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Clase 8

Este documento presenta una introducción al estudio de la afectividad humana y las emociones desde las perspectivas de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Explica la terminología relacionada como pasión, emoción, sentimiento y afecto. Describe la naturaleza de la afectividad como movimientos del apetito sensitivo que producen alteraciones físicas. Finalmente, analiza el aspecto psíquico y fisiológico de las pasiones como fenómenos psicosomáticos que involucran cambios en el

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Clase 8

Este documento presenta una introducción al estudio de la afectividad humana y las emociones desde las perspectivas de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Explica la terminología relacionada como pasión, emoción, sentimiento y afecto. Describe la naturaleza de la afectividad como movimientos del apetito sensitivo que producen alteraciones físicas. Finalmente, analiza el aspecto psíquico y fisiológico de las pasiones como fenómenos psicosomáticos que involucran cambios en el

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LA AFECTIVIDAD

Clase perteneciente al Curso intensivo anual de la Fundación CEyTEC 2020

Lic. Marcos Randle

Introducción
Estamos frente a uno de los temas más importantes de la Psicología. Se trata del estudio
de las emociones humanas. Los psicólogos a diario nos topamos con los intricados caminos
de las emociones, habitualmente nos esforzamos por lograr que emociones descarriadas
vuelvan a su cauce y hallen equilibrio suficiente en el organismo total de la integralidad
humana.
Hay muchos autores de la Filosofía y de la Psicología que han estudiado este tema y
con aportes muy interesantes. Pero no nos cabe duda que el estudio más rico, profundo y
acabado de estos temas es el que presentan Aristóteles y en su versión mejorada Santo
Tomás de Aquino. Uno en su Retórica y el otro en varias de sus obras, pero principalmente
y de manera bien organizada en la Summa Teológica.
A. Terminología:
El sentido que los antiguos daban al término “pasión”, puede traducirse por
“receptividad”: todo ser que pasa de la potencia al acto, todo sujeto que se encuentra bajo la
influencia de una causa agente, se dice “pasivo” en relación con ese acto o causa. Como en
las pasiones, el hombre, de algún modo, es “arrastrado” por un objeto y “padece” cambios
en su psiquismo y biología, el sentido del término está ampliamente justificado; más
todavía si se tienen en cuenta algunas pasiones en particular, como el temor, la tristeza, el
dolor o la cólera.
En la actualidad el término “pasión” ha perdido gran parte de su valor original, pasando
a tener un cierto sentido peyorativo, reservándose su uso en muchas corrientes psicológicas
a “las inclinaciones y tendencias que rompen el equilibrio de la vida psíquica”. Se
privilegian así otros vocablos, como emoción, afección, afecto, sentimiento, apetición, etc.
El término clásico “pasión” no ha perdido, sin embargo, su valor y tiene una amplitud que
no revisten las otras voces.

1
Este apetito es la inclinación hacia el bien que perfecciona la naturaleza sensible del
hombre y surge a partir de un conocimiento sensible (por eso se da sólo en los seres
dotados de conocimiento sensible); tiene dos aspectos: uno interior o psíquico y otro
exterior o fisiológico.
En cuanto a la terminología diremos que en el lenguaje moderno se usa también la
palabra pasión, pero casi siempre en el sentido peyorativo: como significativa de un
movimiento fuerte y desenfrenado de la afectividad sensitiva.
Tomándola, pues, en el sentido original de la expresión la pasión afecta de modo directo
al cuerpo, del cual el alma es forma. El alma sufre la pasión por razón del compuesto, pero
la pasión, propiamente, pertenece al apetito sensitivo.
La palabra afecto tiene un significado más amplio, porque se refiere no solamente al
orden sensible, sino también al intelectivo. Así hablamos de afectos sensitivos y de afectos
de la voluntad, de afectos buenos y de afectos malos.
Afecto (o afectos) en el lenguaje común significa la atracción psíquica hacia algunas
personas o cosas. Pero en la ciencia psicológica tienen siempre un significado más amplio,
pues el afecto puede ser positivo (de atracción), o negativo (de repuslión).
Los psicólogos modernos prefieren hablar de emociones (y no de pasiones), porque la
palabra emoción tiene hoy día una significación más amplia y neutral que el término
pasión.
Otra palabra muy usada hoy (y rara entre los antiguos) es el vocablo sentimiento. Los
sentimientos son estados afectivos, más bien durables, pasivos y de moderada intensidad
(como la simpatía, la amistad, la compasión, la melancolía, etc.).
En cuanto a la etimología de las palabras citadas, podemos observar que pasión viene
del verbo latino pati (padecer o recibir), emoción proviene de emovere (remover o apartar
del estado anterior) y sentimientos viene de sentire ( sentir o percibir).
El Psicología es necesario usar siempre los términos pasión y emoción en el sentido
amplio de movimientos de la afectividad sensible, a fin de evitar confusiones. Los autores
antiguos preferían hablar de pasiones y los modernos hablan de emociones.
El término pasión a groso modo podemos tomarlo como el equivalente a emoción.

2
B. Naturaleza de la afectividad

Las pasiones, sentimientos, afectos o emociones, son los movimientos de la facultad


apetitiva sensible que reacciona ante la percepción de un objeto –como atractivo o nocivo–
por parte de los sentidos internos; produciendo, a su vez, (condición esencial de la pasión)
una alteración física.
La dimensión afectiva o pasional pertenece a la dimensión corporal del hombre; pero en
este, tales fenómenos nunca se realizan sin interactuar con las facultades superiores (ya sea
recibiendo su influencia o influyendo sobre ellas). Por eso en el hombre la afectividad es un
fenómeno “mixto”, en el que convergen dos fuentes: la corpórea y la espiritual.
Se trata de movimientos-actos (lo que significa que hoy están y mañana no), estados
pasajeros, distinto a disposiciones estables. Son actos de facultades que se llaman apetitos.
En el contexto de Santo Tomás esta es la facultad (como el recordar es un acto de la
memoria) cualquier emoción pertenece a una facultad
En la antigüedad existían dos perspectivas, la biomédica y la ética/moral. En la
primera encontramos por ejemplo el tratado de medicina de Avicena y en la moral es en la
que se encuentra Santo Tomás, lógicamente por ser teólogo.
El apetito o potencia hace referencia a lo que atrae hacia un bien; o apetito también
es algo que retrae o repele frente a un mal. Para Santo Tomás todo movimiento del apetito
se puede reducir a dos: el de atracción y el de repulsión. Desde la noción de bien y mal,
según lo que es así apreciado. De hecho todas las virtudes que se refieren a las pasiones
(templanza, fortaleza y las virtudes asociadas) no se entienden sino por estos movimientos.
Cuando me siento demasiado atraído, me tengo que moderar o limitar. Eso es lo que hace
la templanza. Cuando el apetito se retrae demasiado hay que impulsar, esto lo hace la
fortaleza y las otras virtudes cercanas a la fortaleza. El peligro en el hombre es retraerse
cuando tiene que impulsarse o impulsarse cuando hay que retraerse.
Apetitos hay de dos órdenes: intelectivo (voluntad) y sensitivo. El apetito intelectivo
depende de la captación de la inteligencia, que puede captar el bien absolutamente, como
dice Santo Tomás. El apetito sensitivo tiende al bien tal como lo capta el sentido. El sentido

3
es de lo particular y singular, concreto, no universal. Dentro de este apetito tenemos dos
funciones: el concupiscible.1
El apetito desiderativo tiende al bien placentero. El apetito asertivo tiende al bien difícil.
Esto quiere decir que hay cosas (dice Santo Tomás) que el mismo sentido capta como
agradables o desagradables, buenas o malas para el sentido.
El irascible va por aquello que el sentido capta como desagradable, pero la
estimativa capta como bueno.
Las PASIONES son ACTIVADAS por el sentido. O por el externo si son elementales,
para agrado y desagrado, o las que llamamos hoy emociones activadas por una cognición.

C. Aspecto psíquico y fisiológico de la pasión.

La pasión para Santo Tomás es psicosomática. Esto quiere decir que se localiza en el
cuerpo. Para él, eran cambios de estados de la sangre en el corazón. Este es el aspecto
material. Pero requiere un aspecto formal que es propiamente la tendencia. La ira no es solo
el hervor de la sangre en el corazón, pero formalmente es el apetito de venganza.
Es psicosomática, no como la voluntad, que es espiritual para Santo Tomás. Los
movimientos de la voluntad, que para Santo Tomás se encuentran muchos de naturaleza
afectiva. 2
En su aspecto psíquico la pasión consiste en cierto “movimiento” del alma, entendiendo
aquí “alma” en sentido amplio, como afectividad humana. Cuando estamos alegres o tristes
tenemos la impresión de que nuestra alma se abre y expande en deseo hacia un bien que
atrae o se retrae ante un obstáculo que la frena. Cuando experimentamos un deseo hacia
algo, tenemos la impresión de “cierto movimiento del alma” hacia ese bien amable; cuando
nos entristecemos, probamos como un freno o dificultad en el movimiento hacia algo que
parece escapársenos; cuando sentimos miedo parece como que algo violento sacude nuestra
tranquilidad. Todos los movimientos interiores se caracterizan por una fase de comienzo, de
1
Concupiscencia es una palabra que no se usa fuera de la filosofía y la teología. Esto significa DESEO (en
latín). Diríamos, el apetito desiderativo. Y el apetito irascible que tiene que ver con la asertividad (apetito
asertivo).
2
La voluntad no es solo capacidad electiva, sino que es capacidad de amar, de desear, de gozar,
etc…(espiritualmente).

4
progresión o de detención de una tendencia evolutiva hacia un bien que nos atrae o de una
tendencia de retracción ante un mal que nos amenaza.
Pero este movimiento del alma tiene como correlativo necesario e inseparable un
movimiento orgánico (“transmutatio organica”). Desde el momento en que surge una
pasión, ésta toma una expresión y una mímica que la pone en evidencia.
Así, por ejemplo, un hombre alegre está exultante, se mueve con prontitud y vivacidad,
gesticula con fuerza y abundancia, su rostro tiene color, se anima, sus ojos brillan. El
hombre triste tiene una mirada fija y sombría, su voz es débil, sus miembros están caídos y
alargados, suele estar inerte, se mueve lentamente como atado a una pesada ancla.
Los movimientos orgánicos y la mímica corporal varían mucho según los individuos y
sus diferentes temperamentos. El mismo afecto es diverso en unos y en otros. Por ejemplo,
el gozo en el hombre impulsivo se manifiesta de modo exuberante y frondoso, pero en el
apático se muestra más apagado y tranquilo. Estos movimientos orgánicos externos,
“periféricos” (como dice Noble), no representan toda la fisiología de la pasión; son más
bien el resultado de ella. Se ha discutido mucho sobre el origen interno de estos
movimientos pasionales y el factor fisiológico primario de las emociones. Para Santo
Tomás esto depende del movimiento del corazón.

D. Unidad psico-fisiológica de la pasión.


Si bien debemos separar, en favor de la claridad de exposición, el aspecto psíquico y el
fisiológico de la pasión, el hecho pasional mantiene una unidad fundamental. Los dos
elementos se unen con una cohesión tan absoluta y necesaria que la pasión no existiría si,
por un imposible, el aspecto psíquico pudiera darse sin el aspecto fisiológico. No se concibe
una emoción de miedo sin perturbación orgánica, por lo menos interna. No existe gozo,
tristeza o cólera sin una conmoción corporal paralela. Si este elemento fisiológico no
existiera, estaríamos ante un sentimiento de orden puramente espiritual y voluntario, pero
no ante una pasión.
Por tanto, la pasión es un acto único del apetito sensitivo, que comprende esencialmente
una tendencia afectiva y una reacción fisiológica. Para Santo Tomás, la tendencia es el
elemento formal de la pasión, mientras que la reacción fisiológica hace de materia de la
misma.

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De aquí se sigue que es la tendencia la que cualifica la pasión o, si se quiere, lo que
distingue una pasión de otra. Por ejemplo, el amor es una tendencia muy característica que
se distingue del odio (uno es un movimiento apetitivo de atracción, el otro de rechazo).
Pero los fenómenos fisiológicos (al menos observados desde afuera) están lejos de
caracterizar o distinguir las pasiones: por ejemplo, varían en profundidad, conmoción e
intensidad de un individuo a otro, incluso tratándose de la misma pasión (como el miedo a
un mismo objeto afecta de manera diversa a dos personas que lo enfrentan juntas, y así y
todo es miedo lo que ambas tienen, o sea, la misma pasión y no dos pasiones diversas).
Por todo esto, se ve claramente que la pasión es un fenómeno específicamente distinto del
pensamiento intelectual, de la sensación y del querer. Sin embargo, para Santo Tomás hay
una conexión entre los dos órdenes de apetitos.
La emoción, dice Santo Tomás, no es el único motivante de nuestra conducta. El
hombre puede no actuar según las emociones, sino según los actos de la voluntad. La
emoción no es determinante de la conducta.
2. Origen y desarrollo de la pasión
A. Origen de la pasión:

El conocimiento sensible. El temperamento, la conformación biológica de la persona,


los estados físicos saludables o enfermizos, son solo predisposiciones para nuestros estados
afectivos y pasionales. No son causa suficiente del surgimiento de una pasión. La causa
inmediata es, en cambio, la captación de un objeto sensible percibido por los sentidos como
bueno o malo para el sujeto, o sea, hablando más propiamente, como atractivo (útil,
deleitable) o nocivo (dañoso, perjudicial).
Al decir “sentidos”, nos referimos tanto a los sentidos externos cuanto a la memoria,
que guarda las imágenes de las sensaciones pasadas (procesadas por la cogitativa), a la
imaginación, que las reproduce, disminuye o agranda por asociaciones con otras imágenes
y a la cogitativa, que juega un papel fundamental en todo este proceso. La construcción
imaginaria (imaginación-memoria-cogitativa) juega un rol muy importante en el despertar
de una pasión. Por eso, la intensidad de la pasión está más en relación con la riqueza de la
capacidad imaginativa, que con la realidad objetiva de las sensaciones.

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Otro excitante indirecto de la pasión reside en las modificaciones orgánicas que
preceden y la acompañan. Decíamos antes, que toda emoción está ligada necesariamente a
movimientos fisiológicos externos e internos de los que no puede carecer (de lo contrario
no tendríamos una pasión o afecto). Pero, por este mismo hecho, hay reversibilidad del
estado orgánico al estado psíquico. Fácilmente puede constatarse que ingerir ciertos
alimentos, usar calmantes o excitantes, así como ciertos estados depresivos o condiciones
atmosféricas…, repercuten sobre el sistema nervioso. Éstas y otras influencias que
modifican la química vital de las funciones vegetativas, contribuyen activamente a preparar
el fenómeno pasional, pues tales modificaciones fisiológicas hallan eco en la conciencia, a
raíz de la capacidad sugestiva de las imágenes y asociaciones que dichos estados suscitan.
Ahora bien, sea que la pasión se enraíce en una percepción de los sentidos externos, en
la imaginación o en la memoria, o que surja por provocación de los elementos orgánicos de
la pasión, es siempre la imagen sensible la causa inmediata y determinante de la pasión.

B. Diversidad y relación de las pasiones

Distinción del apetito sensible: El apetito sensible se divide en concupiscible e irascible.


No se trata de dos partes sino de dos funciones que todo ser sensible desempeña para
subsistir y perfeccionarse, a saber, el conservarse y el defenderse. Todo animal aprovecha
de su medio para su propio bien y crecimiento, y se defiende de lo que intenta contrariarlo y
destruirlo.
El apetito concupiscible actúa a modo de apetito receptivo, comprendiendo tanto las
delectaciones sensibles cuanto las tendencias que se retraen ante los objetos dolorosos y
dañinos.
En cambio el irascible, empuja a un esfuerzo de acción violenta, de ataque o de resistencia,
ante las dificultades u obstáculos que hacen áridas nuestras acciones. También en las
pasiones del irascible se observa un aspecto pasivo, pues quien tiene esperanza de alcanzar
un bien, es arrastrado por amor de él (el amor está en la base de todas las pasiones); pero
este aspecto pasivo se complementa con uno nuevo y más fuerte, que es el principio activo.
Así, por ejemplo, alguien capta un obstáculo en la consecución de un bien deseado:
obtenerlo es dificultoso; pero también vislumbra algo particular: es difícil pero ¡posible!; y

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esta perspectiva en la que se unen un amor que tiene forma de deseo ardiente y la captación
de la posibilidad de obtener tal bien, desencadena fuerzas interiores que se imponen al
abandono o dejadez que espontáneamente surge al captar el aspecto arduo del bien.

Distinción de las pasiones: La clasificación de los apetitos, que hace Santo Tomás es en
orden a los objetos, división objetiva.
La clasificación de Santo Tomás es la clasificación de lo que él llama los géneros de
pasiones, como hoy diríamos “clases” de pasiones; pero dentro de ellas hay especies
distintas.3

Teniendo en cuenta estas dos funciones del apetito, la doctrina clásica ha indicado
once pasiones fundamentales, once movimientos pasionales específicamente distintos;
distinción que se realiza en base a la diversidad de sus objetos formales (bien o mal,
alcanzado o todavía no; considerado simplemente o como arduo, etc.). Son los once modos
que tiene el apetito humano de situarse frente al bien y al mal en sus diversas formalidades
(modos que, a su vez, se subdividen dando las distintas especies de cada pasión).
Así, el bien produce en la potencia apetitiva una inclinación o connaturalidad hacia
ese mismo bien. A esto lo llamamos amor. Respecto del mal, se da algo contrario, una
aversión, un rechazo, que es el odio. El bien amado y no poseído mueve hacia su
consecución y eso pertenece a la pasión del deseo, cuyo contrario, en la línea del mal, es la
fuga o abominación. Cuando el bien llega a ser poseído, produce la quietud o reposo en el
mismo bien. Esto pertenece al gozo o delectación, al que se opone el dolor o la tristeza por
parte del mal. Estas seis pertenecen al apetito concupiscible
Cuando el bien es difícil (arduo) se dan las pasiones de esperanza, en caso de ser
posible, y la desesperación, ante la imposibilidad de conseguirlo. Respecto del mal ausente
difícil se dan la audacia cuando es superable, y el temor si se presenta como insuperable.
Respecto del mal arduo ya presente se suscita la pasión de la ira. No existe, evidentemente,
ningún bien que sea al mismo tiempo arduo y presente, por lo cual esta pasión no tiene
contraria. Estas cinco pertenecen al apetito irascible.

3
Ej. Tristeza: una forma de tristeza es la misericordia (que es tristeza por el mal del prójimo), pero también
la envidia es tristeza (que es tristeza por el bien del prójimo, pero percibido como mal), la angustia, la
asedia. El deseo de comer y el deseo sexual, etc.

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Relación de las pasiones entre sí: Si bien consideramos aisladamente los afectos o
pasiones para distinguirlos, hay que tener en cuenta que en la realidad no se dan sino
entremezclados y, muchas veces, suscitándose unos a los otros
Sin embargo, es importante tener en cuenta que no cualquier pasión engendra
cualquier pasión, sino existe una mayor o menor afinidad entre ciertas pasiones, y hay
afectos que psicológicamente están emparentados entre sí. Por ejemplo, una persona con
tendencia a la tristeza, es probable que experimente también resentimiento, sentimientos de
venganza y desesperación, puesto que todos estos sentimientos están muy emparentados
entre sí.
Y sobre todo debemos comprender que en el origen de todo afecto encontraremos el
amor, porque es la pasión o afecto inspirador y básico que pone en funcionamiento toda
nuestra base sentimental. Esto plantea que la educación de las pasiones, en definitiva, será
siempre educación, ordenamiento o rectificación del amor.
También se sigue de aquí que, siendo las pasiones solidarias, todo método educativo
que apunte a educar una sola pasión será inútil y tendrá poca o ninguna efectividad. Toda
educación de la afectividad debe apuntar a la afectividad en su conjunto, para someter toda
la fuerza emotiva a la dirección de la vida moral. Tal vez sea éste uno de los déficits más
notables de la educación de los últimos siglos, salvo honrosas excepciones, como las de los
grandes educadores cristianos (por ejemplo, Don Bosco). En la educación de la afectividad
no puede dejarse de lado ningún aspecto, por trivial que sea, ordenando todo el campo
afectivo a una progresiva elevación por medio de las virtudes cardinales de la templanza y
de la fortaleza. Es precisamente en el campo que se deje sin cultivo por donde comenzará a
resquebrajarse luego la vida afectiva y, de allí, la moral.

Conclusión
Es fundamental para un psicólogo comprender el verdadero modo de actuar e
interactuar de las emociones humanas. Cuando éstas estén fuera de su cauce podrá
intervenir con técnicas apropiadas que se ordenen a reorganizar el organismo normal de las
mismas.

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