KILL THE SOLDIERS! (TEATRO-Julián Kronn)
KILL THE SOLDIERS! (TEATRO-Julián Kronn)
KILL THE SOLDIERS! (TEATRO-Julián Kronn)
Acto único
Hartazgo (Resopla). —¡Loco, hace más de diez horas que se cortó la luz! Y
me estoy quedando sin batería.
Curiosidad (Sin separar la vista del libro, corrige). —En todo caso, el celular
se está quedando sin batería, no vos. Es muy nomofóbico ese comentario.
Osadía. —Nomo… ¿qué?
Curiosidad (Como si leyera una definición de diccionario). —Nomofobia:
miedo irracional a separarse del celular. Los nomofóbicos dependen tanto
de su teléfono que hasta lo nombran como una extensión de su cuerpo.
Hartazgo (Restándole importancia). —Nomofóbica o no, la luz sigue sin
volver y ya me estoy embolando. ¿Y saben qué me da más bronca? Que
pagamos una fortuna de alquiler, de luz, de gas, de agua…, y siempre tenemos
problemas con algún servicio.
Osadía. —Sí, nos hubiéramos quedado con nuestros viejos y todo sería
más fácil. (Entrelaza los dedos detrás de su cabeza, mira hacia arriba como
recordando y larga un suspiro). Salir de joda todos los findes, volver y que te
estén esperando con un plato de comida. ¡La gloria!
Hartazgo. —Pero ya no somos adolescentes… No estamos para derrochar
la guita en boliches, jugar a la botellita… y todas esas cosas que hacíamos de
pibes.
Osadía (Se reincorpora. Como si se le ocurriera una idea brillante). —Che,
hablando de juegos…, ¿y si jugamos a uno de mesa? Algo para pasar el rato y
cagarnos de risa.
Hartazgo. —¡Ni ahí! Vos no te reís, te enojás: no sabés perder. Además, ¿a
qué jugaríamos? (Irónica). ¿Al tutti frutti? ¿Al tatetí? ¿Al dígalo con mímica?
¡No tenemos juegos de mesa porque nunca se nos ocurrió comprar!
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Kill the soldiers! Julián Kronn
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Kill the soldiers! Julián Kronn
Hartazgo. —Muy fácil. Ustedes dos contra mí. (Con actitud de provocarlos).
¿Qué? ¿Acaso piensan que una mujer no puede contra dos hombres? (Se
ríe. Los señala). ¡Ustedes, Argentina! (Luego, se señala a sí misma). ¡Yo, Gran
Bretaña!
Osadía. —¡Bien! De todas formas, te vamos a ganar. (Rompe el plástico de los
kits). Veamos qué tiene Argentina: cinco soldados, un crucero, aviones con la
firma de… ¿Perú?
Curiosidad. —Claro, Perú. Fue uno de los países que más ayudó durante
la guerra. (Toma un cartón que viene con el kit). Dejame ver este cartel. (Lo
observa y frunce el ceño). Es un mensaje de Leopoldo Galtieri: “Si quieren
venir que vengan, les presentaremos batalla”. (Ríe para sí). La frase que
pudrió todo.
Hartazgo (Mientras observa el kit de Gran Bretaña). —Acá también hay un
mensaje, pero de Margaret Tatcher: “Las islas Falklands y sus dependencias
siguen siendo territorio británico. Ninguna invasión ni agresión puede
alterar ese simple hecho”.
Osadía. —¿Y a esa quién la juna?
Curiosidad. —No seas ignorante. Fue la Primera Ministra del país rival.
Hartazgo. —¿Me dejan terminar? (Deja el cartel sobre la mesa y saca los
otros elementos). Gran Bretaña tiene: diez soldados, un submarino, buques
de guerra, aviones y armamento firmado por Estados Unidos.
Osadía. —¡Pará! ¡Pará! ¿Por qué vos tenés diez soldados? Además, nosotros
no tenemos armamento. (Le arrebata los elementos a Hartazgo. Levanta un
soldado argentino y otro británico. Mira a cada uno, como comparando). ¡Y tus
soldados son más altos que los nuestros! (Deja los elementos con brutalidad).
¡No vale, che! ¡¡¡Eso es trampa!!! (Se deja caer sobre el respaldo de la silla. Se
cruza de brazos).
Curiosidad. —NO ES TRAMPA. (Osadía lo mira). Si te ponés a pensar, es la
metáfora perfecta de lo que sucedía en ’82: el número de soldados británicos
era prácticamente el doble que el número de soldados argentinos. En cuanto
al tamaño, seguramente se deba a que los ingleses estaban mejor capacitados
y tenían más experiencia: los nuestros rondaban los 18-20 años y recién
arrancaban el servicio militar. Y lo de las armas es cierto: ellos nos superaban
en cantidad y calidad.
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De repente, se encienden las luces. Curiosidad y Osadía miran para todos lados.
Hartazgo se sienta y tapa su rostro con las manos. Luego, Curiosidad se levanta
para consolarla.
Curiosidad. —¡Tranquila!
Osadía. —Sí, ya volvió la luz. (Intenta distraerla). ¿Por qué no aprovechás
para cargar tu celular?
Hartazgo (Con sus brazos, aleja a Curiosidad). —¡Qué importa un celular
cuando tu viejo peleó en Malvinas!
Osadía (Intenta calmarla). —Lo bueno es que sobrevivió.
Hartazgo (Lo confronta). —Sobrevivió, sí. (Señala su pecho). Pero quedó
roto por dentro. Se bancó un infierno que solo él conocía. Hasta que murió.
¿¡De qué sirvió entonces!?
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Telón
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