La Planificación Gubernamental en América Latina Y en Chile: Rodrigo Egaña Baraona
La Planificación Gubernamental en América Latina Y en Chile: Rodrigo Egaña Baraona
La Planificación Gubernamental en América Latina Y en Chile: Rodrigo Egaña Baraona
Introducción
La planificación tiene orígenes muy remotos y aplicaciones muy antiguas, así, por
ejemplo, las ciudades, como obra humana, supuso emplear la planificación desde
sus más lejanos orígenes. En el contexto moderno y mirando como se relacionan
la planificación y el desarrollo, su origen es más reciente y remite al surgimiento
mismo de la idea de desarrollo. Por tanto, entendida como paradigma de la acción
pública con amplitud global y significado geopolítico mayor, puede decirse que
la planificación gubernamental surge a mediados del siglo XX y la proclamación
de la Carta Internacional de Derechos Humanos, el nacimiento de las Naciones
Unidas y la disputa geopolítica mayor del mundo de ese entonces (entre el Este y el
Oeste) marcan el surgimiento de la planeación como tal (Máttar y Cuervo, 2017).
Por tanto, según el BID, la planificación gubernamental debe ser estratégica, par-
ticipativa y operativa. Estratégica porque las respuestas a la pregunta ¿adónde
queremos ir? deben partir de una visión clara del futuro, por lo menos a mediano
plazo, y plantear un conjunto de objetivos que se han priorizado y jerarquizado
a partir de un análisis riguroso de los factores políticos, económicos y sociales del
entorno. No se pueden considerar estratégicos aquellos planes formulados con in-
numerables objetivos y metas, pues no permiten focalizar los esfuerzos y recursos
gubernamentales en las áreas o aspectos más importantes.
Por otro lado, los procesos de consolidación democrática han dado lugar a una
sociedad civil muy involucrada e interesada en los asuntos de gestión pública; por
lo tanto, el modelo de planificación hacia resultados otorga mucha importancia a
los mecanismos de participación ciudadana y legislativa.
El BID sostiene que las experiencias de los últimos años permiten inferir que no
hay contradicción entre la planificación y el mercado, tal como se pensaba ante-
riormente. En efecto, la visión de largo plazo y la flexibilidad son fundamentales
en un entorno de cambios acelerados como el actual, y la democracia tanto como
la participación son condiciones previas y necesarias para un proceso de planifica-
ción con una visión integral del desarrollo.
El BID identifica que los instrumentos con que cuentan actualmente los países de
la región latinoamericana para planificar son fundamentalmente cuatro:
i) Las visiones de largo plazo: Estas son instrumentos que contienen un acuerdo
nacional en torno a objetivos prioritarios de largo plazo que se espera actúen
como referente para el ejercicio de la planificación gubernamental de mediano
plazo.
ii) Los planes nacionales de mediano plazo (PNMP): Establecen los objetivos prio-
ritarios y las estrategias correspondientes para el conjunto del sector público
en un determinado período gubernamental; se elaboran mediante un proceso
formal conducido por el ente central encargado de la planificación y deben
contar con programas, indicadores y metas sólidamente justificados.
iii) Las agendas presidenciales: Trazan los objetivos de gestión del Ejecutivo a par-
tir de su oferta electoral y son menos estructuradas que los planes de mediano
plazo.
iv) Las estrategias de lucha contra la pobreza: Son preparadas por las autoridades
de los países pobres altamente endeudados, mediante un proceso en el que
participan las partes interesadas del país y los socios externos en el desarrollo.
alternativos y ello es una expresión particular del conflicto general entre lo que se
quiere hacer una sociedad y lo que puede hacer efectivamente dado los recursos
existentes.
En los países de la región hay múltiples ejemplos en los cuales, a pesar de que exis-
ten instrumentos de planificación gubernamental, donde se establecen proyectos
concretos y acciones específicas que deben ser financiadas de cara a la expectativa
de contribuir sustantivamente con el proceso de desarrollo, muchas veces no se
asignan los recursos presupuestarios necesarios a dichos propósitos, declarados
formalmente como prioridades de la política pública.
No existe un modelo óptimo para lograr esta vinculación, siendo requisitos y prác-
ticas comunes en los países de América Latina para este fin: el desarrollo de pre-
supuestos por programas, que permita costear en torno a un resultado esperado u
objetivo; el desarrollo de presupuestos plurianuales, que le permita al presupuesto
tener un horizonte de un plazo similar al plan; y el desarrollo de un sistema de
seguimiento y evaluación asociado a los presupuestos por resultados, que permita
monitorear mediante indicadores el logro de los objetivos y metas establecidas en
los planes, en forma asociada al uso de los recursos (CEPAL, 2018).
del presupuesto cuentan con puntos de vista propios acerca de las necesidades
de la sociedad y de los beneficios y costos de determinadas políticas (Kaufmann,
Sanginés, y García, 2015).
Este esfuerzo promovido por Estados Unidos tenía el fin político ultimo de redu-
cir las desigualdades existentes en la región, que generaban condiciones políticas
sociales para la generación de movimientos guerrilleros revolucionarios, siguien-
do el ejemplo de la revolución cubana que termino con la dictadura de Batista el
año 1959.
A partir de los años 1970 se produce un periodo de transición, donde ganan pro-
tagonismo los enfoques que colocaban al mercado como centro dinámico del
crecimiento económico. Asimismo, los problemas derivados del crecimiento tan
acelerado de la deuda externa en los países de la región facilitaron la visión neoli-
beral, priorizando el problema de la estabilidad por encima de los otros aspectos
de la actuación del sector público. Esta situación se concreta en una caída de la
planificación en los años 80 y 90 en torno al denominado consenso de Washington
(Sanz, 2015).
dictaduras militares, que por lo general fueron más inclinadas a favorecer las po-
líticas promercado bajo orientaciones neoliberales.
Estas estrategias de desarrollo promovidas desde los estados nacionales hacia los
territorios se deben entender como conjunto de criterios, modalidades, y herra-
mientas de intervención pública utilizados por el gobierno central con el propósito
de corregir brechas de desarrollo entre las diferentes jurisdicciones de un mismo
territorio nacional o dar respuestas a los problemas específicos de ciertas regiones
(CEPAL, 2009).
En marzo de 1939, el gobierno del Frente Popular propone al Congreso una ley que
crea la Corporación de Fomento de la Producción Nacional (CORFO), cuya tarea
fundamental era la formulación de un plan general de fomento de la producción,
destinado a elevar el nivel de vida de la población, mediante el aprovechamiento
de las condiciones naturales del país y la disminución de los costos de producción,
y a mejorar la situación de la balanza de pagos internacionales. Así, CORFO asumió
un papel de liderazgo en la transformación de la estructura y funcionamiento de la
economía chilena y sus actividades otorgarían al Estado chileno un rol muy activo
en el desarrollo económico y social del país.
En forma paralela, pero particularmente a partir de los años 1950, la CORFO desa-
rrolló el instrumental que le permitiera pasar de la formulación de planes secto-
riales, a la elaboración de planes integrales de desarrollo de mediano y largo plazo;
creando el Departamento de Planificación y Estudios para integrar las distintas
iniciativas de planificación sectorial y las investigaciones emprendidas hasta enton-
ces y responder así a las demandas de las instituciones financieras internacionales.
A partir del año 1963 empieza a tomar fuerza la idea de crear un organismo guber-
namental para coordinar las políticas públicas, lo que es plasmado en los programas
El gobierno del Presidente Frei Montalva que se inició a fines de año 1964, creó
una Oficina de Planificación que dependía de la Presidencia de la República, la
que prestaba asesoría económica al presidente y funcionaba con el apoyo del
Departamento de Planificación y Estudios de la CORFO. Esta oficina diseñó un
programa de política económica que logró disminuir la inflación y elevar el creci-
miento en 1965 y 1966. En 1967, se promulgó la ley que transformó esta oficina
de planificación de la presidencia en la ODEPLAN, un organismo de servicio público
descentralizado, con patrimonio propio y dependencia directa del Presidente de
la República a quien asesoraba. Su responsabilidad central era la planificación a
nivel nacional y regional; como también la formulación de programas, evaluación
de proyectos y la coordinación de las políticas públicas.
social, la minería con la chilenización del cobre, las obras públicas en un ministerio
que mantuvo su organización pero amplió su acción, y otros sectores.
Este periodo estuvo marcado por un esfuerzo por regionalizar el desarrollo produc-
tivo a nivel sectorial, el que ya había impulsado CORFO desde las décadas anteriores.
Estos planes indicativos lograron instalar un debate sobre el desarrollo nacional y,
muy particularmente, sobre el papel que les cabía a las regiones en ese desarrollo.
Se creó una institucionalidad regional, integrada al sistema nacional de planifica-
ción, con Secretarías Regionales de Planificación y Coordinación (SERPLAC) de-
pendientes del intendente regional.
Los planes regionales consideraron algunas proyecciones, pero por sobre todo son
paquetes de proyectos de inversión pública para cada región. Además, el ODEPLAN
de la época, preparó una reforma global en la estructura y operación del sector
público. En este periodo se introdujo la técnica de “presupuesto por programas”,
que vinculaba el proceso presupuestario al sistema de planificación, pasando este
último a ser parte de la asignación de recursos públicos y de la evaluación de su
implementación (Martner, 2008).
Existiendo una tradición de control fiscal y financiero del presupuesto por parte de
la Dirección de Presupuestos y otro de control de las empresas públicas por parte
de CORFO, ODEPLAN pasó a ser parte de este sistema, fortaleciendo así su capacidad
para ejercer un estilo de planificación pública que considerara más efectivamente
la etapa de monitoreo y evaluación. El rol de coordinación de ODEPLAN era ejer-
cido a través de la red de oficinas sectoriales de planificación que se crearon en
la mayoría de los ministerios. Estas actuaban como contraparte en la definición,
seguimiento y evaluación de los planes sectoriales.
ODEPLAN dejó de ser el órgano que planifica el desarrollo económico y social del
país, pero, mantuvo una alta relevancia política hasta el término de la dictadu-
ra cívico-militar en 1990. Se constituyó en un órgano del nivel superior del go-
bierno que desarrollaba importantes iniciativas en el ámbito institucional, en el
diseño de políticas públicas al tiempo que administraba el sistema de evaluación
de los proyectos de inversión del sector público y tuvo un rol importante en las
reformas que realizó el régimen militar para reducir la intervención del Estado
en la economía y la sociedad y entregar al mercado la asignación de recursos y la
distribución del ingreso.
Dos instrumentos tuvieron especial relevancia entre los mecanismos para mejorar
la focalización del gasto:
• una planificación urbana en la cual las ciudades tienen libre desarrollo, mar-
ginando a los pobres en las periferias y con un rol predominante de la inver-
sión privada.
• un modelo económico con participación decreciente del Estado en la econo-
mía y en las empresas públicas que se privatizan y una gestión presupuestaria
ortodoxa.
La ley le otorgó a MIDEPLAN funciones muy amplias que incluyen, por cierto, las
de planificación. Sin embargo, se enfocó a la tarea de planificación social y al de-
sarrollo de programas orientados a la superación de la pobreza y al fortalecimien-
to de la inclusión social de grupos discriminados (mujeres, jóvenes, indígenas,
discapacitados), incluyendo la ejecución de varios de ellos. Además, mantuvo la
administración del sistema de evaluación de los proyectos de inversión pública y
ha colaborado con los gobiernos regionales en el diseño de estrategias y políticas
de desarrollo regional y gestión territorial.
MIDEPLAN mantuvo legalmente las tareas propias de un ente planificador sin llegar
a serlo; en el ámbito social, realizó tareas relevantes de información, pero no fue
el ente articulador de un sistema de planificación gubernamental, cumpliendo sí
esas funciones en el ámbito de la inclusión social, en que, sin embargo, al tener
importantes funciones ejecutivas, se aleja de las características propias de un ente
planificador (Leiva, 2010).
Un hito clave para la creación de esta nueva manera de hacer planificación en Chile,
fue la creación en 1991, del llamado Sistema de Metas Ministeriales; que buscó dar-
les seguimiento y cumplimiento a los principales compromisos programáticos del
gobierno. El seguimiento de las metas ministeriales, compromisos programáticos
de cada Ministerio, le permitiría a la SEGPRES coordinar y monitorear el logro de
las metas estratégicas del gobierno (Leiva, 2010).
El Programa de Gobierno y las Cuentas Presidenciales han asumido este rol, por-
que no existe una institución pública responsable de elaborar una visión estratégica
propiamente tal. Tampoco existe un proceso que comprometa a actores distintos
al gobierno de turno o de sus mismos electores con la visión expresada en el pro-
grama. Dicha visión y su consecuente plan de acción, por tanto, no es objeto de
un proceso formal de retroalimentación.
En rigor, el país no cuenta con planes nacionales de desarrollo y son los Programas
de Gobierno los instrumentos en el que se definen los ejes de los lineamientos
que orientan los objetivos de los diferentes ministerios, así como las prioridades
gubernamentales sobre las que se rinde cuenta cada año en ocasión de la Cuenta
Pública anual (Máttar y Cuervo, 2017).
Asimismo, es posible señalar que, a nivel del país, existe una mayor tradición e
institucionalidad que fomenta la planificación regional (estrategias de desarrollo
regional) y local (planes de desarrollo comunal).
Este concepto de gestión por resultados se ha venido desarrollando desde 1995, con
el Plan Piloto de Modernización de la Gestión de Servicios Públicos, mediante el
cual se incorporaron indicadores de desempeño en el presupuesto. Posteriormente,
el Ministerio de Hacienda, a través de la DIPRES, ha desarrollado e introducido en
el proceso presupuestario diferentes instrumentos de monitoreo y evaluación con
el objeto de mejorar el análisis, la evaluación y la formulación del presupuesto
público, lo que ha permitido orientar los recursos hacia el logro de las políticas y
objetivos de gobierno.
Conclusiones
Recomendaciones
orientadores sobre dicho rol y acción del Estado, que pasen a ser constitutivos
de un nuevo acto social. (Egaña y Pliscoff, 2020). Dentro de estas propuestas, la
creación de un sistema nacional de planificación indicativa, como orientador del
desarrollo nacional, se hace indispensable.
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