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Adl 15 Huizinga 1938.0-I.1a Homo Ludens LDP

1. El autor siente temor de que su libro sea considerado una improvisación sin fundamentos. Pero acepta que a veces hay que escribir sobre temas no tan conocidos. Lo motiva el hecho de que sea un tema entrañable. 2. La psicología y la fisiología han tratado de determinar la naturaleza y la significación del juego a través de numerosos intentos. Sus explicaciones sobre la función biológica del juego son divergentes, atribuyéndoselo a descarga de energía, imitación, rel
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Adl 15 Huizinga 1938.0-I.1a Homo Ludens LDP

1. El autor siente temor de que su libro sea considerado una improvisación sin fundamentos. Pero acepta que a veces hay que escribir sobre temas no tan conocidos. Lo motiva el hecho de que sea un tema entrañable. 2. La psicología y la fisiología han tratado de determinar la naturaleza y la significación del juego a través de numerosos intentos. Sus explicaciones sobre la función biológica del juego son divergentes, atribuyéndoselo a descarga de energía, imitación, rel
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LC HISTORIA

HUIZINGA 1938.0 LdP

(OWpUPLQR CUANDO SE VIO claro que la designación de homo sapiens no convenía


KRPRVDSLHQV
HVLQVXILFLHQWH tanto a nuestra especie como se había creído en un principio porque, a
SRUTXHQR
VRPRVWDQ fin de cuentas, no somos tan razonables como gustaba de creer el siglo
UD]RQDEOHV
'HEHUtD XVII en su ingenuo optimismo, se le adjuntó la de homo faber. Pero
RSWDUVHSRU
KRPRIDEHU\ este nombre es todavía menos adecuado, porque podría aplicarse
KRPROXGHQV
\DTXHDPEDV también a muchos animales el calificativo de faber. Ahora bien, lo que
DFWLYLGDGHV
VRQ ocurre con el fabricar sucede con el jugar: muchos animales juegan. Sin
HVHQFLDOHV
embargo, me parece que el nombre de homo ludens, el hombre que
juega, expresa una función tan esencial como la de fabricar, y merece,
por lo tanto, ocupar su lugar junto al de homo faber.

/DFXOWXUD
Cuando examinamos hasta el fondo, en la medida de lo posible, el
EURWDGHOMXHJR contenido de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea de que todo
\VHGHVDUUROOD
HQpO(ODXWRU el hacer del hombre no es más que un jugar. Quien se dé por satisfecho
HQVXV
GLVFXUVRV con esta conclusión metafísica hará mejor en abandonar el libro. La
SURSRQHOD
FXOWXUDHQVt vieja ilusión no es, sin embargo, objeción bastante que nos obligue a
SUHVHQWDXQ
FDUiFWHUGH renunciar a la idea que considera al juego como un factor en todo lo que
MXHJR
se da en el mundo. Hace tiempo que ha ido cuajando en mí la convicción
de que la cultura humana brota del juego –como juego– y en él se
desarrolla. Podrán encontrarse huellas de esta concepción en todos mis
escritos a partir de 1903. En el año 1933 fue objeto de esta idea mi
discurso rectoral de Leyden Over de grenzen van spel en ernst in de
Kultuur (Haarlem, Tjeenk Willink & Zoon 1933). Cuando reelaboré este
ensayo para unas conferencias en Zurich y en Viena (1934) y, más tarde,
para otra en Londres (1937), le puse como título Das Spielelement der
Kultur y The Play Element of Culture. En ambas ocasiones se me quiso
cambiar las expresiones correspondientes por in der Kultur e in Culture,
y las dos veces suprimí la preposición y restablecí el genitivo. Porque
no se trata, para mí, del lugar que al juego corresponda entre las demás
manifestaciones de la cultura, sino en qué grado la cultura misma ofrece
un carácter de juego. No me interesaba entonces, como no me interesa
tampoco ahora, en este estudio más elaborado, articular el concepto
juego, si se me permite la expresión, en el concepto cultural.

6HFRQFLEHDO
En la presente obra el juego es concebido como fenómeno cultural
MXHJRFRPR y no, o por lo menos no en primer lugar, como función biológica. En
IHQyPHQR
FXOWXUDOVH ella se emplean los recursos del pensar científico-cultural. Se encontrará
GHMDGHODGR
OD que, en la medida de lo posible, apenas hago uso de la interpretación
LQWHUSUHWDFLyQ
SVLFROyJLFD\ psicológica del juego, sin escatimarle por ello importancia, y que
HWQROyJLFD
'HELGRDTXH tampoco aplico conceptos y explicaciones etnológicos, aun en el caso
HVWDVFLHQFLDV
\RWUDVOHKDQ en que me veo obligado a presentar hechos de esa especie, sino en
GDGRSRFD
LPSRUWDQFLD medida muy limitada. Así, por ejemplo, no tropezará el lector más que
una sola vez con la expresión «mágico» y ni siquiera una con la de
«mana» u otras parecidas. Si mi demostración tuviera que adoptar
forma de tesis, una de ellas rezaría así: la etnología y las ciencias afines
conceden poca importancia al concepto de juego.
Al ofrecer mi libro al público me asalta el temor de que a pesar de
todo el trabajo que me ha supuesto, vaya a ser considerado por muchos
como una improvisación con deficiente prueba. Pero el destino de un
autor que se ocupa de problemas de la cultura supone que, en ocasiones,
tiene que pisar terrenos que no conoce lo bastante. Pero era algo
imposible para mí llenar todas las lagunas científicas antes de escribirlo

(ODXWRUVHQWtDWHPRUGHTXHVXOLEURVHDFRQVLGHUDGRXQDLPSURYLVDFLyQVLQ
IXQGDPHQWRV3HURDFHSWDTXHDYHFHVKD\TXHHVFULELUVREUHWHPDVQRWDQ 1
FRQRFLGRV/RPRWLYDHOKHFKRGHTXHVHDXQWHPDHQWUDxDEOH
y me ha sido mucho más fácil respaldar cada detalle con una cita. La
cuestión era ésta: escribir el libro ahora o no escribirlo nunca. Escribir
acerca de algo que me era entrañable. Y me decidí a escribirlo.

J. HUIZINGA
Leyden, 15 de junio de 1938

FICHA BIBLIOGRÁFICA

HUIZINGA, J. (1938). Homo Ludens. Introducción: «Introducción a modo


de prólogo», pp. 7-9. Madrid: Alianza Editorial S. A., 2007, 287 págs.

2
LC HISTORIA
HUIZINGA 1938.I.1.A LdP

(OMXHJRHV EL JUEGO ES más viejo que la cultura; pues, por mucho que estrechemos
PiVDQWLJXR
TXHODFXOWXUD el concepto de ésta, presupone siempre una sociedad humana, y los
\DTXH animales no han esperado a que el hombre les enseñara a jugar. Con
SURYLHQHGH
ORVDQLPDOHV toda seguridad podemos decir que la civilización humana no ha añadido
GHELGRDTXH
VXMXHJR ninguna característica esencial al concepto del juego. Los animales
FRQWLHQHWRGRV
ORVUDVJRV juegan, lo mismo que los hombres. Todos los rasgos fundamentales del
IXQGDPHQWDOHV
 juego se hallan presentes en el de los animales. Basta con ver jugar a
unos perritos para percibir todos esos rasgos. Parecen invitarse
mutuamente con una especie de actitudes y gestos ceremoniosos.
Cumplen con la regla de que no hay que morder la oreja al compañero.
Aparentan como si estuvieran terriblemente enfadados. Y, lo más
importante, parecen gozar muchísimo con todo esto. Pues bien, este
juego retozón de los perritos constituye una de las formas más simples
del juego entre animales. Existen grados más altos y más desarrollados:
auténticas competiciones y bellas demostraciones ante espectadores.
(OMXHJRQRVH Podemos ya señalar un punto muy importante: el juego, en sus
UHGXFHDOR
ILVLROyJLFRRD formas más sencillas y dentro de la vida animal, es ya algo más que un
ORV
SVLFROyJLFR
fenómeno meramente fisiológico o una reacción psíquica condicionada
VLQRTXHHQpO de modo puramente fisiológico. El juego, en cuanto a tal, traspasa los
HQFRQWUDPRV
XQVHQWLGRXQ límites de la ocupación puramente biológica o física. Es una función
HOHPHQWR
LQPDWHULDO llena de sentido. En el juego «entra en juego» algo que rebasa el instinto
inmediato de conservación y que da un sentido a la ocupación vital.
Todo juego significa algo. Si designamos al principio activo que
compone la esencia del juego «espíritu», habremos dicho demasiado,
pero si le llamamos «instinto», demasiado poco. Piénsese lo que se

3
quiera, el caso es que por el hecho de albergar el juego un sentido se
revela en él, en su esencia, la presencia de un elemento inmaterial.

7UDV LA PSICOLOGÍA Y la fisiología se esfuerzan por observar, describir y


QXPHURVRV\
GLVWLQWRV explicar el juego de los animales, de los niños y de los adultos. Tratan
LQWHQWRVOD
SVLFRORJtD\OD de determinar la naturaleza y la significación del juego para asignarle
ILVLRORJtDKDQ
WUDWDGRGH su lugar en el plan de la vida. De una manera general, sin contradicción
GHWHUPLQDUOD
QDWXUDOH]D\ alguna, se suele tomar como punto de partida de cualquier investigación
OD
VLJQLILFDFLyQ científica que el juego posee una considerable importancia, que cumple
GHOMXHJR
una finalidad, si no necesaria por lo menos útil. Los numerosos intentos
para determinar esta función biológica del juego son muy divergentes.
Se ha creído poder definir el origen y la base del juego como la
descarga de un exceso de energía vital. Según otros, el ser vivo obedece,
cuando juega, a un impulso congénito de imitación, o satisface una
necesidad de relajamiento, o se ejercita para actividades serias que la
vida le pedirá más adelante o, finalmente, le sirve como un ejercicio
para adquirir dominio de sí mismo. Otros, todavía, buscan su principio
en la necesidad congénita de poder algo o de efectuar algo, o también
en el deseo de dominar o de entrar en competencia con otros. Hay
todavía quienes lo consideran como una descarga inocente de impulsos
dañinos, como compensación necesaria de un impulso dinámico
orientado demasiado unilateralmente o como satisfacción de los deseos
que, no pudiendo ser satisfechos en la realidad, lo tienen que ser

4
mediante ficción y, de este modo, sirve para el mantenimiento del
sentimiento de la personalidad.1

(VWDVWHRUtDV Todas estas explicaciones tienen de común el supuesto previo de


ILVLROyJLFDV\
SVLFROyJLFDV
que el juego se ejercita por algún otro móvil, que sirve a alguna
QRVRQ
VXILFLHQWHV
finalidad biológica. Se preguntan por qué y para qué se juega. Las
SDUDH[SOLFDU respuestas que dan en modo alguno se excluyen. Se podrían aceptar
HOVHQWLGRGHO
MXHJR\DTXH muy bien, unas junto a otras, todas las explicaciones que hemos
ORUHODFLRQDQ
DRWURV enumerado, sin caer por ello en una penosa confusión conceptual. Pero
PRWLYRV6RQ
H[SOLFDFLRQHV de esto se deduce que no son sino explicaciones parciales, porque, de
SDUFLDOHV
DFFHVRULDV ser una de ellas la decisiva, excluiría a las restantes o las asumiría en
TXHQR
GHVFULEHQOD una unidad superior. La mayoría de las explicaciones sólo
FXDOLGDG
SULPDULDGHO accesoriamente se ocupan de la cuestión de qué y cómo sea el juego en
MXHJRQR
UHVSRQGHQDO sí mismo y qué significa para el que juega. Abordan el fenómeno del
SRUTXp
JHQHUDWDQWDV juego con los métodos de mensura de la ciencia experimental, sin
HPRFLRQHV
dedicar antes su atención a la peculiaridad del juego, profundamente
enraizada en lo estético. Por lo general, no se describe la cualidad
primaria «juego». Frente a todas estas explicaciones podemos adelantar
una pregunta: Muy bien, pero ¿dónde está el «chiste» del juego? ¿Por
qué hace gorgoritos de gusto el bebé? ¿Por qué se entrega el jugador a
su pasión? ¿Por qué la lucha fanatiza a la muchedumbre? Ningún
análisis biológico explica la intensidad del juego y, precisamente, en
esta intensidad, en esta capacidad suya de hacer perder la cabeza, radica
su esencia, lo primordial. La razón lógica parece darnos a entender que
la naturaleza bien podía haber cumplido con todas estas funciones

1
Sobre estas teorías, cf. Los estudios de H. ZONDERVAN, Het Spel bij Dieren, Kinderen
en Volwassen Menschen, Amsterdam, 1928; y de F. J. J. BUYTENDIJK, Het Spel van
Mensch en Dier als openbaring van levensdriften, Amsterdam, 1932.

5
útiles, como descarga de energía excedente, relajamiento tras la tensión,
preparación para las faenas de la vida y compensación por lo no
verificable, siguiendo un camino de ejercicios y reacciones puramente
mecánicos. Pero el caso es que nos ofrece el juego con toda su tensión,
con su alegría y su broma.
/DEURPDGHO Este último elemento, la «broma» del juego, resiste a todo análisis,
MXHJRHVVX
HVHQFLD\ a toda interpretación lógica. El vocablo holandés aardigheid es, en este
FDUHFHGH
WRGD aspecto, muy característico. Se deriva de aard, que significa a la vez
LQWHUSUHWDFLyQ
OyJLFD\GH
especie y también esencia, ofreciendo así testimonio de que el asunto
DQiOLVLV
no se puede llevar más lejos. Esta imposibilidad de derivación se
expresa de manera excelente, para nuestro moderno sentimiento del
lenguaje, en la palabra inglesa fun, bastante nueva en su significación
corriente. En francés, cosa sorprendente, no tenemos equivalente de
este concepto. Y, sin embargo, es éste el que determina la esencia del
juego. En el juego nos encontramos con una categoría vital
absolutamente primaria, patente sin más para cada quien como una
totalidad que, seguramente, merece este nombre mejor que ninguna
otra. Tendremos, pues, que esforzarnos en considerar el juego en su
totalidad y valorarlo así.
(OFRQFHSWR La realidad «juego» abarca, como todos pueden darse cuenta, el
MXHJRDEDUFD
DOPXQGR mundo animal y el mundo humano. Por lo tanto, no puede basarse en
DQLPDO\
KXPDQRSRU ninguna conexión de tipo racional, porque el hecho de fundarse en la
HOORQRSXHGH
EDVDUVHDOR
razón lo limitaría al mundo de los hombres. La presencia del juego no
UDFLRQDO
DGHPiVQRHV
se halla vinculada a ninguna etapa de la cultura, a ninguna forma de
SRVLEOH concepción del mundo. Todo ser pensante puede imaginarse la realidad
QHJDUORQL
LJQRUDUOR del juego, el jugar, como algo independiente, peculiar, aunque su
lenguaje no disponga para designarlo de ningún vocablo general. No es

6
posible ignorar el juego. Casi todo lo abstracto se puede negar: derecho,
belleza, verdad, bondad, espíritu, Dios. Lo serio se puede negar; el
juego, no.
$OFRQRFHUHO Pero, quiérase o no, al conocer el juego se conoce el espíritu. Porque
MXHJR
FRQRFHPRVHO el juego, cualquiera que sea su naturaleza, en modo alguno es materia.
HVStULWXOR
LQPDWHULDO<D Ya en el mundo animal rompe las barreras de lo físicamente existente.
TXHWRGRMXHJR
YDPiVDOOiGH
Considerado desde el punto de vista de un mundo determinado por
ORItVLFDPHQWH puras acciones de fuerza, es, en el pleno sentido de la palabra, algo
H[LVWHQWH3RU
ORWDQWRQRV superabundans, algo superfluo. Sólo la irrupción del espíritu, que
SHUPLWH
FRQFHELUQRV cancela la determinabilidad absoluta, hace posible la existencia del
FRPRDOJR
PiVTXHVHUHV juego, lo hace pensable y comprensible. La existencia del juego
UDFLRQDOHV
corrobora constantemente, y en el sentido más alto, el carácter
supralógico de nuestra situación en el cosmos. Los animales pueden
jugar y son, por lo tanto, algo más que cosas mecánicas. Nosotros
jugamos y sabemos que jugamos; somos, por tanto, algo más que meros
seres de razón, puesto que el juego es irracional.
(. . .)

FICHA BIBLIOGRÁFICA

HUIZINGA, J. (1938). Homo Ludens. Cap. I: «Esencia y significación del


juego como fenómeno cultural», pp. 11-13. Madrid: Alianza Editorial S.
A., 2007, 287 págs.

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