Polifonía, Género y Oralidad en Rio de Las Congojas

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Seminario: Otras lenguas para la patria

Trabajo final. Monografía

Título: Polifonía, género y oralidad en Río


de las congojas, de Libertad Demitròpulos.

Alumna: Cardoso Melina


INTRODUCCIÓN

Río de las congojas es una novela que ha pasado desapercibida en su publicación, en


1981, cuando Argentina se encontraba transitando la última dictadura militar, en un
momento en el que se aproximaba la guerra de Malvinas.

En este contexto hostil, Libertad Demitròpulos publica una novela histórica nada
convencional, en la que se relata la conquista y fundación de Santa Fe desde una
perspectiva marginal, polifónica, de género y oral.

El relato conforma un período de cien años, desde la llegada de Juan de Garay con los
mestizos de La Asunción a Santa Fe, hasta el momento de traslado de la capital de la
provincia a otra zona debido a las inundaciones y a los ataques de los indios quiloazas.

Blas de Acuña es el narrador principal de la novela, quien relata más de la mitad de la


historia. Es uno de los mestizos que llegan con la expedición de Garay para conquistar y
fundar la ciudad, y es desde su perspectiva que encontramos uno de los eventos más
destacados de este período: la llamada Revolución de los Siete Jefes.

Blas recuerda que Garay les había prometido parte de la tierra conquistada y puestos de
gobierno, pero que luego se desentiende de ellos y se va al sur, hacia lo que es Buenos
Aires. Ante la ausencia del español, los mestizos se rebelan e intentan tomar el poder de
la ciudadela, rebelión que dura muy poco, dado que Cristóbal de Arévalo, uno de ellos,
los traiciona, y todos terminan asesinados en la plaza que ellos mismos fundaron.

Sin embargo, además del soldado mestizo, nos encontramos con las voces de dos
mujeres, María Muratore e Isabel Descalzo, ambas pobres, también mestizas, e hijas no
reconocidas. Las dos sufren la opresión que el mismo Blas padece ante los españoles,
pero ellas dan cuenta también de otro tipo de opresión: la de género. Hay que tener en
cuenta que este tópico es muy novedoso para tratarse de una novela de los años `80 en
Argentina. Además de ser pobres y mestizas, tanto Isabel como María se encuentran
ante la gran desventaja de lo que significa ser mujer en un mundo de hombres.

Las tres voces se mezclan a lo largo de toda la historia, constituyendo un relato histórico
que no es lineal ni uniforme. El relato se desarrolla desde el tiempo de la memoria y de
la oralidad misma, habiendo conformado un mito de María Muratore, una mujer heroica
que peleaba como un hombre ante las afrentas con los indios.
DESARROLLO

Como dijimos anteriormente, hay tres narradores que relatan la historia: Blas, María e
Isabel. Los tres tienen su forma de contar los acontecimientos ocurridos y de utilizar el
lenguaje.

Resulta interesante que tres personajes que son mestizos y que provienen del mismo
lugar hagan uso del lenguaje a su manera.

Sobre este tema, Derrida afirma que “Nunca se habla una sola lengua, o más bien no
hay idioma puro” (Derrida, 1997). El autor expresa que cuando hablamos nuestro
idioma, tratado como una lengua común a todos, uniforme, nunca lo hacemos de la
misma forma. No hay tal lengua propia y, a su vez, no es única. Por ello, Derrida dice
que “entonces: no tengo más que una lengua y no es la mía, mi lengua “propia” es una
lengua inasimilable para mí. Mi lengua, la única que me escucho hablar y me las arreglo
para hablar, es la lengua del otro” (Derrida, 1997).

Este tópico se vincula profundamente con la novela dado que los tres personajes que
narran la historia se encuentran bajo la opresión del soldado español que domina el
territorio y el idioma. Ante este acontecimiento, nuestros narradores van a utilizar su
propio lenguaje para hablar de esta misma opresión.

Blas, hijo de un soldado español y de una india guaraní, es un mestizo que siempre
reflexiona sobre su condición. Es el personaje “abre lugar a la dinámica de la
diferencia” (Abbate, 2014).

Por un lado, se relaciona tanto con María como con Isabel y, luego, con el negro
Antonio Cabrera, un esclavo de quien se hace amigo hasta que este muere de tisis (y sin
poder comprar su libertad).

Por el otro, Blas utiliza el lenguaje a su modo para reflexionar desde su condición de
mestizo. Tiene sus propias expresiones: Onde, despueses, muertecita, pero, además, es
consciente de su situación desfavorable y marginal, y de la de los demás oprimidos:
negros, indios, mujeres. Durante los enfrentamientos con los indios siempre se detiene a
pensar al respecto: “Gallegos infernales! No tenían su madre india como nosotros y no
les pesaba de afrentar a sus mediohermanos” (Demitrópulos, 2003). También lo hace
cuando se refiere a María en su condición de mujer: “quiso ser libre, siendo mujer (…)
Era pesado ser mujer en un mundo de varones” (Demitrópulos, 2003).
Tanto María como Isabel son conscientes de su condición de pobres y mestizas, pero,
sobre todo, de mujeres. María en su habilidad con las armas y sus ganas de luchar e
Isabel en su única herencia: la casa que se disputa con Blas. María quiere ser libre y por
ello ve que la única forma de lograrlo es vistiéndose como un hombre. Isabel es
consciente de que es una hija no reconocida en un pleito legal con un hombre así que
decide ir por su cuenta a vivir al lugar junto a él: “a los veintisiete años aún no había
encontrado marido (…) estaba preocupada (…) salir de esa calle, transformarme en
propietaria, dejar de coser, ser una señora con esposo, eran mis ambiciones”
(Demitrópulos, 2003). Por consiguiente, Isabel decide formar una familia y hacerse
cargo de ella.

María, por su parte, escapa de la vida conyugal con Blas y de la condición de amante de
Garay, huye por el río y adopta la identidad de un hombre hasta que fallece en uno de
los enfrentamientos contra los indios, con los cuales no quería pelear: “Nunca quiso
matar ni a indio ni a cristiano. Pero debió hacer uso de las armas para sobrevivir”
(Demitrópulos, 2003). Sin embargo, cuando la situación lo requería, deseaba hacer uso
de sus armas y de su fuerza, por ejemplo, cuando los soldados españoles van a buscarlas
a Ana y a ella luego del motín de los mestizos: “No me gustó hacer de mujer inútil
cuando yo manejaba el arcabuz mejor que muchos hombrecitos” (Demitrópulos, 2003).

Lo que hemos analizado en la lengua de los personajes también tiene que ver con el uso
del lenguaje desde la literatura. Deleuze habla del devenir de la lengua en una lengua
extranjera.

El autor afirma que la literatura genera un “devenir–otro de la lengua, una disminución


de esa lengua mayor, un delirio que se impone, una línea mágica que escapa del sistema
dominante” (Deleuze, 1997). Según el autor, se crea una lengua nueva dentro de otra.
Esta lengua extranjera que se genera se conforma mediante la sintaxis, la creación de
una nueva. Esto es visible en la estructura del relato dado que, como dijimos antes, cada
personaje tiene su propia forma de utilizar el lenguaje e, incluso dentro de sus
perspectivas se introducen diferentes voces marcadas por distintas formas del lenguaje.

Por ejemplo, cuando Blas está relatando desde su punto de vista, hace intervenir la
presencia de Antonio desde las palabras que este mismo utiliza: “Mujer, pobre y mestiza
(…) No la malquistes, Blas (…) Son los hombres los que le hicieron mal”
(Demitrópulos, 2003).
Al haber diferentes voces que van mezclándose, junto con sus temporalidades y
espacios, se desacredita la línea uniforme del tiempo histórico. La novela empieza
cuando ya todo sucedió: la llegada, la conquista, la fundación, la rebelión, el abandono y
el traslado. Blas comienza diciendo “Yo me quedé a acompañar a mis muertos”
(Demitrópulos, 2003).

En el comienzo del relato ya se expresa que la rebelión no fue exitosa, que María está
muerta y que Blas se encuentra solo en la ciudadela ya abandonada, la que había sido
conformada luego de la llegada de la expedición de Garay, de la que Blas y María
formaron parte. Los acontecimientos se van narrando a medida que van apareciendo las
diferentes voces y perspectivas, y de una manera en la que se avanza y retrocede al
mismo tiempo en las distintas narraciones.

De esta manera, la novela se va desarrollando como un rizoma. Este es un sistema,


conformado por diferentes raíces o rizomas que pueden conectarse entre sí y con
cualquier otro punto del sistema; son múltiples y continuas, incluso ante las rupturas.
Un rizoma es un mapa, abierto y con múltiples entradas. Todas las “multiplicidades son
rizomáticas” (Deleuze G. y., 1994).

Río de las congojas es una historia con diferentes entradas (las distintas voces que
narran), y diferentes acontecimientos, temporalidades y personajes que se cruzan y se
mezclan. Al finalizar la novela, todas estas líneas se unen: Blas, ya con Isabel, se
encuentra con María y la entierra en su chacra, ella se había encontrado con Antonio,
quien era el íntimo amigo de Blas, también fallecido en el lugar y, por último, ambos se
vinculan con Isabel, costurera de María y pareja de Blas al final, quien será la encargada
de relatar y transmitir la historia de generación en generación.

Retomando el tópico del género, a lo largo del relato se va desarrollando lo que se


espera de las mujeres en la novela, tema que ninguna de las dos narradoras cumple.
Isabel es la mujer que se hace cargo de su hogar y quien funda y transmite la historia de
María, su mito heroico. María, por su parte, es una mujer que ha renunciado al
matrimonio y busca su libertad adoptando la identidad de un hombre, lográndola
finalmente con la muerte en medio del enfrentamiento con los indios. Ninguna de las
dos mujeres está casada ni acepta el papel pasivo e invisibilizado que intentan
adjudicarles los hombres de la novela. María es una mujer de armas tomar y no se
conforma con ser la amante de Garay ni la esposa de Blas. Isabel, incluso al perder el
poder sobre la chacra, se muda a ella y conforma su propia familia bajo sus propias
reglas, siendo ella la dueña del hogar.

En relación con este tema, debemos recordar que, como expresa Butler, “el sexo es una
construcción ideal que se materializa obligatoriamente a través del tiempo” (Butler,
2002 ). Esta construcción que se espera que se materialice tanto en Isabel como en
María es perturbada en la novela.

Pero no se trata del sexo en sí mismo solamente, sino que se trata también de la
construcción y la materialidad del género. Butler tiene en cuenta que se trata de hacer
una diferenciación entre sexo y género, adjudicando al primero a la naturaleza y al
segundo como a la construcción sobre este. Ya vemos que la autora vislumbra la
construcción desde la imagen misma del sexo, pero, además, dice que hay una
“construcción social de lo natural” (Butler, 2002 ). De esta manera, va diluyendo la
barrera entre sexo y género, adjudicado al sujeto dentro de la construcción que se genera
sobre ambos. Pero, además, nos encontramos con otro tópico importante: el de la
performatividad de género. La performatividad es una práctica mediante la cual las
reglas del discurso establecen la constitución de “la materialidad de los cuerpos y, más
específicamente, para materializar el sexo del cuerpo (…) la materialidad deberá
reconcebirse como el efecto del poder” (Butler, 2002 ).

Estas reglas o normativas son vislumbradas a lo largo de la novela, lo que genera que
María solo logre la libertad en la muerte, escapando de las normas que la definen como
mujer (el matrimonio con Blas, el amorío con Garay, los hijos que Isabel sí tiene, pero
en su lugar). Esta mujer viola todas las reglas que la definen como tal y por ello debe
pagar ese precio por su libertad.

Otro elemento a tener en cuenta en la novela es el mito y la oralidad. Isabel, al enterarse


de la muerte de María, construye un mito sobre esta heroína, una historia que relatará a
sus hijos y nietos y que seguirá transmitiéndose de generación en generación de manera
oral: “Y seguía contando la vida de la finadita cuando vino a Santa Fe (…) su historia
con una mujer que parecía hombre por lo valiente pero que fue una gran amante”
(Demitrópulos, 2003).

Pero cuando Isabel ya no puede seguir recordando y transmitiendo la historia, sus hijos
y nietos continúan con su ejemplo: “su única hija mujer (…) ocupaba su lugar y
respondía a la inquietante pregunta: ¿y qué más? Entonces se descubrió que el valiente
guerrero no era un guerrero sino una mujer (…) Esa mujer era María Muratore”
(Demitrópulos, 2003).

No resulta algo poco llamativo que el mito que se forma en torno a la conquista y
fundación de Santa Fe sea sobre la historia de una mujer. Además de ir contra la historia
tradicional al partir desde los relatos de los sujetos oprimidos (Blas, Isabel, María), lo
que esto resalta es el papel de la mujer en la historia, algo que ha sido silenciado y
desplazado de los documentos oficiales.

En este sentido, hay dos movimientos que se realizan: “contradice al discurso


tradicional que instituye la heroicidad de los conquistadores” y “apunta a rescatar el
protagonismo de la mujer en la historia y su propia tradición de lucha” (Abbate, 2014).
En cuanto a este último punto, este queda claro con la mitificación de la historia de
María y de sus aventuras.

Volviendo al primer elemento, esta contradicción ocurre porque el personaje de Garay,


el conquistador, es el más repudiado por los personajes, siendo los narradores, directa o
indirectamente, afectados por él. Blas es uno de los mestizos engañados para formar
parte de la expedición a Santa Fe, luego explotado por los soldados españoles, y tan
pobre como antes de emprender el viaje. María es la amante olvidada, también pobre y
abandonada a su suerte, teniendo en cuenta que Garay parte a Buenos Aires,
olvidándose de ella, dejándola a su suerte también cuando parte con ella hacia ese lugar,
generando que esta deba salir por sus propios medios, escapando de los soldados
españoles.

Sobre este tema, como dijimos, no estamos ante una novela histórica convencional, sino
que, además de las diferentes voces, nos encontramos con el recorrido de los
acontecimientos desde la perspectiva de la memoria y no de la historia lineal y
uniforme. Lo mitológico de la historia de María compartida es parte de ese relato oral
que parte de las memorias individuales que se tienen en cuenta al narrar desde la
memoria en sí misma, elementos que la historia no tiene en cuenta.

Junto con el mito compartido por las memorias individuales (lo que explica las
diferentes variantes sobre la vida de María que se van transmitiendo), hay dos elementos
que se tienen en cuenta en la narración desde la lógica de la memoria: la “no-linealidad
del tiempo narrativo” y el “movimiento vertical” (Abbate, 2014).
Lo primero tiene que ver con el hecho de que en el recorrido por la novela se va y viene
en el tiempo, incluso empezando por el final, teniendo en cuenta que cuando Blas
comienza su narración, ya todos los acontecimientos del desarrollo de la novela han
finalizado: se encuentra a cien años de su llegada, en medio del abandono del lugar por
parte de toda la población, la misma forma en la que el texto finaliza. Esto, sumado a las
tres voces individuales que van interviniendo en la narración, tiene que ver con el acto
de recordar, el cual ocurre de manera diversa y desde la experiencia propia del sujeto, lo
ocurre tanto con Blas como con María e Isabel. Esto también explica que el recorrido
desde la memoria sea vertical.

La historia tiene un recorrido de los acontecimientos que es “longitudinal”, “a lo largo


de los acontecimientos” (Abbate, 2014), mientras que la memoria tiene un recorrido
vertical, los hechos se narran “desde adentro”, de acuerdo a la “experiencia del sujeto”
(Abbate, 2014). Por ello nos encontramos desde el comienzo con Blas en su reflexión
sobre la rebelión y posterior matanza de sus amigos y el recuerdo de su María, ya
muerta desde el principio de su narración.

CONCLUSIÓN

Para finalizar, podemos decir que la Río de las congojas se encuentra con la novela
histórica de una forma que no es convencional debido a los tres ejes que hemos
trabajado: la polifonía, el género y la oralidad.

Nos encontramos con diferentes entradas en la historia, relatada por distintos


personajes, cada uno a su modo y desde sus propios recuerdos y experiencias, lo que
hace que no haya un hilo conductor que marque un tiempo lineal, sino que se trata del
tiempo de la memoria, mediante el cual los personajes narran la historia desde dentro de
sus propios acontecimientos vividos, haciendo eco de las memorias individuales que
recorre la historia.

Estas voces dan cuenta también de la oralidad y de la transmisión de generación en


generación, algo que también sigue el hilo de la memoria y no de la historia como
disciplina.

María e Isabel, pero también Blas, son conscientes de la opresión ante la que se
encuentran sometidos por su marginalidad (personajes mestizos, pobres y mujeres),
pero, sobre todo, tienen en cuenta la opresión de género, algo que recorre toda la novela
y que resulta un tópico novedoso en esta novela argentina de los años ´80.

Estos elementos constituyen esa particularidad de la novela para tratarse de un


acontecimiento histórico: no se trata de una novela histórica convencional porque estos
tópicos la desplazan de ese género, siendo las diferentes voces, la oralidad y la
consciencia de la opresión de género elementos que estructuran el texto de una forma
única y particular, relatando la conquista y fundación de Santa Fe desde una manera que
se encuentra alejada de los libros de historia.

BIBLIOGRAFÍA
Abbate, F. (2014). Río de las congojas: una obra para repensar la historia. Nuevo texto
critico, 4.

Butler, J. (2002 ). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del
“sexo”. Buenos Aires: Paidos.

Deleuze, G. (1997). Diálogos. Valencia: Pretextos.

Deleuze, G. y. (1994). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pretextos.

Demitrópulos, L. (2003). Rio de las congojas. Ciudad de Mexico: Octaedro.

Derrida, J. (1997). El monolingüismo del otro. Buenos Aires: Manantial.

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