Abuso Sexual Infantil
Abuso Sexual Infantil
Abuso Sexual Infantil
Cuando una persona tiene relaciones sexuales con otra sin su consentimiento,
entonces estamos hablando de un abuso sexual o violación. Según el diccionario
de La Real Academia Española, define al abuso como usar mal, excesiva, injusta,
impropia o indebidamente algo o alguien. El abuso sexual se puede dar entre
personas adultas, un adulto a un niño, o entre niños. Un abusador sexual obliga a
su víctima a tener actividad sexual con él. Entendiéndose como actividad sexual a
todo acto de penetración de los genitales.
El abuso sexual constituye una de las principales causas de maltrato infantil, que,
por sus implicaciones sobre la dignidad de la persona, la genealogía familiar, los
efectos morales, sociales y psicológicos merecen un estudio aparte.
El fenómeno del abuso sexual infantil es un problema que han soportado los niños
y niñas desde siempre y en todas las culturas y que hasta nuestros días es
negado o subvalorado por las circunstancias en que se produce. El maltrato
sexual a menores es una forma de maltrato infantil. Cualquier niño de cualquier
edad y clase social puede ser víctima de abusos sexuales no siempre evidentes,
pues puede tratarse de actos violentos, pero también el agresor se puede servir de
promesas o amenazas para ejecutar actos que no dejan huella, o que no implican
contacto físico. Además, el abuso sexual infantil comprende formas como la
explotación sexual, el turismo sexual con menores y la pornografía infantil. El
abuso sexual suele provocar problemas psicológicos-emocionales que pueden
aparecer inmediatamente después de la agresión, en la adolescencia si se
produjeron en la niñez o incluso en la edad adulta si el paciente no recibió el
tratamiento y las ayudas necesarias.
Abuso sexual infantil
La facilidad con que los casos de abuso sexual se reportan o no, depende también
de su naturaleza. Es así como el incesto es uno de los subtipos que con mayor
dificultad se reportan, al igual que el abuso entre pares y el cometido por la pareja
sentimental; contrario a lo que sucede con los casos más severos o cuando el
perpetrador es un adulto no conocido. Además, el sexo masculino, los menores de
6 años, los niños y adolescentes hispánicos y los de estado socioeconómico más
alto son menos propensos a reportar los casos de abuso sexual.
A pesar de que cualquiera puede ser víctima de abuso sexual, existen algunos
factores de riesgo relacionados directamente con el niño: edad y género, aspecto
físico, ser un hijo no deseado o adoptado, alteración o discapacidad física, mental
o de desarrollo, hiperactividad, ser un niño con mayores necesidades afectivas o
ser más expresivo. Además se reconocen algunos factores de riesgo indirectos
(porque actúan por medio del cuidador del niño) por ejemplo: presencia de hombre
ajeno a la familia en la casa, dificultad del encargado para congeniar con el niño,
incomprensión del encargado al niño, ausencia de armonía marital, métodos
disciplinarios fuertes y físicos, aislamiento social de la familia,
encargado farmacodependiente o alcohólico, estatus socioeconómico bajo, habitar
barrios en condiciones de pobreza, pertenecer a familias numerosas o desempleo.
A lo largo de la historia se han postulado prototipos de abusadores, cayendo en la
generalización; sin embargo, dicha población es muy diversa, heterogénea y no
necesariamente pueden clasificarse como pedófilos. Se pueden observar ciertas
tendencias y establecer algunas asociaciones, pero lo cierto es que, así como la
identidad de la víctima puede ser cualquiera, la del abusador también. El
perpetrador del abuso suele ser alguien conocido de o cercano a la víctima,
contrario a la creencia popular. Se estima que el 70% de ellos son miembros de la
familia, amigos, sacerdotes o personas a cargo del cuido o educación del menor, y
en especial figuras paternas.
Otro aspecto que dificulta el análisis de las secuelas en estos niños o adultos
abusados durante la infancia, es lo antes mencionado en este artículo acerca de la
coexistencia de otros tipos de violencia con el abuso sexual, en especial cuando
se trata de un perpetrador cercano a la víctima. Los otros tipos de abusos podrían
ser los principales encargados de los hallazgos observados en la víctima, venir a
potenciar o complicar la sintomatología o simplemente modificarla, siendo difícil
determinar con certeza cuáles secuelas derivan propiamente del abuso sexual.
Existen medidas educativas que, por lo general van dirigidas a escolares, pero
también a sus padres, maestros, comunidades o cualquiera que trabaje con niños
o adolescentes; pero también existen disposiciones judiciales.
Esto agrava la situación porque sin detección los niños no reciben tratamiento, ni
protección ni justicia
Si bien la mayoría de las víctimas de abuso sexual e incesto paterno filial son
niñas y adolescentes del género femenino, también los varones sufren abusos que
callan por temor a ser cuestionados respecto a su orientación sexual y por miedo a
ser vistos como agresores sexuales.
Todos los profesionales experimentan el temor a hablar del abuso con los niños. Y
por varias razones. La primera porque se carece de formación adecuada para
abordar con los menores un tema tan delicado. Además, produce un cierto
malestar e incomodidad en el profesional. También por el temor a traumatizar más
al niño. A esto se suma el que los especialistas forenses recomiendan no
preguntar sobre el asunto al menor por el riesgo de contaminar su relato.
Hay quienes creen que la aplicación de justicia a los abusadores puede tener
efectos preventivos de carácter primario, ya que podría generar el miedo a ser
atrapados en otros posibles perpetradores y saber que definitivamente obtendrían
un castigo infalible y severo; evitando que se lleven a cabo nuevas agresiones
sexuales. Una mayor severidad de las sentencias podría generar sobrepoblación
de las cárceles y elevaría los costos, por lo que lo mejor sería aumentar las
medidas de detección y arresto y diferenciar más apropiadamente aquellos
agresores de mayor riesgo de los de menor.