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PRESENTED TO

THE LIBRARY
BY

I'KOFESSOR MILTON A. BUCHANAN


OF Til I

DI PARTMENT OF [TALIAN AND SPANISH

1906-1946

IIANDHoi \l)
AT 1HB

ÜNIV1 RSITY OF
TORONTO m ss
x¿~/

"7 V

BIBLIOTECA SELECTA
DE

LITERATURA ESPAÑOLA.
ft

Se trouve : Chez:
Théophile Barrois.
Brunot-Labbe.
Tourneux.
París ¡J
Eyniery.
Lefévre.
Tenré et Ledoux.
A Aix (B. duRh. ) Lebouteux.
A A ix-la-Ch apelle Bovard.
A Amsterdam Delachaux. (

A Anvers , Ancelle.
A Bayonne Bonzom. — Gosse.
A Bologne Guedotti.
A Caen Hélene le Barón , fe Blin.
.

A Lyon Bohaire.— Coraion et Blanc.

A Marseille Maswert.
A Milán Giegler.

ÁNjufirss Forest. — Busseuil jeune.


A Pbrpignaji Alzine. — Tastu.
A Strasbourg Lcyrault.
M 53e>£>

BIBLIOTECA
SELECTA
DE LITERATURA ESPAÑOLA,
O MODELOS

DE ELOCUENCIA Y POESÍA,
Tomados de los escritores mas célebres desde el siglo XIV
hasta nueátros dias* y que pueden servir de lecciones
prácticas, á<los que se dedican al conocimiento y estudio
de esta lengua ; \

Por RMENDIBIL t M.^SILVELA.

In ómnibus fer¿ minüs valent


Fr¿ecepU quáin experimenta.
QUINT.

VWW\WVVWW\WVV\V\V\V\\VV\\\\v\vmWVW\Vl\»%»V\V

TOMO PRIMERO.

BURDEOS
EN LA DIPRENTADELAWALLE JOVEN Y SOBRINO,
PASEO DE TOVRNY, K°. UO.

&r&
'%
JM^x^x^.vv\^^^.>^x^^^.^^^x^^x\^^^^N^^,^^xvxxv^x^^xvvx^^xvv^,

Les formalités presentes ayant éte remplies , nous


poursuivrons les contrefacteurs suivant toute la rigucur
des iois ; nous avertissons, en outre, que les exemplaires
qui ne seront pas revétus de nos signatuics seront dé-
*avoue¿.

Vv^vxv%A^A^x\^^^^x^^^^x\^^^^^xA^x^

\
si*
tHA.»\W\V\V»WVUVVWWWWVWWW\\V\\V\\V\\Vi\\.VVVv\VvV\VWv\VVWW\\\V\VV\\VVVV\VVW«

ADVERTENCIA.

I J ace ya mucho tiempo que la necesidad de


una obra como la presente se hallaba indi-
cada dentro y fuera de España, por Ja escasez
de ediciones cómodas y correctas de muchos
de nuestros buenos autores por la frecuente :

mezcla de cosas excelentes buenas, medianas ,

y malas, que aun en la mayor parle de los


mas clásicos se nota por el poco aprecio
:

con que gran número de Españoles, faltos


de noticias, y de paciencia para beberías ea
sus fuentes, mira el estudio de la literatura,
y aun de la lengua nacional : por el excesivo
descrédito que estas mismas causas y otras ,

muy largas de referirse, nos han ocasionado


en el concepto de los exlrangeios.: por el
ejemplo que ellos nos han dado en la: publi-
cación de la flor de sus frutos literarios:
por el anhelo con que la multitud de los
que de cierto tiempo á esta parte se dedican,
en Francia sobre todo á aprender la lengua
,

castellana apetece buenos libros en que


,

conocerla á fondo y umversalmente : en fin,


Tom. I. -4
vj ADVERTENCIA.
por incompleto desempeño de cuantas co-
el

lecciones de esta clase se han dado á luz y


anunciado hasta ahora, estimables muy pocas
por el gusto de los editores en la elección de
ciertos trozos ;
pero ninguna suficiente , ni para
dar una idea cabal de nuestra lengua y litera-
tura , ni para ocurrir á los inconvenientes é
indicaciones que se acaban de apuntar.

Tales son las consideraciones que nos han


determinado á la redacción de la Biblioteca

Selecta de Literatura Española, y por ellas


mismas hemos delineado su plan y distribución.
Muy obvia á la verdad se presentaba la idea
de seguir, con preferencia a todas las demás,
las huellas de los Señores Noel y Laplace
en sus Legons de Litteraturc ct de mor ale ;
pero si solo tomáramos tan apreciable obra
como por molde en que se hubiese de vaciar
la nuestra habríamos dejado en pie gran
,

parte de.los inconvenientes que piden remedio,


sin llenar los huecos hasta hoy permanentes,

y aun quizá mas desairada la reputación de


la literatura española ,
por necesitar de tm
campo mas extendido que la francesa, para
ostentar sus bellezas, liiea la una con el caudal
de innumerables primores, producidos en casi
5ü1q el reynado de l.ai¿ XIV y el iumediato,
,

ADVERTENCIA. vij

ilustrada su historia por muchas plumas tan


amenas como filosóficas, aposesionada de la pri-
macía y del justo derecho de servir de regla en
todo el resto de la Europa, no necesita de apo-
logías, y pide solo admiradores en el extracto
de lo mas serio y acendrado de sus perfeccio-
nes abundante la otra en buenos modelos de
;

casi todos los géneros , pero diseminados por


distantes intervalos en la larga serie de cuatro
siglos, eclipsada su primitiva reputación por
otras mas modernas, generalmente descono-
cida en su historia y en gran parte de sus
mejores producciones requiere ser buscada
,

en su origen, seguida en sus progresos, estu-


diada en su mas alto punto, observada en su
decadencia y restauración y extractada en ,

todas las épocas y en lodos los géneros , para


formar así un cuerpo de literatura nacional
no solo un dechado de lecciones acabadas.

Esta ha sido nuestra mira principal y según ,

ella , sin dejar de incorporar


en los corres-
pondientes lugares, ejemplos de la mas alta
perfección, así en lo serio como en lo jocoso
(^donde también con mucho luzimiento brilla
la sal española ) hemos dado á la obra toda la
extensión que anuncia su título, recorriendo
todos los estilos , desde el mas familiar hasta
Tilj ADVERTENCIA.
el mas grave
en prosa y verso
, compo- :

niéndola de trozos que , si no son todos y


en todo perfectos, por no poderse quitar de
algunos ciertos lunares sin perjuizio de la cla-
ridad, ó de la posesión de mayores bellezas,
á lo menos presentarán juntos , modelos que
entresacar al maestro, vasto campo en que
ejercitarse al discípulo , y aun en lo menos
primoroso constante pureza de lenguaje y
, ,

propiedad de estilo. Déjese de entender esto,


si se quiere , respecto de los autores ante-
riores al siglo XVI, aunque de ellos no se
ha tomado sino lo necesario para formar
el pie de la biblioteca , eligiendo lo mas
sobresaliente y aliñado.

Para conciliar el orden didáctico ú de los


diferentes géneros, con el cronológico ú el
de los tiempos, bernos seguido este en cada
uno de aquellos, de suerte que, siendo cada
capitulo un todo respecto de la historia lite-
raria resulta de la obra entera un cuadro
,

que por ótden de tiempos y materias,


general,
comprende todas las figuras principales aca- ,

badas en todas sus proporciones. \L\ discurso


preliminar , después de dar una idea sucinta
de la literatura general, presenta la historia
de la nuestra, haciéndola nacer v coloeáu-
ADVERTENCÍA. i*

dola en el punto que le compete por su


mérito y antigüedad con lo cual
; , y las

notas histórico - ciíticas que irán al fin

sobre las \idas y escritos de nuestros prin-


cipales autores , se pondrá complemento á
la obra.

Hemos creido deber dar á la parte poética


tanta extensión, por lo menos, como á la de
la prosa ,
por ser sin duda alguna la poesía,
el ramo de literatura en que la España se
distingue por la índole peculiar de su numen
y estructura, é iguala, si no excede en no
pocos géneros, á lasdemás naciones así por ,

la abundancia , como por la bondad de las


composiciones. Destinar una pequeña frac-
ción de la obra para la colección de tan co-
piosos materiales, habría sido despojarla de
su principal ornamento, y aun dejar incom-
pleta la ejecución de nuestro plan.

En orden á la ortografía de la presente


edición , también nos hemos creido obli-
gados , en obsequio de la utilidad general á ,

adoptar , no solo las variaciones admitidas


últimamente por la Real Academia Española t
sino también todas aquellas que indica de-
berse hacer, en cuanto sean conformes con
x ADVERTENCFA.
la mira razional y laudable de reducir los,
signos para escribir el castellano á la misma ,

sencillez con que se pronuncia y articula j

sin que , á pesar de nuestros deseos de con-


tribuir á la perfección de la ortografía y
prosodia castellana, nos báyamos creído toda-
vía autorizados á introducir todas las re-
formas que ya están indicadas , y puestas en
planta por algunos ,
pero no generalmente
recibidas.
^^xv^^,\^vvxvv^ux\^^/v\xvxve^^
J

DISCURSO PRELIMINAR.

V^xjisieramos evitar los dos escollos que naturalmente


presenta el asunto que nos proponemos tratar en este
clisen iso.

Montesquieu hablando de nuestra literatura ha dicho (r) s

a que no tenemos mas que un libro bueno ,


que es el que
ridiculiza á todos los demás » , al paso que por otra parte
mas de uno de nuestros apologistas asegura que Roma ,

Paris, y Londres nada tienen que oponernos, que pueda


competir con el mérito y las obras de nuestros grandes
hombres. Estamos muy distantes de aprobar esta parcia-
lidad y jactancia ,
que no puede justificarse por ninguna
especie de provocación y condenamos la condueta de
,

estos aduladores de las naciones, cuyo grito frenético no


puede servir sino para probar la pasión que les hace ha-
blar, desacreditar Ja causa misma que sostienen, y lo que
es peor, perpetuar los males de la nación que creen ó*

afectan defender ; añadiendo así á la ignoraucia , de suyo


dócil, el error que la hace presuntuosa é incorregible.
Cuando no pudiera haber un medio justo entre eslos dos
extremos, preferiríamos un lenguaje que pone en movi-
miento, irritando por la injuria, a un lenguaje que ador-
mece y mata inspirando esa inercia en que consiste la

verdadera muerte de las naciones mas por fortuna este


;

medio existe , y a pesar del respeto que se debe al nombre

(i) Cartas Persianas : caria 18.


xij DISCURSO PRELIMINAR.
de un Montesquieu, no podemos menos de decir, que en
esta ocasión pareció desconocerle y cayó en aquel defecto
,

tan resbaladizo, y «i que tanto propenden los que manejan


el arma terrible de la ironía. Aun en las manos de un
Montesquieu, que generalmente la hizo servir al triunfo

de la verdad y la razón , no podia menos de descubrir


una que otra vez su índole maligna y peligrosa. Erigido
y mirado Montesquieu , y justamente, como uno de los
oráculos mas respetables del saber humano , sobre su
aserción equivocada se consolidó ,
por decirlo así , el des-
crédito de nuestra literatura y como cuesta menos tra- ,

bajo censurar y despreciar, que estudiar, y podia parecer


excusable v aun tal vez honroso equivocarse sobre la
, ,

autoridad de un hombre tan grande; á excepción de


un pequeño numero de hombres á quienes su vasta eru-
dición puso á cubierto de la injusticia general quedó es- ,

tablecido y sentado por verdad inconcusa , que la España


no ha producido mas hombre que Cervantes, ni mas
libro que el Quijote. Sin embargo es bien cierto que se
engaña mucho el que cree conocer nuestra literatura el

dia que lee este rasgo satírico á que parece reducirla Mon-
tesquieu ,
pecando por esta vez contra todas las reglas

de verosimilitud y probabilidad , y aun incidiendo en


una contradicción palpable. Tan cierto es que no po-
demos ser injustos sino por un vicio de lógica. Con efecto,
era muy difícil que el Quijoír tuviese un mérito tan
eminente como el que se le confiesa , sin qiu: hubiesen
precedido á C<i\. mío mu< líos hombres y últimamente ,
;

no pueda ser haber leido el Quijote, y desconocer la exis-


tencia de otros libros. ¡
One maligna estrella parecía
presidir a la Miarte da nuestra Nación! ¿Por qué aciaga
f.it.ilnlid tiene que qm jarse de fie un hombre,
la injusticia

á quien debe sus triunfos mas distinguidos la justicia eterna


,

DISCURSO PRELIMINAR. iñj

Je los derechos de todos los hombres, y de todas las

naciones ?

Después de haber hablado de Montesquieu , no cita-

remos á ninguno de los otros escritores extrangeros, que


han tratado nuestra literatura con un desprecio injusto.
Si hemos hablado de este , es por lo que hemos creído
deberse á la influencia y prestigio de su nombre, y
particularmente porque el respeto que nos inspira , con-
ciliándose con nuestros principio! , nos reducía sin vio-
lencia á la agradable necesidad de no traqia^ar los límites
justos de la queja, y aun de dulcificarla por cuantos
medios podia sugerirnos la deuda de la admiración y

del reconocimiento.

En cuanto á nosotros , confesando francamente que no


podemos oponer á la Italia un Taso, ni á la Francia un
Racíne, no dudamos tampoco afirmar « Que la España
• que por tantos títulos, y de una manera muy digna, per-

» tenece á la historia de la literatura antigua, desde que

» el estado de la civilización en el Occidente permitid que


*> hubiese en esta parte de la Europa una literatura, merece
» también ocupar un lugar apreciable y distinguido entre las
» naciones que figuran en la moderna literatura europea».
El reducido cuadro de la historia de la literatura que
vamos á presentar , unido á nuestra colección , deberá
dar probada esta verdad en sus dos extremos , y será
el mejor modo de responder á la severidad no merecida ,

de nuestros rígidos censores. Al mismo tiempo satisfacemos


á otro de los objetos que nos proponemos en la publica-
ción de esta obrilla ,
que es el de que nada le falte para
poder servir de preparación y texto á un curso de Retórica,
y de Literatura Española.
*¡v DISCURSO PRELIMINAR.
Bdpida ojeada sobre la Historia de la Literatura
Antigua.

La historia conocida de la literatura antigua empieza


en Homero , Príncipe de los Poetas Griegos ,
pues que
de los tiempos que le precedieron na la tenemos, sino al-
gunos fragmentos de varios himnos del poeta Orfeo , y
la noticia de los nombres de Lino su maestro y Museo su
,

discípulo ; mas no por esto debe creerse que empezó en


Homero la literatura de los Griegos. Siempre que se trate
de hacer justicia al mérito mima ¡guahdo de este genio
sublime de la antigüedad, uniremos nuestro voto al de
veinte y seis siglos do elogios y veneración , mas sin olvidar

Jamas lo que se debe á y de la las reglas de la sana razón ,

crítica.Así que nuestra admiración no degenerará nunca


en aquel asombro inconcebible de los que parecen dar por
supuesto que la Iliada fué el primer libro, y Homero, por
decirlo así, el primer hombre que habló en griego. Seria

mas fácil hacernos creer que el primer barco fue; un navio


de tres puentes, la primera casa el palacio del Louvre,

y el primer cuadro la Transfiguración de Rafael. La lengua


de la [liada es ya una lengua muy cultivada rica ar- , ,

moniosa , llena de majestad, y es siempre muy poco lo

que puede añadir á la lengua del siglo en que existe ,

el hombre mas grande , y por grande que sea la in-


fluencia que ejerza sobre el suyo ; para lo cual no bastan
talentos eminentes.
No dudemos pues, la aparición de este astro lu-
lo

minoso no ¡nulo menos de ser precedida de un largo


«focólo. A s Homero buho muchos hombres,
i > t < «1<

antes d- la Iliada muchos libros, y aun muchas tentativas

mas Ó* menos leli/.cs en el mismo género. Todo se perdió

•in duda en la DOChe de los tiempos ¡ mas el Genio del


DISCURSO PRELIMINAR. *v

mal se vio forzado ú respetar al divino Homero después ,

de haber trabajado no poco para envolverle en la suerte


común , haciéndonos ignorar su patria , la verdadera
época de su existencia , y las demás particularidades
de su vida. En cuanto á la patria , siete ciudades de la
Grecia se disputaron este honor , y entre estas los de-
rechos de Smirna parecen estar reconocidos como los mas
fundados : en cuanto á !a época de su existencia ,
quien le

hace vivir cien años después del incendio de Troya , y .

quien trescientos y cuarenta. A pesar del testimonio de


Herodoto , la opinión mas recibida , suponiendo la mina
de aquella ciudad anterior al año -31800 de la creación del
mundo , fija la existencia de Homero entre 2900 y 3ooo ;

85o , ó 900 años antes de la Era Cristiana. Su obra in-

mortal es la Iliada, modelo de todos los poemas épicos,


cuyos brillantes cuadros ningún otro pincel ha igualado
todavía y cuyo plan regular, bien conducido y acabado,
,

no que pareció desti-


necesita ciertamente la continuación
narle Quinto Calabres en sus catorce cantos que intituló
Derelicta ab Homero. Homero no dejó nada se propuso :

cantar la cólera de Aquiles la cantó y calló. La Odisea ,

es muy inferior á la Iliada : en ella se propuso cantar los

viajes de Ulises después de la destrucción de Troya. Ka


hay que buscar en este poema ni el interés, ni la grandeza
del plan , ni la fuerza del colorido, que distinguen al pri-

mero. Si su Iliada no le hubiera dado la preferencia ,


por
su Odisea ni aun habría podido aspirar al hopor de una
rivalidad con el épico latino. Atribuyese también «i Homero
el poema burlesco intitulado la Batraeomiomaquia , ó
guerra entre los ratones y las ranas.
Contemporáneo de Homero fué Hesiodo según la opinión
mas recibida , si bien otros le hacen existir cien años des-
pués. Aunque la autoridad de Virgilio pajrezca hacerle
,

xtj DISCURSO PRELIMINAR,


natural de Ascra { j) pequeña ciudad de Ja Beocia , se
tiene por mas cierio que nació en una ciudad de la
Eolia, de donde fué trasladado á la de Ascra en que se
crió. Sus obras son el Opera et Dies , la Theogottia _ ó
Generado Deorwn y aunque en duda , se le atribuye
, ,

también el Escudo de Hercúlea. La primera sirvió de ma-


teria á Virgilio para sus Geórgicas (i). Hesiodo, aunque muy
pasajeramente, disputó a Homero la reputación del primer
poeta de la Grecia ; pero por mas feliz que sea, si es
suya , la invención de la caja de Pandora , aunque no
podamos menos de reconocer un gran mérito en la descrip-
ción de la guerra de ios Dioses contra los Gigantes, y en
la pintura del Tártaro adonde precipita y sepulta á los

Titanes el Padre del Olimpo , y aun conviniendo en la


dulzura y armonía de su versificación , Hesiodo no habia
nacido ciertamente para ser el rival de Homero.
A partir de la época que liemos asiguado á Homero
pasan cerca de tres siglos sin que la historia griega nos
presente ningún hombre merezca un lugar
célebre que
distinguido en la de la literatura mas desde 3¿8o hasia la
;

Olimpiada 55, ó siglo dé Solón, en que el tirano Pisis-


trato, á pesar de la contradicción de aquel insigne legis-
lador, casi hizo amar el gobierno de uno solo en Atenas,
y supo, no solo conservarle, sino legársele a sus hijos (3), la

historia nos presenta un número de excelentes Poetas.


'
i

(0 Égloga 6, ver>. 70.


(a) Ajcroeum cano romana per oppida carmen.
(S) Cicerón lib. 3 de Oratore M°. l37 dice : que él fué el
primero qufl hizo conocer ¡i los Atenienses las obras de Lloin n> ,

y el que las recoció y ordenó por libros, reuniendo fragmento!


los

confusos y desordenados en que »c hallaban. Platón m Hipparco


«tribuye esta gloria á su lii|<> iiiparco , que ha venido á alzarse
con ella <n la opinión «peral ,
por la mayor autoridad que s*
debe cu la materia á Flaiou, que á Cicerón.
DISCURSO PRELIMINAR. xvij

DeArquíloco natural de Paros, euyaenergía de estilo alaba


tanto Quintiliano , no tenemos sino algunos reducidísimos
fragmentos. Otro tanto nos sucede con la mayor parte de
los que pertenecen á esta época , y aun de algunos de ellos
nada absolutamente tenemos.
niponas contemporáneo de Arquíloco, tan temido por su
Miordazidad : el siciliano Estersícore, cuyos versos dice Quin-
tiliano que teniau toda la majestad del épico : Alemán La-
cedemonio Alceo y la poetisa Safo que tan justa celebridad
:
,

lian dado á la lira de Lesbos; el primero, plerumque Homero


similis , dice Quintiliano, y la segunda autora del verso sa-

fico: Esopo, padre del apólogo y enfin Simóuides, célebre


:

según Catulo en el género elegiaco , y que disputó á los


óchenla años el premio de la poesía, llenan este trozo de la his-

toria déla literatura, á que añadiremos los nombres de Tespis y


Anacreon , para completar el cuadro del siglo de los Pisistrafi-

das. En por mas que Horacio haya querido


cuanto á Tespis
,

presentarle como inventor de la tragedia (i), creemos sin


embargo que su celebrado carro no merece ser elevado á
tanto honor, que sus farsas estaban bien distantes de la ma-
jestad de este género de composición y opinamos con La- ¡

harpe, y sobre la autoridad de Aristóteles y Quintiliano que ,

estehonroso título a nadie se debe de justicia sino á Esquiles.

Si la sevt rielad de la historia nos obliga á despojar á Tes-

pis de una gloria que no es suya , esta misma nos impone el


deber de tributar el justo elogio al inmortal Anacreon , de
quien poseemos diferentes composiciones y fragmentos. Ori-
ginal por el fondo de sus cuadros, y la naturaleza de sus
tintas, creóun género que lleva, y con justicia su nombre. ,

¡Qué felizidad en los pensamientos ¡Cuantas gracias en su !

amable sencillez !
¡
Qué fuerza de sentimientos y delicadeza

(i) Arle poética , vers. 320.


xvüj DISCURSO PRELIMINAR.
al través de un aire festivo y ligero! Nacido en Teos ciudad
de la Jonia, manifiesta en sus versos toda la voluptuosidad
conocida de este hermoso clima; sin embargo pasó la mayor
parte de su vida al lado de Policrátes tirano de Samos,
con quien dividid , no solamente los placeres, sino los traba-

jos de un gobierno, en que las virtudes del usurpador hacían


olvidar la injusticia de su título. Dícese que Hiparco hijo-

de Pisistrato le envió una nave de cincuenta remos, convi-


dándole á venir á Atenas donde sus obras eran ya muy apre-
ciadas, y á donde ya habia conseguido también hacer venir
al célebre Simónides.

El impulso dado al entendimiento humano bajo la domi-


nación pisistrátida por el aprecio de las letras (i)
y protec-
ción singular de los que sobresalían en ellas, no pudo me-
nos de recibir un incremento considerable por los grandes
acontecimientos que acompañaron y sucedieron á la caí-

da y destierro de esta familia, y prepararon el brillante


siglo dePencles, segundo Pisistrato. La venganza de Harmo-

dio y Aristógiton, (i) hermoseada con el nombre de rasgo


patriótico, el triunfo de la libertad por la familia de los
Alcmeónides, las facciones de Clisténes é Iságoras , las desa-

venencias entre Lacedemonios y Atenienses , y en seguida

(i) Aulo Gelio dice ; que él fué el primero que formó y abrió
una biblioteca pública en Atenas, la cual se fué aumentando
después considerablemente y duró hasta la invasión de Jérjes ,
que
la hito transportar á Persia. Una biblioteca mas en el siglo xix
figniücaria bien poco; pero en los tiempos de Hiparco, la for-
jnacion de la primera biblioteca es una época memorable en la

historia literaria , que crea un estímulo poderoso ú los progresos


de la razón, y supone una protección muy decidida de la»
ciencias.
(i Ateneo nos conservo aun una de las canciones patrióticas
que 10 «untaban eu honor d« entrambos por la muerte de lÜnatcu»
DISCURSO PRELIMINAR. xix

de esto la invasión de Jcrj<s, las batallas de Maratón y los

Termopilas, el combate de Salarnina, el triunfo de Platea


con que se terminó esta guerra, los nombres para siempre
memorable* de un Mileíades, Leónidas, Arístides yTemís-
toeles, no pudieron menos de exaltar la imaginación ar-
diente de los Griegos de un modo favorable a la poesía y á
la oratoria.

Con efecto, en este trozo brillante de su bistoria empieza,

por decirlo a^í , la de sus oradores. Solón , Pisistrato y Clis-


teles , según Cicerón, tenian mérito para su tiempo : Temís-
tocles en seguida fué superior á ellos, y entre todos pre-
pararon el siglo de Períeles , a quien conviene por excelen-
cia el nombre de siglo dela oratoria, que siguiendo la ín-

dole de todas las cosas humanas, pasó por la mediocridad,


;e elevó noblemente en Perícles , Lisias, Isóerates , Iseo,
Hipérides y Esquines; y sin dejar de adulterarse al paso
entre las manos de los sofistas y preceptistas frios, fué lleva-
da por Demóstenes á donde jamas ha podido ser ni exce-
dida , ni alcanzada.
Pasaríamos los límites que nos hemos propuesto , si qui-
siéramos recorrer uno por iu:o el ndmero prodigioso de ora-
dores que produjo este siglo (<J. De la mayor parte de ellos
nada tenemos, y de otros nada sabemos, sino lo queTucí-
dides nos ha dicho. A>i que no hablaremos sino de los
que consideramos como los principales,
y que fueron entre

(i) Debe notarse que llamamos si^lo de Períclps al que oíros

llaman de Alejandro. PrHeriiuos atribuir lt gloria de este siclo


á aquel que le formó por su influencia política y por sus propio*
talentos , mas bitn que á los que no hizieron mas que subyugar
la Grecia en Queronea y redecir á Demóstenes al silencio ,
,

j cuyos sucesos no podían contribuir sino á sustituir al leu»


guaje enérgico de la libert.m , la elocuencia binehada y puwiil
ite U adulación j la esclavitud.
xx DISCURSO PRELIMINAR.
sí contemporáneos y rivales Istíerates Iseo, Esquines : ,
y
Demóstenes. El primero nacido en Atenas, debiendo á Ja

naturaleza el talento oratorio, mas no pudiendo suplir la


falta de voz , ni vencer su natural timidez , se vid precisado
á renunciar á la tribuna. Abrió en Atenas una escuela de
elocuencia, de la cual , según la expresión de un gran maes-
tro en la materia, veluti ex equo trojano innumeri principes
exicrunt. Poseemos hasta treinta de las diferentes arengas
que compuso. Su estilo es dulce y armonioso, pero algunas
"vezes lánguido y difuso, mas á propósito para agradar al
oido, que para excitar pasiones fuertes. Engañado por la as-

tucia de Filipo, se creyó honrado por su amistad; mas


cuando, conocida su ambición, le consideró en Queronea
como el tirano de su patria, no pudo sobrevivir á su des-
gracia, y este suceso contribuyó á precipitar el término de
susdias, que sin esto y naturalmente, no pod:an ya pro-
longarse demasiado, pues murió á los noventa y nueve
años de edad.
Iseo, contemporáneo de Isócrates , fué discípulo de Li-
sias. Su escuela no parece haber sido, ni tan numerosa, ni
tan celebrada como la de aquel; pero uno solo de sus dis-
cípulos basta á darle una preferencia indisputable. Demós-
tenes prefirió sus lecciones á las de Isócrates , y esta auto-
ridad prueba mucho en su favor. Conocemos diez de sus

arengas , cuyo número total se dice ascendía á sesenta


y
cuatro. Su menos estudiado y elegante que el de Isó-
estilo

crates, es mas nervioso y enérgico, calidades que sin duda


determinaron la elección de su discípulo.
Cuando de Esquines nada supiéramos sino su rivalidad

con Deoaoftenei t testo solobastaria á eternizar su memoria,


porque esta rivalidad, en el estado de gusto y de ilustración
en que se bailaba la Grecia, no podia fundarse sino sobre
un mérito muy sobresaliente. Enviados uno y otro de tm-
DISCURSO PRELIMINAR. xxj

bajadores á Filipo, cedió Esquines á sus sugestiones, y en-


tró en sus miras, mientras que Demóstenes se resistió a todo
medio de seducción, y esforzó la contradicción, tronando
sobre la tribuna contra los proyectos ambiciosos de Filipo.
Este encuentro de opiniones produjo la rivalidad. Demos-
tenes triunfó de Esquines, y los Atenienses decretaron hon-
rarle con una corona de oro. Este suceso produjo entre es-

tos dos grandes madores una nueva lucha, que ha valido á


la posteridad los dos primeros modelos de elocuencia de los

Griegos, si bien con la notable diferencia y superioridad,


que no puede menos de reconocerse , y que reconocía Es-
quines mismo en su rival. De este no tenemos sino tres aren-

gas v nueve epístolas. Condenado á resultas de su acusación

contra Demóstenes, fué desterrado á Rodas, donde murió.


Según Cicerón, la dulzura y la brillantez forman los dos ca-
racteres principales de su estilo. Mas, ¿cómo resistir al tor-
rente impetuoso de Demóstenes? Nada puede compararse
con este sino el primero de sus admiradores el Orador Ro- ,

mano. Es en verdad lástima que el Ultimo periodo de su


vida no correspondiese á aquel Carácter de grandeza con
que paree id sobre la escena del mundo, á aquella incorrup-
tibilidad que unida á su genio, dio á su elocuencia el tem-
ple irresistible que la distingue, y que* al liu terminase sus
dias por una muerte tan poco gloriosa,
Antes de hablar de los poetas , no deberémofs omitir á los

dos célebres historiadores : Herodoto , llamado el padre de


la historia y Tucídides autor dé
, , la Guerra del Pelo-
poneso, en que tuvo una parle t.: en todos los
sucesos. Dícese que el primero dSsjjérfo, por decirlo así,
el talento del segundo , cuando en la fiesta de los Pana-
teneos leyó sus nueve libros ,
que los Griegos llamaron
las nueve Musas. Su obje'o principal es la historia de lo»
Griegos y los Persas ; empieza ea Ciro , y acaba en la

Ton . I, b
x\\) DISCURSO PRELIMINAR,
batalla de Miedles ,
perdida por Jérjes el dia mismo que
Mardonio fué derrotado en Platea. Su historia de la Asiría
y la Arabia no existe , y es una pérdida sensible en :

cuanto i la vida de Homero que se le atribuye , no es suya


según la opinión general de los mejores críticos. Su estilo
es fluido, armonioso y brillante el de Tucídides , menos ;

aliñado, se distingue por su precisión y enérgica rapidez. La


guerra del Peloponcso duró veinte y siete años : Tucídides
llegó hasta el año 21 ; los seis restantes fueron continuados
por Teopompo y Jenofonte. Demóstenes miraba con tal
aprecio las obras de Tucídides que las aprendió casi de ,

memoria. Sus continuadores están tan distantes de ser


unos hombres comunes que el primero , discípulo de
,

I sócrates , obtuvo un premio por haber hecho la mejor


oración fúnebre, aun en competencia de su maestro; pero
nada tenemos de él sino algunos fragmentos :
y en cuanto
á Jenofonte, llamado la Abeja del Ática por la dulzura
de su estilo, nos ha dejado en su Ciropcdia , en su Reti-
rada de los Diez mil , y en su continuación de Tucídides ,
monumentos que justifican los elogios que le han dispen-
sado Cicerón y Quintiliano. Poseemos otras varias obras
suyas una colección de dichos memorables de Sócrates
:

su maestro la apología del mismo


, , el elogio de Agesilao ,

un dialogo entre Hicron y Smiónides ; y algunas otras.


En esta época de la literatura, el género (pie en la
poesía parece haber merecido mas particularmente la
atención de los Griegos, es el que reconoce á Esquiles
por fundador , sin que Tespis , romo ya liemos indicado ,

QtierÜo , Frínfco y cwantos k sucedieron basta aquel ,

nombre que el de eanlores de plaza. El


liieie/ean otro

haber hecho montar á los cantores sobre un carro, y


embarrarle la cara, no son novedades ó alteraciones que
pudiesen hacer salir su frió éspe< táculo de la dase de uim
DISCURSO PRELIMINAR. xxiij

relación cantada. Esquiles , introduciendo dos persona;


sobre la escena , la elevó á la clase de drama , comuni-
cándole la vida que no podia tener en aquel estado , y
otie , creando la ilusión dramática , la convierte en una
pintura ,
que es su verdadero carácter. Esquiles no se

limitó á solo esta reforma : arreglé el lugar de la escena ,

le adornó con las decoraciones teatrales que podia exijir


la acción representada, vistió á sus actores, les enseñó
el tono conveniente de la declamación , (il en una pala-
bra fundó el teatro y la tragedia , añadiendo a todo esto
el mérito de un autor distinguido en este género. Este
poeta insigne era natural de Atenas, y babia seguido la
carrera militar y triunfado con los héroes de Maratón ,
Salamina y Platea. A su vuelta de esta última expedición,
se dedicó enteramente á este género de poesía á que le
arrastraba su genio y en que por largo tiempo debia
,

triunfar sin rival. Del número de cien tragedias que se


supone haber compuesto , no nos quedan en el dia sino
siete : Prometeo , los siete Generales ó el sitio de Tebas ,

los Persas , Agameinnon , los Coéforos , las Euménides ú el

Orestes , y las Hijas de Danao. La celebración de los

funerales hechos á Teseo , al trasladar á Atenas sus huesos


descubiertos por Cimon fué uno de
, aquellos sucesos nota-
bles, á que estaban unidos grandes recuerdos, y que
abrieron en la Grecia uno de aquellos certámenes en
que lidiaban los ingenios , y donde se coronaban los talen-

tos. El viejo Esquiles pareció sobre la arena con aquella


seguridad que podían darle tantos años de triunfos, mas por
desgracia suya entró en la lid un rival destinado á ser muy
superior á él. El joven Sófocles á la edad de veinte y cinc»

(i) Et ducui: magnumque loqui , nitique cotlmrno.

Horac. Arte poética.


xxiv DISCURSO PRELIMINAR.
años, le arrancó de entre la* manos la victoria y aquel ,

anciano inconsolable se retiró á Sicilia , donde murió,


nacido Sófocles en Colona , villa del Ática , hijo de un
herrero , se vio en lo sucesivo elevado á la dignidad de
Arconta ,
que era una de las primeras de Ja República.
De sus composiciones ,
que algunos historiadores hacen
subir hasta ciento y treinta , no han llegado á nosotros
sino siete, qué son : las Traquinianas , los furores de Ayax
ó Ajaeio , Antigone , Edipo Rey , la Electra , Filoctétes ,

Edipo en Colona ,
que fué la que sirvió para confundir la
infame avaricia de sus indignos hijos, que, cansados de
su larga vida, y suponiéndole ya falto de jimio, pedían
la posesión de sus bienes. Tenia cerca de cien años cuando ,

obtuvo la última corona en los juegos olímpicos. Es el


primer trágico de la antigüedad. Todo el mérito de Eurí-

pides que le sucedió, no pasa de acercársele mucho. INació


Eurípides en Salamina el dia mismo en que la flota de
Jérjes destruida dio á la Grecia un triunfo tan señalado.
,

Fué en la elocuencia discípulo de Pródieo , en la filoso-


fía de Anaxágoras , y en la moral de Sócrates. Mas feliz

que Esquiles y Sófocles , habiendo sido menor el número


de sus composiciones ,
que no pasaron de ochenta, se lian

salvado y llegado hasta nosotros diez y ocho : los Bacantes


ómuMte de Penteo , Hércules furioso^ Reso, las Supli-
cantes, las Fenicias, el Orestes , Elena, Ino , los Hera-
clidas , la Medea , el Hipólito, las Troyanas , Hécuba ,

Andrómaca , Alcéstes , sus dos líigenias , y el Cíclope. No


UHÜM mi- composiciones tienen un mérito igual : algunas
de ellas por el contrario no parecen dignas de la celebridad
de su autor. Cansado de verse ridi» nÜ/ado por el osado
Aristófanes , y perseguido ó inquietado por sus conciuda-
danos, se retir - a l.i corte de Arquelao , Rej de Macedona,
donde murió, icgm se dice, degpcdaitdo por unos perros,
que. le usojlajon tu un sitio ivlitado _v solitario.
DISCURSO PRELIMINAR. xxv

A esta época se refieren también ios tres tiempos de la

coinedia griega, pues que están en posesión de merecer


este nombre los diálogos obscenos é irritantemente satírico*
de Aristófanes, y los que en el mismo género compusieron
Eúpolis y Cratiuo. Ni se concibe la posibilidad de una licen-
cia semejante, ni se ve la razón que lia hecho prodigará es-

tos autores elogios , al parecer, tan desmedidos. Es cierto que


deEüpolis nada tenemos de Cralino solo uuoscuantos frag-
5

mentos, y de Aristófanes no poseemos sino once comedias,


de las cincuenta y cuatro que compuso. El mayor mérito es-
taría sin duda en lo no conocido. Ello es indudable que el

primero gozó en su tiempo de una grande estimación : que del


segundo habla con mucho elogio Quintiliano que al tercero :

le leia con mucho gusto Platón, olvidando sin duda en las


gracias de su estilo la memoria de sus atrozes sátiras contra
Sócrates su maestro ¡
y (pie , según parece San Juan Crisós-
,

tomo, contra todas las prevenciones que un Padre de la


Igles.'a debia tener contra un Aristófanes, dormía siempre
con un ejemplar de sus obras bajo la almohada.
De Menandro, á quien pudiera con mas justo título atri-
buirse la gloria de la invención de la verdadera comedia,
y
de Filemon su rival , no nos ha quedado sino uno que otro
fragmento. El primero sirvió de modelo constantemente á
Terencio; y al segundo le limitó Planto en algunas de sus
comedias. Podemos, pues, juzgar de su mérito respectivo
por la comparación de sus imitadores, de quienes hablare-
mos en su bisar.
En los demás géneros de poesía no es ciertamente grande

el numero de los poetas que presenta esta época de la his-


toria ,
que concluye en los tiempos de Alejandro el Grande-,
pero el mérito y la celebridad de uno solo basta á compen-
sar la escasez de su número. La Grecia entera le tribute»
"viviendo honores casi divinos. Apolo pareció querer dividir
,„.¡ DISCURSO FRELIMTTÍAK.
desús furores^»
con él suprop¡oc»lto(.),J Marte olvidare
Ale-
Espartano, , 6 incendiada por
Tebas .arruinada por los
llamas res-
¡. a dro , la casa de
Píndaro es un templo que las
escombros. Horneo pro-
sobre sus
petan ó que se levanta
desastroso de loro <J que intente remontar
nostica el lin
poeta lírico compuso muchos
hasta su vuelo. Este célebre
el
honor
honor de Apolo, y otro en
himnos V un poema en
dias. Solo sus odas
a Xo'que no han llegado a nuestros
a u-
aunque no dejan de presentar S
han podido salvarse , y
ejercitar la crítica, se
ve en ellas el
„os lunares capazes de
a quuu no po-
de este insigne poeta
nlí ri,o sobresaliente
el ,n,s-
preferencia los que le precedan en
den disputar la
de su
y Corina , dos poetisas celebres
m0 género. Mirtis
ful ven-
Vencid a la primera, y
cipo riva.ua.on con
,
él.
ha s,do
segunda. El ¡«Uto de Par.s
cido por las gracias de
la

muchas vezes repetido. sene de


.
-
en .a dilatada
A .a muerteMe Alejandro, y apenas
occidente de la Europa
precedieron, el
R,„s que la

til , ni
1
para la historia de la
civihzaoon
no seria ciertamente
en
mas
ge noca .
nume-
U biblioteca de un Druida
urrida de literatos la
modesta co te del mas
r osa que ,,„„ en
antiguos de IVIheer , y
ZZtffc de los cuarenta Reyes '« U*.
o á lo ..alia, aun
cstahan todavía W,
que era a n
estro» nuestros. Con
e.Vr,o, c
"del ii
A
,,,,,,,
l Romn un siglo antes d,.,; .r ra
M
„a, las primeas I**
I, b OMb
empezaban a pone, la

de la namralcza de su
Ha se resentía
^cin„.,v..,l

.vencedor de Queronca
'"r;:::;:, .Orcria,™ va

"77^." p¡.» i'-n- Üí«j W A i"> '° """'"


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^

DISCURSO PRELIMINAR. *xvij

afectó no ser sino el General de los Griegos, y en vano su


hijo honró la ciencia en el primer hombre de su siglo , el

grande Aristóteles, y destinó á la mejor obra del ingenio


laobra mas preciosa de las manos. La Grecia perdió con su
libertad é independencia el estimólo que en los siglos ante-
riores había producido los grandes talentos ; la idea de su

esclavitud comenzó á oscurecer el esplendor con que hasta


entonces habia brillado, y la tribuna de Demósleiies em-
pezó ya en Demetrio Falereo á anunciar á la Grecia su mo-
vimiento retrógrado. Sin embargo ningún acontecimiento» ,

por funesto que fuese, podia de repente reducir á absoluta


esterilidad esta tierra clásica cuyos abundantes y opimos
,

frutos habían esparcido por todas partes la semilla del buen


gusto , ni de tal modo renunció la Grecia á las ideas de su li~

bertad é independencia , que por recobrarlas y mantenerlas,


no lidiase, aun por espacio de casi dos siglos. Produjo escla-
recidos talentos por todo el tiempo que duró esta lucha;
pero cuantos siglos no ha estado después despidiendo cons-
tantemente destellos de su luz moribunda. ! Todavía brilló

con sus restos la corte de los Plolomeos , y honraron aun


su literatura decadente, entre otros, los célebres nombres
de un Teócrito que sirvió á Virgilio de modelo : de un Rion ,

de un Mosco su discípulo, cuyas églogas é idilios respecti-

vos tienen en su linea un mérito sobresaliente: de un Apo-


lonio de Rodas , autor de un poema sobre la expedición de
los Argonautas: y de un Filetas y un Calimaco de cuyas
elegías, no menos que de de Mimnérmes, sftuchp mas-
las

an! iguo que ellos , y á quien se atribuye la invención de este


género de composición, nada nos ha quedado, sino la me-
moria de su celebridad. Mas después que por los triunfo»

del.Grande Escipion vio Roma cumplido el voto de Catón,


no menos ardiente que indiscreto acaso (i), y que el Con-
^' ' ~ i —i * «' i— ——
(i) Detenda est Cartílago*
twrú¡j DISCURSO PRELIMINAR.
sul Mamio acabó en Corinto con los restos de la libertad

griega , y redujo la Grecia á la triste suerte de una provin-


cia romana, triunfó Roma sin rival; su ambición sin me-
dida fué en adelante la medida de sus triunfos , y su his-
toria empezó á~ser la del Universo entero. Así que cuanto
laGrecia^produjo con posterioridad á esta época, y deba
por su mérito distinguido ocupar un lugar en la rápida
ojeada que vamos dando sobre la historia de la literatura

antigua, hallará el que corresponda al orden de los tiem-


pos, en la que vamos ú dar sobre la Literatura Romana.

Literatura Romana.
u Aun agobiada la Grecia, dice un escritor célebre (i),

» por el peso de sus propias divisiones y del poder roma-


» no, conservó sobre sus vencedores una especie de imperio
» bien honroso. Sus luzes y su gusto en las Buenas Letras ,
» la Filosofía y las Artes la vengaron , por decirlo así , de

» su propia humillación, y a su vez tuvo que someterse á


» ella el orgullo de los Romanos. Los vencedores se hizie-

» ron discípulos de los vencidos, y aprendieron una lengua


a que los Horneros-, losPindaros, los Tueídides, los Jeno-
» fontes, los Démostenos , los Platones y los Eurípides ha-
» biaa hermoseado con todas las gracias de su ingenio ».
Con efecto , los Romanos no han sido sino los discípulos de
los Griegos ;
pero discípulos tan dignos de sus maestros ,
que
se elcviiv,,!) i |a gloria de rivales suyos, y Atenas y Roma
han mantenido de tal manera su superioridad respectiva ,

que la potlerídqd perpleja v admirada, no se ha atrevido á


adjudicar la pritaác'ía .i ninguna de las dos: Los Romanos,
si bien muy superiores ; 1 «>- Griegos en la política, porque

(i) Mably.
DISCURSO PRELIMINAR. xxli

se aprovecharon de las lecciones que ofrecía la historia de

sus maestros, no pudieron disputarles jamas la gloria de la


Filosofía. Roma nada puede oponer á los nombres de un

Sócrates , de un Platón , do un Aristóteles ,y de un Epicuro.


Su Cicerón y su Lucrecio , dice el Abate Millot , no hizie-
ron, á lo smnOj mas que explicar con elegancia las opi-

niones de la escuela que adoptaron. En cuanto á las artes,

el siglo de Fidias no cede á ninguno, y en cuanto á la lite-

ratura, Apolo quiso sin duda dividir entre las dos sus pro-

pios laureles Si al compararlas, nos puede ser permitido


decir alguna cosa, no servirá ciertamente para resolver el
problema, sino mas bien para aumentar la perplejidad. Si

los Romanos en general fueron acoso superiores á los Grie-


gos en la corrección, gus».o depurado y s »na crítica, les

fueron tal vez inferiores en la fuerza de la invención , y


grandeza de las imágenes.
La literatura romana corrió como la griega todo* los trá-

mites de cuanto lleva el sello del hombre, de esta lenta y


tardía razón que el tiempo fortifica, que el desengaño cor-
rige, y que la experiencia sola enriqneze. Pasó de la oscu-
ridad de su infancia á una débil pubertad , desde esta á
una juventud lozana y de aquí á una robusta virilidad, en
,

que empezó la época de su decadencia y decrepitud.


Cuando á los trescientos años de su fundación envió Ro-
ma sus embajadores ú consultar la sabiduría de Atenas , so-
bre las leyes por que debia mantenerse en ella el orden pu-
blico, y florecer la justicia , fué precisamente en el ilustrado
siglo de Períelcs, ¡Cuan grande no debia ser la impresión
que les causase la vista de la culta y hermosa Atenas en tan
prósperos dias ! ¿Y cómo estos hombres, los mas instruidos
y los mas considerados entre sus conciudadanos , cual de-
muestra la naturaleza misma de su delicada misión , dejarían
de transmitir á estos la* semillas del buen gusto, y de cm-
«x DISCURSO PRELIMINAR.
picaren cultivarlas toda su influencia política? Sin embargo,
aun pasan casi tres siglos de oscuridad en producciones in-
felizes sin duda , y en tentativas desgraciadas. El autor del
diálogo de causis corruptoe eloqueiilice ,
que unos dicen
ser Quintiliano y otros Tácito, divide la literatura Romana
en tres edades. La de Enio y Catón el Censor que corres- ,

ponde al siglo sexto de la fundación de Roma , y en que to-


davía la lengua era dura y desaliñada la de los Gracos, :

que templó su rudeza , y la hermoseó y pulió transportando


¿ ella una parte de las gracias ,
pulidez y elegancia de los
Griegos :
y la de Cicerón y Virgilio , en que tocan en su
zenit la Oratoria y la Poesía.

En aquella primera época el género dramático pareció


merecer la preferencia de tos Poetas Romanos. La mayor
parte de los que pertenecen á ella le cultivaron casi exclu-
sivamente. Sin embargo el viejo Enio , como le llamaba
Cicerón , á quien Quintiliano prodiga grandes elogios , y á
quien Catón el Censor y el Grande Escipion tenían en tar.ta

estimación ademas de sus comedias y sus sátiras escribió


, ,

en verso su poema de la Guerra Pituita mas ni de este ni ;

de aquellas ha llegado á nosotros, sino algunos fragmentos


esparcidos en los autores posteriores. Otro tanto nos suce.de
entre los cómicos con Livio Andrónico, Nevio , Cecilio , Lu-
cio y A franio :
y de los trágicos, solo sabemos que Accio

gozó entre sus conciudadanos de una estimai ion particular,


que tradujo diferentes tragedias de Sófocles, y que com-
pusootras originales :
y que Pacubio, sobrino de Enio, com-
puso diferentes tragedias enl , re ellas un (instes, que fue* BU

obra mai.stra. Id tiempo parece no haber querido respetar


en esta linca sino a Planto v Terencio, míe aunque ante-
i .i los Gracos, no pueden sin embargo considerarse
COMO perteneciente» al si^lo de lado, ó en cuyo favor dc-
en tal 9a <>, hacer una excepción. Ed cuanto al

primero 1 una de las calidades por «pie se dUtii igUC , y


DISCURSO PRELIMINAR. ***j

que le hacían tan aplaudido, aun en el siglo de Cicerón,


era conocimiento profundo del genio de su lengua, y la
el

maestría con que la manejaba y en cuanto á Terencio, :

posterior á Plauto, y superior á él en las calidades del es-

lilo, ¿quien se atreverá a imputarle la rudeza y desaliño


con que hemos caracterizado esta primera época de la li-

teratura romana? Plauto á pesar de sus defectos, de su ver-


sificación no siempre armoniosa , y de sus insípidas cho-
carrerías, que tanto disgustaban á Horacio (i), tiene el mé-
rito del verdadero talento cómico, ó la vis lomua , que
decían los latinos. Terencio es muy superior á él en todos
los demás. Noble, decente, regular, elegante y llorido, si

bien parece carecer de la invención de Plauto, no tiene


tampoco ninguno de sus defectos. Las composiciones mas
célebres de este último ,
que son el Anfitrión , la Alularia

y los Meneemos, han sido transportadas al teatro francés


por Moliere y Regnard pero el Avaro de aquel y los Ge-
; ,

melos de este son muy superiores al original latino. El An-


dria y los Adelfos son las dos obras maestras de Terencio,
y en su linea , los dos modelos .mas perlectos de la anti-
güedad.
En cuanto á la Oratoria , si bien la historia antigua hace
mención de algunos hombres mas felizes en el arte de la pa-
labra que el resto desús contemporáneos, sin embargo nin-
guno hasta Catón el Censor puede elevarse al distinguido re-
nombre de orador. Este magistrado, mas célebre aun por la
integridad de su carácter,
y por la austeridad de sus costum-
bres, que por su elocuencia, compuso diferentes oraciones,

{i) Horac. Art. poetic.

u4t nostri proavi Plautt'nos et rutineros , el


l.auáavere sales , nimiínn patienl-.r utrumtjué
t
JSe dicam stutti , mirati.+....
,

xxxij DISCURSO PRELIMINAR,


en que se veian ya un plan ordenado pasión , y movimien- ,

tos de un talento verdaderamente oratorio mas ninguna ;

de ellas ha llegado á nuestros dias. Quintiliano le designa


como el primer Romano que empezó á ocuparse de la Retó-
rica (i), y su elocuencia, según su juizio, se resentia de la
inflexibilidad de su carácter : asperutn el horridum genus
dicendi.
El corlo espacio que comprende el siglo de los Gracos
es célebre porque en él se cultivaron como nunca las letras

griegas, porque este estudio produjo grandes ventajas sobre


la lengua, y porque ellos, sin carecer de vehemencia ,
pare-
cieron disminuir la aspereza de Catón ; mas las diferencias
no fueron por la cuenta demasiado sensibles. Quintiliano
parece confundirlos , cuando encargando á los jóvenes evi-

tar dos escollos, dice : Unum ne quis eos antiquitatis nimius


admirator in Gracchorum Catonisque et alionan simUium
leclione durescere velit. Fient enim horridi atque jejiini.

En cuanto á los Poetas, el mas célebre de su tiempo fué


Lucilio, autor satírico á quien, según Quintiliano (2) , elo-

giaban unos demasiado , prefiriéndole «i todos los demás , y


deprimían otros mas de lo justo. Horacio, que pertenece á
este numero , habla de él en la sátira IV del lib. i°. Quinti-
liano le defiende atribuyéndole mucha erudición, facilidad
y sal. No U-nnnos de él sino algunos fragmentos.
Al llegar al siglo de Cicerón y de Virgilio, llamado tan
justamente siglo «le oro, y no con tanta raaon siglo de Au-
gusto, la multitud de Poetas en todos los géneros, de Ora-
dores j de Historiadores es tal ,
que necesitaríamos muchas

(i) Horniinoium prirnus (


quantum <-ga yuiJrm sciam ) eondidit

müífua.in Itanc matniam ¡11. Cal» Ule emsor ius . . . . Quiut. lib 3,
•up. • , dt tcriptoribvs rethoricis.

{-) Lib. 1 ; cap. 1.


,

DISCURSO PRELIMINAR. xxxiij

páginas para dar de ellos alguna noticia, por sucinta que


fuese. No siendo esto compatible con los estrechos límites á
que debemos reducirnos , nada diremos entre los Oradores,
de César, de Antonio, Craso, Escé"vola , Sulpicio, Cota y
Hortensio ; ni entre los Poetas, de Plocio, Asinio Polion ,

Furio , Mecenas, Emilio MácerGalo, Manilio, y otros ,

de quienes, ó tenemos solo uno que otro fragmento, ó nada


absolutamente. Hablaremos soto de aquellos , cuyas obras
se han salvado de la injuria del tiempo, cuyas noticias por
lo mismo tienen para nosotros un interés particular, y cuyas

producciones han sido los modelos que han consultado, y


sobre que se han formado todos los grandes hombres de la
literatura moderna.
Cicerón, en cuanto á los oradores, absorberá exclusiva-
mente nuestra atención. Nacido de una antigua y noble fa-
milia Sabina , estudió la filosofía con Filón Ateniense, y la
jurisprudencia con Mucio Eseévola. Horrorizado de las

proscripciones y atrozidades del sanguinario Sila, salid de


Roma, y pasó á Atenas. Sobre el teatro mismo de los triun-

fos de Demóstenes, se formó el orador que debia un tiempo


disputarle la palma de la oratoria. Cuestor en Sicilia , fué
por la vínica vez de su vida el acusador del infame Verres
que con el cargo de Pretor, se había cubierto en ella de
crímenes horribles: después Edil Pretor, y Cónsul en fin, ,

en competencia y contra las intrigas de Catilina fué el sal- ,

Vador de Roma y el azote de este indigne sedicioso. Ene-


,

migo del inmoral Clodio , fué desterrado por las intrigas de


este durante su tribunado. Entre César y Pompeyo, tomó
el partido del segundo ; mas después de la derrota del úl-
timo, transijió con el primero, no acaso por debilidad,
como aseguran sus detractores , sino porque , reconociendo
las grandes calidades de César , vio en él el único hombre
que pódia salvar la República de la anarquía horrorosa cu
xxxiv DISCURSO PRELIMINAR.
que amenazaba sepultarse. Tales son efectivamente los prin-
cipiosque parecieron dirigirle y lo único que está de acuer- ,

do con su lenguaje en el Senado, dirigiéndose á César Dic-


tador ya , y
con sus ideas en sus cartas a" su amigo Ático. A
la muerte de César, que no habia sin duda correspondido
á sus esperanzas, quiso proteger en Eruto y Casio el partido
republicano, que parece haber sido siempre el suyo; mas

la preponderancia de Antonio le obligó á salir deRoma y ,

nuevamente á Atenas. Volvió algún tiempo después


retirarse

y Augusto pareció manifestar por el una predilección mas ,

cuando creyó no necesitarle, le abandonó á la venganza de


Antonio su implacable enemigo contra quien se babian di- ,

rigido sus catorce Filípicas. A la formación del segundo


triunvirato de Augusto, Antonio y Lépido } la muerte de
Cicerón fué uno de los capítulos de esta sanguinaria tran-
sacción. Huyendo de los satélites de Antonio , cayó al fin en
sus manos, y murió asesinado á los sesenta y cuatro años
de edad. Toda la gloria de Augusto, toda su protección á
un Virgilio y un Horacio, están bien lejos de bastar á ex-
piar, ni aun en la historia de la Literatura , el asesinato in-
fame de un Cicerón. No poseemos de él sino una muy pe-
queña parle de sus obras; pero ellas bastan á convencernos
déla universalidad de su talento. Profundo en la política,

grande en la jurisprudencia y la filosofía, de una erudi-


ción vastísima en las letras humanas, añadió á todos (¡Aftas

títulos el renombre del primer Orador Romano, rival de


Demóstcnes, y muy superior maulo lian producido des- ¡i

pués de él mas de diez y ocho siglos y medio.


Con ferio, /qué podremos comparar en la literatura mo-
i

derna ti sus dos primeras ( indinan. is , ;i sus dos últimas

contra \ 1 1 ve» ,
;¡ las que pronunció en favor de la

J . \l;inilii, ña >lurena , Sptftio y Milon , y eidin a su .se-

cunda Filípica? Ls necesario sin embargo decir en favor, de


DISCURSO PRELIMINAR. xxxv

los modernos, que la situación forma en cierto sentido al

orador: que la de Atenas y Roma, en los tiempos de De-


móstenes y Cicerón, no se ha reproducido en la historia
moderna v que si Craso , Antonio , Ilortensio y Cicerón
:

íueion elevados á las primeras dignidades porque fueron


elocuentes, como observa Laharpe , desde entonces la elo-

cuencia empezó á ser, y ha continuado siendo , cuando no


un don funesto, por lo menos una calidad inútil. Mas ¿ á

quien atribuir la preferencia entre los dos Oradores? Quin-

tiliano (i) prefiere á Cicerón, Fenelon á Demóstenes, y


si Laharpe gusta mas del primero, es por una razón que

puede á lo sumo determinar el gusto de su lectura, mas no


resolver el problema de su superioridad. Demóstenes no
pudo ocuparse sino de un solo asunto, ni hablar casi sino
de solo un hombre; las situaciones de Cicerón fueron mas
variadas. Concentrado a un solo objeto, le habría sido
acaso mas difícil sostener el paralelo, forzado así á incidir
mas frecuentemente en uno de los defectos que le atribuye
su misino panegirista Qiíintiliano , et in repetionibus nimium.

Sus obras filosóficas , morales y didácticas tienen igualmente


un mérito eminente. Sus libros de Natura Deorum , sus
Tusculanas , su Tratado de O/Jtcüs , de Legibus , de Am'ui-
tid, de Scnectute: sus cartas á Ático : en fin, sus diferentes

tratados sobre la Oratoria, son otras tantas obras, que


cada una de ellas bastaba para inmortalizar á su autor. £1
elogio de Cicerón pide otro Cicerón , dice uno de sus con-
temporáneos.
Los idus de Octubre del año 70 antes de la Era Cristiana,
se hizieron una época memorable para los Romanos (1)
por el nacimiento de Virgilio en un pueblecito distante de

(r) Lib. i°. rap. I o.

£V Qvtobris Mam ¿onseercwit idus , dice Maroial.


j ,

xxxv pISCURSO PRELIMINAR.


Mantua una legua. Crióse en Cremona , y cuando Augusto
distribuyó entre sus soldados las tierras de aquellos á quie-
nes proscribía, dicen que Virgilio se vio despojado de su pa-
trimonio : que para reclamarle vino á Roma : que fué pre-
sentado á Mecenas y por este á Augusto que reparó el
, :

agravio, en agradecimiento de lo cual compuso la primera ,

égloga en elogio de su bienhechor. Lo cierto es ,


que Mece-
nas y Augusto protegieron á Virgilio ,
que este le colmó de
favores, que sus contemporáneos le dieron elnombre de
Príncipe de los Poetas Latinos, que vivió en la abun-
dancia, y murió lleno de consideración y de riqueza á los
cincuenta y un años de edad , de vuelta de un viaje á Gre-
cia , y que las obras que le valieron su celebridad y fortuna
son las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida (i). En las

primeras imitó á Teócrito, igualando siempre y sobrepu-


jando algunas vezes á su propio modelo. Su égloga quinta,
que contiene el elogio fúnebre y la apoteosis del Pastor
Dafnis , es la composición mas acabada en el género pasto-
ral. En sus Geórgicas imitó á Hesiodo ; pero de una ina-r

ñera tal, que la copia hace olvidar el original. El Opera


et Dies úe\ Poda Griego tiene una que Otra inven, ion ó des-
cripción, si se quiere, de un mérito sobresaliente ;
pero
monstruoso en su plan, de una prolijidad causada, y al-
guna- vetes hasta ridiculo y pueril en sus ideas, no puede
sostener el paralelo con la mejor obra que en este género
presenta la historia de la antigüedad.

Mas si Virgilio es .sin disputa, con mase") menos ven!


Superior siempre a T«ócr¡lo y Hesiodo, y da a Ruma la pri-

ii i el género pastoral y didáctico, no sin disputa po-

ta) Son bim conoeidoi sfjuelloi vi-r

Mantua me ficinl : Calabii títputrt : ti'itil hit

l'iiiii'.ciiof/t : cíani |).iscu;i , rura , di


d ,;,

DISCURSO PRELIMINAR. xxxvij

.ti ¡a admitírsele el honor de rivalizar con Homero. Cualquiera


que sea el respeto que en este punto merezca el autor de la
Henriada , no nos aventuraremos nunca á decir con él

que la mejor obra de Homero es Virgilio (i). Forzados á


pronunciar una opinión , diriamos mas bien que la primera
obra de Homero es la Iliada , y la segunda la Eneida , ora
se consulte su mérito relativo, ora su mérito absoluto; y
para hacerlo ; no nos faltarían autoridades bien recomen-
dables. Quintiliano, en el paralelo entre el Épico Griego
y el Latino , no se atreve á decir del segundo , sino que
Mi haud dubie proximus , y á repetiry aprobar el jui-
zio de su maestro Afro Doraicio ,
que decia Secundus est:

yirgilius ,
propior tomen primo , quain tertio{i) t dejando
ver que la fuerza de la verdad le arranca esta confesión
no sin alguna mortificación del amor nacional. En cuanto
al mérito relativo, Homero podia tener en buenhora al-
guna ventaja de parte de la lengua, pero Virgilio tenia la
del ejemplo de Homero, y muchos siglos de ilustración
y riqueza literaria nada puede hacer sospechar que ;

Homero no fuese enteramente original , y sabemos que


Virgilio copió sin escrúpulo, no solo de los antiguos ,

sino de sus mismos contemporáneos : y no se diga ,


como parece anunciarlo el autor de la Henriada ( que
tuvo también algo de este defecto del poeta latino) ,

que lo malo de Virgilio es lo que imita (3). El mismo


confiesa que entre el estiércol de Enio hallaba el oro ;

cuando tomaba de Vario , según la idea que de este poeta


nos dan Horacio y Quintiliano , no tendría ni aun el tra-

(1) Essai sur la poésie ¿pique.


(2) Lib. i°. , cap. 1°.

(3) Quand Virgilc est gran , il est \ui*mtme ; s'il hronche qutljut*
jois f
c'est tortfu'tt se pli» á suivre la marché d'un aulrt.
Tom. I. c
,

«xvüj DISCURSO PRELIMINAR.


bajo acaso de limar : su Dido debe algunas de sus gracia»
á la Ariana de Cátulo y ,
á la Medea de Apolonio de
Rodas : y según Macrobio (i) , su segundo libro de la
Eneida debe a Pisandro , insigne poeta griego , y autor
de un poema que llamó la Heracleida (2) , el sublime trozo
de la destrucción de Troya. En cuanto al mérito absoluto,
la primera perfección de un poema épico está en la acer-
tada elección del Héroe, y en el modo de caracterizarle.
Nos guardaremos bien de comparar á Eneas con el funda-
dor de un orden monástico , como \ú hace St.-Evremond,
pero no tiene duda que el sabio , el pió. , el religioso Eneas
no es un carácter tan verdaderamente épico , como el ar-
diente é impetuoso Aquilea.
La Epopeya exige grandes pasiones. La virtud perfecta
corrige todo movimiento irregular. Así es que todo el que
Virgilio dá á su héroe siempre grande, pero siempre mo-
derado y perfecto , no alcanza á producir en su favor mas
que una admiración fria ; mientras que el violento hijo
de Tctis , retirado en su tienda, nos llena de entusiasmo,

y si no se engrandeze ,
pierde lo menos que puede en su
propia ociosidad. Si el hijo de Ulíses hubiera sido cons-
tantemente un autómata movido por el reglado impulso
de Minerva , el Telémaco no habría merecido nunca mas
nombre que el de un cuento moral. Ni olvidemos que el
interés va siempre decreciendo en los seis libros posterio-

res de la Eneida , mientras en Homero crece a cada mo-


mento el ínteres de la acción. He aquí porque Virgilio
no quiso leer á Augusto mas que el primero , segundo
cuarto y sexto libro, y he aquí sin duda porque en su

(i) Evtrsionem Trojas cum Sinnne pene aii ptrbum iranscripst*


ril. Lib. 5 , cnp. o , Saturnal i uu».
(1) Tauíauias , 8 , cap, 22.
DISCURSO PRELIMINAR. xxxix
testamento mandaba quemar la Eneida , creyendo por su
excesiva modestia , que en este defecto venian á perderse

todas las bellezas de su obra inmortal. Augusto , aun á


pesar de Horacio , acaso no habria conseguido hacer ol-
vidar á la posteridad sus primeros crímenes , si la hubiera
privado de las grandes lecciones de este sublime maestro ;

mas afortunadamente , lejos de hacerlo así, cometió la re-

visión de la Eneida á Tueca y Vario , que, nuevos Aris-


tarcos , nos han transmitido este precioso depósito , des-
cargado de los pasajes defectuosos ,
pero sin ninguna
añadidura, conforme á la orden de Augusto ; y he aquí
porque se encuentran eu Virgilio muchas fracciones de

verso.
Después de Cicerón y Virgilio, no le faltaba á Roma mas
que quien disputase la palma lírica á Anacreon y á Pín-
daro. Esta época destinada á presentar en ella los ingenios
mas sublimes ,
produjo cu Horacio, no solo el rival , sino
acaso el vencedor de entrambos. Nacido en Venusia , hijo

<le un liberto que aunque de una mediana fortuna


,
le ,

dio una educación excelente, después de haber estudiado'


en Roma las buenas letras , pasó á Atenas a formarse en
la-filosofía. Por este tiempo Bruto y Casio después de la ,

muerte de César, y sostenhn en la Grecia


se retiraron,

contra Antonio y Octavio. Horacio, por un movimiento


inexplicable, pareció querer forzar su verdadera y legítima
vocación. Arrojóse en el partido republicano : bailóse en

la batalla de Filipes , y el primer ensayo bastó á conven-


cerle de la bastardía de su llamamiento , haciéndole ver
sin duda que habia confundido la exaltación poética con
el valor en los combates , y
que no era lo mismo pasearse,
por ejemplo , en la Iliada con los mas intrépidos guer-

reros, que tener su serenidad en un dia de batalla. De-


sengañado, pues, abandonó el sangriento Marte por el ama-
*l DISCURSO PRELIMINAR.
ble comercio de las Musas se vino á Roma gana por
y , ,

sus talentos la amistad de Virgilio y Vario ,


que le reco-
mendaron Mecenas y Augusto de quien vino á ser en
á ,

lo succesivo uno de los primeros favoritos. Profesando los


principios que ha cantado en sus versos , hizo consistir su
felizidad en lo que verdaderamente consiste , es decir , en
la sobriedad de los deseos. Lejos de toda ambición , sin

querer nunca desmentir su procul ncgolüs , contento con la


amistad de Augusto , no quiso participar de las glorias
y
cuidados del Emperador , y se negó á admitir uno de los

destinosmas envidiables ó envidiados de su Corte. Sensible


á la la muerte de Mecenas pudo contribuir á
amistad ,

apresurar la suya pues murió pocas semanas después de


,

aquel, á los cincuenta y siete años de edad. Sobresalir en


todos los géneros á que se dedicó ,
parece haber sido el
signo feliz de este poeta admirable. Como lírico , igual unas
vezes por la elevación á Píndaro , sus cuadros son mas aca-
bados , y se diria que á él solo fué dado falsificar su propio
pronóstico (i) : en otras reúne á todas las amables gracias
del voluptuoso Anacreon un pincel mas delicado , y asom-
bra verle pasar, con un éxito igualmente feliz, desde un
rasgo pindárico á una oda moral , y desde aquí al gabinete
de Pirra. Como satírico , es cierto que no tiene la rabia de
Ai<|tulo'.o (-2), ni la bilis de Juvenal ; pero por eso mismo
ea ti mejor modelo de la única especie de sátira que , en
nuestra opinión ,
puede hacer mas útil la censura del vicio

y las lecciones de la virtud. Finalmente , en su Arte poé-


'.
— ,

(i) Lib. 4 > °da i.

l'mJarum quisquís studet esmiiLui,


JuU , oeratis ope DcedaUá
A ititur pennis , vitreo daturas
Aomtiía ponto.

lp) j&rshilücuin propiio ralht armavit iajnho. Ar« poet.


DrSCtmSO PRELIMINAR. xl]

.tica nos ha dejado , como dice Laharpe , el código eterno


del buen Su nombre goza de la inmortalidad que el
gusto.
mismo profetizó (i) á sus versos. Nada se conserva de otros
líricos latinos ,
pérdida poco sensible ,
pues según Quinti-
liano , casi no merecían la pena de leerse (a) ; no obstante
parece querer hacer alguna excepción en favor de Cesio.
En el género elegiaco y erótico , es mayor el numero de

los buenos modelos que pertenecen á esta época. Cutulo ,


Tibulo , Propercio y Ovidio son los principales.
Cátulo, nacido en Verona ,
gozó de Ja estimación de los
hombres grandes de su siglo : César ,
perdonando al autor
de algunos malos epigramas contra él , hacia sentar en
su mesa el insigne poeta que habia compuesto el epitala-

mio de Tetis y Peleo, y al ingenio feliz que con tan sentidas


lágrimas habia sabido llorar el pajarito de Lesbia. Su ima-
ginación es amena , su estilo es siempre elegante , su ver-
sificación fluida ; algunas vezes ,
por demasiadamente libre ,

toca ya en obsceno , y si bien es puro en el lenguaje , no


se puede siempre decir de él otro tanto con relación á la
moral y las costumbres,
Tibulo natural de Roma, tomó también como Horacio,
partido por Bruto contra Augusto; mas retiróse bien pronto
del ruidoso estrépito de las armas por la misma razón que
aquel, Aun es mas difícil de explicar cómo el alma deli-

(i) Eq la oda 34 del libro 3 o . hablando de sus versos :

Mxegi monumentum aero perenniut ,


Hegalique situ pyramidum altlits ;

Quod non imb¿r edax , non miquilo impotens


J?ossit diruere , aut innumrrabilis
uinnorum series , tt fuga temporum.
JVon omnis moriar ; muítaque pars mei
Vitahit Libitinam.
(;¿)¿it Ijricorum idern Horatt'usjeré solus frgi rirgnus.Lib. r, o. I».
,

xlij DISCURSO PRELIMINAR.


cada de Tibulo pudo parecer una sola vez sobre el campo
de batalla. Horacio supo tomar algunas vezes el tono de
elevación que podia convenir á la trompeta guerrera; pero
el tierno cantor de Deba ,
parece que no debió salir nunca
de las risueñas soledades que pintaba , ni hacer otra cosa
que sentir y gozar de las delicias de un amor tranquilo.
La ternura del sentimiento , la suavidad de su purísimo
estilo, son las calidades que distinguen sus elegías.

Propercio era hijo de un Caballero Romano proscrito por


Augusto; vino á Roma, y su reputación le facilitó la amis-
tad de Viígilio y Mecenas , y la protección del César. Baxo
el nombre de Cintia , celebró a una Dama Romana , llamada
Hostilia. Sus elegías contienen la historia de sus amores ,

con todas las alternativas que puede ofrecer la pasión en-


tre una muger altiva , caprichosa , y que siente el imperio

que ejerce sobre un alma de fuego ; pero á quien una fata-


lidad irresistible parece haber condenado á amarla exclusi-
vamente. Su pincel no tiene la blandura de Tibulo ;
pero
en cambio tiene mas fuerza y energía ó ya pinte el deli- ,

cioso éxtasis de un momento de embriaguez , ó toda la có-


lera de un rompimiento.
El desgraciado Ovidio educado en Roma y en Atenas,
destinado por su padre al foro ,
pero arrastrado a la poesía

por la fuerza irresistible de aquel numen que arrebuta


y
enciende el alma de los favoritos de Apolo , empezó por
ser , con todos los demás hombres de su siglo , uno de los

ornamentos de la Corte de Augusto. Una causa entera-


mente desconocida le hizo perder la gracia del César
quien, por colmo de su infortunio, le desterró al Ponto á

los cincuenta anos. Ni la muerte de Augusto bastó á poner


un término i iui desgracias ; Tiberio fué también sordo á
sus lamentos, y acabó sus dial én el destierro el año diez
y siete Ue la Lia Cristiana. Sus obras son sus Fastos de que ,
DISCURSO PRELIMINAR. *liij

no tenemos sino seis libros ,


que son la mitad de los que
escribió. La pérdida de los otros seis es sensible ,
ya por el

mérito poético ,
ya por su importancia histórica. Su poema
mitológico de los Metamorfoseos es su obra maestra. La na-
turaleza del asunto le favorecía en ella mas que en la an-
terior , en toda la diferencia que hay desde el prestigio d«
la Fábula á la (poéticamente hablando ) repugnante seque-
'dad de la historia. Así es que en esta obra es donde ha
desplegado toda la fuerza de su imaginación , toda la ri-

queza inagotable de su ndmen. Es un nuevo triunfo sobrt


la literatura griega. La Teogonia de Hesiodo no puede sos-
tener el paralelo con los Metamorfoseos de Ovidio. En sus
obras amatorias hay mucha gracia y verdad ; pero algunas
vezes esta última está demasiado desnuda, y no estaría de
sobra que se la cubriese un poco con el velo del pudor.
Sus Heroidas , sus Tristes , sus Elegías tienen suavidad ,

sentimiento ,
pasión : sobre todo entre las últimas , la que
escribió á la muerte de Tíbulo, es en su linea , según la
opinión de un gran maestro , un modelo sin igual. Su Ibis

es una imitación del de Calimaco. Aun tenemos algunos


fragmentos de su Medea, tragedia que , según Quintiliano'i),
manifiesta hasta qué punto hubiera podido sobresalir este
hombre , si hubiera querido ser menos indulgente con su
propio ingenio. Sobre todo lo que admira en este fenómeno
extraordinario, es una facilidad , una abundancia , una es-

pecie de flujo irrestañable de versos. Los demás poetas


tienen que hacerlos ; él se los encuentra hechos : los demás
tienen que pensarlos ; él tendría que pensar para dejar de
hacerlos. Sin embargo es necesario confesar que esta misma
facilidad es el origen de todos sus defectos , y semejante á
Demetrio Falereo entre los Griegos , en medio de un nié-
. i ,
P «i, , i

(i) Lib. 10 , cap. i».


,

xliV DISCURSO PRELIMINAR.


rito eminente, empiezan ya á observarse en él aquellos cíes*
cuidos que anuncian y preparan la época de la decadencia
del siglo de oro de la Latinidad. A imitación de Horacio
se predijo á sí mismo la celebridad de que efectivamente
goza (i).

El número de los Poetas dramáticos perteneciente á esta


¿poca no es considerable. Sin embargo , aun ep este género
compitió este siglo con el de Perícles. El Tiestes de Vario,
que por desgracia no ha llegado á nuestros dias , era, según
Quintiliano (2), comparable á la mejor tragedia del teatro
griego. También sabemos que César compuso un Edipo ;

pero de Quintiliano puede hacernos creer que


el silencio

César poeta trágico no tenia el mérito eminente de César


orador , de quien dice que si se hubiese dedicado exclusi-
vamente al foro, habría sido el único de los madores
de Roma ,
que hubiera podido sostener el paralelo con
Cicerón (3).

El poema filosófico de Lucrecio discípulo de Zenon y de ,

Fedro en Atenas , y de Epicuro en su obra si por una ,

parte puede probar los errores á que pueden llevarnos ob-


servaciones inexactas en la física , y raziozinios viciosos
en la moral ;
puede también servir paia hacernos sentir
*jue su autor no hubiese elegido un asunto ,
que prestán-
dose con mas docilidad á los encantos de la poesía, nos
hubiera dado la ocasión de admirar mas vezcs su pincel
atrevido y valiente.

(í) Parte iamen meliore mti supcr alta pcrennis


ristra /erar, noménqut trit indclcbile nos/rum ;

Quáqtie patet domitis Romana pott-ntia terris ;

Ore legar popuii : perqu* cania s acula Jama f


Si quid habent veri ratum pr&sagia , vivam, Mt'tnm. ]¡b. l5.

(a) Lib. !°. , cnp. i°.

(3) JSun alius es nostris contra Cicaouem nominan tur. Ib. i<lom .
:
:

DISCURSO PRELIMINAR. xlv

Todo en este siglo es grande y sublime. Si los Oradores


y Poetas Romanos disputan á la Grecia sus laureles , en

nuestro dictamen sus Historiadores triunfan sin contradic-


ción. Tito Livio es superior á Herodoto , y Salustio á
Tucídides.
De Tito Livio apenas sabemos sino que nació en Padua
que vivió en Ñapóles y en Roma : que tuvo un hijo : que
Augusto le apreció
y que falleció en Padua en el mismo
:

año , y aun dicen que en el mismo dia que Ovidio. Es muy


extraño que sean tan ignorados lo* pormenores de la vida
de un hombre tan célebre, cuya reputación estaba tan ex-
tendida como parece probarlo la extraña resolución d<- atjuel

compatriota nuestro , que , leidas sus obras , sale de Cádiz,


viene á Roma solo para tener el g i»to de conocerle y tra-

tarle , y regresa á su patria sin querer ver ning.ma otra


de las maravillas de Roma. La Historia Romana de Ti^o
Livio que empieza en la fundación de Roma , estaba div¡.
dida en ciento cuarenta libros , de que no tenemos mas que
treinta y cinco. Las calidades eminentes que le distinguen
son la claridad , y aquella prodigiosa facilidad con que va-
ría sus cuadros y recorre todos los estilos. Sencillo en la
narración , elegante en las descripciones , vehemente en los
discursos ,
puro en la moral , solo puede imputársele cierto
exceso de crudelidad y un poco de orgullo romano en
, ;

cuanto al Patavinismo ó Paduanismo que se le atribuye,


,

nada podemos decir, pues ni aun se sabe en qué consistía


este defecto provincial.

El inmoral Salustio es uno de aquellos fenómenos que


han venido al mundo , como para probar que el hombre es
el ente mas contradictorio de la naturaleza. Respirando en
sus obras la moralmas austera , fué en su conducta uno
de hombres mas despravados de su siglo. Arrojado del
los

Senado con ignominia , buscó en el partido de César lo


,,

*!vj discurso preliminar.


que en todas las convulsiones políticas suele buscar en uH
partido un pequeño número de hombres , es decir , la im-
punidad de los crímenes que cometieron en el otro. Resta-
blecido en el Senado por César , elevado á la censura , fué
nombrado para el gobierno de Numidia , á expensas de la
cual se enriquezió* escandalosamente.
Olvidemos al hombre y hablemos del escritor ,
que en
el cap. a de Bello Catilinario ,
parece pedir perdón de
sus extravíos y reclamar la indulgencia de la posteridad.
Tío tenemos de él sino la historia de la conjuración de Ca-
tilina , y la de la guerra contra Jugurta. En una y otra
descubre sus grandes calidades y sus defectos. El temple de
»a pluma es el de Tucídides : no tiene la armoniosa abun-
dancia de Tito Livio ;
pero en cambio, es de una concisión
rapidez y energía superior á la de su modelo, y atrevido
en el uso de las metáforas , no lo es menos en el de las
palabras , unas vezes incidiendo en el vicio de arcaísmo , y
otras en el de neologismo. Del primer vicio le reprenden
César y Polion en Suetonio :
y del segundo Aulo Celio en
]as Noches Áticas. Sus admiradores le presentan como el

primer historiador romano ; mas aun los que han querido


deprimirle , no han podido menos de confesarle un mérito
«mínente. Quinliliano considera á Salustio y Livio como
iguales (i).

A este mismo siglo en que comprendemos el reynado de


Tiberio , pertenecen varios historiadores de segundo orden y
biógrafos un Cornelio Nepote amigo de Cicerón y de Ático,
; ,

iíquien dedica su obra Excellentiitm Imperatorum Vitiv


que es la tínica que lia llegado á nuestros dias de las dife-
rentes que conquiso , y en la que se ve la acendrada pureza
del siglo á que jh Utilice ,
y que en vano quiso atribuir al

J'aitj sos inogií qi.ain sUmltt.


,

í)ISCURSO PRELIMINAR. xlvij

¡Suyo el plagiario Emilio Probo ,


que las publicó en su nom-
bre en los tiempos de Teodorico : un Trogo Pompeyo de
que hablaremos después citando á su compendiador Justino:
y un Veleyo Patérculo amigo del célebre favorito Seyano,
,

y de un mérito distinguido por su concisión y rapidez , y


de cuyo compendio de Historia Griega y Romana no tene-
mos sino una parte. Para completar el cuadro de este siglo,
añadiremos el Arquitecto Vitruvio, y el erudito Geógrafo

Estrabon uno y otro elegantes y puros el Fabulista Fe-


, :

drOj liberto de Augusto , y no muy amigo de Seyano y :

Denis el paisano de Herodoto y autor de las Antigüedades ,

Romanas , de quien no poseemos sino poco mas de la mitad


de la obra , y en quien se reconoce siempre el siglo á que
pertenecía.
Hemos comprendido en esta época los tiempos de Tibe-
rio , no porque confundamos al protector de las letras con
de Cremucio y de Labieno , ni al amigo de Virgi-
el asesino

lio y Horacio con el imitador y admirador de Euforion

Riano y Partenio (i) , sino porque consideramos que aun


todavía duraba impulso de Cicerón y de Virgilio si bien
el ,

habiendo empezado ya á retrogradar, auu desde el tiempo


misino de Augusto.
Hasta el siglo séptimo de Roma no empiezan á refluir sus

luzes sobre el resto del Occidente. Mientras que Cartago no>

sucumbió del todo á los talentos de Escipion Emiliano, la

España no dejó de ser un momento el teatro de la guerra


con su afortunada rival ; aun después de la sumisión de
aquella , sostuvo largo tiempo contra los pretensiones de
esta una lucha espantosa , cuyo éxito llegó á ser muy du-
doso, y que no se terminó sino repitiéndose en Numaneia la
desastrosa escena de Saguuto. Sabido és que las tímidas Mu-

(i) Suet. ia Tiber, cap. 70.


xlviij DISCURSO PRELIMINAR.
sas , bien halladas tal vez en la fastuosa corte de un Monarca
Ó de viu Pueblo triunfante , huyen siempre de los lugares

teñidos por la planta sangrienta del guerrero. Hasta lo*


tiempos de Sertorio , lo que de la cultura romana pudo re-
fluir en España debió ser bien poco ; mas después que este
hombre eminente vid á Mario vencido en Italia , y á Sila
triunfando en Roma sin contradicción , formó el proyecto
de oponerse á los designios bárbaros y ambiciosos de este,
con los recursos que la España podia ofrecerle. Quiso hacer
de España una segunda Roma ; nombró un Senado , esta-
bleció escuelas , fomentó las luzes , inspiró el gusto de las
letras griegas y romanas , y ofieció en ella un um!o á cuantos
podian sustraerse á las venganzas del Dictador. Este impulso
dado por Sertorio, cualquiera que fuese el resultado de
sus miras en todo lo demás , no podía perderse, como no
se pierden nunca , á despecho de los hombres que viven de
la ignorancia y del error cuantos son de la misma natura-
,

leza. Así es que encontramos en la historia hechos que prue-


ban que en España habia ya en este siglo justos aprecia-

dores, y aun admiradores entusiastas de las Buenas Letras.


JNo era nuevo en ella el que encantado de la facundia r
sublimes pasajes de TitoLivio, hizo el viaje de Cádiz á Roma ;

ni pasaron por hombres vulgares en este tiempo un Porcio


, liberto de Augusto y amigo
Latro, un Higinio de Ovidio,
autor de una obra de mitología que intituló Fábulas, de
varios comentarios sobre Virgilio , de una obra de vidas de
hombres ilustres y de otras que no poseemos.
,

Desde los tiempos del monstruo Calígula hasta , la división

del imperio entre Afeadlo y Honorio la historia de la li- ,

t•iiLiua romana presenta todavía un número muy conside-

rable de hombres célebres entre los cuales nos ocuparemos


,

parttCttlarOMOta dt los mal eminentes con tanto mas gusto, ,

cuanto que entre ellos hallaremos muchos Españoles, cm-


DISCURSO PRELIMINAR. xlíx

pezando por un Columela , y un Pomponio Mela. El pri-


mero, natural de Cádiz, nos ha dejado la mejor obra de
agricultura de la antigüedad , muy superior á la del célebre

y erudito Varron , no solo por los conocimientos y observa-


ciones agrónomas , sino por su pureza , corrección y ele-
gancia. De Pomponio Mela que vivía bajo el imperio de
Claudio tenemos un tratado de Geografía _,
cuyo título es

De Silu Orbis , apreciable no solo por la materia que trata f

sino también por su buen lenguaje y estilo.

La familia Anea Cordobesa


, , trasladada por su desgracia
«í Roma ,
produjo los tres escritores mas eminentes de los

malhadados tiempos de Calígula , Claudio y Neronr


Lucio Aneo Séneca el padre ,
parece en Roma en un
tiempo en que todavía existían los que habían oido á César,
Craso y Cicerón, y sin embargo se hace distinguir, y adquiere
una reputación por sus talentos en la oratoria. No queremos
decir que igualase en mérito a tan célebres oradores , mas
nos creemos autorizados á pensar que quien pudo interesar
Ja atención de los que los hablan oido , no podía menos de
tener un mérito singular. Su hijo llamado Séneca el Filó-
sofo , nació también en Córdoba ; tuvo por preceptor de
elocuencia á su propio padre , y cultivó la filosofía á lado
de mas cékíbres maestros. Sus primeros trabajos en el
los

foro bastaron á darle una celebridad tal , que se vio pre-


cisa. lo á renunciar á este , si quiso evitar la baja envidia y
la inferné venganza del detestable Calígula (i) , que aspi-

raba á la gloria de orador ,al mismo tiempo que meditaba

el modo de exterminar la memoria de Homero, Virgilio y


Livio, por hombres de poco ingenio y de mal gusto (2). Pre-
cisado á variar de plan , se dio á la carrera de la magistra-

tura. Cuando Agripina, madre de Nerón , muerta Mesalína,

(1) Bibliot. vet. de Nieol. Ant. , ijjí. 1 , cap. 7.

<a) Suet. ia Calig. cap. 34.


4
1 DISCURSO PRELIMINAR.
se casó con el Emperador Claudio , confió á Séneca la edu-
cación de su hijo , que destinaba ya al imperio. Nerón , cuyos
primeros aíios fueron como los últimos de Augusto ,
pareció
en ellos reconocer el ascendiente de su maestro , y respetar
en él este carácter-, mas el alma infernal deNcron, destinada
á no reconocer ni respetar nada , no podia hacer una excep-
ción en favor de su maestro. El nombre de Séneca pronun-
ciado por uno de los comprendidos en la conjuración de
Pisón , bastó para que aquel malvado decretase su muerte.
¿Y quien sabe si la indicación misma no seria obra suya?
Hacia va tiempo que Nerón detestaba á Séneca , y cuando
se propapia un fin , no era hombre que reparaba en la na-
turaleza de los medios. Séneca recibió la orden de su muerte,

y muerte, misma con la serenidad y grandeza de un Sócra-


la

tes y un Focion sin embargo hasta la virtud de Séneca ha


;

sido un problema y todo en él un motivo de discusión y


,

de discordia entre los hombres de letras. No hace mucho


tiempo ,
que con demasiado calor se reprodujo la cuestión
en Francia. Uno de sus hombres célebres tomó la defensa
de Séneca. No podemos aprobar ni todos sus medios , ni

su encendimiento. Otro literato , no lóenos respetable , y


que ha escrito posteriormente, parecía proponerse discutirla

con la sangre fria de la imparcialidad y de la crítica ; nías,


;i decir verdad , nos parece que en el calor de la discusión,
la trató de una manera que pudiera hacer sospechar que el

mismo la miraba con aquel carácter de personalidad que


atribuye á sus primeros mantenedores, y que no creemos
ni en estos ni en él.

En el proceso de Séneca , el objeto de estas pocas pagi-


nas nos reduce á examinar ú Séneca , y muy rápidamente*
«olo conio escritor , y a ju/.gar «le la justicia é injusticia con
que algunos erfticOl I<- bao atribuido con lo*, demai es-

pañoles que, ó vivieron con él, ó se distinguieron p<> le-


,

DISCURSO PRELIMINAR. lj

fiormente, la decadencia de las Buenas Letras, y corrupción


del buen gusto. Sin embargo , pues que en im curso de Li-
teratura no se ha creído fuera de propósito hacer el examen
y la censura de la virtud ó hipocresía de Séneca , séanos
permitido decir r que Séneca muriendo , respondió ó todos
los ruidos injustos de su siglo , á todos los textos de Tácito
en el sentido mas desventajoso , á la ligereza imperdonable
de Dion , al juizio equivocado de sus censores de buena ó
mala fé :
y eníin que , ó el vicio no tiene un freno sobre la

tierra , ni la virtud un motivo ; ó es imposible que un hom-


bre muera como Sócrates, después de haber dividido con
Nerón por cualquiera especie de complicidad los crímenes-

mas horrendos , el asesinato , el parricidio ; y antes de pri-

var á la moral de esta basa, y de dejar á la virtud en la


tierra sin indemnización y sin consuelo, estamos decididos,,
no solo á negar la verdad de lo que se entienda en Tácito,
ó este haya dicho efectivamente , sino , si es preciso , á negar
hasta la existencia de Tácito.
Punto menos injustas nos parecen las imputaciones he-
chas á los Sénecas , á Lucano , á Marcial como escritores
cuando se les ha atribuido la decadencia de la buena lati-
nidad , y la corrupción del buen gusto. Estamos bien dis-
cantes de comparar á Séneca con Cicerón , como lo hacen
sus exagerados panegiristas ; mas al mismo tiempo, lejos de
acusarle porque tuviese la desgracia de no haber venido al
mundo en el siglo admiraremos y elogiaremos en
de aquel ,

él , como en los demás Españoles que le sucedieron , lo bueno


que tuvieron , á pesar de la corrupción de los siglos á que
pertenecieron. Porque se distinguieron entre todos en medio
•de la infección general , ¿ ha debido deducirse que esta es
obra suya? Mas natural seria decir tno se distinguieron, sino

» porque se preservaron de ella mas que los otros escrito-


» res sus contemporáneos ; » y mirados así , el tiempo per-
lij DISCURSO PRELIMINAR.
dido en imputaciones y acriminaciones que no merecen , se
habria empleado en estudiarlos, y agradecerles lo bueno
que les debemos. La literatura romana corrió , corno no
podia meuos, la suerte de la literatura griega. En cuanto á
la Oratoria , hija de la libertad , debia necesariamente se-
pultarse con ella. En cuanto á la Poesía , aunque de mas
flexibilidad para acomodarse a toda especie de situaciones
y Gobiernos, no está enteramente exenta de la influencia de
Jas coslumbres ; pero sobie todo parece depender muy par-
ticularmente del carácter y luzes de la cabeza del Gobierno,,
y sin embargo se necesitó todo el gusto delicado y la sana
crítica de Augusto para impedir que no cundiese en su siglo

una cierta afeminación en el estilo , de que Mecenas mismo,


según Macrobio (i), empezó á dar el mal ejemplo, y que
solía servir de materia á las finas ironías de este Empera-
dor. Así es que no puede dudarse que la corrupción y de-
cadencia de la latinidad , empezó ya en el siglo mismo de
Augusto, es decir , en un siglo sobre que los Españoles no
tuvieron una influeneia que les pueda dar ninguna especie
de responsabilidad. ¿ Y qué no acabaría de corromper , y
á pasos agigantados , la sucesión desgraciada , no menos
para humanidad y la moral que para las Buenas Letras,
la

de un Tiberio un Calígula, un Claudio un Nerón, Otón,


, ,

Galba y Vitelio? Sin que Vespasiano y Tito hubiesen tenido


tiempo de reparar los niales de sus predecesores, ocupó el
imperio unDomiciano ,
que renovando el antiguodecreto
del consulado de Marco Valerio Mésala, ordenó la expul-
«ion , no solo de Roma, sino de la Italia entera, de iodos
los Filósofos, en cuyo número , entreoíros, se vio com-
prendido el virtuoso EpiteCtO ("?.)•

(i) Macrob , lib. 2 , Saturo. , cap. 4.

(ij Tácito ¡n vilú Agrie. ,


part. a , y Aul. Gel. , Koct. Allic
, C.ÍJJ. 11.
DISCURSO PRELIMINAR. Inj

Bajo de tales monstruos ¿ cual podia ser la suerte de


ías letras y de la razón humana en general? ¿á quien, sino
á ellos, deberá atribuirse toda especie de depravación? Ese
Tácito, ese inmortal Tácito, empleado para denigrar á
Séneca, podria ser mas oportunamente interpelado para
decidir esta cuestión. Rogamos á nuestros lectores que lean
ó recuerden segundo y tercer párrafo de la vida de
el

Agrícola en ellos hallarán designadas por Tácito las causas


:

de la corrupción de las letras : verán que lo que es verda-


deramente obra de un Español, modelo de Soberanos, y
honor de la especie humana es su restauración y que , :

Tácito mismo es, por de. irlo así, y por su propia confe-
sión, obra de Trajano. Pongamos un término á esta discu-
sión , que no podíamos prescindir , y hemos creído
de la

deber tratar de preferencia en el artículo de Séneca (i).


Lo que acabamos de decir acerca de los Españoles no
es para disimular los defectos , ni de Séneca , ni de los
domas de quien hablaremos en lo succesivo. Creemos que
cuando se habla de la corrupción de la latinidad , es una
injusticia designarlos por sus autores, ó bien se hable de la
falta de pureza en el lenguaje , ó de los vicios del estilo.

£io convenimos en rpte dieron defectos al siglo en que


vivieron, pero hablaremos con imparcialidad de los de-
fectos que de él tomaron.
Así pues, tratando de Séneca , diremos que á las vezes

tiene, como filósofo, toda la arrogancia y las paradojas de


un estoico, y que, como escritor, no carece de aquellos

(i) No es de omitirse en este 'ugnr lo que dice el mismo Séneca


tn el prefacio del lib. i de sus Controversias; Quidquid Román*
facundia habet quod insohnti Grascice opponat aut picejerat , circa
Ciceronem effloruit, Ornnia ingenia qti(B lucem noslris studits Cttii-

lerunt tune nata sutit ¡ in ¿ttiriiu auotidii data rtf (tt.

Tom. I. d
,
:;

h> DISCURSO PRELIMINAR.


dulces vicios que Quintiliano le atribuye ; pero particu-
larmente el de cierta verbosidad y lujo en sus amplifica-
ciones T
una cierta prodigalidad de sentencias, y algo de
aquella sutileza , en que tiene mas parte el ingenio que el
talento , y en que se sacrifica la solidez á la agudeza y la

gracia. Mas estos lunares no son capazes de afear el admi-


rable conjunto que presentan sus obras. Una erudición
vastísima, un ingenio y ameno, fácil universal, ideas
grandes y nobles un lenguaje bastante puro y correcto
,

conciso y profundo en las sentencias , elegante y florido en


los discursos, vehemente y muchas vezes sublime en la ,

declamación ; tales son , en nuestra opinión, sus calidades


sobresalientes, las mismas que en la mayor parte le con-
fiesan Tacilo , y aun Quintiliano, cuyo juizio, sobre todo
en cuanto á Séneca, no puede ser notado de parcialidad. Sus
obras filosóficas son sus tratados de la Cólera , de la Tran-
quilidad del alma , de los Consuelos, de la Providencia,
el de la Clemencia, dirigido á Nerón, de la Constancia
los Ocios del Sabio
, Brevedad de
la Vida feliz, la vida , de
de y sus cartas á Lucilio. Diez son las tra-
los Beneficios ,

gedias que llevan generalmente el nombre de Séneca


mas por la diferencia de su mérito respectivo , se conoce
que no son todas del mismo autor ; así que, de ellas solo se

le atribuyen las cuatro siguientes : el Edipo , el Hipólito ,

la Mcdea y las Troyanas. Las otras son indudablemente


de este tiempo : al menos sabemos por Suetonio, que
Nerón representaba , entre otras , el Hércules furioso. Para
hacer el elogio de Séneca como poeta trágico, bastará
decir que, mas de una vez, ha servido de modelo á un
Corncillc y á un Racine. La Medea del primero , y la

Fedra del segundo le deben algunos de sus rasgos. Ha


habido escritores que han creído que Séneca el Filósofo
Uo era Séneca el Tráfico : entre estos , M bien terminante
DISCURSO PRELIMINAR. 1?

la opinión de Sidouio Apolinar ; mas no se ve la auto-


ridad en que han podido fundarse. Los autores que pu-
dieran formarla, tales como Tácito, Quintiliano y Sue-
tonio, no hablan sino de Séneca el Filosofo, á quien los
dos primeros atribuyen el talento de la poesía, del que la
historia no nos conserva ni indicación ni memoria sino en
este género.

El poeta Lucano , como hijo de su


sobrino de Séneca
hermano Aneo Mela nació también en Córdoba en el
,

año 39, bajo el imperio de Calígula. Desde muy tierna


edad se anunciaron sus agigantadas disposiciones. Protegido
al principio por Nerón, no podía evitar el fallo pronun-
ciado por este malvado contra cuantos se le acercaban ;

pero habiendo tenido la osadía de disputar con él el

premio de la poesía, y la desgracia de obtenerle, ¿cómo

habría podido sustraerse á su venganza ? Comprendido


también en la de Pisón , corrió la misma
conjuración
suerte que su y digno imitador de su heroísmo murió
tío , ,

recitando un pasaje de la Farsalia que tenia analogía con ,

su situación. Tácito (1) mancha la memoria de Lucano


atribuyéndole un crimen tan horrendo que para determi- ,

narnos á creerle, apenas bastaría la autoridad unánime de


muchos historiadores coetáneos, unida á indicaciones an-
teriores , que descubriendo en Lucano el alma de un
perverso, nos ayudasen á vencer la natural repugnancia
que lleva consigo la atrozidad de un crimen tal ,
que con-
fundiría á Lucano con Nerón mismo. Con efecto ¿cual
podria ser la diferencia entre el matador de Agripina y el

(1) Lib. j5. Annal. par. 56. Past promissd impunitate corrupti
quo tiirdilat^n excusarent , Luoanus ¿.cüiam matram suam , Quin-
tianus Glicium Gallum , Senecio JÍnnium Volliomm , arnicoruin
prascipuos , nominavere.
Itj DISCURSO PRELIMINAR.
delator de Acilia? Siempre que la historia nos presente
casos semejantes , no dudaremos nunca fundar nuestra
crítica sobre este principio, tan cierto como honroso á la

humanidad : es mas fácil suponer la equivocación, ó la


credulidad de un historiador, aunque sea Tácito, que la
existencia de un parricidio ,y se necesitan grandes pruebas
para que se haga verisímil un crimen que tan sabiamente
,

calificó como de imposible el estudiado silencio de Solón.


Al paso que vemos con mucha complacencia desechada
esta especie por escritores de primera nota y que sin em- ,

bargo habían leido el pasaje de Tácito , nos admira verla


admitida y repetida por otros. ¿ Cómo , por miedo á la
muerte , podia mostrar la infame bajeza del último de los
cobardes, el mismo que supo arrostrarla con la intrépida

serenidad del primero de los valientes? ¿Es posible que


muera el malvado con la imperturbabilidad del justo? El
desprecio de la muerte puede no significar nada en aquellos
hombres, á quienes parece reducir á la insensibilidad una
bárbara estupidez ;
pero ¿ eran Séneca ni Lucano de esta
especie? No podemos concebir la existencia del crimen sin
remordimientos, ni acertamos á conciliar entre sí la co-

bardía y heroísmo y la bajeza. ¿ No será


el valor , el

menos violento presumir que Tácito, cuyo único lunar


es el de una cierta propensión á creer lo peor , adoptó en
esta ocasión un rumor falso , y esparcido con estudio en su
tiempo ? ¿ Ignoraría Nerón el artificio conocido de todos
los Nerones ,
que es el de tirar á hacer despreciables sus
víctimas? Ademas ¿cual fué el resultado de la delación de
Lucano contra Acilia su madre? ¿Viene el éxito á com-
probar la existencia de la delación? ¿Cual fué su castigo?
« Acilia , mater Annoti Lucani , sitie absolutiotie , sitie

suplicio dissiinuldlu (i) ». ¿Mientras


. i

(i) Tiicit. A Anal. Lili.


'

l9| imr. 71..


que en la

'i
conjuración
DISCURSO PRELIMINAR. Ivíf

de Pisón , Nonio Prisco es desterrado solo por amigo de


Séneca , y Pompeyo , Cornelio Marcial , Flavio Ne-
(i)

pote, y Estacio Domicio son despojados de la dignidad de


Tribunos , quasi principtm , non quidem odissent , sed
turnen existimarentur (2) , Acilia delatada por su hijo
como cómplice en la conjuración permanece en Roma
c impune ? ¿ Seria sin duda por el horror que debía
inspirar en el alma de Nerón la naturaleza del delator?
Cualquiera que reflexione sobre esto, verá, que para dar
crédito á Tácito en este pasaje , ni aun basta hacer de
Lucano un Nerón •, es necesario multiplicar las violencias :

es necesario atribuir á de Tito y de Nerón las virtudes

Trajano. ¿Es posible que Tácito haya creido tan horrenda


perfidia del único hombre que en el siglo de Nerón , se
atrevió á pronunciar el nombre de libertad, y á tronar
contra la tiranía ? Al ver á Tácito separarse tanto de su
crítica ordinaria , y al observar el modo que tiene de
presentar á Séneca en otro pasaje (3) en que ( si bien
refiriéndose á la fama publica , y sin pronunciar opinión
propia ) se le despoja del honroso título de víctima ino-
cente de Nerón, y se le hace, no solo conjurado y el
primer interesado en la conjuración , sino hombre poco
escrupuloso, y á quien no detiene la perfidia del medio,
como se consiga el fin hemos creido trasluzir en Tácito ;

una cierta prevención contra los Sénecas. Acaso Tácito


contaba entre los amigos de aquel tiempo, de quienes reco-

(1) Tacit. Annal. Lib. 35, parr. 71.


(2) Id. , idem.
(')) Id. par. 55. Fama fuit, Sabrium Flavium cum cer.turionibus
occulto consilio , ñeque tamcn ignorante Séneca, dtslinavisso , ut
post occisum opera Pisonis, Neronem , Pito quoque interficerelur ,

tradeieturque imperium Séneca, quasi iruonft claritudino virtutwn


md iumum fastigiuin delecto.
Ivüj DISCURSO PRELIMINAR.
gi<5 los hechos, algún antiguo resentido de esta familia f

que por su influencia política debió tener muchos , y


tuvo, como uo sucede á todos, un poco de facilidad en
ceder á las impresiones de la amistad.
Reclamamos la indulgencia de nuestros lectores en favor
de esta especie de digresión, en que ciertamente no se trata

del mérito de la Farsalia ,


pero sí del honor de su autor,
cuja defensa, ;í parte lo de Español , de que tampoco que-
remos prescindir, no puede mirarse como absolutamente
extraña á nuestro objeto ,
porque en verdad seria lástima,

y á todo el mundo se le resistiría, encontrar nada bueno en


el delator de su madre.
Qnintiliano ha dicho, que debe contarse á Lucano mas
entre los Oradores que entre los Poetas. Es sabido que los
primeros talentos que se anunciaron en él , y su primera
celebridad fué la de Orador desde muy temprana edad;
mas ¿cómo despojar del título de poeta al autor de la
Farsalia? Por la idea que nos da-de sí mismo, la profusión

poética debió ser en todas sus obras su defecto dominante,

y lejos el modo de explicarse de Qnintiliano ,


de adoptar
estaríamosmucho mas dispuestos á creerle si nos hubiera ,

dicho que habia mucha poesía en la acusación contra el


asesino de Poncia. El mismo le llama arcfens et concitatus ,

y estos defectos pueden servir mejor paila acercar al Orador


ni entusiasmo y exaltación preternatural del Poeta , que
para reducir a este ;i los términos" siempre -naturales del
Orador, lio digamos con Estacio Bcet,im Mantua provocare
nolit : dígase en buen hora que la Farsalia no es ni la

Iliada , ni la Eneida ; también es necesario convenir en


que su BSUDtb no se prestaba tan dócilmente romo el de
aquellas á los encantos de (a poesía : histórico y reciente,
no j.odi.i admitir ai la intervención de los Dioses, ni las
ilusiones de la Fábula, de que Homero y Virgilio podían
,

DISCURSO PRELIMINAR. líf

Sacar y sacaron efectivamente tanto partido ; mas al


,

través de la ingrata naturaleza de su argumento, de los


defectos de su estilo (
que era muy difícil desnudar entera-
mente de la aridez histórica) unas vezes prolijo, é hinchado,
otras, tiene bellezas propias, y que no se encuentran en la
Iliada ni en la Eneida, como ha dicho un gran maestro en el
arte (i). ¡
Qué sublimidad en los pensamientos, qué riqueza
de imaginación no se descubre en su autor !
¡
Y murió á los

veinte y siete años, sin haber tenido tiempo de corregir su

trabajo 1 Ni fué esta la sola obra que compuso ;mas ni sus


discursos oratorios , ni sus Saturnales , ni su poema de la
bajada de Orfeo á los infiernos, que le valió el odio de su

indigno rival , ni otros muchos han llegado á nuestros dias.

Siguen á Lucano en el orden cronológico , y en el mismo


género de composición ,
pero sin tener su mérito , Silio
Itálico,también de origen Español, y el Napolitano Es-
tado. El primero, Cónsul en el año de la muerte de
Nerón , alcanzó todavía los tiempos de Trajano. Su admi-
ración por Virgilio, á quien miraba como á una divinidad,
prueba su gusto , al mismo tiempo que su poema de la
Segunda Guerra Púnica prueba cuan distante eslaba de su
ingenio : así es que solo son dignas de elogio en su obra

aquellas calidades que deben su origen al primero ,


pureza,
corrección y verdad ; y de muy poco las que son el patri-

monio del segundo como invención imágenes


, tales ,

mimen poético. Es, mas bien que un poema épico, un


poema histórico, en que se refieren con la escrupulosidad y
exactitud de la historia todos los sucesos, desde el sitio de
Sagunto hasta la derrota de Aníbal , y triunfo completo de
Roma.
De Estacio, que pertenece á los tiempos de Domiciano,

(0 Essai sur la poé«ie épique.


,

Ix DISCURSO PRELIMINAR.
tenemos la Aquileida no concluida , y la Tebaida en doce
cantos. Uno y otro poema están bien distantes de suponer
en su autor aquel mérito que seria necesario para justificar

la admiración que le prodigó su sig!o. Aunque inftrior á


Silio Itálico, la diferencia no es tanta, que pudiese auto-
rizar á Marcial á prodigar, al uno la sátira, y al otro

grandes elogios. Fué también poeta dramático ;


pero no
podemos saber si fué roas feliz en el drama que en la

epopeya ,
porque sus obras dramáticas no han llegado á
nuestros dias.
A los tiempos de Domiciano pertenece igualmente el

Aragonés Marcial , eminente en el género epigramático.


Protegido .por Tito y Domiciano, gozó en Roma de mucha
consideración pero Trajano , que ni debía gustar del
;

genio de Marcial, ni podria fácilmente disculpar en él sus


elogios á Domiciano, le trató sin duda con tal indiferencia ,

que su amor propio resentido le hizo insoportable la resi-


dencia en la Capital, y se retiró de ella. Fué amigo de
Juvenal y Plinio. El mismo ha pronunciado sobre sus
epigramas el juizio que la posteridad ha confirmado; dice
Lablando de ellos -.
que muchos son malos, algunos me-
dianos, y otros buenos. Si hubiera reducido á un pequeño
numero su prodigiosa multitud , y respetado un poco mas
la decencia y las costumbres, su celebridad, siempre justa,
hubiera sido mayor.
Los dos satíricos Persio y Juvenal pertenecen también á
esta época. Persio , de una familia distinguida , fué discí-
pulo de Cornuto el Estoico , cuyo íntimo amigo fué dcs-
pu< s quien dejó por heredero, y á quien debemos la
, á

publicación de sus obras que se reducen á seis sátiras.


Oiiinlili.íiio elogia mucho su mérito (i). En este género de
' . , . , . ..

(i) Multum et vtrve gloria, quainvis uno libro , l'ertius mtruit,

ÍJi.iul. Lib. iu.


;,

DISCURSO PRELIMINAR. l*¡

composiciones, aunque sin privarnos nunca del derecho de


ejercer nuestra crítica, debemos deferir mucho al juizio de

los antiguos, quienes harían aplicaciones particulares de una


porción de rasgos, para nosotros insignificantes ó insípidos.
Uno de los defectos de Persio se dice que es , por ejemplo
su oscuridad. Este defecto no lo seria , ó seria mucho menor
para los hombres de su siglo, que con conocimiento del
lugar de la escena , de los personajes , de los usos ó cos-
tumbres censuradas, estaban en estado de entender sus
reticencias, y de llenar el vacío de sus construcciones

elípticas, ó de sus medias frases. Persio murió en los tiem-


pos de Nerón á edad de veinte y ocho años , y sin la
la

prudencia de Cornuto , acaso aun antes hubiera sido víc-


tima de este malvado , á quien satirizaba bajo el nombre
de Midas.
Juvenal es el Arquíloco latino; no porque imitase á este
Poeta Griego, porque en la sátira, como dice Quinti-
liano(i), los Romanos no imitaron á nadie, sino por la

excesiva acrimonia con que se explicaba su destemplada


musa. El mismo ha dicho fecit indignatio versum ;
y
efectivamente , prueban su genio caustico y
sus sátiras
mordaz. La sátira de Horacio es una lluvia menuda , que
no deja de mojar, aunque insensiblemente ; la de Persio un
aguazero ú chubasco ,
que incomoda no poco ; pero Ju-
venal es una nube que dispara rayos y centellas. Tiene sin
embargo un mérito eminente y grandes protectores, que le
han creído rival , y aun superior á Horacio. Uno de su»
traductores ha dicho que Juvenal seria el primer Satírico,
si la virtud fuese la primera necesidad de los hombres (2)

(1) Esta parece que es la inteligencia que debe dársele cuando


dice .* So tira tota /¡ostra est.

(z) Dussaulx.
hij DISCURSO PRELIMINAR,
pero nosotros nos atrevemos á decir, que el género de
Juvenal , cuando así fuera , seria el colmo de la impru-
dencia y el delirio : que si es disculpable , es porque, entre
sus fenómenos raros , la naturaleza produce algunos hom-
bres a' quienes es necesario hendir ó desollar para hacerles
sentir, y porque le cupo en suerte el siglo de un Domi-
ciano ; pero repetimos que en general, para restablecer ó
conservar el imperio de la virtud , el género de Horacio es
mil vezes preferible. No pensamos por esto disminuir en
nada los justos elogios que se deben á Juvenal. ¿Cómo
podríamos desconocer su pureza , su concisión y su nobleza
en las sentencias, la valentía de su pincel , y la viveza de
sus tintas ? Poseemos de él diez y seis sátiras. En la sép-
tima satiriza á un actor de teatro, que tuvo bastante in-
fluencia en la Corte de Domiciano para hacerlo desterrar.
Volvió de nuevo á Roma después de la muerte de este,
publicó en tiempo de Trajano la mayor parte de sus sá-
tiras y murió en los tiempos de Adriano.
,

Es también de esta época el autor del poema de los Ar-


gonautas dedicado á Vespasiano. A pesar de sus clogiadores
que le han colocado después de Virgilio , creemos que si su
Argonauticon se hubiese perdido, la posteridad se hubiera
consolado fácilmente de esta pérdida, poseyendo la Eneida.
No sin razón le aconsejaba su amigo Marcial que renunciase
á la poesía.

La memoria de Quintiliano no podia menos de ser siem-

pre grata en los anales de la literatura ; pero dos cosas


contribuyen á disminuirnos la complacencia d« hablar de
él : la necesidad de atribuirle á los tiempos de Domiciano,

y la dificultad de conservar á nuestra patria un titulo de


gloria, de cuya posesión no está todavía cntei júnente des-

pojada, pero que en Verdad lufre impugnaciones terribles.

San Jerónimo, el Bórdeles Ausonio y Casiodoro hacen á


DISCURSO PRELIMINAR. fiiíj

Quintiliano Español , y natural de Calahorra. El tercero,


que es del siglo sexto, probablemente no hizo mas que re-
petir á los dos primeros ,
que aunque escritores antiguos y
respetables, al fin pertenecen al siglo cuarto, y escribieron
mas de dos siglos después de Quintiliano. Sin embargo , su
testimonio bastaria á mantenernos en este estado de posesión,
si S. Jerónimo, que es de los dos el mas antiguo, no hu-
biese añadido que Quintiliano fué traído á Roma por Galba
en el año 69, siendo así que según Tácito, diez años antea
había muerto Orador Domicio Afer, de quien Quinti-
el

liano dice eorum quos viderim, Dominas Afer et Julius


:

Africanus longe prestantissimi. Añádase á esto no como ,

quiera , el silencio de Marcial que siendo en caso su pai-


,

sano y contemporáneo , apenas parece creíble que hubiera


dejado de comprenderle en el numero de los Españole*
célebres a quienes alaba en uno de sus epigramas, sino su
aserción positiva designándole como Romano:
Quintiliane , vagos moderator summe juvenlce ,

Gloria Romana?, Quintil iaite, togee.

Pío tiene duda que Quintiliano habla siempre de Roma


como de su casa, y del resto del mundo como de la agena.
En fin , si Quintiliano era Español , dice su traductor
francés el Abate Gédoyn, habia sin duda olvidado su
lengua, pues que hablando de las palabras exlrangeras
que habian pasado á la lengua latina , dice de gurdus,
haber oido decir que era española. Con efecto , así se ex-
plica en el Lib. 10, cap. 5 o . Et gurdus , quos pro sto-
lidis accipit vulgus , ex Hispanid duxisse originem audivi.
Convidamos á nuestros hombres versados en la historia á
hacerse cargo de estas objeciones , y
puedan responder
¡
ojalá
á ellas victoriosamente , aun cuando nos veamos precisados
á pasar por la triste confesión de no haber sabido hacer otro
Ixív DISCURSO PRELIMINAR.
tanto! En cuanto á su mérito, su nombre es su elogio,
y
así nos contentaremos con decir, que si nada se hubiese
sabido sobre los tiempos en que existió, nadie habria va-
cilado un momento en colocarle á lado de los primeros
escritores del siglo de Cicerón. Fué maestro de Juvenal y
Plinio el Joven, y maestro de cuantos hombres grandes han
existido después de él.
¡
Quien no debe algo á Quintiliano!
De todas las obras que se le atribuyen, solo sus Instituciones
Oratorias son, verdaderamente suyas , y no las diez y nueve
Declamaciones, ni las Controversias. Después de haber
estado perdidas é ignoradas muchos siglos, el Florentin Pog-
gio Bracciolini descubrid en el décimo quinto un ejemplar
de las primeras en una torre del monasterio de S. Galo ejem- :

plar que envió á Leonardo Aretino su amigo ; pero que sin


duda no era vínico , pues que este le cotejó con otro que él

tenia en su biblioteca , y estos son los que han servido á su


impresión.
El siglo del Emperador Trajano, uno de los hijos mas
ilustres de que laEspaña puede gloriarse, es célebre en la
historia de la literatura por los nombres de Floro, Sue-
tonio , Plinio el Joven , el Griego Plutarco ,
Quinto Curcio
y Tácito.
No se nos oculta que este último nació bajo el imperio
de Nerón, que debió su primera protección á Vespasiano y
sus ascensos á Tito y al hipócrita Domiciano (i), quien
creyó sin duda, que para parecerse al ilustre amigo de
Virgilio y Horacio , y engañar á la posteridad , bastaria
proteger á Quintiliano y Tácito. Sin embargo, atribuyendo
á Trajano la gloria de este escritor , no creemos hacer otra
cosa que entender bien lo que él quiso decirnos por

(l) Dignitatem nostram á ftspaslano inchoatam , á Tito auctamf


é Uomuiano longiuj pronctam non abnueriin, Tucit., Lib. iu . Uist.
DISCURSO PRELIMINAR. !*r

aquellas palabras memorables ,


que ¡
ojalá hubieran podido
tener una aplicación mas frecuente en la historia de los

Príncipes, que han sucedido á Trajano ! Rara temporum


felicítate ubi sentiré quoe velis , et quce sentías dicere
licet (i). A las virtudes de Trajano debe la posteridad el
pincel valiente, la libertad filosófica del primero de los
historiadores , y con ella , la mejor lección sobre el verda-
dero modo de escribir la historia. Sus obras son el tratado

de sitUj moribus , ct populis Germanice. Esta obra, tan esti-

mable por todas las calidades que distinguen á Tácito, y


por su importancia histórica , adolece de un poco de exa-
geración en las alabanzas que prodiga á aquellos Bárbaros,
Pintando las costumbres puras de un pueblo casi salvaje,

quiso dar lecciones á sus conciudadanos corrompidos (i).

Sus Anales contenían los sucesos correspondientes á los


tiempos de Tiberio , Calígula , Claudio y Nerón ; pero á
pesar de los medios exquisitos que empleó el Emperador
Tácito, que se gloriaba de descender del historiador ,
para
conservar y trasmitir á la posteridad tan precioso depósito,
nada tenemos de lo relativo á los tiempos de Calígula, y casi
nada de Claudio del ; libro quinto no hay sino un pequeñí-
simo fragmento, y faltan los demás todos desde el sexto al on-
ceno. La vida de su suegro Agrícola es, dice Laharpe, la obra
maestra de Tácito ,
que no supo hacer sino obras maestras.
Lo que él dixo de Agrícola pudiera , aplicándose á su obra,
pasar por una profecía : JYam multas veterum , velut ¿n-
glorios et ignobiles oblivio obruet ; Agrícola posteritatí
nar ratas et traditus , superstes erit. De su Breviariunx
Historíce, que debía comprender desde Galba hasta Nerva ,

es decir, desde el ano 69 hasta el 96, no tenemos sino

(0 Tacit. , líb i °. ,
f
Hist.
(i) Tal es la opinión del autor de VEuti sur les maeurs.
lxv| DISCURSO PRELIMINAR.
cinco libros y esos incompletos, que comprenden lo re-
,

lativo á Otón y Vitelio y muy poco de Vespasiano, es


,

decir , un espacio de dos años. No hay nada que pueda


consolarnos de esta pérdida ,
pues que no hay otro Tácito.
Su carácter distintivo es la concisión y la fuerza ; pero sin
dejar de poseer todas las demás calidades de un historiador,
cuyo estilo tiene que variar con las situaciones. Es un Ti-
ciano en la imitación , un Corregió en los coloridos , y un
Rafael en sublimidad de sus rasgos y en
la la grandeza de
la composición.
El nombre de Plinio el Joven es casi inseparable del de
Tácito, y sino tuviera una celebridad propia é indepen-
diente, bastaria á dársela en los anales de la literatura, la
amistad de este grande hombre. Su memoria debe ser
igualmente grata á la humanidad por sus virtudes. El alma
de Plinio era un templo de todas ellas. Los que han creido
ver en él una debilidad en sus alabanzas á Trajano,y en
este, otra en escucharlas, teman no adolecer de aquella
que debe su origen á una predisposición siniestra ,
que nos
arrastra á explicar las acciones de los demás del peor modo
posible. Trajano no oyó de la boca de Plinio, sino un pe-
queño discurso en que le daba gracias por su nombra-
miento al consulado, no el panegírico que poseemos , y que
Plinio compuso después; y en cuanto á este, ¿podia exa-
gerar hablando de Trajano? ¿ Exageró efectivamente? No.
¿Obró por un principio de adulación? Esta pasión baja é
indecente es el patrimonio de los hombres sin carácter,
y
el de Plinio era muy noble. Los que lo duden, que recuer-
den el que manifestó cuando sus amigos , temiendo por él,
le aconsejaban que abandonase una acusación intentada
contra un favorito *le y el que anteriormente
Domieiano :

habú manifestado protegiendo y ocultando en su C&M, con


tanto riesgo suyo, las víctimas de este malvado. Comparaudo
DISCURSO PRELIMINAR. Ixvij

estos rasgos entre sí, hallarán que la verdadera explicación


está en que los hombres del temple de Piinio , si oponen á
la injusticiay la tiranía una alma de bronce, al aspecto de
la virtud se abandonan sin reserva á todas las efusiones de

su corazón. No tenemos de este hombre estimable , y de


este insigne literato mas que el Panegírico de Trajano, y sus

cartas ; ninguna de sus oraciones , ni una historia que es-


cribió de su tiempo. Estas pérdidas son tanto mas sensibles,

cuanto que el mérito de su panegírico , y la interesante lec-

tura de sus cartas nos presentan á Piinio como un amigo


digno de Tácito : en el primero, su estilo es puro, elegante
y noble : y en segundas tiene aquella soltura y gracias
las

propias del género ; pero en estas y aquel , se le des-


cubre un poco de propensión á los pensamientos alambi-
cados.
De Quinto Curcio nada se sabe , sino lo que basta á su
celebridad , es decir, que es autor de la Historia de Alejan-
dro el Magno y ,
se cree que floreció por los tiempos de Ves-
pasiano, ó Trajano. Su obra nos ha llegado incompleta. Su
estilo es ameno , elegante y florido. Un literato halla en su

historia mucho que elogiar; pero á un político y á un filó-

sofo les deja mucho que desear. A pesar del mérito eminente
de Curcio, es necesario convenir en que, en la historia de
Alejandro , no habría estado de sobra la pluma filosófica de
un Tácito.
El célebre Plutarco, amigo y maestro de Trajano, y
elevado por este á la dignidad proeonsular , nació en Que-
ronea, pequeña ciudad de la Beocia, á donde se retiró

después de la muerte de este Emperador, y donde escribió


las obras que le han hecho memorable. En todas ellas se

descubre aquel vasto caudal de conocimientos y erudición,


que le habían dado su laboriosidad y sus viajes , unido á
aquel sentido recto, á aquella sana razón, que distingue á
,

Ixviij DISCURSO PRELIMINAR.


Plutarco; pero en sus vidas de Hombres Ilustres, manifestó"
que estas calidades no estaban en él reñidas con las gracias
de laelocuencia, y que sabiendo raziozinar como Euclídes,
no leerá absolutamente extraño el talento de Demóstenes.
Su estilo en general no es ameno, ni florido, y aun uno de
sus traductores (i) parece censurarle de algún tanto desa-
liñado ; pero en cambio es vehemente , enérgico , sublime
en la moral, y á cada paso se encuentran en él aquellos
rasgos que caracterizan los grandes maestros. Eia tal su
pasión por la tierra natal ,
que después de la muerte de
Trajauo ,
jamas quiso salir de Queronea y nunca perdió su
,

moderación , sino cuando se propuso vengar á la Beocia de


las injurias lo que no me-
que suponía haber recibido en
recía sino el nombre de equivocaciones de Herodoto. Tenia
de sí mismo una opinión justa, y previo que su nombre
baria célebre su patria.
El Español Aneo Floro, y Suetonio, que tocan ya en los
tiempos de Adriano de quien el primero fué rival en la
,

poesía, y el segundo Secretario, siendo ya Emperador,


terminan el siglo de Trajano. El primero fué tan florido
como árido el segundo. En el compendio de la historia
romana de aquel , hay algunas vezes mas imaginación que
critica , mas poesía que historia. En las vidas de los Césares
de este , los hechos están demasiado desnudos : su obra es

mas bien un cronicón ,


que una historia ; y mientras Livío
nos embelesa, y Salustio y Tácito nos arrastran, Suetonio
no hace mas que interesar nuestra curiosidad , y á lo sumo ,
agradarnos por su corrección.
Aunque el trono de los Césares, después de la muerte de
Ti ijuno, estuvo ocupado por hombres grandes, la deca-
dencia de la literatura caminó á pasos de gigante, sin que

(i) Dacur.
t

DISCURSO PRELIMINAR. lxlx

bastasen á detener su precipitada ruina la influencia de un


Adriano, un An tonino , un Mareo Aurelio. No obstante,
aun pueden citarse de esta época nombres dignos de una
mención honrosa un Pausanias, un Luciano Samosa-
:

tcnse, Anlo Gelio, el compendiador de Pompcyo Trogo,


y Ateneo.
El viaje de Pausanias á la Grecia , ademas de su im-
portancia histórica, tiene el mérito de una o!>ra bien es-
crita : la narración en general es bastante feliz, y en al-
gunos trozos se eleva á toda la majestad de la histoi

El Luciano tiene aun un mérito mucho mas dis-


satírico

tinguido como escritor: Hijo de un padre pobre, que quiso,


como el de Sócrates, dedicarle ú la escultura, supo pol-
la fuerza de sus talentos fijar la atención de sus contem-
poráneos y la del Emperador Marco Aurelio, que apreció
,

y honro su mérito. En sus obras numerosas, al través de


los defectos de difuso algunas vezes, puerilmente chocar-

rero otras, no siempre justo ni consiguiente, se hallan


todavía bellezas apfeciables : mucha pureza de lenguaje,
aquella gracia y soltura de estilo propia del género a que
se dedicó, mucha imaginación , y la sal ática derramada
hasta con profusión. Sin el crítico J^ongino, Luciano seria

el óltimo suspiro digno de la Grecia moribunda.


Aulo Gelio, y Ateneo merecen ser citados, no como mo-
delos en su género, sino por su importancia histórica,
y
porque en sus obras nos han conservado algunos frag-
mentos de mejores tiempos. No sucede lo mismo con el
compendiador de Trogo Pompeyo, en quien se encuentra
pureza , corrección cuadros bastante animados y trozos
,

elo< '-.v ntes. El mérito de esta obra no debe referirse al com-


pendiador Justino, sino al Francés Trogo que perteneció
al siglo de Augusto. Justino, según todas las apariencias.
no fué sino un servil copista, a quien no debemos acase
Tom. I. e
, ,

Ixx DISCURSO PRELIMINAR.


otro favor, que el de habernos privado de vina obra buena
por un eompendio que tal vez habría podido ser. mejor.
Sin el historiador Heíodiano, y el crítico Longino, ya
el siglo tercero no tendría derecho de pertenecer á los ana-
les de la literatura. El primero, natural de Alejandría, y
que florecía á mediados del siglo , nos ha dejado en su

Emperadores
historia de los posteriores a Marco Aurelio,
una obra superior por las gracias de su estilo á lo
que
podia esperarse de estos tiempos mas el segundo es en ;

ellos un verdadero fenómeno. En un siglo en que Atenas


y Roma estaban reducidas á insípidos versistas en la poesía,

y á sofistas y ridículos declamadores en la elocuencia ,

la' aparición de un crítico como Longino es ciertamente


una cosa digna de admiración. ¿ Cómo se preservó del con-
tagio universal ? ¿ Quien le inspiró el gusto de la hermosa
antigüedad? ¿Donde adquirió aquel fino discernimiento que
le hace ser un oráculo ,
que consulta todavía con admira-
ción un siglo tan aualítico y lógico? Convengamos en que
Longino es uno de aquellos talentos privilegiados, que, su-

periores a cuanto los rodea, parecen crearse á sí mismos,


y á quienes no puede desnaturalizar la fuerza del ejemplo,
ni corromper ninguna especie de infección, Longino era

natural de Atenas : fué maestro de la gran Zenobia


Rey na de Palm ira, y fué tal la estimación que la inspira-

ron sus grandes calidades, que vino ser su ministro,


y tí

aun, según parece, el hombre de su absoluta confianza,


aun en los casos mas apurados. Cuando Aurcliano la tenia
sitiada dentro de Palmira , Longino fué quien le aconsejó
lá resistencia y sobre quien, después de entregada al fin

la ciudad, ic<:a\ó la \enganza del cruel Aurcliano. Había


escrito una colección de observaciones críticas sobre los

aUtOreá antiguos; mas ni esta ni otras varías obras suyas

lian llegado d nuestros días i solo poscenios de él su tratado


DISCURSO PRELIMINAR. lxxj

del Sublime, en él que con mucha frecuencia nos presenta


el ejemplo á lado del precepto , y nos da lecciones de
sublimidad y elocuencia, siendo al mismo tiempo elocuente
y sublime.
. De aquí adelante, nuevos sucesos van á cambial ya de
un modo ostensible el aspecto del universo entero, y á dar

una nueva dirección al espíritu humano. Sobre las ruinas


del politeísmo, en medio de la contradicción que oponen
siempre á verdades nuevas errores envejezidos, la religión
de Jesu Cristo, abandonada a síy triunfando por
sola, la

pureza de su doctrina y la sublimidad de sus máximas, se

Labia formado y extendido prodigiosamente en los tres pri-

meros siglos de la Iglesia. La idea de Un solo Dios ,


padre
común de los hombres, de un solo culto, de una religión

universal, de un sistema, enlin , de fraternidad y de amor,


que venia a reemplazar el lugar antes ocupado por orácu-
los desmentidos, y á llenar con ventajas el vacío que de-
jaban fábulas que los progresos de la razón habían hecho
ridiculas, no podia menos de hallai discípulos
y protec-
tores, sobre lodo fomentada y estimulada por la persecu-
ción, y acreditada por el martirio. En la lucha de las pa-
siones, al través de grandes obstáculos, esta id a absor-
bió todas las demás, este interés vino i reemplazar los que
habían agitado el mundo en los tiempos de Mario y Sila,
de César y Pompeyo, y abrió un nuevo campó a los talen-
tos. Mas como se trataba de sustituir la verdad á la fic-

ción, la razón ala imaginación, el arte de Homero v de


Virgilio quedó como llorando en el srftncio tan sensible
perdida, y sola la elocuencia pudo tomar parle en la dis-
cusión, cubriendo unas vezes con sus gracias fá 'íeformi-
dad del error, y viniendo otras á hermosear y apresurar
él triunfo de la razón. El del Evangelio, en el e-tado de su
primitiva pureza , era ciertamente un asunto de mas gran-
,;

Ixxlj DISCURSO PRELIMINAR


deza y sublimidad ,
que los que habían resonado sobre \»
tribuna de Cicerón y de Demóstenes; pero en general, ef
modo de tratarle no podia menos de resentirse del gusto-
corrompido de su siglo. Sin embargo, yq á fines del se-
gundo Tertuliano, aunque al través de alguna dureza
,
y
oscuridad en su Apología y Miuncio Félix en su Octavius , ,

habian hecho defensas elocuentes del Cristianismo y á :

fines del tercero, Lactancio, llamado el Cicerón Cristiano r

Labia efectivamente , en sus Institutiones divinas , co-


pleado un lenguaje tan puro , tan elegante y noble, que
justifica hasta cierto punto el nombre que se le ha dado
sin que el partido que resistía hubiese dejado de tener
en el siglo segundo un Celso y en el tercero un Porfirio ,
,

discípulo de Longino , y uno de los hombres mas elocuen-


tes de su tiempo.
En el siglo cuarto , los sucesos parecen agolparse. Cada
dia se iban haciendo mas serias las invasiones de los Bárba-
ros : transládase á Bizanzio la silla del Imperio : divídese
este en los hijos de Teodosio : la religión de Jesu Cristo,
declarada ya dominante desde Constantino , excita en su
triunfo pasiones encarnizadas : no están domas para de-
fenderla contra el orador Simaco y otros muchos, las elo-

cuentes plumas de un S. Basilio, un S. Gregorio Nazianze-


no, un S. Juan Crisústomo y un S. Auguslin , dignos de
ocupar, como oradores y escritores, un lugar distinguido
entre los mas señalados de la antigüedad, y casi los vínicos
que en este siglo merecen el honor de pertenecer á la histo-
ria de la literatura.

El 01 i/ontc ge oscurece mas y hkis en, el siglo quinto.

Tnilo anuncia La presencia <!<• la tempestad ,


que por laníos
6¡m|,,. i i i extinguir el genio, á reducirle ra$on a] lijen*

¡pío., v l.i especie humana ; > ' ; < estupidez. El Noiie inagoia-

ble Jjnza sus legiones, y cu ellas el rayo exta minador


DISCURSO PRELIMINAR. lxxü'j

*[ue consume en un momento cuanto han producido siglo*

incontables de civilización y de progresos. El Imperio Ro-


mano , débil por dividido, y débil por corrupción , nó
puede resistir , y al desplomarse , reproduce en su ruina.
la ima'gen del caos. El Occidente sucumbe primero, y si

el Oriente, mas desgraciado todavía, resiste, es para llorar


después la sensible pérdida de haber trocado la diadema
por 'el turbante, el código por la espada, y el Evangelio
-por el Alcorán.
Por otra parte , como si la densidad de las sombras
que formaron esta noche tenebrosa no consintiese ninguna
.especie de resplandor , la religión de Jesu Cristo , una vez
dominante, comenzó á mirarse como un elemento del po-
der , á pertenecer por un abuso bien contrario al espíritu
de su autor, á las intrigas de la política y á verse afeada
,

por la ir.ezcla extraña de todas las pasiones. La ambición


tomó la máscara de la religión , y los ambiciosos se divi-
dieron y crearon sistemas nuevos para hacerse la guerra :

¿suscitáronse millares de cuestiones : dividiéronse los secta-


rios : el furor se apoderó de todas las cabezas : formóse un
mundo disputador y escolástico : tocaron á rebato las fac-

ciones todas unas contra otras , y el genio de la discordia

y el fanatismo vinieron á consolidar el trono sanguinario


de una feroz ignorancia. Gritar y perseguirse, tal fué la
divisa de este largo intervalo, que no pertenece ni á la his-
toria de la literatura ni de la razón , sino por sus tristes re-

Cuerdos , y cuyo desenlaze fué ,


por la influencia de tod;is

estas causas , el de resultar la especie humana dividida


en vencedores y vencidos , en Señores y esclavos, en faná-
ticos é imbéciles.

En el Occidente sobre todo, ¿cómo salir del enmara-


ñado laberinto , á que le habia reducido una disolución
«ompl.eta d.? í<j4q¿ ltíj> elementos del orden , haciendo de
Ixxly discurso preliminar.
él un vasto circo, cnque no se vetan sino fieras y vícti-
mas ? jj
Cómo apazignar la gritería de los disputadores,
y. el fmor.de toda especie de coi*. batientes 7, ¿ Cómo, en
jrnedjo,dc aquella anárquica fendalidad.* poner un término
a la devasta* ion caucada por güeñas no interrumpidas
.de Señor á Señor.,, de estos Soberano, y de todos á
al

los pueblos, dando así el tiempo de respirar a la pobre


razón? JNeeesi'.ábase una id< a extraordinaria, que arreba-
tase el espíritu del siglo, y le diese un nuevo impulso mo-
ral. Las Cruzadas produjeron este efecto, no previsto cier-

tamente por sus autoies. La naturaleza, al condenarnos


á una .alternativa fie bienes y de males, ordenó de tal
suerte las causas y los erectos que del exceso mismo
,

del mal baee nacer el remedio. Ln el (lia, un escritor

muy recomendable, ejercitando su fina critica sobre la in-

fluencia y consecuencias de esta empresa, al parecer


tan funesta á la Europa, nos ha hecho ver los bienes
incalculables que de pila resoltaron. Entre otros muchos
que no tienen con nuestro objeto una relación directa,
uno de ellos fué el de abrir nuevas comunicaciones con
el Oriente , ;
centro .siempre de aquella cultura que había
podido salvarse de las irrupciones de los Iíarbaros :
y otro,
el de haber dado. al espíritu caballeresco un grado de
entusiasmo, «¡tic exajló las idras del pundonor, inspiró

mil pasiones nobles , dio aj amor un carácter de mora»

lidad , de delieade/a y de e'e\ ación : el heroísmo de esta


pasión despertó de mi letargo a las Atusas adormecidas, y
la magia de la poesía empezó á hacer nacer el gusto fio

la literatura , ya mostrar .í los hombres un nuevo camino


de vlorii, «pie no fuese el de la mortandad y el estrago
ílcl guenno.
DISCURSO PRELIMINAR. Ixxy

Renacimiento de las Buenas Letras, y principio

de la Literatura Moderna.

Las trovas de los Provenzales, y las canciones de los


Sicilianos , dice nuestro Luzan , dieron nueva vida y ser
á ya muerta y olvidada poesía, (i) Con efecto, tales
la

fueron sus primeros y débiles vagidos. El amor ha sido


su cuna; pero el amor convertido en pasión por las ideas
de la Caballería : aquel amor que hoy llama romanesco
un siglo corrompido , después de haberlo despojado de las

ilusiones que formaron los héroes y los poetas, para redu-


cirlo á un puro apetito, incapaz de producir otra cosa
que frivolidad y licencia. ¿Quien inspiró sus versos al
Dante y al Petrarca? ¿ Y quien, sino el Petrarca y el
Dante , anunció á la tierra desolada la época de una res-
tauración, el oriente de una nueva luz, que debia ahu-
yentar la tenebrosa noche de los siglos que forman la edad
media ? Estos dos hombres célebres ,
que adjudican á la

Italia el honroso título de Restauradora de las Buenas


Letras, produjeron en el siglo XIV la revolución feliz, á

que la literatura moderua empieza á deber las primeras


semillas del buen gusto.
El primero, hijo de Florencia, y á quien su imagi-
nación fogosa arrojó en las facciones que dividían su agi-

tada patria, no gozó, por Gibelino, de la recompensa de-


bida á sus talentos; pero el segundo, cuya alma tierna
y sensible había nacido para amar a Laura, y no para
el furor de los combates y de los facciones, pareció ol-
vidar las injusticias de su patria ,
que bahía destellado
á su familia , y gozó en su siglo de una consideración sin
igual. El triunfo del Petrarca en Roma es como el reci- ,

(i) Lib. i°., cap. 3 de su Poética.


Ixxvj DISCURSO PRELIMINAR,
bimiento qué hace el siglo XIV á las Musas ,
que por tanta
tiempo había ahuyentado el grito horrísono del fanatismo

y la barbarie. Dante y Petrarca son ciertamente dos hom-


bres prodigiosos : al través de sus defectos, apenas se con-
cibe cómo pudieron ser tan grandes. El primero tiene mas
invención , mas fuego el segundo mas gusto mas sensi-
:
,

bilidad ; pero uno y otro son muy superiores al siglo á


que pertenecieron. Del Dante tenemos diferentes obras , y
un número mucho mas considerable del Petrarca; pero
las que les han dado la consideración de que gozan son :

á este, sus sonetos y canciones, y á aquel su poema del In-


fierno , Purgatorio y Paraíso. Ni los escritos políticos del
primero; ni los tratados morales , ni las poesías latinas del
segundo , habrían merecido, aunque no desnudas de todo
mérito, los elogios que por aquellas les tributa una poste-
ridad reconocida ; sin dejar por eso de medir su mérito
con la vara de la razón y de la crítica, y reprender en
Dante el desarreglo monstruoso de su imaginación, y sin

aprobar en el Petrarca la puerilidad del retruécano , y


el esfuerzo de sutilizar donde no convendría sino sentir.
Bocacio, discípulo del Petrarca, no pudo nunca apren-
der de éhí hacer buenos versos ;
pero en cambio, su genio la

inspiró una presa muy superior á la de su maestro, y


contribuyó así al renacimiento de las letras de una ma-

nera tan eíieaz, que merece ser asociado á los dos ante-
riores, y partir eon ellos la gloría de su restauración.
También compuso una multitud de obras en que mani-
fiesta su* vasta erudición; pero la mas conocida por su

InéVitO distinguido es su Dcaimcron que es iid;i colección ,

«le novel. is, «n que unió li sencillez. , soltura y agra-


dable variedad ,
propia de éste género , á una pureza
un. i elegancia, que, como dice un crítico célebre , no
c/iscjczc j ú pesar del imperio que ejerce el tiempo sobre
,

DISCURSO PRELIMINAR. lxxvij

lenguaje y los escritores. Esta obra algo libre se re-


el , ,

siente de la juventud y costumbres de su autor, que por


esta razón , en sus últimos años, en que sus ideas cam-
biaron enteramente, quemó su manuscrito original, sin

que alcanzase á impedirlo loda la influencia del Petrarca.

Afortunadamente babia ya esparcido algunas copias, que


son las que han servido para su impresión.
Uno de los hombres que pertenecen á esta época , y
tiene derecho á (pie su nombre sea contado entre los res-

tauradores de las Buenas Letras, es Roberto de Anjou ,

Rey de Ñapóles, hijo de Carlos el Cojo , y llamado el

Salomón de su tiempo. Después que el Petrarca le re-


concilió con las Musas les dedicó algunos momentos
,

y extendió á estas la protección , que hasta entonces no


había dispensado sino á las ciencias.
"
Algunos de nuestros autores, y entre ellos el celebre
Saavedra en su República Literaria, haciendo hablar á Her-
nando de Herrera , han asegurado que el Valenciano Au-
sias Marcas, (i) fué antes que el Petrarca, y que de
él tomó el Poeta Italiano. Nuestro Luzan dice que consta ,

evidentemente que Ansias fué muy posterior al Petrarca:

y D. Nicolás Antonio, en su prólogo á la Biblioteca de


escritores posteriores al siglo XV , habla de él como
de un poeta de mucho mérito y anterior á Juan de Mena,
de quien dice en el mismo lugar que imitó al Dante y
al Petrarca ¿ Si este hubiera tenido á Ausias por modelo,
se habria olvidado de decirlo Nicolás Antonio? Y en un
lugar en que precisamente se propone celebrar nuestras
glorias literarias, ¿se habria olvidado de esta, que sin dis-

puta seria la primera de todas ?

En el siglo XV , dos grandes sucesos vinieron á pro-


_______________ .
_______

il) Así le lltuua Jíiccilis Aütonio-.


hxvlij DISCURSO PRELIMINAR.
tcger , extender y consolidar en el Occidente el impulso
dado en general á la razón, y en particular á las Buenas
Letras, por el Dante, Petrarca y Bccacio : la imprenta,
el

y la ruina completa del Imperio de Oriente y ocupación


de Constantinopla por Maliomet II. La coincidencia de
estos dos grandes acontecimientos de una naturaleza tan
opuesta ,
parece como estudiada para dulzificarnos la

idea del mal por la esperanza del remedio. Si el error,


en la última acaso de sus grandes reacciones, arma el
brazo de un fanático, y amenaza extenderse por el Oriente,
la verdad en el Occidente , ocupando el trono inaccesible

cu que al fin la coloca el Genio de la imprenta, anuncia


á los hombres la eternidad de su imperio , sobre las ruinas
del fanatismo y la tiranía.

A la caida del Imperio Griego mandaba en Florencia ,

el célebre Cosme de Mediéis sucedido después por Lo- ,

renzo el Grande su nieto, llamado también el Padre del


pueblo. En medio de las ridiculas disputas que ocupa-
ban á los Griegos sobre la naturaleza creada ó increada
de la luz que los Apóstoles vieron sobre el Tabor, no pue-
de menos de confesarse que Conslantinopla era todavía
como el centro y: depósito de las luzes. La Corte de los

ilustrados Mediéis ofreció un asilo á cuantos hombres gran-


de abrigaba aquella en su seno : el Occidente pagó al
Oriente una deuda antigua , y la funesta desgracia de
este, apresuró cu aquel el progreso, -!> l;is luzes, y con-
tribuyó así < í¡< •a/.ísimamente á formar un siglo, que con
sobrada ra/on lleva el nombre de sus ilustres protectores.

El infatigable Cosme fundó la, Universidad de Pisa, esta-


bléelo imprentas, formó bibliotecas, recogió reanuscri»
1ii^, y erigió cátedras en que se formaba el gusto de la

juventud por la lectura, inteligencia^ explicaciones. que


se huelan del Dante y del Petrarca. Su nieto Lorenzo,
: ,

DISCURSO PRELIMINAR. l«ix

que no ambicionaba menos el título de Protector de las

luzes. reunió en su brillante Corte los sabios y literatos de


su tiempo , recompensó con generosidad los talentos

aumentó considerablemente y á toda costa las bibliote- ,


,

cas y manuscritos , y mismo fué uno de los poetas


él

de su tiempo. Uno de sus dos lujos que ocupó mas ,

adelante la silla de Roma con el nombre de León X,


mantuvo, por decirlo a-í , el mismo espíritu de familia,
sin que
ni la santidad de la tiara , ni los asombrosos su-
cesos de su tiempo pudiesen nunca hacerle romper su
comercio con las Musas, á quienes debe sin duda la mejor
pagina de su historia. A estos ilustres protectores debe
la literatura el impulso extraordinario que le dieron en
los siglos XV y XVÍ el Griego Juan Lascaris, gran filó-

logo y autor epigramático, y el mismo que habiendo pa-


sado á Constantiuopla por orden de Lorenzo de Mediéis,
recogió y trajo una infinidad de preciosos manuscritos:
un Angelo Policiano, maestro de León X, traductor de
Herodiano , autor epigramático, y de mucho mérito en
varios otros géneros un Sanázaro , autor de diferentes
:

elegías églogas y del poema de Parlu Virginis , al que


,

debe su mayor celebridad , y de otro que intituló Ja Arca-


dia : el satírico Erasmo ,
panegirista de la locura, é imita-
dor de Luciano :el erudito Cardenal Bembo, escritor y poe-
ta muy apreciable, á pesar de su Cicero-manía : el univer-
sal y elegante Sadoleto , autor del Curtius y Laocoon
y un Fracastor, á quien Sanázaro confiesa la superiori-
dad, autor de un poema épico que tituló José, y de que
no tenemos sino dos cantos , y de otro poema en el gé-
nero didáctico, en que imitó bastante dignamente á Vir-
gilio, tratando una materia mas difícil de manejar, que
la que forma el objeto de las Geórgicas.
Mateo Boyardo, el Ariosto , el Trisino , Maquiavelo,
Hxx DISCURSO PRELIMINAR.
Guichardini Guarino y Taso reclaman de justicia artfi
,

culos separados
por la influencia particularísima que
,

estos grandes modelos tuvieron sobre la literatura de laf

demás naciones.
El Conde de Escandiano Mateo Boyardo, autor de un$
traducción de Herodoto y de Apuleyo , y de muchas poe-
sías de diferentes géneros , lo fué también del Orlandq

Enamorado , obra en que al través de una imaginación»


,

en delirio, se ve una riqueza de invención asombrosa, una


variedad inagotable , caracteres exagerados ciertamente,
pero bien diseñados , y que se corresponden en su misma
exageración. Nuestro. Cervantes hacia de él un aprecio tan
singular ,
que quería reducir la pena de Reinaldos de
Montalban á puro destierro perpetuo
,
, dice , siquiera por-
que tiene parte de la invención del famoso Mateo Boyardo,
de donde también tejió su tela el cristiano Poeta Ludo-
vico Ariosto ; especie que habia dicho ya anteriormente
Garrido de Villena, poeta nuestro del siglo XVI, y na-
tural de Baeza, traductor del Orlando Enamorado , y
autor de un poema de la batalla de Roncesvalles. Boyardo
no pudo acabar el suyo ,
que ha sido continuado por
Nicolás Agostini ,
poeta muy frió para ser el continua-
dor de Boyardo.
Luis Ariosto , natural de Regio, amigo del Cardonal
Bembo, es uno cíe aquellos ingenios prodigiosos y uni-

versales, nacidos para sobresalir en un género, y capazes


de distinguirse éft lodos. Así es que, ademas de haber
compuesto sátiras, comedias de bástante mérito, sonetos,
canciones y poesía! latinas es el autor del Orlando Fu- ,

rioso, título que de tal manera le asocia á la Inerte de


los hombres mas grandes en el alto género de la poesía,

que entre sus conciu 1 i lanas ha disputado al Taso la gloria

de la preferencia , al Taso qtw le la disputa á los prj-


. ,

. EÍSCUUSO PRELIMINAR, lxxxj

iberos modelos de la antigüedad. El autor de la Enriada,


que parece resistirse á darle el título de poeta épico
reconoce sin embargo en él un mérito muy sobresaliente: (i)

El crítico Labarpe no conoce entre todos los poetas mo-


dernos uno mas enérgico que el Arioslo ni dos cua-
, ,

dros mas dignos de ser comparados con los de Homero,


que los de la tempestad y el ataque de las puertas de ,

París por el Rey de Argel en el Orlando Furioso. (2)


En cuanto á nosotros ¿ qué podremos añadir al juizio do
Cervantes ? Al cual si aquí' le hallo dice del Or-
lando de Ariosto, y habla otra lengua c/ue la suya y
no le guardaré respeto alguno ; pero si habla en su idoma ,

le pondré sobre mi cabeza.YX Cardenal Bembo quiso


hacer á su lengua , y en general á la literatura moderna
un daño, que no hubiera quedado recompensado por todo
su mérito personal. Excitó al Ariosto á dedicarse á com-
poner en latin. Este justo apreciador de Virgilio quiso
mas ser, como César, el primer poeta entre los Ita-
lianos ,
que el segundo de los Latinos ; y así se lo res-

pondió. Sin la existencia del Taso, su respuesta no hu-


luera sufrido , ni aun la mas ligera contradicción , y en
competencia de cualquier otio, la posteridad habría pen-
sado como los Académicos de la Crusca. Ariosto vivió muy
estimado en la Corte de los Duques de Ferrara ,
que le

honraron con diferentes comisiones y empleos , y murió


en 633.1

El Trisino , autor de la Italia libertada por Belisario


del yugo de los Godos, tuvo en este poema la regularidad
que faltaba al de Ariosto ;
pero en cambio de esto , tatu-

,'

(i) Si on lit Hotnére par une espéoe de devoir , on lit et on relil

fruirioste pour son plaisir. £tni sur la poésie ¿pique, clinp. "

(i) Cuurs de Littérat. , toiy. \.


,

kxxij DISCURSO PRELIMINAR.


Lien carece de la energía, pompa y riqueza de imagina-
ción que caracterizan á este. EJ Trisino es puro, elegante,
florido , correctísimo , nada de agudezas , antítesis , ni re-

truécanos, y es lástima que habiendo sabido evitar tantos


defectos, haya carecido de ciertas gracias, ó por mejor
decir, de una sola, pero lamas esencial, que es aquella
inspiración divina , aquel fuego ,
que á pesar de todo
conserva á Homero la primacía épica. Aun sin este poema
el Trisino ocuparía siempre un lugar señalado en los anales

de la literatura como autor de la Sofonisba ,


primera
tragedia escrita en lengua vulgar. La poesía italiana le

debe también los versos sueltos, invención acaso difícil-

mente aplicable á ciertas lenguas , y que es como un pri-

vilegio de las que, siendo muy armoniosas por sí mismas,


pueden dispensarse de la rima; tales, entre las vivas de

Europa, como la italiana y castellana. El Trisino hizo


un papel muy digno en Boma en tiempo de León X y
Clemente VII, que en diferentes ocasiones le confiaron em-
bajadas de la mas alta importancia , y después de haber he-
cho una carrera gloriosa, murió á mediados XVI. del siglo

Cualesquiera que sean las ideas que excite nombre de el

Maquiavelo , no es posible dejar de comprenderle como


escritor.en la historia de la literatura; no precisamente por
su J.siio de oro , imitación del de Apuleyo ,
ni por sus
poemas históricos ó morales, y aun mucho menos por el que
Jl< \.i el nombre de la sucia Divinidad de los Moabitas (1)5

sino como poeta dramático, y el primero , dice Laharpc >

que dio una idea de la intriga y diálogo cómico. Su Clicia

qo el mal que una imitación de IMauto; pero su Mandra-


gora, d<- mas mérito que la anterior, es enteramente origi-
nal. Para juzgar de su mérito, no se debe perder de vista la

(i) iceliegor , o JJaulfrgor.


DISCURSO PRELIMINAR. lxxxiij

época á que pertenece ;


pero ni en esta n¡ en ninguna puede
ser un mérito faltar al respeto que se debe á las costum-
bres, sobre todo en el teatro. Sus obras históricas son muy
apreriables , y ellas bastarían á hacerle acreedor á un cierto
nombre en la república de las letras; pero por autor del tra-
tado del Príncipe, cualquiera que sea el espíritu y las miras
quelebayan atribuido Bacon, Rousseau, Amelot de la Hou?-
saye, ylas explicaciones que se esfuerza en dar su traductor

Guiraudet :yaun cuando no sea mas que por el abusofunesto


que se ha podido hacer , y por desgracia se ha hecbo de
sus doctrinas , si nos fuera permitido hacer una moción, pre-
pondríamos á todos los escritores amantes de la humanidad,
que su nombre, el de César Borgia su héroe, y el de todos
los monstruos sanguinarios que se parezcan á este ó por su
despotismo, ó por su perfidia, ó por su fria imperturbabi-
lidad en el crimen , una vez juzgados por el tribunal incor-
ruptible de la posteridad ,
para eterna execración, se escri-

biesen siempre al revés, como hacían los Persas con el nom-


bre de Arimdnes , 6 mal principio.
Desde Herodíano hasta Maquiavelo y Gnicciardini , no
tenemos con el nombre de historia, sino cronicones indi-

gestos. Este ultimo con especialidad, fué el primero que á la


época de la restauración, dio á la historia el tono y majestad
que le conviene, en la que escribió de los principales sucesos
desde 1^34 hasta i5'ít.. Aunque prolijo y difuso, está bien
distante de merecer las recargadas sátiras de Bocalini, que
serian mas justas aplicadas al autor de los discursos políticos

sobre Tácito. Guicciardini que era de una familia distinguida


de Florencia , á su primera aparición en el foro , adquirió
una grande celebridad. León X le honró con los Gobierno
de Módena y Regio : Clemente VII le continuó su protec-
ción , y le confió el de Bolonia, del que le retiró Paulo III ;

v acaso á esta injusticia debemos suapreciable historia.


Jxxxlv DISCURSO PRELIMINAR.


Juan Bautista Guarini fué contemporáneo y rival det
Taso en dramática, y este solo rasgo contiene su
la pastoral

elogio. El Pastor Fido del primero, disputa con el Aminta


del segundo el mérito de la preferencia, y uno y otro son
Jos modelos que han consultado los que con posterioridad
se han dedicado á este género , defendiéndose ma; ó menos
de y retruécanos comunes ;í entram-
las sutilezas, antítesis

aos, y aun á casi todos poetas Italianos. Por las rimas y


los

madrigales de Guarino, que no carecen de mérito, se ve


que fué un hombre de Corte y de relaciones extendidas con ,

las personas mas distinguidas de su tiempo.


Admirar al Taso se ha considerado como un deber tal en
todo hombre de gusto ,
que el haberse creído que Boileau
ha faltado á él , ha sido á los ojos de los demás un capítulo
de acusación, de que es mas difícil defenderle, que de su
injusta severidad contra Quinault. Era necesario estar
bien poseído del Demonio de la sátira, para presentar al
Taso á lado de Virgilio, tan desairado como puede estarlo

el poeta Teófilo á lado de Racan , ó de Mal herbé (i).

]Vo decimos por esto que el Taso uo tenga algo del defecto
que se le imputa, pero sostenemos que es insufrible que
se hable de él dé esta manera, como lo seria que se tomase
á Boileau por <verbi gracia de los malos poetas, porque
sea inferior á Horacio : ó por mal crítico, porque su
crítica nú lea siempre justa. Su insistencia en este punto,
«Miando en sus liltimos años se le consultó sobré su ar-
ntimiento, no es mas que haber añadido a un yerro
^_ — .
> .

(i) Tous ¡es jours a la Cour un sot de qualité
Prut ju^er de trarers at'tc impunilc :

¿d Mallicrhe , á Raoen pré/érn Théophil$ }


l* cfmijDaiif du Tas se d tout Por dr Pügilé.
HoLk'a", Sal. IX.
DISCURSO PRELIMINAR, lxxxr

muy malas razones para sostenerle, y á un pecado grave


la Impenitencía final. Aun suponiendo que no haya nada
de exagerado en los defectos que atribuye al Taso, no
es lo misino criticar que satirizar : la crítica no perdona
los defectos de los grandes autores; y por el contrario,
los busca en ellos de preferencia, para hacer m.ij útiles
sus lecciones ;
pero no se debe satirizar sino a los malos :

y enfin, del clinquanit del Taso se d»bia hablar, como


se había hablado del sueno de Homero, y en mi-ano • I

lugar, y no en otro. Esta reflexión la debemos \í lo que


Boileau mismo nos ha ense."ia lo.
¿
Quien cono él ha defi-

nido el objeto de la moral y literaria ? (i) Sin


sátira,
embarga, es neeesai¡o convenir en que en este lugar se
olvidó de sus propios principios.
El mérito del Th«o es de tal manera sobresaliente, que
se ha necesitado que él haya venido al mundo, pira que
podamos decir con un gran maestro, que es posible igua-

(i) Así se explica hablando de U sátira, y definiéndola en tu


objeto.

Vene.tr V/iumhle v rtu de la richess? ahur»


Kt Vhonníte hommt a piéd du Jaquin en litiére. ..

On ne ful plus ni Jal m sot impunément ,

Et malheur á tout no'rt qui , pmpre á la censure ,

I*ut enher dans un vcrs sans romprr la mesure.

Art poétiq. cbant a.

Si con tantas bellezas como tiene el Taso es posible tener toda-


vía un nom propre á y si boi'eau piensa que bastaban
l.t censure ,

í dárselo algunos defectos , su maldición a'cjnza, empezando por


Sócrates y Homero, á iodo el mundo y en laj oa<o esie pen- •
,

samiento profundo y feliz , entendido de otri manera ,


<<» con-
vierte, por lo menos , en una frialdad y un ruido sin si¿¡nifi«
cacion ,
que bastaría , y aun sobraría para dar á cualquiera es-
critor un nombre pioptt á la censure.
Ixxxvj DISCURSO PRELIMINAR.
Iár y aun exceder á Homero en jas calidades mas impor-
,

tantes de un épico, (i) El infeliz Taso, cuya vida e»


una cadena de infortunios, ademas de la Jerusalen y
el Aminta de que ya hemos hablado
, compuso otras ,

1
varias obras ,
que en verdad no pueden servir para añadir
nada al mérito del autor de aquellos dos poemas. La
desgracia le persiguió con tal encarnizamiento ,
que mu-
rió en i5o,5, el día mismo en que sus contemporáneos
se preparaban á reparar veinte años de injusticia y de
persecución, y repetir en él la escena del Petrarca, co-
ronando en el Capitolio al Homero de la literatura mo-
derna.
Desde el Taso en adelante, dejamos de considerar la
literatura italiana como estímulo , maeslra y modelo ,
que
haciendo despertar forma y extiende el gusto el genio,
de las Buenas Letras, y da el impulso á la literatura
moderna de las demás naciones. De aquí adelante cada
una tiene la suya, aprovechándose mas ó menos de aquel
y se ocupa do ella exclusivamente. Nosotros ,
cj .'tupio ,

pues, vamos á ocuparnos de la nuestra, tomándola desde


su origen: y nos prometemos que de este examen, aunque
muy lapide , resultará probado el segundo extremo de
la proposición que sentamos al principio; y se verá que
nuestra nación está muy distante de hacer en la mo-
derna literatura europea el papel desairado que general*
menee se cree :
y til ve/, el que empieze la lectura de
Ira (/brilla proponiéndonos la resolución de este pro-
Blémá : « ¿ cómo es que los Españoles, poseedores de la
y armoniosa de la Europa
i lea dolados de ,

aquella energía moral de aquella «saltación «pie la^-e ,

(i) Euai sur b po¿»iu épUpMi


DISCURSO PRELIMINAR, fcxxvij

al Orador y al Poeta, no ocupan en elia el primer lugar? »

si conoce nuestra historia en todo io demás, nt abará por


admirarse y decirse á sí propio : « ¡
cómo la influencia
física d« las causa* que producen en k|S Españoles la
energía moral y e¡ ingenio, ha conservado nde-
raucia, sin que haya bastado á neutralizarla ia influen-
cia de causas morales capazes de extinguirla ! »

Formación de la Lengua Castellana , e infancia


de nuestra Literatura , desde el siglo XII
hasta el Xf^.

Al tratar de la formación de la lengua castellana , los


estrechos limites que uos hemos propuesto :>o nos permiten
empegarnos en pi efundas investigaciones, ni subir á una
época muy remota y buscar sus primeros elementos hasta

en sus y fenizias. Aunque esta investiga-


raizes célticas

ción no pueda nunca mirarse cerno un tiempo absoluta-


mente perdido, creemos sin embargo qu^ seria de mucho
mas trabajo que utilidad. Los que sobre, este punto de-
seen mayor ilustración, podrán hacerlo, leyendo la apre-
ciable obra de Aldrete Origen y principio de la lengua
castellana y y e\ Tesoro de la lengua de Covarrubias. En-
tre tanto, y á pesar del respeto que se debe a la au-
toridad del erudito Pellicer, permítasenos considerar nues-
tro romance sobre la autoridad de Sículo (i;, Mariana (2)

(1) De rebns Hisp. lib. 5. Sermo nró fun mitío uti -ntnr ftíspani
latimis en , qaem á Homanis acceptrunl , üíeoque o nancium vo~
cant, qui pro^ter adventum barburorum atiqua.ttulá 1 degcmeran't
<i lin^uá lathui.

(2) Mariana , lib. 3, cap. i.°, dice bablanilo de la lengua cas-


tellana : ex latineo degeneran'is corruplione cunflalam.
,,:

Ixxxvüj DISCURSO PRELIMINAR.


v Aldrete (i), 6 sin ninguna autoridad , y por solo lo que
resulta del estudio comparativo de las dos lenguas, como
una degeneración de la latina ; á no ser que Pellicer (-z)

quiera que consideremos á la latina como una degene-


ración de la que él supone ser nuestra lengua primitiva,

y nada menos que una de las setenta y dos de la Torre


de Babel ,
que por espacio de mas de dos mil ochocientos
«ños, se conservó en el estado de su pureza babilónica,
para servir á la primera versión de las leyes del Fuero anti-

guo de los Godos, el cual no se sabe á punto fijo de


-qué tiempo es , no obstante ser un acontecimiento tan.

reciente, que aun srponiéndole, como no es posible, toda


la antigüedad que quiere Pellicer no subiremos nunca ,

mas allá del siglo VII. De los tiempos a que Pellicer


se refiere , no tenemos mas historia que la que está con-
signada en la Biblia , en la que nada se dice del idioma
que hablaba cuando vino á España su primer poblador,
ora sea Tubal como dice el mayor numero ora Tarsis
, :

como dicen otros ora ni uno ni otro, como es roas pro-


:

bable. Lo que de la historia parece mas cierto es, que


en los tiempos en que Roma fué la señora del mundo
sucedía casi lo mismo que antes de la Torre de Babel
es decir, que en todo el universo conocido y civilizado
«e hablaba una misma lengua , aunque probablemente
no con el mismo acento y con la pureza con que ha-
blaba Cicerón en el y que en la invasión de los
Senado :

Bárbaros del siglo V, para que la semejanza entre Roma


y Babilonia fuese perfecta, la ruina del Capitolio pro-
dujo los mismos efectos que la de aquella Torre prodigiosa.

j r

(i) Aldrete, lib. i.° cap. 3.»

(2) Pellicer : I'úuiiliva población y longua de España.


DISCURSO PRELIMINAR. lxxxíx

Estos conquistadores, al salir de sus bosques no podían


de repente renunciar á la aspereza de sus sonidos y al
fracium inurmur de que habla Tácito ,
para acomodarse
al lenguaje didce y armonioso de cuantos habian sido
Romanos, ó lo que es lo mismo, de cuantos no habian

sido salvajes :
y si por una parte es muy natural que la
cultura de los conquistados triunfase con el tiempo de
la rudeza de los conquistadores , no es menos natural
pensar ,
que esta especie de transacción entre las luzes

y la barbarie, no podía menos de hacerse muy á costa


de aquellas , y que la lengua debia necesariamente
ser el primer artículo de la capitulación , y el interés

mas ofendido. Así que, tengamos por cierto que el fondo


de nuestra lengua es enteramente latino , y no busque-
mos en la Torre de Babel nuevas confusiones. La hija
lleva de tal modo consigo los rasgos de familia ,
que no
hay mas que verla á bulo de la madre, para designar
su relación. Los elementos heterogéneos que se vid pre-
cisada á admitir, ó que posteriormente se le han agre-
gado son tantos , corno son los Pueblos que la han do-
minado y ejercido sobre ella una influencia de larg*
,

duración. Así pues , en la estructura de muchas de sus


vozes, deben hallarse raizes ,
por ejemplo, céltieo-fenizias ,

unidas a terminaciones latinas, y raizes latinas unidas á


terminaciones gótico-arábigas : muchas de ellas alteradas
por el tiempo ,
que ejerce sobre las lenguas un imperio
tan poderoso, y que es como una especie de Gltro en que,
al través de los siglos y de las generaciones, van de-

purándose , y perdiendo su inarmónico y primitivo carác-


ter de ahullidos, graznidos, ó gritos de pasión, que <n
general tendrían probablemente en aquel primer estado
en que salieron de la Torre de Babel.
Pío conocemos en prosa monumeuto mas antiguo del u»o
,

xc DISCURSO PRELIMINAR.
del romance, que la versión del Fuero Juzgo, impresa
por \i' a D¡<a go
!

,
que lejos de haber sido hecha, como
quien- lMüi -»;r, en el concilio IV de Toledo, especie inad-
misible, pues que contiene leyes hasta de Egic.a, parece
no puede referirse á otros tiempos que á los del Santo
Hey D. Fernando III; el cual. lu?go que ganó d Cór-
doba, dice el erudito P. Bu niel (i), en el privilegio del
fuero breve ,
que dio á aquel ta ciudad de que yo tengo
copia , mandó traducir del iati;¿ al castellano éste misrncf
Fuero Juzgo, titulándole faero para Córdoba. El Rey D.
Fernando se habría sin duda evitado el trabajo de tradu-
cirle , si lo hubiera estado de tan remota antigüedad como
Peilicer supone. Este hecho nos prueba al -mismo tiempo,
que el Santo Rey lúe el que, hallando ya sin duda
el romance en cierto estado de perfección y de riqueza
que alcanzaba á cubrir toda la estera de las luzes de
su |igli>, quiso elevarle á ser «1 lenguaje del Gobierno

y de las Leyes, desde cuyo momento su perfección debia


caminar á pasos agigantados, preparando asi la revolu-
ción fe-fiz, que hizo en el reynado siguiente su digno hijo
D. Alfonso X.
Coa quiera que sea el estado de imperfección en que
se hallase el antiguo romance en el siglo XI , la apa-
rición de un héroe como el Cid, no podía menos de ex-
citar la a Imiracion (!« BUS contemporáneos, que sin duda
consagrarían ;i su elogió algunas eatn iones populares, jkt-

didas para la posteridad .


<•< no sucede siempre con estai
rompo, ¡(iones fugitivas piro qti' bastarían p.ira tr;ins-
;

initir a la genna i.in inmediata toda la exaltación que

les habían inspirado sus hazañas. Eslo nos hace mirar

(t) En »u enría ¡i D. Juan afl Auioy.i , de 'Jo Septiembre


de 175: ,
jug. 37.
DISCURSO PRELIMINAR. xq
como verosímil que el poema del Cid, el mas antiguo
entre los nuestros, sea efectivamente de mediados del si-

glo XII, como quiere D. Tomas Antonio Sanche» (i). No


necesitamos decir á nuestros lectores, que el poema del
Cid no es un poema épico. una obra de esta época
Si
hubiera podido llegar a merecer este nombre, diferente
seria su nombradla, y la Italia habría percudo el roa*
precioso de sus títulos. No
mas que una narración
es

histórica de las hazañas de Rodrigo de Vivar, que al-


gunas vezes es bastante animada, y que otras, presenta
situaciones en que se ve tal cual arranque de imagina-
ción ; por lo demás, no hay que buscar eu él ni invención
ni riqueza, y en general el estilo se resiente de la dureza
del siglo. Muchos de sus versos no tienen medida conocida,,
y careciendo de aquella especie de sonMiuete en que < ousis-te

su rima, vienen á quedar reducidos á vina mala prosa.


No obstante, tal cual es, y atendido el tiempo a quo

pertenece ,
puede mirarse como un esfuerzo picdigiuso,
y la posteridad celebrada conocer el nombre de >u auU>r.
Siguiéronse á este en el siglo XIII, las poesías de (.ún-
zalo de Bcreco, y el Poema de Alejandro de Juan Lo-,
renzo. En aquellas y en este , se ve que la lengua iba
perdiendo su dureza, que el oido se iba castigando, y
que el verso se iba sometiendo á una cierta medida. Ha-
blaremos de ellas mas detenidamente al continuar en el

tercer tomo nuestro discurso preliminar , en cjue trata-

remos de la poesía. En el mismo poema de Alejandro hay


dos cartas eu prosa ,
que tienen bastante mérito para su
tiempo ,
pues que hay en ellas propiedad , imágenes ie-
lizes y numero.

(i) Sánchez , Colección de Poeiíaa Casleilunaj anlerioic» al


siglo XV.
xdj DISCURSO PRELÍMíNAR.
A mediados del siglo XIII , sucedió al Santo Rey Fer-
nando su hijo Alfonso el Sabio , cayo justo n nombre
anuncia ya su mérito sobresaliente. Con efecto, este Rey
desgraciado , a filiencupo en suerte un hijo ingrato, y
algunos vasallos rebeldes es un fenómeno extraordinario
,

de su tiempo. Matemático , astrónomo , historiador y


poeta, en tolos estos ramos manifiesta un mérito muy
distinguido ; pero el que le hace mas acreedor al reconoci-
miento eterno de la posteridad , es el inmortal código de
las Partidas ,
que aun bajo de este respeto , hubiera sido
Tin monumento mucho mas asombroso, si aquel a quien
se debe , que es indudablemente D. Alonso el Sabio, á
pes^r tíe la autoridad, de Salazar de Mendoza , Garibay ,

O: tiz de Ztiuiga y Mariana no hubiese tenido que tran- ,

sigir run «1 espíritu de su siglo. Díganlo algunas leyes


sabias del Fuero Real ,
que anunciaban grandes reformas
y miras profundas ; remplazadas en las de Partidas por
algunos cap tolos del Decreto de Graciano. Mas las Siete

Pai lid.is i, o s n i lo un monumento venerable en la histo-


ria <!r la legislación , sino en la de la lengua. « En este

» prec'o-.c> eó ligo , dicCCapmany , debemos buscar él tesoro


» del primitivo romance castellano, cuando se habia ya
» A.>'rmado la índole característica del idioma, y el estilo

» <pie b: adquiriendo ciertas formas y airé mas suelto y


» corriérite. A pesar de la antigüedad de esta obra, y de
v la tosquedad en que sé debe suponer el lenguaje vulgar
» (ii aqireüla época, reluce en ella cierto género de faci-
> lidad en < ! tjillilo, de cultura en la iliceiou y de majestad
* .11 l<,, [> ;,. ,i; i, i, o) , ,juc en a joci ligia ninguna lengua
» viva de Europa había llegado a alcanzar, y tardó* mucho
» aun Ifl il.iii.m.i m kuialatla «. Todavía l.nili'n'ii escí ihirs*

él />' '
. i i .le ni. ligio,

AoVfBU de debérsele el Futro Real y las Partidas , de


DISCURSO PRELIMINAR. xciíf

que ya liemos hablado, se le atribuyen las Tullas Alfon-


sinas , el libio de hu Armellas , ó Halado de la Estera ,

una paráfrasis He la Historia bíblica, y salvada , uim ció-


nica general He España , la Conquista de ultramar , sacada
en parte He la Historia de Guillermo de Tiro, escritor del
siglo XII una versión castellana de! Cuadripartito de
,

Ptolomeo vida de S. Fernando su padre el Septenario ,


, la ,

y algunas otras, de las cuales varias aun no corren im-


presas. Ademas He estas obras en prosa, le pertenecen como
poeta, las Cantigas, el poema He las Querellas , y el libro

del Tesoro, de «pie -hablaremos en su lug ar.


El turbulento D. Juan Manuel, nieto He S. FernanHo ,

que en reynados He D. Fernando IV y Alfonso XI


lo* ,

había tantas vezes excitado la rebelión y la discordia ;

pero .pie en edad madura reparó por guindes acciones


-.u

los extiavios de una juventud ambiciosa v emprendedora,


es el ingenio sobresaliente. <pic en el sig'.o XIV sa* ó mas

partido del estado de la lengua , el que con mas nulidad


la cultivó y trabajó , y el que mas contribuyó por su
ejemplo y su inlluencia , á enriipiezerla y mejorarla. Sus
obras son un testimonio de los progresos ,
que la lengua
habia hecho desde D. Alonso el Sabio, cuyo impulso
habia -ido protegido particularmente por D. Alfonso XI ,

que quiso unir el aprecio de las letias al renombre de un


insigne guerrero. De todas sus obras, solo la que titula
Conde de LüCünor ha visto la luz pública. Es una especie
de obra moral en forma de diálogo, que á la profunda
filosofía de las máximas que contiene, al exacto cono-
cimiento del corazón humano ,
junta las gracias de un
estilo fluido , sencillo , y muy agradaMe por la interesante
variedad de cuentos con que responde Patio. uo al Conde
He Lucanor á quien instruye. Aigote de Molina , á quien
se debe la publicación de esta obra , nos ha hecho conocer
xciv DISCURSO PRELIMINAR.
las demás que compuso, tales romo la Crónica de España ,
el libro de los Sabios, el del Escudero, el del Infante ,

y otros muchos. El ingenio deesle hombrecélebre seexten-


dió" también á la poesía , y en calidad de poeta, habla-
remos de él en su lugar.
Pertenece también a este siglo el Arcipreste de Hita ,

cuyas obras poéticas debieron contribuir a despertar el

ingenio ,
pero no tanto á la perfección de la lengua, por su
desaliño y dureza.
Muchas causas concurrieron a* limar y depurar la lengua
en este siglo , llevándola al estado de perfección en que
se presenta muy á principios del inmediato, bajo el rcynado
de D. Juan el Segundo , y aun á fines del mismo siglo XIV.
La agitación y efervescencia de los ánimos en losreynados
tempestuosos de Alfonso XI , D. Pedro el Justiciero y D.
Enrique Segundo , aquella mezcla de exaltación caballe-
resca y religiosa , resultado de las continuas guerras con
los Moros, de quienes al mismo tiempo recibíamos cultura
y luzes, costumbres y lengua : las acciones brillantes sobre
el campo de batalla , el amor , la galantería , los desafíos ,

las justas, los torneos : toda esta multitud de pasiones, que


ejercen sobre la imaginación un imperio despótico , necesi-

taban una lengua que tuviese los caracteres de las pasiones

sentidas y bastase á su expresión es decir «pie fuese , ,


,

enérgica y armoniosa y eualrpiicra que hubiera sido la


;

dureza de sus primeras raizes , todo debia al lio ceder a la

constancia de los esfuerzos. Al encuito , al prestigio de


estas pasiones M debió cu esta éoo-M la multitud de roman-
ces , «JUe aun poseemos, el infinito número de l>.s perdidos ,

las obi.is dé G&baMfl gO»tp imperó* i extenderse


y •

« n este ligio , j
'"• o primero , y no bien imitado modelo,
dio Vasca de Üobetra en mi Amadu de (Jaula dogmatn ,

d« la secta ,
pero también el
DISCURSO PRELIMINAR. xcv
mejor de todos los libros que de este género se han «-
.,_

puesto , y como único en su arte , salvado de las llamas


en el escrutinio de la librería de D. Quijote.
Bien se echa de ver la influencia de todas estas causas en
laasombrosa perfección á que se elevó la lengua en poquí-
simo tiempo , como se ve por las Partidas y por aquella ,

en que ú fines de este mismo siglo XIV , se presenta bajo


la pluma del célebre escritor D. Pedro López de Avala,
autor de las Crónicas de D. Pedro el Justiciero, D. Enri-
que Segundo, 1). Juan I y D. Enrique III , de un tra-
tado de cetrería , y de otra obra en verso en que trata del
ceremonial de Palacio :
y á quien se debe, ende otras
varias traducciones, la primera de Tito Livio. Aunque en
general el estdo de este autor sea duro y desaliñado, en
sus trozos escogidos se ve, «píela lengua iba cada dia siendo
un instrumento mus dóeil : que adquiría gracia ,
majes!. id

y armonía , saliendo ya de una infancia tosca, para entrar


en ia florida pubertad , en que vamos á verla bajo el rey-
nado de D. Juan el Segundo.

Literatura Española desde el siglo en XV


adelante ¡imitada a los Escritores pro-
,

saicos, (a)

Por la muerte de D. Enrique III, ocupó el trono de Cas-


tilla , á principios del siglo XV, D. Juan el Segundo,
Príncipe cuya memoria será siempre grata á los amantes
de las Buenas Letras , cualquiera que sea por otra parle
el juizio que pronuncie acerca de él la crítica menos indul-
gente del político. Protector decidido de las Musas , y

(a) La continuación de esta misma introducción por lo rr*pe«*


tivo :i la poesía , se hallará en el tomo 3, el primero de los tin-
tinados ú cuuL-uer los ixiraUos de los Poetas.
xcv)
-
OCURSO PRELIMINAR.
anT, ¡.yjp sí mismo algo dado á su galanteo , inspiró* á su
Corte gusto de la poesía, y la pasión de versificar vino á
el

ser una especie de enfermedad epidémica , ó sea delirio


exclusivo de cuantos aspiraban ó gozaban de su favor. Al
observar que en la historia de todas las naciones , la poesía va
á perderse en la infancia de las lenguas, parece que estamos
autorizados á pensar que estas se lo deben todo , excepto
aquellos primeros y broncos gritos de pasión que debió arran-
car la necesidad. Con efecto , el martilleo de la rima, la

medida cadenciosa del verso, la intrépida libertad, la


osadía creadora de los Poetas, han producido sobre las len-

guas el mismo efecto que produce el martillo sobre el hierro:


alisa, adelgaza y extiende su superficie.
lío se necesitaba menos para que nuestra lengua llegase

en el siglo posterior , á aquel estado de robusta virilidad ,

de armonía y riqueza en que la vemos. Así que , podemos


decir que el siglo poético de D. Juan el Segundo era nece-
sario ,
para prepararen el siguiente, la majestuosa elocuen-
cia, la brillantez y elegancia de los Avilas , los Granadas,
los Mcndozas y otros muchos.
No quiere decir esto que el siglo XV carezca absoluta-
mente de escritores prosaicos muy ¡recomen dables. Un Fer-
nán Gómez deCibdareal , un Alfonso de la Torre , un Fer-
nán Pérez de Guzman, un Hernando del Pulgar, un
Mosen Diego de Valéra , no son hombreé para olvidados
en la historia de la literatura.

D" Fernán d Hernán Gómez de Cibdareal, médico de


D. Juan «I Segundo , muy estimado dé este y muy conside-
rado en según p ircce de sus entendidas relaciones
la Corte ,

con los primeros Señores y literato* «le ella, no tenemos


mas qué el Centón Epistolario. Está obra, ademas de piAur
la curíosida I por los bechos que contiene , es apreciable por
las calidades del estilo. Ingenio, gracejo, claridad, pure¿u
,

jdisctrso preliminar* xcv$

y soltura ,
pueden hacer olvidar algunos descuidos "en la
armonía y ornato de la frase.

La Vision deleitable del Bachiller Aro'iso de la Torre


justificó las ideas que de él se tenian , cuando se le enco-
mendó la composición de una obra ,
que debía servir á la

instrucción del heredero de la Corona de Navarra. La moral


y la política cubrieron en ella su ingrata desnudez bajo el
velo de la alegoría y las gracias del estilo vinieron á her-
,

mosear la sublimidad de las máximas. Florido sin afemina-


ción , conciso sin oscuridad, y aliñado sin languidez , puede
ser citado como uno de los monumentos de la culta prosa
castellana del siglo XV, dice Capmany.
Fernán Pérez de Guzman después de , haberse hallado
en la famosa batalla de la Higuera , tan fatal á los Moros
de Granada , como gloriosa pitra el Rey D. Juan el Segundo
y defendido á su patria con la espada, la ilustró también con,
su pluma. La crónica de este Rey , y su libro de Genera-
ciones y semblanzas , son dos obras estimables ; pero en,

este último se reconoce un mérito mas sobresaliente. Sus


retratos son de una semejanza y verdad asombrosa. Con uu
estilo cortado y enérgico , trazaba en pocas lineas como
los grandes maestros y con su misma facilidad los rasgos ,

de cada fisonomía , y sombreaba el cuadro con observa-


ciones y profundas máximas morales y políticas. ÍN'o es nues-
tra intención compararle á Labruyere ; pero es en algunas
ocasiones un remedo suyo : no debemos olvidar que este
ultimo vino al mundo casi dos siglos y medio después ,y que
sus retratos podían tener toda la libertad que les daba el
carácter de ideales.
La España en el siglo XV produjo un'Plutarco, de quien
pudiéramos repetir una gran parte de loque de este dijimos
en su lugar y en verdad no conocemos el rival que por
;

este tiempo puedan oponerle las otras naciones de la Europa^


xcvüj DISCURSO PRELIMINAR,
con inclusión de la Italia. Con efecto , Fernando del Pul-
gar, Cronista de los Royes Católicos , en sus Claros Varo-
nes , manifiesta aquel juizio recto , aquella sana razón que
caracteriza á Plutarco ; y si no tiene ni la vasta erudición ,

ni la vehemencia de este, tiene en cambio mucha correc-


ción y elegancia , y su pincel es acaso mas dulce , sin dejar

de ser conciso y enérgico : uniendo á todas estas calidades

la de aquella noble sencillez, que da tanto realze á las

demás gracias del estilo y que echa de menos uno de nues-


,

tros críticos , en general con bastante razón en los escri- ,

tores anterioras al reynado de Carlos V. En su colección


de cortas, puede y debe consultársele como á un modelo
del estilo epistolar : ora e: tipleando cu ¡os negocios de
poca importancia un estilo festivo, familiar y sencillo, ora

imitando á Cicerón y á Plinio , y elevándose cuando lo


exígela dignidad de la materia. Escribió, ademas de una
Historia de los Reyes Católicos ,
que segun Nicolás Anto-
nio , es la que después publicó en ¡atin y con su nombre

Antonio de INebrija, una Crónica de D. Enrique IV , y una


Historia de los Reyes Moros de Granada. Se lcatribuye una
glosa i las coplas de Mingo Rebalgo, y se dé-e que también
es suva una Historia del Gran Capitán.
Diego de Salera , Cronista también de los Reyes Cató-
licos , a quien nadie aventaja en las virtudes de un hombre
público, como escritor coue á muchos la preferencia',

excepto cuando su acendrado patriotismo dii ige su pluma y


anima su estilo. Ks autor de muí eróme, i ;ilii c\ ¡,e.l a de la

[. b ña, dedicad* d laKeynal).. Isabel , y de un tratadode


¡, /rucia contra Fortuna, dirigido al Aboques de \ illena.

N ( ) hulacra pertenecido a la historia de la literatura , sino


huhier i comprendido ra 1 1 primera dbi ñpqsicioocí valien-
tes, <tuc tu forma de carta dirigid ;i IX Juan <d Segundo»,
ndo la nosma profesión de principios pazílicos , y
DISCURSO PRELIMINAR. xcix

reproduciendo las mismas ideas que. había sostenido en las

Cortes de Tordesillas. En su tratado de Providencia , la

multiplicidad de sus citas perjudica ya mueho á la soltura


del estilo ,
que por otra parte ni es , ni puede ser tan ani-
mado como el de aquellas.
El siglo XV, tan fecundo en sucesos asombrosos de los
cuales algunos sirven de época ala historia del mundo y que ,

cambiaron, por decirlo así, el aspecto del universo entero, no


podía menos de decidir de todo en la Nación misma autora
de tales prodigios. Nuestra existencia política, nuestra lite-

ratura y la suerte déla razón entre nosotros, no podian.


menos de resentirse al fin de la naturaleza bien definida del

principio de nuestra fuerza y del sello, que al asentarse


esta vasta monarquía , supiesen imprimirla los hombres que
tuviesen el talento ó la astucia de dirigir sus opiniones.
Cualquiera que medite «obre la verdad v consecuencias de
esta idea, no hallará en nuestra historia posterior, sino
motivos de adoptarla y ocasiones frecuentes de aplicarla.
,

Así es que, al paso que podemos referir á este siglo nuestra


efímera prosperidad , en él encontraremos también los ele-

mentos que debían reducirnos a ladecadencia posterior; y


si no es difícil demostrar cómo dejamos de ser , no solo
tan grandes como fuimos , sino como debíamos ser , tam-
poco es difícil hacer ver porqué nuestra ilustración no ha
correspondido á lo que parecían prometer sus precozes y
rápidos progresos. Mientras que al exterior nuestro poder
se extendía fuera de todo límite , el de nuestra libertad
política , el de nuestras ideas se circunscribía á términos
muy precisos. En cuanto ha cabido dentro de ellos , hemos
rivalizado, cuando no excedido a las demás naciones ; nía*

no nos era dado, sin ti aspasarlos , elevarnos a la crítica

filosófica de un Tácito , á la elocuencia libre de un Demós-


tenes, ni al atrevido vuelo de un Corneille y de uullaciue.
« DISCURSO PRELIMINAR.
Sin embargo , el impulso elido con anterioridad no podía
detenerse enteramente : el genio podía ser dirigido ,
pero
no extinguido , y la k»r .rtancia de los nuevos sucesos era
tal ,
que el siglo XVI no podía menos de sor el de nuestra

preponderancia política, nuestra vasta dominación y nues-


tio saber; como los posteriores no podían menos de ser los
de nuestro despojo , nuestra decadencia y nuestro atraso.

¿ Qué efeeto no debía producir , á pesar de todo , sobre


el alma eléctrica de un Español, laidea de su superioridad
militar, la ilusión de la victoria, el triunfo absoluto de
su independencia , arrancado al través de ur i resistencia

de ochocientos años , el descubrimiento, en fin , de nuevos


é indeslindables mundos ? ¿
\,onio podía dejar de ser esta

la época de sus Poetas y de sus Escritores ? Con efecto, el


siglo XVI es nuestro siglo de oro y el número de escri- ,

tores que se distinguieron en él es de tal manera consi-


derable ,
que aun dejando a* un lado los inmortales Luis
Vives , uno de los que formaban el conocido tiiumvirato
de este siglo , Nebrija Brócense, Cano y tantos otros :
, el

y reducidos á los mas célebres en el manejo de nuestra


lengua, nos vemos forzados á pasar rápidamente porcada
uno fie ellos.

El célebre Jurisconsulto Juan López de Palacios Rubios ,

en su tratado del Esfuerzo bélico Heroico , nos dejó un


modelo de COITeccioo, claridad y noble sencillez mientras ;

el Mro Fernán Pérez de Oliva en su DtdlogO de la Dig-

nitlml del Ilumine, nos presentaba I, i obra superior que basta


entonces habia producido la lengua por su corrección, ele-
gancia y noble majestad y de la cual dice el célebre ,

Ambrosio de Morales su sobrino, que ningún hombre


grande ba dejado de leerla con indecible complacencia y
jidiinrai -ion. liste lio;:due eminente, tan enamorado de su

u;i ,
qiu dei ¡a (U ella ¡jaru/n aut niliil a lerniune lutin»
. ,

DISCURSO PRELIMINAR. cj

dissentit , y uno de los que mas han contribuido a hermo-

«earla , ademas de algunas obras latinas en que manifestó


Bu gusto en la buena latinidad , de un tratado de las

potencias del alma y de varias poesías, que están lejos de


tener el mérito de su prosa trató de inspirarnos el gusto ,

de la comedia y de la tragedia , ejercitándose sobre la Ven-


ganza de Agamemnon de Sófocles , la IJccuba triste de Eu-
rípides y el Anfitrión de Plauto.
El Alavés D. Antonio de Guevara , Obispo de Mon-
doñedo , si hubiera sabido poner un termino á aquella
espléndida verbosidad ,
parlo de la riqueza inagotable de
su imaginación ,
puede dudarse , dice uno de nuestros
críticos del mismo siglo ,
(i) si habría podido igualarle
en su género de elocuencia ninguno de sus contemporá-
neos ; pero este defecto oscureció en él muchas bellezas ,

y hubiera podido aplicársele mejor que á Séneca , lo que


de este deoia Quintiliano : Velles eiim sito ingenio dixisse ,

alieno judicio. Ademas de su Relox de Principes y del


,

Menosprecio de la Corte y alabanza de la Aldea tu ,

donde mas brillan las calidades de su estdo fácil y florido ,


compuso una colección de cartas familiares, el Aviso de
Privados , una decada de las vidas de los diez Césares desde
Trajano hasta Alejandro Severo , y otras varias.
Luis Mejía , autor del Apólogo de la ociosidad y el tra*
bajo, obra publicada por Cervantes de Salazar, y del gé-
nero de la Vision deleitable del Br. Alfonso la Torre, puede
•er citado y escogido por modelo de uu lenguaje puro

(i) Alfonso García Matamoros, He Academiis et dostis ir»' t


Hispanice .' qui si illam extra ripas efflutntem verburum copiam ai ti-

fíela dicendi leccpissct , et graviorum artium imtrurnent» locupletasset.


Jubito quidem an parem in eo iloquenttce genere in Híspanla csstt
iiwcntiirus

Tom. /, g
cij DISCURSO PRELIMINAR.
correcto y elegante pero faltóle el arte del diálogo, dico
;

uno de nuestros críticos. Con efecto, se echa de menos


aquella viveza animada y picante, que ha sido el escollo en
que han tocado cuantos han elegido este género engañoso,
el cual hajó la apariencia de una sencillez, que parece pres-»

cindir de toda especie de ornato, es de los mas difíciles:


semejante en esto al bello sexo , cuyo adorno mas delicado
no es acaso el brillante atavío del paseo d del estrado , sino
el trajecito simple de la mañana.

Las tres cartas á Guevara del Br. Pedro de la Rúa ,

Profesor de Humanidades ,
primero en Avila
y después ,

en Soria su patria (i) , son un modelo de maestría en


el manejo de la lengua dentro de este género. A la soltura

propia de él , á la corrección , á la elegancia , se unen


mucha gracia , mucha discreción , mucho arte , y bien
disimulado.
El Mro Alejo Venegas , aunque no se le deban como
escritor los desmedidos elogios ,
que , propios y de referencia
á otros , le prodiga .Nicolás Antonio y que por el contrario, ;

merezca la nota de árido y duro en la mas exacta aplica-


ción de estas palabras al estilo , no obstante , de sus dos
obras , Diferencia de los libros que hay en el universo , y
Agonía del tránsito de la muerte , se pueden entresacar
algunos pasajes menos desaliñados por modelo de un len-
guaje castizo, y
de un estilo llano , no siempre desprovisto
de viveza y fuerza.
Discípulo del docto Venegas fué D. Frincisco Cervantes
Salazar, continuador del diálogo de la Dignidad del hombre,

(i) Capmany tlicc qut solo se le conoce como profesor de letras


inuiimiai rn la ciudad de Soria ;
pero JSiouIu.i Antonio le llama
Soriano , y dios <m¿ desdo Avila pasó ú enseñarlas letras huma-
aas ú su patria.
DISCURSO PRELIMINAR. ciij

empezado por el Mro Pérez de Oliva, de quien ya hemos


hablado. Salazar tiene mas riqueza en los pensamientos , y
se le parece en todo lo demás, dice un autor extrangero
que ha escrito la historia de nuestra literatura : pernií tásenos
añadir bajo la autoridad de Capmany ,
que no tiene tanta
corrección y precisión y por opinión propia , que tiene
:

menos armonía y majestad , sin rebajar nada en todo lo


demás de su distinguido mérito. Ademas de esta obra , tra-
dujo la que Luis Vives intituló Introductio ad sapientiam ,
y á él le debemos la publicación del Apólogo de la Ociosidad
y el Trabajo del Protonotario Luis Mejía.
El Doctor Villalobos , Médico de Carlos V y Felipe II ,

en sus Problemas , y otros diálogos de medicina y familia-


res , manifestó , no solo el
sino el cono- aprecio que hacia ,

cimiento que tenia de su lengua


no menos pura y castiza ,

bajo de su pluma, que amena y florida en su graciosa


sencillez.

D. Luis de Avila y Zuñiga Embajador de Carlos V ,


,

fué encargado por el mismo para activar la continuación


de las sesiones del Concilio de Trento y acompañó al
,

Emperador en 4^> y 4; i
en ' as ^ oS lampallas de Alema-
nia contra la liga de Escamalda , sostenida por muchos
Príncipes, y particularmente por el Elector de Sajonia ,

y el Landgrave de Hese. Testigo de los sucesos, escribid


los Comentarios de la guerra del Emperador Carlos F con-
tra los Protestantes de Alemania : obra recibida en su siglo
con grande aceptación, no solo por la picante curiosidad
de los sucesos, sino por las calidades de su estilo , como lo
prueban las repetidas ediciones y traducciones que de ella
sehizieron; entre estas, una en latin por Guillermo Malineo,

y noMolinco, como llaman Nicolás Antonio y Capmany.


le

Carlos V tenia tan alta ¡dea de la obra de Zuñiga, que, en

*u paralelo con Alejandro Magno , solo le negaba a este la


c¡v DISCURSO PRELIMINAR.
ventaja del historiador. Capmany que entiende de literatura
,

mas que Carlos V, le compara á César. Con efecto , las


calidides de su estilo conciso y rápido pueden acercarle á
este modelo, mas no á Quinto Curcio , ameno, elegante
y florido. Es sensible que no poseamos otros Comentarios
de la guerra que hizo en África el mismo Emperador; no
puede dudarse que los escribió ,
pues Gines de Sepúlveda
en una de sus cartas á Zuuiga, le dice haberlos recibido
de Garcilaso ,
por cuya mano se los habia remitido , y
que los habia leido con mucha complacencia.
La reputación literaria de Pedro Mejía , objeto de desme-
didos elogios entre los críticos antiguos , se ha reducido á
sus justos límites por el juizio bastante fundado de Cap-
many ; sin embargo, no dudaremos decir ,
que aunque
adolezca por lo común de todos los defectos que este le
imputa , nos parece descubrir en sus trozos escogidos algo
de aquella elegancia que se le niega , y de que Capmany
forma un capítulo de injusta acusación contra D. Nicolás
Antonio ,
que en el artículo de Mejía , nada dijo de opinión
propia, no haciendo mas que referirse al dictamen de los
críticos que cita. Lo que Nicolás Antonio de opinión propia
llama elegante, y con justicia , es el juizio crítico de Mata-
moros , que no es de los qué le prodigan los dictados de
elegante y elocuentísimo, y que se contenta con decir:
Fidclis est et váliae circumspéotus in historia et quodarn- ,

rhodb \ ul Otiinlitianu» de Messala dixit\ orce setferens in


dicendo ilobililatem suam. Por estas palabras se ve que Cap-
many , á quien en obras posteriores (i) se ha atribuido
isivamén te la crítica <1«- Pedro Mejía', tiene que divi-

__—________
dirla con un autor del

(i) Din
siglo

T.irersel,
XVI. Las obras mas estimables

lúílorique, criliquo et bibliogra-


pliique : art. P$dro lUtjia.
DISCURSO PRELIMINAR. cv

de Mejía son la Silva de varia lección , y su Historia


de los Cesares : escribió ademas unos coloquios ó diálogos,
el Laus Asini imitando á Luciano y Apuleyo , la Parénesis
de Isócrates , y dejó sin concluir una historia de Carlos V,
que acaba en su partida al viaje de Bolonia.
La Crónica general de España de Floiian de Ocampo ,

digno discípulo de Nebrija y predecesor en el cargo de


,

Cronista , de Morales su continuador, es una de las obras


mas estimables de nuestra lengua. » Campea en ella tal

» majestad y armonía en la oración , tal grandeza en las


» imágenes, y tal fuerza y gravedad sonora en las palabras,
» dice Capmany, que casi se puede asegurar que en estas
» calidades excedió á todos sus contemporáneos ». Poco
mas ó menos otro tanto decia ya en el siglo XVI el crítico

arriba citado (i). No hemos podido menos de extrañar que


en una obra extranjera (i) en eme se cita con frecuencia
el juizio de Capmany, hablando de Florian de Ocampo,
no se haya tomado de este sino lo malo que dice , y se

haya reducido á solo el interés histórico el mérito de este


escritor ,
que elevó la lengua á aquel grado de armoniosa
perfección ,
que debía prepararla á recibir la dulzura , la

lierna sensibilidad , la unción que supo trasmitirla el V. J uan


de Avila , llamado en su tiempo el Apóstol de Andaluzía, el
último y mas sobresaliente escritor dclreynado de Carlos V,
Entre sus diferentes obras , aquellas en que reluzen mas las

(t) De doct. viris Hisp. después de haber hablado de Pedro

Mejía y Gines de Sepúlveda diñe : Postremus est Florianus , qui


mihi vir unus et reterem rrajestatem imperii represe ntat , et quddam
cum gravitad eloquentice et puritate sermonis hispani ad scribendam
historiam se máxime applicat , clarissimum hi¿lorici nomen trans-
inissurus ad posteros.

(2) Mismo Diclionna'ire hisioñqut arriba citado.


cvj DISCURSO PRELIMINAR.
calidades distinguidas de su animado estilo , son el tratado^
( de oro le llamó Nicolás Antonio ) sobre las palabras del
salmo ^/¡. Audi Filia y las Cartas espirituales.
,

Bajo el reynado del sombrío Felipe II, tocó en su ul-


timo punto la exaltación religiosa , irritada por la con-
tradicción de la reforma ; y como las pasiones fuertes
producen en unos el delirio y la rabia , y en otros aquella
dulce melancolía , carácter de las almas tiernas
y pro-
fundamente mismo principio que daba á unos
sensibles, el
un pecho de bronce en el campo de batalla y á otros ,

la imperturbabilidad necesaria en torno del suplicio ó la


hoguera, producía sobre el alma celeste de un Granada,
aquel lenguaje divino, aquella elocuencia angélica, que
puso el sello á la perfección de nuestra lengua, y que
pareció acabar de realizar el uso que le babia asignado

Carlos V. De los nueve principales escritores prosaicos


que pertenecen á este reynado, á excepción de Hurtado
de Mendoza y Antonio Pérez , los demás son todos ascé-
ticos y místicos. La dirección que se habia dado al in-
genio , le redujo a un pequeño número de desahogos;
y estas materias ,
que hoy Mamaria tal vez tiempo per-
dido la descontentadiza condición del siglo XIX, eran sin
embargo acaso , las únicas en que podian ventajosamente
ejercitarse los ingenios del siglo XVI. Estos asuntos, de
suyo, y bien tratados, son de la mayor dignidad. Unas
•vezes Ja grandeza de los atributos de Dios, el lenguaje

ora patético, ora increpador y enérgico de la virtud, ofre-

cen cuadros en que no estaría de mas el pincel ó mas dulce,


6 mas valiente de Grecia ó Roma. Otras, los éxtasis
y
arrobamientos de un alma que conversa con su Dios ,

las visiones inefables, los tiernos deliquio! de un corazón


que se abrasa en su amor, presentan situaciones en que
la lengua mas trabajada y armoniosa alcaiuaiia apeuus á
DISCURSO PRELIMINAR. etif

«a expresión de tanto diluvio de sensaciones. ¿ Y quien


en este género ha competido con un Granada, un León,
un Estella , un Malón de Chaide , Santa Teresa de Jesús y ,

S. Juan de la Cruz ? Y los ingenios que sobresalieron en uu


género tan difícil , ¡
qué no hubieran hecho si les hubiese
sido dado extenderse por todo el vasto y ameno campo
de la elocuencia !

D. Diego Hurtado de Mendoza es uno de aquellos hom-


bres extraordinarios ,
que á la manera de los cometas lu-
minosos ,
parecen y alumbran la tierra de tarde en
tarde. Protector decidido de las ciencias, tan incansable

y laborioso en el estudio como valiente é intrépido en el ,

campo de batalla versado en las lenguas griega latina


, ,

y arábiga : profundo en las ciencias morales ,


grande en la

política , de una erudición vastísima en y la geografía


la historia un tiempo el Mecenas de su siglo , ej
, es á

primer diplomático, uno de sus primeros poetas, y el


primero de sus historiadores. La existencia de este hombre
prodigioso forma época en la historia de la literatura

española. Ademas de su Oración al Concilio de Trenio ,


su Paráfrasis á Aristóteles su traducción de la Mecánica ,

del mismo, sus Comentarios políticos, una descripción


de la Conquista de Túnez, la de la Batalla naval, y sus
obras poéticas de que hablaremos en su lugar, compuso
el Lazarillode Tormes[i) en su juventud, y en su a van»
zada edad la Historia de la Guerra contra los Moriscos
de Granada. Estas dos obras retratan las edades en que
se compusieron. En la primera hay travesura y gracejo :

en la segunda todo es juizio , y la imaginación ej« re un


imperio limitado. Rápido, conciso y enérgico, Tu< did s
y

(i) Sin embargo no falta quien se le atribuya á un MoijtJe-


lóaiuio, llamado Juaa de Ortega. V. Aic. Ani.
cviif DISCURSO PRELIMINAR.
Salustio fueron sin duda sus modelos, tan bien imitados,
<jue con no pequeña razón la posteridad le ha dado el nom-
bre de el Salustio Español. No carece enteramente de los
lunares consiguientes al género elegido : la concisión dege-
nera en oscuridad , y la rapidez en desaliño.
Decir que ha llegado el caso de que hablemos de F.
Luis de Granada , vale tanto como anunciar á nuestros
lectores ,
que hemos recorrido toda la escala de progresión ,

desde la infancia mas tosca de la lengua , hasta el último


escalón de su elegancia ,
grandiosidad y armonía. Con efec-
to, este elocuente escritor es, por decirlo así, la obra
de cuatro siglos de ímprobos trabajos. Cuantos le pre-
cedieron no han hecho sino prepararle el camino y el :

mérito de cuantos le han sucedido^ no ha pasado de acer-


cársele mas ó menos; y feliz aquel, que ha podido for-
zarle a dividir un tanto con él la pajma de la elocuencia. El
número de sus obras en latin y castellano es inmenso •,

pero aquellas en que principalmente resplandecen las ini-

mitables graeias de su variado estilo, son : su Guia de


Pecadores , sus Meditaciones , la Introducción al Símbolo
de la Fe , y varios de sus Sermones. Capmany . cuyo juizio
crítico de Granada nos ha parecido merecer por las be-
,

llezas del un lugar en nuestra colección le com-


estilo ,

para á Bosuct, y esta misma idea ha sido después adop-


tada y repetida por autores extrangeros creemos que la ;

comparación con Masillotl habría sido mas exacta. Aun-


que Granada sea á las vezes vehemente y enérgico, su
estilo, ó sea su manera, no esla de aquella rapidez
y
fuerza que caracterizan al impetuoso Bosuet. Nadie como
él, se ha dicho hablando de Masillon , lia sabido lierir

la cuerda de la sensualidad, y llenar el alma de aquella


emoción rtVa y sulud<i!>lc t/ue liaee amar la virtud : sus
ideas son brillantes , sus expretiORÉM escogidas y armonio-
,

DISCURSO PRELIMINAR. C U
vas , sus imágenes vivas y naturales, su estilo claro , lleno,
numeroso. Este es exactamente el retrato de Granada.
Una de las observaciones que pueden caracterizar mejor
la manera y semejanza entre dos escritores , es la conve-
niencia en sus defectos, pues que no es posible que deje de
haberlos, sin que haya mérito que alcanzo á preservar-
nos de pagar a la naturaleza este tributo de fragilidad. Tucí-
dides no podia tener los de Herodoto , ni Saluslio los de Tito
Livio. Mientras que el estilo de Bosuet degenera en.duio,
el de Granada y Masillon no podia menos de degenerar
en redundante y difuso. No hay arte que alcanze en nin-
gún escritor á contradecir 6 desmentir el temple de su
alma. Si Fr. Luis de Granada hubiera tenido que lidiar
con un Bosuet, se habría defendido como un Fenelon ;

el atleta que provocase la cólera de Bosuet , debía de-


cidirse antes á morir sobre el campo de batalla. Almas
vaciadas sobre moldes tan diferentes, no podían sentir
misma manera, y podía haber entre ellas
ni hablar de la
poca mas conveniencia que la que hay en general entre
,

Jos buenos escritores.

Si fuera permitido comparar las pasiones mundanas con


los amores del Cielo , los arrobamientos de la gracia con
las delicias de un amor profano, y la poesía del Empíreo
con la de este pobre planeta en que habitamos, no du-
daríamos escandalizar, al siglo en que vivimos, compa-
rando el tierno y encendido estilo de Sta Teresa de Jesús
con todo el fuego que atribuye Horacio á los versos de
la apasionada Safo :
y á S. Juan de la Cruz , con el poeta
que en la antigüedad haya pintado mejor los éxtasis deli-
ciosos de un alma abrasada j sin que nuestro poeta en prosa,
cuando describe las grandezas de Dios, deje de elevarse
algunas vezes al tono de los primeros maestros. No ca-
recia de imaginación y de entusiasmo el que, pintando
« DISCURSO PRELIMINAR. .

la blandura de la mano del Señor con sus siervos, decía»


/ O mano blanda , tanto mas blanda , cuanto si la sen-
taras algo pasada, hundiera todo el mundo pues de
,

solo tu mirar, la tierra se estremece, los /non tes se des-


menuzan í Las obras mas estimables de estos dos escri-
tores son : deSta Teresa, las Moradas, el Camino de la
perfección, los Conceptos de amor de Dios, y una colec-
ción de Cartas : y de S. Juan de la Cruz , la Subida al
Monte Carmelo , Noche escura del alma, Cántico espiri-
tual, Llama de amor viva varias Cartas; y , otras diferen-
tes, todas del mismo género.
El ascético F. Diego de Estella es un modelo de clari-
dad y precisión , dice nuestro traductor del Blair,/ lo seria
de noble sencillez , si para inculcar un pensamiento , no hu-
biera agotado y para contrastar los periodos
la tinta ,

no se derramara d vezes en lugares comunes. Este crítico


en lo general , es poco indulgente ; así que se puede deferir
á su opinión en el elogio , y no creemos que se arriesgará

nada en templar algún tanto la acrimonia de su censura.


Las obras mas estimables del P. Estella son la Sanidad
del mundo, y las Meditaciones del amor de Dios.
¡ De qué benignas influencias no debe participar el feliz

clima de la dichosa Granada ! Ella sola produjo los dos


Luises y ciudad avara de sus glorias con ninguna quiso
: ,

dividir lapalma de la elocuencia sagrada y aun aspira á ,

disputar con todas la de la poesía. Fr. Luis de León , el


segundo de sus Luises , sostiene estas ultimas pretenciones ,

y es también el único que hubiera podido sostener aquella


competencia. Sus Nombres de Cristo, la Perfecta casada,
su Exposición del lihro de Job , lwicen bien sensible la pér-

dida del Perfecto Predicador, que n ufot escribió , y cuyo


paradero se ignora absolutamente. Su juizio crítico, y su
pai alelo con Vi\ Luis Ue Granada formado por Capmany,
,

DISCURSO PRELIMINAR. cxj

3 inserto en nuestra colección , evita á nuestros lectores el

riesgo de oir otro^ en que necesariamente perdería mu-


cho ,
por ser nuestro. Bajo de todos respetos nos parece
perfectamente desempeñado-, le adoptamos como juizio crí-

tico y aun
,
no dudamos proponerle por modelo en su linea
á pesar de los galicismos de que le acusa Munarriz, que su-
pone no entender á Capmany en este lugar, añadiendo solo,
que nosotros no hemos podido entenderá Munarriz, lo cual
no quiere decir que acaso no se haya explicado bien clara-

mente.
£1 P. Malón de Chaíde , F. Fernando de Zarate, y el

desgraciado Antonio Pérez , son los tres escritores que


terminan el reynado de Felipe II. El primero, de una
imaginación espléndida , es en su Magdalena pecadora ,

penitente y santificada , florido , brillante, grande en las


imágenes ; y como raras vezes el rico de ingenio deja de ser
pródigo, á este defecto deben su origen todos los vicios de
su estilo. En los trozos escogidos en que carece de ellos , es

muy difícil sobrepujarle. En su descripción de la celestial


Jerusalcn, hay mas de un rasgo que prueba su comercio
con Horacio; pero en mil otras ocasiones parece no haberle
leído; sobre todo, se olvida muchas veces del professns
grandia turget. Mientras que por el contrarío, el docto
Zarate en sus Discursos , rico en noticias ,
pero no tan
favorecido de imaginación , va á tropezar frecuentemente
con él serpit humi; si bien en los pasajes escogidos no carece
de cierta dignidad y elevación.
Del famoso Antonio Pérez, tan fatal áLanuza tenemos,
,

ademas de varías otras obras publicadas con nombre ageno


6 con el suyo , y que refiere Nicolás Antonio, su colección
de Cartas á diferentes personas , en las que este hombre
grande manifiesta su originalidad y fuerza de carácter. Nacido
para romper toda especie de prisiones , se manifiesta en ellas
cxij DISCURSO PRELIMINAR,
tan atrevido y libre en ei arte de escribir , como en todo lo
demás ; y decidido á sacudir toda especie de yugo , se creó
un gen' ro propio en lo general , lleno de imágenes , ener-
gía y concisión , pero mas á propósito para admirado en él,

que para imitado por otro.


El religioso Felipe III de mas piedad que talento, y de
,

mas flojedad que la que hubiera convenido al estado en que


por sus malhadadas empresas dejó á la España su ceñudo ,

padre, presenta en su rey nado , como para dulcificar el


cuadro de no pocas indiscreciones , los Espinólas , los

Marqueses de Sta Cruz , los Fajardos, Riberas y Pimen-


teles en la crónica de nuestros ftiunfos ; y los Simienzas ,

los Marianas , los Argensolas , y lo que vale por todo , el

inmortal Cervantes , en los anales de nuestra literatura


prosaica.
El P. Fr. José de Sigüenza, monje de la orden de
S. Jerónimo , discípulo del célebre Arias Moni ano , escri-

bió una vida de su Santo Fundador , y uua Historia de


su Oí den que, bien que uno y otro asunto sean muy edi-
,

ficantes y piadosos hacen sentir que esta dirección del


,

ingenio á las cosas divinas haya sido en nuestra Nación


tan exclusiva , y tan á costa de todas las cosas humanas que ,

en verdad no son un objeto tan indiferente como se cree ,

á honra y gloria de Dios. Bueno es que tengamos una


la

historia de la Orden de S. Jerónimo pero si la pluma ;

feliz de Sigüenza se hubiera consagrado á escribir una his-


toria impareial ,
por ejemplo , de los reynados de los Reyes
Cutólicos , Carlos V y Felipe II, el interés de este monu-
mento habría sido mas general y tendríamos con mucha
,

gloria de nuestra literatura, un historiador mas que poder


oponer íi los mejores de la historia moderna, y aun de la

antigüedad ; mientras cpie este genera de vidas de Santos


y crónicas de Ordene,, -euei alíñente tan mal manejada
DISCURSO PRELIMINAR. cxüf

como indica Melchor Cano cuando , dice que las vidas de


muchos Filósofos están escritas con mas juizio que las de
muchos Santos es por desgracia un género poco
, acrfdi-
tado , y no muy á propósito para hacer fortuna , supuesta
la tibieza del siglo XIX.
No se nos oculta que esta reflexión ha podido hallar ya
antes muchas aplicaciones en este nuestro discurso ; mas sea
de todo lo que quiera , la verdad es ,
que el erudito , el

variado, elegante y majestuoso Sigüenza ,


que segun Cap-
many , imitó perfectamente á Tácito en las introducciones
ó centurias , á Tito Livio en las relaciones , á Plinio en las
descripciones, y á Salustio en sus pinturas y retratos, no
escribió sino la Historia de la Urden de S. Jerónimo.
D. Antonio Fuen Mayor, en su Vida de Pió V ', el P.
Fr. Juan Marques en su Espiritual Jerusalen y el Gober-
nador Cristiano , Fr. Diego de Yepes en su t ida de
Sta Teresa, y el P. Martin de Roa en la que escribió de
Da- Sancha Carrillo , son todos ellos autores muy reco-
mendables de este reynado; si bien en este último , empieza
ya á precipitarse, por decirlo así, aquel nial gusto, que en
los reynados de Felipe IV y Carlos II , degeneró en una
especie de infección.
El P. Juan de Mariana es uno de aquellos sabios del
siglo XVI que salieron de España para enseñar en Roma
y en Paris , en donde fué muy conocido por su tratado de
Rege , libro tan famoso como raro , y condenado a las
llamas por el Parlamento. Este hombre prodigioso , ins-
truido en las lenguas latina ,
griega y hebrea , era de una
erudición vastísima y de un talento universal ,como se ve
por el ndmero considerable de sus obras. Ademas de la
ya citada , de varios tratados teológicos y de otra espe-
cie en las materias eclesiásticas , escribió las de ponderi-
bus et mensuris , de adventu B. Jacobi Apostoli in Hispa-
,

cxiv DISCURSO PRELIMINAR.


niam de Monetce mutatione de Die ct anuo mortis
, , Chrislí
de Annis Arabum cum nostris comparatis , y la Historia
de España ,
que es su obra maestra , y aquella por que
reclama uno de los lugares mas distinguidos en la histo-
ria de la literatura, cualquiera que sea la verdad ó fal-
sedad de las pesadas advertencias de Pedro Mantuano á
quien, mal que les pese á sus aduladores Juan Bautista
Saco, y Enrique Puteano (i), las Musas trataron con tanto
despego, como esmero pusieron en el verdadero Mantuano.
Capmany hace de este escritor un examen crítico por
tan accríado ténuino en el fondo de las ideas y gracias
del estilo, que nos dispensa de todo trabajo, habiendo,
creído deber insertarle en nuestra colección.
El severo Munarriz, hablando de Bartolomé Leonardo
de Argensola, reduce todo el mérito de este escritor á
la pureza y propiedad de la dicción : dice que no tuvo
ni imaginación ni juizio, que se le debe considerar como

escritor «le estilo vicioso, y que será siempre cierto que


no supo escribir ni en verso ni en prosa, pues que ape-
nas haeia versos que no fuesen prosaicos , ni escribía prosa
que no tuviese visos de poesía. Del primer artículo de
acusación , nos ocuparemos cuando consideremos á este
Argensola como poeta; en cuanto al segundo, no pode-
mos menos de decir en este lugar, que nos parece exce-
sivamente duro el juizio de este Concinista rígido en las

materias del buen gusto. IVada puede hacer tolerables ver-


6os que parecen prosa •, pero con esta puede hermanarse
muv bien aquella poesía ,
que no consiste en la medida,

(i) Admirandas ine,tnii fui dotts niti (Bsti'mftm, dice este último ,

ptctosfi- pro/tetó in omnit musas, graoiasfue vidtor. Es cierto que


el Kucekor ifl Juato Ii|»io, *egun se explica, podía andar algu
-•trau-o cu sus negocio».
DISCURSO PRELIMINAR. cxr
estudiada y cantante de los periodos , sino en la riqueza
de imágenes oportunamente empleadas; y aunque la exu-
berancia de estas sea siempre un defecto contra el jui-

zio, no por eso supone su extinción absoluta. Harto des-


graciado hubiera sido B trtolomé de Argensola , si, como
quiere Munarriz , la naturaleza no le hubiese dado sino
lengua para desatinar , y ocasión á sus censores para de-
nostarle. La crítica de Munarriz en esta ocasión es con-
tradictoria. La pureza y propiedad de la dicción suponen
ya mucho juizio , y el excesivo atavío y ornato de la Histo-
ria de las Molucas , no poca imaginación. Sin embargo,
es muy posible que en Argensola, corno en tantos otros
escritores, haya sido algunas vezes su juizio avaro, y
Otras, pródiga su imaginación; á pesar de todo, no puede
negarse que la Historia de las Molucas es uua obra apre-
ciable, no solo por la pureza del lenguaje y propio uso de
las palabras , sino por el mérito de su narración y ani-
madas descripciones.
Las Tragedias de Amor de Solórzano , y el Quzman
de Alfar ache de Mateo Alemán manifiestan bastante in-
genio en estos dos Escritores , aunque por bien diferen-
tes estilos. El primero , á fuerza de querer pintar las

cosas como no pueden ser, degenera , aun en sus pasa-


jes escogidos, en gigantesco, con ciertos visos de acica-
lado; mientras que el segundo, queriendo pintarlas peor
de lo que son, hace familiar y bajo, y trueca la fina
se

ironía y el gracejo por la chocarrería y bufonada. No


obstante, este segundo escritor es muy recomendable por
la utilidad moral de obra
y en general por las gracias
la ,

de su estilo natural y correcto y muy superior á su imi- ,

tador López de Ubeda, cuya Picara Justina es tan des-


preciable como la presenta Cervantes.
La posteridad ha comparado y opuesto Virgilio á Hot
cxvj DISCURSO PRELIMINAR,
inero , Cicerón á Demóstenes , Horacio á Píndaro , el Taso
al Ariosto , Racine á Comedie ; estaba reservado al in-
mortal autor del Quijote la gloria de no tener rival.
Cualquiera que sea el encanto de la l liada y de la Eneida,
creemos que se le puede perdonni ri St. Evremont el ha-
ber hablado del Quijote como de la única obra que no
se habría cansado jamas de leer, aun cuando hubiera em-
pleado toda su vida en repetir su lectura- Esta obra original
y asombros i tiene caracteres propios , y que son una con-
secuencia de su misma singularidad. Aun no hay que
desesperar de aquellos que, no habiendo nacido para re-
montarse á la esfera de Homero y de Virgilio , oigan
con frialdad su lectura; pero el que oiga con absoluta in-

diferencia la del Quijote de Cervantes ,


puede desde aquel
dia , si ya no es que por gran Señor se excusa de esta
triste necesidad , buscar un abrigo en alguno d.e aquellos
establecimientos en que la beneficencia pública repara las
injusticias de la naturaleza, ofreciendo un asilo á los estú-

pidos. Con efecto, esta proposición es de tal manera cierta,

que el grado de admiración respectiva que produzca su


lectura, podrá ser mirado como un termómetro del tem-

ple de alma, ó sea de las disposiciones del lector ó del


oyente, sobre todo en materias de gusto. El análisis del
Quijote ha sido hecho muebas vezes , el junio crítico de las

gracias y lunares de su estilo PTOcWs mas, y su elogio


anda, dos siglos ha, en la boca de todos; así que si qui- ,

siéramos bab'ar de esto, nada podríanlos hacer sino fa-


tigar a nuestros lectores con cansadas re peí ¡riónos. No
atore decir esto demás hajamoi sido ori-
que en todo lo

ginales sino que hay cosas mas sabidas unas que otras.
,

Pero, puesto que es necesario pagar al»un tributo de ad-


miraeion al genio di\ino de Cervantes diremos que Ó, , :

Ja originalidad de lu idea, al bien tramado artificio de


. ,

¡DISCURSO PRELIMINAR. cxvíj

la fábula, al mérito de los caracteres, al de su conve-


niente narración , al de la belleza y oportunidad de sus
episodios, alas inimitables gracias de su variado estilo, y
á toda la utilidad moral del poema, tan felizmente pre-
sentada y desenvuelta bajo diferentes aspectos por el autor
del sabio análisis de la Academia, podia añadirse la que,
en nuestro modo de ver, constituye su utilidad directa
y general que puede decirse característica y
: enfin , la

esencial. Se ha dicho, por ejemplo, que la lección im-


portante que resulta de la Iliada es la de que los pue- ,

blos son siempre víctimas de las divisiones de aquellos


que los y de la Odisea que la prudencia
gobiernan :
,

unida mas pronto 6 mas tarde, triunfa al cabo


al valor,

de los mayores ostáculos. A semejanza de lo que se ha


dicho de estos dos poemas diremos nosotros del de Cer- ,

vantes que creemos ver en D. Quijote personificada la


,

especie humana y anunciada á los hombres esta importHiite


,

lección « á parte un pequeño número de malvados que


:

pertenecerán al primer poema que se componga para doc-


trinar á los tigres los demás todos tenemos una manía
,

dominante y muchas calidades estimables todos dis-


,
:

currimos con acierto, hasta que se toca en la tecla falsa


de nuestro delirio». El que crea que esta lección no es
tan importante como la de aquellos dos poemas reflexione ,

que la consecuencia directa de ella será esta sublime máxi-


ma : « pues que tal es esta obra contradictoria del hombre

y pues que así salimos todos de las manos de la natura-


leza perdonemos y amentónos reciprocamente «
,

Las demás obras prosaicas de Cervantes , aunque no des-


preciables , muy poco podrían añadir á su gloria, cuando
algo pudiera añadirse á la de autor del D. Quijote. Sit*

embargo, nO se crea que su Galatea ,


, j sus Novetas
aun su Persiles y Sigismunda carecen de todo mérito.
Tom, i. h
cxvüj DISCURSO PRELIMINAR.
Cualquiera de ellas habría bastado para dar á un hom-
bre una decente reputación en la república de las letras.
En todas ellas se ve siempre, mas ó menos, el grande in-
genio de Cervantes , y la maestría con que manejaba su
lengua.
El reynado de Felipe IV, tan señalado por desastres
políticosno lo fué menos tampoco por nuestra deca-
,

dencia literaria; si bien es justo decir en favor de este


Monarca, que aquellos y esta no eran tanto obra suya,
como resultados necesarios , ya del impulso dado en los
reynadoo anteriores ,
ya de la mala suerte de su tiempo.
Menos sombrío y serio que su padre y abuelo, protegió
los talentos, y aun tuvo algún comercio con las Musas;

pero apenas un hombre mucho mas grande que él habría


bastado á detener el torrente, ni de las desgracias polí-

ticas, ni del mal gusto de su siglo. Seamos indulgentes,


y acordémonos de que toda la influencia de los roas grandes
Emperadores qt*c tuvo Roma, no bastó, ni aun a sos-

tener por algún tiempo mas el esplendor del siglo de Ci-


cerón y de Virgilio. El siglo- de oro de todas las nacio-
nes , sin que hasta aquí haya habido fuerza humana que

lo evite , ha sido constantemente seguido por el siglo de

los preceptistas ,. sucediendo así la insoportable é insípida


pedantería ul genio , .algunas vezes regular como por ins-

tinto, y sobre todo , siempre grande, aun en sus extra-


víos. En general, tal ha sido también la suerte délas «.ini-
cias y no podia menos de
,
ser asi por el modo con que
be formábanlos preceptos de todas. Apenas se liabia recogido
un i orto número de hechos , se empezaba por forjar un
sistema; para dar ra/on de ello-;, rada uno «naba el suyo,
y en la grilería de la dispula ,
queriendo todos sostener el

que habían forjado, se perdiau la racen y el ingenio. Y como


ota necesario buscar u los grandes electos causas recónditas _,
DISCURSO PRELIMINAR. exix

se despreciaron las ideas mas simples , rompióse el hilo de

las observaciones y cada uno crnyó estar mas cerca de


,

la verdad , á medida que se entendía menos á sí mismo.

Enfín, el espíritu humano no había pasado todavía por el


yunque de Bacon Loke Condillac Cavanis y Destut-
, , ,

Tracy, que nos han dicho cómo se aprende y cómo se


enseña , diciéndonos cómo se piensa.

No obstante , todavía honraron el reynado de Felipe IV


diferentes escritores muy estimables . á pesar de las in-

fluencias del siglo.


En la Expedición de Catalanes y Aragoneses contra
Turcos y Griegos de D. Francisco de Moneada , se cotí-

servan todavía las calidades que distinguen el siglo XVI , y


sus defectos no son los de aquel en que vivia.
De D. Luis Velez de Guevara, autor del Diablo Cojuelo,
tendremos mas ocasión de hablar en la parte poética. En
esta obra prosaica , al través de ideas desarregladas , y
de metáforas desatinadas y violentas se ven muchos ras- ,

gos de ingenio y de una sátira original , con un estilo fácil

y agradable , donde no degenera en bajo y truanesco. Los


escritores franceses le llaman el Eacarron Español.
Si D. Francisco de Quevedo y Villegas hubiese venido al

mundo dos siglos después, ó no hubiera respirado en una


atmósfera de preocupaciones y mal gusto , tan cargada como
lo estaba la de la España en tiempo de Felipe IV , la his-

toria de todas las demás naciones no presentaría sino un


solo hombre que pudiera competirle en la fuerza del inge-
nio , y en la universalidad de sus talentos. Versado en las
lenguas latina ,
griega , hebrea , árabe é italiana , á la edad
de veinte y tres años era ya el asombro de Justo Lipsio y ,

otros célebres humanistas y sabios de su siglo ; mas no con-


tento con esta vasta erudición, se hizo teólogo, jurista, ca-
nonista, matemático, astrónomo, médico: y fué como es-
cxx DISCURSO PRELIMINAR.
critor, político, moralista, ascético y poeta. Ademas de una
traducción de Anacreonte , y de otra del Rómulo del Mar-
ques Virgilio de Malvezzi ,
que tanto se le asemejaba, sobre
todo en lo malo , el catálogo de sus obras originales es tan
variado como sus talentos. El juizio crítico de este hombre
extraordinario se reduce á estas palabras : » puede decirse
de él todo el bien y todo el mal posible , y se presta igual-

mente á la crítica <5 al elogio. » Austero y libre, sublime y


bajo , fino y truanesco, en la misma página en que asombra,
provoca la nausea. El mismo hombre en otras ocasiones tan
oscuro , mctafísico y ridículo, es el escritor elocuente que
en la vida de Marco Bruto ( aparte siempre un poco de
estudio en el uso de los periodos cortados , no muy del
genio de nuestra lengua ) decia : Ciudadanos de Roma : las
guerras civiles , de compañeros de Julio César os hizieron
vasallos mano, de vasallos os vuelve d compañeros.
; y esta

La libertad que os dio Junio Bruto contra Turquino , os


da Marco Bruto contra Julio César.... Pompeyo dio la
muerte á mi padre y ,
aborreciéndole como d homicida
suyo , luego que contra Julio , en defensa de vosotros tomó
las armas, le perdoné el agravio, seguí sus órdenes , milité
en sus ejércitos y en luirsalia me perdí con él Llamóme
con suma benignidad César , prefiriéndome en las honras y
en los bcnejieios d todos, líe querido traeros estos dos sucesos
á la memoria para que veáis que ni en Pompeyo me
,

apartó de vuestro servicio mi agravio , ni en César me


granjearon contra vosotros Lis caricia» y los favores. Mu-
rió Pompeyo por vuestra desdicha ; vivió César por vues-
tra ruina mátele yo por vuestra
: libertad.... Si os pro-
WCan a compasión las heridas de César , recorred todas
vuestras parentelas y veréis cómo por él habéis degollado
,

vuestros linajes , y los padres con la sangre ile los hijos,

y los lujos con la de los pudres , liabais manchado las cant-


DISCURSO PRELIMINAR. cxxj

pañas y calentado los puñales.... Para presentar el con-


traste de este hombre raro , no podemos menos de ceder
al deseo de copiar el siguiente pasaje en que habla del
,

estilo y la dicción del Mro Fr. Luis de León , es decir , de


un asunto en que no se trataba sino de ser claro. Su dicción

es grande ,
propia y hermosa con facilidad , de tal casta ,

que ni se desautoriza con lo vulgar , ni se hace peregrina

con lo impropio. Todo su estilo con majestad estudiada es


decente d lo magnífico de la sentencia ,
que ni ambiciosa se
descubre /itera del cuerpo de la oración , ni tenebrosa se

esconde, mejor diré' que se pierde en la confusión afectada


de figuras , y en la inundación de palabrasforasteras. La
locución esclarecida hace tratables los retiramientos de las
ideas , y da luz d lo escondido y ciego de los conceptos. Si
nos dijeran hoy que así se habia explicado un hombre en
el delirio de una fiebre, lo creeríamos sin violencia. Pues-
hombre es Quevedo en sano juizio y á pesar de esto,
este ;

Quevedo es un grande hombre Qué de caprichos no os- ¡

tenta la naturaleza en sus mejores obras !

En medio de la corrupción general , sostenida por ejem-


plos de tanta autoridad, consiguieron todavía distinguirse
por un lenguaje castizo , y por muchas gracias en el estilo ,
los célebres escritores D. Carlos Colonia , traductor de los

Anales de Tácito, y autor de las Guerras de los Estados


Bajos desde i588 hasta iSgo,: el P. Nieremberg, autor de
una multitud considerable de obras latinas y castellanas :

el Conde de Cervellon autor de la vida de Alfonso VIH


,
y :

el Illmo Palafox en varias de sus muchas obras espirituales ;

sin embargo , en ninguno de estos deja de verse siempre el

sello de su siglo : antítesis, retruécanos, y remilgamientos.


Mas l
qué puede extrañarnos ver á estos escritores ceder á la

fuerza de una opinión establecida , y suscribir ,


por malo
que fuese, al único camino acaso de obtener la aprobación
cxxij DISCURSO PRELIMINAR.
y aplauso de sus contemporáneos , cuando vemos á todo un
Saavedra, es decir, auno de los ingenios mas sobresalientes
que ha producido nuestra literatura, y á uno de los sabios
de mas sólido juizio que presenta la historia , dejarse tam-
bién contagiar un poco , dar en aquel estilo compasado y
clausulólo, invención de los cultos y conceptistas, y que
malhadados tiempos ? No obstante , la jus-
caracteriza tan
ticia exige que digamos de Saavedra ,
que merece mucho
mas nuestra admiración y elogio por los vicios que evitó" ,

que nuestra censura por aquellos en que incidió , y que


supo disimular en grado tal ,
que si por su precisión ha sido
comparado á Tácito, pudiera haberlo sido también por
haberse preservado tanto de la corrupción de su siglo. Los
que no quieran ser indulgentes, que reflexionen cuanta
fuerza de alma no se necesita para desnudarse de toda idea
de amor propio, y luchar á brazo partido con la opinión
de todoslos hombres con quienes vivimos. Saavedra es in-

dudablemente el hombre grande del rey nado de Felipe IV,


pues aunque Quevedo tuviese la ventaja del ingenio, no
pued.- comparársele por la solidez del juizio. Ademas de su,

vasta erudición, profunda filosofía , sana moral , exacto


conocimiento del corazón humano y fina ironía , cu cuanto
á las gracias del estilo es siempre puro, correcto y claro,
y merece dice Capmany por la destreza
,
propiedad
, ,

y gala conque maneja la lengua castellana, ser respetado

y con.su/tadt> como maestro y modelo de la grave , urbana


y agraciada locución* Sus obras son : las Empresas poh'-
tíciU , la Jíepuíiliea literaria y ,
la Corona Gótica, Cas-
tellana y Austríaca ,
que no concluyó, y que ha sido mal
( ¡iiiiiin.i.l.i ilisj>iics por ¡Vufiez de Cuslm.
Bien lejos estuvo de imitar el ejemplo de Saavedra, y
( ], ' dr la epidemia altisonante y culta, el su-
;

pttMto Loruuo, y verdadero Uultas.u (¿raí i.ui; ánlos bien


DISCURSO PRELIMINAR. cxxüj

podemos considerarle como dogmatizador de la secta de los


Malvezzis y Paravicinos por haber acreditado para con
,

los Españoles , dice Lazan, tan depravado estilo, en su


Agudeza y Arte de Ingenio, que compara al Canoochialc
Aristotélico del Italiano Emmanuel Tesauro. A pesar de
esto , ¡
quede elogios no se deben al autor del Criticón ! En
r
medio de las antítesis paronomasias y toda la metralla
,

culta, es una de las obras mas recomendables de nuestra


literatura por la felizidad de la invención , la inagotable
riqueza de imaginación y de sales ,
por la viveza de sus
pinturas y por la gracia , soltura y naturalidad del estilo.
,

Impotencia y degradación en todo, matizadas con uno


que otro acto de atroz ignorancia , son los distintivos del
reynado de Carlos II. Entre los autores prosaicos, sin la
existencia de un Solis y de un Nicolás Antonio podría ,

dudarse , no hubo plumas en España pues que hartas


si
,

fueron las que se emplearon en escribir necedades, sino si


se había perdido enteramente el ingenio y el gusto que un
tiempo las habían dirigido. D. Nicolás Antonio mucho mas
jecomeudable por su incansable laboriosidad, y la inmensa
riqueza histórica que nos ha dejado en su Biblioteca An-
tigua y Nueva , lo es también no poco por las calidades del
estilo, en sus cartas publicadas por Mayans, donde se ex-
plica con un lenguaje puro y castizo , y en un estilo grave
y claro, aunque algo duro y desaliñado. En cuanto á Solis,
fué, por decirlo así, el astro brillante de su siglo
y de un ,

mérito tal ,
que no hubiera sido posible oscurecerle aua ,

cuando hubiese pertenecido al XVI. Su Historia de la


conquista de Méjico es un monumento capaz de hacer
honor á la literatura de la nación mas orgullosa de la suya.

y puede ser comparada á algunas de las mejores de la an-


tigüedad. La dificultad de imitar á Tilo Livio, que para
confusión suya, confiesa el modesto Solis , haberse pro-
puesto vencer, no era r,ara él tan invencible, que en va-
cxxiv DISCURSO PRELIMINAR.
xias de sus oraciones no baya sabido aproximarse bastante
á este modelo : ni la comparación que de él hace con.

Quinto Curcioel erudito Mayans, es tan fuera de término,


que no le iguale muchas vezes en lo ameno, elegante y flo-
rido. Así es que su obra oscureció las que le habían pre-

cedido , con inclusión de la de López de Gomara , que no


carece enteramente de mérito , si bien no pocas vezes su
demasiada sencillez degenera en trivialidad , y aun algunas
hasta en sandez. No obstante, en obsequio de la verdad que
exige de nosotros la imparcialidad de la crítica diremos de
Solis : i°. Que con frecuencia se echa de ver en su estilo
aquella regularidad simétrica , aquella medida compasada
de sus frases que toca en estudiada afectación, sin que
falten tampoco algunos pensamientos demasiado alambi-
cados , resabios todos del acicalado estilo de los cultos y
conceptistas : 2o . Que aunque sea ,
por lo respectivo al

gusto, muy superior a" los hombres de su siglo, en todo lo


demás sale muy poco ó nada de la esfera de las ideas de
aquel á que pertenecía. Así es ,
que ni se le ve dar á los he-
chos , ni en general al asunto grandioso de su historia aquel
aspecto filosófico que parecía exigir la importancia política
de un suceso, que envolvía en sí mismo la revolución mas
grande que presenta hasta aquí la historia de la especie hu-
mana, y que bubria presentado bajo la pinina de un Hume
6 de un Roberston. Buenas pruebas de aquella verdad son
la excesiva buena fe con que el crédulo Solis da al Diablo,
á sus apariciones (i) y oráculos una influencia casi decisiva

(i) Entre lai diferentes apariciones y oráculos diabólicos, ei

que mas asombro y terror o* ato ú Motezuraa, es el que refiere


el P. Aconta, y otros autores, según Solis, muy fidedignos, de un

diablo que se apareció á los [Nigrománticos, y entre otras cosas,


jes dijo : < Decid í Molezuma que por sus crueldades y tiran íus
Discurso preliminar. c\x*

til la conquista de Méjico : aquella aprobación tan pocd


escrupulosa y tan agena de la imparcialidad de un his-
toriador, con que en general mira cuanto tiene á Cortes por
autor : aquella indulgencia, (que aun en un panegirista
tiene sus límites ) con que se explica sobre las injusticias á
que arrastró á Cortes su indiscreto zelo , y su demasiada
prisa en derribar ídolos. No quiere decir esto que no sea muy
laudable el zelo que los derriba: sr,el mundo no está tari
bien como debiera , es porque no ha acabado de derribar
todos los que a<Jora ;
pero el toque de derribar ídolos está
en saberlo hacer por la mano misma de los que los ado-
raban sin tener que pasar por encima de cadáveres para
llegar hasta ellos, y de manera que queden derribados para
no volverse á levantar jamas; lo cual no se consigue sino

demostrando á los hombres su falsedad, -es decir, con el


arma de la razón y la persuasión, de esta obstinada razón ,

que á pesar de cuanto se ha hecho para reducirla, se ha


empeñado aquí como en Méjico, ahora como en tiempo de
Cortes, en no admitir por medios de convencimiento ni el
palo, ni el sable, ni la hoguera. Tenemos también de Solis
una colección de y nueve cartas
diez ,
publicadas por
Mayans ,
que ofrecen buenos modelos en el género epistolar
de correspondencia familiar y privada, ademas de sus
la

obras poéticas , de que se hablará en el lugar correspon-


diente.
A la muerte de Carlos II siguió la guerra de sucesión,
durante la cual y todo el agitado reynado de Felipe V, el
mal gusto de la literatura no pudo hacer mas que conser-
varse ó empeorarse. Mas después que por
, la paz de Utrec,

tiene decretada el Cielo su ruina *. Un Príncipe que, como Mo-


tezurna, tenia á uc diablo tan amigo de decir ver-
su devoción
dades, solo hizo mal en ao haberle consultado mas temprano^
Tom. I. i
exxvj DISCURSO PRELIMINAR.
empezó la España á gozar de las ventajas del sosiego , y á
tener con la Francia comunicaciones no interrumpidas, no
pudieron menos de refluir en aquella , como en todo el resto
de la Europa , las luzes del ilustrado siglo de Luis XIV ,
empezando ya á ser nuestros maestros los que hasta aquí
habian sido nuestros discípulos; en lo cual, puede muy
bien ser que la imaginación haya perdido parte de su li-

bertad , y lengua algo de su majestad augusta y vene-


la

rable ,
pero el juizio ha ganado. El lenguaje no es acaso
tan cantante, armonioso y redondo ; pero es mas fluido,
roas claro , y sobre todo , mas lógico y en verdad que en
: ,

nuestro dictamen , no se pierde nada en este cambio, digan


lo que quieran los entusiastas del siglo XVI, que hasta
cierto punto respetamos como
que mas, y en cuyo elogio el

hemos empleado. algunas páginas; pero que no trocaríamos


por este en que vivimos , tal cual es , y aun á pesar de ha-
bernos tratado con un poco de displicencia.
Uno de los sabios que antes de mediados del siglo XVIII
contribuyeron mas á sacudir un poco nuestra ignorancia
perezosa, á combatir las preocupaciones, y á dispertar el
ingenio nacional, fué el Illmo Mro Feijoo. Este sabio Be-
nedictino, tan recomendable por su vastísima erudición,
como por su intrepidez y valentía, declaró la guerra á los
abusos de la credulidad y de la razón en general ; y á fuerza
de servirse de la suya , hizo ver que la naturaleza no nos la
h.i dado para que, sepultada en un ocio vergonzoso, sea
siempre esclava de una autoridad agena probó que habia :

entre nosotros mocha snpcr.it irion y falsos milagros, hizo


dudoM la de Aristóteles, y la existencia de
infalibilidad

Y troptroa y Brucálacoi y nos puso en el caso de abrir los


,

ojos lohri de brujería. El Mro Feijoo ademas ,

de este mérito, a ninguno otro cejnparable, tiene el de


"haber escrito su lengua con bastante pureza , corrección y
,

DISCURSO PRELIMINAR cxxvij

soltura, manifestando en varios casos, que sabia ser elegante,

y que era muy capaz de elevarse y mover. Sus principales


obras son el Teatro critico universal, y las Cartas eru-

ditas ; estas se escribieron , en la mayor parte, con el de-


signio de continuar aquel.
No menos recomendable por su laboriosidad, sus
se hizo

talentos y zelo en restablecer el buen gusto y en promover ,

el estudio de su lengua el erudito D. Gregorio Mayans


,
y
Sisear , á quien prodigaron los mayores elogios hombres
comoIIeinecio,Robcrston, y algún otro no de menor monta.
Su oración sobre la elocuencia española es al mismo tiempo ,

un ejemplo de la verdad que trata de persuadir á sus con-


temporáneos , á quienes excita á abandonar la risible alga-
rabía de su metafísica y cultismo.
Últimamente el P. Isla , célebre Jesuíta , tal vez dema-
siado pródigo de sátira y de sales, pero que manejó nuestra
lengua con mucha soltura y gracia, contribuyó por una
lección fuerte y necesaria , á desterrar, particularmente de
la elocuencia sagrada , la indecente jerigonza que había
venido á profanar el lugar que ilustraron un tiempo un Avila
y un Granada. Publicó su Fr. Gerundio de Campa-as , j
fué necesario que los Predicadores pensasen en hacerse en-
tender en el pulpito, y en dejar de ser insensatos ,
para no
parecer ridículos. Esta obra, sus Cartas familiares , y
otras varias bien conocidas , aunque menos considerables
son quizá las mas propias para determinar el justo medio
que, en nuestro entender, se debe adoptar entre el pu-
rismo de los exclusivos admiradores del siglo XVI, y el
modernismo de los extremados imitadores de los extran-
geros.

El impulso dado por estos escritores y otros que for-


man á mediados del siglo pasado una especie de época
de restauración , ha sido posteriormente seguido y ruejo-

\
cxxviij DISCURSO PRELIMINAR,
rado por oíros ya de nuestros dias , cuyo mérito recono-
cemos comprendiéndolos en nuestra colección, pero cuyo
juizio crítico dejamos á la posteridad , en quien se supone
una imparcialidad que se niega á los contemporáneos ,

sospechados siempre de adulación ó de envidia (i).

(i) No obstante, en la parte poética nos veremos precisados á


hacer una que otra excepción á esta regla , porque así lo exija
alguna razón particularísima. Por ejemplo ¿ cómo dejar de
deshacer cuanto antes la inconcebible equivocación de un
autor extrangero, por otra parte muy estimable, que presenta
á Cornelia como un émulo de D. Leandro Fernandez Moratin,
y confunde á D. Eleuterio con el autor del Café? Al través de
cualquiera violencia , nos apresuramos por esta indicación í
dar este testimonio á la verdad , y este desahogo á la amistad ofen-
dida ; sin tener reparo alguno en usar de esta última palabra, que
por esta vez no puede ser indicio de parcialidad. La distancia de
Cornelia á Moratin estal , que no hay entre los dos ni amistad

que pueda excederse, ni enemistad que alcanze á confundirlos,


equipararlos , ni aun nombrarlos juntos, como no sea por via da
contraste.
BIBLIOTECA
SELECTA

DE LITERATURA ESPAÑOLA.;
PROSA.

LIBRO PRIMERO.
ESTILO TEMPLADO.
Módica- Untpera ti.

vvvvinMunvYv\VM\\vv\vv\vvv«*\vivvvvvvwv\\wmvm\v\\\\vmvYV\vvv\vv\v\Y\mvvt

CAPITULO I.

INTRODUCCIONES.

Guerra contra los Moriscos de Granada.

JJieií sé que muchas cosas de las que escribiere parecerán


á algunos livianas y menudas para historia comparadas á
,

las grandes que de España se hallan escritas. Guerras lar-

gas de varios sucesos : tomas y desolaciones de ciudades po-


pulosas : reyes vencidos
y presos discordia entre padres y
:

hijos, hermanos y hermanas, suegras y yernos despesei- :

Tom. 1. i.
,

ü INTRODUCCIONES.
dos , restituidos, y otra vez desposeídos , muertos á hierro:
acabados linajes mudadas sucesiones de reynos : •, libre y exten-

dido campo y ancha salida para los escritores. Yo escogí ca-


mino mas estrecho , trabajoso , estéril y sin gloria ; pero pro-
vechoso y de fruto para los que adelante vinieren comienzos :

bajos : rebelión de salteadores : junta de esclavos, tumulto


de villanos competencias, odios, ambiciones y preten-
:

siones : dilación de provisiones falta de dineros incon- : :

venientes, 6 no creidos ó tenidos en poco : remisión y flo-


jedad en ánimos acostumbrados á entender, proveer, y
disimular mayores cosas. Y así no será cuidado perdido
considerar de cuan livianos principios y causas particulares
se viene á colmo de grandes trabajos, dificultades y daños
públicos, y cuasi fuera de remedio. Veráse una guerra,
al parecer tenida en poco , y liviana dentro de casa ; mas
fuera , estimada y de gran coyuntura : que en cuanto duró
tuvo atentos y no sin esperanza los ánimos de los príncipes
amigos y enemigos lejos y cerca primero cubierta y so- , :

bresanada , y al fin descubierta ,


parte con el miedo y la in-

dustria y parte criada con el arte y ambición. La gente


,

que dije pocos á pocos junta , representada en forma de


ejércitos : necesitada España á mover sus fuerzas para atajar

el fuego : el Rey
de su reposo y acercarse á ella enco-
salir :

mendar la empresa á Don Juan de Austria su hermano, hijo


del Emperador Don Carlos, á quien la obligación de las
victorias del padre moviese á dar la cuenta de sí, que nos
muestra el suceso. En fin, pelearse cada dia con enemigos:
frió, calor, hambre falta de municiones, y de aparejos
:

en todas partes s daños nuevos, muertes á ja continua;


hasta que vimos á los enemigos , nación belicosa , entera,
¿iiiii;hI.i \ confiada en el sitio, en
bárbaros y <l l.ivor de los

luí. i,,; \i 1 1 < i r 1 . i , rendida, sacada de su tierra y desposeída


<l( sus casas y bienes i presos y alados hombres y mugeres:
INTRODUCCIONES. 3

niños cautivos vendidos en almoneda, ó llevados ú habitar


tierras lejos de las suyas : cautiverio y transmigración no
menor que las que de otras gentes se leen por las historias.

Victoria dudosa y de sucesos tan peligrosos, que alguna


vez se tuvo duda, si éramos nosotros, ó los enemigos, los

á quien Dios queria castigar; hasta que el fin de ella des-

cubrió que nosotros éramos los amenazados, y ellos los


castigados. Agradezcan y acepten esta mi voluntad, libre
y
lejos de todas las cosas de odio ó de amor, los que qui-
sieren tomar ejemplo ó escarmiento; que esto solo pretendo

por remuneración de mi trabajo, sin que de mi nombre


quede otra memoria.

Don Diego Hurtado de Mendoza. Ilist. de la Guer.


contra los Moriscos de Granada.

Vida de S. Gerónimo.

La vida de un tan gran varón es mi intento escribir en


lengua castellana, mas copiosamente que en ella ni en la

latina hasta ahora se ha visto. Obra llena de mucha dificul-


tad ,
por ser historia, por la lengua, y hoy por el sujeto
vario y grave. Honrosa empresa, dificultosa salida. La his-
toria, pocos hasta hoy son los que la han acertado ; his-
torias de santos muchos las han emprendido : si han salido
con el intento, dificultoso es juzgarlo, si no es admitiendo
leyes nuevas, de los antiguos nunca conocidas. La lengua
castellana, si es llana, se desprecia ; si con cuidado ,
parece
afectación poco usada, cultivada de pocos-, y los que
:

piensan que la saben piensan también que hablarla con-


,

siste en vocablos nuevos , no conocidos de nuestros padres.


El sujeto grave y alto, lleno de extrañas diferencias, que
apenas hallaremos á quien imitar en ellas.
4 L\TFxODUCCTONES.
Veráse aquí una fe viva y constantísima en unos tiempos ,

muertos y variables : una obediencia extremada al Papa y


á la Iglesia (cosa para todos tiempos , y mas para estos , im-
portantísima) peregrinaciones varias , tentaciones de demo-
nios, castigos milagrosos, y pruebas de Dios en su Santo,

y una renunciación de patria , de padres , hermanos , amigos


y parientes : como un olvido de toda la comodidad de la
vida grandísimo, y en todo esto un nuevo dechado de
Abraham. Tras esto, mucha variedad de lenguas, erudición
de lenguages peregrinos, no solo griego y hebreo, mas aun
caldeo, arábigo, y sirio •, cosas en aquellos tiempos, y aun
en estos , conocidas de pocos , de unos menospreciadas , de
otros tenidas por sospechosas.Tanto pudo siempre la igno-
rancia y mas cuando
,
está en sujetos calificandos por el

mundo, que se atreve á blasfemar lo que ignora. Interpre-


taciones de la santa escritura, traslaciones varias ; cuestión
muchas veces reñida, y mal averiguada por su dificultad,
y por las muchas opiniones negocio en que muchos, ó ha- :

blan á tiento , (5 por bocas de otros que saben poco mas que
ellos. Descripciones de tierras, y principalmente de la Santa,
difíciles de atinarse por la distancia, y por la mudanza que
han hecho con los tiempos , con las gentes , con los sitios y
con los nombres.
Y por que no sea todo bueno (aunque lo es todo para
los buenos ) veíanse malos y ruines tratos , y grandes
desagradecimientos contra el Santo : falsos testimonios,
malicias , mentiras y motines de amigos y enemigos ; en que
será casi para todo necesario retratar toda una vida de
Moisen.- La asistencia á los negocies d< I Papa, y
responder en las causas de la fe y determinaciones de con-
cilios : cosas todas de mucha dificultad y oscuridad, que

para deslindarse no se hallan á mano los caminos. Tras


esto , mostrar la sinceridad y verdad con que trata un hoiu-
INTRODUCCIONES. 5

bre solo tantas cosas , el mal agradecimiento de los que se

aprovechaban de ellas , el poco interese que de los hom-


bres esperaba el Santo ; es mostrar de pies á cabeza un
Samuel que pasó por todo esto con el pueblo, no mas
ingrato para
él que para Gerónimo Roma desagradecida.
,

También ha de descubrir un pecho libre, lleno de for-


se

taleza evangélica , fundado en la seguridad de la propia


conciencia : un no perdonar linaje de gente , de estado,
de oficio, ni de vicio: dar reglas, reprensiones, consejos
á tantas diferencias de personas, clérigos, monjes, obispos,
caballeros, doncellas, viudas, religiosas, casadas; á padres,
á hijos , á señores , á siervos : estimar en mucho los peque-
ños , si son santos: hollar la soberbia de los grandes, si

son malos : deseo , y aun ejercicio de oficios humildes :

ánimo largo para desechar lo que el mundo llama tan sin


razón grandezas. Todo es mostrar la vida de Elias y S.
Juan, de nuevo tornada al mundo....
Todo esto dice una imposibilidad grande, y que es me-
nestercomo milagro para salir de tantos particulares.
Ayuda y anima mucho (dejada á parte la razón de la obe-
diencia que puede cuanto se atreve )
que el Santo en
ocasiones casi forzosas escribió muchas de sus cosas y fué ,

tan extremado en decirlas , como en hacerlas. Podemos


decir del lo que se dijo de César : que escribiendo el co-
mentario de sus hazañas , no mas de para dejar materias
á los escritores, les quitó la materia de las manos, por-
que ninguno las daría mejor ; porque aunque cuanto á
la pureza de la lengua pocos igualarán con César cuanto ,

á la fidelidad, no se podrá comparar con Gerónimo.


Lo principal, pues, que en esta historia se dijere, será
suyo trasladado con fidelidad según las mas recibidas re-
glas de traducir, ayudándome también de autores graves;
haciendo poco caso de otros, que á costa de venderse por
,

6 INTRODUCCIONES.
agudos, no los compran, porque dieron en maliciosos, y aun
en impíos ,
queriendo quitar en muchas ocasiones gran
parte de la gloria de tan gran Padre , á quien la Iglesia con
voz pública ha querido entre todos sus doctores llamar
Grande. Porque si Roma tuvo sus Fabios y Valerios
Grecia su Alejandro, y Francia su Carlos, á quien dieron
el renombre de Grandes por la excelencia de la pluma ó

de la espada ; con mas razón se lo da la Iglesia á su Ge-


rónimo por mil victorias contra herejes , y otras tantas
por la grandeza de su pluma. El orden de proceder será
el mismo con que corrió toda la vida del Santo ,
pues se la
dio Dios tan larga ,
que pasó todas las edades en que se
divide la vida de los hombres : donde se nos da también a
conocer, cuan importante debia ser al mundo.
P. José Siguen za.

"Guerra entre Castilla y Aragón (i).

Una guerra entre dos reynos , y aun de muchas ma-


neras trabados con deudo, el de Castilla y el de Aragón ,

contará ol libro diezy siete. Guerra cruel, implacable y


sangrienta, que fué perjudicial y acarreó la muerte a
muchos señalados varones, y últimamente al mismo que la

movió y le con que abrió camino y se dio


dio principio :

lugar á un nuevo linaje y descendencia de reyes , y con él


una nueva luz alumbró al mundo y la deseada paz se ,

mostró dichosamente á la tierra.

Púnenos horror y miedo la memoria de tan graves males


n
como 1
1 .-
*
• ciiutis. Entorpécete la pluma, y no se atreve ni

acierta á dar principió al cuento de las cosas que adelante

(i) Empezó esta guerra en l356 , reynnmlo en Castilla Don

Pedro, llamado el Cruel y en Aragón otro Don Pedro igujl-,

jucute Cruel que el de Castilla.

\
;

INTRODUCCIONES. 7
sucedieron. Embarázame la mucha sangre que sin pro*
pósito se derramó por estos tiempos. Dése este perdón y
licencia á esta narración : concédasela que sin pesa-
dumbre se lea. Dése á los que temerariamente perecieron ,

y no menos á los que como locos y sandios se arrojaron á


tomar las armas , y con ellas satisfacerse.

y aun furor que


Ira de Dios fueron estos desconciertos ,

sederramó por las tierras. Las causas de las guerras mi- ,

rada eada una por sí, fueron pequeñas; mas de todas


juntas , como de arroyos pequeños , se hizo un rio cauda-
y una grande avenida y creciente de saña y enojos.
loso,
Cada cual de los Reyes era de ardiente corazón y no ,

sufría demasías : en las condiciones y asperezas semejables


bien que el de Castilla por la edad, que era menor y mas
ferviente , se aventajaba en esto, y en rigor y severidad y
fiereza

El ardiente deseo de vengarse llevaba al despeñadero á


los Reyes de Castilla y de Aragón , sin cuidar de lo bueno
y de lo justo En que se empeñaron de suerte, que nó
tuvieron empacho de llamar a los moros en su ayuda
Quejóse gravemente dello por sus cartas el Padre Santo
Inocencio.... Mas las orejas los Reyes tenian con un exceso
de pasión y enojo de tal manera tapadas, que no oyeron
sus paternales, santas y saludables amonestaciones
Fué lastima ver como estas dos nobles naciones corrían
furiosamente á su perdición , sin que nadie las pudiese re-
parar ni poner en paz, ni fuese siquiera para hacerles
sobreseer la guerra con algunas treguas.

P. Juan Mariana. Hist. gen. de España.

Expedición de Catalanes y Aragoneses.

Mi intento es de escribir la memorable expedición y jor-


nada , que los Catalanes y Aragoneses hicieron á las pro-
,

8 INTRODUCCIONES.
vincias de Levante , cuando su fortuna y valor andaban
compitiendo en aumento de su poder y estimación lla-
el :

mados por Andrónico Paleólogo , Emperador de los


Griegos en socorro y defensa de su imperio y casa favo-
, :

recidos y estimados en tanto que las armas de los Turcos


,

le tuvieron casi oprimido , y temió su perdición y ruina ;

pero después que por el esfuerzo de los nuestros quedó


libre de ellas , maltratados y perseguidos con gran cruel-
dad y fiereza bárbara de que nació la obligación na-
;

tural de mirar por su defensa y conservación , y la


causa de volver sus fuerzas invencibles contra los mismos
Griegos ; las cuales fueron tan formidables ,
que causaron
temor y Eu-
asombro á los mayores príncipes del Asia y
ropa , perdición y total ruina á muchas naciones y pro-
vincias y admiración á todo el mundo.
,

Obra será esta , aunque pequeña por el descuido de los


antiguos, largos en hazañas y cortos en escribirlas, llena
de varios y extraños acasos : de guerras continuas en re-
giones remotas y apartadas con varios pueblos y gentes
belicosas : de sangrientas batallas , victorias no esperadas :

de peligrosas conquistas acabadas con dichoso fin por tan


pocos y divididos Catalanes y Aragoneses que al principio ,

fueron burla de aquellas naciones, y después instrumento


de los grandes rasligos que Dios hizo en ellas : vencidos
los Turcos en el primer aumento de su grandeza otomana
desposeídos de grandes y ricas provincias del Asia menor y ,

á viva fuerza y rigor de nuestras espadas, encerrados en lo


mas áspero y desierto de los montes de Armenia después :

\uelt is las armas contra los Griegos, en cuyo favor pasa-


ron, librarse de un.i Afrentosa muerte, y vengar agravios
que no se pudieran disimular sin gran mengua «le su
estimación, v airen ta de su nombre I ganados por fuerza
muchos pueblos y ciudades : desbaratados y rotos pode-
:

INTRODUCCIONES. 9
rosos ejércitos : vencidos y muertos en campo reyes y
príncipes : grandes provincias destruidas : muertos sus
caudillos, ó desterrados sus moradores : venganzas mere-
cidas, mas que Macedonia, Tesalia y
lícitas : Tracia ,

Beocia penetradas y pisadas a pesar de todos les príncipes


y fuerzas del Oriente y últimamente muerto a sus manos
:

el Duque de Atenas con toda la noblez i de sus vasallos


y á pesar de los socorros de Franceses y Griegos, ocupado
su Estado, y en él fundado un nuevo señorío.
En todos estos sucesos no faltaron traiciones, crueldades,
robos, violencias, sediciones; pestilencia común , no solo
de un ejército colectivo, y débil poi el corto poder de la
suprema cabeza, pero de grandes y poderosas monarquías.
Si como vencieron los Catalanes á sus enemigos, vencieran
su ambición y codicia no excediendo los límites de lo
justo, y se conservaran unidos, dilataran sus armas basta
los últimos íínes del Oriente , v viera Palestina y Jeru-
salen segunda vez las banderas cruzadas porque su valor
;

y disciplina mililar, su constancia en las adversidades,


sufrimiento en los trabajos, seguridad en los peligros,
presteza en las ejecuciones , y otras virtudes militares,
las tuvieron en sumo grado, en tanto que la ira no las
pervirtió. Pero el mismo poder que Dios les entregó para
castigar y oprimir tantas naciones, quiso que fuese el ins-

trumento de su propio castigo. Con la soberbia de los


buenos sucesos, y desvanecidos con su prosperidad, llega-
ron á dividirse en la competencia del gobierno, y dividi-
dos, a matarse ; con que se encendió una guerra civil, tan
terrible
y cruel ,
que causó sin comparación mayores daños
y muertes ,
que las que tuvieron con los extraños.

Don Francisco de Moneada.


10 NARRACIONES.

CAPITULO II.

NARRACIONES.
Hernán Corles asalta y prende d Pd/ifilo de
Narvaez.

Justaba tan bien quisto de aquellos sus españoles Cortes,


que todos querían ir con él. Y así pudo escoger á los que
quiso llevar, que fueron doscientos cincuenta, con los que
tomó en el camino á Juan Velazquez de León. Dejó á los

demás que serian


,
otros doscientos , en guarda de Mo-
tezuma y de la ciudad : dióles por capitán á Pedro de
Alvarado. Dejóles la artillería y cuatro fustas, que había
hecho para señorear la laguna , y rogóles que atendiesen
solamente que Motezuma no se les fuese a Narvaez , y á no
salir del real y casa fuerte. Partióse, pues , con aquello»
pocos españoles, y con ocho ó nueve caballos que tenia ,

y muchos Indios de servicio. Pasando por Chololla , y


Tlaxcallan, fué bien recibido y hospedado. Quince leguas,
ó poco menos, antes de llegar a Zempoallan , donde Nar-
vaez estaba, topó dos clérigos y Andrés de Duero su cono-
cido y amigo, á quien debía dineros, que le prestó para
;k labor de fornir la flota ,
que venían á decirle fuese á
obedecer al General y Teniente de Gobernador Panfilo
de Narvacz, y ;¡ entregarle la tierra y fuerza della, donde
no, que procedería contra él como contra enemigo y re-
belde, hasta ejecución de muerte, y que si lo hacia, que
le daría sus naos para irse , y le dejaría ir libre y segura-
1

NARRACIONES. 1

mente con las personas que quisiese. A esto respondió

Cortes: que antes moriría, que dejar tierra que habia él


ganado y pacificado por sus puños y industria sin manda-
miento del Emperador, y si á gran tuerto le quería hacer
guerra que se sabría defender, y si vencía, como esperaba
en Dios y en su razón , que no habia menester sus naves T
y si moría mucho menos. Por eso le mostrase las provi-
siones y recaudo que del Rey traia. Porque hasta primero
,

verlas y leerlas , no aceptaría partido ninguno, y pues no


se las habia mostrado , ni mostraba, que era señal como no
las traia ni tenia :
y siendo así, que le rogaba
, requería y

mandaba se tornase con Dios á Cuba, sino que le prendería

y enviaría á España con grillos al Emperador, que lo cas-

tigase como merecían sus deservicios y alborotos. Y así con


Andrés de Duero, y envió un escribano y
esto despidió á

otros muchos con poder y mandamiento suyo á requerirle ,

que se embarcase , y no escandalizase mas los hombres y


tierra que á mas andar se levantaban, y se
,
íuese antes que
mas muertes ó males les recreciesen. Donde no , que para
el dia de pascua de Espíritu Santo, que era de allí á tres
dias, sería con él. Panfilo hizo burla de aquel manda-
miento, prendió al que llevaba el poder, y mofó recia-
mente de Cortes ,
que con tan poca gente venia haciendo
fieros. Hizo alarde da su gente delante de Juan Velazquei
de León y Juan del Rio , y los otros de Cortes que andaban
y estaban con él en los tratos y conciertos. Halló ochenta
escopeteros , ciento y veinte ballesteros , seiscientos infan-

tes, ochenta de á caballo, y aun díjoles ¿cómo os defende- :

réis de nosotros , si no hacéis loque queremos? Prometió


dineros á quien le trajese preso ó muerto á Cortes. Y lo

mesmo hizo Cortes contra Panfilo. Hizo un caracol con los



infantes, escaramuzó con los caballos y jugó la artillería
,

para atemorizar los indios ; por el cual temor el gobernador


:a NARRACIONES,
que allí Motezuma le dio un presente de man-
cerca tenia ,

tas y joyas de oro en nombre del gran Señor


, y se le ,

ofreció mucho. Narvaez envió como dicen, de nuevo otro ,

mensaje á Motezuma y á los caballeros de Méjico , con


,

los indios que llevaban el alarde pintado , y porque le


decían que Cortes venia cerca, salia á correr el campo,
y
el día de Pascua sacó todos sus ochenta caballos, y qui-
nientos peones, y fué una legua de donde ya Cortes llegaba.
Mas como no lo halló ,
pensó que las lenguas que por es-
pías traia burlaban y tornóse á su real , casi ya de no-
, le ;

che, y durmióse. Mas por si los enemigos viniesen, puso


por centinelas en el camino, casi ui a legua de Zempoa-
llan áGonzalo de Carrasco, y Alonso Hurtado. Cortes an-
duvo el día de Pascua mas de diez leguas á gran trabajo
de los suyos Poco antes de llegar, dio su mandamiento por
escrito a Gotiza o de Sandoval su aguacil mayor ,
para que
prendiese á Narvaez, ó matase y á los al- si se defendiese,

caldes y regidores , y dióle ochenta españoles de compa-


ñía con que lo hizieee. Los corredores de Cortes que iban
siempre buen rato delante , dieron en las escuchas de
Nal vac/.. Tomaron al Gonzalo de Carrasco ,
que les dijo

cómo tenia repartido Panfilo de Narvaez el aposento,


gente y artillería. El Alonso Hurtado esca póselesy fué ,

á mas correr, y entró por el palio del aposento de Nar-


vaez, diciendo á voces: arma, arma, que viene Cortes.
A este ruido d< :>pei laron los dormidos, y muchos no lo
tu. Cortes dejó los caballos en el monte, hizo algunas
picas que faltaban para que todos los suyos llevasen
m nilis, y entró el delantero en la ciudad y en el real de
los contrarios á que por descuidarlos y no
media noche ,

MT\isto, aguardó aquella lima. Alas por bien que caminó,


ya »e sabia su venilla por l.i centinela ,
que llegó media
hora primero, y Citaban ya todos los caballos ensillados,
,

NARRACIONES. i3

y muchos enfrenados , y los hombres armados. Entró


tan sin ruido que primero dijo cierra , y d ellos, que fuese
•visto, aunque tocaban al arma. Andaban muchos co-
cuyos (i), y pensaron que eran mechas de arcabuz. Si
un tiro soltaran, huyeran. Dijeron á Narvaez estándose ,

poniendo una cota : catad, Señor, que entra Cortes.


Respondió : dejadle venir ,
que me vieue á ver. Tenia
Narvaez su gente en cuatro torrecillas con sus salas

y aposentos , y él estaba en la una con hasta cien es-


pañoles , y á la puerta trece tiros , ó según otros dicen
diezy siete, todos de fusilería. Hizo Cortes subir arriba á
Gonzalo de Sandoval con cuarenta ó cincuenta cumpa-
Seros, y ¿1 quedóse á la puerta para defender la entrada
Con veinte. Los demás cercaron las torres, y así no se

pudieron socorrer los unos á los otros. Narvaez como sintió

el ruido cabe sí, quiso pelear por mas que le fué reque-
rido y rogado, y al salir de su cámara, le dieron un
picazo los de Cortes ,
que le sacaron un ojo. Echáronle
Juegomano, y rastrando le llevaron las escaleras abajo.
Cuando se vio delante de Cortes, dijo : Señor Cortes,
tened en mucho la ventura de tener mi persona presa. El
le respondió : lo menos que yo he hecho en esta tierra es
haberos prendido. Luego le hizo aprisionar, y llevar á la

Villa-Rica y (7.) , leDuró el tuvo algunos años preso.


combate asaz poco, ca dentro de una hora estaba preso
Panfilo, y los mas principales de su hueste, y quitadas
las armas. Murieron diez y seis de la parte de Narvaez, y
de la de Cortes dos solamente, que mató un tiro. No tu-
vieron tiempo ni lugar de poner fuego á la artillería con la

priesa que Cortes les dio, si no fué un* tiro con que ma-

(1) Especie de luciérnaga que da de noche mucha lu*.

(a) La ciudad de Vera-Crui.


i4 NARRACIONES,
taron aquellos dos. Teníanlos atapados con cera por la

mucha agua. De aquí tomaron ocasión los vencidos para


decir que Cortes tenia sobornado el artillero, y á otros.
Mucha templanza tuvo aquí Cortes ,
que aun de palabra
iio injurió á ninguno de los presos y rendidos, ni á Nar-
vaez que tanto mal habia dicho del, estando muchos de
los suyos con gana de vengarse ; y Pedro de Malvenda
criado de Diego Velazquez que venia por mayordomo de
Tíarvaez, recogió y guardó las navios y toda la ropa, y
hacienda de entrambos, sin que Cortes se lo impidiese.

Cuanta ventaja hace un hombre a otro ¿ Qué hizo, dijo !

v pensó cada capitán de estos dos ? Pocas vezes , ó nunca


por ventura, tan pocos vencieron ú tantos de una mesma
nación. Especial estando los muchos en lugar fuerte, des-
cansados , y bien armados.

Francisco López de Gomara. Histor. gener. de


Jas Indias.

Toma de la Goleta por Carlos V»

Ibase cada dia ganando tierra con los alojamientos hacia


la Goleta, llevando delante sus trinclieas y reparos para
seguridad: trabajaban todos en hacerlas, porque siempre
andaba su Majestad entre los gastadores, que no le faltaba
mas de tomar el hazadon. Cada dia se trababan escara-
muzas bien reñidas con los cosarios que salian de Ja Goleta.
Un dia salió Saleco con buena parte de su gente, y dio en un
bastión donde tenia su estancia el conde Saino con sus ita-

li.mos. Salióle al encuentro el Conde, y el Turco por en-


gaoarlej desviarla de su gente, fingió que luna; v cuando
le tuvo cerca de una emboscada, revolvió sobre el Conde
con tanta furia ,
que le mató á él , y á cuantos con el se
,

NARRACIONES. i5

hallaron, que apenas quedó ninguno ; y si alguno huvó,


tampoco pudo escapar, porque los turcos siguieron su al-

canze hasta volver á nuestro campo , y los españoles


según se dice, aunque pudieran , no los quisieron socorrer,

porque tenían desabrimiento de que los italianos hubiesen


tomado aquel lugar por mas peligroso y honrado, en com-
petencia de los mesmos españoles. Llevó Saleco á Barba-
roja la cabeza y la mano derecha del Conde y hizieron ,

con ella gran fiesta los turcos; deque su Majestad sintió


grandísimo dolor, que el Conde era muy buen caballero.
No se gozaron mucho los españoles, si a caso les plugo,
con la desgracia de los italianos ,
porque luego otro dia
salió de la Goleta Tabaques , y dio tan repentinamente en
el cuartel de los españoles ,
que mató muchos en la trin-
chea y en el foso y ganó una bandera de Don Francisco
;

Sarmiento, y mató al Capitán Méndez , que de muy grueso


no pudo huir. Fué tanto el peligro en que se vieron, que
hubo de acudir su Majestad á remediarlo y á castigar de ,

palabra el descuido que habían tenido. Holgáronse mucho


deste des manlos italianos ; y como por la mayor parte todos
eran visónos , y los españoles soldados viejos , dábanles
grita burlando de ellos ,
porque siendo tan cursados en la

guerra se habían tanto descuidado , sabiendo que lo habían


con gente arrebatada y que no peleaban sino como ladro-
,

nes de sobresalto. Riñó muy de veras el Marques á los capi-


tanes y sargentos españoles este daño , y rogóles que pro-
curasen con alguna hazaña notable enmendar el avieso ,

y cobrar la reputación como quien ellos eran. Prometié-


ronselo todos , y cumpliéronlo muy bien ; porque otro dia ,

saliendo Jafer con sus genízaros , y gran multitud de alá-


rabes y moros , en medio del dia subió con grandísima osa-
día sobre las trincheas , y comenzó á disparar de sus arca-
Imzes con tanta destreza ,
que sino estuvieran los nuestros
,

i6 NARRACIONES,
sobre aviso les hiziera mucho daño. Acudid de presto ei

Marques con arcabuzeros á pie y á caballo puso los escua- ;

drones en orden , y comenzóse una muy hermosa esca-


ramuza , la cual duró grandísimo rato en peso hasta que ,

Jafer cayó muerto, y los suyos comenzaron a huir. Siguióse


el alcanze hasta las puertas de la Goleta con tanto ímpetu
que no tuvieron los que huian tiempo de entrar por la puerta
principal. Muchos
quedaron fuera, y otros se escaparon
se

por caminos secretos. Al retirar de este alcanze se tuvo


grandísimo trabajo porque Sinan el judío disparó muchas
piezas de artillería dende la Goleta, con que mató muchos
de los nuestros, y principalmente al Alférez Diego de Avila ;

y Rodrigo de Ripalta salió mal herido. Con este próspero

suceso cobraron los españoles nuevo ánimo, y los enemi-


gos se comenzaron á encoger. Su Majestad que no quería
gastar el tiempo en cosas de poca importancia como vio ,

que los suyos estaban contentosy con buena gana de pelear,


determinó dar una batería fuerte á la Goleta , temiendo
no les viniese á los cercados algún socorro , ó recreciese
en los suyos alguna enfermedad porque de dia hacia exce- .

sivos calores, y de noche frígidísimas rociadas. Batióse la

Goleta por mar y por tierra con grandísima furia en doce


dias del mes de Julio del año de mil y quinientos y treinta

y cinco. Duró la batería dende la mañana basta pasado me-


dio dia : parecía que se bunciia el cielo y la tierra, tanto,
que del gran ruido se alteró la mar ,
que parecía estaba
en tormenta : pusieron por tierra una torre con sus bar-
bacanas : todas las troneras donde los turcos tenian su artil-
len i vniii ron al suelo con los mesinos artilleros, y quedó
tan abierto el muro, que fácilmente se pudo dar el asalto.

Cuando hubieron de arremeter, salió delante un fraile


\oh mi crucifijo en las manos, animando á los soldados á
la pelea, y lo mismo hacia su Majestad que andaba de ,
NARRACIONES. ~
17
uno en otro esforzando á todos. Fué tan animoso el acome-
timiento que Sinan y los suyos no osaron esperar , y se
,

salieron huyendo por una puerta trasera, y se fueron á


meter en la ciudad. Ganóse con esto fácilmente la Goleta,

y juntamente se ganaron casi todas las galeras de Barba-


roja, que las habia puesto en seco. Fué increíble el con-
tentamiento del Emperador, cuando vid que al Tirano se le
habian quitado instrumentos de sus latrocinios
los ;
y por el
contrario quedó desesperadísimo Barbaroja de verse sin
galeras : dijo á Sinan muchas palabras injuriosas, porque
se habia venido huyendo ; y respondióle con mucha pacien-
cia : yo te digo , señor ,
que si yo hubiera de pelear coa
hombres ,
que no huyera ; mas no me pareció cordura to-
marme con Satanás , y por esto me quise guardar para
mejor tiempo. Con esto se asosegó Barbaroja un poco , y
comenzó á dar orden en aparejar todas las cosas necesarias

para sufrir el cerco que esperaba.

Gonzalo de lllescas. Jornada de Tüoez.

llendicion de Túnez.

Eran tan diestros los alárabes y moros en el pelear á ca-


ballo, y tenian á los nuestros tan conocida ventaja en el
saberse menear , y en sufrir el calor y los otros trabajos

de aquella calurosísima tierra ,


que se conocía bien que
viniendo á batalla campal se habia de tener harto trabajo
en la victoria ; y tan de veras se imprimió en algunos esta
imaginación ,
que no faltó quien pusiese en plática que
seria bien dar la vuelta para España , sin proceder mas
adelante en la guerra ; diciendo que su Majestad se podia
contentar con lo hecho, y cumplir con su reputación con
haber ganado la Goleta y las galeras del enemigo , pu«s
Tom. I. a
i8 NARRACIONES,
aquella era su principal fuerza, y las armas con que
solia mundo; dejando á parte que cada dia
castigar al

se morían en nuestro campo muchos de flujo de vientre.


•Vino esto á oidos del César , y sintió dello gran desabri-

miento ,
pesándole mucho que hubiese en el campo gente
de tan poco ánimo. Para sacarlos de la duda que tenian
de la victoria, hízoles á todos un grande razonamiento,
reprendiendo á los que tal plática como esta osaban mover,
porque en ella mostraban tener harto mas cuidado de la
vida, que no del honor. Díjoles que si algunos inconvenientes
hallaban en la empressa , los debieran advertir en España
antes que se pusieran á lo que se habian puesto , y no
cuando ya no se podía dejar sin gran vergüenza que bien :

vian todos cuan á su gusto pudiera él estarse en su casa


con su muger y con sus dulcísimos hijos si hubiera querido ,

pasaren disimulación, como otros reyes, las injurias de


toda y que pues lodos sabian cuan urgentes
la cristiandad :

eran las causas que allí le habian llevado , no tratase nadie


de pensar que habia de alzar la mano de aquel negocio,
hasta poner en él el fin deseado , ó á lo menos morir
honradamente, como cualquier hombre valeroso lo debe
procurar : finalmente , vino á decir que se aparejasen para
Ja batalla ,
que luego la quería dar si se topase con el

enemigo, ó si no, batir el muro y ,


darle el asalto dentro
de la ciudad. Con esta plática quedaron en resolución de
que se habia de llevar al cabo el intento de la empresa
que tenían comenzada, y sin otra dilación luego se comenzó
á poner á punto la partida para la ciudad de Túnez en
ói'lí u de batalla formada. Púsose en el castillo de la Goleta
el KCaudo conveniente : adrnv/xe la arlillrn'a en sus car-
ros y de manera (pie con facilidad se pudiese llevar.
,

El Marques del Vasto quiso su Majestad del Emperador


que uquel dia hiziese el oficio de capitán general y así ,
"

NARRACIONES. 19
«cetú el encargo que el César le di<3 , tomando para sí

la avanguardia con los italianos a la mano izquierda, y


con los españoles á la derecha. En medio iban los tudes-
cos , adonde también iba el Duque de Alba don Hernando
de Toledo. Su Majestad andaba sobresaliente animando a
todos, aunque su propio lugar era la batalla donde iba
-el estandarte imperial con el Infante don Luis, su cuñado.
El principal coronel de los italianos era el Príncipe de
Salerno , de los españoles
y de los tu- el señor Alarcon ,

descos Maximiliano Eberstenio. Poníales el Emperador


delante á todos el premio de la victoria, que habían de
ser los despojos de aquella riquísima ciudad ? traíales á la
memoria sus muchas hazañas , y lo que en su servicio
liabian hecho en las guerras de Italia : prometíales el des-

canso tras aquellos trabajos -,


y todo esto con tan alegre
rostro y tan lleno de confianza , que todos á una voz
,

le prometieron de darle en las manos la victoria y aun ,

de seguirle, si los quería llevar hasta la Casa Santa. Car-


baroja , que supo de sus corredores como nuestro campo
se le acercaba , hizo del suyo lo que Muleáses (1) tenia va
dicho que haria. Salid campo, y púsose en orden de al

pelear echando delante la gente vil y de poco precio ,


,
y
quedóse con la mayor en la retaguardia. Cuando los
nuestros llegaron á las cisternas , como el calor era arden-
tísimo , y la sed tanta que no bastaba el agua que so

llevaba en botas , tanto que alguno hubo que dio" por un


jarro dos escudos -,
acudieron tantos y tan desvalidos al
agua que ,
se desordenaron algunos escuadrones con harto
peligro : y si los enemigos acudieran entonces , se pudiera
recibir algún notable daño ;
pero ellos no vinieron, y <u
"""" '

(1 ) Rey de Túnez , rlesposeiJo por Baibaroja : iba en el campo


<M Emppracíor.
NARRACIONES.
acudieron t echar i i pd*
Majestad v otro, capi.aoes
1*
se volv.o toda a su arden
el agua , y así
la inte di sobre
cuando <*
bien cien mil hombres; y
t en¡a Barbaro¡a
vista de su campo,
comenzó a d.spa.ac
nuestros llegaron á
Ven.a mas atrás
pero sin fruto ninguno.
de su «.meria ,
se pudo jugar ; y
porque e cam.no
U nuestra , y por eso no
carros ó en hombros
de
rTenoo" la llevaban en
mover con diligene.a. Era
tant la
esclavos, no se podia
mostraban de verse ya envuelto,
los crisíianos
g a„a qu se les
fon los enemigos ,
que cada momento de ddac.on
al Marques que no
A esta causa le pareció
hacia un año.
rompimiento, rervnse aquel d,a m
debia dilatar mas el
sino arremeter luego,
por que los
de las culebrinas, ánuno con
ó los turcos cobrasen
suyos no se enfriasen,
se detenían de m.edo.
Con esta
pensar qne los nuestros
Marques á su Ma,estadque andaba
determinación acudió el
discurriendo de una parte a otra
entre los delanteros,
palabras :
á todos , y díjole estas
exhortando y animando
no esperar,» hoy ar-
,i á vuestra
Majestad le pareciese , yo
Respondió entonces el
sino tocarla luego
arma.
tillería ,

me parece a mí eso ;
mas yo no lo puedo
Cesar : también
pues es hoy vuestro
mandar : vos que podéis, hacedlo ,
b.en me
Respondió el Marque» con rostro alegre :

dia
querido echarme
uarece que haya vuestra Majestad
, Señor ,

yo quiero usar ,n.


a cuestas esta carga.
Y pues ansí es ,

vuestra Ma,estad que


v ante todas cosas mando

a
ofieio
ponga en su batalla con
puesto , y se
luego se vaya á su
qne se desmande
el estandarteno sea nuestra mala suerte
,
para total per-
peligre vuestra persona
a lg„n arcabuz, y
de alegría eu„, .....
dición mundo. Hin.hósc el César
.leí
volvió luego las r.enda,
¡ ,-, ,.„, ,,,tcna, palabra,, y
pláceme por cierta de obedecer lo
.1 .,,l,,ll", diciendo
:

de que temer, que pues


éu mandáis, aunque no halda
,,

NARRACIONES. *t

nunca Emperador murió tal muerte como esa , no es de


creer que la moriré yo. No hubo bien su Majestad llegado
á su puesto, cuando luego sin mas detenimiento se dio
«eíial de arremeter. Fué tanta la priesa y el ánimo con
que se hizo el primer acometimiento, que aunque Don
Hernando de Gonzaga con una banda de caballos ligeros
fué el primero que vino á las manos con el enemigo, y
mató un capilan y trescientos á cuatrocientos moros
casi á la par llegaron los escuadrones de infantería. Fué
tal el primer acometimiento, que los alárabes volvieron

luego las espaldas y Barbaroja con su6 siete mil turcos se


:

metió huyendo dentro de la ciudad , y cerró las puertas


á gran priesa. El César , como vio tan presto desembara-
zado el campo , fué á ponerse en los mesmos alojamientos,
donde Barbaroja tenia sus gentes , con propósito de batir
el muro y ganar la ciudad por fuerza. Luego en entrando
en la ciudad, Barbaroja, como iba rabiando y medio loco
de coraje, dijo que le trajesen todos los cautivos cristianos

que estaban en las mazmorras de la fortaleza ,


que los

queria matar. Estorbósela Sinan ,


judío ,
pareciéudole
bajeza muy grande matar á quien no podia ofender.
Supieron esta determinación de Barbaroja dos renegado»
cristianos Francisco Batario, que se llamaba Yafaraguas ,

y Francisco de Medillin español , que se decia Memin. ,

Estos dos que con ser renegados no teuian olvidado el


,

amor de su ley, avisaron a los cautivos, que pasaban


de seis mil , de lo que pasaba , y de como se trataba de
maltratarlos y con las llaves que pudieron hallar, abrie-
;

ron les mazmorras , y ayudaron á quebrar de las prisio-


nes, y los sacaron á todos fuera desnudos y maltratados.
Así como estaban abrieron las puertas de la fortaleza

y con piedras y palosy con lo que pudieron hallar á


mano , mataron algunos turcos : tornáronse luego á meter
23 NARRACIONES.
en la fortaleza , y con la mesma furia acudieron á la sala
de las y en un momento se armaron todos y se
armas ,

pusieron en orden y comenzaron á hacer ahumadas en


,

señal déla victoria, para que los nuestros supiesen que


Emperador y todos, aun-
estaba por ellos la fortaleza. El
que vcian ahumadas, no entendían qué podría ser,
las

hasta que de algunos que salían de la ciudad y se pasa- ,

ban al campo de Muleases se vino á saber la verdad. ,

Barbaroja como vio la fortaleza perdida ,


quiso matar á
Sinan ,
porque no le dejó hacer lo que quería de los cau-
tivos. Acudió á la fortaleza pensando que por halagos y
buenas razones le abrirían, y respondiéronle con piedras
y lanzas. Con lo cual acabó de perder de todo punto la

esneranza de poderse defender; y tomando consigo todos


los turcos , dio con ellos y con todo lo que pudo llevar
de sus tesoros en Bona ,
porque allí tenia catorce galeras

de respeto, para si se viese en alguna necesidad. No fué


bien salido Barbaroja de la ciudad , cuando salieron

della los magistrados con el mesnar á entregar á su Ma-


jestad las llaves , suplicando no permitiese que fuesen
saqueados, pues se venían á dar de su buena voluntad
lo mas presto que habían podido : pedia lo mismo Mu-
leases. Bien quisiera su Majestad poderlo hacer sin que
su gente se resabiara ; pero no se osó determinar á pro-
iih terlo ,
porque non sin razón se rételo algún notable
desabrimiento y también porque los de Tdnez no mere-
,

cían que se usase con ellos de tanta humanidad , pues


no híibian acudido á tiempo , sino cuando ya no tenían _

demedio ninguno mas que rendirse.

El mismo ibidem.
NARRACIONES. *$

Batalla del Elba ganada contra el Duque de


Sajonia.

A este tiempo el Duque de Alba conociendo tan buena


,

ocasión, envió á decir al Emperador que él cargaba, y ansí


lo hizo por una parte con la gente de armas de Ñapóles,

y el Duque Mauricio con sus arcabuzeros por la otra \

y luego su gente de armas y nuestra batalla ,


que ya ha-
bía tornado á ganar la mano derecha , movieron contra
los enemigos con tanto ímpetu, que siíbito comenzaron á
dar la vuelta ; y apretaron los nuestros de manera ,
que de
ninguna otra cosa les dieron lugar sino de huir, y comen-
zaron á dejar la infantería , la cual al principio hizo un
poco de resistencia para recogerse al bosque. Mas ya toda
nuestra caballería andaba tan dentro de la suya y de sus
infantes ,
que en un momento fueron todos rotos. Lo$
tíngaros y los caballos ligeros , tomando un lado, acometie-
ron por un costado ; y con una presteza maravillosa comen-
zaron a ejecutar la victoria ,
para lo cual estos úngaro*
tienen grandísima iudustria , los cuales arremetieron di-
ciendo España; porque á la verdad, el nombre del Impe-
rio ,
por la antigua enemistad no les es muy agradable.
Dcsta manera se llegó al bosque, por el cual eran tantas
las armas derramadas por el suelo, que daban grandísimo
estorbo á los que ejecutaban la victoria. Los muertos y
heridos eran muchos, unos muertos de encuentro, otros
de cuchilladas grandísimas , otros de arcabuzazos ; de
manera que era una la muerte, y los géneros della muy
diversos. Eran tantos los prisioneros, que había muchos
de los nuestros que traían quince y veinte soldados ro-
deados de sí. Habia muchos hombres que parecían ser ,

de mas arte que los otros muertos en e^ campo


oíros qu« :

aun no acababan de morir, gimiendo y revolviéndose en


,

a4 NARRACIONES.
su misma sangre : otros, se veía que se les ofrecía su for-

tuna como era la voluntad del vencedor ;


porque á unos
mataban , y á otros prendían , sin haber para ello mas
elección , que la voluntad del que los seguía. Estaban los
muertos en muchas partes amontonados , y en otras es-

parcidos como los tomaba la muerte huyendo


; y esto era ,

ó resistiendo. El Emperador siguió el alcanzó una legua:


toda la caballería ligera y mucha parte de la tudesca y ,

de los hombres de armas del reyno le siguieron tres leguas.


Ya estábamos en medio del bosque , cuando el Empe-
rador que allí estaba ,
paró* y mandó recoger alguna
gente de armas allí, porque toda andaba ya tan espar-
cida ,
que tan sin orden andaban los vencedores como los
vencidos Esta victoria tan grande el Emperador la
atribuyó á Dios , como cosa dada por su mano :
y así

dijo aquellas tres palabras de César , trocando la tercera

como un príncipe cristiano debe hacer, reconociendo el

bien que Dios le hace : así dijo, vine, vi, y Dios venció.
Pareció bien á todos la moderación de ánimo que el Em-
perador usó con el Duque de Sajonia ; porque otro ven-
cedor ,
pudiera ser, que contra quien le oviera ofendido
como este le ofendió, no templara su ira como el Empe-
rador lo hizo : la cual es mas dificultosa de vencer algunas
vezes ,
que al enemigo.

Don Luis de Avila y Zuñida. Coment.


de la Guerra de Alem.

Clemencia de Carlos V con el Duque de Sajonia.


En este tiempo el Emperador había comenzado á oír

los ruegos del Marques de Jhandeniburgo que habia venido


allí (en Vittemberga )
, el cual intercedía por el Duque
Juan de Sajonia por los mejores medios que el podía :
y
,

NARRACIONES. Ȓ>

S M. había considerado algunas cosas , entre las cuales


tuvo muy Duque de Cleves, yerno
gran consideración al
del Rey de Romanos y cunado del Duque Juan que con ,

grandísima instancia habia procurado lo que tocaba á sal-


var la vida al Duque Juan su cuñado con aquella parte
de su estado que fuese; por donde vino á inclinarse mas
á la misericordia que se debía tener de un príncipe tan
grande puesto en tan miserable fortuna, que no á poner
en efecto la primera determinación ,
que era cortarle la

cabeza. Y así se comenzó á tratar lo que convenía para


que el Duque Juan quedase castigado, y junto con eso
no se dejase de ejecutar la clemencia del Emperador : que
en un príncipe es tan alabada virtud y tan provechosa
como del primero César se dice ,
que mas ganó con la

clemencia que con las armas. Hubo diversas opiniones en


lo que tocaba á la vida del Duque Juan porque unos ;

tenían consideración á solo el castigo ; otros consideraban


la manera del castigar , con otras calidades que fuesen
tan importantes, que tuviesen la victoria del Emperador
viva para siempre; y consideraban cuanto importaba que
no fuesen reducidos á última desesperación los que tenían
su confianza en la clemencia del Emperador, de la cual
aguardaban á tomar ejemplo en lo que con el Duque de
Sajonia se hacia. Y ansí tratando lo uno y lo otro el ,

Emperador se resolvió conforme á su natural condición,


que fué dando la vida al Duque Juan con las condiciones
que fueron bastantes para que fuesen recompensa de la
muerte, de que muchos le juzgaban que era digno.... El
Emperador, viendo que lo principal que él pretendía,
que era lo que tocaba á la religión , comenzaba á llevar
buen camino, tuvo por bien todas estas condiciones, y
no quiso que una casa tan noble y tan antigua y que ,

tantos servicios habia hecho á la suya en los tiempos pa-


;,

i6 NARRACIONES.
sados , quedase tan extinta y tan del todo deshecha y quiso ;

mas en esto seguir la equidad y mansedumbre, que no la


ira y justa indignación á que méritamente le habia inci-
tado la guerra del año pasado, cuando deshizo el campo
de la Liga. Compuestas las cosas de esta manera , quedó
el Duque Juan vivo y castigado, con un castigo tan grande,
que de uno de los mas poderosos príncipes de Alemania
viene á ser caballero privado de ella ; y sus hijos lo serán

mas ,
porque han de repartir entre ellos lo que él solo
posee agora. De manera que aquella casa que tantas fuer-
zas hasta aquí ha tenido , verná á tener tan pocas cuanto
su soberbia merecía. Entre todas estas cosas ,
que tanto
podían abajar el ánimo de un hombre por grande que
fuese, no se sabe que este Duque haya dicho palabra baja
ni mostrado semblante conforme á su fortuna; sino siem-
pre una coustancia digna de habella tenido en nuestra
verdadera religión Rendida Vittemberga de laque
,

salieron tres mil hombres de guerra , el Emperador mandó


entrar cuatro banderas en ellas ; y al cabo de dos dias
la Duquesa salió á ver á S. M. y hacerle reverencia

Veníanla acompañando los hijos del Rey de Romanos, y


el Marques de Drandemburg , y otros Señores alemanes.

Ella llegó al Emperador con toda la humildad que pudo


y no era menester procurar naos tralla, porque una muger
que tenia á su marido en tan trabajosos términos , y ella

se veia desposeída y puesta en estado tan mísero, su ven-


tura le mostraba el semblante que habia de tener y ansí :

se hincó de rodillas delante del Emperador; mas él la

levantó recibiéndola con tanta cortesía ,


que ninguna cosa
le quitó de lo que hiziera con ella cuando estaba en ^u
primera fortuna. Fué cosa que á todos movió á piedad ;

y no bastó pan» BO hilxll a la memoria fresca de los deser-

vicios de vi mando. SupláCd al Emperador algunas cosas


NARRACIONES. 27

que tocaban al Duque , y á todo fué respondido ciernen*


tísimamente :
y así se volvió por donde su marido estaba,
que era el cuartel del Duque de Alba entre la infantería

española.... Otro dia el Emperador fué á ver la tierra, y


entró en el castillo, y visitó la Duquesa: lo cual pareció á
todos visitación muy semejante á la que Alejandro hizo
4 madre y muger de Darío
la y : es ansí, que tanto
mayor es la victoria de un príncipe , cuanto mas mode-
radamente usa della.

El mismo. Ibidem.

Venida de Osiris á España : guerra contra


Gerion.
\

Este Osiris Dionisio fué mucho mas


aventajado y antiguo
que todos y allende de su gran esfuerzo , mostrábase tan
:

enemigo de los malhechores y tiranos , que donde quiera


los buscaba con extraña solicitud... Sabiendo, pues, Ge-
rion la llegada de este capitán egipciano con ejércitos vic-
toriosos y valientes, y la voluntad que traja de lo destruir
si pudiese ; comenzó también él á juntar sus aficionados y
parientes para le resistir , ó matar. Poco después , bus-
cándose los unos á los otros, acompañados de cuanta
pujanza poseían , vinieron á se topar en el campo de los

españoles tartesios , moradores cercanos á la boca del es-


trecho que hace nuestro mar entre las tierras africanas

y españolas, junto con la villa de Tarifa : desde la cual,


discurriendo los años y siglos, creció .tanto su genera-
ción, que bastaron á tomar aquellas marinas comarcanas.
Llegadas aquí las compañías de los dos príncipes Osiris y
Gerion, ordenadas sus hazes ,en el concierto que pudo saber
y tener un tiempo tan inocente , rompieron su batalla vale-
rosamente , la cual fué cruelísima , reñida con demasiadas
a8 NARRACIONES.
bravezas y así pasada mucha terribilidad y fiereza de
; ,

ambas partes Gei ion y todo lo principal de sus valedores


,

quedaron allí sin remedio vencidos, muertos y destrozados.


Esta se certifica ser la primera batalla campal ó reen-

cuentro poderoso de guerra que sepamos en las Españas.


Engrandézenla muy mucho los autores peregrinos ,
por
haber acontecido dentro de tiempos antiquísimos : tanto
que nuestros poetas la llaman batalla de los Dioses contra
los Gigantes, á causa que según confiesan las historias,

este Geiion fué gigante. Su competidor Osiris que lo


venció , fué reverenciado como Dios entre los gentiles
después de muerto, mayormente por las tierras y co-
marcas egipcianas donde tuvo señorío ; porque tal era
la costumbre de los venerables antiguos, reputar y tener
por sus dioses á las personas perfectamente virtuosas, y
no menos á quien procurase provechos universales y co-
munes para todos , cual Osiris y cuantos le seguian á la
contina procuraban ; y también á quien sacase nuevas
invenciones, ingenios, herramientas, ó destrezas, ayuda-
doras á negociar y hacer obras artificiales con menos
dificultad en esta vida mortal , donde por diversos caminos
todos trabajamos.
Cosa prolija seria contar la continuada peregrinación y
conquista dcste singular capitán Osiris, por diversas partes
<1< I mundo. Caminaba ron ejército inuv pujante , sin pre-
tender otra cosa mas <!c castigar titanos, quitar forza-
dores ó ladrones, y destruir lodo género de maldad, en
que venció batallas terribles , y «lió fin á hazañas mucho
valerosas. Nunca rehusó trabajos ni fatigas , cuantos en tal
caso le pudiesen recrecer : donde se muestra claro, que
bien Baí COIOO loi malos huelgan con el mal , así también
los virtuosos toman extremado placer en las obfti de
bondad : las cuales, aunque sean difíciles de conseguir.
NARRACIONES. *g
tienen consigo tanto bien, que sin adherente ninguno son
ellas mesnaas galardón suficiente de su trabajo , como se

vio por aquella batalla de Gerion , en que seyendo total-


mente deshecho, muerta su persona , destruida su potencia ,

lleva pago bastante de su perversidad , y Osiris alcanzó


gloria perpetua de tan señalado vencimiento. Mas el tal

Osiris,que ni por aquello cupo jamas en su pensa-


miento demasía ni soberbia, mostróse clemente, gracioso
y magnífico.
Florian de Ocampo. Crónica Gener. de Esp.

Derrota de Asdrübal.

Después de todo , mezclados en la batalla ,


pasaban de
sesenta mil combatientes los xjue riíiieron la cuestión^ á
todo cabo : de los cuales eran á la parte de los Sci-

piones solamente diei y seis mil personas españoles y ro-


manos. La pelea se trabó luego cruel y dificultosa ,

hiriéndose de voluntad y muy enojadamente , sin


muy
que persona de ellos cesase de hacer cuanto podia. Pero
lo que mas allí se notó fué la sobrada solicitud y cui-
dado que los dos Scipiones trajeron en el concierto de

sus escuadrones ,
proveyendo , cuanto la furia perseve-
raba, como las órdenes anduviesen enteras y firmes , sin se

desmandar hombre fuera de propósito ; lo cual sobre


todas cosas era necesario hacerse ,
pues en los cartagineses

habia buenamente mas de tres enemigos contra cualquiera


de los suyos. Y víase claro que si la buena regla no les

valiese ,
por ningún modo bastaran á sufrir tanta pujanza
de gente, cuanta les acometía de todas partes. Con este
presupuesto duraban tan atentados y diestros en el afren-
tar y tan crueles y bravos en el ofender y
,
resistir ,
que
«ingun esfuerzo podia ser mayor.
3o NARRACIONES.
La batalla precedía con gran terribilidad en estas horas
á todo cabo ,
porque los principales sustentadores del
negocio lo sabian muy bien guiar, y fueron siempre tan
usados en aquel menester, que desde su niñez cada cual
dellos habia sido criado debajo de las armas : con que
ninguna cosa les faltaba, ni de prudencia, ni de cos-
tumbre, para regir lo que cumplía. Todos los escua-
drones batallaban por su parte valientemente, de tal ma-
nera ,
que mostraban muy bien el deseo que tenian de
ganar para sí lo mejor. El estruendo de las armas, los

golpes de los que se herían , el aferrar unos y de


de los

los otros , las vozes , la furia , la turbación y crueldad


eran tan espantosas y terribles , que la batalla parecía
gran espacio durar en peso , sin haber muestra de mejo-
ría por ninguna parte ; hasta que los espaüoles del ejér-
cito romano, muy enojados en ver que sus adversarios,
á quien tantas vezes tenian en España vencidos _,
agora les

mantuviesen el campo , cargaron un golpe de ellos contra


la mano derecha donde residían los mas capitanes y mas
bien armados del ejército cartaginés ;y tal fuerza pusie-
ron en los abrir ,
que casi no les dejaron hombre vivo

por aquellas hileras.

El mismo , ibidem.

Toma del Fuerte de las Cuajaras por el Mar-


ques de Mondéjar.

Deliberó partir con cuasi dos mil infantes y doscientos


caballos , avisando al Conde de Tendilla que de Granada
reforzase con mas gente de pie y de caballo. Eran los
mas aventureros ó concejiles tomó el camino délas Gua- ;

dejando mis espaldas, como Ohañes y Valor el alto,


¡i

sospechosos y sobresaltados , aunque solos de gente , seguii


NARRACIONES. 3t

Jos avisos. Algunos le juzgaban diciendo : que pudiera


enviar otra persona , ó á su hijo el Conde en su lugar.

Pero él escogió para sí la empresa con este peligro ; 6


porque Rey, vista
el la importancia del caso, no le pro-
veyese de compañero , ó por entretener la gente en la
ganancia. ¡
Tanto puede la ambicionen los hombres, puesto
que que aun de los hijos se recatan
sea loable, Sacar !

al Conde de Granada que le aseguraba la ciudad á las


espaldas , y le proveía de gente y de vitualla ,
parecía
consejo peligroso ;
y partir la empresa con otro , despo-
jarse de las cabezas :que si muchas en número y calidad
de personas, en experiencia pocas. Estas dudas saneó con
la presteza, porque antes que los enemigos pensasen que
partía , les puso las armas delante. Halláronse en toda la

jornada muchas personas principales así del reyno de Gra-


nada como de Andalucía... Éntrelos que allí vinieron á ser-

vir , fué uno D. Juan de Villarroel , hijo de D. García


de Villarroel , Adelantado que fué de Cazorla... Era á la

sazón capitán de Almería, y servia de comisario gene-


ral en el campo : hombre de años ,
probado en empresas
contra moros pero de consejos sutiles y peligrosos que
; :

habla ganado gracia con hallar culpas en capitanes gene-


rales , siendo á vezes escuchado y al fin remunerado. Este,
por abrirse camino para algún nombre en aquella sazón ,

gastó la noche sin sueño en persuadir al Marques que le

mandase con cincuenta soldados á reconocer el fuerte de


los enemigos,.. Concurrió el Marques mostrando hacerlo,

mas por permisión y licencia, que mandamiento ; pero


amonestándole que no pasase del cerro pequeño que estaba
entre su alojamiento y la cuesta, y que no llevase con-
sigo mas de cincuenta arcabuzeros blandura que suele :

poner á vezes á los que gobiernan en grandes y presentes


peligros. Mas D. Juan pasando el cerro , comenzó ú subir
,:

3a NARRACIONES.
la cuesta sin parar , aunque fué llamado del Marques
y á seguillo mucha gente principal y otros desmandados ,

ó por acreditar sus personas , ó por codicia del robo.


Pasaban ya los que subían de ochocientos , sin poderlo
el Marques estorbar : porque D. Juan , viéndose acrescen-
tado con número de gentes, y concibiendo en sí mayores
esperanzas , teniéndose por señor de la jornada ; sin guardar
la orden que se le dio, ni la que se debe en hechos seme-
jantes , desmandada la gente no con mas acierto que el ,

que daba su voluntad á cada uno, comenzó la subida con


el ímpetu y prisa que suele quien va ignorante de lo

que puede acontecer, mas dende á poco con flojedad y


cansancio... Vista por los enemigos la desorden , hizieron
muestra de encubrirse con el peñón bajo , dando aparien-
cia de escapar. Pensaron los nuestros que huian , y apre-
suraron el paso. Creció el cansancio , oíanse tiros perdidos
de arcabuzería , vozes de hombres desordenados. Víanse
arremeter ,
parar , cruzar , mandar : movimientos scgim
el apetito de cada uno : en ochocientas personas mos-
trarse mas capitanes que hombres ; antes cada cual lo
era de sí mismo. El Marques , vista la desorden y que los

enemigos crecian y venian mejorados , y prolongándose


por la loma de la montaña á tomarles las espaldas, enca-

minados á un cerro que le estaba encima ; envió a D. Alonso


de Cárdenas con pocos arcabuzeros que pudo recoger
hombre suelto y de campo , el cual previno y aseguró
el alto. Estaba el Marques apeado con la caballería , las

lanzas tendidas ,
guarnecido de alguna arcabuzería , espe-
rando á los enemigos, y recogiendo la gente que venia
rota. Pudo esta demostración y su autoridad refrenar la furia
de los unos, detener y asegurar los otros, aunque con
peligro y trabajo. Otro dia ul amanecer llegó la ret «guar-
dia ; -ni por todo* cinco mil y quinientos infantes
y
NAÜRACTONES. 33

Cuatrocientos caballos : compañía bastante para mayor


empresa, si se bubiera de tenor cuenta con solo el nú-
mero. Ordene) solo un escuadrón por el temor de la gente
que el dia de antes había recibido desgracia ,
guarnecido
á los costados con mangas prolongadas de arcabucería.
Era el peñón por dos partes sin camino ; mas por la que
se continuaba con la montaña , habia salida menos áspera:
aquí mandó* estar la caballería y arcabuzería apartada ,
pero cubierta ,
porque vistos no estorbasen la huida. Son

los moros cuando se ven encerrados, impetuosos y ani-


mosos para abrirse el paso mas abierto, procuran salvarse
;

sin tornar el pecho al enemigo :


y por esto si á alguna
nación se ha de abrir lugar por donde se vayan , es á
ellos. Acometiólos con esta orden y duró el combatir
:

con pertinacia hasta la oscuridad de la noche, los unos


animados, los otros indignados del suceso pasado. Puso
la noche á los enemigos delante de los ojos el peligro,
el robo , la cautividad , la muerte. Trájoles el miedo con-
fusión y discordia como en ánimos apretados que tienen
,

tiempo para discurrir. Unos querían defenderse , otros


rendirse, otros huir: al fin salió la mayor parte de la
gente forastera y monfíes... (i) Hizieron al principio resis-
tencia , ó que el desdeño de verse desamparados ó la ira

los encendiese ; pero apretados , enflaquezif ron y dando


,

lugar, fueron entrados por fuerza. No se perdonó con,


orden del Marques a persona ni edad : el robo fué grande,
y mayor la muerte , especialmente de mugeres.

D. Diego Hurtado de Mendoza. Hist. de la guerra

contra los Moriscos del Reyno de Granada.

(i) Moros salteadores y malhechores

Tom. 1.
,

34 NARRACIONES.
Conjuración contra Aben Humeya 9 y su
muerte.

El principio fué descontentamiento de los Tarcos, mos-


trados á mandar á su rey en Berbería : temor que del
tenian sus amigos : poca seguridad de las personas y
haciendas : sospechas que se entendía con nosotros. Y el
tratado fué tal , luego que le eligieron ,
que ninguno en
su compañía tuviese morisca sino por legítima muger :
y
guardábase esto generalmente. Mas habia entre las mu-
jeres muger que fuera de Vicente Rojas
una viuda ,

pariente de Rojas, suegro de Aben Humeya muger igual- :

mente hermosa y de linaje buena gracia buena razón , ,

en cualquiera propósito ataviada con mas elegancia que ,

honestidad diestra en tocar un laúd


, cantar, bailar á ,

su manera y á la nuestra , amiga de recoger voluntades ,

y conservallas...
Llegó Diego Alguacil, hallando confuso y maravillado
7
á Abenabó. Dijole como traia la gente consigo ; mas que
no pensaba hallarse en tal crueldad ,
por ser personas que
habian venido á favorecer su casta fiados del , y ellos

puesto la vida por sus vidas : eansados ya de servir á un


hvmbre voluntario, ingrato, cruel, ¿qué podían esperar
sino lo mismo ? Bueno de palabras mas de ánimo malo ,

y perverso : que no habia mugeres , no haciendas , no


vidaj ron qué hartar el apetito , la sed de dinero ,'y

de sangre...
Entendiendo el hecho los Turcos , resolvieron entre sí

<!c d<-s< ¡imponer y matar a Aben lliuneya, parte por


asegurarse, parte por mballc, persuadiéndose <|iie tenia
! tesoro , v hacer á Abenabó cabeza. Juntaron cas-
tigo I Alguacil, y con silencio caminaron
liarla Audar.ix donde Aben Humeya estaba : aseguraron
NARRACIONES. 35

Ja centinela' como personas conocidas , y que sabia habe-


líos enviado á llamar. Pasaron el cuerpo de guardia,
entraron en la casa ,
quebraron las puertas del aposento ,

halláronle desnudo, medio dormido, y vilmente entre el


miedo y dos mugeres Embarazado de ellas, especial-
mente de la viuda amiga de Diego Alguacil , que se
,

abrazó con él , fué preso en presencia de los que él tra-


taba familiarmente hombres bajos, que átales tenia mayor
:

y duba crédito criados suyos... teniendo veinte


inclinación ,

y cuatro hombres dentro en casa , cuatrocientos de guar-


dia y mil seiscientos alojados en el lugar no bizo resis-
, ,

tencia : ninguno bubo que tomase las armas, ni volviese

de palabra por Mas como solo el que es rey puede


él. ,

mostrar á ser rey un hombre así solo el que es hombre , ;

puede enseñar á ser hombre un rey. Faltó maestro ú


Aben Humeya para lo uno y lo otro porque ni supo :

proveer ni mandar como rey ni resistir como hombre. ,

Atáronle las manos con un almaizar. Juntáronse Abenabó ,


los capitanes y Diego Alguacil
,
delante de la muger , ,

á tratar del delito y pena en su presencia. Leyéronle y


mostráronle la carta , que él como inocente y maravil-
lado negó. Conoció la letra del pariente de Diego Algua-
cil : dijo que era su enemigo ,
que los Turcos no teniau
autoridad para juzgalle. Protestóles de parte de Mahoma ,
del Emperador de Turcos, y del Rey de Argel que
los ,

le tuviesen preso dando noticia de ello y admitiendo sus


defensas. Mas la razón tuvo poca fuerza con hombres
culpados y prendados en un mismo delito, y codiciosos
de sus bienes. Saqueáronle la casa : repartiéronse las
mugeres , dineros , ropa : desaliñaron y robaron la guar-
dia : juntáronse con los capitanes y soldados , y otro día
de mañana determinaron su qiuertc.
Eligieron d Abenabó por cabeza en público, aeguu lo
,

So NARRACIONES,
liabian acordado en secreto ; aunque mostré sentimiento
y rchusallo , todo en presencia de Aben Humeya , el cual
dijo : que nunca su intención hahia mas sido ser moro ;

que habia aceptado el rcyno por vengarse de las injurias


que á él y á su padre habian becho los jaezes del Rey
D. Felipe, especialmente quitándole un puñal y tratán-
dole como á un villano, siendo caballero de gran casta ;

pero que él estaba vengado y satisfecbo , lo mismo de sus


enemigos amigos y parientes dellos , de los que
, de los

le babian acusado y atestiguado contra él y su padre, ahor-

cándolos, cortándoles las cabezas, quitándoles las mugeres


y haciendas : que pues habia cumplido su voluntad, cum-
pliesen ellos la suya. Cuanto á la elección de Abenabó
que iba contento , porque sabia que baria presto el mis-
mo fin que moria en la
: ley de los cristianos , en que
habia tenido intención de vivir , si la muerte no le pre-
viniera. Abogáronle dos hombres, uno tirando de una
parte y otro de otra de la cuerda que le cruzaron en la
tíurganla. l£l mismo se dio la vuelta paraque le hiziesen

menos mal : concertó la ropa , cubrióse el rostro.

Tal fin Aben Humeya en quien después de tantos


hizo ,

«ños revivió la memoria de aquel linaje que fué uno ,

de los en cuv:i mano estuvo la mayor parte de lo que


,

entóneos se sabia en el mundo.

El mismo , ibid.

Muerte de D. Pedro el Cruel,

TÁ Rey D. Pedro desamparado de los que le podían


ytldür , lOipccboSO de los (lemas, lo que solo ívstuha ,

se rebol «id <!<• aventurarse, énccrtnéridatJe ;¡ sos mimos, y


ponerlo lodo en el trance j riesgo de una batalla : sabia
•ntiy bien que los nyuos le sustentan \ conservan mas
NARRACIONES. Sj
«on la fama y reputación, que con las fuerzas y armas.
Teníale con gran cuidado el peligro de' la Real ciudad do
Toledo : estaba aquejado , y pensaba cómo mejor podría,
conservar su reputación : esto le confirmabamas en su
propósito de ir en busca de su enemigo, y dalle la batalla.
Procurúronselo estorbar los de Sevilla. Decíanle «pie se

destruía , y se iba derecho á despenar : que Jo mejor era;

tener sufrimiento, reforzar su ejército, y esperar las gentes


que cada dia vendrían de sus amigos y de los pueblos
que tenían su voz. Esto que le aconsejaban era lo que
en todas maneras debiera seguir , si no le cugaran la gran-
deza de sus maldades, y la divina justicia, ya determi-
nada de muy presto castigallas

Juntó arrebatadamente su ejército, y aprestó su partida


para el reyno de Toledo. Llevaba en su campo tres pul
hombres de á caballo; pero la mitad de ellos (mal pecado)
eran moros, y de quíeu no se tenia entera confianza, ni
se esperaba que pelearían con aquel brio y gallardía que
fuera necesario. Dícese que al tiempo de su partida, con-

sultó á un moro sabio de Granada , llamado beuugatiu, c u ii


quien tenia mucha familiaridad ;
y que este moro le anunció
su muerte por una profecía de Alcrlin , hombre ingles ,
que vivió antes de este tiempo, como cuati ocíenlos año.*.
La profecía contenía estas palabras : u En las partes do
» occidente, entre los montes y el mar, nacerá una ave
? negra, comedora y robadora, y tul que todos los pa-
o nales del mundo querrá recoger en sí, todo el oro del
» mundo querrá poner en su estómago , y después gor-
» marlo ha, (i) y tornará airas. Y no perecerá luego
» por esta dolencia , caérsele han las péñola*
y sacarlo ,

» han las plumas al sol , y andará de puerta en puerta,

(0 Vonáurlo lia. •
38 NARRACIONES.
» y ninguno la querrá acoger, y encerrarse ha en la selva,"

y>
y allí morirá dos vezes, una al mundo y otra á Dios,
» y de esta manera acabará ». Esta fué la profecía, fuese
verdadera ó ficción de un hombre vanísimo que le quisiese
burlar; como quiera que fuese, ella se cumplió dentro
de muy pocos dias.

El Rey D. Pedro con la hueste que hemos dicho, bajó


de Andaluzía á Moutiel ,
que es una villa en la Mancha ,

V en los Orctanos antiguos, cercada de muralla con su


pretil , torres y barbacana puesta en un sitio fuerte y
, ,

fbrtalezida con un buen castillo. Sabida por D. Enrique


la venida de D. Pedro, dejó* á D. Gómez Manrique, Ar-
zobispo de Toledo, para que prosiguiese el cerro de aquella
ciudad y con dos mil y cuatrocientos hombres de á
,
él

caballo, por no esperar el paso de la infantería, paitió


con gran priesa en busca de D. Pedro. Al pasar por la

villa de Orgaz ,
que está cinco leguas de Toledo , se

juntó con él Beltran Claquin con seiscientos caballos cx-


ra ligeros que traía de Francia : importantísimo socorro y
i bu< n tiempo, porque eran soldados viejos , y muy ejercí-

lados y diestros en pelar. Legaron al tanto allí D. Gonzalo


Mrjía Maestre de Santiago, y D. Pedro Muñiz, Maestre
,

de Calatfavft, y otros señores principales, que venian con


deseos de emplear sus personas en la defensa y libertad

de su páti i
i.

Partió V. Enrique con esta caballería, caminó toda la


noehe, y al amanecer dieron vista a los enemigos, ante)
que tu'vn JCtl nuevas ciertas que eran partidos de Toledo.
Kilos, Ctiatído vieron que tcnian tan erica .i J). Enrique,
tuvieron gfán ktffedoj y pensaron no hubiese alguna trai-

ción y trato para dejarlos en sus manos : á esta CBUSA


no se lid) ni loi unos de los otros; rebelábanse también

de Ion iiiimim.s \e. mus ele 1 1 villa. Los capitanes cun mucha
:

NARRACIONES. 39

priesa y turbación hizieron recoger los mas de los sol-

dados que tenían alojados en las aldeas cerca de Monliel

muchos dellos desampararon las banderas de miedo, ó


por el poco amor, y menos gana con que servían. Al salir
del sol, formaron sus escuadrones de ambas partes, y
animaron sus soldados á la batalla

Luego con gran brio y alegría arremetieron á los ene-

migos : hirieron en ellos con tan gran denuedo, que, sin

poder sufrir este primer ímpetu, en un momento se des-


barataron. Los primeros huyeron los moros , los castella-

nos resistieron algún tanto ; mas como se viesen perdidos

y desamparados, se recogieron con el Rey D. Pedro en


el castillo de Montiel. Murieron muchos de los moros
en la batalla, muchos mas fueron los que perecieron en
el alcanze : de los cristianos no murió sino solo un ca-
ballero. Ganóse esta victoria un miércoles catorce dias de
Marzo año mil y trescientos y sesenta y nueve. D. En-
del
rique, visto como JL). Pedro se encerró en la villa, á la
liora le hizo cerca de una horma, pared de piedra seca,
con gran vigilancia por que no se les pudiese escapar.
Comenzaron los cercados á padecer falta de agua y de
trigo, ca lo poco que tenian les dañó de industria (a lo
que parece) algún soldado de los de dentro, deseoso de
que se acabase presto el cerco.

D. Pedro, entendido el peligro en que estaba, pensó


cómo podría huirse del castillo mas á su salvo. Hallábase
con él un caballero que le era muy leal natural de ,

Trastamara ; decíase Men Rodríguez de Sanabria : por


medio deste hizo á Beltran Claquin una gran promesa
de villas y castillos, y doscientas mil doblas castellanas,
á tal que, dejado á D. Enrique, le favoreciese pusiese
y
en salvo. Extra fió esto Reltran : decia que si tal con-
sintiese, incurriría en perpetua infamia de fementido
y
4o NARRACIONES.
traidor ; mas como todavía Men Rodríguez le instase/
pidióle tiempo para pensar en tan grande hecho. Comu-
nicado el negocio secretamente con los amigos de quien
mas se fiaba, Je aconsejaron que contase á D. Enrique
todo lo que en esle caso pasaba : tomó su consejo. D.
Enrique le agradeció mucho su fidelidad, y con grandes
promesas le persuadió a que con trato doble hiziese venir
á D. Pedro á su posada, y le prometiese haría lo que
deseaba concertaron lá noche salió D. Pedro de Mon-
i :

tiel armado sobre un caballo con algunos caballeros que


,

que le acompañaban entró en la estancia de Rcllran :

Claquín , con mas miedo que esperanza de buen suceso.


El y temor que tenia, dicen se le aumentó un letre-
rezelo

ro que lejó poeo antes, escrito en la pared de la torre


del homenaje del rastillo de Montiel, que contenia estas
palabras : Esta es la torre da la Estrella. Ca ciertos as-
trólogos le pronosticaran que moriría en una torre dcste
nombre. Ya sabemos cuan grande vanidad sea la de estos

adevinos , y eó.no después de acontecidas las cosas, se

suelen fingir semejantes consejas


Eutrado pues D. Pedro en la tienda de D. Reltran,
díjole que y.i era tiempo que se fuesen : en esto entró
D. Enrique armado : como v¡Ó á D. Pedro su heimano,
estuvo un poco sin hablar como espantado : la grandeza
del hecho le tenia alterado y suspenso, ó no le conocía
por los muchos anos que no se verfáti. No es menos
sino que los que se hallaron présenles , entre miedo y
UU i \ i ilaban. Un caballero francés dijo a D. Enrique,
dandú con la mino a IV Pedro : mirad que ese es
tro enemigo. 1). IV-Iro, ron aquella natural ferozidacl

que tenia, respondió dos ve/.es : yo ¿oy,yo .soy. Entonces


D. EnriqUC sacó SU daga, y (lióle una herida con ella

en el rOStrÓ : viniuou lllÓgO a lo* blu¿os , cayeron ambo*


NARRACIONES. H
en el «mclo : dicen que 1). "Enrique debajo , y que cotí
ayuda de Beltran, que l<s dio vuelta y le puso encima,
le pudo herir de muchas puñaladas con que le acabó
de malar: cosa que pone grima : un rey, hijo, nieto de
reyes, revolcado en su sangre, derramada por la mano
de un su hermanó bastardo. ¡
Extraña hazaña ! A la ver-
dad , cuya vida fué tan dañosa para España, su muerte
le fué saludable; y cu ella se echa bien de ver, que no
hay ejércitos, poder, reyncs, ni riquezas que basten á
tener seguro a un hombre que vive mal é insolentemente.

Fué este un extraño ejemplo para que en los siglos veni-

deros tuviesen que considerar, admirasen y temiesen ,


se

y supiesen también que las maldades de los príncipes


las castiga Dios, no solamente con el odio y mala vo-
luntad, con que mientras viven son aborrecidos, ni sola

con la muerte , sino con la memoria de Jas histerias, en


que son eternamente afrentados y aborrecidos por todo»
aquellos que las leen; y sus almas, sin descauso, serán
pura siempre atormentadas.

Mariana. Hist. gener. de España.

Entereza ch! Rey D Enrique III,

Del valor de su ánimo y de su prudencia dio" bas-


tante testimonio un famoso he. ho suyo, y una resolución
notable. Al principio que se encargó del gobierno, gus-
taba de residir en Burgos. Entreteníase en la caza de
codornizes, á que cía mas dado que á otro género de
montería ó volatería. Avino que cierto dia volvió del
campo causado , algo tarde. No tenían cosa alguna apres-
tada para su yantar. Preguntada la causa, respondió el
despensero que no solo le f.dtaba el dinero, mas aun el
crédito para mercar lo necesario. Maravillóse el Hcy d&ta
4a NARRACIONES,
respuesta; disimuló empero con mandalle por entonces}
que sobre un gabán suyo mercase un poco de carnero 7

con que , y las codornices que él traia , le aderezasen la


comida. Sirvióle el mismo despensero á la mesa ,
quitada
la capa, en lugar de los pages. En tanto que coniia se ,

movieron diversas pláticas. Una fué decir que muy de


otra manera se trataban los Grandes y mucho mas se
,

regalaban. Era así que el Arzobispo de Toledo, el Duque


de Benavente, el Conde de Trastamara D. Enrique de ,

Villena, Conde de Medinaceli, Juan de Velasco, Alonso


el

de Guzman, y otros señores y ricos hombres deste jaez,


«e juntaban de ordinario en convites que se hacían- unos
á otros como en turno. Avino que aquel mismo día todos
estaban convidados para cenar con el Arzobispo ,
que hacia
tabla á los demás.
Llegada la noche, el Rey disfrazado se fué á ver lo
que pasaba ; los platos muchos en numero y muy rega- ,

lados los vinos, la abundancia en todo. Notó cada cosa


con atención, y las pláticas mas en particular, que sobre
Beta tuvieron, en que, por no rezclarse de nadie, cada
uno relató las rentas que tenia dé su casa y las pensiones ,

que de las rentas Reales llevaba. Aumentóse con esto la


indignación del Rey que los escuchaba; determinó tomar
enmienda de aquellos desórdenes^ Para esto el dia siguiente

luego por la mañana, bizo corriese voz por la corto


que estaba muy doliente, y quería otorgar su testamento.
Acudieron i la hora lodos estos Señores al castillo en que
el Rey posaba. Tenia dada orden que , como viniesen
los Grandes,, hiaiesed salir fuera los criados y sus acom-
j
. ..un. culo,. Hí/.ose todo así e.nno lo tenia ordenado.
n los Grandes en una sala por gran espacio todos
jilli!

A medio dia entró el Rey armado, y desnuda la es-


NARRACIONES. 4^

$ada. Todos quedaron atónitos sin saber lo que quería

decir aquella representación, ni en qué pararía el disfraz.


Levantáronse en pie : el rey se asentó en su silla y sitial

con talante, á lo que parecía, sañudo. Volvióse al Arzo-


bispo : preguntóle « ¿ cuantos son los Reyes que halléis
conocido en Castilla? La misma pregunta hizo por su
»

orden a cada cual de Unos respondieron yo conocí


los otros. :

tres, yo cuatro, el que mas dijo cinco. « ¿Cómo puede


» ser esto repli 'ó el Rey
,
pues y > de la edad que soy (i)
, ,

» lie conocido no menos que veinte Reyes? » Maravillados


todos de lo que decía, añadid : « Vosotros todos, vo-
» sotros sois los Reyes, en grave daño del reyno , nien-

» gua y afrenta nuestra; pero yo haré que el rey nado


» no dure mucho, ni pase adelante la burla que de nos
• hacéis ». Junto con esto, en alta voz llama los ministros
de justicia con los instrumentos que en tal caso se re-
quieren, y seiscientos solvíalos que de secreto tenia aper-
cebidos. Quedaron atóaitos los presentes : el de Toledo,
como persona de gran corazón ,
puestos los hinojos en
tierra, y con lágrimas, pidió perdón al Rey de lo en que
errado le bahía : lo mismo por su ejemplo hizierou lo«

demás : ofrecen la enmienda, sus personas y haciendas,


como su voluntad fuese y su merced.
El Rey, desque los muy amedrentados y humildes,
tuvo
de tal manera les perdonó las vidas, que no los quiso
soltar antes que le rindiesen y entregasen los castillos que
tenían á su cargo , y contasen todo el alcanze que les

hizieron de las rentas Reales que cobraron en otro tiempo.


Dos meses que se gastaron en asentar y concluir estas
cosas, los tuvo en el castillo detenidos. Notable hecho con
que ganó tal reputación ,
que en ningún tiempo los Grande*

(i) Acababa de salir de Id meuor edud, y leuia solos quiaceauoi.


U NARRACIONES.
estuvieronmas rendidos y mansos el temor les duró : pofr
mas tiempo, como suele, que las causas de temer.

El mismo , ibidem.

Batalla de Antonio Galban Capitán portugués ,

en lemate, contra Dajalo nuevo Liej de las


islas Molacas.

Entre tanto Galban , habiendo prendido un tidore y


obligádole á guiarles ,
partió en la cuarta vigilia de la

noche con los suyos por sendas lejos de la ciudad silves-

tres é incultas y con el mayor silencio que pudo, llegó


,

á lacumbre del monte. Habido andado los portugueses


la mayor parte de su camino con la primera luz del alba ;

y descansando algo del trabajo, descubrieron los morriones

y plumas del enemigo que resplandecían. Galban entonces


dando una voz, y aclamando, todos dijeron al arma y
al arma.
Los coligados con alaridos horrendos que herían en los

peñascos y espesura de los bosques, venciendo su turba-


ción se apercibieron •, peí o luego conocieion que habiau
de ser presa de los nuestros. Comenzaron a pelear , y ante
todos el Rey Dayalo por la rabia de verse despojado,
BCIldid con algunas compañías a ocupar los pasos , y
salió á encontrar a los portugueses en un llano. No rehu-
saron ellos la pelea, y mezclándose los escuadrone!, se
hetían cruelmente. Veíate D;iyalo, armada la cabeza con

zelada resplandeciente, adornada de Varias v altas plu-


ma,, y el cuerpo de ora /.a escamada de acero, blan-
«

diendo v jugando* a* dos manos una tanta como antena,


oaanu coa ímpetu desesperado. Pero atojándose entre
miciias picas y ... Ló algunas be-
NARRACIONES. $5
rín.ispor todas partes, y cayó rabiando. Era dotado de
robustísimas fuerzas y coo ellas se levantó de presto. Pudo
disimular las beridas y el dolor; y por no poner miedo
á los suyos ,
proseguir la batalla delante de las primeras
banderas. Peleó buen rato;, pero como no le curaron, y
el ejercicio hizo que la sangre manase mas aprisa, fal-
tándole ya la vista, volvió á caer segunda vez, y solo
liabló con los de su guarda , diciendo : « apartaos de aquí
» lomas presto que pudiéredes, y llevadme con cuidado,
» por que los canes (este nombre daba a los portugueses)
» no se gozen de despedazar mi cuerpo». Ilizieronlo así
sus soldados no sin notable peligro ; poco después él y

¡escapado de la batalla, rindió aquella ánima soberbia.

Bartolomé j4rgensola , Hist. de la conquista de


las Islas Molucas.

Conducta del Sangaje de Momoya prendido por


el Tirano Catabruno.

Catabruno entró en la ciudad de Momoya sin resis-

tencia, y ejercitó sus crueldades, porque los miserable*


vecinos no la quisieron desamparar , y muchos recien
cristianos retrocedieron por miedo ó por tormentos. Apo-
derado de la ciudad, puso cerco á la fortaleza dándole
grandes asaltos, á los cuales resistió D. Juan defendiéndose
valerosamente , y saliendo algunas vezes á provocar al
Tirano, volvió con victoria. Pero no obró en los suyos el
ejemplo lo que suele en pechos generosos, y sintió est*
Príncipe la falta de ánimo con que los mas estaban.
Rezeló que por aquel temor servil habían de terminar
a lanía mengua ,
que lo entregarían á su enemigo ;
y
coiuo valeroso ,
puso luego la atención en prevenir h\
45 NARRACIONES.
salud del alma. Sabia él que Catabruno se preciaba de
zeio-o de la ley de Mahoma, ya este titulo prometía y
daba la vida á los cristianos <jue apostatasen, y la qui-
taba á los que estaban firmes y constantes. Temió que
su muger é hijos, como fla< os , desfállecerian en la con-
fesión de la fe :
y embestido de este espíritu , metiendo
mano á su alfanje, arremetió para ellos, y llorando no
cobardes lágrimas, los mató uno a uno, diciéndoles pri-

mero la causa de este hecho, y como aunque juzgado


con afectos humanos era inhumano, pero en consideración
de la seguridad para las alma», traía consigo piadosa
magnanimidad 'opinión engañada), y que antes le debían
agradecer lo que por ellos ha'ia. Quiso Últimamente con
el mismo error matarse á sí mismo ; pero estorbárouselo
sus mismos domésticos y criados los cuales, para alcan- :

zar perdón y paz del Tirano, le entregaron la persona


de aquel Príncipe ya cristiano, pero mal aconsejado de
sí mismo.
Traido al poder de Catabruno y á su presencia, y sa-
biendo la crueldad con que había sido homicida de sus
lujos y muger, le preguntó que ¿porqué se determinó :

n tan inhumana y bárbara ejecución ? D. Juan con grande


'segundad y entereza le respondió : « En aquél tiempo,
v <n mi consejo interior, mas atendí á la salud de las

almas que á la restauración de las vidas. Rétele de la

flaqueza del sexo , edad, de tus tormentos; y na


de la

quite poner en duda bu perseverancia en la verdadera fe.


las afanas Inmortales , y no les quité yo á mis hijos
i
que les haga falta , y que él tiempo ó tu cuchillo
no se la quitara ; y aun a este tddoi '<• quedáramai
i oii 10 Í mti miento de la voluntad divina.
IVmi mucho mai temí tu perdón y blandura, cob <|ue

*liubic;uj pervertido los esplritui ¿« tótf balagoi de que «


NARRACIONES. fo
satisface la frágil mortalidad. Yo como constante, expuesto
á toda tu furia, no solo no temo los efectos de tus rue-
gps , antes te reconoceré por ministro de Dios. Y si á el

pluguiese que me quitases la vida , mayor bien recibiría

de tu cuchillo que de tu gracia».


Catabruno , furioso de oir tan libre respuesta , mandó"
que le matasen; pero los mismos amigos del Tirano, que
amaban al Sangaje D. Juan, le sacaron de la pieza, y
trataron de su restitución y libertad. A sus ruegos se
alcanzó de Catabruno, y vivió muchos años en su señorío
con perseverancia cristiana , reconociendo el zelo indis-
creto con que por su misma espada se privó de sus hijos

y muger. Animo verdaderamente digno de haber nacido


en medio de Europa, y no en Ja última barbiria; y
excelente, si alcanzara disciplina mas atinada que pusiera
en razón aquella fiereza , contra toda ley natural y di-
vina ,
que juzga por piedad la ejecución de tan horribles
homicidios.

El mismo , ibidem.

La navegación en el mar Glacial.

Sucedió ,
pues ,
que un porfiado viento nos salteó una
noche, que sin dar lugar á que amainásemos algún tanto
ó templásemos en aquel término que las halló,
las velas,

y acosó de modo, que, como he dicho, mas


las tendió

de un mes navegamos por una misma derrota; tanto,


que tomando mi piloto el altura del polo donde nos
tomó el viento, y tanteando las aguas que hacíamos por
hora y los días que hablamos navegado hallamos ser ,

cuatrocientas leguas poco mas ó menos. Volvió el piloto


á tomar la altura y vio que esíaba debajo del norte en
ftl paraje de Noruega , .y eou voz graudc y mayor tris-
.

43 NAim ACTORES.
teza, dijo : « Desdichado* do no ¡o' ios, que si el viento
» no nos concede dar la vuelta para seguir otro camino,
» en este se acabará el de nuestra vida ,
porque estamos
*> en el mar glacial, digo en el mar 1 1 lado, y si aquí no;
» saltea el hielo, quedaremos empedrados en esta-, aguas »

Apenas hubo dicho esto, cuando sentimos que el navio


tocaba por los lados y por como en móviles
la quilla ,

peñas, por donde se conoció que ya el mar se comen-


zaba á helar, cuyos montes de hielo, que por de dentro
se formaban, impedían el movimiento del navio : amai-
namos de golpe, porque topando en ellos no se abriese,

y en todo aquel dia y aquella noche se conjeiaron las


aguas tan duramente, y se apretaron de modo, que co-
giéndonos en medio, dejaron al navio engastado en ellas,
como lo suele estar la piedra en el anillo. Cad fono en
un instante comenzó el hielo íi entumecer los cuerpos,
y a entristecer nuestras almas, y haciendo el miedo su
oficio, consid-rando el manifiesto peligro , no nos dimos
mas días de vida, que los que pudiese sustentar el bas-
timento ; desde aquel punto se puso tasa , y se repartió
por orden, tan miserable y estrechamente, que detde luego
comenzó á matarnos la hambre. Tendimos la vista por
1odas partes, y no topamos con ella en oo-a que pudiese
alentar nuestra esperan/a, si DO fue* con un bu'toneg'O
que á nuestro pareced eptaria de notetros seis ú ocho
millas; pero luego imaginamos que debía de s« r a gun
navio, á quien la común degrada del hielo tenia apri-

sionado: este peligro sobrepuja y se adelanta á los infi-

nitos en que de perder la vie*ta me he visto, porque un


nú do dilatado y un temor no vencido fatiga mas el alma,
«pie un. i repentina muerte : qn<- <n el acabar súbito se

ahorran los miedos y los temores que la muerte trae con-


tigo ,
que suelen ser tan muios i o.iio la misma muerte.
.

NARRACIONES. 49
Ésta, pues, que nos amenazaba tan hambrienta como
larga, nos hizo tomar una resolución, si no desesperada,
temeraria por lo menos ; y fué que consideramos que
si los bastimentos se nos acababan, el morir de hambre
era la mas rabiosa muerte que puede caber en la imagi-
nación humana, y así determinamos de salimos del navio,
y caminar por encima del hielo , y ir a ver si en el
que se parecía, habría alguna cosa de que aprovecharnos,
ó ya de grado, ó ya por fuerza : púsose en obra nuestro
pensamiento, y en un instante vieron las aguas sobre sí
formado con pies enjutos un escuadrón pequeño, pero
de valentísimos soldados, y siendo yo la guia, resbalando,
cayendo, y levantando , llegamos al otro navio, que lo
era casi tan grande como el nuestro. Habia gente en él,
que puesta sobre el borde , adeviuando la intención de
nuestra venida, á vozes comenzó uno á decirnos : « ¿ A qué
» venis, gente desesperada? ¿qué buscáis? ¿ venis por
» ventura á apresurar nuestra muerte , y á morir con
» nosotios? volveos á vuestro navio, y si os faltan bas-
» timentos, roed las jarcias y encerrad en vuestros esto-
» magos los embreados leños , si es posible ,
porque pensar
» que os hemos de dar acogida, será pensamiento vano,
» y contra los preceptos de la caridad que ha de co-
» menzar de sí mismo : dos meses dicen que suele durar
» este hielo que nos detiene, para quince días tenemos
» sustento-, si es bien qUe le repartamos con vosotros, á
» vuestra consideración lo dejo » . A lo que yo le respondí :

« En los apretados peligros toda razon.se atropella : no


» hay respeto que valga, ni buen término que sé guarde;
» acogednos en vuestro navio de grado , y juntaremos
» el bastimento que en el nuestro queda, y comámoslo
» amigablemente , antes que la precisa necesidad nos haga
» mover las armas y usar de la fuerza »

Torn. I 4
,

So NARRACIONES.
Eslo le respondí yo, creyendo no decían verdad en la
cantidad del bastimento que señalaban; pero ello*, vién-
dose superiores y aventajados en el puesto, no temieron
nuestras amenazas, ni admitieron nuestros ruegos; antes
arremetieron á las armas, y se pusieron en urden de defen-
derse. Los nuestros a quien la desesperación , de valientes
hizo valentísimos, añadiendo á la temeridad nuevos brios,
arremetieron al navio, y casi sin recibir herida, le entra-
ion y le ganaron, y alzóse una voz entre nosotros, que
á todos les quitásemos la vida por ahorrar de bo as y de r>

estómagos, por donde se fuese el bastimento que en el


navio hallásemos. Yo
de parecer contrario, y quizá
fui

por tenerle bueno en esto , nos socorrió el cielo como


dcspu.es diré.

Miguel de Cervantes , Pérsiles y Sigismunda.

La Ca^a de Montería.

Habiendo dado orden ;í los criados de todo lo que


habían de hacer, de allí á seis dias le llevaron ¿ caz»
i

de montería con tanto aparato de monteros y cazadores


como pudiera llevar un Rey coronado. Diéronle á Don
Quijote un vestido de monte , y á Sancho otro verde
de finísimo paño ; pero Don Quijote no se le quiso po-
ner , diciendo, que otro día había de volver al duro
ejercicio de las armas, y que no podía llevar consigo
guardaropas , ni reposterías. Sancho sí tomó el que le
dieron, con intención de venderle en la primera ocasión
que pudiese. Llegado pues el esperado dia , armóse Don
Quijo! e, vistióse Sancho, y encima de su rucio, que no
le quio dejar aunque le daban un caballo, se metió entre
la hopa de los monteros. La Duquesa salió bizarramente
,

NARRACIONES. 5i

aderezada , y Don Quijote, de puro cortes y comedido, tomó


Ja rienda de su palafrén , aunque el Duque no quería
consentirlo, y finalmente llegaron á un bosque, que entre
dos altísimas montañas estaba, donde tomados los puestos
paranzas y veredas, y repartida la gente por diferentes
puestos, se comenzó la caza con grande estruendo, grita
y vozería, de manera que unos á otros no podían oírse,

así por el ladrido de los perros , como por el son de las


bocinas. Apeóse la Duquesa y con un agudo venablo en ,

las manos se puso en un puesto por donde ella sabia que


,

solían venir algunos jabalíes. Apeóse asimesmo el Duque

y Don Quijote , y pusiéronse á sus lados : Sancho se puso


detras de todos, sin apearse del rucio, á quien no osaba
desamparar, por que no le sucediese algún desmán, y
apenas habían sentado el piey puesto en ala con otros
muchos criados suyos , cuando acosado de los perros y
seguido de los cazadores, vieron que hacia ellos venia un
desmesurado jabalí , crujiendo dientes y colmillos, y arro-
jando espuma por la boca , y en viéndole , embrazando
su escudo y puesta mano á su espada , se adelantó á re-
cibirle Don Quijote lo mesmo hizo el Duque con su
:

venablo; pero á todos se adelantara la Duquesa , si el

Duque no se lo estorbara. Solo Sancho, en viendo al


valiente animal, desamparó al rucio, y dio á correr cuanto
pudo, y procurando subirse sobre una alta encina, no
fué posible antes estando ya á
; la mitad delta asido de
una rama ,
pugnando subir á la cima , fué tan corto de
ventura y tan desgraciado, que se desgajó la rama', y al
venir al suelo, se quedó en el aire asido de un gancho
de la encina, sin poder llegar al suelo ; y viéndose así,
pareciéndole que
y que el sayo verde se le rasgaba ,
si

aquel fiero animal allí llegaba le podia alcanzar, comenzó


á dar tantos gritos , y á pedir socorro con tanto ahinco,
52 NARRACIONES.
que los que le oían y no le veian, creyeron que estaba
entre los dientes de alguna fiera. Finalmente el colmilludo
jabalí quedó atravesado de las cuchilladas de muchos ve-
nablos, que se le pusieron delante, y volviendo la cabeza
Don Quijote á los gritos de Sancho, que ya por ellos le

había conocido , viole pendiente de la encina y la cabeza


abajo, y ai rucio junto á él ,
que no le desamparó en su
calamidad y dice C;de ríamete que pocas vezes vio á
:

Sancho Panza sin ver al rucio , ni al rucio sin ver á


Sancho : tal era la amistad y buena fé , que entre los
dos se guardaban. Llegó Don Quijote y descolgó á Sancho,
el cual viéndose libre y en el suelo, miró lo desgarrado del
sayo de monte, y pesóle en el alma, que pensó que tenia
en el vestido un mayorazgo. En esto atravesaron al jabalí
podero o sobre un acémila, y cubriéndole con matas de
:

romero y con ramas de mirto-, le llevaron eo;no en señal


de victoriosos despojos , á unas tiendas de campana que
en la mitad del bosque estaban puestas, donde hallaron
Jas mesas en orden, y la comida aderezada tan suntuosa

y grande ,
que se echaba bien de ver en ella la grandeza
y magnificencia de quien la daba.

El mismo , D. Quij.

El Desencanto de Dulcinea.

Así como comenzó á anochecer un poco mas adelante


del crepúsculo, á deshora pareció que todo el bosque por
todas cuatro partes se ardia , y luego se oyeron por aquí

y por allí, por a^á y por acullá infinitas cornetas y otros


instrumentos de guerra, i'OinO de iiiik lias tropas de ca-

balleril, que por el bosque pasaban, La luz del fuego,


ti ton de los bélicos instrumentos casi cegaron y atronaron
:,

NARRACIONES. 53
los ojos y los oidos de los circunstantes, y aun de todos
los que en el bosque estaban. Luego se oyeron infinitos
lelilíes al uso de moros , cuando entran en las batallas

sonaron trompetas y clarines, retumbaron tambores, re-


sonaron pifaros, casi todos á un tiempo, tan continO y
tan apriesa, que no tuviera sentido el que no quedara sin

él al son confuso de tantos instrumentos. Pasmóse el

Duque, suspendióse la Duquesa, admiróse Don Quijote,


tembló Sancho Panza, y finalmente hasta los mesrnos
«abidores de la causa se espantaron. Con el temor les
cogió el silencio , y un postillón que en traje de demonio
les pasó por delante, tocando en vez de corneta un hueco

y desmesurado cuerno que un ronco y espantoso son


,

despedía. Ola hermano correo , dijo el Duque ¿ quien


sois? ¿adonde vais? ¿y qué gente de guerra es la que
por este bosque parece que atraviesa? A lo que respondió
el correo con voz horrísona y desenfadada : yo soy el

Diablo ; voy á buscar á Don Quijote de la Mancha; la

gente que por aquí viene son seis tropas de encantadores


que sobre un carro triunfante traen á la sin par Dulcinea
del Toboso : encantada viene con el gallardo francés Mon-
tesinos , a dar orden á Don Quijote de cómo ha de ser
desencantada la tal Señora. Y en diciendo esto tocó el

desaforado cuerno y volvió ,


las espaldas , y fuese sin es-

perar respuesta de ninguno En esto se cerró mas la

noche , y comenzaron á discurrir muchas luzes por el


bosque, bien así como discurren por el cielo las exha-
laciones secas de la tierra ,
que parecen á nuestra vista

estrellas que corien. Oyóse asimesmo un espantoso ruido,


al modo de aquel que se causa de las ruedas macizas que
suelen traer los carros de bueyes , de cuyo chirrío áspero
y continuado se dice que huyen los lobos y los osos, si

los hay por donde pasan. Añadióse a toda esta tempestad


,

54 NARRACIONES.
otra que las aumentó todas, que fué, que parecía verda-
deramente que á las cuatro partes del bosque se estaban
dando á un mesmo tiempo cuatro reencuentros , ó batallas j
por que allí sonaba el duro estruendo de espantosa ar-
tillería, acullá se disparaban infinitas escopetas, cerca casi
sonaban las vozes de los combatientes , lejos se reiteraban
los lelilíes agarenos. Finalmente las cornetas, los cuernos,
las bocinas, los clarines, las trompetas, los tambores, la

artillería, los arcabuces, y sobre todo el temeroso ruido


de los carros formaban todos juntos un son tan confuso
y tan horrendo, que fué menester que Don Quijote sé
valiese de todo su corazón para sufrirle; pero el de Sancho
riño á tierra, y dio con él desmayado en las faldas de li
Duquesa, la cual le recibió en ellas, y á gran priesa
mandó que le echasen agua en el rostro. Hízose así,
y
él volvió en su acuerdo , á tiempo que un carro de las

rechinantes ruedas llegaba á aquel puesto. Tirábanle cuatro


perezosos bueyes, todos cubiertos de paramentos negros :

en cada cuerno traian atada y encendida una grande hacha


<le cera , y encima del carro venia hecho un asiento alto
sobre el cual venia sentado un venerable viejo con una
hailia mas blanca que la raesma nieve, y tan luenga que
le pasaba de la cintura : su vestidura era una ropa larga
de negro bocací, que por venir el curro lleno de infi-

nitas luzes, se podia bien divisar y discernir todo lo que


en él venia. Guiábanle dos feos demonios vestidos del
mesmo bocací, con tan feos rostros, que Sancho habién-
dolo) visto una vez, cerró los ojos por no verlos otra.
Llegando pues el carro á igualar al puesto, se levantó
de su alto asiento el viejo venerable, y puesto en pie,
diado una gran voz, dijy : yo soy el sabio Lirgandeo, j
pasó el cu lo .1. l.-l.mt «* , hablar mas palabra. Tras esto
sin

pasó otro carro de la mesnia manera, con otro viejo en-


NARRACIONES. 53
ironizado, el cual haciendo que el carro se detuviese,
con voz no menos grave que el otro, dijo : yo soy el sabio
Alquife, el grande amigo de Urganda la desconocida, y
pasó adelante. Luego por el mesmo continente llegó otro
carro ; pero el que venia sentado en el trono , no era
viejo como los demás, sino hornbron robusto y de mala
catadura , el cual al llegar , levantándose en pie como
los oíros, dijo con voz mas ronca y mas endiablada yo :

soy Aicalaus él encantador, enemigo mortal de Amadis


de Gaula y de toda su parentela y pasó adelante. Poco ,

desviados de allí hizieron alto estos tres carros, y cesó


el y luego no se oyó otro
enfadoso ruido de sus ruedas :

ruido , un son de una suave y concertada música


sino
formado, con que Sancho 6e alegró, y lo tuvo á buena
señal Al compa6 de la agradable música, vieron que
hacia ellos venia un carro de los que llaman triunfales,
tirado de seis ínulas pardas , encubertadas empero de
lienzo blanco ; y sobre cada una venia un disciplinante
de luz, asimesmo vestido de blanco, con una hacha de
cera grande encendida en la mano. Era el carro dos vezes,

y aun tres mayor que los pasados, y los lados y encima

del ocupaban otros doce disciplinantes albos como la


nieve, todos con sus hachas encendidas, vista que admi-
raba y espantaba juntamente-, y en uu levantado trono
venia sentada una ninfa vestida de mil velos de tela de
plata , brillando por todos ellos infinitas hojas de argen-
tería de oro, que la hacían, si no rica, á lo menos vis-

tosamente vestida : traía el rostro cubierto con un tras-


parente y delicado cendal , de modo que sin impedirlo
SU9 lizos, por .entre ellos se descubría un hermosísimo
rostro de doncella, y las muchas luzes daban lugar para
distinguir la belleza y los años, que al parecer no llegaban
á veiute, ni bajaban de diez y siete : junto ú ella venia
56 NARRACIONES.
una figura vestida con una ropa, de las que llaman roza-
gantes, hasta los pies, cubierta la cabeza con un velo
negro ;
pero al punto que llegó el carro á estar frente á
frente de los Duques y de Don Quijote, cesó la música
de las chirimías, y luego la de las arpas y laudes, que

en el carro sonaban y levantándose en pie la figura de


,

la ropa , la apartó á entrambos lados , y quitándose el


velo del rostro , descubrió patentemente ser la mesma
figura de la muerte descarnada y fea. Alzada y puesta
,

en pie esta muerte viva , con voz algo dormida , y con


lengua no muy despierta comenzó á decir desta manera :

¡O tú, gloria y honor de cuantos visten


Las túnicas de acero y de diamante,
Luz y farol , sendero , norte y guia
De aquellos que dejando el torpe sueño
Y las ociosas plumas, se acomodan
A usar el ejercicio intolerable
De las sangrientas y pesadas armas!
A tí, digo, ó varón, como se debe
Por jamas alabado , á tí valiente
Juntamente y discreto Don Quijote,
De la Mancha esplendor, de España estrella,

Que para recobrar su estado primo


La sin par Dulcinea del Toboso,
Es menostcr que Sancho tu escudero
Se dé tres mil azotes y trescientos
En ambas sus valientes posaderas,
Al aire descubiertas , y de modo
Qu. le cseiie/.íin, le amarguen y le enfaden.
Y fn esto se resuelven todos «imhIos
De su desgrai ¡a li.m sido los autores;

Y á esto es mi venida, mis señores.


NARRACIONES. $7

Voto á tal, dijo á esta sazón Sancho, no digo yo tres


mil azotes ;
pero así me daré yo tres , como tres puña-
ladas. Válate el diablo por modo de desencantar : yo no
sé que tienen que ver mis posas con los encantos. Par
Dios que si el señor Merlin no ha hallado otra manera
como desencantar á la señora Dulcinea del Toboso, encan-
tada se podrá ir á la sepultura Pues en verdad, amigo
Sancho, Duque, que si no os ablandáis mas que
dijo el

una breva madura que no habéis de empuñar el gobierno.


_,

Bueno seria, que yo enviase á mis insulanos un Gober-


nador cruel de entrañas pedernalinas, que no se doblega
á las lágrimas de las afligidas doncellas, ni á los ruegos
de discretos, imperiosos y antiguos encantadores y sabios.
En resolución , Sancho, ó vos habéis de ser azotado, ó
1

os han de azotar, ó no habéis de ser Gobernador Ea


pues á la mano de Dios , dijo Sancho , yo consiento en
,

mi mala ventura, digo que yo acepto la penitencia. Ape-


nas dijo estas palabras Sancho, cuando volvió á sonar
la música de , y se volvieron á disparar
las chirimías

infinitos y Don Quijote se colgó del cuello


arcabuzes ,

de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las me-


jillas. La Duquesa y el Duque y todos los circunstantes
dieron muestras de haber recibido grandísimo contento,

y el carro comenzó á caminar , y al pasar la hermosa


Dulcinea inclinó la cabeza á los Duques
y hizo una gran ,

reverencia á Sancho. Y ya en esto se venia á mas andar


el alba alegre y risueña las florecillas de los campos se :

descollaban y erguían , y los líquidos cristales de los


arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas,
iban á dar tributo á los rios que los esperaban : la tierra

alegre , el cielo claro , el aire limpio , la luz serena , cada


uno por sí y todos juntos daban manifiestas señales, que
el dia que al aurora venia pisaudo las faldas, habia de
,

58 NARRACIONES,
ser serenoy Y
satisfechos los Duques de la caza
claro.

y de haber construido su intención tan discreta y feliz-


mente , se volvieron a su castillo, con prosupuesto de
segundar en sus burlas, que para ellos no habia veras que
mas gusto les diesen.

El mismo, ibidem.

Señalada victoria que el ejército cristiano (i)


alcanzó de los Turcos en las Jaldas del
monte Tauro.

Trabóse la batalla en puesto igual para todos , con


grandes y varias vozes , peleándose valerosamente , por-
que pendia la vida y libertad de entrambas partes de la
victoria de aquel dia. Si los nuestros quedaran vencidos,
por ser poco pláticos en la tierra, y tener tan lejos la

retirada , fuera cierta su muerte , ó , lo que se tuviera


por peor ,
quedaran por cautivos en poder de aquellos
bárbaros ofendidos. Los Turcos tenían también igual pe-
ligro, porque los naturales de aquellas provincias cris-
tianas, viéndolos rotos y vencidos, los acabaran sin duda,
satisfaciendo en ellos una justa venganza.... Los catalanes
ejecutaban en los vencidos su rigor y furia acostumbrada
en las guerras contra los infieles : porque aquel dia en los

Turcos todo fué desesperación , ofreciéndose a la mueitc


con tanta determinación y gallardía , que no se conoció
en alguno de ellos muestras de quererse rendir , ó fuese
por estar resueltos de morir como gente de valor, ó* por-
que desesperaron de hallar en los vencedores piedad. I£n

(i) Componíase este ejercito de catalanes y aragoneses, que


fueron llamados por el Emperador Andrónico Paleólogo $a
socorro del imperio do Oliente, invadido por los Turcos.
NARRACIONES. 5g
tanto que sus brazos pudieron herir , siempre hizieron lo
que debían; y cuando desfallecían, con el semblante y
los ojos mostraban que el cuerpo era el vencido, no el

ánimo.
Los nuestros, no contentos de haberles hecho desam-
parar el campo , los siguieron con el mismo vigor que
pelearon en la batalla. La noche y el cansancio de matar
dio fin al alcanze. Estuvieron hasta la mañana con las

armas en la mano : salido el sol , descubrieron la gran-


deza de la victoria ,
grande silencio en todas aquellas
campañas, teñida la tierra de sangre , por todas partes
montones de hombres y caballos muertos.... Quedó con
tanto brio nuestra gente después de la victoria y tan ,

perdido el miedo á las mayores dificultades, que pedían


á vozes que pasasen los montes, y entrasen en la Ar-
menia, porque querian llegar hasta los últimos fines del
Imperio Romano y ,
recuperar en poco tiempo lo que en
muchos siglos perdieron sus emperadores ; pero los capi-

tanes templaron esta determinación tan temeraria, midiendo


como era justo, sus fuerzas con la dificultad de la era-
presa.

D. Francisco Moneada , Exped. de Catalán, y


Arag. contra Turcos y Griegos.

Trágica muerte que tuvo Roger de Flor en un


convite.

Llamado Roger de su fatal destino , ni advirtió su peli-


gro ,
ni advertido lo temió. Muchas vezes por mas avisos
que un hombre tenga , no puede escapar de
muerte y la
fines desastrados y aunque Dios nos advierta con señales
;

manifiestas y claras, puede tanto una loca confianza, que


nos quita el discurso porque no veamos los peligros donde
6o NARRACIONES,
está determinado nuestro fin y castigo. En este caso de
Roger, ni su buen discurso, ni el conocimiento grande
de la naturaleza de los griegos, ni los avisos de su miiger,
ni los ruegos de los suyos ,
pudieron detenerle para que
voluntariamente no se entregase á la muerte.
Comiendo, pues, con el Emperador Miguel y la Em-
peratriz María ,
gozando de la honra que sus Príncipes
le hadan
entraron en la pieza George Alano y Gregorio.
,

El primero cerró con Roger, y después de muchas he-


ridas, con ayuda de los suyos le cortó la cabeza, y quedó
el cuerpo despedazado entre las viandas y mesa del Prín-
cipe, que se presumía habia de ser prenda segurísima de
amistad , y
no lugar donde se quitase la vida á un capitán
amigo y de tantos y tan señalados servicios, huésped suyo,
pariente suyo , y como tal honrado en su casa , en su
mesa, y en su presencia.
No se pudieron juntar á mi parecer mayores circuns-
tancias para acrecentar la infamia de este caso hecho :

por cierto indigno de lo que tiene nombre y obligaciones


<íe principa ,
que las mas principales son las que mas se
apartan de parecer ingrato y cruel. Aunque es verdad
que los príncipes raras vezes se reconocen por obligados,
y aun cuando se reconocen por tales, aborrecen la per-
sona de quien les tiene obligados ; pero esto no llega á
tanto ,
que perdiendo de todo punto el miedo á la fuma ,

descubiertamente acaben y destruyan. Lo cierto es que


la

comunmente puede mas en un príncipe un pequeño dis-


gusto para castigar, que grandes y señalados servicios para
perdonar ó disimular algunas ofensaq de poca ó ninguna
consideración. Pero ¿qué maldad liay que no cómela un
príncipe injusto, si se le antoja que importa para su
conservación? Porque e| juicio y custigo de Dios, á quien

solo se sujetan y temen , le niirau tan lejos que apenas


,,,

NARRACIONES. Gi

le descubren : no acordándose por cuan Ancos medios


vienen también á ser ,castigados ,
pues la mano de uu
hombre resuelto suele quitar reynos y vidas.

Este desastrado fin tuvo R.oger de Flor á los treinta j


siete años : hombre de gran valor y de mayor fortuna,
dichoso con sus enemigos, y desdichado con sus amigos,
porque los unos le hizieron señalado y famoso capitán
y los otros le quitaron la vida. Fué de semblante áspero,
de corazón ardiente , y diligentísimo en ejecutar lo que
determinaba, magnífico y liberal, y esto le hizo general

y cabeza de nuestra gente.

El mismo, ibidcm.

Diversidad de opiniones que produjo la cesión


de los Países Bajos hecha por el Rey Felipe II
d favor dz la Infanta Doña Isabel. •

Cosa fué esta ,


que alegró á las Provincias Católicas
y las puso en esperanza de alcanzar algún dia los frutos
de una larga y segura paz. Con todo esto, aunque el

contento era común , y los parabienes universales , no


dejaban muchos de discurrir variamente , cada cual , como
se acostumbra, según su caudal y sus afectos. Decían, j
en particular los soldados, que habian de empeorarse las
cosas de la guerra , si de España no se acudía , como
hasta allí , con las provisiones necesarias para ella : lo
que era de temer, hallándose exhausta de dinero, y con
obligaciones entonces de nuevos gastos Desayudaba no
poco la vejez del Rey , tan combatida de enfermedades
que no habian menester sus ministros menos tiempo para
resolver las causas , supuesto que con todos sus achaques
había de poner en ellas la ultima mano que después de
,
63 NARRACIONES.
resueltas en llegarlas á la ejecución : y de ambas cosas"
inferían , ó que faltaría á las fuerzas militares, con que
se conservaba la parte de los Estados que se poseía, la

asistencia conveniente; ó que, habiendo de darla, venia


á quedar la corona de España cargada de los mismos
gastos , y privada de una lan noble parte de su imperio,
Y los que menos bien sentían de esta donación, anadian
ser extraña manera de liberalidad la que no solo daba lo
que tanto vale , sino que se obligaba á conservarlo costo-
samente. Los enemigos de nuestra grandeza, y en parti-
cular los Olandeses, discurrían con mayor libertad sobre
esta acción , y presumían ante todas cosas alcanzar los
intentos mas secretos del Rey, burlándose de que pudiese

haber concebido esperanzas de traerlos por aquel camino


á la obediencia , y de que los tuviese á ellos por tan fáciles
á ser engañados ,
que le pareciese no habían de tener por
sospechosa la donación de unos estados tan ricos y pode-
rosos á su hija y sobrino, cuyos nietos, á buen librar,
no habian de vivir decían menos zelosos de la grandeza
, ,

de España que los demás reyes y potentados á quien es


,

sospechosa y formidable. Alegaban en prueba de esto al-


gunos ejemplos ,
presumiendo que en los príncipes no
puede haber virtudes, sino las que ellos llaman políticas,

y que el agradecimiento y memoria de los beneficios no


les son comunes con los demás hombres. Y así juzgando
que contradecía á esto la donación, desvelándose en des-
cubriralgun motivo mas intimo, no coneun lan por ningún
caso en que pudiese haberse consolado el Rey de perder
para siempre una partí' ( asi la mejor de su monarquía...
Olios de menos malicioso , y al pan-err m as acertado
discurso, liieiau de mas larga v delgada vista la pru-
deneia del Key ,
parecicndolcs <]ue pudo poner los ojos

en que , tío dejando mas que un hijo varón ,


tras cuya
NARRACIONES. 63
vida recaía en la Infanta la monarquía , era bien darle
el marido que en tal caso escogiera ; y no casándola ahora
con otro príncipe , dejar sujeta la grandeza de su casa á
tan posible desastre Las provincias obedientes, como
no les tocaba poner los ojos mas que en su particular
beneficio, recibiendo por la mayor parte sumo contento
de haber de tener consigo á sus señores
, esperaban tam-
bién por sus medios grandes medras en el bien público;
parecíales que, cesando en los rebeldes el odio contra
y
el Rey, que mamaron con la leche del Príncipe de Orange;

y acordándose de haber oido encarecer á sus padres ó


abuelos la felizidad de aquellos tiempos en que les gober-
naban príncipes de su nación , vendrían al fin á caer en
la cuenta , y apartarse de las demás pretensiones...
El tiempo después mostró que ni los danos ni los pro-

vechos de esta notable acción llegaron á las esperanzas,


ni á los miedos de ambas opiniones. La falta de sucesión
en aquellos príncipes , como atajó la total enagenacion

de aquellos estados , cerró también la puerta á todos los


inconvenientes tan justamente temidos : que con el tiempo
á la verdad, no fueran pocos y ;
el veneno de la herejía

arraigada ya en lo mas vivo de aquellas provincias , no


pudo, como se pensó, ser curado con solo las innumerables
virtudes de aquellos príncipes : remedio á la verdad solo
bueno para enfermedades mas y para gente de mas
fáciles ,

sencillas intenciones. Y así se luzió en los subditos obe-

dientes, donde son infinitos los frutos que han gozado de


la prudencia y amor con que han sido regidos : efecto
que sin duda lo antevio el Rey, y del se prometió grandes
mejoras en la satisfacion de aquellos pueblos, para en caso
que hubiesen de volver á su dominio^ pareciéndole que
entre tanto nadie podia gobernar aquellos estados mejor,
ni restituirlos á la corona mas mejorados Lo cierto es
64 NARRACIONES,
que generalmente todos aquellos estados recibieron singular
contento con esta nueva, los nobles principalmente, pa-»
reciéndoles que habian de ocupar grandes lugares y puestos
con los nuevos príncipes y,
que al fin se babia de gobernar
todo por su mano : en que no se engañaran, si conocieran
la condición del Archiduque , y supieran cuan delante de
los ojos trujo siempre lo que convenia á la autoridad real
mostrarse independiente , y á cuan gran peligro se pone
de faltar á esta máxima tan importante , el príncipe en
quien se conoce poca afición á los negocios ; pues no es
otra el fiallos de un privado , teniendo él por otra parte
capazidad para resolverlos de sí mismo, Y es digno de par-
ticular ponderación, el ver que haya querido Dios poner
á mayor grandeza en tan gran pensión como privarla
la

de amigos del alma, siendo el mayor deleite de la vida


humana, y mas conforme á naturaleza mas la amistad ;

de tantos quilates raras vezes se halla sino entre iguales.

Don Carlos Coloma, Guer. de los Estados Bajos.

Presagios de la ruina del Imperio Mejicano.

Luego (pie se tuvo en Méjico noticia de los españoles,


Cuando el año ánles arribó á sus costas Juan de Grijalva,
empezaron á verse en aquella tierra diferentes prodigios,

y señales de grande asombro, que pusieron a Molc/.uu>a


<n una como certidumbre de que se acercaba la ruina de
su impelió, y á todos sus vasallos en igual confusión y
desaliento.

Duró muí líos dial un cometa espantoso de forma pira-


midal, que deteufiriéndose a la media noche, caminaba
lentamente hasta lo mas alto del ciclo, donde se deshacía
con la presem ¡a del wl.
NARRACIONES. 65
Vióse después en medio del día salir por el poniente
otro cometa ó exhalación á manera de una serpiente de
fuego con tres cabezas ,
que corría velozísimamente hasta
desaparecer por el horizonte contrapuesto , arrojando infi-

nidad de centellas que se desvanecían en el aire.

La gran laguna de Méjico rompió sus márgenes , salió

impetuosamente á inundar la tierra, llevando tras sí al-


gunos edificios , con un género de ondas que parecia her^
vores, sin que hubiese avenida ó temporal á que atribuir
este movimiento de las aguas. Encendióse de sí mismo uno
de sus templos; y sin que se hallase el origen ó la causa
del incendio, ni medio con que apagarle, se vieron arder
hasta las piedras , y quedó todo reducido á poco mas que
ceniza. Oyéronse en el aire por diferentes partes vozes
lastimosas, que pronosticaban el fin de aquella monarquía ;

y sonaba repetidamente el mismo vaticinio en las respuestas


de los ídolos pronunciando en ellos el Demonio lo que
,.

pudo conjeturar de las causas naturales que andaban


movidas ; ó lo que entendería quizá del Autor de la na-
turaleza, que algunas vezes le atormenta con hacerle ins-
trumento de la verdad. Trajéronse á la presencia del Rey
diferentes monstruos de horrible y nunca vista deformidad,
que á su parecer contenían significación y denotaban
grandes infortunios; y si se llamaron monstruos de lo que
demuestran, como lo creyó la antigüedad que les puso
este nombre , no era mucho que se tuviesen por presagios
entre aquella gente bárbara , donde andaban juntas la
ignorancia y la superstición. Dos casos muy notables re-
fieren las historias
,
que acabaron de turbar el ánimo de
Motczuma y no son para omitidos, puesto que no los
,

desestiman el Padre José de Acosta , Juan Botero, y


otros escritores de juicio y autoridad. Cogieron unos pes-
cadores, cerca de la laguna de Méjico, un pájaro mons»
Tom. I, 5
66 NARRACIONES.
iruoso de extraordinaria hechura y tamaño , y dando
estimación á la novedad , se le presentaron al Rey. Era

horrible su deformidad y tenia sobre la cabeza una lámina


,

resplandeciente á manera de espejo, donde reverberaba


el sol con un género de luz maligna y melancóli a. Reparó
en ella Motezuma , y acercándose á reconocerla mejor,
vio dentro una representación de la noche , entre cuya
oscuridad se descubrían algunos espacios de cielo estre-
llado, tan distintamente figurados, que volvió los ojos al
sol, como quien no acababa de creer el dia; y al ponerlos
segunda vez en el espejo, halló en lugar de la noche
otro mayor asombro porque ,
se le ofreció á la vista un
ejército de gente armada que venia de la parte del oriente,
haciendo grande estrago en los de su nación. Llamó á sus
agoreros y sacerdotes para consultarles este prodigio, y
el ave estuvo inmóvil , hasta que muchos de ellos hizieron

la misma experiencia ; pero luego se les fué , ó se les des-

hizo entre las manos, dejándoles otro agüero en el asombro


de la fuga.

Pocos dras después vino al palacio un labrador, tenido


en opinión de hombre sencillo, que solicitó con porfiadas*
y misteriosas instancias la audiencia del Rey. Fué intro-
ducido á su presencia después de varias consultas; y hechas
sus humtllac iones sin género de turbación ni encogimiento,
le dijo en su idioma rústico ;
pero con un género de li-

bertad y elocuencia ,
que daba á entender algún furor
mas que natural «Ayer tarde, Señor, estando en
• mi heredad ocupado en el beneficio de la tierra , vi
n un ;¡guila de extraordinaria grandeza, que se abatió
¡iii|tciiiusaiii<nic sobre mí , y arrebatándome entre sus
» gan , . ii.c llevó" largó trícho por el aire, hasta po-

» neniK- cérea de mía gruta espaciosa, donde estaba


i un hombre con vestiduras reales, durmiendo entre
. ,

NARRACIONES. 67
» diversas flores y perfumes, con un pebete encendido
9 en mano. Accrquéine algo mas , y vi una imagen
la

» tuya, ó fuese tu misma persona, que no salvé infor-


í> marlo, aunque á mi parecer , Unía libres los sentidos.

» Quise retirarme atemorizado y respectivo ; pero una


» voz impetuosa me detuvo y me sobresalió de nuevo
» mandándome que te quitase el pebete de la mano, y
» Je aplicase á una parte del muslo que tenias deseu-

p bierta : rehusé cuanto pude el cometer semejante mal-


» dad ; pt-ro la misma voz , con horrible superioridad,
1» me viólenlo á que obedeciese. Yo mismo, Señor, siu

» poder resistir, hecho entonces del temor el atrevimiento,


» te apliqué el pebete encendido sobre el muslo y tú
,

» sufriste el cauterio sin despertar ni hacer- movimiento.


» Creyera que estabas muerto , si no se diera á conocer la
» vida en la misma quietud de tu respiración... Y luego me
» dijo aquella voz, que a! parecer se formaba en el viento:
» Asi duerme tu Rey entregado d sus delicias y vajii-
» dudes, cuando tiene sobre si el enojo de los Dioses , y
1» tantos enemigos que vienen de la otra parte del mundo
» á destruir su monarquía y su religión. Dirdsle que,

» despierte d remediar, si puede, las miserias y cala-


» midades que le amenazan ; y apenas pronunció estas
» razones que traigo impresas en la memoria cuando ,

» me prendió el águila entre sus garras, y me puso en


» mi heredad sin ofenderme. Yo cumplo asi lo que me
» ordenan los Dioses despierta Señor : , ,
que los tiene

» irritados- tu soberbia y tu crueldad. Despierta, digo


» otra vez, ó mira como duermes, pues no te recuerdan
» los cauterios de tu conciencia , ni ya puedes ignorar
» que los clamores de tus pueblos llegaron al cielo, pri-
» mero que á tus oidos »

Estas, ó semejantes palabras dijo el villano, ó el espíritu,


68 NARRACIONES,
que hablaba en él; y volvió las espaldas con tanto de-
nuedo ,
que nadie se atrevió á detenerle. Iba Motezuma
con el primer movimiento de su ferozidad á mandar
que le matasen, y le detuvo un nuevo dolor que sintió

en muslo, donde halló, y reconocieron todos estam-


el

pada la señal del fuego cuya pavorosa demostración le


,

dejó atemorizado y discursivo ;


pero con resolución de
castigar al villano , sacrificándole á la aplacacion de sus

Dioses. Avisos ó amonestaciones motivadas por el Demonio,


que traían consigo el vicio de su origen •, sirviendo mas
y á la ostinacion, que al conocimiento de la culpa.
á la ira
En ambos acontecimientos pudo tener alguna parte la
credulidad de aquellos bárbaros, de cuya relación la en-
tendieron así los españoles. Dejamos su recurso á la verdad.

Don Antonio Solis , Histor. de la


conquista de Méjico.

Evacuación de Me/ico por los españoles , difi-

cultades y trabajos de la retirada.

Convinieron todos en que se apresurase la salida


y ,

últimamente se resolvió que fuese aquella misma noche,


porque no se dejase tiempo al enemigo para discurrir
en nuevas prevenciones ó para embarazar el camino de
la calzada con algunos reparos ó trincheras, de las que
solian usar en el paso de las acequias. Dióse calor a la
fábrica del puente ; y aunque se puede creer que tuvo
intento Hernán Cortes de que se hiziesen otros dos, por
ser tres los canales que se habían roto, no cupo en el
tiempp esta prevención, ni pareció necesaria, creyendo
que se podría miniar el puente de un canal á otro, como
fuese pasando el ejército : suposiciones en que ordinaria-
,

NARRACIONES. 6->

mente Se conoce tarde la distancia que hay entre el

discurso y la operación Trató luego Hernán Cortes


de apresurar las disposiciones de su jornada, cuyo breve
plazo daba estimación á los instantes.
Distribuyó las órdenes, instruyó á los capitanes, pre-
viniendo con atenta precaución los accidentes ,
que se

podían ofrecer en la marcha. Formó la vanguardia ,

poniendo en ella doscientos soldados españoles con los

tlascaltecas de mayor satisfacción,y hasta veinte caballos


á cargo de los capitanes Gonzalo de Sandoval, Francisco
de Azevedo, Diego de Ordaz , Francisco de Lugo y Andrés
de Tapia. Encargó la retaguardia , con algo mayor nú-
mero de gente y caballos, á Pedro de Alvarado, Juan
Velazquez de Lcon , y otros cabos de los que vinieron
con Narvaez. En la batalla ordenó que fuesen los pri-»

sioncros , y bagaje , con el resto del ejército :


artillería

reservando para que asistiesen á su persona, y á las ocur-


rencias donde llamase la necesidad, hasta cien soldados
escogidos , con los capitanes Alonso Dávila , Christobal de
Olid y Bernardino Vázquez de Tapia. Hizo después una
,

breve oración á los soldados, ponderando aquella vez las

dificultades y peligros del intento, porque andaba muy


válida la opinión en los corrillos , de que no peleaban
de noche los mejicanos , y era necesario introducir el
rezelo ,
para desviar la seguridad, enemiga lisonjera de
las facciones militares, porque inclina los ánimos al des-

cuido ,
para entregarlos á la turbación ; así como suele
prevenirlos el temor prudente contra el miedo vergon-
zoso.... Seria poco menos de media noche , cuando salieron
del cuartel , sin que las centinelas ni los batidores hallasen

que reparar, ó que advertir ; y aunque la lluvia y la

oscuridad favorecían el intento de caminar cautamente


y aseguraban el rezelo de que pudiese durar el enemigo
,

<jo NARRACIONES.
en sus reparos , se observó con tanta puntualidad el sí-»

Jencio y el recato, que no pudiera obrar el temor Jo que


pudo en aquellos toldados la obediencia. Pasó el puente
levadizo á la vanguardia, y los que le llevaban á Su cargo
le acomodaron a la primera canal ;
pero aferró tanto en
Jas piedras qué íe sustentaba ii , con el peso de los ca-
ballos y artillería que no quedó cÉrpaz* de poderse mudar
,

a las demás canales, como se bahía propuesto ni llegó :

el caso de intentarlo; porque, antes que acabase de


pasar el ejército el primer tramo de la calzada, íuc ne-
cesario acudir a las armas , V sé hallaron acometidos por
todas parles, cuando menos lo rczélaban.
Fué* digna de admiración en aquellos bárbaros la maestría
1
con que dispusieron su facción ; observaron coií vigilante

disimulación el movimiento' dé sus enemigos : juntaron y


distribuyeron sin rumor la multitud inmanejable de sus
tropas : sirviéronse de la oscuridad y del sitando, para
lograr el intento de acercarse sin ser descubiertos. Cubrióse
de canoas armadas el ámbito de la laguna ,
que venían
1

por los ilos costados sobre la calzada , entrando al combate


con t.uil inbarázd, que se oyeron sus gritos
\ (1 estruendo belicoso idfe ras < Macóles , casi al mismo
tiempo <p:c se aojaron sentir los golpes de sus flechas.
Perecería sin duda todo él cj.-nüo de (leales, si hubieran
guardado ios indios en el pelear. I.i buena ordenanza que
observaron al acometer, pero cst;ih;i en ellos violen!, i ¡a

moderación, y al empezar la Cólera j fceso la obediencia

y prevaleció la costumbre . caí -ando dé tropel sobre la

«Ion. le reconocieron el bulto del ejército, tan bpri-


lindos unos de olios, que se harían peda/os las canoas,
< bocahdo ¿n la calzada ¡ \ era segundo peligro de lis

(jue si' acercaban , «I impulsó <!<• las que procuran \i\

anm irrito destrozo los españoles en


;

NARRACIONES. 71
aquella gente desnuda y desordenada ; pero no bastaban
las fuerzas al continuo ejercicio de las espadas y los chuzos

y á breve rato se hallaron también acometidos por la


frente, y llegó el caso de volver las caras á lo mas eje-

cutivo del combate ,


porque los indios que se hallaban
distantes, ó los que no pudieron sufrir la pereza de lo*

remos, se arrojaron al agua, y sirviéndose de su agilidad


y de sus armas , treparon sobre la calzada , en tanto
número, que no quedaron capazes de mover las armas....

Fueron fáciles de romper y muriendo ,


casi todos ,

bastaron sus cuerpos a cegar el canal , sin que fuese


necesaria otra diligencia que irlos arrojando en él, para
que sirviesen de puente al ejército. Así lo refieren
algunos de nuestros escritores , qunque otros ;dicen

que se halló dichosamente una viga de bastante lati-

tud ,
que dejaron sin romper en la segunda puente,
por la cual pasó desfilada la gente, llevando por el, agua
los caballos al arbitrio de la rienda. Como quiera que
sucediese (que 110 son fáciles de concordar estas noticias,
ni todas merecen reflexión ) la dificultad de aquel paso
inexcusable se venció, mediaudo la industria, ó la fdizidud :

y la vanguardia prosiguió su marcha, sin detenerse ¡mucho


en el último canal ,
porque debió á la vecindad de la
tierra la disminución de las aguas , y se pudo esguazar
fácilmente lo que restaba del lago. Teniéndose á dicha
particular, quq los enemigos, .de tanta gente cqmo les

sobraba, no hubiesen echado alguna de la otra parte;


porque fuera entrar en nueva y mas peligrosa disputa
los que iban saljendo á la ribera, fatigados y heridos,, con

el agua sobre la cintura; pero no cupo en su advertencia


esta prevención, ni al parecer, descubrieron la marcha....

Pasó Hernán Cortes eou el primer trozo de su gente :

y ordenando, sin detenerse, á Juan de Jaramillo, que


7* NARRACIONES,
cuidase de ponerla en escuadrón como fuesen llegando j

volvió á la calzada con los capitanes Gonzalo de San-


doval, Christobal de Olid , Alonso Dávila , Francisco de
Moría , y Gonzalo Domínguez. Entró en el combate ani-
mando á los que peleaban no menos con su presencia ,

que Con su ejemplo ; reforzó su tropa con los soldados


que parecieron bastantes para detener al enemigo por las

dos avenidas , y entretanto mandó que se retirase lo in -

terior de las hileras, haciendo echar al agua la artillería,

para desembarazar paso, y dar corriente á la marcha.


el

Fué mucho lo que obró su valor en este conflicto, pero


mucho mas lo que padeció su espíritu ,
porque le traía

el aire á los oidos , envueltas en el horror de la oscu-


ridad , las vozes de los españoles que llamaban á Dios
en el ultimo trance de la vida: cuyos lamentos, confu-
samente mezclados con los gritos y amenazas de los indios,

le traían al corazón otra batalla entre los incentivos de

la ira , y los afectos de la piedad.


Sonaban estas vozes lastimosas á la parte de la ciudad,
donde no era posible acudir ,
porque los enemigos que
andaban en la laguna cuidaron de romper el puente le-

\.i )i /o
l
j
antes que acabase de pasar la retaguardia, donde
fué mayor el fracaso de los españoles, porque cerró con
ellos el principal grueso de los mejicanos , obligándolos
;i que se retirasen á lá calzada , y haciendo pedazos los
menos deligentes, qué £or la mayor paite fueron délos
<|u<* faltaron á sti obligación , y rehusaron entrar en ba-
tallar; por guardar el oro que sacaron del cuartel. Murieron
estos ignominiosamente, abrazados con el petó miserable
• pie los hizo cobardes en la ocasión, y tardos en la fuga.

Destruyeron su opinión, v dañaron injustamente al ci edito

de la facción ¡
por.pie se pusieron en el cómputo de I»,

muertos , como si hubieran vendido ;¡ mejor precio la vida ,


NARRACIONES. 75

y de buena razón, no se habían de contar los cobardes


en el número de los vencidos.
Retiróse finalmente Cortes con los últimos que pudo
recoger de la retaguardia, y al tiempo que a p ne-
il

trando con poca ó ninguna oposición el segundo espacio


de la calzada, llegó á incorporarse con él Pedro de Al-
varado, que debió la vida poco menos que á un milagro
de su espíritu y su actividad porque, hallándose com- ;

batido por todas partes, muerto el caballo, y con uno


de los canales por la frente, fijó su lanza en el fondo de
la lagunay ,
saltó con ella de la otra parte ,
ganando
elevación con el impulso de los pies, y librando el cuerpo
sobre la fuerza de los brazos : maravilloso atrevimiento
que miraba después como novedad monstruosa, ó fuera
se

del curso natural y el mismo Al varado, considerando


;

la distancia y el suceso, hallaba diferencia entre lo hecho

y lo factible Acabó de salir el ejército á tierra con


la primera luz del dia , y se hizo alto cerca de Taeuba,
no sin rezelos de aquella población numerosa y parcial
de los mejicanos; pero se tuvo atención á no desamparar
luego la cercanía de la laguna ,
por dar algún tiempo á
los que pudiesen escapar de la batalla ; y fué bien dis-

currida esta detención, porque se logró el recoger algunos


españoles y tlascaltecas, que mediante su valor y su di-
ligencia , salieron nadando á la ribera ó tuvieron suerte ,

de poderse ocultar en los maizales del contorno.


Dieron estos noticia de que se había perdido totalmente
la última porción de la retaguardia; y puesta en escua-
drón la gente, se halló que faltaban del ejército casi dos-
cientos hombres, mas de mil tlascaltecas, y cuarenta y
seis caballos, y todos los prisioneros mejicanos, que sin

poderse dar á conocer en la turbación de la noche, fueron


tratados como enemigos por los mismos de su nación*
74 NARRACIONES.
Estaba la gente quebrantada y rezelosa , disminuido el

ejército y sin artillería, pendiente la ocasión, y apartado


el te'rmino de la retirada-, y íobre tantos motivos de sen-
timiento, se miraba como infelicidad de mayor peso la

falta de algunos cabos principales , en cuyo número fueron


los mas señalados Amador de Lariz , Francisco de Moría,
y Francisco de Salcedo, que perdieron la vida cumpliendo
á toda costa con sus obligaciones Descansaba Hernán
Cortes sobre una piedra , entre tanto que sus capitanes
atendían á Ja formación de la marcha , tan rendido á la
fatiga interior ,
que necesitó mas que nunca de sí para
iludir con la ocasión el sentimiento.... Pero al mismo
t¡on:po que daba' las órdenes , y animaba la gente con mayor
espírituy resolución, prorumpieron sus ojos en lágrimas,
que no pudo encubrir Á los que le a.-astiun Suia digno
espectáculo de grande admiración verle afligido, sin faltar
á la entereza del aliento, y bañado el rostro en lagrimas,
sio perder el semblante de vencedor Fué de gran
consuelo para Hernán Cortes y para todo el ejército, que
pudiesen escapar de la batalla y, de la confusión de la
noche, Doña ¿Marina y Gerónimo úc Aguilar, instrumentos
principales de aquella conquista, y tan necesarios entonces
como en lo pasado ,
porque sin ellos fuera imposible
imitar, ó u traer los ánimos de las naciones que iban á
buscar. Y no se tuvo á menor felizidad que se detuviesen
los mejicanos en seguir el alcanze ,
porque dieron tiempo
á los españoles para rme respiraren de su fatiga, , y pu-
diesen marchar, llevando en grupa los heridos, y cu

o. < nos apresurada formación el cj.'reiio. Nació esta de-


| (
p| ,. n «le i.n ai eiilente inopinado, que se pudo atribuir a

pruvi.leiH ia del ei.ln. .Murieron al rigor délas armas


hjjoi de Mole/uiua ,
que .is¡>li.ai a su padre,

vlos demos priiiuueros que venían asegurados en el convoy


NARRACIONES. j5

del bagaje porque cebados al amanecer los indios en


;

el despojo de los muertos, reconocieron atravesados bn


sus mismas flechas á estos Príncipes miserables, que ve-
neraban con aquella especie de adoración que dieron á
su padre. Quedaron al verlos , como absortos y espan-
tados, sin atreverse á pronunciar la causa de su turbación.
Unos se apartaban para que llegasen otros, y unos y otros
,

enmudecían... Corrió finalmente la noticia por sus tropas ,

y cayó sobre todos el miedo y el asombro , suspendiéndose


por un rato el uso de sentidos y potencias, con aquel gé-
nero de súoita enagenacion que llamaban terror p¿inieo
,

los antiguos. Resolvieron los cabos que se diese cuenta de


aquella novedad al Eujperador ; y él ,
que necesitaba de
afectar el sentimiento, para cumplir con los que no lo
fingían, ordenó que biziese alto el ejército ,
jdando prin-
cipio i» la ceremonia de los llantos y clamores funerales,
que debían preceder á las exequias,, basta que llegasen

los sacerdotes con el resto de la ciudad a entregarse de


aquellos cuerpos reales, para conducirlos al entierro de
sus mayores. Debieron los españoles á la muerte de estos

Príncipes el primer desahogo de su turbación , y el primer


como una de sus
alivio de su cansancio; pero la sintieron

mayores pérdidas, y particularmente Cortes, que amaba


en memoria de su padre y llevaba en el derecho
ellos la ,

«leí mayor parte de sus esperanzas.


Marchaba entre tanto Cortes la vuelta de Tlascala con
guias de aquella nación ,
puesto el ejército en batalla, y
y sin dejar de tener por sospechosa la tardanza del ene-
migo, en cuyas operaciones acierta mas vezes el temor,
que la seguridad-
Tardaron poco en dejarse ver algunas tropas de guer-
reros ,
que seguian la huella sin acercarse : gente de
Tacuba , Escapulazco y Tcnecuya convocada por los
,;

^ NARRACIONES,
mejicanos para que saliesen á entretener la marcha
entunlo que se desembarazaban ellos de su función. No-
table advertencia en aquellos barbaros. Fueron de poco
iuipeditiK'iito en el camino, porque anduvieron siempre
á distancia, que solo podian ofender con lasvozes; pero
duraron en este género de hostilidad , hasta que, llegando
la multitud mejicana, se unieron todos apresuradamente
y sirviéndose de su ligereza para
el avanze , acometieron

con tanta resolución, que fué necesario hacer alto para


detenerlos.
Dióse mas frente al escuadrón ,
pasaron á ella los ar-
cabuzes y balle.-tcis , y se volvió á la batalla en paraje
abierto, sin retirada ni seguridad en las espaldas. Morían
cuantos indios se acercaban, sin escarmentará los demás.
Salían los caballos a escaramuzar, y (tapian grande Ope-
ración, pero onecía por instantes el número de los ene-
migos; ofendían desdi lejos los arcos y las hondas. Can-
sábanse 1. s < sp fióles de tanto resistir sin esperanza de
encer , y ya empezaba en ellos el valor á quejarse de
las fuerzas, cuando Hernán Cortes, que andaba en la

batalla como soldado, sin traer embarazadas las atenciones


de capitán , descubrió una elevación de terreno ,
poco
distante del camino, que mandaba por todas partes la

<u¡upaüa, sobre cuya eminencia se levantaba un edificio


toncado, que parecía fortaleza , ó lo fingieron así los
ojos de la necesidad. Resolvióse á lograr en, aquel paraje
las ventajas del sitio; y señalando algunos soldados que
se adelantasen ú reconocerle, movió el ejército, y trató
de ocuparle , no sin mayor dificultad ,
porque fué nece-
sario ganar la cumbre con el rostro en el enemigo, y
echar algunas mangas de arcabuzeros contra sus avenidas;
pero mió < I intento con felitidad ,
porque se halló

el edificio lio reiUtenCW , y en él , cuanto pudiera en-


NARRACIONES. 77
t<5nces fabricar la imaginación No se atrevieron los

enemigos á subir la cuesta, ni dieron indicio de intentar


el asalto; pero se acercaron á tiro de piedra, ciñiendo
por todas partes la eminencia , y bacian algunos avanzes
para disparar sus flecbas, hiriendo las mas vezes el aire,

y algunas con rabiosa puntería las paredes , como en


castigo de que se oponían á su venganza. Todo era gritos

y amenazas que descubrían


,
la flaqueza de su atrevimiento,
procurando llenar los vacíos del valor. Costó poca dcli-
gencia el detenerlos , hasta que declinando el dia , se

retiraron todos hacia el camino de la ciudad, fuese por


cumplir con el sol , volviéndose á la observancia de su
costumbre, ó porque se hallaban rendidos de haber estado
casi en continua batalla desde la media noche antece-
dente. Reconocióse desde las torres, que hacian alto en
la campaña y procuraban encubrirse divididos en di-
,

ferentes ranchos , como si no hubieran dado bastantes


evidencias de su intento, y publicado al retirarse, que
dejaban pendiente la cuestión.

Dispuso Hernán Cortes su alojamiento con el cuidado


á que obliga una noche mal segura en puesto amenazado.
Mandó que se mudasen con breve interpolación las guar-
dias y las centinelas para que tocase á todos el descanso
, :

hiziéronse algunos fuegos, tanto porque pedia este socorro


la destemplanza del tiempo, como por consumir las flechas
mejicanas, y quitar al enemigo el uso de aquella munición.
Dióse un refresco limitado á la gente, del bastimento
que se halló en el adoratorio, y pudieron escapar alguno-;
indios del bagaje. Atendióse con particular aplicación á
la cura de los heridos ,
que tuvo su dificultad en aquella
falta de todo ,
pero se inventaron medicinas manuables
que aliviaban acaso los dolores, y sirvieron á la provisión
de hilas y vendas las mantas de los caballos.
78 NARRACIONES.
Cuidaba de todo Hernán Cortes , sin apartar la ima-
ginación del empeño en que se hallaba; y antes de reti-

rarse á reparar las fuerzas con algún rato de sosiego,


llamó á sus capitanes, para conferir brevemente con ellos

lo que se debia ejecutar en [aquella ocurrencia. Ya lo


llevaba premeditado; pero siempre se recataba de obrar
por sí en las resoluciones aventuradas, y era grande ar-
tífice de atraer los votos á lo mejor , sin descubrir su
ilietámen, ni socorrerse de su autoridad. Propuso las

operaciones con sus inconvenientes , dejándoles arbitrio


entre lo posible y lo dificu/toso. Entró suponiendo :

c Que no era para dos vezes la congoja en que se vieron


aquella tarde ; ni se podia repetir , sin temeridafl , el

empeño de marchar peleando con un ejército de número


tan desigual, obligados á traer en un contrario movimiento
las manos y los pies ». A que añadió : « que para evitar
esta resolución tan peligrosa y de tantos inconvenientes ,

habia discurrido en asaltar al enemigo en su alojamiento


con el favor de la noche; pero que le parecía diligen-
cia infructuosa ,
porque solo se habia de conseguir que
bínese la multitud, para volverse á juntar : coslumhre
á que se reducía lo mas prolijo de aquella guerra :

<¡;ir después hahia pensado en mantener aquel puesto,


esperando en él ;i que se candasen los mejicanos de asis-
tir en la campaña; pero que la lalta de bastimentos
que ya se padecía dejaba cite recurso en términos de

impracticable ». Y últimamente dijo : « que también se

le habia ofrecido, si cenvendria (y esto cía lo que lle-

retuéHo) marchar aquella misma noche , y amanecí i

dos ó lies li tgttaj de aquel paraje que no moviéndose los :

enemigo», según su calilo, hasta la mañana, tendKa la

conrénieneiá de adeiaritar él camino sin otro cuidado-,

y cuando M resolviesen a legtrir «'1 alc;;n;e, llegarían can-


;

NARRACIONES. 79
¿ados, y seria rms fácil continuar la retirarla con menos
briosa oposición. Pero que viendo tan quebrantado el
ejército, y tan fatigada la gente, seria inhumanidad fuera

de toda razón ponerle sin nueva causa en el trabajo de


,

tina marcha intempestiva, oscura la noche, y el camino


incierto; aunque la ocasión , ó el aprieto en que se halla-

ban ,
pedia remedios extraordinarios, breve determinación

y donde nada era seguro, pesar las dificultades, y fiar


el acierto del menor inconveniente».

Apenas acabó su razonamiento cuando se conformaron ,

todos los capitanes en que solo era posible, ó menos aven-


turada , la resolución de adelantar la marcha, sin mas
detención que la que fuese necesaria para dejar algunas
horas al descanso de la gente, y quedó resuelta para la
media noche, conformándose Cortes con su mismo dicta-
men y tratándole como ageno
,
primor de que solia :

valerse para escusar disputas, cuando instaba la resolu-


ción y de que solo pueden usar los que saben el arte
:

de preguntar diciendo, que se consigue con no dejar qué


discurrir preguntando. Poco antes de la hora señalada se
convocó la gente, que dormía cuidadosa , y dispertó sin

dificultad. Dióse á un tiempo la orden , ¡y la razón de la


orden, con que se dispusieron todos á la marcha, cono-
ciendo el acierto, y alabando la resolución. Mandó Hernán
Cortes que se dejasen cebados los fuegos ,
para deslum-
hrar al enemigo de aquel movimiento ; y encargando á
Diego de Ordaz la vanguardia con guias de satisfacción ,

puso la fuerza principal en la retaguardia , y se quedó


en ella ,
por hallarse mas cerca del peligro , y afianzar
con su cuidado la seguridad de los que iban delante.
Partieron con el recato conveniente, y ordenando á las

guias que se apartasen del camino real ,


para volverle
á cobrar con el dia, marcharon poco mas de media legua...
8o NARRACIONES.
Pero en tierra mas quebrada , dieron los ba-
al entrar

una zelada, que no supieron cubrir los mismos


tidores en

que procuraron ocultarse , porque avisaron del riesgo


anticipadamente las vozes y las piedras. Bajaban de los

montes y salían de la maleza diversas tropas de indios,


que acometian desunidamente por los costados y aunque ;

no eran de tanto grueso, que obligasen á detener la mar-


cha, fué necesario caminar desviando los enemigos que
se acercaban , romper diferentes emboscadas , y disputar
algunos pasos estrechos Con este género de contradic-

ción de menos peligro que molestia , caminó dos leguas


el ejército, y poco antes de amanecer se hizo alto en
otro adoratorio menos capaz, pero bastante para reconocer
la campaña, y medir por el ndmero de los enemigos la

resolución que pareciese de mayor seguridad. Descubrióse


con el dia la calidad y desunión de aquellos indios, hal-
lándose reducidos á correrías de paisanos , lo que se llegó
á rezelar como nueva carga del ejército enemigo ;
se

volvió á la marcha sin mas detención , con ánimo de


adelantarla cuanto fuese posible, para evitar, ó hacer
mas dificultoso el alcanze do los mejicanos.
Duraron los indios en la importunación de sus gritos,

siguiendo desde lejos como perros amedrentados ,


que
ponían la cólera en el latido, hasta que dos leguas mas
adelante se descubrió un Lugar en paraje oportuno , y
al parecer de considerable población. Eligióle Cortes para
su alojamiento, y dio las órdenes para que se ocupase por
fuerza, si no bastase la suavidad; pero se halló desampa-
rado totalmente de sus habitadores, y
con algunos basti- 1

mentos que no pudieron retirar, tan necesarios entonces,


como el descanso para la restauración de las fuerzas.

Aquí se detuvo el ejército un dia, y algunos dicen que

fueron dos, porque no permitió mayor deligeneia el estado


NARRACIONES. 6i

en que se hallaban los heridos. Hiziéronse después otras


dos marchas, entrando en terreno de mayor aspereza y
esterilidad , todavía fuera de camino, y con alguna incer-
tidunibre del acierto en los que guiaban. No se halló cu-
bierto donde pasar la noche, ni cesaba la persecución de
aquellos indios, que anduvieron siempre á la vista, si ya
no fueron otros que iban saliendo con la primera drden
á correr su distrito. Pero sobre todo se dejó sentir en
aquellos tránsitos la hambre y la sed ,
que llegó á tér-
minos de congoja y desaliento. Animábanse unos á otros
los soldados y los capitanes, y hacia sus esfuerzos la pa-

ciencia , como ambiciosa de parecer valor. Llegáronse á


comer las yerbas y raíces del campo sin atender al ,

rezelo de que fuesen venenosas, aunque los mas advertidos


gobernaban su elección por el conocimiento de los tlas-
caltecas. Murió uno de los caballos heridos, y se olvidó

con alegre facilidad la falta que hacia en el ejército, por-


que se repartió como regalo particular entre los mas ne-
cesitados, y estos celebraron la fiesta convidando á sus
amigos ; banquete sazonado entonces , en que cedieron á
la necesidad los escrúpulos del apetito.

Terminaron estas dos marchas en un Lugar pequeño,


cuyos vecinos franquearon la entrada, sin retirarse como
los demás , ni dejar de asistircon agrado y solicitud á
cuanto se les ordenaba : puntualidad y agasajo, que fué
nuevo ardid de los mejicanos, para que sus enemigos se
acercasen menos cuidadosos al lazo que tenían prevenido.
Manifestaron sin violencia los víveres de su provisión , y
trajeron de otros Lugares cercanos lo que bastó para que
se olvidase lo padecido. Por la mañana se disper ó el
ejército para subir la cuesta, que por la otra parte declina
en el valle de Otumba, donde se habia de caer necesa-
riamente para tomar el camino de Tlascala. Reconocióse
Totn. 1. 6
«a NARRACIONES,
novedad en los indios que venían siguiendo
la marcha,

porque sus gritos mas de con-


y sus irrisiones tenían
tento que de indignación. Reparó Doña Marina que
,

decían « Andad tiranos


: que presto llegaréis á donde
, ,

» perezcáis ». Y dieron que discurrir estas vozes, por-

que se repetían mucho, para no tener algún motivo par-


ticular. Hubo quien llegase á du^ar , si aquellos indios ,

confinantes ya con los términos de Tlascala, festejarían


el peligro á que iban encaminados los españolas , con no-
ticia de que hubiese alguna mudanza en la fidelidad, 6
en el afecto de aquella nación ; pero Hernán Cortes , y
los de mejor conocimiento , miraron esta novedad como
indicio de alguna zelada mas vecina ; porque no faltaban
experiencias de la sencillez ó facilidad con que solían pu-
blicar lo mismo que procuraban encubrir.

El mismo , ibid.

Fin de la retirada x batalla de Otumba f j derrota


completa de los mejicanos.

Ibase continuando la marcha ,


prevenidos ya , y dis-
puestos h .> ánimos para cutrar en nueva ocasión , cuando
volvieron los batidores con noticia de que tenian
• ocupado
los enemigos todo el valle que se descubría, desde la cum-
bre , cerrando el camino que se buscaba con formidable
numero de guerreros. Era el ejército mismo de los nieji-

->
,
que se dejó en el paraje del primer ;ul<>nitorio ,

reforzado con nuevas tropas y nuevos capitanes. Reco-


mo por la mañana (según la presunción que se ajusta
cou las circunstancias del suceso) la retirada inleni-
pctiva de los españole s ¡ y aunque no deseonliaron de
eguir el alcuuze , temierou advertidamente, con la
NARRACIONES. 83
experiencia de aquella noche, que no seria posible acribar
con ellos, antes que saliesen á tierra de Tlascala, si se
iban asegurando en los puestos ventajosos de la raonlaíla;

y despacharon á Méjico, para que se tomase con mayores

veras lo que tanto importaba ; cuya proposición fué tan


bien admitida en la ciudad, que partió luego toda la
Nobleza con el resto de las milicias que tenían convocadas,
á incorporarse con su ejército , y en el breve plazo de
dos ó cuatro dias , se dividieron por caminos diferentes,
marchando al abrigo de los montes con tanta celeridad,
que se adelantaron á los españoles, y ocuparon el llano
dcOtumba , campaña espaciosa , donde podían pelear sin
embarazarse, y esperar encubiertos....
INo se llegó á rezelar entonces que fuesen los meji-
canos ; antes se iba creyendo , al subir que
la cuesta ,

se habrían juntado aquellas tropas que andaban esparcidas,


para defender algún paso con la incostancia y flojedad
que solían ; pero al vencer la Cumbre, se descubrió un
ejército poderoso de menos confusa ordenanza que los
pasados, cuya frente llenaba todo el espacio del valle,
pasando el fondo los términos de la vista : ultimo esfuerzo
del poder mejicano, que se componía de varias naciones,
como lo denotaban la diversidad y separación de insignias

y colores. Dejábase conocer en el centro de la multitud


el Capitán General del Imperio en unas andas vistosamente
adornadas, que sobre los hombros de los suyos Je man-
tenían superior á lodos ,
para que se temiese , al obeder
sus órdenes , la presencia de los ojos. Traia levantado
sobre la cuja el estandarte real ,
que no se fiaba de otra
mano, y solamente se podia sacar en las ocasiones de
mayor empeño: su forma, una red de oro macizo, pen-
diente de una pica, y en el remate muchas phinris de
varios colores, que uno y otro contendría su misterio de
84 NARRACIONES.
superioridad sobre los otros geroglíficos de las insignias
menores....
Reconocida por todo el ejército la nueva dificultad á que
debían preparar el ánimo y las fuerzas, volvió Hernán
Cortes á examinar los semblantes de los suyos , con aquel
brío natural que hablaba sin voz á los corazones , v ha-
llándolos mas cerca de la ira ,
que de la turbación :

« llegó el caso, dijo, de morir, ó vencer : la causa de


» nuestro Dios milita por nosotros». Y no pudo proseguir,
porque los mismos soldados le interrumpieron clamando
-por la orden de acometer , con que solo se detuvo en
prevenirlos de algunas advertencias que pedia la ocasión.
Apellidando como solia , unas vezes á Santiago , v otras
á San Pedro, avanzó prolongada la frente del escuadrón,
para que fuese unido el cuerpo del ejército con las alas

de la cabaUería ,
que iba señalada para defender los cos-

tados, y asegurar las espaldas. Dióse tan á tiempo la


primera carga de arcabuzes y ballestas, que apenas tuvo
Jugar el enemigo para servirse de las armas arrojadizas.

Ilizieron mayor daño las espadas y las picas , cuidando


al mismo tiempo de romper y desbaratar las
los caballos

tropas que se inclinaban á pasar de la otra banda, para


sitiar por todas partes el ejército. Ganóse alguna tierra
<ii' este primer avanza. Los españoles no daban golpe sin

herida, ni herida que necesitase de segundo golpe. Los


tlascaltecas se arrojaban al conflicto con sed rabiosa de
la sangre mejicana ; y todos tan dueños de su cólera,
que mataban con elección, buscando á los que parecían
Capitanes. I'ero los indios peleaban con nstinacion, acu-
diendo menos unidos que apretados, á llenar el puesta
de los que inorian, y el mismo estrago de los suyos era
nueva dificultad para los españole* ,
porque se iba ce-
bando la batalla con gente de refresco. Retirábase al parecer
,

NARRACIONES. 85
todo el ejército, cuando cerraban los caballos y salían á
la vanguardia las bocas de fuego , y volvía con nuevo
impulso á cobrar el terreno perdido, moviéndose á una
parte y otra la muchedumbre con tanta velozidad ,
que
parecía un mar proceloso de gente la campaña, y no lo
desmentían los flujos y reflujos.

Peleaba Hernán Cortes á caballo, socorriendo con su


tropa los mayores aprietos , y llevando con su lanza el
terror y el estrago del enemigo; pero le traia sumamente
cuidadoso la porfiada resistencia de los indios ,
porque
no era posible que se dejasen de apurar las fuerzas de
los suyos en aquel género de continua operación y dis- ;

curriendo en los partidos que podría tomar para mejorarse


6 salir al camino, le socorrió en esta congoja una ob-
servación de las que solía depositar en su cuidado, para
servirse de ellas en la ocasión. Acordóse de haber oido
referir á los mejicanos ,
que toda la suma de sus ba-
tallas consistía en el estandarte real , cuya pérdida ó
ganancia decidía sus victorias, ó Jas de sus enemigos; y
fiado en lo que se turbaba y descomponía el enemigo al

acometer de los caballos , tomó resolución de hacer un


esfuerzo extraordinario para ganar aquella insignia sobre-
saliente que ya conocía. Llamó á los capitanes Gonzalo
de Sandoval Pedro de Alvarado Cristoval de Olíd
, ,
y
Alonso Dávila, para que le siguiesen y guardasen las es-
paldas con los demás que asistían á su persona y hacién-,

doles una breve advertencia de lo que debían obrar para


conseguir el intento , embistieron á poco mas de media
rienda por la parte que parecía mas flaca, ó menos dis-
tante del centro. Retiráronse los indios, temiendo, 'como
soliau, el choque de los caballos, y antes que se cobrasen
al segundo movimiento , se arrojaron a' la multitud con-
fusa y desordenada con tanto ardimiento y desembarazo ,
,
;

86 NARRACIONES,
que rompiendo y atropellando escuadrones enteros , pu*
dieron llegar , sin detenerse al paraje donde asistía el ,

estandarte del Imperio con todos los nobles de su guardia


y entre tanto que los capitanes se desembarazaban de
aquella numerosa comitiva, dio de los pies á su caballo
Hernán Cortes , y cerró con el Capitán General de los
mejicanos, que al primer bote de su lanza cayó mal herido
por la otra parte de las andas. Habiéndole ya desam-
parado y hallándose cerca un soldado particular,
los suyos,

que se llamaba Juan de Salamanca, saltó de su caballo,


y le acabó de quitar la poca vida que le quedaba , con
el estandarte que puso luego en manos de Cortes....

Apenas le vieron aquellas bárbaros en poder de los es-

pañoles, cuando abatieron las demás insignias, y arrojando


las armas , se declaró por todas partes la fuga del ejér-
cito , corriendo despavoridos á guarecerse en los bosques
y maizales. Cubriéronse de tropas amedrentadas los montes
vecinos, y en breve rato quedó por los españoles la cam-
paña. Siguióse la victoria con todo el rigor de la guerra
y se hizo sangriento destrozo en los fugitivos. Importaba
<li -hacerlos, para que no se volviesen á juntar, y mandaba
la irritación lo que aconsejaba la conveniencia. Hubo al-

gunos heridos entre los de Cortes, de los cuales murieron


en Tlascala dos ó tres españoles; y el mismo Cortes salió
con un golpe de piedra en la cabeza, tan violento, que
abollando las armas , le rompió la primera tónica del
cerebro, y fué mayor el daño de la contusión. Dejóse á
Jos soldados el despojo , y fué considerable ; porque los

mejicanos venian prevenidos de galas y joyas para el

tnmiO). I)i<«- la historia que murieron veinte mil en esta


lntallt , -lempre se habla por ma>or en semejantes casos,

y quien se persuaditft á que pasaba de doscientos mil


NARRACIONES. «7
hombres el ejército vencido, hallará menos disonancia en,

la desproporción del primer número..

El mismo , ibidem.

Rebelión de D. Sancho el Bravo contra su padra


D. Alonso el Sabio.

La virtud ni la fdosofía no engendran los hijos fuélo •,

Cómodo de Marco Aurelio y de Septimio Severo Ca- ,

racalla como lo fué Joatan de Ozías y Ezequías de


, ,

Acaz. Éralo también de Alfonso, Sancho : Sancho, aquel


natural turbulento, cuyo valor degeneraba en ferozidad :

que de justiciero se pasaba á cruel : que debió sus hijos á


un incesto : que no conoció el semblante de la paz. Sancho
a quien Alfonso lió sus tropas, a quien llamó á la sucesión ;

Saucho que debía ser sumiso , íiel , como lujo , como va-
sallo, concibió el horroroso crimen de destronar á su rey
y á su padre. ¿Puede haber otro mayor que promoverlo,
mayor que conseguirlo? Haylo en efecto, y si no lo al-
canzó, intentólo el ingrato Sancho. Aspiró á justificarlo.
Para ello en una junta qite convocó la perfidia, abultó
la maledicencia estas acusaciones : el homenaje alzado á
Portugal : los excesivos dispendios : querer entregar á Jaén
al uno de los Cerdas :
y el rescate de la Emperatriz de
Constantinopla.... Y como si á ser ciertos , fueran, pocos

estos desórdenes, osó la calumnia escalar liasla el trono,

y manchar su fama con el borrón mas denigrativo : ella

divulgó que el hijo, el sucesor de Fernando el Sanio era


un impío sin religión. ¡
O , si me fuera correspondiente
á mí exornar los hechos destinados á los ministros del
templo ! Yo acordara eJ sin número ele fundaciones que
hizo en tautas conquistas, los cinco nuevos pastores que
:

88 NARRACIONES.
aumentó á los del reyno , la grandeza con que doló al
hispalense : cómo , en lo florido de su edad , labraba su
sepulcro en medio de las aguas, para que su cuerpo exá-
nime defendiese de infieles un importante puerto : cómo
el padre universal de los creyentes le daba gracias por
su zelo : cómo adornó las tumbas de sus mayores con una
magnífica piedad, superior á su tiempo, y admirada en
el nuestro. Yo le siguiera paso á paso , y las datas de
sus privilegios demostrarían que no estuvo en pueblo, no
pasó dia en que no librase , en que no sellase alguno á
su clero, á las religiones, como él decía en todos: « por
el gran sabor que habernos de facer bien ó merced » . Yo
finalmente , le haria ver con la cítara y el salterio entonar
mas tierno objeto de la devoción, levantará su
loores al
nombre una ilustre orden de caballería, consagrarle uno
y otro volumen, y no olvidarlo ni en su testamento.
En vano me detengo. El inicuo tribunal promulgó esta
sentencia : « que Alfonso de allí en adelante no adminis-
trase justicia , y le fuesen quitados los castillos y fortalezas
que no se le acudiese con las rentas de su reyno , ni fuese
acogido en villa ó castillo».
Solón, Licurgo, Césares, Pelayos, conquistadores de
todas las edades, legisladores de todos los imperios, prín-
cipes de todos los siglos, vosotros todos los del décimo-
tercio, que, ó recibisteis el cíngulo militar, ó cobrasteis
pensiones , ú os honrasteis con el deudo de Alfonso venid ,

á ver á este monarca sexagenario , rasgado su imperial


manto , usurpadas nueve coronas , abandonado de sus

hijos, dejado de tanto príncipe de su sangre, despreciado


oV todos los suyos. Vosotros , sabios españoles que le

debeii tanto) Azpilcueta, Covarrubias, Agustín, Lope/.,


venid á ver al reformador de HKMtra jiirisprudein ia i

Ercilla, Villcga», Garcilaso , venid á ver al creador de


,

NARRACIONES. 89

vuestro dulce arte: Zurita, Mariana, Morales, venid á


ver al primero de nuestros historiadores : tú ilustre Mon-
déjar (i), ven, llega, mírale atentamente; correrán lus-
tros y el cielo te destinará para sus desagravios venid ;
,

¿ ver solo áun rey á quien seis reyes le pagaron tributo


á un soberano de quien eran vasallos ocho soberanos
,
:

solo al monarca mas célebre de su siglo


,
solo al mas : ,

sabio de Europa.
Todos menos su corazón le faltaron. En tan extremadas
circunstancias castigo como padre y como rey : desheredó,
maldijo al instrumento de sus males, y se aplicó á repa-
rarlos. El mismo que tenia dispuesto llevar los caballos
andaluzes á Tánger , trajo hasta Córdoba los ginetes afri-

canos : empeñó su diadema, y con cuantos socorros arbitró


la necesidad , salió á campaña. Habia tiempo que le habia
vuelto la fortuna las espaldas, para que le fuesen feli.'.es"

sus sucesos. Fuese el indtil cuanto el generoso apoyo,


dejando á Alfonso á solos sus leales sevillanos. Capazx-s
fueron de darle una victoria ; no ya como las que solia

lograr en la enemiga vega, sino en sus mismas posesiones,


fruto de aquel frenesí, que arma al padre contra el hijo,
al sdbdito contra' el señor -
t
alhermano contra el hermano,
novecientos de Alfonso se encuentran con innumerables
del rebelde hijo. Batallaron las causas, no los brazos :

de una parte el pudor, de otra el desenfreno : aquí la


honestidad, allí el incesto -.
la lealdad con unos, con otros
la rebelión : la equidad contra el crimen, la constancia
contra la ferozidad, y en finia templanza, la fortaleza,
la piedad, todas las virtudes con la iniquidad, con el
;

furor, con el parricidio, con los vicios todos. Quedó el

(i) El célebre Marques de Moodéjar, que escribió las memo-


rias hisiQiicas del Rej D. Alonso ti Sabio.
,

So NARRACIONES.
triunfo por Alfonso; ¡pero qué costoso! sangre era suya
la que vertía y derramaba.
Viene Sancho á acudir al peligro : sábelo Alfonso : parte
casi solo en su busca, no para ganarle otra batalla, sino
para ver si podrian algo sus canas venerables. Sancho
á pesar de su braveza, teme el encuentro, huye, jura
no verse con su padre : entonces este, arrasados los ojos en
lágrimas, prorumpe : «Sancho, Sancho mejor te lo hagan
» tus hijos, que tú contra mí lo has hecho que muy caro :

» me cuesta el amor que te ove » :


y siendo la primera
vez que se siente la fuga del enemigo poderoso , vuelve
á su leal ciudad } oprimiendo su espíritu la tribulación.

Extendióse el nuevo ultraje del irreverente hijo : sus her-


manos , los Grandes le abandonan en gran número pierde :

á Merida ,
quiere en vano recobrarla : piensa tratar de
ajuste : estorbánselo sus pocos aliados : vase á Salamanca,

y una aguda dolencia le arroja á los umbrales de la m.uerte.


Crevóse inevitable : divúlgase la fama como cierta : salió

del palacio, voló á la Bética, entró en Sevilla, llegó al


alcázar , subió al trono. Ea , Alfonso ,
ya te vengó el

cielo, ya es mi despojo tu tirano, el hijo parricida, tu


enemigo perpetuo. Tras ella mil ciudades se apresuran á
prestarle obediencia... ¿Adonde vais? Volved atrás, id al

Príncipe que estará recobrado. Alfonso ya no existe : murió


perdonándole, y perdonándoos á todos. El que sufrió con
heroismo perder un imperio, ser despojado de su rcyno,
verse solo, sin hijos, sin pueblos, sin vasallos, no. piulo
sobrevivir á la perdida de Sancho : lloróle hasta que le
acubó la congoja de su ánimo.

D. José de Vargas y Poncc , Elog. de D. Alouso


t] Sabio,
NARRACIONES. 91

Heroicidad de Guzman el Bueno en Tarifa.

Entre los personajes malvados que hubo en aquel siglo,

y los produjo muy malos , debe distinguirse el Infante Don


Juan, uno de ios hermanos del Rey (1); inquieto, tur-
bulento, sin lealtad y sin constancia, habia abandonado
á su padre por su hermano , y después á su hermano
por su padre. En el reynando de Sancho fué siempre uno
de los atizadores de la discordia , sin que el rigor pudiese

escarmentarle, ni contenerle el favor. A cualquiera soplo


de esperanza por vana y vaga que fuese
,
, mudaba de
senda y de partido, jjo reparando jamas en los medios de
conseguir sus fines por injustos y atrozes que fuesen
,
:

ambicioso sin capazidad , faccioso sin valor y digno ,

siempre del odio y del desprecio de todos los partidos.


Acababa el Rey su hermano de darle libertad de la pii-

sion, á que le condenó en Alí'aro, cuando la muerte del


Señor de Vizcaya, cuyo cómplice habia sido. Ni el jura-
mento que entonces hizo de mantenerse fiel, ni la auto-
ridad y consideración que le dieron en el gobierno ,

pudieron sosegarle. Alborotóse de nuevo, y no pudiendo


mantenerse en Castilla, se huyó á Portugal, de donde
aquel Rey le mandó salir por respeto á Don Sancho. De
allí se embarcó, y Tánger, y ofreció sus servicios
llegó á

ai Rey de Marruecos Aben Jacob, que pensaba entonce»


hacer guerra al Rey de Castilla. Le recibió con todo honor
y cortesía , y le envió en compañía de su primo Arnir
al frente de cinco mil ginetes , con los cuales pasaron el

estrecho , y se pusieron sobre Tarifa.

(1) Sucedió el heroico lance que aquí se refiere en el reynado


de D. Sancho el IV, llamado el Bravo, en los último* años del
siglo decimotercio ,
poco después de la guerra civil que sus iu>

contra su padre D. Alonso el Subió.


92 NARRACIONES.
Tentaron primeramente la lealtad del Alcaide, ofrecién-
dole un tesoro si les daba la villa ; y la vil propuesta
fué desechada con indignación. Atácanla después con todos
que el arte y la animosidad les sugi-
los artificios bélicos

rieron mas fueron animosamente rechazados. Dejan pasar


;

algunos dias, y manifestando á Guzman el desamparo en


que le dejan los suyos, y los socorros y abundancia que
pueden venir á ellos, le proponen que pues habia hecho
desprecio, de las riquezas que le daban, si él partía con
ellos su tesoro , descercarían la villa. « Los buenos ca-
balleros , respondió Guzman , ni compran ni venden la

victoria » Furiosos los moros se aprestaban nuevamente


al asalto , cuando el inicuo Infante acude á otro medio

mas poderoso para vencer la constancia del caudillo.


Tenia en su poder al hijo mayor de Guzman, que sus
padres le habian confiado anteriormente para que le lle-

vase á la corte de Portugal , con cuyo Rey tenían deudo.


En vez de dejarlo allí , le llevó al África , y le trajo á
España consigo ; y entonces le creyó instrumento seguro
para el logro de sus fines. Sacóle maniatado de la tienda
donde le tenia , y se le presentó al padre , intimándole
que si no rendía la plaza, le matarian á su vista. No era
esta la primera vez que el infame usaba de este abominable
recurso. Ya en los tiempos de su padre, para arrancar
de su obediencia á Zamora, habia cogido un hijo de la

Alcaidesa del Alcázar, y presentándole con la misma in-


timación, habia logrado que se le rindiese. Pero en esta
ocasión su barbarie era sin comparación mas horrible,
pues con la humanidad y la justicia violaba á un tiempo
la amistad, el honor y la Confiaos*. Al ver el hijo, al

oir sus gemidos, y al eseuehar lns palabras del asesino,


lis la-rimas vmi.ion .i los ojos del padre; pero la fe ju-

rada al Rey, la salud de la patria, la indignación pro-


NARRACIONES. g3
ducida por aquella conducta tan execrable, luchan con
la naturaleza , y vencen , mostrándose el héroe entero
contra la iniquidad de los hombres y el rigor de la fortuna.
« No engendré yo hijo, prorumpió, para que fuese contra
» mi tierra ; antes engendré hijo á mi patria para que
» fuese contra todos los enemigos de ella. Si Don Juan
» le diese muerte, á mí dará gloria, á mi hijo verdadera
» vida, y á él eterna infamia en el mundo, y condenación
» eterna después de muerto. Y para que vean cuan lejos

» estoy de rendir la plaza , y faltar á mi deber , allá va


» mi cuchillo, si acaso les falta arma para completar su
» atrozidad ». Dicho esto, sacó el cuchillo que llevaba
á la cintura , le arrojó al campo , y se retiró al castillo.

Sentóse á comer con su esposa , reprimiendo el dolor


en el pecho, para que no saliese al rostió. Entretanto
el Infante 3
desesperado y rabioso hizo degollar la víctima,
á cuyo sacrificio los cristianos que estaban en el muro ,
pro-
rumpieron en alaridos. Salid al ruido (inzuían , y cierto
de donde nacia, volvió á la mesa diciendo :•« cuidé que
los enemigos entraban en Tarifa ». De allí á poco los

moros, desconfiados de allanar su constancia y temiendo ,

el socorro que ya venia de Sevilla á los sitiados , levantaron

el cerco que habia durado seis meses, y se volvieron


a África sin mas fruto que
ignominia y la el horror que
«u execrable conducta merecía.
La fama de aquel hecho llenó al instante toda España,
y llegó á los oidos del Rey. Enfermo á la sazón en Alcalá
de Henares ; desde carta en
allí escribió á Guzman una
demostración de agradecimiento por la insigne defensa que
habia hecho de Tarifa. Compárale en ella á Abraham,
le confirma el renombre de Bueno, que ya el público le
daba por sus virtudes ; le promete mercedes correspondientes
á su lealtad , y le manda que venga á verle , escusándose
,

94 NARRACIONES,
de no ir él á buscarle en persona por su dolencia. Don
Alonso, luego que se desembarazó del tropel de amigos
y parientes ,
que de todas partes del reyno acudieron á
darle el parabién y pésame de su hazaña, vino á Castilla
con grande acompañamiento. Saltan á verle las gentes a
los caminos : señalábanle con el dedo por las calles : hasta
las doncellas recatadas pedían licencia á sus padres para
ir y saciar sus ojos ," viendo á aquel varón insigne que
tan grande ejemplo de entereza habia dado. Al llegar á
Alcalá salió la corte toda á su encuentro por mandado
del Rey
y Sancho al recibirle
,
, dijo á los donceles y
caballeros que estaban presentes : « aprended , caballeros
á sacar labores de bondad; cerca tenéis el dechado».
A estas palabrasde favor y de gracia añadió mercedes y
privilegios magnífico's y entonces fué cuando le hizo do-
;

nación para y sus descendientes de toda la tierra que


sí ,

costea la Andaluzía, entre las desembocaduras del Gua-


dalquivir y Guudelete.

D. AlanuelJosé Quintana Vidas de Españoles , célebres.

Triunfos navales de fíoger de Latiría, (i)

Las aguas de Malta fueron el teatro de la primera vic-

toria de Roger. Tuvo aviso de que las galeras francesas

navegaban la vuelta de a<jueila isla ,


para socorrer la

cindadela sitiada por los aragoneses , v al instante se

dirigió con las snva> ;í encontrarlas. Hallólas descuidada»


en el puerto; y aunque pudo acometerlas improviso sin

(i) Los alcanzó por I0.1 anos de ia83 y 1284, «¡nulo Almirante
de Aragón por el Rej I). Pedro 11 en la guerra contra Carlos
1

de Aiijou, qu» le disputaba la corona de Sicilia.


,

NARRACIONES. 95
ser sentido ,
quiso mas bien esperar el dia para la batalla,

y les envió* un esquife á decirles que se rindiesen , ó se

apercibiesen á la pelea. Sin duda que quiso dar crédito


á sus armas, manifestando á los enemigos que desdeñaba
los medios de la astucia , y solo quería valerse del esfuerzo;

mas el éxito únicamente podia absolver de temeraria esta


bizarría. Eran las galeras enemigas veinte , y las suyas
diez y ocho ; al rayar el dia embistieron las unas con
las otras, y pelearon con tanto tesón y encarnizamiento,
como si de aquella jornada dependiese la restitución de la
Sicilia. Medio dia era pasado, y aun duraba la acción,
cuando el General francés vio que sus galeras cedían , y se

inclinaban á huir. Llamábase Guillermo Córner, y estaba


dotado de un valor extraordinario encendido en saña por : la

flaqueza de los suyos, quiso aventurarlo todo de una vez,

y con deuuedo terrible acometió la capitana de Lauria


creyendo librada su victoria en tomarla ó destruirla.
Abordóla por la proa : él con una hacha de armas empezó
á hacerse camino por medio de sus enemigos , hiriendo
y matando en ellos : Roger le salió al encuentro , y los
dos pelearon entre sí con el esfuerzo que los distinguía,

y el furor que los animaba. En medio de la refriega una


azcona arrojada clava á Roger por un pie á las tablas

del navio , y una piedra derriba á Guillermo el hacha


que tenia en la mano ; entonces el General español que
habia podido desclavarse la azcona , la arrojó á su con-
trario ,
que atravesado con ella , cayó sobre la cubierta

sin vida. Su muerte acabó de declarar la victoria por los


nuestros, que con diez galeras apresadas, y rendidas las
islas de Gozo , Malta y Lípari , volvieron triunfantes á
Sicilia. ,

Alzado con esta ventaja el ánimo á mayores cosas , Roger


armando cuantas galeras habia en la isla , costeó con elfos
,

96 MAERACIONES,
toda la marina de Calabria, y se dirigió ú Ñapóles, en
cuyas cercan/as se puso como provocando al enemigo.
Para mas irritarle se acercó a los muros , y lanzó sobre
la ciudad toda clase de armas arrojadizas. Después recorrió
la marina occidental de Pausílipo , infestando la costa
saqueando Lugares, y talando v destruyendo los jar-
los

dines y viñedos de la ribera. Miraban los napolitanos desde


sus murallas esta devastación ardian ya por salir á cas- ,

tigar la soberbia insolente de sus contrarios. El Rey Carlos


no se bailaba allí entonces ; mas el Príncipe de Salerno
su hijo , á quien había dejado el gobierno del estado en
su ausencia , ansioso de vengar aquella afrenta , hizo armar
los barones y caballeros que con él estaban; y llenando
de gente y pertrechos bélicos las galeras que habia en el
puerto salió el mismo en persona en busca de los nues-
,

tros. No concuerdan los historiadores en el número de

galeras que habia de una parte y otra aunque todo» ,

afirman que eran muchas mas las enemigas. Roger vién- ,

dolas venir hízose á la vela


, como que rehusaba el ,

combate, para alejarlas del puerto : lo cual visto por los


napolitanos, les acrecentó el orgullo de tal manera, que
ya denostaban á los catalanes y sicilianos, y les mostraban
de lejos las sogas y cuerdas que habian de servir a su
esclavitud y á sus suplicios. Cuando ya estuvieron en alia

mar, saltó Roger en un esquile , y recorriendo cou él por los

buques de su armada, exhortaba a los pelea, y


suyos a la

les señalaba pompa y la


la riqueza de los barones v a- c

balleros franceses, como despojos ciertos ¡de su aliento y


bu destreza ; hecfabO 6StO , Volvió ú subir á Sil pilera, pOJD

con orden de batalla, y partió


ligereza ¡non ¡ble la escuadra en
furiosamente rí ene Mitrar con la enemiga.
Trabóse .1 COtltbate, «pe 3a por las fuerzas que con-
currían, ya por la animosidad de los combatientes , )*
,

NARRACIONES. 94
por las consecuencias importantes que tuvo mas
, fué el
ilustre de los que hasta entonces se habian dado por mar
en aquel tiempo. Animaba á los nuestros el deseo de
conservar el dominio y gloria recientemente ganados
mientras que los franceses ardían en ansia de vengar las
afrentasy daños recibidos. Embestíanse con furor pro- ,

curando romper con el ímpetu y la fuerza la muralla que


oponían los contrarios ; y aferradas las galeras por las
proas , revolvíanse de una parte á otra a buscar el lado
en que mas pudiesen ofender , sin que en tal confuto y
en semejante cercanía, se disparase tiro que no fuese mor-
tal. Pero aunque las fuerzas del Príncipe eran superiores
á las de Roger, se vid muy desde el principio del com-
bale, cuanta ventaja llevaban los soldados prácticos en
las maniobras navales á los cortesanos y caballeros, poco
ejercitados en ellas. Algunas de las galeras enemigas, que
pudieron desasirse, tomaron la vuelta de Ñapóles con el
geno ves Henrique de Mar ,
que logrd al fin escaparse.
Volaron á su alcanze las catalanas , y tomaron diez de
ellas con todos los guerreros que contenían. Roger , desde
su navio, animaba a los suyos al seguimiento , y cuando
los sentia flaquear , los amenazaba furioso, si dejaban
escapar la presa. Entretanto se peleaba terriblemente al
rededor de la galera de Capua , donde iba el Príncipe de
Salerno. Allí estaba la mejor gente, allí los mas bravos
caballeros. Unidos, apiñados entre sí, formaban un muro
delante de su caudillo ;
y peleando desesperados , con-
trastaban la industria y esfuerzo de los nuestros, y ponian
en balanza la victoria. Roger, cansado de esta resistencia,

mandó barrenar la gale,ra , y desfondarla para echarla á pi-


que: entónees el Príncipe, temeroso ya de su muerte, le hizo
llamar y le entregó su espada ,
pidiéndole la vida , y la de
los que iban con él. Roger le dio la mano, y le pasó á su
Tom. I 7
98 NARRACIONES,
galera, quedando hechos al mismo tiempo prisioneros el

General de la escuadra enemiga Jacobo Brusson , Guillermo


Stendardo, y otros ilustres caballerosiralianosyprovenzales.

Ganada la batalla , los nuestros , fieros con el suceso ,

dieron la vuelta á Ñapóles , y presentándose delante de


la ciudad con toda la arrogancia de su triunfo , empe-
zaron á excitarla á la sedición y a la novedad. Tumul-

tuáronse los moradores , unos por miedo , otros con deseo


de sacudir el yugo francés , y en altas vozes gritaban :

« viva Roger, muera Carlos ». Costó mucho afán á los


ciudadanos , amigos del orden , contener esta agitación ;

y Roger, perdida la esperanza de que el movimiento si-

guiese, hizo vela para Mecina.

Quintana y Vida de Rogev de Launa.

Los Héroes de Barleta,


La estación de Barleta será para siempre memorable ,
como un ejemplar de paciencia de destreza y de heroísmo.,

Tales parecen en la fábula y en la historia el sitio de

Troya, ó la circunvalación de Capua. Los duelos singu-


lares y de pocas personas , la cortesía caballeresca con
que se trataban los prisioneros, la jactancia y billetes de
los Generales, todo da á esta época un aire de tiempo
heroico, que ocupa agradablemente la imaginación.
El Duque de Nemours, confiada en la superioridad de
sus fuerzas, pensaba hostigar continuamente á los nuestros;

y el hostigado era él mismo , teniendo que sufrir el desa-


brimiento de verá los suyos casi siempre inferiores en las

escaramuzas y reencuentros parciales que tenian ya sobre ,

fprrajeiy mantenimientos, ya sobre la posesión de los pue-


blos inmediatos á Barleta. Pero lo que mas alentó los ánimos
de los nuestros, y abatió á los franceses, fueron los dos
ci- l<brcs desafíos que sucedieron entonces. El primero fue
NARRACIONES. 99
«ntre españoles y franceses. Confesaban los enemigos que
«l español les era igual en la pelea de á pie , pero decían
al mismo tiempo que era muy inferior á caballo ; negá-
banlo los españoles , y decían que en una y otra lucha
llevaban ventaja á sus contrarios, como se estaba expe-
rimentando en los encuentros que diariamente ocurrían.
Vino la altercación á parar en que los franceses enviaron
un mensaje á Barleta proponiendo, que si once hombres
de armas españoles querían hacer campo con otros tantos
de los suyos , ellos estaban prestos á manifestar al mundo
cuan superiores les eran. El mensaje vino un lunes diez
y nueve de Septiembre , y el desafío se aplazaba para el

dia siguiente , con la condición de que los rendidos ha-


bían de quedar prisioneros. Aceptóse el duelo al punto:
diéronse rehenes de una y otra parte para la seguridad
delcampo, y el puesto se señaló en un sitio junto á Arani,
á mitad del camino entre Barleta y Víselo. Escogiéronse
de los nuestros once campeones entre los cuales el mas ,

célebre era Diego García de Paredes, que á pesar de tres


heridas que tenia en la cabeza, quiso asistir á aquella hon-
rosa contienda. Diéronseles las mejores armas , los mejores
caballos : nombróseles por padrino á Próspero Colonna,
la segunda persona del ejército ;
y ya que estuvieron ade-
lezados, el Gran Capitán hízolos venir ante sí, y delante
de los principales caudillos les dijo : que no pudiendo
dudar de la justicia de su causa , de cuan buenos y es-
forzados caballeros eran , debían esperar con certeza la
victoria : que se acordasen que la gloria y la reputación
militar , no solo de ellos mismos , sino la del ejército ,

la de la nación, y la de sus Príncipes, dependía de aquel


conflicto, y por tanto peleasen como buenos, y se ayudasen
unos á otros, llevando el propósito de morir, antes que
volver sin gloria de la batalla.
,

ioo NARRACIONES.
Todos animosamente, y á la hora señalada
lo juraron

salieron ,acompañados cada uno de los pages , al lugar del


desafío. Llegaron antes que sus contrarios , y luego que
estuvieron al frente unos de otros, los padrinos les divi-

dieron el sol,
y las trompetas dieron la señal del combate.
Arremetieron furiosamente , y del primer encuentro , los

nuestros derribaron cuatro franceses, matándoles los ca-


ballos : al segundo los enemigos derribaron uno de los

españoles ,
que cayendo entre los cuatro franceses que
estaban á pie, y asaltado de todos ellos á un tiempo, le
A este punto un español mató á u\\
fué forzoso rendirse.
francés de Una estocada , y otro rindió á su contrario.
Los dos que habian rendido de una parte y otra se
se ,

separaron fuera de la lid; cayó otro francés del caballo,

y por matarle ó rendirle, lodos los españoles cargaron sobre

él, y todos los franceses arrebatadamente, á defenderle.


Heríanse de todos modos , con las hachas , con los es-

toques, con las dagas : la sangre les corria por entre las
armas , y el campo se cubría con los pedazos de azero
que la violencia de los golpes hacia saltar en la tierra.
Estremecíanse los circunstantes y esperaban dudosos el ,

éxito de una lucha que tan tenazmente se sostenía. En


esta tercera refriega los españoles mataron cinco caballos
<lc sus enemigos, y estos, dos de los nuestros, Quedaban
siete franceses á pie y dos á caballo , mientras que los
españoles , siendo ocho á caballo y dos á pie , parecía
que nada les quedaba ya, sino echarse sobre sus adver-

laríoi para ganar la victoria. Acometieron ,


pues, á con-
cluir la batalla; mas los franceses , atrincherándose entre
los caballos muertos, flanqueados de sus dos hombres de
anuas que les quedaban montados, y asiendo de las lanzas

que había por <l Mielo ,


espetaron a mis contrarios , cuyos
caballos, espantados ú la vista de los cadáveres, se re-
NARRACIONES. toi

sistlan á sus ginetes , y se negaban á entrar. Varias vezes


embistieron, y otras tantas tuvieron que retroceder : entonces
García de Paredes á vozes les decia ,
que se apeasen , j
acometiesen á pie, que él no podía hacerlo por las he-
didas que tenia en la cabeza; y al mismo tiempo arre-
metió" con su caballo á aportillar la trinchera , y solo por
gran rato estuvo haciendo guerra á sus enemigos» Estos
se defendieron de él , y le hirieron el caballo tan mala-
mente ,
que tuvo que retirarse por no caer entre ellos.

Mientras él peleaba así, los franceses movían partido, y


confesaban que habían errado en decir que los españoles
no eran tan diestros caballeros como ellos , y que así

podían salir todos como buenos del campo. A los mas


de los nuestros parecía bien este partido; mas Paredes no
admitía ningún concierto : decia á sus compañeros que
de ningún modo cumplían con su honra , sino rindiendo
á aquellos hombres, ya medio vencidos; y mal enojado de
que no siguiesen su dictamen, herido como estaba, per-
dida la espada de la mano , y no teniendo á punto otras
armas, se volvió ú las piedras con las que se había seña-
lado el término del campo, y empezó á lanzarlas -contra
los franceses. Parece, al leer esto, que se ven las luchas
de los héroes en Homero y Virgilio , cuando rotas las

lanzas y las espadas , acuden a herirse con aquellas enormes


piedras, que el esfuerzo de muchos no podia mover de
su sitio. Apeáronse en fin los españoles ; los franceses ,

viéndolos venir , volvieron á ofrecer el partido de que la*

cosa quedase así, y ellos saliesen del campo, quedándose


en él los nuestros , y recogiendo para sí los despojos cpie
estaban esparcidos por el suelo. Habia durado la batalla

mas de cinco horas ; la noche era entrada y Próspero ,

Colonna aconsejó á los españoles que su honor quedaba


en todo su punto, aceptando este partido. Hiziéronlo así,
,;

loa NARRACIONES.
«canjeáronse los dos rendidos uno por otro , y los francés»
tornaron el camino de Víselo, los nuestros el de Barleta,
Los juezes sentenciaron que todos eran buenos caballe-
ros habiendo manifestado los españoles mas esfuerzo
, ,

y los franceses mas constancia. Entre estos se señaló mu-


cho el célebre Bayard á quien se llamaba el caballero
,

sin miedo y sin tacha entre los nuestros los que mas
:

bien pelearon fueron Paredes, y Diego de Vera.


Sin embargo del honor adquirido por los españoles
«1 Gran Capitán quedó mal enojado del éxito de la ba-
talla , y se dice que quiso castigar á los combatientes,
porque habiendo tenido esfuerzo para hacerse superiores
en ella , no habian tenido constancia y saber para com-
pletar el triunfo , y rendir á sus contrarios. Es notable
aquí el honrado proceder de Paredes : él habia reñido
en la lid á sus compañeros por el concierto que hacian t

el fué quien los defendió delante de su General diciendo


que pues sus contrarios confesaron el error en que estaban
respecto de los españoles , no habia para que tener en poco lo

que se habia hecho ,


porque al fin , los franceses eran tan
buenos caballeros como ellos. « Por mejores los envié yo al

campo » , respondió Gonzalo , y puso fin á la contestación.

El mismo, Vida del Gran Capitán.


DESCRIPCIONES. io3

CAPITULO III.

DESCRIPCIONES.

El Huerto de la deleitación.

JL bimeramente en aquel lugar nunca habla noche : que


todo era dia claro, y parecía el sol siete tanto resplan-
decer que Jo acostumbrado , sin ostáculo é* impedimento
de nnbes. É era la calor tan temprada, que agradaba
todos los sentidos, y ios alegraba con una muy temprada
é muy suave manera : que cuasi era admirable que como
la claridad fuese tanta , non oviese calor excesivo , ni

dañoso frió ni destintivo; antes era el medio poseído. E


lo mesmo los albores de aquella huerta eran tau fructí-
feros, tan odoríferos é tan fermosos, é de frutas tan de»
leitables é tan suaves al gusto ,
que daban refección é
delectación á ambas las fuerzas intelectiva é sensitiva. To-
das las yerbas diformes é*
nocivas eran de alli desterradas ,

y eran pobladas é plantadas las fermosas é odoríferas sin


comparación alguna; é de aquellas era lleno todo el suelo
de aquel deleitable vergel. Todos los animales nocivos ,

é ferozes é disformes eran arredrados de allí ; sino unas


aves , las cuales eran citaristrias ,
é*
sus vozes fenchían
aquel lugar de angélica melodía é cantares muy dulces.
En medio de la huerta estaba el árbol de la vida , é de
la ciencia del bien é del mal. Al pie della manaba una
:,

io4 DESCRIPCIONES,
fuente por caños ele plata muy fina : é el lugar do caía T
todo era perlas , zafires , rubíes é balajes. E el árbol tenía
fruta de quitar la Tambre por siempre. E el agua tenia
virtud de quitar la sed perdurable, é*
aun daba perpetua
é bienaventurada vida. E en aquel lugar no babia enfer-
medad ni corrupción , ni muerte, ni tristeza, ni desfa-
llecimiento alguno ; mas era allí la vida , lá salud , la
alegría , la abundancia , y el Cumplimiento de los bienes

sin mengua, é sin fallecimiento, é sin humana miseria.


No era allí la persecución enemiga , de las envidiosas

y ponzoñosas lenguas : no la hostil persecución , de las

opiniones vanas ¡ no la infernal discordia é fraterna zizaña


no'la insaciable avaricia : no la menospreciada pobreza
no la vejez flaca, temerosa, é triste : no la ignorancia é
imbecilidad de la infancia é* puericia : no la temeraria or-
gullía de la juventud : no la esperanza vana : no la tristeza

del miedo. Non mengua cosa que no fuese afable , fermosa


lícita , honesta ,
justa ,
provechosa é buena. Todo era
concordia visceral é caritativa ! todo benivoleneia é amistad
sin simulación , donde todas las cosas proceden que han
de ser virtuosas , é* loables , é* bien ordenadas.

Br. Alfonso de la Torre, Vision deleitosa.

La Corrida de toros.

Puesta la plaza de Bivarambla como habia de estar para


la fiesta, el Rey ucompañado de muchos caballeros, ocupó
los miradoresy reales, que puní aquel electo Cataban di-
putados. La Bey na con muebas damas se puso en otros
miradores de la misma orden que el Rey. Todos los ven-
tanajes d as de Bivarambla estaban Unos de muy I

hermosas damas. Y tantas gentes a< adición dd Rey na,


,

DESCRIPCIONES. io5

que no se hallaban tablados ni ventanas donde poder estar;


que tanto número de gente nunca se habia visto en fiestas

que en Granada se hizie ,i-n


,
porque de Sevilla y Toledo
habían venido muchos y muy principales caballeros moios.
Comenzaron á correr los toros por la mañana. Los caba-
lleros Abencerrajes andaban a caballo por la plaza, cor-
riendo con tanta gallardía y gentileza , que era
los toros

cosa de espanto. No habia damas en todos los balcones


ni ventanas, que no estuviesen muy aficionadas, á lo-; ca-
balleros Abencerrajes Los Zegrís también se mostraron
ser de mucho valor ,
porque aquel dia alanzearon ocho
toros muy diestramente , sin que ningún Zegrí mostrase
haber recibido desden en la. silla :
y los toros que eran
muy bravos , fueron alanzeados de tal suerte ,
que no
hubo necesidad de desjarretallos. Y seria la una del (lia

cuando estaban doze toros corridos , y el Rey mandó


tañer los clarines y dulzainas , que era señal que todos
los caballeros del juego se habian de juntar allí en su
mirador. Y así á esta señal todos fueron , y el Rey con
grande contento les mandó dar una muy rica colación : lo
mismo hizo la Reyna «i sus damas, las cuales arjuel dia
estaban muy ricamente aderezadas, y con tanta belleza,
que era cosa de admiración Serian ya las dos de la
tarde cuando los caballeros y damas acabaron las cola-
ciones , y cuando soltaron un toro negro, bravo en demasía
que no arremetía tras hombre que no le alcanzase, tanta
era su ligereza ; y no habia caballo que por uña se le
fuese. A este toro, dijo el Rey, fuera bueno alanzear ,
por ser muy bueno. El Malique Alabéz se levantó, y le
suplicó que le diese licencia para irse á ver con aquel
bravo toro. El Rey se la dio , aunque bien quisiera Muza
salir á él , y alanzearlo : mas visto que Alabez gustaba
de salir , sufrióse. Alabez haciendo reverencia al Rey , y
ioS DESCRIPCIONES,
á los demás caballeros cortesía , se salió de los miradores
y se fué á la plaza, donde sus criados le tenían un muy

hermoso caballo rucio rodado, de muy grande bondad:


el cual le habia enviado un primo hermano suyo hijo del

Alcaide de Velez el Rubio y el Blanco , hombre de mu-


cha suerte Deste pues , como digo, vino el caballo
sobre el cual subió Alabez , y dio una vuelta á la plaza
mirando todos los balcones adonde estaban las damas ,

por ver á su señora Cohaida. Y pasando por junto del


balcón, hizo que el caballo pusiese las rodillas en el suelo,

v el valeroso Alabez puso la cabeza entre los. arzones ,

haciendo grande acatamiento á su señora, y á las otras


damas que con ella estaban. Y hecho eslo , puso las es-
puelas al caballo : el cual arrancó con tanta furia y presteza
que parecia un rayo. El Rey y todos los demás que en
la plaza estaban , se maravillaron en ver cuan bien lo habia
hecho Alabez ; solo á los Zegrís pareció mal, porque lo

ir ira ron con ojos llenos de mortal envidia. En esto se dio


en la plaza una grande gritería , y era la causa que el

toro habia dado vuelta por toda la plaza, habiendo derri-


bado mas' de cien hombres, y muerto mas de seis dellos,

y venia como un águila á donde estaba Alabez con su


caballo. El cual como le vio venir quiso hacer una grande
gentileza aquel dia , y fué qu* saltando del caballo
,

con gran ligereza, antes que el toro llegase, le salió al


encuentro con el albornoz en la mano izquierda. El toro
que lo vio tan cerca , se vino á él por le coger ; mas el

buen Mulique Alabez, acompañado de su bravo corazón,


le aguardó :y al tiempo <|iir d loro bajó la frente para
ejecutar el bravo golpe , Alabez le echó el albornoz con
la mano i/quienia < n los ojos,. y apartándose un poco á
un lado , CU la mano derecha le asió del cuerno derecho,
tan recio, que le hizo tener : y con grande presteza le
,

DESCRIPCIONES. 107

echó mano del otro cuerno y ,


le tuvo tan firmemente
que el toro no pudo hacer golpe ninguno. El toro, vién-
dose asido ,
procuraba desasirse dando grandes saltos

levantando cada vez al buen Alabez del suelo. Puesto


andaba el bravo Moro en notable peligro, y por poco
se hubiera arrepentido por haber comenzado aquella du-
dosa y peligrosa prueba, Mas como era animoso y de ,

bravo corazón , no desmayó un punto mas antes con ;

gran valor y esfuerzo, como aquel que era hijo del bravo
Alcaide de Vera que murió en Lorca , cuando aquella
sangrienta batalla de los Alpcrehones, se mantenía con-
tra el toro, el cual bramaba por cogerlo entre lo> cuer-
nos ; mas era la destreza delmoro tanta que el toro ,

no podia salir con su intento. Alabez, pareciéndole ver-


güenza andar dt: aquella manera con tal bestia, se arrimó
al lado izquierdo del toro, y usando de fortaleza y maña,
torció de los cuernos al toro de tal manera ,
que dio con
él en el suelo, haciéndole hincar los cuernos en tierra.
El golpe fué tan grande, que pareció que había caído
un monte y el toro quedó quebrantado
,
que no se ,

pudo mover de aquel rato. El buen Malique Alabez,


como así lo vio, lo dejó, y tomando su albornoz que de
fina sera era , se fué á su caballo ,
que sus criados lo

guardaban , y subió en él con gran ligereza , sin poner


pie en el estribo, dejando á todos los circunstantes em-
belesados de su bravo acaecimiento y valor. A cabo de
rato, el toro se levantó, aunque no con la ligereza que
El Rey
solia. envió á llamar á Alabez , el cual fué á su
mandado con gentil continente , como si tal no hubiera
hecho; y llegado, el Rey le dijo « por cierto Alabez, :

vos lo habéis hecho como valiente y esforzado caballero,

y de hoy mas quiero que seáis capitán de cien caballo',


y teneos por Alcaide de la fuerza de Cantona , <|ue es
io8 DESCRIPCIONES.
muy buena alcaidía , y de buena renta * . Alabez le besd
las manos por la merced que le hacia.

Gines de Hita , Histor. de los bandos de los


Zegrís y Abencerrajes (f).

El juego de Cañas y Sortija.

El dia de S. Juan venido ( fiesta que todas las naciones


del mundo celebran ) todos los caballeros de Granada se
pusieron galanes , así los que eran del juego , romo los que
no lo eran : salvo que los del juego se señalaban en las

libreas ; y todos se salieron á la ribera del muy fresco


Genil : y hechas dos cuadrillas para el juego, la una de
Zegrís, la otra su contraria de Abencerrajes, hízose otra
cuadrilla de Almoradís y Vanegas , y contraria desta se
hizo otra de Gómeles y Mazas. Y al son de muchos ins-
trumentos de añafilesy atabales, se comenzaron dos juegos
de cañas riquísimos. La cuadrilla de los Abencerrajes iba
toda de tela de oro leonado, y con muchas muy ricas

labores ; llevaban por divisas unos soles : todos sus per-


nachos eran encarnados. Los Zegrís salieron de verde ,

todas sus libreas con muchos tejidos de oro y estrellas,


sembradas por todas sus divisas medias lunas. Los Almo-
radís entraron de encarnado y morado, muy ricamente
puestos. Los Mazas y Gómeles vinieron de morado y pajizo,
muy costosos. Era de ver las cuatro cuadrillas destos
caballeros , un espectáculo bravo y de grande admiración:
todos corrían por la vega de dos en dos, de cuatro cu
cuatro , y al salir del sol parecían fel) bien, que era COSti de
mirar. Y entonces se comenzó* él juego ,
porque ya en

(i) De esla «bra irjióy compuso el cuballíio Floviau la novela


iicroica de únzala de Córdoba.
DESCRIPCIONES. 109

aquella hora se podia muy bien ver de las torres de


Alhambra. El mismo Rey andaba muy ricamente vestido,
por que no hubiese algún alboroto ó escándalo. La Reyna
y todas sus damas miraban de las torres del Alhambra el

juego, el cual iba muy


bien concertado y gallardamente
jugado. Finalmente los caballeros Bencerrajes y Almoradís
fueron que mas se señalaban aquel dia. El valeroso
los

Muza y ,
Abenamar y Sarrazino hizieron aqueste dia
,

maravillas. Acabado el juego por orden del Rey, porque


ya los Zegrís y Abencerrajes se iban encendiendo todos ,

los caballeros corrían y escaramuzaban abolanzando mil ,

cañas por el aire, tan bien,que las p rdian de vista...


El Rey y los demás caballeros, habiendo escaramuzado
desde antes que el sol saliera hasta las once del dia , se

tornaron á la ciudad , solo por aderezar cada uno lo que


habia de sacar en el juego de sortija....
Volviendo á nuestra historia , habiendo el Rey y los

demás caballeros de su corte ocupado los miradores que


estaban en la plaza nueva, por ver los caballeros que

habían de jugar la sortija , vieron en el cabo de la

plaza ,
junta de la fuente de los leones , una muy rica

y hermosa tienda de brocado verde, y junto de la


tienda un alto aparador, con un dosel de terciopelo
yerde. Y en él puestas muy, y ricas joyas de oro
en medió de todas una hermosísima y
ellas estaba asida
rica cadena, que pesaba mil escudos de oro; y esta era
la cadena del premio, sin el retrato de la Dama que con

ella juntamente se ganaba. No quedaba en toda la ciudad


de Granada quien no hubiese venido á ver aquella fiesta ,

y aun de fuera la ciudad de todos los Lugares, sabiendo


que el dia de S. Juan siempre se hacían en ella grandes
y galanas fiestas, por ser su Caballería muy grande y rica,

flío tardó mucho espacio de tiempo , ciando se oyó muy


,

ito DESCRIPCIONES,
dulce son Je menestriles ,
que salía por la calle de
Zacatín. Y la causa era, que el valeroso Abenamar , man-
tenedor de aquella sortija , venia á tomar su puesto y la :

forma de su entrada era la siguiente. Primeramente cuatro


hermosas acémilas de recámara , todas cargadas de lanzas
para la sortija, con sus reposteros de damasco verde , todos
sembrados de muchas estrellas de oro : llevaban las acé-
milas muchos de plata, y cuerdas
pretales de cascabeles
de seda verde. Estas fueron con hombres de pie y de
caballo, sin parar, hasta donde estaba la tienda del man-
tenedor, y allí junto fué armada otra muy rica tienda
también de seda verde, y por su orden fueron puestas
todas aquellas lanzas ,
que era cosa muy de ver. Luego
fueron de allí llevadas las acémilas, que ver el aderezo
deltas daba grandísimo contento , según las testeras y
plumas que llevaban. Tras esto venían treinta caballeros

muy ricamente aderezados de libreas verdes y rojas , con


muchos sobrepuestos de plata , todos con plumas blancas
y
amarillas quince venian de una parte y quince de otra,
;

y á la postrera en medio dellos , el valeroso Abenamar,


vestido de brocado verde de mucha costa , inarlota y ca-
pellar de gran precio. Traía también una muy hermosa
yegua rucia rodada ; los paramentos y guarniciones de la
yegua eran del misino brocado verde , testera y penacho

muy rico , verde y encarnado :


y así mismo lo llevaba
el valeroso Abcu.iiiKir. Llevaba el moro gallardo sembradas
por todas sus ropas muchas estrellas de oro , y en el lado
izquierdo sobre el rico capellar un sol muy resplandeciente,
cou una letra que decía :

Solo yo , sola mi Dama,


Ella sola en lienjiosur i

^ .. solo en tener ventura,

ijiie ninguno de lama,


1,

DESCRIPCIONES. 1 1

Esta misma letra se echaba por la plaza. Tras el vale-


roso Abenamar , venia un hermoso carro triunfal de ricas

sedas adornado , el cual traia seis gradas muy hermosa-


mente ataviadas. Y por encima de la mas alta grada

se hacia un arco triunfal de extraña hechura y riqueza


,

y debajo del arco puesta una rica silla , y en ella


sentado y metido por tan sutil arte y primor el re-
trato de la hermosa Fátima ,
que no dijeran sino que era
el mismo Estaba tan hermosa y tan ricamente
original.

adornada ,
que no habia dama que la mirase que no
quedase muerta de envidia , ni caballero que no fuese
amartelado. Su vestido era turquesco de ihuy extraña y
,

no vista hechura la : mitad pajizo , y la" otra mitad


morado, y todo sembrado de estrellas de oro. Toda la
ropa era cortada por mucho concierto ; el aforro era de
tela azul de plata ; el tocado galán , sus cabellos sueltos
como una madeja de oro ; sobre ellos una guirnalda de
rosas blancas y rojas , tan naturales, que parecia que en
aquel punto se cortaron del rosal. Sobre su cabeza se-

mostraba el dios de amor, niño desnudo, como lo pintan

los antiguos , con sus alicas abiertas, las plumas de mil


colores. Este niño parecia estar poniendo la hermosa

guirnalda á la linda imagen , á los pies de la cual estaba el


arco y aljaba de Cupido , como por su despojo. Llevaba la
hermosa imagen un manojo de violetas muy hermosas que ,

en aquel mismo punto parecia haberlas cogido en la huerta


de Genelarife. Deste modo iba esta hermosa imagen
de Fátima haciendo un espectáculo con su vista , no
visto. El hermoso carro en que iba ,
que habernos contado
ser rico y hermoso , tiraban cuatro hermosas yeguas ,

blancas como la nieve. El carrozero iba vestido de la


misma librea de los caballeros. Tras del carro iban treinta
caballeros de libr«as verdes y encarnadas, con penacho?
,

ii2 DESCRIPCIONES.
de las mismas colores. Desta íoiraa entró el valerosp
Abennmar mantenedor de la justa :
y al son de los me-
nestriles y otras músicas que llevaba , dio vuel'.a por toda
la plaza nueva, pasando por bajo de
los miradores
y
balcones del Rey y de
Reyna. dejando á todos tan la

admirados de su traza y buena entrada que no pudiera ,

ser mas en el mundo porque no hubiera tal Príncipe


:

por rico que fuera que saliera en tal tranze ni para tal
, ,

efecto, mejor.... Abenamar , habiendo dado vuelta á la


plaza , llegó á donde estaba
hermosa tienda, y después, la

puesto su rico carro junto del muy rico aparador donde


estaban muchas y muy ricas joyas, mandó poner el retrato
de la muy hermosa Fátima, al son de muchas dulzainas

y menestiiles, cosa que daba á todos grandísimo contento.


Hecho esto , se apeó de su caballo , y dándole á sus cria-
dos, se asentó á la puerta de su rica tienda en una herniosa
y rica silla, aguardando que entrase algún caballero aven-
turero. Todos los caballeros que habían acompañado al

valeroso Abenamar, se pusieron por su orden arrimados á


vina parte, haciendo todos una larga y vistosa carrera.
Estando ya los juezes puestos en un tablado, en lugar y
parte que pudies- n muy bien correr las lanzas, todo el

mundo aguardaba que entrasen algunos aventureros. Los

iuesa <ian dos caballeros Zegrtet muy honrados y oíros ,

dos caballeros Gómeles , y un caballero Abencerraje, lla-


mado Alxiu ;u U/....N0 tardó pues mucho ,
que por la

calle de los Gómeles, se oia gran ruido de música de aña-


Ales y trompetas, y todos pararon mientes en lo que po-
dría ser, y vieron entrar una hermosa cuadrilla de caba-
lleros todCM puestos de una líennos y rica librea de damasco

encarnado y blanco , 0OD inueho-. (locos y tejidos de oro y


piala, Tédaí plumas y penacho* eran blanco* > aatai*
las

M, Trat desta huuioja cuadrilla venia un caballero ,


DESCRIPCIONES. n3
nmy bien puesto , á la turquesca vestido , sobre un her-
moso paramentos y cimeras eran de bro-
caballo tordillo ;

cado encarnado, con todas las bordadoras de oro: pena-


cbos de las mismas colores de gran precio : la marlota y
capellar sembrada de grande pedrería. Luego el caballero

fué couocklo de todos, ser el valeroso Sarrazino , tan va-


liente como gallardo ; tras del venia un hermoso y rico
carro, labrado á mucha costa, encima del cual se hacian
cuatro arcos triunfales de extraña hermosura , en ellos

labrados todos los asaltos y batallas que habían pasado


entre moros y cristianos en la vega de Granada , por tal

arte, que era cosa de admiración; entre las cuales batallas


estaba dibujada galanamente , aquella que tuvo el famoso
Garcilaso de la Vega con el valiente Audalla moro de
gran fama, sobre el Ave María que llevaba en la cola de
su caballo :
y sin esta, otras muchas por muy diestra mano
entalladas y entretalladas. Debajo de los cuatro arcos triun-
fales , se hacia un trono en redondo, que por todas partes
se podia muy bien ver, el cual trono parecía de un muy
blanco y fino alabastro, en él entretalladas grandes y ricas
labores. Encima del trono venía puesta una imagen de mu-
cha hermosura , vestida de brocado azul , con muchos re-
camos y franjas de oro, cosa muy rica y costosa. A los
pies desta hermosa imagen venían grandes despojos de mi-
litares trofeos y allí el mismo dios de amor vencido y
,

atropellado, quebrado su arco, y rota su aljaba y saetas:


las plumas muy hermosas de sus alas, esparcidas en mu-
chas partes. El bravo Sarrazino llevaba una divisa de un
mar, y en ella un peñasco combatido de muchas olas,
y una letra que decia :

Tan firme es!á mi fe como la roca,


Que ya el viento ya el mar siempre la toca.

Tom. /. g
H4 DESCRIPCIONES.
Esta letra se derramaba por la plaza, para que á todof
fuese manifiesta. Así entró el valeroso Sarrazino con su
carro , no menos rico y hermoso , que el del mantenedor.
El cual tiraban cuatro caballos bayos, hermosos y muy
ricamerite enjaezados con paramentos y sobreseñales en-
carnadas. Tras el carro venia una muy gentil cuadrilla

de caballeros, con las mismas libreas encarnadas; y así

con solemne música dio el Sarrazino vuelta á la plaza,


dando grande contento á todos los que le miraban. Luego
fué el retrato de la Dama por todos conocido , ser el de
la linda Galiana ,
que admiraba su hermosura á todos
cuantos la miraban. Habiendo dado vuelta á la plaza,
mandó arrimar su carro á un lado, junto del carro del
mantenedor, y paso entre paso se fué ú la rica tienda del

valeroso Abenamar, y le dijo : «sábete, Caballero, que


vengo á correr tres lanzas de sortija ,
guardando en todo
Jo que tu tienes mandado pregonar. Y si mi suerte fuere
tal ,
que todas tres lanzas te gane , he de llevar el retrato

de tu Dama y ,
la cadena que tienes señalada ,
que pesa
mil doblas. Y si caso fuere que tu me ganares, llevarás
el retrato de mi Dama
y juntamente con él llevarás esta
;

manga labrada de su mano, que vale cuatro mil doblas:


y los señores juezes lo determinarán, conforme vieren lo
que es de derecho ». Verdad decía el valiente Sarrazino,
que la manga que traia en el brazo derecho, era de grande
estima , y la había labrado la linda Galiana á mucha
costa Y el fuerte Sarrazino confiado en su gallardía

y destreza ,
quiso poner la manga en condición de per-
derla, no considerando el bravo competidor que delante
tenia. El cual como así oyó hablar al fuerte Sarrazino
dijo : « que aquella en
postura del juego, y que con
la

tres lanzas se babi.i de j» -ider ó ganar el premio señalado».

\ diciendo esto, pidió que. le diesen un caballo , del cual


,

DESCRIPCIONES. n5
luego fué servido, de ocho que allí tenia enjaezados
y
puestos para el efecto , cubiertos con Ja librea que ya se
ha dicho :
y ansí ni mas ni menos fué servido de una
gruesa lanza de sortija. En el caballo subió sin poner el
pie en el estribo , y tomando la lanza , se fué paseando
por la carrera con tan gentil gracia y postura, que á todos
los que miraban daba gran contento de sí... En este tiempo
llegó el valeroso Abenamar al cabo de Ja carrera, y ha-
ciéndole dar á su caballo una vuelta en el aire, dio un
salto muy grande, que se levantó del suelo mas de tres
varas de medir y luego partió así como si fuese un rayo
:

siendo gobernado y guiado por la mano de tan buen ginete


como Abenamar, el cual en medio de
lo era el valeroso

la carrera,con grande gallardía tendió su lanza sin hacer


calada con ella, ni cosa que mal le careciese. Y en lle-
gando á la sortija, hizo un muy galán golpe, oue con
la punta de la lanza dio en la sortija por la parte de arriba,
que no medio dedo para embocalla, y dio tan por
faltó

derecho como si fuera una vira. De modo que si no fuese


llevando la sortija, no se podia ganar , y ansí pasó muy
gallardamente adelante, con harto pesar por no haber
llevado la sortija. Y parando su caballo ,
paso á paso se
tornó pira su tienda , aguardando lo que baria el fuerte

Sarrazino en su carrera. El cual estaba muy confuso y


descontento, habiendo visto el golpe que habia hecho el
valeroso Abenamar; mostrando muy buen ánimo, con-
fiado en su gran destreza ,
pidió una lanza de la cual luego
fué servido. Y poniéndose en la carrera, con muy gentil
aire y continente la paseó hasta llegar al cabo ; y luego
volviendo su caballo con una presteza no vista, arrancó
con lauta velozidad , como si fuera un rayo y tendiendo ,

la lanza, la llevó tan bien y tan sosegada, como si su


«aballo en el curso de su correr no hiziera ningún uuo-
íi6 DESCRIPCIONES.
vimiento ; y llevándola bien enristrada, la metía por medio
de la sortija, y pasando como un viento, se la llevó" me-
tida en la lanza. Toda la gente de la plaza y todos los
que miraban , dieron una gran voz diciendo : Abenamar
ha perdido el premio por él puesto. Muy ufano quedó el

valeroso Sarrazino, por haber llevado la sortija, y dijo


que él habia ganado. Mas el valeroso Muza que era pa-
drino de Abenamar, replicó que no habia ganado, por
cuanto se habían de correr tres lanzas y aun faltaban
,

dos. El padrino del Sarrazino ,


que era un caballero
Azarque, dijo que ganado era el premio con aquella lanza.
Con esto comenzaron á dar grandes vozes , cada uno
alegando de su justicia : los juezes mandaron que callasen,
que ellos lo determinarían : y así fué determinado que no
Labia ganado, atento que quedaban dos lanzas aun por
correr. En viva cólera ardía el fuerte Sarrazino, porque
no daban el premio , y no tenia razón mas como era
le ;

caballero de bravo corazón , la pasión le predominaba.


Mas si estaba mohíno y colérico no lo estaba menos ,

Abenamar que se queria dejar morir de pesar y enojo ,


,

por haber perdido la primera lanza El valeroso


Abenamar fué servido de otro caballo y lanza ; y ar-
diendo de enojo tomó la carrera , y muy disimulada-
mente , como que no llevase pasión alguna , la pasó
paso entre paso con admirable donaire y gracia. Y al
,

cabo volvió su caballo con una presteza increíble, y ar-


rancando á toda furia, parecía un ave y tendiendo la :

lanza la llevó tan seguida y derecha como una vira , y


Miando por la sortija, así como un pensamiento se la

llrvú metida en le lanza. La gente díó grande grita, di-


ciendo : de esta vez ganado tiene el in;mlrin dor. El fuerte
Sarrazino, siendo servido de l¡ni/.i , < p^iio en el cabo
íle la cunera, y revolviendo en el aire Como un viento.
,

DESCRIPCIONES. f*7

llevando su lanza muy bien puesta ,


pasó la carrera ; mas
no tocó á la sortija con la lanza , y pasando adelante
paró muy gallardamente. El fuerte Abenamar -dijo : « Ca-
ballero , otra carrera nos queda ,
para que se concluya
nuestro pleito , corrámosla luego». Y diciendo esto,

pidió una lanza , la cual le fué , y puesto en el cabo


dada
de la carrera , volvió su caballo á toda furia , así como
si un rayo, y llevando su lanza bien puesta, pasó
fuera
por la sortija llevándosela de camino
, con tanta pres- ,

teza que apenas se la vieron llevar; á que la gente movió


un grande rumor y vozcría diciendo de todo punto ha , :

ganado Abenamar. A esta hora muy bien se parecía en


la hermosa Galiana, no estar tan contenta y alegre, como
de áutes lo estaba , viendo que su Sarrazino iba de pérdida.
El cual muy desconfiado de ganar, tomó vina lanza, y
se puso en puesto, y revolviendo como una ave, ar-
el

rancó á toda furia, y en llegando á la sortija, le dio coa


la punta de la lanza en un Jado, de modo que la derribó
alsuelo, y pasó adelante como un pasador. Y habiendo
parado, luego los juezes le llamaron le dijeron como ;

habia perdido ,
que prestase paciencia. « Si agora he per-
dido en la sortija , respondió el fuerte Sarrazino , algún
dia seré de ganancia en verdadera escaramuza con lanza
que tenga dos hierros: y lo que agora pierda, entonces
lo cobraré ». Abenamar ,
que con él estaba amostazado
respondió : « que si por via de escaramuza pensaba cobrar
algo de lo perdido, que para luego era tarde, y que si

no quería luego, que cuando le pareciese le diese aviso,


que él le cumpliría de justicia ». Los juezes y padrinos
se pusieron en medio; y no consintieron que mas en aquel
caso se tratase. Y así el fuerte Sarrazino y su padrino , con
los demás caballeros que le habían acompañado en la
entrada, se salieron de la plaza, habiendo dejado per-
"iiS DESCRIPCIONES,
dido el retrato de la hermosa Galiana, y la rica manga.
Todo lo cual al son de muchos menestriles y otros muchos
instrumentos, fué puesto á los pies del retrato de la her-
mosa Fátima la cual no tenia poco contento aunque
, ,

no lo daha á entender. Muy descontento y melancólico


salid el fuerte Sarrazino de la plaza ,
pero bien acompa-
ñado de muy principales caballeros de la corte, por ser
Sarrazino muy buen caballero y rico , hombre por su
persona de mucho v%lor y esfuerzo.

El mismo, ibidem.

La Celestial Jerusalen.

] O qué dulces ralos tenia entre aquellos riscos, y por


aquellas breñas! Arrebatábase en espíritu, y como si ya
fuera vecina del cielo , y como si se desnudara del cuerpo
mortal de que estaba vestida, así tan libremente dejando
la tierra, se subia adonde vive su amado. Allí miraba
aquellas moradas celestiales de la soberana ciudad de Je-
rusalen. Víala llena de luz inmensa, sus calles y plazas
que hervían de ciudadanos bienaventurados. Resonaba por
aquellos ricos palacios una müsica, que su dulzura des-
maya, causada de la suavidad de las vozes angélicas, que
Biaban al gran Príncipe del mundo, sin cesar un punto.
Cuando consideraba los edificios no hechos por humanas
manos, sino por el querer de aquel herniosísimo Dios,
no tenia ojos para tanta belleza. Via la ciudad puesta ¿h
cuadro de grandeza inmensa , cuyos cimientos eran de
todas las piedras preciosas que acá conocemos Los
muros resplandecían como el sol, que no se dejaban mirar
á los ojos humanos. Ilahia en cada cuadro tres puerta!)
'de suerte que venían a hacer doce; y Cada una era de
una piedra preciosu. Las torres y almenas eran cubiertas
,

DESCRIPCIONES. 1
19
de cristal ,
que con los lazos que se hacían en ellas de
las esmeraldas y rubíes engarzados en oro purísimo y ,

retocados de la luzy resplandor del verdadero sol que


allí resplandece , no hay pensamiento humano que des-
cubra su no pensada hermosura. El suelo , calles y plazas
desta bienaventurada ciudad son de oro limpísimo. Aquí
dura siempre una alegre primavera ,
porque está dester-
rado el erizado invierno.

No la furia de los vientos combaten los empinados ár-

boles, ni la blanca nieve desgaja con su peso las tiernas


ramas. Aquí el enfermizo otoño jamas desnuda las verdes
arboledas de sus hojas, porque allí se cumple el foliwn
ejus non drjluet, que dijo David ; antes dura una apacible
templanza ,
que conserva la frescura de cuanto tiene el

cielo en un perfecto ser. Aquí las flores de los prados


celestiales, azules, blancas, amarillas, coloradas, y de
mil maneras, vencen en resplandor á las esmeraldas, y
rubíes, y claras perlas, y piedras del Oriente. Aquí las

rosas son mas hermosas, y de mas suave que las de


olor
los jardines de Jericd : las fuentes mas que cristal deshecho :

el agua es mas dulce : el gusto de las frutas mas suave.


¡O vida, verdaderamente vida! ¡O soberana ciudad,
en quien tus ciudadanos se gozan! Pío se sabe qué cosa
es dolor : no hay enfermedad. No llega á tí muerte , por-
que todo es vida : no hay enfermedad ,
porque Dios es

la verdadera salud, j
Ciudad bienaventurada ! donde tus
leyes son amor , tus vecinos son enamorados : en tí todos
aman, y no saben mas que amar:
su oficio es amor,
tienen un querer, una voluntad, un parecer aman una :

cosa , desean una cosa , contemplan una cosa y úñense ,

con vina cosa

Pues á esta celestial Jerusalcn se subia la Madalena


con el pensamiento, y puesta en aquel desierto, arreba-
120 DESCRIPCIONES.
tada en espíritu se entraba por aquellas moradas y paTacíó»
de la gloria : adonde via lo que ni los ojos vieron , ni
oyeron las orejas humanas , ni cupo jamas en terreno
pensamiento , lo que tiene Dios aparejado para los que
viven allá sobre las estrellas. Oia resonar toda aquella,

celestial ciudad con las vozes angélicas ,


que cantaban
dulces sonetos de gloria al gran Príncipe y padre de la
naturaleza.

P. Pedro Malón de Chayde , Tratado de la Madalena.

La boca de Montefurado en Galicia, y morada


del Rio Sil.

Sumergida en aquella ancha playa , ó espaciosa tabla


de rio , la enramada barca , en que se andaban solazando
los tres discretos juezes para los pastoriles ejercicios ele-
gidos ,
quedaron los que lo vieron lan atónitos y confusos,
que temerosos con este prodigioso suceso , hizieron uni-
versal psusa por entonces á todos los regocijos , aunque
otros no menos gustosos habia prevenidos, si aquel por-
tentoso desastre no les hubiera sido enojoso estorbo. Ca-
minaron en orden á la casa de Ergasto, acompañando á
los desposados, y haciendo varios discursos por el camino
sobre este inopinado caso, teniendo todos encomún, y
cada cual en particular , un entrañable sentimiento y
apesarado afecto, por el desastrado fin de Ensebio, Acrisio
y Daciano. Los cuales, siendo eomo be dicho sumergidos,
fueron de improviso llevados del sagrado Sil , y sus her-
mosas ninfas , tritones y focas ,
por lo profundo de las

cristalinas aguas, seis leguas de distancia, sin mojarse, ;í

aquella parte que llaman Montefurado'j que es una gran


boca ó escura gruta , que está en la falda del monte :

por la cual entra el caudaloso lio con impetuoso mnr-


,

DLSCRIPCIONES. 121

murió, y pasando de la otra parte, deja el monte tala-

drado, regándole los escuros y profundos senos sirviéndole :

de puente la pesadumbre y gran preñez del monte, en


cuyas escuras entrañas, como habitación misteriosa aco- ,

modada para deidades húmidas , tiene el sagrado Sil su

morada. Entrando por aquella gran abertura 6 gruta,


Eusebio y los pastores fueron llevados por una estrecha
senda, y saliendo de ella, llegaron á un anchuroso bos-
que ,
poblado de nudosos robles , altos cipreses , teoso»
pinos , amorosos mirtos , y siempre verdes laureles , no
habiendo falta de mirabeles, tarayes, arrayanes, jazmines,
azucenas, claveles, maravillas, rosales, y de cuanta diver-
sidad de crecidos arboles, y menudas plantas pueden imagi-
narse. Allí andaban de rama en rama saltando revolando ,

y cantando, ruiseñores, calandrias, gilgueros, golondrinas,


pardillos, palomas, perdizes ,
garzas, y cigüeñas :
y por
el suelo corriendo ciervos , corzillas , liebres , conejos
zorras, comadrejas, y hurones, entreverados á vezes con
fieros osos , y. atrevidos lobos , siguiéndose unos á otros
saltando y retozando ,
que era la cosa mas apacible , y
vistosa de la tierra , que la variedad matiza y hermosea.
Iban Eusebio y los pastores siguiendo al padre Sil, tan
embelesados con lo que veian , que ni se hablaban ni
volvían á mirarse : que el confuso canto de las parleras

aves y apresurado cruzar de los


,
ligeros animales era
suspensión de los oidos, y imán de la vista. Y así fueron
hasta el medio del ameno bosque , en el cual habia un
gran campo de menuda yerba, y en él un fuerte palacio,
hecho en cuadro, con cuatro muy empinadas torres, en
cada esquina la suya. Era este suntuoso edificio de piedra
berroqueña curiosamente labrado , y las torres de fino
jaspe de diversas colores , las puertas y ventanas de bronce.
Entraron Eusebia y los pastores dentro, y vieron un patio
,

i23 DESCRIPCIONES,
ochavado de treinta y dos colunas redondas de marmol,
y en medio una fuente de maravilloso alabastro , que por
las bocas de cuatro fieros leones de transparente cristal

brotaba cantidad de agua que caia en un alberque ó cha-


fariz redondo y grandedonde a manera de estanque
, ,

había diversidad de pezes, y siempre estaba lleno de agua ,

sin redundar ni fallar, porque cuanta caia en él, tanta


al punto salia por unos sutiles caños , hasta llegar á otros
anáglifos bien sincclados , de los cuales se deslizaba hasta
ir á aumentar el rio.

Subióse el padre y focas


Sil con sus tritones al cuarto

que era su habitación mas ordinaria, quedando las ninfas

con Jos pastores (como mas acomodadas á entretener y


regalar) para que les ensenasen los cuartos bajos de pa-
lacio , las fuentes, estanques ,
jardines, colosos , laberintos,

y lo mas que había que ver, que era tanto, que ni ellos
supieron acordarse de todo , ni yo tuviera caudal para
decirlo. En esto se entretuvieron aquella tarde ,
que según
el gusto, les pareció breve, hasta que, por ser ya noche,
fueron llevados u una bien compartida sala, donde estaba
el anciano Sil, acompañado de ninfas, tritones y focas,
que tocaban dulces instrumentos, y cantaban suavísima-
incnte. Mandólos sentar, y luego fueron puestas las mesas,

y cenaron espléndidamente mucha diversidad de guisados,


tan inusitados á Eusebio , como á los pastores. Después
de cena hubo bailes, dauzas y cantos, agudas preguntas
y respuestas : propusiéronse algunas opiniones, hubo com-
petencia y dispula «obre las penas de amor, dificultando
cual era mayor estar ausente , ó ser olvidado y cual :

mejor , amar , ó ser amado. Unos proponían , y otros


.respondían.

Donjuán de Arce y Solórzano, Tragedias de Amor.


,

DESCRIPCIONES. "3

La ribera del Tajo.

Admirado Timbrio de ver la frescura y belleza del


claro Tajo por do caminaba, vuelto á Elicio que al Ud<>
le venia, le dijo : no poca maravilla me causa, Lucio,
la incomparable belleza de estas frescas riberas-, y no sm
razón, porque quien lia visto como yo las espaciosas del

nombrado b\;tis y las que visten y adornan el fumoso


,

Euro, y al conocido Pisuerga y en : las apartadas tierras,


ha paseado las del santo Tiber , y las amenas del Po,
celebrado por la caída del atrevido mozo , sin dejar de

haber rodeado las frescuras del apacible Sibeto ,


grande
ocasión habia de ser la que á maravilla me moviese de
ver otras algunas. No vas tan fuera de camino en lo que
dices, según yo creo, discreto Timbrio, respondió Elicio,
que con los ojos no veas la razón que de decirlo tienes,
porque sin duda puedes creer, que la amenidad y fres-

cura de las riberas de este rio hace notoria y conocida


ventaja á todas las que has nombrado, aunque entiuscu
en ellas las del y del conocido Aufriso
apartado Janto ,

y del enamorado Alfeo porque tiene, y lia hecho cierto


:

la experiencia, que casi por derecba línea encima de la

mayor parte de estas riberas se muestra un cielo luciente

y ciaro, que con un largo movimiento y con vivo res-


plandor, parece que convida á regocijo y gusto al corazón
que de él está mas ageno. Y si ello es verdad que las
estrellas y el sol se mantienen, como algunos dicen, de
las aguas de acá bajo , creo firmemente que las de este
rio sean en gran parte, ocasión de causar la belleza del

cielo que le cubre, ó creeré que Dios, por la misma


razón que dicen que mora en los cielos, en esta parte
haga lo mas de su habitación. La tierra que lo abia¿u
•vestida de mil verdes ornamentos, parece que hace fiestas,
,

12Í DESCRIPCIONES.
y se alegra sí un don tan raro y agradable,
de poseer en
y el como en cambio, en los abrazos de ella
dorado rio

dulcemente entretejiéndose, forma como de industria, mil


entradas y salidas, fjue á cualquiera que las mira llenan
el alma de placer maravilloso : de donde nace ,
que aunque
los ojos tornen de nuevo muchas vezes á mirarle, no por
eso dejan de hallar en él cosas que le causeu nuevo placer,
y nueva maravilla. Vuelve, pues, los ojos valeroso Timbrio ,

y mira cuanto adornan sus riberas muchas aldeas, y


las

ricas caserías ,
que por ella se ven fundadas. Aquí se vé
en cualquiera sazón del año andar la risueña primavera
con la hermosa Venus, en hábito sucinto :
y al amoroso
Zéfiro que la acompaña con la madre Flora delante ,

esparciendo á manos llenas varias y odoríferas flores. Y


la industria de sus moradores ha hecho tanto, que la

naturaleza incorporada con el arte , es hecha artífice con


natural del arle, y de entrambas á dos se ha hecho una
tercia na l maleza , á la cual no sabré dar nombre. De
sus cultivados, jardines , con quien los huertos Espérides
y de Alcino pueden callar, de los espesos bosques, de
los pacíficos olivos, verdes laureles, y acopados mirtos:
de sus abundosos pastos , alegres valles, y vestidos colla-
dos, arroyos y fuentes, que en esta ribera se hallan, no
se espere que yo diga mas, sino que si en alguna parte.
de la tierra los Campos Elíseos tienen asiento, es sin duda
en esta. ¿Qué diré de la industria de las altas ruedas,
con cuyo movimiento continuo sacan las aguas del pro-
fundo rio, y humedeced abundosamente las heras, qne
por largo espacio estiii» apartada-, ? Añádate a todo esto
criarse en estas riberas las mas hermosas y discretas pas-

tOrai , <jn<- en la i cd<aid< v. del suelo pueden hallarse : para


cuyo lestil i') , d- jando aparte el que la < \pei iencia

nos muestra, y lo que tú, Timbrio, ha que estás en


,

DESCRIPCIONES. n5
ellas y has visto, bastará traer por ejemplo aquella pas-

tora que allí ves ; y diciendo esto , señaló con el cayado


á Calatea.

Cervantes en Galatea.

El valle de los Cipreses, y las honras del


pastor Meliso.

Juntáronse todos , y con sosegados pasos comenzaron


Á entrar por el sagrado valle cuyo sitio era tan extraño
,

y maravilloso, que aun á los mismos que muchas vezes


le habian , causaba nueva admiración y gusto. Le-
visto

vántanse en una parte de la ribera del famoso Tajo, en


cuatro diferentes y compuestas partes, cuatro verdes y
apacibles collados, como por muros y defensores de un
hermoso valle que en medio contienen, cuya entrada en
él por otros cuatro lugares es concedida, los cuales mis-
mos collados estrechan de modo ,
que vienen á formar
cuatro largas y apacibles calles , á quien hacen pared de
todos lados , altos é infinitos cipreses ,
puestos por tal
orden y concierto ,
que hasta las mismas ramas de los

unos y de los otros parece que igualmente van creciendo,


y que ninguna se atreve á pasar ni salir un punto mas
de la otra. Cierran y .ocupan el espacio que entre ciprés

y ciprés se hace, mil olorosos rosales y suaves jazmines,


tan juntos y entretejidos , como suelen estar en los va-
llados de las guardadas viñas las espinosas zarzas , y pun-
tosas cambroneras. De trecho en trecho de estas apacibles
entradas, se ven correr por entre la verde y menuda
yerba , claros y frescos arroyos de limpias y sabrosas aguas
que en las faldas de los mismos collados tienen su naci-

miento. Es el remate y fiu de estas calles una .ancha y


,

1^6 DESCRIPCIONES.
redonda plaza, que los recuestos y los ciprescs forman ,

rn nndio de la cual está puesta una artificiosa fuente de


blanco y de precioso mármol fabricada, con tanta indus-
tria y artificio hecha ,
que las vistosas del conocido Tí-

buli, v las soberbias de la antigua Trinacria no le pueden


ser comparadas. Con el agua de esta maravillosa fuente
se humedecen y sustentan las frescas yerbas de la deleitosa

plaza y lo que mas hace á


; este agradable sitio digno de
estimación y reverencia , es ser privilegiado de las golosas
bocas de los simples cordcruelos y mansas ovejas , y de
otra cualquier suerte de ganado; que solo sirve de guar-
dador de los honrados huesos de algunos famosos pastores ,

que por general decreto do todos los que quedan vivos


en el contorno de aquellas riberas, se determina y ordena
ser dignos y merecedores de tener sepultura en este fa-
moso valle. Por esto se veian entre los muchos y diversos
árboles, que por las espaldas de los cipreses estaban, en
el lugar y distancia que babia de ellos hasta las faldas de
los collados, algunas sepulturas, cual de jaspe, y cual
de mármol fabricada, en cuyas blancas piedras se leian

los nombres de los que en ellas estaban sepultados. Pero


la que mas sobre todas resplandecía , y la que mas á los
ojos de todos se mostraba, era la del famoso pastor Meliso,
la cual apartada de las otras á un lado de la ancha plaza
de y negras pitarras , y de blanco y bien labrado
lisas

alabastro hecha parecía y en el mismo punto que los


;

ojos de Telesio la miraron , volviendo el rostro á toda


aquella agradable compañía con sosegada voz y lamen-
,

tables acentos j les dijo: «Veis allí, gallardos pastores,


discretas y hermosas pastoras; veis allí, digo, la triste

donde reposan los honrados huesos del nombrado


.«cpultui.i

Meliso, honor y gloiia de nuestras riberas Comentad, :

pues, lis. uitar al cielo los humildes corazones, y con


.1
,

DESCRIPCIONES. 127

puros afectos , abundantes lagrimas, y profundos suspiros,


entonad los santos himnos y devotas oraciones, y rogadle
tenga por bien de acoger en su estrellado asiento la ben-
dita alma del cuerpo que allí yace». En diciendo eslo,
se llegó á un ciprés de y cortando alguna»
aquellos ,

ramas , hizo de ellas una funesta guirnalda con que co-


ronó sus blancas y veneradas sienes, haciendo señal á los
demás que lo mismo hiziesen. De cuyo ejemplo movido»
todos, en un momento se coronaron de las tristes ramas;
y guiados de Telesio, llegaron á la sepultura, donde lo
primero que Telesio hizo, fué inclinar las rodillas, y besar
la dura piedra del sepulcro : hizieron todos lo mismo, j
algunos hubo que , tiernos con la memoria de Meliso
dejaban regado con lagrimas el blanco mármol que be-

saban.Hecho esto, mandó Telesio encender el sacro fuego,


y en un momento al rededor de la sepultura se hizieron
muchas, aunque pequeñas hogueras, en las cuales solas
ramas de ciprés se quemaban ; y el venerable Telesio ,

con graves y sosegados pasos comenzó á rodear la pira y ,

echar en todos los ardientes fuegos alguna cantidad de


sacro y oloroso incienso, diciendo cada vez que lo esparcía,
alguna breve y devota oración , á rogar por el alma de
Meliso encaminada, al fin de la cual levantaba la tre-
mente voz , y todos los circunstantes con triste
y piadosrt
acento respondían amen, amen tres vezes; á cuvo lamen-
table sonido resonaban los cercanos collados y apartados*
valles ; y las ramas de los altos cipreses y de los otros
muchos arboles, de que el valle estaba lleno, heridas-
de un manso zéfiro que soplaba hacían y formaban un ,

«ordo y tristísimo susurro , casi como en señal de que


por su parte ayudaban á la tristeza del funesto sacrificio.
Tres vezes rodeó Telesio la sepultura , y tres vezes dijo
las piadosas plegarias y otras nueve se escucharon los
,
i*8 DESCRIPCIONES.
llorosos acentos del amen, que los pastores repetían. Aca-
bada esta ceremonia , el anciano Telesio se arrimó á un
subido ciprés, que á la cabezera de la sepultura de Me~
liso se levantaba , y con volver el rostro á una y otra
parte, hizo que todos los circunstantes estuviesen atentos
á lo que decir quería ; y luego levantando la voz todo
10 que pudo conceder la antigüedad de sus anos , con
maravillosa elocuencia , comienza á alabar las virtudes
de Meliso, la integridad de su inculpable vida, la alteza
de su ingenio, la entereza de su ánimo, la graciosa gra-

vedad de su plática , y la excelencia de su poesía


y sobre ,

todo, la solicitud de su pecho en guardar y cumplir la


santa religión que profesado habia, juntando á estas otras,
tantas y tales virtudes de Meliso, que aunque el pastor
no fuera tan conocido de todos los que á Telesio escu-
chaban , solo por lo que él decia quedaran aficionados á
amarle , si fuera vivo , y á reverenciarle después de
muerto (i). Concluyó pues el viejo su plática, diciendo.

«Si adonde llegaron, famosos pastores, las bondades de


Meliso, y á donde llega el deseo que tengo de alabarlas,
llfgara la bajeza de mi corto entendimiento , y si la*

flacas y pocas fuerzas adquiridas de mis tantos y cansados


años no me acortaran la voz y el aliento, primero este

sol que nos alumbra lo veríades bañar una y otra vez en


el grande Océano ,
que yo cesara de la comenzada plá-
tica; mas pues esto en mi marchita edad no se permite,
suplid vosotros mi falta , y mostraos agradecidos á las

frías cenizas de Meliso, celebrándolas en la muerte, como

(i) Bnjo el nombre de Meliso, de quien hace Cerv.íntes tun me-


recido elogio, se creo comuriiiurnle hallarte representado ü. Diego
11 ..rindo de Mendoza , distinguido historiador, poeta, caballero
j diplomático.
,

DESCRIPCIONES. 129
os obliga el amor que él os tuvo en la vida y puesto ;

que á todos en general nos toca y cabe parte de esta obli-


gación á quien en particular mas obliga es á los famosos
, ,

Tirsi y Damon , como á tan conocidos amigos y familiares


suyos y así les ruego cuan encarecidamente puedo
;

correspondan á esta deuda supliendo y cantando ellos ,

con mas reposada y sonora voz lo que yo he faltado ,

llorando con la trabajosa mia » No dijo ma9 Telesio ni . ,

aun fuera menester decirlo ,


para que los pastores se mo-
viesen á hacer lo que se les rogaba ,
porque luego sin
replicar cosa alguna , Tirsi sacó su rabel , y hizo señal
á Damon que lo mismo hiziese , á quien acompañaron
luego Elicio y Lallto, y todos los pastores que allí ins-

trumentos tcnian y á poco espacio formaron una tan


;

triste y agradable música, que aunque regalaba los oidos,


movia los corazones á dar señales de tristeza con lágrimas
que los ojos derramaban. Juntábanse á esto la dulce har-
monía de los pintados pajarillos , que por los aires cru-
zaban , y algunos sollozos que las pastoras , ya tiernas
y
movidas con el razonamiento de Telesio y con lo que ,

los pastores hacian , de cuando en cuando de sus her-


mosos pechos arrancaban ; y era de suerte que concor-
dándose el son de la triste música y el de la triste armonía

de los gilguerillos, calandrias y ruiseñores, y el amargo


de los formaba todo junto un tan
profundos gemidos ,

extraño y lastimoso concento , que no hay lengua que


encarecerlo pueda.

El mismo ibidem. ,

El siglo de Oro.

¡Dichosa edad y siglos dichosos , aquellos á quien los


antiguos pusieron nombre de dorados ! Y no porque en
Tom. 1. 9
,

i3o DESCRiPCIONES.
ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se
estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga al-

guna, sino porque entonces los que en ella vivían igno-

raban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella


santa edad todas las cosas comunes : á nadie le era necesario
para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que
alzar la mano, y alcanzarle de las robustas encinas, que
liberalmente lts estaban convidando con su dulce y sazo-
nado fruto. Las claras fuentes, y corrientes rios , en
magnífica abundancia sabrosas y transparentes aguas les

ofrecían. En las quiebras de las peñas , y en lo hueco


de los árboles formaban su república las solícitas y dis-
cretas abejas , ofreciendo ú cualquiera mano sin interés

alguno , la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los


valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que
el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que
se comenzaron á cubrir las casas sobre rústicas estacas

sustentadas , no. mas que para defensa de las inclemencias


del cielo. Todo era paz entonces , todo amistad , todo
concordia : aun no se había atrevido la pesada reja deL
corvo arado á abrir ni visitar las entrañas piadosas de
nuestra primera madre, xjue ella sin ser forzada, ofrecia
por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que
pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que en-
ti'-ai vs la poseían. Entóneos sí que andaban las simples

y hermosas zagaleja8 de valle en valle, y de otero en otero


en trenza y en cabello, sin mas vestidos que aquellos que
eran necesarios para cubrir honestamente lo que la ho-
nestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no
crun sus adornos de los -que ahora se USM) , i quien la

purpura de Tiro, y la por tantos modos mar ¡rizada seda I

encarecen , sjno de algunas hojas de verdei lampazos y


yedra entretejidas, con lo que quizá iban tun pomposa*
,

DESCRIPCIONES. * i3t

y compuestas , como van ahora nuestras cortesanas con


Jas raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa
les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amo-
rosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo
y manera que ella los concebía , sin buscar artificioso rodeo
de palabras para encarecerlos. No habia la fraude , el

engaño ni la malicia mezcládose con


verdad y llaneza.
la

La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la


osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese,
que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La
ley del encaje aun no se habia sentado en el entendimiento
del juez, porque entonces no habia qué juzgar, ni quien
fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban,
Como tengo dicho ,
por donde quiera solas y señoras ,

sin temor que


agena desenvoltura y lascivo intento las
la

menoscabasen, y su perdición nacia de su gusto y propia


voluntad. Y ahora en nuestros detestables siglos no está
segura ninguna , aunque la oculte y cierre otro nuevo
laberinto como el de Creta ; porque allí por los resquicios

ó por el aire , con el zelo de la maldita solicitud se le»


entra la amorosa pestilencia, y les hace dar can todo su

recogimiento al traste. Para cuya seguridad , andando


mas los tiempos, y creciendo mas la malicia, se instituyó
la orden de los caballeros andantes ,
para defender las
doncellas, amparar las viudas, y socorrer a los huérfano»
y á los menesterosos.

Cervantes ,
Quijote.

Enumeración de dos ejércitos poderosos,

Pusiéronse sobre una loma, desde la cual se verían bien


las dos manadas que á Don Quijote se le hizieron ejér-
citos, si la nube del polvo que levantaban no les turbara
1 3a DESCRIPCIONES.
y cegara la vista ; pero con todo esto , viendo en su ima-
ginación lo que no veia ni habia , con voz levantada
comenzó á decir : « aquel caballero que allí ves de las
armas jaldes ,
que trae en el escudo un león coronado
rendido á los pies de una doncella , es el valeroso Latir-

baleo, señor de la puente de plata : el otro de las armas


de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas
de plata en campo azul , es el temido Micocolembo , Gran
Duque de Quirocia el : otro de los miembros giganteos
que está á su derecha mano, es el nunca medroso Bran-
dabarbaran de Boliche , señor de las tres Arabias ,
que
viene armado de aquel cuero de serpiente y tiene por ,

escudo una puerta que , según es fama una de las


, es

del templo que derribó Sansón , cuando con su muerte


se vengó de sus enemigos ; pero vuelve los ojos á estotra
paite, y verás delante y en la frente de estotro ejército,
al siempre vencedor y jamas vencido Timonel de Carcajona,
Príncipe de la Nueva Vizcaya , que viene armado con k«s

armas partidas á cuarteles azules , verdes, blancos y ama-


rillos, y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado
con una letra que dice Miau que es el principio del ,

nombre de su dama que según se dice es la sin par


, ,

INÍiulina, hija del Duque Alfeñiquen del Algarve. El otro


que eargá \ oprime los lomos de aquella poderosa allana,
Hue armas como nieve blancas, y ci escudo es blanco
trae la>

y sin empresa alguna, es un caballero novel, de nación


francés, llamado Fierres Pgpin , señor de las Baronías
de Utriquc : el otro que bate las lujadas con los herrados
CarcaííOS .'»
aquella pintada y libera tabre , y trac las

ai mas de los veros azules, es el poderoso Duque de Nerbia


Etpartá&lardo <ld Bbsqae', que trac |><>r empresa en el

«sendo mía esparraguera con una letra en Castellano <pie


dice así : rastrea mi tmrle ». Y desla muñera fué hoiu-
DESCRIPCIONES. r33

brando muchos caballeros del uno y el otro escuadrón que


él se imaginaba, y á todos les dio sus armas, colores,

empresas y motes de improviso, llevado de la imaginación


de su nunca vista locura y sin parar prosiguió diciendo,

« á este escuadrón frontero forman y hacen gentes de


diversas naciones : aquí están los que beben las dulces
aguas del famoso JantQ , los montuosos que pisan los

Masílicos campos, los que criban el finísimo y menudo


oro en la felize Arabia , los que gozan las famosas y fres-
cas riberas del claro Termodonte , los que sangran por
muchas y diversas vias el tlorado Pactólo, los Númidas
dudosos en sus promesas , los Persas en arcos y flechas
famosos , los Partos , los Medos ,
que pelean huyendo ,

los Árabes de mudables casas, los Citas tan crueles como


blancos, los Etiopes de horadados labios, y otras infinitas
naciones cuyos rostros conozco y veo, aunque de los nom-
bres no me acuerdo. En estotro escuadrón vienen los que
beben las corrientes cristalinas del olivífero Betis, los que
tersany pulen sus rostros con el licior del siempre rico.

y dorado Tajo , los que gozan las provechosas aguas del


divino Jeni l, los que pisan los tartesios campos de pastos
abundantes , los que se alegran en los eliseos jerezanos
prados , los Manchegos ricos y coronados de rubias es-
pigas , los de hierro vestidos , reliquias antiguas de la sangre
goda, los que en Pisuerga se bañan, famoso por la man-
sedumbre de su corriente , los que su ganado apacienta»
en las extendidas dehesas del tortuoso Guadiana, cele-
brado por su escondido curso, los que tiemblan con el

frió del silboso Pirineo, y con los blancos copos del le-
vantado Apenino : finalmente cuantos toda la Europa en
sí contiene y encierra ».

El mismo , ibid..
tU DESCRIPCIONES.

El Lago encantado.

¿Hay mayor contento que ver, como si dijésemos, aquí


ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de
pez hirviendo á borbollones y que andan nadando y ,

cruzando por él muchas culebras y lagartos,


serpientes,

y otros muchos géneros de animales ferozes y espantables;


y que del medio del lago sale una voz tristísima que ,

dice «tú, caballero, quien quiera que seas que el te-


:

meroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que


debajo de estas negras aguas se encubre , muestra el valor
de tu fuerte pecho , y arrójate en mitad de su negro y
encendido licor, porque si así no lo haces, no serás digno
de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen
los siete castillos de Jas siete Fadas ,
que debajo desta
negrura yacen »
y que apenas el caballero no ha acabado
:

de oir la voz temerosa, cuando sin entrar mas en cuentas


consigo, sin ponerse á considerar el peligro á que se pone,
y aun sin despojarse de la pesadumbre de sus fuertes ar-
mas encomendándose á Dios y á su Señora , se arroja
,

en mitad del bullente lago, y cuando no se cata, ni sabe


donde ha de parar, se halla entre unos floridos campos,
con quien los Elíseos no tienen que ver en ninguna cosa?
Allí Je parece que el cielo es mas transparente ,
y que
el sol luze con claridad mas nueva : ofrécesele á Jos ojos

una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles


compuesta, que alegra a la vista mi verdura, y entretiene

los oidos el dulce y no aprendido canto de los pequeños,


infinitos y pintados pajanllos, M por los intrincados ramos

van cruzando. Aquí descubre un arroyuelo cuyas (tacas


aguas, que líquidos cristales pjirecen, corren sobre hk-
nudas arenas y J)lancas pedreiuelaj , que oro cernido y
DESCRIPCIONES. i35

puras perlas semejan. Acullá ve una artificiosa fuente de


jaspe variado mármol compuesta
y de liso acá ve otra :

á lo brutesco ordenada donde las menudas conchas de


,

las almeja* con blancas y amarillas del


las torcidas casas

caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre


ellas pedazos de cristal luziente y de contrahechas esme-

raldas , hacen una variada labor, de manera que el arte


imitando á la naturaleza, parece que allí la vence. Acullá
de improviso se le descubre un fuerte castillo, ó vistoso
alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas
de diamantes , las puertas de jacintos : finalmente él es

de tan admirable compostura que con ser la materia de


que está formado, no menos que de diamantes, de car-
buncos , de rubíes , de perlas , de oro y de esmeraldas , es
de mas estimación su hechura :
y ¿hay mas que ver después
de haber visto esto, que ver salir por la puerta del cas-
tillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos
trajes , si yo me pusiese ahora á decirlos , como las his-

torias nos los cuentan,


nunca acabar, y tomar luego
seria

la que parecia principal de todas por la mano al atrevida


caballero, que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle
sin hablar palabra dentro del rico alcázar ó"
castillo , y
hacerle desnudar, y bañarle con templadas aguas, v lupgo
untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una ca-
misa de cendal delgadísimo toda olorosa y perfumada r
,

y acudir otra doncella , y echarle un mantón sobre los


hombros, que por lo- menos, dicen que suele valer una
ciudad, y aun mas? ¿qué es ver pues, cuando nos cuentan
que tras todo esto le llevan á otra sala, donde halla puestas
las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y
admirado? ¿qué, el verle echar agua á manos toda de
ámbar, y de olorosas flores distilada ? ¿qué, el hacerle
sentar sobre una silla de marfil? ¿qué, verle servir todas
136 DESCRIPCIONES,
las doncellas guardando un maravilloso silencio? ¿qué,
el traerle tanta diferencia de manjares , tan sabrosamente
guisados ,
que no sabe el apetito á cual deba de alargar
la mano? ¿cual será oir la música, queentanto que come,
suena , sin saberse quien la canta , ni adonde suena ? ¿ y
después de la comida acabada y las mesas alzadas ,
que-
darse el caballero recostado sobre la silla , y quizá mon-
dándose los dientes, como es costumbre, entrar á deshora
por la puerta de la sala otra mucho mas hermosa doncella
que ninguna de las primeras , y sentarse al lado, del ca-
ballero , y comenzar á darle cuenta de que castillo es
aquel , y de como ella está encantada en él , con otras
cosas que suspenden al caballero, y admiran á los leyentes

que van leyendo su historia ? No quiero alargarme mas


en esto, pues dello se puede colegir, que cualquiera parte
que se lea de cualquiera historia de caballero andante ,

ha de causar gusto y maravilla á cualquiera que la leyere.

El mismo, ibidcm.

Las bodas de Camacho.


le mandaba
Hizo Sancho lo que su señor y poniendo ,

Rocinante y la albarda al rucio


la silla á subieron los ,

dos, y paso ante paso se fueron entrando por la enra-


mada... Lo primero que se ofreció á la vista de Sancho,
fué espetado en un asador de un olmo entero un entero
novillo, y en el fuego donde se habia de asar, ardía \\n
mediano monte de lena y seis ollas que al rededor do
,

la boguen otaban* no se habían hecho en la común


turquesa de defQM ollas, porque eran leil medias
l;is ti-

najas ,
que en rada mía cabía un íaslio de CaHM : así

embebían y encerraban en sí carneroi enterca i¿n echarte


de ver, como si lucran palominos : las Üebrél ya sin
DESCRIPCIONES. i3 7

'pellejo, y las gallinas sin pluma, que estaban colgadas por


los árboles para sepultarlas en las ollas, no tenian número:

los pájaros y caza de diversos géneros eran infinitos col- ,

gados de los árboles para que el aire los enfriase. Contó


Sancho mas de sesenta zaques de mas de á dos arrobas
cada uno , y todos llenos , según después pareció , de ge-
nerosos vinos : así había rimeros de pan blanquísimo , como
los suele haber de montones de trigo en las heras : los

quesos puestos como y enrejados formabau una


ladrillos

muralla , y dos calderas de aceite mayores que las de ,

un tinte, servían de freir cosas de masa, que con dos


valientes palas las sacaban fritas , y las zabullían en otra
caldera de preparada miel ,
que allí junto estaba. Los
cocineros y cocineras pasaban de cincuenta , todos limpios,
todos diligentes, y todos contentos. En el dilatado vientre
del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones, que
cosidos por encima servían de darle sabor y enternecerle:
las especias de diversas suertes no parecia haberlas com-
prado por libras, sino por arrobas, y todas estaban de
manifiesto en una grande arca. Finalmente, el aparato de
la boda era rústico; pero tan abundante, que podía sus-
tentar á un ejército Estaba mirando Don Quijote,
como por una parte de la enramada entraban hasta doce
labradores sobre doce hermosísimas yeguas , con ricos y
\istosos jaezes de campo y con muchos cascabeles en los
petrales, y todos vestidos de regocijo y fiesta, los cuales
en concertado tropel corrieron , no una , sino muchas
carreras por prado con regocijada algazara
el
y grita ,
diciendo vivan Camacho y Qurteria
: él tan rico como ,

ella hermosa y ella la mas hermosa del mundo. Oyendo


,

lo cual Don Quijote, dijo entre sí : bien parece que estos


no han visto á mi Dulcinea del Toboso, que si la hu-
bieran visto, ellos se fueran á la mano en las alabanzas»
i38 DESCRIPCIONES,
desta su Quitería. De
allí á poco comenzaron á entrar por

diversas partes de la enramada muchas y diferentes danzas,


entre las cuales venia una de espadas de hasta veinte
y
cuatro zagales de gallardo parecer y brío, todos vestido»
de delgado y blanquísimo lienzo con sus panos de tocar,
labrados de varias colores de fina seda : y al que los
guiaba ,
que era un ligero mancebo ,
preguntó uno de
los de las yeguas, si se habia herido alguno de los dan-
zantes. Por ahora bendito sea Dios , no se ha herido ,

nadie , todos vamos sanos y luego comenzó á enredarse :

con los demás compañeros, con tantas vueltas y con tanta


destreza que aunque Don Quijote estaba hecho á ver
,

semejantes danzas, ninguna le habia parecido tan bien como-


aquella. También le pareció bien otra que entró de don-
celias hermosísimas, tan mozas, que al parecer ninguna
bajaba de catorce, ni llegaba á diez y ocho, vestidas todas
de palmilla verde , los cabellos ,
parte trenzados y parte
sueltos, pero todos tan rubios, que con los del sol podían
tener competencia , sobre los cuales traían guirnaldas , de
jazmines, rosas, amaranto y madreselva compuestas. Guiá-
balas un venerable viejo y una anciana matrona ,
pero
mas ligeros y sueltos que sus años prometian. Hacíales,

el son una gaita zamorana, y ellas llevando en los rostros

y en los ojos á la honestidad, y en los pies a la ligereza,

se mostraban las mejores bailadoras del mundo. Tras esta


entró otra dan/a d<- artificio , y de las que llaman habladas.
Era de ocho ninfas repartidas eo dos hileras : de la una
hilera era guía el dios Cupido, y de la otra el ínteres :

aquel adornado de alas, arco, aljaba y saetas; este ves-

tido de in as y diversas rolorcs de oro y seda. Las ninfas


que al Amor seguían traían n' las espaldas en pergamino
blanco y letras grandes escritos sus nombres. Poesía era
el título de la prifltera i el de la segunda Discreción i v\
DESCRIPCIONES. i3 9

de la tercera Buen Linaje : el de la cuarta Valentía ; del


modo mesmo venian señaladas las que al ínteres seguían.

Decía Liberalidad el título de la primera : Dádiva el de


la segunda : Tesoro el de la tercera , y el de la cuarta
Posesión pazifica. Delante de todos venia un castillo de
madera, á quien tiraban cuatro salvajes, todos vestidas
de yedras y de cáñamo teñido de verde, tan al natural,
que por poco espantaron á Sancho. En la frontera del
castillo , y en todas cuatro partes de sus cuadros traía
escrito : Castillo del buen recato. Hacíanles el son cuatro
diestros tenedores de tamboril y flauta. Comenzaba la

danza Cupido, y habiendo hecho dos mudanzas, alzaba


los ojos y flechaba el arco contra una doncella que se ,

ponia entre las almenas del castillo.... Deste modo salieron

y se retiraron todas las figuras de las dos escuadras, y


cada uno hizo sus mudanzas y dijo sus versos , algunos
elegantes y algunos ridículos Y lue^o se mezclaron
todos , haciendo y deshaciendo lazos con gentil donaire
y desenvoltura y cuando pasaba el Amor por delante
j

del castillo, disparaba por alto sus flechas; pero el ínteres


quebraba en él alcancias doradas. Finalmente, después de
haber bailado un buen espacio , el ínteres sacd un bolsón ,

que le formaba el pellejo de un gran gato romano que


parecia estar lleno de dineros, y arrojándole al castillo,
con el golpe se desencajaron las tablas y se cayeron , de-
jando á la doncella descubierta y sin defensa alguna. Llegó
el ínteres con las figuras de su valía, y echándole uña
gran cadena de oro al cuello, mostraron prenderla , ren-
dirla y cautivarla : lo cual visto
y sus vale- por el Amor
dores hizieron ademan de quitársela, y todas las demos-
,

traciones que hacían eran al son de los tamborinos, bailando

y danzando concertadamente. Pusiéronlos en paz los sal-


vajes, los cuales cou mucha presteza volvieron á armar y
i4o DESCRIPCIONES.
á encajar las tablas del castillo , y la doncella se encerró*
en él como de nuevo , y con esto se acabó la danza con
gran contento de los que la miraban.

El mismo , ibidem.

Juegos públicos de los antiguos.

Los Reyes ,
por parecerles que la melancolía en los va-
sallos suele despertar malos pensamientos, procuran tener
alegre el pueblo , y entretenido con fiestas póblicas , y
á vezes con ordinarias comedias ; principalmente solem-
nizaban el dia que fueron asumptos al reyno, con hacer
que se renovasen los juegos que los Gentiles llamaban
Olímpicos , con el mejor modo que podían : señalaban
premios á los corredores, honraban á los diestros, coro-
naban á los tiradores , y subían al cielo de la alabanza
á los que derribaban á otros en la tierra.
Hacíase este espectáculo junto á la marina en una espaciosa
playa , á quien quitaban el sol infinita cantidad de ramo»
entretejidos ,
que la dejaban á la sombra : ponian en la

mitad un suntuoso teatro , en el cual sentado el Rey y


la Real familia , miraban los apazibles juegos. Llegóse un
dia deslos , y Policarpo procuró aventajarse en magnifi-
cencia y grandeza , en solemnizarle sobre todos cuantos
hasta allí se habian hecho ; y cuando ya el teatro estaba
ocupado con su persona , y con los mejores del reyno ,

y cuando ya los instrumentos bélicos y los apacible! que-


rían dar señal que las fiestas se pojmensasen , y cuando
ya cuatro corredores, mancebos ágiles y sueltos, tenían

los pies izquierdos delante t y los derecho! altados, que


no Leí impedia otra cota el soltarse a la carrera sino soltar

una cuerda que les servia de raya y de señal, que en

buhándola hubwu de volar á un término señajado, donde


,

DESCRIPCIONES. i/fi

liabian de dar fin á su carrera : digo, que en este tiempo


vieron venir por la mar un barco que le blanqueaba
los costados el ser recien despalmado , y le facilitaban

el romper del agua seis remos que de cada banda traia

impelidos de doce, al parecer, gallardos mancebos, de


dilatadas espaldas y pechos, y de nervudos brazos; ve-
nian vestidos de blanco todos, sino el que guiaba el timón,
que venia encarnado , como marinero : llegó con furia
el barco á la orilla, y el encallar en ella, y el saltar
lodos los que en él venían en tierra , fué una mesma
cosa : mandó Policarpo que no saliesen á la carrera hasta
saber qué gente era aquella , y á lo que venia ,
puesto que
imaginó que debían de venir á hallarse en las fiestas , y
á probar su gallardía en los juegos. El piimero que se

adelantó á hablar al Rey , fué el que servia de timo-


nero, mancebo de poca edad, cuyas mejillas desembarazadas
y limpias mostraban ser de nieve y de grana , los ca-
bellos anillos de oro , y cada una parte de las del ros-

tro tan perfecta , y todas juntas tan hermosas que for- ,

maban un compuesto admirable luego la hermosa pre-


;

sencia del mozo arrebató la vista , y aun los corazones de


cuantos le miraron... Luego dijo al Rey ; « Señor, estos mis
compañeros y yo habiendo tenido noticia de estos juegos ,
,

venimos á servirte y hallamos en ellos, y no de lejas


tierras, sino desde una nave que dejarnos en la isla Scinta,
que no está y como el viento* no hizo á
lejos de aquí ,

nuestro propósito para encamiuar aquí la nave, nos aprove-


chamos de esta barca y de los remos , y de la fuerza de
nuestros brazos ; todos somos nobles y deseosos de ganar
honra, y por que debes hacer, como Rey que eres,
la

á los extrangeros que á tu presencia llegan, te suplicamos


nos concedas licencia para mostrar, ó nuestras fuerzas,
ó nuestros ingenios, en honra y provecho nuestro, y gusto
i4* DESCRIPCIONES.
tuyo.» Por cierto, respondió Policarpo, agradado joven, que
vos pedís lo que queréis con tanta gracia y cortesía», que
seria cosa injusta el negároslo-, honrad mis fiestas en lo que
quisiéredes, dejadme -á mí el cargo de premiároslo ,
que
según vuestra gallarda presencia muestra, poca esperanza
dejais á ninguno de alcanzar los primeros premios. Dobló
la rodilla el hermoso mancebo, y inclinó la cabeza en
serialde crianza y agradecimiento , y en dos brincos se
puso ante la cuerda que detenia á los cuatro ligeros cor-

redores : sus doce compañeros se pusieron á un lado á ser


espectadores de la carrera; sonó una trompeta, soltaron
la cuerda , y arrojáronse al vuelo los cinco ; pero aun no
habrían dado veinte pasos , cuando con mas de seis se

les aventajó el recien venido , y a los treinta ya les lle-

vaba de ventaja mas de quince : finalmente , se los dejó á


poco mas de la mitad del camino, como si fueran estatuas
inmovibles con admiración de todos los circunstantes....
Fué el segundo certamen el de la esgrima : tomó el ga-
nancioso la espada negra, con la cual á seis que le salieron

cada uno de por sí, les cerró las bocas, mosqueó las na-

rizes, les selló los ojos, y les santiguó las cabezas, sin
que á él le tocasen , como decirse suele , un pelo de la

ropa. Alzó la voz el pueblo, y de común consentimiento


le dieron el premio primero. Luego se acomodaron otros
•eis ala lucha , donde con mayor gallardía díó de sí mues-

tra el mozo*, descubrió sus dilatadas espaldas , sus anchos

y tortísimos pechos, y los nervios y músculos de sus fuertes


brazos , con los cuales , y con destreza y maña increible ,

hizo que las espaldas de los seis luchadores, h despecho

y pesar suyo, <|uedascn impresas en la tierra. Asió luego


de una pesada barra, que estaba hincada en el suelo, por

que le dijeron que era el tirarla el cuarto certamen ;

•Quipesóla , y haciendo de señas d la gente que estaba de-


DESCRIPCIONES. 1^3

Jante, para que le diesen lugar donde el tiro cupiese, to-


mando la barra por la una punta , sin volver el brazo atrás ,

la impelió con tanta fuerza, que pasando los límites de


la marina , fué menester que el mar se los diese , en el

cual bien adentro quedó sepultada la barra.

Esta monstruosidad , notada de sus contrarios , les des-


mayó y no osaron probarse en la contienda ;
los brios
,

pusiéronle luego la ballesta en la6 manos y algunas fle-


chas, y mostráronle un árbol muy alto y muy liso , al
cabo del cual e>laba hincada una media lanza, y en ella
de un hilo estaba asida una paloma , á la cual habian
de tirar no mas de un tiro los que en aquel certamen
quisiesen probarse : uno que presumía de certero , se ade-
lantó y tomó la mano , creo yo ,
pensando derribar la
paloma, antes que otro tiró y clavó su flecha casi en el
:

fin de la lanza , del cual golpe azorada la paloma se le-


vantó en el aire ; y luego otro no menos presumido que
el primero , tiró con tan gentil certería ,
que rompió el
hilo , donde estaba asida la paloma ,
que suelta y libre
del lazo que la detenia , entregó su libertad al viento, y
batió las alas con priesa ; pero el ya acostumbrado á ganar
los primeros premios, disparó su flecha, y como si man-
dara lo que habia de hacer, y ella tuviera entendimiento
para obedecerle , así lo hizo ,
pues dividiendo el aire con
un rasgado y tendido silbo , llegó á la paloma y le pasó
el corazón de parte á parte, quitándole al mismo tiempo
el vuelo y la vida. Renováronse con esto las vozes de los

presentes y las alabanzas del extrangero , el cual en la car-


rera, en la esgrima, en la lucha , en la barra, y eu el tirar
<le la ballestay en otras muchas pruebas que no cuento ,
,

con grandísimas ventajas se llevó los primeros premios,


quitando el trabajo á sus compañeros de probarse en ellas.
Cuando se acabaron los juegos, seria el crepúsculo de
1 44 DESCRIPCIONES,
la noche, y cuando el Rey Policarpo quería levantarse
de su asiento con los juezes que con él estaban , para pre-
miar al vencedor mancebo, vid que puesto de rodillas
ante él , le dijo Nuestra nave quedó sola y desampa-
: «

rada, la noche cierra algo escura, los premios que puedo


esperar ,
que por ser de tu mano se deben estimar en lo

posible, quiero, ó gran Señor ,


que los dilates hasta otro
tiempo , que con mas espacio y comodidad pienso volver
á servirte. » Abrazóle el Rey, preguntóle el nombre, y
dijo, que se llamaba Periandro.... Quitóse en esto la bella

Sinforosa una guirnalda de flores , con que adornaba su


hermosísima cabeza, y la puso sobre la del gallardo man-
cebo, y con honesta gracia le dijo al ponérsela « Cuando :

mi padre sea tan venturoso de que volváis á verle , veréis


como no vendréis á servirle , sino á ser servido.

Cervantes , Pérsiles y Sigismunda.

La Naumaquía.
Celebróse la fiesta , y luego salieron de entre las barcas

del rio cuatro despalmadas, vistosas por las diversas co-

lores con que venian pintadas , y los remos que eran seis

de cada banda ; ni mas ni menos las banderetas ,


que venian
mucha* por los íilaretes asimismo eran de , varias colo-

ra 1<>* doce remeros de cada una venian


; vestidos db
blanquísimo y delgado lienzo, de aquel minino modo que
yo vine, cuando entré la vez primera en esta isla luego ;

conocí que querian las barcas correr el palio ,


q'ue se mus-
tiaba poesto en el árbol de otra boma desviada de las cua-
tro, como tres carreras de caballo : era el palio de (alelan

verde listado de oro, vistoso y grande, pues alcanzaba a be-


sar, y aun á pajearte por las aguas.
ti runjor de la gente , y el son de los instrumentos
DESCRIPCIONES. i45

era tan grande ,


que no se dejaba entender lo que man-
daba el capitán del mar, que en otra pintada barca ve-
nia : apartáronse las enramadas barcas á una y otra parle
del rio, dejando un espacio llano en medio por donde
las cuatro competidoras volasen , sin estorbar la vista í
la infinita gente , que
tálamo y desde ambas
desde el

riberas, estaba atenta á mirarlas y estando ya los bo- :

gadores asidos de las manillas de los remos, descubiertos


los brazos , donde se parecian los gruesos nervios , las

anchas venas, y los torcidos músculos, atendían la señal


de la partida, impacientes por la tardanza y fogosos,
bien así como lo suele estar el generoso can de Ir-
landa cuando su dueño no le quiere soltar de la trai-
,

lla, á hacer la presa que á la vista se le muestra. Llegó

en fin la señal esperada, y á un mismo tiempo arranca-


ron todas cuatro barcas ,
que no por el agua , sino por
el viento parecía que volaban una de ellas , que llevaba
;

por insignia un bendado. Cupido , se adelantó de las de-


mas casi tres cuerpos de la misma barca , cuya ventaja
dio esperanza á todos cuantos la miraban, de que ella seria
la primera que llegase á ganar el deseado premio : otra
que venia tras ella iba alentando sus esperanzas , con-
fiada en el tesón durísimo de sus remeros ; mas viendo
que la primera en ningún modo desmayaba, estuvieron
por soltar los remos sus boyadores ; pero son diferentes
los fines y acontecimientos de las cosas , de aquello que
se imagina porque aunque
, es ley de los combates y
contiendas que ninguno de Jos que miran favorezca a nin-
guna de las partes con señales , con vozes , ó con otro
algún género, que parezca que pueda servir de aviso al
combatiente ; viendo la gente de la ribera que la barca
de la insignia de Cupido se aventajaba tanto á las demás ,
sin mirar á leyes , creyendo que ya la victoria era suya }
Tom. I io
i46 DESCRIPCIONES.
dijeron á vozes muchos : Cupido venze , el amor es in-
vencible. A cuyas vozes, por escuchallas, parece que aflo-
jaron un tanto los remeros del Amor. Aprovechóse de esta
ocasión la segunda barca, que detras de la del Amor ve-

nia , la cual traia por insignia al ínteres, en figura de

un gigante pequeño ,
pero muy ricamente aderezado , y
impelió los remos con tanta fuerza, que llegó á igualarse
el ínteres con el Amor, y arrimándosele á un costado,
le hizo pedazos todos los remos de la diestra banda, habiendo
primero la del ínteres recogido los suyos, y pasado ade-
lante , dejando burladas las esperanzas de los que primero

habían cantado la victoria por el Amor, y volvieron a


decir : el ínteres vence, el ínteres vence. La barca ter-

cera traia por insignia á la Diligencia , en figura de una


muger desnuda , llena de alas por todo el cuerpo ,
que á
traer trompeta en las manos, antes pareciera fama que
diligencia : viendo el buen suceso del ínteres , alentó su
confianza, y sus remeros se esforzaron de modo que lle-

garon á igualar con el ínteres, pero por el mal gobierno


del timonero se embarazó con las dos barcas primeras ,

de modo que los unos ni los otros remos fueron de provecho.


Viendo lo cual la postrera, que traia por insignia la Buena For-
tuna, cuando estaba desmayada y casi para dejar la em-
presa viendo el intrincado enredo de las demás barcas,
,

desviándose algún tanto dellas por no caer en el misino


embarazo, apretó, como decirse suele, los puños-, y des-

lizándose por un lado, pasó delante de todas. Cambiáronse


los gritos de los que miraban : cuyas vozes sirvieron de aliento
á sus bogadores, que embebidos en el gusto de verse mejorad os,
íes parecia que si los que quedaba na ti as entonces les llevaran
la misma \c ntija, no dudaran de alcanzarlos, ni de ganar el

premio, como lo ganaron, mas por ventura que por ligereza.

Ul mismo , ibideui.
DESCRIPCIONES. ifa

El Templo del Dios de la Guerra en Méjico.

Los templos (si es lícito darles este nombre) se levan-


taban suntuosamente sobre los demás edificios , y el mayor
donde residía la suma dignidad de aquellos inmundos sa-
cerdotes, estaba dedicado al ídolo Viztcilípuztli ,
que en
su lengua significaba Dios de la guerra, y le tenían por
el supremo de sus dioses. Primacía de que se infiere, cuanto
se preciaba de militar aquella nación Su primera
mansión era una gran plaza en cuadro con su muralla
de sillería, labrada por la parte de afuera con diferentes
lazos de culebras encadenadas, que daban horror al pór-
tico , y estaban allí con alguna propiedad. Poco antes de
llegar á la puerta principal estaba un humilladero , no
menos horroroso. Era de piedra con treinta gradas de ,

lo mismo que subían á lo alto donde habia un género ,

de azotea prolongada y fijos en ella muchos troncos de


,

crecidos árboles ,
puestos en hilera : tenian estos sus tala-
dros iguales á poca distancia y por ellos pasaban de
,

un árbol á otro diferentes varas, ensartando cada una por


las sienes algunas calaveras de hombres sacrificados; cuyo
número, que no se puede referir sin escándalo, tenian siem-
pre cabal los ministros del Templo , reuovando las que
padecían algún destrozo con el tiempo. Lastimoso trofeo
en que manifestaba su rencor el enemigo del hombre, y
aquellos bárbaros le tenian á la vista sin algún remor-
,

dimiento de la naturaleza , hecha devoción la inhumanidad,


y desaprovechada , en la costumbre de los ojos , la me-
moria de la muerte. s.

Tenia la plaza cuatro puertas correspondientes en sus


cuatro lienzos que miraban á los cuatro vientos principales.
En lo alto de las portados habia cuatro estatuas de piedra
,

1 48 DESCRIPCIONES.
que señalaban el camino , como despidiendo á los que
se acercaban mal dispuestos ; tenían su presunción de
dioses liminares ,
porque recibían algunas reverencias a
la entrada. Por la parte interior de la muralla estaban
las habitaciones de los sacerdotes y dependientes de su
ministerio, con algunas oficinas que corrían todo el ám-
bito de la plaza, sin ofender el cuadro, dejándola tan
capaz, que solian bailar en ella ocho y diez mil personas,
cuando se juntaban á celebrar sus festividades.
Ocupaba el cenlro de esta plaza una gran máquina de
piedra ,
que á cielo descubierto se levantaba sobre las
torres de la ciudad , creciendo en diminución hasta formar
una media pirámide, los tres lados pendientes, y en el
otro labrada la escalera : edificio suntuoso , y de buenas
medidas ; tan alto que tenia ciento y veinte gradas la
,

escalera , y tan corpulento que terminaba en un plan»


,

de cuarenta pies en cuadro ; cuyo pavimento , enlosado


primorosamente de varios jaspes ,
guarnecía por todas
partes un pretil con sus almenas retorcidas, á manera
de caracoles , formado por ambas hazes de unas piedras
negras , semejantes al azabache ,
puestas con orden , y
unidas con betunes blancos y rojos ,
que adornaban mucho
el edificio.

Sobre la división del pretil donde terminaba la escalera

estaban dos estatuas de mármol que sustentaban , imi-


tando bien la fuerza de los brazos, unos grandes candeleros
de hechura extraordinaria: mas adelante una losa verde,
que se levantaba cinco palmos del suelo, y remataba en
esquina , donde afirmaban al miserable qué habían de
sacrificar, para sacarle por los pechos él corazón. Y en
la (rente una capilla de mejor fábrica y materia, cubierta
por lo alto con su techumbre d<> muleras preciosas, donde

tenían el IdblÓ soBre un altar muy alto, y detrás de cor-


DESCRIPCIONES. ifo
ti'nas. Era de figura humana , y estaba sentado en una
silla con apariencias de trono , fundada sobre un globo
azul ,
que llamaban cielo ; de cuyos lados salian cuatro
varas con cabezas de sierpes, á que aplicaban los hom-
bros para cuidarle cuando le manifestaban al pueblo.
Tenia sobre la cabeza un penacho de plumas varias en
forma de pajaro, con el pico y la cresta de oro bruñido,
el rostro de horrible severidad , y mas afeado con dos
fajas azules , una sobre la frente , y otra sobre la nariz.

En la mano derecha una culebra ondeada ,


que le servia

de bastón, y en la izquierda cuatro saetas, que veneraban


como traídas del cielo, y una rodela, con cinco plumajes
blancos, puestos en cruz; sobre cuyos adornos, y la sig-

nificación de aquellas insignias y colores , decian notables


desvarios con lastimosa ponderación.
Al lado siniestro de esta capilla estaba otra de la misma
hechura y tamaño, con un ídolo que llamaban Tlaloch,
en todo semejante á su compañero. Teuíanlos por her-
manos, y tan amigos, que dividían entre sí los patrocinios
de la guerra, iguales en el poder, y uniformes en la vo-
luntad ; por cuya razón acudían á entrambos con una
victima y un ruego , y les daban las gracias de los sucesos ,

teniendo en equilibrio la devoción.


El ornato de ambas capillas era de inestimable valor,
colgadas las paredes , y cubiertos los altares de joyas y
piedras preciosas,, puestas sobre plumas de colores. Y
habia de este género y opulencia ocho templos en aquella
ciudad, siendo los menores mas de dos mil, dónde se
adoraban olios tantos ídolos, diferentes en el nombre,
figura y advocación. Apenas habia calle sin su dios tu-
telar ; ni se conocía calamidad entre las pensiones de
la naturaleza ,
que no tuviese altar donde acudir por
el remedio. Ellos se fingían y fabricaban sus dioses de
i5o DESCRIPCIONES.
su mismo temor , sin conocer que enflaquecían el podcf
de los unos con lo que fiaban de los otros.

Solis , Histor. de Méjico.

La casa del labrador Eumeno.

Aunque era ya algo tarde, no quiso Eusebio diferir su


partida para el dia siguiente, sino que tomando por guia
á un labradorcillo ,
que le dio el mismo Cura ,
partid
aquellamisma tarde en busca del viejo Eumeno , en com-
pañía de Taidor , que era el solo de sus criados que
llevaba consigo. Deliciosísimo fué aquel camino para
Eusebio , por
el motivo porque lo emprendía
así , como
por su frondosa amenidad. Recreaban su vista y alma los

amenos campos que privilegió naturaleza sobre todos los

de la tierra, dotando su terreno de inagotable fertilidad,

cuyo vigor perpetua los frutos y verdores en todas las

sazones, sin que los alteren los rigores del invierno á quien
no conocen. Las flores , apenas despuntadas , admiran
junto a sí á los frutos ya sazonados ,
pendientes de los
mismos ramos de quienes se desprenden para dar lugar ,

á la nueva generación , con que enriquezen la descansada


indusli ia de sus felízes cultivadores.
Crecia ia complacencia de Eusebio, al paso que su guia
le iba internando en una deliciosa quebrada, formada de
humildes montecillos cubiertos de espesos bosques, cuyo
suelo sin maleza ofrecía abundante pasto para <'l sanado,
y las copas de los árboles, asilo seguro y fresco á las aveí
qn- poblaban, y que ya recobradas entonces en sus
la

nidos, daban con sus últimos cantos la despedida al dia


que apartaba d< la tierra sus resplandores. La noche que
lo seguía, cubriendo el suelo de sus primeras tinieblas.
DESCRIPCIONES. i5i

Comvidábalas al descanso, al ruido de un manso arroyo


que iba despeñándose lo largo de la quebrada entre espesas
matas de juncia y de mastranzo que se recreaban en sus ,

cristalinas aguas resonaba de su dulce mormullo toda


;

aquella deliciosa soledad, que tenia encantados los sentidos


de Eusebio , y enagenada su alma de suave complacencia
y admiración.
¡
Qué envidiable sitio y recogido corazón
para el tierno

de Eusebio !
¡ Cuantas vezes llamaba dichoso al -viejo Eu-
meno, representándoselo en aquel tranquilo y frondoso
desierto, lejos de los engaños y fraudes de la ambición y
codieia de los hombres !Le distrajo de esta suave con-
templación el labradoreillo que le acompañaba, dicién-
dole : ¿veis ese gauado que baja por aquella cuesta? es

del viejo Eumeno, y se encamina a su majada. ¿De Eumeno


es ese ganado? pregunta Eusebio alborozado; ¿según eso,
poco distante debe de estar su habitación ? Vais á descu-
brirla , le responde el muchacho , desde la cima de esa
loma que nos falta por trasponer. Eusebio al oir esto ,

aviva el paso, vence la cuesta, y descubre inmediatamente


la casa de Eumeno en medio de un prado bastante espa-
cioso, poblado de árboles que se extendían en ordenadas
hileras hacia los oteros que á la redonda lo coronaban.
Acrecentó las delicias y hermosura de aquel frondoso
sitio la enagenada opinión de Eusebio, mucho mas que
su vista, admirándolo al resplandor de la luna que argen-
taba el ofuscado suelo, haciendo resaltar sus sombras,
aunque alumbradas escasamente de los últimos crepús-
culos del dia.
Azorado Eusebio de sus impacientes deseos , toma el

camino de la casa entre dos hileras de árboles , y llega


á ella finalmente. La puerta estaba abierta , y entra.
No respondió ninguno á su llamamiento i no se atreve á
,

i5a DESCRIPCIONES.
internarse , respetando aquella envidiable seguridad ;
pre-
guntó si, al muchacho ¿si conocía á alguno de la casa?
el muchacho le dice que sí, que habia estado dos vezes
con el señor Cura en ella , y que iria á avisar de su llegada.
Eusebio le deja hacer, y entretanto se sienta con Taidor
sobre un banquillo que allí habia entre algunos aperos de
labranza Informado Eusebio de lo que tanto deseaba
saber y cansado del largo viaje que habia hecho aquella
,

tarde, durmió descansadamente en la cama mejor que le


piído dar el viejo Eumeno. Al día siguiente , como le dis-

pertasen el canto de las aves, y los balidos de los corderos


y ovejas que parecian salir de la majada para ir al pasto,
se levanta inmediatamente , impelido del deseo de disfrutar
la deliciosa vista que se prometía , según la ventajosa idea

que se habia formado la tarde antes de aquel ameno valle


y sitio , cuando entraba en él al anochecer. Abierta apenas
la ventana, su alma y sentidos quedan enagenados de la
deliciosa vista de todos aquellos objetos que componían
tan venturoso elíseo.
El sol, que entonces despuntaba entre los lejanos oteros,

doraba con sus oblicuos resplandores toda aquella verdura.


El blando zéíiro, cargado de los perfumes de las flores y
yerbM olorosas de aquellos pastos , embalsamaba el am-
biente, dando suave movimiento á los árboles que poblaban
aquel an< ho piado, y que se levantaban sobre los oteros,
con quienes harían una frondosa corona en torno de la
hábil iCion de Euiti no. Entre todos aquellos verdes mon-
trallas, era el privilegiado de los caprichosos esmeros de
la naturales*, el que daba en la frente de la ventana á
íjii'- se hi nado Ensebio, y que estaba mas vecino
ii ivpcclin íomab tbfígenel bullicioso arroyo

qaa la taride ántei habia enamorado los sentidos dé Eusebio,

mi«:: n -ii- cristalinas aguas .i saltos por lo largo


de la quebrada, entre las viciosas yerbas que fertilizaba.
,

DESCRIPCIONES. 1 53

Veía ahora allí en su origen la fuente , apenas salida


de las entrañas del otero, precipitarse sobre las peñas para
llegar al herboso prado , donde á corlo trecho se dividian

sus aguas en dos ramos entorno de la casa, á la sombra


de los árboles del prado , entre Jos cuales corrían con
manso mormullo. Salía también entonces el ganado de la

majada , haciendo resonar aquel frondoso valle con sus


balidos, que unidos al susurro de la fuente, y al vario
canto de las aves que anidaban en las vecinas arboledas
formaban una hechicera armonía y vista á los ojos y oidos
del encantado Eusebio. Acabóle de enagenar entei amenté
el eco suave del caramillo ,
que á pocos pasos comen/ó
á sonar un joven pastor, nieto de Eumeno, que en róm-
panla de una graciosa zagala hermana suya, llevaba al
pasto las ovejas

Se sale del cuarto para ir á gozar mas abiertamente


aquella hermosura. Estando ya abajo, se encuentra con
una de las nietas de Eumeno , á la cual preguntó por
el viejo. Ella le lleva á la estancia donde trasquilaban la
noche antes , y donde le halló empleado en el mismo
oficio. Hizicronse mutuamente sus cariñosos cumplidos.
Satisfechos estos , díjole Eusebio ,
que deseaba ir á gozar
la vista del valle, que le había enamorado, lo que haría
con su beneplácito antes de partir. ¿Antes de partir? dijo
Eumeno , de aquí no se parte tan presto. Iremos á ver
loque deseas; pero antes vamos á tomar nuestro desayunó,
que nos espera.
Condescendió Eusebio con la oficiosa voluntad del viejo,
que se levantó inmediatamente para ir con Eusebio á
desayunarse, dispertándole el robusto Eumeno las ganas
de probar aquellos groseros manjares , á los cuales Eusebio
no estaba acostumbrado , especialmente tan de mañana.
Acabado el desayuno , hízole ver el viejo toda su casa ;
,

i54 DESCRIPCIONES,
acompañábale él mismo, permitiéndoselo la robustez que
conservaba en tan avanzada edad. Al paso que fué cre-
ciendo su familia, fué añadiendo habitación á la primera,
que hizo edificar él mismo cuando se estableció en aquel
sitio. Dilató al mismo tiempo las majadas , al paso que
iban acrecentándose sus ganados, compuestos entonces de
quinientas cabezas.
Contábale el viejo haberse establecido allí por sugerí-
miento de Don Eugenio , antes que se ausentase de España ,

cuando le obligó á tomar los quinientos pesos que le ofre-

cía , diciéndole que con aquellos , y con lo que habia


ganado en el servicio de su casa, podria formarse un di-
choso establecimiento , si limitaba sus pensamientos á Ios-

bienes del campo, donde seria rey de su familia, lejos

de la vista de objetos que pudiesen deslumhrar sus deseos.


Esto iba contando el viejo á Eusebio , mientras se enca-
minaba con el hacia la fuente, junto á la cual se sentaron
á la sombra de la mucha y espesa verdura que la cubría.
Manaba ella de la hendedura de una peña viva, de cuya
fértil cima caían pendientes las dilatadas ramas de los

diversos arbustos y floridas yerbas que la humedad fecun-


daba, y que parecían servir á la peña de brutesca guir-
nalda. Precipitábanse las cristalinas aguas sobre el pardo
repecho, á cuyo pie las recibía un remanso bastante es-
pacioso , formado también en la roca. Contábanse en su
somero y claro fondo las chinas que se desprendían con las
aguas. Salían estas del lleno remanso ,
para ir á dar eu
el valle el tributo de su saludable fertilidad al rey Eumeno
que las poseía.

Creció en sus sentidos la complacencia de Ensebio


después que , habiendo descansado á la sombra y mor-

mullo de la fílenle, le llevó" Eumeno a la eima de uno


de aquellos oteros que señoreaba á todo aquel valle cir-
,

DESCRIPCIONES. i55

rular : ni se saciaba de contemplar aquel gracioso teatro


de la naturaleza ,
pareciéndole que aquellos humildes
collados que lo cerraban por todas partes, formasen las

gradas ;
que los árboles que los cubrían con su sombra
fuesen los mirones ; y la casa de Eumeno ,
el objeto de

la animada representación, que daba aquella venturosa les

familia de pastores. Avivó mas esta idea la vista de los


tiernos corderos que habían quedado en la majada y que ,

salían entonces á pacer las yerbas y flores de aquel prado,


capitaneados de un zagalillo, biznieto del viejo Eumeno,
quien le llamó para hacérselo conocer á Eusebio.
Mas no respondiendo el avergonzado niño á las pre-
guntas que Eusebio le hacia ,
para sacarlo de aquel em-
barazo, le entregó algunas monedas de plata que llevaba,
y apretándolas el muchachuelo en la mano, se fué cor-
riendo á contarlas entre sus corderillos. No sabiendo des-
prenderse Eusebio de la vista de aquel variado y frondoso
anfiteatro , ni del otero en que se hallaba , donde la
espesura de las copas de los árboles impedían la entrada
á los rayos del sol avanzado en su carrera , rogó á Eu-
meno que se sentase allí sobre la olorosa yerba ,
para
poder disfrutar á su satisfacción de aquella vista encan-
tadora. Convidábale á mas de esto el fresco aliento del
zéfiro que lo regalaba , y que excitaba una suave cou-
mocion en sus sentidos.

D. Pedro Montengon, en Eusebio.

Estragos del Vracan en la Pensilvania.

Estando para acabarse la trilla en el caserío mas vecino,


convidó Eusebio á Leocadia para ir á gozar el contento
de los labradores en aquel trabajo; vino ella bien en acom-
pañarle, encaminándose entrambos hacia el caserío, sin re-
parar en los asomos de la tempestad que se levantaba sobre
i56 DESCRIPCIONES.
la mar , estando brillando el sol en su mayor pureza.
Eusebio , á cuyo brazo iba asida Leocadia , la defendia

con el quitasol de los ardores de sus vivos rayos. Nin-


gún viento corria ; antes bien admiraban la tranquilidad
del ambiente , sin conocer que participaba de la triste

calma que precede en la América á los uracanes que la


trabajan. Llegados al caserío, fueron recibidos con rús-
tico alborozo de los sudados
y polvorosos labradores que
estaban ocupados en la trilla , holgándose que los viesen
sus buenos araos. Sentáronse estos sobre un grueso tronco
que allí en el suelo yacia ; mas aun no habia pasado me-
dia hora que contemplaban aquella tarea, cuando co-
mienzan á revolotear las pajas de las parvas envueltas entre
el polvo arremolinado que levantaba el viento, precursor
del furioso torbellino ,
que caminando en terrible silencio,
tendía su tenebroso manto sobre la atmósfera , robando
luego el sol á los asombrados labradores ,
que interrum-
piendo su trabajo, salieron á ver lo que les amenazaba aquella
no esperada tenebrosidad.
Se manifestó luego el impetuoso uracan que despedía
eltrueno y el rayo de su rasgado seno. Las aves huían
de él con incierto y temeroso vuelo. Desampararon la
parva los labradores, y se refugiaron con sus amos en

el humilde techo. No bastaba la presencia de Eusebio ni


«us exhortaciones para sosegar el ánimo de Leocadia : el

espanto que infundía la lobreguez que cubría el cielo y


la tierra, oprimían con angustia su palpitante corazón.
Los sucesivos relámpagos alumbraban las tinieblas de la

< «i i .ida habitación, y arrecentaban el terror de Leocadia,


que llevaba ó detenía por la casaca á Eusebio, á quien
estaba asida, según eran los arrebatos del temor (pie la

ai 'uint n.i |
csperialiin-nli , cimillo comen//» la furiosa ba-
tida del granizo, que vibraban las nubes contal fuerza, que
DESCRIPCIONES. i5 7

parecía quisiesen derribar el techo , ó arrancarlo de cuajo


al soplo del uracan enfurecido.
Leocadia arrebata entonces á Eusebio hacia la estancia

en que se habian recogido los labradores que lloraban:

amargamente , venciendo con sus sollozos el ruido de la


piedra; Leocadia principió á llorar con ellos, llevándose
los silbos de los vientos y los golpes del granizo, los con-
sejos y confortaciones de Eusebio, que prometía á los

labradores satisfacerles el daño, y remediar la desgracia.


Así pasaron toda aquella tarde y noche , sin permitirles

el obstinado uracan cerrar los ojos al sueño , alimentándose


de y afanes, los cuales llegaron á abrir "bre-
solas lágrimas
cha en el corazón de Eusebio , temiendo por el fruto de
su amor que Leocadia
llevaba en su seno, y por su padre
Henriqne Miden, el cual se hallaba sumamente solícito por
la ausencia de sus amados hijos.
Comenzó á ceder al otro dia la furia de la tempestad,
que poco á poco iba perdiendo sus fuerzas. Eusebio , cuyo
benéfico y humano corazón había concebido de antemano
el remedio, fué uno de los primeros á salir de la casa,
para ver por sus ojos el daño que el uracan habia cau-
sado en los campos. Mas ¡
cómo describir el triste espectá-
culo que se le presentó á la vista ! Los campos entera-
mente despojados de su verdor , y cubiertos todavía del
duro y grueso granizo las cosechas desaparecidas de la
:

haz del suelo troncos enormes arrancados de cuajo, y


:

transportados del uracan : algunos bueyes muertos por


los campos , no habiendo podido refugiarse en los es-

tablos : carros de labranza arrumbados en los fosos, y


llevados á otras partes : la hermosa pompa del verano
convertida de repente en el ti iste horror del invierno.
Eusebio desistiendo de ir á visitar los campos ,
pues todos
le ofrecían el mismo aspecto, volvió á consolar i. los la-
1 58 DESCRIPCIONES.
bi adores, á quienes prometió suplir los danos padecidos. No
contento con oslo, despachó á dos de ellos para que fuesen
á llevar en su nombre la misma promesa y consuelo á
las demás familias. Envió otro á la granja para que par-
ticipase á Enrique Miden el estado en que se hallaban,

y le sosegasen , al tiempo que el mismo Miden enviaba á


Taidor y á Altano para que los buscasen. No sosegando
con esto el viejo ,
quiso también salir de la granja para
ver si los descubría, al tiempo que Eusebio y Leocadia,
avisados por los criados de las congojas de su padre, se
encaminaban con ellos á la granja.
Llegáronse á encontrar con esto en el camino , donde
se dieron mutuamente todas prendas y demostraciones
las

del tierno cariño que se profesaban , y del gozo y con-


suelo que sentían , al verse escapados de la pasada tem-
pestad ,
que parecía había de aniquilar la tierra.

El mismo , ibidem.

Los Jardines de Alcinoo.


i

Gustó mucho Alcinoo de la relación de Antenor, la cual


como hubiese alargado la -hora del descanso de que ne-
cesitaban los huéspedes trabajados del tempestuoso mar,
quiso Alcinoo que fuesen á tomarlo, como lo hizieron.
Al otro día llevólos á sus jardines para que disfrutasen aquel
ameno elíseo, en donde entraron por el mismo palacio,
precedidos de muchas nobles doncellas en traje de ninfas
con sus azafates y ccstíllos , para coger las frutas y flores

que mas agradasen á los huéspedes.


Respiraba el delicioso ambiente la fragancia que es-
ji.-ii •( i.i la innumerable diversidad deefcogidaí llores y frutos,
qucesinaltahanel .1 eado suelo eonsus varios y vivos colores.
Estallan divididas sus especies por prin ftdoi vallad ares de ar-
rayanes floridos; y tu otras partís por las mismas plantas
DESCRIPCIONES. 1%
enlazadas entre sí, y cercenadas en sus creces, obligán-
dolas el arte á que sirviesen de nivelados y floridos muros,
que ofreciesen al mismo tiempo á la mano los frutos, de
los cuales no por eso se mostraban escasos. No eran menos
vistosos y admirables los planteles de frutales por el orden
de sus filas,que por la igualdad de sus troncos y de sus
copas, aunque diversas en frutos y verdores
Las alamedas que de trecho en trecho acrecentaban la
hermosura y variedad á la vista, no eran prodigiosas por su
altura, mas bien sí por el enlaze de sus extendidos bra-
zos , de que pendían los sazonados frutos , hermanados con
otros de diversa especie que florecían , ó que estaban
en cierne, y por la rareza de las plantas que las forma,
ban. Ninguna yerba inútil ni desmandada se veia brotar
fuera de sus señalados recintos y dibujos ; ni tampoco en
los andones 6 calles de árboles ,
que también estaban dise-

ñados con chinas de diversos colores , consolidadas en la


arena, que servia de hermoso y cómodo piso
En otras partes el arte y la industria habian hermo-
seado lo estéril y rústico de la naturaleza , sin des-
truir su variedad, excavando en las vivas y peladas rocas
huecos capazes para la siembra 6 plantío de diver-
sas matas , arbustos y flores que presentaban á los ojo»
un nuevo prodigio de fertilidad, naciendo de las duras
entrañas de los riscos los extendidos ramos de unas , y los

festones pendientes de otras, que sin tosca confusión parecían,


servir de frondosas y floridas guirnaldas, á las duras frentes
de los peñascos, cuya rústica desnudez engalanaban y vestían.
Causaban nuevo embeleso y convidaban á perpetua man-
sión en su seno , los vallecitos poblados de cedros olo-

rosos que embalsamaban el ambiente con sus perfumes, j


el dulce murmurio de las fuentes ,
que confundido- con
la armonía de las aves , se abria el bullicioso paso entre «1
,

j6o DESCRIPCIONES,
verde musgo de las peñas ,
yendo á encarcelarse en las
canales y regueras de varios jaspes que las recibían ,
para
que con sus aguas las plantas y flores , do quiera
fertilizasen

que la mano de la industria holgaba de conducirlas. Era


sobre manera admirable y delicioso una especie de tem-
plecilo que habia hecho edificar Alcinoo en medio de
aquel prodigioso elíseo , sobre un terreno ale;o elevado
desde donde sojuzgaba aquella amena variedad de jar-
dines, donde habia determinado dar un banquete á sus
Reales huéspedes, servidos por las mismas ninfas que los
acompañaban , y por los faunos y silvanos que se dejaban
ver en aquellos bosques.
Asombrados Antenor y Penelope de los jardines que
dejaban, quedaron encantados luego que entraron en aquel
delicioso edificio digno de Jove y de los dioses , donde
,

la riqueza y elegancia se aventajaban á porfía. Prorum-

pieron ambos á dos en exclamaciones de admiración ,


cuando llegaron á sentarse á la mesa que los estaba es-

perando , servida por aquellas hermosas ninfas y deidades


de los bosques. Confesaba Antenor no haber tenido en
su vida mas dulce ni maravillosa sorpresa, ni haber visto
cosa igual en la Frigia ni en la Licia ; y que no creía
que hubiese rey en toda la tierra que la tuviese semejante.
Pero Alcinoo le decía ,
que todo aquello era solo un re-
medo de lo que contaba su padre Almoo haber visto en
la Hética, en los jardines del Rey Argentoris.

Montcngon en Autenor.
,

PINTURAS. i6t

CAPITULO IV.

PINTURAS.

Miseria de la vida humana.

klV!jelen quejarse los hombres de la flaqueza de su en-


tendimiento, por la eual no pueden comprender las cosa*
como son en la* verdad ;
pero quien bien considerare los
daños de la vida , y los males por do el hombre pasa
del nacimiento á la muerte , parecerle ha que el mayor
bien que tenemos es la ignorancia de las cosas humanas
con la cual vivimos los pocos dias que duramos , como
quien en sueño pasa el tiempo de su dolor. Que si tal
conocimiento de nuestras cosas tuviésemos como ellas son
malas, con mayor voluntad desearíamos la muerte, que
amamos la vida : por esto quisiera yo doblaros, si pudiera ,

el descuido, y meteros en tal ceguedad v tal olvido, que


no viérades la miseria de nuestra humanidad , ni sintió—
xades la fortuna su atormentadora.
Primeramente , considerando el mundo universo , y la
parte que de él nos cabe , veremos los cielos hechos mo-
radas de espíritus bienaventurados , claros , y adornados
de estrellas luzientes , donde ni hay mudanza en las cosas,

ni hay causas de su detrimento ; maá antes todo lo que


en el cielo hay persevera en un ser constante y libre de
mudanza. Debajo suceden el fuego y el aire, limpios ele-
mentos que reciben pura lumbre del cielo. Nosotros esta-
iamos acá cu la hez del mundo y su profundidad , entrfc

Tom. /. II
i6a PINTURAS.
las bestias, cubierta de nieblas, hechos moradores de la
tierra , do todas las cosas se truecan con breves mu-
danzas
A los otros animales , si naturaleza no los apartó á
mejores lugares , armólos á lo menos contra los peligros

de este suelo Los hombres solos son los que ninguna


defensa natural tienen contra sus danos : perezosos en
huir , y desarmados para esperar y aun sobre lodo esto , :

naturaleza crió mil ponzoñas y venenosos animales que


al hombre matasen como arrepentida de haberlo hecho;
,

y aunque esto no hubiera, dentro de nosotros tenemos


mil peligros de nuestra salud ¿Qué diré de la mísera
composición y fragilidad de nuestro cuerpo? ¿Qué diré,
sino que fuimos con tanto artificio hechos porque tuvié- ,

semos mas partes do poder ser ofendidos? Y aun en esta


miserable condición que pudimos alcanzar , vivimos por
fuerza ; pues comemos por fuerza que á la tierra hacernos
con sudor y fuerza , por que nos
vestimos por lo dé :

fuerza que á los otros animales hacemos, con despojo de


sus lanas y pieles , robándoles su vestido : cubrímonos de
los trios y las tempestades con fuerza que hacemos á
las plantas y a las piedras , sacándolas de sus lugares
naturales do tienen vida. Ninguna cosa nos sirve ni apro-
vecha de su gana : ni podemos nosotros vivir, sino con la
paerte de las otras cosas que hizo naturaleza aves, pezes, :

y bestias de la tierra; árboles, piedras, y todas las otras


cosas perecen para mantener nuestra miserable vida : tanto

es violenta cosa y de gran dificultad podella sostener

Luego viene la vejez, do en el hombre comienzan á ha-


cerse los aparejos de la muerte. Entonces el calor se

i-csliia, lü> fuerzas le desamparan, los dientes se le caen


romo po<<) in'< icarios , la «ame se [fl enjuga, y las otras

cosas se le vuu parando tales, cuales han de estar en lu.


,,

PINTURAS. i63

sepultura , hasta que al fin viene volando con alas á qui-


tarle de sus dulces miserias :
y aun allí en la despedida
le afligen nuevos males y tormentos. Allí vienen los dolores
crueles, allí turbaciones, allí le vienen sospiros con que

mira la lumbre del cielo, que va ya dejando, y con ella

los amigos y parientes, y otras cosas que amaba , acor-


dándose del eterno apartamiento que de ellas lia de tener,
hasta que los ojos entran en tinieblas perdurables, en que
el alma los deja retraída á despedirse del seso y el corazón
y las otras partes principales , do en secreto solia ella
tomar sus placeres. Entonces muestra bien el sentimiento
que hace por su despedida estremeciendo el cuerpo, y
á vezes poniéndolo en rigor con gestos espantables en la
cara , do se representan las crudas agonías en que dentro
anda entre el amor de la vida y el temor del infierno ,

hasta que la muerte con su cruel mano la deshace de las


entrañas. Así fenece el miserable hombre.

Fernán Pérez de Oliva , Diálogo de la dignidad


del hombre.

Excelencia del entendimiento.

Hablamos agora del entendimiento , el cual para mí es


cosa admirable, cuando considero que aunque estamos
aquí en la luz del mundo , andamos con él por todas,
partes, rodeamos la tierra, medimos las aguas, subimos
al cielo, vemos su grandeza, contamos
movimientos, sus

y no paramos hasta Dios, el cual no se nos esconde. Nin-


guna cosa hay tan encubierta ninguna hay tan apartada ,

ninguna hay puesta en tantas tinieblas , do no entre la


vista del entendimiento humano. Para ir á todos los se-
cretos del mundo , hechas tiene sendas conocidas ,
que
son las disciplinas por do lo pasea todo Todas
i6£ PINTURAS.
las cosas vemos con el alma, y en todas miramos. No
hay cosa nías extendida que es el hombre que aunque ,

parece encogido, su entendimiento le engrandeze : este es

el que le iguala á las cosas mayores : este es el que rige

las manos en sus obras excelentes : este habló la habla con


que se entienden los hombres : este halló el gran milagro

de las letras ,
que nos dan facultad de hablar con los

ausentes , y de escuchar agora á los sabios antepasados


las cosas que dijeron. Las letras nos mantienen la memoria,
nos guardan las ciencias, y lo que es mas admirable, nos
extienden la vida á largos siglos ,
pues por ellas conocemos
todo6 los tiempos pasados.

El mismo, ibidem.

Deleitosa vida de los labradores.

Los que labran los campos no son esclavos de los que


inoramos en las ciudades, sino nuestros padres, pues que
nos mantienen; y no solamente á nosotros, sino también
a las bestias que nos sirven , y á las plantas que nos dan

fruto. Grande parte del mundo tiene vida por los labra-

dores , y gran galardón es de su trabajo el fruto que del


sacan. Y no pienses que son tales sus afanes , cuales te
parre en ,
pues con sus ejercicios no sienten el frió, y del
calor se recrean en las sombras de los bosques, do tienen
por camas los prados floridos, y por cortinas los ramos
de los árboles. Desde allí oyen los ruiseñores y. las otras
aves, y tañen las flautas, ó dicen sus cantares, sueltos
«le cuidados y de ganas de valer, mas atormentadores de la

vida humana, que frió ni calor. Allí comen su pan que


con sus manos sembraron y otra cualquier vianda de
,

las que sin trabajo se pueden hallar dichosos con su t


PINTURAS. x65

estado ,
pues no hay pobreza ni mala fortuna para el que
se contenta; y así viven en sus soledades sin hacer ofensa
á nadie , y sin recibirla : donde alcanzan no mas enten-
dimiento de las cosas ,
que es menester para gozarlas.

El mismo, ibidem.

La corrupción del siglo.

Veo todas las criaturas ordinarísimamente vivir en aquellas


leyesque natura les puso al tiempo de su creación y que ,

derechamente, cada una en su especie, corren á su fin

para que fueron criadas. Solo al hombre veo tan descon-


certado, tan desvariado, y olvidado de sí, que me parece
que no fué criado para bien ninguno. Porque veo lo pri-
mero, que los que son puestos para dar lumbre al mundo
por vida y ejemplo, y para ensenar á los que desatinado»
van fuera de camino , estos son en nuestros tiempos los

mas ignorantes, los mas torpes, y los que mas inhábiles para
mundanos ejercicios se hallan Decidme, pues, ¿donde
hay mas disoluciones que en los que de ellos son disolutos?
,

¿donde hay mas intemperancia? ¿adonde la gula soltó mas


la rienda? ¿adonde los adulterios, crimines incestuosos dé
virgines vestales , ni corregidos ni reprendidos? ¿adonde la
simonía? ¿adonde el poco temor de las excomuniones, sino
en estos? ¿Quien nos enseña quebrantar lo que mandan
que hagamos, sino ellos? ¿adonde la hipocresía tiene casa
cierta., sino en ellos? ¿adonde es la pérdida de- devoción?
¿qué género de personas funda mas vanidad en sus negocios,
que ellos? ¿adonde se esfuerzan mas los temerarios favores?
¿quien mas usa dar maleficios por beneficios, que ellos?"
Pues si destotro lado me revuelvo, veo el mundo lleno
de engaño muy disimulado en los seglares. Veo la amistad
fingida : la triste envidia muy arraigada- : veo que ya my
i6S PINTURAS.
es tenido por sabio que sabe arte lucrativa de
, sino aquel
pecunia : que todos van bordados de lisonjas, todos llenos
de miedos y temores, todos llenos de esperanzas vanas
y quiméricas imaginaciones. Veo las maliciosas persecu-
ciones entre estos : los disfavores excesivos , las burlas
deshonestas, los desgaires fuera de medida : la avaricia muy
encumbrada vana gloria y jactancia muy suntuosa
, la :

los ladrones muy honrados y acompañados. Veo las igno-


rancias en el poner de las leyes , y los hacedores dellas
ser los primeros transgresores. Veo el robo y garcisobaco
asentados ocupando el tribunal de la justicia. Veo que todo
el derecho está en las armas: que el que tiene puede, y
el que puede manda. Veo mas, que las leyes son contra
como las telarañas contra las moscas. Veo asi-
los flacos,

mismo todos los estados revueltos ninguno contento con ,

lo que tiene r lo que unos alaban , de otros es muy vitu-


perado : lo que unos tienen por santidad, otros tienen
por superstición : lo que unos afirman por verdadero, otros,
tienen por falso : lo que unos tienen por lícito y honesto,
otros tienen por deshonesto. Veo lodo este genero lleno
de abominaciones, todo lleno de maldades ; todo lleno de
íé rompida y traiciones , todo lleno de amor de dinero.

Luis Mejía, Apólogo de la ociosidad y el trabajo.

Utilidad de la Historia.

Cosa es clara y conocida ser la historia luz y lumbre


de la verdad, y testimonio de las edades y siglos ,
pues
las cosas que el tiempo consume y deshace, ella las con-
serva y guarda y hace que vivan y se sostengan a pesar
,

suyo en la memoria de los hombres. Y de tal manera nos


représenla las COSO» pasadas ,
que nos liaee parecer que
vimos y alcanzamos aquellos tiempos cu que acontecieron,
,

PINTURAS. 167

buena fama y gloria es tan


y que vivimos en ellos. Si la

gran bien, cuanto encarece Salomón y alaban todcs los


sabios, y si naturalmente todos desean perpetuar su nom-
bre y memoria , ¿
qué fuera desto , si no fuera por la

historia? Ciertamente fuera como viento, que se siente

cuando pasa, pero no se puede detener ni guardar. ¿Qué


memoria ni cuenta tuviéramos de los grandes hechos de
los romanos ni griegos, ni de tos otras naciones ni gentes,

si no fuera por ella? ¿De donde supiera yo la clemencia


de César, ni la magnanimidad y largueza de Alejandro,
ni la justicia y bondad de Trajano, ni las otras virtudes

y excelencias destos y de los otros ilustres y grandes


hombres, para imitarlos y alabarlos , si ella faltara de .en
medio? Por cierto todo lo pasado fuera como cosa que
y que después de despiertos , no se acuerda
se suena ,
ni

se sabe contar. Y no solamente fueran los pasados privados


de su fama y loor , pero infinitos grandes hechos no se
hizieran , que la emulación de fama y memoria agena ha
hecho hacer ; porque ya se sabe que los trofeos de Mil-
cíades incitaron á Temístocles, y la historia que Homero
escribió de Aquiles, á Alejandro Magno, y ]a suya á Julio
César, y así otras á otros, á hacer grandes hazañas
Pues volviendo á la policía y conversación humana
¿qué fuera della, si las crónicas y memoria de las cosas
pasadas Faltasen ? La nobleza y, antigüedad de los linajes

no se pudiera sostener ni conocer, ni tampoco la posesión


y derecho de las cosas : ni supiéramos Jas origines de las
gentes , de los rey nos , ni pueblos ; aun las leyes para go-
vernallos no se pudieran guardar. Eu todo hubiera desorden
y confusión De manera que no sin razón, antes con
mucha verdad , se dice también ser la historia maestra

y diseñadora de la vida ; pues allende de lo que tenemos


apuntado , á todos los estados , oficios y edades es necesaria.
1 68 PINTURAS.
Ella da mozos prudencia de ancianos, y los hac<t
á* ios

experimentados sin tener experiencia y su falta hace á ;

los viejos parecer mozos é imprudentes : porque, como


dijo Cicerón , no saber hombre lo que pasa antes que
naciese , es ser siempre niño. De manera que la historia

hace á los hombres


y prudentes y avisados por-
sabios, :

que por ejemplos y muestras de las co9as pasadas, da aviso


y regla para determinar las presentes, y aun, lo que es
mas y parece imposible, que se entiendan y adevinen el fin
y suceso que han de haber adelante los negocios y hechos...
Este fruto y provecho es común a todo género de hom-
bres. Los reyes y los príncipes hallan en la historia otros

a quien imiten y con quien compitan en virtudes y exce-


,

lencias, y otros malos de cuyas costumbres huyan y de


cuyos fines y fama escarmienten el capitán , avisos y :

ardides, y actos de esfuerzo y fortaleza, de que se apro-


veche y use, mostrados los errores
y peligros, para que
Se sepa guardar de ellos gobernadores y magistrados,
: los

leyes y costumbres y maneras de gobernar que tengan por


dechado La historia verdadera ninguna virtud deja sin
su loor, ni vicio sin reprensión : á todo da su perfecto
valor y lugar. Es testigo contra los malos y abono de
los buenos ; tesoro y depósito de las grandes virtudes y
hazañas.

Pedro Mcjía, Hist. Imperial y Cesárea.

El Juizio final.

Piensa cuan terrible será aquel dia, en el cual se ave-

riguaran las cosas de todos los hijos de Adain , y se con-


cluir. ¡n los procesos de nuestras vidas, y se dará sentencia
«lilinitiva de lo que para siempre lia de ser. At|ucl dia
abrazará en sí lo* dias de todos los siglos ,
presentes ,
,

PINTURAS. i%
pasados y venideros, porque en él dará el mundo cuenta

de todos estos tiempos , y en él derramará Dios la ira

y la saña que tiene recogida en todos los siglos. ¡


Tan
arrebatado saldrá entonces aquel tan caudaloso rio de
Ja indignación divina , teniendo tantas acogidas de ira

y saña, cuantos pecados se han hecho desde el principio


del mundo I
Considera Jas señales espantosas que precederán
este dia ;
porque, como dice el Salvador, antes que venga
este dia , habrá señales en el sol y en la luna , y en las

estrellas , y finalmente en todas las criaturas del cielo y de la

tierra porque todas ellas sentirán su fin antes que fenezcan


;

y se estremecerán y comenzarán á caer , antes que caigan.


Mas los hombres , dice , andarán secos y ahilados de muerte ,
oyendo, los bramidos espantosos de la mar, y viendo las

grandes olas y tormentas que levantará : barruntando por


esto las grandes calamidades y miserias que amenazan al
mundo andarán atónitos y
tan tenebrosas señales. Y así

espantados, las caras amarillas y desfiguradas, antes de


la muerte muertos, y antes del juizio sentenciados, mi-
diendo los peligros con sus propios temores y tan ocupados ,

cada uno con el suyo ,


que no se acordará del ageno ,
aunque sea padre d hijo. Nadie habrá para nadie ,
porque
nadie bastará para sí solo
Después de esto considera cuan estrecha será la cuenta
que allí á cada uno se pedirá... Pues ¿qué sentirá entonces
cada uno de los malos , cuando entre Dios con él en este
examen, y allá dentro de su conciencia diga así ven :

acá hombre malo ¿qué viste en mí. porque así me des-


preciaste, y te pasaste al bando de mi enemigo? Yo te
crié á mi imagen y semejanza yo te di la lumbre de la :

fe, y te hize cristiano, y te redimí con mi propia sangre....


Testigos son esta cruz y clavos que aquí parecen : testigos

estas llagas de pies y manos que en mi cuerpo quedarou:


,

17» PINTURAS.
testigos los cielos y la tierra delante quien padecí. Pues,
¿qué hiziste de esa anima tuya ,
que yo con mi sangre
hize mia? ¿en cuyo servicio empleaste lo que yo compré
tan caramente? ¡O generación loca y adúltera! ¿porqué
quisiste mas servir á ese enemigo tuyo con trabajo ,
que
á mí tu Redentor y Criador con alegría? Llámeos tantas
vezes , y no me respondisteis toqué á vuestras puerfas ;

y no despertasteis. Menospreciasteis mis consejos y todas mis


promesas y amenazas : pues decid ahora , vosotros , ángeles,
juzgad vosotros, juezes entre mí y mi viña ¿qué mas :

debía yo hacer por ella que lo que hize? Pues ¿qué res-
ponderán aquí los malos, los burladores de las cosas di-

vinas, los mofadores de la virtud, los menospreciadores


de la simplicidad , los que tuvieron mas cuenta con las

leyes del mundo que con las de Dios , los que á todas
aus vozes estuvieron sordos , á todas sus inspiraciones insen-
sibles , á todos sus mandatos rebeldes , y á todos sus azote9

y beneficios ingratos y duros ?

y. Fr. Luis de Granada, Meditaciones.

El descendimiento de la Cruz.

Cuando la Virgen le tuvo en sus brazos ¿


qué lengua
podrá explicar lo que sintió? jO ángeles de la paz! llorad
con esta sagrada Virgen. Llorad cielos, y llorad estrellas

del cielo : y todas las criaturas del mundo acompañad el

llanto de María. Abrázase la madre con el cuerpo des-


pedazado : apriétalo estire -llámenle entre sus pechos; para
esto solo le quedaban (uer/as. Mete su cara entre las

espinas de la sagrada cabeza : júntase rostro con rostro x

tíñese la rara de la sacratísima madre eon la sangre del

hijo, y riégase la del hijo con las lagrimas de la madre.


¡O dulce madre! ¿es este por ventu.a vuestro dulcísimo
PINTURAS. 171

hijo? ¿es este el que concebísteis con tanta gloría, y paristeis

con tanta alegría? Pues ¿qué se hizieron vuestros gozos

pasados ? ¿ donde se fueron vuestras alegrías antiguas ?

¿donde está aquel espejo de hermosura en que os mírabades?


Lloraban todos los que presentes estaban : lloraban,

aquellas santas mugeres : lloraban aquellos nobles varones :

lloraba el cielo y la tierra : y todas las criaturas acom-


pañaban las lágrimas de la Virgen. Lloraba otrosí el santo
Evangelista , y abrazado con el cuerpo de su maestro decía :

¡ O
buen maestro y señor mío ¿ quien me enseñará ya !

de aquí en adelante? ¿á quien iré con mis dudas? ¿en


cuyos pechos descansaré? ¿quien me dará parte de los
secretos del cielo? ¿Qué mudanza ha sido esta tan extraña?

Antenoche me tuviste en tus sagrados pechos, dándome


alegría de vida ; y ahora te pago aquel tan grande be-
neficio, teniéndote en los míos muerto! ¿Este es el rostro

que yo vi transfigurado en el monte Tabor? ¿está aquella


figura mas clara que el sol de medio dia? Lloraba también
aquella santa pecadora y abrazada con los pies del Sal-
,

vador, decía: ¡O lumbre de mis ojos, y remedio de mi


ánima! Si me viere fatigada ¿quien me recibirá? ¿quien
curará mis llagas ? ¿
quien responderá por mí ? ¿
quien
me defenderá de los fariseos ? ¡
O cuan de otra manera
tuve yo estos pies y los lavé, cuando en ellos me recibiste!

¡O amado de mis entrañas! ¡quien me diese ahora que

yo muriese contigo O vida de mi ánima ¿ cómo puedo


!
¡
!

decir que te amo , pues estoy viva, teniéndote delante de


mis ojos muerto? De esta manera lloraba y lamentaba toda
aquella santa compañía , regando y lavando con lágrimas
el cuerpo sagrado.

El mismo, ibideui.
iy* PINTURAS.

Entrada gloriosa de Jesu Cristo en el Limbo.

Mas claro se mostró el sol en este dia ,


que en todos
los otros : razón fué que le sirviese al Señor con su luz
en el dia de su alegría , como le sirvió escondiendo sus
rayos en eL dia de su pasión. Los cielos que se cubrieron-
de luto viendo padecer á su Señor, por esconder su des-
nudez, en este dia con doblada claridad resplandecieron,
viéndole salir del sepulcro vencedor;. En tal dia como
este ¿quien no se alegrará? En este se alegró toda la hu-
manidad de Cristo , alegráronse todos los discípulos de
Cristo, alegróse el cielo, alegróse la tierra , hasta al mismo
infierno cupo parte de esta general alegría.
Descendió ,
pues , el noble triunfador á los infiernos 1

vestido de claridad y fortaleza.... En el punto que el Señor


allí bajó, luego aquella eternal noche resplandeció, v el

estruendo de los que lamentaban cesó , y toda aquella-


cruel tienda de atormentadores tembló con la bajada del
Salvador. Allí se turbaron los principados de Edom tem- ,

blaron los poderes de Moab , y se pasmaron los moradores


de la tierra, de Canaan.
Y todos en medio de sus tinieblas , comenzaron entre
51 á mormurar y decir «¿Quien es este tan fuerte, tan
:

resplandeciente, tan poderoso? Nunca tal hombre como


este se vio en nuestro infierno : nunca a estas cuevas tal per-
sona nos envió el mundo nuestro tributario: acreedor es
este, no deudor : quebrantado!' nuestro, no pecador i
juez

parece, no culpado : a pelear viene, no á penar. Decid,


¿odon estaban nuestras guardas y porteros ruando este
le ,

conquistador rompió nuestras puntas y cerraduras? ¿Cómo


ha entrado por luer/.a? ¿quien sera este que tanto puede?
Si este fuese culpudo, no seria tan osado : u tuviera al-
PINTURAS. i
73

guna escuridad de pecado , no resplandecerían nuestras


tinieblas con su Mas si es Dios
luz. , ¿ qué hace en el

infierno? Si es hombre ¿cómo tiene tanto atrevimiento?


Si es Dios, ¿qué hace en el sepulcro? y si es hombre,
¿ cómo despoja nuestro limbo ? ¡ O cruz , cómo tienes

burladas nuestras esperanzas , y causada nuestra perdición !

En un árbol alcanzamos todas nuestras riquezas ; y ahora


<jn el de la cruz las perdimos».
Tales cosas decían y mormuraban entre sí aquellas com-
pañías infernales , cuando el noble triunfador entró á
libertar sus cautivos. Allí estaban recogidas todas las almas
de los justos que desde el principio del mundo hasta aquel
(lia habian salido de esta vida. Allí estaba un profeta
aserrado : otro apedreado : otros quebradas las cervizes con
una barra de hierro : y otros que con otras maneras de
muertes gloriosas glorificaron al Señor ; O compañía glo-
riosa !
j
O nobilísimo tesoro !
¡
O riquísima parte del triunfo
de Cristo! Allí estaban aquellos dos primeros padres, po-
bladores del mundo, que así como fueron los primeros
en la culpa , así lo fueron en la fe y esperanza. Allí
estaba aquel santo viejo ,
que con la fábrica de aquella
grande arca ,
guardó los que después volvieron á poblar
el mundo, acabadas las aguas del diluvio. Allí estaba el

padre de los creyentes, el cual primero mereció recibir


el testamento de Dios y en su carne , la señal y divisa
,

de los del pueblo de Dios. Allí estaba su obediente hijo


Isaac ,
que llevando sobre sus hombros la leña en que
había de ser sacrificado , representó el sacrificio y remedio
del mundo. Alli estaba el santo padre de las doce tribus,
que ganando con ropas agenas y hábito extrangero la ben-
dición de su padre, figuró el misterio de la humanidad

y encarnación del Verbo divino. Allí estaba, también como


huésped y nuevo morador de aquella tierra , el sanio
,

i-4 PINTURAS.
Baptista, y el bienaventurado Simeón, que no quiso salir

del mundo hasta ver con sus ojos el remedio de él , y


recibirlo en sus brazos, y cantar, antes que muriese,
suavísimamente aquel tan dulce cántico. Allí tenia también
su lugar el pobreeiilo Lázaro del evangelio, que por la

paciencia de sus llagas mereció ser participante de tan


noble compañía y esperanza.
Todo este coro de almas santas estaba allí gimiendo y
suspirando por este dia , y en medio de todos ellos

aquel santo Rey y Profeta David repetía sin cesar aquella


su antigua lamentación , diciendo : « así como el ciervo
desea las fuentes de las aguas , así desea mi alma á tí
mi Dios. Fuéronme mis lágrimas pan de dia y de noche,
en cuanto dicen á mi alma ¿ adonde está tu Dios ? » ¡O
santo Rey ! si esa es la causa de tu lamentación , cese ya
ese cantar t porque aquí está ya tu Dios presente y aquí ,

está tu Salvador. Muda ya ese cantar y canta el que


,

mucho antes en espíritu cantaste , cuando escribiste :


« Bendijiste , Señor , tu tierra , sacaste de captivcrio á
Jacob ;
perdonaste la maldad de tu pueblo ; disimulaste
la muchedumbre de sus culpas». Y td , santo Ilieremías,
que por este Señor fuiste apedreado , cierra ya el libio

de tus lamentaciones por la destruicion de tu ciudad y


templo, porque presto verás otro mejor templo reedificado ,
y otra mas hermosa Hierusalem por todo el mundo renovada.

El mismo, Serm. de la Resurrección.

El amor de Dios inspirado por todas las


criaturas.

Todas tus criaturas me <l¡< en, Señor, que te ame, y


en rada una de ellas ven una lengua que publica tu bondad
PISTURAS. 175

y grandeza. La hermosura de los cielos , la claridad del


sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, el res-

plandor de los planetas , las corrientes de las aguas , las

verdinas de los campos, la diversidad de las flores, va-


riedad de colores , y todo cuanto- tus divinas manos fabri-

caron ¡
o Dios de mi corazón y esposo de mi alma !
,

me dicen que te ame. Todo cuanto veo me convida con


tu amor. No puedo abrir mis ojos, sin ver predicadores
de tu muy alta sabiduría , ni puedo abrir mis oidos , sin

oir pregoneros de tu bondad ,


porque todo lo que hiziste
rae dice, Señor, quien eres.
Todas las cosas criadas primero enseñan el amor del
Criador que el don. La Escritura dice , hablando de la
creación del mundo que el espíritu del Señor andaba
,

sobre las aguas como está la voluntad tan amorosa del


,

artífice sobre la masa de oro ,


para sacar las imágenes-
acabadas y perfectas porque atendamos que sobre tenias
;

las cosas andaba nadando el divino amor el cual con ,

ley suave las sustenta y gobierna. Todo nace de fuente


viva de amor y todo
,
lo que tiene ser viene esmaltado
de amor ; y de manera ,
que si la vista de nuestra alma
no estuviese ciega de la vileza y polvo de su propia pasión
y amor , lo primero que veria en todo lo criado , seria
el amor del Criador.
De aquí es que tus amigos, Señor, con mayor ingenio
y mas sutil arte que aquel famoso filósofo llamado Tirodas,
el cual enseñó á sacar fuego del pedernal , de cada cria-
tura , aunque pequeña , hacen saltar centellas de fuego de
amor. Pues si la tierra me sustenta y sirve con sus frutos,
el buen hortelano solícito es el santo amor, el cual una
vez se lo mandó, cuando la crió. Si el aire rae refresca
y da vida, el amor se lo mandó... Si el agua nos sirve y
da sus pezes , y corre con grande ímpetu para el mar de
176 PINTURAS.
doude salió , todo es para cumplir el mandamiento del
amor. Finalmente , si el fuego da calor , si el cielo da
]uz é influencia , criando diversos metales en la tierra ,

todo es para mi servicio, y para regalo de un solo amigo,


que aquel amor infínito nuestro Dios , en esta tierra crió. ,

¿Qué son, Señor, sino brasas encendidas, los elementos,


aves , animales , cielos y plantas , con que pusiste fuego
á mi helado corazón ,
para lo disponer á amar á quien
tantos dones le envia, por hacerle diestro amador ¿ Qué
son el sol y la luna
y tierra , sino joyas de tu , cielos

mano, para nos intimar tu grande voluntad y amor? Cada


mañana hallarás , anima mia , á la puerta de tu casa á
todo el universo, las aves, animales, campos y cielos,
que te esperan para servirte ,
para que td pagues por
todos el servicio de amor libre ,
que tú sola , en lugar de
todas , debes á tu criador y suyo.
Todas las cosas te despiertan el amor de tu Dios
Convídate á su amor el clamor grande de todas sus cria-
turas, así superiores como inferiores, las cuales con vozes
manifiestas te declaran su majestad, su hermosura y su
grandeza. Los cielos cuentan, Señor, tu gloria, y el fir-

mamento denuncia las obras de tus manos , y no hay


hablas ni lenguajes donde no sean oidassus vozes, y tanto,
que son inexcusables todos los hombres. Callando mani-
fiestan, Señor, los cielos tu gloria, y nos dicen cual será
el aposento de tus escogidos, pues tanta hermosura dejas
i los ojos de los mortales. ¡
O cuan rico eres , mi
Dios ,
pues de tan ricas lámparas te sirves !
¿ De qué
ti.i/a ¿Quien pudo hacer tan
piulo salir labor tan prima?
ln mota claridad
i
y tan diversos movimientos, sin errar mi
,

punto? Cofl ratOO pregunta Job, y dice ¿quien contará la :

<ji (Irn (!<• Id, ricl.j), , y dirá sus movimientos ? ¡


O ¡usado < ora-

BOU mío ! ¿cómo el deseo Út ttt tanto primor y grandeza no


,
,

PINTURAS. 177
te lleva á aquellas celestiales moradas? ¡ O cuan grande
es la casa del Señor y cuan inmenso el lugar de su ha-
,

bitación ! Veré los cielos , obra de tus dedos , y la luna ,

y las estrellas que tú criaste. Todo lo que mis ojos ven


me dice que te ame.

P. Diego de Eslella , Meditaciones del amor


de Dios.

La vida Pastoril.

Por lo que mira á las condiciones de la vida pastoril


es vida sosegada y apartada de ruidos de ciudades , y de
los vicios y deleites de ellas. Es inocente, así por esto
como por parte del trato y granjeria en que se emplea.
Tiene sus deleites, y tanto mayores, cuanto nacen de
cosas mas sencillas y mas puras y mas naturales de la ;

vista del cielo libre , de la pureza del aire , de la figura

del campo , del verdor de las yerbas, y de la belleza de


las rosasy de las flores. Las aves con su canto , y la*
aguas con su frescura , le deleitan y sirven y : asi por
«sta razón es vivienda muy natural , y muy antigua entre
los hombres
Mas, ¡con qué juicio los poetas, siempre que quisieron
decir algunos acidentes de amor , los pusieron en los pas-
tores ! que no hay personas mas á propósito ni en quien ,

se represente mejor aquesta pasión. Porque puede ser que


en las ciudades se sepa mejor hablar; pero la fineza del
sentir es del campo y de la soledad. Y á la verdad lo9
poetas antiguos , tanto con mayor cuidado, atendieron
mucho á huir de lo lascivo y artificioso de que está lleno
el amor que en las ciudades se cria, que tiene poco de
verdad, y mucho de arte y de torpeza. Mas el pastoril 9

como tienen los pastores los ánimos sencillos , y no contar


Tom. 1. 12
,

f^8 PINTURAS.
minados con vicios , es puro y ordenado á buen fin ; y
Como gozan del sosiego y libertad de negocios ,
que les

ofrece lá vida sola del campo , no habiendo en él cosa


que. les divierta , es muy vivo y agudo. Y ayúdales á
ello también la vista desembarazada ,
que de continuo
gozan del cielo y de la tierra, y de los demás elementos ,
que es ella en sí una imagen clara, 6 por mejor decir,
una como escuela de amor puro y verdadero ; porque los

demuestra á todos amistados entre y puestos en orden


sí ,

y abrazados, como si dijéramos, unos con otros, y con-


certados con armonía grandísima, y correspondiéndose á
vezes , y comunicándose sus virtudes y pasándose unos ,

en otros, y ayuntándose y mezclándose todos, y con su


mezcla y ayuntamiento sacando de continuo á luz , y
produciendo los frutos que hermosean el aire y la tierra :

así que los pastores son en esto aventajados á los demás

hombres.
Por lo que toca a su oficio, aunque es oficio de gobernar
y regir, pero es muy diferente de los otros gobiernos.
Porque , lo uno , su gobierno no consiste en dar leyes ,

iBÍnoen apacentar y alimentar á los que gobierna y lo :

segundo, no guarda una regla generalmente con todos y


di todos los tiempos, sino en cada tiempo y en cada oca-
sión ordena su gobierno, conforme al caso particular del
que rige. Lo tercero, no es gobierno el suyo que se reparte

y ejercita por muchos ministros , sino él solo administra

todo lo que á su grey le conviene : que él la apasta,

y la Abreva, y la baña, y la trasquila, y la cura, y


castiga, y la reposa, y la recrea y hace música, y la
ampara y defiende.

Fr. Luis de León, Nombres de Cristo.


!,

PINTURAS. 179
La cautividad del pueblo Hebreo.

\
Quien vid salir de Jerusalen al pueblo de los judíos

¡
Quien vio llevar á Babilonia los pocos que habían que-
dado vivos y escapados de las llamas que abrasaron aquel
,

famoso templo , y soberbias torres , y suntuosas casas de


aquella miserable ciudad, ejemplo del furor y saña del
airado Dios del cielo! Iban atadas las manos blandas de
las doncellas tiernas, hinchadas con los ásperos y apre-
tados ñudos de los cordeles; descalzos los delicados pies,
regando con la roja sangre el suelo y senda que guiaba
á Babilonia. Los inocentes niños , asidos á las ropas
y
faldas de las desventuradas madres , eran compelidos á
seguir los largos pasos del crudo vencedor, y á quedar
tendidos en aquellos campos ,
para ser comidos de las fieras

y de los perros. Los viejos ancianos reservados por algún,

hado cruel para ver tan desastrados casos, iban, atadas


las sagradas gargantas, ahogados del dolor, dando mor-
tales suspiros. Quedaban degollados los mas valientes,
y
toda la flor y fuerza de su ejército ; y los sacerdotes muer-
tos ,
porque en medio de las sagradas víctimas que ofrecían
á Dios en su santo templo, llegando á deshora el bárbaro
enemigo, no respetando al cielo, ni á las venerables canas,
ni á ias consagradas estolas con que estaban adornados
los degollaban entre los sacrificios; y salia la sangre justa
á mezclarse con la de los novillos ,
que sacrificaban para
aplacar la gran majestad de Dios airado. Iban, pues,
cautivos aquellos desdichado»; y puesto que con el miedo
que llevaban, no osaban hablar palabra (porque ni aun
para quejarse se les daba licencia ) á lo menos ios ojos ,
que
como tan libres no podían ser impedidos, hacían su oficio
derramando lágrimas, y regando con ellas los caminos y
campos por donde pasaban.
Malón de Chaide, Tratado de la Magdalena.
18© PINTURAS.

La Historia.

Entre los muchos que se publican del bien y pro-


loores

vecho de la historia, uno llamarla luz de la verdad,


es

maestra de la vida, vida de la memoria, descubridora y


mensanjera de la antigüedad. Y si quisiésemos envolver
todo esto , y decirlo en una sola palabra , la podríamos
llamar atalaya , ó torre altísima de donde levantados mi-
ramos todo cuanto se ha representado en este gran teatro
del mundo, y cuanto es digno de volver á ello los ojos,

y tenerse en memoria desde su principio hasta hoy.


Deseabagran Doctor y padre S. Jerónimo levantarse
el

con Heliodoro en una roca alta, y tener allí debajo de


sus pies toda la tierra , y mostrarle desde allí todas las
miserias y tragedias tristes de su tiempo : las ruinas del
mundo cómo se despedazan
: unos reynos con otros :

cómo unas gentes hacen gueira á otras gentes: ver cómo


se atormentan unos , se desvanecen y ciegan otros .: á
unos sorben las ondas de este mar hinchado , á otros
llevan cautivos : aquí se casan , rien ,
juegan ; allí están
llenos de tristeza y de llanto unos gozan de riquezas y
:

deleites sin medida y sin rienda otros mueren de hambre,


;

pobres y miserables.
Pues si seria esta una vista de extraño entretenimiento,
y un libro de lección extraordinaria, ¿cuanto es mayor
y de mas aviso la historia, que levanta á un hombre, no
solo a contemplar lo presente, sino también todo lo pa-
jado, y le da una como moral evidencia para juzgar de lo
por venir? Los que no nos levantamos a tanto, ayuda-
remos con alguna pequeña parte , como quien añade un
escalón cu esta tone tan alia.

P, José de Sigüenza, Ilist. de la orden


de S. Jerónimo*
,

PINTURAS. iBr

Estado de la España al avenimiento de Don


Rodrigo.

Tal era el estado -de las cosas de España á la sazón que


D. Rodrigo , excluidos los hijos de Witiza , se encargó
del reyno de los godos por voto, como muchos sienten,

de los Grandes ,
que ni las voluntades se podían soldar
por estar entre sí diferentes con las parcialidades y ban-
dos , ni tenian fuerzas bastantes para contrastar á los ene-

migos de fuera.
Hallábanse faltos de amigos que los socorriesen , y
ellos

por sí mismos tenian los cuerpos flacos , y los ánimos afe-


minados á causa de la soltura de su vida y costumbres,.
Todo era convites, manjares delicados y vino, con que
tenian estragadas las fuerzas , y con las deshonestidades
de todo punto perdidas y á ejemplo de los principales,
;

los mas del pueblo hacían una vida torpe y infame. Eran
'
muy á propósito para levantar bullicios, para hacer fieros

y desgarros ;
pero muy inhábiles para acudir á las armas

y venir á las pufiadas con los enemigos.


Finalmente, el imperio y señorío ganado por el valor

y esfuerzo , se perdió por la abundancia y deleites que


de ordinario le acompañan. Todo aquel vigor y esfuerzo
con que tan grandes cosa* en guerra y en paz acabaron,
los vicios le apagaron y juntamente desbarataron toda
,

la disciplina militar, de suerte que no se pudiera hallar


cosa en aquel tiempo mas estragada que las costumbres
de España, ni gente mas curiosa en buscar todo género
de regalo.
Paréceme á mí que por esos tiempos el reyno y nación
de los godos era grandemente miserable ;
pues como quier
que por su eífuerza hubiesen paseado gran parte de la
,,

i8a PINTURAS.
redondez del mundo , y ganado grandes victorias , y con
ellasgran renombre y riquezas ; con todo eso no faltaron
quienes , por satisfacer á sus antojos y pasiones en corazones
endurecidos ,
pretendiesen destruirlo todo. Tan grande era
la dolencia y peste que estaba apoderada de los godos.
Tenia el nuevo Rey partes aventajadas , y prendas de
cuerpo y alma que daban claras virtudes el cuerpo en- :

durecido con los trabajos, acostumbrado al hambre, frió,


y calor y falta de sueño. Era de corazón osado para aco-
meter cualquiera hazaña : grande su liberalidad, y extraor-
dinaria Ja destreza para granjrar las voluntades, tratar
y
llevar al cabo negocios dificultosos.
Tapera antes que le entregasen el gobernalle mas luego ;

que le hizieron rey. se trocó, y afeó todas las sobredichas


virtudes con no menores vicios. En los que mas se señaló
fué en la memoria de las injurias , la soltura en las des-

honestidades , y la imprudencia en todo lo que emprendia.


Finalmente , fué mas semejante á "Witiza, que á su padre
ni á sui abuelos.

Mariana , Hist. gencr. de España.

Los maks del Amor.

De este amor , ó desear la corporal belleza , han nacido


nacen y nacerán en el mundo , asolación de ciudades
ruina de estados, definición de imperios, muertes de
amigos ; y cuando esto generalmente no suceda , ¿
qué
<1< bichas mayores? ¿qué tormentos mas graves? ¿qué
iin < iiilios, qm' zelos ,
qué pinas, qué muertes puede
imaginar el hombre y el humano entendimiento, que á
las que padece <•!mkcrable ámente puedan compararse*?...
Engañados y traídos los míseros amantes con una dulce

y falsa risa , con un solo volver de ojos , con dos mal


,

PINTURAS. 1 83
formadas palabras ,
que en sus pechos una falsa y flaca

esperanza engendran, arrójanse luego á caminar tras ella,


y después á poco trecho, y á pocos
aguijados del deseo,
días , hallando la senda de su remedio cenada
y el ,

camino de su gusto impedido, acuden luego á regar su


rostro con lagrimas, á turbar el aire con suspiros, fatigar
los oídos con lamentables quejas ; y lo peor es ,
que si

á caso con las lágrimas, con los suspiros y las quejas,


no pueden venir al fin de lo que desean, luego mudan
estilo, y procuran alcanzar por malos medios, lo que
por buenos no pueden de aquí nacen los odios , las iras
;

las muertes , así de amigos , como de enemigos : por


esta causa se ha y visto, se ve á cada paso, que las
tiernas y delicadas mugeres se ponen á hacer cosas tan
extrañas y temerarias , que aun solo el imaginarlas pone
espanto. Por esta se ven los santos y conyugales lechos
de roja sangre bañados , ora de la triste mal advertida
esposa, ora del encantado y descuidado marido. Por venir al
fin de este deseo, es traidor el hermano al hermano,. ei
padre al hijo, y el amigo al amigo. Este rompe enemisr
tades, atropella respetos, traspasa leyes r olvida obliga-
ciones , y solicita parientas.... ¿Hay por ventura Tántalo,
que mas fatiga tenga entre las aguas y el manzano puesto,
que tiene el miserable amante entie el temor y la espe-
ranza colocado? Son los servicios del amante no favorecido
los cántaros de las hijas de Danao , tau sin provecho
derramados, que jamas llegan á conseguir, una mínima
parte de su intento. ¿Hay águila que así destruya las
entrañas de Ticio, como destruyen y roen los zelus las
de los amantes zelosos? ¿Hay piedra que tanto cargue las
espaldas deSísifo, coma carga el amor continuo los pen-
samientos de los enamorados? ¿Hay rueda de Jxion que
mas presto se vuelva y atormente, que las prestas y varia»
,!,

ittf PINTURAS.
imaginaciones de los temerosos amantes ? ¿ Hay Minos ni
Radamanto ,
que así castiguen y apremien las desdichadas
condenadas almas , como castiga y apremia el amor al
enamorado pecho , que al insufrible mando suyo está su-
jeto ? No hay cruda Megera ni rabiosa Tisifone , ni ,

vengadora Alecto ,
que así maltraten el ánima do se
encierran , como maltrata esta furia , este deseo á los sin
ventura que le reconocen por señor, y se humillan como

vasallos.... ¡O amarga dulzura, o venenosa medicina de


los amantes no sanos , o triste alegría , o flor amorosa
que ningún fruto señalas , sino de tardo arrepentimiento
Estos son los efectos de este dios imaginado , estas son
sus hazañas y maravillosas obras.
Y aun también puede verse en la pintura con que figu-
raban á este su vano dios los antiguos , cuan vanos ellos

andaban : pintábanle niño, desnudo, alado, bendados los


ojos , con arco y saetas en manos , por darnos á en-
las

tender , entre otras cosas ,


que en siendo uno enamorado
se vuelve condición de un niño simple y antojadizo,
de la

que es ciego en las pretensiones, ligero en los pensa-


mientos , cruel en las obras , desnudo y pobre en las,

riquezas del entendimiento


¿Quien sino este amor es aquel, que al justo Lot hizo
romper el casto intento, y violará las propias hijas suyas?
Este es , sin duda , el que hizo que el escogido David
fuese adúltero y homicida : y el que forzó al libidinoso

Amon a procurar el torpe ayuntamiento de Tamar , su


querida hermana :
y el que puso la cabeza del fuerte
Sansón en las traidoras faldas de Dálida ,
por donde ,

perdiendo é\ su fuerza, perdieron los suyos su amparo,


y al cabo é\ y otros muchos la vida. Esle fué el que
Jmovii) la lengua de Herodes, para prometer á la bailadora
niña la cabeza del precursor de la vida. Ett» hace que
PINTURAS. i85

se dude de la salvación del mas sabio y rico rey de los

reyes, y aun de todos los hombres. Este redujo los fuertes

brazos del famoso Hércules acostumbrados á regir la

pesada maza, á torcer un pequeñuelo uso, y ejercitarse


en mugeriies ejercicios. Este hizo que la furiosa y ena-
morada Medea esparciese por el aire los tiernos miembros
de su pequeño hermano. Este Cortó la lengua á Progne,
Aragne y á Hipólito, infamó á Pasifae destruyó á Troya, ,

y mató á Egisto. Este hizo cesar las comenzadas obras


de la nueva Cartago, y que su primera reyna pasase su
casto pecho con la aguda espada. Este puso en las manos
de la nombrada y hermosa Sofonisba el vaso de mortífero
veneno, que le acabó la vida. Este quitó la suya al valiente

Turno, y el reyno á Tarquino, el mando á Marco Antonio,


y la y la honra á su amiga. Este, en fin, entregó
vida
nuestras Españas á la barbara furia agarena , llamada á
la venganza del desordenado amor del miserable Rodrigo.

Cervantes y en Calatea.

La tempestad en el mar.

Cambándose el viento y enmarañándose las nubes , cerró

la noche escura y tenebrosa , y los truenos dando por


mensajeros á los relámpagos tras quien se siguen comen- ,

zaron á turbar los marineros, y á deslumhrar la vista


de todos los de la nave, y comenzó la borrasca con tanta
furia, que no piído ser prevenida de la diligencia y arte
de los marineros, y así á un mismo tiempo los cogió la

turbación y la tormenta pero no por eso dejó cada uno


;

de acudir á su oficio, y á hacer la faena que vieron ser


necesaria , si no para escusar la muerte, para dilatar la

vida ; que los atrevidos que de unas tablas la fian , la

sustentan cuanto pueden, hasta poner su esperanza en un


,

1 86 PINTURAS.
madero, que acaso la tormenta desclavó de la nave, con
el cual se abrazan , y tienen á gran ventura tan duros
abrazos. Mauricio se abrazó con Tránsila su hija , Antonio
con Riela y con Coslanza su madre y hermana solo , ; la

desgraciada Auristela quedó sin arrimo , sino el que le

ofrecía su congoja, que era el de la muerte, á quien ella

de buena gana se entregara , si lo permitiera la cristiana ley

y católica religión, que con muchas veras procuraba guar-


dar y así se
; recogió entre ellos y hechos un ñudo , ó ,

por mejor decir, un ovillo, se dejaron calar así hasta la

postrera parte del navio, por escusar el miedo espantoso


de los truenos, y la interpolada luz de los relámpagos,
y el contuso estruendo de los marineros ; y en aquella
semejanza del limbo se escusaron de no verse , unas vezes
tocar al cielo con las manos , levantándose el navio sobre
las mismas nubes, y otras vezes barrer la gavia las arenas
del mar profundo. Esperaban la muerte cerrados los ojos,
ó por mejor decir, la temían sin verla; que Ja figura de
la muerte, en cualquier traje que venga es espantosa, y
la que coge á un desapercibido en todas sus fuerzas y
salud , es formidable.

La tormenta creció de manera ,


que agotó la ciencia

de los marineros, la solicitud del capitán, y finalmente


la esperanza de remedio en todos : ya no se oian vozes

que mandaban, sino gritos de plegarias y votos que hacían

y á los cielos se enviabany llegó a tanto esta miseria


,

y estrecheza ,
que Tránsila no se acordaba de Ladislao
ni Auristela de Periandro ; que uno de los efectos poderosos
de la muerte, es borrar de la memoriu todas las cosas

de la vida, y pues llega á haeer «pie no se sie.ila la pasión


y.elosa , téngase por que puede lo imposible. No hubia allí
lelox de arena que distinguiese las horas, ni aguja que
liase ti viento ) OÍ buen tino que aliñase el lugar donde
,,

PINTURAS. 187

estaban ; todo era confusión , todo era grita , todo suspiros

y todo plegarias. Desmayó el capitán, abandonáronse los


marineros , rindiéronse las humanas fuerzas , y poco á
poco el desmayo llamó al silencio ,
que ocupó las vozes
de los mas de los míseros que se quejaban. Atrevióse el
mar insolente á pasearse por cima déla cubierta del navio,

y aun á visitar las mas altas gavias , las cuales también

ellas, casi corno en venganza de su agravio, besaron las

arenas de su profundidad : finalmente al parecer del dia


si se puede llamar dia el que no trae consigo claridad
alguna, la nave seestuvo queda y estanco, sin moverse
á parte alguna ,
que es uno de los peligros fuera del ',

de anegarse ,
que le puede suceder á un bajel : finalmente
combatida de un uracan furioso, corno si se volviera con
algún artificio ,
puso la mayor en la
gavia las hondura de
aguas, y la quilla ,
descubrió á los cielos quedando hecha se-
pultura de cuantos en ella estaban..... Sepultóse la nave
como queda dicho, en las aguas, quedaron los muertos
sepultados sin tierra, deshiziéronse sus esperanzas, que-
dando imposible á todos su remedio ;
pero los piadosos
cielos que de muy atrás toman la corriente de remediar
nuestras desventuras , ordenaron que la nave fuese llevada
poco á poco de ya mansas y recogidas , á la
las olas ,

orilla del mar en una playa , que entonces por su apa-


zibilidad y mansedumbre podia servir de seguro puerto
y no lejos estaba uno capazísimo de muchos bajeles, en cuyas
aguas, como en espejos claros, se estaba mirando una ciu-
dad populosa ,
que por una alta loma sus vistosos edificios
levantaba.

Cervantes, Pérsilcs y Sigism.


1 88 PINTURAS.

El Solitario

En esto estaban , cuando entró por la puerta de] mesón


un hombre cuya larga y blanca barba mas de ochenta
,

años le daba de edad venia vestido ni como peregrino, ni


:

como religioso, puesto que lo uno y lo otro parecía : traia


la cabeza descubierta , rasa y calva en el medio , y por
los lados luengas y blanquísimas canas le peudian sus- ;

tentaba el agobiado cuerpo sobre un retorcido cayado que


de báculo le servia : en efecto , todo él y todas las partes

representaban un venerable anciano, digno de todo res-


peto
Llegaron en fin a la selva donde hallaron una hermita
no muy grande , dentro de la cual vieron una puerta que
parrcia serlo de una cueva escura ', antes de entrar en la
hermita dijo Soldino á todos los que le habían seguido :

estos arboles con su apazible sombra os servirán de dorados


techos, y la yerba deste amenísimo prado, si no de muy
blancas, a lo menos de muy blandas camas: yo llevaré
conmigo á mi cueva á esos señores, porque les conviene,
y no porque los mejore en la estancia ; y luego llamó
á Periandro, á Aunslela, á Constanza, á las tres damas

francesas, á Ruperta, á Antonio y á Croriano, y dejando


otra mu'.'ha gente fuera, se encerró con estos en la cueva,
cerrando tras sí la puerta de la hermita y la de la cueva....

Soldino con todo aquel escuadrón de damas y caballeros


bajó por las gradas de la escura cueva, y á menos de
Ochenta gradas se descubrió
el cielo luzienle y claro, y

se vieron unos amenos y tendidos prados que entretenían


la vista y alegraban laa almaf, y baratando Soldino rueda
«le lo, faenen él bnbian bajado, l<
i
s dijo i «señores, esto
no ej ciicuuUmuilu , y eslu cueva por donde aquí hemos
PINTURAS. 189

venido , no sirve sino de atajo para llegar desde allá arriba


á este valle que veis ,
que una legua de aquí tiene mas
fácil , mas llana y mas apazible entrada yo levanté ;

aquella hermita , y con mis brazos y con mi continuo


trabajo cavé la cueva y hize mió este valle, cuyas aguas
y cuyos frutos con prodigalidad mesustentan. Aquí huyendo
de la guerra , hallé la paz ; la hambre que en ese mundo
de allá arriba , si así se puede decir , tenia , halló aquí

á la hartura : aquí en lugar de los príncipes y monarcas


que mandaban el mundo, á quien yo servia, he hallado
á estos árboles mudos, que aunque altos y pomposos,
son humildes : aquí no suena en mis oidos el desden de
los emperadores, «ti enfado de sus ministros: aquí no veo
dama que me desdeñe , ni criado que mal me sirva : aquí soy
yo señor de mí mismo: aquí tengo mi alma en mi palma,
j aquí por via recta encamino mis pensamientos y mis
deseos al cielo : aquí he dado fin al estudio de las ma-
temáticas , he contemplado el curso de las estrellas , y el

movimiento del sol y de la luna : aquí he hallado causas


para alegrarme y causas para entristecerme ,
que aunque
están por venir, serán ciertas, según yo pienso que corren
parejas con la misma verdad Hallé tan buena com-
pañía en estos a'rboles y en estas yerbas y plantas , en
«stas claras fuentes , -en estos bulliciosos y frescos arro-
y uelos, que de nuevo me tuve lástima á mí mismo, de
no haber sido vencido en muchos tiempos antes pues ,

con aquel trabajo hubiera venido antes al descanso de


gozallps. ¡O soledad, alegre compañía de los tristes! ¡O

silencio, voz agradable á los oidos donde llegas, sin que


la adulación ni la lisonja te acompañen !..., Si os mara-
villare el verá un español en esta agena tierra, advertid
que hay y lugares en el mundo saludables mas que
sitios

•Qtrüs , y este en que estamos 1q es para mí oías que


i go PINTURAS.
ninguno ; las alquerías , caserías y lugares que hay por
estos contornos, habitan gentes católicas y santas;
las

cuando conviene recibo los sacramentos, y busco lo que


no pueden ofrecer los campos para pasar la humana vida.
Esta es la que tengo de la cual pienso , salir á la siempre
duradera.

El mismo, ibidem.

El desembarco de los Tarcos en la costa de


Cataluña.

Poco mas de media noche seria , hora acomodada a*

facinerosos insultos, y en la cual la trabajada gente suele


entregar los trabajados miembros en brazos del dulce sueño,
cuando improvisamente por todo el pueblo se levantó una

confusa vozería diciendo : al arma, al arma, que turcos


hay en la tierra.

Los ecos destas tristes vozes ¿


quien duda que no cau-
saron espanto en los mugeriles pechos , y aun pusieron
confusión en los fuertes ánimos de los varones ? No sé
qué os diga , señores , sino que en un punto la miserable
tierra comenzó i arder con tanta gana ,
que no parecía
sino mesmas piedras con que
que las las casas fabricadas
estaban, ofrecían acomodada materia al encendido fuego
que todo lo consumía.
A la luz de las furiosas llamas se vieron relucir los

bárbaros alfanjes, y parecerse las blancas tocas de la turca


gente, que encendida con segures ó háchasele duro acero,
las puertas de las casas derribaban, y entrando en ellas,

de cristianos de spojtl salían cargados. Cual llevaba la


fatigada madre, v cual el pequfiñuelo hijo, que con can-
tados y débiles gemidos, la madre por el hijo y el hijo

por la madie prerunl.dia | y alguno bé que hubo que con


PINTURAS. igt

sacrilega mano estorbó el cumplimiento de los justos de-


seos de la casta recien desposada virgen , y del esposo
desdichado, ante cuyos llorosos ojos, quizá vio coger el
fruto de que el sin ventura pensaba gozar en término breve.
La confusión era tanta, tantos los gritos y mezclas de
las vozes tan diferentes ,
que gran espanto ponian. La fiera

y endiablada canalla, viendo cuan poca resistencia se les


hacia, se atrevieron á entrar en los sagrados templos, y
poner las descomulgadas manos en las santas reliquias ,

poniendo en el seno el oro con que guarnecidas estaban , y


arrojándolas en el suelo con asqueroso menosprecio. Poco
le valia al sacerdote su santimonia, y al fraile su retrai-
miento, y al viejo sus nevadas canas, y al mozo su ju-
ventud gallarda, y al pequeño niño su inocencia simple;
que de todo llevaban el saco aquellos descreidos perros ,
los cuales , después de abrasadas las casas , robados lo*
templo? , desfloradas las vírgenes , muertos los defensores ;

mas cansados que satisfechos de lo hecho , al tiempo que


el alba venia , sin impedimento ninguno se volvieron á
sus bajeles ¿Quien en tan triste espectáculo pudiera
tener quedas las manos, y enjutos los ojos?

Cervantes, ibidem.

El hombre material é intelectual.

No puedoenseñarte tu alma, que ni es visible, ni tiene


cuerpo mas procurare' que tu cuerpo mismo te enseñe
;

la dignidad de tu alma,
y que con las potencias de ella,
vuelva por la honra que le quitas con tus sentidos, ha-
ciéndole habitación de un bruto. No puedo ponerte en
paz mas cortesmente, que con esta discordia. Tú quieres
ser todo cuerpo , y tu cuerpo anhela á ser alma aprende
;
,

\gi PINTURAS.
de él á tener buenos pensamientos. Yo te probaré que
desde su primera formación y en todos sus estados
, , y
con su fin, y en él te contradice, y reprende, y enseña
todo lo contrario de lo que dices. Ni te viste engendrar,
concebir, ni nacer; de aquí procede que á la naturaleza
atribuyes todo tu ser : á la fortuna y al acaso, todos tus
sucesos; y á Dios nada.
Quiero volverte al vientre de tu madre , y á la semen-
tera de tu cuerpo; la naturaleza es venerable. Escribiré los
secretos de tu formación, con términos, no solo honestos,
sino reverentes á tus oídos , reconociendo que peligro
mas en la vergüenza ,
que en la prueba.
Fuiste masa de horror y asco y ponzoña , forzosos
ingredientes de muerte; desta manera, en la oiicina de
venas y arterias , hierves informe embrión , aun para
imaginado desapazible. Desta verdad cada dia pueden
informarte tus ojos en abortos, ó casuales, ó con malicia
prevenidos á la madurez de la animación. Verás un caos
confuso , en que solo conocerás materiales para provocar
el vómito : cosa tan suya ,
que la señal del preñado mas
frecuente son vómitos y ascos. Luego que los dias disponen
este aparato con órganos capazes del alma, Dios se la

infunde y empieza á vivir, y proporcionarse, y enno-


blecerse con la asistencia del alma, que explayándose
le va fabricando con todas sus dimensiones , hasta que
con moverse y sentirse , conoce la mejora que adquiere
con la compañía del espíritu. Hasta ahora ni en el ,

paito, DO eslá diferente át los Otros. animales vegetativos

y sensitivo». Bo las operaciones uo usa de la razón, no


porque no tiene alma racional , sino porque aun no
tiene órganos rapa/es di <0 USOl Después que ha enjugado
los pe. Ik,s <le IU madre, ó si esta tuvo por OCUpacioQ
ne a su crianza , los de su amu empieza
, á ser juguete
3 ,,

PINTURAS. i
93
entretenido , dos vezes hermoso por la vida nueva que
estrena , y por la recomendación de la inocencia ,
que
agracia sus juguetes. Pasa los siete años de su primer
climatérico, y empieza á resplandecer, como en cente-
llas, la lumbre del entendimiento, y poco á poco se va
dilatando como llama espléndida, ó atizada de la imitación
utilmente envidiosa, ó fomentada á soplos con palabras
de la boca del maestro, ó asistida de la atención pro-
pia. Mírale hombre , y considera la armonía de aquel
vivo edificio, admirando en cuan poco bulto se ven
epilogados el superior é inferior orbe , abreviados sin
ofensa de su dignidad , menos espaciosos , no menos cul-
tos. Óyele, y verás que su discurso, á pesar de la
altura y profundidad , ha escudriñado los claustros del
cielo, y acechado los mas callados pasos de sus luzes

y la recatada inclinación de sus aspectos, y desenvuelto,


no solo los senos de la tierra, sino sus entrañas, hallando
aquellos metales y piedras, á quien por veneno precioso,
para esconderle, echó la naturaleza los montes. El juntó
con un leño las infinitamente distantes orillas : burló las

amenazas de las borrascas, y sirvióse de las iras del viento


deteniéndole en las velas para caminar tanto como le

estorva su paso : halló en la piedra ¡man los amores con


el norte, y en los éxtasis de la aguja, dividió las guhs
de camino tan borrado de noticias y señales. Si vuelan
las aves en los campos vacíos del aire , y en las vecindades

del cóncavo de la tierra, encuentran con el señorío del


hombre deslizándose los pezes por los sinuosos volúmenes
:

del mar no pueden huir el vasallaje del entendimiento


,

humano. Las fieras horribles en las unas , armadas de


iras , formidables en las fuerzas y ligereza , que fian su
seguridad del ceño de los montes, y las serpientes que
escupen muerte y miran con ella, todas á su pesar, no
Tom. /. 1
,

t
9{ PINTURAS,
solo reconocen el dominio de la razón de el hombre, sinq
que le sirven esclavas. La majestad de los elementos no
ha podido exentarse de su imperio. Al entendimiento hu-
mano sirve la tierra, ó ya pechera, tributándole el fruto
de tan innumerables labores, ó* ya sosteniendo el peso de
tantas ciudades. Las aguas en su obediencia atienden á
la tarea de oficios mecánicos, ó moliendo las semillas,
ó aserrando árboles , ó llevando maderas á cuestas , apren-
diendo á servir por su albedrío, en los rios las crecientes,

en el mar las borrascas. El mandó trabajar al aire en las


bombas, y le enseñó á que su fuga por evitar el vacuo,
sacase tras sí las aguas, volando sin sentir su peso : él

le aprisionó en los fuelles para multiplicar el fuego , y


animar en incendio una chispa : le recogió en las velas,
para que cuanto mas le detuviesen, llevase mas velozmente
sus bajeles ; y halló que en el estorvo de su jornada con-
sistía la expedición de la suya. Al fuego que no se deja
tratar, que como monarca de todos, tiene su trono con-
fín con las estrellas, le halló escondido en las entrañas del
pedernal : hizo que concibiese del llamas la yesca , con
que contradice las tinieblas de la noche , y suple las au-
sencias del sol : disimuló en menudo polvo sus impaciencias

y aprisionó su ímpetu en los cañones de metal , que con


trueuos y relámpagos imitan los enojos de las nubes: con
él huí ló las defensas do las armas y de las murallas, hizo
«pie por la puntería diesen mas muertes los ojos que las

manos, y pasó la gloria del valiente al certero :


y á tan
M \. ro v il. apiadado elemento, hizo juglar y ocasión de
11 i en las fiestas, atándole en un papel.
ser y tu vida desde este
Vuelve, pues, ñ desatar tu
estado en que dominas con solo tu entendimiento, aves,

ptv.es, animales, tierra, agua, fuego y aire, á lo que

fuiste antes que el alma racional te ennobleciese ;


hallare
PINTURAS. i
95
una masa vergonzosa de asco y horror , sazonada con ve-
neno. Pues dime : alma que habilitó á tanta grandeza
materiales tan disformes , confeccionados con ingredientes
de muerte, ¿cómo puede ser de su condición y naturaleza
mortal ?

D. Francisco de Quevedo Villegas, Inmorlalid. del alma.

La paz y la guerra.

No estima la quietud del puerto quien no ha padecido


en la tempestad , ni conoce la dulzura de la paz quien
no ha probado lo amargo de la guerra. Cuando está ren-
dida ,
parece bien esta fifia enemiga de la vida; en ella
se declara aquel enigma de Sansón del Icón vencido , en
cuya boca, después de muerto, hacían panales las abejas;
porque acabada la guerra , abre la paz el paso al co-
mercio , toma en la mano el arado, ejercita las artes, de
donde abundancia, y de ella las riquezas; las
resulta la
cuales, perdido el temor que las habia retirado, and in
en las manos de todos. Aun las cosas que carecen de
sentido se regozijan con la paz. Qué fértiles y alegres
¡

se ven los campos que ella cultiva Qué hermosas las


!
¡

ciudades, pintadas y ricas con su sosiego! y al contrario,

j
qué abrasadas las tierras por donde pasa la guerra ! Apenas
se conocen hoy en sus cadáveres las ciudades y castillos
de Alemania. Tinta en sangre mira Borgoña la verde ca-
bellera de su altiva frente, rasgadas y abrasadas sus antes
vistosas" faldas, quedando espantada de sí misma. Ningún
enemigo mayor de la naturaleza ,
que la guerra ; quien
fué autor de lo criado, lo fué de la paz : con ella se

abraza Son medrosas las leyes, y se retiran y


la justicia.

callan, cuando ven las armas; por esto dijo Mario, excu-
sándose de haber cometido en la guerra algunas cosas
196 PINTURAS.
contra las leyes de la patria ,
que no las había oido con
el ruido de las armas. En la guerra no es menos infeli-
zidad de los buenos , matar ,
que ser muertos. En Ja
guerra, los padres entierran á los hijos, turbado el orden
de mortalidad ; en la paz , los hijos á los padres : en la paz
se consideran los méritos, y se examinan las causas; en
la guerra la inocencia y la malicia corren una misma
fortuna en la paz se distingue la Nobleza de la Plebe ;
:

en la guerra se confunde, obedeciendo el mas flaco al


mas poderoso : en aquella se conserva , en esta se pierde

la religión : aquella mantiene, y esta usurpa los dominios.


La paz quebranta los espíritus de los vasallos , y los hace
y leales y la guerra los levanta, y hace ino-
serviles (i) ;

bedientes. Por esto Tiberio sentia tanto que se perturbase


la quietud que habia dejado Augusto en el Imperio. Con
la paz crecen las delicias , y cuanto son mayores , son
roas flacos los subditos y mas seguros. En la paz pende
todo del príncipe en la guerra de quien tiene las armas :
;

y así Tiberio disimulaba las ocasiones de guerra, por no


cometerla á otro. Poco dura el imperio que tiene su con-
servación en la guerra. Mientras está pendiente la espada ,

está también pendiente el peligro. Aunque se pueda vencer,


se ha de abrazar la paz ,
porque ninguna victoria tan
íeliz, que no sea mayor el daño que se recibe en ella :

ninguna victoria es bastante recompensa de los gastos


1m < hos. Tan dañosa es la guerra, que cuando triunfa
derriba los muros, como se derribaban los de Roma.

D. Diego de Saavedra y Fajardo , Emprcs. polit.

(t) Dt-cilcj ol servicio.


PINTURAS. 19?

drmonia del Universo.

Este tan admirable concierto con que se mueve y se

gobierna tanta y tan varia multitud de criaturas , sin


embarazarse unas á otras, antes bien dándole lugar, y
ayudándose todas entre sí, es otro prodigioso efecto de
la infinita sabiduría del Criador, con la cual dispuso todas
las cosas en peso, con numero y medida ;
porque , si bien
se nota , cualquiera cosa criada tiene su centro" en orden
al lugar, su duración en el tiempo, y su fin especial en
el obrar y en el ser. Por eso veras que están subordinada*
unas á otras, conforme al grado de su perfección. De los
elementos, que son los ínfimos en la naturaleza,' se com-
ponen los mixtos, y entre estos los inferiores sirven á los
superiores. Esas yerbas y esas plantas que están en el mas
bajo grado de la vida ,
que solo gozan la vegetativa mo- ,

viéndose y creciendo hasta un punto fijo de su perfección


en el durar y crecer, sin poder pasar de allí, estas sirven

de alimento á los sensibles vivientes, que están en el se-


gundo orden de la vida, gozando de la sensible sobre la
vegetante, y son los animales de la tierra, los pezes del
mar, y las aves del aire: ellos pacen la yerba, pueblan
los árboles, comen sus frutos, anidan en sus ramas, se
defienden entre sus troncos, se cubren con sus hojas, y
se amparan con su toldo; pero unos y otros, árboles
y
animales se reducen a servir a otro tercer grado de vi-
vientes mucho mas perfectos y superiores, que sobre el
crecer y el sentir, añaden el raziozinar , el discurrir y
tíl entender ; y este es el hombre, que finalmente se ordena
y se dirige para Dios conociéndole, amándole y sirvién-
,

dole. De esta suerte, con tan maravillosa disposición y


concierto está todo ordenado , ayudándose las unas cria-
«98 PINTURAS.
turas á las otras para su aumento y conservación. El agua
necesita de la tierra que la sustente : la tierra del agua
que la fecunde : el agua se aumenta del agua y del aire
:

se ceba y alimenta el fuego Todo está así ponderado y


compasado para la unión de las partes y ellas ,
lo está»
en ordena la conservación de todo el universo
Así es que todo él se compone de contrarios, y se con-
cierta de desconciertos no hay cosa que no tenga su
;

contrario con quien pelee, ya con victoria, ya con ren-


dimiento : todo es hacer,, y padecer; si hay acción, hay
repasion. Los elementos, que llevan la vanguardia, co-
mienzan á ha tallar entre sí : sígnenlos los mixtos, destru-
yéndose alternativamente: los males acechan a loa bienes,

y aun la desdicha á la suerte. Unos tiempos son contrarios


á otros , los mismos astros guerrean y se vencen. De lo

natural pasa la oposición á lo moral ;


porque,, ¿que hombre
hay que no tenga su émulo? ¿donde irá uno que no
guerree? En la edad, se oponen los viejos a los mozos:
en la complexión ,

los flemáticos á Jos coléricos : en el

estado, los rños á los pobres; y así en todas las demás


calidades lo?, los otros, ¿ Pero qné mucho,
unos son contra
si mismo hombre, de las puertas á dentro de
dentro del
su terrena casa, está mas encendida esta discordia? ¿Qué
dices? ¿un hombre contra sí mismo? Sí, que por lo que
tiene de inundo, aunque pequeño, todo él se compone
de contrarios. Los humores comienzan la pelea la parle :

inferior esta siempre d>- ceño con la superior, y á la

ra/on se le atreve el apetito, y tal ve/, la atropella. El


mismo inmortal espíritu no está Ubre de esta tan general
discordia, pues combaten entre sí, y <" él muy vivas
las pasiones; el temor las ha contra el valor.: la tristeza

contra lu alearía: ya apetece, ya altoi rece : ya vencen


los |i< ios, |H luunl.oi l.is virtudes, lodo d atina, y
,;

PINTURAS. 199
todo guerra : de suerte que la \ ida del hombre no es otro,
que una milicia sobre la haz de la tierra. Mas o mara- ¡

villosa , infinitamente sabia providencia de aquel gran


moderador de todo lo criado, que, con tan continua y
varia contrariedad de todas las criaturas entre sí, templa,

mantiene y conserva toda esta gran máquina del mundo!


Trazó las cosas de tal modo el supremo artífice , que
ninguna se acabase , que no comenzase luego otra de :

suerte ,
que de las ruinas de la primera se levanta la

segunda. En una palabra , el mismo fin es principio ; la

destrucción de una criatura es generación de la otra


cuando parece que se acaba todo, entonces comienza de
nuevo, la naturaleza se renueva, el mundo se remoza,
la tierra se establece , y el divino gobierno es admirado

y adorado
Aquí también se declaró admirable la divina asistencia,
en disponer, no solo los puestos y los centros de las cosas,
sino tambim los tiempos. Sirve el dia para el trabajo, y
para el descanso la noehe : en el invierno arraigan las
plantas, en la primavera florecen , en el eslío fructifican,

en el otoño se sazonan y se logran. ¡Y cuanto no favorece


la variedad dé las lunas á la abundancia de las frutas,

y á la salud de los vivientes! "Unas son frias, otras abra-


sadas ; estas hümedas , aquellas airosas y serenas, segun
los doce meses. Las aguas limpian y fecundan, los vientos

purifican y vivifican la tierra estable, donde se sustentan

los cuerpos, hacen el aire flexible para que se muevan,


y diáfano para que puedan verse : de suerte que sola una
omnipotencia divina, una eterna providencia, una inmensa
bondad pudieran haber dispuesto una tan gran máquina
nunca bastantemente admirada alabada y aplaudida. ,

¡ Tanta multitud de criaturas , con tanta diferencia !

I
tauta hermosura con tanta utilidad ! ¡ tanto concierto
! :

20o PINTURAS.
con tanta contrariedad tanta mudanza con tanta per-
!
¡

manencia !
¡ un criador de todo tan manifiesto en sus ,

criaturas, y tan escondido: conocido y no visto : oculloy


manifiesto : tan lejos y tan cerca! ¡O portentos pava
siempre dignos de aclamarse

P. Baltasar Gradan, en el Criticón.

Muerte de Raquel, dolor de Alfonso VIH.


El alboroto
avisó á Raquel de su riesgo cuando luege. ,

vid entrar armada una multitud impetuosa, embarazadas


con los puñales las mismas manos que antes la rogaban
con memoriales. Raquel que miró en la ira de los rostros
el de sus tormentos, quedó turbada, quedó airada y llo-

rosa y fué la primera vez que no persuadieron sus lagrimas.


,

Y viendo que su ruego pasaba á ser desaire, compuso el


traje, serenó el semblante, y descansó el aliento; y fiando
su seguridad en su razón, pudo solo decirles brevemente
« ¿Vosotros me queréis matar porque amo á Alfonso, ó
porque él me ama? Si porque le amo, no es delito; si
porque me ama, no es delito mió. Diréis que á esto os

obliga el amor de vasallos y siendo en vosotros razón


;

que el amor os disculpe ¿la podrá haber para que á mí


me mate? Si correspondo á sus cariños ¿no los debo obe-
decer como preceptos? y si no los correspondo, ¿es justo
achacarme una ceguedad que él se labró sin mi permiso?
Pero ¿para qué me valgo de la duda? Yo le quiero, yo
Je amo, yo soy la mitad de SU vid.», maladme, pues,
matadme , y mataréis entrambos que este lazo que á
.1 :

mí me ilustra, mas fácil es romperle que desalarle; mas


ny que si me matáis para que Alfonso me olvide, no es
!

I)in medio que me vea morir «le enamorada »... En fin,


11

mimó Raquel, muerte provechosa al pueblo, y culpable


PINTURAS. lo i

á los ejecutores, que evitaron un delito con otro delito:


abominable especie de remedio es deber la salud á la en-
fermedad. Vuelve Alfonso á palacio : ¡o infelize joven !

Pregunta por Raquel ; nadie responde : búscala despavo,


rido, y encuéntrala difunta. No conoce su desgracia en
su palidez que es también el color de los amantes ,
no la
,

conoce tampoco en verla desmayada ,


porque un pesar
es sobrado cuchillo en la fragilidad de una belleza ; conoce
sí, que estaba sin aliento en que le recibía sin agrado :

hállala desgreñado el cabello, sirviendo mas para lazo


que para adorno: retirados los ojos, aun mas de la crueldad,
que de la pena :
y el corazón abierto, no tanto por la
herida, como por poderse explicar. Aquí es preciso correr

la cortina al suceso, porque seria falta de respeto per-


mitir á la consideración común un rey afligido y lastimado.

El Conde de Cervellon, Vida de Alfonso VI I í.

Confusión y perplejidades de Motezuma al acer-


carse los españoles d su capital.

Motezuma entretanto duraba en su irresolución , desa-


nimado con el mal logro de sus ardides , y sin aliento
para usar de sus fuerzas. Hizose devoción esta falta de
espíritu, estrechóse con sus dioses , frecuentaba los templos
y los sacrificios, manchaba de sangre humana los altares:
mas cruel cuanto mas afligido. Siempre crecía su confusión,
y se hallaba en mayor desconsuelo porque andaban ;

encontradas las respuestas de sus ídolos , y discordes en


los dictámenes los espíritus inmundos que le hablaban en

ellos. Unos le decían que franquease las puertas de la

ciudad á los españoles, y así conseguiría el sacrificarlos,

sin que se pudiesen escapar ni defender; otros, que los


apartase de sí, y tratase de acabar con ellos, sin dejarse
202 PINTURAS.
ver ; y él se inclinaba á esta opinión , haciéndole diso-
nancia el atrevimiento de querer entrar en sil corte contra
su voluntad, y teniendo á desaire de su poder aquella
porfía contra sus órdenes, ó sirviéndose de la autoridad
para mejorar el nombre de la soberbia. Pero cuando supo
que se hallaban ya en la provincia de Chalco , frustrado
el último estratagema de la montaña, fué mayor su in-
quietud y su impaciencia. Andaba como fuera de sí, no
sabia qué partido tomar; sus consejeros le dejaban en la
misma incertidumbre que sus oráculos. Convocó finalmente
una junta de sus magos y agoreros profesión muy esti- ,

mada en aquella tierra , donde la falta de las ciencias


daba opinión de sabios á los mas engañados. Propúsoles
que necesiiaba de su habilidad para detener aquellos ex-
trangeros, de cuyos designios estaba rezeloso... Se juntaron
brevemente numerosas cundrillas de nigrománticos , y
salieron contra los españoles, fiados en la eficazia de sus
conjuros, y en el imperio que á su parecer, tenían sobre
la naturaleza Cuando llegaron al camino de Chalco
por donde venia marchando el ejército, y al empezar sus
invocaciones y sus círculos, se les apareció el Demonio
en figura de uno dé sus ídolos , á quien llamaban Tez-
catlapuea, dios infausto y formidable ,
por cuya mano
]
i- iban, á su enteuder, las pestes, las esterelidades , y
otros castigos del cielo. Venia como despechado y enfu-
recido , afeando con el ceño de la ira la misma fiereza

del ídolo inclemente , y traia sobre sus adornos ceñida


una soga de esparto que le aprcla!>a con diferentes vueltas
el pecho , para mayor significación de su congoja , ó
para <l.ir .¡ entender que le arralaba mano invi.sjble.

POftnfrOPM toá(M para darle adoración; y él, mu dejarte


obligM de xii rendimiento V fingiendo la v<>/. Con la minina
,

ilusión que mulo lu figura , les habló en etta sualaneia l


,

PINTURAS. 2o3

« Mejicanos infclizes ,
perdieron la fuerza vuestros con-,
juros : ya se desaló enteramente la trabazón de nuestros
paclos. Decid á Motezuma ,
que por sus crueldades y
tiranías tiene decretada el Cielo su ruina y para que le
;

representéis mas vivamente la desolación de su Imperio,


volved á mirar esa ciudad miserable desamparada ya de
vuestros Dioses »... Le hizieron tanto asombro las ame-
nazas de aquel Dios infortunado y calamitoso, que se detuvo
un rato sin responder , como quien rccogia las fuerza%
interiore*) ó se acordaba de sí para no descaecer. Y de-
puesta desde aquel instante su natural fcrozidad , dijo ,

volviendo á mirar á los magos y á los demás que le asis-

tían : « ¿Qué podemos hacer, si nos desamparan nuestros


Dioses ? Vengan los extrangeros , y caiga sobre nosotros

el cielo; que no nos hemos de esconder, ni es razón que


nos baile fugitivos la calamidad. Solo me lastiman los
viejos,niños y mugeres , á quien faltan las manos para
cuidar de su defensa ». En cuya consideración se hizo
fuerza para detener las lágrimas.
No se puede negar que tuvo algo de príncipe la primera
proposición, pues ofreció el pecho descubierto á la cala-
midad que temía inevitable ; y no desdijo de la majestad
la ternura con que llegó á considerar la opresión de sus
vasallos : afectos ambos de animo real , entre cuyas vir-
tudes , ó propiedades , no es menos heroica la piedad

que la constancia.

So lis y
Hist. de la conq. de Méjico.

El rico y el pobre.

Si se mira la superficie de las cosas, goza el rico mas


comodidades, y padece menos incomodidades que el pobre ;

pero si se registra el fondo sucede muy al revés. Tiene ,


ao4 PINTURAS.
el rico vario, precioso y abundante plato; ¿
pera saboréase
en él mas que el pobre con el común y tosco? Ni aun
tanto porque en este
;
, la paciencia con que se sienta á
Ja mesa, recompensa con ventajas aquel exceso. ¿Qué les

importa á las abejas de la Lituania, pais rudo y desabrido,

no tener tan hermosas y odoríferas flores , como las abejas-


de los otros paises, si de esas mismas ingratas flores sacan
la mas hermosa y dulce miel que hay en Europa? Yace

§1 rico en colchones de pluma; ¿pero duerme mas, ó


mejor que el pobre sobre un poco de paja? Verás que
este siempre se levanta alegre y gozoso; y aquel muchas
vezes se queja de que pasó la noche con inquietud. Cuantos ¡

pobres reposaron con dulzura en el duro suelo aquella


misma noche que el rey Asuero ,
por no poder cV>rmír,
se divirtió con los anales de su revno ! Defiéndese el rico

con tapizes, afelpados vestidos y gruesas paredes , de los


rigores del frió pero observa que con todo se queja mas
;

de la destemplanza de la estación dentro de su palacio,


que el pastor cubierto de pieles en el monte Verás á
cada paso al poderoso temblando con vivo resentimiento
del frió, siempre que se ve precisado á dejar la chimenea;

y al misino tiempo anda la gente común alegre por la

calle. Lo mismo sucede en el estío. Está el rico con des-

consolada laxitud, sin atreverse á salir de un cuarto bajo;


cuando el común del pueblo, con intrépida desenvoltura,
acude á cuanto se le ofrece Habita el rico en anchu-
roso y aliñado palacio, y nunca contento, piensa en ex-

tenderle, ó mejorarle; pero el pobre, ni siquiera le ocurre


en todo el año que su habitaciornes estrecha.

Viste el rico delicada olanda , y el pobre gruesa estopa;

p«rD <l¡"»<- li bMU alior.i «»i-,l<- quejarse ulgun pobre, de

que la aspereza de la estopa le ocasione al cuerpo UgtUM


iuoleitia. Lsla oefeflQ el rico, y el pobre trabajando todo
PINTURAS. üo5

el día; pero no obseí varas mas triste al pobre en el tra-

bajo, que al rico en el ocio; antes, especialmente si

trabaja en compañía, pasa festivo, cantando, y chan-


ceando , su tarea. Acabada esta , el descanso no es un
ocio insípido, como el del rico, sino un dulce reposo;
y después con blando y continuado sueño recompensa ,

el trabajo diurno. El rico al contrario, como sobre miem-

bros no ejercitados asienta mal el sueño, con inquietud


impaciente da mil vueltas en la cama : de modo , que
se puede deeir, que el pobre trabaja de dia , y el rico

de noche. Si se ofrece una jornada , el rico es verdad que


la hace en caballo ó en carroza , y el pobre á pie ; sin

embargo , el rico tiene mucho que sentir en ella ;


ya la

inclemencia del tiempo, ya la incomodidad de la posada,


ya la dureza del lecho, ya la falta de regalo: el pobre
hecho á todo , nada extraña , y así de nada se duele.

Pues añádase á esto el susto de los ladrones, á quienes


el pobre no tiene porque temer ; cuando al rico , tras de
cada tronco que hay en el camino, se le representa un
salteador.
Si se quieren pesar los placeres de uno y otro estado,
vera's á los pobres en sus conversaciones festivas , en sus
rústicos bayles , ¡
qué francamente risueños !
¡
qué since-

ramente gozosos! al contrario á los ricos, verás en los


mismos festejos , no pocas vezes fastidiosos. A lo menos
no brilla tan puro el placer en sus semblantes.
Todas estas desigualdades nacen de un principio general:
y es, que la naturaleza dejada á su genio , se contenta
con poco pero si la hacen al melindre
; , se forma en
ella una dama descontentadiza que todo ,
lo apetece, y
iodo lo desdeña.

P. Feij'oo y Montenegro, Teat. crit. univers.


ao6 PINTURAS.

El Firmamentos

Para ver en este espejo la grandeza , la sabiduría , y


aun la hermosura del Criador , no es menester mirarle
como le mira el contemplativo en los raptos de la oración,

y mucho menos como lo registra el filósofo , examinando


sus maravillas en su estudioso retiro ; basta verle como
le ve el mas sencillo y rústico aldeauo, ó la mas ignorante
pastorcilla en cualquiera tiempo ; pero con mucha espe-
una noche serena, clara y limpia de la pri-
cialidad en
mavera 6 del estío. Este es un objeto que me llena el
corazón de un suavísimo deleite.

j
Qué espectáculo tan ilustre, tan magnífico, tan her-
moso! ¡cuanta copia de luzes , y que brillantes en esc
espacioso campo del firmamento! Y el mismo campo, ¡
qué
agradable por aquel hechizero color azul , verdaderamente
celeste, de que todo él está' vestido! ¿ Qué comparación
tienen con aquella tela, y con aquellos brillantes sobre-

puestos , las galas con que se adornan las mayores prin-


cesas de la tierra , no siendo la vestidura que las cubre,
mas que un áspero y sus ponderados diamantes,
tejido,

chinas robadas á una peña? Allí miro la luna, y parece


está en el goze de toda su plenitud. Qué rueda¡
tan
vistosa! ¡Qué candor tan amable! ¡Qué resplandor tan
benigno! ¡Con que majestad tan agradable se pasea por
aquel círculo asignado a su movimiento ! Hacia aquella
pule se me presenta una prolongada laja como de color
de leche, esta d be de .ser la «pie II. unan vía láctea los

astrónomos. También imita, aunque débilmente, la luz de


jos astros, y acaso no s otra con que una colección
«

de asiros menores t <> estrellas, que se representan mas


pequeñas, por ser mayor la distancia. Así lo conjeturo.
TINTURAS. ao 7

porque también en la multitud de esotras , que sin disi-

mular que son estrellas, están derramadas por tan dilatados


espacios, observo bastante desigualdad, así en la magnitud
como en la brillantez. Pero esa misma diminución de luz
en algunas partes aumenta con su hermosa variedad el

luzimiento del todo.. ¡Válgame Dios !


¡
qué grande será
el que fabricó un cielo tan grande !
¡
Qué hermoso será

el que hizo tantos luminares tan hermosos!


Dime ahora tú, enamorado habitador de la corte, que
á todo forastero fastuosamente ponderas el mai como
ostentoso objeto de los ojos, y el mas hechizero atraclivo
de 'las almas, cuando logra la pompa de iluminarse su
frecuentada plaza; dime repito, ¿qué comparación tiene

esa iluminación con estotra, que yo te recuerdo? ¿Qué


proporción hay de esas míseras perecederas luzes ,
que en
el breve espacio de dos horas encienden y se apagan, se

á estotras inextinguibles antorchas , que seis mil años ha


están alumbrando, y alumbrarán cuanto dure el mundo?
Si quieres creerme, pues, sal al campo, y levanta los

ojos al cielo ,
para cotejar lo que dejas con lo que logras.
Esa que ves , es la casa del Señor , el palacio de la

deidad , templo del Santo de los Santos


y habitación ,

eterna de los justos. Mira la augusta espaciosa bóveda de


ese templo , con las innumerables luzidísimas lámparas que
la adornan , sostenidas como milagrosamente por la misino
invisible mano, que las colocó en ese sitio.

El mismo, Cart. erud.

La clemencia y la justicia concüiadas en el


castigo de los malhechores.

Esta inviolable integridad en administrar justicia no pide


ilureza de corazón 7
ante» es compatible con toda la coih-
,

2o3 PINTURAS.
pasiva blandura ele que es capaz el corazón humano. ...4.
A quien tuviere el corazón tan delicado ,
que decline
á debilidad y flaqueza la blandura, le daré un remedio
admirable que le conforte el corazón , dejándole sin em-
bargo tan blando como estaba. Este consiste en mudar
al entendimiento la mira , y enderezar la compasión á
otro objeto. Hállase un juez en estado de decretar la
muerte de un salteador de caminos , que Ka cometido
•varios homicidios y robos, y teniendo yá la pluma en
la mano para firmar la sentencia , se le representan á*

favor de aquel miserable los motivos de compasión , que


en semejantes casos suelen ocurrir. Considera la afrentosa

viudez de su muger , la ignominia y desamparo de sus


hijos, el sentimiento de los parientes, y sobre todo, la

calamidad del mismo reo. ¡Quitar la vida á un hombre,!


(dice entre si ) ¡
terrible cosa! y al mismo tiempo le tiembla
la mano con que iba á tirar los fatales rasgos : premedita
la indecible aflicción del delincuente, al oiría sentencia:
contémplale caminando al lugar del suplicio, confuso,
aturdido , medio muerto : sigue con la imaginación sus
pasos, al montar los escalones: paréeele que está viendo
njustar el cordel á la garganta : yá tiembla todo -,
y al

representársele despeño del ejecutor y reo de


el la horca
se le cae la pluma de la mano.

¡O flaquísimo juez! ¿qué haremos con él? Apartar esta


funesta representación, ó trágica pintura que tiene de-
lante de los ojos del alma, y sustituir en su lugar otra

Hincho mas trágica y mas funesta. Esta se forma de los


miamos autoí. Mira allí, le dijera yo al compasivo Ministro,
mira allí en medio de ;i(|tiel monte un hombre revolcado
en su sangre, dando las últimas ¡igniiías, solo, desam-
parado de todo él mundo, sin otra esperanza, qtre la de

ser luego alimento de la> ficrasi (tiá este por aquel camino
4

PINTURAS. 209
vecino, sin hacer, ni pensar mal á nadie, cuando bárbara
mano violentamente le introdujo en la maleza, y le quitó
con el dinero la vida. ¿No te estremeces, viendo agonizar
sin remedio á aquel desdichado? ¿No te irritas contra el
bárbaro que cometió tan atroz insulto? El mismo es , de
quien poco ha te condolías tan fuera de propósito. Mira
acullá una muger de obligaciones, casi en la Ultima des-
nudez, atada á un roble, puestos en el cielo los ojos, de
donde derrama amargas lágrimas , arrancando de su lugar
el corazón la violencia de los gemidos , con que parece
testifica que aun al honor se atrevió la insolencia : esta
inocente iba , dos horas ha , muy devola á cumplir el voto
de un santuario, y sin mas culpa que esta, una
visitar

Furia en traje de hombre la pu¿o en tan lastimoso estado.


¿No hizieras pedazos, si pudieras, á tan bruto, tan de-
saforado malhechor? el propio es, que pocos momentos
antes era objeto de tu compasión. Vuelve los ojos acá,
donde verás un venerable anciano tendido en el suelo,
lleno de golpes, vertiendo sangre por dos ó tres heridas,
pidiendo al Cielo la justicia, que no halla en la tierra :

este es un hombre que con continuos afanes y sudores


recogió un razonable caudal, que junto llevaba á emplear
en la compra de una hacienda para acomodar á su fa- ,

milia cuando en aquel camino inmediato le sorprendió


;

un salteador, y sobre quitarle todo su caudal, le mal-


trató, hasta dejarle la vida en el último riesgo, y cuatro
hijas huérfanas en suma miseria. Preguntarásme indignado,
¿donde está el salteador? Respondo que en la cárcel,
esperando ver qué dispones de él. Mira representadas ,
como en lienzos , en las hojas de este proceso otras innu-
merables tragedias , de quien fué autor ese mismo. Mira
también en los confuso* lejos de esa melancólica pintura,
cuantos y cuantas, por los homicidios y robos de e§e
Tvm. I. 1
,

*to PINTURAS.
insolente, están pereciendo de hambre : cuantos y cuanta!
están arrastrando luios ; y lo que es peor , cuantos y
cuantas no los arrastran , ni los visten ,
porque ni siquiera

les ha quedado con qué comprarlos. Escucha , si tienes

oidos en el alma , los clamores de aquellos pupilos que


piden pan , y no hay quien se lo dé : los gemidos de
aquellas doncellas bien nacidas , y criadas con honor
desesperadas ya de tomar estado competente : las quejas
de aquellos muchachos ,
que con la tarea de los estudios

esperaban hacer fortuna , y ya por falta de medios se


ven precisados á labrar la tierra : los llantos de aquellas
viudas, á quienes los maridos sustentaban decentemente
con sus oficios, y hoy no tienen adonde volverse las mi-
serables. (
Qué me dices? ¿No te lastiman mas los lamentos
de todos esos infelizes ,
que la merecida aflicción de aquel
que fué autor de tantos males?
D ir asme acaso ,
que esos daños no se remedian con que
este hombre muera , y así su muerte no hace mas que
añadir esta nueva tragedia á las otras. Es verdad ; pero
atiende. No se remedian esos daños, pero se precaven otros
infinitos del mismo jaez. Los delitos perdonados son con-

tagiosos : la impunidad de un delincuente inspira á otros


y al contrario, su castigo, difundiendo
osadía perd serlo;
una aprensión pavorosa en todos los mal intencionados,
ataja mil infortunios. Ya que no puedes, pues, estorbar
la desdicha de aquellos inocentes , en quienes ya está
hecho el daño ,
precave la de otros innumerables. Mira
&i son míos y otros mas acreedores á tu ternura que ,

lefhóhió con eapa de hombro y que espera tu sentencia.


I lilimente. , advierte que aquellos mismos inocentes afli-

gidos están pidiendo justicia al Ciclo contra él ; y si le dejas

indemne, se la pedirán contra tí, porque le perdonas.

feijoo, Teat. qrit>


PINTURAS. 2 u

Isidoro y Dorotea , ó los consortes felizes.

Bien te podré describir el sitio que habitaban , mas no


la sublime satisfacción é inexprimible consuelo de aquellos
amantes habitadores. Lejos de la confusión y del tumulto
de la ciudad , aunque la tenian á la vista , y libres de
las importunidades y desazones del trato, no menos que

de los perniciosos ejemplos del ocio y del lujo ; vivían


ceñidos á su tranquila decencia, gozando en ella de todos
los bienes que solo pueden dar la pura y envidiable felizidad.
Para colmo de su bienaventuranza , habíales dado el
Cielo á sus amores el fruto deseado de un hijo, que em-
peñaba la mas pura parte de su afecto , y en el cual
comenzaba Isidoro a* ejercitar la educación : siendo máxima
suya , y creo muy acertada ,
que los sentidos del hombre
comienzan á recibir impresiones desde la cuna :
y según
esta máxima, obraba y hablaba en la presencia de aquel
niño, que ya contaba cuatro años, como si lo que decia
ó hacia debiese servir de lección a sus sentidos
Mi pecho participaba de las efusiones del tierno con-
tento que veia rebosar por los ojos y exterior de aquellos
jóvenes casados, como si estuvieran en los primeros dias
de su casamiento. La dulce languidez, y el cariñoso em-
peño en robarse los quehaceres domésticos, como a quien
anas pertenecían , manifestaban el suave fuego del amor que

animaba sus corazones.... La amable moderación, la respe-


tosa confianza mezclada á una cariñosa facilidad , la blanda
reserva, sin nota de dependencia ni de gravosa sujeción
allí habitaban. El aseo animado del gusto de Isidoro , en
los muebles y alhajas, daba resalte á la decencia de toda
Ja habitación, que llenaba el ánimo sin engreírlo. No se
\v¡eia mesa ni armario de valor , ni el oro llegó á ensober-
a u PINTURAS.
becer ningún mueble; pero sí, para mayor económica
pulidez, bübia dado de color el mismo Isidoro á todo el
maderaje movible , y como sabia manejar el pincel , tras-
ladó á las paredes de sus estancias los mas amenos paisajes
que hirieron su fantasía.

Una villanica , hija del labrador á cuyo cargo estaba


el grueso de la labranza , ayudaba al servicio de la casa.

Toda su lenzería era producto del telar de Dorotea , á


quien aconsejó Isidoro aprender aquel oficio, en que em-
pleaba las horas deshacendadas del dia , sin que jamas la

grave pesadumbre del ocio enfadase aquellos felizes casados.


En los mismos dias festivos, servíales de recreo conducir

ellos mismos su manadilla por los romerosos senos de aquellos


valles y playas , haciéndolos tal vez resonar con el son
suave de su caramillo el noble pastor Isidoro , y con el

dulce canto de su amada Dorotea.


La casa, aunque pequeña, era bastante para la familia
que la habitaba : levantábase al pie de un montecillo
coronado de castaños , el cual defendia del septentrión las
espaldas de la casa y ante ella un huerto espacioso
: , cercado
de un verde y florido valladar , se extendía hasta donde la
tierra fértil se mezclaba con la estéril arena de la playa , pro-

veyéndolos de todas las legumbres y frutas, necesarias en


todas las estaciones. Lo demás del terreno , aunque no
muy extendido , servia ya de siembra ,
ya de viñedos ,

divididos de hileras de árboles ; cuya verdura ocupaba


luego la atención de los que salian de la ciudad , pare-
ciendo que se levantase, entre los eriales del contorno, el

ameno templo de Guido.


El tiempo que disfruté de la santa compañía de aquellos
dichosos amantes, frecuentemente, ya solo,
solia subir

ya acompañado de Isidoro ó de Dorotea , al montecillo


de Jus caUaños, «i cuya amena sombra saciuba mi alma
PINTURAS. ai3
¿ort la vista deliciosa que me presentaba, ora e! mar que
se extendía á las costas de África , viéndole sulcar por los
bajeles que entraban ó salían del Mediterráneo , ó de los
vecinos puertos. Ya á la parte opuesta, se me presentaba
una dilatada llanura , sembrada de villas , cuyas torres
descollaban entre las arboledas de los campos, los cuales
iban á perderse á los remotos montes , cuya verdinegra
perspectiva resaltaba entre los dulces pelajes del horizonte.
Ya entregaba mi oido al canto de las aves que venían á
escoger aquel sitio para anidar , y recrearse en aquellas
amenas frondosidades.
Puedes imaginarte los dulces ratos que allí pasé con
la bonesta Dorotea, oyéndole encarecer la bondad de su
marido, y la vida feliz- que le daba su compañía. [Qué
sublimes discursos no me tuvo Isidoro acerca de la dicha
que probaba, en cotejo de aquella tras la cual andan los

hombres afanados quejándose los mas ricos y poderosos


,

de no hallarla ni entre sus tesoros, ni entre los honores


y dignidades, en los cuales se lisonjeaban abrazarla!

Montengon, en Ensebio.

Contradicciones del hombre.

Sus mismos descubrimientos le encaminaban al término


de la felizidad que buscaba ; y hubiera sido feliz, si supiera
detener los pasos á su precipitación. Mas ¿en qué tiempo
fué el destino de esta voluble Criatura contenerse en los lí-

mites de lo que necesita para su bien , y conservar las cosas

en el estado conveniente á su uso? Halla los remedios,


y
corrompiendo en el instante el mismo que
antídoto, con lo
creyó hacerse feliz se hace miserable. Aumenta sus nece-
sidades , después de expeler las que le oprimían. Coire
inconsiderado á un extremo , huyendo de otro, busca la
,

ai 4 PINTURAS.
linea del bien , y pasando ciego sobre ella r la pisa y (leja

detras de sí. Se aparta tímido de la infelizidad , é inventa


nuevas infelizidades que sufre animosamente ,
porque son
hijas de su capricho, y no de la naturaleza. Convierte
en ostentación el abrigo en crápula la sazón de los ali-
:

mentos : Ja cultura en afeminación liviana : reduce á


ceremonias frivolas los vínculos de la sociedad : hace ne-
cesidad de la profusión : alaba la virtud , y sujeta la

estimación al traje : castiga á un bandido, y llama héroe


á un usurpador magnífico \ sus acciones son una perpetua
contradicción de los sentimientos que profesa en el labio

y su vida no mas que una continua repugnancia entre


es

Jo que cree y lo que practica. ¿ Qué puede ser la sabi-


duría en un ánimo que tan desatinadamente se daña con
los mismos bienes que busca para su provecho, y tiene
en sí , no sé por cual especie de fatalidad , el amargo
destino de corromper aquellos medios, que él mismo halla
para vivir con menos congojas? De entre los horrores de
la discordia salió la soberanía fundando las repúblicas y
los imperios, que afirmados en los cimientos de la legis-

lación, establecieron aquella seguridad que hoy gozamos,


debida menos á nuestra voluntad ,
que al cuidado de la

Providencia. Dividióse la atención política en diversos


objetos, ya internos, ya externos, á que daba materia
estagrande y universal sociedad de Daciones. Varones que
no tuvieron mas filosofía que las inspiraciones rectas de
la luz natural, introdujeron la cultura y virtud en algunas
sociedades con pequeño número de leyes ,
cuyas prisiones
fu< sen seguridad , y no yugo de los que habian de obe-
decerlas i modificaron diestramente las sociedades que ya
liüll.iion formadas, y á semejanza del hábil piloto, no
destruyeron la nave del Estado partí construirla á su modo
nuevo, sino que, duudoll varios movimientos , la
PINTURAS. 2i5
«ncamínaron por los mejores rumbos. Nació mucho des-
pués la Filosofía , y con ella el arrogante desprecio d«
cuanto habían pensado y establecido los que no se anti-

ciparon á aplicarse el misterioso título de Filósofos. En


el instante, sin consideración a las relaciones siempre
alterables que hay entre los estados , y á lo instable y
vafiú de loí aspectos que cada uno de ellos sude lomar
de siglo en siglo, se vicrou nacer sistemas, uo de la^

corrección, sino del trastorno de la comunidad nivelando ,

las legislaciones con la cuerda unifoime de unos principio»


fijos , como si fuese, posible que los hombres duramen siempre
en unas mismas costumbres
y pensamientos. Su ambición
de enseñar, disfrazada con máscara de zelo , no les per-
mitía ver que la política uó es el arte de fundar república*,,
negocio qud ha estado en todos tiempos al cargo de la

•violencia, de la rebeban, ó de la casualidad; sino, la

piudeneia en introducir y mantener la felizidad en el Esta-


do, deduciéndola de su misma constitución, y afirmándola,
en sus principios fundamentales.

D. Jitan Pablo Furner , Orac. apologct. por la Esp.

El Señor benéfico.

\
Que no pudiera yo trasladaros de repente en media
de sus estados , donde se os presentase á cada paso un
testimonio de su caridad ,. donde resonasen continuamente
en vuestros oidos las alabanzas de su beneficencia! Bien-
hechor le aclaman los ancianos y los niños, bienhechor
las hijas y las madres, bienhechor las esposas y Ih» don-
cellas : los campos y las poblaciones , los templos, los
edificios públicos y particulares, todo está sembrado de
sus beneficios ,
y por todas partes suben sin cesar al cielo
&us bendiciones. Venid, Señores, venid conmigo, llega*!
¿i6 PINTUBA5.
a aquellos robustos labradores ,
que tal vez oyeron á suf
padres hablar de tiempos en que el atraso de un dia le*
ocasionaba un año de miseria , y en una mala cosecha
lloraban la entera perdición de su desgraciada familia :

llegad , nombradles al Marques de Santa Cruz , y os con-


tarán que desde que entró á gobernar sus pueblos , se
acabaron para ellos los malos temporales y los temores.
Si alguna calamidad los imposibilitaba para pagarle sus
rentas , no por eso desmayaban ,
porque su compasivo
Señor se cargaba con sus calamidades ,
perdonándoles sus
atrasos. Si carecían de granos que afianzasen en la siembra
la esperanza del año, los graneros del Manques estaban
abiertos á todas horas , y eran el tesoro de los pobres y
el remedio de los necesitados. ¿Les arruinaban las lluvias

ó el peso de los años aquellas habitaciones frágiles y toscas ,

pero respetables por la inocencia de sus dueños? al ins-

tante se aparecía la mano del Marques, y se las reparaba,


ó les edificaba otras nuevas. ¿ Se les moria alguno de

aquellos pazíficos animales que partiendo con el hombre


los trabajos y los labores, le ayudan a ganar su sustento?
al punto acudía el Marques de Santa Cruz, y dándoles
otros en lugar de los perdidos, enjugabu sus lágrimas, y
con la salud de una familia conservaba la esperanza de
muchas generticiones. Hasta las enfermedades se quebran-
taban en el escudo de su beneficencia ,
perdiendo las

amarguras de ánimo con que afligen á los que se hallan


imposibilitados para mantener la menesterosa familia que
rodea su lecho doloroso. El Marques franqut alia todos
los medicamentos , ocurría constantemente á todas las

necesidades, desterraba todos los temores, y solo teiii¡m


que atender los enfermos salud, y á pro-
á VéCÓtkVT la

II mi vida su agradecimiento. Pera si la muerie,

tiiunfundo de todos los remedios y cuidados, arrebataba


pintoras; 217

por fin sn víctima : si las esposas lloraban el desamparo


de la viudez en medio de los huerfanitos, que asidos de
las maternales ropas, se cubrían con ellas los rostros, y
las bañaban con sus lágrimas desvalidas Llorad cora-
zones justamente angustiados , llorad objetos dignos de

toda la compasión de los hombres, llorad amargamente


la pesadumbre de una pérdida irreparable. No jamas, :

en toda la vida se reparan las pérdidas de un amor ver-


dadero, ni hay poder en toda la tierra que nos restituya
el esposo querido, el padre tierno, que una vez llegaron
á trasponer la funesta losa del sepulcro. Llorad la falta
de vuestro carillo , pero no la de vuestra fortuna ; porque
en tanto que dure el Marques de Santa Cruz, no carecerán
de amparo las viudas , ni de sombra paternal los huér-
fanos. Llevadlos, madres solícitas, llevadlos á esas escuelas,

á esos templos de educación erigidos por vuestro Señor


en cada una de las villas del marquesado para desterrar
con la ignorancia, la ociosidad y los vicios, que nacen
del abandono de la niñez. Allí aprenderán los niños los
conocimientos indispensables á todos hombres, y
los las

virtudes constitutivas de los buenos ciudadanos y : las

niñas , instruyéndose en las labores y virtudes propias de


su sexo , se dispondrán para ser algún dia honor de sus
padres, delicias de sus esposos, y felicidad 'de sus hijos.
Y si la emulación es la que ha de animarlos al trabajo,
y despertar en sus ánimos la noble ambición de aventa-
jarse en el bien , el Marques ha establecido premios anuales
de vestidos completos para aquellos que , venciendo en
pública palestra á sus competidores, se manifiesten dignos
del laurel de la victoria. ¡
Qué esfuerzos de aplicación
no harán estos atletas para merecer el honor del triunfo!

¡cuantos adelantamientos producirá esta competencia ge-


merosa ! ¡ y cuanta gloria recogerán los vencedores para
8

2 1 PINTURAS.
sí mismos y para todos sus deudos ! Toda la familia se
junta después de la lid en casa de los premiados , y sen-
tada al rededor de ellos, los admira embebecida, en tanto
que su madre cuenta orgu liosamente las hazañas de sus
hijos en medio de las aclamaciones de aquellos sencillos
oyentes. Se miran atónitos, los afectos crecen, pasan rá-
pidamente de unos á otros, la imaginación se inflama,
se enagenan los ánimos, y entre las lágrimas involuntarias
que derraman todos , levántase de repente un anciano
respetable por sus canas , el abuelo del laureado , y estre-
chándole en sus trémulos brazos, le presenta á la asamblea,
vaticinando los mayores prodigios de aquel niño ,
que
empezó la carrera de la vida con tan faustos agüeros»
« ¡No lo verán ya mis ojos! exclama enternecido; pero
este nietecillo será dechado de aplicación y honradez, y
liará lamoso en el Lugar el nombre de sus padres, el mió

y el de todos vosotros. ¿No es verdad? responde, recreo


de mi vejez, ¿no es verdad que no saldrán fallidos mis
pronósticos? » Y pagando con un beso el sí que le dará
el niño , bajando la cabeza continúa : «¡ dichoso tú que
has tenido la fortuna de vivir en tiempos, en que un Señor
caritativo se desvela por hacernos felizes! Levanta, liijo

mió , levanta al cielo tus manecitas inocentes pidiéndole ,

que colme á nuestro bienhechor de prosperidades. Plegué ¡

á Dios que goze tanta felizidad como a nosotros nos pro-

cura ! ¡Ojalá que el Padre de las misericordias, com-


padecido de nosotros, prolongue su vida á par de nuestros
deseos Y si para conservársela es mi osario que otro pe-
!

reza. , aquí tienes , o Criador del cielo y de la tierra ,


aquí

tienes la de este inútil aneiano ; y si no alcan/a ,


aquí

está la de esta mitad de mi corazón, toma ote nieto... «

TSl llanto ahoga sus palabras, todo el Cpncurso queda «n

silencio; apenas se oye el nombre del Marques de Sauta*


PINTURAS. 219
Cruz que vuela de lengua en lengua , en tanto que su
amor se clava hondamente en todos los corazones.

D. Nicasio Alvarez de Cienfaegos, Elog. del


Marques de Santa Cruz.

El Gran Capitán á su vuelta de Italia.

El ánimo del Rey no se aquietaba , si no sacaba al Gran


Capitán de Italia ; negóse á las gestiones que hizieron los
venecianos y el Papa, para que se le dejase por General,
de sus armas* en la guerra que iban a hacerse y para
,

satisfacerle de esta repulsa, qie le cerraba el sendero de


nuevas glorias, le volvió á prometer el maestrazgo dd
Santiago , luego que estuviesen en España. Llegado el

tiempo de la partida, Gonzalo se detuvo algunos dias :

convocó á sus acreedores, á quienes satisfizo enteramente


todos sus créditos : hizo que se portasen sus amigos del
mismo modo , dando él de lo suyo á los que no tenían,
para cumplir; y arreglada su casa y su séquito, que por
la calidad de las personas y trato que él les hacia, era

superior al de la Casa Real , dio luego la vela para seguir á


Fernando , sentido y llorado amargamente de todas las
clases del reyno, de los principales personajes, y de las.

damas, que salieron á despedirse de él hasta el muelle,

y le vieron embarcar con lágrimas de ternura y de admi-^


ración ; como si al salir él de aquella capital , faltaran,

de una vez toda su seguridad y su ornamento.


Alcanzó al Rey Católico en Genova , y asistió á la$
vistas que tuvo con Luis XII en Saona. Los dos Príncipes,
que hasta entonces habian dado á la Europa el espectá-
culo del rencor, de la venganza y de la mala fe, lo dieron*

entonces de confianza, de estimación y de amistad : con-


tienda harto mas gloriosa que la primera , si estas muestras
aa« PffiTURAS.
en los políticos no fueran tan engañosas. Luzleron á porfía
los cortesanos de una y otra nación su lujo ostentoso y
bizarría ;
pero quien se llevó tras sí todos los ojos y todo
el aplauso , era el Gran Capitán ; y la majestad de los
Monarcas se veia desluzida delante de los rayos de su
gloria. Los franceses mismos , dice Guicciardini, que ven-
cidos y rotos tantas vezes por él , debían odiarle , no
cesaban de contemplarle con admiración , y no se cansaban
de tributarle honores. Los que se babian bailado en Ñapóles
contaban á los otros, ya la celeridad y astucia increíble

con que asaltó de improviso á los Barones alojados en


Laino ya la constancia y sufrimiento con que se sostuvo
:

en Barleta , sitiado á un tiempo de los franceses , del


hambre y de la peste : ya la efieazia y diligencia con que
ataba las voluntades de los hombres , y con la cual los
Sostuvo tanto tiempo sin dineros : el valor con que com-
batió en Cirinola . el valor y fortaleza con que, inferior
en gente, y esa mal pagada, determinó no separarse del
Garellano, y la industria militar y las estratagemas con
que habia conseguido aquella victoria. La admiración que
causaban estos recuerdos era aumentada por la majestad
excelente de su presencia ,
por la magnificencia de su
semblante y sus palabras y gravedad y gracia de sus ,

modales. Mas nadie le honró mas dignamente que el Rey


Luis él le hizo sentar á la mesa real y cenar con Fer-
:
,

nando y consigo : le hizo contar sus diversas expediciones:


llamó mil vezes dichoso al Rey Católico por tener tal:

General; y quitándose del cuello una ricpiísiina cadena que


llevaba, se la puso á Gonzalo con sus pn>|>¡.is manos.
Este fué el ultimo dia sereno que amaneció al Gra»
Capitán en su carrera : el resto fué todo desabrimientos,
desaires y amarguras. Desembarcó en Valencia'; y habiendo
descansado ulgunos dia¿ de la fatiga de la navegación, se
PINTURAS. aai

dirigió á Burgos, donde la Corte se hallaba. Su comitiva


era inmensa : seguíale gran número de oficiales españoles
é italianos distinguidos, que no querían separarse de él:
á esto se anadia la muchedumbre de amigos, deudos y
curiosos, que de toda España corrían á verle y admirarle.
Ni las posadas, ni los pueblos eran bastantes á alojarlos.
La pompa de su séquito era también otro espectáculo para
los asombrados españoles : los oficiales y soldados vete-
ranos que acompañaban
le se ostentaban , vestidos de

púrpura y seda la mas rica , adornados con las mas ex-


quisitas pieles, brillando el oro y las piedras en las cadenas

y joyeles que traían al cuello y en las penachudas celadas


,

que les cubrían las cabezas. El pueblo deslumhrado con


aquel magnífico aparato , compuesto de todos los despojos

de la Italia y de la Francia, le aplaudía y le apellidaba


Grande; pero los mas prudentes y recatados, que sabían
el humor triste y encogido de Fernando, cqnocian cuanto
le había de ofender aquella ostentación de poderío. Entre
ellos el Conde de Ureña dijo con mucha gracia que ,

aquella nave tan cargada y tan pomposa necesitaba de


mucho fondo para caminar, y que presto encallaría en
algún bajío.
Llegó á Burgos, y toda la Corte para honrarle, salió
á recibirle por mandato del Rey. Los oficiales y soldados
se presentaron delante, y Gonzalo los seguia ; al cual
Fernando, como se inclinase á besarle la mano, le dijo

cortesmente : « Veo, Gonzalo, que hoy habéis querido


dar á los vuestros la ventaja de la precedencia, en cambio
de las vezes que la tomasteis para vos en las batallas ».
Hizo pocos días después su pleito homenaje de obedecer
á Fernando como Regente de Castilla, hasta la mayor
«dad de Carlos su nieto , y este fué el último punto de
mi buena armonía con él. Desairado en la corte, not
222 PINTURAS.
admitido en los consejos , desesperado de conseguir el
maestrazgo que con tanta solemnidad se le habia ofrecido ,

su disgusto transpiraba , y todos los buenos españoles le


acompañaban en él.

Quintana y Vida del Gran Capitán.


ALEGORÍAS Y FÁBULAS. r*3

CAPITULO V.

ALEGORÍAS y fábulas.

Las cuatro edades del Hombre.

VJtjaudo Júpiter crió la fábrica deste universo, pare-


ciéndole toda en todo tan admirable y hermosa ,
primero
que criase al hombre , crió los demás animales , entre
los cuales quiso el Asno señalarse, que si así no lo hiziera

no lo fuera. Luego que abrid los ojos , y vid esta belleza

del orbe, se alegró. Comenzó á dar saltos de una en otra


parte , con la rociada que suele ,
que fué la primera
salva que se le hizo al mundo , hasta que ya cansado ,

queriendo reposar, algo mas manso de lo que poco antes


anduvo, le pasó por la imaginación, cómo, de donde,
ó cuando era él asno ,
pues ni tuvo principio del , ni

padres que lo fuesen : porqué , ó para qué fué criado :

cual habia de ser su paradero. Cosa muy propia de asnos,


venirles la consideración á mas no poder, á lo último de
todo, cuando es pasada la fiesta, los gustos y contentos;
y aun quiera Dios que llegue como ha de venir con ,

enmienda y perseverancia que temprano se recoje, quien


:

tarde se convierte. Con este cuidado se fué á Júpiter,


y
le suplicó se sirviese de revelarle, quien, ó para qué lo
habia criado. Júpiter le dijo ,
que para servicio del hombre,
refiriéndole por menor todas las cosas y ministerios de su
aa4 ALEGORÍAS Y FÁBULAS,
cargo. Y fué tan pesado para él, que de solamente oirlo,
le hizo mataduras, y arrodillar eu el suelo de ojos ;
y
con el temor del trabajo venidero (aunque siempre los
males no padecidos asombran mas con el ruido que hacen

oidos, que después de ejecutados) quedó en aquel punto


tan melancólico, cual de ordinario le vemos, parecién-
dole vida tristísima la que se le aparejaba ;
y preguntando
cuanto tiempo habia de duraren ella, le fué respondido
que treinta años. El Asno se volvió de nuevo á acongojar,
pareciéndole que seria eterna, si tanto tiempo la esperase,
que aun á los asnos cansan los trabajos ; y con humilde
ruego le suplicó, que se doliese del, no permitiendo darle
tanta vida :
y pues no habia desmerecido con alguna culpa,
no le quisiese cargar con tanta pena que bastaria vivir
:

diez años, los cuales prometía servir como asno de bien,


con toda fidelidad y mansedumbre : y que los veinte res-
tantes los diese á quien mejor pudiese sufrirlos. Júpiter
movido de su ruego, concedió su demanda, con lo cual
quedó el Asno menos mal contento. El Perro que todo
lo huele, habia estado atento á lo que pasó con Júpiter
el Asno
, y quiso también saber de su buena , ó mala
suerte; y aunque anduvo en esto muy perro, queriendo
saberlo que no era lícito, secretos de los dioses, y para
sidos ellos reservados , cuales, eran las cosas por venir ;

en cierta manera pudo tener excusa su yerro ,


pues lo
preguntó á Júpiter, y no hizo lo que algunas de las que
me oyen que sin Dios y con
, ,
el Diablo , buscan hechi-
zcrías y gitanas que les echen suertes
, y digan su ,

buenaventura ved cual se la dirá quien para sí la tiene


:

mala! Dícenles mil mentiras y embelecos! Kurtánles por


bien (i por mal aquello que pueden y déjenlas para necias •

burladas y engañadas. En' resolución ,


fuese á Júpiter, y
replicóle q"« i
puei con su compañero el Asno habia
ALEGORÍAS Y FÁBULAS. ai5
procedido tan misericordioso , dándole satisfacción a sus
preguntas, le hiziese á él otra semejante merced. Fuéle
respondido, que su ocupación seria en ir y venir á caza,

matar la liebre y el conejo , y no tocar en él antes ,

ponerlo con toda fidelidad en manos del amo ; y después


de cansado y despeado de corier y trabajar, habían de
tenerlo atado á estaca guardando la casa donde co-
,
,

mería tarde, y poco á fuerza de dientes, royendo


frió,

un hueso roido y desechado, y juntamente con esto, le


darían muchas vezes muchos puntillones y palos. Volvió
á replicar, preguntando el tiempo que había de padecer
tanto trabajo ; fuéle respondido que treinta afios. Muí
contento el Perro , le pareció negocio intolerable ; mas con-
fiado de la merced que al Asno se le había hecho repre-
sentando la consecuencia, suplicó á Júpiter que tuviese
del misericordia, y no permitiese hacerle agravio, pues
no menos que el Asno, era hechura suya, y el mas leal
de los animales : que lo emparejase con él, dándole solo
diez años de vida. Júpiter se lo concedió ; y el Perro
reconocido desta merced, bajó el hozieo por tierra, en
agradecimiento della, resignando en sus manos lus otros

veinte años de que le hacia dejación. Cuando pasaban


estas cosas, no dormía la Mona, que con ateneion estulta
en acecho, deseando ver el paradero dellus; y como su
oficio sea contrahacer lo que otros hacen , quiso imitar
á sus compañeros; demás que la llevaba el deseo de saber

de sí, pareciéndole que quien tan clemente se había mos-


trado con el Asno y el Perro , no sería para con ella

riguroso.Fuese ú Júpiter y suplicóle se sirviese de darle,

alguna luz de lo que habia de pasar en el discurso de su


vida y para que habia sido criada
,
pues era cosa sin ,

duda no haberla hecho en balde. Júpiter le respondió


que solamente se contentase con saber por entonces, que
Tom. 1. I§
226 ALEGORÍAS y fábulas.
andaría en cadenas, arrastrando una maza, de quien se'

acompañaría como de un fiador ; si ya no la ponían


asida de alguna baranda ó reja , donde padecería .el

verano calor, y el invierno frió, con sed y hambre , co-


miendo con sobresaltos , porque á cada bocado daría cíen
tenazadas con los dientes , y le darían otros tantos azotes,
para que con ellos provocase á risa y gusto. Esto se le hizo
á ella muy amargo, y si pudiera, lo mostrara entonces
con muchas lágrimas ; pero llevándolo en paciencia, quiso
también saber cuanto tiempo habia de padecerlo. Respon-
diéronle lo que á los otros ,
que viviría treinta anos.
Congojada con esta respuesta , y consolada con la espe-
ranza en el clemente Júpiter , le suplicó lo que los demás
animales y aun,
se le hizieron muchos. Otorgósele la

merced, según que lo habia pedido , y dándole gracias, le

besó la mano por ello, y fuese con sus compañeros.

Últimamente , crió después al Hombre, criatura per-


fecta, mas que todas las de la tierra, con anima immortal,
V discursivo. Dióle poder sobre todo lo criado en el suelo,
haciéndole señor usufriltuario dello. El quedó muy alegre

de verse criatura tan hermosa , tan misteriosamente orga-

nizado , de tan gallaida compostura, tan capa/., tan


poderoso tenor , «pie le pareció' que una tan excelente
fábri'-a era digna de ron mortalidad ; y asi suplicó Á Júpiter
le dijere, no lo que había de ser del, sino enanto había de
vivir. Jlípiler le respondió que cuando determinó la erea-

Ciofl de todos los animales y la suya, se propuso darles á


cada uno treinta años de villa. ^Maravillóse, deslo el Hom-
bre, qilé pan tiempo tan corlo se hubiese heebo una obra

tan maravillosa, pues en abril- y cerrar li>s ojos, pasaría

como una flor su vida ¡ y apenas b.ibi ia sacado los |


»i« s del

vientre dé su madre, en.indo entraría en el de la tierra,

tullido con todo su eucrpo en el sepulcro , sin gozar su


,,

ALEGORÍAS Y FÁBULAS. 227


edad , ni del agradable sitio donde rae criado. Y conside-
rando lo que con Júpiter pasaron los tres animales, fuese
á él, y con rostro humilde, le hizo este razonamiento.
« Supremo Júpiter si ya no ; es que mi demanda te sea

molesta, y contra las ordenaciones tuyas, (que tal no es


el intento mió, mas cuanto tu divina voluntad sea ser-

vida , conformando la mia con ella en todo) te suplico


que ,
pues estos animales brutos , indignos de tus mer-
cedes , repudiaron la vina que les diste, de cuyos bienes les

faltó noticia , con el conocimiento de razón que no tu-


vieron ,
pues largaron cada uno dellos veinte años de los

que les habias concedido : te suplico me los des, para que


yo los viva por ellos , y tú seas en este tiempo mejor ser-
vido de mí. » Júpiter oyó la petición del Hombre, conce-
diéndole que, como tal , viviese sus treinta años , los cuales
pasados, contnenzase á vivir por su orden los heredados;
primeramente veinte del Asno, sirviendo su oficio , pade-
ciendo trabajos , acarreando, juntando, trayendo á casa
y llegando, para sustentarla, lo necesario á ella : de cin-
cueota Insta setenta , viviese los del Perro , ladrando,
gruñendo, con mala condición , y peor gusto :
y última-
mente, de setenta á noventa, usase de los de la Mona,
contrahaciendo los defectos de su naturaleza. Y vemos
así

en los que llegan á esta edad ,


que suelen , aunque tan
viejos ,
querer parecer mozos, pulirse , aderezarse ,
pasear,
enamorar, y hacer valentías, representando lo que no
son como lo hace la Mona , que todo es querer imitar las
,

obras del Hombre, y nunca lo puede ser.

Maleo Alemán , Guzman de Alfarache.

La Isla de la Sensualidad.

Otro dia, al crepúsculo de la noche, nos hallamos en la,

ribera de una isla no conocida por ninguno de nosotros


ai8 ALEGORÍAS Y FÁBULAS,
y con disigniode hacer agua en ella, quisimos esperar el día,
sin apartarnos de su ribera amainamos las velas, arroja- ;

mos las áncoras, y entregamos al reposo y al sueño los tra-


bajados cuerpos , de quien el sueño tomó posesión blanda
y suavemente en fin, nos desembarcamos todos
:
y pisa- ,

mos la amenísima ribera cuya arena ( vaya fuera todo en- ;

carecimiento la formaban granos de oro y de menudas


)
,

perlas. Entrando mas adentro , se nos ofrecieron á la vista

prados , cuyas yerbas no eran verdes por ser yerbas , sino


por ser enmeraldas, en el cual verdor las tenían, no cris-
talinas aguas, como suele decirse, sino corrientes de líqui-

dos diamantes formadas, que cruzando por todo el prado,


sierpes de cristal parecían.
Descubrimos luego una selva de árboles de diferentes- gc-

iieros^tan hermosos, que nos suspendieron las almas, y ale-


graron los sentidos ; de algunos pendían ramos de rubíes,
que parecian guindas , 6 guindas que parecían granos de
rubíes : de otros pendían camuesas cuyas mejillas , la una
era de rosa, la otra de finísimo topacio : se mos-
en aquel
traban las peras, cuyo olor era de ámbar, y cuyo color
de los que se forman en el cíelo , cuando el sol se tras-

pone : en resolución , todas las frutas de quien tenemos


noticia, estaban allí en su sazón, sin que las diferencias del
ano las estorbasen; todo allí era primavera, todo verano,

todo estío sin pesadumbre, y todo otoño agradable. Satis-

faría a todos nuestros cinco sentidos loque mirábamos ; á los

ojos, con la belleza y la hermosura : á los oídos, con el ruido


manso de las fuentes y arroyos, y con el son de los infinitos
pajarillos, los Cuales saltando de árbol en árbol, y de rama
ana, parrcia que en aquél distrito tenian cautiva SU l¡~
cobrarla al olfato,
l,i i iad,
y que no querían ni acertaban á ¡

I olor que de sí despedían las yerDas^as flores j los frutos:


a! gusto, con la praebaqaehitimoi Üe la suavidad dcllos: al
,, ,

ALEGORÍAS Y FÁBULAS. 229


laclo, con tenerlos en las manos, eon que nos parecía tener
en ellas las perlas del Sur, los diamantes de las Indias,
y
el oro del Tíbar No es nada lo que hasta aquí he dicho,
porque á lo que resta por decir falta entendimiento que
3o perciba y aun cortesías que lo crean volved señores
,
: ,

los ojos y haced cuenta que veis salir del corazón de una
,

peña, como nosotros lo vimos, sin que la vista nos pudiese


engañar : digo que vimos salir de la abertura de la peña ,

primero un suavísimo son ,


que hirió nuestros oidos , y nos
hizo estar atentos, de diversos instrumentos de música for-
jnado ; luego salid un carro que no ,
sabré* decir de qué ma-
teria, aunque diré su forma ,
que era de una nave rota ,

que escapaba de alguna gran borrasca ; tirábanlo doce po-


derosísimos jimios, animales lascivos ; sobre el carro venia
una hermosísima dama , vestida de una rozagante ropa de
varias y diversas colores adornada coronada de amarillas ,

y amargas adelfas; venia arrimada á un bastón negro, y en


él fija una tablachina ó escudo , donde venían estas letras

Sensualidad \ tras ella salieron otras muchas hermosas mu-


geres con diferentes instrumentos en las manos formando ,

una música, ya alegre y ya triste ,


pero todas singularmente
regocijadas.
Todos mis Compañeros y yo estábamos atónitos , como
si fuéramos estatuas sin voz , de dura piedra formados. Lle-
góse á mí la Sensualidad , y con voz entre airada y suave
me dijo : « Costarte ha ;
generoso mancebo , el ser mi ene-

migo, si no la vida , á lo menos el gusto » y diciendo esto, ;

pasó adelante , y las doncellas de la música arrebataron


que así se puede decir, siete ú ocho de mis marineros, y se los
llevaron consigo, y volvieron á entrarse, siguiendo á su se-
ñora, por la abertura de la peña. Volvíme yo entonces álos
mios para preguntarles, qué les parecía de lo que habían
visto •, pero estorbólo' otra voz) 6 vozes que llegaron á.
o >

a3 ALEGORÍAS Y FÁBULAS.
nuestros oídos , bien diferentes de las pasadas, porque
eran mas suaves y regaladas y formábalas un escuadrón ;

de hermosísimas, al parecer, doncellas; y según la guia


que traían , éranlo sin duda ,
porque venia delante mi
hermana Auristela ,
que á no tocarme tanto, gastara al-
gunas palabras en alabanza de su mas que humana her-
mosura :
¿ Qué me pidieran á mí entonces ,
que no diera
en albricias de tan rico hallazgo ? Que á pedirme la vida ,

no la negara , si no fuera por perder el bien , tan sin


pensarlo hallado. Traia mi hermana á sus dos lados
dos doncellas , de las cuales la una me dijo : « La
Continencia y la Pudicicia } amigas y compañeras, acom-
pañamos perpetuamente á la Castidad , que en figura de
tu querida bermana Auristela hoy ha querido disfrazarse :

ni la dejaremos hasta que con dichoso fin , le dé á sus


trabajos y peregrinaciones en la alma ciudad de Roma ».
Entonces yo, á tan felizes nuevas atento, y de tan her-
mosa vista admirfdo, y de tanto nuevo y extraño aconte-
cimiento por su grandeza y por su novedad mal seguro,
alzé la voz , para mostrar con la lengua la gloria que en el
alma tenia, y queriendo decir :
\
O Únicas consoladoras de
j ii i .ilma, o ricas prendas por mi bien halladas, dulces

y alegres en este y en otro cualquier tiempo fué tanto !

el ahinco que puse en decir esto que rompió el sueño


,

y la visión hermosa desapareció, y yo me hallé en mi na-


vio con todos los inios , sin que faltase uno dellos.

Cervantes , Peí?, y Sigisra.

El camino del vicio y el da la virtud.

Hálleme en un lugar favorecido de naturaleza [><>• el


sosiego amable, dónde sin malicia la hermosura entre-
tenia la vista, y .sin respuesta humana platicabah las
ALEGORÍAS Y FÁBULAS. a3t

fuentes entre las guijas, y los árboles por las hojas : tal

vez cantaba el pájaro , ni sé si determinadamente, si a com-


petencia, 6 agradeciéndoles su armonía Tendí los ojos

codicioso de ver algún camino por buscar compañía y :

veo ( ¡cosa digna de admiración ) dos sendas que nacian !

de un mismo lugar, y una se iba apartando de la otra,

como que huyesen de acompañarse.


Era Ja de la mano derecha tan angosta, que no admite
encarecimiento , y estaba, de la poca gente que por ella

iba, llena de abrojos y asperezas y malos pasos. Con


todo vi algunos que trabajaban en pasarla pero , por ;

ir descalzos y descomidos, se iban dejando en el camino,


unos el pellejo, otros los brazos, otros las cabezas, otros
los y todos iban amarillos y flacos. Pero noté que
pies,

ninguno de los que iban por aquí miraba atrás, sino todos
adelante decir que puede ir alguno á caballo, es cosa de
:

risa. Uno de los que allí estaban ,


preguntiindole si podría
yo caminar aquel desierto á caballo, me dijo : déjese de

caballerías, y caiga de su asno; y miré con todo eso, y


no vi huella de bestia alguna. Y es cosa de admirar, que
no habia señal de rueda de coche , ni memoria apenas de
que hubiese nadie caminado en él por allí jamas.
Pregunté, espantado de esto, á un mendigo que estaba
descansando y tomando aliento , si acaso habia ventas en
aquel camino , ó mesones en los paraderos ? Respondióme :

¡ venta aquí, señor , ni mesón ! ¿ cómo queréis que le haya


en este camino , si es el de la virtud ? Quedaos con Dios :

que en este camino esy pe- perder tiempo el pararse u?io ,

ligroso responder á quien pregunta por curiosidad y no ,

por provecho.... Di un paso atrás, y salírne del camino


del bien : que jamas quise reinarme de la virtud, que tu-
viese mucho que desandar ni qué descansar. ,

Volví á la mano izquierda y vi un acompañamiento ,


,

ü33 ALEGORÍAS Y FÁBULAS.


tan reverendo , tanto coche , tanta carroza y gran canti-
,

dad de galas y libreas , lindos caballos , mucha gente de


capa negra y muchos caballeros. Yo que siempre oí de-
, ,

cir y dúne con quien andas le diré quien eres por ir ccn , ,

buena compañía puse el pie en el umbral del camino, y


,

sin sentirlo, me hallé resbalado en medio de él, como el que

se desliza por el hielo y topé con lo que habia menester ,,

porque aquí todos eran bailes y fiestas ,


juegos y saraos ;

y no el otro camino, que por falta de sastres , iban en él


desnudos y rotos, cuandoaquí nos sobraban mercaderes, joye-
rosy todos oficios Animóme para proseguir en el ca-
mino el ver no , , solo que iban muchos por él , sino la

alegría que llevaban , y que del otro se pasaban algunos al

nuestro, y del nuestro al otro, por sendas secretas. Vi una


senda por donde iban muchos hombres de la misma suerte
que los buenos y desde lejos parecia que iban con ello*
,

mismos :
y llegado que hube vi que iban entre nosotros.
,

Estos , me dijeron que eran los hipócritas ,


gentes á
quien la penitencia y el ayuno ,
que en otros son mercan-
cía , es noviciado del infierno Algunos se encomiendan
á ellos ,
que es como encomendarse al Diablo por tercera
persona. oficio la humildad
Estos hacen y pretenden ,

honra yendo de estrado en estrado, y de mesa en mesa. Al


fin conocí que iban arrebozados para nosotros mas para ;

los. ojos eternos, que abiertos sobre todos, juzgan el secreto


mas oscuro de los retiramientos del alma, no tienen mas-
cara. Bien que hay muchos buenos , mas son diferentes de
estos, ;i quien antes se les vé la disimulación que la cara

y alimentan su ambiciosa (elizidad de aplausos de los pue-


blos y diciendo que son unos indignos y grandísimos peca-
;

dores , y los mu oíalos de la tierra, llamiímlosc jumentos,


engañan con la verdad ,
pues siendo hipócritas , lo son al

fin. Iban estos solos á parle , y reputados por mas necios


)
-

ALEGORÍAS Y FÁBULAS. a33

que los moros, mas zafios que los bárbaros y sin ley;

pues aquellos, ya que no conocieron la vida eterna, ni

la van á gozar, conocieron la presente, boleáronse en


ella ; pero los hipócritas ni la una ni la otra conocen,

pues en esta se atormentan , y en la otra son atormenta-


dos y en conclusión
: , de estos se dice con toda verdad, que
ganan el infierno con trabajos. Todos íbamos diciendo mal
unos de otros : los ricos tras la riqueza , y los pobres ,
pi-

diendo á los ricos lo que Dios les quitó ,


van por un ca-
mino ; y los discretos ,
por no dejarse gobernar de otros,
y los necios, por no entender á quien los gobierna , agui-
jan á todo andar.

Quevedo , Zahúrdas de íluton.

La Bosa y el Coral.
i

Con la asistencia de una mano delicada solícita en los


regalos del riego , y en los reparos de las ofensas del sol
y
del viento, crece la rosa, y suelto el nudo del botón, ex-
tiende por el aire la pompa de sus hojas. Hermosa flor ,

reyna de las demás ; pero solamente lisonja de los ojos,


y tan achacosa ,
que peligra en su delicadez. El mismo sol
que la vio nacer la ve morir , sin mas fruto ,
que la
ostentación de su belleza , dejando burlada la fatiga de
muchos meses, y aun lastimada tal vez, la misma mano
que la crió, porque tan lasciva cultura no podia dejar de
producir espinas. No sucede así al coral, nacido entre los
trabajos, que tales son las aguas, y combatido de las olas
y tempestades, porque en ellas hace mas robusta su her-
mosura, la cual, endurecida después con el viento, queda
á prueba de los elementos para ilustres preciosos usos
y
del hombre. Tales «fectos, contrarios entre sí, naceu del
nacimiento y crecimiento de este árbol y de aquella flor,
0.3$ ALEGORÍAS Y FÁBULAS.
por lo mórbido ó duro en que se criaron ; y tales se ven
en la educación de los Príncipes, los cuales, si je crian
entre los armiños y las delicias, que ni los visite el sol ni

el viento, ni sientan otra aura que la de los perfumes,


salen achacosos, é inútiles para el gobierno; como al

contrario, robusto y hábil, quien se entrega á las fa-


tigas y trabajos.

Samedra , Empres. polít.

El mar Tirreno y el monte Vesubio.

Muchas vezes el Tirreno experimentó los peligros de la


amistad y compañía del Vesubio , pero no siempre se
escarmienta en los daños propios porque una necia con-
fianza suele dar a entender, que no volverán á suceder.
Muy sabio fuera ya el mundo , si hubiera aprendido en
sus mismas experiencias : el tiempo las borra. Así lo hizo
en las ruinas que habian dejado en la falda de aquel monte
los incendios p;¡sados, cubriéndolas de ceniza, la cual á
pocos años cultivó el arado, y i edujo a tierra. Perdióse
la memo: ¡a , ó nadie laquiso conservar de daños que ha-
bian de tener siempre vivo el rezelo. Desmintió el monte
con su verde manto el calor y sequedad lie sus entrañas, y
asegurado el mar, se confederó con él, ciñiendole con los
brazos de sus continuas olas, sin reparar en la desigualdad
de ambas naturalezas. Pero engañoso el monte , disimu-
laba en el pecho Mímala intención, sin que el bunio diese
14 ñas de lo que maquinaba dentro de sí. Creció entre
ambos la comunicación por seeielas vias , no pudiendo
peut -liar el mar que aquel lii^ido amieo RMOgftl muiti-
CTOflff e<,nli;i él , v ¡o.neiil.ilia la min.i COll diversos

m.l.iles snHíneo>; y cuando estuvo llena [ «pie fue cu

nuestra <'!i. I
y Le pegó luego. Abrióle en su cima una.
,

ALECOPJAS Y FÁBULAS. 235


extendida y profunda garganta , por donde respiró lla-
mas ,
que al principio parecieron penachos hermosos de
centollas, ó fuegos artificiales de regocijo; peí o á pocas
Loras fueron funestos piodigios. Tembló diversas vezes
aquel pesado cuerpo, y entre espantosos truenos, vo-
mitó encendidas las indigestas materias de metales desa-
tados , que hervían en su estómago : derramáronse
por sus vertientes , y en forma de rios de fuego
bajaron abrasando los ái boles , y derribando los edi-
ficios, hasta entrar por el mar; el cual extiañando su
mala correspondencia , retiró sus aguas al centro , ó fué
miedo, ó ardid, para acumular mas olas con que de-
fenderse ; porque rotos los vínculos de su antigua confede-
ración , se halló obligado á la defensa. Batallaron entre sí

ambos elementos, no sinrezelo de la misma naturaleza, que


temió ver abrasada la hermosa fábi ica de las cosas. Ar-
dieron las olas rendidas al mayor enemigo ,
porque el

fuego excedía sobre el agua á su misma virtud , y el

agua se olvidaba de su naturaleza de extinguir. Los pe/.es ,

nadando entre las llamas, perdieron la vida. Tules efectos


se verán siempre en semejantes confederaciones desiguales
en la naturaleza.

El mismo , ibidem.

La entrada de la Bepúbüca literaria.

Habiendo discurrido entre mí del número grande de


libros, y de lo que va creciendo cada dia , así por el atre-
vimiento de los que escriben , como por la facilidad de la
imprenta, con que se han hecho ya trato y mercancía las
letras, estudiando los hombres para escribir, y escribiendo
para granjear ; me venció el sueno , y luego el sentido
interior corrió el velo á las imágenes de aquellas cosas ,
,

a36 ALEGORÍAS Y FABTJLAS.


en que despierto disciuria. Hálleme á vista de una ciudad
cuyos capiteles de plata y oro bruñido, deslumhraban la
vista,y se levantaban á comunicarse con el cielo. Su her-
mosura encendió en mí un gran deseo de verla y ofre- ;

ciéndoseme delante un hombre anciano que se encaminaba ,

á ella , le alcanzé, y trabando con él conversación , supe


que se llamaba Marco Varron , de cuyos estudios y eru-
dición en todas materias, profanas y sagradas, tenia yo
muchas por testimonio de Cicerón y de otros y
noticias ,
:

preguntando yo, ¿qué ciudad era aquella ? me dijo con


agrado y cortesía ,
que era la República Literaria ; y ofre-
ciéndose á mostrarme lo mas curioso de ella, aceté la
compañía y la oferta , y fuimos caminando en buena
conversación. Por el camino. luí notando que aquellos
campos vecinos llevaban mas eléboro, que otras yerbas ,

y preguntándole la causa, me respondió que la divina Pro- :

videncia ponía siempre vecinos á los daños los remedios ; y


que así habia dado á la mano aquella yerba para cura de
los eiudadanos, los cuales con el continuo estudio pade-
cían graves achaques de raheza. Muchos buscaban el elé-

boro y anaeardina para hacerse memoriosos, con evidente


peligro del juicio. Poco me pareció que tenian los que le
aventuraban por la memoria ;
porque , si bien es depósito
délas ciencias, también lo es de los males :
y fuera feliz.

el hombre, si, como está en su mano el acordarse, estu-


viera también el olvidarse. La memoria de los bienes

páfcack» nos desconsuela , y la de los males presentes

MPS .ildi ininta.

Habiendo llegado a* la ciudad, reconocí sus fosos, los

i

1 1 ; 1 1 1

s Mtahan llenos d<- un licor oscuro. Las murallas ei-an

altas ; defendidas de cañones de rfnsares y cisnes, que dls-


j
> 1 1 .i l >.i ii balas de papel. Unas blancas torres servían de
baluarte!, dentro de leu cualéi levantaba la fuerza del
ALEGORÍAS Y FÁBULAS. rtj

»gua unas vigas, cuyas cabezas , batiendo en pilones de


mármol gran cantidad de pedazos de lienzo los reducian ,

á menudos átomos y recogidos estos en cedazos cuadrados


;

de hilo de alambre, y enjutos entre fieltros, quedaban


hechos pliegos de papel materia fácil de labrar y bien
:
,

costosa á los hombres. Que ingeniosos somos en buscar


¡

nuestros daños ! Escondió la naturaleza próvidamente la


piala y el oro en las entrañas de la tierra , como á metales
perturbadores de nuestro sosiego , y con gran providencia
mas remotas
los retiró á regiones ,
poniéndoles por foso el
inmenso mar océano, y por muros, altas y peñascosas
montañas; y el hombre industrioso busca ai tes instru- é*

mentos con que navegar los mares penetrar los montes, ,

y sacar aquella materia que tantos cuidados, guerras y


,

muertes causa al mundo. Están en los muladares los viles


andrajos, de que aun no pudo cubrirse la desnudez,
y
entre aquella basura los saca nuestra diligencia, y labra
con ellos nuestro desvelo y fatiga en aquellas hojas, donde
la malicia es maestra de la inocencia , siendo causa de
infinitos pleitos, y de la variedad de religiones y sectas
El frontispicio de la puerta de la ciudad era de hermosas
colunas de diferentes mármoles y jaspes. En ellas , no sin

misterio , parece que faltaba á sí misma la arquitectura :

porque de los cinco órdenes solamente se veia el dórico T

duro y desapazible símbolo de la fatiga y del trabajo.


,

Entre las colunas estaban en sus nichos nueve estatuas


tle las nueve musas con varios instrumentos de música
,

en las manos , á las cuales habia dado la escultura tal aire

y movimiento á pesar del mármol ,


que la imaginación
daba á entender, que imprimía en ella aquellos afectos

que suelen infundir desde las esferas del cielo , donde las
consideró inteligencias ó almas la antigüedad. Clio parece
que encendía en los pechos llamas de gloria con la» hazañas
,

238 ALEGORÍAS Y FÁBULAS,


de los varones ilustres. Tersícore elevaba los pensamientos
con la dulzura de Erato diba números y com-
la música.
pases á los movimientos de los pies. Polvnnia avivaba* la
memoria. Urania se servia de ella para persuadir el ,

ánimo á la contemplación de los astros. Caliope levan-


taba los espíritus heroicos á acciones gloriosas. Melpomene
los alentaba con la memoria d¿ muchos ,
que merecieron
con las hazañas los elogios. Taifa , disimulando en el don-
aire la censura , á un tiempo entretenía y enseñaba.
Eulerpe formaba diversas flautas , acomodando á todas
diferentes sentidos con tal propiedad ,
que parecía que
para cada uno las iba fabricando. Este frontispicio se
remataba en la estatua de Apolo, cuya madeja de oro
con lustroso curso de luz, bajaba sobre los hombros.
Ocupaba su mano derecha el plectro, y la izquierda la
lira ; y aun sin herir las cuerdas, hacia armonía al

disCimo , si no al oido , la propiedad.

El mismo , Repúb. literar.

Lo interior de la República Literaria.

Después de estas soledades deshabitadas , entramos en lo

poblado y culto dé la Ciudad, qué reconocida por dentro


no correspondía á la hermosura exterior porque en mu- ;

flías cosas era aparente y ungida , levantadas algunas


fabricas sobre falsos fundamentos , ocupados sus habita-
dores en fabricar con mas vauid id que juicio obras nuevas
con las , y con los mateiiales de otras en
ruinas de unas ¡

que toda aquella ciudad andaba revuelta y embarazada ,


000 mas confusión qué fruto de SU vana fatiga , (pie

ícnnvab.i, y no engrandecía la República, antes la de*


fraudaba dé aquel lustre y aumentos que tuviera, si sus

hijos entre sí rompitu sen en bu. car nuevas trazas y mate-


rÍM de palacio* , y OtrtJ obras públicas.
ALEGORÍAS Y FÁBULAS. a3g
Los ciudadanos estaban melancólicos , macilentos , y
desaliñados. Entre ellos habia poca unión, y mucha emu-
lación y envidia. Allí eran nobles los aventajados en las
artes y ciencias , de cuya excelencia recibían lustre y
estimación y ; los demás hacían numero de plebe , apli-
cándose cada uno al oficio que mas frisaba con su profe-
sión y : Gramáticos eian berzeros y fruteros, que
así los

de unas tiendas á otras, con verbosidad y arrogancia,


se deshonraban unos á otros , motejando también á los

que pasaban á vista dellos , sin tener respeto á ninguno.


A Platón llamaban confuso : á Aristóteles, tenebroso y
gibo, que entre oscuridades celaba sus concetos : a \ ir-
gilio, ladrón de versos de Homero: á Cicerón, tímido y
superfino en sus repeticiones, frió en las gracias, lento en
los principios-, ocioso en las digresiones ,
pocas vezes
inflamado., y fuera de tiempo vehemente : á Plinto , rio
turbio, acumulador de cuanto encontraba : ú Ovidio,
fácil , y vanamente fecundo: a Aulo Gelio, derramado :

á Salustio, afectado y á Séneca, cal sin arena.


:

Los Críticos eran remendones , ropavejeros y zapateros ,

de viejo. Los Retóricos saltimbancos , que Tendían


,

quintas esencias, y acreditaban con gran copia de pala-


bras algunos secretos medicinales. Los Historiadores, casa-
menteros ,
por las noticias que tienen de los linajes é
intereses ágenos. Los Poetas vendian por las calles jaulas

de grillos, ramilletes de llores, melcochas y mantequillas,


chochos y muñecas. Los ¡Médicos eran caiuizeros, en-
terradores, y ejecutores de justicia y porque aquella :

República , como tan discreta, no admitia boticas, se


aplicaban los Boticarios á forjar armas, y fundir pie t^

de artillería ; y en lugar de ellos , Dioscórides vendia


yerbas , y otras drogas ó simples por las calles. Los As-
trólogos se aplicaban ú la navegación y agricultura. Los
i\o alegorías y fábulas.
Perspectivos eran mercaderes, que sabían disponer la luz
á sus tiendas ,
para hacer mas hermosas sus telas. Los
Lógicos eran corredores , mohatreros y regatones. Los
Filósofos ,
jardineros. Los Juristas
y de otros , lenzeros
oficios de vara. Los inclinados á juntar centones y sentencias

agenas, y á componer de ellos una obra, se daban a hacer es-


critorios de tarazea, y mesas de diversas piedras engastadas
en mármol y los que hacian repertorios á los libros ,
:

eran ganapanes que trabajaban para los demás.


En esta República , como en la de los Egipcios y Lacede-
monios, se tenia por virtud el hurtar con pretexto de imita-
ción y así
: los oficiales unosá otros se harían glandes robos,

y cada dia se veian levantadas nuevas tiendas con mercan-


cías agenas. Los que mas se aprovechaban de esta licencia

eran los Letrados y Poetas ; aquellos con la variedad de


libros , y escritos de que se valen :
y estos ,
porque
como entraban á vender sus juguetes por las casas, hur-
laban de ellas las mejores alhajas.
Gobernaban esta ciudad diversos senadores autorizados

por su ancianidad y experiencia , entre los cuales estaba


dividido el cuidado publicó. Plutarco Tilo Livio Dion , ,

y Apiano gobernaban las cosas del pueblo. Julio César,


,

Vcleyo , Amiano y Poübio, las militares. Tácito, las polí-


ticas. Censores eran Diodoro, Mela y Estrabou y por- :

que ningún cuerpo de rey no ó república se puede


mantener sano (aunque su cabeza sea de buen consejo, y
estén perfectamente organizados sus miembros ) si el estó-

mago, que es el secretario , no fuere tan robusto, qué sin

indig'Mi-MK n dfl despachos DUeM bien las materias, y con

l>ra< tu i \ conociratontu político lutmmttre i caula una de


bu partes la sustancia que l>a menester, se servia esta

República de Suetonio Tranquilo', varón grande, criado


,n aegorioi i
versado entre naciones, ñeloto, prudente
EL mismo, ibidem.
ALEGORÍAS Y FÁBULAS. a^i

La invención de la Tinta.

Entramos en la ciudad por una puerta coronada de una


inedia esfera , donde trabadas las manos se veían las siete
artes liberales , la Gramática Dialéctica, Retórica Arit-
, ,

mética , Música, Geometría y Astronomía. Las puertas


,

eran de aquel bronce , ó metal corintio que tánlo celebró


la antigüedad, gravadas con tan líennosos relieves de figu-
ras ,
que me obiigó á preguntar a Polidoro ,
quien era el

artífice, y que' histeria contenían? En esla puerta, me


dijo, está gravada la invención de la tinta por mano de un
gran artífice. íloreniin , cuyo ingenioso y sutil buril dilata su
lama por los confines de la tierra. ¿Fio ves ( noe explicaba ,

levantado elbrazo, y tendida la mano) aquella turba dfl


hombres ,
que eon grave y severo semblante, despreciado!*
de todos los sentimientos y comodidades humanas , mira
con desestimación ct aquella doncella ,
que con una corona
de oro en la cabeza y un clarín en la mano, da muestras
de huir corrida de sus "baldones y desprecios queriendo ,

volar sobre aquel ¿«pero monte ? Esta, pues, es !a Gloria,


y aquellos son Filósofos £s!oúos , que se burlan de ella ,
excluyéndola del número de los verdaderos bienes del
hombre, como á feli/ida |
del ánimo, y fuera de
su potestad , nacida de la opinión agina ; de lo cual
afrentada , levanta el vuelo, y seguida de algunos espíritu!
alentados , llega á la cima del monte , y postrada a los
pies de la Virtud su madre, que vive entre aquella» sole-
dades , acompañada de la Vigilancia de la Fatiga , ,
y
del Arte , damas que siempre la asisten , le refiere Ioj
agravios y desestimaciones de los Filósofos. La Virtud la
consuela representándole los electos de, su fama en Jos
hechos de los varones pasados , y de aquellos, que en los
afc - ALEGORÍAS Y FÁBULAS,
«iglos reñideros han de abrir por el océano nuevos rumbos;
y caminos, mundos siendo estrecho
hasta descubrir otros ,

á sus ánimos el que hoy se conoce. Con lo mismo le res- ,

ponde la Gloria , que procuras madre mia conso- , ,

larme , acrecientas la causa de mi llanto : porque , si

iaien es grande esta fama, tú sabes que


vana y caduca , es

pendiente de los labios ágenos, y formada de palabras


ligeras, hijas del viento de quien nacen y en quien luego
mueren , dejando triunfante al Olvido , mi mayor enemigo.
Estas palabras de la Gloria, acompañadas de lagrimas,
como lo descubre su semblante , obligan á la Virtud á
ordenar al Arte ,
que es aquella doncella en cuyos hombros
tiene puesta la mano ,
que procure el remedio con que
pueda perpetuarse la Fama. Obedece el Arle , y mas ade-
lante la verás consultar el remedio con la Noche, repre-
sentada en aquella doncella , cuyo manto sembrado de
estrellas le cubre la mitad del rostro. Esta le dice ,
que
así como en lo oscuro de su manto escribió el gran Arqui-
tecto de los orbes sus eternos decretos con caracteres de
luz ; así sobre blanca carta se podían delinear con tinta
negra los cotícelos del animo, dándoles cuerpo, y fijando ,
á pesar del Olvido, las palabras con la misma oscuridad en
,

que él procuraba sepultar á la Fama. El arbitrio de la

Noche agradó al , y queriendo disponerse á hacer l;i


Arte
tinta , los Dioses que entre aquellas nubes están atentos
;il casó, anteviendo que con tal invención había la Gloria
de llegar á ser diosa ,
procuran anticiparse á lisonjear su
voluntad ;
y para perfección de la obra que intenta , Baco
le suministra el vino, Jópiter las agallas de encina To- ,

mona la goma arábiga, Vesta el vitriolo, Febo el calor :

del cual y de aquellos materiales resulla la tinla ,


que
«stú en aquellas redomas , y luis visto en esos fosos ;
que
ALEGORÍAS Y FÁBULAS. a43
es laque hace inmortal á la Gloria, y por quien se con-
serva esta República.

El mismo, iluden).

La Muerte.
Entró finalmente la tan temida Reyna... seritose en
aquel trono de cadáveres, bajo un deslucido doser de inÓi<-

tajas, como triunfando de soberanías, de bellezas, efe

valentías de riquezas de discreciones


, y de todo cuanto, ,

vale y se estima. Luego que estuvo de asiento trató dfe ,

tomar residencia á sus ministros, comenzando por el Valido.


Y cuando la imaginaban terrible , fiera , horrenda y espan-
tosa , al fin , de residencia ; la experimentaron al revés ,

gustosa ,
placentera y entretenida . . . Venid adá , Pesares ,

deeia , y no os me lleguéis muy cérea-, mas allá, mas


lejos. ¿ Cómo os va de matar necios ? Y vosotros , Cui-
dados, ¿ cómo os va de asesinar simples? ¿Salid acá, Penas,

¿y cómo va de degollar inocentes ? Muy mal , Señora, le

respondieron ; que ya todos cayeron en la cuenta de no


caer ni en la cama , cuanto menos en la sepultura ; no
se usa ya el morir de tontos ; todo va á la malicia
Ahora yo os quiero contar al propósito y al ejemplo ,

de cuando yo vine al mundo : hablo de mucho tiempo.


Allá en mi noviciado , aunque entré con vara alta-,
y
como plenipotenciaria de Dios , confieso que tuve algún
horror á matar , y que anduve en contemplaciones á los
principios : ¿ si mataré este? no , sino aquel. ¿ Si el rico,
si el poderoso, si la hermosa? no, sino la fea. ¿Si el mozo
gallardo, si el viejo ? Pero al fin, con yo me resolví

harto dolor de mi corazón , aunque dicen que no lo tengo,


ni entrañas, y que soy dura; y ¿ q-ué mucho, si soy toda"
huesos ? Determiné comenzar por un mozo rollizo y bella
2fá ALEGORÍAS Y FÁBULAS.
.tomo un pino de oro , de estos que hacen burla de mí*
tiros; parecióme que no haria tanta falta en el mundo,

ni en su casa , como un hombre de gobierno hecho y


derecho. Encárele mi arco, que aun no usaba de guadaña,
ni la conocía. Confieso que me temblaba el brazo , que
«o sé como acerté el tiro : pero al fin él quedó tendido
«n aquel suelo. Y al mismo punto se levantó todo el
mundo contra mi, clamando y diciendo : ; O cruel !
¡
O
bárbara Muerte Mirad á quien ha asesinado ! ! á un man-
cebo el mas lindo, que ahora comenzaba á vivir, en lo
ftias florido de su edad. ¡
Qué esperanzas ha cortado !
¡
Qué
belleza ha malogrado la. traidora ! Aguardara á que se
sazonara y no cogiera el (ruto en agraz, y en una edad
,

tan peligrosa. O malograda juventud Llorábanle sus


¡
!

padres , lamentábanse sus amigos , suspiraban muchas


apasionadas : hizo due o toda una ciudad. !
De verdad que
quedé confusa , y aun arrepentida de lo hecho. Estuve
algunos dias sin osar matar, ni parecer; pero al fin, él

pasó por muerto para ciento y un años.


Viendo esto, traté de mudar de rumbo : encaré el arco
contra un viejo de cien años. A este sí, decia yo, que no
le plañirá nadie, antes todos se holgarían ; rpic á todos los
tenia raimados con lanío reñir y dar consejos. A él mismo
pienso nacerle favor, que vive muriendo i que sí la muerte
para lo- mo/.os es naufragio ,
para los viejos , lomar puerto.
Fléchele un catarro que le acabó en dos dias. Y cuando
«ni que nadir me < 011 'tina la aecion, antes bien que to-
do-, me I
I
aplaudieran y aun
,
la agradecieran , sucedió tan
<d COUtrarie , que t< [loa i una %<>/. co.ncn/.nron Ú malearla,
\ i
decir mil males de mí, tratándome, si ¡antes de cruel,
i
|
la que asi mataba a un varón tan esencial

£1 I
ca. 1. los , decían , <''>n sus «-anas honran las

^uiüunidujes, y con sus consejos las mantienen; ahora


ALEGORÍAS y FÁBULAS. »45
nabia de comenzar á vivir este lleno de virtud , hombre
de conciencia y de experiencia : estos agobiados son los

puntales del bien común. Quedé , cuando oí esto, de todo


punto acobardada , sin saber a quien llevarme ; mal si al

mozo peor si al anciano.


,

Tuve mi reconsejo y determiné encarar el arco contra ,

una dama moza y herniosa. Esta vez sí, decia, que he


acertado el tiro ,
que nadie me liara cargo, porque esta era
una desvanecida , traía éh continuo desvelo á sus parientes,
y con ojeriza a los agimos ; la que volvía locos , digo, mas
de lo que estaban , á los mozos ; tenia inquieto todo el
puebío ; por ella eran las cuchilladas , el ruido de noche
fiiu dejar dor'fnir a los vecinos , trayendo sobresaltada la
justicia ,
y para ella es ya favor cuando fuera venganza
,

el dejarla llegar á vieja y fea. Al fin yo le encaré unas


,

viruelas, que ayudadas de un fiero gari Otilio, t


en cuatra
dias la ahogaron. Mas aquí fué el alarido común aquí ,

la conjuración universal contra mis tiros. No quedó per-


sona que no me mormurase, grandes y pequeños echán- ,

dome á centenares las maldiciones. ¿ Hay tan mal gusto ,

decían , coiiki el de esta Mueite? ¿ Hay semejante necedad?


¿ Que una sola hermosa que había en el pueblo , esa se
la haya llevado ? Habiendo cien feas en que pudiera
escoger , y nos hubiera hecho lisonja en quitárnoslas de
delante ! Concitaban mas el odio contra mí sus padres, que
llorándola noche y dia, decian la mejor hija , la que mas
:

estimábamos, la mas bien vista, que ya estaba casada !


Llevárase la tuerta, la coja, la corcobada : aquellas serán
eternas como vajilla quebrada. Impacientes los amantes me
acuchillaran , si pudieran : ¿hay tal crueldad ? ¡
Que no le

enterneciesen aquellas dos mitades del sol en sus ojos !


¡ ni
la lisonjeasen aquellos dos floridos meses de sus dos me-
jillas ! ¡ aquel oriente de perlas de su boca I ¡ aquella madre
zfó ALEGOÜIAS Y FÁBULAS.
de soles de su frente , coronada de los rayos de sus rizos l

Ello ha sido envidia ó tiranía.


Quedé aturdida esta vez, quise hacer del arco mil astil! as ;

mas no podia dejar de hacer mi oficio los hombres á :

vivir , yo á matar. Volví la hoja , y maté una fea. V ra-


mos ahora , decia, si callará esta gente, si estaréis con-
tentos. JPero quien tal creyera? fué peor porque comen-
¿ ;

zaron á decir : ¿hay tal impiedad ? ¿ hay tal fiereza? ¿no


bastaba que la desfavoreció la naturaleza , sin que la

desdicha la persiguiese ? No se diga ya ventura de fea.

Clamaban sus padres : la mas querida , el gobierno de la


casa ! que estas otras lindas no tratan sino de engalanarse ,

mirarse al espejo , y que las miren. ¡


Qué entendimiento!
decian los galanes , ¡
qué discreta !

Aseguróos que no sabia ya que hacerme. Maté un pobre ,

pareciéndome le hacia merced, según vivia de lazeriado.


Ni por esas ; antes bien todos contra mí. Señor, decian ,

que matara un ricazo harto de gozar del mundo pase , , ,

pero un pobrecillo que 0.0 había visto un dia bueno gran ¡

crueldad! Calla, dije, antes de muchas horas mataré


un poderoso , y así lo ejecuté ; mas fué lo mismo que
amotinar todo el mundo contra mí ,
porque tenia infinitos

parientes, otros tantos amigos, y á todos muchos criados ,

dependientes. Maté un sabio , y pensé perderme , porque


los otros fulminaron discursos, y auju sátiras confia mí.
Maté después un gran necio, y 'salióme peor; que tenia
tainaradas y comenzaron adarme
,
valientes mazadas.
Señores, ¿ en qué lia do paiar esto ? decia yo; ¿qué
me he <li- h.u cr ? j
i quien lie de matar? Determiné con-
sultar primero lo, tilos con aquellos mismos en quienes
labiati de ejecutar t y que ellos mismos se escogiesen
el modo y el eu;indo. I Vio liié reliarlo mas ;: poder, por-
que á ninguno le venia bien , ni liall alia r! im d » , m el
,

ALEGORÍAS Y FÁBULAS. 2^7


día ;
para holgarse y entretenerse , esto sí ,
pero morir , de
ningún modo. Déjame , decia uno , concluir con estas
cuentas , ahora estoy muy ocupado , ¡ o qué mala sazón !

Querría acomodar á mis hijos, saltaba otro , concertar mis


cosas. De modo que no hallaban la ocasión , ni cuando
mozos, ni cuando viejos, ni cuando ricos , ni cuando po-
bres ; tanto ,
que llegué á un viejo decrépito , y le pre-
gunté ¿ si era hora? Y respondióme que no , hasta el año
siguiente ; y lo mismo dijo otro.

Viendo que ni esto me salia bien, di en otro arbitrio, y


fué de no matar sino á los que me deseasen ,
para hacer
yo crédito , y ellos vanidad ;
pero no hubo hombre que
tal hiziese. Uno solo me envió ú llamar tres ó cuatro
vezes ; hízeme de rogar, para ver si la misma privación
le causaría apetito , y cuando llegué me dijo no te he :

llamado para mí , sino para mi muger. Mas ella que tal


oyó, enfurecida dijo : yo. me tengo lengua para llamarla,
cuando la hubiere menester, mirad qué caritativo marido L

Así que ninguno me buscaba para sí, sino pera otro ; las
nueras para las suegras, las mugeres para los maridos,
los herederos para los que poseían la hacienda , los preten-
dientes para los que gozaban los cargos ,
pegándome bravas
burlas , haciéndome todos ir y venir ,
que no hay raejou,
deuda , ni mas mala paga.
En viéndome puesta en semejante confusión con
fin ,

los mortales y que no podia averiguarme con ellos mal


, ;

si mato al viejo ; peor, si al mozo, si la fea , si la her-


mosa , si el pobre , si el rico, si el ignorante , si el sabio..,
Gente de maldición, ¿á quien he de matar? Concertaos ,
veamos qué se ha de hacer vosotros sois mortales , y yo :

matante , y yo he de hacer mi oficio. Viendo ,


pues ,
que
no habia otro expediente ni modo de ajustamos, arrojé
el arco , y así de la guadaña , cerré los ojos , apreté los
,,

248 alegorías y fábulas.


puños , y eomenzé á segar todo parejo , verde y seco :

crudo y maduro : ya en flor ,


ya en grano : á roso y á
velloso , cortando á la par rosas y relamas , de donde diere.
Veamos ahora si estáis contentos. Con este modo de pro-
cederme hallé bien : que el poco mal espanta , y el

mucho amansa.
Gradan , Criticón.

La mansión del Engaño.

Conociendo un desvalido cuan poderoso es el Engaño


y los prodigios que nbra cada dia, determinó ir en busca
suya una noche ¿
que hasta la luz y él se aborrecían. Co-
menzó á buscarle ; mas no le podia descubrir : en mil
partes le decían estaría, y en ninguna le topaba... Fuese
á casa déla Hipocresía , teniendo por cierto estaría allí;
mis esta le engañó con el mismo engaño : porque, tor-
ciendo el cuello á par de la intención, encogiéndose de
hombros, frunciendo los labios, arqueando las cejas,

levantando los ojos al cielo , con la voz muy mirlada


6 no conocía tal personaje , ni le habia hablado
en su vida ; cuando estaba amancebada con él. Partid a
i dé la Adulación ,
que era un palacio y esta le dijo;
,

yo , auiifj ic miento , no engaño , porque echo las mcu-


t : i t ui grandes y tan claras, que el mas simple las

i i : bien sal en ellos que yo miento ,


pero dicen <pic

se huelgan , y me pagan. ¡
Que es posible

pc laiic rilaba , qne éüte* el mundo lleno de engañó, y qufe


1

yo nn le halle! Sin dada estará en algún casamiento ;


Preguntó a) marido ,
preguntó á la mnger ,

oí !>• arabos i habían sido tantas \ tan iceí-


«!.• ana y otra parte la< mentiras, que ninguno
ulado. ¿Si estaría cu casa
,

ALEGOTUAS Y FÁBULAS. *fe


de los mercaderes entre mohatras paliadas, y desnudos
acreedores ? Respondieron le que no, porque no hay engaño
donde se sabe que le hay.... Estaba desesperado sin «bCt
ya donde ir Echó por otro rumbo : determinó ir á
buscarle en casa de los engañados , los hombres buenos
los crédulos y candidos, gente toda ftícil de engañar; mas
todos ellos dijeron que por ningún caso estaba allí ,
sino en casa de los engañadores que aquellos son los ver- :

daderos necios, porque el que engaña a otro , siempre se


engaña y daña mas a sí mismo. ¿ Qué es esto ? decía : los

engañadores me dicen que los engañados se lo llevaron;

estos me responden que aquellos se quedan con él ; yo creo


que unos y otros le tienen en su casa , y ninguno se lo

piensa.
Yendo de esta suerte , le topó á él la Sabiduría ,
que
no él á ella ; y corno sabidora de todo , le dijo : perdido ,

¿qué buscas otro que á tí mismo? ¿ No ves tú que el engaño


no le halla quien le busca, y qne en descubriéndole ya
no lo es ? Ve á casa de alguno de aquellos que se engañan
á sí mismos, que allí no puede faltar. Entró en casa de
un confiado de un presumido, de un avaro , de un envi-
,

dioso ; y hallóle muy disimulado con afeites de verdad.

El mismo , ibidem.

El Engaño y la Fortuna.

Asiendo el Engaño de la mano al desvalido se fueron


pareados á casa de la Fortuna. Saludóla con todo el cum-
plimiento que él suele ; y encandilóla tan bien ,
que fué
menester poco para una ciega. Ofrecédsele por mozo de
guia , representándole su necesidad , y las muchas conve-
niencias : abonóle el hijuelo de fiel- y de entendido ,
pues
sabe muchos puntos mas que el Diablo su discípulo ; sobre
;

ajo ALEGORÍAS Y FÁBULAS.


todo que do quería otra paga que sus venturas ; y no *e
engañaba ,
que no hay renta como la puerta falsa de la
ambición. Calidades eran todas muy á cuento , si no muy
á propósito ,
para mozo de ciego :
y así le admitió la For-
tuna en su casa, que es todo el mundo.
Comenzómismo instante á revolverlo todo sin dejar
al ,

cosa en su lugar, ni aun tiempo. Guiábala siempre al revés


i ella quiere ir á casa de un virtuoso
i él la lleva á la ,

de un malo y otro peor; y cuando habia de ir con tiento ,

vuela. Barájale las acciones, trueca todo cuanto da : el

bien que ella querría dar al sabio , hace lo dé al igoo-


rante : el favor que va á hacer al valiente , lo encamina
al cobarde. Equivócale las manos á cada punto ,
para que
reparta las felizidades y desdichas en quien no las merece :

incítala á que esgrima el palo sin razón , y á tontas y á


ciegas le hace sacudir palos de ciego en los buenos y vir-
tuosos : pega un revés de pobreza al hombre mas entendido;
y da la mano á un embustero que por eso están hoy tan
,

validos. ¡
Qué de golpes ha hecho errar! Acabó con un
don Baltasar de Zuñiga cuando habia de comenzar á ,

vivir aoabó con un Duque del Infantado


: uu Marques ,

de Aitona y otros semejantes cuando mas eran menester.


, ,

Dio un revés de pobreza á un D. Luis de Góngora (i) ,


á un Agustín Barbosa (2) y otros hombres eminentes, ,

cuando debiera hacerles muchas mercedes. Y excusábase


el bellacon , diciendo vinieran esos en tiempo de un León
:

Décimo, de un Rey Francisco de Francia, que e&te no es


mi siglo. Qué disfavores no hizo á un Marques de Torre-
¡

cuso !Y jactábase de ello , diciendo :


¿ qué hiziei aun» 1 tin

guerra ? ya estuviera olvidada. También fué errar el golpe

» ———
(í) Insigue poeta andaluz.

(a) Célebre Jurisconsulto.


ALEGORÍAS Y FÁBULAS. 2 5i

darle un balazo á D. Martin de Aragón , conociéndose bien


presto su falta. Iba d dar la Fortuna un capelo á un Azpil-
cuela Navaro ,
que hubiera honrado al Sacro Colrgio ; mas
pególe en la mano un tal golpazo ,
que le erhó en tierra ,

acudiendo á recogerle un clerizón. Y riéndose el picaron ,

decia : eh ! que no pudiéramos vivir con estos tiles, bás-

tales su fama ; estos otros sí ,


que lo reciben humildes ,

y lo pagan agradecidos.
El mismo , ibidem.

La Fortuna y su comitiva.

Ya en estas razones últimas se habia agradecido al sueño


el tal Don Cleofas , dejando al compañero de posta como
grulla de la otra vida , cuando un estruendo de clarines

y cabalgaduras le despertó sobresaltado, rezelando que


le llevaba á otra parte mas desacomodada el que le habia
agasajado hasta allí ; pero el Cojuelo \ft sosegó, diciendo:
note alborotes, Don Cleofas ,
que estando conmigo no
tienes que temer. Pues ¿ qué ruido tan grande es este ? le

replicó el Estudiante. Yo te lo diré, dijo el Cojuelo , si

acabas de despertar , y me escuchas con atención. El Estu-


diante se incorporó entonces , supliendo con bostezos y
esperezos lo que le laltaba por dormir , y prosiguió el

Diablillo diciendo : todo este estruendo trae consigo la casa


de Fortuna, que pasa al Asia Mayor á asistir á una
la

batalla campal entre el Mogol y el Sofí para dar la vic- ,

toria á quien menos la mereciere. Escucha y uiira, que

esta que pasa es su recámara y en lugar de azémilas van ,

mercaderes y hombres de negocios cjue dicen cargados ,

de cajas de moneda de oro y plata , con reposteros , bor-


dado enqima con las armas de la Fortuna, que son los
cuatro vientos, y un harpon en una torre, moviéndose
*5* ALEGORÍAS y pabtjlas.
á todos cuatro , sogas y garrotes del mismo metal que
llevan ; y con ir con tanto peso van descansados a su ,

parecer. Esta tropa innumerable que pasa ahora mal con-


certada , es de oficiales de boca, cocineros, mozos de
cocina , botilleros , reposteros, despenseros, panaderos,
veedores , y la demás canalla que toca á la bucólica*
Estos que vienen ahora á pie con fiel: ros blancos tercia-
dos por los hombros , son lacavos de la Fortuna ,
que son
los mayores ingenios que ha tenido el mundo , entre los
cuales va Homero , Pin Jaro , Anacreonte , Virgilio, Ovi-
dio , Horacio, Sitio Itálico, Lucano, Claudiano , Estado,
Papirio , Juvenal, Marcial, Catulo , Propercio, Petrarca,
Sanázaro , el Taso, el Bembo, el Dante , el Guarino ,

elAriosto, el Caballero Marino, Juan de Mena, Castillejo,


Gregorio Hernández , Garci Sánchez Camoens y otros ,

mu.' hos ,
que han sido en diferentes provincias príncipes
de la poesía- Por cierto que han medrado poco , dijo el

Estudiante. No hay en su casa , dijo el Cojuelo ,


quien
tenga lo que merece. ¿ Qué escuadrón es este tan luzido ,

con joyas de diamantes , y cadenas , y vestidos , lloviendo


oro y perlas , prosiguió el Estudiante ,
que llevan tantos
pajes en cuerpo , que los alumbran con tantas hachas
blancas , y van sobre filósofos antiguos ,
que les sirven
de caballos, de tan malos talles, que los mas son corco-
bados, cojos, mancos, calvos, narigones, tuertos, zurdos
y balbuciente*'? Estos son , dijo el Cojuelo, Potentados ,

Príncipes y grandes Señores del mundo , que van acom-


pañando a la Fortuna , dfl guíen han recibido los estados
y las riquezas que tienen ; y con ser tan poderosos \ ricos,,

son losmas necios y miserables de la lien a. Buen gttfto há


tenido la Fortuna por cierto , dijo Don Cleofas ; bien se le
parece que tiene nombre de niiiger , que escole lo peor.

Primero lo debieron a la naturaleza , respondió el Cojudo;


ALEGORÍAS Y FÁBULAS. a53

y prosiguió diciendo : aquel gigante ,


que viene sobre un
dromedario con un ojo y,
ese ciego , solamente en la

mitad de la frente , con un árbol en las manos de su nía


magnitud, lleno de bastones, mitras, laureles, hábitos ,

capelos , coronas y tiaras ; esPolifemo, que después que


le cegó" Ulises , le ha dado la Fortuna á cargo aquella
escarpia de dignidades, para que las reparta á ciegas, y
va siempre junto al carro triunfal de la Fortuna, que
es aquel que tiran cincuenta Emperadores griegos y roma-
nos , y ella viene cercada de faroles de cristal con cirios

pascuales encendidos dentro de ellos , sobre una rueda


llena de arcaduzes de plata ,
que siempre está llenándolos

y varándolos de viento, esotro pie en el elemento mismo


qué está lleno de camaleones, que le van dando memo-
riales, y ella rompiéndolos. Ahora vienen siguiéndola sus
damas en elefantes , con sillones de oro, sembrados de
balajes, y crisólitos. La primera es la Necedad ,
rubíes
camalera mayor suya , y es muy favorecida. La Mudanza
es esotra, que va dando cédulas de casamiento, y no cum-
pliendo ninguna. Esotra es la Lisonja , vestida á la fran-
cesa , de tornasoles de aguas , y lleva en la cabeza un
iris de colores por tocado , y en cada mano cien lenguas.
Aquella que la sucede , vestida de negro , sin oro ni joyas,
de linda cara y talle, que viene llorosa , es la Hermo-
sura , una dama muy noble , y muy olvidada de los favores
de su ama. La Envidia la sigue y la persigue , con un
vestido pajizo, bordado de basiliscos y corazones. Siempre
esa dama, dijo Don Cleofas, come grosura que es halcón» ,

de las alcándaras de palacio. Esotra que viene ,


prosiguió
el Cojuelo , "que parece que va preñada , es la Ambición ,

que está hidrópica de deseos y de imaginaciones. La otra


es la Avaricia que está opilada de oro, y no quiere tomar
el acero ,
porque es mas bajo metal. Aquellas que vieuen.
254 alegorías y fábulas.
con tocas largas y anteojos sobre minotauros , son la
Usnra , la Simonía , la Mohatra , la Chisme, la Baraja,
la Soberbia la Invención , la Hazañería
, dueñas de la ,

Fortuna. Los que vienen galanteando á todas estas seño-


ras^ alumbrándolas con antorchas de colores diferentes ,
son Ladrones, Fulleros, Astrólogos, Espías, Hipócritas,
Monederos falsos, Casamenteros , Noveleros , Corredores,
Glotones y Borrachos. Aquel que viene sobre el asno de
oro de Lucio Apuleyo , es Creso , mayordomo mayor de
la Fortuna , y á su mano izquierda Astollb , su caballe-
rizo mayor. Aquellos que van sobre cubas con ruedas y
belieómenes en las manos , dando carcajadas de risa son ,

sus gentiles hombres de la copa , que han sido taberneros


de corte primero. Aquella escuadra de salvajes ,
que
vienen en jumentos de albardason Contadores , Tesoreros ,

Escribanos de raciones, Administradores, Historiadores,


Letrados correspondientes la Fortuna agentes de
, ,
y ,

llevan manos de almirezes por plumas, y por papel, pieles


avahadas.
Tras de estos viene una silla de manos , bordada de tro-
feos ,
para las visitas de la Fortuna : los silleros son
Pilágoras, Diógcnes , Aristóteles, Platón y otros filósofos,
con camisolas y calzones de tela de nácar, herrados los
rostros con eses y clavos. Aquellos que vienen ahora de

tTM <n irél Ufbré tumbas enlutadas á la ginela y á la ,

brida, son Médicos de la cámara y de la familia, Boti-


carios y Barberos de la Fortuna. Ahora cierra todo ole
<-s ( inidroii y acompañamiento aquella prodigiosísima torre
andante ,
que es «le babilonia , llena de gibantes , de
enanos, dé bailarines y representantes, de instrumentos

mtfsiCDÉ J inai'iali-,. de \o/is, di- aguaras míe se ven y


¡.(.i
I Ulfillitai VffntaBÉi que tiene el edificio, coro-

nadus de luminarias, y llc< liando girándolas y cohetes


ALEGORÍAS Y FÁBULAS. 2 55

voladores y en un balcón muy grande de la fachada va


:

la Esperanza , una jayana vestida de verde , muy larga


de estatura, y muchos pretendientes por abajo á pie,
Soldados, Capitanes, Abogados, Artífices, y Profesores
de diferentes ciencias ; mal vestidos, hambrientos, y de-
sesperados , dándole vozes , y con la confusión no seen-
tienden los unos á los otros, ni los otros á los unos.
Y por otro balcón del lado derecho va la Prosperidad
coronada de espigas de oro , y vestida de brocado de tres
altos, bordado de las cuatro estaciones del año, sem-
brando talegos sobre muchos mentecatos ricos ,
que van
roncando ,
que no los han menester , y piensan que lo

sueñan. Ahora sigue á todo este aparato una iníinita

tropa de carros largos llenos de comida y vestidos de


mugeres y de hombres que es la guardaropa de la For-
,

tuna y con ir tantos como la siguen desnudos y


•,

hambrientos , no les dan un bocado que coman ni uil ,

trapo con que se cubran ; y aunque los repartiera con


ellos, no les viniera bien, que están hechos solamente á
medida de los dichosos. Seguia este carruaje un eseuadron
volante de locos á pie , y á caballo y en coches , con dife-
rentes formas, que habían perdido el juizio de varios
sucesos de la Fortuna por mar y por tierra ; unos rién-
dose , otros llorando, otros cantando, otros callando, y
todos renegando de ella y no tomaba de otros parecer ,
;

diligencia para no acertar nada esparciendo toda esta ;

máquina confusa una polvoreda espantosa, en cuyo vasto


piélago se anegó toda esta confusión, llegando el dia ;

que fué mucho no se perdiera el sol con la grande polvoreda.

D. Luis Velezde Guevara, Diablo Cojuelo.

El Monte de la Virtud.

£1 monte excelso de la virtud está formado al revés de


3. 56 ALEGORÍAS Y FÁBULAS.
todos los (Irmas montes. En los rnonles materiales son
amenas las faldas, y ásperas las cimas : así eomoseva subien-
do por ellos, se va disminuyendo la amenidad, y cre-
ciendo la aspereza. El monte de la virtud tiene desa-
brida la falda , y graciosa la eminencia. El que quiere
arribarle, a los primeros pasos no encuentra sino piedras,
espinas y abrojos : así como se va adelantando el curso ,

se va disminuyendo la aspereza , y se va descubriendo la

amenidad; hasta que en fin, en la cumbre no se encuen-


tran sino hermosas flores, regaladas plantas, y cristalinas
fuentes.
El primer tránsito es sumamente trabajoso y resbaladizo.
Llamante al recien convertido, desde el mar del inundo,
los cantos de las Sirenas ; ateríanle por la parte del
monte los rugidos de los leones : mira con ternura la

llanuia del valle que deja : contempla con pavor el ceño


de la montaña á que aspira. Libre de la cárcel del pecado,
aun lleva en sus pasiones las cadenas cuya pesadumbre
,

conspira con la arduidad del camino, para hacer tardo y


congojoso el movimiento. Oyeá las espaldas los blandos cla-
mores de los deleites, que le dicen : ¿es posible que nos aban-
donas ? ¿ es posible <[ue te despides y ausentas de ríosolros
para siempre ? No obstante camina ailigitlo un poco, tal vez
interrumpiendo el paso algún tropiezo. Ya va hallando me-
nos áspera la senda ¡ va los clamóles de las delicias terrenas

hacen menos impresión, porque se oyen de mas lejos :

adelantando algunos pasos mas, ya se va descubriendo algo


llaiM el camino j y aunque una tí olía vez represéntala
antigu i costumbre leí gbzadoi pl.ieeres, y 1» diBouHad
de vivir sin ellos, es tan lánguidamente \ con tanta ti-
i
,
que no hace fuerza alguna*
Arriba en lio a la paité IU peri OÍ del monte, donde ve
5

una llanura herniosa \ apacible, El sudor y Ligrimas


ALEGORÍAS Y FÁBULAS. ?.5 7

con que regí la falda , fructifican en la cumbre ; y aquí


logra en abundantes mieses , cuanto acullá cultivó en
prolijos afanes. Esto está oculto á los ojos del mundo ,

el cual , antes bien al considerarle retirado , le juzga me-


tido en una arduidad inaccesible. Piensa que aquel hombre
no puede tener instante de reposo , imaginando que el

sitio que habita un campo donde batallan con la mayor


es

furia los elementos y á donde se arroja con mayor


,

fuerza el rigor de las tempeslades. Pero á él le sucede lo


mismo que al que escaló la cumbre del Olimpo donde so ,

goza siempre sereno el cielo : donde no inquieta con la mas


leve agitación el aire , en tanto grado ,
que se conservan
años enteros los caracteres impresos en las cenizas :

donde los nublados se miran siempre debajo , de modo


que fulminan en la falda, sin tocar jamas en la eminencia \

y entre tanto los que caminan por los valles vecinos , si la

noticia ó la experiencia no los ha desengañado ,


piensan
que aquella cumbre está toda oscurecida de nieblas , y
abrasada de rayos.
Ni mas ni menos, las incomodidades de la vida , las

borrascas de la fortuna llueven sobre los que habitan


los humildes valles del mundo no sobre aquel, que ha ;

ascendido al monte de Dios, y monte pingüe como le ,

llamaba David. ¿Pues qué? ¿la enfermedad, el dolor, la


pérdida de hacienda, la persecución , la ignominia, con
otras calamidades, no son comunes á los justos con los
demás hombres? ¿A esto no se les agrega en particular el

silencio, el retiro , la vigilia, la oración, la disciplina , el


ayuno, con ctras penalidades? Todo es cierlo. Esos son
los nublados que se ven de la parte de afuera , pero que no
suben á la cumbre del Olimpo ; esto es, no llegan á turbar

Ja parte superior del alma.


Fevjoo, Teat. erit. univers.

Tom. J. '
7
»58 DEFINICIONES.

CAPITULO VI.
DEFINICIONES.
La Temeridad.

jl ara que la voluntad determine bien cerca del esfuerzo ,

es necesario que haya consideración á los dos extremos que


se hallan en cualquier cosa grave
, difícile , temerosa
y
peligrosa que son osadía y temor
,
los cuales proceden ;

del amor que el hombre tiene á sí mismo por él osa :

ó teme mas que conviene ó por honrar su persona , ó ,

por conservarla. Cuando la cosa grave, difícile , terrible é

peligrosa se representa al ánimo por los sentidos corpo-


rales , luego la siente, y se inclina á querer lo que le

puede ser provechoso , y lo ama.


Deste amor nace la osadía, que es acometimiento incon-
siderado contra los peligros con esperanza de sobrarlos,
por la gran confianza que de sí mesmo hace por sus
fuerzas ó por su industria y experiencia , <5 de los que
, le

lian de ayudar é favorecer. Desecha y menosprecia el

temor, que es natural en los hombres, y pónese arre-


batadamente en los peligros, porque osa lo (pie debe y lo

que no debe. Los hombres que ansí son osados , comun-


mente son gloriosos, ventajosos, hinchados , arrogantes,
blasonadora , alaban sus cosas mas que deben ;
y pensando
por esta via mostrarse fuertes ó esforzados, písales de los

actos virtuosos que los otros han n, \ han envidia y detraen


• le ellos por los abajar, DienospreoíándQloSj (5 a lo menos
lio diciendo bien del los.
;;

DEFINICIONES. 2 5o

Estos y otros muchos daños resultan (leste extiemo, por-


que él en sí es vicio cuando está en sus fuerzas. Por tanto

el hombre virtuoso y esforzado no lo debe seguir ni tomar


pues tiene por compañera y guiadora la temeridad por ,

la cual hombre confia de sí mas de lo que conviene para

hacer y obrar lo que quiere y cuanto mayor osadía


y :

confianza tuvo al principio , tanto mayor temor é flaqueza


tiene en la prosecución del negocio ; y al mejor tiempo des-
fallece, y lo deja con mayor mengua y daño suyo....
Deben los hombres conocer á sí mismos , é medir y
«stimar sus fuerzas , é la cualidad de sus personas y de
bus adversarios y no confiar de sí mas que deben ni
, ,

tomar sobre mas carga de la que pueden sufrir. Y no


solo deben considerar que aquello sobre que contienden


es justo y honesto mas también las tuerzas de cada uno
;

y las cualidades ,
porque no cayan torpemente , como na
bastantes para no sufrir tan gran carga : que el varou
esforzado , así como conviene que sea verdadero, no insi-

dioso y acechador ó engañador así , ; es necesario que sea


cauto y estimador igual de sus cosas.
No se llamará esfuerzo ni fortaleza lo que hizo Ale-
jandre el Magno ,
que conquistando las Indias, cercó una
ciudad, y en el combate subid el al adarve.... Esto no
se puede ni debe decir esfuerzo . mas osadía reprensible
porque , aunque él fuese muy poderoso de gente v gene-
roso de corazón , no se podia poner de aquella manera
solo entre los enemigos , especialmente siendo rey i por-
que perdida su persona , era perdida su hueste y estado.
Harto hace el rey ó capitán en gobernar bien su hueste

y batalla , é mirar é proveer , é prevenir los peligros , é


dar galardón á los hombres valientes y esforzados , é ani-
marlos , é desechar á los cobardes. Estos son los medios
por donde lo» reyes vencen á sus contrarios , y crecicntau
fSo DEFINICIONES.
sus señoríos', mas que por pelear con sus personas aunque ;

es bien que lo sepan hacer para cuando fuere necesario.

Juan López de Palacios Rubios , Tratado del


esfuerzo bélico heroico.

La Cobardía.
El otro extremo que se halla en las cosas graves , difí-

ciles, terribles y peligrosas , es el temor : que ansí como el


ánima ama las cosas peligrosas , ansí teme las dañosas....

Del temor resulta un miedo ó es el mismo miedo que , ,

hace hombre meticuloso q:ie no solo teme lo que debe


al :

temer, mas aun teme loque no debe ,con horror, espanto y


temblor de los miembros ; tanto ,
que le faltan las fuerzas
é* la esperanza de conseguir lo que desea : porque quien
teme mas que debe , de necesario pierde la esperanza.
Y cuanto el hombre es vencido y apartado de virtud por
el miedo , tan lejos está de la confianza, y tan cerca de la

desesperación. La cual , menguada en todo consejo , hace


al hombre precipitarse sin ninguna consideración para hacer
lo que no debe , d dejar de hacer lo que debe según razón :

de tal manera consternado


espantado, turbado y aba- ,

tido que parece atónito y atronado , sin ninguna segu-


,

ridad ni repOSO , muy aparejado para huir el peligro y las


sospechas del ....

Tanto es muelle el corazón del tímido ,


é*
tanta su imbe-
cilidad ó flaqueza, que ninguna cosa áspera puede sufrir

ni comportar ; mas como mnger flaca , cae , llora , y se


quebranta de tal muera, «pie pofepe&ser los peligros 7
trabajos , desee le muerte^ y algunas veses la loma por
SUS-maOOS. b<> «pie viene de corazón muelle Ó flaCO ,
debelo
kuir niiieho el bombre estonado^ pues le virtud de lór-
;!

DEFINICIONES. 26 1

talezaó esfuerzo le amonesta, que fuertemente persiga todos


los vicios como contrarios á la virtud.

El mismo, ibidem.

La Sabiduría.

Gran cosa es , Aurelio , la sabiduría , la cual nos muestra


todo el mundo , y nos mete á lo secreto de las cosas ,

y nos lleva á Dios , y nos muestra las sendas de la vida.


Esta nos da en el ánimo templanza esta alumbra al :

entendimiento , concierta la volantad , ordena el mundo,


Y muestra á cada uno el oficio de su estado : esta es rey na

y señora de todas las virtudes esta ensena la justicia , y :

templa la fortaleza por ella rcynan los reyes , y gobier-


:

nan los príncipes y ella halló las leyes con que se rigen
:

los hombres
Donde puedes ver, Aurelio, que bien empleado seriar

cualquier trabajo que por ella se tomase. Por eso no com-


pares los sabios á Sísifo infernal , aunque los veas mm has
vezes tornar á aprender de nuevo lo que tienen sabido
mas compara á los amadores de alguna gran
antes los
hermosura, cuyo deleite de verla recrea el trabajo de
seguirla. O alta sabiduría fuente divina de do mana
; , ,

clara verdad , do se apacientan los altos entendimientos

¿ Qué maravilla es ,
pues eres tan dulce ,
que tornemos
á tí muchas vezes con sed ?

Maestro Fernán Pérez (le Oliva , Diálogo cJü-

la dignidad del hombre.

El Soldado.
Agora considera , Aurelio ,como no es malo el oficio
de los que tratan las armas. Todo el bien que puede haber
en la república , estos lo guardan : ellos son la causa de
Í6* DEFINICIONES.
la seguridad del pueblo por los cuales no osan lo$ que ,

mal nos quieren venir á perturbarnos ellos visten hierro, :

sufren hambre sufren cansancio, por no sufrir el yugo


,

de los enemigos. Han por mejor padecer aquestas cosas ,

que padecer vergüeriza ; y sudar en los campos sirviendo


á la virtud ,
que sudar aprisionados en servicio de los

enemigos. Si vencen, alcanzan gloria para sí , y descanso


para los suyos ; y si mueren siendo vencidos , no han me-
nester la vida, pues en ella no tenian libertad. Cuanto
mas que estos espantos de hombres flacos son los deleites
de hombres fuertes sufrir las armas, andar en cercos, :

defender los muros ó combatir con ellos y las otras du-


, ,

rezas de la guerra , no son pena de los animosos , sino


ejercicio de virtud, cuales se deleitan, y gozan del en los

excelente don que en su pecho tienen. Las heridas no las


sienten con el amor de buenos hechos y su sangre dan •,

por bien empleada , cuando verterla ven por la salud de


sus tierras. Entonces se juzgan bienaventurados , cuando
han hecho lo que la virtud amonesta ; no tienen en nada
ver sus cuerpos llagados 6 dispuestos á morir , si el ánima
tiene vida sin lesión alguna.

El mismo y ibidem.

La Fortuna.
Pésame que te quejes de la fortuna : cá la fortuna como
es eonocida de laníos , no sufre ser infamado por uno ;
y
con la fortuna mal \ le pensar corno (<• hai de remediar,
«pie no como i< ha» de quejar : porque hay muchos boa*
bus que en pregonar sus trabajos son muy y en
solícitos,

buscar ii nuil dio muí muy perezosos. ¡


O" inocente de ^tí!
iiu desacordado., ¿acuerdas ahora que»-
jarte déla fortuna? ¿Cap la fortuna que todos hacen trs>
DEFINICIONES. 263
guas, osastd desafiarla? ¿Nosotros desarmamos las ballestas,
y descuelgas td las lanzas ? ¿ Aun no sabes qué cosa es
guerra. y ,
quieres gozar de la victoria ? ¿ Estando todos
entrampados ,
quieres tú pasar seguro ? ¿ Q.ié mas quieres
te diga ,
pues te veo tomar con la fortuna ? ¿ Y tü no sabes
que esta es la que los muros altos combate , y los car-
comidos defiende : la que puebla los inhabitables desiertos,

y despuebla los pueblos poblados : la que de los enemigos


hace amigos , y
de los amigos torna enemigos : la que á los

vencedores vence la que de traidores hace : fieles , y de


fieles sospechosos ? Finalmente ,
quiero que sepas que la
fortuna es la que revuelve los rey nos , desbarata los ejér-
citos , abale á los reyes , sublima á los tiranos , da vida á
los muertos, entierra á los vivos. ¿ No te acuerdas del mote
que tenia el segundo Rey de los Lacedemonios encima de
sus puertas ,
que decia estas palabras : « esta es la casa
do el hombre hace lo que puede , y la fortuna lo que
quiere ? »

Fr. D. Antonio Guevara , Relox de Príncipes.

La Templanza.
Podríase este mote ne quid nimis de Apolo Deifico muy
bien aplicar á la temperancia cuyos preceptos y reglas
,

son muy saludables a la república , mediante la cual el


género de los mortales en general y en particular se con-
serva. Porque la temperancia , como su primer silla
y
morada tenga en el apetito concupiscible, aunque su espe-
cial poder se emplee en moderar y poner freno ú las libí-

dines y pasatiempos del hombre; no menos tiene poder


general para refrenar todos sus demasiados y deshonestos
apetitos. Y si la prudencia debe concurrir juntamente coa
cada una de las virtudes para poder producir efectos buq-
,

264 DEFINICIONES.
nos y virtuosos muy mayor necesidad tenemos de la íein-'
;

perancia para conservar nuestro vivir. ¿ Quieres ver cómo


esta es el temple de todas las virtudes ? Dime : el oficio

de fortaleza ¿
qué otra cosa es sino una moderación entre
audazia y temor? El oficio de la justicia ¿
qué otro es sino

una templanza entre muchos para vivir los hombres en com-


pañía? ¿una moderación entre pérdida y ganancia? El oficio
de la liberalidad ¿cual se puede llamar, sino un medio entre
avaricia y prodigalidad ?.... Porque, si queremos bien con-
siderar, no es otra cosa la temperancia en el hombre, sino
una moderación d<; apetitos conforme a razón :
y su prin-
cipal oficio no es otro , sino refrenar y restringir los

deshonestos deseos , y las demasiadas codicias. Y así hallarás


que esta tiene las llaves de la modestia y castidad. Esta
hace huir las enfermedades del cuerpo , la torpeza del ánima,
la lujuria del vientre , los ímpetus bulliciosos de la ciudad,
la discordia de la casa.

Luis Meji'a. Apólogo de la ociosidad y el trabajo.

La buena y la mala lengua.

¡ O miembro tan ancípite y dubdoso ! ¿ cómo haces las

cosas tan á tu sabor ,


que á quien quieres das el bien , y
á quien quieres das el mal ? De unos eres la muirte, y de
otros eres la vida : el principado tienes de todo : cuchillo
eres que Cortas de ambas palies. Guardas á quien qu iere» ,

y á placer mu contradicion destruyes al otro. Si la len-*


guaesmala, cara paña ea incitadora «le enojos ella ; taisroa,

si es buena es conciliadora de gracia v de tod


, amistad. i

.Si M mala, no liav luna inleinal tan inventadora de toda


maldad ¡ ftj es buena, no hay instrumento tan apaziguadot*
de i nido, ni administrador de toda tranquilidad. Si es mala
no hay veneno l.m pestilencial , mayoi mente CUdndo por
,

DEFINICIONES. *65

ánimo dañado se gobierna. Si es buena , no hay yerba,


aunque sea panace ,
que ansí sane todas las enfermedades ,

principalmente cuando sobre ánima virtuosa esta fundada.


Fuente de toda discordia es, si es mala y ella misma, si ;

el buena , y madre de toda concordia. Destrui-


es fuente

cion de reynos y señoríos es si es mala y ella misma , , :

si es buena edificadora y reparadora de todo el linaje


,

humano.
El mismo , ibidem.

La Fortaleza.

Veo algunos de mi compañía ,


que delante de quien
son conocidos presumen de esforzados y animosos ,
por
ser tenidos y estimados ó de sus naturales ó señores y ,

por no ser abatidos y vituperados como pusilánimes. Otros


veo que son forzados á pelear como los que están en el ,

mar ó en algún lugar estrecho, donde no pueden salir sin


batalla. Otros con confianza que tienen de haberse hallado
en muchas guerras , esperan batalla , mas por vergüenza
que por voluntad. Otros pelean con enojo , y la ira les admi-
nistra fuerza ; y el furor , armas. Otros ,
queriendo expe-
rimentar sus fuerzas, acometen á un león ó á un toro ;

y unas vezes les sale bien , y otras por el contrario. A nin-


guno de estos sabria yo dar razón, cual sea este esfuerzo que
tenga nombre de virtud.
Respondo que los primeros no se pueden llamar fuertes
porque el fuerte en toda acción y operación, en púldieo
y en secreto , delante de quien le conoce y no le conoce,
ha de ser fuerte. De esta manera poco aprovecharía mos-
trar fortaleza por vergüenza de las damas , cuando alguno
de ellas y después cuando no está delante
se halla delante ;

de quien pueda recibir afrenta usar de cobardía. Ni ,

tampoco se pueden llamar fuertes los segundos ,


porque
,

a6o DEFINICIONES,
la virtud ha de ser libre y con amor y no por temor ;

ninguno , ni por fuerza. Los otros me parece que deben ser


los caballeros estipendiarios : estos bien sé yo que desean
roas diez años de guerra que un dia de batalla ,
por-
que creo que entonces no se querrían hallar ninguno de
ellos. Pues ¿esotros que corren á la furia? Nunca la ira

hizo cosa buena ;


porque ciegos de su enojo , son como
las estopas ,
que presto se pasa su furor. Esotros me pare-
cen bestiales mas que animosos y esforzados porque na ;

menos es vicio ser audaze en todo, que en todo ser temeroso.


Y ansí la verdadera fortaleza no es otra cosa , sino un recto
medio entre temor y audazia por algún buen fin y de esta :

manera varón fuerte se puede llamar el que sabe temer


esperar sufrir y osar las cosas que convienen , como
,
,

y cuando y por quien se deben y por esta razón la mayor ;

fortaleza que en el hombre se puede hallar de que mas ,

merezca ser alabado, es vencer á sí mismo sujetando sus


propias pasiones
Bien sabéis, dijo un Emperador, que la fortuna de la
guerra está en la virtud de la gente , y ansí vencer las

extrangeras naciones , virtud es de soldados y caballeros ;

pero vencer los vicios es virtud de costumbres.... Pero si

es género de fortaleza mostrarse varón en la tolerancia de

las adversidades , no menos es virtud saber poner freno


á la alteración en tiempo de la prosperidad ; porque la
buena fortuna mas fácilmente vence al hombre que la

mala y ansí la magnificencia no está en saber allegar rique-


:

zas mas en saber no tenerlas en mas de lo que valí n ni


,

de lo que ellas son Ansí que la virtud de la fortaleza


no está en amar riquezas ni tesoros, masen menospreciarlas,
tcnt i cu poco los ir.uisiloi i( | favores y las fingidas y no
durables honras :
y no se debe poner ;¡ lodo peligro, mas
á aquel que es justo y honesto. Y cumulo se pone en alguu
,

DEFINICIONES. 267

trance, debe escoger el hombre virtuoso tintes morir muerte

honesta que vivir vida vituperable. Si muere , la honra


,

acompaña como sombra al cuerpo.


y fama le sigue y , la

Si vive , está contento ,


porque no emprende de hacer
sino aquello que la prudencia demanda á su esforzado
ánimo , sin la cual ninguna virtud tiene fuerza ni vigor.

El mismo, ibidem.

El Historiador.

La definición que dan los retóricos del orador que es ,

hombre bueno y sabio en bien hablar, con mas verdad


«e dirá del historiador porque ha de tener estas dos cosas:
la una que sea bueno , y la otra sabio en bien hablar, y
escribir lo que tomare á su cargo. Y lo que es primero en
la definición, es también lo primero y principal que se

requiere en la historia ,
que sea hombre bueno, que ame
la verdad , y la diga libremente sin amor , temor ,
odio ,

avaricia, ambición, misericordia, ó vergüenza. fin En ,

ha de ser huésped sin patria , sin rey


, sin ley ninguna , ,

diligente en saber examinar la verdad ,


semejante á un
espejo claro, que cuales formas y objetos recibe, tales

los representa. Ninguna mentira ni rastro de ella ha de


permitir la historia ; pues su oficio es evidentemente mos-
trar verdad, adornar los hechos y dichos, no ¡nventán-
xlolos , sino dibujándolos ó cincelándolos con la buena y
distinta narración y disposición curiosa , sin composición
de palabras sospechosas de pasión alguna.
Y en esto difiere el orador del historiador : que el orador
mas procura decir lo verisímile y creiblq ,
que lo verda-
dero ; pero el historiador sola la verdad desnuda preteudc
escribir, sencilla , sin afeites , ni sospecha de ellos....

Provechoso es y muy dclcctable á ios mortales el cono-


a69 DEFINICIONES,
cimiento de todas lasbuenas artes y ciencias ; pero el de
la historia no solo es provechoso y delectable mas aun muy ,

necesario. Mucho debemos á los escriptores de cualquiera


arte, porque no solo vivieron para sí . mas aun para los

que después de ellos fueron y serán pero mucho mas ;

debemos á los historiadores porque por ellos sabemos ,

los hechos , dichos , y leyes, y fueros, y buenas costum-


bres de los pasados y por ellos sabrán los venideros los
,

nuestros. Por ellos en breve vida vivimos largos años ,


pues por ellos vivimos los años de los antiguos en que
no éramos. Y sin ellos ¿ qué seriamos sino siempre niños ?

como decía á Solón un egipciano : «¡O Solón , Solón ! los

griegos siempre sois niños ,


porque hayer nacisteis ,
pues
hayer comenzasteis á tener letras , y no tenéis historias

dé los tiempos pasados : por las cuales tanto antiguariades


vuestro nacimiento , cuanto anticipásedes la noticia de las

cosas pasadas. » Conocer las cosas de la memoria vieja ,

tener la orden de la antigüedad, alcanzar noticia de todos


los ejemplos , dichos y hechos ilustres que han pasado ,

es la cosa que entre los mortales es mas provechosa , loable

y necesaria. Cobran los viejos autoridad y acatamiento ,

porque han visto , muchas cosas


oido y experimentado
en la edad que han vivido. Pues cuanto mayor autoridad
nos dan los historiadores, tanto mayor noticia y experiencia
tenemos: pues por ellos vivimos los siglo» pasados, no me-
nos que gobernamos ano»
los nuestros ;
y por ellos los

nuestros y de nuestros vecinos, acordándonos de los ejem-


plos ilustres (pie en promptu tenemos , y de los errores
ágenos en que escarmentamos. Todos estos provechos nos
MrÍM la historia , de la eu.d si se pierde la reputación de
la verdad, pierde la vida ,
pierde el ser.

Bachiller l\dro Rúa. Cartas censorias.


DEFINICIONES. <%
La Fama.
La fama es de tanto precio entre los mortales , que con
razón no se puede aborrecer ,
pues es medio seguro para /
emprender grandes hechos de virtud Y así por esto
conoceremos ser la fama cierto género de virtud ,
pues nadie
la procura
,
que no sea bueno, y de cosa buena. Por esta
son conocidos y estimados los virtuosos por esta se incitan :

á la virtud los presentes por esta holgamos de leer lot :

hechos de antepasados y con su memoria procuramos


los

hacernos á ellos semejantes por esta, finalmente, con ale- :

gre ánimo se pasan los trabajos y deprenden las ciencias.


En bestia se transforma el que menosprecia la fama ,

pues ningún varón ha habido , ansí santo como profano ,

que del la haya dado mucho; y tanto, que la


no se le

tenga por principal pieza de su arnés que cierto , de su :

naturaleza convida á todos los hombres á ser esclarecidos


por las virtudes. De aquí viene que á los tales , por la gran
fama que dejaron , llamamos afamados; y por el contrario
disfamados, á los que, no habiendo hecho cosa digna de
memoria , se ocupan en los vicios , donde como puerco»
encenegados, viven sin cuidado della Lo cual no es de
agora, pues vemos que la reyna deSabú anduvo tantas le-
guas por fama del saber y riquezas de Salomón; y que era
la

tanta la fama de Tito Livio que á los que la grandeza ,

de Roma no habia podido traer á sí, la fama de un solo


hombre llevó á eHa.
Finalmente ,
por la fama vienen á ser los hombres
inmortales : esta sigue á los que no la quieren, y huye de
los que la : esta á los vivos honra
procuran y á los muertos ,

hace claros, y
aun divinos. Ninguno jamas fué de virtud
guarnecido que luego no
,
fuese afamarlo. Esta á los que
muy solos están acompaña, á los no conocidos pubaca;
270 DEFINICIONES.
y tiene tantas fuerza?, que aun á la muerte, que todas las
otras cosas mata , ella sola vence. Pues aunque al Magno
Alejandre y al invencible César quitó las vidas ; no les pudo
matar la fama ,
que agora tienen mas viva que enton-
ces. Esta echa de sí rayos gloriosos, que son las hazañas
que de sí produce : las cuales se publican por los orado-
res , se cuentan por los poetas , se ilustran por los histo-

riadores.

Francisco Cervantes de Solazar. Continuación del

•f
Dial, sobre la dign. del hombre.

Dios.

Altísimo sois Señor , y muy alto ha de ser el que os


,

ha de alcanzar. ¿Quien me dará alas como de paloma, para


que pueda volar á vos ? Pues ¿ qué hará quien no puede
amaros sin conoceros? Todo nuestro conocimiento nace de
nuestros sentidos ,
que son las puertas por donde las imá-
genes de las cosas entran en nuestras ánimas, mediante
las cuales las conocemos. Vos , Señor , sois inünito , no
podéis entrar por esos postigos tan estrechos ; ni yo puedo
formar imagen que tan alta cosa represente : 2 pues cómo
os conoceré? ¡
O altísima sustancia !
¡
O nobilísima esen-
cia ! ¡ O incomprensible majestad ! ¿Quien os couocerá ?

Todas las criaturas tienen Imitas y limitadas sus natu-

ralezas y virtudes, porque tolas las enastes en numero


peso y medida , y le-, búfote* sus rayas, y seña las tes los
límites de su jurUdieiou. Muy activo es el luego en ca-
lentar, y el sol en alumbrar, y innelio se extiende su
virtud mas todavía reconocen ettJM 01 ialnras sus fines ,'y
;

tienen h'i minos <|iie no pueden pa..u. I'.o el.i causa puede
I i \, li de nuestra ánima lie- o il •• e 1» o a eal)o , y com-
préndalas, porque todas ellas cslúu encerradas, cada una
,

©EFIWC10NES. 271

dentro de su jurisdicion. Mas vos , Señor , sois infinito :

«o hav cerco que os comprenda : no hay entendimiento


que pueda llegar hasta los últimos términos de vuestra
¿sustancia porque no los tenéis. Sois sobre todo género,
,

y sobre toda especie , y sobre toda naturaleza criada :

porque , así como no reconocéis superior , así no tenéis

jurisdicion determinada. A todo el mundo ,


que criastes en
*anta grandeza ,
puede dar vuelta por el mar océano un
hombre mortal : porque , aunque él sea muy grande, toda-
vía es finita y limitada su grandeza. Mas á vos ,
gran
anar océano, ¿quieu podrá rodear? Eterno sois en la du-
ración, infinito en la virtud, y supremo en la jurisdicion.

3Ni vuestro ser comenzó en tiempo , ni se acaba en el

inundo; sois ante todo tiempo, y mandáis en el mundo


y fuera del mundo porque llamáis las cosas que no son ,
;

*'omo á las que son.


Pues , siendo como sois , tan grande ¿ quien os cono-
,cerá ? ¿ Quien conocerá la alteza de vuestra naturaleza
pues no puede conocer la bajeza de la suya ? Esta misma

ánima con que vivimos, cuyos oficios y virtud cada hora


experimentamos no ha habido filósofo hasta hoy que haya
,

podido conocer la manera de su esencia, por ser ella hecha


á vuestra imagen y semejanza. Siendo , pues , tal nues-
tra rudeza , ¿ cómo podrá llegar á conocer aquella sobe-
rana é incomprensible sustancia ?.... Ciego soy , y muy
corto de vista para conoceros mas por; eso ayudará la
gracia donde falta la naturaleza. No hay otra sabiduría
sino saber á vos ; no hay otro descanso sino en vos ;

lío hay otros deleites sino los que se reciben en mirar


yuestr-a hermosura.
Ayúdanos también para conoceros la universalidad de
las criaturas : las cuales nos dan vozes que os amemos
y nos enseñan porque os habernos de amar. Ca en la
i-i DEFINICIONES.
perfección de ellas resplandece vuestra hermosura , y en
el uso y servicio de ellas , el amor que nos tenéis. Y así
por todas partes nos incitan á que os amemos , así por
lo que vos sois en vos , como por lo que sois para noso-
tros. ¿ Qué es, Señor, todo este mundo visible sino un ,

espejo que pusisteis delante de nuestros ojos ,


para que
en él contemplásemos vuestra hermosura? Porque es
cierto ,
que así como en el cielo vos seréis espejo en que
veamos las criaturas ; así en este destierro , ellas nos son
espejo para que conozcamos á vos.

Pues según eso ¿


qué es todo este mundo visible sino
un grande y maravilloso libro , que vos , Señor , escri-
bisteis y ofrecisteis á los ojos de todas las naciones del
mundo , así de griegos como de bárbaros , así de sabios
como de ignorantes , para que en élestudiasen todos y
conociesen quien vos érades ? ¿ Qué serán luego todas las
criaturas de este mundo tan hermosas y tan acabadas ,

sino unas como letras quebradas é iluminadas, que de-


claran bien el primor y sabiduría de su autor? ¿Qué
«eran todas estas criaturas , sino predicadores de su hace-
dor , testigos de su nobleza, espejos de su hermosura ,

anunciadores de su gloria , despertadores de nuestra pe-


reza , estímulos de nuestro amor, y condenadores 'de

nuestra ingratitud? Y porque vuestras perfecciones, Señor,


eran infinitas, y no podía haber una sola criatura que las

representase todas , fué necesario criarse michas , para


que así á pedazos, cada una por su parte nos declarase
algo de ellas. De esta m mera las Cfiatliras hermosas pre-
dican vuestra hermosura , .las fuertes vuestra fortaleza ,

las grandes vuestras gr and.v.as, las artificiosas vuestra sabí*


doria , las resplandecientes vuestra claridad, las dulces
vuestra suavidad, y das laS bien Ordena! y proveída*
vuestra maravillosa providencia
DEFINICIONES. 273
Por cierto , Señor , el que tales vozes no oye , sordo
es ; y el que con tan maravillosos resplandores no os ve,
ciego es ; y el que coa tantos argumentos y testimonios
de todas las criaturas no conoce la nobleza de su Criador,
loco es. Paréceme , Señor ,
que todas estas faltas caben
en nosotros ,
pues entre tantos testimonios de vuestra
grandeza no os conocemos. ¿ Qué boja de árbol ,
qué flor

del campo, qué gusanico bay tan pequeño ,


que si bien
considerásemos la fabrica de su corpezuelo , no viésemos
en él grandes maravillas ? ¿ Qué criatura bay en este
mundo, por muy baja que sea, que no sea una grande
maravilla ? Pues , ¿ cómo andando por
, todas partes rodea-
dos de tantas maravillas , no os conocemos ? ¿ cómo no

os alabamos y predicamos ? ¿ cómo no tenemos corazón


entendido para cont>cer al maestro por sus obras , ni ojos
daros para ver su perfección en sus becburas , ni orejas

abiertas para oir lo que nos dice por ellas ? Hiere nuestros
ojos el resplandor de vuestras criaturas, deleita nuestros

entendimientos el artificio y hermosura de ellas ; v es tan

corto nuestro entendimiento, que no sube un grado mas


arriba para ver allí al bacedor de aquella bermo ura , y al
dador de aquel deleite.

F. Luis de Granada. Introduc. al símbolo de la Fe.

Grandeza de Dios.
Si quieres , hombre , barruntar algo de esta incompren-
sible grandeza ,
pon lo 9 ojos en la fábrica «leste mundo ,

obra de las manos de Dios : por la condición del efecto ,

conocerás algo de la nobleza de la causa. Kntodis las cosas

bay ser, poder, y obrar todas están de tal manera pro- :

porcionadas entre sí , que cual es el ser de ellas, tal es su

poder 4 y cual el poder, tal el obrar. Presupuesto este prin-


Tom. I. 1$
m

27Í DEFINICIONES,
cipio , mira luego cuan hermoso , cuan bien ordenado,
y cuan grande es este mundo. Mira cuan poblado está de
infinita variedad de cosas, tanto en la tierra, como en el

agua y en el aire , todas fabricadas con la mayor perfec-


ción. Pues grande y tan admirable máquina del
esta tan

mundo crió Dios en un momento y esto sin tener mate- ,

riales de que la hiziese, oficiales de que se ayudase, y


herramientas de que se sirviese, modelos ó dibujos exte-
riores en que la trabajase, ni espacio de tiempo en que
prosiguiendo la acabase ; sino con sola una simple muestra
de voluntad, salió a luz esta grande universidad y ejército
de todas las cosas. Y mira mas, que con la misma faci-

lidad que crió este mundo ,


pudiera criar, si quisiera,
millares de ellos; y acabándolos de hacer , con la misma
facilidad los pudiera dcdv.-.ecr y aniquilar sin ninguna
resistencia. Pues, dime ahora, si, como se presupuso,
por y obras de las cosas conocemos el poder
los efectos

de eilas, y por el poder el ser, (•cual no será el poder


de donde esta obra procedió ? Y si tal y tan incompren t

•¡ble es este poder, ¿cual no será el ser que se conoce

por tal poder ?... Esto sin duda sobrepuja todo encare-
cimiento , todo entendimiento.

El mismo , Breve memorial del Cristiano.

La Humildad.
No sé por cierto , hermanos mios ,
porque nos han
<1r agradar nías los caminos ásperos de los vicios que los

Ha : rífd *. En l.i humildad se baila el descansó,


la tranquilidad y pafc Porque , como ella sea de su na-
tural p 1/ '.'''• y llana, aunque se levanten contra' ella los
idos del mundo, do hallan adonde qoe-
le sus ímpclus fin ¡osos. Uiaudaimnle se
DEFINICIONES. ü7 5

allanan las grandes ondas de la mar en la arena ,


que con
grande ruido suenan y baten en las altas peñas. Cualquiera
encuentro que venga á dar sobre el bumilde, como no
le resiste, antes baja la cabeza, despídele de sí, dándole
lugar, y dejándole pasar. Toda la braveza de la mar es

contra las altas rocas y peñascos; y pierde su furia en la


blandura de las llanas y blandas arenas. En los altos montes

andan recios los vientos, que no se sienten en los valles

bajos y humildes. Los caminos de los soberbios son que-


brados , llenos de barrancos y peñascos porque donde :

está la soberbia está la indignación, allí la ferozidad allí ,

la inquietad y desasosiego ; porque aun acá padezca el

soberbio está justa condenación , y acá comienze el malo


su infierno ; como el alma del bueno, dende acá tiene

ya principio de su gloria en la quietud de su conciencia.

El mismo , Sermón de la Adoración.

La Historia política, y la monástica.

Prosiguiendo voy el discurso de mi historia ; y diré


mejor el de mi obediencia ,
pues solo ella es la que puede
darme aliento para carrera tan larga. Diré también con
verdad lo que dijo el historiador romano ( Tito Livio ) en
medio de su obra : Pudiera dcjallo aquí , si no se fuera
cebando el alma con el gusto del sujeto. Ansí también lo
confieso ,
pues ansí me acontece y porque con ; lo que hasta
aquí se ha descubierto, bastaba para juzgar lo que resta,
mas no basta para la integridad y el amor que á la misma
obra se debe, que se ha de anteponer al propio gusto.
Historia es como se ha visto , humilde y de humildes :

contra la primera ley de historia ,


que pide siempre cosas
grandes. No se ven pensamientos ni discursos largos de
príncipes para conquistar nuevos rey nos , o mudar de sus
,

2 7& DEFINICIONES,
asientos grandes estados , descubrir nuevas provincias
trastornar repúblicas consejos profundos de paz
y guerra, ,

trocar la faz, y desbacer las suertes de todo esto temporal

y visible : cosas que se huelgan todos de leellas , y con


tanto gusto (¡ojalá con tanto fruto! )
que se olvidan de
la comida , y aun del sueño
Certifican personas de buen juizio, que se ha hecho
evidencia , no solo ser sabrosa y de fruto la historia que
trata casos raros y empresas grandes , y todo eso que
llaman hazañoso ; sino también la que se humilla al yermo,
al claustro , al silencio , y al cilicio , y á cuanto tiene
nombre de mortificación ,
que suena siempre tan mal á
las Orejas del mundo.
Vese en esta historia trocado todo ; y en vez de aquellas
preñadas pláticas de los consejeros de estado : de los razo-

namientos de los capitanes para disciplinar el ejército,


6 animar los soldados a la batalla : de aquellas promesas
de la victoria , <5 presagios de la suerte adversa : de las

conjeturas de lo que pretende' el enemigo : la loa del


soldado valiente: la diligencia , destreza, y ánimo del ca-

pitán : ios varios trances de la fortuna : la alegría del

buen suceso la riqueza del despojo y de Ja presa


: el nú- :

mero de muertos y cautivos


los los premios de los que :

como esforzados esc daron primero el muro ó derribaron ,

las banderas enemigas, y otros cien particulares con que


se enriquezco las historias profanas en vez, digo, de :

todo esto ; entran las amonestaciones santas, los consejos

de una celestial prudencia, dónde se descubrí la sutileza

y el ingenio de nuestro mortal enemigo : la perseverancia


en el ejercicio santo: la fortaleza en el rigor de la peni-

tencia: el fruto de la oración continua : la sumisión del


etierpo i < I desprecio de lí íftesmo í el desengaño de las cosas

•risibles: la victoria Contra nuestras pasiones: la lucha por-


,:,

DEFINICIONES. 277
fiada contra nuestros apetitos: la esperanza del premio

y tal premio los anuncios de la salud del alma los recatos


: :

aun en el estado mas seguro el zelo de la cirimonia aunque


: ,

sea pequeña para que no se toque al muro de lo esencial


,

las prevenciones antes de llegar a las cosas sagradas apoyar :

lo que se desmorona d<d rigor primero y esforzar lo que


,

parece va enflaqueziendo en la virtud muertes venturosas,


suficientes para encender en santa envidia los mas tibios :

castigos rigurosos a culpas casi sin nombre, mejores para


labrar coronas que para enmienda de los delincuentes, y
otro alarde de cosas semejantes menudencias para los ;

ojos del siglo , y de tanta estima en los di Dios ,


que
no las remunera menos que con un reyno eterno.
P. José de Sigüenza , ilist. de la Orden de S. Jerón.

El Amor.
Si lo quisiésemos definir, habiendo tantos dicho tanto
seria volver á repetir lo millaresde vezes repetido. Es el
amor tan todo en todo tan contrario en sus efectos , que
,

aunque mas del se diga, quedará menos entendido; empero


diremos del algo con los muchos. Es el amor una prisión do
locura, nacida de ocio criada con voluntad y dineros
,
, y
curada con torpeza. Es un exceso de codicia bestial , suti-
lísima y penetrante ,
que corre por los ojos hasta el corazón ,.

como la yerba del ballestero fi), que hasta llegar a él como


á su centro no para. Huésped que con gusto convidamos ,
,

y una vez recibido en casa , con mucho trabajo aun 'es di-
ficultoso echarlo della. Es niño antojadizo y desvaría es ,
:

viejo, y cadura : es hijo que á sus padres no perdona, y


padre que á sus hijos maltrata : es Dios que no tiene mise-
ricordia ,
enemigo encubierto , amigo fingido, ciego certero,

(1) Eléboro blunco.


,

2-jS DEFINICIONES.
débil para el trabajo, y como la muerte fuerte* No tiene ley^
ni guarda razón : es impaciente, sospechoso, vengativo, y
dulce tirano. Píntanle ciego, porque no tiene medio , ni
modo , ni distinción, ó elección, orden , consejo, firmeza,
ni vergüenza, y siempre yerra. Tiene alas por su ligereza en
aprender lo que se ama, y con que nos lleva en desdi-
chado fin ; de manera ,
que solo aquello que á ciegas aprue-
ba , con ligereza lo solicita y alcanza. Y siendo sus efectos
tales ,
para la ejecución dcllos quiere que falte paciencia en
esperar, miedo en acometer , policía en hablar , ver-
güenza en pedir, juizio en seguir, freno en considerar, y
consideración en los peligros. Amé con mirar , y tauta fué

su fuerza contra mí, que me rindió en un punto. No fué


necesario transcurso de tiempo , como algunos afirman y ,

yerran.

Alemán, Guzm. de Alfar.

Los Zelos.

¡ O zelos turbadores de la sosegada paz amorosa ! zelos

cuchillo de las mas firmes esperanzas. No sé yo qué pudo


saber de linajes el que á vosotros os hizo hijos del amor ,
siendo tan al revés que por el mismo caso dejara el amor
,

de serlo, si tales hijos engendrara. ¡


O zelos, hipócritas y
fementidos ladrones ! pues para que se haga cuenta de
vosotros en el mundo, en viendo nacer alguna centella do-

amor en algún pecho , luego procuráis mezclaros con


volviéndoos de su color, y aun procuráis usurparle el
ella

mando y señorío que tiene Y de aquí nace que como


os ven tan unidos COK el amor, puesto que por vuestros
<*s dais á conocer que no sois el misino amor, lo-

d.tvia procuráis que entienda el ignorante que sois mis hijos,

siendo, como lo sois, nacidos de un:i baja sospecha, en-


,

DEFINICIONES. 279
pendrados de un vil y desastrado temor, criados á los pe-
chos de falsas imaginaciones , crecidos entre vilísimas envi-
dias, sustentados de chismes y mentiras ... Y porque se vea
Ja destruieion que hace en los enamorados pechos esta
maldita dolencia de los rabiosos zelos , en siendo el
amante zeloso, conviene (con paz sea dicho de los zelosos
enamorados) conviene digo, que sea como lo es, traidor,

astuto, revoltoso, chismero, antojadizo, y aun mal criado,

Y ;í tanto se extiende la zelosa furia que le señorea , que á


la ñervosa que mas quiere, es a quien mas mal desea.
Querría el amante zeloso que solo para él fuese su dama
hermosa , y fea para todo el mundo: desea que no tenga
ojos para ver mas de lo que él quisiese, ni oidos para
oir, ni lengua para hablar : que sea retirada, desabrida
soberbia , y maiacondicionadu y aun á vezes desea :

(apretado de esta pasión diabólica) que su dama se muera,

y que todo se ¡u abe. Todas estas pasiones engendran los


zelos en los ánimos de los amantes zelosos. Al revés de las
virtudes que el puro y sencillo amor multiplica en los

verdaderos y comedidos amadores', porque en el pecho


de un buen enamorado se encierra discreción , valentía ,
liberalidad, comedimiento, y todo aquello que le puede
hacer loable á los ojos de las gentes.... Tiene mas asi-

mismo la fuerza de este crudo veneno ,


que no hay antí-
doto que le preserve, consejo que le valga, amigo que le

ayude, ni culpa que le cuadre. Todo esto cabe en el

enamorado zeloso , y mas ; cualquiera sombra le espanta ,

cualquiera niñería le turba, y cualquiera sospecha falsa ó


verdadera , le deshace. Y á toda esta desventura se le

añade otra ,
que son las disculpas que le engañan. Y no
habiendo para la enfermedad de los zelos otra medicina
que las disculpas, y no queriendo el enfermo zeloso ad-
mitirlas , sigúese que esta enfermedad es sin remedio , y
a8o DEFINICIONES,
que á todas las derivas debe anteponerse. Y así es mí pare-
cer que Orfenio es el mas penado, pero no el mas ena-
morado porque no son los zelos señales de mucho amor
:
,

sino demucha curiosidad impertinente y si son señales ;

de amor es como la calentura en el hombre enfermo


,
,

que el tenerla es señal de tener vida ,


pero vida enferma j
mal dispuesta. Y así el enamorado zeloso tiene amor, mas
es amor enfermo , y inalaeoudieionado. Y también el ser

zeloso es señal de poca confianza del valor de sí mismo.

Cenantes , en Calatea.

Los Linajes.

A cuatro suertes de linajes se pueden reducir todos los

que hay en el mundo, que son estos : unos que tuvieron


principios humildes, y se fueron extendiendo y dilatando,
hasta llegar á una suma graudeza : otios que tuvieron prin-
cipios grandes , y los fueron conservando, y los conservan
y mantienen en el ser que comenzaron : otros que aunque
tuvieron principios grandes, acabaron en punía, como pi-

rámide, habiendo disminuido y aniquilada SU principio hasta


parar en nonada, como lo es la punta de la pirámide, que
respecto de su basa 6 aliento, no es nada: otros hay, y
mas. que ni tuvieron principio bueno, ni razo-
estos son los
nable medio, y así tendrán el fin sin nomine eoinoel linaje ,

déla gente plebeya y ordinaria. De los primeros, que tu-


vieron principio humilde v subieron a la grandeza (pie agora
conservan, te sirva de ejemplo la casa Otomana ,
(¡tic de un
humilde y bajo pastoi que le dio principio, está en la emo-
liré que la vemos. Peí segundo linaje, que tUVO principio en

..de/a y la conserva BÍn aumentarla , serán ejemplo mu-


chos l*i i.. (
jpes , <|ue por herenei i
|p son , y se conservan en
tila siu aumentarla ni disminuirla , ecuteniendn.se en lo»
DEFTMCIONES. *8i

límites de sus estados pacíficamente. De los que comenza-


ron grandes y acabaron en punta, hay millares de ejenv*
píos , porque todos los Faraones y Tolomeos de Egipto,
los Césares de Roma , con toda la caterva ( si es que se les

puede dar este nombre) de infinitos príncipes, monarcas,


señores , Medos, Asirios, Persas, Griegos y Bárbaros; to-
dos estos linajesy señoríos han acabado en punta y en no-
nada , así ellos, como los que les dieron principio, pues

no será posible hallar agora ninguno de sus desetndientes,


y si hallásemos, seria en bajo y humilde estado. Del
le

linaje plebeyo no tengo qué decir, sino que sirve solo de

acrecentar el número de los que viven, sin que merezcan


otra fama , ni otro elogio sus grandezas. De todo lo dicho
quiero que inferáis, que es grande la confusión que hay entre
los linajes,
y que solo aquellos parecen grandes y ilustres,
que lo muestran en
la virtud y en la riqueza y liberalidad

de sus dueños. Dije virtudes, riquezas y liberalidades, por-


que grande que fuere vicioso, será vicioso grande, y el
el

rico no liberal será un avaro mendigo; que al poseedor de


las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas,

y no el gastarlas como quiera, sino el saberlas bien gastar.


Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar
que es caballero, sino el de la virtud , siendo afable^ bien
criado, cortes, comedido, y nficioso; no sobeibio, no arro-
gante, no murmurador; y sobre todo caritativo, que con
dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre, se mostrará
tan liberal, como el que á campana herida da limosna; y
no habrá quien le vea adormido de las referidas virtudes,
que aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por
de buena casta; y el no serlo, seria milagro, y siempre la

alabanza fué premio de la virtud, y los virtuosos no pueden


dejar de ser alabados.

El mismo , Quijote.
2&» DEFLACIONES.

La Jlmistad.

Yo sé las obligaciones que tienen los amigos ; yo sé la fi-

delidad que deben tener á yo sé


los que lo son verdaderos ;

que el amigoun refugio contra la infelizidad, una dicha


es

que no falta y un nombre que se desea mucho y apenas


, ,

se consigue con perfección sé que es tanta la fuerza de la


:

amistad, y que excede tanto & nuestra naturaleza, que el


verdadero amigo, para serlo, ha de pasar los límites de
humano. Sin duda que vos ignoráis sus leyes, pues no veis
que se ha de anteponer á todas las cosas del siglo, de donde
infiero justamente, que hasta ahora no habéis sabido serlo.
Mas porque de aquí adelante lo sepáis , atendiendo á lo que
yo granjeo en serlo vuestro , oid estos preceptos , y
aunque
os parezcan de mi boca pensad que
,
los oís ú Séneca , Tulio
y Quintiliano , cuyos son en su origen.
La muchedumbre suele engendrar cansancio; y así pro-
curaré en la brevedad excusar el disgusto que en él pudieran
adquirir vuestros sentidos, reduciéndolos a dos solos; los
cuales como firmísimo* polos , sustentan , tienen y conservan
la amistad. La primera y mas importante observancia que
ha de tener el amigo , es no pedir á su amigo cosas injustas,
ni hacerlas aunque se las haya pedido; porque no es dis-

culpa en hombre cuerdo el decir: este yerro cometí por mi


amigo ,
principalmente cuando la prudencia da lugar á la

prevención para remediarle , óá lo menos para conocerle....


La segunda observancia ó precepto es, que el amigo desee
para su amigo lo (pie para sí parece apetecible, y á su ser,
á su estado, ó su salud es conveniente. Esta es la mas alta

uní va de la amistad , en esto nuic-iía mi caudal y su fuerza ;

la cual moderada CM la prudencia que en el primer pre-


cepto advertimos , haré la, cosas prósperas mas grandes, y
JUs adversas mus leves. ¿<$ue* COM hnj tan dulce como tener
DEFINICIONES. a83
un hombre á un amigo con quien puede hablar como con-
sigo mismo? ¿Qué cosa se puede imaginar tan feliz, como
tener con quien atreverse á todo, á quien creer en todo, de
quien recibirlo (siendo justo) todo, y á quien negar (pre-
vista misma circunstancia) nada? ¿Qué cosa hay mas
la

¿ Qué auxilio mas cierto contra la


fuerte contra las penas?
adversa fortuna ? ¿Qué ayuda mas segura en las adversidades ?
Qué consuelo mas cuerdo en las aflicciones? ¿ Qué preven-
ción mas alentada en los riesgos? ¿Qué defensa mas útil
en los daños? Y últimamente, ¿qué auxilio, que ayuda qué
consuelo, qué aliento, qué prevención, qué defensa en Ja
adversidad , en la aflicción, en el riesgo, en el daño, ni en
el peligro, mas fuerte, mas segura, mas cierta , mas alentada,
ni mas útil que la amistad? pues que como la sangre en el
cuerpo, hace parentesco en los ánimos. Siendo todo esto así,

y siendo la amistad sangre del alma (


permítase esta tosca lo-
cución por la singular semejanza ) culpada queda la vuestra
en pedirme que no os ha de estar bien; y disculpada la
lo

mía en no hacer lo que pedís cuando la ha de estar tan mal.


, ,

D. Francisco Quintana , Hipólito y Aininta.

La Vanagloria , y los Vanagloriosos.

La vanagloria, si yo no me engaño, es variedad de xm


ánimo que juntamente tiene algún bien , é ignora el modo
de poseerle : es un afecto enfermo con ciertas hinchazones
de excelencia : es torbellino de presunción ,
que asiste en
ánimos leves : es una imaginación para las cosas mal funda-
das apazible, y para las adveras inútil. Esta es la vanaglo-
ria brevemente, y sus definiciones. Los vanagloriosos son
aquellos á quien el viento de la jactancia levanta sobre sí
mismos: los que procuran que injustamente los veneren:
los que favorecen á los aduladores : los que quieren enseñar,
a84 DEFINICIONES,
cuando para sí no saben : los que intentan ser tenidos por
doctos en lo que no entienden : los que se huelgan de que sé

crean de ellos cosas grandes : los que en las palabras son


tan graves ,
que se escuchan : lo que son en prometer velo-
zes , y en dar limitados : los que para los sucesos prósperos
son alegres , y en los adversos frágiles : en los oprobrios cui-
dadosos en inmoderados honesto
, los regocijos , y para lo

difíciles.

El mismo , ibidem.

El Deleite sensual , y sus peligros.

No es tan peligrosa la guerra que nos hace la avaricia,


ni tan poderosa la batería de la ira : no nos desvanece
tanto la soberbia, ni nos hincha tanto la vanagloria, como
halaga el deleite ; y tanto nos lleva tras sí ,
que mas le

servimos que le gozamos. Estas son las primeras y mas


fuertes armas que el Demonio juega contra la juventud:
mas dañosas como menos aborrecidas. Salen de nuestra
,

aljaba y hieren lisonjeando el sentido, haciéndonos agra-


,

dable nuestra propia muerte. De los demás vicios fácil-


mente nos defendemos de ninguno sonios ofendidos tan -,

pronto como deste. Jamas se satisface , siempre tiene ham-


bre de sí mismo ; su deseo lleno está de congojas , su
hartura de dolor. Los demás enemigos, mas gallardamente
y con menos pérdida Jos sujetamos; este solo, con menos
trabajo nos vence. Traidor es á su propio dueño , ladrón
de casa. Dentro vive de nosotros mismos, jamas de noso-
tros se ¡ip.ut.i. Donde quiera que vamos, nos sigue : en
los yermos mas desiertos, en lis solí -dad< s mas calladas ,

en las montarías ni is ásperas, entre breñas y riscos , dur-


miendo y velando , siempre está en asechanza , siempre
uos hace guerra, y «i no estamos muy en los estribos f
,

DEFINICIONES. ü85
muy presto nos derriba , y teniéndonos debajo su lanza
hace en nosotros carnizería.... Es el cuerpo enemigo disi-
mulado : hacenos mil traiciones, vendiéndonos á las en-
fermedades y males del alma. Si tiene salud , nácenos
guerra; si le falta, aflígenos con tristeza. Si le tratamos
con rigor como á esclavo desmaya pierde las fuerzas , ,
f

y perdemos quien nos ayude en las empresas de la virtud ;

si como á compañero, cobra alas y brío y no hay quien ,

nos defienda de su tiranía.... El corazón es bullicioso


y
andariego de condición , y sobre todo antojadizo :
y lo

que á esto sigue , despeñado en sus gustos. Vásenos de


casa , cuando menos damos puerta , y mas querríamos
le

tenerle en ella. Hallárnosle, cuando menos pensamos,


azotando calles, en paseos de plaza y conversaciones per-
didas ya en el teatro, mezclado en lascivos bailes y feas
:

representaciones : ya por las casas de los vecinos, entre-


tenido en vidas agenas, hartando curioso los ojos de vistas
vedadas , y cargando las orejas de novelas y cuentos ex-
cusados, materia de vanos, y aun dañosos discursos y
parlerías;y cuando vuelve á casa, viene tan estragado,
que no hay tomar gusto en cosa de provecho tan der- :

ramado , que todo es codicias y apetitos de lo que vid y


oyó , todo arremetidas á seguirlo., todo prisas por alcan-
zarlo ; y como la falta dello le da molestia, la posesión has-
tío ; y siempre anda en lo que no puede hallar , buscando
sosiego sin sosegar en nada , inquieto y solícito en su propio
daño Son los ojos intérpretes del corazón , y tan due-
ños del, que en las sagradas letras lo mismo es agradarse ellos
que querer él. Son lenguas mas bien habladas , sin tener
voz ,
que las que la tienen y hablan : menos engañosas
aquellas que estas. Finge la boca lo que no hay en el co-
razón, disimulándose con las palabras los pensamientos ;

y salen tan otros de lo que allá sou que abrazamos por


,
,

286 DEFINICIONES.
amigos á los traidores, y fiamos nuestra vida de nuestra
muerte. Los ojos, si bien miramos, á pesar de su dueño
confiesan Ja verdad, y sacándole las colores al rostro, ha-
cen señas de la traición. Son ventanas del alma, por donde
se derrama ella en las cosas visibles, y por donde tilas sal-

tean sus tesoros, y se apoderan de la torre de su homenaje.


Huir debemos de ocupar los ojos en lo que ellos mas de-
sean de hermosura y variedad , y sobre lodo de ver y ser
,

fragua de locas aficiones


vistos :
y pensamientos de fuego
en que se abrasa principalmente la juventud mal advertida,
recibiendo por los ojos las saetas y rayos que penetran hasta
las almas.
P. Martin de Roa, Vida de Doña Sancha Carrillo.

La Vida.
Si bien conocieres Jo que es la vida , y para que te la
prestany con qué condiciones
,
, hallarás que no eres señor
de un momento , y que lodo te has menester para dar
buena cuenta de tí.

Es pues la vida un dolor en que se empieza el de la


muerte, que dura mientras dina ella. Considéiala como
plazo que ponen al jornalero; que no tiene descanso , desde
que empieza , si no es cuando acaba, A la par empiezas
á nacer y a morir, y no es en tu mano detener las horas,

y si fueras cuerdo, no lo habias de desear ; si fueras bueno,


nolohabias de temer. Antes empiezas á morir, quesepftf q»é"

cosa es vida, y vives sin gustar de ella, porque se anticipan


las lagrimas á la razón. Si quieres acabar de conocer qué
él tu vida , y la de todos, y su miseria mira qué de cosas ,

desdichadas ha menesler para continuarse. ¿ Qué \eil>.e¡-


ll.i qué auiniulejo <|iié piedla
,
, , <|ué tierra , «jué elemento
roes parte, ó de tu sustento, aln L'<> , repo«> ú hospedaje?
¿Cómo puede dejar de ser débil, y sujeta á muerte y
DEFINICIONES. . 587
miseria , la que ron muertes de otras cosas vive ? Si te

abrigas, murió el animal cuya lana vistes; si comes,


el que te dio sustento. Pues advierte, hombre ,
que tienen
tanto de recuerdos y memorias , como de alimento. Por
otra parte, mira como en todas esas cosas ignoras la

muerte que recibes, pues lo3 manjares con que, á tu


parecer, sustentas el cuerpo , en su decocción por otra
parte gastan el calor natural que es tu vida , con el trabajo
de disponerlos. Vela eres, luz de la vela es la tuya ,
que
va consumiendo lo mismo con que se alimenta ; y cuanto
mas apriesa arde mas apriesa te acabarás. ,

Considera que sin los venenos , las mismas cosas salu-


dables te traen muerte. Un aireeillo, si te coge el cuerpo
destemplado : un jarro de agua, si sudas : el baño : la

comida, si es demasiada : el vino : el movimiento, si te

cansas : el sueño prolijo. En ninguna cosa tienes segura


salud , y es necedad buscarla ;
pues no puede dejar de
estar enfermo ,
quien siempre , en su misma vida , tiene
mal de muerte. Con este mal naces , con él vives , y del
mueres. Dejo de eontar los venenos y cosas, que Ja natu-
raleza creó contra tu vida. Las sierpes , víboras, animales

y ,
yerbas y piedras , ó minerales , que ó* mor-
pezes
dido dellas ó* tocado, mueres. Dejo los sucesos desdi-
chados ,
que el decreto del Cielo y su providencio,
permite : la ruina de las casas , los rayos , el fuego
repentino, los ladrones, la muerte violenta, los dilu-
vios, las guerras, los castigos," las traiciones; cosas que
no puede prevenir nuestro juizio , y que las sabemos y
pasamos en un punto. Y estas cosas que no están en tu
mano, no las debías sentir, ni quejarte dellas. Td mayor
miseria no es , sino que entre todos los animales , tu solo
naciste contra tí mismo. ¿ Qué enemigo tienes mayor de
tu vida y quietud ,
que tú ,
pues de las co*as ageoas te
,

283 DEFINICIONES.
congojas ? Si el olro anda de espacio , te enfadas : sí

habla mucho , te enojas : si le suceden desdichas , le


deshaces en lástima : si tiene prosperidad , te carcomes
con envidia : si te dicen una mala palabra dan un , ó te

golpe, le afrentas y deshaces ; y no teniendo tú culpa de


que el otro sea desvergonzado , si no te puedes vengar , te
mueres de coraje ; y toda la vida te mueres de miedo de
morirte ,
ó* vives tan solícito de las cosas de acá, y con tra-

bajo , como si no fueras mortal , y esta vida perecedera.

Quevedo; La Cuna y la Sepultura.

El hombre viciado por la malicia.

Ningún enemigo mayor del hombre que el hombre. No


acomete el águila al águila, ni el áspid a otro áspid
y el ;

hombre siempre maquina contra su misma especie. Las


cuevas de las fieras están sin defensa ; y no bastan tres ele-

mentos á guardar el sueño de las ciudades , estando levan-*


tada en muros y baluartes la tiena , el agua reducida a fo-
sos,y el fuego incluido en bombarda? y artillería. Tara que
unos duerman, es menester que velen otros. ¡Qué instru-
mentos no se han inventado contra la vida, como si por sí

misma no fuese breve, y sujeta á los achaques de la natu-


ra va1< ! Y si bien se bailan en el hombre, como en sujeto

suyo, todas las semillas de las virtudes , y las de los vi< ios

es con tal diferencia ,


que aquellas no pueden producirse
ni nacer .sin el rocío de la gracia sobrenatural , y estas por
sí mismas brotan, y se extienden : electo y castigo del primer

error del hombre ; y como casi siempre nos dejamos llevar


de nuestros afectos y pasiones que nos inducen al mal y en ,

las virtudes no boy el peligro que en !<>s \i< ios, por eso se-

¡jalaiciiHi> aquí al Príncipe una L>ic\c descripción de la na-

turaleza humana, cuando so deja llevar de la malicia.


DEFINICIONES. 289
Es, pues, el hombre mas inconstante de los ani-
el

males, á sí y á ellos dañoso. Con la edad, la fortuna, el


interés, y la pasión se va mudando. No cambia mas
semblantes el mar ,
que su condición. Con especie de
bien yerra , y con amor propio persevera. Hace repu-
tación la venganza, y la crueldad. Sabe disimular, y tener
ocultos largo tiempo sus afectos. Con palabras , la risa

y las lagrimas , encubre lo que tiene en el corazón. Con la

religión disfraza sus designios, con el juramento los acredita,

y con la mentira los oculta. Obedece al temor y á la espe-


ranza. Los favores le hacen ingrato , el mando soberbio , la

fuerza útil, y la ley rendido. Escribe en cera los beneficios,


las injurias recibidas en marmol, y las que hace tn bronce.
El amor le gobierna, no por caridad, sino por alguna es-
pecie de bien. La ira le manda. En la necesidad es humilde

y obediente; y fuera de ella, arrogante y despreciado!'. Lo


que en sí alaba ó afecta , le falta. Se juzga lino en la amis-
tad, y ñola sabe guardar. Desprecia lo propio, y ambiciona
lo ageno. Cuanto mas alcanza , mas desea. Con las gracias ó

acrecentamientos ágenos le consume la envidia. Mas ofende


con especie de amigo , tjue de enemigo. Ama en los demás

y en
-
el rigor de la justicia ,
sí le aborrece.

Sáavcdra , Empres. polit.

El Sol y la Luna.

Es el sol la criatura que mas ostentosamente retrata la


majestuosa grandeza del Criador. Llámase sol ,
porque en
su presencia todas las demás lumbreras se retiran , él solo
campea. Está en medio de los celestes orbes como en su cen-
tro , corazón del luzimiento, y manantial perenne de la

luz ; es indefectible, siempre el mismo, dnico en la belleza;

él bace que se vean todas y no permite ser visto;


las cosas

influye, y concurre con las demás causas á dar el ser á to-


lo//*. 1. 19
;

390 DEFINICIONES.
das las cosas , hasta el hombre mismo. Es comunicativo dn
stt luz y de su alegría, esparciéndose por todas partes, y
penetrando hasta las mismas entrañas de la tierra ; todo lo
baña , alegra , ilustra , fecunda é influye. Es igual , pues nace
para todos; á nadie ha menester de sí abajo El es, al
fin , criador de ostentación, el mas luziente espejo, en quien

las divinas grandezas se representan.... La luna es segunda


presidente del tiempo : tiene á medias el mando con el sol
si él hace el dia, ella la noche ; si el sol cumple los años,
ella los meses; calienta el sol, y seca de dia la tierra ; la luna
de noche la refresca y humedece ; el sol gobierna los cam-
pos , la luna i ige los mares ;de suerte que son las dos balan-
zas del tiempo. Pero lo mas digno de notarse es, que así
como el de Dios, y de sus divinos atri-
sol es claro espejo

butos, hombre, y de sus humanas imper-


la luna lo es del

fecciones: ya nace, ya crece, ya mengua, ya muere; ya


está en su lleno, ya en su nada nunca permaneciendo en ,

un estado; no tiene luz de sí, particípala del sol, eclípsala

la tierra , cuando se le interpone ; muestra mas sus man-


chas, cuando está mas luzida; es la íníima de los planetas

en el puesto y en el ser; puede mas en la tierra que en el


cielo: de modo que es mudable, defectuosa, manchada, in-
ferior ,
pobre , triste , y todo se le origina de la vecindad
con la tierra.
Gradan , Criticón.

La Hazañería y los hazañeros.

\ O gran maestro aquel que eomen/.aba ;i enseñar desen-


m-ii. nido ! su primera lición era de ignorar, que no importa

MÉM qor el saber Los defectos, que por desci»radosson


mas conocidos , fácilmente lo, deelina eii.dquier mediana-
nieiite diento, pero hay algunos l.m disimilados por venir

Udos de capa de perfección ,


que prctendeu pasar plaza
1

DEFINICIONES. 29
de realzes, especialmente ruando se ven autorizados. Uno de
estos es la hazañería, que aspira, no á excelencia como
quiera, y halla favor para ello en grandes personajes, in-
giriéndose ya en las armas ,
ya en las letras , hasta en la
misma virtud , y aun se roza con casi héroes ; pero verda-
deramente no lo son, pues con poco se llenan la boca y el
estómago, no acostumbrado á grandes bocados de la fortuna.
Hacen muy del hacendado los que menos tienen, porque
andan á caza de ocasiones y las exageran ya que las cosas
, ;

valen menos que nada ellos las encarecen. Todo lo hacen


,

misterio con ponderación, y de cualquier poquedad hacen


asombro. Todas sus cosas son las primeras del mundo , y
todas sus acciones hazañas: su vida toda es portentos, y sus
sucesos milagros de la fortuna, y asuntos de la lama. No
hav cosa en ellos ordinaria ; todas son singularidades del
valor, del saber, y de la dicha: camaleones del aplauso,
dando á todos hartazgos de risa
Nace la hazañería de una desvanecida poquedad , y de
una abatida inclinación que no todos los ridículos andan-
;

tes salieron de la Mancha , antes entraron en la de su des-


crédito. tales hombres
Parecen increíbles pero los hay de ;

verdad, y tantos, que tropezamos con ellos. No nace de al-


teza ele animo, sino de vileza de corazón, pues no aspiran
á la verdadera honra, sino á la aparente; no a las verda-
deras hazañas , sino a la hazañería. De esta suerte hay algu-
nos, que no son soldados; pero lo desean ser, y lo afectan.
Muéstranse otros muy ministios, afectando zelo y ocu-
pación Véndense muy ocupados, hambreando reposo y
tiempo. Hablan de misterio, en cada palabra encierran una
profundidad entre exclamaciones y reticencias de suerte, ;

que llevan mas máquina que el artificio de Juanelo de igual ,

ruido y poco provecho.

Gradan, en el Discreto.
acp DEFINICIONES.

La Confianza.

Una de las virtudes que tienen deudo con la fortaleza es

la confianza. Esta es la cjue esfuerza al ánimo para que esté

pronto para acometer cosas arduas, la cuaf nace de accio-


nes repetidas en que ha salido uno bien de dificultades, es-
perando lo mismo en otras, según se tiene fuerzas y ayudas.
La razón de la confianza consiste en acometer lo arduo con
esperanza de buen suceso. Por consiguiente su materia es
también recia y de acero como la de la fortaleza ,
que son
cosas arduas y de alcanzar difíciles aunque es ; la virtud
mas amada de la fortuna , y de que se da por obligada viendo
que de sí Ha: y no hay confianza sin alguna fianza de ven-
tura. Hase de mirar que la confianza no degenere en presun-
ción , como fué la que tuvieron los franceses con su Capi-
tán Britomaro, cuando juraron no quitarse el talabarte hasta
entrar en el Capitolio Romano; mas entraron presos yes-
clavos: y la que tuvo Tigrancs contra Luculo, que tan mal
Je aconteció liase de ayudar con esta virtud a la dicha;

que sin el animo que pone, noseosaián cosas de que resulten


felizes acontecimientos; pero no se fie solo de ella. Sirva la

confianza para emprender, no para descuidar. En estqhacé


ventaja el temeroso al presumido, que el (pie teme es pró-
vido; el que confia presumiendo, incauto y. descuidado. En-
tonces es segura la confianza, cuando la acompaña la dili-

gencia; y corno ayuda y convida á la buenaventura, otras


vezes resiste á la mala. 1^1 desmayar es darse ñor vencido
y :

¿ornó es cobardía, sin que el enemigó fuerze, rendírsele


i. porque el de corazón esforzada , mas quiere s«t

nutrí I., que Mijclo ; á esle mnilo se luce a sí misino alevosía ,

quien se rinde ;¡ la fortuna áníes que ella remate con toda


moicion v potencia Tiene varias y ocultas sendas la
lamia suerte: ;i Vezél Tiene por rodeos siempre puede
,
,

DEFINICIONES. »9$
aguardare, y gusta mas de venir por sendas no holladas,
que por caminos reales. Su confianza hizo á Marcelo ser hoy
"vencido, y mañana vencedor. Después de desbaratado, in-
tentó llegase á Roma mas presto la fama de su victoria que ,

de su huida ¡ y aplacó tanto la fortuna por fiarse de ella


que mudar parecer, y volverse con-
al dia siguiente la hizo
tra Anihal su enemigo en uu momento Muchas vezcs na
saben sino un mismo camino la buena y la mala dicha por :

donde viene la una, vuelve la otra. La misma mano que hi¿o


á Progne piadosa con su hermana , la hizo cruel con su hi-
jo: el acero de la lanza de Pelias, la misma llaga que rom-
pia , cerraba.

P. Eusebio Nieremberg Obra6 y'Dias. ,

El agradecimiento.

Esta virtud es en la que mas liberal ha andado la na-


turaleza ,
pues aun á las fieras no se la negó. Honra á
todos los animales con el vulto y armas de alguna virtud,
que pudiese acordar al hombre de su obligación. En el

delfín dibujó la misericordia : en el paguro estampó la

prudencia : en el elefante pintó la religión : en el perro


jetrató la lealtad: en la termure esculpió la justicia: en
el caballo marcó la obediencia : en la cigüeña representó
la piedad : en el león copió la fortaleza : en el pelícano
gravó la caridad : en la tórtola figuró la continencia : en
el buey señaló la pariemia : en el céfalo cifró la absti-
nencia : en la paloma trasladó la simplizidad : en la abeja
bosquejó la diligencia : en el porfirion iluminó el amor á
la castidad: en algunos pezes remedó la virginidad ;mas
en todos esmaltó algún agradecimiento.
La satisfacción y restitución del agradecimiento na es
tan sola mente volver al liberal lo que dio ; porque la
sg| DEFINICIONES.
paga del beneficio no es giaciosa y voluntaria, sino noble
modo de obligación. Lo voluntario esta en deberle de gana,
por lo cual es poco agradecido quien es deudor sin gusto
de serlo... No está reñido el gusto con la virtud, antes
la acompaña con gusto, digámoslo así, y se honra con
ella. La diferencia que va del agradecido al ingrato es ,

que este solo se huelga con el beneficio una Vez ; aquel ,

muchas, cuantas le celebra en el corazón y boca. Hay


esta diferencia entre deudas de justicia y de agradeci-
miento , que aquellas, hay obligación de pagarlas lo mas
presto que se pueda; estas no: así pueden dilatarse
Quien srí apresura en volver luego el beneficio', desagra-
decido es ,
porque no le di.be con gusto. El animo grato
y noble dé mejor guia vuelve el beneficio , que le recibe;
Con mayor gusto ie debe, que le deseó. El bienhechor
no da para que ie vuelvan luego lo que acaba de dar s

fuera impertinente esta voluntad ,


pues él pudiera retener
su don atajando el haberle dado ; v •
ei contra
toda su voluntad recibir luego, no sera justo el agrade*
ciun ¡ de presto, dando cuando no
se quien n i ihir El que a l.nitiú de buena gana el bene-
ficio . no le ba dé tunar cuándo -o recibí de Koala;
(ñera de" que el bienhechor no interesa en recibir el don
que es paga , ni lo pretende ; porque para esto pudiera
quedarse con él : lo qae interesa es teñera otro obligado.
Así, cuanto mas tarde se desempeñare del beneficio quien
le recibió, mas ganancias y usuras tiene el que le dio.

El mismo, ibidem.

El Sacerdocio.
Ildti.uiKis desee los Sarerdoles , m> romo astros errantes,
ni como ignens exhalaciones ,
que pareciendo ser del linaje
DEFINICIONES. 2 95

de las estrellas, desfallecen al punto, juntando con el naci-


miento su ocaso ; como astros sí, que luzené influyen para
bien del universo. Yo os ruego amados , señores mios ,
que
meditéis las proDriedades , y bellas prerogativas de los astros.
Estos siempre viven fijos en el cielo : por desmedida que
en sí sea su grandeza ,
parecen pequeños en los ojos de
los hombres : tan serenos , tan inmutables en su ser
y
luzimiento ,
que no los altera el desconcierto de los ele-
mentos , ni Ja discordia de las causas naturales ; tan
distantes viven de la tierra. Su empleo para que Dios
Jos crió, es lucir entre las tinieblas, dirigir á los cami-
nantes, sustentar los vivientes con sus benéficas y secretas
influí ncias
. : su naturaleza y esplendor no se ceba con
alimento de la tierra, siuo de la sustancia y abundancia
del sol ; por eso su llama no denigra , ni hace humo ,
Como la de por acá. Es tal el privilegio de su inmar-
cescible pureza, que entra y sale su luz intacta de cua-
lesquiera sitios ,
por ásperos ó inmundos que sean. Siempre
son a'giles, siempre velozes en su carrera para derramar
su luz á todas partes ; y lo que es mas digno de misterio,
entre los dicterios y oprobios que les hacen , nos son un
perpetuo ejemplar de la paciencia... ; O Sacerdotes del
Altísimo ! por lo excelso de vuestra dignidad ,
por el
carácter que os eleva y os distingue, habíais de ser como
lumbreras, que iluminaseis el orbe cristiano : como astros
de primera magnitud en el firmamento de la Iglesia para
bien del universo : fijos con vuestro corazón en el cielo ,

retirados de la zozobra y vehetria que traen consigo los


,

negocios y cuidados de la tierra ¡ tan vecinos al Sol de


Justicia, tan sobrepuestos tumulto y reveses de vues-
al,

tros apetitos ,
que no fuesen capazes de alterar el sosiego
de vuestro corazón , ni oscurecer el ciclo de la razón.

Habíais de ser como soberanas inteligencias , ágiles para


296 DEFINICIONES.
J nstruir, prontos para enseñar, despiertos para dirigir entrtf
las sombras y noche del error y la ignorancia , en que
viven los seglares. Id como inteligencias celestiales y án-
geles velozes a una nación deshecha y dilacerada ; y como
las estrellas no viven del alimento terreno, de que se
sustenta la luz material de por acá , así vuestras aficiones

y deseos no se habían de cebar con el pasto de la am-


bición de las rentas ó ascensos , ni con el cobo del
deleite y huelgo de los sentidos : no con los respetos
de carne y sangre , sí con los respetos divinos , y trato
familiar con Dios , sin que la persuasión, el temor,
ó lisonja de los hombres os pudiese apear del sosiego y
quietud de vuestra vida.... Si queréis examinar los ejer-
ciciosy vida de un paslor, a quien un amo encarga el
cuidado de su rebaño, hallaréis que es práctico en el co-
nocimiento de sus ovejas, y solícito en adecuarlas. El
conduce su grey á los pastos y dehesas saludables y las ,

recoge al aprisco, para que no perezcan , ó no se pierdan


con las tinieblas de la noche : él va delante de sus ovejas,
él aguanta con paciencia y sufrimiento el frió, el aire,

el ;-ol,é inclemencias de los elementos : velar de noche,

defender su rebaño de los lobos , auyentar las serpientes,

abrigar los tiernos corderillos, prohibirles los pastos ágenos

y vedados : curar á la que enfermó, reducir en sus hom-


bros la descarriada ó perdida , son trabajos y cuotidianos
ejercicios ,
que intima la obligación de su empleo. De esto
tenemos* en la Sagrada Escritura un vivo ejemplar, é idea
digna da practicarse por los pastores de las almas. Jacob
tomó á su cuidado el rebaño de su suegro L aban ; < uin-

pbó tan exactamente con bu


1

oficio , oue dando a Labm


ínclita v facón de su proceder, le dijo : » Veinte anot

la «pe wrvo en tu caw4 los casarca por tus bijas, y los


itis por tus rebaños : tus ovejas en este tiempo , y tus
DEFINICIONES. 297
cabras no fueron estériles : no me comí los cabritos de
tus rebaños : jamas te llevé res alguna despedazada de las

fieras ,
que no hubiese resarcido el daño , y si algunas
res me hurtaban, te pagabas de mi salario : de dia,y
de noche pasé por el rigor del hielo y de la escarcha ,

y se desvelaban mis ojos ».... Cuanto va de grey á grey,


y de pastor á pastor, tanto va de obligación á obligación,
á que vive atado un pastor de almas Todos condena-
réis á un pastor ,
que teniendo dehesas pingües y deli-
ciosas en que pastar el rebaño de su Señor, lo cebase en

prados estériles de yerba, y escasos porque lo grácil de


,

las ovejas , la poquedad desús crias, el pálido semblante


del ganado baria manifiesto su descuido, y al pastor reo

de lodos los daños. No podéis negar , o Párrocos ,


que
leyendo con atención , y á menudo en el libro abierto

y descuadernado en la Cruz , que es la vida del Salvador ,

aplicándoos al estudio de libros doctrinales y ascéticos,


escogidos y prácticos , pudierais recoger pasto y alimento
noble , con que criar á muchos subditos y feligreses en
la devoción y frecuencia de sacramentos, en la lección
de libros devotos, en el modo de orar y meditar, en la
tarea de mortificaciones corporales y en el vencimiento
,

de sus propios apetitos.

P. Pedro de Calatayud , Juizio de Sacerdotes.

La Fama Postuma.
Este es un fantasma que ha alborotado muchas provin-
cias, y quitado el sueño á muchos hasta secarles el cerebro,
y perder el juizio. Alguna dificultad me costó entender lo
que era pero lo que aun no puedo comprender, es que
;

haya hombres eme a¡>. te/can la tal fama. Cosa que yo no he


de gozar, no sé porqué la he de apetecer. Si después de
morir en opinión de hombre úasigur, hubiese yo de volver á
298 DEFINICIONES,
segunda vida en que sacase el fruto de la fama qtie mere-
cieron las arciones de la primera , y que esto fuese inde-
fectible, seria cosa muy cuerda trabajar en la actual para
la segunda: era una especie de economía aun mas pb'usible
que la del joven que guarda para la vejez ;
pero , ¿ de qué
me servirá? ¿ Qué puede ser este deseo que vemos en algu-
nos tan eficaz.de adquirir tan inütil ventaja? En nuestra re-
ligión y en la cristiana el hombre que muere no tiene co-
nexión temporal con los vivos que quedan (1). Los palacios
que fabricó no le han de hospedar, ni ha de comer el fruto
del árbol que dejó plantado , ni ha de abrazar a los hijos que
le sobreviven : ¿ de qué, pues , le sirven los hijos , los huer-
tos, los palacios? ¿Será acaso la quinta esencia de nuestro
amor propio este deseo de dejar nombre á la posteridad ?
Sospecho que sí. Un hombre que logró atraerse la conside-
ración de su pais ó siglo , conoce que va á perder el humo
de tanto incienso desde el instante que expire. Conoce que
va á ser igual con el ultimo de sus esclavos. Su orgullo pa-
dece en este instante un abatimiento tan grande, como lo fué
)a suma de las lisonjas todas, recibidas mientras adquirió
la lama. ¿ Porqué no he de vivir eternamente dícese á sí ,

mismo, recibiendo los aplausos que voy á perder? ¿Vozes


tan agradables no han de volver á lisonjear mis oidos? ¿El
gustoso especiando de tanta rodilla hincada ante mí, no
ha de volver á deleitar mi vista? ¿La turba de los que me
tu <( sitan han de volverme la espalda? ¿Mande tener ya por
objeto de aseo y horror al que fué para ellos un Dios tutelar,
.iquien temblaban airado, y aclamaban piadoso? Semejante!
reflexiones \(\ táttl IIICIIlUíll en la muerte; pero hace el último

esfuerzo mi amor propio, v le engaña diciendo: («tus haza-


ñas llevarán lu nombre de siglo en siglo á la mas remóla

(7) £1 que habla se supone ser maüomeinuo.


,

DEFINICIONES. 299
posteridad. La fama no se oscurece con el humo de la ho-
guera , ni se corrompe con el polvo del sepulcro. Como á
hombre te comprende la muerte como héroe la vences. Ella ,

misma se hace la primera esclava de tu triunfo, y su guadaña


el primero de tus trofeos. La tumba es una nueva cuna para

semidioses como lú en su bóveda han de resonar las ala-


;

banzas que. te canten futuras generaciones. Tu sombra ha


de ser tan venerada por los hijos de los que viven , como lo

fué tu presencia entre sus padres. Hércules, Alejandro, y


otros ¿no viven? ¿Acaso han de olvidarse sus nombres?»
Con estos y otros iguales delirios se aniquila el hombre. Mu-
chos de este carácter inficionan la especie, y anhelan á in-
mortalizarse algunos, que ni aun en su vida son conocidos.

Cadalso , Cart. Marruec.

La Muerte.

¡ O mortal ! no acostumbrar tu mente y tu me-


te pese

moria á tu fin inevitable. La idea de la muerte solo ame-


drenta al que rehuye familiarizarse con ella. No es esa ar-

mazón de descarnados huesos ni esa desdentada y vacía ca- ,

lavera ni ese esqueleto armado con esa guadaña; nada de


,

todo eso es la muerte, bien sí, sus necesarias consecuencias.


El que te propone todo eso para meditar, el que te pinta el
cadáver yerto horrible frió y hecho ya pasto de gusanos
, ,
,

amedrenta tus sentidos y fantasía , mas no te da idea verda-


dera de lo que es la muerte.
Morir , es el romperse las ataduras de la admirable é in-
comprensible organización del cuerpo, del cual , como de
cárcel disoluble , huye el alma libre ¿A donde? O Cie- ¡

los !.... Tiembla mortal : esos huesos, esas cenizas, esa tum-
ba ,
ya no te pertenecen. Pero ese ilimitado y tenebroso
teño de la eternidad, que presenta á tu alma dos caminos
,

3oo DEFINICIONES.
tan opuestos : esa incertidumbre terrible de errar la vía
pasando de la vida breve y mortal a la inmortal y eterna ,

rota la unión de tu alma y cucrpOj la cual ni es doloroóa ,

ni perceptible ?
puede sin asco y sin temor del aspecto de
un objeto que te es ageno, ocupar tu imaginación , y llamar
con fuerza tus sentimientos al estudio de la virtud , despren-
diendo tu corazón de los
y perecederos , que,
bienes inciertos
como ciertos y eternos , nos representan las deslumbradas
pasiones.
Morir, es acabarse el plazo que did á la vida el que la
formó al impulso de los decretos de su infinita sabiduría, y
que no liará mas breve, ni el imaginario peligro que te in-

quieta, ni el hierro del ¿enemigo , ni tu desesperación, ni el


rayo que discurre y centellea sobre tu cabeza, ni la tempes-
tad que brama en torno de tu navio; y que no hará mas
larga, ni la ciencia del médico acreditado, ni tus riquezas,
ni los votos de tu temor, ni tus medrosos ruegos, ni la efi-

caz virtud de la buscada planta. ¡


O hombre! morir, es aca-

barse las penas , las zozobras, los cuidados y continuas de-


sazones, que no quedan resarcidas , ni con Ja breve rita , ni

con el placer incierto y momentáneo, ni con la voluble bol-


panza , ni con todas las ilusiones de la desvanecida fantasía,
sueños de las ansias y deseos insaciables de los iníelizes mor-
tales.

Alonlcrigon , Euscbio.

La Elocuencia profana , y la Sagrada.

Todas las circunstancias que en Atenas y Roma nnli-


favorecicron al imperio \ progresos de la elocuencia
profana, lai mismas y otras mas poderosa* debían favorecer
á la elo-ii,ii< 1ingí ul.i entra aosotros, Si aquella se fomentó
1

u la libertad republicana; la otra SC habia.


DEFINICIONES. 3o i

Criado con libertad apostólica. Si aquella en las antiguas


repúblicas hacia parte de su constitución, pues sin ella no
habia ni gobierno ni estado ; esta en las repúblicas cristia-

nas es uno de los principales cargos del ministerio pastoral.


Si aquella era la que dictaba leyes y las abolia la que or- ,

denaba la guerra, la que conducía á los ciudadanos al

campo de y la que consagraba las cenizas de los que


batalla,
habian muerto peleando por la patria esta es la que dicta ;

las reglas de la perfección cristiana , la que arma v guarnece


la fragilidad humana
contra las asecHanzas de ios vicios, y
la que celebra memoria de los héroes que triunfaron de
la

las pasiones y de la misma muerte. Si aquella era la que


desde la tribuna velaba contra los tiranos , y hacia resonar
en los oídos de los ciudadanos las cadenas de la servidum-
bre que les amenazaban ; esta es la que desde el pulpito
predica la redención del género humano del cautiverio del
pecado, un pacificador y medianero entre Dins y el hom-
bre, un nuevo orden de justicia, una vida futura, gran-
des esperanzas y grandes temores para la eternidad. Entre
aquellos republicanos, la elocuencia política vino á stív un
espectáculo público , y entre nosotros lo es la elocuencia
sagrada. La primera tenia un poder irresistible, porque no
solo gobernaba las opiniones, sino la opinión de todo un
pueblo congregado, don le su fuerza es terrible, porque
allí la fuerza de cada individuo se multiplica por la de todos
juntos : así es que apenas ha habido grande elocuencia, sino
delante del pueblo.
Siendo esto así, como acabamos de referir ¿cuanto ma-
yor estímulo no debe comunicar la elocuencia del pulpito al
que predica la ¡>i¡ ibra del Señor? A mas del espíritu reli-
gioso que anima é inflama, al contemplar el-predieador una
muchedumbre inmensa de oyentes que colgados ir-móviles
«le su boca, se poseen de los alectos que mas le penetran:
3oi DEFINICIONES.
que sollozan, tiemblan, se alegran, se enternecen á volun-
tad, debe todo esto á la verdad servirle de un dulcísimo in-
centivo para usar de toda su valentía, y para unir á la per-
fección del arte el señorío de los corazones. Delante de la
muchedumbre vibraba rayos Demdstenes, al mismo tiempo
que la elocuencia estaba prohibida dentro del Arcopago.
Delante de la muchedumbre desplegaba la fuerza de su elo-
cuencia Tiberio Graco: y Cicerón era mucho mayor orador
cuando hablaba al pueblo ,
que cuando razonaba en el Se-
nado. Parece que la elocuencia no solo necesita de una con-
currencia universal, y que á esta la pueda conmover, sino
de hombres á quienes pueda infundir sus pasiones á su ar-
bitrio : porque para ser verdaderamente elocuente, es me-
nester que el que habla sea igual á los que le oyen, y aun
á las vezes que tenga , ó tome cierto dominio sobre ellos. Tal
es el orador sagrado, que hablando en nombre del Altísimo,
es el dnico en las monarquías que puede desplegar á presen-
cia del pueblo, de Grandes, y aun de los Reyes, aquella
los

suerte de autoridad y aquella franqueza arrogante y libre,


,

que en las repúblicas daba á los antiguos oradores la igual-


dad de los ciudadanos, y una misma patria, cuya defensa
á todos pertenecía*

Capmany , Disc. de la eloc. Esp.

Los Hipócritas.

Hombres incapazes por sus prendas personales de hacerse


lugar en la estimación pública, por la cual anhelan \ hom-
bres «pie aspiran á I as recompensas debida* al mérito ver-
dad' 1 | <l<" <|«»e ellos carecen : hombres migadQl en vicios

y abominaciones, que buscan en el sagrado del poder y de


las dignidades la impunidad de mis delitos-, estos soo l«»s que,

por satisfacer su* pacones, loman la ma>cara de la religión,


DEFINICIONES. 3o3

los que mienten piedad , los que se apellidan defensores del


Cielo para oprimir la tierra, los que venden á Dios por man*
dar á los hombres. Estos monstruos soberbios y tiranos con
sus inferiores, á los cuales huellan corno á despreciables
insectos, son aduladores infames, viles esclavos de las Mag-
nates de cuya mano esperan su fortuna. ¡ Cuantas amar-
guras paladean para ganar su gracia !
¡ Cuantas bajezas aco-
meten !
¡
Cuantos vilipendios arrostran! Sufrir a todas boras
desprecios ,
ponderarlos como favores, estudiar semblantes,
adivinar pensamientos, lisonjear pasiones, canonizar vicios,
tal es la perpetua ocupación , el glorioso y agradable em-
pleo que hacen de la vida estos miserables. Pero ¿qué im-
porta? al fin , logran su propósito , y se levantan, y se en-
grandezen y triunfan} y ay de aquellos que tuvieron la
¡

desgracia de no ser sus amigos Ay mil vezes de aquellos !


¡

que á fuerza de virtudes ponen de manifiesto la hipocresía

de su conducta ! Cuantos hagan sombra a' su ambición de-


senfrenada serán víctimas lastimosas de sus ánimos impla-
cablemente rencorosos. La calumnia , la perfidia , los ve-
nenos , los asesinatos, no hay atentado, por atroz que
sea , á que no se arrojen , como puedan por este medio au-
mentar una piedrecilla al edificio de su fortuna ;
pero ¿qué
digo? si echan mano hasta de la ingratitud, siempre que su
interés les dicta que paguen los beneficios de sus prolecto-
res con persecuciones y con muertes !

Cienfuegos , Elog. del Marques de Santa Cruí.


,

3o4 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.

CAPITULO VIL
DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.

Preeminencia de las Armas sobre las Letras.

VJ cítenseme de delante los que dijeren que las letras ha-


cen ventaja á las armas ,
que les diré, y sean quien fueren
que no saben lo que dicen : porque la razón que los tales

suelen decir, y á lo que nías ellos se atienen, es que los

trabajos del espíritu exceden á los del cuerpo, y que las

armas solo con el cuerpo se ejercitan , como si fuese


su ejercicio oficio de ganapanes ,
para el cual no es me-
nestermas de buenas fuerzas -ó como si en esto que ;

llamamos armas los que las profesamos, no se encerrasen


los actos de la fortaleza , los cuales piden para ejecutallos
mucho entendimiento ; 6 como si «o trabajase el ánimo del
guerrero que tiene d su cargo un ejercito , 6 la defensa de
una ciudad sitiada , así con el espíritu como con el

cuerpo. Sino , véase si se alcanzó con las fuerzas corpo-


rales tí saber y conjeturar el intento del enemigo, los
designios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir

los dafio- que m temen ; «pie todas estas cosas son ac-
ciones del entendimiento , en quien no tiene parte alguna
el cuerpo. Siendo pues así que las armas requieren es-
píritu como las letras , veamos aljora cual de los dos es-

pírttut <•! del letrado,, ó* <-l del guerrero trabaja mas: y


H Cendra* a conocer por el fin y paradero á que cada
uno se cru amina, porque aquella intención se ha de esli-
,

DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3o5


mar en mas que ,
tiene por objeto mas noble fin. Es el fin
y
paradero de las letras poner en su punto la justicia

distributiva , y dar á cada uno lo que es suyo , entender y


hacer que las buenas leyes se guarden : finpor cierto ge-
neroso y alto , y digno de grande alabanza pero no de ;

tanta, como merece aquel á que las armas atienden, las


cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien
que los hombres pueden desear en esta vida ... Esta paz
es el verdadero fin de la guerra, que lo mismo es decir
armas, que guerra. Presupuesta, pues , esla verdad ,
que
el fin de la guerra es la , y que en esto hace ventaja
paz
al fin de las letras, vengamos ahora á los trabajos del
cuerpo del letrado, y a los del profesor de las armas
y véase cuales son mayores.
Digo, pues, que los trabajos del estudiante son estos :
principalmente pobreza no porque todos sean pobres , si-
;

no por poner este caso en todo el extremo que pueda ser :

y en haber dicho que padece pobreza , me parece que


no habia que decir mas de su mala ventura, porque quien
es pobre no tiene cosa buena. Esta pobreza la padece
por sus partes, ya en hambre, ya en frió, ya en des-
nudez, ya en todo junto; pero con todo eso no es tanta

que no coma , aunque sea un poco mas tarde de lo que


se usa, aunque sea de la sobra de los ricos, que es la
mayor miseria del estudiante esto que entre ellos llaman
andar á la sopa ; y no les falta algún ageno brasero, tí
ehiminoa ,
que si no calienta, á lo menos entibie su frío;
-y en fin la noche duermen debajo de cubierta. No quiero
llegar á otras menudencias, conviene á saber, de la falta
de camisas y no sobra de zapatos , la raridad y poco
pelo del vestido, ni aquel ahitarse con tanto gusto, cuando
la buena suerte les depara algún banquete. Por este ca-
mino que he pintado , áspero y dificultoso , tropezando
Tom. /. 20
:

3o6 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.


aquí , cayendo allí , levantándose acullá , tornando a"

caer acá , llegan al grado que desean , el cual alzando


á muchos, hemos visto, que habiendo pasado por estas
6Írtes y por estas Solas y Caribdis como llevados en vuelo ,

de la favorable fortuna , digo que los hemos visto mandar


y gobernar el mundo desde una silla , trocada su hambre
en hartura , su frió en refrigerio , su desnudez en galas , y
su dormir en una estera , en reposar en olandas y damascos
premio justamente merecido de su virtud ; pero contra-
puestos y comparados sus trabajos con los del milite
guerrero , se quedan muy atrás en todo, como ahora
diré....

, Pues comenzamos en el estudiante por la pobreza y


sus partes, veamos si es mas rico el soldado, y veremos
que no hay ninguno mas pobre en la misma pobreza ;

porque está atenido á la miseria de su paga que viene ó


tarde ó nuuca , ó á lo que garbeare por sus manos
con notable peligro de su vida y de su conciencia y á :

vezes suele ser su desnudez tanta que un coleto acu- ,

chillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del


invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo,
« >l;m«io en la campaña rasa, con solo el aliento de su
boca, que como sale de lugar vacío tengo por averi- ,

guado que debe de salir IVio contra toda naturaleza. Pues


esperad que espere que llegue la noche, para restaurarse
ilc todas < ?..!-. incomodidades en la cama que le aguarda,
la cual , sj no es por su culpa, jamas peí ara de estrecha, que
bien puede medir en la llena los pies que (pusiere, y re-
volverse cu ella a mi sabor , sin temor que se le encojan
Uu sabanas. Llegúese puCfl •• todq eátO el (lia y la hora de
recibir el grado de tu ejercicio i llegúese un día de ba-
talla, <pie allí !<•
pondrán la borla. en la cabe/a, hecha
de lulas pal a ciuaile alguii balazo, que quizá le habrá
,

DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3o 7

pasado las sienes , 6 le dejará estropeado de brazo ó


pierna : y cuando esto no suceda , si no que el Cielo
piadoso guarde y conserve sano y vivo
le podrá ser ,

que se quede en la mesma pobreza que antes eslaba, y


que sea menester que suceda uno y otro reencuentro,
una y otra batalla, y que de todas salga vencedor, para
medrar en algo ; pero estos milagro* vcnse raras vezes.
Pero decidme, Señores, si habéis mirado en ello ¿cuan
menos son los premiados por la guerra, que los que han
perecido en ella? Sin duda habéis de responder, que no
tienen comparación, ni se pueden reducir á cuenta los

muertos , y que se podrán contar los premiados vivos con


tres letras de guarismos. Todo esto es al revés en los le-

trados ,
porque' de faldas, que no quiero decir de man-
gas , todos tienen en qué entretenerse : así que , aunque es

mayor el trabajo del soldado, es mucho menor el premio.


Pero á esto se puede responder ,
que es mas fácil premiar
á «los mil letrados ,
que á treinta mil soldados ,
porque
aquellos se premian con darles oficios ,
que por fuerza se

han de dar á los de su profesión , y á estos no se puede


premiar sino con la misma hacienda del Señor á quien
sirven ; y esta imposibilidad fortifica mas la razan que
tengo. Pero dejemos esto á parte, que es laberinto de

muy dificultosa salida ;


sino volvamos á la preeminencia
de las armas contra las letras : materia que hasta ahora
está por averiguar, según son las razones que cada una de
su parte alega. Y entre las que he dicho , dicen las letras

que sin ellas no se podrian sustentar las armas, porque


la guerra también liene sus leyes , y está sujeta á 'ellas

y que las leyes caen debajo de lo que son letras


y
letrados.
A esto responden las armas ,
que las leyes no se podrán
sustentar siu ellas ,
porque con las armas se defienden las
3o8 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
repúblicas , se conservan los reynos , se guardan las ciu-

dades , las monarquías ; los caminos de mar y tierra esta-


rían sujetos al rigor y á la confusión que trae consigo la
guerra el tiempo que dura , y tiene licencia de usar de sus

privilegios y de sus fuerzas :


y es razón averiguada ,
que
aquello que mas cuesta , se estima y debe de estimar en
mas. Alcanzar alguno á ser eminente en letras, le cuesta
tiempo , vigilias , hambre , desnudez , vaguidos de cabeza ,

indigestiones de estómago , y otras cosas á estas adhe-


'
rentes, que en parle ya las tengo referidas; mas llegar
uno por sus términos á ser buen soldado , le cuesta
todo lo que al estudiante, en tanto mayor grado, que
no tienen comparación , porque á cada paso está á pique
de perder la vida. ¿Y qué temor de necesidad y pobreza
puede que llegue
llegar ni fatigar al estudiante ,
al que
tiene un soldado, que hallándose cercado en alguna fuerza,

y estando de posta ó guarda en algún rebellín ó" caballero,


siente que los enemigos están minando hacia la parte

donde él está y no puede apartarse de allí por ningún


,

caso ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza ?


,

Solo lo que puede hacer , es dar noticia á su Capitán de


lo que pasa ,
para que lo remedie con alguna contramina,
y él estarse quedo , temiendo y esperando cuando impro-
vi-. :n:rnt!- ha de subir ú las nubes sin alas, y bajar al pro-

fundo sin su voluntad. Y si este parece pequeño peligro,


vr.-iiiK s si se iguala 6 haré ventaja el de embestirse dos
g lleras por las proas en mitad del mar espacioso, las
niales enelavijadas y tndudis, no le queda al soldado
mas <• ¡»i. ¡ del que conceden los pies cíe tabla del es-
polón y con todo esto, viendo que tiene delante de sí
,

t. míos ministros de la muirte que le amenazan, cuantos


de artillería se asestan de la parle contraria, que
lio distan de SU CUCrpO una ¡an/.i , y viendo que al primer
DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3cj)

descuido de los pies iria á visitar los profundos senos de


Neptuno y con todo esto, con intrépido corazón llevado
,
,

de la honra que le incita, se pone á ser blanco de tanta


arcabucería y procura pasar por tan estrecho paso al
,

bajel contrarioy lo que es roas de admirar que apenas


:

uno ha caido donde no se podrá levantar hasta la fin del


mundo, cuando otro ocupa su niesmo lugar, y si este
también cae en el mar, que como á enemigo le aguarda,
otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus
muertes : valentía y atrevimiento el mayor que se puede
hallar en todos los trances de la gueria. Bien hayan
aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable
furia de aquestos endemoniados instrumentos de artillería,

á cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le


está dando el premio de su diabólica invención , con la
cual dio causa que un infame y cobarde bra/.o quite la

vida á un valeroso caballero , y que sin saber cómo ó por


donde , en mitad del coraje y brio que enciende y
la

anima á los valientes pechos llega una desmandada bala, ,

disparada de quien quizá huia, y se espantó del res-


plandor que hizo el fuego al disparar de la maldita
máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos
y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.

Cenantes, Quijote.

El hombre nació para vivir en paz.

Los animales solamente atienden á la conservación de sus


individuos; y si tal vez ofenden, es en orden á ella , lleva-
dos de la ferozidad natural, que no reconoce el imperio
déla razón. El hombre al contrario, altivo con Ja llama
celestial que
anana y hace señor de lodos y de todas
le ,

las cosas, suele persuadirse que no nació para solo vivir


r
3io DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
sino para gozarlas fuera de aquellos límites que le prescribe
la razón ; y engañada su imaginación con falsas apariencias
de bien , Je busca eu diversos objetos , constituyendo en
ellos su felizidad. Unos hombres piensan que consiste en las
riquezas, y otros en las delicias; otros en dominar á los
demás hombres, y cada uno en tan varías cosas, como son
los errores del apetito y de la fantasía; y para alcanzarlas
y ser felizcs , aplican los medios que les dicta el discurso
vago é inquieto, aunque sean injustos. De donde nacen los
homicidios , los robes y las tiradlas, y el ser el hombre el
mas injusto de los animales; con que no estando seguros
unos hombres de otros , se inventaron las armas, para re-
peler la malicia con la fuerza, y conservar la inocencia y
libertad , y se introdujo en el mundo la guerra. Este naci-
miento tuvo, si ya no nació del infierno después de la so-
berbia de aquellas primeras Luzes intelectuales. Tan odiosa
es la guerra a Dios, que con ser David tan justo, no quiso
que le edificase el templo, porque había derramado mucha
sangre. Los príncipes prudentes y moderados la aborre-
cen , conociendo la variedad d<- sus accidentes, sucesos y
fines. Con ella se descompon»- 'el Orden y armonía de la

repübliCa. La religión se muda , la justicia se pniuiba, las

leyes no sé obedecen, amistad, y parentesco


la se confun-
den, la . arle ;n, la cultura se pierde j el comer-
cio se retira-; lai cilidadci se destruyen , y los dominios se
alteran. El Rry Don Aiomu ia Ibm.ó (./ !. ../.• .manto de paz,
e nmvmnen n tl< tas cosas quedas, e destruimiento de las

compuestas. Si es interior la guerra, < > fiebre ardiente que


[ferio . ¡e abre la^ venas j
por donde
•Me ia angre de las riquezas, \ se exhalan las fuerzas

y Iris espíritu . Ei la guerra una violen ia opuesta i lo ra-


yón , a la naii. al fin del hombre, i quien crio" l^i<>s

.< o 1 1.,< j.iiiza , \ sustituyó su poder sobre las cosas^ nopara

)
DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3ií

que las destruyese con la guerra, sino para que las conser-
vase. No le crió* para la guerra, sino para la paz: no para
el furor, sino para la mansedumbre: no para la injuria,

sino para la beneficencia ; y así nació desnudo sin armas con


que herir, ni piel dura con que defenderse: tan necesitado
de la asistencia, gobierno y enseñanza de otro, que aun ya
crecido y adulto, no ptiede vivir por sí mismo siu la indus-

tria agena. Con esta necesidad Je obligó á la compañía y


amistad civil, donde se hallasen junios con el trabajo todas
las comodidades de la vida , y donde esta felizidad política
los uniese con estrechos vínculos de amistad y buena cor-
respondencia y porque soberbia una provincia con sus
;

bienes internos, no despreciase la comunicación de las de-


más, los repartió en diversas : el trigo en Sicilia, el vino en
Creta, la púrpura en Tiro , la seda en Calabria , los aromas
en Arabia oro y plata en España y en las Indias occi-
, el ,

dentales: en las orientales los diamantes, las perlas, y las


especias; procurando así que la codicia y necesidad dees-
tas riquezas y regalos, abriese el comercio, y comunicán-
dose las naciones , fuese el mundo una casa familiar y común
á todos; y para que se entendiesen en esla comunicación,
y se descubriesen los afectos internos de amor y benevolen-
cia, le dio la voz articulada, blanda y suave, con (pie ex-

plicase su fe y liberalidad ; y la rodilla, su obediencia: to-


das señales de un animal civil , benigno y pazífico. Pero
aquellos animales que quiso la naturaleza que fuesen beli-
cosos , los crió dispuestos para la guerra con armas ofeu-
sivas y defensivas. Al león con garras, al águila con presas,
al elefante con trompa , al toro con cuernos, al javalí con
colmillos y al espin con púas. Hizo formidables con el ve-
neno los áspides y las vívoras, consistiendo su defensa en
nuestro peligro, y su valentía en nuestro temor. A casi to-

dos estos animales armó de duras pieles para la defensa:


3 12 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
al cocodt dio de corazas , á las serpientes de malla , á los
congrejos de glebas. En todos puso un aspecto sañudo , y
una voz horrible y espantosa. Sea pues para ellos lo irra-

cional de la guerra no para el hombre en quien


; , la razón
tiene arbitrio sobre la ira. En las entrañas de la tierra es-
condió la naturaleza el hierro , el acero, la plata y el oro ,

porque el hombre no usase mal de ellos; y allí los halló

y sacó la venganza y la injusticia, unos para instrumento ,

y otros para precio de las muertes. Gran abuso de los hom-


bres consumir en daño de la vida la plata y el oro, con-
,

cedidos para el sustento y adorno de ella.

Pero porque en muchos hombres , no menos fieros e* in-


tratables que los animales , como hemos dicho , es mas po-
derosa voluntad y amhicion , que la razón; y quieren
la

sin justa causa oprimir y dominar á los demás, fué nece-

saria la guerra para la defensa natural; porque habiendo dos


modos de tratar los agravio* , uno por tela de juizio, el cual
es propio de los hombres y otro por la fuerza que es co-
, ,

mún á los animales; sino se puede usar de aquel es menes- ,

ter usar de este , cuando interviniere causa justa, y fuere


también justa la intención , y legitima Ja autoridad del Prín-
cipe , en que no debe resolverse sin gran consulta de hom-
bres doctos. Así lo hacían los Atenienses, consultando á sus
oradores y filósofos para jnstilicar sus guerras; porque está
en nuestro poder el empezarlas , pero no el acallarlas.
Quien ton presteza las emprende, de espacio las llora.

«Mover guerra, dijo el Rey Don Alonso, es cosa en que

dbben mucho parar úñenles los (pie la quieren facer, antes

que la coniien/cn ,
por que la fagan con razón é con dere-
cho. Cu desto vienen grandes tic-, bienes, El primero, que
ayuda Dios mas por ende á los que así la (acen. El secundo,
por que clin- r/.an mas cu sí mismos' por el derecho
que tienen. El tercero ,
por que los que lo oyen , si son
DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3i3
amigos, ayúdaulos de mejor voluntad; é si enemigos,
rezélanse mas dellos ».

Saavedra, fcmpres. politic.

Defensa de las Muge res.


En grave empeño me pongo. No es ya solo un vulgo igno-
rante con quien entro en la contienda : defender a todas las

mugeres, viene á ser lo mismo que ofender á casi todos los


hombres ,
pues raí o hay que no se interese en la preferencia
de su sexo con desestimación de! otro. A tanto se ha exten-
dido la opinión común en vilipendio de las mugeres, que
apenas admite en ellas cosa buena. En lo moral las llena

de defectos, y en lo físico de imperfecciones


El falso profeta Mahoma, en aquel mal plantado paraíso
que destinó para sus secua/.es , les n» gó la entrada á las mu-
geres , limitando su fclizidud al deleite de ver desde fuera
la gloria que habían de poseer dentro los hombres. Y cierto
que seria muy buena dicha <le las casadas, ver en aquella
bienaventuranza, compuesta tod i de torpezas, á sus mari-
dos en ¡os brazos de otras consortes ,
que para este efecto

fingió fabricadas de nuevo aquel gran artífice de quimeras.


Bastaba para comprender cuanto puede errar el hombre,
ver admitido este delirio en una giau parte del mundo.
Pero parece que no se aleja mucho de quien les niega la
bienaventuranza á las mugeres en la otra vida, el que les

niega casi t«,do el mérito en esta. Frecuentísimaroente los


mas torpes del vulgo representan en aquel sexo una horri-
ble sentina de vicios , como si los hombres fueran los úni-
cos depositario* de las virtudes. Es verdad que hallan á fa-
vor de este pensamiento muy fuertes iuvectivas en infinitos
libros : en tanto grado, que uno ú otro apenas quieren apro-
bar ni una sola por buena; componiendo, en la que está
:

3i4 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.


asistida de las mejores señas , la modestia en el roslro cou la
lascivia en el alma.
Contra tan insolente maledicencia, el desprecio y la de-
testación son la mejor apología. No pocos de los que con mas
frecuencia y fealdad pintan los defectos de aquel sexo, se
observa ser los mas solícitos en granjear su agrado ¿Qué
misterio habrá en esto? Acaso con la ficción de este dicta-
men quieren ocultar su propensión : acaso en las brutales
saciedades del torpe apetito se engendra un tedio desapaci-
ble ,
que no representa sino indignidades en el otro sexo
acaso también se venga tal vez con semejantes injurias la
repulsa de los ruegos que hay hombre tan maldito que
;
,

dice que una muger no es buena solo porque ella no quiso


,

ser mala
No niego los vicios de muchas. Mas ay si se ¡
! aclarara
la genealogía de sus desórdenes, ¡
cómo se hallaría tener su
primer origen en el porfiado impulso de individuos de nues-
tro sexo ! Quien quisiere hacer buenas á todas las mugeres,
convierta á todos los hombres. Puso en ellas la natura lesa
por antemural la vergüenza contra todas las baterías del
apetito , y rarísima vez se le abre á esta muralla la brecha
por la parte interior de la plaza
Y para empezar á hacernos cargo de la dificultad, por
tres prendas en que hacen notoria ventaja á las mugeres,
parece se debe la preferencia á los hombres: robustez,
constancia, y prudencia. Pero aun concedidas por las mu-
geres estas ventajas , pueden pretender el empate, señalando
otras ties prendas en que exceden ellas : hermosura , docili-

dad, y sencillez.

La robustez, que es prenda del cuerpo, puede contide*


nUTM eoiiirapesada con la hermosura , que también lo es;

y aun muchos le concederán a esla el exceso. Tendrían ra-

zón , si el precio de las picudas se hubiese de determinar


DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. áfiS

precisamente por las lisonjas de los ojos ; pero debiendo ha-


cer mas peso en el buen jnizio, para decidir esta ventaja,
la utilidad publica ,
pienso debe ser prefeiida la robustez á
la hermosura. La robustez de los hombres trac al mundo
esencialísimas utilidades en las tres colunas que sustentan
toda república, guerra, agricultura ¿ y mecánica. De la
hermosura de las mugeres no sé qué fruto importante se
saque, sino es que sea por accidente. Algunos la argüirán
«de que bien lejos de traer provechos , acarrea gravísimos
daños en amores desordenados que enciende, competencias
que suscita } cuidados, inquietudes y rezelos que ocasiona
en los que están encargados de su custodia. Pero esta acu-
saciones mal fundada , como originada de falta de averten-
cia. En caso que todas las mugeres fuesen feas, en las de
menos deformidad se experimentaría tanto atractivo como
«hora en hermosas; y por consiguiente harían
las el mismo
estrago. La menos fea de todas , puesta en Grecia , seria in-

cendio de Troya , como Helena y : puesta en el palacio del


Rey Don Rodrigo , seria ruina de España , como la Caba. En
los países donde las mugeres son menos agraciadas , no hay
menos desórdenes que en aquellos donde las hay de mas
gentileza y proporción y aun en Moscovia que excede en
; ,

copia de mugeres á todos los domas reynos de Europa, no


está tan desenfrenada la incontinencia, como en otros paí-
ses, y la fe conyugal se observa con mucha mayor exacti-
tud. No es, pues , la hermosura por sí misma autora de los

males que le atribuyen. Pero en el caso de la cuestión, doy


mi voto á favor de la robustez, la cual juzgo prenda mu-
cho mas apreciable que la hermosura. Y así, en cuanto á
esta parte, se ponen de bando' mayor los hombres. Quédales
empero á salvo á las mugeres replicar , valiéndose de la sen-
tencia de muchos doctos, y recibida de toda una ilustre
escuela ,
que reconoce la voluntad por potencia mas noble
3i6 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS,
que el entendimiento, la cual favorece su partido ; pues si

la robustez , como nías aprcciable, logra mejor lugar en eL


entendimiento , la hermosura , como mas amable , tiene
mayor imperio en la voluntad.
La prenda de la constancia, que ennobleze á los hom-
bres ,
puede contrarrestarse con la docilidad ,
que res-
plandece en las mugeres.... Diráseme que la docilidad de
las mugeres declina muchas vezes á ligereza ;
y yo re-
pongo ,
que la constancia de los hombres degenera muchas
vezes en terquedad. Confieso que la firmeza en el buen
propósito es autora de grandes bienes ; pero no se me
puede negar ,
que la ostinacion en el malo es causa de
grandes males....
La prudencia de los hombres se equilibra con la sencillez

ée las mugeres. Y aun estaba para decir mas ; porque en rea-


lidad al género humano mucho mejor le estaría la sencillez ,

que la prudencia de todos sus individuos, Al siglo de oro*

nadie le compuso de hombres prudentes, sino de hombres


Cándidos. Si se me opone que mucho de lo que en las mu-
geres se llama candidez es [indiscreción ; repongo yo ,

que mucho de lo que en los hombres se llama prudencia,


esfalazia, doblez y alevosía, que es peor. Aun esa misma
franqueza indiscreta , con que á vezes se maniiesla el pedio
contra las reglas de la razón, es buena, considerada como
señal. Como nadie ignora sus propios vicios ,
quien los

halla en sí de alguna monta , cierra cou cuidado á los

azechos de la curiosidad los resquicios del corazón. Quien


cómele delitos en s u < asa, no tiene a todas horas la puerta
abierta para cj registro. De la malicia es compañera indi-
vidua la cautela. Quien ,
pues , tiene Facilidad en fran-

quear el pecho sabe que no está muy Aiqueroso. Lu esta

ílei.teiuii , la Candidez de las mugeres siempre sera


•preciable ¡ cuando arreglada al buen dictamen > coma»
perfección ; y cuando no, como buena señal.
DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3 17

Sobre las buenas calidades expresadas, resta, á las mugeres


la mas hermosa y mas transcendente de todas, que es la

vergüenza ;
gracia tan característica de aquel sexo, que
aun en los cadáveres no le desampara , si es verdad lo que
dice Plinio : que los de los hombres anegados fluctúan boca
arriba , y los de las mugeres boca abajo Di rase que es
la vergüenza un insigne preservativo de ejecuciones ex-

teriores , mas no de internos consentimientos ; y así

siempre le queda al vicio camino abierto para sus


triunfos, por medio de los invisibles asaltos, que no puede
estorbar la muralla del rubor. Aun cuando ello fuese así,

seria la vergüenza un perservativo preciosísimo ,


por cuanto
por lo menos precave infinitos escándalos, y sus funestas
consecuencias. Pero si se hace atenta reflexión, se hallará

que defiende, si no en un todo, en gran parte, aun


de esas escaladas silenciosas ,
que no salen de los ocultos

senos del alma ; porque son muy raros los consenti-


mientos internos , cuando no los acompañan las ejecu-

ciones ,
que son las que radican los afectos criminales en
el alma, que aumentan y fortalezen las propensiones
las

viciosas. Faltando estas, es verdad que una ú otra vez se


introduce la torpeza en el espíritu ;
pero no se aloja en
élcomo doméstica , mucho menos como señora sí solo ,

como peregrina. Las pasiones sin aquel alimento que las


nutre, yacen muy débiles , y obran muy tímidas ; mayor-
mente cuando en las personas muy ruborosas es tan franco
el comercio entre el pecho y el semblante, que pueden
rezelar salga á la plaza pública del rostro, cuanto ma-
quinan en la retirada oficina del pecho. De heclio se le*
pintan á cada paso en las mejillas los mas escondidos
afectos ? que el color de la vergüenza es el ünico que sirve
á formar imágenes de objetos invisibles. Y así , aun para
atajar tropiezos del deseo, puede ser rienda en las mugeres
3i8 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
el miedo de que se lea en el rostro lo que se imprime en el

ánimo : a que se añade ,


que en muchas sube a tal punta
el rubor ,
que le tienen de sí miomas
Pienso haber señalado tales ventajas de parte de las mu-
jeres, que equilibran, y aun acaso superan las calidades ,

en que exceden los hombres. ¿ Quien pronunciará la sen-


tencia en este pleito? Si yo tuviese autoridad para ello,

acaso daria un corte, diciendo que las calidades en que


exceden las mugeres conducen para hacerlas mejores en
sí mismas ; las prendas en que exceden los hombres , los

constituyen mejores: esto es, mas útiles para el público..

Pero como yo no hago oficio de juez sino de abogado, se


quedará ti pleito por ahora indeciso.

Fcyjoo , Teatro crítico.

Grandeza y decadencia de la España.

España es país para todo, y también los Españoles.


España produce todas las materias necesarias para la vida ,
no solo las de priulera necesidad sino aun las titiles y ,

de delicia. España es, entre los descubiertos , el único


reyno que pudiera vivir con solos sus frutos , sin men-
digar género alguno extrangero : pan, vino, legumbres.
aceites, agrios, frutas, miel, cera, pescados, carnes,
aves, caza, lana, seda, linos, cáñamos y minerales de
todas especies. Estas son sus mas abundantes producciones;
y se hallan debajo de un clima sano, delicioso, de aguas

muy saludables
,
en gran número, y rodeados de
y de rios

dos mares. España tiene en sus dominios todas las malc-

rías simples, que necesitan sacar de nosotros las íábrj as


extranjeras ; á ninguna nación le sucede otro lanío. ^ á

España no le falta, en 6u, ni lia taitado nunca, mas


que ser conocida. El Ciclo hizo mucho por ella , nosotros
DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3x 9

lo deshacemos : á Dios le debe infinitó" ; á nosotros muy


poco.
Dos cientos años hace que comenzaron Flamencos, In-
gleses y Franceses á aprender de nosotros el arte de las
fábricas á sacarlas tomarlas y llevarlas de España á su?
, ,

paises y esta fué le época en que dio principio nuestra


;

decadencia. Eu el siglo diez y seis daban nuestras fábricas


la ley en las tres partes del mundo. En todas ellas tenían

factorías nuestros comerciantes españoles. El increíble


numero de telares que contaba España , es cosa repetida

en muchos escritos antiguos y modernos. Pero lo mas


notable es que con todo el esmero de su exquisita aplica-
,

ción , aun no han llegado todavía estas industriosas na-


ciones á dar á los bordados, telas de seda, tisües,
y tejidos
de oro y plata , aquella perfección , permanencia , solidez
y hermosura , que después de dos cientos años todavía se
admira hoy en los nuestros. Los ornamentos de altar que
Felipe II donó á la sacristía del. Escorial , fabricados en
Sevilla etc. , y que se conservan eu ella , expuestos á
disposición de quien quiera verlos , responden de esta
verdad. ¿Y España no es pais para fábricas? ¿Puede oirse
esto siu compasión ? ¿Qué Londres, qué Paris , qué Nímes,
ni qué León han igualado á las fábricas antiguas de To-
ledo , Granada , Sevilla y Segovia ? Si exceden hoy á las
actuales ( en que no hay controversia ) ya se ha indicada
el motivo en que consiste :
y se dirá mas todavía para que
en pocos años se queden muy atrás, se practicare lo que
si

yo propondré en estos apuntes. Damascos ha hecho la


piedad del Rey fabricar en Talavera para adornar una
capilla del Escorial ,
que no pueden ceder á ningunos de
Europa. ¿ Pero qué ha de sucedemos , si cuando mas
haeemos ,
quitarnos un par de grillos de los pies del co-
merciante, labrador, fabricante ó navegante, y en el
3io DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
jTiismo acto le amarramos por la cintura con una cadena
mucho mas y no obstante decimos
fuerte ? camina ade- :

lante, que ya tienes sueltos los pies. El no da paso, ni


puede •,
y luego se dice : ¡ ven vmds. que España no
es pais para esto !

La nación Española es nación de mucho honor, dócil ,

fiel, obediente y amantísima de sus Soberanos. Su carácter


es vivo, pronto, esforzado, constante, especulativo y
penetrante. Por la senda del honor se la conduce hasta
lo sumo. Puesta en tiro, es capaz de todas las empresas
jnayores de la tierra ( translado á las de Cortes y á las del

Gran Capitán) y bien conducida, jamas cedió, ni pudo


ceder á ninguna otra. Dos siglos vivió sin ser batida de
nadie. Bvios no le faltan ; caudillos ha menester , y cono-
cerla es necesario. Hasta los Cartagineses y antiguos Ro-
manos la temieron. En igualdad de fuerzas siempre batió
á sus enemigos, y los batiera sin duda hoy también, siem-
pre que mandasen Vivares , Carpios , Córdobas , Toledos ,

Corteses y Leibas , etc. Cada Soberano la encontró en lo


que la buscó. Los Reyes Católicos y el famoso Jiménez

(por no volver mas atrás) que quisieron teólogos^ juris-


consultos, capitanes, estadistas y políticos, todos los
bailaron con superioridad á las demás naciones. Sus
obras doy por garantes. Carlos V deseó capitanea y es-
tadistas: jamas vio la Europa un Consejo de Estado co.no
el suyo , y nunca hubo príncipe que tuviese tanto nú-
mero de Generales insignes. Felipe II anlieló toda suerte
de hombres sobresalientes en todas lineas y en todas ,

»e aventajaron sus vasallos. El concilio de Trcnto lo «lira.

Felipe III «piiso Santos , y los altares se poblaron. Felipe IV


amó poetas, y el Parnaso se declaró Español. La débil
eomplt •xinii de Carlos II no le permitió penar en nada,

y eu España nada bobo. El Rey Felipe «puso capUancs


,

DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3?i

y eruditos , y en un instante se formaron de la nada no digo


:

hasta lo sumo ;
pero digo hasta mas allá de aquel punto
que permiten los instantes. ¿Si probarán estas expresiones
que todas las oosas penden de los Gobiernos ?..-..

Cuando las Castillas solas ponían cómodamente cuarenta


mil caballos bizarros en campaña, no habia las ordenanzas
que boy; pero había libertad labranza y crianza. Tam- ,

poG© habia caballería andaluza esta era batida por la ;

castellana. Los ejércitos de nuestros augustos Soberanos


no se sirvieron de caballos andaluzes hasta el reynado de
don Juan el II. Alonso VIII, Rey solo de las dos Cas-
tillas, para coronarse de laureles en las navas de Tolosa
revistó en Toledo cuarenta mil caballos castellanos, pa-
gados á cinco reales cada uno : ciento treinta mil in-
fantes á tres , sin contar algunos tercios de infantería
que aun no habían llegado: y sesenta mil carros de pro-
visiones, equipajes y bagajes, que ocuparían á lo menos
ciento cuarenta mil caballerías ; y algunas irian de carga,
aunque la historia no lo no seria
dice. A este respecto

mnebo creer que España de entonces, considerada


la

cu toda la extensión que domina hoy la corona de Cas-


tilla, podia poner hoy en campaña desahogadamente
ciento veinte mil caballos , con cuatrocientos mil in-
fantes , y doscientos diez mil carros. Y al presente cos-
taría, buen trabajo sacar de las Castillas seis mil caballos,
con cincuenta mil infantes efectivos, y veinte mi! cairos.
Esta cuenta gira sobre el supuesto de que las dos Castillas
compongan una tercera parte de las Españas unida* hoy,
que no la componen. Y para que nadie se admire de esta dife-
rencia de fuerza , sepan todos que , mucho mas inmediato á
nosotros, en el año de i563, en la feria de Medina del
Campo solamente , se traficaron y giraron en letras de
cambio mas de ciento cincuenta millones de escudos.
Tom. I. ai
Zii DISCURSOS Y CONTROVERSIAS
En los años anteriores había sido mayor el tráfico. Las
ferias consímiles que entonces se celebraban por todo el
Reyno, eran muchas, y muchos los millones de millones
que se comerciaban cada año cotéjense con las contrata- ;

ciones de boy. Y añádase á esto ,


para convencimiento
general de las cosas, tanto de mar cuanto de tierra, el
número increíble que á todos consta de las embarcaciones
mercantiles que habia en solo el puerto de Pontevedra ,

reducido hoy á cuatro tristes pescadores


y de los millones ;

de fanegas de pan que se cogian en España y resulta de ,

las tazmías eclesiásticas. Sueños parecen estas realidades...

Dos siglos ha que está bajando España, y dos siglos ha


que están subiendo sobre nuestras caídas y desa- , errores
ciertos, primeroHolanda, luego Inglaterra, y después
Francia. ¿Cómo, pues, no han de haber ascendido ellas
á la cumbre de la felizidad, y descendido nosotros al

abismo de las desdichas ? A la verdad han sabido aprove-


charse bien de las ocasiones que les hemos presenlado ;

y en esto merecen elogio..,.


La verdadera y física riqueza de España consiste en la

abundancia interior de todo genero de frutos nacionales ; el

ero y la plata americana no es buena sino se hace servir ,

de instrumento para mejorar esta felizidad natural del país.


El dinero en sí no es mas que señal, representación ó
ficción de ella. España en general está pobre desde (pie le

vino de Indias mas dinero y no es culpa de las Indias. ¿l'ues


;

que es? Es que yendo á las América* en busca desta señal de


riqueza, abandonamos mas la riqueza tísica y real, que te-
níamos dentro de casa ¿ De qué* sirve labrar y traer mucho
dinero de las Indias, s¡ no le labremos ni traemos para no-
sotros? Nosotros nos fuimos ;i buSCSff tesoros en América, J
1 e> naciones cultas se vinieron á sacárnoslos de nuestra

/Casa con la vcnlu de los íiulos de su industria. Conquista-


DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3^3
woos á las Indias, es verdad j
pero nos hizimos tributarios
voluntarios de Inglaterra , Francia , Holanda Genova Ve-,

necia , Hambtirgo, etc. Mas tributo pagamos á estas nacio-

nes , que al Rey. De todas las producciones de España y


América no nos queda mas que el vano y fastoso honor de
tener las naciones ocupadas en servirnos; quiero decir, en
chuparnos la sustancia, y despojarnos del comercio, artes,

fabricas, manufacturas é industrias.


Ya he dicho (y diré mil vezes ) que las riquezas america-
nas solo son útiles, haciéndolas servir para florecimiento de
las producciones naturales de España. Este uso es el que

hasta aquí no hemos hecho, y este uso es el que necesitamos


hacer, si queremos que vuelva España á su antigua felizi-
dad , esplendor y abundancia. Y veis aquí descubierto aquel

misterio oscuro, que tiene confusos á muchos hombres muy


hábiles, sin acertará comprender como florecieron Holán
tía, Inglaterra y Francia, desde que comenzaron á poseer
las Indias, y como decayó España desde que tuvo Amé-
ricas. Estas tres ilustres Potencias se valieron de aquellas ri-

quezas de señal, para fomentar la riqueza real de sus do-


minios europeos ; y España al contrario se tiró inconsidera-

damente á las mismas riquezas representativas , abando-


nando su labranza, su pastoría, sus artes, sus fábricas, sus
manufacturas y sus industrias , que formaban la sustancia
real y esencial del Estado esta fué la desgracia
:
y este el ,

efecto, contrario al suceso de nuestros vecinos. Mas claro os


lo diré. Los Gobiernos holandeses, ingleses y franceses mira-
ron siempre sus patrias como parte principal , y sus Indias
como que debia hacer la felizidad de sus es-
parte accesoria ,

tados hereditarios nosotros al revés, por falta de buenas me-


;

didas, venimos en el efecto á mirar las Américas como parte


principal de nuestras riquezas , y descuidando los intereses

sólidos de la madre , la hizimos como accesoria de sus hi-


3^4 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
jos. Y lo peor es que por un tal camino venimos á infelizi—

tar á nuestra España , sin haber hecho felizes á nuestras


Américas : ellas nos arrastran, y habíamos nosotros de ha-
berlas arrastrado á España.
La codicia inconsiderada del oro y plata americana em-
pobrezió* la riqueza natural de España oro y plata la des-
:

poblaron oro y plata la convirtieron de indutriosa en


:

ociosa: oro y plata destruyeron su labranza, crianza, fá-


bricas , artes y industrias : oro y plata trasmutaron en este-
rilidad su abundancia, y en carestía la baratez de sus ví-

veres oro y plata extraídos del Reyno la hizieron pobre. De


:

la pobreza de los particulares resultó.la indigencia universal


y las necesidades del erario: de esta , la ruina de los vasal-

los y pueblos: de 'sus atrasos, el general da la monarquía:


de este, el de los miembros. Una á otra se dio la mano. Cre-

cieron los gastos, el lujo y las obligaciones de la Corona ,

cuando eran menores los medios de asistirla, fomentarla y


auxiliarla. De esta misma indigencia se derivó el aumento

-de tributos, impuestos y arbitrios, que fué redoblar y re-


macho- el mal. Una carga superior á las fuerzas concluyó
en desmayo, abandono y holgazanería. Y de estos antece-
dentes resultó (y necesitó resultar por consecuencia nece-
saria ) toda la actual que padecemos en todas lineas. En una
palabra , nosotros bajamos por aquel principio mismo que
hizo subir á los demás ¿ y todo ha provenido de una con-
ducta contraria á la naturaleza del bien : de sistemas, digo,
opuestos ú la conveniencia del Estado.
El '-.ir.n ¡t| r de li n.nion en general no es holgazán j si

4uese este SU genio y su temperamento, -cómo había de


li d» tr sitio la mas industriosa hasta el rey nado de fYlipellI?
A«piel mal Gl adquirido. Hoy misino no M iae sen/darán en
i. >pa ÓinCO naciones que amen el trabajo tanto

tomo loj Catalanes ,


Gallegos, Vizcaínos, Cuipuzcuanoí j
5

DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3a

Montañeses» ímproba* son sus fatigas Puertas abiertas


fuentes de
y puertas cerradas, digo que han sido las dos
todas nuestras desgracias. Abriéronse las que debieron cer-

rarse , y cerráronse las que debian abrirse. Veis aquí ya el

trastorno de toda España. Esta en la realidad, ba sido, es J


será siempre que no se remedie, la turgente de los males po-
líticos que lian arruinado el Estado. Carcoma silenciosa,
que insensiblemente lia i«V> royéndole hasta el corazón. To-
das nuestras decadencias son bijas de esta lima sorda
Para restnir la monarquía á su antiguo y debido es-
plendor, es preciso mudar de estilo. Volver el cuadro al re-
ves : abrir, digo , lo cerrado , y cerrar lo abierto. Veis aquí
ya los dos polos de la felizidad pública. Este es el sistema
necesario : ni el bien tiene mas entrada , ni los males otra
cura. Y Badil es mas conforme al derecho natural, que dis-

y consumirse los productos dentro de la nación


tribuirse
misma que los contribuye. Por aquí ha de comenzar sus
operaciones el héroe que se propusiere el plan de remediar-
la. No hay que equivocarse : todo lo demás será pérdida de
tiempo y acaso complemento de la destrucción. Crecerá
,

el mal cada dia bajarán las rentas reales: se empeñará el


:

real erario : irán los pueblos á menos, y á mas la dificultad.

¡
Ojalá sea yo mal profeta ! Ciérrense pues en España
las puertas abiertas ; ábranse las cerradas : pónganse diques
á los rios de oro y plata que desaguan fuera del Reyno:
piénsese, bdsquese, y tómese por primera diligencia un tem-
peramento equitativo que sirva de equivalente, y aun de
grande aumento al real erario : rómpanse las cadenas que
embarazan los progresos : repruébense los estorbos quítense
:

á la Nación los grillos que se han fabricado de los yerros de


dos siglos: derríbense las murallas que quedan señaladas:
mírese la libertad del comercio como único fundamento de
la felizidad pública : fórmese y dése sistema fijo á todas bis
32<3 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
partes y ramos de la monarquía, que vive, ó mejor diré,
muere sin el. Un sistema, digo, sabio prudente, justo y
equitativo : un sistema libertador : un sistema combinatorio,
que abraze desde el interés y parte mas alta del Estado, hasta
elramo y partecilla mas mínima de la monarquía un sis- :

tema auxiliador, reformador: en una palabra, un sistema


sencillo y perfecto, obra ilustre de un Rey grande que su-
jete á un centro de unión todas las ideas del Gobierno •. que
reduzca á un punto de vista todos los intereses de la auto-
ridad real , del puebloy del erario : que enlaze íntimamente
la gloria de la majestad con abundancia y felizidad pu-
la

blica ; de tal modo ,


que unidos estrechamente estos dos
objetos (que siempre deben caminar á paso igual) se haga
imposible la ventaja del uno sin la mejora del otro , el ade-
lantamiento de este sin el florecimiento de aquel: y en fin ,

un sistema dichoso y perpei.no que lleve á la inmortalidad


el glorioso nombre del Rey, restablezca la opulencia en
España, haga respetable el crédito de la Nación, y feliz á
la ínclita raza Borboiia.

M. A. Gándara, Apuntes sobre el bien y el mal de España.

Verdadera ciencia del hombre fundada en la


constitución de su ser.

Contemplemos hombre saliendo de las manos de la


al

nal maleza, y mirando por grados succesivos en las necesi-


d lidei á que le expone la fragilidad de su mismo ser. \ ese
dueño por una parte de una potencia inteligente, que
le hace mirar ron desden la sujeción a su porción grosera
v material ; y halla por otra, que e.sia misma porción le

acomodarse
obliga) a ;i las urgencias de la vida, proporcio-
nando su espíritu á lo que piden de necesidad las leyes

Ue su conservación y existen* i, En esta eotrejpondencia


,

DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3i 7

y servicio recíproco de la materia hacia la razionalidad,


de esta hacia la materia, estriba el ser del hombre ; y en
la recta práctica de estas leyes se funda principalmente el
cumplimiento del orden, que constituye la peculiar natu*
raleza del animal dotado de razón
Si el hombre fuera solo lo que es su ánimo, como pre-
tendieron persuadir algunas sectas de la Filosofía antigua
en vano nos fatigaran las solicitudes á que nos inclina el
peso del cuerpo. Hemos sido destinados á un mundo mate^-
rial, y la posesión de él imposiblemente se veriíicaria st

careciésemos de materia. Los Filósofos mismos que arran-


caban al hombre de su porción corpórea, siendo eficazí-
simos oradores de Jas virtudes , no reflexionaban que es el

cuerpo la ocasión de que se ejerciten. La frugalidad , li-

beralidad , magnificencia, caridad, fortaleza, el pudor,


la justicia^ misma , serian vozes de ninguna significación , ó
por mejor decir, nada serian sobre la haz de la tierra,

6¡ los hombres hubieran de vivir con el puro ánimo , y


colocar en solo obras y ocupaciones de su existir. La
él las

Providencia, aunque liberal/sima , no es pródiga de sus


dádivas. Cada ente logra de su mano los dones que necesita
para componer el orden de su naturaleza. Sin cuerpo el

razional no seria este ente que se llama hombre ;


y pues el

Criador dispuso que fuese tal ente, y le creó para que,


como tal , llenase todas las leyes de su orden , su razio-
nalidad no debe desamparar al cuerpo mientras asista en
él; debe dirigirle, debe encaminar sus inclinaciones para
que hagan la jornada de la vida , según las intenciones del
que la concedió.
La contemplación de las cosas divinas, deeian los Pla-
tónicos de la ultima Academia, constituye la esencia del
ser humano. Inconsideradamente. El ser humano es todo
lo que constituye al hombre, Pío solo ha nacido este para
3^3 DISCURSOS Y CONTROVERSIAS,
contemplar lo que debe á su Criador (aunque es su ley pri*
mera )ha nacido también para ejercitar los oficios de su or-
den respecto de sí, respecto de sus semejantes... Tal contem-
plador délas cosas divinas puede haber; que sea al mismo
tiempo mal juez , mal padre, mal marido , mal ciudadano ,

en cuyo caso con dificultad se atreverian los Platónicos á


sostener, que está la esencia del ser humano llenamente
cumplida en los procedimientos de semejante contem-
plador ;
para aficionar á los hombres al estudio de la sabi-

duría no hay necesidad de enagenarlos de su naturaleza.


Platón queria hacer sabios y dando demasiado al enten-
,

dimiento , no formaba hombres disculpable con todo :

eso ,
porque creía arrancar así la raíz de donde crecen y se
alimentan las inclinaciones viciosas. En el extremo con-
trario ha caído hoy la Filosofía. Da demasiadas rienda?
á las facultades brutales, y aparta al mortal igualmente
de su ser por la senda opuesta. Quieren hoy form:u
hombres los Filósofos , y nos arriman con demasía a los

bruto-.
Manl< ner el justo medio que entre estos dos extremos,

señala el jui/.io ,
es con propiedad enseñar sus oficios á
la naturaleza humana : es distinguir la preferencia, que
han <!>• lomaren su estimación unas aplicaciones respecto

de otras. Considerarla toda cu si del modo que existe en

la tierra, sus cqnocijntentOS y estudios deben ser a,Mc-


i la mayor ó menor utilidad de sus fines j
ionio

por la mayor ó menor conexión con lo-, de*"

lúiOl de la criatura razioual. Cuanta esta medita, han-,


inventa, ordena, todo lo dirige d a pcrJiiT¡oiiars<- , ó á
/rr/AC, ó a rrcrrarsr ¡ no s den de estos luidles [ai

duras y laboriosas ¡implicaciones del enli •ndimieuto , l"s

los de la indiisliia humana , sus innu-

rublej invenciones, bu jamas (alisada actividad, lleco-


DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 3a 9

noce el hombre un . supremo dador y su


arbitro de
existencia ; nota en sí la Irresistible propensión á la

gratitud : considera la grandeza del beneficio : conoce el

poder de quien y hela aquí empleada al instante


le recibe ;

su meditación en descubrir la voluntad de su Criador,


para no extraviarse en el cumplimiento de las demostra-
ciones que le son debidas. Observa también un orden in-
violable en todas las criaturas del universo, periodos lijos ,"

leyes seguras é inalterables : vese incluido en aquel orden


universal, que resulta de las estables operaciones de cada
ente : reflexiona que deben también las suyas dirigirse
por norma cierta y determinada : hallase en paite se-
mejante á los brutos, en parte superior á ellos y hele ;

aquí que, separando del encadenamiento universal del


orbe el vigor y objeto de sus potencias intelectuales, deduce
los principios de la moial, ó lo que es lo mismo, las
obligaciones que le ligan como ente racional atado a un
cuerpo. El instrumento del habla, y la misma inclinación
de su ánimo le indieau que es criatura sociable
, la re- :

cíproca comunicación forma su estado en la vida : advierte


en sí este nuevo orden , subordinado al primitivo de la
razionalidad : halla que la constitución de este urden se-
cundario consiste todo en la seguridad mutua •,
y su enten-
dimiento mismo, sin grandes vigilias , le suministra los
medios de mantener indemne la comunidad, y le inspira

realas por donde pueda asegurarse de las injurias y usur-


paciones.
Si el hombre supiera obedecer los naturales impulsos de
su ser, y mantenerse en la integridad que compete al
orden que obtiene entre las criaturas, bastaba la brevedad
y pureza de estas nociones, para conservarse en la per-
fección de su naturaleza. La religión Ja moral , ya apli- ,

cadas al solo individuo ,


y ya á los oíicios recíprocos ,
33o DISCURSOS Y CONTROVERSIAS,
son en el hombre lo que en los demás entes aquellas
leyes peculiarísimas que determinan las acciones de cada
uno. Siguiéndolas, existiría sin duda en la tierra con toda
aquella excelencia y dignidad, que conviene á un ente
que se precia de origen divino....
La depravación, empero, del linaje humano sustituyó
«ecesariamente convenciones y leyes arbitrarias á las natu-
rales: y las tinieblas del entendimiento, que desconocía ya

á la misma Deidad, requerían también ilustración alta y se-


gura, que le restituyese al recto ejercicio de la religión, y
le recordase los deberes que imprimió en él la cuidadosa
mano de la naturaleza. Lo diré sin rezelo. La legislación ci-
vil y la religión revelada fueron los antídotos con que
ocui rieron la prudencia y la Providencia á estas necesidades
de la mortal angustia :
y la legislación civil y religión reve-

lada son ya las principales ocupaciones á que debe atender el


hombre , siendo , como son , un suplemento de aquel tran-
quilo y puro estado de que le desposeyó su impaciente y te-
meraria malicia Sociedad pervertida , religión perver-
tida, pedían sociedad y religión que destruyesen el vicio

introducido en una y otra: y verificándose esto efectiva-

mente en la legislación positiva y religión revelada ,


quien
solicite desprenderse de tan santos vínculos, quéjese de que

es crifttara atcKgcatt y capaz de ejercitar la virtud, pues


i

solo quien esté mal con tan inestimables dones podrá des-
preciar establecimientos que patrocinan la virtud , y mejo-
ran y ennoblecen el entendimiento.
¡Y cuanta no ha sido la sagazidad de este en fecundar y
perfee< ionar estos grandes socorros de sus necesidades ! de
I., mi, mu eivil, por la diversidad de las relaciones y obje-
tos, de un. i \r/ \ cari en trop< I naeieron para los intereses

externos la Política, el Derecho convencional de las nacio-

nes ,
que hoy se Huma do Gentes , la Náutica, la Milicia , el
1

DISCURSOS Y CONTROVERSIAS. 33

Comercio : para el orden y armonía interior , el precepto ,

la prohibición, la pena, que aplicados á innumerables ob-


jetosy acciones, de cuyo mutuo concierto resulta la salud
y común , forman el fin de la legislación y dan
utilidad ,

materia al derecho privado. Entonces , reduciendo el enten-


dimiento unos descubrimientos á otros , y acudiendo ansio-
samente á facilitar y multiplicar los auxilios, aumentó la

fertilidad á la tierra : midió los tiempos para la distribución


de la vida: redujo á medida y cálculo la cantidad: apro-
vechó las conveniencias de brutos ,
plantas, metales y pie-
dras con el cuerpo humano, para la fuga de las dolencias
y conservación de la vida. La utilidad imperaba en los des-
cubrimientos y raziozinios. Pensábase para mejorar ó socor-
rer al hombre. Halláronse las artes dé imitación , y se esti-
maron por la gloriosa industria de la mente , que encontró
medios tle emular las inimitables obras de la naturaleza.
Un diestro escultor, un pintor admirable, un eminente ar-
quitecto, un orador magnífico, un poeta ensalzador de la
Divinidad y de la virtud , dieron justificado y digno motivo
para que el hombre se estimase en lo que es , considerando
atónito la divina fuerza de sus potencias. Nadie se llamó
Filósofo en y el mundo estaba ya lleno de.
muchos siglos ;

ellos,y de aquellas invenciones que ó bien ennoblecen , ó ,

socorren esta indefinible humanidad, tan digna de admira-


ción como de lástima , y tan fecunda en prodigios como
menesterosa.
Después de hallazgos tan provechosos ,
¿qué falta hacian
en la tierra para humana felizidad Jos sistemas de meta-
la

física, los elementos y mundos forjados por el capricho,


las artes de disputar interminablemente, las imposibles adi-
vinaciones de la naturaleza , la vana curiosidad de entender
misterios impenetrables, la enorme multitud de opiniones
que han producido el antojo y las tinieblas de la razón e»
33a DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.
lo que no necesita saber ? ¿ Porqué, provisto el hombre de lo*

instrumentos que le perfeccionan _, y necesitando de toda


su atención para aplicarlos debidamente, malgast i en vano
su inteligencia, divirtiéndola á especulaciones, que ni la
ilustran ni la hacen recomendable?.... Infinitos, han sido

entre los sabios los que se han fatigado con ímprobo desvelo
en aumentar ó mantener Ja corrupción de la sabiduría; ape-
nas llegan á seis los que, conociendo y lamentando los extra-
víos, han tenido resolución para mostrar la vanidad, y el

mal uso de mayor parte de lo que se sabe. Es república


la

la de las letras mas indómita que la mas libre de las civiles;

y por lo mismo ha frustrado siempre, y frustrará los


esfuer-

zos del zelo sobrio y razional. Se esclaviza innumerables ve-


zes por su voluntad á los capricho? de un Filósofo soña-
dor y con ridicula altanería repugna los documentos que
;

se encaminan á mejorarla. Es oficiosísima esclava de sus

tiranos y aborrece el prudente gobierno de los que , sin do-


;

minarla , se afanan por reducirla al buen orden.


A pesar no obstante, de tan antigua y tan obstinada in-
,

gratitud , un restaurador de las ciencias, un justo estimador


de las mas importantes son ciertamente , muy superiores en

saber y precio á toda la turba de los caprichosos sistemá-


ticos: y la nación que haya dado de sí mas hombres de
aquella calidad, es sin duda tan acreedora á ser reconocida
por sabia , como las que han producido gran cantidad de
superfluidades en la sabiduría.

Forner , Orac. apologet. por la Esp.


•vwwvwwwwvvvvvvwvvwvwwvvwvnvwvvvvWMivwvwvwuvwwuwvvNwwvxwwvw*

LIBRO SEGUNDO.
ESTILO LLANO.
Parva sulmisse.

CAPITULO I.

DIÁLOGOS.

Sancho Panza , y su muger Teresa.

Llegó Sancho á su casa lan regocijado y alegre ,


que su.

muger conoció su alegría d tiro de ballesta , tanto que la


obligó d preguntarle (i).

¿Qué traéis, Sancho amigo, que tan alegre venís?


Sancho. Muger mia, si Dios quisieía, bien me holgar*
yo de no estar tan contenió como muestro.
Teresa. No os entiendo , marido , y no sé qué quereit
decir en eso de que os holgárades , si Dios quisiera , de no
estar contento ,
que maguer tonta , no sé yo quien recibe
gusto de no tenerle.
Sanc. Mirad , Teresa ,
yo estoy alegre porque tengo
determinado de volver á servir a mi amo Don Quijote , el

cual quiere la vez tercera salir á buscar las aventuras, y


— r

(i) Por evitar repeticiones , y dar mas soltura al diálogo , st

h*a suprimido los continuos incidentes de, replicó, responaió, eto.


334 DIÁLOGOS.
yo vuelvo a salir con él, porque lo quiere así mi necesidad ^
junto con la esperanza que me alegra de pensar si podré
hallar otros cien escudos, como los ya gastados, puesto
que me entristeze el haberme de apartar do tí v de mis
hijos ;
Dios quisiera darme de comer á pie enjuto y en
y si

mi casa, sin traerme por vericuetos y encrucijadas , pues


lo podia hacer á poca costa y no mas de quererlo, claro
está que mi alegría fuera mas firme y valedora, pues que
la que tengo va mezclada con la tristeza de dejarte : así

que , dije bien que holgara , si Dios quisiera , de no estar


contento.
Ter. Mirad, Sancho, después que os hizistes miembro
de caballero andante , habláis de tan rodeada manera, que
no hay quien os entienda.

Satíc. Basta que me entienda Dios , muger. ,


que él es el

entendedor de todas , y quédese esto aquí y


las cosas ;

advertid, hermana, que os conviene tener cuenta estos


tres dias con el rucio , de manera que esté para armas
tomar : dobladle los piensos , requerid la albarda y las

demás jarcias, porque no vamos á bodas , sino á rodear el

mundo á tener dares y tomares con gigantes , con


, y
endriagos y con vestiglos, y á oír silbos, rugidos, bramidos

y baladros; y aun todo esto fuera flores de cantueso sino ,

tuviéramos que entender con yangüeses y con moros en-


cantados.
Ter. Bien creo yo, marido, que los escuderos anclantes
no comen pan de balde, y así quedaré rogando á nues-
el

tro Señor os saque presto de tanta mala ventura.


Sanc. Yo os digo, muger , que si no pensase antes de mu-
cho tiempo verme Gobernador de una Insola, aquí me cae-
ría muerto.
Ter. Eso no, marido mió, viva la gallina aunque sea

con su pepita i vivid vos, y llévese el Diablo cuantos gobicr-


.

DIÁLOGOS. 335

Ü05 hay en el mundo ; sin gobierno saWstes del vientre de


vuestra madre, sin gobierno habéis vivido hasta ahora, j
sin gobierno os iréis, ú os llevarán á la sepultura, cuando
Dios fuere servido: como esos hay en el mundo que viven
sin gobierno y no por eso dejan de vivir y ser contados en
, ,

el número de las gentes. La mejor salsa del mundo es la


hambre, y como esta no falta á los pobres, siempre comen
con gusto. Pero mirad , Sancho,. «i por ventura os viéredes
con algún Gobierno no os olvidéis de mí y de vuestros hijos
,

Avertid que Sanchico tiene ya quince años cabales y es ra- ,

zón que vaya á la escuela, si es que su tio el Abad le ha de


dejar hecho de la Iglesia. Mirad también que Mari- Sancha
vuestra hija no se morirá si la casamos, que me va dando
barruntos que desea tanto tener marido , como vos deseáis
veros con Gobierno, y enfin , enfín, mejor parece la hija

mal casada que bien abarraganada.


,

Sanc. A buena fe, que si Dios me llega á tener algo que


de gobierno, que tengo de casar, muger mia, á Mari-San-
cha tan altamente , que no la alcanzen , sino con llamarla
Señorita
Teb. Eso no, Suncho, casadla con su igual, que es lo

mas acertado, que si de los zuecos la sacáis ü chapines, y


de saya parda de catorceno a verdugado y saboyanas de se-
da, y de una Marica y un td, á una Dona tal y Señoría ,
no se ha de hallar la mochacha, v á cada paso ha de caer
en mil faltas, descubriendo la hilaza de su tela basta y
grosera.
Sajíc. Calla, boba, que todo seráensayarlo dos ó tres años,
que después le vendrá
y el seüorío la gravedad como de
molde, y cuando no ¿qué importa? séuse ella señoría,
j
venga lo que viniere.
Ter. Medios, Sancho, con vuestro estado, no os queráis
alzar á mayores, y advertid el refrán que dice: al hijo de
336 DIÁLOGOS.
tu vecino limpíale las narizes , y métele en tu casa. Por
cierto que seria gentil cosa casar á nuestra María con un
Cond:i7.o , ó con un Caballerote, que cuando se le antojase

la p isiese como nueva , llamándola de villana , hija del des-

tripaterrones y de la pelaruecas; no en mis dias, marido;


para eso por cierto he criado yo á mi hija : traed vos dine-
ros, Sancho , y el casarla dejadlo á mi cargo, que ahí está
Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho, mozo rollizo v sano,

y que le conocemos y sé que no mira de ,


nial ojo á la mo-
chadla y con este, que es nuestro igual
; , estará bien casa-
da, y le tendremos siempre á nuestros ojos y seremos to- ,

dos unos , padres y hijos , nietos y yernos y andará la paz ,

y la bendición de Dios entre todos nosotros y no casármela ;

vos ahora en esas cortes, y en esos palacios grandes, á donde


ni á ella la entiendan ni ella se entienda.
Sakc. Ven acá, bestia y«muger de Barrabas, ¿
porqué
quieres tü ahora , sin qué ni para qué , estorbarme que no
case á mi bija con quien me dé hielos que se llamen se-
ñoría? Mira, Teresa , siempre he oído decir á mis mayores,
que el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene,
que no se debe quejar si se le pasa :
y no seria bien que
ahora que está llamando á nuestra pherta , se la cerremos:
dejémonos llevar desle viento favorable que nos sopla
¿No te parece, animaba, que será bien d ir < on mi cuerpo
en algún Gobierno provechoso que nos saque el pie d el
lodo y casase q Mari-Sancha con quien yo quisiere y w-
,
,

r.is como te llaman á tí Doña Tere-a Panza, y te sientas

en la '
alea'Üa ir.mi! > "les , á pe-

lar v despeche de las hidalgas del Piiebl ¡no estaos

liemnie en un i . mi crecer ni meáguar, eWno Gghrá de

I
v en esto no 1» iblemos mas, que Sanchicci ha
de m t Conde t . aunque tú m ;a«.

'i i
cuanto dreis , marido pues>'
< on todo eso temo
DIÁLOGOS. 337
que este Condado de mi hija lia de ser su perdición. Vos
haced lo que quisiéredes , ora la hagáis Duquesa, ó Prin-
cesa; pero seos decir que no será ello con voluntad ni con-
sentimiento rnio. Siempre, hermano, fui amiga de la igual-

dad, y no puedo ver entonos sin fundamento ; Teresa me


pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin aña-
diduras, ni cortapisas, ni arrequives de dones ni doñas:
.Cascajo se llamó mi padre , y á mí , por ser vuestra muger,
:me llaman Teresa Panza ,
que á buena razón me habían
de. pero allá van reyes do quieren
llamar Teresa Cascajo ,

Jeyes y con ese nombre me contento, sin que me le pon-


;

gan un Don encima, que pese tanto, que no le pueda lle-


var, y no quiero dar qué decir á los que me vieren andar
vestida á lo condesil , ó á lo de Gobernadora ,
que luego
dirán: mirad que entonada, va la pazpuerca: ayer no se
hartaba de estirar de un copo de estopa, y iba á misa cu-
bierta la cabeza con la falda de la saya en lugar de manto,
y ya hoy va con verdugado , con broches y con entono,
-como si no la conociésemos. Si Dios me guarda mis siete ó
mis cinco sentidos, ó los que tengo, no pienso dar ocasión
de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos á ser gobier-
no ó insolo, y entonaos á vuestro gusto; que mi hija ni
,

.yo, por el siglo de mi madre que no nos hemos de mudar ,

un paso de nuestra aldea la muger honrada la pierna ; ,

quebrada y en casa, y la doncella honesta, el hacer algo


es su fiesta. Idos con vuestro Don Quijote á vuestras aven-
turas, y dejadnos á nosotras con nuestras malas venturas,
que Dios nos las mejorará como seamos buenas. Y yo no sé
,

por cierto quien le puso á él Don , que no tuvieron sus pa-


dres ni sus abuelos.
Sakc. Ahora digo que tienes algún familiar en ese cuerpo
¡
Válate Dios la muger, y qué de cosas has ensartado unas
en otras , sin tener pies ni cabeza ¿ Qué tiene que ver el
!

Tom. I, a2
,

338 DIÁLOGOS.
cascajo , los broches , los refranes y el entono con loque
yo digo? Ven acá, mentecata é ignorante (que así te puedo
llamar, pues no entiendes mis razones, y vas huyendo de
la dicha) si yo dijera que mí hija se arrojara de una torre
abajo, ó se fuera poresos mundos como se quiso ir la In-
fanta Doña Urraca , tenéis razón de no venir con mis gus-
tos ;
pero si en dos paletas , y en menos de un abrir y cer-
rar de ojos , te la chanto un Don y una Señoría á cuestas
y te la y le la pongo en toldo y en
saco de los rastrojos ,

peana, y en un estrado de mas almohadas de velludo, que


tuvieron moros en su linaje los Almohadas de Marruecos,
¿porqué no has de consentir y querer lo que yo quiero?
Ter. ¿Sabéis porqué, marido? por el refrán que dice:
quien te cubre te descubre. Por el pobre todos pasan los

«Jos como de corrida , y en el rico los detienen , y si el tal

•rico fué un tiempo pobre, allí es el murmurar, y el mal-


decir , y el peor perseverar de los maldicientes, que los hay
por esas calles á montones , como enjambres de abejas.

Sanc. Mira, Teresa, y escucha lo que agora quiero de-


cirte quiza no lo habrás oido en todos los dias de tu vida.
;

Y yo agora no hablo de mió, que todo lo que pienso de-


cir, son sentencias del Padre Predicador, que la cuaresma

pasada predicó en este Pueblo; él cual , si mal no meacuer-


do d¡jo que todas las cosas presentes que los ojos están mi-
, :

rando, se presentan, están y asisten en nuestra memoria


mucho mejor, y con mas vehemencia , que las cosas pasa- :

das De donde- imic qué cuando vemos alguna persona


bien aderezada, y con ricos vestidos compuesta "\ y con
DQIDpa de i-liados, punir que por lucí mueve y con-
/.a nos
M<1 i i\ que le tengamos respeto, puesto que la memoria en
aquel instante nos represente alguna bajeza en que vimos á
l.i i.il persona; la cual ignominia , ahora sea de pobreza, ó
4c linaje , como ya pasó ,
no et ; y solo es lo que vemos pro-
DIÁLOGOS. 339
senté ; y si este á quien la fortuna sacó del borrador de su
bjjeza fuere bien criado, liberal y cortes con todos, y no
se pusiese en cuentos con aquellos que por antigüedad son
nobles, ten por cierto, Teresa, que no habrá quien se
acuerde de lo que fué, sino que reverencien lo que es, sino

fueren los envidiosos, de quien ninguna próspera fortuna


está segura.
TtR. Yo no os entiendo, marido; haced loque quisiére-
dcs, y no me quebréis la cabeza con vuestras arengas v re-
tóricas ; y si estuis revuelto en hacerlo que decís
Saivc. Resuelto has de decir, niuger , y no revuelto.
Ter. No os pongáis á disputar, marido conmigo. Yo ha- ,

blo como Dios es servido y no me meto en mas dibujos y , :

digo que si estáis porfiando en tener Gobierno ,


que llevéis

con vos á vuestro hijo Sancho, para que desde agora le en-
señéis a tener gobierno ,
que bien es que los hijos hereden y
aprendan los oficios de sus padres.
Sanc. En teniendo dinero, enviaré por él por la posta ,

y te enviaré dineros que no me faltarán ,


pues nunca (alta
quien se los preste á Jos Gobernadores , cuando no los tie-

nen y vístele de
;
modo que disimule lo que es, y parezca
lo que ha de ser.
Ter. Enviad vos dinero, que yo os le vestiré como un
palmito.
Sasc. En efecto ,
quedamos de acuerdo de que ha de
ser Condesa nuestra hija.

Ter. El dia que yo la viere Condesa, ese haré cuenta que


la entierro ;
pero otra vez os digo que hagáis lo que os dieie

gusto ,
que con esta carga nacemos las mugares , de estav
obedientes á sus maridos , aunque sean unos porros. Y en es-
to comenzó d llorar tan de veras , como si ya viera muerta,

y enterrada d Sanchica. Sancho la consoló dicic/idule , que


ya que la hubiese de hacer Condesa , la haria todo lo ma$
340 DIÁLOGOS.
tarde que ser pudiese. Con esto se acabó su plática y San- ,

cho volvió d ver d Don Quijote ,


para dar orden en su par-
tida.

Cervantes Quij.

Monólogo de Sancho Panza al tiempo de ir d


verse con Dulcinea ?
enviado por Don Quijote.

Volvió Sancho las espaldas y vareó su rucio y apenas ,


:

hubo bosque, cuando volviendo la cabeza, y


salido del

viendo que Don Quijote no parecia, se apeó del jumento,


yseutándose al pie de un árbol, comenzó á pablar consigo
raesmo y á decirse.
,

« Sepamos agora, Sancho hermano, adonde va vuesa


merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya per-
dido? No por cierto. ¿ Pues qué va á buscar? Voy á buscar,
como quien no dice nada , á una Princesa y en esta al ,

S->1 de la hermosura y á todo el cielo junto. ¿Y adonde pen-


,

sáis hallar eso que decís, Sancho? ¿Adonde? en la gran


Ciudad del Toboso. Y bien , ¿ y de parle de quien la \a¡> á
batear? De parte del famoso caballero Don Quijote de la
Mancha que ,
desface los tuertos, y da de comer al que ha
sed , y de beber al que ha hambre. Todo eso está muy bien.
¿Y sabéis su casa, Sancho? Mi amo dice que han de ser unos
reales palacios , ó unos soberbios alcázares. ¿Y habeisla visto
algún dia por ventura? Ni yo ni mi amo la habernos visto
j.iinas. ¿Y pareceos que faeta aceitado y bien hecho, que

m los de) Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención
de ir á sonsacurles sus Princesas, y á desasosegarles sus
D.iiii.i , viniesen y os moliesen la, costillas á ¡míos palos,
y
u<> os (tajasen hueso sano? Kn verdad que tendrían muelia
on, cuando pq eoiuidyuscn que voy mandado,
y que
i.i.
,

DIÁLOGOS. 341

mensajero sois , amigo; no merecéis culpa, non. No 05 fiéis

en eso , Sancho ,
porque la gente menchega es tan colérica
como honrada, y no consiente cosquillas de nadie. Vive Dios
que si os huele, que os mando malaventura ; oxte ,
puto,
allá darás rayo: no sino ándeme yo buscando tres pies al

gato por el y mas que así será buscar á Dul-


gusto ageno ; ,

cinea por el Toboso , corno á Marica por R avena , ó al Ba-


chiller en Salamanca el Diablo , el Diablo roe ha metido á
:

raí en esto ,
que otro no » .

Este soliloquio pasó consigo Sancho , y lo que sacó del


fué, que volvió á decirse.
« Ahora bien, todas las cosas tienen remedio , si no es la

muerte , debajo de cuyo yugo hemos de pasar todos nial


que nos pese, al acabar de la vida. Este mi amo por mil
señales he visto que es un loco de alar, y aun también yo
no le quedo en zaga ,
pues soy mas mentecato que él pues ,

le sigoy le sirvo si es verdad el refrán que dice dime con


, :

quien andas decirte he quien eres , y el otro de no con : :

quien naces, sino con quien paces. Siendo pues loco, como
lo es, y de locura que las mas vezes toma unas cosas por
otras, y juzga lo blanco por negro , y lo negro por blanco,
como se pareció cuando dijo que los molinos de viento eran
gigantes , y las muías de los religiosos dromedarios y la» ,

manadas de carneros ejércitos de enemigos, y otras muchas


cosas á este tono ; no será muy difícil hacerle creer que una
lahradora, la primera que me topare por aquí, es la Señora
Dulcinea; y cuando él no lo crea, juraré yo,vsi el jurare,
tornaré yo á jurar, y si porfiare, porfiaré yo mas y de mav ,

ñera que tengo de tener la mia siempre sobre el hito, venga


lo que viniere-, quizá con esta porfía acabaré con él que n»
me envié otra vez asemejantes mensajerías, viendo cuan mal
recado le traigo de ellas; ó quizá pensará, como yo ima-
gino ,
que algún encantador de estos que él dice que le
,

\
Z$i DIÁLOGOS.
quieren mal, le habrá mudado la figura por hacerle mal
y daño ».

Con esto que pensó Sancho Panza ,


quedó sosegado su
espíritu, y tuvo por bien acabado su negocio.

Dialogo alegórico entre el Mérito, portero del


palacio de la Inmortalidad y varios perso- ,

najes que pretenden entrar en él.

Asistía á la puerta un tan exacto, cuan absoluto portero,


cerrando y abriendo á quien juzgaba digno de la inmorta-
lidad , y sin su aprobación no había que entrar preten-
diente* No se ahorraba con nadie, jamas hizo cosa con es-
crúpulo no condescendía
; ni con Señores , ni con Príncipes
ni con Reyes, y lo que es mas , ni con Validos. En prueba
de esto llegó en aquella misma ocasión un grave personaje,
,

no ya pidiendo, sino mandando que le abriesen las puerlas


de paren par. Miróselo el severo Alcaide, y á la primera
ojeada conoció que no lo merecía , y respondióle: no ha lu-
gar. ¿Cómo que no, habiendo, sido yo el lamoso, el mayor,

el máximo? Preguntó quien le había dado aquellos renom-


bres? Respondió que sus amigos. "Riólo mucho y ,
dijo: mas
valiera que vuestros enemigos. Quito allá, dijo á otro: ve-
nís descaminado. ¿Quien os dio á vos el renombre de gran
Prelado, docto, limosnero , y vigilante?— ¿Quien? Miseria,
dos. — Mejor lucra que vuestras ovejas.
¿Qué portero es este lan inexorable y rígido? preguntó
Andrenio? — Eete es el misino Mcrilo en persona, hecho y
derecho. — O gran sujeto Abora digo que no me espanto;
¡
!

trebejo hemos detener en la entrada.


Llegaban unos y olios pretenderla en el Reyno de la

inmortal itl,i(¡ y pedí. mies lis patentes iirmadas del cons-


,

tante trabajo, rula ínulas del heroico valor, selladas de la


:

DIÁLOGOS. Í|$
virtud. Esta letra , le dijo á uno , parece de muger : si , sí

¡y qué mala, cuanto de mas linda mano Quita alia: qué !


¡

asquerosa fama !.... A ámbar huele este papel mas valiera ;

á pólvora
Mirad que todos mis antepasados están dentro y en ,

gran puesto, decia uno vanamente, y así yo tengo derecho


para entrar allá. — Mejor dijerais obligación Entended
que aquí no se vive de ágenos blasones, sino de hazañas
propias y muy singulares
¿Quien eres tú, que hundes mas que llamas? preguntó-
á otro: ¿eres Español, eres Portugués, ó eres Diablo? —
Mas que todo eso ,
pues soy un soldado de fortuna — ¿Qué
papeles traes? — Sola esta hoja de mi espada ;
y presénta-
sela. Reconocióla Mérito, y no bailándola
el tinta en san-
gre, se la volvió dieiénrlolc: no ba lugar
Llegó de los primeros el bravo Macedón , y dijo: dejád-
mele á mí que yo ,
meteré en razón y en el puíio.
le Señor —
Jefe, mucho me admiro de que aquí os queráis hacer de
sentir no habiendo hecho ruido en las campaña?
,

Obrad media docena de hazañas no una sola que pudo ,


,

ser ventura: sitiad un par de plazas reales, veamos como

saldréis de ellas. Mirad ahora, y quien habla entre soldados


de Flándcs , sino el que las hubo con lanzas de marfil en
Persia , de palo en la India y contra piedras en la Eseitia.
,

Viniérase él ahora á esperar una carga de mosquetes vizcaí-


nos, una roziada de bombardas flamencas: voto á juro
que no conquistara á solo Ostendc en toda su vida. Ovendo
esto el Macedón , hizo lo que nunca que fué volver las es- ,

paldas. Enmudeció también Aníba! por temer no le sacase ,

lo de Capua y el mismo Pompeyo porque no le dijese que


:
,

no supo usar de la victoria.

De esta suerte se retiraron los del tercio viejo, y mandó


el Mérito que saliese alguno de los bravos campeones á la
344 DIÁLOGOS.
moda. Asomó uno de harto nombre y dijo á un veterano ,

que junto á Ja puerta estaba: señor soldado , si vos tuviéra-


des tan criminal la espada, como civil la lengua no tuvié- ,

rades dificultad en la entrada. Andad y pasaos por los ,

templos del valor. y de la fama ,


que os prometo que me ha
costado el entrar acá el tomar mas de veinte plazas , y aun
aun — Preguntó el soldado quien era, y, en sabiéndolo,
dijo : Oh ¡
qué lindo ya le conozco y no diga que peleó,
! ;

sino que mercadeó no que conquistó plazas sino que las


; ,

compró :
¡
á mí que las vendo !

Llegóse uno que no debiera, de mas favor que furor, y


díjole: Eh ¿señor pretendiente, ¿no veis que es cosa sin
!

ejemplar la que intentáis , de querer entrar acá sin méritos?


Señor mió , le replicó : gracias á los buenos lados que tu-
visteis ,
que así como otros mueren de este mal , vos vivís
de este bien : mientras ellos vivieron , vencistes y ellos muer- ;

tos, se os conoció bien su falta.


Aquí no pudiéndolo
, sufrir un bravo chocador, temido
mas que lodos de los enemigos, requiriendo la espada, le di-

jo desistiese de la empresa : que tratase de retirarse con


buen orden , el que con tan malo siempre se habia retirado.
Poco á poco , le respondió el otro : ¿ Y no sabe Dios y todo
el mundo que todas vuestras facciones fueron temeridades
bin arte, y sin consejo, todo arrojo? y así os temieron mas
como á un temeraiio, que como á un prudente capitán al ¡

íin peleastes de mazadas.


Mas dijera aquel , y mas oyera este, si el Mérito no los
retirara , como á otros muchos diciéndoles: apartaos vos,
tenor, no os estrelle aquello i\e J'ugrrunt fftgeruntque ,

y ú vos lo de />i¡iarc , y mas pULirc; pues á vos luego os

ei barí en la cara aquello de las espaldas en tal y tal oca-;


QuítaOf ros, no os vea con esa casaca lan otra de la

de ayer, mudando cada dia la suya, y aun la agenn


,

DIÁLOGOS. 345
Vino al fin á partidos con el General , y pactaron que
volviese al mundo con un par de famosos escritores, quie-
nes examinasen á los autores de su renombre, los que le ha-
bían celebrado de Cid moderno , y Marte novel. Admitió el
partido. Llegaron á un cierto escritor mas celebrado!" que
célebre, y preguntándole si eran de aquel General las ala-
banzas que habia escrito, respondió: sí, suyas son , pues él
las ha comprado ; y lo mismo respondió un poeta. Ved
decian , lo que se ha de creer de semejantes elogios y pane-
gíricos.

Gradan, Criticón.

Tedíalo y Lorenzo.

Tediato ¿ Si será de Lorenzo aquella luz trémula y


triste que descubro? Suya será. ¿Quien sino él, y en

este lance, y por tal premio saldría de su casa? El es. El


rostro pálido, flaco, sucio, barbado y temeroso : el aaa-
don y pico que trae al hombro, el vestido lúgubre, las
piernas desnudas , los pies descalzos que pisan con turba-
ción, todo me indica ser Lonenzo, el sepulturero del templo,
aquel bulto , cuyo encuentro horrorizaría á quien le viese.

El es , sin duda : se acerca : desembozóme y le enseño


mi luz. Ya llega. ¡
Lorenzo ! ¡ Lorenzo !

Lorenzo. Yo soy. Cumplí mi palabra ; cumple ahora


tú la tuya. ¿ El dinero que me prometiste ?

Ted. Aquí está. ¿Tendrás valor para proseguir la em-


presa como me lo has ofrecido?
Lor. Sí : porque td también pagas el trabajo.
Ted. ¡
ínteres, único móvil del corazón humano ! Aquí
tienes el dinero que te prometí. Todo se hace fácil cuando
el premio es seguro ; pero el premio es justo una vez
ofrecido.
&f& DIÁLOGOS.
Lor. ¡ Cuan pobre seré, cuando rae atreví á prometerte
lo que voy á cumplir !
¡ Cuanta miseria me oprime ! Prén-
dalo tü :
y yo.... harto haré en llorarla.... Vamos.
Ted. ¿ Traes la llave del templo ?

Lor. Sí, esta es.

Ted. La noche es tan oscura y espantosa..-..


Lor. Y tanto, que tiemblo y no veo.
Ted. Pues dame la mano, y sigue: te guiaré, y te
esforzaré.

En treinta y cinco años que soy sepulturero, sin


Lor.
dejarun solo día de enterrar alguno ó algunos cadáveres,
nunca he trabajado en mi oficio hasta ahora con horror.
Ted. Es que me vas á ser útil : por eso te quita el
Cielo la fuerza del cuerpo y del ánimo. Esta es la puerta.
Lor. ¡
Que tiemble yo !

Ted. Anímate imítame.


Lor. ¿Qué interés tan grande te mueve á tanto atrevi-
miento? Paréceme cosa difícil de entender.
Ted. Suéltame el brazo. Como me lo tienes asido con
tanta fuerza, no me dejas abrir con esta llave Ella pa-
rece también resistirse á mi deseo. Ya abre entremos.
Lor. Sí, entremos. ¿He de cerrar por dentro?
Ted. No
tiempo perdido, y nos pudieran oir. En-
: es

torna solamente la puerta, porque la luz no se vea desde


afuera, si acaso pasa alguno..... tan infeliz como yo, pues
de otro motlo no puede ser.

Ted.... ¡
Qué sonido tan hígubre el de esa campana !

El tiempo urge. Vamos, Lorenzo.


Lor. ¿ Adonde ?

Ted. A aquella sepultura. Sí, a abrirla.


Lor. ¿ A cual ?

Ted. A aquella.
Lor. ¿A cual? ¿A acuella humilde y baja ? Pensé qiu*
,

DIÁLOGOS. 3^7
querías abrir aquel
-
monumento alto y ostentoso, donde
enterré, pocos días ba al Duque de Tausto, timbrado,
,

que había sido muy hombTe de palacio y según sus ,

criados me dijeron , había tenido en vida el manejo de


cosas grandes ; figúreseme que la curiosidad ó el intereí

te llevaba á ver si encontrabas algunos papóles ocultos, que


tal vez se enterrasen con su cuerpo. He oído, no sé

donde, que ni los muertos están libres de las sospechas,

y aun envidias , de los cortesanos.

Ted.. Tan despreciables son para mí muertos, como


vivos: en el sepulcro, como en mundo: podridos,
el

como triunfantes : llenos de gusanos, como rodeados de


aduladores. No me distraigas.... vamos, te digo otra vez,

a nuestra empresa.
Lor. No, pues al tümulo inmediato á ese, y donde' yace
el famoso Indiano , tampocotienes que ¡r, porque aunque
en su muerte no se le halló la menor parte del caudal que

se le suponia, me consta qne no enttyró nada consigo,


porque registré su cadáver ; no se halló siquiera un doblón
en su mortaja.
Ted. Tampoco vendria yo de mi casa á su tumba
por todo el oro que él trajo de la infeliz América á la

tirana Europa.
Lor. Sí será ; pero no extrañaría yo que vinieses
en busca de su dinero. Es tan útil en el mundo....
Ted. Poca cantidad , síes títil, pues nos alimenta , nos
viste, y nos da
pocas cosas necesarias á la breve y
las

mísera vida del hombre pero mucha es dañosa. ;

Lor. ¡
Hola
y porqué ? !
¿

Ted. Porque fomenta las pasiones , engendra nuevos


vicios , y á fuerza de multiplicar delitos , invierte todo
el orden de la naturaleza ; lo bueno se sustrae de su
dominio , sin el fin dichoso ¡ Con él no pudierou
arrancarme mi dicha !
¡ Ay ! vamos.
,

34S DIÁLOGOS.
Lor. Sí ,
pero antes de llegar allá , hemos de tropezar
en aquella otra sepultura , y se me heriza el pelo cuando
paso junto á ella.

Ted. ¿Porqué te espanta esa mas que cualquiera de las

otras ?

Lor. Porque murió de repente el sujeto que en ella se

enterró. Estas muertes repentinas me asombran.


Ted. Debiera asombrarte el poco número de ellas.

Un cuerpo tan débil como el nuestro , agitado por tantos


humores , compuesto de tantas partes invisibles , sujeto á
tan frecuentes movimientos, lleno de tantas inmundicias,
dañado por nuestros desórdenes, y lo que es mas, movido
por una alma ambiciosa , envidiosa , vengativa , iracunda
cobarde y esclava de tantos tiranos ¿ qué puede durar ?
¿ cómo puede durar? No sé como vivimos. No suena cam-

pana que no me parezca tocar á muerto.... ¿Cuantas


vezes muere un hombre de un aire que no ha movido la
trémula llama de «na lámpara? ¿Cuantas de una agua que
no ha mojado la superficie de la lierra? ¿Cuantas de un sol

que no ha entibiado una fuente? ¡


Entre cuantos peligros
camina hombre el corto trecho que hay de la cuna
el

al sepulcro! Cada vez que muevo el pie, me parece hun-

dirse el suelo preparándome una sepultura. Conozco dos


,

6 tres yerbas saludables ; las venenosas no tienen número.


Sí, sí : el perro me acompaña, el caballo me obedece , el

jumento lleva la carga.... ¿ y qué? El león, el tigre, el

leopardo, el oso, el lobo, é innumerables otras fieras nos


prueban nuestra flaqueza deplorable.
Lor. Ya estamos donde deseas.
Ted. Mejor que tu boca me lo dice mi corazón. Ya
piso la losa que he regado tañías vezes con mis lágrimas.
Esta es. ¡
Ay Lorenzo ! Hasta (pie me ofreciste lo qu*
ibón me cumples , ¡
cuantas tardes he patodo junio á
!

DIÁLOGOS. 349
esta piedra tan inmóvil , como si parte de ella fuesen

mis entrañas ! mas que un ser sensible, parecía yo estatua,


emblema del dolor.
Loh. Ya he empezado á alzar la losa de la tumba :

pesa infinito.... Ayddame mete , ese otro pico por allí,

y haz fuerza conmigo.


Ted. ¿Así?
Loh. Sí : de este modo. Ya va en buen estado.
Ted. ¡
Quien me diría , dos meses ha ,
que me había de
ver en este oficio ! Pasáronse mas aprisa que el sueño , de-
jándome tormento al despertar : desaparecieron como
humo que deja las llamas abajo, y se pierde en el aire.

¿ Qué haces , Lorenzo ?

Lor. ¡
Qué olor !
¡
Qué peste sale de la tumba ! No
puedo mas.
Ted. No me dejes , no me dejes , amigo : yo solo no soy
capaz de mantener esta piedra.
Lor. La abertura que forma ya da lugar para que
lalgan esos gusanos, que se ven con la luz de mí farol.

Ted. ¡
Ay ! ¡qué veo! Todo mí pie derecho está cu-
bierto de ellos. ¡
Cuanta miseria me anuncian En estos !

¡ ay ! en estos se ha convertido tu carne de tus hermosos :

ojos se han engendrado estos vivientes asquerosos. Tu


pelo ,
que en lo fuerte de mi pasión llamé mil vezes , no
solo mas rubio mas precioso que el oro, ha produ-
, sino

cido esta podre. Tus blancas manos tus labios amorosos ,

se han vuelto materia y corrupción. ¡ En qué estado


estarán las tristes reliquias de tu cadáver !
¡
A qué sentido
no ofenderá la misma que fué el hechizo de todos ellos
Lor. Vuelvo á ayudarte; pero me vuelca ese vapor....
Ahora empieza. Mas, mas.... ¡qué! ¿ lloras ? No pueden
ser sino lágrimas tuyas las gotas que caen en mis manos.,,,
¿ Sollozas? ¡
No hablas I Respóndeme,
r
Ie.o. ¡ Ay , ay !
35o DIÁLOGOS.
Lor. ¿Qué tienes? ¿Te desmayas?
Ted. No, Lorenzo.
Lor. Pues habla. Ahora caigo en quien es la persona
que se enterró aquí. No dejes de trabajar por eso : la
losa está casi vencida , y por poco que ayudes , la volca-

remos , según vamos. Ahora, ahora.... ¡ Ay !

Ted. Las fuerzas me faltan.

Lor. Perdimos lo adelantado.

Ted. Ha vuelto á caer....


Lor. Y el sol va saliendo , de modo que estamos en peli-

gro de que vaya viniendo la gente, y nos vean.


Ted. Ya han saludado al Criador algunas campanas de
los vecinos templos en el toque matutino. Sin duda lo
habrán ya ejecutado los pájaros en los árboles con música
mas natural y y por tanto mas digna. En
mas inocente ,

fin ,
ya se habrá desvanecido la noche. Solo mi corazón
aun permanece cubierto de densas y espantosas tinieblas.
Para mí nunca sale el sol las horas todas se pasan en ;

igual oscuridad para mí. Cuantos objetos veo en lo que


llaman cha son á mi vista fantasmas, visiones y sombras
cuando menos algunos son furias infernales. Razón
tienes podían sorprendernos. Esconde ese pico y ese aza-
:

dón no me faltes mañana á la misma hora y en el pro-


, ,

pio puesto. Tendrás menos miedo, menos tiempo se per-


derá : vele , te voy siguiendo.
¡ Objeto antiguo de mis delicias !
¡
hoy objeto de horror
para cuantos te vean! ¡Montón de huesos asquerosos....
en otros tiempos conjunto de gracias! ¡Oh tú, ahora
flllégen de lo que yo seré en breve! Pronto volveré á mi
casa, dc.seansirás en un lecho junto al mió: morirá mi
cuerpo junio .1 li, i ;k!.i\ ir adorado , y expirando in- ,

cendiaré mi domicilio, y tú y yo nos volveremos ceniza en


medio de las de la casa.
CatUllHN -\v<hc¿- Lúgubres.
1

DIÁLOGOS. 35

Eusebio , jr su criado altano.

Altano. Mi Señor Don Eusebio, si hoy no me vuelvo


loco, no espere Vm verme morir encerrado en una jaula.

El contento me lleva el alma por esos cerros como una


peonza: tantas vueltas la hace dar el gozo, que temo per-
der el seso. Vea Vm como no hay plazo que no llegue.
¿Quien me lo había de decir , cuando saqué á Vm rapazuelo
del naufragio, que le habia de llegar á ver hombre hecho

y derecho, y casado con una beldad sin par? créame Vm


que tengo mayor consuelo por ello, que si á mí mismo me
tocara, aunque no naciese para mis bigotes.
Eusbbio. Por lo mismo eres acreedor, Altano, á toda mi
dicha, y al agradecimiento que quisiera hoy manifestarte
en lo que mas desearías , si me lo significas.

Alt. Señor, lo que mas deseo es el cumplimiento de la

dicha de Vm ; otra cosa no deseo, ni tengo porqué desear:


vista esta , muéranse mis ojos, como docia Simeón por boca
del Cura de la parroquia de S
Eus. Podían también venirte ganas de casarte, y morirse
en paz tus ojos en el seno de tu familia.
Alt. ¡
Para pitos está por cierto el alcacer ! ¿hay cosa ma»
risible que un viejo que sube al tálamo con babador?
Eus. Medimos los ágenos deseos por los nuestros : el que
tengo de manifestarte mi agradecimiento, me sugirió esta
especie; no tienes porqué extrañarla, después que sientes,
en tí que el gozo te saca el alma de sus quicios.
Alt. ¡
Y cómo que me la saca ! que si no fuera por el deseo
que tengo de ver las bodas de Vm que me hace atiesar las
piernas , y estar firme en ellas ,
ya hubiera dado conmigo
por esas paredes , desatinado como un moscardón que va de
aquí para allá dando golpes y zumbidos , sin saber lo que
$e pesca.
35a DIÁLOGOS.
Eus. ¿De donde sacas , Altano , tan lindas comparaciones?
Alt. Ya previne á Vra que estoy poco menos que loco de
contento : vale mas que lo manifieste en seso con esas ex-
presiones, que con los hechos sin él.

Eus. Te confieso que no sé comprender la causa del ex-


ceso de esa alegría por mi casamiento: ¿qué es lo que te
incita á tales extremos de contento?
Alt. ¿No oyó decir Vra que en dias tales se suele echar
]a casa por la venlana? Eso es lo que yo quiero significar

é imitar.
Eus. ¿Y viste jamas echar la casa por la ventana?
Alt. No Señor ;
pero se dice , como digo yo también que
estoy fuera de mí de gozo, y ve Vm que estoy muy quedo
y muy sobre mí.
Eus. Echaba ya de ver que habia alguna exageración eu
tus expresiones; por eso me vino deseo de saber la causa
particular que te raovia á tal exceso de gozo en mi casa-
miento.
Alt. La causa particular no es otra que la de alegrarse
todo hombre en tales dias.

Eus. Esa cabalmente es causa muy general , y que mani-


fiesta que te alegras porque los otros se alegran, y nada mas.
Alt. No Señor-, porque, aunque todos los demás llora-
ran, yo solo saltara de gozo como una cabra, en el casa-
miento de Yin.
Eus. ¿Qué es pues lo que á tí solo te incitara á saltar co-

mo una cabra, ya que estas tan fecundo en semejanzas?


Alt. Porque me está diciendo el corazón ,
que ha de lle-

gar Vm al colmo de su dicha en su casamiento.


Eus. Eso será porque crees que el estado del matrimonio
es el mas di (huso.
Alt. Lo debiera ser, no hay duda: y lo fuera tal vez, si

todos los casados fueran como Vm.


,

DIÁLOGOS. 3Ú5
Eus. Si todavía no lo soy ,
¿cómo lo puedes inferir?
Alt. Loinfiero de los sentimientos , y de bondad de Vía.
la

Eus. Pues qué, .¿no habrá otros muchos mas buenos


que yo?
Alt. Sí Señor ;
pero ellos serán buenos como las brevas,
y Vm , como fruta en real cercado.

Eus. A la verdad estás hoy de semejanzas, y algunas ta-


les, que no sé alcanzarlas, como esta de las brevas.
Alt. Me explicaré pues. Las brevas , cuando maduras
ó* caen de buenas, ó las pican lo* pájaros : amen de esto ,

ellas crecen en higueras á Dios y á la ventura. La fruta


las

del real jardines respetada en su bondad, y toma mejora


del cultivo. A mas de e*to , Vmes bueno como la paloma t

•con asomos de cordura de serpiente y finalmente, Vm es i

bueno como Guzman el Bueno, y no como el buen Guz-


man , de quien se dijo : qué lindos pintores que lleva el
¡

buen Guzman !

Eus. Ya estaba temiendo que llegases á profanar tus com-


paraciones. No sabes llevar adelante un discurso, sin ensar-
tar alguno de tus ridículos estribillos.

Alt. Mi Señor Don Eusebio , esto no es mentar la soga en


casa del ahorcado, pues Vm está por rasar todavía, y su ca-
samiento es excepción de regla: quiero decir, lo será. Si
todos Jos hombres fueran como Vm me echaba á misionero
,

de casamientos.
Eus. No dejarías de hacer lindos sermones, y en algunas
partes pudieras sacar gi'an fruto.
Alt. Eso se lo aseguro yo á Vm y no haya miedo que
,

subsistida entonces el refrán : mal me quieren las coma-


dres, porque les digo las verdades ; que todas ellas veudrian
desaladas á oir al predicador de casamientos. ¿Pues qué
si me oyeran en una rejita de parlatorio? No digo mas,
porque solo de pencarlo se roe derrite el gusto en el buche.
Tom. I a3
354 DIÁLOGOS.
Eus. Estás hoy de extrañas ocurrencias. ¿Cuando oíste
jamas ningún predicador de casamientos ?

Alt. ¡Guarte! De todos los otros sacramentos sí; pero


de ese no. ¿ Cómo quiere Vm que prediquen el matrimonio
los que le dieron de pie mirando como á víboras á las po-
,

bres hijas de Adán? Fortuna que la naturaleza predica ca-


llandito por otra parte, porque sino ¡á Dios noble raza de
los Godos !

Eus. También pudieran decirte á tí: ¿porqué no nos diste

ejemplo de lo que predicas?


Alt. ¿Y sabe Vm lo que les respondiera? Hijos mios , por

eso os lo predico : porque mi mala ventura hízome errar


la vocación.
Eus. Vale mas que acortemos, porque sino estas en trote
de decir muchos disparates. Ve á ver si vino el Clérigo Ir-
landés.
Alt. Voy á servir á Vm mi Señor Don Eusebio , ;
pero
á lo mejor me rompió Vm el discurso.
Monten gon , Eusebio.

Escena V del primer acto del Delincuente


Honrado, sobre los desafíos.

DON SIMÓN y DON TORCUATO su yerno.

Simón. Haz tu viaje, hijo mió, y procura volver cuanto


antes. Laura sin tí no vivirá contenta ni yo puedo pasar
:

sin tu ayuda ,
porque lasocupaciones son muchas, y el tra-
bajo excesivo me aflige demasiado. Ah en otro tiempo....
¡
i

pero \;i H>J muy viejo. A propósito, ¿qué te parece de este


Don Jus!
TOMA \i"- luna, Iralé ministro alguno que reúna en sí

las cualidades de buen jm/ < n lan alio grado.


¡
Qué recti-

tud! ¡qué luíanlo! ¡


«pié humanidad!
DIÁLOGOS. 355
Sim. Pero , hombre, es tan blando, tan filósofo yo
quisiera á los ministros mas dures, mas enteros. ¡Si tü hu-
bieras alcanzado á los ministros de mi tiempo ¡Oh!
]Aquellos sí que eran hombres en forma teoricones !
¡
Qué !

Cada uno era un Digesto vivo. ¿Y su entereza? Vaya, no


se puede ponderar. Entonces se ahorcaban hombres á

docenas.
Torc. Habría mas delitos.

Sim. ¿Mas delitos que ahora í ¿Pues no ves que estamos


rodeados de ladrones y asesinos ?
Toro. Según eso, habría menos conocimiento de las leyes.

Sim. ¿De las leyes? ¡bueno! Ahí están los comentarios


que escribieron sobre ellas : míralos, y veras si las conocie-
ron hombre hubo que sobre una ley de dos renglones es-
:
,

cribió un tomo en folio. Pero hoy se piensa de otro modo:


todo se reduce á libritos en octavo , y no contentos con
hacernos comer y vestir como la gente de estranjia , fjuie-

ren también que estudiemos y sepamos á la francesa. ¿No


ves que solo se trata de planes, métodos, ideas nuevas? Así
anda ello. ¿Querrás creerme, que hablando la otra noche
con Don Justo sobre la muerte de mi yerno , se dejó decir

que nuestra legislación sobre los duelos necesitaba de refor-


ma?^ que era una cosa muy cruel castigar con la misma
pena al que admite un desafío, que al que lo provo a? Mira ¡

tú qué disparate tan garrafal ! Como sino fuese igual la culpa


de ambos. Que lea, que lea los autores, y verá sí encuentra

en alguno tal opinión.


Torc. No por eso dejará de ser acertada. Los mas de
nuestros autores se han copiado unos á otros , v apenas hay
dos que hayan trabajado seriamente en descubrir el espí-

ritu de nuestras leyes. ¡


Oh En ! esa parte lo mismo pienso
yo ,
que el Señor Don Justo.
Sim. Pero hombre
356 DIÁLOGOS.
Torc. En los desafíos, Señor, el que provoca es por lo
común mas temerario y el que tiene menos disculpa.
el ,

Siesta injuriado, ¿porqué no se queja á la Justicia? Los


tribunales le oirán, y satisfarán su agravio según las leyes.
Si no lo está , su provocación es un insulto insufrible ; pero
el desafiado — ...

Sim. Que se queje también á la Justicia.


Torc. ¿Y quedará su honor bien puesto? El honor, Se-
íior , es un bien que todos debemos conservar ; pero es un
bien que no está en nuestra mano , sino en la estimación de

los demás : la opinión pública le da y le quita. ¿Sabéis que


quien no admite un desafío es al instante tenido por co-
barde? Si es un hombre ilustre, un caballero, un militar,
¿de qué le servirá acudir á la Justicia? ¿La nota que le

impuso la opinión publica podrá borrarla una sentencia?


Yo bien sé que el honor es una quimera ;
pero sé también
que sin él no puede subsistir una monarquía : que es alma
de la sociedad: que distingue las condiciones y las clases:

que es principio de mil virtudes políticas y en fin que la


:
,

legislación, lejos de combatirle, debe fomentarle y pro-


(• . i le.

Sim. ¡Bueno, muy bueno! Discursos á la moda, y opi-


nioneitas de hayer acá : déjalos correr, y que se maten lo*

hombres como pulgas.


Tone La buena legislación debe atenderá lodo, sin per-

di c de \isl i el bien universal. Si la ¡dea que se tiene del ho-

nor DO parece "justa, al legislador tora rectificarla, Después

de coiiM'gui do i se podrá easligar al temerario (pie confunda


<l li.a:or con la brave/.a pero mientras duren las falsa* ;

.
i
i mu;. t( rriblé castigar con la muerte una ac-
ción que se tiene por honrada.
Sim. SfgUD eso, al retado que mala á >.u enemigo se le

darán las gracias. ¿ !ÍQ ej N rd id f


!

DIÁLOGOS. 357
Torc. Si fué injustamente provocado : si procuró evitar
el desafío por medios honrados y prudentes: si solo cedió
á los ímpetus de un agresor temerario , y á la necesidad de
conservar su reputación, que se le absuelva. Con eso na-
die buscará la satisfacción de sus injuriasen el campo, sino
en los tribunales : habrá menos desafíos , ó ninguno :
y
Cuando los haya, no reñirán entre razón y la ley, ni
sí la

vacilará el ánimo del juez sobre la muerte de un desdichado.


Pero, Señor, Laura estará impaciente; si os parece
Sim. Sí, sí : vamos allá. Ah ! ¿sabes que han preso á Jua-
nillo?No, Don Justo adelanta terriblemente en la causa :

tanto como eso es menester confesarlo. El es activo como


un diubfo. Sí , como un diablo. ¡
Fuego

Escena VI del acto cuarto.

DON JUSTO y DON SIMÓN.


Simón. ¡
Este mozo nos ha perdido ! Mi casa está hecha
una Babilonia : todos lloran , todos se afligen , y todos sien-
ten su desgracia. Ved aquí, Señor Don Justo, las conse-
cuencias do los desafíos. Estos muchachos quieren discul-
parse con el honor, sin advertir que, por conservarle, atro-
pellan todas sus obligaciones. No : la ley los castiga con
sobrada razón.
Just. Otra vez hemos tocado este punto, y yo creia ha-
beros convencido. Bien sé que el verdadero honor es el que
resulta del ejercicio de la virtud , y del cumplimiento de los
propios deberes. El hombre justo debe sacrificar a su con-
servación todas las preocupaciones vulgares; pero por des-
gracia la solidez de esta máxima se esconde á la muche-
dumbre. Pura un pueblo de filósofos seria buena la lcgis-

Jacion que castigase con dureza al que admite un desafío y

que entre ellos fuera uu delito grave ; pero cu un país.


358 DIÁLOGOS.
donde la educación , el clima, las costumbres, el genio na-
cional , y la misma constitución inspiran á la Nobleza estos
sentimientos fogosos y delicados á que se da el nombre de
pundonor: en un donde él mas bonrado es el menos
pais

sufrido , y el mas valiente el que tiene mas osadía en un :

pais , en fin , donde á la cordura se llama cobardía y a la ,

moderación falta de espíritu ,


¿será justa la ley que priva
de la vida á un desdichado , solo porque piensa como sus
iguales' 1
¿Una ley que solo podrán cumplir los muy virtuo-
sos , ó los muy cobardes?
Sim. Pero, Seüor, yo creia que el mejor modo de hacer
á los mozos mas sufridos, era agravar las penas contra los

temerarios.
Just. Cuando haya mejores ideas acerca del honor , con-
vendrá acaso asegurarlas por ese medio ; pero entretanto
las penas fuertes serán injustas, y no producirán efecto al-,
guno. Nuestra antigua legislación era en este punto menos
bárbara. El genio caballeresco de los antiguos Españoles
hacia plausibles los duelos, y entonces la legislación los au-
riaaba ;
pero hoy pensamos poco mas ó menos como los

Godos , y sin embargo castigamos los duelos con penas ca-


pitales.

Sim. Esos discursos , Señor , son demasiado profundos :

yo no soy filósofo, ni los cutiendo ;


pero estoy muy mal
ton que loa mozos
JüST, Dejemos una contestación que debe afligirnos á
entrambos , y vamos á consolar á Laura, pues tanto lo

necesita.

D. Melchor Gaspar de Jove llanos.


,

DIÁLOGOS. 35 9

Escena IV del acto primero del Sí de las


Niñas.

DOÑA IRENE DON DIEGO. ,

Irene, Es muy gitana y muy mona, mucho (i).

Diego. Tiene un donaire natural que arrebata.


Ir. ¿Qué quiere Va»? Criada sin artificio ni embelecos de

mundo, contenta de verse otra vez á lado de su madre, y


mucho mas de considerar tan inmediata su colocación;
no es maravilla que cuanto hace y dice sea una gracia , y
máxime á los ojos de Vm ,
que tanto se ha empeñado en
favorecerla.
Dieg. Quisiera solo que se explicase libremente acerca de
nuestra proyectada unión, y
Ir. Oiría Vm lo mismo que he dicho ya.
Dieg. Sí, no lo dudo; pero el saber que le merezco al-
guna inclinación , oyéndoselo decir con aquella boquilla tan
graciosa que tiene , seria para mí una satisfacción impon-
derable.
Ir. No tenga Vm sobre ese particular la mas leve descon-
fianza ;
pero hágase Vm cargo de que á una niña no le es

lícito decir con ingenuidad lo que siente. Mal parecería


Señor Don Diego, que una doncella de vergüenza y criada
como Dios manda , se atreviese á decirle á un hombre : yo
le quiero á Vm.
Dieg. Bien : si fuese un hombre á quien hallara por ca-
sualidad en la calle, y le espetara este favor de buenas á
primeras , cierto que la doncella hai ia muy mal ; pero á un
hombre con quien ha* de casarse dentro de pocos días, ya

(i) Habla de su hija cuyo casamiento tiene ajustado con el


mismo Don Diego , nomine ja entrado en ano*.
36o DIÁLOGOS.
pudiera decirle alguna cosa, que Ademas, que ha}
ciertos modos de explicarse
Ir. Conmigo usa de mas franqueza. A cada instante ha-
blamos de Vra , y en todo manifiesta el particular cariño que
á Vm le tiene. ¡Con qué juizio hablaba ayer noche, des-
pués que Vm se fué á recoger ! No sé lo que hubiera
dado porque hubiese podido oiría.

Dieg. ¿Y qué? ¿Hablaba de mi?


Ir. ¡Y qué bien piensa acerca de lo preferible que es para
una criatura de sus años un marido de cierta edad , experi-
mentado, maduro y de conducta l

Dieg. Calle! ¿ Eso decia?


;

Ir. jNo , eso lo decia yo } y rae escuchaba con una aten-


cien , como si fuera una muger de cuarenta años, lo
mismo.... ¡
Buenas cosas le dije Y ella que tiene mucha
!

penetración, aunque me esté mal el decirlo... ¿Pues no da


lástima , Señor, el ver como se hacen los matrimonios hoy
en el dia? Casan á una muchacha de quince años con un
arrapiezo de diez y ocho , á una de diez y siete con otro de
veinte y dos : niña, sin juizio ni experiencia, y él niño
ella

también, sin asomo de cordura, ni conocimiento de loquees


mundo. Pues , Señor (
que es lo que yo digo )
¿quien ha de
gobernarla casa? ¿Quien ha de mandar á los criados?

¿Quieta ha de enseñar y corregir á los, hijos? Porque


sucede también que estos atolondrados de chicos suelen
,

plagarse; de eriaturas en un ¡lisiante, «pie da compasión.


Dieg. Cierto que es un dolor el ver rodeados de hijos ií

muchos, que carecen dei talento, de la experiencia, y de


la virtud, que son necesaria! para dirigir su educación.
\w. Lo que lé deoiv tf Vm et, que aun no había cum-
plido los diez, y nueve, cuando me casé de primeras
iui¡> mí difunto Don Epifanio )
que cateen el Cielo:

y era un hombre que, mejorando lo presente , no es po-



DíALOGOS. 36r

sible hallarle de mas respeto , mas caballeroso y ,


al mismo
tiempo, mas divertido y decidor. Pues, para servir a Vm ,
ya tenia los cincuenta y seis muy largos de talle, cuando
se casó conmigo.
Dieg. Buena edad : no era niño : pero
Ir. Pues á eso voy.... Ni á mí podia convenirme en
aquel entonces un boquirrubio con los cascos á la gincta.
No Señor.... y no es decir tampoco que estuviese acha-
coso ni quebrantado de salud ; nada de eso. Sanito estaba ,

gracias á Dios , como una manzana : ni en su vida co-


noció otro mal ,*sino una especie do alferezía que le ama-
gaba de cuando en cuando; pero luego que nos casamos
dio en darle tan á menudo y tan de recio, que á los siete

meses me hallé viuda y en cinta de una


,
criatura que noció
después, y cabo y al fin, se murió de alfombrilla.
ai

Dieg. ¡
Oiga Mire Vm si dejó sucesión el bueno de
! Don
Epifanio.
Ib. Sí Señor : ¿pues porqué no?
Dieg. Lo digo porque luego saltan con Bien que, si

uno hubiera de hacer caso.... ¿Y fué niño ó niña?


Ir. Un niño muy hermoso. Como una plata era el
angelito.

Dieg. Cierto que es consuelo tener , así, una criatura, v...


Ir. Ay Señor Dan malos
¡ , ! ratos , ¿
pero qué importa?
Es mucho gusto mucho. ,

Dieg. Yo lo creo.
Ir. Sí Señor.
Dieg. Ya se ve que será una delicia , y...
Ib. ¿ Pues no ha de ser?

Dieg. Un embeleso, el verlos juguetear y reir, y acari-


ciarlos, y merecer sus íiestecillas inocentes. •

Ir. Hijos de mi vida


¡ Veinte y dos he tenido en los
!

tres matrimonios que llevo hasta ahora, de los cuales solo


36a DIÁLOGOS.
esta niña me ha venido á quedar ;
pero le aseguro á
Vrn que
D. Leandro Fernandez Moratin.

Escena V del acto segundo de la misma.

DON DIEGO DONA IRENE, DOÑA FRANCISCA.


,

Irene. ¿Pues cómo ían tarde?


Diego. Apenas tropezé con el Padre Guardian de
salí,

S. Diego y el Doctor Padilla, y hasta que me han hartado


bien de chocolate y bollos, no me han querido soltar....

¿ Y á todo esto , cómo vá ?


Ib. Muy bien.
Dieg. ¿Y Doña Paquita ?
Ir. Doña Paquita siempre acordándose de sus Monjas.
Ya le digo que es tiempo de mudar de bisiesto y pensar ,

solo en dar gusto á su madre , y obedecerla.


Dieg.Qué diantre ¿ Con qué tanto se acuerda de..,.
¡
!

¿Qué se admira Vm ? Son niñas.... no saben lo que


Ir.

quieren ni lo que aborrecen.... En una edad así tan...


, , ,

Dieg. No poco a poco eso no. Precisamente en esa


:
,

edad son las paciones algo mas enérgicas y decisivas que en


la nuestra y por cuanto la razón se hulla todavía imper-
:

fecta y débil los ímpetus del corazón son mucho mas


,

violentos. Pero de veras, Dona Paquita, ¿se volveria Vm


al convento de buena g;ina?.... La verdad.
Ir. Pero si ella no....

Dieg. Déjela Vm, Señora , que ella responderá.


Francisca. Bien sabe Vm lo qué acabo de decirla
No permita Dios que yo la dé qué sentir.

Dúo. Pera mo l<» dice Vm tan afligida , y....

In. Si es natural, Soltar. ¿ No ve Vm que


Dato* Calle Vm por D^s, l):->ím Irene, y no me diga \ al
DIÁLOGOS. 363

á mí lo que es natural. Lo que es natural es, que la chica

esté llena de miedo , y no se atreva á decir una pala-


bra, que se oponga á lo que su madre quiere que diga...
Pero si por vida mia, que estábamos luzidos.
esto hubiese ,

Franc. No Señor, lo que dice su merced , eso digo yo :


lo mismo. Poique en todo lo que me manda la obedécele.

Dieg. ¡Mandar, hija mia! En estas materias tan deli-

cadas los padres que tienen juizio no mandan. Insinúan,


pro po neo, aconsejan ¡ eslo sí, todo esto sí ; ¡pero mandar !..

¿Y quien ha de evitar después las resultas funestas de lo


que mandaron? ¿Pues cuantas vezes vemos matrimonios
infelizes, uniones monstruosas, verificadas solamente por-
que un padre tonto se metió á mandar lo que no debiera ?

¿Cuantas vezes una desdichada muger halla anticipada


la muerte en el encierro de un claustro, porque su madre
ó su tio se empeñaron .en regalar á Dios lo que Dios
DO' qtléria? ¡Eli! No Señor: eso no va bien. Mire Ym,
Doña Paquita ,
yo no soy de aquellos hombres que se disi-

mulan los defectos : yo sé que ni mi figura ni mi edad


son para enamorar perdidamente á nadie ; pero tam-
poco he creído imposible, que una muchacha de juizio

y bien criada llegase á quererme con aquel amor tran-


quilo y constante ,
que tanto se parece á la amistad , y
es el ünico que puede hacer los matrimonios felizes. Para
conseguirlo, no he ido á buscar ninguna hija de familia,
de estas que viven en decente libertad.... Decente ;
que
yo no culpo lo que no se opone al ejercicio de la virtud.

¿ Pero cual seria entre todas ellas la que no estuviese ya


prevenida en favor de otro amante? Y en Madrid ; figúrese

Vm en un Madrid.... Lleno de estas ideas, me pareció que


tal vez hallaría en Vm todo cuanto yo deseaba.
Ir. ¿Y puede Vm creer, Señor Don Diego, que —
Dieo. Voy á acabar Señora déjeme Vm acabar. Yo
, :
,

364 DIÁLOGOS.
me hago cargo, querida Paquita, de lo que habrán ín>
fluido en una nifía lan bien inclinada como Vra, las santa*

costumbres que habrá visto practicar en aquel inocente


asilo de la devoción y de la virtud pero si , á pesar de ;

todo esto, la imaginación acalorada, las circunstancias

imprevistas la hubiesen hecho elegir sujeto mas digno


sepa Vm que yo no quiero nada con violencia. Yo soy in-
genuo : mi corazón y mi lengua no se contradicen jamas.
Esto mismo le pido á Vm, Paquita : sinceridad. El
cariño que á Vm le tengo no la debe hacer infeliz. Su
madre de Vm no es capaz de hacer una injusticia , y sabe
muy bien que á nadie se le hace dichoso por fuerza. Si
Vm no halla en mí prendas que la inclinen, si siente
algún otro cuidadillo en su corazón..... Créame Vm : la
menor disimulación en esto nos daria á todos muchísimo
qué sentir.

Ir. ¿Puedo hablar. Señor?


Dieg. Ella, ella debe hablar, y sin apuntador , y sin,

intérprete.
Ir. Cuando yo se lo mande.
Dieg. Pues ya puede Vm mandárselo ,
porque á ella le

toca responder. Con ella he de casarme, con Vm no.


Yo creó, Señor Don Diego, que ni con ella ni con-
Ir.

migo. ¿En qué concepto nos tiene Vm? Bien dice su Pa-
drino, v bien claro me lo escribió pocos días ha cuando ,

le di parte de este casamiento; (pie aunque no la ha


vuelto á ver desde que la tuvo en la pila , la quiere muchí-
simo , y á cuantos pasan por el Burgo de Osma les pre-
giml.i como est;¡ :
y continuamente nos cn\ia memorias con

el Ordinario,
Dn '.. Y bien ,
Señora, ¿
qué escribió el Padrino? O por

mejor dedr, ¿q"c tiene que ver nada de eso cun ly qu«
tttamoi hablando ?
DIÁLOGOS. 3G5

Ir. Sí Señor que tiran que ver, sí y aunque yo Señor :

lo diga le aseguro á Vm que ni un Padre de Atocha hu-


,

biera puesto una carta mejor que la que él me envió


Sobre el matrimonio de la nina. Y no es ningún Catedrático,
ni Bachiller, ni nada de eso ; sino un cualquiera como ,

quien dice un hombre de capa y espada con un empleillo


,

infeliz en el ramo del viento, que apenas le da para comer»


Pero es muy ladino , y sabe de todo , y tiene una labia ,
y
escribe que da gusto. Cuasi toda la carta venia en lalin,
no le parezca á Vm , y muy buenos consejos que me
daba en ella : que no es posible sino que adivinase lo

que nos está sucediendo.

Dieg. Pero, Señora , si no sucede nada, ni hay cosa que


á Vm la deba disgustar.
Ir. ¿Pues no quiere Vm que me disguste oyéndole
hablar de mi hija en unos términos que.... ¡
Ella otros
amores ni otros cuidados ! Pues si tal hubiera..., ¡
Vál-
game Dios !... La mataba á golpes, mire Vm. Respóndele ,

una vez que quiere que hables, y que yo no chiste cuén- :

tale los novios que dejaste en Madrid cuando tenias doce ,

anos , y los que has adquirido en el convento á lado de


aquella santa muger : díselo para que se tranquilize, y...

Dieg. Yo, Señora, estoy mas tranquilo que Vm.


Ir. Respóndele.
FftANc. Yo no sé qué decir. Si Vms se enfadan.

Dieg, No, hija mía : esto es dar alguna expresión á lo

que se dice ; pero enfadarnos , no por cierto. Doña Irene


sabe lo que yo la eslimo.
Ir. Sí Señor, que lo sé, y estoy sumamente agradecida
á los favores que Vm nos hace : por eso mismo....
Dieg. No se hable de agradecimiento ; cuanto yo puedo
hacer, todo es poco. Quiero solo que Doña Paquita esté
conteuta.
366 DIÁLOGOS.
Ir. ¿ Pues no lia de estarlo ? Responde.
Fraxc. Sí Señor, que lo estoy.
Dieg. Y que la mudanza de estado que se la previene,
no le cueste el menor sentimiento.
Ir. No Señor , todo al contrario : boda mas á gusto de
todos no se pudiera imaginar.
Dieg. En esa inteligencia ,
puedo asegurarle que no
tendrá motivos de arrepentirse después. En nuestra com-
pañía vivirá querida y adorada y espero que á fuerza de
;

beneficioe, he de merecer su estimación y su amistad.


Franc. Gracias Señor Don Diego.... A una huérfana po-
bre , desvalida como yo
Dieg. Pero de prendas tan estimables, que la hacen á
Vm digna todavía de mayor fortuna.

El mismo.
CUENTOS. 36 7

IWXXXXXXXXXXXXXXXVXXXXXVXXXXXVXXXXXVXXXXXXXXXXXXXXXXXVXX

CAPITULO II.

CUENTOS.

La Novia soberbia domada.

J_jl casamiento se fizo , y levaron la novia á casa de su


marido , y los moros han por costumbre que adoban de
cenar á los novios ,
é*
pónenles la mesa , é déjanlos en
su casa fasta en otro dia y fizicronlo así aquellos pero
, ;

estaban los padres y las madres y parientes del novio de é*

la novia con gran rezelo , cuidando que otro dia fallarían


el novio muerto, ó muy mal trecho. Y luego que ellos
fincaron solos en casa, asenta'ronse á la mesa :
y antes que
ella uyase á decir cosa , cató el novio en derredor de la
mesa , é vio un su alano, é*
díjole ya cuanto bravamente :

alano, dadnos agua á las manos. El alano non lo fizo y :

él se comenzó á ensañar, é*
díjole mas bravamente que
le diese agua á las manos, y el perro non lo fizo. Y después
que vio que non lo lacia , levantóse muy sañudo de la
mesa ,
é* metió mano á la espada ,
é*
enderezó al alano , é
cortóle la cabeza ,
é*
las piernas é los brazos , y fizólo todo
piezas , y ensangrentó toda la casa , é la ropa , é la mesa.
Y ansí muy
y ensangrentado tornóse ú sentar á
saíiudo
la mesa, y cató al derredor, y vio un blanchete (i),
y
mandó que le diese del agua á las manos , y
porque non
lo fizo, díjole: ¿cómo, don falso traidor, non viste lo que

(i) Un gato.
,

368 CUENTOS.
fize al alano ,
porque non quiso facer lo que le mande* ¿
Yo prometo que, si un punto mas porfías conmigo, que
eso mismo faré á tí ,
que ai alano ;
y porque non lo fizo ,

levantóse y tomóle por las piernas , é dio con él á la

pared, é fizóle mas de cien pedazos, mostrando muy


mayor saña, que contra el alano.
Y así bravo y sañudo , faciendo malos continentes , tor-
nóse á sentar á la mesa , y cató á todas partes y la :

muger que le vio esto facer, tuvo que estaba loco, é


fuera de seso , é non decía nada. Y desde que ovo ca-
tado á toda parte , vio un su caballo que estaba en casa

y él non había mas de aquel , é díjole bravamente que le

diese agua á las manos, y el caballo non lo fizo : y desque


vio que non lo fizo, díjole :
¡
cómo, don caballo! ¿ ciu-
dades que porque non be otro caballo ,
que por eso vos
dejaré, si non fiziéredes lo que vos mandare! Tan mala
muerte vos daré, como á los otros : é non ha cosa viva
en el mundo que non faga lo que yo mandare, que eso
mismo le non faga. El caballo estuvo quedo, y desque él

vio que non facía su mandado fué á él y cortóle la ca- ,

beza, y con la mayor saña que podia mostrar, despe-


dazábalo todo. Y cuando la muger vio que matara el
caballo no habiendo otro , é que decia que esto faria ;í

cualquiera cosa que su mandado non fiziese , tuvo que


esto ya non se hacia por juego; ovo tan grand miedo,
que no sabia si era muerta ó viva.
Y él , así bravo é sañudo, tornóse ú la mesa, jurando
que, si mil caballos, é hombres, é mngereí él oviese en

casa, que le saliesen de mandado,' que todos serian mu< ü •-


ti y asentóte, é cató d toda parta, teniendo la espada
ensangrentada en el regazo. Y desque cató á una parte y

Otro, i no vio COta viva, volvió los OfOl «oiilia su mu


«ouy bravamente, é díjole con grand saña , Icníéndó la
CUENTOS. 36g
«spada sacada en la mano : levantadvos , é dadme agua
á las manos. Y la muger que no esperaba otra cosa, sinon,

que la despezaría toda, levantóse muy apriesa , é dióle

agua á las manos, y díjole cómo agradezco á


: ;
ay ,

Dios, porque fizistes lo que vos mandé! ca de otra guisa,


por el posar que eslos locos no fizieron , eso oviera yo
fecho á vos, que á ellos. Y después mandóle que le diese

de comer , y ella fizólo : é con tal son lo decia ,


que
ella cuidaba que la cabeza era ida por el polvo. E así

pasó el fecho entre ellos aquella noche : é nunca fabló


ella , mas facia lodo lo que él le mandaba. Y desque
ovieron dormido una pieza, dijo él á ella : con esta saña
que ove esta noche, no puedo bien dormir : catad que no
me despierte ora ninguno, é tenedme bien adobado de comer.
Y cuando fué grand mañana, los padres é las madres é
los parientes allegáronse á la puerta y en cuanto no fa-
;

blaba ninguno , cuidaron que el novio estaba muerto ó


ferido ; é desque vieron entre las puertas á la novia , é
no al novio, cuidáronlo mas. Y cuando la novia los vio
á la puerta, llegó muy paso é con grand miedo , y co-
menzóles luego á decir : traidores, ¿qué fa cedes ?
¿y
cómo osades llegar á la mi puerta, sin fablar ? Callad ;

sino , también vosotros como yo , todos somos muertos.


Y cuando todos esto oyeron , fueron muy maravillados •,

é desque sopieron cómo pasaron en uno aquella noche;


preciaron mucho al mancebo, porque así supiera facer lo

qué le cumplía, é castigara tan bien su casa. Y de aquel


dia .adelante fué aquella muger tan bien mandada , é
ovieron muy buena vida. Y dende á pocos dias su suegro
quiso facer ansí como fiziera su yerno , é por aquella
manera malo un caballo, y díjole su muger: á la fe, don
fulano , tarde vos acordades ,
que ya nos conocemos.
El Infame Don Juan Manuel , en el Conde Lucanor.
Tam. 1 % -x^
3:o CUENTOS.

La Publicación de la Bula.

Por mi ventura di en el quinto amo que fué un ,

buldero, el mas desenvuelto y desvergonzado y el mayor ,

echador de ellas que jamas yo vi, ni ver espero, ni


pienso nadie vio, porque tenia y buscaba modos y ma-
neras, y muy sutiles invenciones.... Y porque todos los

artificios que le veia hacer serian largos de contar , diré


uno muy sutil y donoso , con el cual probaré bien su
suficiencia.

En un lugar de la Sagra de Toledo había predicado


dos ó tres dias , haciendo sus acostumbradas diligencias,
y no le habian tomado bula, ni á mi ver, tenian intención
de se la tomar y él estaba dado al Diablo con aquello.
:

Y pensando qué hacer, se acordó de convidar al pueblo á


otro dia de mañana ,
para despedir la bula. Y esa noche,

después de cenar, pusiéronse á jugar la colación él y el

Alguacil , y sobre el juego vinieron ú reñir y á haber malas


palabras. El llamó al Alguacil ladrón , y el otro á él fal-

sario. Sobre esto el Señor Comisario, mi señor, tomó un


bin/.on, que en el portal do jugaban estaba. El Alguacil

puso mano a su espada ,


que en la cinta tenia. Al ruido
y
vozes que todos dimos acuden los huéspedes y vecinos ,

y métense en medio ; y ellos muy enojados, proemáudose


desembarazar de los que en medio estaban, para se matar.
Ellos , corno la gente al gran ruido cargase, y la casa estu-
viese llena de ella, viendo que no podian afrentarse con
las armas., decíanse palabras injuriosas, entre las cuales
el Alguacil elijo á mi amo que cía falsario, y las bulas

que predicaba eran falsas, finalmente, los del pueblo.


viendo que no bastaban pajea ponerlos en paz, acordaron
de llevar al Alguacil de la posada a olí i paite, y asi

quedó mi .uno muy enojado. Y después que los huespede»


CUENTOS. 37 i

y vecinos le hubieron rogado que perdiese el enojo y se

fuese á dormir , así nos echarnos todos.


La mañana venida, mi amo se fué á la Iglesia, y mandó
tañer á misa y al sermón para despedir la bula :
y el

pueblo se juntó ; el cual andaba murmurando de las bulas,


diciendo como eran falsas, y que el mismo Alguacil ri-

ñiendo lo había descubierto ; de manera que , tras que


tenian mala gana de tomarla, con aquello del todo la
aborrecieron. El Señor Comisario se subió al pulpito, y
comienza su sermón.... Estando ea lo mejor, entra por la

puerta de la Iglesia el Alguacil, y con voz alta y pausada


comenzó á decir : « buenos hombres, oidme una palabra.
Yo vine aquí con este echacuervos que os predica , el cual
me engañó , y dijo que le favoreciese en este negocio
y ,

que partiríamos la ganancia. Y ahora, visto el daño que


hacia á mi conciencia y á vuestras haciendas, arrepentido
de lo hecho , os declaro que las bulas que predica son
falsas, y que no le creáis, ni las toméis,., y si en algún
tiempo este fuere castigado por la falsedad, que voso-
tros me seáis soy con él, ni le doy
testigos como yo no
a ello ayuda , antes os desengaño
y declaro su maldad » ; ,

y acabó su razonamiento. Como calló, mi amo le pre-


guntó, ¿si qucria decir mas? que lo dijese. El Alguacil
dijo: harto mas hay qué decir de vos y de vuestra fal-
sedad ; mas por ahora basta. El Señor Comisario se
hincó de rodillas en el pulpito , y puestas las manos , y
mirando al cielo dijo, así : « Señor Dios , á quien nin-
guna cosa es escondida, tú sabes la verdad, y cuan

injustamente soy afrentado. En lo que á mí toca , yo


le perdono ,
porque tú* , Señor , me perdones ; mas la
injuria á tí hecha , te suplico , y por justicia te pido
no disimules ,
porque alguno que está aquí, que por ven-
tura pensó tomar aquesta santa bula, dando crédito á
,
:

37a CUENTOS. |

las falsas palabras de aquel hombre , lo dejará de hacer.


Y pues es tanto perjuizio del prójimo, te suplico, Señor,
no lo disimules , mas luego muestra aquí milagro , y
sea de esta manera. Que si es verdad lo que aquel dice,
este pulpito se hunda conmigo, do él ni yo jamas parez-
camos y si es verdad lo que yo digo y aquel persuadido
; , ,

del Demonio dice maldad también sea castigado , y de ,

todos conocida su malicia. »

Apenas habia acabado su oración , cuando el negro


Alguacil cae y da tan gran golpe en el suelo que la
, ,

Iglesia toda hizo resonar y comenzó á bramar y echar ,

espumajos por la boca y hacer visajes con el gesto, dando


,

de pie y de mano revolviéndose por aquellos suelos


,

á una parte y á otra. El estruendo y vozes de la gente


era tan grande, que no se oian unos á otros. Unos decían
el Señor le socorra y valga. Otros : bien se le emplea
pues levantaba tan falso testimonio.
A todo esto el Señor mi amo estaba en el pulpito

de rodillas, las manos y los ojos puestos en el cielo,


transportado en la divina esencia Algunos buenos
hombres llegaron á él , y le suplicaron quisiese so-
correr á aquel pobre que estaba muriendo El Señor
Comisario, como quien despierta de un dulce sueño, los
miró , y miró al delincuente, y muy pausadamente les
dijo : « Pues Dios nos manda que no volvamos mal por
mal , y perdonemos las injurias, vamos todos á supli-
carle». Y así bajó del pulpito y todos se hincaron de
y viniendo con la cruz y agua bendita el Señor
rodillas....

mi amo, puestas las manos al cielo, y los ojos, que casi

nada se le pareeia sino un poco di- Maneo, comienza una

oración no menos larga, que devota.... Y esto hecho,


mandó trabar la huía, \ püfotela en la eabeza, y luego el

pecador del Alguacil comenzó poco á poco á estar mejor v


;

CUENTOS. 373

tornar en sí. Y desque fué vuelto en su acuerdo , echóse á


los Señor Comisario, y demandándole perdón,
pies del
confesó haber dicho aquello por la boca y mandamiento
del Demonio; lo él daño, y vengarse
uno, por hacer á
del enojo y mas principal, porque el Demonio re-
: lo otro

cibía mucha pena del bien que allí se hacia en tomar


la bula. El Señor mi amo le perdonó , y fueron hechas las
amistades entre ellos y á tomar la bula hubo tanta
;

priesa ,
que casi ánima viviente en el Lugar no quedó sin
ella marido y muger , hijos é hijas mozos y mozas.
: ,

Divulgóse la nueva de lo acaecido por los Lugares co-


marcanos , y cuando á ellos llegábamos, á la posada la
venian á buscar , como si fueran peras de balde : de ma-
nera ,
que en diez ó doce Lugares donde fuimos , echó el

Señor mi amo otras tantas mil bulas sin predicar sermón.


Cuando hizo el ensayo , confieso mi pecado ,
que también
fui de ello espantado , y creí que así era , como otros mu-
chos. Mas con ver después la risa y burlas que mi amo y el

Alguacil llevaban y hacían del negocio , conocí cómo ha-


bía sido industriado por el industrioso é inventivo de mi
amo ; y aunque muchacho, cayóme mucho en gracia, y
dije entre mí cuantas de estas deben de hacer estos bur-
: ¡

ladores entre la inocente gente !

Mendoza , Lazarillo del Tórmes.

Casos raros de amor.


Residiendo en Valladolid el Condestable de Castilla Don
Alvaro de Luna, en el tiempo de su mayor creciente, gus-
taba muchas vezes madrugar las mañanas del verano, y
salirse á pasear un poco, gozando del fresco por el campo
y después de haber hecho algún ejercicio , antes que le
pudiese ofender el sol, se recogia. Una vez destas, ha-
3;/í CUENTOS.
biéndose alargado y detenido algo mas de su ordinario
por un alegre jardín que á la orilla del rio Pisuerga
estaba , recreándose de ver su varia composición , her-
mosas flores, alegres arboledas y sabrosas frutas, entró
el calor de manera , y con el
que temiendo la vuelta ,

gusto de tanta recreación, determinó quedarse gozándola


hasta la noche. Y en cuanto los criados prevenían de lo
necesario a la comida ,
para entretener el tiempo , pidió á
dos Caballeros que le acompañaban , el uno Don Luis de
Castro, y el otro Don Rodrigo de Montalvo , que cada uno
le contase el easo de amores el de mayor peligro y cui-
,

dado que le hubiese sucedido ;


porque sabia bien que los

dos eran entonces los galanes de mas nombre, de ilustre

sangre, discretos, galiardos de talle, y trato curioso en


sus vestidos ,
generales y briosos en todas gracias ,
que
pudieran con satisfacción colmar su deseo en aquella ma-
teria. Y para mas animarlos ,
prometió por premio una
rica sortija de un diamante que traia en el dedo , á quien

por el suceso mejor la mereciese. Don Luis de Castro tomó


luego la mano y dijo.... Yo amé á cierta Señora deste
Reyno , doncella , y una de las mas calificadas del , tan.

hermosa , como discreta y honesta ; de lo cual , y de lo


que mas dijere acerca desto , doy por testigo presente á

Don Rodrigo de Montalvo , como el amigo que solo se


halló presente á todo. Servíla muchos años y lo mejor de
los mios con tanto secreto y puntualidad que jamas de ,

mí se conoció tal cosa, ni en alguna de su gusto hize falta.


Por ella corrí sortijas y toros, jugué (añas, mantuve
torneos y justas , ordené Moraba y máscara! y para i

desvelar sospechas desmintiendo las espías, y que no se


supiese , ni hubiese rastro por donde se pudiera presumir
leff por ella , siempre púa lo exterior ponía los ojos en
Otras Damas ; empero real y verdaderamente bien conocía
CUENTOS. 3n5

la de mi alma, ser sola ella su dueño, y por quien yo


lo hacia. En estas fiestas siendo conocidamente mucho
lo que mis padres me dejaron, todo lo consumí, hasta
quedar tan pohre, que la merced sola de vuestra Señoría
es la que me sustenta. Y aunque no es aquesto lo que pide
menor sentimiento, verse un Caballero como yo ,
de mi ca-
arrinconado y
lidady prendas, mi hacienda deshecha, tan
pobre, que la necesidad me obligue á servir habiendo sido
servipo siempre tengo por la mayor de mis desgracias,
y siento en el alma ,
que habiéndome mi Dama entretenido
con falsas esperanzas y promesas vanas, que nunca daria
sus favores á otro antes por premio de mi constante
,

amor, se casaría conmigo, de que me dio su palabra;


6 fueron palabras de muger, ó fueron obras de mi corta
fortuna, pues cuando me vio gastado y pobre, olvidada de
todo lo pasado, dándome de mano, la dio á otro, despo-

sándose con él. Faltó á su obligación y a su calidad, pues


despreciada mia y los bienes naturales
la hizo elección ,

de los de fortuna, con marido no igual suyo-, porque se le


aventajaba en la hacienda y aun en años que hasta en
, ,

estas desdichas hace suplir el dinero. Ya tengo dicho el dis-

curso de mis amores, los venturosos principios y desgracia-


dos fines que tuvieron ;y aunque , por no cansar á vuestra
Señoría, me acorto en referir por menor lo que padecí en
estos tiempos, vuestra Señoría supla con su discreción cuanto
seria , cuantos trabajos importaría padecer , y á cuantos peli-
gros habria deponerse quien seguia tan altos pensamientos, y
tan recatado andana en el secreto, para que nada faltara de
su punto. No creo tendrá Don Rodrigo, ni otro algún Ca-
mayor qué poder contar á
ballero, suceso de infortunio ,

vuestra Señoría, pues amando con tanta firmeza, y sir-


viendo con tantas veras fiado de palabras dulces y suaves,
perdí mi tiempo, perdí mi hacienda, y sobre todo á mi
3:6 CUENTOS.
Dama, para venirme á dar en trueco de todo la fortun*
solo el premio de nquesa sortija.

Don Luis acabó con esto su razonamiento, y Don Ro-


drigo de Monlalvo comenzó el suyo diciendo : también
habéis perdido la sortija, pues de razón será mia ; y vol-
viendo el rostro con las palabras al Condestable ,
prosiguió
desta manera. Por cierto, Señor Ilustrísímo, aunque con-
fieso ser verdad cuanto Don Luis aquí ha referido, de que
soy testigo de vista, por la grande amistad que habernos
tenido siempre , agora no tiene razón de pretender el dia-
mante ; porque si desapasionadamente lo considera, y tro-

cásemos los asientos ,


juzgaría en mi favor, y contra sí.

Mas pues él vive ciego, juzgarálo vuestra Señoría por mi


suceso, el cual tiene su principio del fin de sus amores,
_
que ha cootado., que pasa en esta manera : pocos dias lia

que nos andábamos y yo paseando una tarde por la


él

orilla des te mismo rio, tratando de algunas cosas, bien


aceñas de lo que nos esperaba., cuando se llegó a Don Luis
un criado antiguo desta misma Señora Dama suya, de cuya
parte secretamente le dio una carta, que abierta y leida
de Don. Luis, me !,-. dio que la leyese : yo lo hize mas de
u...i y de. dos ve¡}e,s, maravillado de l<> que h.ibia en ella
escrjto |
|or lo fiiul , y por no .ser pobre de memoria, me
quedó ioda cu ella , y decía desta manera : «Señor uño,
no e> justo aue me acuséis de ingrata, por páreceros tener
ni justa causa, que no es posible olvidarse ( como lo

habréis Creido de mi)


y pues lo que se ama de veras ;

jtcoiKi/io mi deuda y vuestra firmeza, reconoced que


ni tu\e ni tengo culpa contra vos cometida y el no ;

corresponder á vuestro merecimiento con mis obras, fué


por ger tai contrarias á lo que se <l< |>ia en aquel estado tan
peligroso de, doncella. Estorbaron el matrimonio (que con
deseaba, mas que mi propia vida) la obediencia de
CUENTOS. 3 77

hija, el mandato de padres, y la instancia de mis deudos,

movidos todos de vano interese y título de Condesa, que


contra mi gusto tengo : pues me obligaron á entregar el

cuerpo á quien jamas di el alma , por ser en calidades y


edad tan contrario á la mia. Vuestra soy todo el tiempo

que viviere , lo cual podréis conocer en el deseo que tengo


de acudir á los vuestros. El Conde mi marido hace una jor-
nada : venid aquí luego, y no traigáis en vuestra compa-
ñía otra persona que á Don Rodrigo nuestro amigo ; y
cuando lleguéis á esta villa hallaréis a la entrada della eu
una hermita, orden para lo que habéis de hacer. »

Esto contenia la carta, la cual vista por Don Luis , y que


lo que venia en mas contrario de su esperanza y
ella era lo

natural á su deseo no podré significar las pasiones amoro-


,

sas que sintió leyéndola por momentos ponía con atención


,

los ojos en ella, volvíalos al criado Con todas estas co-


sas y certificarse dellas, diciéndole yo no ser ilusiones, an-

tes muy ciertas esperanzas de cobrar bienes perdidos, le

animé á que con toda diligencia se abreviase la partida, en


cumplimiento délo que se nos mandaba. Hízose luego, y
cuando llegamos á la hermita , hallamos en ella una reve-
renda y honrada Dueña , que por saberse ya el dia y hora
que habíamos de llegar , nos esperaba; la cual nos dio un
recado , diciéndonos que el Conde su Señor habia salido

fuera, y vuéltose del camino por ciertas indisposiciones;


mas que aguardásemos allí en cuanto fuese á palacio á de-
cir á su Condesa su llegada. Fuese, y quedamos,
Señora la

yo algo confuso y Don Luis desesperado yo por las difi-


, ,

'
cultades que se pudieran ofrecer, y él de considerar su cor-
ta fortuna, que nunca dejaba de seguirle; así en el tiempo
que se dilató la vuelta de la buena Dueña, nos pasaron mu-
chos cuentos, que no son para referir en este. Y alas once de
la noche volvió á nosotros, diciendo que la siguiésemos.
,

3-8 CUENTOS.
Ayudábanos lay metiónos con mucho secreto en
escuridad ,

un aposento de palacio, donde salió la Condesa y nos re- ,

cibió con grandísimas muestras de alegría. Ya después de


habernos dado los parabienes de las deseadas distas
que todo fué breve, Condesa: «Don Rodri-
me dijo la

go, el tiempo que tenemos para poder gozar la ocasión


que se ofrece, ya con vuestra discreción podréis juzgar
cuanto sea corto. También sabéis la obligación de amistad
que tenéis á Don y cuando esta faltara por mí sabed
Luis , ,

que como el Conde mi marido, por indisposición qne tuvo,


se volviese del camino y llegase cansado , se fué luego á
echar en la cama donde , le dejo dormido. Mas porque po-
,

dria suceder que alargando alguna pierna ó brazo hacia


mi lugar, me hallase menos no-, de lo cual me resultaría
torio peligro y grandísimo escándalo en la casa, deseo que
en tanto que aquí nos entretenemos hablando vuestro amigo
Don Luis y yo ,
que á lo mas largo podrá ser como un cuar-
to de hora, os acostéis en mi lugar, y estéis en él, para
que con esto pueda estar aquí segura y me constituyo fia- :

dora de vuestro peligro, que no tendréis alguno; porque ,


demás de ser el Conde viejo, nunca recuerda en toda la no-
che, hasta ya muy de dia, sino es á gran maravilla, que
suele dar un vuelto, y luego se duerme». Sabe Dios, y
considere vuestra Señoría , cuánto me podría pisar que la

Condesa me pusiera en tan evidente peligro. Mas romo los

;ul<>, de cobardía son lan feos ,


pnreciéndome que si lo re-

husara no cumplía con mi honra ni obligaciones, tanto de

amistad , como ruego de la Condesa ,


dije que lo baria. Pe-
díles encarecidamente que no se detuviesen mucho, pues
conocían eJ riesgo en que por sus gustos me ponía, Ellos

y juraron queá l<> mas


me lo prometieron ,
largo no pasar ia

de media Iioi.i. Plisóme la Condesa un, tocado suyo, y des-

nudo y dtftcaJzo, me llevó* ¿» su retrete, y metió va su cu-


CUENTOS. 379
roa. No habia luz alguna , estaba todo á escuras , y en extra-
ño silencio. Estúveme así á un lado de la cama , lo mas
apartado que pude , no un cuarto de hora ni inedia , sino

mas de cinco que ya ,


era casi de dia. Considere cada uno,
que pudiera sentir en lugar semejante y tanto
y juzgue lo ,

tiempo. Qué congojas por no ser conocido ! ¡con cuanto te-


¡

mor de no ser sentido ! Y era lo menos que sentia, lo mas


que me pudiera suceder ,
que era la muerte, si recordara
elConde; porque, como entré desnudo y sin armas, habia
de ser á brazos la pendencia y cuando de los suyos esca- ,

para, no pudiera de los de sus criados ,


pues no sabia cómo,
ni por donde habia de huir. Y no fueron solas estas mis

congojas ,
porque Don Luis y la
que adelante pasaron ;

Condesa se reían y hablaban tan descompuestos y recio ,


que les oia desde la cama casi todo lo que decían , con que
me aumentaban el temor no despertasen al Conde; y entre
mí me deshacía , viendo que no les podía decir que habla-
sen quedo ,
ya que se tardaban. Reventaba con esto, y por
no poderme apartar de allí un punto por esta negra hon-

rilla. Después de todo esto ,


ya cuando vieron el dia tan
cerca que casi era claro, vinieron risueños y juntos
se

hacia cama con una


la vela encendida , y llegándose á
donde yo estaba con mucha grita y trisca , hacian grande
ruido. Entonces vine á pensar si con el mucho contento se
hubieron vuelto locos ; ya me pesaba tanto de su desgracia,
como de mi desventura, pues había de ser la infamia y cas-
tigo general en todos , y sin que alguno escapase del , ellos
por y yo por sobrado. Vúne de modo, que dentro
faltos,

de un espacio muy breve, tuve mil imaginaciones, y nin-


guna que pudiese ser de provecho; y (stando en ellas, en
medio de mi mayor eonflito se vinieron acercando á la ca- ,

ma y tirando la Condesa de la cortina que ya podíamos


;
,

claramente vernos, quedé sin algún sentido, tauto, que qui-


,

38o CUENTOS.
siera huir y no pude; mas muy presto volví en mí ,
porque
yo que siempre creí tener á mi lado al Conde, alzando la
Condesa la ropa de la cama descubrió
desengaño , y co-
, el

nocí no ser él , sino una Señora doncella , hermana de la


Condesa, hermosa como la misma Venus. De lo cual y de ,

la burla que creí habérseme hecho quedé tan atajado y


,

corrido , que no supe hablar , ni otra cosa qué hacer, mas


de levantarme como estaba en camisa, y salir á buscar mis
vestidos , de que después me avergonzé mucho mas de lo
que temí antes. Vea pues vuestra Señoría el peligro á que
me puse , y juzgue por él debérseme dar la sortija. Riéndose
mucho desto el Condestable , dijo que Don Luis no debía
tener queja del ,
amor
pues aunque tarde y con trabajos
llegó á conseguir su deseo, y así no era merecedor del pre-

mio puesto ; ni tampoco Don Rodrigo pues no habia corrido ,

ningún peligro durmiendo con el Conde , aunque habia sido

muy donosa la burla que le habian hecho. Por lo cual juz-


gaba no ser alguno dellos dueño del diamante ; y sacándolo
del dedo, lo entregó á Don Rodrigo, para que lo enviase
á la Doncella con quien habia dormido, pues ella sola pa-
deció el peligro, y lo corriera su honra , si fuera sentida.
Con esto dio fin á su cuento ; y todos muy contentos queda- ,

ron determinando si la sentencia del Condestable habia sido


discreta ó justa. Loáronle todos de cortesano, y con esto,

haciéndoseles á cada uno la hora para sus negocios ,


poco
á poco se deshizo la conversación , y se despidieron por acu-

dir á ellos.
Alemán , Guzm. de Alfar.

La Querella de estupro.

Luego acabado este pleito , entró en cí juzgado una

«uuger asidu fuertemente de un hombre, vestido de gana-


,

CUENTOS. 38 í

tlero rico , la cual venia dando grandes vozes , diciendo *.

justicia, Señor Gobernador ,


justicia y;
si no la hallo en la
tierra , la iré á buscar al Cielo. Señor Gobernador de mi
ánima este mal hombre me ha cogido en la mitad de
,

estecampo, y se ha aprovechado de mi cuerpo, como si


fuera trapo mal lavado, y¡ desdichada de mí! me ha
llevado lo que yo tenia guardado mas de veinte y tres años
ha, defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y
extrangeros y yo siempre dura como un alcornoque
;

conservándome entera , como la salamanquesa en el fuego


ó como la lana entre las zarzas ,
para que este buen
hombre llegase ahora con sus manos limpias á mano-
searme. Aun eso está por averiguar, si tiene limpias ó
no las manos este galán , dijo Sancho ; y volviéndose
alhombre , le dijo ¿ qué decia y respondía á la querella
:

de aquella muger? El cual todo-turbado respondió Señores, :

yo soy un pobre ganadero de ganado de cerda, y esta


mañana salia deste Lugar de vender ( con perdón sea
dicho ) cuatro puercos , que me llevaron de alcabalas y
socaliñas poco menos de lo que ellos valían ; volvíame á mi
aldea , topé en el camino á esta buena dueña , y el

Diablo que todo añasca y todo lo cuece , hizo que yo-


lo

gásemos juntos; pagúele lo soficiente , y ella, mal con-


tenía , asió de mí, y no me ha dejado hasta traerme á este
puesto : dice que la forzé , y miente para el juramento que»
hago , ó pienso hacer ; y esta es toda la verdad sin faltar

meaja. Entonces el Gobernador le preguntó si traía consigo


algún dinero en plata : él dijo que hasta veinte ducados
tenía en el seno en una bolsa de cuero. Mandó que la
sacase, y se la entregase, como estaba, á la quere-
así

llante t él lo hizo temblando. Tomóla la muger y ha- ,

ciendo mil zalemas á todos , y rogando á Dios por la vida y


¿alud del Señor Gobernador ,
que así miraba por las huér-
;

38* CUENTOS.
fuñas menesterosas y doncellas, con esto se salió del juz-

gado, llevando entrambas manos


la bolsa asida con
aunque primero miró si era de plata la moneda que llevaba
dentro. Apenas salió, cuando Sancho dijo al ganadero,
que ya se le saltaban las lágrimas, y los ojos y el corazón
se iban tras su bolsa : buen hombre , id tras aquella mu-
ger, y quitadle la bolsa aunque no quiera, y volved aquí
.con ella. Y
no lo dijo á tonto ni á sordo, porque luego
partió como un íayo, y fué á lo que se le mandaba. Todos
los presentes estaban suspensos, esperando el fin de aquel
pleito , y de allí poco volvieron el hombre y la mugar mas
asidos y aferrados que la vez primera , ella la saya levan-

tada y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre pugnando


por quitársela ; mas no era posible según la muger la
defendía , la cual daba vozes diciendo :
¡
justicia de
Dios y del mundo ! Mire vuesa merced , Señor Gober-
nador, la poca vergüenza y el poco temor deste de-
salmado ,
mitad de poblado y en mitad de
que en
la calle , me ha querido quitar la bolsa que vuesa

merced mandó darme. ¿ Y háosla quitado ? preguntó el


Gobernador. ¡Cómo quitar respondió la muger, antes me !

la vida, que me quiten la bolsa


dejara yo quitar bonita es ;

la niña : otros gatos me han de echar á las barbas ,


que
no este desventurado y asqueroso : tenazas y martillos ,

mazas y escoplos no serán bastantes á sacármela de las


uñas , ni aun garras de leones antes el ánima de en ;

mitad en mitad de las carnes. Ella tiene razón, dijo él

hombre, y yo me doy por rendido y sin fuerzas y confuso ,

que las mias no son bastantes para quitársela, y dejóla.


Entonces el Gobernador dijo á la muger mostrad hon- : ,

rada y valiente, esa bolsa. Ella se la dio luego, y el Go-


bernador se la volvió al hombre, y dijo é la ^foliada,

y no fortadi . hermana mía, si el mintió aliento y valor


,

CUENTOS. 383

que habéis mostrado para defender esta bolsa , le inostrá-

rades, y aun la mitad menos, para defender vuestro


cuerpo , las fuerzas de Hércules no os hizieran fuerza :

andad con Dios y mucho de enhoramala, y no paréis


en toda esta ínsula, ni en seis leguas á la redonda, so
pena de doscientos azotes : andad luego, digo, churri-
llcra , desvergonzada y embaidora. Espantóse la muger y ,

fuese cabizbaja y mal contenta , y el Gobernador dijo al


hombre : buen hombre, andad con Dios á vuestro Lugar
con vuestro dinero, y de aquí adelante , sino le queréis
perder ,
procurad que no os venga en voluntad de yogar
con nadie. El hombre le dio las gracias lo peor que supo ,

y fuese ; y los circunstantes quedaron admirados de nuevo


de los juizios y sentencias de su nuevo Gobernador.

Ceird/ites ,
Quijote.

La Consulta sobre el puente de la horca.

Con su hambre y con su conserva se puso Sancho á


juzgar aquel dia
, y lo primero que se le ofreció fué una
pregunta que un forastero le hizo , estando presentes á
todo el Mayordomo y los demás acólitos ,
que fué : Señor,
un caudaloso rio dividía dos términos de un mismo señorío
(.y esté vuesa merced atento, porque el caso es de impor-
tancia, y algo diücultoso ) digo, pues, que sobre este río
estaba una puente, y al cabo della una horca , y una como
casa de audiencia , en la cual de ordinario había cuatro
juezes ,
que juzgaban la ley que puso el dueño del rio, de
la puente y del señorío, que era en esta forma : sí alguno
pasare por esta puente de una parte á otra , ha de jurar
primero á donde y a qué va y si jurare verdad, déjenle
, ;

pasar y si dijere mentira muera por ello ahorcado en


, ,

la horca que allí se muestra, sin lemióion alguna. Sabida


esta ley, y la rigurosa condición della, pasaban muchos
,

3H CUENTOS.
y luego en lo que paraban se echaba de ver que cieñan
verdad y los Juezes los dejaban pasar libremente. Sucedió,
,

pues que tomando juramento á un hombre juró y dijo


, ,

que para el juramento que hacia que iba á morir en


, ,

aquella horca que allí estaba, y. no á otra cosa. Repararon


los Juezes en el juramento, y dijeron : si á este hombre
le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, v
conforme á la ley debe morir ; y si le ahorcamos, él juró
que iba á morir en aquella horca , y habiendo jurado
verdad , por la misma ley debe ser libre. Púlese á vucsa
merced , Señor Gobernador , ¿
qiié harán los Juezes de tal
hombre ,
que aun hasta agora están dudosos y suspensos ?
Y habiendo tenido noticia del agudo y elevado entendi-
miento de vuesa merced, me enviaron á que suplicase
á vuesa merced de su parte, diese su parecer en tan intrin-
cado y dudoso caso. A lo que respondió Sancho: por cierto
que esos Señores Juezes que á mí os envian , lo pudieran
haber excusado , porque yo soy un hombre que tengo mas
de mostrenco que de agudo; pero con todo eso, repetidme
otra vez el negocio de modo que yo le entienda ,
quiza po-
dría ser que diese en el hito. Volvió otra y otra vez el pre-
guntante á referir lo que primero habia dicho. Y Sancho
dijo : á mi parecer, este negocio en dos paletas le declararé

yo , y es así : ¿ el tal hombre jura que va á morir en la hor-


ca si muere en ella, juró verdad, y por la ley puesta
, y

merece ser libre y que' pase la puente, y si no le ahorcan


;

juró mentira y por la misma ley merece que le ahorquen ?


,

Así es como el Señor Gobernador dice, dijo el mensajero,

y cuanto á la entereza y entendimiento del caso, no hay


mas qué pedir ni qué dudar. Digo yo pues agora, respondió

Sancho, que «leste hombre aquella paite que juró verdad la


dejen pasar, v la (pie dijo mentira la ahorquen, y d esta ma-
nera SC cumpliiá al pie de tt letra la COtídiciOD del pasaje.
,

CUENTOS. 385
Pues , Señor Gobernador, replicó el pregunlador, será ne-
cesario que el tal hombre se divida en partes, en mentirosa
y verdadera , y si se divide, por fuerza ha de morir, y así
no se consigue cosa alguna de lo que la ley pide, y es de ne-
cesidad expresa que secumpla con ella. Venid acá , Señor
buen hombre respondió Sancho este pasajero que decía
, ,

ó yo soy un porro ó él tiene la misma razón para morir ,


,

que para vivir y pasarla puente, porque si la verdad le sal-

va, la mentira condena igualmente; y siendo esto así,


le

como lo es, soy de parecer que digáis á esos Señores que á

mí os enviaron, que pues ,


están en un fil las razones de con-
denarle ó absolverle, que le dejen pasar libremente, pues
siempre es alabado mas hacer bien ,
que mal ; y esto lo
diera firmado de mi nombre, si supiera firmar: y yo en es-
te caso no he hablado de mió , sino que se me vino á la me-
moria un precepto , entre otros muchos que me dio mi amo
Don Quijote la noche antes que viniese á ser Gobernador
desta ínsula, que fué: que cuando
en la justicia estuviese

duda, me decantase y acogiese á la misericordia; y ha que-


rido Dios que agora se me acordase por venir en este caso ,

como de molde. Así es respondió el Mayordomo, y tengo


,

para mí que el mismo Licurgo, que dio leyes á los Lace-


demonios, no pudiera dar mejor sentencia que la que el

gran Panza ha dado.

El mismo , ibidem.

El rebuzno d competencia.
Sabrán vuesas mercedes ,
que en un Lugar que está cua-
tro leguas y media desta venta, sucedió que á un Regidor
del ,
por industria y engaño de una muchacha criada sin a
( y esto es largo de contar ) le faltó un asno y aunque el tal ;

Regidor hizo las diligencias posibles por hallarle, no fué po-


Tonii I. 25
386 CUENTOS.
«¡ble. Quince dias serian pasados , según es publica voz y
fama ,
que el asno faltaba , cuando estando en la plaza el
Regidor perdidoso , otro Regidor del mismo Pueblo le dijo:

dadme albricias, compadre, que vuestro jumento ha pare-


cido. Yo os las mando y buenas compadre
,
, , respondió el
otro; pero sepamos donde ha parecido. En el monte, res-
pondió el hallador, le vi esta mañana, sin albarda y sin apa-
rejo alguno , y tan flaco ,
que era una compasión miralle :

quísele antecoger delante de mí, y traérosle ; pero está ya


tan montaraz y tan uraño que cuando llegué á él , se fué ,

huyendo , y se entró en lo mas escondido del monte : si que-


réis que volvamos los dos á buscarle , dejadme poner esta

borrica en mi casa, que luego vuelvo. Mucho placer me


haréis, dijo el del jumento, é yo procuraré pagároslo en la
misma moneda. Con estas circunstancias todas, y de la mes-
ma manera que yo lo voy contando, lo cuentan todos aquel-
los que están enterados en la verdad deste caso. En resolu-
ción , los á pie y mano á mano , se fueron
dos Regidores ,

al montéy llegando al lugar y sitio donde pensaron hallar


;

el asno , no le hallaron , ni pareció por todos aquellos con-

tornos , aunque mas lo buscaron. Viendo , pues , que no


parecia^ dijo el Redigor que le había visto, al otro: mirad,
Compadre , una traza me ha venido al pensamiento, con la
cual sin duda alguna podremos descubrir este animal, aun-
que esté metido en las entrañas de la tierra, no que del
monte y es, que yo
: rebuznar maravillosamente, y si vos

sabéis algún tanto, dad el hecho por concluido. ¿Alguu


tanto decís , compadre? dijo el otro, por Dios que no dé la
vi iitiija i nadie, ni aun á los mesinos asnos. Ahora lo veré-

mus, respondió el Regidor segundo, porque tengo determi-


nado (¡ueoj vais vos por una parte del monte y yo por otra ,
de modo (|m- le rodeempí y andrino* todo, y de trerlio en

trecho rebiuua(us vos y rebuznaré yo, y no podrá ser me-


CUENTOS. 38 7

nos sino que el asno nos oya , y


nos responda si es que está ;

en el monte. A lo que respondió el dueño del jumento: di-


go , compadre ,
que la traza es excelente y digna de vuestro
gran ingenio. Y dividiéndose los dos según el acuerdo , su-
cedió que casi á un mismo tiempo rebuznaron, y cada uno
engañado del rebuzno del otro, acudieron á buscarse , pen-
sando que ya jumento habia parecido, y en viéndose, di-
el

jo el perdidoso ¿ es posible , compadre que no fué mi asno


:
,

el que rebuznó ? No fué sino yo , respondió el otro. Ahora


digo, dijo el dueño, que de vos á un asno, compadre, no
hay alguna diferencia , en cuanto toca al rebuznar, porque
en mi vida he visto ni oído cosa mas propia. Esas alabanzas
y encarecimiento, respondió el de la traza, mejor os ata-
íen y tocan á vos que á mí , compadre , que por el Dios que
me crió que podéis dar dos rebuznos de ventaja al mayor
,

y mas perito rebuznador del mundo porque ,


el sonido que
tiempo y com-
tenéis es alto, lo sostenido de la voz á su

pás los dejos, muchos y apresurados y en resolución yo


, i

me doy por vencido, y os rindo la palma, y doy la ban-


dera desta rara habilidad. Ahora digo , respondió el dueño
que me tendré y estimaré en mas de aquí adelante , y pen-
saré que sé alguna cosa ,
pues tengo alguna gracia ,
que
puesto que pensara que rebuznaba bien , nunca entendí que
llegaba al extremo que decís. También diré yo ahora, res-
pondió el segundo, que hay raras habilidades perdidas en
el mundo, y que son mal empleadas en aquellos que no sa-

ben aprovecharse dellas. Las nuestras, respondió el dueño ,


si no es en casos semejantes como el que traemos entre ma-

nos, no nos pueden servir en otros, y aun en este, plegué


á Dios que nos sean de provecho. Esto dicho , se tornaron
á dividir y á volver á sus rebuznos; y á cada paso se enga-
ñaban y volvian á juntarse, hasta que se dieron por cou-

tia>eña, que para entender que eran ellos, y no el asno.


,

388 CUENTOS.
rebuznasen dos vezes una tras otra. Con esto , doblando ú
cada paso los rebuznos , rodearon todo el monte , sin que
el perdido jumento respondiese , ni aun por señas. Mas
¿ cómo habia de responder el pobre y mal logrado , si le

hallaron en lo mas escondido del bosque comido de lobos?


Y en viéndole, dijo su dueño ya me maravillaba yo de que
:

él no respondia, pues, á no estar muerto, di rebuznara, si

nos oyera , ó no fuera asno ;


pero á trueco de haberos oido
rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado
el trabajo que he tenido en buscarle , aunque le he hallado
muerto. En buena mano está, compadre, respondió el otro,
pties, si bien canta el Abad , no le va en zaga el monacillo.
Con esto desconsolados y roncos se volvieron á su aldea
adonde contaron á sus amigos, vecinos y conocidos cuanto
les habia acontecido en la busca del asno , exagerando el
uno la gracia del otro en el rebuznar; todo lo cual se supo

y se extendió por los Lugares circunvecinos. Y el Diablo que


rio duerme, como amigo de sembrar y derramar renci-
es

llas y discordia por do quiera, levantando caramillos en el

viento y grandes quimeras de nonada ordenó é hizo que las ,

gentes de los otros Pueblos en viendo á alguno de nuestra


,

aldea , rebuznasen , como dándoles en rostro con el rebuzno


de nuestros Regidores. Dieron en ello los muchachos, que
fué dar en manos y en bocas de todos los demonios del in-
lierno, y fué cundiendo el rebuzno de uno en otro Pueblo
de manera, que son conocidos los naturales del Pueblo del
rebozéo, como son conocidos y difereneiados los negros de

y ha llegado ú tanto la desgracia detta hurla, que


los blancos;
muchas vezes, con mano armada y formado eseii.nlion han ,

balido contra los hurtadores los burlados á darse batalla, sin


poderlo remediar Rey, ni Roque, ni temor, ni vergüenza.

Yo creo que mañana ó esotro <l¡ a h;in de salir en eampau»


los de mi Pueblo, que sou los del rebuzno, eonlra otro Lu-
:,

CUENTOS. 3<%
fiar que está á dos leguas del nuestro ,
qué ti uñó de los que
mas nos persiguen y por ;
salir bien apercebidos, llevo com-,

pradas estas lanzas y alabardas que habéis visto. Y estas son


Jas maravillas que dije que os habia de contar, y si no os

lo han parecido, no sé otras.

Cervantes, ibidera.

El Labrador convidado por el Hidalgo , ú la

modestia inlempestWa.

Sancho, embobado y atónito de ver la honra que á su


Señor aquellos Príncipes le hacían , y viendo las mucbas
ceremonias y ruegos que pasaron entre el Duque y Don
Quijote para hacerle sentar á la cabezera de la mesa , dijo
,

si sus mercedes me dan licencia , les contare un cuento que


pasó en mi Pueblo acerca desto de los asientos. Apenas hubo
dicho esto Sancho, cuando Don Quijote tembló, creyendo
sin duda alguna ,
que habia de decir alguna necedad. Mi-
róleSancho , y entendiéndole , dijo no tema vuesa merced :

Señor mió que yo me desmande , ni que diga cosa que no


,

venga muy á pelo que no se me han olvidado los consejos


;

que poco ha vuesa merced me dio sobre el hablar mucho


ó poco , ó bien ó mal. Yo no me acuerdo de nada Sancho, ,

respondió Don Quijote : di lo que quisieres, como lo digas

presto.... El cuento que quiero decir es este : convidó un


hidalgo de mi Pueblo muy rico y principal porque venia ,

de Alamos de Medina del Campo , que casó con Dona


los

Mencía de Quiñones , que fué hija de Don Alonso de Ma-


rañon, Caballero del Hábito de Santiago, que se ahogó" en
la Herradura, por quien hubo aquella pendencia , años ha,
en nuestro Lugar ,
que á lo que entiendo mi Señor Don
Quijote se halló en ella , de donde salió herido Tomasillo
el travieso , el hijo de Balbaslro el herrero, ¿ No es verdad
;,

39 o CUENTOS.
todo esto, Señor nuestro amo? Dígalo por su vida ,
porquff
estos Señores no me tengan por algún hablador mentiroso...
Digo, pues, Señores mios, que este tal hidalgo, que yo co-
nozco como á mis manos, porque no hay de mi casa á la
suya un tiro de ballesta convidó á un labrador pobre ,
,

pero honrado.... Y así digo ,


que llegando el tal labrador
á casa de dicho hidalgo convidador ,
que buen poso haya
su ánima ,
que ya y por mas señas dicen que
es muerto ,

hizo una muerte de un ángel , que yo no me hallé presente


que habia ido por aquel tiempo á segar á Tembleque Es
pues el caso que estando los dos para asentarse á la mesa,
que parece que ahora los veo mas que nunca.... Digo así ,

que estando , como he dicho , los dos para asentarse á la mesa


el labrador porfiaba con el hidalgo, que tomase la cabezera de
la mesa,y el hidalgo porfiaba también que
el labrador la to-

mase porque en su casa se habia de hacer lo que él mandase


,

pero el labrador que presumía de cortes y bien criado,


jamas quiso ; hasta que el hidalgo mollino ,
poniéndole
ambas manos sobre los hombros , le hizo sentar por fuerza,
diciéndole : sentaos , majagranzas , que adonde quiera que
yo me siente seré vuestra cabezera : y este es el cuento. Y
en verdad que creo que no ha sido aquí traído fuera de
propósito. Púsose Don Quijote de mil colores, que sobre lo
moreno le jaspeaban y se le parecían. Los Señores disimu-
laron la risa, porque Don Quijote no acabase de correrse,
habiendo entendido la malicia de Sancho.

El mismo , ibidem.
RETRATOS IDEALES. Jgi

CAPITULO III.
RETRATOS IDEALES.

Monipodio , ú el Tuno de Sevilla.

J_JleG(5se en esto la sazón y punto en que bajó el Señor


Monipodio, tan esperado como bien visto de aquella vir-
tuosa compañía. Parecía de edad de cuarenta y cinco a
cuarenta y seis años, alto de cuerpo , moreno de rostro,
cejijunto, barbinegro y muy espeso, los ojos hundidos:
venia en camisa, y por la abertura de delante descubría
un bosque, tanto era el vello que tenia en el pecho traia :

cubierta Una capa de bayeta casi hasta los pies, en los


cuales traia unos zapatos enchancletados : cubríanle las
piernas unos zaragüelles de lienzo anchos y largos hasta los
tobillos : el sombrero era de los de la ampa , campanudo de
copa y tendido de falda atravesábale un tahalí por espada
:

y pechos, á dó colgaba una espada ancha y corta á modo


de las del Perrillo : las manos eran cortas y pelosas , los de-
dos gordos , uñas hembras y remachadas
las las piernas :

no se le parecían pero los pies eran descomunales de*


,

anchos y juanetudos. En efecto, él representaba el mas


rústico y disforme bárbaro del mundo.

Cervantes, Rinconete y Cortadillo.

Dulcinea retratada al natural.


Ta, ta, dijo Sancho ¿que la hija de Lorenzo Corchuelo
39 3 RETRATOS IDEALES.
es la Señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre
Aldonza Lorenzo ? F.sa es, dijo Don Quijote , y es la que
merece ser Señora de todo el universo. Bien la conozco ,

dijo Sancho , y sé decir que tira también una barra, como


el mas forzudo zagal de todo el Pueblo: vive el dador,
que es moza de chapa, hecha y derecha, y de pelo en-

pecho y que puede sacar la barba del lodo á cualquier


,

caballero andante ó por andar, que la tuviere por Señora.


] O hi de puta ,
qué rejo que tiene , y
qué voz Sé decir, !

que se puso un dia encima del campanario del aldea


á llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho
de su padre, y aunque estaban de allí mas de media legua,
así la oyeron como si estuvieran al pie del torre y lo ;

mejor que tiene es que no es nada melindrosa , porque


tiene mucho de cortesana, con todos se burla, y de todo
hace mueca y donaire... Y confieso a vuestra merced una
verdad , Señor Don Quijote que hasta aquí he estada ,

en una grande ignorancia, que pensaba bien y fielmente,


que la Señora Dulcinea debia de ser alguna Princesa de
quien vuestra merced estaba enamorado, ó alguna persona
tul ,
que mereciese los ricos presentes que vuestra merced
le ha enviado , así el del Vizcaíno como el de los Galeotes,

y otros muchos que deben ser , según deben de ser muchas


que vuestra merced ha ganado y ganó en el
las victorias

tiempo que yo aun no era escudero pero bien conside- ;

rado ¿ qué se le ha de dar á la Señora Aldonza Lorenzo ,

digo á la Señora Dulcinea de] Toboso, de que se le vayan á


hincar de rodillas delante ella los vencidos que vuestra
merced envia , y ha de enviar ? Porque podría ser que al

tiempo que ellos llegasen, estuviese ella rastrillando lino,

ó trillando tn Um eras, y ellos se corriesen de verla, y ella


se riyese y enfádate del preienté.
El mismo , Quijote.
RETRATOS IDEALES. 39 3

La hermosa Quiteña»
Como Sancho vio ú la novia, dijo : á buena fé que no
viene vestida de labradora, si no de garrida palaciega.
Paidiez, que según diviso, que las patenas que liabia de
traer, son ricos corales , y la palmilla verde de Cuenca es
terciopelo de treinta pelos y montas , que la guarnición es
i

de tiras de lienzo blanco; voto á mí que es de raso pues to- :

madme las manos adornadas con sortijas de azabache ;

no medre yo, si no son anillos de oro y muy de oro,


empedrados con perlas blancas como una cuajada , que
cada una debe de valer un ojo de la cara. ¡
O hi de puta , y
qué cabellos ! que si no son postizos , no los he visto mas
luengos , ni mas rubios en toda mi vida. No sino ponedla
tacha en el brio y en el talle , y no la comparéis á una
palma que se mueve cargada de racimos de dátiles ,
que lo

mesmo parecen los dijes que trae pendientes de los ca-


y de la garganta. Juro en mi anima , que ella es una
bellos
chapada moza y qucpuede pasar por los bancos de Flándes.
Rióse Don Quijote de las rústicas alabanzas de Sancho
Panza. Parecióle que fuera de su señora Dulcinea del
Toboso , no había visto inuger mas hermosa jamas.

El mismo, ibidem.

•**
La Muerte.
A buena fé, Señor, respondió Sancho ,
que no hay que
fiar en la descarnada , digo en la muerte , la cual también
come cordero cómo carnero , y á nuestro Cura he oido
decir, que con igual pie pisaba las altas torres de los
Reyes, como las humildes chozas de los pobres. Tiene esta
Señora mas de poder, que de melindre ; no es nada asque-
rosa , de todo come y á todo hace , y de toda suerte de
,,

39 4 RETRATOS IDEALES.
gentes, edades y preeminencias hinche sus alforjas. No es
segador que duerme las siestas que á todas horas siega y ,

corta , así la seca como la verde yerba y no parece qrue ,

masca sino que engulle y traga cuanto se le pone de-


,

lante, porque tiene hambre canina, que nunca se harta

y aunque no tiene barriga da á entender que está hidró-


,

pica y sedienta de beber todas las vidas de cuantos viven ,

como quien se bebe un jarro de agua fria. No mas, Sancho


dijo á este punto Don Quijote tente en buenas, y no:

te dejes caer ,
que en verdad que lo que has dicho de
la muerte por tus rústicos términos , es lo que pudiera
decir un buen predicador. Dígote, Sancho, que si como
tienes buen natural, tuvieras discreción, pudieras tomar
un pulpito en la mano y irte por ese mundo predicando
lindezas. Bien predica quien bien vive, respondió Sancho ,

y yo no sé otras teologías.

El mismo , ibidem.

Clara Perlerina,

Digo ,J pues ,
que este mi hijo que ha de ser Bachiller , se

enamoró en el mesmo Pueblo de una doncella, llamada


Clara Perlerina, hija de Andrés Perlerino, labrador ri-
quísimo : y este nombre de Perlerines no les viene de
abolengo ni otra alcurnia , sino porque todos los de
este linaje son perláticos, y por mejorar el nombre los

llaman Pellines, aunque si iba á decir verdad la doncella ,

es como una perla oriental y mirada por el lado derecho


,

parece una flor del campo; por el izquierdo no tanto,

porque le falta aquel ojo, que se le sultó de viruelas i


y
aunque los hoyos del rostro son muchos y grandes, dicen
los que la quinen bien <|u<: aquellos no son hoyos, sino
,

sepulturas donde se sepultan las aliñas de sus amantes.


RETRATOS IDEALES. 39 5

Es tan limpia, que por no ensuciar la cara , trae las na-


rizes, como dicen , arremangadas , que no parece sino que

van huyendo de la boca y con todo esto parece bien por


;

extremo ,
porque tiene la boca grande y á no faltarle diez
,

d doce dientes y muelas ,


pudiera pasar y echar raya entre
las mas bien formadas. De los labios no tengo qué decir,
porque son tan sutiles y delicados, que si se usara aspar
labios pudiera hacer de ellos una madeja
,
pero coma ;

tienen diferente color de la que en los labios se usa comun-


mente ,
parecen milagrosos ,
porque son jaspeados do
azul , y verde , y aberenjenado. Si pudiera pintar su
gentileza y la altura de su cuerpo , fuera cosa de admira-
ción ; pero no puede ser , á causa de que ella está agobiada

y encogida, y tiene las> rodillas con la boca; y con todo


eso se echa bien de ver, que si se pudiera levantar, diera
con la cabeza en el techo; y ya ella hubiera dado la mano
de esposa á mi Bachiller , sino que no la puede extender,
que esta añudada; y con todo en las uñas largas y acana-
ladas se muestra su bondad y buena hechura.

El mismo , ibidem.

La Gitana vieja.

Lo primero con que encontré en el camino fue con una


escuadra de Gitanos. Mirad qué gente para reducirme y ,

qué alivio para enmendarme. Como era muchacho de


razonable brio, y
de sazonado despejo, me llegué á ellos,
comenzé á hablarles con nú natural donaire y gustaron ,

de que caminase en su compañía y los siguiese. Iba entre ,

la cuadrilla una vieja, que hasta hoy no acabo de desen-

gañarme si era demonio ó gitana, porque tan fiero rostro


no parece que podía ser humano. Tenia Ja frente llena de
encontradas arrugas : la cabeza vestida de una sucia toca,
3 9S RETRATOS IDEALES.
y desnuda de cabellos los ojos tan hundidos que se aver
:

cindaban mas al celebro que á las cejas solo tenian de ;

bueno que siempre hacían sombra á sus niñas dos nubes


de razonable tamaño la nariz se habia torcido á un lado
:

eomo tapia vieja , y la* mejillas cansadas de tenerla se ,

le habían hundido horribiemente : en la boca habian


quedado tres dientes, tan largos, que no servian mas
que de apuntalar las encías, y tan limpios, que yo los
tuve por de hierro y otros los juzgaban de alquimia. La
,

barba era del tamaño de la nariz, y á porfía (puede ser


que de vergüenza ) procuraban que no pareciese la boca,
pues tal vez las vi ofenderse por demasiado vecinas. Bien
sé que no es posible pintarla con toda verdad , y así os

suplico que pase este retrato por boiquejo de su extraña y


desigual figura. Empezó á inclinárseme de suerte, que siem-
pre la hallaba junto a mí, llamábame hijo con una voz tan
desconforme ,
que quisiera mas oir contra mí á un tróm-
pela comenzando á aprender, y siendo mi vecino.

D. Francisco Quintana , Hipol. y Amint.

JE7 Pedagogo avariento.


Habia en Sogoviq un Licenciado Cabra, que tenia por
oficio criar hijosde Caballeros , y envid allá el suyo , y
ri mí para queacompañase y sirviese. Entramos primer
le

Domingo después de cuaresma en poder de la hambre viva,


poique tal lazeria no admite encarecimiento. El era un
clérigo cerbatana, largo solo en él talle, una cabeza pe-
queña ,
pelo bermejo ; no hay mas que decir á quien sabe
el refrán que dice, ni gato ni perro de aquella color: los
OÚM avecindado! en el cogote, que parecía que miraba
por cuébunos ,hundidos y oscuros,
tan que era buen
sitio el suyo para tiendas d<- mercaderes : la nariz entre

liorna y Francia ,
porque se la hablan comido unas bubas
RETRATOS IDEALES. 397
de refriado ,
que aun no fueron de vicio ,
porque cuestan
dinero : las barbas descoloridas de miedo de
la boca ve-

cina, que de pura hambre, parecía que amenazaba á


comérselas : los dientes le faltaban no sé cuantos , y
pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían ,

desterrado : el gaznate largo como avestruz, con una nuez


tan salida ,
que parecia se iba á buscar de comer , forzada
de la necesidad los brazos secos las manos como un
: ,

manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo


parecia tenedor ó compás , con dos piernas largas y
flacas. Su andar muy despacio si se descomponía so- ; ,

naban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla


hética , la barba grande ,
que nunca se la cortaba ,
por
no gastar ; y él decia ,
que era tanto el asco que le

daba ver las manos del barbero por su cara ,


que antes
*e dejaría matar, que tal permitiese ; cortábale los ca-
bellos un muchacho de los otros. Traia un bonete los
días de sol ratonado con mil gateras
, , , y guarniciones
de grasa ; era de cosa que fué paño , con los fondos de
caspa. La sotana, según decian algunos , era milagrosa ,

porque no se sabia de qué color era. Unos viéndola sin


pelo, la tenian por de cuero de rana : otros decian
que era ilusión ; desde cerca parecia negra , y desde lejos

entre azul : llevábala sin ceñidor : no traia cuello, ni


puños; parecia con los cabellos largos, la sotana mísera
y corta, lacayuelo de Ja muerte. Cada zapato podia ser
tumba de un filisteo. Pues su aposento, aun arañas no
habia en él ; conjuraba los ratones , de miedo que no le
royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenia
«n el suelo, y dormía siempre de un lado, por no gastar
la 5 sábanas ; al fin él era archipobre, y protomisería.

(¿uevedo, Vida del Gran Tacaño.


:,

39 8 RETRATOS IDEALES.

El Hidalgo Montañés.

Yo iba caballero en el rucio de la Mancha , y bien


deseoso de no topar á nadie, cuando desdé lejos vi venir
un hidalgo de portante, con su capa puesta, espada ce-

ñida, calzas atacadas y bolas , y al parecer bien puesto :

el cuello abierto , el sombrero de lado. Sospeché que era


algún Caballero que dejaba atrás su coche , y así empare-
jando , le saludé. Miróme, y dijo : irá vuesa merced,
Señor Licenciado , en ese borrico con harto mas des-
canso ,
que yo con todo mi aparato. Yo que entendí que
3o decia por cochey criados que dejaba atrás dije en , :

verdad, Señor, que lo tengo por mas apazible caminar


que el de coche, porque aunque' vuesa merced vendrá
en el que trae detras, aquellos vuelcos que da, inquietan.
¿Cual coche detrás? dijo él muy alborotado ;
y al volver
atrás, como hizo fuerza, se le cayeron las calzas, porque
se le rompió una agujeta que traia , la cual era tan sola

que tras verme tan muerto de risa de verle , me pidió una


prestada. Yo que vi que de la camisa no se veia sino

una ceja, y que traia tapado el rabo de medio ojo le dije ,

por Dios, Señor, que si vuesa merced no aguarda á sus


criados yo no puedo socorrerle , porque vengo atacado
,

tínicamente. Si hace vuestra merced burla , dijo él ( con


Jas chacondas en la mano ) vaya ,
porque no entiendo eso
de los criados ; y aclaróseme tanto, en materia de ser
pobre, que me confesó á media legua que anduvimos ,
que
si no le hacia merced de dejarle subir en el borrico un
jato , no le era posible pasar á la Corte ,
por ir cansado de
caminar con las bragas en los puños y movido á com-
;

pasión me apeé ; y como él no podia sacar las calzas,


Jiúbclr yo d<; subir; y c-panlúim lo que descubrí en el

t'jcamitiilo ,
porque por la parte de atrás, que cubría l*
RETRATOS IDEALES. 399
capa, traia las cuchilladas con entretelas de nalga pura.
El, que sintió lo que habia visto, como discreto , se pre-
vino diciendo t ¡
Señor Licenciado ! no es oro todo lo que

reluze... nada vuesa merced , que


Pues aun no ha visto

hay tanto que ver en mí, como tengo, porque nada


cubro. Veme aquí vuestra merced un hidalgo hecho y
derecho, de casa y solar montañés, que si como sus-
tento la nobleza , me sustentara , no hubiera mas qué
pedir ;
pero ya , Señor Licenciado , sin pan ni carne no
se sustentabuena sangre, y por la misericordia de Dios,
todos la tienen colorada , y no puede ser hijodalgo el
que no tiene nada. Ya he caido en la cuenta de eje-
cutorias, después que hallándome en ayunas un dia, no
quisieron dar sobre ella en un bodegón dos tajadas : ¿pues
decir que no tienen letras de oro ? pero mas valiera el oro
en las pildoras, que en las letras, y demás provecho es ,
y
con todo hay muy pocas letras con oro. He vendido hasta
mi sepultura, por no tener sobre qué caer muerto; que la
hacienda de mi padre Toribio Rodríguez , Vallejo , Gómez,
•de Ampuero (
que todos nombres tenia ) se perdió
estos

en una fianza ; solo el Don me ha quedado por vender,


y soy tan desgraciado ,
que no hallo nadie con necesidad
del pues quien no le tiene por ante , le tiene por postre
; ,

como el Remendón, Azadón, Pendón, Baldón Bordón y ,

otros así. Confieso, que aunque iban mezcladas con risa la*
calamidades del dicho hidalgo, me entretuvieron. Pre-
guntóle como se llamaba , y adonde iba , y á qué. Dijo
todos los nombres de su padre : Don Toribio Rodriguet
Vallejo , Gómez de Ampuero y Jordán no se vio jama» ;

uonihre tan campanudo, poique acababa en don, y em-


pezaba en dan , como son de bajo. Tras esto dijo que iba
,

ú la Corte , porque un mayorazgo raido como él , en un


Pueblo corto , oli* mal h dos dias , y ao se podia sustentar,
4oo RETRATOS IDEALES.
y que por eso se iba á la patria común, á donde cabett
todos, y adonde hay mesas francas para estómagos aven-
tureros y nunca cuando entro en ella , me faltan cien
;

reales en la bolsa, cama, de comer, y refocilo de lo


vedado ; porque la industria en la Corte es piedra filo-
sofal, que vuelve en oro cuanto toca.

El mismo } ibidem.

El falso Hermitaño.
Se iban lamentando Critilo y Andrenio , prosiguiendo su
viaje, cuando se les hizo encontradizo un hombre, vene-
rable por su aspecto, muy autorizado de barba ¡ el rostro
ya pasado, y todas sus facciones desterradas, hundidos los
ojos , la color robada , chupadas las mejillas la boca ,

despoblada , ahiladas las narizes , el cuello de azuzena


lánguida, la frente encapotada, su vestido por lo pió
remendado , colgando de la cinta unas disciplinas , lasti-

mando mas los ojos de quien las mira que las espaldas del

que las afecta , zapatos doblados á remiendos , de mayor


Comodidad que gala : al fin él parecía semilla de fifi-mi-
ta ños. Saludóles muy á lo del cielo ,
para ganar mas
tierra.
Gradan, Criticón.

El Predicador evaporado.
Hallábase el Padre Predicador mavor en lo mas florido

<le la edad, esto es, en los treinta y tres años cabales. Su


estatura procerosa , robusta y corpulenta : miembros bien
Departido*, y asaz simétricos y proporcionados muy de* :

j< » !k> ().- iiiuladura algo salido de panza, Cuellierguido,


,

su cerquillo copetudo, y estudiosamente arremolinado t

lidjito-, siempre limpios y muy prolijos de pliegues, M-


,,

RETRATOS IDEALES. /¡m

pato ajustado, y sobre todo su solideo de seda , hecho


de aguja , con muchas y muy graciosas labores eleván- ,

dose en el centro una borlita muy airosa obra toda de :

ciertas Beatas ,
que se desvivían por su Padre Predicador.
En conclusión, él era mozo galán, y juntándose á todo
estouna voz clara y , sonora, algo de zezeo gracia espe-
cialpara contar un cuentecillo, talento conocido para
remedar despejo en las acciones
, popularidad en los ,

modales boato en el estilo, y osadía en los pensamientos


,
,

sin olvidarse jamas de sembrar los sermones de chistes ,

gracias refranes , y frases de chimenea encajadas con


grande donosura , no solo se arrastraba los concursos
sino que se llevaba de calles los estrados.
Era de aquellos cultísimos predicadores , qué ¡amas ci-

taban á los Santos Padres, ni aun á los Sagrados Evan-


gelistas por sus propios nombres ,
parcciéndoles que esta
es vulgaridad. A San Mateo le llamaba el Ángel Histo-
riador : á San Marcos el Evangélico Turo : Lucasá San
el mas divino Pincel : á San Juan el Águila de Patmos á :

San Jerónimo la Púrpura de Belén á : San Ambrosio


el Panal de los Doctores á San Gregorio
: la alegórica

Tiara. Pensar que al" acabar de proponer el tema de un


sermón ,
para citar el Evangelio y ¿1 capítulo de donde

le tomaba, habia de decir sencilla y naturalmente i Joannes


capite décimo tertio : Malthvei capite décimo quarto

eso era cuento , y le parecia que bastaría eso para que


le tuviesen por un Predicador Sabatino ; ya se sabia

que siempre habia de decir : Ex evangélica leccione

Malthoii vel Jaannis capite quarto décimo ; y otras vezes,

para que saliese mas rumbosa la colocación : Quar-u-to-


decimo ex capite, ¡
Pues (pié ! dejar de meter los dos de-

ditos de la mano derecha con garbosa pulidez entre el


cuello y el tapa-cuello de la capilla , en ademan de
Tom. I *6
,

4o2 RETRATOS IDEALES.


haciendo un par de moví-
nuien desahoga el pescuezo,
cabeza, mientras estaba propo-
cientos dengosos con la
de proponerle , dar dos o tres
niendo el lema : y al acabar
limpiar el pecho,
brinquitos disimulados: y como para
desden á una y
hinchar los carrillos, y, mirando con
ruido gutural
romper en cierto
otra parte del auditorio,
siempre que
relincho. Esto, afeitarse
entre estornudo y
el copete,
el cerquillo, levantar
había de predicar, igualar
ó no hecha una breve oración, se
Y luego que hecha
sacar con airoso ademan de
la
ponía de pie en el pulpito ,
seda de . vara y de color
Uga izquierda un pañuelo de
nari.es con estré>to, aunque
*vo, tremolarle, sonarse las
que aire, volverle á meter en
la
no saliese de ellas mas con-
todo el
con armonía , mirar a
TO anga . compás y dai
entre ceñudo y desdeñoso y
curso con despejo,
bendito
de sea ante todas cosas
principio con aquello
concluyendo con lo otro de en el
llabado,y ¿orificado; no
ser de su naticral animación;
primitivo instantáneo
mayor en todos sus
dejaría de hacerlo el
Padre Predicador
aunque San Pablo le predicara
mismo
Iones ,
el
otras tantas eviden-
ellos eran, por lo menos ,

q „e todos de juizio, n, asomo


no habia , ni migaja
cia, de que allí
meollo , ni
dé ingenio , ni sombra de
de sindéresis , ni gota
pizca de entendimiento.

?. Isla, el Famoso Predicador Fr. Gerundio.

Flff DEL TOMO PRIMERO.


)W\V>^\\X\>XVV\\XVVVV\SVVVV>iV'V'VVV\VVV\S\XVVV,VVV>SVVV\XVVVVVV

TABLA DE LAS MATERIAS


CONTENIDAS

EN EL TOMO PRIMERO.

A DVERTENCIA v
xj
Discurso Preliminar... * «

LIBRO PRIMERO.
ESTILO TEMPLADO.

CAPITULO I
o
. - INTRODUCCIONES.
Guerra contra los Moriscos de Granada. Mendoza... i

Vida de S. Jerónimo. P. Sigüenza 3


Guerra entre Castilla y Aragón. Mariana 6
Expedición de Catalanes y Aragoneses. Moneada 7

CAPITULO II. - NARRACIONES.


Hernán Corles asalta y prende d Pdnfilo de JVarvaez.
López de Gomara 10
Toma de la Goleta por Carlos V. Gonzalo de Illescas. i4
Rendición de Túnez. El mismo 17
Batalla del Elba ganada contra el Duque de Sajo/ria.

D. Luis de Avila y Zuñign 23


Clemencia de Carlos V con el mismo Duque. El mismo. 24
Venida de Osiris d España : guerra contra Gerion.
Florian de Ocampo 27
4o4 TABLA DE LAS MATERIAS.
Derrota de Asdrúbal. El mismo i§
Toma del Fuerte de las Guajaras. Mendoza 3o
Conjuración contra Aben Humeya , y su muerte.
El mismo 34
Muerte de D. Pedro el Cruel. Mariana 36
Entereza del Rey D. Enrique III. El mismo 41
Batalla de Antonio Galban en las Molucas. Bartolomé
Argensola 44
Conducta del Sangftje de Momoya , vencido por Cata-
bruno. El mismo 4^
La Navegación en el mar Glacial. Cervantes 47
La Caza de Montería. El mismo 5o
El Desencanto de Dulcinea. El misino 52
Batalla del monte Tauro. Moneada 58
Muerte de Rogcr de Flor en un convite. El mismo.. 59
Diversidad de opiniones producida por la cesión de
los Países Bajos, que lazo Felipe II á favor de
la Infanta Doña Isabel. Don Carlos Coloma, 61
Presagios de la ruina del Imperio Mejicano. Solis 64
Evacuación de Méjico por los Españoles : dificultades

y trabajos de la retirada. El mismo 68


Fin de la retirada , batalla de O tumba y ,
derrota
completa de los Mejicanos. El mismo 8a
Rebelión de D. Sancho el Bravo contra su padre.
\¡ugas y Ponce 87
Heroicidad de Cuzma n el Bueno en Tarifa. Quintana. 91
Triunfos navales de Roger de Lauria. El mismo 94
Los Hcrocs de Barleta. El mismo 98

CAPITULO III. - DESCRIPCIONES.


El ffwrtO de la Delcilácictn. Alfonso de la Torre...... n>3
La Corrida de toros. í.iius de (lita n>4
El Juego de canas y sortija. El mismo 1 08
TABLA DE LAS MATERIAS. /fo5

La Celestial Jerusalen. P. Malón de Chaide 118


La Boca de Montefurado en Galicia. Arce y Soldrzano. 120
La Ribera del Tajo. Cervantes i^3
El Falle de loscipreses, y las honras del pastor Meliso.
El mismo 1^5
El Siglo de oro. El mismo ia<J

Enumeración de dos ejércitos poderosos. El mismo i3i


El Lago encantado. El mismo l34
Las Bodas de Camochó. El mismo i36
Juegos públicos de los antiguos. El mismo i4°
La Naumaqui'a. El mismo i44
El templo del Dios de la Guerra en Méjico. Solis.... i47
La Casa del labrador Eumeno. Montengon i5o
Estragos del uracan en la Pensilvania. El mismo, i55
Los Jardines de Alcinoo. El mismo i58

CAPITULO IV. - PINTURAS.


Miseria de la vida humana. Pérez de Oliva 161
Excelencia del entendimiento. El mismo i63
Deleitosa vida de los labradores. El mismo 164
La Corrupción del siglo. Luis Mejía » i65
Utilidad de la Historia. Pedro Mejía 166
El Juizio final. Fr. Luis de Granada 168
El Descendimiento de la Cruz. El mismo 170
Entrada gloriosa de Jesu Cristo en el Limbo. El mismo. 173
El amor de Dios inspirado por las criaturas. P. Diego
de Estella ,. 1^4
La Vida pastoril. Fr. Luis de León 177
La Cautividad del Pueblo Hebreo. Malón de Chaide.. 179
La Historia. P. Sigücnza 180
Estado de la España al avenimiento de D. Rodrigo.
Mariana 181
Los Males del Arnor. Cervantes ,. 18»
1

4c6 TABLA DE LAS MATERIAS.


La Tempestad en el mar. El mismo i85
El Solitario. El mismo 188
El Desembarco de los Turcos en la costa de Cata-
luna. El mismo 190
El Hombre material é intelectual. Quevedo 191
La Paz y la Guerra. Saavedra 195
Armonía del Universo. Gracian 197
Muerte de Raquel , dolor de Alfonso VIII. Conde
de Cervellon 200
Confusión y perplejidades de Motezuma , al acer-
carse los Españoles d su capital. Solis 201
El Rico y el Pobre. Feijoo 2o3
El Firmamento. El mismo 206
La Clemencia y la justicia conciliadas en el castigo
de los malhechores. El mismo , 207
Isidoro y Dorotea, ó los consortes felizes . Montengon. 211
Contradicciones del hombre. Forner 2i3
El Señor benéfico. Cienfuegos 2i5
El Gran Capitán d su vuelta de Italia. Quintana.. 21c

CAPITULO V. - ALEGORÍAS Y FÁBULAS.


Las Cuatro edades del Hombre. Mateo Alemán 22S
La Isla de la Sensualidad. Cervantes 227
El Camino del vicio y el de la virtud. Quevedo 23o
La Rosa y el Coral. Saavedra 233
El Mar Tirreno y el monte Vesubio. El mismo 234
La Entrada de la República Literaria. El mismo.. 235
Lo Interior de la República Iliteraria. El mismo.... 238
La Invención de la Tinta. El misino 24
La Muerte, (inician 243
I.i Mutuo/i del Engaño. El mismo 248
El Engaño y la Fortuna. El miuno »49
l.,i Fortuna y •»' comitiva. Vele/- de Guevara
El Maule de la / irittd. Feijoo a^
TABLA DE LAS MATERIAS. 407

CAPITULO VI. - DEFINICIONES.

La Temeridad. López de Palacios Rubios 258


La Cobardía. El mismo r 260
La Sabiduría. Pérez de Oliva 261
El Soldado. El mismo 1 ib.

La Fortuna. El Obispo Guevara 262


La Templanza. Luis Mejía 263
La Buena y la mala lengua. El mismo 264
La Fortaleza. El mismo 265
El Historiador. Bachiller Rúa 267
La Fama. Cervantes de Salazar 269
Dios. Fr. Luis de Granada 270
Grandeza de Dios. El mismo 273
La Humildad. El mismo 274
La Historia política y la monástica. P. Sigücnza.. 2^5
El Amor. Alemán 277
Los Zelos. Cervantes 278
{ Los Linajes. El mismo 280
La Amistad. D. Francisco Quintana 282
La Vanagloria y los Vanagloriosos. El mismo 283
El Deleite sensual y sus peligros. P. Martin de Roa. 284
La Vida. Quevedo 286
El Hombre viciado por la malicia. Saavedra 288
El Sol y la Luna. Gracian 289
La Hazañería y los Hazañeros. El mismo 290
La Confianza. P. Nieremberg agí
El Agradecimiento. El mismo 293
El Sacerdocio. P. Calatayud 29J
La Fama Postuma. Cadalso 397
La Muerte. Montengon 299
La Elocuencia profana, y la sagrada. Capmany 3oo
Los Hipócritas. Cienfuegos 3o»
1

4o8 TABLA DE LAS MATERIAS.

CAPITULO VII. - DISCURSOS Y CONTROVERSIAS.


Preeminencia de las Armas sobre las Letras. Cervantes. 3o£
El hombre nació para vivir en paz. Saavedra 3oo
Defensa de las Mugeres. Feijoo 3i3
Grandeza y decadencia de la España Ganda ra 31 8 .

Verdadera ciencia del hombre fundada en la cons-


titución de su ser. Forner 3 26

LIBRO SEGUNDO.
ESTILO LLANO.

CAPITULO I
o
. - DIÁLOGOS.
Sancho Panza y su mugcr Teresa. Cervantes 333
Monólogo de Sancho Panza al tiempo de ir d verse
con Dulcinea , enviado por D. Quijote. El mismo... 34o
TJidlogo alegórico entre el Mérito, portero del palacio
de la Inmortalidad , y varios personajes que prcien-
dcn entrar en él. Gracian Zf\i

¡Mediato y Lorenzo. Cadalso 3.^5


Jfiusebio y su criado Allano. Montengon 35
D. Simón y D. Torcuata escena V del primer
: acto del
Delincuente Honrado , sobre los desafíos. JoveIJanos. ZS.[

4?. Justo y D. Simón escena VI del acto cuarto


:
,

sobre lo mismo 35}


jOoña Irene y D. Diego escena IV del Sí tic las
:

Niñas. D. Leandro Fernandez Mora ¡n S'h) I

ij. Diego , Doña Irene y Doña Francisca \ escena /

del acto segundo 36a


TABLA DE LAS MATERIAS. ¿09

CAPITULO II. - CUENTOS.


Ha Novia soberbia domada. El Infante D. Juan Manuel. 367
La Publicación de la Bula. Mendoza 3^o
Casos raros de amor. Alemán , 3^3
La Querella de esíupro. Cervantes 38o
La Consulta sobre el puente de la horca. El mismo. 383
El rebuzno á competencia. El mismo 385
El Labrador convidado por el Hidalgo. El mismo.... 38g

CAPITULO III. - RETRATOS IDEALES.


Monipodio , tí el Tuno de Sevilla. Cervantes.... 3gi
Dulcinea retratada al natural. El mismo ib.

La Hermosa Quiteria. El mismo 3g3


La Muerte. El mismo ib.

Clara Perlerina. El mismo 3o,4


La Gitana vieja. D. Francisco Quintana 395
El Pedagogo avariento. Quevedo 3g6
El Hidalgo Montañés. El mismo 398
El Falso Hermilaño. Gracian ^oo
El Predicador evaporado. P. Isla ib.

FIN DE LA TABLA.
»«•
BU4DIN»

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