Resumen Hpa Parcial 2
Resumen Hpa Parcial 2
Resumen Hpa Parcial 2
TEXTO DE DOLKART.
La derecha del período comprendido entre 1930 y 1943 -una nueva y otra más antigua- se
conformó a partir de dos vertientes, con ciertos principios y objetivos en común y períodos de
cooperación, pero con importantes diferencias en programas, actividades y prácticas políticas .
Por consiguiente, la tensión entre conservadores y nacionalistas fue una tendencia permanente
que determinó el accionar de la derecha en su conjunto.
Cuestión del golpe de Estado de 1930: Por entonces, los lazos que unían a conservadores v
nacionalistas eran firmes y su relación estaba saturada de optimismo sobre su capacidad para
determinar el destino de la Argentina. Cuando el radicalismo resurgió, pronto se abrió una fisura
en el frente derechista. Para oponerse a la amenaza radical, los conservadores optaban por un
retorno al fraude electoral, en lugar de instrumentar los cambios institucionales extremos que
pedían los nacionalistas.
Crisis de la derecha iniciada a principios de los años cuarenta, cuando lo que restaba de
unidad se diluvió v todo el sector derechista se vio desgarrado por la inestabilidad
gubernamental v los conflictos derivados de la 2GM.
La ruptura se completó cuando los conservadores cerraron filas para atacar a los
nacionalistas por sus simparías fascistas y la consecuente subordinación a ideologías
extranjeras, mientras los nacionalistas denunciaban a los conservadores por corruptos,
exploradores y representantes de los intereses británicos .
Uriburu quería instaurar un gobierno militar que permaneciera en el poder durante muchos
años, un gobierno que llevaría a cabo una reestructuración fundamental del sistema político;
Justo preveía sólo un breve gobierno militar de transición y un retorno al control civil,
poniendo en vigencia la Constitución de 1853 y conservando así la reputación del Ejército de
guardián de la Constitución.
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Golpe que tiene lugar el 6 de septiembre de 1930. El triunfo obtenido inmediatamente generó
tensiones entre las dos vertientes derechistas más importantes: conservadores y nacionalistas.
Aunque la mayoría de los integrantes de su gabinete eran representantes de la vieja línea
conservadora, el general Uriburu manifestó el deseo de realizar cambios significativos en el
sistema político, especialmente para terminar con el sufragio secreto, e indirectamente, avanzar
hacia la instauración de un gobierno corporativista y autoritario. Contaba con la oposición de su
rival, el general Justo, que representaba la opinión de importantes dirigentes que insistían en
mantener el sistema electoral pues estaban seguros de poder manipularlo.
Elecciones anuladas en BSAS el 5/4/31 donde había ganados los radicales sobre el gobierno
conservador local. Elecciones que son anuladas pero Uriburu ve que su poder se diluye.
Uriburu se había apoyado en los nacionalistas que habían formado la Legión Cívica
Argentina (LCA), -organización que consagraba los principios del GDE de 1930- a la cual J.F le
da estatus oficial y una vinculación formal con las FFAA. Se volvió una importante FF
paramilitar que se entrenaba con el ejército y con una intensa actividad política daba apoyo a
Uriburu. Igualmente Uriburu cede ante las presiones de Justo y renuncia (para no dividir el
ejército).
Interpretaciones del GDE DE 1930: Para los conservadores, el golpe de Estado fue la
oportunidad para que el país rechazara "el imperio de la inmoralidad como norma, del soborno
como sistema administrativo, del fraude y la corrupción en todos los actos de vida política". Era
un símbolo del retorno a la edad dorada de la armonía nacional previa al ascenso del
radicalismo. 6/9 serviría para recordar a los argentinos que la preservación del pasado era su
única esperanza.
En la interpretación nacionalista, el golpe fue un llamado al país para mirar hacia adelante,
porque "otorgaba una oportunidad para reconstruir nuestro país moral, política y
económicamente... [Para] la elevada empresa de la salvación nacional". Insistían en que este
hecho hacía las veces de principio para un cambio radical, un avance hacia un nuevo v todavía
indefinido tipo de Estado argentino.
El golpe de Estado significó, también, el despegue de los nacionalistas como fuerza política -y,
según lo creyeron, también moral- en la Argentina. Su sagrado anhelo era conservar los "ideales
de septiembre". Los nacionalistas insistentemente hicieron de ello un punto de referencia para la
discusión de problemas que consideraban trascendentes. Celebración del 6 de septiembre.
GDE 1930, que había servido de estímulo para la unidad derechista y había alentado las
esperanzas de los nacionalistas, gradualmente dio paso a un retorno al sistema electoral
fraudulento controlado por los conservadores.
Justo había forzado a Uriburu a las pretensiones personalistas de continuar en el poder, esperaba
contar con el apoyo de los golpistas de septiembre. No contaba con el carisma de aquel y tuvo
que buscar un apoyo político más amplio. Para sostener lo que fue la candidatura de Justo surge
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la coalición de la Concordancia. Partido Demócrata Nacional, Partido Socialista Independiente
y UCR antipersonalista, escindidos de la UCR.
Justo estaba decidido a dar al país un tono pragmático. El dia de su asunción abrazó los
principios del golpe de E y dijo que su política era una continuación de Uriburu, corporativista y
autoritaria. Comprendió que Arg estaba atravesando un periodo de transición eco-soc h/ una
nación industrial, urbanizada, no quería precipitar una crisis política instituyendo los cambios
profundos que reclamaban los nacionalistas.
Gestión con problemas económicos de la crisis del 30. Nuevo presidente quería ganar el apoyo a
toda costa; diciéndole a cada uno lo que quería escuchar. Conservadores siguieron a su lado,
pero los nacionalistas fueron distanciándose y aislándose políticamente.
División significaba debilidad: por esta época se encaró un decidido esfuerzo por alcanzar la
unidad. El intento inicial provino de Acción Nacionalista, cuando dio a conocer su "Afirmación
de una Nueva Argentina" (ADUNA). El principal objetivo seguía siendo la representación
corporativa corno la había planteado el golpe de 1930, es decir, "legisladores que expresen el
interés fundamental de cada gremio o profesión", pero este énfasis alejaba a los conservadores
moderados. Luego otro intento es el Frente Nacional de 1936 (en respuesta al Frente Popular de
Centroizquierda), PDN, conservadores y buscaba adhesión de nacionalistas, pero por la fuerte
sospecha de que, una vez más, pondrían en marcha otro intento de perpetuación en el poder de
los viejos intereses terratenientes, los nacionalistas rechazaron incorporarse al Frente.
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Los años de Justo.
Los hechos posteriores al golpe por lo general habían favorecido la cooperación entre la vijea
derecha conservadora y la nueva derecha nacionalista. Pero la elección de Agustín P. Justo y la
Concordancia provocaron serias tensiones entre ambas facciones. Los conservadores de la
vieja línea habían creado la Concordancia para apoyar a Justo, y querían que el fin del
"yrigoyenismo" significara un retorno a su antiguo control de la política argentina por medios
fraudulentos para poder gobernar el país en beneficio propio. Tomaron la mayoría de sus
ministerios y tenían más influencia sobre sus decisiones.
Estos conservadores veían a los nacionalistas como aliados poco confiables, demasiado
extremistas y como una amenaza al mantenimiento de relaciones amistosas y duraderas con las
democracias europeas occidentales. Los nacionalistas eran mucho más meticulosos en su
creciente rechazo de los conservadores. Su principal crítica a los conservadores era
considerarlos contrarios al "nacionalismo" -definido como los intereses de la Argentina- y
dedicados a atender los reclamos y el beneficio de los clientes europeos del país, de quienes
estos estancieros derivaban su riqueza.
Esta repulsión puede demostrarse a partir de los temas que, durante los años treinta,
dividieron a la vieja derecha de la nueva: las relaciones con los ingleses, la interpretación del
pasado nacional, la influencia comunista, la guerra civil española, el fascismo europeo, los
judíos argentinos, la Iglesia católica, las cuestiones sociales.
Pacto RR1932, nacionalistas que tienen pruebas para decir que los conservadores eran
vendepatria, aliados al capital internacional europeo. Produjeron enorme cantidad de denuncias
contra Inglaterra y su dominación de hecho sobre la Argentina como una campaña por la
devolución de las islas Malvinas; esto se sumaba a una admiración creciente por los enemigos
europeos de Gran Bretaña: Alemania e Italia.
Si el pacto Roca-Runciman fue causa para que la derecha argentina cuestionara su relación
histórica con Gran Bretaña, los nacionalistas ya estaban listos para ir más allá.
Revisionismo histórico Nacionalismo que proponía su galería de héroes y villanos, y entre los
glorificados, Juan Manuel de Rosas alcanzó el lugar de privilegio, dado que se había
enfrentaron al poder británico y al bloqueo anglo-francés en el Paraná. Para los revisionistas,
Rosas se convirtió en una figura de veneración en tanto prototipo de "nacionalista". Los
conservadores siguieron despreciándolo. Para los conservadores, el general Roca fue el héroe
comparable (por eso Roca Hijo fue elegido como vicepresidente durante Justo en conexión
directa con el legado conservador).
A través de Rosas, los nacionalistas buscaban exaltar una perdida tradición de oposición a la
dominación extranjera en la Argentina y castigar a la oligarquía liberal y a sus gobiernos
posteriores a 1853. Esta aversión hacia el liberalismo del siglo XIX y sus herederos se unía al
odio que la derecha profesaba al marxismo, el comunismo y el bolchevismo.
Uno de los cambios jurídicos más buscados por la derecha era lograr la sanción de una la ley
para la "represión del comunismo"; un proyecto de ley fue presentado en el Senado en 1932 y
1936 por Marías G. Sánchez Sorondo (antiguo ministro de Uriburu), que castigaba con cinco
años de prisión "a todo aquel que enseñe o difunda la doctrina de la 'dictadura del proletariado’.
Se aprueba a fines de 1936,
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El comienzo de la guerra civil española suscitó una vehemente reacción contra el comunismo
de conservadores y nacionalistas en el verano de ese año. Los nacionalistas insistieron en que el
fascismo era ahora la única alternativa, mientras los conservadores fueron más cautos, apoyando
sólo la derrota de la izquierda republicana.
El apoyo al general Franco en la guerra civil española unió a la derecha argentina en su simpatía
por todos los movimientos políticos anticomunistas europeos. Pero esto también provocaría
divisiones en sus filas.
La admiración por la Italia de Benito Mussolini fluía de las plumas derechistas; pronto
surgieron grandes elogios para el nacionalsocialismo de Adolf Hitler. La izquierda podía acusar
a la derecha de ser un títere manejado desde Roma o Berlín. El término "fascista" comenzó a ser
utilizado casi con la misma facilidad por la izquierda corno la palabra "comunista" era empleada
por la derecha.
Las políticas europeas de abierta persecución contra los judíos tuvieron un apoyo desmedido
por parte de la derecha argentina. La Iglesia católica fue una de las usinas del antisemitismo
donde abrevaba la derecha. Había una postura anticomunista de la Iglesia católica que dio
origen a una posición política católica derechista, (incluso antes del golpe de 1930). Durante la
Década Infame se gestó una convergencia entre estos militantes católicos y la derecha política,
especialmente con los nacionalistas. Muchos creyentes proponían un Estado autoritario para
detener la temida difusión del socialismo durante los terribles días de la depresión económica
mundial.
Modelo ISI que se había empezado a forjar para 1930. La organización obrera de mayor
envergadura del período era la recientemente formada Confederación General del Trabajo
(CGT). Declaró explícitamente que buscaba evitar el involucramiento político de la
organización, incluso frente a las políticas represivas desplegadas por los gobiernos de Uriburu
y Justo. Pero algunas corrientes internas de la CGT exigieron una denuncia del fascismo. El 1
de mayo de 1936, la central obrera se sumó al Frente Popular y, a partir de entonces, inició una
política de más compromiso político y activismo.
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y a las "organizaciones que se llaman 'de la clase obrera' pero que fomentan el odio de clase", y
su preferencia por una "representación sindical corporativa." En algunos sindicatos también se
fue dando paulatinamente una afinidad con el nacionalismo.
La actitud por adoptar frente a los desafíos que imponían a la clase política y al Estado los
cambios económicos y sociales de los años treinta fue uno de los factores de división entre
conservadores v nacionalistas.
los nacionalistas sostenían que los obreros debían ser formados en un credo de respeto,
obediencia y patriotismo que aseguraría su rechazo a la izquierda. Para ellos, los empresarios
explotadores empujaban a los trabajadores al descontento; por consiguiente, la armonía social
estaba basada en salarios decentes y condiciones laborales dignas.
A pesar de estas diferencias, ambos sectores comprendían los peligros de un sindicalismo sin
control y conservaron una actitud crítica con relación al movimiento obrero organizado.
Manuel Fresco, otro político que aspiró a establecer un puente entre el conservadurismo y el
nacionalismo, origen de clase media. Gobernador de BSAS. Los conservadores esperaban que
Fresco atrajera a los nacionalistas para su causa; por su parte, el nuevo gobernador esperaba
utilizar este cargo para lanzar una amplia cruzada derechista que lo impulsara a la presidencia
de la Argentina.
Fresco inició una campaña para atraer a los nacionalistas a su causa; tuvo éxito en este objetivo,
y su popularidad creció entre las distintas facciones, si bien ciertos sectores nacionalistas lo
consideraban meramente un instrumento de la oligarquía que intentaba captarlos para sus
propósitos.
Fue el abanderado de la supresión del comunismo, potenciando los esfuerzos realizados por
Sánchez Sorondo desde el Congreso Nacional, el 20 de mayo de 1936, decretó la prohibición de
todo tipo de propaganda comunista.
Finalmente, controlar al movimiento obrero para sentar las bases de un sistema corporativo, fue
la tarea que concentró los mayores esfuerzos de Fresco. La solución intentada por Fresco fue la
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sanción del Código de Trabajo por la legislatura provincial el 12 de mayo de 1937. La parte
central de este extenso documento era el establecimiento del arbitraje obligatorio para todas las
disputas laborales. La presentó corno un modelo de legislación "fascista" que protegía a la clase
obrera frente a la explotación de los capitalistas irresponsables.
La amenaza fascista.
El gobierno del general Agustín Justo había intentado lograr el apoyo -o al menos neutralizar
cualquier amenaza- de la derecha, presentándose como el sucesor designado por el general
Uriburu.
Ortiz tenía planes ocultos que rápidamente se darían a conocer: un perentorio retorno a las
elecciones limpias que muy probablemente permitirían volver al gobierno a los radicales.
La presidencia de Orriz duró casi dos años y medio, verificándose una mejora del panorama
económico y estabilidad política. Pero el agravamiento de la situación europea afectó
seriamente al país y dividió a la opinión pública. El triunfo de Franco en España y las
amenazadoras exigencias de Hitler y Mussolini alentaron las expectativas de la derecha, que
propuso estos modelos europeos para una Argentina futura. La mayor parre de los nacionalistas
se acercaron al fascismo europeo. En especial a partir de 1938, cuando el poderío fascista crecía
en Europa y despertaba elogios en sus admiradores derechistas argentinos, el nazismo en la
Argentina mostró síntomas cada vez más virulentos.
La guerra representó un gran deterioro de ciertas solidaridades que podrían haber mantenido
unida a la derecha. Socialistas y radicales se alinearon decididamente con la causa aliada, en
especial a partir de 1940, con la derrota de Francia; los nacionalistas no sólo elogiaban el
militarismo italiano y alemán, sino que también se mostraban exultantes ante la posible caída de
Gran Bretaña. La derecha conservadora se hallaba ame un dilema, entre sus vínculos
sentimentales y financieros con Inglaterra y su admiración por el carácter autoritario del
fascismo.
Si bien los nacionalistas vieron con buenos ojos esta decisión, percibían cercano el triunfo de las
potencias del Eje, lo cual sólo redundaría en un incremento de su influencia política y, por ende,
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sobre el Gobierno. Pero Ortiz demostró rápidamente su desprecio por los nacionalistas en el
enfrentamiento con el gobernador Fresco.
Ortiz presionó a Fresco para que depurara su equipo de colaboradores, desplazando a los
elementos más próximos a los nacionalistas; Fresco cedió. El 7 de marzo de 1940, Orriz
decretó la intervención federal de la provincia de Buenos Aires, denunciando además las
intenciones antidernocráticas de Fresco de influir en "el panorama político del país".
Esta jugada le trajo a Oniz serias consecuencias: provocó una crisis en su gabinete -que derivó
en dos renuncias- y consolidó la oposición frontal de los nacionalistas a su gestión y al PDN.
Manuel Fresco adhirió abiertamente a la causa nacionalista y creó una nueva agrupación
política, la Unión Nacional Argentina (UNA). Llamaba a realizar una revolución nacionalista y
a la restauración del antiguo régimen terrateniente que en el pasado había apoyado a Fresco.
Fresco nunca logró un apoyo masivo y su figura fue desapareciendo gradualmente de la escena
política.
No sólo la oposición de los nacionalistas, sino también una grave dolencia provocó la
renuncia del presidente Ortiz. El 3 de julio de 1940, pidió licencia en su cargo y falleció poco
tiempo después; delegó el mando en el vicepresidente Castillo, un dirigente que intentaría, una
vez más, salvar las distancias entre conservadores y nacionalistas.
Los nacionalistas estaban realmente entusiasmados, tanto por el desempeño victorioso del
fascismo en la primera etapa de la guerra, corno por la posibilidad -con anuencia de Castillo- de
formar un amplio frente electoral o bien un partido político que les permitiera acceder al poder
ya fuera por un movimiento de fuerza o por el voto. Alianza de la Juventud Nacionalista (AJN).
En la primera parte de los años cuarenta, los miembros de la AJN se mostraban por todas partes,
en especial en acciones de apoyo al presidente Castillo, quien recibía los aplausos de "masas
bien organizadas y embanderadas de la Alianza de la Juventud Nacionalista. Contó con un
programa mucho más preciso y radical que la mayoría de los grupos nacionalistas, bregando por
la nacionalización de los servicios públicos y programas de reforma agraria para asegurarse un
amplio apoyo de los criollos. A pesar de las expectativas de erigirse en la conducción de la
derecha, tales políticas impulsadas por la AJN la colocaron en dificultades con los
conservadores y su régimen. Juan Bautista Molina.
El general Molina, si bien estaba retirado del servicio activo, era un símbolo de la politización
del Ejército, particularmente en su apoyo a la derecha. Cuando Castillo asumió como presidente
en ejercicio, Molina y sus partidarios esperaban ejercer una importante influencia en sus
decisiones aprovechando su conocida posición favorable a la derecha.
Hubo una fuerte presión sobre Castillo, pues -oficialmente- Orriz no había abandonado aún su
cargo. Aunque la jerarquía militar todavía era fiel a la conducción de Justo y al respeto de la
Constitución, los oficiales estaban muy influenciados por los nacionalistas y convencidos, una
vez más, de que sólo el Ejército podría salvar al país.
Además, los generales y oficiales del Ejército, como otros argentinos a comienzo de los años
cuarenta, estaban atentos al desarrollo del conflicto europeo. Cuando las tropas alemanas se
aproximaron a Gran Bretaña, la derecha aumentó sus elogios hacia la causa fascista. Y la
derecha europea hizo nuevos esfuerzos por colaborar y acercarse a sus simpatizantes argentinos.
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Como las fuerzas del Eje seguían haciendo estragos en las líneas aliadas y los nacionalistas
argentinos se orientaban cada vez más hacia una desafiante posición fascista, la mayoría de los
argentinos incrementaron sus expresiones de apoyo a las democracias europeas mediante grupos
militantes como Acción Argentina. La opinión pública apoyó la propuesta de la Cámara de
Diputados de crear una Comisión Investigadora de Actividades Anti argentinas. La
investigación sobre la penetración de las naciones del Eje mostró las conexiones directas entre
grupos derechistas y agentes alemanes e italianos.
Durante los primeros años de la década de los cuarenta, se incrementó el aislamiento del
presidente Castillo y de los nacionalistas -quienes no podían ni verse-, pero estaban obligados a
una dependencia mutua y a una estricta política de neutralidad frente a los crecientes reclamos
del centro y la izquierda de una política a favor de Gran Bretaña y Francia.
Después del ataque japonés a Pearl Harbor y la entrada de Estados Unidos en la segunda guerra
mundial, Castillo declaró el estado de sitio para reducir las protestas contra su gestión.
Pero los nacionalistas nunca confiaron en Castillo, por sus vínculos con el régimen y, cuando
eligió a Robustiano Patrón Costas como su sucesor y candidato del PDN, los elementos
nacionalistas se indignaron todavía más al constatar que el control político seguiría en manos de
un gran terrateniente, un integrante de la clase que tanto despreciaban.
Los grupos nacionalistas no esperaron a tomar el poder para entrar en acción; sin embargo,
sus ideas habían calado hondo en importantes sectores de las Fuerzas Armadas. Resultado fue la
"revolución" del 4 de junio de 1943 que terminó con la presidencia de Castillo y la segura
elección de Parrón Costas y, con ello -también-se cerró la Década Infame.
CONCLUSION (copiado tal cual del texto): fracaso de la derecha para aprovechar la
oportunidad representada por los años treinta para consolidar una organización de amplia base
que impusiera su programa. En cambio, fue dominada por una tendencia a la división y la
atomización.
De los muchos interrogantes que rodean la definición de su lugar en la historia argentina durante
los años treinta, tres son especialmente pertinentes. Por un lado, ¿por qué los derechistas no
encontraron un líder que los aglutinara y galvanizara corno partido? La lista de potenciales
líderes era amplia y variada, ya sea dentro de las filas propias, en el Ejército o entre los
políticos, sin contar a los jefes de varios grupos nacionalistas que intentaron promoverse a sí
mismos. Corno resultado de esta división, no surgió un líder poderoso hasta el ascenso de
Perón. Por consiguiente, la respuesta puede estar en la siguiente pregunta. En segundo lugar,
¿por qué la derecha fracasó en la obtención de un sustento electoral importante, incluso
mayoritario? La derecha reconoció los cambios producidos en el país, el paso de una economía
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básicamente agraria a otra incipienternente industrial y el consecuente crecimiento de la clase
obrera urbana. Aunque la represión seguía estando a la orden del día, existía una esperanza en
poder ganar la lealtad obrera para oponerse a la izquierda y de este modo construir el camino
hacia el poder para la derecha. Sin embargo, Perón demostró ser el único capaz de capitalizar
ese potencial. De este modo, surge una cuestión final. ¿Por qué la derecha fue incapaz de
proyectar una imagen positiva en el marco de las favorables circunstancias de los años treinta?
Por el contrario, sus enemigos utilizaron muy bien la amenaza fascista europea para
desacreditarlos ame la sociedad. La simpleza de la derecha en el mundo occidental durante el
período de entreguerras es clara. El interés, afinidad e incorporación de ideas fascistas europeas
por la derecha argentina no socavó automáticamente sus rasgos particulares. Pero ciertamente se
ganó y conservó la imagen de "nazis argentinos". No obstante, la derecha argentina dio
respuesta a problemas concretos que reflejaban la realidad local. Cristián Buchrucker sostiene
que la influencia de la derecha derivó de su involucramiento en "las tensiones principales de la
sociedad argentina de aquel tiempo [los años treinta]", como el antagonismo entre los antiguos
argentinos y los inmigrantes, la distribución desigual de la riqueza y la exclusión de la política d
masas. . La respuesta a estas preguntas se encuentra en el fracaso de la derecha para aprovechar
la oportunidad representada por los años treinta para consolidar una orgnizacion de amplia base
que impusiera su programa. En cambio, fue dominada por una tendencia a la división y la
atomización. Indudablemente, las diferencias entre conservadores y nacionalistas fueron más
allá de sus disímiles puntos de vista. La vieja derecha añoraba su antiguo predominio
decimonónico y buscaba recrear las circunstancias políticas, económicas y sociales que lo
habían hecho posible; por su parte, la nueva derecha pretendía la vuelta a un criollismo mítico
anterior al control oligárquico y, además, buscaba crear una Argentina radicalmente modificada
con la caída del gobierno de la elite. El miedo a la izquierda, en lugar de un programa político,
los reunió en efüneras alianzas. Más difícil de comprender foe la inclinación de los nacionalistas
militantes a fragmentarse en tantas organizaciones competitivas y el fracaso de sus intentos para
generar un liderazgo incuestion~ble. Divididos, foeron presa fií.cil del control conservador. Y
en los años tremta, su conexión con el fascismo europeo empañó su imagen. El golpe de Estado
del 4 de junio de 1943 generó su apoyo unánime, creyendo, una vez más, como en 1930, que
una asonada militar los catapult~ría hacia el poder y lograrían modificar las bases
institucionales de la Argentina. Una vez más, serían cooptados y engañados -para su decepción-
cuando Juan Domingo Perón llegó al poder.
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TEXTO MURMIS Y PORTANTIERO.
Yo: en la 2da parte, cuando se hable de peronismo los autores van a discutir con G. Germani,
contrastando con la “división” que según este existe entre “viejos” y “nuevos” obreros con el
peronismo. Para los dos autores, la división esta no existe y le quitaría importancia a la unidad
que existió realmente en el movimiento obrero. Ambos darán también una importancia al
sindicalismo: 1943 como punto de quiebre e inicio del sindicalismo de masas, ligado al aparato
del Estado.
Los autores empiezan diciendo que la teoría más habitual en relación al período abierto en 1930
consiste en un modelo clásico descriptivo de la orientación de clases los grupos sociales frente
al crecimiento industrial, con dos componentes polares:
Por un lado, los propietarios agropecuarios que son genéricamente calificados como
“oligarquía”, terratenientes latifundistas cuyo interés objetivo y subjetivo está en el
mantenimiento de la preeminencia de la tierra como fuente de ingresos, estatus y poder, en
teoría opuestas al fortalecimiento de nuevas actividades productivas y al afianzamiento de
nuevos grupos asociados a ellas.
Por otro lado, los propietarios industriales cuyo interés obj y subj reside en el crecimiento de las
nuevas actividades y en la conquista del poder político y el establecimiento de su hegemonía
social, con orientaciones modernas y rechazando las situaciones “feudales” improductivas.
Lógicamente se piensa a los dos grupos enfrentados unos con otros, pero la CUESTIÓN
CENTRAL ACÁ es que los autores dicen que en el caso argentino los terratenientes no sólo
NO EVIDENCIAN el rechazo absoluto de las actividades industriales que el modelo anterior les
atribuyen, sino que incluso ACEPTAN CIERTAS FORMAS DE INDUSTRIALIZACION. Se
verá que la oposición más decidida al proyecto industrializador será de un sector subordinado de
los terratenientes cuya clara expresión será la actitud de un grupo político considerado
representante de la clase media y burguesía productiva: la UCR.
En la década del 30, más concretamente desde 1933, la industria argentina entra en una etapa de
crecimiento durante la cual, de una situación postergada, se transformará en un decenio en
sector líder de la economía. No podría haberse producido de haber mediado la oposición de
políticas gubernamentales.
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Lo que van a decir los autores y será central es que: NO HUBO en el período contradicción
entre una orientación pro crecimiento industrial expresada en el Estado; y los intereses de la
fracción más poderosa de los terratenientes (sí la hubo con los de un grupo subordinado de
propietarios rurales.)
Crisis del 29 las élites tradicionales, que habían recuperado el control del E, se ven
favorecidas por la posibilidad de una limitada industrialización, en tanto el desarrollo de ciertas
ramas de manufactura es capaz de permitir un reajuste del sistema a los nuevos términos en que
se plantea el comercio mundial. En la medida que desciende la participación de las economías
agroexportadoras en el mercado mundial, se hace necesario que las importaciones desciendan a
las alturas de las exportaciones.
Con el derrocamiento del radicalismo, como vimos, significó el ascenso al poder de los grupos
económicos ligados a la oligarquía. La primera respuesta a la situación de crisis es equilibrar
las finanzas asumiendo la recesión, cumplir las deudas con el exterior y aguardar mejores
momentos. Pronto habrán de articularse nuevas orientaciones que superará la dicotomía de
enfrentamiento simple entre “sectores rurales y sectores industriales” estableciéndose un
reagrupamiento de fuerzas.
Pacto Roca Runciman: llevará a que haya un sector agrario más poderoso, ligado al comercio
mundial y a los beneficios del comercio bilateral con Inglaterra (será el nucleado en la Sociedad
Rural Argentina y el partidario de cierto grado de industrialización); otro sector quedará
relegado y será el subordinado (no apoyará la industrialización, nucleados en la CARBAP)
El convenio significaba la aceptación por parte del E argentino de las reglas de juego impuestas
por los ingleses para mantener en funcionamiento el intercambio. Obligarían a una adopción de
la política económica de las clases dominantes argentinas, a fin de mantener la prosperidad del
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sector ganadero más privilegiado, no sin que otros grupos rurales menos poderosos sufrieran el
reajuste. Traía aparejado el predominio del grupo ganadero más privilegiado en la orientación
de la economía argentina (consolidar el grupo que había sido desplazado del poder político en
1916).
Los industriales aceptan devaluar pq se trataba de salvar las actividades vitales para el país y
estaban dispuestas a un sacrificio indispensable para el beneficio de la colectividad, asi como
tmb para los propios intereses fabriles.
Durante el periodo que arranca a fines de 1933 y culmina con el derrocamiento de los
conservadores 10 años después, se mantiene esta solidaridad de orientaciones entre los
industriales y el Estado, sometido a la hegemonía del sector ganadero más privilegiado
(comerciando este con el pacto R-R). Los grandes hacendados, obligados por la situación
externa, modifican su situación librecambista y avalan las medidas oficiales que,
indirectamente, tienen consecuencias industrialistas como el control de cambios o el aumento de
gravámenes: achicadas las exportaciones, deben achicarse tmb las improtaciones.
ES FUNDAMENTAL ESTO:
Tmb se suma a un carácter limitado de los sectores industriales, que no van más allá del
mantenimiento de ciertas barreras proteccionistas. En la reestructuración operada en la
economía argentina, tras la crisis mundial del 29, la transición de una etapa de crecimiento hacia
afuera a otra de crecimiento hacia dentro fue llevada a cabo por los grupos tradicionales. Ni las
organizaciones empresarias ni ningún partido asumirán otro proyecto industrialista que
reformule o profundice ese programa de la élite dominante. El principal partido opositor, el
radical, discrepará en cuanto los excesos de la industrialización propuesta por el oficialismo.
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El supuesto de una indiferenciación, durante la década considerad, explicaría la ausencia de un
proyecto alternativo de industrialización, más radical que el contenido en las orientaciones del
E, el cual, en todo caso, quedó a cargo de algunos militares.
Ningún otro grupo durante la época expresa con más claridad que este su rechazo a todo
proyecto de crecimiento industrial y su voluntad de mantener a toda costa el esquema de
crecimiento hacia afuera. Para ellos, la industria es un sector artificial no dinámico que no
genera riqueza. Mientras la SRA (invernadores) aun reconociendo la importancia decisiva que
para la economía argentina tiene el comercio exterior, no se opone a una industrialización
limitada; la CARBAP rechaza cualquier medida de tipo industrialista.
SRI y CARBAP insistien en la oposición a cualquier medida que pudiera consistir en una traba
para el comercio exterior, percibido este como la salida natural para los productores. Levantan y
promueven una alternativa de “vender a quien nos vende”, tratando de diversificar el vínculo
comercial para incorporar a EEUU (tmb podrían ser proveedor del consumo nacional de
manufacturas)
ES FUNDAMENTAL ESTO
Ambos sectores siguen dependiendo del comercio exterior y eso vincula, en última instancia,
sus intereses; pero mientras los intereses particulares de uno no se contradicen con los proyectos
de industrialización que propone la elite política en nombre del equilibrio general del sistema de
dominio, los otros encuentran en esa perspectiva una oposición central a los suyos, orientados
hacia una expansión sostenida de los intercambios.
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1940 Federico Pinedo propone el Plan de Reactivación Económica y lo presenta al Senado,
donde el oficialismo tiene mayoría.
Articulaba toda una serie de medidas para superar la recesión, conteniendo ciertas disposiciones
para la defensa del sector industrial. Entre las medidas se hallaban todos los proyectos
legislativos reclamados desde hacía décadas por la UIA (industriales); leyes de draw back,
disposiciones frente al dumping de los países centrales, créditos a largo plazo para la industria,
reajuste de la anticuada legislación de tarifas.
El objetivo del plan era mantener un nivel satisfactorio de la actividad económico. Su punto de
partida era la compra por el Estado de los excedentes agrícolas que no podían colocarse, medida
reclamada unánimemente por las organizaciones de los propietarios rurales. Es una política que
manteniéndose dentro de los marcos hegemónicos de la oligarquía tradicional, convocaba a una
ampliación de sus límites para permitir la incorporación de la industria.
Es un proyecto que estaba absolutamente marcado por una orientación tendiente a salvaguardar
los intereses de los grandes propietarios rurales; su cuestión disruptiva era que una adecuada
defensa de tales intereses abarcaba, por imperio de las nuevas circunstancias mundiales y
nacionales, la necesidad de que la industria no fuera destruida.
Eran, a la vista, las organizaciones representativas del sector ganadero subordinado las más
enconadamente opositoras al plan pinedo. Este grupo era el único que frente a cualquier intento
de industrialización lo percibía como una valla para su supervivencia, en tanto perjudicaría el
intercambio exterior, al que se postulaba como un núcleo dinámico excluyente de la economía
argentina. En el grupo político, la cruzada antiindustrial será la base de la actitud de la UCR.
ES FUNDAMENTAL ESTO
Hacia principios de la década del 40, el dilema en que se movían las clases propietarias acerca
de los problemas económicos era este: o estabilizar un cambio producido casi
“espontáneamente” a fin de mantenerlo bajo el control hegemónico de los sectores más
poderosos de la oligarquía, o rechazar todo cambio y promover el mantenimiento de la situación
previa a la crisis.
15
La complejidad desplegada en esta dimensión refuerza las tendencias del E hacia la autonomía,
en tanto su rol principal ya no es traducir al nivel de las decisiones políticas los intereses de una
clase dominante de origen agrario sino la relacion de esos intereses con los de las otras capas
propietarias estructuradas alrededor de la acumulación de capital industrial.
Solo recién al promediar la década del 40 (peronismo) esta relacion de FF entre las clases
propietarias rurales e industriales se alterará, por la diferenciación que comenzará a operarse
dentro de los propietarios industriales, por la movilización de las clases populares y por el
fortalecimiento adquirido por el E, a través, especialmente de su área más proclive a su
autonomización: ejército. Solo entonces la hegemonía de los hacendados se replegará y se abrirá
la posibilidad para el movimiento peronista.
EN SINTESIS
En la segunda parte, titulada “El movimiento obrero en los orígenes del peronismo”, Murmis y
Portantiero se proponen analizar la relación entre el peronismo y la clase trabajadora. Su
punto de partida es la crítica al “modelo clásico”, el cual postula un corte neto entre la vieja
guardia sindical y los nuevos trabajadores como explanans de la participación de la clase
obrera en la gestación del peronismo. Estas teorías, que los autores refieren, entre otros, a
Gino Germani, ubican a los populismos (varguismo y peronismo) como casos desviados en los
que la clase obrera acaba apoyando regímenes de tipo fascistas, explicándolo a partir del
apoyo masivo de los trabajadores “recién incorporados” a la actividad industrial, que por
carecer de experiencia sindical y política serían fácilmente “manipulables” por gobiernos de
corte “totalitario”. A esta “heteronomía” de los nuevos trabajadores se le opone el
comportamiento político “autónomo” propio de la vieja clase obrera preexistente al
crecimiento de la matriz industrial y de ideología de izquierda, que según esta teoría se
mantendría al margen de todo apoyo a los populismos. Murmis y Portantiero no olvidan
resaltar que esta distinción teórica entre “vieja” y “nueva” clase obrera es también sostenida
como premisa por el género ensayístico con orientación peronista pero con implicancias
adversas (Jorge Abelardo Ramos). Apoyándose en el trabajo de fuentes documentales y
estadísticas, los autores rompen con estas teorías señalando que lejos de haber sido una
ruptura de la clase obrera lo que permitió la gestación del peronismo, ha sido la unidad de ésta
fruto del padecimiento de un “proceso de acumulación capitalista sin distribución del ingreso”
durante los gobiernos conservadores del periodo 1930-1943, lo que ha abonado el terreno
para la emergencia de un fenómeno como el peronismo. Esta etapa es categorizada por los
autores como “explotación desnuda”, significando una década en la que el crecimiento del
empleo no fue acompañado por el crecimiento del salario real, primando condiciones indignas
de trabajo, lo que arrojó como resultado una clase obrera plagada de demandas insatisfechas.
16
La afirmación de los autores respecto de que en el proceso de gestación del peronismo las
viejas organizaciones gremiales, junto con los nuevos trabajadores, tuvieron una intensa
participación, conlleva una riqueza analítica doble. Por un lado, se opone a la teoría clásica que
descartaba cualquier tipo de correspondencia entre el apoyo de los trabajadores al peronismo
y sus intereses de clase, encontrando sólo “manipulación”; y por el otro, se opone también a
los estudios con orientación peronista que postulaban la casi inexistencia de actividad sindical
previo al peronismo, para destacar que la organización de los trabajadores en la Argentina no
ocurrió sino en virtud del amparo del Estado. Asimismo, y en base a esto último, los autores
insistirán en la inconveniencia de analizar el varguismo y el peronismo como si fueran un
mismo objeto.
Yo: en la 2da parte, cuando se hable de peronismo los autores van a discutir con G. Germani,
contrastando con la “división” que según este existe entre “viejos” y “nuevos” obreros con el
peronismo. Para los dos autores, la división esta no existe y le quitaría importancia a la unidad
que existió realmente en el movimiento obrero. Ambos darán también una importancia al
sindicalismo: 1943 como punto de quiebre e inicio del sindicalismo de masas, ligado al aparato
del Estado. (Según el modelo clásico, pero autores piensan en 1947 como quiebre)
2. No es para nada pasiva, ni heterónoma y con miras de corto alcance esta participación obrera
en el proceso de construcción del movimiento nacional y popular.
El primer grupo estaría constituido por aquellos trabajadores, en su mayoría de origen europeo,
formados a través de una larga experiencia dentro de la disciplina del trabajo industrial; y el
segundo, en cambio, por los obreros más recientemente nuevos no sólo para el ámbito de la
17
empresa industrial sino tmb para la vida urbana, pues se trataría en su enorme mayoría de
migrantes provenientes de zonas campesinas atrasadas.
Las interpretaciones de los nuevos es que tienen en la génesis de los movimientos populares que
va unida a la consideración de estos movimientos como casos de manipulación de masas
pasivas o heterónomas, transicionalmente desorientadas.
Las referencias, son entonces, que los nuevos obreros tienen un peso elemental en la
configuración del peronismo. El objetivo de los autores es poner en duda los supuestos que
parecen más obvios como explicación eficiente del proceso de configuración de un movimiento
nacional y popular en las condiciones propias de la Argentina a promediar 1940.
EL NIVEL DE ORIENTACIONES.
18
EL NIVEL DE SITUACION.
Trabajo: nuevos como menos calificados, nuevos tendrían experiencia laboral sólo con la etapa
de especialización con la máquina (viejos hacían trabajos más artesanal), nuevos como agrarios
muy recientes habituados a tareas rutinarias, los viejos más fijados a un trabajo estable y en su
oficio.
Consumo: la entrada al mercado de los nuevos se haría en un momento en que se encuentra más
desarrollado el consumo de masas, con mayor participación de distintos estratos sociales. Los
nuevos percibirían una posibilidad de ascenso social ligada a estructuras ajenas a su propia
condición obrera; viejos ligados a su ascenso a través de luchas.
Participación política: dos posiciones una dice que los obreros nuevos ingresan a la vida
urbana sin que reciban ningún tipo de convocatoria política desde el E o sin que haya canales
institucionalizados en los que puedan participar o, en otro caso, que reciban convocatorias
ajenas a su interés o capacidad de respuesta // Otra dice que los nuevos entran a la vida urbana
en un momento de intervencionismo social y de expansión de los consumos, lo que favorece a
una pronta canalización hacia formas de participación subordinada.
En las dos posiciones: la dificultad que encuentran los sindicatos y los dirigentes tradicionales
para organizar los nuevos contingentes de trabajadores como punto de partida. Organización de
estos a través del aparato estatal como punto de llegada.
Importante:
Uno de los aspectos que deja de lado es la relación entre nuevas organizaciones obreras y
movimiento sindical preexistente. Los modelos elaborados sobre el peronismo (Germani) parten
de una caracterización incompleta del punto de partida situacional, negando incluso la
existencia de procesos que se dieron en la realidad, y que otorgan luego un peso excesivo a la
incorporación de contingentes de obreros nuevos.
La teoría descarta o considera irrelevante el papel que los viejos obreros y sus organizaciones
pueden llegar a tener en la estructuración de un movimiento populista como salida política para
una situación particular, en tanto este es expresamente definido como antagónico a sus
tradiciones sindicales y políticas.
19
2. CLASE OBRERA Y SINDICATOS EN LA GÉNESIS DEL PERONISMO.
MODELO CLASICO: En primer lugar, hay una tendencia a remarcar la debilidad del
sindicalismo en el periodo anterior al populismo, su escasa representatividad y su aislamiento
social. En segundo lugar, una inclinación a explicar la adhesión sindical en el momento de
consolidación del populismo como el resultado de un vertiginoso crecimiento de las OO
gremiales hecho al amparo del E, mediante un proceso por el cual los viejos sindicatos y
dirigentes tradicionales son desbordados por dirigentes sin experiencia que organizan a enormes
contingentes de nuevos trabajadores, recientemente urbanizados, sin tradición asociativa
anterior ni por lo tanto conciencia de autonomía.
La conclusión es que en el proceso de génesis del peronismo tuvieron una intensa participación
dirigentes y organizaciones gremiales viejas, participación que llegó a ser fundamental al nivel
de los sindicatos y de la CGT y muy importante en el Partido Laborista.
Asimismo, más que destacar la división interna de la clase obrera, toman como punto de partida
su opuesto: la unidad de ésta, como sector social sometido a un proceso de acumulación
capitalista sin distribución del ingreso durante el proceso de industrialización bajo control
conservador que tiene lugar en la década del 30.
La mayoría de los sindicatos –nuevos y viejos- articulan una política de alianzas con un sector
del aparato del Estado, sin abdicar durante este proceso y por el contrario reforzando (como lo
indica la creación del PL) sus pretensiones tradicionales de autonomía e independencia frente a
otros sectores sociales.
Hacia finales de 1945 la situación del movimiento obrero, desde el punto de vista de sus
organizaciones, no había variado sustancialmente. Las cifras de crecimiento a partir de 1941
indican que el apoyo gremial al populismo fue instrumentado por una estructura sindical en lo
20
esencial preexistente, sin que pueda hablarse de una discontinuidad marcada con el pasado
inmediato.
El modelo clásico toma 1943 como momento de ruptura en el que finaliza la etapa de
sindicalismo tradicional y nace el sindicalismo de masas.
Esa discontinuidad, para los autores, tomará forma y sin los rasgos drásticos que se le atribuyen,
recién en 1947.
Hasta 1946-47 las orientaciones del movimiento obrero se hallarán fuertemente ligadas con la
secuencia anterior, de modo tal que para la articulación del apoyo sindical al populismo es más
relevante el conflicto planteado en el seno mismo de los dirigentes tradicionales que un
supuesto corte entre estos y sus OO tomadas en conjunto frente a obreros y sindicatos nuevos.
Entre 1930 y 1935 las capacidad negociadora del sindicalismo se vio duramente golpeada por la
doble incidencia de las políticas que el capitalismo posee para disciplinar la fuerza de trabajo : el
mantenimiento de una tasa alta de desocupación y medidas represivas. Es un momento de
extrema debilidad para el movimiento obrero, que se manifiesta incapaz de enfrentar las
consecuencias de las crisis económicas.
Hacia 1935 la situación cambia, dado que el ritmo de la ocupación crece de manera sostenida y
la capacidad negociadora del sindicalismo se robusteció. Se produce una modificación de la
CGT producto de una crisis: desconocimiento de autoridades por “actitud conciliatoria” con
dictadura de ese momento.
De esa crisis de finales de los 35 quedará, por un lado, la CGT (Desde entonces controlada por
los socialistas) y la USA (reconstituida tras su disolución; van allí los sindicatos desalojados de
la dirección de la CGT y otros gremios que no aceptan la supremacía socialista y propugnaban
un cambio de orientación de tipo sindicalista y deslindando la acción de las org gremiales de las
agrupaciones políticas)
21
La baja distribución del ingreso se da de la mano de un deterioro creciente de los asalariados en
la riqueza nacional. La explotación de la FF de trabajo estaba acompañada por un aumento
constante del nivel de ocupación que se acentúa en el periodo inmediatamente anterior al
cambio de gobierno de 1945. Coincidencia de ambos factores: crecido el monto de
reivindicaciones gremiales y alta tasa de ocupación, reforzó las posibilidades de acción sindical,
lo que se manifestó en el crecimiento sostenido de las OO gremiales y en su capacidad de
movilización.
Todo el periodo que arranca desde 39 se caracteriza por un aumento sostenido en los niveles de
ocupación, mientras el salario real se mantiene estancado o crece muy poco. Lleva a una
agudización de los conflictos y de la movilización obrera hasta llegar a cifras elevadas en 1942.
La mayoría de las huelgas es por reivindicaciones salariales.
El golpe militar de 1943 encuentra a una clase trabajadora que, pese a haber intensificado la
movilización en defensa de intereses propios, no ha resuelto a su favor en la mayoría de los
casos, las reivindicaciones planteadas. El crecimiento de la combatividad y de la organización
sindical era tan grande como el monto de sus reivindicaciones insatisfechas.
Ambas tienen en principio frente al gobierno surgido del 43 una actitud expectante, de ninguna
manera opositora. Pero un mes después de asumido este la sede de la CGT2 es clausurada por el
gobierno. La CGT1 ve intervenida la Unión Industrial y la Fraternidad; ambas organizaciones se
retiran de la CGT y es un duro golpe por el poder relativo que tenían.
22
En todo este proceso que culmina en octubre del 45, y con la fundación del Partido Laborista, el
punto central sobre el que converge la actividad sindical es el reclamo de participación obrera
en las decisiones políticas. La CGT, la USA y los sindicatos autónomos se movilizaron para
obtener el derecho a ejercer actividades políticas, lo que obtuvieron a principios de octubre del
45. Luego se funda el Partido Laborista en ese mes, percibido como la realización de los
reclamos de autonomía en el nivel político por parte de la mayoría de dirigentes gremiales. PL
que pretendía articular la participación autónoma de los sindicatos en la esfera política.
El partido laborista era, en sí mismo, el producto de un pacto entre viejos y nuevos dirigentes,
entre OO tradicionales y nuevas, aunque con predominio de los primeros .
¿Cómo era visualizada por la elite sindical que controlaba la CGT en 1945 y que
constituyó al PL, la relación con un sector del E?
Todo este análisis dice que: el sector gremial que apuntalará al surgimiento del peronismo no
hizo más que profundizar esa tendencia preexistente de articulación de alianzas con un sector
estatal, avalado por ello por la objetiva receptividad que sus planteos encontraron en los círculos
gubernamentales.
CGT crisis de conducción que se debía a: las RR entre la actividad sindical y política.
Frente a la injerencia del socialismo y, en general, a toda tentativa que pudiera instrumentar
al sindicalismo a favor de los objetivos de un grupo partidario cualquiera, surgía una y otra vez
con fuerza creciente entre numerosos dirigentes, una orientación contrapuesta que era la de
transformar al movimiento sindical en un grupo de presión que además de operar
autónomamente los partidos en aquellas áreas específicamente gremiales, tendiera a
transformarse en un eje de nucleamiento político nacional.
La estructura sindical que conformó la base de sustentación del peronismo fue la resultante de
una alianza entre los sindicatos que habían formado la CGT1, los que integraban la USA y los
autónomos, a los que se sumaron los gremios nuevos y aquellos organizados paralelamente a los
sindicatos de la CGT2 y que mantenían estrechez con socialismo/comunismo.
23
El vuelco final de las corrientes mayoritarias del sindicalismo hacia el peronismo, que tiene
lugar en octubre de 1945, se precipita como reacción obrera frente a una ofensiva contra sus
conquistas reivindicativas por parte de los grupos de grandes propietarios industriales, agrícolas
y comerciales.
Aumento de ingresos reales de trabajadores que se vio respaldado además por un mejoramiento
en las condiciones de trabajo, traducido en la firma de convenios colectivos y aprobación de un
cuerpo legal en el que se incluían todas las reivindicaciones de la CGT desde su constitución y
por las otras entidades gremiales.
Similitud con el modelo clásico dada por la presencia en ambos casos de un momento inicial en
el que el crecimiento capitalista se realiza sobre la base de un aumento de explotación de MDO
y de una sistemática marginación obrera de las decisiones políticas, lo que provoca un montón
crecido de reivindicaciones particulares.
El punto de llegada parecería ser el mismo tmb: conductas obreras con movilizaciones
canalizadas por movimientos de tipo nacional popular.
24
Etapa de estructuración: la situación argentina permite definir una situación en la que la nueva
elite que propone un proyecto populista se encuentra con una clase obrera ya organizada,
también poseedora de un proyecto social, a la que expresamente le propone una alianza.
Este reconocimiento encontraría su significación más clara en la etapa de pérdida del control del
poder, cuando el peronismo fue desplazado y son los sindicatos la forma organizativa ligada a él
que permanece en pie, hasta el punto de transformarse en la estructura principal del peronismo.
Peronismo se trata de una experiencia de nacionalismo popular que llega al poder cuando lo
sustancial del proceso de ISI está ya realizado. (((Proceso de ISI que fue llevado a cabo por una
élite representativa de los grupos más poderosos de los hacendados ligados al comercio de
exportación, elite que procuró establecer, a través de políticas estatales, las bases para una
coincidencia de intereses con los grandes industriales)))
La participación obrera era condición necesaria para llevar a cabo el proyecto hegemónico
de un sector de las clases propietarias (principalmente el que agrupaba a los industriales menos
poderosos) y de la burocracia militar y política que tendía a representarlos en un doble plano:
En primer lugar, el de los obreros concebidos en su función de consumidores para una industria
cuyo futuro sólo podía depender de la ampliación del mercado interno. En segundo lugar, por
las propias necesidades de legitimación política que tenía la elite estructurada alrededor del
movimiento del golpe del 43, que sólo pudo encontrar como base de su legitimidad a la
movilización de las clases populares.
25
o sindical; un tercer estrato (fundamental en el peronismo) de aquellos trabajadores con una
experiencia de lucha autónoma fracasada.
En el plano de la articulación formal de la alianza entre la elite política y la clase obrera fueron
los sindicatos viejos y los dirigentes tradicionales quienes más peso institucional tuvieron, por
haber mantenido bajo su control las OO gremiales más importantes, lo que resultaba decisivo
dado el carácter explicito que adquirieron los acuerdos.
Introduccion.
En cuanto intervención que le cupo a los cuadros del viejo sindicalismo argentino en la
canalización y la organización de las bases populares del peronismo.
26
Por mucho tiempo, la participación de la vieja guardia sindical fue un tema inexistente en la
historia del peronismo, debido a que fue suprimida en la versión oficial que dicho movimiento
se dio de sus orígenes. Según su propia imagen de la sociedad en la que nació, fueron los
nuevos trabajadores, recién llegados a la ciudad y la industria con las migraciones provenientes
del interior del país, los que desempeñaron el papel de esa fuerza regeneradora, correspondiendo
a Perón el papel no menos decisivo de ser su intérprete y líder.
Perón se dirigió, pues, primeramente, a la vieja guardia sindical para ganar su apoyo y poner los
recursos, organizacionales y políticos con los que ésta contaba, al servicio de su penetración en
el mundo obrero y de la conquista del poder. Si es verdad que hay un apoyo oficial a la
sindicalización, no es menos verdad que el proceso de aculturación de las nuevas generaciones
en las prácticas de la lucha social se lleva a cabo a través del saber acumulado en los sindicatos
existentes.
En la movilización obrera un interés de clase está presente; no lo es menos que ella expresa tmb
una conciencia política heterónoma.
Se debe subrayar también la existencia de la alienación política de las masas en un orden social
excluyente; donde se habla de un intervencionismo social que eleva el nivel de vida y de
trabajo, hay que ver también el gesto de reconocimiento que hace de los trabajadores miembros
de pleno derecho de la comunidad política nacional.
Además, habida cuenta de que el debate económico ocupa un lugar público secundario entre
1943 y 1946, cuando éste se plantea se inscribe dentro de un modelo de desarrollo del que la
industria es ya parte integrante, y que no cuestiona tampoco la subordinación que ella guarda
con respecto a "la rueda maestra de la economía", que continúa siendo la acumulación agraria.
27
el sistema político cesa de ser el vehículo de la presión de los sectores medios y populares y es
confinado a un papel crecientemente marginal, mientras que el Estado deviene el canal directo
de las influencias del bloque económico dominante.
Dimensión modernización participación como principio de análisis del período bajo estudio
Los indicadores disponibles desde la mitad de la década del treinta son, en este sentido,
elocuentes. Se da la integración estructural y el ascenso objetivo del mundo del trabajo. Bajo el
estímulo de la ISI se acortan las distancias entre regiones periféricas y regiones centrales, entre
campo y ciudad, por los desplazamientos de población que suman nuevos contingentes de mano
de obra al núcleo obrero urbano original, acrecido él mismo por la afluencia de los
descendientes de los trabajadores inmigrantes de procedencia europea.
Pero de otro lado, dicho proceso de movilización social no se traduce, sin embargo, en cambios
apreciables en el carácter de la cuestión obrera. En ausencia de una legislación general
sobrevive, en rigor, una estructura de tipo estamental, cuya heterogeneidad normativa refleja el
desigual poder de presión de los diversos estratos obreros.
Se puede hablar de los ferroviarios, los empleados de comercio, los textiles, pero muy
difícilmente de una fuerza obrera consolidada en torno de un estatuto compartido de garantías y
derechos. La misma dificultad existe con el sindicalismo. La penetración de las organizaciones
sindicales no sigue ni el ritmo ni la dirección del ingreso de los nuevos reclutas al mercado de
trabajo.
28
II. La exclusión política y la centralidad económica: las dos caras de la situación de los
trabajadores.
Los conflictos de clase: a medida que la sustitución de importaciones desplaza el dinamismo del
desarrollo hacia adentro, se va gestando el espacio para la confrontación entre trabajadores y
empresarios en el terreno de la producción.
En un contexto donde las relaciones de clase están recubiertas por el peso de la dominación
político y social conservadora, la expresión directa de los conflictos se debilita. Si es posible, no
obstante, identificar una orientación de clase en el movimiento de los trabajadores durante estos
años es a condición de definirla como una orientación más defensiva que ofensiva, vuelta menos
hacia los empresarios que hacia el Estado, que opera como agente de sustentación de privilegios
y de represión de las reivindicaciones populares.
Lo que hemos dicho hasta aquí con respecto al funcionamiento del mundo de la producción y
las transformaciones de la modernización se puede sintetizar así: estamos en presencia de una
sociedad que, en efecto, cambia y se moderniza, pero que al mismo tiempo es una sociedad ya
dominada por las realidades y los problemas de una economía industrial. Esto implica que,
paralelamente a las demandas de participación que entraña la puesta en movimiento de los
estratos populares, los conflictos de clase se desarrollan, aunque se manifiestan en forma
indirecta.
La contrapartida de este perfil del movimiento de los trabajadores la encontramos en los rasgos
de las fuerzas a las que se confronta. El adversario es el mismo: el conjunto de los grupos
nuevos y antiguos que conducen el desarrollo, asegurando a la vez la continuidad, esto es, la
restauración de un orden excluyente. Complementariedad del papel dirigente-empresario y el
papel político y culturalmente conservador del bloque en el poder.
Para que el terreno de la producción sea el lugar de un conflicto abierto de clases es preciso que
se levanten las barreras e interdicciones que reproducen la autocracia patronal. Lo que nos
remite en este caso a la limitada institucionalización de las relaciones del trabajo. Hacia el fin de
la década del treinta, una cuestión importante en la agenda de la sociedad argentina es la del
acceso de los sectores populares y obreros a la ciudadanía industrial.
29
El pasaje de las orientaciones que animan al movimiento social en formación, integrado por los
sectores populares y obreros, a la acción reivindicativa tropieza con numerosos obstáculos. En
primer lugar, están los obstáculos puestos por la naturaleza de sus adversarios, unos sectores
dominantes más ávidos de preservar sus privilegios que de avanzar sus intereses económicos .
En una situación donde las prohibiciones y la represión ocupan el lugar natural de los
enfrentamientos, se multiplican las dificultades para articular la protesta.
En segundo lugar, están los obstáculos puestos por el estado del sistema político. Con la
restauración conservadora, las instituciones pasan a ser apéndices más o menos directos de una
dominación social hostil a toda forma de militancia obrera. Para las organizaciones obreras, la
posibilidad de suplir las debilidades de sus posiciones en el terreno de la producción recurriendo
a la presión sobre el sistema institucional se encuentra, por todo ello, bloqueada. La pérdida de
autonomía de las instituciones políticas impide la emergencia de movimientos sociales de base,
éstos no pueden formarse y crecer sin la existencia previa de un mínimo de libertades y de
garantías.
A estos obstáculos externos es preciso agregar los problemas específicos que dominan el mundo
del trabajo en los años treinta: aquí se plantea la cuestión de la elite interna obrera. La afluencia
de nuevos trabajadores al medio urbano-industrial no puede no afectar el liderazgo de las viejas
direcciones sindicales y políticas, que deben revalidar sus títulos ante una audiencia más amplia
y heterogénea.
Las sumas de la inercia institucional, de un lado, y del choque de cultural políticas, de otro,
amplió la distancia entre la base y la elite del movimiento laboral, lo que se tradujo en un vacío
organizacional o, más propiamente, en la puesta en disponibilidad de los nuevos contingentes de
trabajadores y la pérdida de representatividad de los antiguos líderes.
Lo que aparece como inercia institucional es también, en rigor, la manifestación del costado
dominante, esto es, el aspecto autoritario de la elite que dirige el desarrollo.
Si la participación de esta nueva clase obrera en la acción colectiva no fue mayor -según lo
indican los índices de huelgas y la tasa de sindicalización-, las razones hay que buscarlas en la
coraza autoritaria que rodea al desarrollo de signo conservador y no en un rechazo de naturaleza
ideológica al llamado de las organizaciones obreras.
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La vieja guardia sindical tiene dificultades para revalidar sus títulos y devenir el agente político
capaz de articular y expresar los conflictos y demandas que animan el crecimiento de las capas
populares y obreras.
Tenemos, entonces, un nuevo movimiento social que no alcanza a constituirse, trabado por las
restricciones de una dominación arcaizante y un sistema político cerrado. En una coyuntura en
la que el espacio para la intervención de las fuerzas de base está casi congelado, el centro de
gravedad se desplaza hacia arriba, hacia las elites dirigentes.
Si bien el movimiento popular depende de estos agentes políticos para redefinir su posición
dentro del cuadro institucional, no se somete enteramente a ellos y retiene una autonomía que le
viene de su origen previo, de su arraigo en la sociedad civil.
Así las cosas, es la intervención del Estado, orientada por una elite de nuevo tipo, la que
mediante el recurso a una acción de ruptura puede debilitar las interdicciones sociales y
desbloquear el sistema político para, de un mismo golpe, abrir las puertas a la participación de
los sectores populares.
Aquí, la constitución del movimiento popular no preexiste sino que es posterior a la iniciativa
transformadora del agente estatal; ello habrá de traducirse en la subordinación de ese
movimiento, por falta de una expresión política propia, respecto de las orientaciones de la,
nueva elite dirigente en el poder. El Estado irrumpe en la vida de las empresas, impone la
negociación colectiva, repara viejos agravios, altera las normas de trabajo, se lanza, en fin, a la
modernización de las clases patronales por decreto.
Los propietarios y los empresarios no se muestran inclinados a pagar altos precios, a renunciar a
sus privilegios, para librarse de una amenaza que juzgan, a partir de su visión de la situación,
improbable. Ni están dispuestos tampoco a poner la defensa de sus intereses en manos de la
nueva elite que se auto-postula para esa misión. Por lo demás, lejos está de facilitar la entente
una política social que en nombre de la reconciliación de clase alienta la movilización de los
trabajadores.
Es que los objetivos de la intervención estatal, a pesar de no ser revolucionarios -su inspirador
rechaza en todo momento verse asociado a un propósito semejante-, comportan
transformaciones muy profundas del antiguo orden. El proyecto del Estado trasciende el terreno
31
de la producción para acelerar la crisis de la deferencia que la vieja sociedad jerárquica
acostumbraba a esperar de sus estratos más bajos.
Los derechos adquiridos por los trabajadores después de 1943 no son el resultado de
prolongadas luchas contra un poder de clase adverso entronizado en el Estado. Más bien,
estamos ante un proceso de democratización por vía autoritaria (utilizando la definición de A.
Touraine), en el cual el cambio político no sigue la secuencia que va desde las luchas sociales a
las reformas institucionales sino que es motorizado por la acción de ruptura de la elite estatal .
Es, pues, en el contexto de una iniciativa lanzada desde arriba que surge en la sociedad una
movilización que combina la lucha de clases y la demanda de participación, el enfrentamiento
con los patrones pero también con las estructuras de poder que protegen sus privilegios.
La experiencia del peronismo puede ser considerada una variante de ese tipo de intervención
externa. En efecto, a través de su discurso, de su política social, Perón facilitó la confluencia de
los sectores de la vieja clase obrera y los nuevos trabajadores industriales en un movimiento
sindical y político organizado nacionalmente.
Cuando la cohesión política de los trabajadores está asociada a un grado elevado de consistencia
como clase, aumenta la capacidad del movimiento social que así se forma para actuar a influir
sobre la sociedad. No sucede lo mismo cuando, detrás de la unidad lograda en el nivel político,
subsiste un mundo del trabajo desgarrado por sus fractures internas, por su heterogeneidad. En
estos casos, dicha unidad permanece dependiente de la acción del agente político externo que la
hace posible; lo que implica que se desarrolla una fuerza social manipulable, que sobrevive mal
a la crisis de las coyunturas políticas en las que surge.
La voluntad transformista que alienta al proyecto del jefe de la elite militar está presente
igualmente en el diseño de la apertura social; así, las viejas organizaciones sindicales son
convocadas a colaborar con el Estado. La vieja guardia sindical procure extraer beneficios
32
preservando su independencia, mientras que Perón se sirve de ella para iniciar su penetración
entre los trabajadores.
Vemos, así, que entre Perón y la vieja guardia sindical se entabla una competencia por ocupar
esa posición simbólica, por hablar en su nombre y apropiarse de la representatividad que emana
de ella. A ese fin, el líder militar radicaliza su discurso, multiplica sus gestos reformistas, en
tanto que los dirigentes sindicales den forma a un proyecto de autonomía política obrera
creando el Partido Laborista.
Con la ofensiva concertada de los partidos y los intereses económicos contra Perón desaparecen
los matices y es un orden político y social el que se unifica, compacto, en el rechazo a las
reformas que apuntan a ampliar la participación de los trabajadores.
Así, aquello que emerge en primer lugar en la movilización de masas del 17 de octubre es una
suerte de exorcismo colectivo -el acto de liberación por el cual los sectores obreros rompen con
los antiguos lazos que caucionaban sus lealtades-. Esta imagen primera, la de una clase que
parece encontrar al fin su cohesión interna, la correspondencia entre sus orientaciones políticos
y sus orientaciones sociales, es lo que habrá de animar la acción de los fundadores del
laborismo.
Pero lo que más importa destacar es que tanto la crisis de la dominación política tradicional
sobre los sectores obreros, como la gestión de Perón dirigida a hacer de ellos miembros plenos
de la comunidad política nacional, son los componentes de un proceso único y simultáneo.
El peronismo habrá de imponerse, así, al laborismo, lo que refleja el papel decisivo que juega el
agente de movilización estatal por sobre los agentes directos de clase en el proceso de
unificación de las masas obreras como sujeto político.
La disolución del Partido Laborista por orden de Perón, la cooptación de la CGT en medio del
silencio de las bases obreras, hacen caer, luego, de manera brutal, el veto de las ilusiones de la
vieja guardia sindical. Protagonistas de la coyuntura de los años 1943-1946, el sindicalismo no
llega a ser, empero, un actor independiente. En rigor, él no controla las condiciones que hacen
posible su intervención en la escena política, las que dependen, ampliamente, de la apertura
estatal.
En efecto, el triunfo del liderazgo popular de Perón es, paradójicamente, la instancia en la que el
Estado queda expuesto a la acción de los trabajadores sindicalizados y se convierte en un
instrumento más de su participación social y política. El conjunto de derechos y garantías al
trabajo incorporados a las instituciones, la penetración del sindicalismo en el aparato estatal,
todo ello aleja a Perón de su proyecto original, además de introducir límites ciertos a sus
políticas; particularmente en el terreno económico.
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La tentativa de constitución de un Estado nacional termina dando lugar a un Estado que es -
como lo era el de la restauración conservadora, si bien con un signo diferente también un Estado
representativo. Lo cual habrá de debilitar su legitimidad política.
Estado, movimiento e ideología estarán marcados, pues, por el sobredimensionamiento del lugar
político de los trabajadores, resultantes de la gestación y el desenlace de la coyuntura en la que
el peronismo llega al poder.
JAMES, Daniel.
1. El peronismo y la clase trabajadora, 1943-1955.
El trabajo organizado y la clase peronista.
Movimiento laboral:
El existente durante el golpe del 43 era débil y estaba dividido. 4 centrales gremiales: FORA
anarquista; USA sindicalista; CGT dividida en dos, la 1 y la 2. Sólo concentraban el 20% de la
fuerza laboral, el proletariado estaba al margen de toda organización sindical.
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El rol de Perón: como secretario de trabajo y luego como vicepresidente a partir del golpe, se
consagró al atender algunas preocupaciones de la fuerza laboral y al mismo tiempo se dedicó a
terminar con las FF de la izquierda que eran competidores por el poder sindical . Su política
social y laboral fue creando simpatías en los agremiados y demás organizaciones. Los líderes
sindicales veían en el, el futuro de los sindicatos, ya que las demás fuerzas políticas tanto de
izquierda como conservadores los vivían atacando. Esto se ve reflejado en el 17 de oct cuando
los obreros marcharon para sacar a Perón de su confinamiento y lo colocaron en el camino a la
victoria.
Coalición sindical: Los sindicales se integraron como fuerza social a una coalición política
emergente supervisada por el Estado. Esta integración comenzó y se afirmó durante la primera
presidencia, y se consolidaron durante la segunda.
46-49 los salarios aumentan un 53%, la cohesión política se había logrado por completo, los
socialistas, comunistas y radicales ya se encontraban marginados y aislados (en el pasado le
peleaban el poder sindical a Perón). Además, la homogeneidad racial, étnica e ideológica de los
obreros, otorgaron a la clase trabajadora un poder y un peso sin paralelos.
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Los trabajadores y la atracción política del peronismo.
En el período 43-45, resulta de vital importancia para su comprensión, la relación entre las OO
sindicales y el E. Equivocadamente algunos historiadores manifiestan que el apoyo a los
trabajadores se dio producto de una división entre la vieja y la nueva guardia. Germani que
explica la adhesión popular al peronismo como resultado de obreros migrantes sin experiencia,
incapaces de lograr una propia identidad social y política en sus nuevas vidas urbanas, que se
encontraron “disponibles” para ser utilizados por sectores disidentes de la élite. Estos obreros
inmaduros fueron quienes se congregaron bajo la bandera peronista.
“El apoyo de la clase trabajadora a Perón fue lógico, ya que les proponía ventajas materiales
concretas. Fue un pragmatismo básico, pensar con el bolsillo, atender la necesidades de dinero”
¿Por qué la solución adoptó la forma específica del peronismo y no otra, debido a la existencia
de otros movimientos que se preocuparan por las mismas necesidades ? “El éxito del
peronismo, sus cualidades distintivas, la razón por la cual el llamamiento político inspiró más
confianza a los trabajadores, se resume en el atractivo ideológico de Perón , examinando la
retórica peronista y comparada con quienes disputaban la adhesión de la clase trabajadora.”
Esta nueva noción de ciudadanía, se originaba debido a los escándalos de la década infame, l a
corrupción y el fraude, que originó un malestar y desconfianza hacia las II políticas y la pérdida
de su legitimidad. El peronismo denunció la hipocresía de dicho sistema semi democrático,
sumado a que el resto de los partidos como socialista, radical, comunista, eran vistos como
participantes del régimen, del fraude y de la corrupción.
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donde las clases podían actuar política y socialmente para restablecer DD y exigencias de orden
corporativo. Las FF sociales gozarían de ciertas independencias y el árbitro final era el E.
El discurso era místico, en torno a Perón y Evita, logrando una adulación durante la segunda
presidencia, un elemento personalista fuerte. Los trabajadores eran tenían presencia social y
podían manejar la cosa pública, debían interesarse por el desarrollo económico de la nación y
contribuir a determinarlo. Ese es el principal atractivo de Perón: “una nueva visión de los
obreros en la sociedad, con una retórica que absorbía fibras de pensamiento nacionalistas” .
Afloraron además grupos de intelectuales nacionalistas, dando orígenes a términos como
“cipayo” o “vendepatria” para referirse a aquellas FF que deseaban mantener al país bajo la
órbita de GB o EEUU como proveedora de productos agropecuarios. Este lenguaje se tornó
simbólico de una puja hacia la industrialización, que resultaba vital para llegar a la meta de la
“Argentina potencia. La cuestión radicaba en los distintos significados potenciales de la
industrialización, los parámetros sociales y políticos con arreglo a los cuales ese proceso debía
operarse.
Perón redefinió esos parámetros de una forma nueva que atrajo a la clase obrera, abordarlo de
una forma que fuera creíble, apropiándose del tema rezagando a demás FF políticas, siendo el
símbolo del desarrollo industrial y conviertendolo en un arma política mediante la cual pudo
diferenciarse de los adversarios.
El herético impacto social del peronismo: significó una presencia social y política mucho mayor
de la clase trabajadora en la sociedad argentina. El impacto puede medirse en términos
institucionales, como la relación íntima entre gobierno y sindicalismo, la ampliación del
gremialismo y el número de parlamentarios de extracción gremial. Además otros factores menos
tangibles como el orgullo, el respeto propio y la dignidad.
Las rtas de la clase obrera: para analizar los factores mencionados, debemos volver a la década
infame, ya que fue el punto con el cual midieron los trabajadores con la experiencia peronista,
se comparaba el “hoy” de 1950-60 con el “ayer” 1930-40. Los contrastes eran evidentes con los
cambios sociales: conectados con el bienestar social, aumento del salario y la eficaz
organización gremial. También mejora en línea de producción, el paquete salarial y el sindicato.
Los trabajadores experimentaron la década infame como un tiempo de frustración y
humillación, tanto colectica como individualmente. Sectores como el frigorífico, dominado por
una sóla empresa grande se reflejaba en el dominio del empleador hacia los obreros.
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A partir del golpe del 43, fue puesto en cuestión el orden tradicional, la autoridad política e
institucional de los conservadores. Hacia el 45, la crisis política había provocado un
cuestionamiento de todo el conjunto de supuestos concernientes a las RRSS, las formas de
acuerdo, acerca de cuál era el “orden natural de las cosas” y el “sentido de los límites, acerca de
lo que se podía o no discutir y expresar legítimamente. El poder del peronismo radicó en su
capacidad para dar expresión pública a lo que hasta entonces había sido internalizado, vivido
como una experiencia privada. La capacidad de discurso peronista para articular esas
experiencias privadas no formuladas, constituyó la base de su poder, auténticamente herético.
El lenguaje: el poder social herético se reflejó en el empleo del lenguaje, términos que traducían
las nociones de justicia social, equidad, decencia, habían de ocupar ahora posiciones centrales
en el nuevo lenguaje de poder. Términos que antes simbolizaban la humillación de la clase
obrera, adquirieron connotaciones y valores opuestos. Ejemplo: descamisado. Que era utilizado
por los antiperonistas como calificativo para los trabajadores que lo apoyaban, simbolizando
inferioridad social, política y moral. Invirtió su significado para transformarlo en afirmación de
valor para la clase trabajadora.
Movilizaciones: así mismo con el desplazamiento de la negrada tumbera irreverente desde los
suburbios obreros para concentrarse en la zona céntrica y la Plaza de Mayo, se violaron los
criterios de jerarquía especial. Era una blasfemia irritante, para los adinerados de gente decente,
ver a ese tipo de hordas manifestaciones en lugares que estos frecuentaban.
Los límites de la herejía: la ambivalencia del legado social peronista se reflejaba en la baja
intensidad de las movilizaciones. Una vez en el poder, el peronismo bajó la intensidad de la
ebullición y espontaneidad de la lucha, mostrada desde octubre del 45 hasta febrero del 46. Se
puede entender ambas presidencias de Perón como un intento de institucionalizar y organizar
controlando el desafío herético absorbiendo la actitud desafiante en el seno de una ortodoxia
patrocinada por el E.
Esto significó para los trabajadores una desmovilización pasiva, fueron controladas y limitadas
bajo la tutela del E. El mismo Perón mostró preocupación por las masas desorganizadas, donde
los sindicatos debían actuar como instrumentos del E para movilizar y controlar los obreros.
La ideología peronista: predicaba la necesidad de amortizar los intereses del K y del trabajo
dentro de la estructura de un E benévolo y paternalista. La ideología subrayaba que los intereses
de la nación y su desarrollo económico debían identificarse con los trabajadores y sus
sindicatos, los trabajadores compartían el capital nacional.
Detalles sobre el éxito peronista: el control de la masa trabajadores tanto política como
socialmente; capacidad para satisfacer las aspiraciones materiales dentro de los parámetros del
E; prestigio personal de Perón; habilidad del E en su aparato cultural, político e ideológico para
inculcar nociones de armonía e intereses comunes de las clases; capacidad para asociarse con
las percepciones y la experiencia de la clase trabajadora; capacidad de a través de la retórica
decirle al pueblo lo que quería escuchar.
Algunas conclusiones:
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Su existencia y su sentido de identidad como fuerza nacional coherente, tanto en lo social
como en lo político, se remonta a la era de Perón. Su impacto sobre los trabajadores fue tanto
social como políticamente complejo. El interés de los trabajadores hacia Perón no puede ser
reducido a un instrumentalismo básico de una clase.
Las consecuencias:
- El apoyo de los trabajadores a perón no se fundó solo en su experiencia en la fábrica fue tmb
una adhesión de índole política, generada por una forma particular de movilización y discurso.
- No debe observarse una dicotomía entre clases trabajadoras viejas y nuevas, sino una retórica
política dirigida a las necesidades de clase para tener éxito en la movilización política de los
obreros.
- El legado que la experiencia peronista dejó a los trabajadores resulta ambivalente. Predicó y
procuró la identificación de la clase trabajadora con el E y su incorporación a él; lo que supone
evidentemente la pasividad de dicha clase.
-El peronismo aspiraba a lograr una alternativa hegemónica viable para el capitalismo argentino,
quería promover un desarrollo económico basado en la integración social y política de la clase
trabajadora.
LAS TENSIONES DEL LEGADO AMBIGUO: el conflicto entre el significado del peronismo
como movimiento sindical y sus necesidades funcionales como forma específica del poder
estatal. Hablar de un movimiento monolítico es algo que oscurece más que aclarar. Para la masa
obrera que respaldaba a Perón, las políticas sociales y beneficios fueron importantes, pero no
agotaban el significado del peronismo. Significó en un término más amplio, la dignidad con un
papel vital de oposición a todo lo tradicional tanto en lo político como económico y social. Este
elemento de oposición representó una gran ventaja, que le confirió una base dinámica que
sobrevivirá como resistencia a los regímenes posteriores del 55.
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