Odisea: Resúmenes Por Cantos
Odisea: Resúmenes Por Cantos
Odisea: Resúmenes Por Cantos
En los primeros versos el poeta define a Odiseo como un hombre maltratado por el destino, pero que
gracias a su perseverancia, prudencia e ingenio consigue sobreponerse a estas situaciones. Destaca
también su valentía en momentos en los que arriesga la vida por salvar la de sus compañeros.
Él era el único combatiente de la guerra de Troya que no podía regresar a su hogar, Ítaca; ya que
estaba siendo retenido por Calipso, hija del titán Atlante, que jugó un papel importante en la guerra
entre los dioses olímpicos y los titanes, tras la cual fue condenado a sostener la bóveda celeste.
Pagando por los agravios de su padre, la ninfa Calipso fue confinada a la isla de Ogigia, sobre la cual
reina y donde retiene a Odiseo.
Los dioses olímpicos, reunidos en asamblea tratando el tema del regreso de los soldados de la guerra
de Troya; comentan el asesinato de Agamenón a manos de Egisto, quien corrompió y sedujo a la
esposa de este, ya que deseaba tanto a ella como el trono de Micenas. Egisto llevó a cabo este acto a
pesar de haber sido advertido por los dioses de que, si lo hiciera, sería asesinado por el hijo de
Agamenón (Orestes), y así fue en cuanto este alcanzó la edad suficiente, cobrándose la venganza sobre
Egisto y su propia madre.
En la reunión, se discute la posibilidad de hacer a Odiseo regresar a Ítaca, opción ante la cual todos
los dioses están a favor ya que le tienen en buena estima; excepto Poseidón, quien siente una profunda
aprehensión ante él por haber cegado al cíclope Polifemo, pero que se encuentra ausente de la
asamblea.
Mientras tanto, en Ítaca, los pretendientes de casamiento de Penélope, esposa de Odiseo, invaden su
casa, organizando constantes fiestas y banquetes abusando de la hacienda de Odiseo. Esto a Telémaco,
hijo de Odiseo y Penélope, le supone un gran agravio.
Atenea desciende a casa de Odiseo bajo la forma de Mentes, rey de los tafios y conocido de Odiseo;
donde es acogida por Telémaco, que ya ha perdido toda esperanza de que su padre siga con vida.
Atenea asegura a Telémaco que Odiseo puede seguir vivo y le convence para reunir valor y partir en
su búsqueda, proponiéndole que, si se enterara de que ha muerto, enterrarlo y casar a Penélope; y si
estuviera vivo, esperar un año más a su regreso. También le alienta a echar a los pretendientes y
gobernar sobre lo que le pertenece.
Antinoo, uno de los pretendientes, contesta culpando a Penélope de permitir la situación y seguir
alimentando sus esperanzas sin llegar a ninguna decisión. Cuenta cómo ella les engañaba, prometiendo
que elegiría un marido cuando terminara de tejer un sudario, que por la noche destejía. Ahora, como su
argucia fue descubierta, se casará con quien su padre mande y mientras tanto, los aqueos arrasarán con
sus propiedades.
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Según Telémaco le replica, enfadado, Zeus envía dos águilas que sobrevuelan el ágora, lo cual es
interpretado por el anciano Haliterses como una advertencia a los pretendientes de la vuelta de Odiseo,
advertencia que no toman en serio.
Telémaco comunica su decisión infundada por Atenea de partir en búsqueda de su padre, decisión
tampoco tomada en serio por los pretendientes. La asamblea se disuelve.
Telémaco pide ayuda a Atenea, que se presenta con la forma de Méntor, antiguo compañero de Ulises
y le exhorta para que para hacia Pilos.
Tras el consejo, comienza con los preparativos con ayuda de su criada y nodriza Euriclea, que intenta
detenerle, pero finalmente le deja marchar, prometiendo no contárselo a Penélope hasta que fuera
necesario.
Atenea congrega tripulantes y una nave, y al fin Telémaco parte en medio de la noche rumbo a Pilos.
A la mañana atracaron en Pilos, donde el rey Néstor les ofrece unirse a un banquete en honor a
Poseidón tras el cual Néstor pide que se identifiquen y hagan claras sus intenciones, y así hace
Telémaco. Tras lo cual Néstor narra su propia experiencia tras la guerra de Troya: la muerte de
grandes héroes (Áyax, Aquiles y Patroclo) y la de su propio hijo Antíloco. Cuenta también cómo antes
de abandonar Troya se produjo una discusión entre Menelao y Agamenón, ya que el primero quería
marchar cuanto antes mientras que el otro pretendía quedarse y realizar ofrendas para intentar
apaciguar a Atenea. Ambos cumplieron su voluntad con distintas mitades del ejercito. La mayoría de
los que marcharon con Menelao regresaron con Agamenón para evitar la ira de Zeus, pero este no fue
el caso de Néstor, que con dificultad y asistencia de los dioses consigue llegar a casa.
Néstor no conoce con exactitud quienes sobrevivieron y quienes no, y se muestra ignorante de qué
pasó con Odiseo desde que este volvió a Troya.
Además, aconseja a Telémaco que se enfrente a los pretendientes de su madre para honrar a su padre,
augurándole éxito si cuenta con el favor de Atenea, como Odiseo y le incita a que parta rápido a
Esparta para consultar con Menelao y regresar pronto a Ítaca para echar a los pretendientes y le ofrece
pernoctar en su palacio.
Atenea (hasta ahora con la forma de Méntor) se transforma en buitre y vuela, haciendo que Néstor
realice peticiones, libaciones y sacrificios con el fin de conseguir la estima de la diosa.
Finalmente, Telémaco marcha hacia Esparta con Pisístrato (hijo de Néstor) y un carro con caballos
proporcionado por Néstor.
Al llegar a Esparta, se está celebrando el banquete de las bodas de los hijos del rey Menelao, quien
hace pasar a Telémaco y Pisístrato y les muestra gran hospitalidad, enseñándoles su palacio (repleto de
riquezas), facilitándoles aseo, vestimenta, comida y bebida.
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Menelao cuenta historias de cómo consiguió sus riquezas, mencionando a Odiseo, lo cual provoca que
a Telémaco se le salten lágrimas, haciendo que Menelao le reconozca como hijo de Odiseo. Helena,
esposa de Menelao, entra y también reconoce a Telémaco, ante lo cual Pisístrato lo confirma y expone
su situación.
Menelao habla sobre Odiseo, alabando su comportamiento en Troya, lo cual hace llorar a todos los
presentes; también dedica unas palabras a Antíloco (hermano de Pisístrato, muerto en la guerra de
Troya).
A la mañana siguiente, Telémaco finalmente pregunta de manera directa por su padre, ante lo cual
Menelao cuenta su propia vuelta a Esparta. Él y otros hombres estaban retenidos en la isla el Faro
(Egipto) cuando Menelao se encontró con la diosa Idotea, quien le da la solución: capturar a su
anciano padre, el dios del mar Proteo, quien entonces les descubriría que divinidad les está deteniendo
y cómo complacerles. Con la ayuda de la diosa tendieron una emboscada a Proteo, quien les revela
que Zeus es quien les está impidiendo el retorno y que para satisfacerle deberán hacer sacrificios de
hecatombes en Egipto.
Proteo también les había revelado la suerte de algunos guerreros de la guerra de Troya, entre ellos
Odiseo, que sigue vivo pero retenido en la cueva de Calipso. Telémaco apremia a Menelao a terminar
su relato, ya que quiere volver temprano a Ítaca.
Mientras tanto, en Ítaca, los pretendientes se enteran de que, contra sus expectativas, Telémaco
realmente ha partido hacia Pilos, lo cual les hace sentirse amenazados por el posible retorno de
Odiseo, por lo cual necesitan un plan para hacerle fracasar, ante lo cual Antinoo propone tender una
emboscada a Telémaco en el curso de su regreso.
Euriclea devela que ella ya sabía de la partida de su hijo y le pide que se calme y pida ayuda a los
dioses. Atenea atiende a Penélope y presenta en sus sueños una figura semejante a la de su hermana
Iftima que le asegura que Telémaco está bajo el cuidado de Atenea.
Los dioses se congregan una vez más en asamblea, en la que Atenea expresa su preocupación por
Odiseo; ante la cual Zeus le insta a que deje de preocuparse por él y en vez de eso guíe y proteja a
Telémaco en su vuelta. Acto seguido ordena a Hermes que marche a la isla de Calipso a darle la orden
de que deje ir a Odiseo.
Así hace Hermes, y Calipso se muestra irritada ante el mandato, alegando que los dioses no soportan
las relaciones entre mortales y seres divinos. Pero a pesar de su disgusto inicial, acata la orden y
manda marchar a Odiseo, procurándole provisiones, consejos y condiciones de viaje favorables.
Odiseo no termina de confiar en ella, ante lo cual Calipso le promete que ella no pondrá obstáculos en
su viaje, pero le advierte de que le esperan muchas dificultades en su retorno. Aun con estas
expectativas, Odiseo se muestra determinado a emprender la vuelta a Ítaca.
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Navega durante días sin encontrarse con adversidad alguna, pero al decimoctavo día, cuando se
encontraba ya cercano a la tierra de los feacios, es identificado por Poseidón, que entra en cólera ante
la decisión tomada por los dioses aprovechando su ausencia y manda una impetuosa tormenta hacia
Odiseo que consigue echarlo al mar y destrozar su balsa.
La diosa Ino de Leucotea (hija de Cadmo) lo ve y se compadece de él, ofreciéndole como ayuda un
velo que le ayudará a nadar hasta tierra firme, donde una vez llegue deberá soltarlo. Odiseo no se fía
en un principio de la propuesta, pero finalmente se ve obligado a aceptarla.
Para favorecer a Odiseo, Atenea aplaca la tormenta y calma el mar. Así, Odiseo nada durante dos días
enteros hasta que ya vislumbra la costa, pero entonces el mar se embravece de nuevo, causándole
grandes dificultades hasta que consigue llegar a la desembocadura de un río, al cual reza pidiéndole
que le deje nadar por su cauce, a lo que el río accede.
Una vez en tierra firme, decide subir al bosque y echarse a descansar sobre un lecho de hojarasca.
Atenea viaja a la tierra de los feacios con el objetivo de visitar en sueños a Nausícaa, hija del rey
Alcínoo; apareciéndosele en sueños y tomando la forma de una amiga suya le apremia a lavar sus
ropas lo antes posible.
A la mañana siguiente Nausícaa va al río con sus criadas para cumplir con la orden de la diosa, a la
vez que Atenea hace despertar Odiseo para que pueda encontrarse con las doncellas. Ante la presencia
de Odiseo, las criadas huyen (ya que va desnudo y cubierto en salmuera) y Nausícaa permanece
esperando lo que el extraño tenga que decir. Odiseo le ruega que le ayude proveyéndole de ropas y
enseñándole la ciudad.
Nausícaa accede a ayudarle, proporcionándole víveres, aseo y ropa limpia y le da instrucciones para
ganarse el favor del rey: debe esperar en la arboleda a que ella vuelva a casa (para no levantar
sospechas ni falsos rumores), luego se adentrará en la ciudad y preguntará por el palacio de Alcínoo.
Allí deberá ir a la esposa de este y lograr que se compadezca de él.
Una vez Nausícaa ha marchado, Odiseo se queda en la arboleda pidiendo asistencia a Atenea, quien no
se la concede por temor a Poseidón.
La descripción que se da de la región de los feacios da a entender que es una región costera basada en
gran parte en su actividad marítima y agrícola, ya que parece contar con grandes campos de cultivo y
amplias extensiones de vegetación (como la arboleda de Atenea). La ciudad parece próspera y rica por
las grandes murallas e infraestructuras que se describen.
Cuando al fin Odiseo se dirige a la ciudad, es envuelto en una bruma para pasar desapercibido,
invocada por Atenea, a quien se encuentra en forma de una niña local a la cual le pide que le indique el
camino al palacio de Alcínoo.
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Una vez allí, cumpliendo con las instrucciones de Nausícaa, se abraza a las rodillas de la reina Arete y
comienza a suplicarle que le preste ayuda. Alcínoo, Arete y Equeneo, un anciano guerrero, le piden
que se levante y le ofrecen hospitalidad y compartir su cena con él.
Una vez se han marchado los demás huéspedes, Arete reconoce las ropas de Odiseo (son de su hija) y
le pregunta por ello. Odiseo se presenta (pero sin revelar su identidad por el momento) y cuenta su
historia desde que abandona Ogigia hasta su encuentro con Nausícaa; explicación que parece
suficiente a sus anfitriones. Entonces, Alcínoo promete que le ayudará a regresar a su patria,
procurándole naves y hombres.
Al día siguiente Atenea, esta vez tomando forma de heraldo, convoca a los feacios en el ágora para la
presentación del forastero por parte de Alcínoo, quien manda a los jóvenes preparar una nave y escolta
para Odiseo y a los reyes que se reúnan para un banquete en su honor.
En el banquete, el ilustre aedo Demódoco canta sobre una disputa entre Aquiles y Odiseo durante la
guerra de Troya, provocando que Odiseo estalle en llanto al recordar sus desgracias durante la guerra.
Alcínoo se percata de las lágrimas de su huésped y propone parar el canto del aedo y celebrar varios
juegos deportivos que resultan semejantes a las Olimpiadas.
Odiseo no se involucra en los juegos por su pena, hasta que Laodamante (hijo de Ancíloo) le propone
participar, propuesta que Odiseo rechaza. Euríalo sugiere que, ya que no parece un atleta, quizá se
dedique al pillaje; comentario que hiere el orgullo de Odiseo que, provocado, coge un disco y lo lanza
más allá de todos los límites y reta a los feacios a enfrentarse a él en cualquier prueba física,
alardeando de sus habilidades. Este discurso enmudece por completo a los feacios.
Para aliviar las tensiones ,Alcínoo habla de las virtudes de los feacios y anima a Demódoco a tocar y a
los jóvenes a bailar. Demódoco canta sobre cómo Hefesto, al recibir la noticia de la aventura amorosa
de su esposa, Afrodita, con Ares; decide tenderles una trampa rodeando su cama con hilos que él
mismo ha fabricado y fingiendo marcharse. Así, cuando Ares atiende para acostarse con Afrodita en
su ausencia, ambos se ven enredados e inmovilizados por los hilos. Hefesto vuelve y, furioso, pide
ayuda a los dioses que acuden y humillan a la pareja. Poseidón aparece y se ofrece a pagarle la dote
de Afrodita a cambio de que los dejara marchar, y así hace.
Tras finalizar la historia y una exhibición de baile de los hijos de Ancíloo que deja asombrado a
Odiseo, Ancíloo pide a los otros doce reyes que obsequien ropa y oro a Odiseo y a Euríalo que se
disculpe. Así hace y entrega su espada a Odiseo como disculpa por su ofensa.
En el segundo banquete Odiseo pide a Demódoco que cante la emboscada tendida a los troyanos con
el famoso engaño del caballo de madera, lo cual le hace llorar de nuevo.
Sólo Ancíloo se da cuenta de esto. Hace parar al aedo y pregunta a Odiseo por su identidad y el por
qué le afecta tanto oír cantar sobre la guerra de Troya.
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CANTO IX: ODISEO CUENTA SUS AVENTURAS: LOS CICONES, LOS LOTÓFAGOS Y LOS
CÍCLOPES.
Al fin, Odiseo desvela a los feacios su identidad y procede a contarles las desventuras sufridas desde
que salió de Troya con sus hombres, que comienzan con los siguientes acontecimientos.
Su primera parada fue en el país de los cicones, a los cuales saquearon y asesinaron cruelmente; pero
se demoraron en marcharse, dando tiempo a los supervivientes a pedir ayuda a otros cicones,
desencadenando un confrontamiento entre estos y los hombres de Odiseo, ganada por los cicones que
les superaban en número y obligándoles a la retirada urgente.
Tras una tormenta que los desvía de su ruta inicial, llegan a parar a la isla de los lotófagos (comedores
de flores de loto), que ofrecen loto a algunos de los hombres de Odiseo. Las flores les hacen perder la
memoria y el propósito, haciendo que desearan quedarse en la isla y teniendo que ser arrastrados por la
fuerza a las naves.
Al cabo de un tiempo fueron a dar con la tierra de los Cíclopes, seres sin ley ni conciencia de grupo y
cuya tierra era abundante por obra divina. Los tripulantes aprovechan este rasgo cazan numerosas
cabras para darse un festín. A la mañana siguiente Odiseo decidió explorar la isla y sus habitantes con
un grupo reducido de hombres. Encontraron a un cíclope (Polifemo) aislado, durmiendo en su cueva.
Decidieron acercarse llevando vino como ofrenda, pero para cuando llegaron el ciclope había salido a
pastorear a sus ovejas, por lo cual decidieron esperar en la cueva; donde se repartieron los quesos de
Polifemo.
Al regreso del cíclope, este les preguntó quiénes eran y la naturaleza de su visita, a lo que Odiseo le
contestó que eran guerreros aqueos cuyas naves había destruido Poseidón (miente astutamente) que le
pedían hospitalidad, alegando que así honraría a Zeus. El cíclope le contesta, airado, que él no se rige
por la ira y los deseos de Zeus o cualquier otro dios; procedió a devorar a dos de los compañeros de
Odiseo y se echó a dormir.
Odiseo cavila sobre cómo vencer al cíclope, pensando en matarlo pero llegando a la conclusión de que
resultaría contraproducente, ya que sólo Polifemo puede mover la gran piedra que tapa la entrada de la
cueva (y así quedarían atrapados). Finalmente tiene la idea de cegarle usando una estaca que prepara
con sus hombres cuando el cíclope marcha a la mañana siguiente a pastorear (antes se había comido a
otros dos tripulantes para desayunar).
Cuando regresa el cíclope por la noche, tras devorar a otros dos hombres, Odiseo le ofrece vino para
adormecerlo. Polifemo le va pidiendo más y más vino y que le diga su nombre, a lo cual Odiseo
responde ingeniosamente que su nombre es “Nadie”, a lo que Polifemo le replica que, por su
generosidad con el vino, “Nadie” será devorado el último. Cuando el cíclope sucumbe al sueño, cuatro
hombres y Odiseo le ciegan violentamente empleando la estaca previamente preparada. Polifemo grita
de dolor y llama a otros cíclopes para que le asistan, que le preguntan quién le ha cegado. A esto
Polifemo responde que “Nadie” es el responsable de su mal y los cíclopes, tomándole por loco, se van
sin ayudarle.
El cíclope abre la entrada de la cueva y se sienta junto a ella, palpando todo lo que salía de ella para
poder detener a los humanos si intentaban huir, pero a Odiseo se le ocurrió la argucia de atar a los
hombres bajo los vientres de tres ovejas atadas entre sí y el propio Odiseo bajo un carnero para que
Polifemo no les sintiera salir.
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Así escapan, pero cuando ya huían por mar, Odiseo impulsivamente grita a Polifemo, que, furioso,
lanza una piedra que altera a la nave. No contento con esto, Odiseo le grita otra vez, cometiendo la
imprudencia de revelarle su nombre real. Así Polifemo fue capaz de pedir venganza a Poseidón (su
padre), para que se asegurara de que Odiseo o no llegara a su patria o que lo consiguiera sólo tras
sufrir muchas penurias.
Odiseo y sus hombres llegan a Eolia, isla del dios Eolo, dios de los vientos, quien les acoge y agasaja
por un mes. Pasado este mes, cuando la tripulación ya se disponía a partir, Eolo obsequia a Odiseo un
odre que contiene todos los vientos. A los diez días de navegar, cuando ya se acercaban a casa, los
compañeros de Odiseo, celosos de este por cuánto reconocimiento y recompensas ganaba, abrieron el
odre mientras Odiseo duerme pensando que contenía metales preciosos; desatando los vientos, que
llevan a la embarcación a la deriva. Vuelven al palacio de Eolo, quien les echa, no queriendo
implicarse.
Navegan durante otros seis días hasta llegar a la tierra de los gigantes Lestrigiones que, al pedirles
hospitalidad, comienzan a asesinar y devorar a los hombres y a destruir las naves lanzando piedras.
Odiseo consigue desatar una nave y huir a tiempo con unos cuantos compañeros.
Posteriormente atracan en Eea, isla en la cual reside la diosa y hechicera Circe. Divisan humo saliendo
del bosque y deciden dividirse en dos grupos y echarse a suertes quién irá a investigarlo. Finalmente
irá el grupo liderado por Euríloco, que descubrió una casa en el bosque rodeada por leones y lobos,
perteneciente a Circe, que les hace pasar. La diosa les da a comer alimentos con una sustancia mágica
que les hace olvidar el regreso a casa y procede a transformarlos en cerdos con su varita, conservando
su conciencia.
Eríloco, que había conseguido escapar porque desconfiaba de Circe, corrió a contarle lo sucedido a
Odiseo y le suplicó que emprendieran la huida mientras pudieran, pero Odiseo se niega y decide ir a
buscar a los hombres él solo. De camino a casa de la hechicera, fue interceptado por Hermes, quien le
advirtió sobre la suerte de sus compañeros, le previno de las intenciones de Circe y le procuró un
brebaje que contrarrestaría los efectos de la pócima de la comida de Circe y le reveló cómo evitar ser
transformado en cerdo: cuando esta sacara su varita para realizar el conjuro, él sacaría su espada y se
abalanzaría sobre ella, asustándola. Tras esto, la diosa le invitaría a acostarse con ella; ante lo que
deberá acceder pero haciéndole prometer que no le herirá cuando esté desnudo y vulnerable.
Tras cumplir con las instrucciones de Hermes, Odiseo pidió ver a sus hombres y después, que los
transformara otra vez en humanos. Circe accede y les devuelve su forma (incluso mejor que la
original), les baña, viste, alimenta y pide a Odiseo que vaya a por sus demás hombres para darles el
mismo trato; así hace pese a las protestas de Euríloco. Circe hospeda a toda la tripulación en su palacio
durante un año, hasta que volvieron a añorar la patria.
Pasado el año, Circe los deja marchar, pero cumpliendo con la siguiente condición: debían bajar al
Hades y pedirle el oráculo al ilustre adivino tebano Tiresias siguiendo una serie de ritos e
instrucciones. Así, se dispusieron a partir, pero no salieron ilesos, ya que el joven e inexperto Elpenor
perdió la vida al caer borracho del tejado.
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CANTO XI: DESCENSUS AD INFEROS.
Al llegar al Hades guiados por el viento de Circe, Odiseo lleva a cabo los rituales que esta le indicó:
cava con su espada un hoyo de un codo de profundidad, alrededor del cual realizan libaciones con
agua, vino, leche, miel y harina; suplica a los muertos prometiéndoles que, ya en Ítaca, sacrificará una
vaca por ellos y una oveja negra exclusivamente para Tiresias y degollan a los ganados que habían
llevado. Tras estos rituales, se comenzaron a acercar las almas de los difuntos, tras lo cual Odiseo
apremia a que preparen a los ganados sacrificados como ofrenda a Hades y Perséfone y entra en
acción para evitar que los difuntos lleguen a la sangre antes que Tiresias. Así, interactúa con las
siguientes almas:
1. Elpenor: el joven tripulante muerto en el anterior canto al caer del tejado. Pide a Odiseo que se
acuerde de él y que lo entierre junto al mar, clavando en la tumba su remo.
2. Anticlea: madre de Odiseo. Muere de pena esperando a que su hijo vuelva de la guerra de
Troya. En el Hades, le reconoce después de que él haya hablado con Tiresias y se preocupa
por su regreso a Ítaca y por la familia que allí le espera. Odiseo intenta abrazarla en tres
ocasiones sin conseguirlo.
3. Tiresias: el anciano adivino tebano al que buscaban. Comunica a Odiseo que puede regresar a
casa, pero tras sufrir muchas desgracias provocadas por Poseidón, quien se había vuelto en su
contra después de que cegara a su hijo Polifemo. Para que su viaje sea exitoso, no deberá tocar
a las vacas de Helios cuando pasa por Trinaquía; pero si lo hace, sería el único de sus hombres
en sobrevivir y regresará “tarde, mal y en nave ajena”, y al llegar, encontrará que su casa está
siendo usurpada por los pretendientes de su mujer, a los que deberá dar muerte. Le indica
además cómo, una vez en casa, puede honrar a Poseidón y aplacar su ira.
Le cuenta también su destino: morir de manera natural alejado del mar. Esta profecía no se
cumple, ya que es asesinado por Telógono, su hijo con Circe; fruto de un malentendido en una
versión en la que otro oráculo predice que Odiseo morirá a manos de su hijo (él asume que
será Telémaco)
4. Tiro: hija de Salmoneo y esposa de Creteo, hijo de Eolo. Tuvo dos hijos (Pelias y Neleo) con
Poseidón en forma del río Enipeo personificado.
5. Antíope: hija de Asopo. Concebió, con Zeus a los fundadores de Tebas, Anfíon y Zetos.
6. Alcmena: esposa de Anfirión. Madre de Heracles con Zeus.
7. Epicasta: madre y esposa de Edipo; se suicida al enterarse de que se había casado con su
propio hijo.
8. Cloris: gobernante de Pilos. Hija de Anfíon Jasida y esposa de Neleo, con quien concibió a
Néstor, Cromio, Períclimeno y Pero.
9. Leda: esposa de Tíndaro y madre de Cástor y Polidueces.
10. Ifimedea: esposa de Aoleo; concebió con Poseidón a Otos, Efialtes y Orión.
11. Fedra y Procis: heroínas que comparten como rasgo la infidelidad a sus maridos (Teseo y
Erecteo).
12. Ariadna: hija de rey Minos. Ayudó a Teseo a escapar del laberinto proporcionándole hilo y
una espada, escapando después con él, pero asesinada por Ártemis antes de llegar a Atenas.
13. Clímene: hija de Minias, rey de Orcómeno, y madre de Ificlo.
14. Mera: compañera de Ártemis, quien la asesinó por mantener relaciones con Zeus.
15. Erifila: esposa de Anfiarao, al que traicionó por una cadena de oro.
16. Agamenón: Atrida de la guerra de Troya, hermano de Menelao. Cuenta a Odiseo cómo fue
asesinado por Egisto, amante de su esposa Clitemnestra y esta y le pregunta si sabe sobre la
suerte de su hijo y su hermano.
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17. Aquiles: héroe aqueo que muere asesinado en la guerra de Troya. Hijo de Tetis y Peleo,
pregunta por este y por su hijo Neptólemo.
18. Áyax: héroe de la guerra de Troya. Se suicidó para no tener que soportar la vergüenza de
afrontar las consecuencias de su locura tras perder contra Odiseo en los juegos funerarios de
Aquiles. Sigue resentido con Odiseo y se niega a hablarle.
19. Minos: hijo de Zeus; rey de Creta. En el Hades imparte justicia a los muertos.
20. Orión: gigante muerto por la picadura de un escorpión.
21. Heracles: héroe hijo de Zeus y Alcmena y esposo de Hebe. Se encuentra en el Hades llevando
a cabo uno de sus trabajos, sacar a Cerbero.
Presencia también a tres personajes que sufren castigos eternos: Ticio, tendido en el suelo con dos
buitres devorando sus entrañas, condenado por violar a Leto, amante de Zeus; Tántalo, hasta el cuello
de agua y rodeado de frutales pero incapaz de comer o beber y Sísifo, que empuja una roca hacia la
cima de una montaña, pero que al llegar a la cima, la piedra cae y debe empezar de nuevo.
Finalmente Odiseo sale del Hades y prosigue con su viaje por mar.
En medio del relato de estas entrevistas con los muertos, Arete y Alcínoo le interrumpen conmovidos
por su desgracia y resiliencia, y se ofrecen proveerle de hospitalidad durante el tiempo que le sea
necesario.
Odiseo y su tripulación regresan a Eea para dar sepultura y llorar a Elpenor como le habían prometido.
Circe, que se percata del regreso de Odiseo, le habla para advertirle sobre los siguientes peligros a los
que se va a enfrentar y le da una serie de consejos para superarlos. Primero se encontrarán con las
Sirenas, cuyo canto lleva a los marineros a la locura y a la muerte. Para evitarlo, Odiseo deberá hacer
que sus tripulantes se tapen los oídos con cera y él, si quiere escuchar los cantos, deberá pedirles que
le aten al mástil de la nave, y si, conducido por los cantos, pide que le desaten, sus compañeros le
sujetarán con más fuerza aún. Una vez superadas a las sirenas, deberán pasar entre las Rocas Errantes,
que sólo han sido atravesadas por el Argo (barco en el cual viajaban el ilustre Jasón y los Argonautas
desde Yolcos, en busca del vellocino de oro). El peligro de estos peñascos residía en la presencia de un
monstruo en cada uno de ellos: Escila, monstruo enorme de seis cabezas, doce patas y tres hileras de
dientes que devora a los navegantes sin necesidad de abandonar su cueva y Caribdis, criatura
gigantesca oculta bajo el agua que tres veces al día absorbe el mar y lo vuelve a vomitar. Circe
recomienda pasar por el lado de Escila sin intentar enfrentarse a ella, ya que es mejor perder a seis
hombres devorados que a todos estrellados en las rocas. Finalmente, repite la advertencia de Tiresias
sobre las vacas del dios del Sol.
El encuentro con las sirenas se desarrolla tal y como había indicado Circe y al llegar a las Rocas
Errantes, Odiseo no advierte a sus compañeros del peligro y saca las armas dispuesto a enfrentarse con
Escila, que devora a seis tripulantes (lo cual describe Odiseo como lo más horrible que ha presenciado
en sus desventuras).
Odiseo quería evitar parar en Trinaquía, pero sus compañeros (sobre todo Eucíloco), exhaustos y
hambrientos, necesitaban parar. Odiseo accede, pero les hace jurar que se alimentarán sólo de los
víveres cedidos por Circe y no tocarán el ganado de Helios. Así es durante un mes, pero cuando las
provisiones comienzan a escasear, Odiseo se aparta para rogarle a los dioses que le muestren el
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camino y se queda dormido y, entretanto, Euríloco convence a los tripulantes de que maten a una vaca
para comérsela, ya que prefiere morir rápido por el castigo que se les imponga que morir de inanición
paulatinamente. Cuando regresa Odiseo y se encuentra con lo que han hecho sus compañeros se
escandaliza, pero el daño ya estaba hecho. Helios, al enterarse, pidió justicia a Zeus, que promete que
en cuanto se de la ocasión destrozará las naves de los malhechores, además de hacer que los cadáveres
de vaca tomen vida.
Durante siete días más se aprovechan de las vacas del Sol, hasta que vuelven a partir, pero Zeus manda
una gran tempestad que envuelve la embarcación y provoca que todos los tripulantes, excepto Odiseo,
caigan al agua. Odiseo sigue el viaje arrastrado por la corriente, con tal mala fortuna que le lleva de
vuelta a Caribdis, que absorbe la nave, pero Odiseo consigue salvar su vida de nuevo saltando y
agarrándose a un árbol y volviendo a saltar encima de la nave cuando la bestia la escupió. Otra vez a la
deriva llega hasta Ogigia, isla donde habita Calipso y donde se encontraba al comienzo de la obra.
Alcínoo, conmovido y satisfecho por la historia de Odiseo, le deja marchar, ordenando a los feacios
que le entreguen numerosas riquezas y víveres como regalo y que sea escoltado hasta su tierra. Odiseo
duerme durante todo el viaje de vuelta, y al llegar a Ítaca, es tendido en la arena de la playa junto con
sus obsequios, aún dormido. Atenea hace aparecer una nube a su alrededor, causando que, al despertar,
no reconozca a su patria y desespere pensando que los feacios le han abandonado en un lugar remoto.
Mientras tanto, Poseidón, que estimaba a los feacios, se encuentra furioso ya que estos han ayudado a
su enemigo y pide a Zeus que se les imponga un castigo. Poseidón hace que la nave de los feacios sea
convertida en roca cuando ya se acercaba a la costa, lo cual hace que Alcínoo recuerde la premonición
de su padre y apremia a su pueblo a que realicen sacrificios en honor a Poseidón y jura no volver a
ayudar a un extranjero para que el dios no oculte la ciudad bajo un monte.
Odiseo se encuentra con Atenea en forma de joven pastor y le pregunta donde se encuentra,
indicándole ella que efectivamente se hallan en Ítaca. Odiseo se inventa una historia y una excusa
completamente distinta a la realidad sobre el por qué no sabía dónde estaba, ante lo que Atenea se
revela en su forma verdadera y le reproche que mienta incluso a extraños. La diosa procede a disipar la
nube, dejando que Odiseo admire su tierra, y le ofrece ayuda. Juntos esconden las riquezas de Odiseo
en la gruta de las ninfas Náyades y Atenea procede a contarle la situación con los pretendientes de
Penélope y sus intenciones. Urden juntos un plan para detenerlos: Atenea alterará la imagen de Odiseo
para que parezca un viejo mendigo y él irá a hablar con su porquero, que aún le es leal.
Atenea marcha para ayudar a Telémaco, ante lo cual Odiseo le pregunta por qué no le informó ella
misma sobre su paradero, respondiendo Atenea que fue para que el joven se fuera forjando su propia
reputación y ganando experiencia.
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CANTO XIV: ODISEO EN LA MAJADA DE EUMEO.
Odiseo disfrazado de mendigo llega hasta donde se encuentra el porquero, que lo recibe con
hospitalidad, dándole de comer y beber, invitándolo a su cabaña y extendiendo pieles en el suelo para
acomodarlo. Eumeo se lamenta por la ausencia de su soberano y por cómo los pretendientes de
Penélope arrasan con sus posesiones (mientras cuenta esto, Odiseo va maquinando su venganza).
Entonces, el huésped pregunta de quién se trata el soberano del que habla, pero el porquero se niega a
decírselo en un principio, ya que teme que el mendigo se invente falsas buenas nuevas a cambio de
favores, pero finalmente le revela que su señor era Odiseo, a quien cree muerto. Odiseo le comunica
que su soberano regresará ese mismo mes y cobrará su venganza con los pretendientes; aunque Eumeo
no cree esta noticia y pide al extraño que cuente su historia. Odiseo inventa esta identidad y este
relato:
Es procedente de Creta e hijo del pudiente Cástor Hilácida y casado con una mujer rica. Cuenta tener
una gran disposición y habilidad para el combate, habiendo sido mandado por Zeus a la guerra de
Troya durante diez años hasta la victoria de los aqueos. Poco después de regresar a su patria, realiza
una expedición a Egipto, donde sufre varios males y acaba viviendo siete años, llegando a amasar
cierta fortuna. Al octavo año llegó un hombre fenicio que le convenció para que le acompañara a
Fenicia. Posteriormente, de camino a Libia, su barco se ve atrapado en una tormenta mandada con
Zeus en la que todos perecen excepto él. Llega naufragando a las costas de Tesprótida, donde es
acogido y encuentra a Odiseo, que le cuenta sus intenciones de volver a Ítaca. Al tratar de regresar a su
hogar le intentan convertir en esclavo en Ítaca, pero logra escapar y llegar hasta la morada del
porquero.
Eumeo sigue escéptico sobre el regreso de Odiseo, ante lo que este le propone un pacto que el
porquero rechaza, porque implicaría despeñar a su huésped si Odiseo no regresara. Entonces procede a
convidar al mendigo con la carne de su mejor cerdo y a prepararle un lecho para que durmiera,
mientras que él dormía junto a la piara. Odiseo se alegra al ver esto por lo bien cuidada que está siendo
su hacienda.
Atenea viaja a Esparta para apremiar a Telémaco en su regreso, ya que si se demora mucho más
casarán a su madre con Eurímaco. Menelao los deja marchar, dándoles él y Helena valiosos regalos.
Antes de partir, un halcón pasa por la derecha de Telémaco, lo cual supone un buen augurio que
Helena interpreta como el inminente regreso de Odiseo y su venganza sobre los pretendientes.
Al parar en Pilos, donde Telémaco tenía su nave y tripulación atracadas, pide a Pisístrato que vaya a
ver rápidamente a Néstor de su parte y le comunique las buenas noticias, ya que él no quería
demorarse demasiado. Antes de irse de Pilos, se encuentran con un hombre llamado Teoclímeno, que
ruega a Telémaco que le deje unirse a su tripulación, ya que huye de su patria por haber matado a un
hombre. Telémaco accede a la propuesta y parten rumbo a Ítaca.
Mientras tanto, en la cabaña de Eumeo, Odiseo pone a prueba la hospitalidad del porquero diciéndole
que se marchaba para seguir mendigando. Eumeo se niega a dejarle ir y le promete que cuando vuelva
Telémaco, este le regalará una túnica y un manto. El porquero procede a contarle su propia historia a
Odiseo:
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Él provenía de ascendencia noble, hijo del rey de la isla de Siría; pero fue secuestrado por su nodriza
fenicia que tenía el objetivo de venderlo para ganar una gran suma de dinero. La nodriza falleció
durante el viaje, por lo que los piratas fenicios le abandonaron en Ítaca, donde fue comprado por
Laertes (padre de Odiseo), que le asignó la tarea que desempeña hasta ahora.
Telémaco y su tripulación desembarcan en Ítaca. Telémaco indica a Teoclímeno que vaya a casa de
Pólibo, que le ofrecerá hospitalidad. En ese momento pasa a la derecha de Telémaco un gavilán, lo
cual Teoclímeno interpreta como un augurio de que la familia de Odiseo reinará por siempre en Ítaca.
Telémaco entra en la majada de Eumeo y este sale a recibirle, emocionado. Eumeo le presenta al
mendigo Odiseo y Telémaco lamenta no poder ofrecerle hospitalidad en su palacio por la situación
con los pretendientes. El porquero sale a comunicar a Penélope el regreso de su hijo, y en ese rato,
Atenea se aparece a Odiseo y le devuelve su apariencia normal. Telémaco al principio no cree que sea
su padre de verdad, pensando que era alguna treta de un demón o dios, pero al darse cuenta de que
realmente es Odiseo, padre e hijo estallan en llanto.
Tras haberse recibido, comienzan a planear cómo pueden plantarle cara a la insolencia de los
pretendientes, acordando que Telémaco retiraría las armas de sus oponentes buscando algún pretexto,
excepto dos juegos de armas que ellos mismos usarán y luego Odiseo se infiltraría en el palacio bajo la
apariencia de anciano. Cuentan con la ayuda de Zeus y Atenea, lo cual supone una gran ventaja.
Odiseo hace prometer a su hijo que no revelará a nadie su regreso por el momento, ni siquiera a su
madre.
Mientras tanto, los pretendientes se alarman por la noticia de la llegada de Telémaco, y comienzan a
tramar otro plan para asesinarlo, iniciativa de Antínoo, que pretende además repartir sus riquezas. Un
heraldo comunica estas intenciones a Penélope, quien, enfadada, recuerda a Antínoo cómo Odiseo
ayudó a su padre cuando este era perseguido por su pueblo. Eurímaco (que también conspiraba contra
Telémaco) intentó calmar a Penélope, intentando convencerla de que nadie iba a herir a su hijo.
Eumeo escucha estas maquinaciones y va a la cabaña para hacérselas saber a Telémaco y Odiseo (de
nuevo con apariencia de anciano mendigo).
A la mañana siguiente, Telémaco va al palacio donde lo reciben sus esclavas (como Euriclea) y su
madre, a la que indica que se bañe, cambie de ropas prometa hecatombes a los dioses. Después, comen
con Teoclímeno y Pireo (el que acoge a Teoclímeno) y Telémaco cuenta a su madre su viaje,
contándole que su marido sigue vivo, pero sin descubrirle su presencia en Ítaca. Teoclímeno le habla
sobre el augurio que presenció al llegar a la isla y Penélope le promete una gran recompensa si esto
resulta ser cierto.
Mientras tanto, Eumeo se dirige a la ciudad con Odiseo para que este pueda mendigar, pero en el
camino se encuentran con tres cabreros (que también forman parte de los pretendientes) que lo vejan y
agreden. Odiseo está furioso, pero decide no actuar para no desvelar su identidad. Odiseo escucha la
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lira del aedo Femio y el olor de la carne proveniente de su palacio y echa a caminar en su dirección.
Antes de llegar se encuentra con su antiguo perro, Argos, que, aunque no se acerca porque se lo
impide su vejez, da señales de reconocerlo (lo cual conmueve a Odiseo) y muere al haber cumplido su
propósito de ver a su amo después de veinte años.
Eumeo entra a la casa, seguido de Odiseo. Allí Telémaco da a Odiseo pan y carne y le permite pedir a
los pretendientes, que le ceden bienes gustosamente excepto Antínoo, que reprende a Eumeo por llevar
más mendigos a la ciudad los meterlos en el palacio y se niega a compartir sus riquezas con Odiseo.
Odiseo le cuenta más desgracias inventadas, manteniendo la expedición a Egipto y añadiendo un
periodo durante el cual fue esclavo en Chipre ; además de reprochar a Antínoo su avaricia y egoísmo.
El pretendiente se ofende y tira su escabel al hombro derecho del mendigo, acto que desaprueban
todos los presentes.
Penélope comenta con el porquero cómo Odiseo, si se encontrara ahí, haría pagar a esos hombres por
sus insolencias. En ese mismo momento Telémaco estornuda con fuerza, lo que Penélope interpreta
como una señal de que sus palabras se cumplirán. Finalmente, pide al mendigo que le cuente lo que
sabe sobre Odiseo, pero este le pide que espere hasta el atardecer por temor a los pretendientes.
Mientras Odiseo come en la puerta del palacio, es confrontado por Iro, un mendigo (este sí es de
verdad), que le exige que abandone el palacio. Los pretendientes (especialmente Antínoo), viendo en
el enfrentamiento una posibilidad de entretenimiento, deciden hacer más interesante la pelea
sentenciando que el ganador tendría un asiento asegurado en sus banquetes y sería el único que
pudiera pedir en el palacio. Odiseo vence a Iro (atemorizado porque Atenea había hecho que Odiseo
pareciera más robusto y fuerte) con facilidad; ganándose el puesto en la mesa de los pretendientes,
donde avisa a Anfímeno, uno de ellos, del gran conflicto que se les va a venir encima.
Penélope decide presentarse frente a los pretendientes, para lo cual Atenea la duerme y embellece su
rostro. En el banquete, reprende a Telémaco el trato que ha dado a los mendigos dejando que se suceda
la pelea. Eurímaco halaga a Penélope, pero esta rechaza sus cumplidos, contando cómo se echó a
perder física y anímicamente desde que Odiseo partió a la guerra. Después, recibe regalos de todos los
pretendientes y vuelve a su cuarto.
Odiseo pide a las esclavas que se hagan cargo de Penélope, ya que él vigilará a los pretendientes; en
respuesta es insultado por Melanto, una de las esclavas y después, llevados por el vino y su mala
actidud, los esclavos comienzan a vejarle también: Eurímaco se burla de su calva y da a entender que,
al ser mendigo, es vago y no conoce el trabajo duro, a lo que Odiseo, iracundo, responde que es mejor
trabajador y guerrero que él, lo cual hace que Eurímaco se enfade más. Se produce un alboroto
generalizado por el cual los pretendientes culpan al mendigo. Telémaco, harto de la situación, disuelve
el banquete y manda a cada uno a su casa.
Odiseo manda a Telémaco que aparte las armas de los pretendientes con los pretextos de su
ennegrecimiento en el fuego y por seguridad para los pretendientes cuando estos están borrachos.
Luego procede a planear la matanza de los pretendientes con la ayuda de Atenea. Melanto vuelve a
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reprochar a Odiseo, pero es reprendida por este y por Penélope, que ha bajado para su entrevista con
este.
Penélope narra sus desgracias al mendigo y procede a interroga sobre su procedencia y su relación con
Odiseo, respondiendo este que su nombre es Etón y es procedente de la nobleza cretense (nieto de
Minos) y que ofreció hospitalidad a Odiseo cuando este estaba camino de Troya. Para probar que lo
que decía era verdad, Penélope le preguntó sobre la apariencia de su marido, ante lo cual el extranjero
respondió con exactitud, lo cual le deja conmocionada y pide a sus sirvientas que laven los pies de su
huésped, pidiendo él que se los lavara la esclava más anciana (su nodriza Euclea).
Cuando la sierva le está lavando los pies, reconoce a Odiseo debido a una cicatriz que le había hecho
de joven un jabalí cuando cazaba en el Parnaso con su abuelo Auríloco. Euclea intenta revelar su
identidad a su soberana, pero Atenea se lo impide y Odiseo le amenaza con asesinarla junto con los
pretendientes y las esclavas si no guarda el secreto
Penélope pide al forastero que interprete un sueño que tuvo sobre un águila asesinando a veinte gansos
indefensos y luego hablando con voz humana y diciendo que así hará Odiseo a su vuelta con los
pretendientes. Odiseo le asegura que tal como dice su sueño, así será. Finalmente, Penélope le
comunica su decisión de realizar un certamen de tiro con arco en el cual competirán los pretendientes
y quien gane, será con el que se case.
Odiseo es incapaz de conciliar el sueño, dándole vueltas a cómo podía derrotar a los pretendientes, que
le superaban en número, pero Atenea le consuela recordándole que cuenta con su ayuda, muy superior
porque es una diosa. En su cuarto, Penélope lamenta la ausencia de su marido y desea que Artemisa la
mate. Al oírla sollozar Odiseo se apena y pide un presagio a Zeus, que le manda dos: un trueno y una
molinera que, tras oir el trueno, pide al dios que esa sea la última cena de los pretendientes.
Al día siguiente, todos los sirvientes trabajan preparando el festejo de esa noche para los invitados.
Eumeo llega y se preocupa por Odiseo. Después se encuentra de nuevo con el cabrero, que vuelve a
amenazarle y burlarse de él. Seguido de él aparece el vaquero Filetio, que da la bienvenida al mendigo
y expresa su deseo de que vuelva Odiseo. Mientras tanto, los pretendientes encuentran conspirando
contra Telémaco cuando les aparece un águila por la izquierda, señal de que el asesinato no será
exitoso.
En el banquete, Telémaco advierte a los pretendientes de que no molesten al huésped, pero Atenea
hace que no se contengan para alimentar la ira de Odiseo. Uno de ellos llamado Ctesipo le tira una
pata de buey a la cabeza, que Odiseo esquiva con facilidad, por lo cual Telémaco le reprende
duramente y otro, Angelao Damastórida, exhorta a Telémaco para que case a su madre, pero Telémaco
se niega a echarla forzosamente del palacio. Mientras los pretendientes ríen bajo la influencia de
Atenea, Teoclímeno expresa una visión que está teniendo que se interpreta como un presagio de
muerte. Los pretendientes ignoran la advertencia y le echan del palacio.
Los pretendientes continuaron las burlas contra Telémaco y su huésped, ignorantes de la tragedia que
se les venía encima.
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CANTO XXI: EL CERTAMEN DEL ARCO.
Penélope baja con los pretendientes para explicarles su decisión sobre organizar un certamen cuyo
ganador, el que fuera capaz de tensar el arco de Odiseo y atravesar las doce hachas limpiamente, se
casaría con ella (en caso de que ganara Telémaco Penélope se quedaría en casa).
Telémaco es el primero en intentar tensar el arco, pero no le llegan las fuerzas. El siguiente es un tal
Leodes, que tampoco es capaz, por lo cual los pretendientes deciden calentarlo y untarlo con grasa
para intentar facilitárselo a los siguientes.
Odiseo sale acompañado de Eumeo y Filetio y pone a prueba su lealtad, preguntándoles a quién
defenderían si su amo regresase y se enfrentara a los pretendientes. El porquero y el boyero se
muestran leales a Odiseo, por tanto este decide revelarles su identidad, probándola con la cicatriz del
pie, y les da instrucciones para el momento en el que se vaya a producir la venganza. Entonces, entran
a palacio cuando los pretendientes están descansando de la prueba y Odiseo pide que se le permita
intentar tensar el arco, propuesta que ofende a los pretendientes; pero que le es concedida por
Penélope y Telémaco. Este manda a su madre a su alcoba para protegerla de la matanza inminente y el
porquero y el boyero cierran las puertas del mégaron y el patio, como les había ordenado su soberano.
Odiseo supera la prueba sin esfuerzo. Tras demostrar su superioridad, dejando a los pretendientes
sorprendidos y preocupados, hace una señal a Telémaco para que prepare su arma.
Odiseo se desprende de sus andrajos y de un flechazo mata a Antínoo, haciendo que los pretendientes
entren en pánico y comiencen a buscar sus armas, que habían sido retiradas por Telémaco
previamente. Odiseo se desvela como tal y Eurímaco intenta excusarse alegando que Antínoo tuvo la
iniciativa de todos los males y que intentarán compensar a Odiseo y devolverle sus riquezas; pero este
le mata de todas formas. Anfínomo se lanza contra Odiseo, pero Telémaco le detiene asesinándolo con
una lanza y va rápidamente a buscar armas para él, su padre, Eumeo y Filetio.
A su vez, Melantio, el cabrero, encuentra el lugar donde Telémaco escondía las armas y corre a
hacerse con el máximo número posible para equipar a los pretendientes. Odiseo manda a Eumeo tras
él y le ordena que lo mate ahorcándole.
Atenea aparecen en forma de Méntor, pero aún no se une a la pelea para ver cómo se desenvuelve
Odiseo, sino que se asienta en una viga y contempla la lucha.
En dos ocasiones intentan disparar los pretendientes y hace Atenea que fallen, consiguiendo que
Odiseo y sus hombres maten a uno cada uno en cada ataque y consigan herir a Agelo y Leócrito. A
todo esto, Atenea levanta su égida, haciendo que los pretendientes corran despavoridos, pero sin
salida. Leodes pide piedad a Odiseo, pero este le mata igual. El aedo Femio también pide compasión,
argumentando que él siempre se vio forzado a cantar para los pretendientes. Telémaco accede y salva
también al heraldo Medonte.
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Cuando concluyó la matanza, Odiseo mandó llamar a Euriclea (que se espanta por la escena) y le pide
que le cuente qué esclavas le habían deshonrado a él y a su familia acostándose con los pretendientes.
La nodriza le indicó a doce de ellas, a quienes mandó ahorcar después de limpiar toda la carnicería.
Finalmente, pide a Euriclea azufre y fuego y que baje a Penélope para que le dé la bienvenida.
Euriclea sube para hacer partícipe a Penélope de las noticias, pero su señora no le cree, pensando que
se burla de ella; pero al insistirle ya comienza a parecer más crédula y le pide que le narre la masacre
de los pretendientes, pero una vez que escucha la historia vuelve a mostrarse escéptica, creyendo que
ha sido obra de los dioses. Cuando finalmente baja a comprobarlo ve a Odiseo y queda estupefacta, sin
reaccionar, por lo cual Telémaco le reprende, pero Odiseo le justifica por su apariencia andrajosa y
manda a todos a que se aseen y cambien y al aedo que toque música para simular una boda y encubrir
la muerte de los pretendientes.
Odiseo se irrita porque Penélope no muestra ninguna señal de afecto. Esta manda que preparen un
lecho aparte al huésped, lo cual le enfada incluso más y hace que describa detalladamente cómo
construyó su lecho matrimonial. Así, Penélope comprueba definitivamente que se trata de su marido y
se lanza a abrazarle y disculparse por su desconfianza.
Atenea alarga a noche para que los recién encontrados puedan contarse sus peripecias y penurias.
Además, Odiseo cuenta a su esposa que aún le queda un trabajo por realizar de los que le dijo Tiresias:
viajar hasta un lugar lejano de interior y ahí clavar su remo en la tierra y realizar sacrificios a
Poseidón. A la mañana siguiente, Odiseo marcha armado a ver a su padre acompañado por Telémaco,
Fileto y Eumeo, escondidos en la oscuridad por Atenea.
Hermes conduce las almas de los pretendientes al Hades, donde se encuentran algunos de los grandes
guerreros de la guerra de Troya, que conversan sobre los funerales de Aquiles, muerto en el campo de
batalla. Cuando terminó el enfrentamiento por una tormenta mandada por Zeus, los aqueos lo llevaron
a su nave, donde lavaron y ungieron su cuerpo. Acudieron entonces Tetis, las oceánides y las musas,
que cantaron por su alma. Su cuerpo fue velado por dieciocho días y al decimoctavo, quemaron los
restos y realizaron sacrificios. Una vez quemados, sus restos fueron metidos en un ánfora de oro
donada por Tetis. Después erigieron un túmulo en su honor y el de Patroclo y Antíloco, caídos en la
guerra y por último, celebraron juegos deportivos para conseguir sus armas.
Agamenón reconoce al pretendiente Anfidemonte, que les cuenta sobre el engaño de Penélope y la
masacre llevada a cabo por Odiseo. Agamenón se alegra por Odiseo, comparando a Penélope con
Clitemnestra (esposa del atrida), como contrarios: una leal y paciente y la otra traidora y asesina.
Mientras tanto en el mundo de los vivos, Odiseo llega a la finca de su padre y manda a sus
acompañantes a la casa para que él pueda hablar con Laertes. Al ver a su padre andrajoso, viejo y
trabajando en la viña le invade la pena, pero aún así decide ponerle a prueba, haciéndose pasar por un
forastero y preguntándole si se encontraba en Ítaca y para quién trabaja. Le cuenta, además, cómo en
cierta ocasión Odiseo fue su huésped; ante lo cual Laertes le pregunta quién es y cuando hospedó a su
hijo. Odiseo inventa otra de sus historias, diciéndole que es hijo del rey de Alibante, y que acogió a
Odiseo hace ya cinco años. Este último dato hace que Laertes vuelva a perder la esperanza arroje tierra
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sobre su propia cabeza. Odiseo, que no puede soportar ver así a su padre, revela al fin su propia
identidad, probándola de nuevo con su cicatriz y enumerando los árboles del huerto de su padre.
La noticia de la matanza de los pretendientes se extiende por toda Ítaca, haciendo que los familiares de
las víctimas rescaten sus cuerpos del palacio de Odiseo para enterrarlos debidamente y se congreguen
en el ágora, donde Eupites, padre de Antínoo propone la venganza y es secundado por la mitad de los
presentes, mientras que la otra mitad optan por no actuar, convencidos por el aedo Femio, el heraldo
Medanto el anciano Heliterses, quienes defienden que la acción se llevó a cabo por voluntad divina y
que, de todas maneras, habían sido advertidos pero no cesaron en sus malos actos.
Zeus y Atenea acuerdan hacer que las familias se olviden de la masacre y que Odiseo vuelva a reinar
sobre Ítaca y haga jurar lealtad.
Cuando Odiseo y los que le apoyan iban a comenzar a luchar contra los hombres de Eupites, Atenea
intercede, bajo la forma de Méntor e incita a Laertes a matar a Eupites con su lanza. Los dos bandos se
enzarzan en la pelea, pero Atenea les ordena que paren y Zeus manda un rayo para indicar lo mismo y
fuerza a los bandos a establecer un pacto de paz.
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