KILL THE SOLDIERS! (TEATRO-Julián Kronn)

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Tras un corte de luz, tres amigos que

conviven (Hartazgo, Curiosidad y Osadía)


deciden hacerle frente al aburrimiento
con un insólito juego de mesa que sacará
a relucir las heridas abiertas que dejó la
Guerra de Malvinas.
Kill the soldiers! Julián Kronn

Acto único

Comedor a oscuras. En el centro, una mesa es iluminada únicamente por una


luz de emergencia. En uno de los extremos de la misma, se encuentra Curiosidad
leyendo un libro. En el otro, está Osadía con la espalda apoyada en la silla y los
brazos cruzados. De fondo, hay un par de muebles con cajas cerradas. Ingresa
Hartazgo, sin dejar de mirar el celular.

Hartazgo (Resopla). —¡Loco, hace más de diez horas que se cortó la luz! Y
me estoy quedando sin batería.
Curiosidad (Sin separar la vista del libro, corrige). —En todo caso, el celular
se está quedando sin batería, no vos. Es muy nomofóbico ese comentario.
Osadía. —Nomo… ¿qué?
Curiosidad (Como si leyera una definición de diccionario). —Nomofobia:
miedo irracional a separarse del celular. Los nomofóbicos dependen tanto
de su teléfono que hasta lo nombran como una extensión de su cuerpo.
Hartazgo (Restándole importancia). —Nomofóbica o no, la luz sigue sin
volver y ya me estoy embolando. ¿Y saben qué me da más bronca? Que
pagamos una fortuna de alquiler, de luz, de gas, de agua…, y siempre tenemos
problemas con algún servicio.
Osadía. —Sí, nos hubiéramos quedado con nuestros viejos y todo sería
más fácil. (Entrelaza los dedos detrás de su cabeza, mira hacia arriba como
recordando y larga un suspiro). Salir de joda todos los findes, volver y que te
estén esperando con un plato de comida. ¡La gloria!
Hartazgo. —Pero ya no somos adolescentes… No estamos para derrochar
la guita en boliches, jugar a la botellita… y todas esas cosas que hacíamos de
pibes.
Osadía (Se reincorpora. Como si se le ocurriera una idea brillante). —Che,
hablando de juegos…, ¿y si jugamos a uno de mesa? Algo para pasar el rato y
cagarnos de risa.
Hartazgo. —¡Ni ahí! Vos no te reís, te enojás: no sabés perder. Además, ¿a
qué jugaríamos? (Irónica). ¿Al tutti frutti? ¿Al tatetí? ¿Al dígalo con mímica?
¡No tenemos juegos de mesa porque nunca se nos ocurrió comprar!
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Curiosidad. —En realidad…, yo sí tengo. (Cierra el libro y lo deja sobre la


mesa. Hartazgo y Osadía lo miran). Hace años, compramos con mi vieja juegos
“prohibidos” (hace gesto de comillas con las manos) en una subasta.
Osadía (Sonriente. Se frota las manos en actitud de picardía). —¡Esto se está
poniendo bueno! (Entusiasmado). ¿Y los tenés acá?
Curiosidad. —Sí, sé que alguno traje, pero ni idea cuál. Pasa que, con esto de
la mudanza, quedaron cajas sin abrir. Seguro está en alguna de esas. (Señala
con el mentón las cajas del fondo).
Osadía. —Bueno, busquemos. (Se para, le arrebata el celular a Hartazgo y se
dirige al fondo del escenario).
Hartazgo (Sorprendida). —¿¡Qué hacés, chabón!?
Osadía. —Dijiste que te quedaba poca batería, ¿no? Suficiente para usar la
linterna los últimos minutos.
Hartazgo (Indignada). —Pero se pide permiso. (Revolea los ojos). ¡Te hacen
falta modales a vos!

Curiosidad se levanta para ayudar a Osadía en su búsqueda. Revuelven un par


de cajas. Entretanto, Hartazgo se sienta en una de las tres sillas.

Curiosidad (Victorioso). —¡Acá está! ¡Miren! (Sostiene una caja mediana y la


lleva a la mesa. El resto lo sigue con la vista. Curiosidad lee). “Kill the soldiers!”.
Hartazgo (Frunciendo el ceño). —¿“Matá a los soldados”?
Osadía. —¡Ya el título es lo más! (Sonríe mostrando los dientes).
Hartazgo (Mira con desprecio a Osadía. Le quita la caja a Curiosidad y
observa la tapa detenidamente. Abre más los ojos). —Tiene un dibujo de las
Islas Malvinas. (Lee el subtítulo). “Welcome to the Falklands game”. Y está
todo en inglés.
Curiosidad. —Ahora recuerdo por qué lo compramos: es un juego británico.
Queríamos saber cuál era la mirada de los ingleses. Pero no sé por qué motivo
nunca lo llegamos a abrir.
Osadía (Arrebata la caja). —A ver, a ver… (La voltea). Sí, definitivamente,
“Made in England, 1992”.

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Curiosidad. —A diez años de la guerra.


Hartazgo (Interrumpe). —De ninguna manera jugaré a esto. (Acompaña
con movimiento de cabeza). ¡Malvinas no es un juego!
Osadía. —Daaaaale, ¿justo vos? Te llevaste Historia todos los años… ¿y ahora
venís a dar lecciones de vida? (Se sienta).
Curiosidad (También se sienta. Aconseja). —Quizá sea didáctico y nos ayude
a entender un poco más sobre la guerra.
Hartazgo (Cortante). —Yo creo que no.
Osadía (Insistente). —¡No seas ortiva! Jugamos al juego de la copa ¿¡y no
vamos a jugar a este!?
Curiosidad (Apoya la postura de su amigo). —Es la única opción que tenemos
para no aburrirnos.
Hartazgo (Le saca su celular a Osadía. Cede). —Como quieran.
Osadía (Eufórico. Como si festejara un gol). —¡¡¡Vamos!!! (Rompe el celofán
y abre la caja). A ver, a ver…, ¿qué trae? (Indaga. Coloca elementos sobre la
mesa, mientras los nombra). Un tablero de la isla. Un dado. Dos kits con varios
elementos: uno tiene pegada la bandera de Argentina y el otro, la de Reino
Unido, y… las instrucciones. (Se las alcanza a Hartazgo). Tomá, leé vos que
sabés inglés.
Hartazgo (Desganada, se dispone a leer). —“Two armies, one winner…”.
Osadía (Interrumpe con sarcasmo). —In spanish, please!
Hartazgo. —Bueno, bueno… “Dos ejércitos, un ganador. El juego consiste
en eliminar al bando enemigo. Para lograrlo, se deberán formar dos equipos:
uno representará a Gran Bretaña y el otro, a Argentina. Comienza el equipo
que obtenga con el dado el número 6. Una vez iniciada la partida, avanzarán
tantos casilleros como número salga en el dado. ¡ATENCIÓN!: hay casilleros
con tapas que esconden beneficios o perjuicios para el equipo de turno. Gana
quien derribe por vía aérea, marítima y terrestre al país contrario. ¡Buena
suerte! Y… (con expresión de rechazo) ¡maten a los soldados!”.
Curiosidad. —¡Qué cabeza más rebuscada! ¡Quién habrá ideado este juego!
Osadía. —¡Qué importa eso! A mí me encantó la idea. Me genera adrenalina.
Comencemos de una vez. (Mira el tablero y luego a sus amigos. Duda). Pero…
¿cómo nos dividimos? Somos impares.
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Hartazgo. —Muy fácil. Ustedes dos contra mí. (Con actitud de provocarlos).
¿Qué? ¿Acaso piensan que una mujer no puede contra dos hombres? (Se
ríe. Los señala). ¡Ustedes, Argentina! (Luego, se señala a sí misma). ¡Yo, Gran
Bretaña!
Osadía. —¡Bien! De todas formas, te vamos a ganar. (Rompe el plástico de los
kits). Veamos qué tiene Argentina: cinco soldados, un crucero, aviones con la
firma de… ¿Perú?
Curiosidad. —Claro, Perú. Fue uno de los países que más ayudó durante
la guerra. (Toma un cartón que viene con el kit). Dejame ver este cartel. (Lo
observa y frunce el ceño). Es un mensaje de Leopoldo Galtieri: “Si quieren
venir que vengan, les presentaremos batalla”. (Ríe para sí). La frase que
pudrió todo.
Hartazgo (Mientras observa el kit de Gran Bretaña). —Acá también hay un
mensaje, pero de Margaret Tatcher: “Las islas Falklands y sus dependencias
siguen siendo territorio británico. Ninguna invasión ni agresión puede
alterar ese simple hecho”.
Osadía. —¿Y a esa quién la juna?
Curiosidad. —No seas ignorante. Fue la Primera Ministra del país rival.
Hartazgo. —¿Me dejan terminar? (Deja el cartel sobre la mesa y saca los
otros elementos). Gran Bretaña tiene: diez soldados, un submarino, buques
de guerra, aviones y armamento firmado por Estados Unidos.
Osadía. —¡Pará! ¡Pará! ¿Por qué vos tenés diez soldados? Además, nosotros
no tenemos armamento. (Le arrebata los elementos a Hartazgo. Levanta un
soldado argentino y otro británico. Mira a cada uno, como comparando). ¡Y tus
soldados son más altos que los nuestros! (Deja los elementos con brutalidad).
¡No vale, che! ¡¡¡Eso es trampa!!! (Se deja caer sobre el respaldo de la silla. Se
cruza de brazos).
Curiosidad. —NO ES TRAMPA. (Osadía lo mira). Si te ponés a pensar, es la
metáfora perfecta de lo que sucedía en ’82: el número de soldados británicos
era prácticamente el doble que el número de soldados argentinos. En cuanto
al tamaño, seguramente se deba a que los ingleses estaban mejor capacitados
y tenían más experiencia: los nuestros rondaban los 18-20 años y recién
arrancaban el servicio militar. Y lo de las armas es cierto: ellos nos superaban
en cantidad y calidad.

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Osadía. —Pero ¿qué guerra se puede ganar en esas condiciones?


Curiosidad (Tajante). —Ninguna.
Hartazgo. —¡Les dije que Malvinas no es un juego!
Curiosidad. —De todas formas, ya estamos acá. Si no jugamos, no sabremos
cómo sigue. Comienzo yo. (Toma el dado y lo arroja). ¡Tres!
Hartazgo. —Mi turno. (Toma el dado y lo arroja). ¡Cinco!
Osadía (Desanimado por la desventaja del juego). —¡Me toca! (Toma el dado
y lo arroja). ¡Dos!
Hartazgo (Perdiendo la paciencia. Resopla). —Va para largo la cosa, eh…
(Toma el dado y lo arroja). ¡Cuatro!
Osadía. —Ya fue... ¡Olvidemos lo del 6! ¡Avancemos de una! (Toma el dado y
lo arroja). ¡Cinco! Nos movemos cinco casilleros.
Hartazgo (Agranda los ojos). —¡Ey, no seas garca! (Luego ve que Curiosidad
ríe. Se enoja). ¿Y vos de qué te reís?
Curiosidad. —Hizo exactamente lo mismo que Galtieri: avanzar cuando
nadie se lo esperaba. Es común que la gente piense que la guerra comenzó el
2 de abril, pero, en realidad, ese día no hubo una guerra, hubo una invasión.
La famosa “Operación Rosario”, por parte de Argentina.
Hartazgo (Entrecierra los ojos. Irónica). —¿No te cansás de saber todo?
Curiosidad (Orgulloso). —¡No hay nada que ilumine más que el conocimiento!
Osadía (Interrumpe). —¿Podemos volver al juego? ¡Avanzo! (Coloca los
soldados sobre un casillero con tapa. Se da cuenta de que hay un mensaje
adentro). Este casillero tiene una nota. (Lee). “PERJUICIO: Uno de tus soldados
muere a causa del frío”. (Con actitud de indignación). ¿¡Me están cargando!?
Hartazgo. —Tiene lógica. Algunos soldados argentinos verdaderamente
murieron por el frío, el clima era muy hostil. (Mira a Curiosidad como
buscando una respuesta). Lo que no entiendo es por qué la guerra se hizo en
esa época del año.
Curiosidad. —Fue una estrategia de Galtieri para tapar las atrocidades de
la dictadura. ¡Se le venía la noche! Para evitarlo, ilusionó al pueblo con un
falso sentimiento nacionalista y les hizo creer que lo que más necesitaban
en ese momento era la recuperación de Malvinas. Pero le salió el tiro por la
culata.
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Osadía (Mientras saca desganado a un soldado del tablero). —¿Por qué lo


decís?
Curiosidad. —Porque creyó que varios países del continente le cuidarían la
espalda y eso nunca pasó. Por ejemplo, Chile.
Osadía (Chista y hace gesto hacia atrás con la mano). —¡Ni menciones a esos
traidores!
Hartazgo. —Mmm, no sé si son tan traidores, eh… Tengo entendido que
Galtieri no paraba de provocarlos: “Hoy los ingleses, mañana los chilenos”.
Curiosidad (Parodiando la voz de Galtieri). —“Que saquen el ejemplo de
lo que estamos haciendo ahora porque después les toca a ellos”. ¡Se la tenía
jurada! Es más, los mejores barcos de la armada los reservaron para una
futura guerra con Chile. Por suerte, nunca existió.
Hartazgo. —¡Mejor así!, hubieran muerto más inocentes. (Hace una negativa
con la cabeza. Toma el dado y lo sacude). ¡Sigamos! (Lo arroja). ¡Seis! ¡Al fin
salió el maldito seis! (Hace avanzar a sus soldados). ¡Apa! También es un
casillero especial. A ver qué dice… (Lee). “BENEFICIO: Submarino británico
hunde crucero ARA General Belgrano, de Argentina”.
Osadía (Con actitud de desaprobación). —¡Qué descaro, loco!
Hartazgo (Inhala y exhala). —Te dije que no te ibas a bancar perder…
Osadía (La mira con indignación). —No es eso. ¿No te das cuenta? No estoy
perdiendo yo. ¡¡¡El país está perdiendo!!!
Curiosidad (También se indigna). —Y lo peor es que pasó en la vida real.
(Ambos lo miran). Todos hablan de que el Belgrano estaba fuera del área
de exclusión cuando lo atacaron, pero dentro o fuera, lo hubieran hundido
igual. El buque era gigante y muy viejo: no contaba con radar para detectar
submarinos.
Hartazgo (Sorprendida ante la respuesta de su amigo). —¿Y entonces por
qué lo mandaron a combate?
Curiosidad. —Porque todo fue una decisión precipitada. ¿Te pensás que
a los milicos les importaban sus soldados? ¡NO! (Enumera con los dedos).
Jóvenes, inexpertos, muertos de frío, cagados de hambre…

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Hartazgo (Recuerda). —Pero ¿acaso no hubo un programa llamado “Las


24 horas de las Malvinas” donde se juntaron donaciones? Mi vieja participó.
Salió en la tele.
Osadía (De nuevo, indignado). —Por favor, no me digas que esas donaciones…
Curiosidad (Completa la frase). —Se las quedó el gobierno de facto. Sí. A las
islas no llegaron ni los abrigos, ni los alimentos, ni las cartas.
Hartazgo (Comienza a actuar de forma extraña. Ríe fuerte. Eleva el tono).
—¡Ahora entiendo! ¡ENTIENDO TODO! (Curiosidad y Osadía la miran
anonadados). ¡Ahora entiendo por qué mi vieja le reclamaba a mi viejo que
no leyó la carta! (Eleva más el tono). ¡¡Porque nunca la recibió!! (Golpea la
mesa).
Curiosidad (Abre grandes los ojos). —¿¡Tu padre fue a Malvinas!?
Osadía (También sorprendido por la noticia). —Nunca nos contaste que…
Hartazgo (Como si no los escuchara. Se levanta). —¡Años bancándome el
silencio de mi viejo! Viendo cómo cada 2 de abril se encerraba en el cuarto
durante todo el día. ¡Años escuchando el llanto ahogado de mi vieja, que no
paraba! Y yo sin saber qué hacer. (Voltea a hablarles a sus amigos). ¡Por eso
siempre odié Historia! ¡Porque la Historia es una herida abierta que todos la
cuentan, pero nadie la siente!

De repente, se encienden las luces. Curiosidad y Osadía miran para todos lados.
Hartazgo se sienta y tapa su rostro con las manos. Luego, Curiosidad se levanta
para consolarla.

Curiosidad. —¡Tranquila!
Osadía. —Sí, ya volvió la luz. (Intenta distraerla). ¿Por qué no aprovechás
para cargar tu celular?
Hartazgo (Con sus brazos, aleja a Curiosidad). —¡Qué importa un celular
cuando tu viejo peleó en Malvinas!
Osadía (Intenta calmarla). —Lo bueno es que sobrevivió.
Hartazgo (Lo confronta). —Sobrevivió, sí. (Señala su pecho). Pero quedó
roto por dentro. Se bancó un infierno que solo él conocía. Hasta que murió.
¿¡De qué sirvió entonces!?
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Osadía (Insiste en distraerla, desvía el tema). Bueno, cambiamos de opción.


Veamos alguna serie o hagamos…
Hartazgo (Lo interrumpe). —¡NO! Tengo que saber qué más dice este juego…
(se abalanza sobre el tablero), ¡qué esconden estos casilleros! (Comienza a
leer uno por uno). “BENEFICIO (para Gran Bretaña): Puesta en marcha de
la Operación Sutton”. “BENEFICIO (para Gran Bretaña): Conquista del istmo
de Darwin”. “PERJUICIO (para Gran Bretaña): Baja de soldados en ataque
de Bahía Agradable”. “BENEFICIO (para Argentina): Ataque a portaaviones
británico HMS Invincible”. “PERJUICIO (para Argentina): Ataque británico en
batalla por Puerto Argentino”. “BENEFICIO (para Gran Bretaña): Se logra la
rendición de Argentina”. “BENEFICIO (para Gran Bretaña): Se domina todo
el territorio de las Falklands”. (Sigue leyendo hasta que destapa un casillero y
se paraliza). ¡Este tiene un color diferente! (Mira a sus amigos. Lee mientras
frunce el ceño). “IMPORTANTE: Gran Bretaña inaugura cementerio en la
isla para sepultar a soldados de Argentina”. (Mira a Curiosidad. Con la voz
quebrada). Explicame qué significa esto.
Osadía (Interviene). —¡Ya basta! Te va a hacer peor.
Hartazgo (Al borde del llanto). —¡Por favor! (Intenta tranquilizarse).
Curiosidad (Sin animarse a mirarla). —Significa que los ingleses se
preocuparon más por nuestros combatientes que los milicos argentinos.
Osadía (Con bronca. Entre dientes). —¡Este juego debería llamarse “Argentina
mata a sus soldados”!
Curiosidad. —Y eso no es lo peor… (Levanta la vista). Luego de la rendición,
el gobierno decidió retener a los sobrevivientes en galpones para que nadie
viera el estado deplorable en el que habían quedado. Hasta que ganaran
peso. ¡Y los obligaron a guardar silencio! Los amenazaron…
Osadía. —¡Pero eso es terrorismo de Estado!
Hartazgo. —¡TODO fue terrorismo de Estado! ¿Te cabe alguna duda? (Se
aleja de la mesa, mientras nerviosa, pasa su mano por la cabeza).
Osadía. —¡Ya no! (Baja la mirada). Y ya ni siquiera me resulta divertido este
juego. (Aleja el tablero con actitud de rechazo). Si tan solo hubiera prestado
más atención en la escuela…

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Hartazgo (Vuelve a la mesa, busca con su mirada a Curiosidad). Al final


tenías razón vos (lo señala con el mentón): ¡este juego nos ayudó a entender
más sobre la guerra! ¡Y de la peor forma!
Curiosidad (Con actitud de arrepentimiento). —Si hubiera sabido lo de tu
familia, no hubiera accedido a jugarlo.
Hartazgo. —¡Qué más da! Todos cargamos con cruces que no siempre nos
animamos a compartir. (Mira el tablero). Y ese cementerio que nombran
ahí es el que llevo hace años en mi cabeza. (Se abstrae. Toma un soldado de
juguete. Lo mira). —Tantas cosas por las que pasaste, viejito… (Se sienta).
Toda una vida enojada, sin lograr entenderte… (Lo lleva a su pecho). ¡Y ahora
solo nos queda la memoria!

Comienza a escucharse de fondo “La isla de la buena memoria” de Alejandro


Lerner: “Ya se escuchan los disparos, entre muerte y libertad…”. Se apaga la
luz de emergencia. Las luces de la sala disminuyen. Iluminan únicamente a
Hartazgo que parece llorar con el soldado en su pecho, mientras sigue sonando
la canción.

Telón

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