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Desde que llegué a Foz do Iguaçu en 2011, he podido observar la transformación

cultural que se intensifica cada vez más en la ciudad y la región, que, en aquellos
primeros días de la instalación de Unila, parecían abandonar aquí cualquier posibilidad
de dinámica cultural. A primera vista, parecía que "no había cultura" en la ciudad,
cuando lo que no existía era el empoderamiento y la apropiación de espacios, el
conocimiento y el hacer por parte de las personas, salvo algunos casos o informes de
un tiempo remoto, en el que los residentes decían que había más actividades y
opciones en Foz. Aun así, cuando llegamos aquí, no abandonamos nuestro optimismo
con la ciudad por esta aparente ineptitud cultural, porque, ¿cómo pensar esto ante las
posibilidades e identidades en tránsito que ofrece la frontera? Desde el principio,
cuando Foz se concibe como una frontera, y no de espaldas a ella como sugiere la
proyección urbana, la cultura se vuelve palpitante, y el lugar lleno de oportunidades y
encuentros. De antemano, la aparente falta de un escenario cultural se convierte en un
desafío en el contexto de entender y hacer quién está aquí y quién llega.
Principalmente porque la comprensión misma de la cultura debe escapar de
concepciones que la limitan a prácticas y obras consideradas universales, que
restringen su concepto al ámbito de manifestaciones artísticas selectas, como la cultura
erudita o el patrimonio construido. Se trata de entender la cultura en su concepto
amplio, cercano a la dimensión antropológica, pero que se concibe entre las variantes
que discurren por sus ambivalencias, entre las artes y la vida común, entre lo orgánico
y lo civilizador, entre lo que vivimos y para lo que vivimos. En otras palabras, "el
término sugiere una dialéctica entre lo artificial y lo natural, entre lo que hacemos y lo
que el mundo nos hace" (EAGLETON, 2005, p. 11). Estas variantes incluyen valores,
conocimientos, acciones, creencias, artes y costumbres, que atribuyen significado al
ser humano como miembro de una sociedad. Por lo tanto, pensar que no hay cultura en
algún lugar es asumir una perspectiva etnocéntrica propia de la Europa capitalista de
mediados del siglo XVIII y XIX, que la tomó como sinónimo de progreso (CHAUÍ, 2008),
categorizando todo lo que era distinto de su modelo de civilización, basado en el
estado, el mercado y la escritura, como falta de cultura, justificando prácticas de
dominación y expansión territorial como el colonialismo.
La reciente efervescencia de la cultura en la ciudad y también en la región es un
aspecto que llama la atención de quienes llegaron hace cinco años al sitio, no porque
no hubiera cultura, sino porque la visibilidad y difusión de grupos, individuos, agentes
creativos, productores, activos en el campo de la cultura van en aumento y han ido
tomando los espacios. Esto se debe aún menos a una iniciativa empresarial o
gubernamental, sino al encuentro que ofrece la frontera entre las referencias de los que
llegan aquí y la memoria de los que ya están aquí. Estos encuentros conforman un
escenario potenciado por el trabajo en red, el avance y la difusión de las nuevas
tecnologías y las posibilidades de desarrollar contenidos digitales y difundir diversas
acciones. Todavía tiene la motivación a partir de la instalación de una universidad
pública como UNILA, porque sus estudiantes y profesores proponen irradiar más allá
de las estructuras académicas el pensamiento crítico, la interculturalidad y la diversidad
que constituyen la Universidad, por la fuerza de los estudiantes y profesionales de la
educación que forman parte de la Institución. Sin embargo, aunque por un lado la
Universidad y todo lo que representa en términos de diversidad impulsan la escena
cultural de la ciudad y la región, por otro lado choca con el lugar al cambiar las
modalidades y niveles de vida existentes.
Incluso en un lugar como Foz do Iguaçu, reconocido por ser cordial entre tantas razas
y grupos étnicos, existen barreras entre toda esta pluralidad aún desconectada de
diferentes culturas. Aquí hay una vocación intercultural aún incipiente y un
conservadurismo que perpetúa el racismo, la xenofobia, la homofobia, los prejuicios
sociales y la violencia contra las mujeres, repudiando cualquier diferencia. La mayoría
de las personas que conforman UNILA son un poco de todo lo que cuestiona los
ideales normativos de la sociedad. Y estas personas circulan, se ponen en contacto
con quienes están en tránsito, con quienes conviven, cruzan los otros lados,
convergen, se recrean y ocupan espacios. Y es en estas relaciones que se constituye
el unileiro, como una identidad en contrapunto a toda la unidad de significados
tradicionales que representan las estructuras de la ciudad. Por lo tanto, el unileiro
emerge más como "el producto de marcar diferencia y exclusión que el signo de una
unidad idéntica, constituida naturalmente" (HALL, 2012).
Incluso la contra llamada, la contribución de Unila a este cambio de escenario es
notable. Estas conexiones y otros factores aún sumergidos en la vía cultural fronteriza,
sacan a nuestros ojos y sentidos todo un movimiento cultural en la música, el cine, la
cocina, la danza, el teatro, las artes, las memorias, las representaciones de minorías,
las ferias, la literatura, el hacerlo y el conocimiento. Son comunidades, grupos, juegos,
colectividades, individuos, asociaciones, cooperativas organizadas o no, que hacen del
territorio rodeado por la fluidez de las tres orillas una región para experimentar diversos
lenguajes y expresiones.
Solo por mencionar como ejemplos, tenemos en Foz el colectivo artesanal Flores da
Fronteira2, que realiza desde talleres hasta bazares alternativos, estableciendo un
diálogo con prácticas ecológicas de alimentación, consumo y bioconstrucción. En
música, tenemos el maracatu alvorada novagroup3, que realiza presentaciones en
varios espacios públicos de Foz y funciona como un punto de cultura. El grupo fue
fundado por el primer Afoxé de la ciudad, con el objetivo de valorar la cultura
afrobrasileña. También en Foz, tenemos el Circuito Latinoamericano de Música Popular
(CIMPLA), que promueve espectáculos y talleres de música instrumental en la región.
En el lado paraguayo, desde 2015 se realiza la Fiesta de la Cultura en Ciudad del Este,
organizada por artistas locales y productores culturales en las plazas y parques de la
ciudad, realizando un día lleno de atracciones y carpas con artesanías y comida. Con
más de una edición, el festival trajo, además de la organización de creadores locales y
productores culturales, otra perspectiva sobre Ciudad del Este, mostrándola más allá
del centro comercial. Esto se debe a que ocurre en parques desconocidos por los
residentes y turistas que llegan a la zona fronteriza. Este festival amplía la visión y
apropiación de la ciudad, además de promover la movilidad entre productores y
consumidores de bienes y servicios culturales en la frontera. En Puerto Iguazú,
Argentina, cuenta con el Festival Internacional de Cine de las Tres Fronteras, que trae,
en su curaduría e identidad visual, valores y referencias misioneras y, en 2016,
presenta su segunda edición.
movimientos de valorización de las manifestaciones culturales populares que fomentan
tanto el redescubrimiento de artistas comunitarios y nuevas formas de producciones
culturales artísticas colectivas como la implementación de proyectos que tienen como
característica la autonomía cultural y administrativa (SOUSA DOS SANTOS, 2016, p.
28).
Muchos de estos movimientos son organizaciones civiles que se configuran más allá
de las modalidades de participación social. Al instituir prácticas que intervienen en el
campo cultural, estos movimientos pueden entenderse como políticas culturales
basadas en la comunidad (SOUSA DOS SANTOS, 2016). El foco de estas
movilizaciones culturales se ha debido en gran medida a la apropiación de espacios,
estimulando la convivencia y los intercambios de este caldo cultural tan diverso, pero
aún tan segmentado en guetos culturales y sociales que es la región de la frontera
trinacional. Es visible que, en los últimos años, hay un intercambio en el aire, en los
cuerpos y plazas de las ciudades gemelas, que debe ser considerado como una fuerza
potencial de integración entre diferentes culturas y ser puesto en diálogo con
instituciones y organizaciones privadas y gubernamentales con interés, iniciativa y
responsabilidad en promover la cultura fronteriza y la circulación transnacional.

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