Giordano Bruno

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Giordano Bruno

Giordano Bruno, de nacimiento Filippo Bruno (Nola, provincia de Nápoles,


1548 - Roma, 17 de febrero de 1600) fue un astrólogo, filósofo, matemático
y poeta italiano.

Sus teorías cosmológicas superaron el modelo copernicano, pues propuso que


el Sol era simplemente una estrella; que el universo había de contener un
infinito número de mundos habitados por animales y seres inteligentes.
Miembro de la Orden de los Dominicos, propuso en el campo teológico una
forma particular de panteísmo, lo cual difería considerablemente de la
visión cosmológica sostenida por la Iglesia católica.

Además de estos razonamientos, sus afirmaciones teológicas también


fueron otra de las causas de su condena, que lo llevaron a ser ejecutado por
las autoridades civiles de Roma después de que la Inquisición romana lo
encontrara culpable de herejía. Fue quemado en la hoguera. Tras su muerte,
su nombre ganó fama considerable, particularmente en el siglo XIX y
principios del XX.

Nació en Nola, a unos 20 km de Nápoles, entonces bajo el dominio español.


Estudió en Nápoles desde los diez años, en 1565 ingresó a la Orden de los
Dominicos, donde se dedicó al estudio de la filosofía aristotélica y a la
teología de Santo Tomás de Aquino (tomismo). Ese mismo año cambió su
nombre de pila, Felipe, por el de Giordano. En 1575 fue trasladado al
convento de la Minerva en Roma y fue ordenado sacerdote.1

Expresó en escritos y conferencias sus ideas científicas acerca de la


pluralidad de los mundos y sistemas solares, el heliocentrismo, la infinitud
del espacio y el Universo y el movimiento de los astros. Sus opiniones
suscitaron un escándalo, y se formularon 130 artículos de acusación contra
él. Por temor a la Inquisición, a los veintiocho años abandonó la "prisión
angosta y negra del convento" y huyó de Roma en 1576, comenzando una vida
errante y aventurera. Desde entonces pudo decir con razón, que "toda la
tierra es patria para un filósofo". Viajó por el norte de Italia: Génova,
Savona, Turín, Venecia, Padua, enseñando gramática y cosmogonía a los niños
para ganarse la vida. Al mismo tiempo estudió intensamente las obras de
Nicolás de Cusa, Telesio y adoptó el sistema de Nicolás Copérnico, lo que le
valió ser combatido tanto por los católicos como por los protestantes. Se
trasladó luego a otras regiones, como Ginebra 1579 y Lyon. En la
Universidad de Toulouse se doctoró en teología y enseñó dos años (1580-
1581). Escribió la Clavis magna (lulista) y explicó el tratado De Anima de
Aristóteles. Tras recorrer otras regiones y realizar diversos escritos,
regresa a Italia, fijando su residencia en Venecia, donde la Inquisición
veneciana lo encarcela el 23 de mayo de 1592 y es reclamado por Roma el 12
de septiembre de 1592, pasando otros siete años en prisión, acusado de
blasfemia, herejía e inmoralidad, para finalmente ser condenado, por
herético, impenitente, pertinaz y obstinado, a la hoguera, en la que murió el
17 de febrero de 1600 en Campo de' Fiori, Roma. Murió estoicamente, sin
exhalar un grito. Rechazó al sacerdote que quería darle a besar el crucifijo.
En 9 de junio de 1889 se erigió por suscripción internacional una estatua en
el lugar de su muerte, exaltando su figura como mártir de la libertad de
pensamiento y de los nuevos ideales.

Según la Enciclopedia de filosofía de la Universidad de Stanford, «en 1600


no había una postura oficial de la Iglesia Católica sobre el sistema
copernicano, y ciertamente no era una herejía (aunque sus razonamientos
eran opuestos al sistema ptolemaico que prevalecía entre la jerarquía
católica). Cuando Giordano Bruno fue quemado en la hoguera como hereje,
no tuvo nada que ver (en un sentido oficial, aunque si tuvo que ver en un
sentido de "principios religiosos") con sus escritos en apoyo de la cosmología
copernicana.» Entre sus afirmaciones teológicas que se consideraron
heréticas estaban las siguientes: que Cristo no era Dios, sino meramente un
mago excepcionalmente hábil, que el diablo se salvará y otras.

Según Isaac Asimov, su muerte tuvo un efecto disuasorio en el avance


científico de la civilización, particularmente en las naciones católicas pero, a
pesar de esto, sus observaciones científicas continuaron influyendo en otros
pensadores, y se le considera uno de los precursores de la revolución
científica

Una obra de Giordano Bruno


Los Heroicos Furores (resumen)
Siendo como es tan compleja y varia la creación filosófica de
Giordano Bruno, abordamos en esta breve reseña monográfica uno de los
temas capitales, sin duda, del ilustre discípulo italiano y de toda la
producción filosófica y literaria del Renacimiento. La obra de la cual
iniciamos a continuación un somero estudio y síntesis fue intitulada por su
autor De los heroicos furores. ¿Qué quiere esto decir? Difícil se nos hace
presentar aquello que no precisa palabras y es el dios sumario y burlón que
ata, liga, estrecha, vincula y relaciona todas las cosas vivas e inertes del
universo animado. ¿Lo llamaré amor? ¿Utilizaré aún ese viejo nombre
gastado que define hoy ya a la caterva de afectos pordioseros y burgueses
que cruzan las almas innobles? -Los heroicos furores- es el apelativo que
utilizó Bruno, y aun quiso llamarlo Cántico. -Heroicos-, esto es, valientes y
esforzados. -Furores-, es decir, pasiones de fuego, ígneos sentimientos,
empresas, cruzadas, peregrinajes, rutas, conquistas. Traduciendo: la furia
del héroe, la pasión del alma y el humano corazón por fundirse en indisoluble
abrazo con la esfera de la perfección, el reino de los arquetipos, el mundo
superior, celeste, real. Tal es el propósito de Bruno. La obra que nos ocupa
ve la luz el año 1584.

El tema de los amores, divinos y humanos, y la mística contemplación de las


formas y sus ocultas esencias, no es único y exclusivo de nuestro autor. El
propio Dante en La divina comedia o La vida nueva nos ofrece una exquisita
muestra de dedicación al tema. Asimismo, Pico de la Mirándola, Marsilio
Ficino, León Hebreo, Baltasar Castiglione o el propio Lorenzo de Médicis han
expuesto y comentado con lujo de detalles e ideas las aventuras del amor
tras de su eterna presa. John Charles Nelson, en su obra Renaissance
Theory of Love, nos ofrece una buena muestra del ramo.

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