Obra de Teatro - La Pared
Obra de Teatro - La Pared
Obra de Teatro - La Pared
Primer Acto.
Dramatis Personae
Mujer
Ella y yo
María Amparo
Ella y yo.
Tiempo
Espacio
Mujer: En las paredes de esta casa se habrán colado los sonidos del
patio. Aquella noche de finales de verano, hace un par de años.
Hablé con Amparo, sobana en los pisos altos, no sé. Ella no había
oído nada en su casa, ¿cómo puede ser? ¿Cómo unos vecinos se
desvelan y otros duermen sin problemas? Pero si este patio es una
caja de resonancia, se oye todo. Y yo le dije, ella pedía ayuda, ella
grito policía, socorro. Estaría borracha, no te preocupes, y si se
queda es que le va la caña. (Silencio)
María Amparo: Uno muy hecho, crujiente, tan hecho que parece
requemado. Una suela de zapato entre carne, harina y huevo
batido. El otro, el más grande, a la francesa, sin hacer, crudo. Y un
tercero que siempre hago porque me los conozco. O prefiero comer
una fruta, un yogur, lo que sea. Y lo coloco todo en la bandeja,
camino a la televisión. Pero antes de salir de la cocina ya oigo
algunas voces. Es que dices unas cosas, que. Es que dices unas
cosas, que. Es que dices unas cosas, que. El chico siempre se repite.
Se repite y nunca termina las frases, y las grita todas. Algo habrá
dicho su padre y ya han empezado. El chico siempre vuelve del
trabajo así, imposible. Hace mucho tiempo que soportamos es un
esfuerzo. Pero él no se va, él dice que con qué, que a ver. Él se paga
su móvil, su moto, su ropa y su música. Y con eso bastante que es,
que todo eso es muy caro. Pero así no vamos a ninguna parte, así
todo son gritos. Hace mucho que le grita y le contesta a su padre
(silencio)
María Amparo: Mira qué graciosa está la vieja, que gracia, qué
gracia. De qué te ríes tú si se puede saber, eh, de qué, de qué. El
chico es así, piensa que me estoy riendo de él. No sé explicarle, me
falta tiempo, qué puta gracia. No le faltes a tu madre, le oído decir
desde el salón. Le oigo yo, pero el chico se enciende aún más, de
qué. Ya me estás diciendo de una puta vez de que te ríes. En esta
casa no puedes ni pensar en tus propias cosas.
María Amparo: Tú, que todo lo puedes, que todo lo sabes. Tú,
¿dónde estás? No me importa tu nombre, cada uno te nombra
distinto. Si tú tienes poder, si tú puedes, para esto. No puedo más.
¿Comprendes? Ya no puedo más, así cada noche, no más.
María Amparo: Tú, Virgen Santa, que eres madre. Tu que sabes del
dolor y de la muerte. Tú que lloraste con sangre la cruz de tu hijo.
No me dejes abandonada en esta miseria. Ayúdame, no puedes
dejarme desamparada. ¿Qué he hecho yo? ¿Qué hice mal? ¿Por
qué a mí? No puedo más, ya no aguanto, ¿me oyes? Y en el pasillo
siguen resonando sus voces.
María Amparo: Tienes razón, hija, ahí te vendiste, ahí. En esa idea
idiota de hacerlo tú todo, tú sola. Los chicos no han fregado un
plato, nunca. No saben planchar una camisa, ni lavar. No se han
hecho la cama en todos estos años. ¿Por qué tienes que trabajar
más que ellos? ¿No trabajas tú también? ¿Cuándo descansas?
¿Cuándo has hecho valer lo que vale tu esfuerzo? ¿Por qué eres la
tonta del bote si eras tan lista? ¿Me lo pregunta usted, madre?? ¿ y
me lo dices usted? ¿Cuándo ha predicado con el ejemplo? ¿Cuándo
ha limpiado algo padre en su casa? ¿Cuándo hicieron alguna tarea
sus hijos mayores?
Mujer: Dígale que hay remedio, que hay soluciones. Que hay
profesionales que se dedican a esto. Sí, psicólogos, mediadores
sociales, asistentes. Hay teléfonos de asistencia las veinticuatro
horas. Dígale que así ustedes acaban destrozados. Pero que los tres
no pueden seguir viviendo juntos. Dígale que más noches como la
otro, no, ni una más. Puede que alguno de los vecinos llamara a la
policía. Puede que fuera yo misma y no quiero decírselo.
María Amparo: Debe ser el sofoco, debe ser este verano. Deben ser
las lágrimas, o será la menopausia. Me confundo y me vienen cosas
raras a la cabeza. Se me confunden mi madre y Eugenia de Irujo.
Me dirás, para qué quieres ser hija de la duquesa. Si total es lo
mismo, una mujer abandonada. Se me confunde lo que pienso y lo
que digo. Mi chico diría que soy una vieja chocha. En esto le oigo
llamarme, pero me hago la sueca. Hasta que me dice que me están
llamando, que es la chica. Que salga o que le diga que no se espere,
que ya es tarde.
Mujer: Mire.
Mujer: No, muy lejos no. Al otro lado de la vía del tren, junto al
centro comercial.