La Unidad Del Pensamiento
La Unidad Del Pensamiento
La Unidad Del Pensamiento
ISSN: 1870-879X
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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Monterrey Campus Ciudad de México
México
Resumen
E ste ensayo trata sobre la investigación del principio de unidad. Para ello
examino la unidad en relación con el pensamiento. El pensamiento es com-
prendido en tres sentidos: como la unidad del objeto de investigación, como la
unidad del desarrollo histórico y como principio vital del quehacer filosófico.
Estos sentidos muestran la posibilidad de continuar con la investigación de la
verdad. El diálogo con la tradición y los sentidos que ésta dona al concepto de
pensamiento nos permiten comprender la dificultad de dicha investigación, no
con la finalidad de ceder ante ella, sino para contribuir en la búsqueda. El pro-
pósito es abrirse paso en lo previamente pensado para repensarlo y enrique-
cerlo desde la época actual.
Abstract
T his essay inquires about the research on the principle of unity. For this pur-
pose I examine the unity in connection with the thinking. The thinking is
understood in three senses: as the unity of inquiry’s subject, as the unity of the
historical development and as vital principle of philosophical work. These senses
display the possibility to continue the research on the truth. The dialogue with
the tradition and the senses given by it to thinking’s concept let us understand
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that research’s difficulty, not in order to yield to it, but to contribute in the search.
The purpose is to make one’s way between the previously pondered, in order
to rethink it and enrich it from the current epoch.
1 René Descartes, Reglas para la dirección del espíritu, Alianza, Madrid, 2003, iii, p. 81.
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2 René Descartes, Meditaciones metafísicas y otros textos, Gredos, Madrid, 2003, p. 30.
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Y hemos de pensar que están enlazadas de tal modo entre sí todas las ciencias,
que es mucho más fácil aprenderlas todas juntas a la vez, que separar una sola de
ellas de las demás. Así pues, si alguien quiere investigar seriamente la verdad
de las cosas, no debe elegir una ciencia determinada, pues todas están entre sí
enlazadas y dependiendo unas de otras recíprocamente; sino que piense tan sólo
en acrecentar la luz natural de la razón…3
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5 Idem.
6 Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, FCE-UAM-UNAM, México, 2009, A 56, B 80.
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las cosas que esté más allá del límite del ser humano. Dar fe a semejante pre-
suposición sería como querer desatar el nudo gordiano estando uno mismo
amarrado.
A causa de estas contrariedades no es de extrañar que se intente superar
el dualismo mediante la negación del binomio sujeto-objeto. Sin embargo, su
solución no consiste necesariamente en extirpar de la investigación filosófica al
sujeto. La subjetividad no tiene por qué ser negada, ni ha de estar relegada a
un segundo plano. El sujeto es lo sujeto al objeto. La subjetividad es problemá-
tica cuando no se la comprende en el conjunto de esa relación. La imperfección
—como dice Descartes— sólo se percibe cuando el todo se ve parcializado y
no se presta atención a la relación. La subjetividad sólo comporta riesgos si se
la concibe como sustancia hermética.
El propio Kant es consciente de ese riesgo. Realiza una crítica de la razón
pura y esto quiere decir una disección previa de las facultades humanas. Es
una disección previa porque comienza por separar la razón de cualquier mate-
ria de conocimiento. No obstante, él no busca —como tampoco lo hizo Descar-
tes— sellar la razón en una mera subjetividad. Al contrario, Kant se cuida de
que la razón no quede confinada en sí y por sí, allende lo externo.
Para esto distingue entre el carácter analítico y el dialéctico de la razón. La
analítica muestra la interrelación entre el pensamiento y los objetos (al menos
en tanto fenómenos). La dialéctica, en cambio, es engañosa porque queda
desprovista de relación alguna con la experiencia: “… el entendimiento […]
corre peligro de hacer, mediante sofisterías vacías, un uso material de los prin-
cipios meramente formales del entendimiento puro, juzgando indistintamente
acerca de objetos que no nos son dados, y que quizá no puedan sernos dados
de ninguna manera”.7 Con el fin de evitar los extravíos de la razón hay que
mostrar la conformidad entre lo “interior” y lo “exterior”. Esto quiere decir, para
Kant, mostrar la síntesis del entendimiento con la sensibilidad y, por ende, la
relación de los conceptos con los fenómenos. Aunque esta conformidad también
debe entenderse, más allá de Kant, como la síntesis entre el fenómeno y la cosa
en sí.
La unidad del pensamiento en Descartes y Kant, pese a sus matices pecu-
liares, apunta a un interés común: mostrar de la manera más adecuada posible
la relación del pensar con aquello que se piensa. Por ello podemos afirmar que
estos modernos investigaron con miras a la compenetración entre la unidad y
la diversidad, la permanencia y el cambio, el principio y el todo. Y, sin embargo,
este propósito fue asumido como la búsqueda privilegiada de un principio esta-
ble, excluyente del devenir.
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Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron
momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real […] Lo que es no
deviene; lo que deviene no es… Ahora bien, todos ellos creen, incluso con deses-
peración, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones
de por qué se les retiene. “Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de
que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador?” —“Lo tenemos,
gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos […] nos engañan acerca del
mundo verdadero”. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir,
de la historia, de la mentira. La historia no es más que fe en los sentidos, fe en la
mentira.10
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renovación que ellos llevan a cabo muestra que el agotamiento no puede ser
pleno. Siempre hay creación y recreación de los mismos problemas y soluciones
en filosofía.
En la historia, que es unidad en devenir, Hegel comprende la unidad del
pensamiento filosófico como una misma tarea, que no por ello se limita a calcar
lo ya dicho: “… en tanto que la filosofía se ocupa ciertamente de la unidad en
general, pero no de la mera identidad abstracta ni de lo absoluto vacío, sino de
la unidad concreta (del concepto) —y la filosofía a lo largo de toda ella no hace
otra cosa— cada etapa del proceso es una determinación peculiar y propia de
esta unidad concreta…”.12 La unidad es el objeto del pensamiento y ella sólo
es unidad de distintos momentos particulares.
Afirma Hegel en su Enciclopedia (cfr., § 63) que pensar es lo mismo que
creer, saber e intuir. Estos términos dicen lo mismo porque señalan el modo por
excelencia del pensamiento: la especulación, es decir, el concebir inmediato
que entraña la mediación (lo diverso). Con el concepto de especulación Hegel
procura mostrar la complementariedad del todo desde sus distintas perspecti-
vas. En eso consiste el speculum: un movimiento en el que lo mismo se refleja
en lo diferente y lo diferente en lo mismo. En el “vaivén” del reflejo especulativo
buscó Hegel la expresión más adecuada a las cosas mismas para mostrar su
relación intrínseca, la cual se da incluso entre aquellos conceptos que parecie-
sen completamente irreductibles.
El mal llamado problema de lo uno y lo múltiple, por ejemplo, no es para
Hegel —como tampoco lo es para otros filósofos— una dificultad u obstáculo para
el pensar. A lo más, constituye una dificultad encontrar la forma adecuada de su
expresión. En la Ciencia de la lógica escribe Hegel lo siguiente: “Es una antigua
proposición que lo uno es múltiple y especialmente que lo múltiple es uno”.13
Cada una de esas proposiciones parece decir lo mismo que la otra; sin embar-
go, “… la verdad de lo uno y lo múltiple, expresada en proposiciones, aparece
en una forma inadecuada…”,14 esto porque las proposiciones particulares son
unilaterales, mientras que “… esta verdad tiene que concebirse y expresarse
sólo como un devenir, como un proceso, una repulsión y atracción…”.15 Así,
pues, en el dinamismo del pensar se encuentra la unidad, es decir, la verdad.
12 Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Alianza, Madrid,
2005, § 573 y 600.
13 Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Ciencia de la lógica I, Solar-Hachette, Buenos Aires, 1993,
p. 220.
14 Idem.
15 Idem.
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De ahí que Hegel señale, a modo platónico, que hace falta la ejercitación
en el pensamiento dialéctico para comprender que lo uno y lo múltiple o la uni-
dad y la diversidad se compenetran indefectiblemente. Efectivamente, jamás ha
sido extrínseco a la unidad del pensamiento la necesidad de prepararse, ejer-
citarse y depurarse. Se requiere afinar la propia visión para comprender lo co-
mún y refinar la expresión para permitir su concepción. Esto quiere decir, en el
caso de Hegel, mostrar mediante el pensamiento del espíritu lo que en el pen-
samiento lógico y absoluto ya se presenta.
La unidad y la diversidad han de ser expuestas al unísono para lograr la
mayor concreción posible. Con esta doble tarea entre manos Hegel “nada a con-
tracorriente”. Esto porque en su época, pese a la supuesta exaltación de la
razón, Hegel observa el dominio del sentido común que sólo acepta la diversidad
y niega la unidad. Lo que ha de hacer Hegel es, entonces, resaltar la unidad,
sin negar la diversidad. El pensamiento que logre mostrar armónicamente esta
imbricación es especulativo y da razón, por lo tanto, de la interrelación dialécti-
ca. Esto lo observamos nuevamente en el caso de lo uno y lo múltiple. Lo
múltiple (a lo que Hegel denomina en el siguiente pasaje los muchos) muestra
su relación unitaria mediante el concepto de exclusión:
… uno está absolutamente determinado como el otro; cada uno es uno, cada uno
es uno entre muchos; y excluye a los otros; de modo que todos son absolutamen-
te lo mismo y está presente en absoluto sólo una única determinación. Este es el
hecho, y es sólo cuestión, por ende, de lograr la comprensión de este simple hecho.
La obstinación del intelecto se rehúsa a este entender sólo por el motivo de que
está presente también la diferencia […] Pero esta diferencia no se omite debido a
aquel hecho, tal como aquel hecho existe a pesar de la diferencia.16
16 Ibid., p. 221.
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Siendo dos los que van, si no es uno es otro quien ve antes cómo sacar ganancia;
pero uno solo, aunque acabe viéndolo, es más romo para notarlo y tiene menos
sutil el ingenio.17
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20 Ibid., B 113.
21 Ibid., B 89. El subrayado es mío.
22 Parménides, “Poema”, en Conrado Eggers Lan (ed.), Los filósofos presocráticos i, Gredos,
Madrid, 2000, B 4, vv. 1-2.
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23 Ibid., B 8, v. 20.
24 Ibid., B 8, vv. 34-36.
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Aristóteles señaló muy bien la cohesión con esta doble forma de comprender
la unidad del pensamiento: inmanencia y trascendencia. En esto sigue a Platón,
así como en la relación del hombre con el cosmos. Si la unidad del pensamien-
to pertenece al todo, ¿por qué esa unidad le sería ajena al ser humano que
también forma parte del todo? Si la unidad del pensamiento pertenece al hom-
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bre, ¿por qué le sería ajeno el todo, siendo que el hombre dirige su pensar a la
naturaleza? Ambas preguntas tienen a la base la misma interrogante.
Dicha interrogante común se opone a aquella pregunta que pretende mos-
trar el fracaso de la investigación de la verdad, la cual diría más o menos lo
siguiente: ¿cómo dar razón del principio de unidad cuando “a todas luces” se
observa que el hombre es limitado y que esta investigación se ha agotado? Esta
pregunta tiene su propio sentido, pero es miope. La pregunta común que me
interesa destacar es, más bien, esta otra: ¿cómo negar el principio de unidad
si comprendemos que el límite es tanto el principio, como la vitalidad de la
póiesis filosófica? La manera en la que Platón formuló esta pregunta que nos
hacemos es diáfana en su ironía: “… ¿nos dejaremos convencer con tanta fa-
cilidad de que el cambio, la vida, el alma y el pensamiento no están realmente
presentes en lo que es totalmente, y que no vive ni piensa, sino que, solemne
y majestuoso, carente de intuición está quieto y estático?”.34
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36 Ricardo Horneffer, “El problema del ser: sus aporías en la obra de Eduardo Nicol”, Tesis
para optar por el grado de Doctor en filosofía, México, 2011, § 17, 126. El subrayado es mío.
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