Ordenación Diaconal

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ORDENACIÓN DIACONAL

Seminarista Santiago Holguín


Miércoles 21 de diciembre
Catedral metropolitana de la Arquidiócesis de Santo Domingo de guzmán
Canto de entrada
Canto del profeta
Antes que te formaras
Dentro del vientre de tu madre
Antes que tú nacieras
Te conocía y te consagré
Para ser mi profeta
De las naciones yo te escogí
Irás donde te envíe
Y lo que te mande proclamarás

Tengo que gritar, tengo que arriesgar


Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro
Tengo que andar, tengo que luchar
Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro

No temas arriesgarte
Porque contigo yo estaré
No temas anunciarme
Porque en tu boca yo hablaré
Te encargo hoy mi pueblo
Para arrancar y derribar
Para edificar, destruirás y plantarás

Tengo que gritar, tengo que arriesgar


Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro
Tengo que andar, tengo que luchar
Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro
RITOS INICIALES

El celebrante:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo,
La asamblea:
Amén.
Saludo a la asamblea:
La paz esté con ustedes.
La asamblea:
Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL
El celebrante:
Hermanos, para celebrar dignamente estos sagrados
misterios, reconozcamos nuestros pecados.

Todos:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
Golpeándose el pecho, dicen:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
El celebrante:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
La asamblea:
Amén.

Después de un breve espacio de silencio, los cantores y la asamblea invocan la


misericordia divina:
V/. Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
V/. Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
V/. Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
A continuación, se canta el himno:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de
nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo, en la Gloria de Dios Padre.
Amén.

ORACIÓN COLECTA

El celebrante:
Oremos.
Oh Dios, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia
a servir a los hermanos y no a ser servidos,
concede a este hijo tuyo,
que elegiste hoy para el ministerio del diaconado,
disponibilidad para la acción,
mansedumbre en su ministerio
y perseverancia en la oración.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

La asamblea:
Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

El Señor será el rey de Israel, en medio de ti


Lectura de la profecía de Sofonías 3, 14-18ª

Alégrate, hija de Sión;


grita de gozo, Israel;
regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén.
El Señor ha revocado tu sentencia,
ha expulsado a tu enemigo.
El rey de Israel, el Señor,
está en medio de ti, no temas mal alguno.
Aquel día se dirá a Jerusalén:
«¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!
El Señor tu Dios está en medio de ti,
valiente y salvador;
se alegra y goza contigo,
te renueva con su amor;
exulta y se alegra contigo
como en día de fiesta».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 32, 2-3. 11-12. 20-21 (R.: 1a y 3a)

R. Aclamen, justos, al Señor,


cántenle un cántico nuevo.
Den gracias al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
cántenle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R.

El plan del Señor subsiste por siempre,


los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R.

Nosotros aguardamos al Señor:


él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R.

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

v. Emmanuel, rey y legislador nuestro,


ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro. R.

EVANGELIO

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

✠Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45


En aquellos mismos días, María se puso en camino de
aprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en
casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del
Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
—«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de
tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi
Señor? Pues, En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la
que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se
cumplirá».
Palabra del Señor.

LITURGIA DE LA ORDENACIÓN
Comienza después la Ordenación de los diáconos.
El Obispo se acerca, si es necesario, a la sede preparada para la Ordenación, y se
hace la
presentación de los candidatos.

Elección de los candidatos


El ordenando Es llamado por el diácono, de la siguiente manera:
Acérquese el que va a ser ordenado diácono.
E inmediatamente los nombra; cuando es llamado dice:
Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
El llamado permanece de pie ante el Obispo, y un presbítero designado por el
Obispo dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes
diácono a este hermano nuestro.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de
consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido
considerados dignos.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador,
elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los
diáconos.
Todos dicen:
Demos gracias, Señor.
O dan su asentimiento a la elección de cualquier otra forma, según lo
establecido en el n. 11 de la Introducción General.

Homilía
Enseguida, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que partiendo
del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la Palabra, instruye al pueblo
y a los elegidos sobre el ministerio de los diáconos, teniendo en cuenta la condición
de los ordenandos, según se trate de elegidos casados y no casados, o de elegidos
no casados solamente, solamente de elegidos casados. Pero puede hablar de tal
ministerio con éstas o parecidas palabras:
Queridos hermanos:

Ahora que este hijo nuestro, del cual muchos de ustedes son
familiares y amigos, va a ser ordenado diácono, conviene
considerar con atención qué grado de ministerio recibe.

Fortalecido con el don del Espíritu Santo, ayudará al Obispo y


a su presbiterio en el anuncio de la palabra, en el servicio del
altar y en el ministerio de la caridad, mostrándose servidor de
todos. Como ministro del altar proclamará el Evangelio,
preparará el sacrificio y repartirá a los fieles el Cuerpo y la
Sangre del Señor.

Además, enviado por el Obispo, exhortará tanto a los fieles


como a los infieles, enseñándoles la doctrina santa; presidirá
las oraciones, administrará el Bautismo, asistirá y bendecirá el
Matrimonio, llevará el viático a los moribundos y presidirá los
ritos exequiales.

Consagrado por la imposición de manos que ha sido


heredada de los Apóstoles, y vinculado al servicio del altar,
ejercerá el ministerio de la caridad en nombre del Obispo o
del párroco. Con el auxilio de Dios debe trabajar de tal modo
que ustedes reconozcan en el a un verdadero discípulo de
Aquel que no vino a ser servido, sino a servir.

En cuanto a ti, querido hijo, que vas a ser ordenado diácono,


el Señor te dio ejemplo para que, lo que él hizo, también lo
hagan ti.

En su condición de diácono, es decir, de servidore de


Jesucristo, que se mostró servidor entre los discípulos,
siguiendo gustosamente la voluntad de Dios, sirvas con amor
y alegría tanto a Dios como a los hombres y como nadie
puede servir a dos señores, ten presente que toda impureza o
afán de dinero es servidumbre a los ídolos.

Al acceder libremente al Orden del diaconado, al igual que


aquellos varones elegidos por los Apóstoles para el ministerio
de la caridad, también tu debes dar testimonio del bien, lleno
del Espíritu Santo y del gusto por las cosas de Dios.

Ejercerás tu ministerio, observando el celibato: será para ti


símbolo y, al mismo tiempo, estímulo de su caridad pastoral y
fuente peculiar de fecundidad apostólica en el mundo.
Movido por un amor sincero a Jesucristo, el Señor, y viviendo
este estado con una total entrega, tu consagración a Cristo se
renueva de modo más, excelente. Por su celibato, en efecto, les
resultará más fácil consagrarse, sin dividir el corazón, al
servicio de Dios y de los hombres, y con mayor facilidad serás
ministro de la obra de regeneración sobrenatural.

Tendrás por raíz y cimiento la fe. Muéstrate sin mancha e


irreprochable ante Dios y ante los hombres, según conviene a
los ministros de Cristo y dispensadores de los santos
misterios. No te dejes arrancar la esperanza del Evangelio, al
que deben no sólo escuchar, sino además servir. Viviendo el
misterio de la fe con alma limpia, muestra en tus obras la
palabra que proclaman, para que el pueblo cristiano,
vivificado por el Espíritu Santo, sea oblación agradable a Dios,
y ti, en el último día, puedas salir al encuentro del Señor, y oír
de él estas palabras:

"Muy bien, servidor bueno Y fiel, entra a tomar parte en la


alegría de tu Señor".

Promesa de los elegidos

Después de la homilía, solamente se levanta el elegido y se pone de pie delante del


Obispo, quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:
Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los diáconos
debes manifestar ante el pueblo tu voluntad de recibir este
ministerio.
¿Quieres consagrarte al servicio de la Iglesia por la imposición
de mis manos y la gracia del Espíritu Santo?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieres desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de
diácono como colaborador del Orden sacerdotal y en bien del
pueblo cristiano?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice
el Apóstol, y proclamar esta fe de palabra y obra, según el
Evangelio y la tradición de la Iglesia?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
Tu, el que está dispuestos a vivir el celibato: ¿Quieren ante
Dios y ante la Iglesia, como signo de su consagración a Cristo,
observar durante toda la vida el celibato por causa del Reino
de los cielos y para servicio de Dios y de los hombres?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿quieres conservar y acrecentar el espíritu de oración,
tal como corresponde a tu género de vida, y fieles a este
espíritu celebrar la Liturgia de las Horas, según su condición:
junto con el Pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el
mundo?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieres imitar siempre en tu vida el ejemplo de Cristo, cuyo
Cuerpo y Sangre servirás con tus propias roanos?
El elegido:
Sí, quiero, con la gracia de Dios.

Enseguida, el elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus


manos juntas entre las manos del Obispo, a no ser que, según la Introducción
General, n. 11, se
hubiere establecido otra cosa.
El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es su Ordinario:
¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Sí, prometo.
Pero si el Obispo no es su Ordinario, dice:
¿Prometes obediencia y respeto a tu Obispo?
El elegido:
Sí, prometo.

Oración litánica

A continuación, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las


manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,


para que derrame bondadosamente
la gracia de su bendición
sobre este siervo suyo
que ha llamado al Orden de los diáconos.
Entonces, el elegido se postra en tierra y se cantan las letanías; todos responden. En
los domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los
demás días, de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
En las letanías, pueden añadir se, en su lugar respectivo, otros nombres de santos,
por ejemplo, del Patrono, del Titular de la iglesia, del Fundador, del Patrono de
quienes reciben la Ordenación, así como otras invocaciones apropiadas a cada
circunstancia.

Señor, ten piedad.


Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios, rueguen por nosotros.
San Juan Bautista, ruega por nosotros.
San José́, ruega por nosotros.
Todos los santos patriarcas y
profetas, rueguen por nosotros.
San Pedro y san Pablo rueguen por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
San Juan, ruega por nosotros.
Todos los santos apóstoles y
Evangelistas rueguen por nosotros.
San Mateo, ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
Todos los santos discípulos del
Señor, rueguen por nosotros.
San Esteban, ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
San Vicente, ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad, rueguen por nosotros.
Santa Inés, ruega por nosotros.
Todos los santos mártires, rueguen por nosotros.
San Gregorio, ruega por nosotros.
San Agustín, ruega por nosotros.
San Atanasio, ruega por nosotros.
San Basilio, ruega por nosotros.
San Efrén, ruega por nosotros.
San Martín, ruega por nosotros.
San Benito, ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, rueguen por nosotros.
San Francisco Javier, ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros.
Santa Teresa del Niño Jesús, ruega por nosotros.
Sante Rosa de Lima, ruega por nosotros.
Santa Laura Montoya, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rueguen por nosotros.
Muéstrate propicio, líbranos, Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De todo pecado, líbranos, Señor.
De la muerte eterna, líbranos, Señor.
Por tu encarnación, líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo, líbranos, Señor.
Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves a tu
Santa Iglesia, te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y a todos los
miembros del clero en tu servicio
santo, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas a este elegido, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas y santifiques a este
elegido, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas, santifiques y
consagres a este elegido, te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y concordia a
todos los pueblos de la tierra. te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia de
todos los que sufren, te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en
tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos Cristo, escúchanos.

Concluido el canto de las letanías, el Obispo ordenante principal, de pie, y con las
manos extendidas, dice:

Señor, Dios, escucha nuestras súplicas


y confirma con tu gracia
este ministerio que realizamos:
santifica con tu bendición a estos siervos tuyos
que juzgamos aptos
para el servicio de los santos misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén
El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se ponen de pie.

Imposición de las manos y Plegaria de Ordenación

El elegidos se levanta; se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con
mitra, y se ponen de rodillas ante él.

El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza del elegidos.

Estando el elegido arrodillado ante el Obispo, éste, sin mitra, con las manos
extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:

Asístenos, Dios todopoderoso,


de quien procede toda gracia,
que estableces los ministerios
regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
– palabra, sabiduría y fuerza tuya-,
con providencia eterna todo lo proyectas
y concedes en cada momento cuanto conviene.

A tu Iglesia, cuerpo de Cristo,


enriquecida con dones celestes variados,
articulada con miembros distintos
y unificada con admirable estructura
por la acción del Espíritu Santo,
la haces crecer y dilatarse
como templo nuevo y grandioso.

Como un día elegiste a los levitas


para servir en el primitivo tabernáculo,
así ahora has establecido tres órdenes de ministros
encargados de tu servicio.

Así también, en los comienzos de la Iglesia,


los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano,
a siete varones acreditados ante el pueblo,
a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres,
a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño
a la oración y a la predicación de la palabra.

Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio


a este siervo tuyo,
a quien consagramos humildemente
para el orden del diaconado y el servicio de tu altar

ENVÍA SOBRE EL, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO,


PARA QUE, FORTALECIDO
CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES,
DESEMPEÑE CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.

Que resplandezca en el
un estilo de vida evangélica, un amor sincero,
solicitud por pobres y enfermos, una autoridad discreta,
una pureza sin tacha
y una observancia de sus obligaciones espirituales.

Que tus mandamientos, Señor,


se vean reflejados en sus costumbres,
y que el ejemplo de su vida
suscite la imitación del pueblo santo;
que, manifestando el testimonio de su buena conciencia,
perseveren firmes y constantes con Cristo,
de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo,
que no vino a ser servido sino a servir,
merezcan reinar con él en el cielo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Todos:
Amén.

Entrega del libro de los Evangelios

Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra.


Los ordenados se levantan, y unos diáconos u otros ministros iponen la estola al
estilo diaconal y le visten la dalmática.

Mientras tanto se canta:

Ven y sígueme
Tú, Señor, me llamas,
tú, Señor me dices:
Ven y sígueme, Ven y sígueme
Señor, contigo iré, Señor contigo iré

Dejaré en la orilla mis redes,


cogeré el arado contigo, Señor:
guardaré mi puesto en tu senda,
sembraré tu Palabra en mi pueblo
y brotará y crecerá. Señor, contigo iré,
Señor, contigo iré.

Dejaré mi hacienda y mis bienes,


Donaré a mis hermanos mi tiempo y mi afán;
por mis obras, sabrán que tu vives;
con mi esfuerzo abriré nuevas sendas
de unidad y fraternidad. Señor, contigo iré,
Señor, contigo iré.

Tú, Señor, me llamas,


tú, Señor me dices:
Ven y sígueme . Ven y sígueme
Señor, contigo iré. Señor contigo iré

El ordenado, ya con sus vestiduras diaconales, se acerca al Obispo y, se arrodilla


ante él. El Obispo le entrega el libro de los Evangelios, diciendo:

Recibe el Evangelio de Cristo,


del cual has sido constituido mensajero;
esmérate en creer lo que lees,
enseñar lo que crees
Y vivir lo que enseñas.

Finalmente, el Obispo da al ordenado el beso de paz, diciendo:


La paz sea contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Mientras tanto se canta:

Id y enseñad
Sois la semilla que ha de crecer
sois la estrella que ha de brillar
sois levadura, sois grano de sal
antorcha que debe alumbrar.

Sois la mañana que vuelve a nacer


sois espiga que empieza a granar
sois aguijón y caricia a la vez
testigos que voy a enviar.

Id, amigos, por el mundo,


anunciando el amor.
Mensajeros de la vida
de la paz y el perdón.
Sed amigos los testigos
de mi resurrección.
Id llevando mi presencia
con vosotros estoy.

Sois una llama que ha de encender


resplandores de fe y caridad.
Sois los pastores que han de guiar
al mundo por sendas de paz.

Sois los amigos que quise escoger


sois palabras que intento gritar,
sois reino nuevo que empieza a engendrar
justicia, amor y verdad.

Id, amigos, por el mundo,


anunciando el amor.
Mensajeros de la vida
de la paz y el perdón.
Sed amigos los testigos
de mi resurrección.
Id llevando mi presencia
con vosotros estoy.

Sois fuego y savia que vine a traer,


sois la ola que agita la mar,
la levadura pequeña de ayer
fermenta la masa del pan.
Una ciudad no se puede esconder,
ni los montes se han de ocultar,
en vuestras obras que buscan el bien
los hombres al padre verán.

Id, amigos, por el mundo,


anunciando el amor.
Mensajeros de la vida
de la paz y el perdón.
Sed amigos los testigos
de mi resurrección.
Id llevando mi presencia
con vosotros estoy.

LITURGIA EUCARÍSTICA
El celebrante:
Oren, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
La asamblea:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y
gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa
Iglesia.
El celebrante:

Padre santo,
Cuyo hijo quiso lavar los pies de los discípulos
Para darnos ejemplo,
Recibe los dones que te presentamos
Y haz que, al ofrecernos como oblación espiritual,
Nos llenemos de espíritu de humildad y diligencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea:
Amén.

PLEGARIA EUCARÍSTICA

Prefacio: Cristo, origen de todo ministerio en la iglesia


V/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Pues, por la unción del Espíritu Santo,


tu constituiste a tu unigénito
pontífice de la nueva y eterna alianza
y en tu inefable designio determinaste
que en la Iglesia se ejercieran muchos ministerios.

Porque Él no sólo confiere la dignidad del sacerdocio real


a todo el pueblo redimido,
sino que, con fraternal predilección,
elige a algunos hombres,
para hacerlos, por la imposición de las manos,
participes de su ministerio santo.

Ellos preceden a tu pueblo santo en la caridad,


lo alimentan con la palabra,
y lo fortalecen en los sacramentos.

Entregando su vida a ti y por sus hermanos,


ellos se esfuerzan por reproducir en sí mismos
la imagen de Cristo,
y te ofrecen constantemente testimonio de fidelidad y amor.

Por eso, también, señor


con todos los ángeles y los santos
te alabamos, cantando llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:


CP
Santo eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las


ofrendas, dice:
CC
Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el


cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan
en el Cuerpo y ✠la Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,

Junta las manos.


que nos mandó celebrar estos misterios.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de


pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la
naturaleza de las mismas palabras.
Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar,


prosigue:
tomó pan,
y dando gracias te bendijo,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre


la patena y lo adora, haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar,


prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal


y lo adora, haciendo genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:


CP
Éste es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:


Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:


CC
Así, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,


y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1
Que él nos transforme en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José,
los apóstoles y los mártires,
(san N.: Santo del día o patrono)
y todos los santos,
por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,

El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:


a mí, indigno servidor tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N., a mí,
indigno siervo tuyo,

al orden episcopal, a los presbíteros, a este hijo tuyo que ha


sido ordenados hoy ministro de la Iglesia
y a los demás diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia


que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
✠A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,

Junta las manos


por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y,


sosteniéndolos elevados, dice.
CP o CC
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE COMUNION

El celebrante:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina
enseñanza, nos atrevemos a decir:
La asamblea:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
El celebrante:
Líbranos, de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
La asamblea:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El celebrante:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy», no tengas en cuenta
nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu
palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
La asamblea:
Amén.
El celebrante:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
La asamblea:
Y con tu espíritu.
Uno de los concelebrantes:
Dense fraternalmente la paz.
Los presentes se intercambian un gesto de paz como signo de comunión fraterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El celebrante:
Éste es el Cordero de Dios, Jesucristo, que quita el pecado del
mundo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.
La asamblea:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme.
El celebrante y los concelebrantes comulgan el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
También los fieles reciben la comunión.
El coro:

Canto de comunión
El espíritu del señor está sobre mí

El Espíritu del Señor está sobre mí,


el Espíritu con la unción me ha consagrado;
el Espíritu me ha enviado
para anunciar a los pobres
el alegre mensaje de su salvación.

El don de sabiduría está sobre mí,


para ser luz y guía en mi camino;
me da un lenguaje nuevo
para anunciar a los hombres
tu palabra de salvación.

El Espíritu del Señor está sobre mí,


el Espíritu con la unción me ha consagrado;
el Espíritu me ha enviado
para anunciar a los pobres
el alegre mensaje de su salvación.

El Espíritu de la paz está sobre mí,


el corazón me ha colmado de su gozo,
me da un canto nuevo
para anunciar al mundo
el día de gracia de nuestro Dios.

El Espíritu del Señor está sobre mí,


el Espíritu con la unción me ha consagrado;
el Espíritu me ha enviado
para anunciar a los pobres
el alegre mensaje de su salvación.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


El celebrante:
Oremos.

Concede, Señor, a tus siervos,


fortalecidos por el alimento y la bebida celestiales,
procurar tu gloria y la salvación de los creyentes,
Siendo siempre fieles ministros del Evangelio,
pe los sacramentos y de la claridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea:
Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

El celebrante:
El Señor esté con ustedes.
La asamblea:
Y con tu espíritu.
Uno de los concelebrantes:
Inclínesne para recibir la bendición.

El celebrante:
Que Dios, que te ha llamado
al servicio de los hombres en su Iglesia,
te conceda un gran celo apostólico hacia todos,
especialmente hacia los pobres y afligidos.
La asamblea:
Amén.
El celebrante:
Que él, que te ha confiado
la misión de predicar el Evangelio
y de servir al altar y a los hombres,
los haga en el mundo
ardiente testigo suyo
y ministros de la caridad.
La asamblea:
Amén.
El celebrante:
Que él, que te hizo dispensador
de sus sacramentos,
te conceda ser imitador de su Hijo Jesucristo
para ser en el mundo ministros de la unidad
y de la paz.
La asamblea:
Amén.
El celebrante:
que a todos ustedes, que están aquí presentes,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, ✠ Hijo ✠ y Espíritu ✠ Santo.
La asamblea:
Amén.
El diácono:
Pueden ir en paz.
La asamblea:
Demos gracias a Dios.

Canto de salida
María intercesora
María, tú
Intercesora
María, tú
Nuestra señora
María, tú
Intercesora
María, tú
Nuestra señora
Eres la gracia viva
Dios contigo, eres la elegida
Y tu hijo Jesucristo
Entre tu vientre, te consagró
Madre universal
María, tú
Intercesora
María, tú
Nuestra señora
María, tú
Intercesora
María, tú
Nuestra señora
Santa, Santa María
Madre de Dios
Madre del hombre
Envía tu fortaleza, ejemplo vivo
Perseverancia en Jesús
María, tú
Intercesora
María, tú
Nuestra señora
María, tú
Intercesora
María, tú
Nuestra señora

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