja

• Alianzas terapéuticas: son más complejas, ya que los integrantes de la familia y/o pareja participan
en alianzas como una parte más de su modalidad de funcionamiento.
• Esperanzas de mejoría: contribuyen, a modo de “placebo”, y sirven además para explicar los hallazgos
de de Shazer (1985, 1988), que acostumbraba referirse a la “cura espontánea” del 30% de sus pacien-
tes mientras estaban en la lista de espera, para justificar a priori la terapia centrada en las soluciones.
• Entusiasmo del terapeuta o investigador con su modelo, es decir, hasta qué punto cree que su mo-
delo vale la pena, más allá de su narcisismo personal.
• Organización y coherencia del modelo terapéutico, independientemente del contenido del mismo.
Estos datos son alentadores para quienes nos dedicamos al entrenamiento de terapeutas, porque
si se cumple con estos criterios como guías para conseguir los diferentes objetivos que se han enumera-
do, los programas que se implementan pueden ser evaluados periódicamente para su mejoramiento.
Por otra parte, las investigaciones basadas en la evidencia aportan datos muy valiosos que no
pueden desconocerse, especialmente si se considera que ambas perspectivas son útiles y no se oponen
necesariamente, sino que más bien se complementan.
De acuerdo con Bateson y su influencia en relación con distinguir adecuadamente los diferentes
niveles lógicos, como se insistiera en un comienzo, estas investigaciones pertenecen al rubro de las
competencias específicas para determinados problemas, que cuentan con evidencias y con ma-
nuales que las respaldan.
Algunos modelos para el tratamiento de problemas específicos cumplen con estos requisitos. De
acuerdo con Stratton, Rebstein y Lask (2011), son los siguientes:
1. Trastornos de conducta en niños y adolescentes
– Terapia funcional (Alexander y Parsons, 1982)
– Terapia multisistémica (Henggeler y cols. 1998 y 2009)
2. Adicciones y farmacodependencia
– Terapia estratégica breve (Szapocznik, Hervis y Schwartz, 2003)
– Terapia multidimensional (Liddle, 2002 y 2010)
3. Anorexia nervosa
– Modelo Maudsley (Eisler, LeGrange y Asler, 2002)
4. Depresión y terapia de pareja
– Modelo Malborough (Asen y Jones, 2000)
En resumen, estos modelos se corresponden con el último de los factores mencionados por
Sprenkle, Davis y Lebow (2009) en el contexto norteamericano, es decir, con la coherencia y la orga-
nización de un determinado modelo, a lo cual se le agrega la metodología de la investigación basada
en la evidencia y la existencia de un manual que permita replicar los resultados cuando es utilizado por
otros terapeutas o investigadores.
En un último nivel, Stratton, Rebstein y Lask (2011) se refieren a las metacompetencias, que según
la metáfora de Waszlawick, implican ver desde más alto o desde más lejos y, por lo tanto, son más
abstractas.

24
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

Como tal, es preferible enunciarlas como preguntas:


• ¿Qué las relaciones se pueden establecer entre las prácticas sistémicas y la ciencia, la filosofía o el
arte?
• ¿Cuántas de las sesiones que realizamos se basan en el oficio? ¿En la estética? ¿En la poesía?
• ¿Cómo juegan los temas que ejercen una atracción especial para el desarrollo de la conversación,
porque se corresponden con nuestros valores personales, premisas o experiencias?
• ¿Cuál es el mejor momento para descansar y dedicarse a otra cosa para enriquecer nuestra
práctica?
Quizá vale la pena terminar citando a uno de los poetas chilenos más célebres. Dice Vicente
Huidobro en Altazor (1931):
“Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos/
Las casillas de mi tablero:
Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes,
Iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía
Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte
Un poema es una cosa que será
Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser
Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser
Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento
Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco”

Bibliografía

Ackerman NW. Treating the troubled family. Nueva Anderson H. Conversation, language, and possibilities.
York: Basic Books, 1996. A postmodern approach to therapy. Nueva
Alexander JF, Parsons B. Functional Family Therapy: York: Basic Books, 1997.
Principles and Procedures. Carmel, CA: Brook Anderson H, Goolishian H. The client the expert: A not-
and Cole, 1982. knowing approach to therapy. En: McNamee
American Association for Marriage an Family S, Gergen HJ. Therapy as social constuction.
Therapy (AAMFT). Marriage and Family Londres: Sage, 1992; 25-39.
Therapy Core Competencies. Washington DC: Anderson H, Goolishian H. Human Systems as
AAMFT, 2003. Linguistic Systems: Preliminary and Evolving
Andersen T. The Reflecting Team. Dialogues about Ideas about the Implications for Clinical Theory.
Dialogues. Nueva York: Norton, 1991. Fam Proc 1988; 27(2):3-12.
Andersen T. The reflecting team. Dialogue and meta-dia- Andolfi M, Angelo C. Tiempo y mito en la psicoterapia
logue in clinical work. Fam Proc 1987; 26:415-28. familiar. Buenos Aires: Paidós, 1989.

25
Terapia de familia y pareja

Asen E, Jones E. Systemic Couple Therapy and Carr A. The effectiveness of family therapy and syste-
Depression. Londres: Karnac, 2000. mic interventions for child-focused problems. J
Barreto A. Plenary Presentation. Miami, Fl.: AFTA Fam Ther 2009a; 31:3-45.
International Conference, 2002. Carr A. The effectiveness of family therapy and syste-
Bateson G. Pasos hacia una ecología de la mente. mic interventions for adult-focused problems. J
Buenos Aires: Lohle, 1979. Fam Ther 2009b; 31:46-74.
Bateson G. Mind and nature: A necessary unity. Nueva Cecchin G. Construccionismo social e irreverencia
York: E.P., 1979. terapéutica. En: Schnitman DF. Nuevos para-
digmas, cultura y subjetividad. Buenos Aires:
Bateson G. Steps to an ecology of mind. Nueva York:
Paidós, 1994; 333-50.
Ballantine, 1972.
Cecchin G, Lane G, Ray WL. Irreverence: A strategy for
Bateson G, Jackson D, Haley J, Wealkland J. Toward
therapist survival. Londres: Karnac Book, 1992.
a theory of schizophrenia. Behav Sci 1956;
1(4):251-64. Cecchin G. Nueva visita a la hipotetización, la circulari-
dad y la neutralidad: Una invitación a la curiosi-
Beels CC. Some historical conditions of narrative work.
dad. Fam Proc 1987; 26(4):405-13.
Fam Proc 2009; 48:363-78.
Centre for Outcomes Research and Effectiveness
Bertrando P. El terapeuta dialógico. El diálogo que con-
(CORE). Systemic psychological therapies com-
mueve y transforma. México: Pax, 2011.
petences framework. 2010.
Bertrando P. Historia de la terapia familiar. Los persona-
De Shazer S. Clues; Investigating Solutions in Brief
jes y las ideas. España: Paidós, 2004.
Therapy. Nueva York: Norton, 1988.
Boscolo L, Bertrando P. Terapia sistémica individual.
De Shazer S. Keys to solutions in brief therapy. Nueva
Buenos Aires: Amorrortu, 2000.
York: Norton, 1985.
Boscolo L, Bertrando P. Los tiempos del tiempo: Una
Dell PF. Beyond Homeostasis: Toward a Concept of
nueva perspectiva para la consulta y la terapia
Coherence. Fam Proc 1982; 21:21-41.
sistémica. Barcelona: Paidós, 1996.
Eisler I, LeGrange D, Asen E. Family Interventions. En:
Boscolo L, Ceccin G, Hoffman L, Penn P. Milan systemic
Treasure J, Schmidt U, var Furth E. Handbook of
family therapy. Nueva York: Basic Books, 1987.
Eating Disorders. 2002; 291-310.
Bowlby J. Apego y pérdida. Barcelona: Paidós, 1997.
Elkaim M. La terapia familiar en transformación.
Bowlby J. A secure base. Nueva York: Basic Books, Barcelona: Paidós, 1994.
1988.
Erickson MH. Hypnosis: A general review. Dis Nervous
Bowlby J. Attachment and loss. Vol. I: Attachment. System 1941; 2(1).
Nueva York: Basic Books, 1969.
Falicov C. Transiciones de la familia. Buenos Aires:
Braverman L. A Guide to Feminist Family Therap. Amorrortu, 1991.
Nueva York: Harrington Park Press, 1988.
Fals-Stewart W, Lam WK. Brief behavioral couples the-
Bruner J. Realidad mental y mundos posibles, los actos rapy for drug abuse. A randomized clinical trial
de la imaginación dan sentido a la experiencia. examining clinical efficacy and cost-effective-
Barcelona: Gedisa, 1986. ness. Fam Systems Health 2008; 26:377-92.
Byng-Hall J. The crucial roles of attachment in family Flaskas C, Perlesz A. The Therapeutic Relationship in
therapy. J Fam Ther 2008; 30:129-46. Systemic Therapy. Londres: Karnac Books, 1996.
Byng-Hall J. Rewriting family scripts. Nueva York: Friedman S. Terapia familiar con equipo de reflexión.
Guilford Press, 1995. Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
Cancrini L. La psicoterapia: Gramática y sintaxis. Gergen K. Construir la realidad. Barcelona: Paidós,
Manual para la enseñanza de la psicoterapia. 2006.
España: Paidós, 1991.
Gergen K. El yo saturado. Barcelona: Paidós: 1992.

26
Capítulo 1 - Prácticas sistémicas: Arte y oficio

Glasersfeld E. Aspectos del constructivismo radical. En: Liddle HA. Multidimensional family therapy (MDTF)
Pakman M. Construcciones de la experiencia for adolescent cannabis users. Rockville,
humana. Vol I. Barcelona: Gedisa, 1996; 23-49. MD: Center for Substance Abuse Treatment,
Glasersfeld E. Introducción al constructivismo radi- Substance Abuse and Mental Healrh Service
cal. En: Watzlawick P. La realidad inventada. Administration, 2002.
Barcelona: Gedisa, 1988. Maturana HR, Varela FJ. El árbol del conocimiento.
Haley J. Jay Haley on Milton Erickson. Nueva York: Santiago, Chile: Universitaria, 1984.
Brunner-Routledge, 1993. Maturana HR, Varela FJ. Autopoiesis and Cognition.
Haley J. Problem-solving therapy. San Francisco: Jossey- Boston: Reidel, 1980.
Bass, 1976. McGoldrick M, Gerson R, Shellenberg S. Genograms.
Henggeler S, Schoenwald S, Bordin C, Rowland M, Assesment and intervention. 2a ed. Nueva York:
Cunningham R. Multisystemic therapy for anti- Norton, 1999.
social behavior in children and adolescents. 2a ed. McGoldrick M. Revisioning family therapy: Culture,
Nueva York: Guilford, 2009. class, race, and gender. Nueva York: Guilford
Hoffman L. Family therapy: an intimate history. Nueva Press, 1998.
York: Norton, 2002. McNamee S, Gergen K. La terapia como construcción
Hoffman L. Exchanging voices. Londres: Karnac Books, social. Barcelona: Paidós, 1992.
1994. Minuchin S, Fishman C. Técnicas de terapia familiar.
Hoffman L. Constructing realities: An art of lenses. Fam Barcelona: Paidós, 1981.
Proc 1990; 29:1-12. Minuchin S. Familias y terapia familiar. Barcelona:
Hoffman L. Fundamentos de la terapia familiar. México: Gedisa, 1979.
FCE, 1981. Morin E. Introducción al pensamiento complejo.
Hogue A, Liddle HA. Family-based treatment for ado- Barcelona: Gedisa, 1980.
lescent substance abuse: controlled trials and National Institute of Clinical Excellence (NICE). Depression:
new horizons in services research. J Fam Ther Management of Depression in Primary and
2009; 31:126-54. Secondary Care. Londres: NICE, 2004.
Huidobro V. Obra poética. México: Conaculta y Fondo Nelson TS, Fleuridas C, Rosenthal D. The evolution of
de Cultura Económica, 2003. circular questions: training family therapist. J
Imber-Black E, Roberts J, Whiting R. Rituals in families Marit Fam Ther 1986; 2:113-27.
and family therapy. Nueva York: Norton, 1988. Nichols MP, Schwartz RC. Family Therapy. Concepts
Kaslow FW. Sameness and diversity in families and Methods. 4ª ed. Nueva York: Allyn and
across five continents. J Fam Psychother 2008; Bacon, 1998.
19:107-42. Pakman M. Palabras que permanecen, palabras por
Keeney B. The therapeutic voice of Olga Silverstein. venir. Micropolítica y poética en psicoterapia.
Nueva York: Guilford Press, 1986. Buenos Aires: Gedisa, 2010.
Keeney B. The aesthetic of change. Nueva York: Papadopulos RK, Bing-Hall J. Multiple Voices, Narrative
Guilford Press, 1983. in Systemic Family Psychotherapy. Londres:
Duckworth, 1997.
Kuipers E, Left J, Lam D. Work for Schizophrenia. 2a ed.
Londres: Gaskell, 2002. Papp P, Imber-Black E. Family Themes: Transmission
and Transformation. Fam Proc 1996; 35:5-20.
Lebow J. The integrative revolution in couple and fa-
mily therapy. Fam Proc 1997; 36(1):1-17. Papp P. The process of change. Nueva York: Guilford
Press, 1983.
Liddle HA. Multidimensional family therapy for
Adolescent Drug Abuse and Delinquency. Papp P. The Greek chorus and other techniques of pa-
Nueva York: Guilford Press, 2010. radoxical therapy. Fam Proc 1980; 19:45-57.

27
Terapia de familia y pareja

Pearce WB, Cronen VE. Communication, action and Szapocznink J, Hervis O, Schwartz S. Brief Strategic
meaning. The creation of social realities. Nueva Family Therapy for Adolescent Drug Abuse.
York: Praeger, 1980. Bethesda, MA: National Institute on Drug
Penn P, Frankfurt MW. Creating a participant text: Abuse, 2003.
Writing, multiple voices, narrative multiplicity. Varela F, Thompson E, Rosch E. De cuerpo presente.
Fam Proc 1994; 33:217-31 Barcelona: Gedisa, 1992.
Rowe CL, Liddle HA. Multidimensional family therapy Vetere A, Dallos R. Systemic therapy and attachment
for adolescent alcohol abusers. Alcohol Treat narratives. J Fam Ther 2008; 30:374-85.
Quart 2008; 26:105-23. Vicencio J. ¡Ay como me duele quererte! Mapas del
Selvini M, Boscolo I, Cecchin G, Prata G. Paradoja y amor y de la terapia de pareja. México: Pax,
contraparadoja. Barcelona: Paidós, 1986. 2011.
Schön DA. The Reflective Practitioner. How Vicencio J. Érase una vez una hipótesis. Fam Terap
Professionals Think in Action. Nueva York: Basic 2004; 12(19).
Books, 1983. Vicencio J. Divorcio y terapia de pareja. Psicol Iberoam
Simon F, Stierlin H, Wynne L. The Language of 1997; 5(3).
Family Therapy: A Systemic Vocabulary and Vicencio J. La terapia de pareja sistémica. ¡Cómo me
Sourcebook. Nueva York: Family Process Press, duele quererte! Psiquiatría, 1992.
1985.
Von Foerster H. Las semillas de la cibernética. Gedisa:
Sluski C. Trasformaciones: un esquema para los cam- Barcelona, 1991.
bios narrativos en la terapia. Fam Proc 1992;
Walsh F. Normal family processes. 3a ed. Nueva York:
31:217-30.
Guilford Press, 2003.
Sluski C. Cibernética y terapia familiar; un mapa míni-
Walters M, Carter B, Papp P, Silverstein O. The invisi-
mo. Sist Fam 1987; 65-69.
ble web: gender patterns in family relationships.
Sprenkle DH. Intervention Research in Couple Nueva York: Guilford Press, 1988.
and Family Therapy: A Methodological and
Watzlawick P, Beavin J, Jackson D. Teoría de la comuni-
Substantive Review. J Marit Fam Ther 2012;
cación humana. Barcelona: Herder, 1981.
38(1):3-29.
Watzlawick O. La realidad inventada. Barcelona:
Sprenkle DH, Davis SD, Lebow Jl. Common factors in
Gedisa, 1988.
couple and family therapy. Nueva York: The
Guilford Press, 2009. Watzlawick P. Cambio. Barcelona: Herder, 1989.
Sprenkle DH. Effectiveness research in marriage and Whitaker C. Meditaciones nocturnas de un terapeuta.
family therapy. Alexandria, VA: American España: Paidós, 1985.
Association for Marriage and Family Therapy, White M. Maps of narrative therapy. Nueva York:
2002. Norton, 2007.
Steinglass P. Sytemic-motivational therapy for substan- White M, Epston D. Reflections on narrative means in
ce abuse disorders: an integrative model. J Fam therapeutic ends. Nueva York: Norton, 2000.
Ther 2009; 31:155-74. White M, Epston D. Guías para una terapia familiar sis-
Stratton P, Reibstein J, Lask J. Competence and occupa- témica. Barcelona: Gedisa, 1993.
tional standards for systemic and couples thera- White M, Epston D. Medios narrativos para fines tera-
py. J Fam Ther 2011; 33(2):123-42. péuticos. España: Paidós, 1990.

28

También podría gustarte