1 Acemoglu 2014 en Llach y Schiaffino
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1 Acemoglu 2014 en Llach y Schiaffino
Conferencia Inaugural
Daron Acemoglu
Quisiera lograr dos cosas en esta exposición: poner los temas sobre la
mesa y decir un par de cosas sobre el enfoque que junto a James Ro¬binson
hemos adoptado, luego de 15 ó 16 años de investigación, y que tratamos de
sintetizar en nuestro libro. Y luego, poder presentar estas cuestiones a la
luz del relevante tema del crecimiento económico para países de medianos
ingresos como Argentina.
Las preguntas motivadoras, tanto para James como para mí, son en verdad
centrales para la ciencia social en general. Muchos filósofos han escrito sobre
las enormes diferencias en el ingreso per cápita; por qué algunas personas,
algunos países, algunas regiones son pobres y otros son prósperos. Esto esta-
ba en el corazón de la indagación de Adam Smith que llevó a “La riqueza de
las Naciones” y que sustenta a la disciplina de la economía y muchas otras.
Este dilema es mucho más profundo que cuando Adam Smith escribió su
monumental obra. Cuando él reflexionaba sobre estas cuestiones, la brecha
entre las naciones más ricas y más pobres era de un factor de cuatro o cinco.
Hoy vivimos en un mundo mucho más globalizado, integrado y unificado,
pero la brecha entre las naciones más ricas y las más pobres es de un factor
de cuarenta y cuatro.
Entonces, ¿por qué algunas naciones han logrado el crecimiento eco-
nómico mientras que otras no lo han logrado? Frente a estas preguntas tan
importantes y definitorias, abundan las teorías. Y el motivo por el cual trata-
mos de entrar en este debate es que las teorías no nos parecen enteramente
satisfactorias. Si nos fijamos en las páginas de muchas revistas tan respetables
como Nature o Science, o periódicos y artículos académicos, veremos que
mucha gente destaca la importancia de la geografía, aduciendo que factores
climáticos, el entorno de las enfermedades, la disponibilidad de costas o la
existencia de ciertos recursos son cruciales para configurar la posibilidad
de desarrollo o no de una sociedad. En algunas versiones extremas de esta
tesis, como por ejemplo la que sostienen economistas de la línea de Jeffrey
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Sachs, algunas zonas como África al sur del Sahara están prácticamente
condenadas a la pobreza debido a sus geografías.
¿Podría ser el caso que América Latina o Argentina no son tan prós-
peras, no crecen tan bien como América del Norte por su geografía? Tal
vez. Yo voy a sostener que éste no es un modo muy conducente de encarar
el tema. Pero más popular aún es una idea que ha captado la imaginación
de los científicos sociales desde que Max Weber comenzó a desarrollar
sus teorías vinculando el éxito económico y la actividad económica con
la cultura. Max Weber en su famoso ensayo La ética protestante y el espíritu
del capitalismo sugirió que la ética protestante era uno de los factores que
hacía que la gente fuera emprendedora, ahorrara o invirtiera. Pero desde
entonces se han articulado muchas versiones diferentes de esta historia.
Algunas personas enfatizan características amplias culturales de grupos
idiomáticos o étnicos o factores nacionales. Algunas personas aducen que
Haití sucumbió cuando fue sacudido por el terremoto, un hecho muy co-
nocido que se divulgó en todos los medios, por su ánimo cultural hacia el
trabajo y la innovación. Muchos aducen la existencia de barreras culturales
hacia el desarrollo en África al sur del Sahara y otro elemento popular que
probablemente conozcan es que gran parte de la literatura historiográfica
y de la ciencia social establece un contraste entre el norte y el sur en este
continente en términos de su cultura. Tal vez es la cultura ibérica y latina
en América del Sur la que frena su desarrollo y si pudiera tener las mismas
características culturales, valores y creencias que su contraparte anglosajona
en el norte, todo sería muy distinto.
Yo también diría que tampoco es un enfoque o descripción particu-
larmente saludable ni es útil para entender la historia o conjeturar sobre
la realidad. Otra idea popular es vincular la cuestión con el liderazgo ilu-
minado. La teoría sostiene que los líderes que tienen la visión correcta del
mundo, a la vez tienen los asesores correctos que les sugieren hacer las cosas
correctas, y hacen lo correcto. Por otro lado, aquellos que son esclavos de
algunas teorías incorrectas hacen cosas incorrectas, y esas cosas correctas o
incorrectas se traducen en grandes diferencias en cuanto al ingreso per cápita
o a la prosperidad. Esta visión tiene algunas cosas en común con la que voy
a desarrollar, enfatizando las políticas, las organizaciones institucionales y
sociales y las opciones que eligen los individuos.
Sin embargo, voy a tratar de sostener que el liderazgo iluminado es im-
portante, al igual que las ideas. Pero en última instancia sólo concentrarse
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actual estaban los querandíes, que eran muy similares. Ni los querandíes
ni los charrúas fueron muy cooperadores con los españoles. Los españoles
trataban de capturarlos y ellos se escapaban, al enfrentarlos luchaban para
defenderse y cuando fueron capturados, no podían trabajar la tierra, porque
no tenían experiencia en sociedades jerárquicas (no tenían experiencia con
la agricultura) de modo que la situación no era favorable.
En esta instancia, Juan Díaz de Solís fue condenado a ser una nota al pie
en la historia, ya que fue matado a garrotazos por los charrúas. El resto de
los españoles estaba en dificultades, si bien Pedro de Mendoza, mientras
tanto, había fundado la ciudad de Buenos Aires. Claramente, no estaban
preparados en absoluto para cultivar alimento por sí mismos, aunque como
bien saben, esta zona es extremadamente fértil y era un lugar maravilloso
para que los españoles se asentaran.
Sin embargo, decidieron que no iba a funcionar y cuando estaban a punto
de rendirse, más de la mitad murió de inanición. Aunque la tierra era fértil,
no lograron hacer que los indios cultivaran alimentos para ellos ni tampoco
lo pudieron hacer por sus propios medios. Pero fueron ayudados, no por
la población local, sino por otro español, Juan de Ayolas, quien navegó por
el río Paraná hasta Asunción. Ayolas encontró a otra tribu de indios (ni
los querandíes, ni los charrúas, sino los guaraníes) que ya eran sedentarios
y habían desarrollado su propia estructura jerárquica. Esto era lo que los
españoles buscaban. Inmediatamente capturaron a las élites guaraníes, se
declararon a sí mismos la élite, tomaron las instituciones guaraníes, y es-
tablecieron un sistema que les permitió ganar dinero y sobrevivir durante
muchas décadas. Con los guaraníes experimentaron algunas de las primeras
instituciones económicas que perfeccionarían más adelante: la Encomienda
(tierras con mano de obra forzada) con otros sistemas de reclutamiento
de mano de obra forzada como el Repartimiento o más adelante, el que
tomaron de los Incas, la “Mita”.
Todas estas características según podemos ver son la antítesis de las ins-
tituciones inclusivas. Se basan en la coerción, en que un grupo de personas
concentra todo el poder y ordena a los otros qué hacer, bajo amenaza de
fuerza. El resto de la historia es por supuesto también muy interesante. Las
instituciones no son estacionarias, evolucionan y llegan a ser muy diferentes
en distintas partes de América Latina, pero permítanme avanzar noventa
años más, y dirigirme al norte, a la colonización de América del Norte.
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Tal vez fue muy distinta por el hecho de que fue realizada por los ingle-
ses y era una cultura diferente con un entorno geográfico diferente. Y por
supuesto, hay ciertas diferencias, que son interesantes por las similitudes
que subyacen a estas diferencias. En 1607, tres barcos se enviaron bajo
fletamento desde Londres mediante la Virginia Company para comenzar
la colonización de Virginia, Jamestown. No eran propiedad de la Corona
sino de una compañía bajo contrato que maximizaba las utilidades para el
grupo de accionistas de Londres, que tenía exactamente el mismo objetivo
que la Corona: ganar dinero de la colonia. Algunas personas invirtieron
enormes cantidades de dinero en esta empresa para poder obtener beneficios
en el futuro. Y los tres barcos estaban llenos de… ¡adivinaron! ¡Soldados y
orfebres! ¿Por qué?
Aunque tenían una cultura diferente y un rey distinto en su patria, esta-
ban motivados por las mismas cosas que motivaban a los españoles y tenían
exactamente el mismo modelo de colonización que los españoles: ir con
una fuerza abrumadora, capturar a los indios, ponerlos a trabajar, tomar
los metales valiosos y ganar dinero para ellos mismos y para su compañía.
Los ingleses estaban haciendo esto noventa años más tarde, pero el obje-
tivo era el mismo. En este caso no lo hacía la Corona directamente, pero
sí indirectamente, para la Virginia Company. Cuando llegaron en 1608 a
Jamestown, rápidamente se dieron cuenta de lo mismo que Juan Díaz de
Solís: no era una gesta fácil porque, una vez más, no encontraron a los in-
cas, aztecas o guaraníes, sino a una tribu de indios cazadores y recolectores
de población muy dispersa. Y exactamente como había ocurrido con Juan
Díaz de Solís, Pedro de Mendoza y sus hombres, los indios no querían
cooperar, no querían cultivar alimentos para ellos, no querían comerciar y
los ingleses empezaron, lentamente, a morirse de hambre. Cerca del 50%
de la población se extinguió, como los españoles. Cuando estaban a punto
de desistir, fueron salvados por una variedad de accidentes y por el pensa-
miento creativo de John Smith.
Los españoles pudieron abandonar Argentina y Uruguay por un tiempo,
e ir a Paraguay a las tierras incas, aztecas, y luego volver a colonizarlos.
Pero alrededor de Virginia, de hecho en toda América del Norte, no había
organizaciones jerárquicas de población densamente asentada que pudieran
conquistar fácilmente. De modo que los ingleses tuvieron que formular
una segunda estrategia: “Bien, no podemos capturar a la población nativa
para obligarla a trabajar, explotarla y extraer de ella riqueza; entonces, están
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Entonces a esta altura hicieron algo distinto. Se les ocurrió una tercera
estrategia, que fue la primera en su especie. Dijeron: “Bien, no vamos a
poder conminar a los indios locales, no vamos a poder conminar a los más
pobres que trajimos desde Europa para oficiar de sirvientes, en lugar de
ello, les vamos a dar incentivos”. De modo que por primera vez introdu-
jeron, en 1618, un sistema que se denominó head right (sistema de reparto
de tierras por cabeza) y que daba derecho a la propiedad privada de la tie-
rra. Antes de este momento, no había ninguna propiedad privada sobre la
tierra. Bajo la Corona española tampoco había propiedad privada sobre la
tierra, porque estaba todo controlado mediante un sistema jerárquico y los
derechos al usufructo eran asignados mediante la Encomienda. Bajo esta
nueva modalidad, cada colono recibía 50 acres de tierra con la perspectiva
de otros 50 acres adicionales si podían lograr la productividad de la primera
tierra. Según el sistema de reparto de tierras, tenían derechos de propiedad
plenos sobre los alimentos que cultivaban en sus tierras. Podían, además,
desarrollar el cultivo que quisieran.
A partir de ese momento, tenían su propio emprendimiento y podían
venderlo a quien quisieran, sólo había una trampa. Tan solo un año antes,
Sir Thomas Dale y Sir Thomas Gates habían dicho que si uno comerciaba
una espiga de maíz con un marino sería colgado en la horca. Y un año más
tarde dijeron: “Ahora les vamos a otorgar derechos de propiedad plenos,
pueden hacer lo que deseen”. ¿Un colono cualquiera confiaría plenamente?
¿O tendrá ciertas dudas en su mente respecto de lo que la Virginia Company
va a hacer cuando decida ejercer su poder crítico de manera diferente? Ésa
fue la trampa, pero no tardaron mucho en resolverla tampoco. Un año
más tarde de la creación del sistema de reparto de tierras, llegó una segun-
da innovación: la Asamblea General. La Virginia Company esta vez dijo:
“Tampoco queremos el poder político, vamos a ceder ese poder político a
los colonos, que podrán tomar sus propias decisiones. Ellos son los que van
a ejercer el poder político”.
Ahora bien, este último episodio es muy útil en esencia, porque ilustra
varias de las cosas que quiero transmitir. Primero, uno ve en la dinámica
de la colonia de Virginia, en Jamestown, las retroalimentaciones entre las
instituciones económicas y políticas. Las instituciones económicas inclusivas
realmente necesitaron a las instituciones políticas inclusivas bajo la forma
de Asamblea General. Y uno ve que esto continúa a lo largo de la historia
de América del Norte. Tanto las instituciones políticas como las económicas
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De modo que, que aunque las formas sean bien distintas (no tenemos
las instituciones económicas extractivas extremas como la esclavitud de
Barbados, o las Encomiendas), siguen existiendo instituciones económicas
extractivas. Una característica muy importante de estas instituciones econó-
micas extractivas es el campo de juego desnivelado que crean: en muchas de
estas sociedades sólo una fracción de la población tiene acceso a educación
de alta calidad, a la capacidad de competir por los empleos más deseables
y, ciertamente a, ser las empresas y emprendedores que van a promover la
tecnología y capacidad productiva de la economía.
En todas estas sociedades las instituciones económicas extractivas están
respaldadas por instituciones políticas extractivas. Sin el control político
del partido comunista en Norcorea, el sistema económico de Norcorea
que genera hambrunas cada tres o cuatro años y tiene un amplio sistema
de trabajo forzado, no hubiera sido posible. Sin el control total de Islam
Karimov sobre el poder político en Uzbekistán, no se hubiera podido diri-
gir un enorme sistema de trabajo forzado. Sin el control total de Mubarak
sobre el sistema político y la milicia, no hubiera sido posible lograr un poder
supremo en el frente económico. De modo que aún perduran las interac-
ciones entre las instituciones políticas y económicas extractivas, aunque su
forma sea algo distinta.
En el mundo no es todo blanco o negro. Cuando anteriormente compa-
ramos a Estados Unidos con América Latina, dijimos “acá hay instituciones
extractivas y acá hay inclusivas”. Por supuesto, esto no es así. Estados Unidos
no tuvo instituciones plenamente inclusivas, ni tampoco América Latina
tuvo las peores instituciones extractivas que podamos imaginar, todo es
un matiz de grises. Sin embargo, las instituciones extractivas son marcos
conceptuales que nos brindan un modo de conceptualizarlas. Y una de
las dificultades es que muchos países son distintos de Egipto, Uzbekistán,
Norcorea o Guatemala. Y hoy están basados en una combinación de insti-
tuciones, inclusivas y extractivas.
Muchos países de medianos ingresos como mi país (Turquía), Argen-
tina, Méjico y Brasil, tienen una combinación de instituciones extractivas
e inclusivas. De igual modo que los Estados Unidos en el siglo XIX y en
gran parte del siglo XX. El tema es identificar dónde están los elementos
inclusivos y extractivos, para luego identificar la dinámica política que res-
palda las distintas partes, y también entender de qué modo dichos elementos
distorsionan las acciones económicas. Yo creo que una de las dificultades
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