Cual Es La Naturaleza de La Ciencia
Cual Es La Naturaleza de La Ciencia
Cual Es La Naturaleza de La Ciencia
¿Cuál es la naturaleza
de la ciencia?
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
Los profesores no son ajenos a estas ideas espontáneas. Numerosos estudios demues-
tran que, cuando se pregunta al profesorado sobre su concepción de ciencia, las res-
puestas revelan un modelo básicamente empírico (la observación y la experimentación
es la que genera el conocimiento), muy vinculado a la idea de objetividad en la recogi-
da de datos y a la existencia de un método de trabajo: el “método científico”. Así, por
ejemplo, se dice que “la ciencia es la búsqueda de la verdad a través de la observación y
el análisis de los fenómenos naturales”, o que “la ciencia se ha de basar en hechos com-
probados”. O bien que “la ciencia es probar hipótesis utilizando el método científico”.
Estas ideas se correlacionan a menudo con la visión idealizada sobre cómo debe-
rían ser unas buenas clases de Ciencias. Por ejemplo, una parte de los futuros profe-
sores escriben:
Para mí, una buena clase de Ciencias es aquella en la que los alumnos obser-
van cosas que suceden en su entorno, se plantean preguntas e investigan cómo dar
respuesta a estas preguntas. Todo ello con la ayuda del profesor y consultando
libros, no sólo los de texto. Pienso que es muy importante motivar a los estudiantes
respondiendo a sus preguntas utilizando palabras que entiendan y explicando con
la ayuda de muchos ejemplos y anécdotas... (Carles, CAP, CCNN).
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Capítulo 2: ¿Cuál es la naturaleza de la ciencia?
Por otro lado, en las clases de la mayoría del profesorado de Ciencias se obser-
va que distan mucho del modelo preconizado verbalmente. Generalmente, se basan
en la transmisión de un conocimiento que se da como indiscutible, y la función
de la observación y de la experimentación es sólo comprobar la “verdad” explica-
da (figura 2.2). Los futuros profesores idealizan este tipo de clases cuando escri-
ben:
En una clase de Ciencias, primero que todo, debería haber una parte teóri-
ca en la que el profesor diera unas bases para que el alumno pudiera realizar una
parte práctica. En esta primera parte, el profesor no debería dictar la lección sino
explicar de una forma ordenada y con esquemas claros y precisos los conceptos
que puedan ser de utilidad para el alumno [...]. Una vez vista la parte teórica, fal-
taría una segunda parte de tipo práctico, donde los estudiantes pudieran ver apli-
cado lo que antes se ha explicado [...] (Joan, CAP, FQ).
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De la misma forma son significativos los valores que asocian al trabajo en el cam-
po de la ciencia:
En general, estas percepciones están muy arraigadas y constituyen uno de los obs-
táculos que dificultan el aprendizaje del alumnado. Un enseñante que quiera plan-
tear otros puntos de vista se encuentra a menudo con resistencias difíciles de afron-
tar. Por ejemplo, los estudiantes creen que:
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Capítulo 2: ¿Cuál es la naturaleza de la ciencia?
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
En una clase de 2.o de ESO, en la que los estudiantes trabajaban sobre los valores aso-
ciados a la ciencia, una de las actividades consistió en elaborar una encuesta para saber cuál
era la imagen que sus familiares y vecinos tenían de la ciencia.
La discusión sobre los resultados y sobre sus propios puntos de vista fue una de las acti-
vidades planteadas por la profesora para promover que el alumnado tomara conciencia de
ciertos estereotipos acerca de la ciencia y de posibles alternativas.
Encuesta elaborada
En los últimos años se han escrito numerosos libros y artículos que analizan las dife-
rentes posiciones en relación con la naturaleza de la ciencia. Se pueden encontrar muchas
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Capítulo 2: ¿Cuál es la naturaleza de la ciencia?
clasificaciones, todas ellas interesantes. Para los objetivos de estas reflexiones nos ha pare-
cido útil partir de la propuesta de Duschl (1994) que, al analizar la evolución de las dis-
tintas concepciones de ciencia, diferencia entre los puntos de vista tradicionales, la Nue-
va Filosofía de la Ciencia y el giro cognitivo en la Nueva Filosofía de la Ciencia.
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
bién pueden ser mentales, es decir, pueden desarrollar razonamientos sobre lo que
ocurriría si se hiciesen. De hecho, se cree que buena parte de los experimentos dise-
ñados por Galileo fueron de este tipo, y en sus escritos los analiza como base de la
argumentación de sus conclusiones.
A principios del siglo XX, después de una época en la que emergieron un gran núme-
ro de nuevas teorías que significaban cambios importantes en relación con los plantea-
mientos anteriores (como la teoría de la evolución, los estudios en el campo de la ter-
modinámica, la teoría cinético-molecular, etc.), los filósofos adscritos al llamado Círculo
de Viena promovieron la corriente conocida como positivista. Pretendían desarrollar
reglas lógicas consistentes que permitieran decidir que unas afirmaciones teóricas se
derivan de unas determinadas afirmaciones observacionales. Estas reglas se sintetiza-
ban en el llamado método científico y se consideraba que si éste se aplicaba de forma
rigurosa se garantizaba que sus conclusiones serían incuestionables.
Fue el momento álgido de la ciencia, que llevó a considerar que todo aquello que
pudiera ser adjetivado como científico tenía la patente de verdadero, de indiscutible.
Éste es aún el punto de vista mayoritario entre buena parte de la población.
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Capítulo 2: ¿Cuál es la naturaleza de la ciencia?
problemas con que tropezaron las teorías anteriores y de proporcionar una expli-
cación adecuada del comportamiento de algunos aspectos del mundo. Una vez
propuestas las teorías especulativas han de ser comprobadas rigurosa e implaca-
blemente por la observación y la experimentación. Las teorías que no superan las
pruebas observacionales y experimentales deben ser eliminadas por otras conjetu-
ras especulativas... Sólo sobreviven las teorías más aptas. Aunque nunca se pueda
decir lícitamente que una teoría es verdadera, se puede decir con optimismo que
es la mejor disponible, que es mejor que cualquiera de las que han existido antes
(Alan Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Siglo XXI, 1982: 58).
La célebre frase de Popper “Mil experimentos no confirman una teoría, uno solo
la hace falsa”, ilustra este punto de vista. Es interesante comprobar cómo algunos
alumnos tienden a pensar descartando afirmaciones antes que confirmándolas (véa-
se el cuadro 2.3). Estos estudiantes acostumbran a tener un buen nivel de éxito en
su aprendizaje de la ciencia, por lo que se considera que es un tipo de pensamiento
a promover en las clases de Ciencias. Por ejemplo, será importante plantear las cues-
tiones de forma que los estudiantes tengan que pensar en argumentos que contradi-
gan una determinada afirmación, más que en otros que la confirmen.
1. “Mezclamos con agua un material en polvo de color gris y filtramos la mezcla. En el papel
de filtro queda una sustancia de color negro y, después de evaporarse el líquido filtrado,
queda un residuo de color blanco. El material original de color gris, ¿qué crees que era?
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El abandono de una teoría por otra no se puede explicar sólo por la realización
de observaciones y experimentaciones más cuidadosas y sistemáticas, o por la falsa-
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ción de conjeturas. Una teoría es más que una suma de conceptos: es una estructu-
ra. Adherirse a una nueva teoría implica en cierta manera una “conversión”: influye
en la persona o grupo que intenta convencer (tanto o más que sus argumentos), el
futuro que deja entrever, las posibilidades de trabajo..., lo cual no es ajeno al proce-
so de aprender en el marco de un grupo-clase.
Es especialmente importante resaltar el cambio de perspectiva que representó
considerar el conocimiento científico como una construcción humana. Hasta ese
momento se consideraba que la “verdad” existía y que los científicos buscaban des-
velarla y confirmarla. En cambio, los nuevos planteamientos introducen la idea de
que la ciencia construye interpretaciones de los fenómenos, modelos (figura 2.4). Por
ello, se habla de una visión constructivista de la ciencia que, como veremos, entron-
ca con las teorías constructivistas del aprendizaje y de la enseñanza.
Esta nueva perspectiva sobre la ciencia ha conllevado y conlleva un intenso deba-
te. Las preguntas que se debaten actualmente son del tipo: ¿Cuáles son los condicio-
nantes del desarrollo científico? ¿Cómo se puede saber que una teoría es mejor que otra?
¿No hay nada racional en el proceso de generación de la ciencia? ¿Hasta qué punto las
teorías son instrumentos o invenciones humanas o son aproximaciones sucesivas a la
naturaleza?
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
algo imprecisa. Sin embargo, las personas organizadas alrededor de una comunidad
científica son capaces de llegar a acuerdos sobre cuáles son los modelos que mejor se
ajustan a la realidad, cuando se mira desde una determinada perspectiva.
Se afirma, por tanto, que el núcleo de una teoría científica no lo constituye un
conjunto de axiomas o leyes sino un conjunto de modelos. Estos modelos son enti-
dades abstractas idealizadas, definidas por sus afirmaciones, por modelos a escala físi-
ca o por medio de ecuaciones, gráficos, diseños generados por ordenador, etc. Por
ejemplo, son modelos las ideas de ‘cambio químico’, ‘onda’, ‘ser vivo’, ‘ecosistema’...
La conexión con el mundo real se hace a través de hipótesis teóricas que aseveran la
similitud entre el modelo abstracto y cualquier cosa del mundo real (figura 2.5).
Desde este punto de vista, los modelos se generan para dar respuesta a una ‘for-
ma de mirar’ la realidad ya que “el ajuste modelo-realidad no es global, sino sólo rela-
tivo a aquellos aspectos del mundo que los modelos intentan capturar” (Giere,
1999:64). Del modelo se deducen preguntas y se hacen predicciones que se con-
trastan con los datos provenientes de la experimentación (figura 2.6). Por ello se pue-
de afirmar que de alguna manera la realidad observada forma parte del modelo tan-
to porque se genera en relación a ella, como porque ésta se observa a través de él.
Para ayudar a entender dicho punto de vista es útil analizar, tal como propone el
mismo R. Giere, algunas propiedades de los mapas aunque obviamente no son lo
mismo que los modelos científicos. Un mapa se refiere a una realidad, pero no exis-
te un mapa auténtico que reproduzca dicha realidad. La selección de las caracterís-
ticas a representar no depende sólo del deseo, por parte de quien dibuja el mapa, de
ser objetivo y fiel a lo observado, sino también de otros criterios. Por ejemplo, de que
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su uso sea práctico para un determinado objetivo (para situar poblaciones, para identi-
ficar caminos...). Ello no quiere decir que este relativismo moderado no proporcione una
buena representación de las características de la realidad, ni que no podamos afirmar
que unas representaciones son mejores que otras (todos hemos experimentado que un
mapa nos ayuda a orientarnos a encontrar un edificio, aunque el edificio no esté repro-
ducido en el mapa, y que hay mapas mejores que otros para dicha finalidad).
Desde el modelo cognitivo de ciencia se considera pues que la ciencia se carac-
teriza por las cuatro dimensiones siguientes (Izquierdo et al., 1999):
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Parte I: ¿Qué ciencia enseñar?
diversos condicionantes, pero a lo largo del tiempo tiene lugar una selección
natural.
• Realismo: la mediación teórica no impide pensar que nuestra representación
del mundo es realista aunque se trate de un realismo pragmático. Se acepta
que los hechos son reconstruidos en el marco de las teorías científicas para
convertirse en hechos científicos, es decir, hechos vistos desde la teoría. Para ello
es necesario representarse de forma coherente tanto el fenómeno o hecho,
como el instrumento utilizado y las acciones realizadas en la experimentación.
Cualquier cambio en algunas de estas representaciones produce un cambio
de significado y una nueva explicación.
Para la Didáctica de las Ciencias esta visión de la ciencia implica poner el acen-
to de la actividad escolar en la construcción de modelos por parte de los alumnos,
modelos que les proporcionen una buena representación y explicación de las carac-
terísticas de los fenómenos. Estos modelos de la ciencia escolar irán evolucionando
a lo largo de la escolaridad (y de toda la vida).
Los modelos, como fuertes depositarios de analogías y metáforas, sirven para
conocer algo de lo nuevo a partir de lo ya conocido, para unir dos realidades que has-
ta el momento eran extrañas. Pensar a través de modelos posibilita establecer rela-
ciones entre “lo real” y “lo construido” y desarrollar una visión multicausal a partir
de considerar más de una variable al mismo tiempo, todo ello con la finalidad de
poder predecir y explicar. Los modelos son pues las entidades principales del cono-
cimiento científico escolar, siempre y cuando conecten con fenómenos que sean rele-
vantes para los que aprenden y permitan pensar sobre ellos para poder actuar (Izquier-
do et al., 1999).
En el marco de la teoría constructivista de la enseñanza de las Ciencias se debate
actualmente sobre la vigencia o no de los marcos de análisis basados en el cambio
conceptual. Desde nuestro punto de vista, puede ser más fructífero indagar acerca de
propuestas de actividades que valoren el rol de la modelización en la enseñanza de las
Ciencias, tanto por su coherencia con modelos epistemológicos recientes como por
su potencialidad para enseñar. Para ayudar a los alumnos a aprender es más impor-
tante identificar aquello que es interesante de sus explicaciones para continuar apren-
diendo (modelizando), que los errores a eliminar de su pensamiento.
Como puede verse, el debate está abierto y nos muestra que la génesis del cono-
cimiento científico responde a un proceso complejo, que no se puede reducir a la
aplicación de reglas, y en el que los factores racionales, los empíricos y los sociales se
interrelacionan fuertemente. Tal como resumen Carr et al. (1994), sabemos que la
percepción del mundo es subjetiva, las observaciones están influenciadas por las pro-
pias teorías, el punto de vista tradicional del método científico no se corresponde con
la práctica científica y en ésta influyen de forma importante factores sociales. O como
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Esta reflexión recoge uno de los problemas importantes de los diseños curricu-
lares actuales para la enseñanza de las ciencias. Sin el conocimiento del contexto de
producción de la ciencia los estudiantes construyen una visión sobre ella que refuer-
za sus percepciones iniciales tales como: lo que se nos dice es una verdad incuestiona-
ble, todas las ideas son igualmente verdaderas, o no es importante conocer cómo han cam-
biado las teorías, sino la versión final, que es la válida.
Estos puntos de vista están tan arraigados que cuando un profesor intenta cam-
biar sus clases se encuentra con la resistencia de los estudiantes. Por ejemplo, cuando
se promueve en una clase el conocimiento sobre cómo y por qué han evolucionado
las ideas para explicar algún fenómeno, a menudo los alumnos consideran que sólo
vale la pena conocer la teoría “final”, que es la que han de saber. Opinan que apren-
der cosas del pasado que ya no son “verdad” constituye una pérdida de tiempo.
Pero, al mismo tiempo, no entender cómo las teorías cambian promueve una
visión negativa de las propias formas de pensar y de razonar –que se han de ocultar
o disimular porque serán penalizadas–, por lo que los que aprenden pierden con-
fianza en sus propias capacidades. No tratan de reconocer en qué medida las nuevas
experiencias, o lo que dicen sus compañeros, o lo que dice el profesor, cuestionan la
coherencia de sus ideas, sino que se limitan a reproducir aquello que se presenta como
“lo que se tiene que saber”.
Esta concepción de la teoría última como la única “verdadera”, que también tie-
ne a veces el profesorado, conlleva que se enseñe una ciencia que no explica nada a
la mayoría de los estudiantes. Por ejemplo, muchos de ellos pueden llegar a ser capa-
ces de hablar de hibridación de orbitales sin relación con ningún problema, con nin-
guna pregunta con sentido que se puedan plantear. Sin embargo, tan “verdadera” es
la teoría corpuscular de la materia de base daltoniana como la última teoría elabora-
da con base en la mecánica cuántica. Todo depende de lo que se quiera explicar, del
problema planteado, es decir, de los hechos a interpretar y de la finalidad de dicha
interpretación. En la clase de Ciencias puede parecer prioritario conseguir que el
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• Para unos la ciencia compleja sólo puede ser el resultado al que se llega des-
pués de aproximaciones inicialmente simplificadoras y disciplinares. Ello se
justifica por la propia historia de la ciencia y por el hecho de que cada disci-
plina estudia niveles de organización de la materia distintos, que no se pue-
den mezclar sin caer en una visión empobrecida de la realidad. Se considera
que los estudiantes no pueden aprender la ciencia del siglo XX sin conocer la
del siglo XVII.
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Capítulo 2: ¿Cuál es la naturaleza de la ciencia?
• Para otros, en cambio, una enseñanza básica de las ciencias a toda la población
debe afrontar cómo ayudar a la comprensión de los problemas que hoy son obje-
to de discusión y no sólo de los que explican las teorías del llamado “núcleo duro”
(figura 2.7). Pensar que la nueva ciencia sólo puede ser comprendida por los estu-
diantes que ya tienen conocimientos propios de dicho núcleo comporta, de hecho,
marginar a buena parte de la población de las ideas de la ciencia actual (ya que
éstas sólo se podrían enseñar en cursos de Secundaria Post-obligatoria).
Pero es más, si se considera que en las clases de Ciencias es importante plantear el estu-
dio de problemas relevantes para los ciudadanos, muchos de esos conocimientos será nece-
sario abordarlos desde la perspectiva de la complejidad y consecuente interdisciplinarie-
dad. Por ejemplo, temas como el posible cambio climático, o el problema del agua, o el
de los residuos no pueden ser estudiados desde una perspectiva de ciencia clásica.
Optar por este segundo punto de vista implica cambios importantes tanto en el
contenido de los currículos como en la concepción de la ciencia. Por ejemplo, pue-
de ser que no dé soluciones a los problemas sino que explique la imposibilidad de
obtenerlas. Es un cambio de perspectiva importante que se relaciona con cambios en
el valor que se da a la ciencia. Pero seguramente es una opción en la que la investi-
gación en Didáctica de las Ciencias deberá profundizar mucho en los próximos años.
Estos autores consideran que una finalidad de las clases de Ciencias es cambiar
la visión cientificista habitual, según la cual la ciencia es un conocimiento demostra-
do que está por encima de cualquier crítica, a partir de cuestionar los mitos sobre la
ciencia, a los que ponen los sugestivos títulos de:
1. Realismo naif. Las ciencias nos explican cómo son las cosas realmente, cómo
funcionan.
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Para poner en crisis esta visión puede ser útil, por ejemplo, comparar los
mapas que representan el planeta según distintos sistemas de proyección y
reconocer cómo varía el tamaño de los continentes.
2. Empirismo beatífico. La ciencia es la búsqueda de la verdad a través de la
observación, la experimentación y el análisis de los fenómenos naturales.
En este sentido será importante ayudar a que los estudiantes tomen con-
ciencia de hasta qué punto sus ideas previas condicionan sus observaciones
(véase el cuadro 6.1).
3. Verificación crédula. Existe un camino –la experimentación siguiendo el méto-
do científico– que conduce a la verdad definitiva.
Para ello, en muchos casos, más que buscar evidencias que confirmen un
punto de vista será conveniente encontrar aspectos que ayuden a ponerlo en
cuestión.
4. Idealismo ciego. La ciencia es objetiva, está al margen de las ideologías.
Conviene discutir en clase acerca de la ideología asociada a la investiga-
ción científica. Por ejemplo, se tiende a valorar el descubrimiento de la peni-
cilina como un logro de la ciencia y, en cambio, se acusa a la sociedad de la
bomba atómica.
5. Racionalismo abusivo. La ciencia nos acerca gradualmente a la verdad, sin
cambios bruscos ni rupturas, y sin depender de condicionamientos sociales
Puede ser interesante poner de manifiesto relaciones entre vías de inves-
tigación e intereses económicos, ideológicos o de poder.
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