Fallo 1 (DC)
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5290/2015
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Procesal, en aras de la amplitud de la garantía de defensa en juicio, y conforme al
criterio restrictivo que rige en esta materia (Gozaini, Osvaldo A., Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, La Ley, Buenos
Aires, 2006, t. II, p. 101/102; Kielmanovich, Jorge L., Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, Lexis Nexis, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2003, t. I, p. 426), no propiciaré la sanción de deserción que
postula la contraria a fs. 398 vta., punto II.
Adicionalmente creo menester poner de
resalto que, si bien a partir del 1 de agosto de 2015 ha entrado en vigor el nuevo
Código Civil y Comercial de la Nación, los hechos ventilados en el sub lite (y por
ende, la constitución de la obligación de reparar) han acaecido durante la vigencia
del Código Civil derogado. Por consiguiente –y con excepción de lo que
enseguida diré respecto de la cuantificación del daño- la cuestión debe juzgarse –
en principio- a la luz de la legislación derogada, que mantiene ultractividad en
este supuesto (art. 7, Código Civil y Comercial de la Nación; vid. Roubier, Paul,
Le droit transitoire. Conflit des lois dans le temps, Dalloz, Paris, 2008, p.
188/190; Kemelmajer de Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y
Comercial a las relaciones y situaciones jurídicas existentes, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2015, p. 158).
Corresponde hacer excepción a esta regla en
lo que respecta a las normas relativas a la cuantificación del daño, dado que ellas
no se refieren a la constitución de la relación jurídica (obligación de reparar) sino
solo a las consecuencias de ella, y no varían la naturaleza ni la extensión de la
indemnización que tiene derecho a percibir la víctima, pues se limitan a sentar
una pauta para su liquidación. En este sentido dice Kemelmajer de Carlucci:
“Hay cierto acuerdo en que debe distinguirse entre la existencia y la
cuantificación del daño. La segunda operación debe realizarse según la ley
vigente en el momento en que la sentencia determina la medida o extensión”
(Kemelmajer de Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial a las
relaciones y situaciones jurídicas existentes. Segunda parte, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2016, p. 234). Por este motivo las reglas contenidas en los arts. 1741
-último párrafo-, 1746 y concs. del Código Civil y Comercial son directamente
aplicables al sub lite.
Por último, y antes de entrar en el
tratamiento de los agravios, es pertinente destacar que la cuestión relativa a la
forma en la que ocurrieron los hechos y la responsabilidad de los emplazados se
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encuentra firme, ya que la decisión en tal sentido ha sido consentida por todas las
partes.
III.- Sentado lo que antecede trataré los agravios
sobre las partidas indemnizatorias.
a).-Daño emergente
La Sra. juez de la anterior instancia concedió
al actor la suma de $ 1.000 por los gastos de remolque del automóvil.
El demandante cuestiona que en la sentencia
en crisis no se haya reconocido la suma correspondiente a lo pagado por la
reserva del alquiler de una casa de veraneo en San Martín de lo Andes. La colega
de grado fundó su rechazo en la idea de que aquel no contaba con legitimación
para pedir el reintegro, pues dicho importe habría sido abonado por el padre del
actor.
El apelante sostiene que su padre no
intervino en la reserva ni en el pago, y que fue su hijo –Santiago Nicolás
Villanueva- quien efectuó la reserva, pero por cuenta y con fondos del
demandante. No se me escapa que
“Martgren Tours Empresa de viajes y turismo” informó que la reserva fue
abonada por Miguel Villanueva, padre de Santiago Villanueva (vid. fs. 172). Sin
embargo, de la constancia de recibo acompañada por el propio actor (fs. 39) surge
que la empresa de turismo recibió el dinero de Santiago Nicolás Villanueva sin
aclarar que este lo hacía por cuenta de su padre. Por otra parte, las sucesivas
cartas en las que se confirma la reserva y en la que se comunica su baja fueron
dirigidas al hijo del actor (fs. 40/41).
Por lo tanto, considero que la reserva fue
pagada por el Sr. Santiago Nicolás Villanueva, y por consiguiente el actor carece
de legitimación para el reclamo en estudio.
Únicamente a mayor abundamiento, señalo
que no existe relación causal adecuada entre la rotura de la parrilla delantera
derecha del auto del demandante y la pérdida de la reserva por un alquiler de una
casa de veraneo. Esta secuencia, que en los hechos podría haber sucedido en este
caso, no suele suceder de acuerdo al curso normal y ordinario de las cosas; en
otras palabras, el hecho de que un auto se averíe no suele traer como corolario
más o menos frecuente la pérdida de un alquiler en un destino turístico, lo que
impide ligar un hecho con otro en los términos de los arts. 520 y 901 y ss. del
Código Civil (que requieren regularidad, frecuencia estadística). Por ese motivo,
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incluso soslayando la cuestión de la legitimación anteriormente tratada, este rubro
no puede prosperar.
En base a lo hasta aquí expuesto, propongo
que se rechace el agravio en este punto, lo que así mociono.
b) Gastos de traslado y privación de uso
del vehículo
La magistrada de la anterior instancia
concedió al actor la suma de $ 5.000 para enjugar los gastos de traslado, y la de $
10.000 por privación de uso. El demandante se agravia por ambas cuantías y pide
que se eleven los montos respectivos.
En puridad, los dos rubros recién señalados
(gastos de traslado y privación de uso) apuntan, en este caso, a resarcir el mismo
daño, consistente en la imposibilidad de utilizar el vehículo durante cierto tiempo
y su consiguiente reemplazo por otro medio de transporte. Se trata de lo que
comúnmente se denomina “privación de uso”, que -como ya lo he puesto de
manifiesto en otros antecedentes (23/5/2013, “R., Daniel Carlos c/ L. M., Luis
Alberto y otros s/ Daños y Perjuicios”, L. n° 610.293; ídem, 17/9/2013, “S. Rubén
Darío c/ F. Eduardo y otros s/ Daños y Perjuicios”, L. n° 533.381)- resarce la
imposibilidad de disponer del vehículo, lo que per se genera un perjuicio
indemnizable, sea que el rodado esté destinado al esparcimiento, sea que tenga
por objeto su utilización laboral. Es que, en ambos supuestos, la privación es
productora de daños y fuente de resarcimiento en la medida en que incide en
forma negativa en el patrimonio de la víctima (esta cámara, sala B, 30/03/2010,
“P., Fabiana Marcela c/ Y., Olga Emilia”, LL Online).
Estamos ante un daño emergente referido a
gastos necesarios para mantener una situación igual a la que se gozaba antes del
suceso. Dice al respecto Zavala de González: “Esa reparación puntual debe
comprender el perjuicio emergente, presente o futuro, y este daño se resarce, en
principio, con el pago de la suma de dinero necesaria para la prosecución del
goce de la cosa, según antes se hacía, para lo cual no hay otro remedio que
reemplazarla” (Zavala de González, Resarcimiento de daños, Hammurabi,
Buenos Aires, 1996, t. 1, p. 123/124).
No se me escapa que el actor desistió a fs.
300 de la prueba informativa dirigida a Viantonio y Raschdorf S.H. y que a fs.
284 se decretó la negligencia respecto de la prueba informativa a SOS Red de
Asistencia, ambas tendientes a acreditar el remolque del automóvil desde Rosario
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a esta ciudad. Sin embargo, la colega de grado reconoció una suma por los gastos
de dicho traslado, lo que ya se encuentra firme.
Así las cosas, consideraré que el tiempo de
privación corrió desde el día en que el automóvil fue remolcado, 13 de enero de
2013 hasta el que efectivamente fue entregado reparado, el 3 de marzo de 2013, lo
que hace un total de 50 días corridos.
En este orden de ideas, partiendo de un valor
de sustitución del rodado que estimo prudencialmente en $ 300 diarios, propongo
al acuerdo confirmar la suma de $ 15.000.- pesos otorgada en primera instancia
para enjugar ambos rubros (gastos de traslado y privación de uso), que como ya lo
señalé resarcen un mismo perjuicio.
c) Daño moral
La colega de grado rechazó la procedencia
de esta partida. El actor solicita que se admita.
Considero que por imperativo constitucional
(art. 19, Constitución Nacional, según la interpretación que viene haciendo de él
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y últimamente, en el precedente
“Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otra c/ Ejército Argentino s/ Daños y
perjuicios”, 27/11/2012, Fallos: 335:2333) todo daño debe ser objeto de una
adecuada reparación, aun si su monto es relativamente poco importante.
Comparto en tal sentido las palabras de
Calvo Costa: “Aun cuando el perjuicio sea leve, si el mismo reviste el carácter de
‘injusto’ para la víctima (...) debe ser reparado por el responsable. Resulta –a
nuestro entender- contrario al espíritu actual del derecho de daños, rechazar la
posibilidad de que la víctima pueda reclamar la reparación de un perjuicio que
ha sufrido injustamente argumentándose como defensa su insignificancia.
Además, no surge de lege lata en nuestro derecho civil prohibición o limitacuión
alguna de reclamar los daños sufridos en razón de la insignificancia de los
mismos” (Calvo Costa, Carlos A., Daño resarcible, Hammurabi, Buenos Aires,
2005, p. 236, con cita de Mayo, Zannoni y Boffi Boggero).
Asimismo, resalto que “si se acepta que los
perjuicios económicos mínimos son indemnizables, por fuerza también deben
serlo los desmedros espirituales de escasa significación, el mayor o menor
alcance del daño no excluye el resarcimiento, sólo define la importancia de la
indemnización” (Zavala de González, Matilde, “Los daños morales mínimos”, LL
2004-E-1311).
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En definitiva, para la existencia de un daño
moral resarcible basta con que el hecho ilícito haya lesionado intereses
extrapatrimoniales de la víctima y tenido cierta repercusión en la esfera espiritual
de la persona, sin que sea preciso que nos encontremos ante daños catastróficos o
circunstancias excepcionales o gravemente lesivas.
Así las cosas, es presumible, a mi juicio, que
el actor ha sufrido un cierto grado de inquietud espiritual por las molestias
derivadas del infortunio, proceder a las reparaciones, etc., todo lo cual implica
sustraer tiempo vital a la víctima, que bien podría haberlo empleado en otras
actividades.
En cuanto a su valuación cabe recordar lo
señalado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el sentido de que:
“Aun cuando el dinero sea un factor muy inadecuado de reparación, puede
procurar algunas satisfacciones de orden moral, susceptibles, en cierto grado, de
reemplazar en el patrimonio moral el valor que del mismo ha desaparecido. Se
trata de compensar, en la medida posible, un daño consumado (…). El dinero es
un medio de obtener satisfacción, goces y distracciones para reestablecer el
equilibrio en los bienes extrapatrimoniales. El dinero no cumple una función
valorativa exacta, el dolor no puede medirse o tasarse, sino que se trata
solamente de dar algunos medios de satisfacción, lo cual no es igual a la
equivalencia. Empero, la dificultad en calcular los dolores no impide apreciarlos
en su intensidad y grado, por lo que cabe sostener que es posible justipreciar la
satisfacción que procede para resarcir dentro de lo humanamente posible, las
angustias, inquietudes, miedos, padecimientos y tristeza propios de la situación
vivida” (CSJN, 12/4/2011, “Baeza, Silvia Ofelia c/ Provincia de Buenos Aires y
otros”, RCyS, noviembre de 2011, p. 261, con nota de Jorge Mario Galdós).
En otras palabras, el daño moral puede
“medirse” en la suma de dinero equivalente para utilizarla y afectarla a
actividades, quehaceres o tareas que proporcionen gozo, satisfacciones,
distracciones y esparcimiento que mitiguen el padecimiento extrapatrimonial
sufrido por la víctima (Galdós, Jorge M., “Breve apostilla sobre el daño moral
(como “precio del consuelo”) y la Corte Nacional”, RCyS, noviembre de 2011, p.
259).
La misma idea resulta del art. 1741 in fine
del Código Civil y Comercial, a cuyo tenor: “El monto de la indemnización debe
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Nolasco, del 6/9/2000; CSJN, en autos “Baeza, Silvia Ofelia c/ Provincia de
Buenos Aires y otros” del 12/04/2011, Fallos: 334:376).
Es que, cuantificar este daño implica una valuación
necesariamente subjetiva. La valoración de los sentimientos, presuntamente
afectados, debe ser hecha por el Juez en abstracto y considerando objetivamente
cuál pudo ser el estado de ánimo de una persona común colocada en las mismas
condiciones concretas en la que se halló el demandante en las circunstancias
descriptas en el primer voto. Se llega así a la determinación equitativa de la
cuantía de este daño no mensurable (conf. Bustamante Alsina, Jorge “Equitativa
valuación del daño no mensurable”, publicado en “Responsabilidad Civil-
Doctrinas Esenciales-Partes General y Especial”, dirigido por Félix A. Trigo
Represas, T° III, pág. 689).
No puede discutirse que aquí el actor experimentó
la frustración de un viaje de vacaciones, a un destino turístico
importante, lo que impidió su descanso y el disfrute que sin duda
perseguía. El desperfecto mecánico de su vehículo, lo obligó a
cambiar el rumbo inicialmente emprendido, por lo cual debió arbitrar
los medios para regresar junto a su vehículo al lugar de origen y, luego
de diversas averiguaciones, aguardar el ingreso del rodado al taller
para su debida reparación. Todo esto, sin duda, condujo al
demandante a experimentar, en este caso particular, una situación de
desazón e incertidumbre, que alteró sus expectativas vacacionales, por
lo cual la existencia de un detrimento espiritual, susceptible de
valoración pecuniaria, resulta en el caso apreciable (art. 163 inc. 5,
Código Procesal).
Efectuada esta aclaración, toda vez que
considero razonable y adecuada al supuesto sometido a estudio la suma propuesta,
me adhiero al monto asignado en el primer voto, en lo atinente a este renglón
resarcitorio y me sumo en lo demás a la propuesta confirmatoria del Dr. Picasso,
como también al régimen asignado en materia de costas.
A la misma cuestión el Dr. Li Rosi dijo:
Con la misma salvedad expresada por el Dr.
Molteni adhiero al voto del Dr. Picasso.
Con lo que terminó el acto.
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SEBASTIÁN PICASSO
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HUGO MOLTENI
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RICARDO LI ROSI
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