Libro, Las Imágenes Medievales y Su Contexto, Francesca Español
Libro, Las Imágenes Medievales y Su Contexto, Francesca Español
Libro, Las Imágenes Medievales y Su Contexto, Francesca Español
Corrección y traducción
Traduaction
Agradecimientos Impresión
Igol
AdA
Nazaret Gallego Depósito legal
Beatriz Blecua B-8144-09
Xavier Lamuela
Rafael Martínez ISBN
978-84-7564-466-0
© Textos
Los autores
© Fotografías
Los autores
© De la presente edición
Comunidad Autónoma
de la Región de Murcia
Consejería de Cultura y Turismo
Dirección General de Bellas Artes
y Bienes Culturales
Índice
Presentación 7 Imágenes medievales de culto.
Pedro Alberto Cruz Catalogación 45
v.
Santos y santas.
Modelos espirituales e intercesores 159
Santas equívocas.
Introducción a la iconografía
de María Magdalena 160
Joaquín Yarza Luaces
Bibliografía 188
Quiero agradecer a la Fundació Caixa Girona la oportuni- a fomentar su poder evocador mediante su investigación,
dad que nos brinda de mostrar una selección de esculturas conservación, restauración y exhibición.
policromadas medievales de la colección El Conventet, reco- Este esfuerzo es especialmente arduo en el caso de las
gidas en un extraordinario proyecto expositivo. tallas, frágiles y silenciosas imágenes, conservadas en El
La colección El Conventet es el resultado del anhelo de Conventet. En este sentido, la colaboración con la Fundació
belleza de tres generaciones. Reúne obras adquiridas por mi Caixa Girona proporciona un impulso significativo a nues-
abuelo Francisco Godia Pétriz y por mi padre Francisco Go- tra tarea. De ahí mi gratitud.
dia Sales, legado que he ampliado con mucha ilusión hasta Imaginar las tallas en el atractivo marco de la Fontana
el día de hoy. En este sentido, me complace contar con el d’Or de Girona despierta mi optimismo frente al futuro, ya
apoyo de mis hijos y constatar que ellos serán quienes, con que demuestra el interés de algunas entidades en reforzar
este mismo espíritu, darán continuidad a la colección. la relación con el coleccionismo privado. Este interés favo-
Cada una de las esculturas, cada una de las pinturas o de rece la apertura de las colecciones y da un sentido nuevo
los dibujos que forman la colección tiene para mí un significa- a la palabra «privado». Esboza, en definitiva, un horizonte
do especial, intransferible, que hace que se conviertan en algo en el que dichas colecciones pueden desplazarse más allá de
más que una obra de arte. Considero que, al ser el coleccio- los rígidos límites históricos entre lo público y lo privado.
nista quien otorga sentido a los objetos reunidos, heredados y Desafortunadamente, a menudo, la única relación que exis-
adquiridos, es quien acaba reflejando sus propios anhelos: una te entre una institución pública y una colección privada son
colección no deja de ser una mirada sobre las cosas, una visión los acuerdos que permiten la incorporación de esta última a
del mundo. las colecciones del museo.
Lo que establece la diferencia entre una colección y una Quiero extender mi reconocimiento al competente equi-
simple acumulación de objetos es el compromiso del colec- po que ha hecho posible esta exposición. De modo especial,
cionista de preservar ese conjunto. La comprensión de las destacar el riguroso proyecto del comisario Gerardo Boto;
circunstancias históricas, estéticas y materiales que con- su propuesta supera la mera exhibición de una colección pri-
vierten un objeto en un bien digno de ser conservado obliga vada y nos enseña otra forma de mirar estas imágenes.
Carmen Godia
El Conventet, pretérito monasterio de franciscanos, es una por las misiones de rescate y conservación de los espléndidos
residencia histórica y señorial adyacente al convento de Descendimientos pirenaicos o por la organización del Mu-
clarisas de Pedralbes. La casa se emplaza, por tanto, en el seo Episcopal de Vic. Acaso por su naturaleza mueble y su
vértice del barrio barcelonés del mismo nombre. En sus es- peso limitado, esto es, por la posibilidad de ser trasladados
tancias se salvaguardan colecciones de pintura, cerámica y con facilidad, el anticuariado tasó las obras de madera como
escultura de amplio espectro geográfico y cultural, aunque un mercado fructífero. No tardaron en organizarse coleccio-
predominan las de origen hispano. Una parte muy amplia de nes particulares de tallas medievales como las de Muntadas,
esos fondos fueron adquiridos, con tanta pasión como perse- Plandiura, Mateu, Ricart y, claro está, Frederic Marès. Eran
verancia, por Francisco Godia a lo largo de su intensa vida. tiempos en que templos y conventos se desprendían con re-
No obstante, desde 1990 es su hija, Carmen Godia, quien lativa facilidad de unos bienes que los museos no adquirían,
preserva la parte nuclear de ese legado y lo incrementa con bien por falta de recursos, bien por considerar prioritaria la
la adquisición de nuevas imágenes de contrastada calidad. incorporación de otro tipo de piezas. Así pues, debemos al in-
El elenco de esculturas de madera policromada atribui- terés de los propietarios privados la conservación de estima-
bles a la Edad Media atesorado en El Conventet pasa de las bles fondos de imaginería antigua, de otro modo expuesta a
setenta piezas. Muchas de ellas no se han expuesto al gran perecer bajo la carcoma y la indiferencia.
público en ninguna ocasión. Otras han podido verse en con- Las transacciones comerciales a las que se han visto
tadas oportunidades. La mayoría, además, poseen un valor sometidas estas esculturas han acarreado, sin embargo,
artístico incuestionable, que en nada desmerece, si es que consecuencias negativas irreversibles. Las más graves fue-
no lo rebasa, al de muchas obras que se exhiben en museos ron la descontextualización de las piezas y la privación de
eclesiásticos o civiles. Añádase, además, que la variedad de cualquier referencia precisa que documentase su origen. Al
las esculturas abarca desde el románico pleno hasta el gótico coleccionista la obra le llegaba, casi siempre, tras varios in-
más postrero, con una procedencia territorial diversa, desde termediarios, desprovista de toda información. Si acaso, se le
los centros artísticos más activos del reino de León hasta el mencionaba un vago —y tal vez, tergiversado— origen regio-
principado de Cataluña, sin que falten labras importadas nal. Este es un handicap irrevocable que debe asumirse en la
desde los Países Bajos o Renania, áreas íntimamente conec- consideración y estudio de este tipo de objetos artísticos. En
tadas con la Castilla del siglo xv. consecuencia, su investigación académica sólo se puede for-
A tenor de todas estas evidencias, sobran alicientes para malizar desde una aproximación estilística. Mediante este
producir una exposición monográfica que evidencie el inte- procedimiento, en el mejor de los casos, logramos precisar el
rés de esta colección. Y si esa exposición se lleva a cabo en horizonte cronológico y la cultura artística en la que se situó
unos ámbitos construidos en el periodo gótico, coetáneos, el autor de la escultura. Con extrema dificultad lograremos
por tanto, de muchas de las piezas exhibidas, se dan cita restituir el contexto funcional y monumental específico de la
felizmente dos circunstancias infrecuentes. obra. Esa carencia la padecen todas las piezas musealizadas
Esta colección surge en un contexto histórico particular. y, por lo mismo, desprendidas del marco para el que fueron
El interés científico y museístico por la imaginería medieval concebidas y facturadas. El segundo problema que adolecen
se despertó en Cataluña —antes que en otras áreas penin- las tallas que han pasado por el mercado de antigüedades
sulares— en las primeras décadas del siglo xx, incentivado es el estado de conservación de su recubrimiento pictórico.
Europe during the Twelfth and Thirteenth Centuries», en A companion divinas, 4. (St. John of Damascus, On the Divine Images. Three
to Medieval Art, C. Rudolph (coord.), Malden-Oxford, 2006, p. 151-172. Apologies Against Those Who Attack the Divine Image, D. Anderson
(ed.), Nueva York, 1980, p. 16.
En sus obras, Ramon Llull recurre frecuentemente a los tienen un gran valor, puesto que fue testimonio ocular del
exempla; uno de los más interesantes, desde la perspectiva arraigo de la doctrina albigense en la ciudad de León. Según
iconográfica, ilustra el capítulo «Adoramus Te» de su Libre él, el proselitismo de los herejes en este contexto les llevó a
de Evast e Blanquerna. En él se narra cómo en una igle- confeccionar esculturas de gran fealdad, o rasgos iconográ-
sia un peregrino apedreaba un crucifijo de bulto, de gran ficos heterodoxos,2 para convencer a los ingenuos cristianos
magnitud, y el cardenal que protagoniza la historia donde de lo impropio de su devoción.3 Paradójicamente, incluso
se encuadra este episodio interrogó al sacrílego sobre sus entre los disidentes, el icono seguía siendo un vehículo de
motivaciones. Este le respondió: convicción.
«Costumbre era en los tiempos pasados que las gentes Oficialmente, este debate no tuvo ninguna trascenden-
adoraban ídolos, y en el tiempo en que ahora nos ha- cia en Occidente. La Iglesia admitió, desde época altome-
llamos, del mismo modo, hay gentes que adoran ídolos, dieval, los simulacros corporales de Dios-Padre, Cristo, la
y los moros y los judíos reprenden mucho a nuestros Virgen, los mártires y los santos, a menudo de gran magni-
cristianos porque adoramos las imágenes. Y por cuanto tud. Resulta oportuno invocar en este contexto a Bernardo
imagen entallada y de bulto es más propincua y cercana de Angers, que, en su recorrido hacia Conques para vene-
en figura a ídolo que imagen plana, por tanto, para signi- rar a Santa Fe (1013), se sorprende ante una costumbre
ficar que las imágenes planas son más a propósito y con- extendida por muchos lugares, al sur del Macizo Central,
venientes que las de bulto, he tomado yo la costumbre que conlleva confeccionar una estatua de oro del mártir lo-
cómo destruya todas las imágenes entalladas que están cal para custodiar sus reliquias. Aunque tacha este uso de
sobre los altares semejantes a ídolos».1 supersticioso y pagano, la autoridad eclesiástica lo toleró y
sus testimonios han llegado hasta nuestros días.4 La imagen
La argumentación revela que, incluso en Occidente, que de Santa Fe de Conques lo acredita. A este lado de los Piri-
quedó al margen de las querellas iconoclastas, hubo posicio- neos, el proyecto documentado en el monasterio de Ripoll
namientos de esta naturaleza. Los musulmanes y los judíos en el paso del siglo x al xi en relación con la reliquia de San
reprochaban a los cristianos adorar imágenes esculpidas en Eudaldo puede que se encuadre, también, en este contexto.
lugar de pintadas, puesto que advertían en ello un rasgo de Recordemos que en el documento que lo menciona se alude
idolatría; sin embargo, las herejías surgidas en el seno de a una cabeza-relicario del mártir.5
la Iglesia asumieron estos mismos planteamientos y se sir- El derecho eclesiástico que a lo largo de la Edad Media
vieron perversamente de las imágenes para minar la fe de regula todo lo relativo al escenario sagrado fue muy restric-
los cristianos y ganar adeptos entre ellos. Lo recoge Lucas tivo en relación con los objetos que se podían disponer en el
de Tuy (†1249) en su De altera vita fideique controversiis altar, hasta fechas avanzadas.6 Sobre el ara, cubiertos con los
adverus Albigensium errores (1236-1237); sus comentarios preceptivos cobertores, sólo podían estar los candelabros y
1
R. Llull, Obras literarias, M. Batllori, M. Caldentey (eds.), Madrid, en G. Cames, «Recherches sur les origines du Crucifix a trois clous»,
1948, pp. 429 y 430. Reproducimos, también, el texto original: «costuma Cahiers Archéologiques, XVI (1966), pp. 185-202.
era ça anrera que les gents adoraven ydoles, e en aquest temps en 3
F. J. Fernández Conde, «Albigenses en León y Castilla a comienzos del
què som moltes gents qui adoren les ydoles, e los sserrayns e los jueus siglo xiii», en: León medieval: doce estudios (ponencias y comunicaciones
reprenen nósaltres, crestians com adoram les ymages cor ymage presentadas en el coloquio «El reino de León en la Edad Media»), León,
entayllada e enbotida és pus prop en figura a ydola que ymage plana. A 1997, pp. 95-114.
significar que les ymages planes són pus cuvinables que les enbutides, e 4
J. Hubert, M.-C. Hubert, «Piété chrétienne ou paganisme? Les statues-
presa en costuma com destroescha totes les ymages entallades qui són reliquaires de l’Europe carolingienne», en Cristianizzazione ed orga-
sobre l’altar semblants a ydoles» (R. Llull, Libre de Evast e Blanquerna, nizzazione ecclesiastica delle campagne nell’Alto Medioevo: Espansione
S. Galmés (ed.), Barcelona, 1947, vol. II, pp. 185 y 186). e resistenze (XXVIII Settimane di Studio del Centro italiano di studi
2
Entre los segundos, el tudense invoca la imagen del Crucificado de sull’Alto Medioevo. Spoleto, 1980), vol. I, Spoleto, 1982, pp. 235-268.
tres clavos. Por esas fechas, y a pesar de la opinión que manifiesta, 5
E. Junyent, Diplomatari i escrits literaris de l’Abat i Bisbe Oliba, A.
dicha modalidad era más encuadrable en el contexto de las innovaciones Mundó (ed.), Barcelona, 1992, doc. 37, p. 44. 1008
iconográficas que en el de la heterodoxia. Sobre esta iconografía, véase 6
E. Barbier, «Les images, les reliques et la face supérieure de l’autel
K. A. Wirth, Die Enstebung des drei Nagel-Crucifix Dissertation, avant le XIe siècle», en Syntronon. Art et archeologie de la fin de
Frankfurt-Main, 1953 (dactyl.); este estudio se resume, en lo esencial, l’Antiquité et du Moyen Age. Recueil d’études, París, 1968, pp. 199-207.
una cruz de pequeño formato. El Decretum Gratiani es bien Esta doble naturaleza la registramos también en las
elocuente al respecto. No obstante, con el tiempo se irán in- imágenes que se veneran en el templo, entre las cuales sólo
corporando una serie de objetos: el tabernáculo, destinado una pequeña parte han sido consagradas tras introducir en
a la reserva eucarística y a las reliquias, la retrotabula, que su interior un número variable de reliquias.9 Cuando un ico-
incrementará progresivamente su monumentalidad y, asimis- no contiene este tesoro, asume la virtus que deriva del mis-
mo, las imágenes de bulto, que pueden colocarse bien sobre el mo y, de acuerdo con la doctrina eclesiástica, la capacidad
escaño dispuesto en la zona posterior de la mesa, según se ob- milagrosa consiguiente.
serva en la ilustración de las Cantigas de Alfonso X el Sabio Durante el Medioevo se consagraron imágenes del Sal-
(cantiga CLXXIX), o en un soporte, aparte. Las columnas que vador, del Crucificado o de la Virgen, de distinta ambición
sustentaron ídolos en la Antigüedad se siguieron utilizando monumental, y los reconditorios han reaparecido al proce-
en periodo medieval para la mise en valeur de una imagen.7 der a la restauración de las tallas, para confirmarlo. Algo de
La Virgen-relicario altomedieval de Clermont-Ferrand, des- eso ya ocurrió en el siglo xv (1426), cuando se redescubrió
crita en la Visio monachi Rotberti (Roberto, abad de Mozac)8, un relicario excavado en la frente de la figura que preside
con su rutilante envoltorio de oro, nos ilustra este dispositivo, el soberbio Descendimiento de Sant Joan de les Abadesses
que tiene en la región de Auvernia nuevos ecos y en la Virgen [Fig. 1]. Según registran las fuentes contemporáneas, con-
del Pilar de Zaragoza un relevante testimonio hispano. tenía una sagrada forma dividida en tres fragmentos. No
era el único hueco de la imagen. La documentación sobre
La dimensión litúrgica de las imágenes este relevante grupo es abundante. Sabemos quién fue su
promotor, su ejecutor, la fecha del encargo (1251), la capilla
El altar se consagraba mediante la colocación de un con- a la que estuvo destinado y que en la espalda de la imagen
junto de reliquias en el reconditorio excavado en el ara o en (inter scapulas) se depositaron reliquias cristológicas. Es un
alguno de los pilares que la sostenían, y su incorporación lugar habitual, según lo certifican otros testimonios conser-
contribuía a identificar el mueble como sepulcro de Cristo. vados, entre ellos un Cristo de gran formato custodiado en
Esta imagen se reforzaba con la celebración eucarística, el MNAC y el soberbio Cristo de marfil del monasterio de
durante la cual el altar era, a la vez, sepulcro y lugar de Carrizo, ahora en el Museo de León.
la resurrección. No todos los altares de una iglesia estaban También son numerosas las imágenes marianas enrique-
consagrados, pero sí debía estarlo el principal. Los restantes cidas con reliquias, en número y calidad. En la península,
podían haber sido sólo bendecidos. destaca la majestad de la catedral de Astorga, una talla del
7
Véanse las imágenes que se reúnen en M. Camille, The gothic idol: 9
M. Trens, Les Majestats catalanes, Barcelona, 1966, pp. 90-94.
Ideology and Image-Making in the Medieval Art, Cambridge, 1989. Asimismo, J. Ainaud de Lasarte, «La consagració dels Crists en creu»,
8
D. Iogna-Prat, «La Vierge en ‘Majesté’ du manuscrit 145 de la Bibliothè- Litúrgica, 3 (1966), pp. 11-20.
que municipal de Clermont-Ferrand», en L’Europe et la bible, M. Mentré,
B. Dompnier (eds.), Clermont-Ferrand, 1992, pp. 87-108, esp. p. 94.
10
E. Fernández González, Artes suntuarias en la catedral de Astorga. la Plana, 1983, p. 152, doc. 25.
Culto y reliquias hasta los inicios del gótico, Astorga, 2004, pp. 37-43. 17
F. Español Bertran, «Ecos del sentimiento musulmán en el Spill de
11
X. Martiarena Lasa, «La aparición de una bella sonrisa. Virgen de la Jaume Roig», Sharq Al-Andalus. Estudios mudéjares y moriscos, 10-11
Rosa de Nájera», Berceo, 140 (2001), pp. 213-240. En la cavidad, en este (1993-1994), pp. 325-346.
caso, se hallaron dos lipsanotecas. 18
F. Español Bertran, «Exvotos y recuerdos de peregrinación», en El
12
Cf. Catalunya Romànica VIII: El Vallès occidental. El Vallès oriental, Camí de Sant Jaume i Catalunya (Actes del congrés internacional.
Barcelona, 1991, pp. 184-186. Barcelona, Cervera, Lleida, octubre 2003), Barcelona, 2007, pp. 297-317,
13
F. Fita, «Biografía inédita de Alfonso IX, rey de León, por Gil de esp. pp. 315-317.
Zamora», Boletín de la Real Academia de la Historia, XIII (1888), p. 293. 19
E. Bozoki, Charmes et prières apotropaïques, Turnhout, 2003.
14
J. Loperráez Corvalán, Descripción histórica del Obispado de Osma, 20
Dato aportado por A. Ryder, Alfonso el Magnánimo, rey de Nápoles y
Madrid, 1788, (reimpr. Madrid, 1978), vol. III, doc. LXXIII, p. 210. Sicilia (1396-1458), Valencia, 1992 (edición original, Oxford, 1990), p. 383.
15
Alfonso X O Sabio, Cantigas de Santa Maria, W. Mettmann (ed.), vol. I, 21
Resultan elocuentes los datos recabados por el dominico Narcís
Vigo, 1981, pp. 137 y 138. Camós (1621-1664) en su Jardín de María plantado en el Principado de
16
F. A. Roca Traver, El tono de vida en la Valencia medieval, Castellón de Cataluña, Barcelona, 1657.
22
Tomamos la referencia de J. M. Monsalvo Antón, La Baja Edad Media la cuestión en Ídem, «Los Descendimientos y los Santos Sepulcros en la
en los siglos XIV y XV, Madrid, 2000, p. 251. España medieval: el drama litúrgico escenificado», en el IV Congreso de
23
A. Sánchez, Sant Cristòfol a Girona: una capella, un portal i un carrer, Cofradías del Santo Sepulcro (Zamora, septiembre 2008), Zamora, 2009
Girona, 2007. (en prensa).
24
Tanto el espacio que pudo presidir el Descendimiento de Siresa como 25
G. Biasiotti, «La riproduzione della Grotta della Natività di Betlem
el de Les Abadesses se analizan en F. Español Bertran, «Los Descendi- nella Basilica di Santa Maria Maggiore a Roma», Diss. della Pontificia
mientos hispanos», en G. Sapori, B. Toscano (eds.), La Deposizione Accademia Romana di archeologia, s. II, XV (1921), pp. 95-110.
lignea in Europa. L’Immagine, il culto, la forma. Città di Castello, 26
B. Uhde-Stahl, «La chapelle circulaire de Saint-Michel de Cuxà»,
2004, pp. 511-554, esp. 543s., 537s. Más recientemente hemos retomado Cahiers de Civilisation Médiévale, XX (1977), pp. 339-351.
La capilla, que aún pervive, se revela como el mejor escenario lativo empleado en el documento) correspondían al enclave
para venerar la reliquia del pesebre que perteneció al tesoro angélico de la Italia meridional y a la Verónica venerada en
monacal, al igual que había sucedido con la que se revela Roma. Las dos restantes, a la Virgen de Montserrat, hasta
como su precedente directo: la capilla subterránea localizada cuyo santuario ascendió en 1460, poco antes de su muerte,
en el ábside mayor de la basílica romana. y a San Edmundo.
Otras criptas, sin que conste en su caso la existencia de Para quien había peregrinado, las insignias constituían
una reliquia del pesebre, pueden encuadrarse en el mismo un recuerdo palpable del lugar santo y del icono que se ve-
contexto. Ocurre con la de Olius, también del siglo xi, pero neraba en él. En las piezas metálicas que se vendían en los
situada a oriente, en el perímetro absidal. Tiene doble titu- santuarios, la correspondencia entre la imagen oficial y su
laridad, pero una de las dos advocaciones corresponde a la reproducción está acreditada por numerosos testimonios,
Virgen María. En Ávila, la basílica martirial construida para pero no siempre fue así. Durante un periodo impreciso del
cobijar las reliquias de San Vicente y sus hermanas también siglo xiv, en Montserrat, la imagen que se publicitó a través
incorpora una cripta bajo el ábside mayor. En muchos casos, de ellas correspondía a una Virgen con el Niño, erguida, de
la preceptiva imagen de la Virgen con el Niño que presidió tipología gótica. Los devotos las compraron, a pesar de mos-
estos ámbitos no se ha conservado; en otros, sí, y el apela- trar una figura que nada tenía que ver con la genuina: una
tivo que recibe revela su origen. En Ávila es conocida como talla románica que aún hoy pervive, en la que se presenta
«de la Soterraña». a María entronizada, con el Hijo sentado sobre sus rodillas.
Las razones de esta discrepancia iconográfica se adivinan al
El altar y su entorno rastrear la documentación del santuario.
En la iglesia, de reducidas dimensiones, erigida en la
En el inventario de bienes de Carlos, príncipe de Viana, rea- montaña santa avanzado el siglo xii y núcleo cultual del
lizado a su muerte (1461), se computan cuatro insignias de santuario-monasterio hasta época moderna, llegaron a acu-
peregrinación dentro del salterio que le perteneció.27 Son de mularse tal número de imágenes en su altar que, para el
oro, la variante más suntuosa entre las posibles. Como otros que llegaba por primera vez al santuario, ignorando cuál
contemporáneos, las guardó en su libro de rezo28 en memo- era la apariencia de la titular, debía de resultar difícil dis-
ria de los viajes devotos que emprendió a lo largo de su vida. cernir entre todas ellas.29 Por un lado, estaban las figuras de
Durante los años en los que residió en Italia, debió de visitar cera de gran formato, correspondientes a personajes históri-
Roma y el monte Gargano (Apulia), el centro principal del cos de calidad, que habían sido donadas como exvoto con la
culto de San Miguel en Occidente. El príncipe sentía una es- condición de ser emplazadas en las proximidades del icono
pecial veneración por el Arcángel, que contaba en Navarra oficial.30 Por el otro, a lo largo del siglo xiv, a este complejo
con un importante santuario en lo alto del monte Aralar. escenario se sumaron otras efigies marianas, cuyo forma-
Dos de las «patenas» que se registran (retomamos el ape- to, proporción y material tuvo que impactar, por fuerza, en
27
G. Desdevises du Dezert, Don Carlos de Aragón, Príncipe de Viana, 29
Cf. Español Bertran, «Exvotos y recuerdos de peregrinación», pp. 309 y
Pamplona, 1999 (París, 1889), p. 332. 310.
28
D. Bruna, «Témoins de dévotions dans les livres d’heures a la fin du 30
Los documentados datan del reinado del Ceremonioso. Los hay del rey,
Moyen Age», Revue Mabillon, 70 (1998), pp. 127-161. de la infanta Constanza y del conde de Terranova. Cf. Ibídem, p. 303.
31
Documentos en M. de Barcelona, «La cultura catalana durant el regnat sostenía al Niño con su brazo izquierdo. El Niño bendecía con una mano
de Jaume II», Estudios Franciscanos, 92 (1991), doc. 294, pp. 241 y 242; y sujetaba un pomo con la otra. La Madre, coronada, sostenía un tallo
doc. 300, p. 383; doc. 315, p. 392; doc. 322, pp. 395 y 396. floral. La imagen se apoyaba en un pedestal que ostentaba los emblemas
32
M. Blason Berton, «Un’immagine d’argento della Madonna donata heráldicos de la donante y de sus familiares.
al monastero di Montserrat (1340)», Anuario de Estudios Medievales, 33
Cf. R. del Arco, Huesca: Catálogo monumental, Madrid, 1946 pp. 139-140.
4 (1967), pp. 403-407. Medía tres palmos y medio y debía instalarse 34
He tratado sobre esta cuestión en F. Español Bertran, «Les imatges
apud altare. No era una réplica gótica de la Virgen de Montserrat. Su marianes: prototips, rèpliques i devoció», Lambard. Estudis d’Art
tipología resultaba acorde con la cronología mariana. Estaba de pie y Medieval, XV (2002-2003), pp. 87-109, esp. 98-100. R. P. Kinkade, «Myth
En un justamente célebre fragmento de los Libri Carolini,1 nuestra atención a las Sagradas Escrituras… Disfruta
se narra que a un hombre que adoraba las imágenes se le de tus figuras pintadas y déjanos disfrutar de la palabra
puso ante dos pinturas idénticas que representaban a una de Dios».3
bella mujer. El pintor escribió en una el nombre Venus como
título y en la otra el nombre María. A partir de ese momen- A pesar de las distintas posturas sobre la imagen que se ma-
to, el adorador de imágenes besó y honró a la imagen de la nifestaron en los años siguientes,4 medio siglo después, de
Virgen, mientras despreciaba la imagen de Venus, aunque una forma no menos expresiva, el influyente maestro Ra-
se dice en los Libri Carolini: «ambas eran iguales en forma bano Mauro dirá aún: «la escritura es más valiosa que el
y color y estaban hechas del mismo material, y se diferen- vano perfil de una imagen, y da más belleza al alma que la
ciaban sólo en el título». A diferencia de lo que se expresa falsa pintura que muestra la forma de las cosas de manera
en el segundo Concilio de Nicea,2 a Carlomagno y su corte inadecuada»,5 y al describir un altar de San Bonifacio indica
no le cabe duda de la superioridad de la palabra sobre la al lector que si quiere saber el nombre del santo, mire la
imagen: imagen y también el titulus.6
«Los pintores son así capaces de traer a la memoria he- Los carolingios quisieron alejarse de la creencia en la
chos pasados, pero las cosas que sólo son perceptibles identidad entre la imagen y su prototipo divino que alen-
para la mente y expresables sólo en palabras no pue- taban las religiones paganas. Así, prevaleció una corriente
den ser capturadas y mostradas por los pintores, sino radical que, siguiendo la estela de la teoría semiótica de San
sólo por los escritores […]. Oh, tú, que glorificas las Agustín,7 consideraba la imagen como un signo en el que la
imágenes, mira pues a tus pinturas y déjanos dedicar relación entre significante (el objeto) y significado (el pro-
8
Contra imaginum calumniatores orationes tres, B. Kotter (ed.), Die 13
Libri Carolini, I. 17, Freeman (ed.), p. 185, l. 14 ss.
Schriften des Johannes von Damaskus, vol. 3, Berlín, 1975, pp. 90 y 148. 14
Libri carolini, 1.2, 2.27 y 4-16. Véase J. Wirth, L’image a l’époque
9
A. Freeman, Theodulf of Orléans: Charlemagne’s Spokesman against romane, París, 1999, p. 44.
the Second Council of Nicaea, Aldershot, 2003. 15
L. G. Duggan, «Was Art Really the ‘Book of the Illiterate’?», Word &
10
Libri carolini, Freeman (ed.), p. 540, l. 35, 30. Véase J. C. Schmitt, «Les Image, 5 (1989), pp. 227-251 (reimpr. en Reading Images and Texts.
idoles chrétiennes», en L’idolâtrie, París, 1990, pp. 107-118. Medieval Images and Texts as Forms of Communication, M. Hageman,
11
Libri carolini, Freeman (ed.), pp. 116 y 117, cit. en C. Davis-Weyer, M. Mostert, eds, Turnhout, 2005, pp. 63-107).
Early Medieval Art, 300-1150: Sources and Documents, Nueva York, 16
G. Mercati, Note di letteratura biblica e cristiana antica, Ciudad del
1971, p. 100. Vaticano, 1905, p. 234.
12
M. Bacci, «Quel bello miracolo onde si fa la festa del santo Salvatore: 17
L. Russo, Vedere l’invisibile. Nicea e lo statuto dell’immagine, Palermo,
studio sulle metamorfosi di una leggenda», en G. Rossetti (ed.), Santa 1997, p. 147.
Croce e Santo Volto: Contributi allo studio dell’origine e della fortuna 18
A. Grabar, La iconoclastia bizantina. Dossier arqueológico (1957, 2.ª ed.
del culto del Salvatore (secoli IX-XV), Pisa, 2002, pp. 9-46. 1984), Madrid, 1998, p. 162.
19
A. Grabar, La iconoclastia bizantina. p. 150 y ss. 22
A. Grabar, La iconoclastia bizantina, p. 157.
20
El salterio griego Júdlov (ms. gr. 129, Museo Histórico del Estado, 23
H. Belting, La vraie image (2005), París, 2007, p. 132 y ss.
Moscú), ed. facsímil y vol. con comentario a cargo de M. Á. Cortés 24
C. Schönborn, El icono de Cristo: una introducción teológica (1976, 2.ª ed.
Arrese et al., Madrid, 2007. 1984), Madrid, 1999, p. 148.
21
Theodore Psalter, ed. facsímil electrónica, C. Barber, J. Lowden (eds.),
Illinois y Londres, 2000.
25
Il Volto Santo di Sansepolcro. Un grande capolavoro medievale rivelato 43-62; P. A. Mariaux, «Eucharistie et création d’image autour de l’an
dal restauro, A. M. Maetzke (ed.), Cinisello Balsamo, 1994. También mil: le crucifix de Géron», en N. Bériou, B. Caseau, D. Rigaux (eds.),
en Alemania algunos crucifijos muy transformados posteriormente se Les pratiques de l’eucharistie dans les Églises d’Orient et d’Occident
han datado antes que el Crucifijo de Gero. Véase Kreuz und Kruzifix: (Antiquité et Moyen Âge), 2 vols., París (en prensa).
Zeichen und Bild, Freising, 2005, p. 191 y ss. 28
P. A. Mariaux, «The Bishop as Artist? The Eucharist and Image Theory
26
R. Haussherr, Der Tote Christus am Kreuz. Zur Ikonographie des around the Millennium», en S. J. Gilsdorf (ed.), The Bishop: Power
Gerokreuzes, Bonn, 1963. and Piety at the First Millennium, Münster, 2004, pp. 155-167; Ídem,
27
D. A. Warner, Ottonian Germany: The Chronicon of Thietmar of «’Faire Dieu’. Quelques réflexions sur les relations entre confection
Merseburg, Manchester, 2001, p. 128. Véase A. E. Fisher, «Cross Altar eucharistique et création d’image, IXe-XIIe siècles», en D. Ganz y
and Crucifix in Ottonian Cologne. Past Narrative, present Ritual, T. Lentes (eds.), Die Ästhetik des Unsichtbaren: Bildtheorie und
Future Resurrection», en Decorating the Lord’s Table: On the Dynamics Bildgebrauch in der Vormoderne, Berlín, 2004, pp. 94-111.
between Image and altar in the Middle Ages, Copenhague, 2006, pp.
29
M. Goullet y D. Iogna-Prat, «La Vierge en ‘Majesté’ de Clermont- 31
B. Fricke, Ecce fides. Die Statue von Conques, Götzendienst und
Ferrand», en Marie. Le culte de la Vierge dans la societé médiévale, D. Bildkultur im Westen, Munich, 2007, con la bibliografía anterior.
Iogna-Prat, E. Palazzo, D. Russo (eds.), París, 1996, pp. 383-405. Sobre 32
Liber Sanctae Fidis, I.13, L. Robertini (ed.), Spoleto, 1994, p. 113
el dibujo que se conserva de la perdida escultura, véase D. Iogna-Prat, 33
J. Hubert y M. C. Hubert, «Piété chrétienne ou paganisme? Les statues-
«La Vierge en ‘Majesté’ du manuscrit 145 de la Bibliothèque municipal reliquaires de l’Europe carolingienne (1982)», en J. Hubert, Nouveau
de Clermont-Ferrand», en L’Europe et la bible, M. Mentré, B. Dompnier recueil d’études d’archéologie et d’histoire. De la fin du monde antique
(eds.), Clermont-Ferrand, 1992, pp. 87-108. au Moyen Age, París, 1985, pp. 319-358.
30
La Conversion d’Hermann le juif. Autobiographie, histoire, fiction, 34
Orígenes, Contra Celso, VII, 62.
París, 2003, p. 143 35
Vida de Porfirio, 61, 56.
cuando hablamos de santos y de sus restos visibles, todo culto de su imagen, sino que está dispuesta a castigar a quie-
lo que debe ser mostrado es el auténtico testimonio de los nes duden de ella. En su libro, Bernardo cuenta la historia
libros donde se hallan sus hazañas o sus umbrosas figu- de un clérigo que se burla de la estatua y trata de evitar que
ras pintadas en la pared. Pues las estatuas de los santos la multitud rece ante ella. Esa noche, la santa se aparece en
no deben ser permitidas bajo ninguna circunstancia». sueños ante él y, amenazadora, le recrimina haber calum-
niado a su imagen. A la mañana siguiente, el clérigo muere.
Pero para terminar esta severa condena de las estatuas de «De donde se deduce» —dice Bernardo— «que la efigie de
los santos, Bernardo flexibiliza su posición, en un preludio Santa Fe merece el honor de los fieles, puesto que parece
de lo que vendrá después: una cosa es no permitir que se eri- que quien vilipendia a la estatua blasfema en realidad a la
jan nuevas efigies de los santos y otra contrariar a los fieles santa mártir […]. Así que la imagen de Santa Fe no debe ser
eliminando viejas costumbres. Así que no se debe permitir destruida ni vilipendiada, puesto que parece que no se cae
el culto a las estatuas de los santos, «excepto en el caso de en errores paganos por ella, ni parece que los poderes de los
que un abuso de este tipo se hiciera desde tiempos antiguos santos se vean mermados, ni de hecho parece que ningún
o que se trate de una inveterada costumbre del vulgo a la aspecto de la religión sufra por su causa».37
que sea inútil oponerse [invincibilem ingenitamque idiota- Es así como el culto de las imágenes se va introduciendo
rum consuetudinem]», afirma Bernardo.36 en Occidente, con indudables reticencias, pero en la compro-
Al llegar a Conques, el santuario está tan repleto que bación de que no supone desdoro alguno a la religión cristia-
Bernardo no puede ni arrodillarse. No obstante, saluda al na y que satisface a los fieles, que ven en la estatua de culto
santo cuyos restos reposan en lo que él considera sin dudar una presencia material del santo hacia la que focalizar la
un ídolo (simulachrum) y se asombra de la estupidez del oración. Una presencia que durante mucho tiempo se verá
vulgo. En la práctica, el culto oriental de las imágenes, el reforzada por las reliquias, o por la hostia consagrada en
principio de que las oraciones a la imagen del santo transi- el caso de los crucifijos, que con frecuencia ocultaban re-
tan hasta el santo, que es el que actúa por la gracia divina, licarios, igual que después sucederá, en ocasiones, con las
están ya instaladas en la mente de los fieles. De algún modo, estatuas de la Virgen.38
la presencia del santo se halla en su estatua, y que los ves-
tigios materiales del santo se hallen en su interior lo hace Los enemigos de las imágenes
indudable. Los milagros de la santa que Bernardo narrará
a continuación así lo atestiguan. Bernardo se ha convertido Las estatuas de los santos y de la Virgen se irán introducien-
ya al culto de las imágenes, y piensa que lo que se haga a la do con mayor dificultad que el Crucifijo. Como hemos visto,
imagen repercute en la santa. Santa Fe no sólo respalda el desde su llegada al sur de Francia, la postura inicial de Ber-
39
P. Abelardo, Carmen ad Astralabium, v. 820, J. M. A. Rubingh-Bosscher Dumbarton Oaks Papers, 8 (1954), pp. 83-150 (ahora en Ídem, The Art
(ed.), Groninga, 1987, p. 151. Sobre esta obra véase J. Feros Ruys y J. of Byzantium and the Medieval West, Bloomington, Indiana, 1976).
O. Ward, The Repentant Abelard: Abelard’s Thought as Revealed in His 48
B. V. Pentcheva, Icons and Power. The Mother of God in Byzantium,
«Carmen Ad Astralabium» and «Planctus», Palgrave, 2009 (en prensa). University Park, Pensilvania, 2006.
40
R. De Deutz, Anulus seu dialogus inter Christianum et Iudaeum, 49
Véase Récits des premiers pèlerins chrétiens au Proche-Orient (Ive-VIIe
Rhabanus Haacke (ed.), en M. L. Arduini, Ruperto di Deutz e la siècle), P. Maraval (ed.), París, 2002; en las pp. 287 y 288 se recoge el
controversia tra Cristiani ed ebrei nel secolo XII, Roma, 1979, p. 233. que está considerado como el milagro de imágenes más antiguo conocido
41
B. Stock, The Implications of Literacy. Written Language and Modes of en Occidente (Adamnano, De locis sanctis, III. 5).
Interpretation in the Eleventh and Twelfth Centuries, Princeton, 1983, 50
Sobre la iconoclastia judía de la época, véase C. Barber, «The Truth in
pp. 120-139. Painting: iconoclasm and Identity in Early Medieval Art», Speculum, 72
42
PL 142, 1304 s., cit. por J. Wirth, «Faut-il adorer les images ? La théorie (1997), pp. 1019-1036.
du culte des images jusqu’au concile de Trente», en Iconoclasme. Vie et 51
J. M. Sansterre, «L’image blessée, l’image souffrante : quelques récits
mort de l’image médiévale, París, 2001, pp. 28-37. de miracles entre Orient et Occident (VIe-XIIe siècle)», en Les
43
Para lo siguiente, véase A. García Avilés, «Imágenes “vivientes”: images dans les sociétés médiévales: pour une histoire comparée, J. M.
idolatría y herejía en las Cantigas de Alfonso X el Sabio», Goya, 321 Sansterre, J. C. Schmitt (eds.), Bulletin de l’Institut Historique Belge de
(2007), pp. 324-342. Rome, 69, Roma y Bruselas, 1999, pp. 113-130, esp. 116 y ss.
44
S. Burce, Supra stella, I. Von Döllinger, Beiträge zur Sektengeschichte 52
R. Glaber, Historiarum, II, 5, 8, J. France (ed.), Oxford, 1989, pp. 64-66;
des mittelalters, vol. II: Dokumente vornehmlich zur Geschichte der véase R. Landes, Relics, Apocalypse and the Deceits of History. Ademar
Valdesier und Katharer, Munich, 1890 (reimpr. Darmstadt, 1968), p. 56. of Chabannes, 989-1034, Cambridge (Mass.), 1995, pp. 302-304; J. M.
45
L. De Tuy, De altera vita, 3.4, J. De Mariana (ed.), Ingolstadt 1612, p. 161. Sansterre, «Attitudes occidentales à l’égard des miracles d’images dans
46
C. Gilbert, «A Statement of the Aesthetic Attitude around 1230», le Haut Moyen Age», Annales: Histoire, Sciences Sociales; 53 (1998),
Hebrew University Studies in Literature and the Arts, 13 (1985), pp. pp. 1219-1241, esp. 1219; Ídem, «Visions et miracles en relation avec le
125-152. crucifix dans des récits des Xe-XIe siècles», en Il Volto Santo in Europa,
47
E. Kitzinger, «The Cult of Images in the Age before Iconoclasm», M. C. Ferrari, A. Meyer (eds.), Lucca, 2005, pp. 387-406.
53
Libri Carolini IV, 12, cit. por Sansterre, «Attitudes», pp. 1225 y 1226. 57
Camille, El ídolo gótico. Ideología y creación de imágenes en el arte
54
Le registre d’Inquisition de Jacques Fournier (1318-1325), J. Duvernoy medieval, Madrid, 2000, p. 233.
(ed.), Toulouse, 1965, vol. II, p. 53 y trad. íd., París, 1978, vol. 3, p. 776. 58
Yarza, Historias milagrosas de la Virgen.
55
K. L. Jansen, «Miraculous crucifixes in Late Medieval Italy», en Signs, 59
En efecto, hacia 1230-1235, Lucas de Tuy observa: «Item haereticorum
Wonders, Miracles. Representations of Divine Power in the Life of the aliqui, ut ocultere dejicere possint [...] nonnunquam sub specie
Church, Woodbridge, 2005, pp. 203-227. presbyterorum secularium, vel etiam aliotum religiosorum fratrum,
56
C. De Heisterbach, Diálogo de milagros, trad. de Zacarías Prieto et monachorum calliditate subdola secretis confessionibus multos
Hernández, Zamora, 1998 (2 vols.). depiciunt» (L. De Tuy, De altera vita, 3, 2, 693).
60
P. Alfonso, Diálogo contra los judíos, tit. 12, K. P. Mieth (ed.), Huesca, el concepto de imagen en Pedro Lombardo, véase O. Bildbegriff, pp.
1996, p. 192. Reproduzco aquí la traducción de E. (loc. cit., p. 399), con 200-206.
algunas matizaciones. 64
A. De Lille, Contra heréticos, IV, 11, PL 210, p. 428; The Summa contra
61
Sobre la disputa contra los judíos acerca de las imágenes, véase J. C. haereticos ascribed to Praepositinus de Cremona, Joseph N. Garvin, J. A.
Schmitt, La conversión d’Hermann le juif: Autobiographie, histoire et Corbett (eds.), Indiana, 1958, pp. 222-224, en J. C. Schmitt, Le corps des
fiction, París, 2003, pp. 143-178. images : essais sur la culture visuelle au Moyen Âge, París, 2002, p. 90.
62
Die Disputationen zu Ceuta (1179) und Mallorca (1286). Zwei 65
Kessler, Neither God nor Man, con la bibliografía anterior.
antijüdische Schriften aus dem mittelalterlichen Genua, Ora Limor 66
F. el Canciller, Summa de bono, VI.3, N. Wicki (ed.), vol. II, Berna,
(ed.), Munich, 1994, p. 290. Véase H. L. Kessler, Neither God nor 1985, p. 974.
Man. Words, Images, and the Medieval Anxiety about Art, Friburgo de 67
F. el Canciller, Summa de bono, VI. 3, pp. 972-976.
Bresgovia, 2007, pp. 29 y 30. 68
C. Gilbert, The Saints’ Three Reasons for Paintings in Churches, Ithaca
63
M. Colish, Peter Lombard, vol. 1, Leiden, 1993, pp. 175 y 176. Sobre y Nueva York, 2001.
69
J. M. Sansterre, «Entre deux mondes ? La vénération des images à 74
A. Magno, In Sententias, 1, dist. 3, art. 19 y 3, dist. 9, arts. 4 y 5.
Rome et en Italie d’après les textes des VIe-XIe siècles», en Roma fra 75
ST, p. 3, q. 25, a. 3. J. Wirth, «Faut-il adorer les images ?», p. 37.
Oriente e Occidente, Spoleto, 2002, vol. 2, pp. 993-1050. 76
In Sententias. 3, dist. 9, cit. en J. Wirth, «Faut-il adorer les images ?»,
70
E. Kitzinger, The Cult of Images in the Age before Iconoclasm, p. 33. Véase también Ídem, L’image a l’époque gothique, París, 2008,
Washington, 1954. Contra las tesis de Kitzinger se han pronunciado esp. 49-55.
recientemente L. Brubaker, «Icons before Iconoclasm?», en Morfologie 77
G. Dagron, «Holy Images and Likeness», Dumbarton Oaks Papers, 45
sociali culturali in Europa fra tarda antichità e altomedioevo, Settimane (1991), pp. 23-33.
di studio del Centro italiano di studi sull’alto Medioevo, 45, Spoleto, 78
J. C. Schmitt, «L’iconographie des rêves» (1989), en Ídem, Le corps des
1998, pp. 1215-1254. images, pp. 297-321; Ídem, «Récits et images de rêves au Moyen Âge»,
71
Entre la amplia bibliografía de los últimos años, al respecto destacaré Ethnologie française, 33 (2003), pp. 553-563; Ídem, «Les rêves et leurs
sólo The Holy face and the Paradox of representation; G. Wolf, Scheleier images dans la société médiévale», Les Cahiers du Collège iconique.
und Spiegel. Traditionen des Christusbildes und die Bildkonzepte der Communications et débats, 17 (2004), pp. 241-280.
Renaissance, Munich, 2002; H. Belting, La vraie image. Croire aux 79
Véase también D. Freedberg, «Holy Images and Other Images», en
images ? (ed. orig. alemana 2005), París, 2007; Santa Croce e Santo The Art of Interpreting, S. C. Scott (ed.), University Park (Pensilvania):
Volto; Il Volto Santo in Europa. Culto e immagini del Crocifisso nel Pennsylvania State University Press, 1995, pp. 68-87.
Medioevo, M. C. Ferrai, A. Meyer (eds.), Lucca, 2005. 80
Cantiga CVXII, Mettmann (ed.), vol. 2, pp. 159-161. Vid. F. J. Sánchez
72
Chronica majora, 3.7, en S. Lewis, The Art of Matthew Paris in the Cantón, «Las artes en las “Cantigas de Santa María” de Alfonso
Chronica Majora, Aldershot, 1987, p. 126. el Sabio», El Museo de Pontevedra, 33 (1979), 267-294, p. 277; A.
73
J. Wirth, «La critique scolastique de la théorie thomiste de l’image», Domínguez Rodríguez, «El arte de la construcción y otras técnicas
en Crises de l’image religieues/ Krise religiöser Kunst, O. Christin, D. artísticas en la miniatura de Alfonso X el Sabio», Alcanate, 1
Gamboni (eds.), París, 2000, pp. 93-109. (1998-1999), pp. 59-83, esp. 68 y 69.
81
R. Sánchez Ameijeiras, «‘Ymagines sanctae’: Fray Juan Gil de Zamora H. De Lubac, Surnaturel. Études historiques, París, 1946; J. Wirth,
83
y la teoría de la imagen sagrada en las Cantigas de Santa María», en «L’apparition du surnaturel dans l’art du Moyen Âge», en L’image et
Homenaje a José García Oro, M. Romaní Martínez, M. Á. Novoa Gómez la production du sacré, F. Dunand et al. (eds.) París, 1991, pp. 139-164
(eds.), Santiago de Compostela, 2002, pp. 515-526, esp. 522. (retomado en Ídem, L’image a l’époque gothique, París, 2008); R.
82
C. De Heisterbach, Diálogo de milagros, 7, 46, trad. Prieto Hernández, Bartlett, The Natural and the Supernatural in the Middle Ages,
p. 607. Cambridge, 2008.
Hacia 1230, Lucas, diácono canonical de San Isidoro de León torturar a la Divinidad, por dispensar inaceptables imágenes
—más tarde elevado a obispo de Tuy, y conocido por ello como monstruosas y por dispersar a los fieles.
Lucas de Tuy o el Tudense—, redactó un encendido texto El discurso del Tudense sobre las imágenes no se agota
apologético para combatir la alarmante expansión de los al- en estos dos asuntos. En el cap. XX del Lib. II (De Imagi-
bigenses por el reino leonés. De altera vita, fideique contro- nibus) discrimina las cuatro funciones que pueden llegar a
versiis adversus Albigensum errores, libri III constituye un desempeñar los distintos tipos de imágenes que se disponían
testimonio de primer orden para conocer los conflictos teoló- en los templos: defensa de los fieles, instrucción de la doc-
gicos que agitaban las sociedades hispanas de los albores del trina, estímulo de imitación y ornato.5 Entre las distintas
gótico o, al menos, que convulsionaban el ánimo ortodoxo del representaciones merecen una atención especial las repre-
Tudense.2 Entre los argumentos de confrontación teológica sentaciones de culto.6 Don Lucas consideraba que se ofertan
descuella el de las imágenes de culto, con particular atención a los ojos de los píos espectadores (ascipientis) para excitar
a su definición iconográfica y al uso que se les debía conceder. su devoción y reconfortarles con la belleza de su honestidad.
La historiografía ha destacado, en este sentido, la abierta Los planteamientos que desglosa el Tudense sobre este tema
oposición de don Lucas a los Crucificados de tres clavos, que en el cap. XXI (De cultu Imaginum) aún no han sido anali-
él interpretó como un síntoma herético antes que como una zados y a ellos dedico las líneas siguientes. Presto atención
novedad artística (Lib. II, cap. IX, p. 94).3 Se juzgara de un al texto apologético de Lucas de Tuy porque considero que, a
modo u otro, la nueva propuesta compositiva llega una vez través de su testimonio singular, reflejo de las posturas ecle-
más desde Francia. Y de allí también, y de nuevo de mano siásticas canónicas, puede entenderse con precisión el valor
de los herejes cátaros, procederían las vírgenes desfiguradas, concedido a las imágenes —en concreto, a las esculpidas—
de un solo ojo (imaginem monoculam ac deformem).4 Marías en los territorios hispanos en el efervescente tránsito del ro-
tuertas o Cristos con pies superpuestos serían, a su modo mánico al gótico, o dicho en otro plano, en los prolegómenos
de ver, expresiones del perverso afán de los albigenses por de la implantación de los principios aristotélicos.
1
A Alejandro García Avilés, mi agradecimiento, como siempre. of Romanesque Art», en Romanesque and Gothic: Essays for George
2
M. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, Zarnecki, Neil Stratford (ed.), Wolfeboro, 1987, vol. I, p. 27-34.
1984, I, p. 470-471. Yo cito por la edición Ingolstadt, 1612, que reproduce 4
B. Palacios Martín, «La circulación de los cátaros», p. 224. A. García
la edición de Amberes 1609, preparada por el P. Juan de Mariana. Vid. Avilés, «Imágenes vivientes: idolatría y herejía en las Cantigas de
E. Falque Rey, «De Altera Uita: una Obra olvidada de Lucas de Tuy», Alfonso X el Sabio», Goya, 321 (2007), pp. 324-342, nº. 80.
en La Filología Latina. Mil Años Más. Actas del IV Congreso de la 5
C. Gilbert, «A Statement of the Aesthetic attitude around 1230»,
Sociedad de Estudios Latinos. Congreso de la Sociedad de Estudios Hebrew University Studies in Literature and the Arts, XIII/2 (1985),
Latinos n.º 4, Medina del Campo, 2005, pp. 1121-1130. A. Martínez p. 125-154. Enmienda algunos de sus errores interpretativos, S.
Casado, «Disidencias manifestadas en León en la primera mitad del siglo Moralejo, «D. Lucas de Tuy y la ‘actitud estética’ en el arte medieval»,
XIII», Ciencia Tomista, 124-1 (1997), pp. 159-177. Carecemos aún de Euphrosyne, XXII (1994), p. 341-346. Vuelve sobre ello, pero ignora
una edición crítica de esta obra. estos dos trabajos, J. Wirth, L’image à l’époque romane, París, 1999, pp.
3
B. Palacios Martín, «La circulación de los cátaros por el Camino 265-266.
de Santiago y sus implicaciones socioculturales. Una fuente para su 6
Así, detalla que «la Cruz, signo del Hijo de Dios, es para nosotros
conocimiento», en Estudios en memoria del Profesor O. Salvador de defensa contra la malicia de los enemigos; es doctrina por el valor de
Moxó. II, Madrid, 1982, p. 219-230, esp. 227-228. Recuerda (nº. 22) lo sufrido por nosotros por el Hijo de la Virgen; es imitación porque
que también el canciller real de Castilla Diego García de Campos en su nosotros por el mismo debemos morir, pues se obtiene la debida
Planeta (1218) manifestó su oposición frontal a la fórmula de los tres facultad, y la alabada Cruz es decoro y belleza de nuestra fe». Por su
clavos. Además, J. Yarza, «Reflexiones sobre la iconografía medieval parte, «las imágenes de los santos son para nosotros doctrina por sus
hispana», Cuadernos de Arte e Iconografía, II-3 (1989), pp. 27-46. Sobre beatíficos actos, imitación de la santidad que aconsejan y aportación de
los heterodoxos ante las imágenes, W. Cahn, «Heresy and Interpretation decoro en el templo de Dios» (De Alt. Vita, II, cap. XX, p. 138).
7
A pesar de que en Ex 25, 18 o en Ex 26, 31 o en I Ry 6, 23-29 se inquiera (PG, XCIV, 1325). Cfr. R. Bugge, «Effigiem Christi, qui transi, semper
la representación de querubines sobre el Arca de la Alianza. En I Ry 7, honora: Verses condemning the Cult of Sacred Images in Art and
29 detalla que en los paramentos del Templo figuraban leones, bueyes y Literature», Acta ad Archeologiam et artum historiam pertinentia, 6
querubines. Los querubines eran bifaciales, con rostros de hombre y de (1975), pp. 127-139.
león, según Ez. 41, 18. 10
M. Camille, El ídolo gótico. Ideología y creación de imágenes en el arte
8
Jonás de Orleans, De cultu imaginum, PL, CVI, 305-388. Claude de medieval, Madrid, 2000, pp. 222-223.
Turin: un évêque iconoclaste dans l’Occident Carolingien: Étude suivie 11
Ibídem, pp. 43-74 y 182-211.
de l’édition du Commentaire sur Josué, P. Boulhol (ed.), París, 2002. 12
A. García Avilés, «Imágenes vivientes», p. 328-330.
9
Ante lo que mostraron su desagrado, entre otros, destacados rigoristas 13
Tertuliano, III Sententiarum Dis. 37 Qu.1 Art. 6. «Idolum nihil est in
carolingios como Agobardo, Liber contra eorum superstitionem qui mundo. Hoc autem multipliciter intelligi potest. Uno modo inquantum
picturis et imaginibus sanctorum adorationis obserquium deferendum idolum est similitudo; et sic exponit Origenes, ut dicatur idolum nihil
putant (Liber de imaginibus sanctorum), XIX (PL, CIV, 214): «Algunos esse, quia nulla res est in mundo cujus sit similitudo. Alio modo potest
se sienten atraídos por las imágenes como si fuesen algo divino, pero intelligi de idolo secundum quod est res quaedam; et hoc dupliciter. Uno
sólo se le puede prestar veneración para honra de Éste, del que la modo quantum ad formam quae aestimatur esse in idolo, et non est in
imagen es efigie. A esto se responde con facilidad, que la imagen que eo, scilicet forma deitatis».
se adora no es Dios, y que de ningún modo sea venerada si no es por 14
San Isidoro, Etimologías, J. Oroz, M.-A. Marcos (eds.), Madrid, 1994, p.
honor de los santos, y que de ningún modo se le arroguen honores 718-720. Et., VIII, 5-6: «se llaman ‘simulacros’ o porque son ‘similares’
divinos». Ibíd., XXVIII (PL, CIV, 222): «si las obras de mano de Dios no o porque son ‘simulados’ e imaginados; de ahí también que sean falsos».
son adoradas u honradas ni en honor de Dios, ¿cuánto más las obras 15
Col. 3, 5: «mortificate ergo membra vestra quae sunt super terram
de mano del hombre no deben ser adoradas u honradas ni en honor fornicationem inmunditiam libidinem concupiscentiam malam et
de aquellos a quien se dice que se asemejan? Si alguna imagen fuese avaritiam quae est simulacrorum servitus».
adorada u honrada, debiera ser por el creador más que por la criatura. 16
S. Döpp, «Prudentius’ Gedicht ‘Contra Symmachum’ in der religiösen
Naturalmente Dios hizo al hombre a imagen y semejanza de Dios. Auseinandersetzung seiner Zeit», en G. Binder, K. Ehlich (eds.),
El hombre en cambio no puede hacer algo, que no sea semejanza de Religiöse Kommunikation – Formen und Praxis von der Nuezeit, Trier,
hombre». Resuenan aquí las palabras del Damasceno, cuando afirmaba 1997, pp. 271-300.
«no adoro lo creado en lugar del creador sino que adoro al Creador» 17
Jer 10, 2-6.
38 SOBRE LAS PERSUASIVAS IMÁGENES DE CULTO. ENCOMIOS Y ESCRUTINIOS DESDE LA EDAD MEDIA HISPANA
objeto de culto. Por lo mismo, cualquier estatua de un vano en exclusiva con adoratio. Las implicaciones de esta rein-
dios pagano debía conservarse dislocada de un tabernáculo terpretación filológica resultaron muy significativas. Así,
y, en términos inversos, toda representación de contenido Pedro Lombardo cambió su consideración sobre el valor del
sacro cristiano debía estar asociada a un altar. término latreia tras leer las nuevas traducciones de los au-
El Tudense recuerda que la Biblia ya distingue entre los tores griegos. Mientras en un temprano Comentario a los
dos tipos de adoraciones y servidumbres que pueden pres- salmos señalaba que Cristo debía recibir veneración (dulía)
tarse, latría y dulía; y dentro de esta segunda diferencia y no adoración (latría),22 en sus Sentencias (ca. 1141-1151),
entre dulía simple e hiperdulía (De Alt. Vita, II, cap. XXI, después de acceder a la reciente versión latina de Juan Da-
p. 144). Es cierto, sin embargo, que esos términos no figu- masceno, modifica su criterio. Afirma entonces que Cristo
ran en la Vulgata ni en ninguna de sus revisiones filológicas merece adoración (latría).23 El Tudense tuvo oportunidad
medievales. de conocer estos argumentos de Pedro Lombardo porque el
Según Lucas de Tuy la adoración de latría sólo se debe primer comentarista hispano del maestro parisino fue San
tributar a Dios. El culto de dulía, de servidumbre y reveren- Martino de León, abad de la canónica de San Isidoro, donde
cia, se debe a los santos, a los ángeles y a los sacramentos de profesaba el futuro obispo de Tuy.24
la Iglesia (De Alt. Vita, II, XXI, p. 144-146).18 La hiperdulía, Don Lucas ejemplifica la opinión de la iglesia leonesa y
a su juicio, sólo debe entenderse como la humildad extrema castellana —o, al menos, de un sector importante de ella—
asumida por los hombres que ensalzan a Cristo y por Él se sobre el modo en que debían relacionarse los fieles con las
desarrollan (Ibíd., p. 146). Nada se explicita en este punto personalidades sagradas. Ahora bien, ¿qué valor debe con-
sobre la actitud devocional que requiere la Virgen, ni de qué cederse a las distintas imágenes que representan a cada una
modo deben experimentarse las imágenes sagradas; tampo- de ellas? ¿Se debe proyectar dulía o latría a las imágenes de
co alude a la posible veneración a las reliquias. Cristo, la Virgen o los santos que acompañan el culto ecle-
En griego, el sentido de los conceptos proskynesis y siástico? En consecuencia, ¿cabe ejercitar algún tipo de culto
latreia quedó estipulado en el siglo viii, en pleno conflicto a las imágenes, o sólo ante las imágenes? Responder a este
iconoclasta, en las exposiciones de Juan Damasceno y el II interrogante requiere discernir previamente otros aún más
Concilio de Nicea19. El mundo carolingio, sin embargo, no nucleares: ¿qué relación formal mantenían las imágenes de
logró discriminar atinadamente su significado y tendió a Cristo con Cristo mismo? ¿Se asemejaban ciertamente las
identificar ambos con la noción de adoratio, tal y como lo representaciones al prototipo, y desde esta perspectiva, las
certifican los Libri Carolini.20 La parca circulación de este imágenes eran imagen de aquel o sólo se asemejaban por
texto de inspiración sinodal explica que transcurriese el similitud? Una imagen, se sostuvo desde San Agustín, man-
tiempo, y la significación no fuera reconsiderada de modo tenía una relación causal con su modelo:25 el hombre nace
más atinado. Occidente no se percató de la diferencia en- como imagen de Dios, e incluso el Hijo como imagen del Pa-
tre uno y otro modo de honrar las personalidades sagradas dre. Pero la imagen no mantiene sólo una similitud física
hasta que Burgundius de Pisa llevó a cabo las traduccio- sino también, e incluso sobre todo, espiritual. Conforme a
nes latinas de Juan Damasceno.21 A partir de entonces, se este principio resultaría muy difícil justificar por qué una
reconsideró el valor etimológico de latreia, identificado ya talla de Cristo es una imagen de Él, dado que la causa de su
18
Salvo la eucaristía que debe adorarse (latria) porque en las especies del devant les images religieuses. La conjoncture de 825», en Nicée II,
pan y el vino está Dios, sentencia. De Alt. Vita, II, XXI, p. 146. 787-1987. Douze siècles des images religieuses, París, 1987, p. 247-262, esp.
19
Juan Damasceno había diferenciado en proskynesis o adoración (latria) 249-250. A. Bianchi, «La teoria dell’immagine dei Libri Carolini», Doctor
que debe rendirse sólo a Dios, veneración (dulia) para la Madre de Dios Virtualis, 1 (2002), p. 41-63. Para los autores de los Libri Carolini cabía
y los santos y honor (timé) para las imágenes de los personajes sagrados considerar sagrados, y por este orden, la eucaristía, la cruz, las Escrituras,
y las del emperador. M. Jugie, «S. Jean Damascène», en Dictionnaire la vajilla sagrada y las reliquias de los santos. En ningún caso las imágenes.
de Théologie Catholique, 8, p. 738-740. El concilio niceano distinguió 21
H. L. Kessler, «Gregory the Great and Image Theory in Northern
«veram latriam, quae secundum fidem est quaeque solam divinam Europe during the Twelfth and Thirteenth Centuries», en A companion
naturam decet, impartiendam» y «honorariam adorationem» (timetikè to Medieval Art, C. Rudolph (coord.), Malden-Oxford, 2006, pp. 151-172.
proskynesis) que tributan a las imágenes «qui adorat imaginem adorat Tal como recoge Kessler (p. 155), Alan de Lille aún que la dulía era el
in ea depicti substantiam». Sacrorum Conciliorum: Nova et amplissima término griego de la adoración o latría que merece Dios. Evidentemente
collectio, J. D. Mansi (ed.), Graz, 1921-1927, XIII, 378. Y aún: la discriminación de dulía y latría en función de los distintos
«venerabiles ac sanctas imagines proponendas, tam quae de coloribus destinatarios sagrados no estaba discernida en su obra. Pedro Lombardo
et tessellis, quam quae ex alia materia congruenter in sanctis Dei sentenciará esa diferencia en un momento avanzado de su biografía.
ecclesiis et sacris vasis et vestibus et in parietibus ac tabulis, domibus 22
Comm. in Ps. 98.5, PL 191, col. 895b.
et viis: tam videlicet imaginem Domini Dei et Salvatoris nostri Iesu 23
Sententiae, 3.d.9.c 1-c 6. Petrus Lombardus, Sententiae in IV libris
Christi, quam intemeratae Dominae nostrae Sanctae Dei Genitricis distinctae, Quaracchi, 1971—1981, II, p. 68—71. Sobre el uso del
honorabiliumque angelorum et omnium sanctorum simul et almorum Damasceno por Pedro Lombardo, véase E. M. Buytaert, «St. John
virorum». Sacrorum Conciliorum, Mansi, XIII, 378 D. Damascene, Peter Lombard, and Gerhoh of Reichersberg», Fransciscan
20
Opus Caroli regis contra synodum, I.5, I.8, I.9. A. Freeman, «Theodulf Studies, 10 (1950), p. 323-343.
of Orleans and the Libri Carolini» Speculum, 32-4 (1957), pp. 663-705. 24
Sobre la presencia de textos de P. Lombardo en la biblioteca de San
Ead., «Scripture and Images in the Libri Carolini», en Testo e immagine Isidoro de León, donde los leería Lucas de Tuy, I. García Tato,
nell’alto medioevo (Settimane di studio del Centro italiano di studi «Influencia de Pedro Lombardo en la doctrina trinitaria de Martino de
di Spoleto, 41), Spoleto, 1993, pp. 163-188. Ead. Theodulf of Orleans: León», en Santo Martino de León, León, 1987, pp. 681-685.
Charlemagne’s Spokesman Against the Second Council of Nicaea, P. 25
Wirth, L’image à l’époque romane, p. 270. R. Javelet, Image et ressem-
Meyvaert (ed.), Tourhout, 2003. A. Boureau, «Les théologiens carolingiens blance au XII siècle, de saint Anselme à Alain de Lille, París, 1967, 2 vols.
40 SOBRE LAS PERSUASIVAS IMÁGENES DE CULTO. ENCOMIOS Y ESCRUTINIOS DESDE LA EDAD MEDIA HISPANA
zanjar el asunto enunció una respuesta tajante, suficiente- «Nosotros no adoramos las reliquias de los mártires, ni
mente sintomática del aprecio que la Iglesia concedía a las el sol, ni la luna ni los ángeles. Reverenciamos las re-
imágenes: liquias de los mártires, con el fin de adorar a Aquel de
«Se impone decir que no ha de manifestarse reveren- quien son los mártires; honramos a los siervos, para que
cia alguna a la imagen de Cristo en cuanto es una cosa, el honor de éstos redunde en su Señor».33
por ejemplo una madera esculpida o pintada, porque
la reverencia sólo se debe a la naturaleza racional. Por Volvamos ahora de nuevo a don Lucas y a la respuesta par-
consiguiente, es claro que sólo debe rendírsele culto en ticular que proporcionó al mundo hispano. No albergaba
cuanto imagen. Y así se sigue que es preciso rendir la dudas de que Cristo merecía adoración de latría, reitero, de
misma reverencia a la imagen de Cristo que al mismo extremo superlativo. Pero ¿y sus representaciones? Nues-
Cristo. Por tanto, al ser adorado Cristo con adoración de tro autor asevera que la imagen verdadera del Salvador,
latría, se sigue que su imagen debe ser adorada también necesariamente efigiada a semejanza de la apariencia que
con adoración de latría». asumió una vez encarnado, debe ser ampliamente venerada
por los fieles (ad similitudinem depingitud Salvatoris, tanto
Santo Tomás entiende por tanto que las tallas de los Cru- plus debet a fidelibus venerari). En cambio, las figuras de los
cificados de Calvarios, Descendimientos o Resurrecciones santos merecen especial reverencia, y ello por tres motivos:
(como el excepcional conjunto de la colección El Conventet) prestan amparo, incitan la emulación y aportan ornato. A
debían ser objeto de veneración de latría «no por razón de través de esas formas, concluye, Dios quería manifestar su
la misma imagen, sino a causa de la realidad que represen- voluntad (De Alt. Vita, II, XX, p. 140-141):
tan». Y otro tanto propone el Aquinate en relación con la «Podemos venerar las imágenes verdaderamente sacras
cruz de Cristo: que no es venerable en sí misma sino por no con latría sino con dulía y no por las propias imáge-
íntima relación con el Crucificado (Summa Theologica, III, nes, las cuales [por sí mismas] nada reciben o demues-
art. 4-resp).31 Con todo, la formulación plástica de las imá- tran, sino por aquellos signos que son de nuestro Rey,
genes —en este caso, la de Cristo— debía atenerse a tradi- que todo lo puede. Al Rey en sus imágenes adoramos, y a
ciones iconográficas asentadas y canónicas si se pretendía los santos en sus señales veneramos. Más bien adoramos
justificar que fueran objeto de veneración: a Dios en presencia de la imagen, imagen que [adora-
«Dice el mismo Apóstol en 2 Tes 2,15: Manteneos fir- mos] en presencia de Dios».34
mes y guardad las tradiciones que aprendisteis ya de
palabra, es decir, por tradición oral, ya por carta, esto Desconcertantemente, de la pulcra y honesta forma de la
es, comunicadas por escrito. Y entre las tradiciones de santísima Virgen señala solamente que debe pintarse de tal
este género se encuentra la adoración de las imágenes modo que en su apariencia externa refulja la belleza y pla-
de Cristo. Por eso se cuenta que San Lucas pintó una cidez de su cuerpo y de su mente (Ibíd., p. 142). Nada acota,
imagen de Cristo, que se conserva en Roma» (Summa pues, con relación a la actitud que debe observar el espec-
Theologica, III, art. 3- 4). tador de la imagen mariana. En este extremo el Tudense
prescribe la vocación espiritual del artífice, pero omite al
La adoración extrema se debe a Cristo, mientras la Virgen y receptor. Sólo al final del capítulo explicita qué culto de ado-
sus representaciones merecen hiperdulía.32 Para Santo To- ración o de veneración debe profesar el fiel a la Virgen y a
más dos actitudes espirituales distintas debían adoptarse a sus efigies.35
la hora de tributar culto a Dios y a la Virgen. En realidad, Muchas de las ideas y opiniones de Lucas de Tuy cons-
acreditaba y refrendaba unas diferencias ya advertidas por tituyen ecos y reverberaciones de la luenga tradición pa-
distintos autores de los siglos xii y xiii. Los santos, por su trística. No faltan, sin embargo, algunas consideraciones
lado, requerían una tercera predisposición, perfilada tam- personales, como estas enhebradas en torno a la Virgen o
bién desde mucho tiempo antes en la literatura patrística. como la valoración vertida en la última línea del párrafo que
San Jerónimo expuso en su epístola Ad Riparium qué fer- acabo de transcribir. Aunque en esa frase, como en tantas
vor suscitaban y qué veneración se debía a los santos: otras ocasiones, el Tudense parece recrearse con quiasmos,
31
Cfr. San Juan Damasceno, De sacris imaginibus oratio, 1, 47. PG, XCIV, 1268. sunt nostri Regis, qui omnia potest. Regem in suis imaginibus adoramus,
32
«Al ser la latría debida exclusivamente a Dios, no se debe a la criatura. et sanctos in suis sigillis veneramus. Potius adoramus coram imagine
[…] no se debe culto de latría a ninguna pura criatura racional. En Deum, quam imaginem coram Deo». De Alt. Vita, II, XXI, p. 146.
consecuencia, por ser la Santísima Virgen una pura criatura racional, 35
«Detengámonos tras Dios en la Señora y Reina madre de Dios María
no le es debida la adoración de latría, sino sólo la veneración de dulía; Virgen inviolada de corazón humilde devotamente. Con adoración de dulía
de forma más eminente, sin embargo, que a las demás criaturas, porque sea venerada por delante de todos los santos, aquellos por cuyas gracias
ella es la Madre de Dios. Y por eso se dice que se le debe no cualquier y alabanza fuimos liberados de las penas infernales y nos devolvieron
dulía, sino la hiperdulía» (Summa Theologica, III, art. 4 resp.). gozos sempiternos» (De Alt. Vita, II, XXI, p. 149). Sin embargo, décadas
33
PL, XXII, 907. Contrapóngase esta postura con la expresada en Summa más tarde desde el scriptorium de Alfonso X se reclamará que las
Theologica, III, art. 6. S. H. Fuglesang, «Christian Reliquaries and Pagan representaciones de la Virgen sean objeto de culto, dada su capacidad para
Idols», en Images of Cult and Devotion, Copenhage, 2004, pp. 7-30. mostrar lo sagrado: «Las imágenes de la Virgen sin par / debemos mucho
34
«Sacras vero imagines, non latria, sed dulia, possumus venerari non honrar / pues honra nuestra merecen / y nuestra gran devoción / no por
propter imaginem, quae per se nihil obest, vel prodest ; sed quia sigilla ellas, a fe mía / mas por la figura que representan» (Cantiga CLXII).
36
Gregorii Magni Lib. ix. ep. 52. ad Secundinum (Registrum Epistularum, nostra rapiatur spirituali affectu per contemplationem figuratae
App. X (interpolación: IX, 148): «Imagines, quas a nobis tibi dirigendas imaginis secundum carnem quam Filius Dei pro nostra salute susapere
per Dulcidium Diaconum tuum rogasti, misi tibi. In qua re valde nobis dignatus est: eundem redemptorem nostrum qui in caelis est, adoremus
tua postulatio placuit, quia illum toto corde, tota intentione quaeris, et in spiritu glorificantes collaudemus; quoniam iuxta ut scriptum est,
cujus imaginem prae oculis habere desideras; ut te visio corporalis Deus spiritus est et ob hoc spiritualiter divinitatem eius adoramus».
quotidiana reddat exercitatum, ut dum picturam illius vides, ad illum Adriano I, Epistula ad imperatores. Sacrorum Conciliorum, Mansi, XII,
animo inardescas, cujus imaginem consideras. Non ab re facimus, si 1061 C-D. G. Rosati e O. Ferrari, «Il concetto di simbolo e allegoria
per visibilia, invisibilia demonstramus». Thomas Netter, Doctrinale nella trattatistica e nella letteratura sulle arti figurative dal Medioevo ai
Antiquitatum Fidei Catholicae Ecclesiae, De cultu imaginum, S. nostri giorni», en Enciclopedia Universale dell’Arte, Novara, 1983, XII,
Blanciotti, F. Bonaventura (eds.), 3: De sacramentalibus, Farnborough, p. 495. Schmitt, Le corps des images, p. 65 contextualiza la exposición
1967 [original 1759], 925. Es sabido que se trata de una interpolación papal en la tradición icónica de la Iglesia.
del siglo VIII sobre una carta original del papa. J. C. Schmitt, Le corps 38
«Non enim possunt videre vel apprehendere illa, quae non lucent ex illa,
des images, p. 70. Sobre el complejo argumento de « ver lo invisible », L. quia sine luce neque ipsa videri lux potest. Et sunt quidem ista speciosa
Vargiu, Prima dell’età dell’arte. Hans Belting e l’immagine medievale, simulacra lucis ad invisibilem profusionem, ut per visibilia invisibilia
Palermo, 2007, n.os 113-114. No obstante, la idea de que se desarrolla videantur». Commentariorium in Hierarquiam coelestem S. Dionysii
una percepción intelectual a partir de la sensorial quedó enunciada ya Areopagitae secundum interpretationem Joannis Scoti ad Ludovicum
por Aristóteles: «Eodem modo quo se habet ad sensibilia sensus, sic regem francorum. PL, CLXXV, 933. «Ideo per visibilia invisibilium
etiam se habere ad intelligibilia intellectum», De anima, l. III, c. 4, § veritas demostrata est; quia non potest noster animus ad invisibilium
2. Claro que este es el principio por el que los fieles espectadores de la ipsorum veritatem ascendere». Cfr. PL, CLXXV, 926, 948, 949, 956, 960,
liturgia cristiana asumían que la transustanciación eucarística había 962, etc.
tenido lugar una vez que el sacerdote alzaba los brazos para mostrar la 39
C. B. Kendall, «The Portal as Christ: Personification or Real
hostia consagrada. Presence?», en su The Allegory of the Church: Romanesque Portals and
37
«Ipsae sacrae imagines permanentes ab omnibus fidelibus honorantur, Their Verse Inscriptions, University of Toronto, Toronto, 1998, p. 80-91.
ut per visibilem vultum ad invisibilem divinitatis maiestatem mens A. García Avilés, «Imágenes vivientes», p. 330.
42 SOBRE LAS PERSUASIVAS IMÁGENES DE CULTO. ENCOMIOS Y ESCRUTINIOS DESDE LA EDAD MEDIA HISPANA
embrollarse entre lábiles distinciones semánticas. Con todo, Sainte-Foy de Conques, si la Divinidad deseaba actuar a tra-
a la postre, apuntala la doctrina. Convendrá quedarnos con vés de ella. Precisamente, Bernardo disipó sus dudas sobre
este aserto si procuramos esclarecer qué pensaban y sentían el riesgo de profesar idolatría a esta imagen cuando pudo
los hombres y mujeres de los siglos centrales del Medievo, comprobar la dimensión sacra de los prodigios que operaba.
cuando menos en el centro y oeste peninsulares, a la hora 43
de reclinarse ante la Virgen con el Niño o frente a un Cal- Por esa capacidad de emitir —no producir— milagros,
vario: o de captar plegarias, las imágenes se valoraron como ins-
«Así pues debemos adorar las imágenes sagradas como trumentos de mediación entre los fieles y los seres sagrados
lo hacen las sagradas escrituras, porque al ser contem- representados. Fue esa capacidad mediadora, tanto como
pladas estimulan la santa devoción y enseñan la doctrina su factibilidad para favorecer que Dios y sus santos se ma-
de salvación a los creyentes. ¿Quién lleva consigo tanta nifestaran, lo que proporcionó la dimensión sacra y poder
demencia, que viendo las santas escrituras no suplique espiritual a las esculturas. No se cree en Cristo por ver Su
venerarlas, y no adorar y besar los evangelios de Dios? imagen. Pero sí se cree en la eficacia y potencia de la imagen
[…] para los cristianos, a las sagradas imágenes y a las cuando se la ve, cuando se advierte su presencia y cuando se
escrituras divinas y a los santos de Dios no se les podían ven los milagros que se operan a través de ella. Se ve la ima-
rendir culto de latría o de adoración , sino de dulía de gen y se cree en su importancia y validez; se ve el milagro y
reverencia».40 se cree en la imagen que lo canaliza (como lo pueden canali-
zar y propiciar las reliquias de los santos). Por la visión del
Conclusión. Para qué quieren objeto tangible que es la talla esculpida se puede comenzar
las imágenes a los espectadores. a vislumbrar Aquello que no conoce límites ni formas, la Di-
vinidad en su inabarcable dimensión. Las imágenes, entre
La capacidad de las imágenes de satisfacer alguna de las de- otras virtudes, podían propiciar procesos anagógicos.
mandas de los fieles se debe exclusivamente a su relación con Parece fuera de duda que las imágenes pintadas y es-
el ser sagrado representado. Es la relación con el prototipo culpidas cobraban protagonismo en las ceremonias litúrgi-
—no sólo formal, sino también espiritual— lo que propicia cas, y de manera particular en la festividad que celebraba el
la intervención celeste.41 En la medida en que las efigies difi- santo o el episodio evangélico representado. Sería inexacto
riesen de la apariencia y naturaleza de Cristo, la Virgen o los considerar los objetos esculpidos sólo como pasivos recepto-
santos nada conseguirían transmitir. Pero, dada por supues- res y transmisores de fórmulas litúrgicas y oraciones par-
ta esta proximidad al prototipo, la mayoría de la sociedad ticulares. Fueron eso y mucho más. Las imágenes de culto
de los siglos xiii estaba persuadida de que los seres sagrados jugaron el papel de dispositivos de contenido religioso, con
podían intervenir a través de las imágenes.42 De esta hipó- neta influencia espacial y espiritual en su entorno. Fueron
tesis precisamente se desdecían los cátaros. Repudiaban la empleadas por distintos usuarios movidos por intenciones
presunción de que los troncos de madera tallados pudieran no menos dispares. Las evidencias documentales señalan
operar milagros; para empezar porque nada de divino o so- que desde el siglo xiii la emotividad de los espectadores se
brenatural había en ellos. La reacción de apologetas como incrementó notablemente. Y no sólo porque se acentuase el
Lucas de Tuy —o como Alan de Lille, Egberto de Schönau, patetismo de los personajes, sino porque los devotos las reci-
Rainiero Sacconi, Moneta de Crémona …— abogaba por la bieron con una convicción creciente.
validez de las tallas. Bien es verdad que don Lucas les conce- El establecimiento de relaciones afectivas y emotivas
de validez instructiva, modélica, profiláctica u ornamental, con las imágenes no surgió de la nada en los albores del
pero nada declara sobre su capacidad milagrosa. Claro que gótico. Bastará recordar que la convicción que esa reacción
no deja de ser milagroso que las imágenes puedan proteger ocasionaba en los devotos espectadores ya había sido resuel-
a los hombres. Con todo, no se encuentran en De Altera Vita ta y expresada por Gregorio Magno en su celebérrima carta
afirmaciones tan rotundas como las emitidas por Cesáreo a Sereno de Marsella. Sobre esa base, los autores de textos y
de Heisterbach. A decir de éste, las tallas de madera eran de imágenes del siglo xiii abundaron hasta ensalzar esa re-
instrumentos que empleaba Dios de manera reiterada para lación que Freedberg, felizmente, calificó de empática.44 En
hacer factibles hechos extraordinarios en la vida terrenal; y esa tesitura se desarrollará el culto en los tiempos sucesivos
los santos con Él, en particular en los lugares en que reci- hasta alcanzar el siglo xvi la piedad privada y las piezas de
bían especial devoción. Las imágenes dispensaban milagros, uso doméstico, como las primorosas Malinas de las que la
lo que ya testificara Bernardo de Angers de la estatua de colección El Conventet puede hacer gala.
Sedes sapientiae.
María como Trono y Majestad.
Las tempranas representaciones de la Virgen entronizada —dispuesta como soporte físico y metafísico
del Hijo de Dios— dieron lugar a la iconografía de la Kiriotissa bizantina. De ésta se derivó el tipo de
la Theotokos, asidua en Europa desde el siglo x y en la península Ibérica desde la segunda mitad del
siglo xi, con los casos de Iguacel y Nájera.
Las imágenes tridimensionales románicas asumieron un cometido litúrgico. En el marco de las
ceremonias religiosas, la Virgen se alaba y se expone como el instrumento imprescindible requerido
por Dios para consumar la Encarnación del Hijo, piedra angular de Su plan de salvación. María se
reverencia, ante todo, por haber sido el resorte preciso para revertir el destino de la humanidad; pero
también como el nexo de comunicación entre el mundo terrenal y el sobrenatural, o, por decirlo de
otro modo, el vínculo genealógico de Cristo con la historia de los hebreos y, por extensión, con la del
resto de la humanidad.
En las pequeñas tallas románicas, María no ejerce su condición de madre carnal. Del mismo
modo, Cristo se perfila y adora como el Logos viviente o la Sagrada Sabiduría, concepto extraído
del libro de los Proverbios. La exhibición mayestática del Hijo convierte a María en su cátedra, por
tanto, en la Sedes sapientiae, como una recreación del Trono de Salomón, según la interpretación
tipológica de Pedro Damián o Guibert de Nogent. O como rezaban las inscripciones de algunas de
estas Vírgenes: «En el gremio de la Madre reside la Sabiduría del Padre».
El regazo de María, como previamente su vientre, alberga los miembros del Niño. Aún así, ningún
sentimiento aflora. Sin indicios de humanidad, ambos personajes, frontales e hipnóticos, apenas se
tocan. Con el paso de las décadas, sin embargo, el Párvulo adoptará posiciones más inestables y
lúdicas, aunque la Virgen mantendrá su hieratismo. A partir de la segunda mitad del siglo xii, cada
vez más teólogos reflexionaban sobre las emociones de Dios-Hombre y de Su Madre-Esposa. A la par,
los escultores comenzaron a explorar las fórmulas plásticas que mejor pudieran reflejar el afecto.
GBV
1
Escultor ribagorzano
Procedencia:
Santa Liestra y San Quílez, Parroquia de la Asunción o Ermita de la
Virgen de la Piedad. Colección Narcís Ricart, Barcelona (cat. 4).
Bibliografía:
Arte mariano, 1954, cat. 106. Monreal y Tejada, 1955. Cat.4, il.
Monreal Agustí, 1972. Cat. 4, il. p. 19 y 169. Ribagorça, 1996. Il. Lux
Ripacurtiae, 1998, p. 118-119 il. Románico y Gótico, 2001, cat. 8 il. p. 22
y 51.
Exposiciones:
Arte mariano, 1954, cat. 106. Lux Ripacurtiae, 1998. Románico y Gótico,
2001, cat. 8.
Observaciones técnicas:
Esta talla sufrió una infestación de xilófagos que debilitó la fibra de
la madera principalmente en la parte posterior de la figura, donde
aún es visible el engrudo de cola utilizado para consolidarla. Tres
largueros del trono han sido reconstruidos así como la parte inferior del
manto y las mangas que permiten el encaje de las manos. Del mismo
modo, también fue encolada y enyesada la fisura visible en el rostro,
provocando el engrosamiento de la zona del cuello. La corona fue
eliminada para vestir la imagen.
Forma parte de un grupo de imágenes marianas muy si- zada básicamente por la deshumanización y la tendencia
milares,1 localizadas o procedentes de Ribagorza: tallas a la abstracción.
de la catedral de Roda de Isábena2 (desaparecida), de La más antigua de la serie y de mayor calidad —al
Graus3 (desaparecida) y de Pedrui en La Pobla de Roda,4 menos de las conservadas— parece la de Taüll, que ofrece
más una supuestamente procedente de Taüll (hoy en el la indumentaria más completa. María viste túnica; sobre-
Marès)5 y otra en paradero desconocido.6 Los estrechos túnica bastante larga, en la que destaca el plegado del
paralelismos que se dan entre ellas permiten hacernos halda constituido por un grupo central de pliegues verti-
una idea de cómo era la Virgen de El Conventet en ori- cales tubulares enmarcados por dos cascadas de pliegues
gen, supliendo mentalmente las partes que le faltan. semicirculares concéntricos emplazados sobre las rodi-
María aparece sedente, frontal, con los brazos enmar- llas; manto sujeto sobre el pecho —si bien por un error
cando al Niño, pero sin tocarlo,7 y con la diestra haciendo de interpretación o por una simplificación falta el broche
ademán de portar un atributo, que en la mayoría de los de sujeción— y desplegado en abanico sobre los hombros
casos ha desaparecido, pero en aquellos que ha perdurado cayendo en vertical a ambos lados del cuerpo; y velo cor-
es una esfera, como sucede en el de El Conventet. Jesús to, ajustado a la cabeza. Jesús repite prendas —excepto
—en los ejemplares en los que se ha conservado— apare- el velo— y disposición. Los restantes ejemplares, dentro
ce sedente sobre la rodilla izquierda materna, sujetando de un elevado grado de coincidencia tanto en la compo-
con la mano izquierda un libro mientras con la derecha sición del vestuario como en su disposición y tratamien-
bendice a los fieles. Corresponden a la tipología románica to, tienden a la simplificación: de hecho en todos se ha
de las Sedes sapientiae o Trono de la Sabiduría, caracteri- suprimido la sobretúnica del Niño. Los más cercanos al
1
Que nosotros sepamos, el grupo fue estudiado por primera vez por 4
Buesa Conde , 1994, 91-94.
Vicens i Soler (tvs), 1991, n.º 65. Posteriormente Camps i Soria, 5
Vicens i Soler (tvs), 1991, n.º 68 y Camps i Soria, 1997, p. 14.
1997, p. 14 incorporó la de Pedrui. Por nuestra parte hemos añadido 6
Cook, Gudiol Ricart, 1950, 328, fig. 343. Me pregunto si no debe
una en paradero desconocido. identificarse con la de la colección Junyent, citada por Vicens i Soler
2
Arco, 1942, Texto, 243 y Láminas, 574. (tvs) 1991, n.º 68.
3
Arco, 1942, Texto, 229 y Láminas, fig. 359 la sitúa en el propio 7
La única excepción es la de Roda que coloca la mano izquierda sobre
Graus, en el Santuario de la Virgen de la Peña, pero Camps i Soria, las piernas de Jesús.
1997, p. 14 la coloca en la iglesia de Santa Clara de Puigcremat,
lugar perteneciente al municipio de Graus, emplazado a 9 km de la
capital. En general se la adscribe a Graus.