Paul K FEYERABEND - Contra El Método

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PAUL K.

FEYERABEND

CONTRA
EL MÉTODO
E S Q U E M A D E U N A T E O R ÍA A N A R Q U IS T A
D E L C O N O C IM IE N T O

FLACSO ARGENTINA
BIBLIOTECA DE CIENCIAS 80CJALE8
f '

D O N AC IO N
Juan C arlos Poi-tantiero

PLANETA-AGOSTINI
Título original: A g a in st M eth o d : O u tlin e o f an A n a rch istic Theory o f K now ledge
(M in n e so ta S tu d ies in the P h ilo so p h y o f S cien ce, vol. I V ) (1970)
Traducción: Francisco Hernán
Traducción cedida por Editorial Ariel, S.A.

Directores de la colección:
Dr. A ntonio Alegre (Profesor de H? Filosofía, U.B. Decano de la Facultad de Filosofía)
Dr. José Manuel Bermudo (Profesor de Filosofía Política, U.B.)
Dirección editorial: Virgilio Ortega
Diseño de la colección: Hans Romberg
Cobertura gráfica: Carlos Slovinsky
Realización Editorial: Proyectos Editoriales y Audiovisuales CBS, S.A.

© University o f Minnesota, Minneapolis, Minnesota, USA (1970)


© Por la traducción Editorial Ariel, S.A. (1974) y (1978)
© Por la presente edición: .
© Editorial Planeta-De Agostini, S.A. (1993)
Aribau, 185, 1? - 08021 Barcelona
© Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V. (1993)
Av. Insurgentes Sur # 1162. M éxico D.F.
© Editorial Planeta Argentina, S.A.I.C. (1993)
Independencia 1668 - Buenos Aires
Depósito Legal: B-40.350/92
ISBN : 84-395-2220-7
ISBN Obra completa: 84-395-2168-5
Printed in Spain - Impreso en España (M arzo 1994)
Imprime: Printer Industria Gráfica, S.A.
¿Para qué es buena toda esta conmoción? Lo
más que puede lograr es arruinar la propia paz
mental en donde uno tiene sus pequeños com­
partimientos. En ellos todo es conocido, se ha
ido instalando cosa por cosa, hasta llegar a ser
apreciado y querido. ¿D ebo estar alerta por si
el reloj arroja fuego en mi cara o por si el pája­
ro sale de su jaula y ataca vorazmente al perro?
N o. E l reloj da las seis cuando son las seis como
han sido las seis durante tres mil años. Esto es
lo que yo llamo orden. Esto es lo que a uno
le gusta, aquello con lo que uno puede iden­
tificarse.
C a b l S t e r n h e i m , Die Hose
P R E F A C IO

El siguiente ensayo ha sido escrito desde la convic­


ción de que el anarquismo — que no es, quizá, la filo­
sofía política más atractiva— puede procurar, sin duda,
una base excelente a la epistemología y a la filosofía
de la ciencia.
No es difícil mostrar por qué.
"La historia en general, y la historia de las revolu­
ciones en particular, es siempre más rica en contenido,
más variada, más multilateral, más viva y sutil de lo
que incluso el mejor historiador y el mejor metodólo-
go pueden imaginar.” 1 ° “ Accidentes y coyunturas, y
curiosas yuxtaposiciones de eventos” 2 son la sustancia
misma de la historia, y la “ complejidad del cambio
humano y el carácter impredictible de las últimas
consecuencias de cualquier acto o decisión de los hom­
bres” , 8 su rasgo más sobresaliente. ¿Vamos a creer
verdaderamente que un racimo de simples e ingenuas
reglas sea capaz de explicar tal “ red de interaccio­
nes” ? 4 ¿Y no está claro que una persona que partici­
pa en un proceso complejo de esta clase tendrá éxito
sólo si es un oportunista sin contemplaciones y si es
capaz d e cambiar rápidamente de un método a otro?
Esta es en verdad la lección que han sacado inteli­
gentes y cuidadosos observadores. “ D e este [carácter

Nota del autor. — 'Estoy en deuda con la National Science Foun­


dation por el apoyo prestado a esta investigación.
* Dada su desusada cantidad y extensión, y a pesar de su
gran interés, las notas — como en la edición original— se encuen­
tran todas bajo un mismo epígrafe en pp. 141-206. (N. del t.)
del proceso histórico]” , escribe Lertin, continuando el
pasaje acabado de citar, “ se siguen dos importantes
conclusiones prácticas: primera, que para llevar a cabo
su tarea, la clase revolucionaria [es decir, la clase de
aquellos que quieren cambiar o una parte de la socie­
dad, tal como la ciencia, o la sociedad como un todo],
debe ser capaz de dominar todas las formas y aspectos
de la actividad social [debe ser capaz de entender y
aplicar no sólo una metodología en particular, sino
cualquier metodología y variación de ella que pueda
imaginar], sin excepción; segunda, [la clase revolucio­
naria] debe estar preparada para pasar de una a otra
de la manera más rápida e inesperada.” 5 “ Las condi­
ciones externas — escribe Einstein— , que se manifies­
tan por medio de los hechos experimentales, no le per­
miten [al científico] ser demasiado estricto en la cons­
trucción de su mundo conceptual mediante la adhe­
sión a un sistema epistemológico. Por eso tiene que
aparecer ante el epistemólogo sistemático com o un
oportunista poco escrupuloso [ . . . ] . ” 6
La diferencia entre teoría epistemológica (política,
teológica) y práctica científica (política, religiosa) que
emerge de estas citas se formula usualmente com o una
diferencia entre reglas o standards “ciertos e infalibles”
(o, en cualquier caso, claros, sistemáticos y objetivos)
y “ nuestras falibles e inciertas facultades que parten
de aquéllos y caen en el error” .7 La ciencia como d e­
bería ser, ciencia del tercer mundo,8 está de acuerdo
con las reglas que acaban de ser denunciadas com o
peligrosas. La ciencia com o realmente la encontramos
en la historia es una combinación de tales reglas y de
error. D e lo que se sigue que el científico que trabaja
en una situación histórica particular debe aprender a
reconocer el error y a convivir con él, teniendo siem­
pre presente que él mismo está sujeto a añadir nuevos
errores en cualquier etapa de la investigación. Necesi­
ta una teoría del error que añadir a las reglas “ ciertas
e infalibles” que definen la “ aproximación a la verdad” .
Ahora bien, el error, por ser expresión de la idio­
sincrasia de un pensador individual, de un observador
individual, e incluso de un instrumento individual de
medida, depende ¿Le las circunstancias, de los fenóme­
nos o teorías particulares que uno quiere analizar, y se
desarrolla según formas altamente inesperadas. 1EI pro­
pio error es un fenóm eno histórico. Una teoría del error
habrá de contener por ello reglas basadas en la expe­
riencia y la práctica, indicaciones útiles, sugerencias
heurísticas mejor que leyes generales, y habrá de
relacionar estas indicaciones y estas sugerencias con
episodios históricos para que se vea en detalle cómo
algunas de ellas han llevado al éxito a algunas personas
en algunas ocasiones. Desarrollará la imaginación del
estudiante sin proveerle de prescripciones y procedi­
mientos ya preparados e inalterables. Habrá de ser
más una colección de historias que una teoría propia­
mente dicha, y deberá contener una buena cantidad de
chismorreos sin propósito de los que cada cual pueda
elegir aquello que cuadre con sus intenciones. Los
buenos libros sobre el arte de reconocer y evitar el
error tendrán mucho en común con los buenos libros
sobre el arte de cantar, de boxear o de hacer el amor.
Tales libros consideran la gran variedad de carácter,
de dotación vocal (muscular, glandular, emocional), de
idiosincrasias personales, y prestan atención al hecho
de que cada elemento de esta variedad puede desarro­
llarse siguiendo las más inesperadas direcciones (la voz
do una mujer puede florecer después de su primer
aborto). Contienen numerosas reglas basadas en la ex­
periencia y la práctica, indicaciones útiles, y dejan al
lector elegir lo que se ajusta a su caso. Está claro que
el lector no será capaz de hacer la elección correcta
salvo que tenga ya algún conocimiento en materias vo­
cales (musculares, emocionales), y este conocimiento
únicamente puede adquirirse empezando a trabajar con
fuerza en el proceso de aprendizaje y esperando lo me­
jor. En el caso del canto debe empezar utilizando sus
órganos, garganta, cerebro, diafragma, posaderas, antes
de saber realmente cómo usarlos, y debe aprender de
sus reacciones el modo de aprender que le es más apro­
piado. Y esto es cierto de todo aprendizaje: al elegir
una determinada vía, el estudiante, o el “ científico ma­
duro” , crea una situación desconocida hasta entonces
para él de la cual debe aprender cómo aproximarse lo
mejor posible a situaciones de este tipo. Lo cual no
vendrá a ser tan paradójico com o parece siempre que
mantengamos abiertas nuestras opciones y siempre que
rehusemos sentirnos cómodos con un método particu­
lar, que incluya un conjunto particular de reglas, sin
haber examinado las alternativas. “ Que la gente se
emancipe por sí misma” , dice Bakunin, “ y que se ins­
truyan a sí mismos por su propia voluntad” .® En el
caso de la ciencia, el tacto necesario sólo puede desa­
rrollarse mediante una participación directa (donde
“ participación” significa cosas diferentes para diferen­
tes individuos), o, si tal participación directa no puede
lograrse, o no parece deseable, ese tacto puede desarro­
llarse partiendo del estudio de los pasados episodios de
la historia del tema. Teniendo en cuenta su grande y
difícil complejidad, estos episodios deben ser aborda­
dos con el cariño de un novelista por los caracteres y
por el detalle, o con el gusto del chismoso por el es­
cándalo y las sorpresas; deben ser abordados con una
visión profunda de la función positiva tanto de la fuer­
za como de la debilidad, de la inteligencia como de
la estupidez, del amor a la verdad com o de la voluntad
de engañar, de la modestia com o del orgullo, más que
con los crudos y risiblemente inadecuados instrumen­
tos del lógico. Pues nadie puede decir en términos abs­
tractos, sin prestar atención a idiosincrasias de persona
y circunstancia, qué es lo que precisamente condujo al
progreso en el pasado, y nadie puede decir qué inten­
tos tendrán éxito en el futuro.
Por supuesto que cabe simplificar el medio histórico
en el que trabaja un científico con sólo simplificar a sus
principales actores. Después de todo, la historia de la
ciencia no sólo consiste en hechos y en conclusiones
extraídas de ellos. Se compone también de ideas, inter­
pretaciones de hechos, problemas creados por un con­
flicto de interpretaciones, acciones de científicos, etc.
En un análisis más ajustado encontramos incluso que
no hay “ hechos desnudos” en absoluto, sino que los
hechos que entran en nuestro conocimiento se ven ya
de un cierto m odo y son por ello esencialmente teóri­
cos. Siendo esto así, la historia de la ciencia será tan
compleja, tan caótica, tan llena de error y tan divertida
como las ideas que contenga, y estas ideas serán a su
vez tan complejas, tan caóticas, tan llenas de error y
tan divertidas com o lo son las mentes de quienes las
inventaron. Recíprocamente, un ligero lavado de cere­
bro conseguirá hacer la historia de la ciencia más sim­
ple, más uniforme, más monótona, más “ objetiva” y
más accesible al tratamiento por reglas “ ciertas e infa­
libles” : una teoría de errores es superflua cuando se
trata de científicos bien entrenados que viven esclavi­
zados por un amo llamado “ consciencia profesional” y
que han sido convencidos de que alcanzar, y luego
conservar para siempre, la propia “ integridad profesio­
nal” es algo bueno y que a la postre también re­
compensa.10
Tal y com o hoy se conoce, la educación científica
tiene este propósito, que consiste en llevar a cabo una
simplificación racionalista del proceso “ ciencia” me­
diante una simplificación de los que participan en ella.
Para ello se procede del siguiente modo. Primeramen­
te, se define un dominio de investigación. A continua­
ción, el dominio se separa del resto de la historia (la
fínica, por ejemplo, se separa d e la metafísica y de
la teología) y recibe una “ lógica” propia.11 Después,
un entrenamiento completo en esa lógica condiciona a
aquellos que trabajan en el dominio en cuestión para
que no puedan enturbiar involuntariamente la pureza
(léase la esterilidad) que se ha conseguido. En el en­
trenamiento, una parte esencial es la inhibición de las
intuiciones que pudieran llevar a hacer borrosas las
fronteras. L a religión d e una persona, por ejemplo, o
su metafísica o su sentido del humor no deben tener
el más ligero contacto con su actividad científica. Su
imaginación queda restringida12 e incluso su lenguaje
deja de ser el que le es propio.13
Es obvio que tal educación, tal compartimentación,
tanto de los dominios del conocimiento como de la
consciencia, no puede reconciliarse fácilmente con una
actitud humanitaria. Entra en conflicto “ con el cultivo
de la individualidad, que [es lo único, que] produce o
puede producir seres humanos adecuadamente desarro­
llados” ; 14 “ comprime, com o el pie de una dama china,
cada parte de la naturaleza humana que descuella
sobre las otras y tiene la tendencia a hacer a la per­
sona marcadamente distinta en líneas generales” 16 del
ideal de racionalidad que está de moda entre los meto-
dólogos.
Ahora bien, es precisamente este ideal el que en­
cuentra su expresión bien en “ reglas ciertas e infali­
bles” , bien en standards que separan lo que es correcto
o racional o razonable u “ objetivo” , de lo que es inco­
rrecto o irracional o irrazonable o “ subjetivo” . Abando­
nar el ideal como indigno de un hombre libre significa
abandonar los standards y confiar enteramente en las
teorías del error. Pero entonces estas teorías, estas su­
gerencias, estas reglas basadas en la experiencia y la
práctica, han de recibir un nombre nuevo. Sin stan­
dards de verdad y racionalidad universalmente obliga­
torios no podem os seguir hablando de error universal.
Podemos hablar solamente de lo que parece o no pa­
rece apropiado cuando se considera desde un punto
de vista particular y restringido; visiones diferentes,
temperamentos y actitudes diferentes darán lugar a
juicios y métodos de acercamiento diferentes. Seme­
jante epistemología anarquista — pues en esto es en lo
que se resuelve nuestra teoría del error— no sólo re-
sulta preferible para mejorar el conocimiento ó enten­
der la historia. También para un hombre libre resulta
más apropiado el uso de esta epistemología que el de
sus rigurosas y “ científicas” alternativas.
No hay necesariamente que temer que nos veamos
conducidos al caos por la menor atención a la ley y
el orden en la ciencia y la sociedad que conlleva la
utilización de filosofías anarquistas. El sistema nervio­
so humano está demasiado bien organizado para eso.16
Puede llegar, desde luego, una época en la que sea ne­
cesario dar a la razón una ventaja temporal y en la
que sea prudente defender sus reglas con exclusión de
cualquier otra cosa. Pero no pienso que la nuestra sea
una época de este tipo.

Cuando vemos que hemos llegado a la más grande extensión


del [entendimiento] humano, quedamos satisfechos. H u m e 17

Cuanto más sólido, bien definido y espléndido es el edificio


erigido por el entendimiento, más imperioso es el deseo de la
vid a ... por escapar de él hacia la libertad. [A l mostrarse como]
la razón este edificio es negativo y dialéctico, porque reduce
a la nada las detalladas determinaciones del entendimien­
to. H e c e l 18

Aunque la ciencia es latosa considerada en su conjunto,


todavía' podemos aprender de ella. B enn 18
I. IN T R O D U C C IÓ N :
L O S L ÍM IT E S DE L A A R G U M E N T A C IÓ N

La idea de un método que contenga principios cien­


tíficos, inalterables y absolutamente obligatorios que
rijan los asuntos científicos entra en dificultades al ser
confrontada con los resultados de la investigación his­
tórica. En ese momento nos encontramos con que no
hay una sola regla, por plausible que sea, ni por fir­
memente basada en la epistemología que venga, que
no sea infringida en una ocasión o en otra. Llega a ser
evidente que tales infracciones no ocurren accidental­
mente, que no son el resultado de un conocimiento in­
suficiente o de una falta de atención que pudieran
haberse evitado. Por el contrario, vemos que son nece­
sarias para el progreso. Verdaderamente, uno de los
hechos que más llaman la atención en las recientes dis­
cusiones en historia y filosofía de la ciencia es la toma
de consciencia de que desarrollos tales com o la revolu­
ción copem icana o el surgimiento del atomismo en la
antigüedad y en el pasado reciente (teoría cinética,
teoría de la dispersión, estereoquímica, teoría cuántica)
o la emergencia gradual de la teoría ondulatoria de la
luz ocurrieron bien porque algunos pensadores deci­
dieron no ligarse a ciertas reglas metodológicas “ o b ­
vias” , bien porque las violaron involuntariamente.20
Esta práctica liberal, repito, no es meramente un
hecho de la historia de la ciencia. Ni una simple mani­
festación de la ignorancia e inconstancia humanas. Es
razonable y absolutamente necesaria para el desarrollo
d el conocimiento. Más específicamente, puede demos­
trarse lo siguiente: considerando cualquier regla, por
“ fundamental” que sea, hay siempre circunstancias en
las que se hace aconsejable no sólo ignorar la regla,
sino adoptar su opuesta. Por ejemplo, hay circunstan­
cias en las que es aconsejable introducir, elaborar y
defender hipótesis ad hoc, o hipótesis que contradi­
cen resultados experimentales bien establecidos y ge­
neralmente aceptados, o hipótesis cuyo contenido es
menor que el d e las alternativas existentes empírica­
mente adecuadas, o hipótesis autoinconsistentes, etcé­
tera, etcétera.21
Hay incluso circunstancias — y ocurren más bien
frecuentemente— en las que la argumentación pierde
su prometedor aspecto y se transforma en un obstácu­
lo para el progreso. Nadie está dispuesto a afirmar22
que enseñar a niños es exclusivamente materia de ar­
gumentación (aunque la argumentación puede entrar
en ello y debería entrar en mayor proporción de lo que
es habitual),23 y casi todo el mundo coincide ahora
en que lo que parece un resultado de la razón — el d o­
minio de un lenguaje, la existencia de un mundo per-
ceptual ricamente articulado,24 la habilidad lógica—
es debido en parte a indoctrinación, en parte a un
proceso de crecimiento que se desarrolla con la fuerza
de una ley natural. Y donde los argumentos parecen
tener efecto, éste debe frecuentemente adscribirse a su
repetición física más que a su contenido semántico.2B
Una vez admitido todo esto, debemos conceder tam­
bién la posibilidad de crecimiento no-argumentativo
en el adulto así como en (las partes teóricas de) ins­
tituciones tales como la ciencia, la religión y la pros­
titución. Ciertamente no podemos dar por supuesto
que lo que es posible para un niño — adquirir nuevos
modos de conducta a la más ligera provocación, circu­
lar por ellos sin esfuerzo visible— esté más allá del
alcance de los mayores. Debería esperarse que los cam­
bios catastróficos del medio ambiente físico, las gue­
rras, el colapso de los sistemas de moralidad imperan­
tes, o las revoluciones políticas transformen los modelos
de reacción de los adultos, incluidos importantes m o­
delos de argumentación.26 Éste puede ser también un
proceso enteramente natural y la argumentación ra­
cional no puede sino incrementar la tensión mental
que precede y causa la explosión en la conducta.
Ahora bien, si son los eventos, no necesariamente
los argumentos, la causa de que adoptemos nuevos
standards, incluyendo formas nuevas y más complejas
de argumentación, ¿no forzarán a los defensores del
status cjuo a suministrar no sólo argumentos, sino tam­
bién causas contrarias? (La virtud, sin el terror, es ine­
fectiva, dice Robespierre.) Y si las viejas formas de
argumentación se hacen demasiado débiles para servir
como causa, ¿no deben estos defensores bien abando­
nar, bien recurrir a medios más fuerteá y más “ irra­
cionales” ? (Es muy difícil, acaso completamente impo­
sible, combatir mediante argumentos los efectos del
lavado de cerebro.) Incluso los racionalistas más puri­
tanos se verán forzados entonces a dejar de razonar
y a utilizar, por ejemplo, la propaganda y la coerción,
no porque alguna de sus razones haya dejado de ser
válida, sino porque las condiciones psicológicas que
las hacen efectivas, y capaces de influir sobre otros,
han desaparecido. ¿Y cuál es la utilidad de un argn-
mentó que deja a la gente impertérrita? 27
Por supuesto, el problema nunca surge exactamente
de esta forma. La enseñanza de standards no consiste
nunca en su mera colocación ante la mente del estu­
diante y en hacerlos tan claros como sea posible. Se
supone que los standards tienen también máxima efi­
cacia causal. Esto hace muy difícil distinguir entre la
fuerza lógica y el efecto material de un argumento. Al
igual que un perrillo' amaestrado obedecerá a su amo
sin que importe lo confuso que él mismo esté y lo ur­
gente que sea la necesidad de adoptar nuevos esque­
mas de conducta, un racionalista amaestrado será obe­
diente a la imagen mental de su amo, se conformará
a los standards de argumentación que ha aprendido,
mostrará adhesión a esos standards sin que importe
la dificultad que él mismo encuentre en ellos y será
poco capaz de descubrir que lo que él considera como
“la voz de la razón” no es sino un post-efecto causal
del entrenamiento que ha recibido. Vemos aquí muy
claramente cómo trabajan las llamadas a la “razón” .
A primera vista, estas llamadas parecen dirigirse a al­
gunas ideas que convenzan al hombre en lugar de pre­
sionar sobre él. Pero la convicción no puede permane­
cer en estado etéreo; se supone que conduce a la ac­
ción. Se supone que conduce a la acción apropiada, y
se supone que sostiene esta acción el tiempo que sea
necesario. ¿Cuál es la fuerza que permite mantener tal
desarrollo? Es la eficacia causal de los standards a los
que se hizo la llamada, y esta eficacia causal no es a
a su vez más que un efecto del entrenamiento, como
hemos visto. D e aquí se sigue que la llamada a la ar­
gumentación o bien no tiene contenido en absoluto, y
puede ponerse de acuerdo con cualquier procedimien­
to,28 o bien tendrá frecuentemente una función conser­
vadora: pondrá barreras a lo que esté a punto de con­
vertirse en un m odo natural de conducta.29 En el úl­
timo caso, sin embargo, la llamada no es más que una
maniobra política oculta. Esto aparece muy claramente
cuando un racionalista quiere reconstruir un punto de
vista anterior. Al basar su argumentación en hábitos
naturales de razonamiento que o estáñ extinguidos o
no tienen utilidad en la nueva situación, dicho cam­
peón de la “ racionalidad” ha de reconstruir las condi­
ciones materiales y psicológicas pasadas. Al hacer esto
se ve envuelto, sin embargo, en “ una lucha de intere­
ses y fuerzas, no de argumentos” .30
Que intereses, fuerzas, propaganda y técnicas d e
lavado de cerebro juegan en el crecimiento de nuestro
conocimiento y, a fortiori, de la ciencia un papel mu­
cho mayor de lo que comúnmente se cree puede verse
también a partir de un análisis de la relación entre
idea y acción. A m enudo se da por supuesto que un
nítido entendimiento de las ideas nuevas precede y
debe preceder a cualquier formulación y cualquier ex­
presión institucional de ellas. (Una investigación em­
pieza con un problema, dice Popper.) Primeramente,
tenemos una idea, o un problema; después actuamos,
es decir, hablamos o construimos o destruimos.31 No es
éste ciertamente el modo en que los niños se desarro­
llan. Los niños usan palabras, las combinan, juegan
con ellas hasta que atrapan un significado que hasta
ese momento ha permanecido fuera de su alcance. Y la
actividad inicial con carácter de juego es un presupues­
to esencial del acto final de entendimiento.32 No hay
razón para que este mecanismo tenga que dejar de
funcionar en el adulto. Por el contrario, debemos espe­
rar, por ejemplo, que la idea de libertad sólo pueda
hacerse clara por medio de las mismas acciones que se
supone que crean libertad. La creación de una cosa, y
la creación más el completo entendimiento de una idea
correcta de la cosa, son muy a menudo paites de un
mismo e indivisible pixjceso y no pueden separarse sin
llevar el proceso a un estancamiento. El proceso mismo
no está guiado por un programa claramente definido;
y no puede ser guiado por tal programa porque es el
proceso el que contiene las condiciones de realización
del programa. Mejor se diría guiado por un vago im­
pulso, por una “ pasión” (Kierkegaard). La pasión da
lugar a una conducta específica que a su vez crea las
circunstancias y las ideas necesarias para analizar y
explicar el desarrollo total, para hacerlo “ racional” .33
El desarrollo del punto de vista copernicano desde
Galileo hasta el siglo xx constituye un perfecto ejem­
plo de la situación que queremos describir. Se parte
de una fuerte creencia que va contra lo que en la épo­
ca se considera razonable. La creencia se extiende y
encuentra apoyo en otras creencias que son igualmente
irrazonables, si es que no lo son más (ley de inercia,
telescopio). La investigación se disgrega ya en nuevas
direcciones, se construyen nuevos tipos de instrumen­
tos, la “ evidencia” se relaciona con las teorías en for­
mas nuevas, hasta que surge una nueva ideología que
es lo bastante rica para proporcionar argumentos inde­
pendientes para cualquier zona particular de ella y lo
bastante móvil para encontrar tales argumentos en
cualquier ocasión que parezcan necesitarse. H oy pode­
mos decir que Galileo siguió el camino acertado, por­
que su persistente empeño en lo que en tiempos pare­
ció una estúpida cosmología creó el material que se
necesitaba para la defensa de esta cosmología, contra
aquellos de nosotros que sólo aceptan aquella visión
de las cosas que se expresa de un cierto modo y que
confían en ella sólo si contiene ciertas frases mágicas,
llamadas “ informes observacionales” .34 Y esto no es
una excepción, sino el caso normal: las teorías llegan
a ser claras y “ razonables” sólo después de que partes
incoherentes de ellas han sido utilizadas durante largo
tiempo. Tal irrazonable, sin sentido y poco metódico
prólogo resulta así ser una inevitable condición previa
de claridad y éxito empírico.35
Al intentar describir desarrollos de esta clase de un
m odo general, nos vemos obligados desde luego a recu­
rrir a los modos de hablar existentes, los cuales no tie­
nen en cuenta esos desarrollos y deben por tanto ser
deformados, mal empleados y forzados a entrar en nue­
vos esquemas con objeto de ajustarse a situaciones im­
previstas (sin un constante mal empleo del lenguaje no
puede haber ni descubrimiento ni progreso). “ Además,
puesto que las categorías tradicionales son el evangelio
del pensamiento cotidiano (incluido el pensamiento
científico ordinario) y de la práctica cotidiana [tal in­
tento por entender] presenta en efecto reglas y formas
de un pensamiento y una acción falsos — falsos, claro
está, desde el punto de vista del sentido común [cien­
tífico]— .” 36 Así es cómo surge el pensamiento dialéc­
tico, como una forma de pensamiento que “ reduce a
la nada las detalladas determinaciones del entendi­
miento” .37
Está claro, pues, que la idea de un método fijo, de
una (teoría de la) racionalidad fija, surge de una visión
del hombre y de su contorno social demasiado ingenua.
A quienes consideren el rico material de que nos pro­
vee la historia y no intenten empobrecerlo para dar
satisfacción a sus más bajos instintos y al deseo de se­
guridad intelectual que proporcionan, por ejemplo, la
claridad y la precisión, a esas personas les parecerá que
hay solamente un principio que puede ser defendido
bajo cualquier circunstancia y en todas las etapas del
desarrollo humano. Me refiero al principio todo vale.58
Este principio abstracto (que es el único principio
de nuestra metodología anarquista) debe ahora ser
elucidado y explicado en sus detalles concretos.
II. C O N T R A IN D U G C IÓ N (1):
T E O R ÍA S

Hemos dicho que cuando se considera cualquier re­


gla, por fundamental o “ necesaria para la ciencia” que
sea, pueden imaginarse circunstancias en las que es
aconsejable no sólo ignorar la regla, sino adoptar su
opuesta. Apliquemos esta afirmación a la regla que
dice que “ la experiencia” , o “ los hechos” , “ los resul­
tados experimentales” o cualesquiera otras palabras
que sean utilizadas para describir los elementos “ sóli­
dos” de nuestros procedimientos de contrastación, mi­
den el éxito de una teoría, de tal m odo que el acuer­
do entre la teoría y “ los datos” se considera como be­
neficioso para la teoría (o que al menos no altera la
situación), mientras que el desacuerdo la hace peli­
grar o quizás incluso la elimina. Esta regla es una par­
te esencial d e todas las teorías de la inducción, así
como de algunas teorías de la corroboración. Tomando
el-punto de vista opuesto, sugiero la introducción, ela­
boración y propagación de hipótesis que sean incon­
sistentes o con teorías bien establecidas o con hechos
bien establecidos. O, dicho con precisión, sugiero pro­
ceder contrainductivamente además de proceder induc­
tivamente.
No es necesario discutir la primera parte de la su­
gerencia que está en favor de hipótesis inconsistentes
con teorías bien establecidas. El principal argumento
ha sido ya publicado en otro lugar.30 Se puede resumir
diciendo que la evidencia relevante para la cóntrasta-
ción de una teoría T a menudo sólo puede ser sacada
a la luz con la ayuda de otra teoría T ’ incompatible con
T. Así que el conséjo de posponer las alternativas hasta
que haya ocurrido la primera refutación es lo mismo
que poner el carro delante de los bueyes. También pro­
puse aumentar el contenido empírico con la ayuda de
un principio de proliferación: inventar y elaborar teo­
rías que sean inconsistentes con el punto de vista co­
múnmente aceptado, aun en el supuesto de que éste
venga altamente confirmado y goce de general acepta­
ción. Considerando los argumentos acabados de resu­
mir, semejante principio sería una parte esencial de
todo empirismo crítico.41
El principio de proliferación es también parte esen­
cial de una perspectiva humanitaria. Los educadores
progresistas han intentado siempre desarrollar la indi­
vidualidad de sus alumnos y procurado que no se pier­
dan los talentos y creencias particulares y a veces úni­
cos que cada niño posee. Pero esta educación parecía
ser muy a menudo un fútil ejercicio mental para des­
ocupados. Porque, ¿es que no es necesario preparar a
los jóvenes para la vida? ¿No significa esto que deben
aprender un conjunto particular de puntos de vista con
exclusión de todos los demás? Y si aún quedasen tra­
zas de su talento imaginativo juvenil, ¿no encontrará
éste su aplicación propia en las artes, esto es, en un
sutil dominio de sueños que tiene p oco que ver con el
mundo en que vivimos? ¿No conducirá finalmente este
procedimiento a una escisión entre una realidad odia­
da y unas fantasías gustosamente acogidas, la ciencia
y las artes, descripción cuidadosa y autoexpresión sin
restricciones?41 El argumento a favor de la prolifera­
ción muestra que no es necesario que ocurra tal cosa.
Es posible conservar lo que puede llamarse la libertad
de creación artística y utilizarla al máximo, no como
una vía de escape, sino como un medio necesario para
descubrir y quizás incluso cambiar las propiedades del
mundo en que vivimos. Esta coincidencia de la parte
(hombre individual) con el todo (el mundo en que vivi­
mos), de lo puramente subjetivo y arbitrario con lo ob ­
jetivo y legal, es para mí uno de los más importantes
argumentos en favor de una metodología pluralista.42
III. B A S E F IL O S Ó F IC A :
M IL L , H E 6 E L

La idea de que una metodología pluralista es nece­


saria tanto para el avance del conocimiento com o para
el desarrollo de nuestra individualidad ha sido discuti­
da por John Stuart Mili en su admirable ensayo On
Liberty. Según Mili, este ensayo es “ una especie
de libro de texto filosófico de verdad única, verdad
a la que los cambios que progresivamente van tenien­
do lugar en la sociedad moderna tienden a dar cada
vez mayor relieve: la importancia, para el hombre y la
sociedad, de una amplia variedad en géneros d e ca­
rácter, y de dar total libertad a la naturaleza humana
para extenderse en innumerables y conflictivas direc­
ciones” .43 Esta variedad es necesaria tanto para pro­
ducir “ seres humanos bien desarrollados” (p. 258)
como para el mejoramiento de la civilización. “ ¿Qué
es lo que ha hecho que la familia europea de nacio­
nes haya sido una parte de la humanidad que ha ido
mejorando, en lugar de permanecer estacionaria? No
ha sido ningún mérito superior propio de ellas, mérito
que, cuando existe, existe com o efecto, no com o cau­
sa, sino su notable diversidad de cáracteres y cultu­
ras. Individuos, clases, naciones, han sido extremada­
mente distintos unos de otros: han abierto gran varie­
dad de nuevos caminos, cada uno de los cuales con­
duce a algo valioso; y si bien en cada período aquellos
que viajaban por caminos diferentes han sido intole­
rantes el uno con el otro y cada cual habría conside­
rado una cosa excelente el que todos los demás hubie­
ran sido obligados a viajar por el camino de él, lo
cierto es que sus intentos por obstruirse mutuamente
el desarrollo rara vez han tenido un éxito duradero, y
cada uno ha tenido que recibir tarde o temprano lo
bueno que los otros ofrecían. Europa está, a mi juicio,
completamente en deuda con esta pluralidad de cami­
nos en lo que respecta a su progresivo y multilateral
desarrollo” (pp. 268-269).44 El beneficio para el indi­
viduo deriva del hecho de que “ las facultades humanas
de percepción, juicio, capacidad diferenciadora, activi­
dad mental, e incluso preferencia moral se ejercen sola­
mente cuando se hace una elección [ ...] las potencias
mental y moral, al igual que la muscular, sólo se me­
joran si se usan. Las facultades no se ejercitan ha­
ciendo una cosa meramente porque otros la hagan, ni
tampoco creyendo algo sólo porque otros lo crean”
(p. 252). Una elección presupone alternativas entre
las que elegir; presupone una sociedad que contiene e
incita a “ opiniones diferentes” (p. 249) y “ modos
antagónicos de pensamiento” ,45 así com o a “ la experi­
mentación de diferentes maneras de vivir” (p. 249),
de m odo que “el valor de los distintos modos de vida
se prueba no en la imaginación, sino en la práctica”
(p. 250).46 “ La unidad de opinión no es deseable,
salvo que resulte de la más libre y completa compara­
ción de opiniones opuestas, y la diversidad no es un
mal, sino un bien [ . . . ] ” (p. 249).
Así es cómo Mili introduce la proliferación. No
com o el resultado de un análisis epistemológico deta­
llado, o, lo que aún sería peor, de un examen lingüís­
tico de palabras tales com o “ conocer” o “ tener evi­
dencia para” . Ni tampoco propone la proliferación
com o una solución a problemas epistemológicos del
tipo del problema de Hume, o el problema de la con-
trastabilidad de los enunciados generales. La idea de
que la experiencia pueda constituir una base para
nuestro conocimiento se desecha inmediatamente ha­
ciendo notar que “ debe haber discusión para mostrar
cóm o tiene que interpretarse la experiencia” (p. 208.)
La proliferación se introduce como solución a un pro­
blema de la vida: ¿Cómo podemos conseguir una cons­
ciencia total? ¿Cómo podemos saber lo que somos capa­
ces de hacer? ¿Cóm o podemos aumentar nuestra liber­
tad de modo que nos quepa decidir, más que adoptar
por costumbre, el m odo según el cual queremos dispo­
ner de nuestros talentos? Consideraciones de este tipo
fueron comunes en un tiempo en el que la conexión
entre verdad y autoexpresión todavía se consideraba
como un problema y en el que se pensaba que el co­
metido de las artes no era tanto el de agradar como
el de elevar e instruir.47 H oy la única cuestión es cómo
la ciencia puede mejorar sus propios recursos, sin im­
portar cuál sea el efecto humano de sus métodos y sus
resultados. Para Mili la conexión todavía existe. El
método científico es parte de una teoría general del
hombre. De esta teoría recibe sus reglas y se construye
de acuerdo con nuestras ideas de una existencia hu­
mana que merezca la pena.
Además, Mili supone que el pluralismo conduce a
la verdad: “ [ . . . ] lo que hay de peculiarmente malo
en silenciar la expresión de una opinión es que es un
robo a la especie humana, tanto a la posteridád como
a la generación presente, a aquellos que disienten de
la opinión todavía más que a aquellos que la susten­
tan. Si la opinión es correcta se les priva de la oportu­
nidad de cambiar el error por la verdad; si errónea,
pierden lo que es casi un beneficio igúal de grande:
una percepción más clara y una impresión más viva
de la verdad producidas por su colisión con el error”
(p. 205).48 “ Las creencias que consideramos de más
garantía no tienen más salvaguardia que una perma­
nente invitación a que se demuestre que son infunda­
das” (p. 209). Si “ en las ocasiones en que ha habido
oportunidad de debatirla [cierta opinión, o cierta hipó­
tesis] no ha sido refutada” (p. 207), entonces pode­
mos tenerla com o mejor que otra opinión que “ no ha
pasado por un proceso similar” (p. 208).49 “ Si no se
permitiese poner en cuestión incluso la filosofía newto-
niana, la humanidad no estaría tan completamente se­
gura de su verdad como lo está ahora” (p. 209). “ Tan
esencial es esta disciplina para un real entendimiento
de la moral y los asuntos humanos [así como de la
filosofía natural (p. 208)] que, si no existiesen oponen­
tes de todas las verdades importantes, sería indispen­
sable inventarlos y dotarlos de los más fuertes argu­
mentos que el más hábil abogado del diablo pueda in­
vocar” (p. 228). No hay ningún daño en que tales
oponentes produzcan posiciones que suenen absurdas
y excéntricas: “ Precisamente porque la tiranía de la
opinión consiste en hacer reproches a la excentricidad,
es deseable que la gente sea excéntrica con objeto de
vencer esa tiranía” (p. 267).50 Ni tampoco quienes
“ admiten” la validez de los argumentos a favor de la
libre discusión [. .. ] deberían objetar que se lleven
al extremo [... ] si no es porque las razones que son
buenas para un caso extremo no son buenas para cual­
quier caso” (p. 210).51 Argumentos metodológicos y
humanitarios vienen así entremezclados en cada parte
del ensayo de Mili,62 y a decir verdad, toda epistemolo­
gía pluralista, tanto para las ciencias naturales como
para las ciencias sociales, viene a defenderse sobre
ambas bases.63
Una de las consecuencias del pluralismo y la proli­
feración es que la estabilidad del conocimiento no pue­
de ser garantizada por más tiempo. El apoyo que una
teoría recibe de la observación puede ser muy convin­
cente, sus categorías y principios básicos pueden apa­
recer bien fundados; el impacto de la experiencia mis­
ma puede estar extremadamente lleno de fuerza. Sin
embargo, existe siempre la posibilidad de que nuevas
formas de pensamiento distribuyan las materias de un
modo diferente y conduzcan a una transformación in­
cluso de las impresiones más inmediatas que recibimos
del mundo. Cuando consideramos esta posibilidad, po­
demos decir que el éxito duradero de nuestras catego-
rías y la omnipresencia de determinado punto de vista
no es un signo de excelencia ni una indicación de que
la verdad ha sido por fin encontrada. Sino que es, más
bien, la indicación de un fracaso de la razón para en­
contrar alternativas adecuadas que puedan utilizarse
para trascender una etapa intermedia accidental de
nuestro conocimiento. Advertir esto conduce a una acti­
tud nueva respecto del éxito y de la estabilidad.
Hasta donde puede verse, el propósito de toda me­
todología es encontrar principios y hechos que, de ser
posible, no vengan sujetos a cambio. Desde luego que
los principios que dan impresión de estabilidad se con­
trastan. Se intenta refutarlos, al menos, entre los com­
ponentes de algunas escuelas. Si todos los intentos de
refutación fracasan, tenemos, no obstante, un resultado
positivo: el de haber logrado descubrir un nuevo rasgo
estable del mundo que nos rodea; estamos un paso más
cerca de la verdad.
Por otra parte, el proceso de refutación mismo des­
cansa en supuestos sobre los que ya no se investiga
más. Un instrumentalista supondrá que hay hechos,
sensaciones, situaciones cotidianas, estables; estados de
cosas clásicos, que no cambian ni siquiera como resul­
tado del más revolucionario descubrimiento. Un “ rea­
lista” puede admitir cambios en la materia observacio-
nal, pero insistirá en la separación entre sujeto y obje­
to e intentará hacer reaparecer esa separación donde­
quiera que la investigación parezca estar en conflicto
con ella.64 Al creer en una “ aproximación a la verdad” ,
tendrá también que poner límites al desarrollo d e los
conceptos. Por ejemplo, de una serie de teorías en fun­
cionamiento tendrá que excluir los conceptos incon­
mensurables.55 Ésta es la actitud tradicional hasta,
e incluido, el racionalismo crítico de Popper.
En cuanto opuesta a ésta, la actitud que vamos a
tratar aquí considera cualquier estabilidad prolongada,
trátese de ideas e impresiones susceptibles de contras-
tación o de conocimiento básico que no se está dis­
puesto a abandonar (realismo; separación de sujeto y
objeto; conmensurabilidad de conceptos), com o una
indicación de fracaso, puro y simple. Toda estabilidad
de este tipo indica que hemos fracasado en trascender
una etapa accidental del conocimiento, y que hemos
fracasado en acceder a un estadio más alto de conscien­
cia y entendimiento. Es incluso cuestionable si en tal
situación podemos todavía pretender que poseemos
conocimiento. Cuando nos familiarizamos con las ca­
tegorías existentes y con las alternativas que están
siendo utilizadas en el examen del punto de vista reci­
bido, nuestro pensamiento pierde su espontaneidad
hasta que quedamos reducidos a "contemplar el mun­
do que nos rodea con una mirada boba y puramente
animal” .50 “ Cuanto más sólido, bien definido y esplén­
dido es el edificio erigido por el entendimiento, más
imperioso es el deseo de la vida por escapar de él ha­
cia la libertad” .57 Cada refutación victoriosa, al abrir
camino a un sistema de categorías nuevo y todavía sin
intentar, devuelve temporalmente a la mente la liber­
tad y espontaneidad que son sus propiedades esencia­
les.58 Sin embargo, la libertad completa nunca se consi­
gue. Porque todo cambio, por dramático que sea, siem­
pre conduce a un nuevo sistema de categorías fijas.
Cosas, procesos, estados, son separados todavía uno
del otro. La existencia de elementos diferentes, de una
multiplicidad, todavía es “ puesta en oposición exage­
radamente por el entendimiento” .50
Este "m odo malo de reflejo,50 por trabajar siempre
con categorías fijas” ,61 se extiende, mediante los modos
de investigación habituales, a la oposición más amplia­
mente presupuesta y p oco analizada entre un sujeto y
un mundo de objetos completamente diferente.62 En
relación con esto se han hecho los siguientes supues­
tos, que son importantes para un realismo metodológi­
co: "E l objeto [ . . . ] es algo terminado y perfecto que
no necesita la más ligera cantidad de pensamiento en
orden a lograr realidad, mientras que el pensamiento
mismo [ . .. ] es algo deficiente que necesita [...]' ma­
terial con el que completarse 63 y debe ser lo bastante
dúctil para adaptarse él mismo al material en cues­
tión” :”4 “ Si pensamiento y apariencia no se correspon­
den completamente uno con el otro, se tiene, para em­
pezar, que hacer una elección: uno de los dos es erró­
neo. [El empirismo científico] culpa al pensamiento de
no reflejar adecuadamente la experiencia [ . . . ] ” 65 “ És­
tas son las ideas que forman el punto de vista habi­
tual referente a la relación entre sujeto y objeto” ,00 y
ellas son las responsables de cualquier inmovilidad que
permanezca en la ciencia, incluso en tiempo de crisis.
¿Cóm o puede vencerse esta inmovilidad? ¿Cómo
podemos penetrar en los supuestos más fundamentales,
no sólo de la ciencia y el sentido común, sino de nues­
tra existencia com o seres pensantes también? Esta pe­
netración no puede obtenerse en tanto que los supues­
tos constituyan una parte de nuestra vida que sea inal­
terable y en la que no se reflexione. Pero si se permite
que estos supuestos cambien, ¿podremos terminar la
tarea crítica exactamente como las personas que la em­
pezaron? Problemas como éstos han surgido no sólo
por cuestiones abstractas de crítica, sino también por
descubrimientos más recientes en antropología, histo­
ria de la ciencia y metodología. Volveré a ellos cuando
trate de teorías inconmensurables. Por el momento, me
gustaría indicar, muy brevemente, cómo ciertas ideas
de Hegel pueden utilizarse para intentár una primera
respuesta y dar así un primer paso en nuestro intento .
de reformar las ciencias.
La ciencia, el sentido común, e incluso el sentido
común refinado del racionalismo crítico utilizan cier­
tas categorías fijas (“ sujeto” ; “ objeto” ; “ realidad” ) ade­
más de los muchos puntos de vista cambiantes que
contienen. Por ello no son completamente racionales.
Una racionalidad completa sólo puede obtenerse me­
diante una extensión de la crítica también a las par­
tes estables. Esto supone la invención de categorías al-
ternativas a todo el rico material a nuestra disposición.
Las categorías, y todos los demás elementos estables
de nuestro conocimiento, deben ser puestos en movi­
miento. “ Nuestra tarea es hacer fluido el material pe­
trificado que encontremos y volver a iluminar los con­
ceptos contenidos en esa materia muerta [ . . . ] ” 67 D e­
bemos “ disolver la oposición de una subjetividad y
una objetividad congeladas y comprender el origen del
mundo intelectual y real com o un devenir, debemos
entenderlos com o un producto, como una forma de
producción” .68 Tal disolución es llevada a cabo por
la razón, que es “ la fuerza de lo negativo absoluto, esto
es, una negación absoluta” ,69 que “ aniquila” 70 la cien­
cia y el sentido común, y el estado de consciencia
asociado con ambos. Esta aniquilación no es el acto
consciente de un científico que ha decidido eliminar
algunas distinciones básicas en el interior de su cam­
po. Porque aunque él puede intentar conscientemente
vencer las limitaciones de una etapa particular del co­
nocimiento, puede que no lo consiga por falta de con­
diciones objetivas (en su cerebro, en su entorno social,
en el mundo físico)71 que favorezcan su deseo.72 La
teoría general del desarrollo de Hegel, su cosmología,
como podríamos llamarla, da una descripción de tales
condiciones.
D e acuerdo con esta cosmología, cada objeto, cada
ser determinado, está relacionado con todos los demás:
“ un ser determinado, una entidad finita es la que está
relacionada con otras; es un contenido que está en la
relación de necesidad con otro contenido y, en último
extremo, con el mundo. Al considerar esta mutua co­
nexión del todo, la metafísica podría afirmar [. .. ] la
tautología de que cambiar de sitio una sola mota de
polvo puede causar el colapso del universo entero.” 73
La relación no es externa. Cada proceso, cada objeto,
cada estado, etc., contiene realmente parte de la natu­
raleza de todo otro proceso, objeto, estado, etc.74 Con­
ceptualmente esto significa que la descripción completa
de un objeto es autocontradictoria. Esta descripción
contiene elementos que dicen lo que el objeto es-, son
los elementos utilizados por la ciencia y por el sentido
común en sus descripciones habituales, que consideran
parte de sus propiedades y adscriben las demás al exte­
rior. Y también contiene otros elementos que dicen lo
que el objeto no es. Son éstos los elementos que la
ciencia y el sentido común ponen fuera del objeto, atri­
buyéndoselos a cosas que se supone están completa­
mente separadas pero que están realmente contenidas
en el objeto bajo consideración. El resultado es que
“ todas las cosas están encerradas en una contradicción
interna” .75 Esta contradicción no puede ser eliminada
por la utilización de palabras diferentes, empleando la
terminología de un proceso y sus modificaciones, por
ejemplo. Porque el proceso tendrá que ser separado, al
menos en el pensamiento, de algo no sea él mismo; de
otro m odo sería un ser puro, lo que es lo mismo que
decir la pura nada.70 El proceso contendrá parte de
aquello de lo que se ha separado, y esta parte tendrá
que ser descrita mediante ideas inconsistentes con las
ideas utilizadas para describir el proceso original, que
está por ello condenado a contener contradicciones
también.77 Hegel tiene un maravilloso talento para
hacer visibles las contradicciones que surgen cuando
examinamos con detalle un concepto, tratando de dar
una descripción completa del estado de cosas que el
concepto describe. “ Conceptos que usualmente apare­
cen estables, inmóviles, muertos, Hegel los analiza y
se hace evidente que se mueven.” 78
Vayamos ahora a un segundo principio de la cos­
mología de Hegel. El movimiento de los conceptos no
es meramente un movimiento del intelecto, que par­
tiendo del análisis de ciertas determinaciones se aleja
de ellas y dispone su negación. Es también un desa­
rrollo objetivo, y está causado por el hecho de que
cada objeto, proceso, estado, etc., que sea finito (deter­
minado, limitado) tiene tendencia a dar énfasis a los
elementos de los otros objetos presentes en él y a con­
vertirse en lo que no es. El objeto, “ inquieto dentro de
sus propios límites” ,70 “ lucha por no ser lo que es” .80
“ Cuando llamamos finitas a las cosas, lo que quere­
mos decir es que no son meramente limitadas [. .. ] sino
más bien que lo negativo es esencial a su naturaleza
y a su ser [...]. Las cosas finitas son, pero la verdad
de su ser es su fin.H1 Lo finito no es que simplemente
cambie [. ..] es que desaparece; ni es esta desaparición
algo meramente posible, de m odo que lo finito pueda
continuar siendo sin desaparecer; al contrario, el ser
de una cosa finita consiste en tener en sí misma las
semillas de su desaparición [. .. ] la hora de su naci­
miento es la hora de su muerte.” 82 “ Por esa razón, lo
que es finito puede ser puesto en movimiento.” 83
Al moverse más allá de sus límites, el objeto deja
de ser lo que es y se transforma en lo que no es; es
negado. Un tercer principio de la cosmología de Hegel
es que el resultado de la negación “ no es la mera nada;
es un contenido especial, porque [ . . . ] es la negación
de una cosa determinada y bien definida” .84 Concep­
tualmente hablando, llegamos a “ un nuevo concepto,
que es más elevado, más rico, que el concepto que le
precedió, porque ha sido enriquecido por su negación
u oposición, contiene al que lo precedió así como a su
negación, siendo la unidad del concepto original y de
su oposición” .85 Ésta es una excelente descripción, por
ejemplo, de la transición de la concepción newtoniana
del espacio a la de Einstein, a condición de que con­
tinuemos usando el concepto newtoniano inalterado.80
“ Está claro que ninguna exposición puede considerarse
científica a menos que siga las huellas y el ritmo sim­
ple de este método, porque éstas son las huellas que
siguen las cosas mismas.” 87
Considerando que el movimiento más allá de los
límites no es arbitrario, sino dirigido “ hacia su fin [es
decir, el fin del ob jeto]” ss se sigue que no todos los
aspectos de las otras cosas que están presentes en un
cierto objeto se realizan en la siguiente etapa. Por esta
razón, negación “ no significa simplemente decir No, o
declarar que una cosa no existe, o destruirla de cual­
quier m odo que pueda elegirse [...]. Cada tipo de
cosa [ . . . ] tiene su propia manera de ser negada, y de
tal modo que ello dé lugar a un desarrollo, y lo mismo
es válido para cada tipo de ideas y concepciones [... ]
Esto hay que aprenderlo como todo lo demás” .Si> Lo
que tiene que aprenderse, también, es que la “ nega­
ción de la negación” no conduce más allá del punto de
partida original, sino que vuelve a él.00 Ésta es “ una
ley del desarrollo de la naturaleza, la historia y el pen­
samiento, que es extremadamente universal y, por esa
razón, extremadamente importante y de largo alcance;
una ley que [ . . . ] se manifiesta en el mundo vegetal
y animal, en la geología, en las matemáticas,01 en la
historia, en la filosofía” .0- Así, por ejemplo, “ un gra­
no de cebada puesto bajo condiciones adecuadas en un
terreno adecuado desaparece, es negado, y en su lugar
surge de él la planta, la negación del grano [...]. Esta
planta crece, florece, da frutos y finalmente produce
otros granos de cebada, y tan pronto com o éstos ma­
duran, el tallo muere, es negado a su vez. Como resul­
tado de esta negación de la negación, tenemos otra
vez el grano de cebada con el que empezamos, pero
no él sólo, sino un número de diez o veinte o treinta
veces mayor [ . .. ] y quizás incluso cualitativamente
mejorado [ . . . ] ” .03 “ Es evidente que cuando digo que
es la negación de la negación no digo nada acerca del
proceso particular de desarrollo que, por ejemplo, el
grano de cebada experimenta desde su germinación
hasta la muerte de cada una de las plantas dotadas
de fruto [. .. ] sino que incluyo estos procesos conjun­
tamente bajo esta sola ley del movimiento y por esa
razón no tengo en cuenta las peculiaridades de cada
proceso especial. La dialéctica, sin embargo, no es más
que la ciencia de las leyes generales del movimiento
y deí desarrollo en la naturaleza, la sociedad y el pen­
samiento.” 84
En la descripción que acaba de hacerse, conceptos
y cosas reales han sido tratados por separado. Se han
señalado semejanzas y correspondencias: cada cosa
contiene elementos de todas las demás; se desarrolla
inclinándose hacia los elementos ajenos; cambia y final­
mente intenta volver a sí misma. La noción de cada
cosa contiene, por esta razón, elementos contradicto­
rios. Es negada y se mueve de un m odo que se corres­
ponde con el movimiento de la cosa. Esta presentación
tiene una seria desventaja: “ El pensamiento es descrito
aquí como una actividad meramente subjetiva y formal
mientras que el mundo de los objetos, situado cara a
cara con el pensamiento, es considerado como algo fijo
y con existencia independiente. Este dualismo [ ...] no
es una fiel descripción de las cosas y es un descuido
considerable aceptar las mencionadas propiedades de
subjetividad sin preguntar por su origen [ ...] Desde
un punto de vista más realista podemos decir que el
sujeto es sólo una etapa en el desarrollo del ser y la
esencia.” 95 Así, pues, en una interpretación materialista
de Hegel, el concepto es también parte del desarrollo
general de la naturaleza. Por ejemplo, “ la vida, o natu­
raleza orgánica, es esa fase de la naturaleza en la que
el concepto aparece en escena; entra en escena como un
concepto ciego que no se comprende a sí mismo, es
decir, que no piensa” .96 Siendo parte del comporta­
miento natural, primeramente de un organismo, después
de un ser pensante, no sólo refleja una naturaleza que
“ queda completamente fuera de él” ,97 no es meramente
“ algo subjetivo y accidental” ,98 no es “ meramente un
concepto” ; 99 sino que participa de la naturaleza general
de todas las cosas, esto es, contiene un elemento de
todas las demás, tiene la tendencia a ser el resultado
final del desarrollo de una cosa específica, de m odo que,
finalmente, el concepto y esta cosa se hagan uno.100 “ El
que las cosas reales no estén en armonía con la idea
[ “ léase: con el total conocimiento del hombre” 101]
constituye su finitud, su no-verdad, por causa de las
cuales son objetos, cada uno de ellos determinado en su
esfera especial por las leyes de la mecánica, la química
o por algún propósito externo.” 102 En esta etapa “ no
puede haber nada más dañino ni más indigno de un
filósofo que dirigir la atención, de un m odo enteramente
vulgar, a alguna experiencia que contradiga la idea
[ . .. ] Cuando alguna cosa no corresponde a su concepto,
debe ser encaminada hacia él” 103 (¡contrainducción!),
hasta que “ el concepto y la cosa se hagan uno” .104
Resumiendo: El conocimiento es parte de la natura­
leza y está sujeto a sus leyes generales. Las leyes de la
dialéctica se aplican al movimiento de los objetos y los
conceptos, así como al movimiento de unidades más
elevadas que incluyen objetos y conceptos. D e acuerdo
con estas leyes generales, cada objeto participa de todo
otro objeto e intenta transformarse en su negación. Este
proceso no puede ser entendido atendiendo a aquellos
elementos de nuestra subjetividad que están todavía en
un relativo aislamiento y cuyas contradicciones internas
no se han revelado aún. (La mayor parte de los concep­
tos habituales de la ciencia, las matemáticas, y especial­
mente las rígidas categorías utilizadas por nuestros mo­
dernos axiomaníacos son de esta índole.) Para entender
el proceso de negación debemos atender a aquellos
otros elementos que son susceptibles de cambio, para
transformarse en sus opuestos, y que pueden, por eso
mismo, dar lugar a conocimiento y verdad, “ la identi­
dad de cosa y concepto” .105 La identidad misma no
puede lograrse mecánicamente, es decir, aprehendiendo
algunos aspectos de la realidad y jugueteando con los
restantes aspectos, o teorías, hasta que se logre el acuer­
do (como los aspectos que uno desea retener están en
movimiento, pronto serán reemplazados por opiniones
dogmáticas acerca de ellos, incluidas percepciones rígi­
das). Mejor será proceder dialécticamente, esto es, por
una interacción de concepto y hecho (observación, ex­
perimento, enunciado básico, etc.) que afecte a ambos
elementos. La lección para la epistemología es ésta:
No trabajar con conceptos estables. No eliminar la com
trainducción. No dejarse seducir pensando que por fin
hemos encontrado la descripción correcta de “ los he­
chos” , cuando todo lo que ha ocurrido es que algunas
categorías nuevas han sido adaptadas a algunas formas
viejas de pensamiento, las cuales son tan familiares
que tomamos sus contornos por los contornos ¿ j l mun­
do mismo.
IV, C O N T R A I N D U C C I Ó N (2):
E X P E R IM E N T O S , O B S E R V A C IO N E S ,
“HECHO S”

Considerando ahora la invención, el uso y la elabo­


ración de teorías que son inconscientes, no sólo con
otras teorías, sino incluso con experimentos, hechos u
observaciones, podemos empezar por señalar que ni una
sola teoría concuerda con todos los hechos conocidos
en su dominio. Y la dificultad no se crea por rumores o
por los resultados de procedimientos no sistemáticos. Se
crea por experimentos y medidas de la más alta preci­
sión y fiabilidad.
Aquí será conveniente distinguir dos clases diferen­
tes de desacuerdo entre teoría y hecho: desacuerdos
numéricos y fallos cualitativos.
El primer caso es bastante familiar: una teoría hace
cierta predicción numérica y el valor que se obtiene
en realidad difiere de la predicción que se ha hecho,
por encima del margen de error. Los instrumentos de
precisión están usualmente implicados aquí. Los desa­
cuerdos numéricos abundan en la ciencia.
Así es cómo el punto de vista copernicano era, en
tiempo de Galileo, inconsistente con hechos tan obvios
y simples, que Galileo hubo de considerarlo “ segura­
mente falso” .100 “ Mi asombro no tiene límites” , escribe
en una obra porterior,107 “ cuando considero que Aristar­
co y Copérnico consiguieron imprimir a la razón un
carácter tan convincente que, a pesar de Copérnico,
Aristarco llegó a ser el dueño de su teoría.”
La teoría de la gravitación de Newton se vio rodea­
da desde el principio por un número considerable de
dificultades lo bastante serias para proveer material
para refutaciones. Incluso hoy, y en el dominio no rela­
tivista, existen “ numerosas discrepancias entre la o b ­
servación y la teoría” .108 El modelo atómico de Bohr
se introdujo y fue mantenido frente a evidencia en con­
tra muy precisa y firme.109 La teoría especial de la
relatividad se mantuvo a pesar de la decisiva refuta­
ción de D. C. Miller. (Llamo a esta refutación “ deci­
siva” porque el experimento fue, desde el punto de
vista de la evidencia de la época, al menos tan bien rea­
lizado como el anterior experimento de Michelson y
Morley.) 110 La teoría general de la relatividad, aunque
de éxito sorprendente en algunos dominios, fracasó en
explicar unos 1 0 " en el movimiento de los nodos de
Venus y más de 5 " en el movimiento del perihelio
de Marte. Todas ellas son dificultades cuantitativas que
pueden resolverse descubriendo un mejor conjunto de
números, pero que no nos fuerzan a hacer ajustes cuali­
tativos.
El segundo caso, el de fallos cualitativos, es menos
familiar, pero de mucho mayor interés. En este caso,
una teoría es inconsistente no con un hecho recóndito
que deba ser descubierto y sacado a la luz con ayuda
de complejos aparatos y que sea conocido solamente por
los expertos, sino con circunstancias que pueden ser
advertidas sin más ayuda que los sentidos y que son fa­
miliares a todo el mundo.
El primero y a mi juicio el más importante ejemplo
de una inconsistencia de este tipo lo constituye la teo­
ría parmenidiana del Uno inalterable. La teoría cuenta
con mucho en su favor 111 y todavía hoy juega su pa­
pel, por ejemplo en la teoría general de la relativi­
dad.112 Utilizada por Anaximandro en una forma poco
desarrollada, condujo a la consideración, repetida por
Heisenberg en su teoría de las partículas elementales,113
de que la sustancia básica, o los elementos básicos del
universo, no pueden obedecer a las mismas leyes que
los elementos visibles. Los argumentos de Zenón, por
otra parte, muestran las dificultades inherentes a la
idea de un continuo que se componga de elementos
aislados. Aristóteles tomó en serio estos argumentos y
desarrolló su propia teoría del continuo.114 No obstan­
te, la idea de una colección de elementos permaneció
y se hizo uso de ella, a pesar de las dificultades bastan­
te obvias, hasta que estas dificultades fueron superadas
al principio del siglo xx.118
Otro ejemplo de teoría con defectos cualitativos es
la teoría de los colores de Newton. De acuerdo con
esta teoría, la luz consiste en rayos de diferente índice
de refracción que pueden ser separados, reunidos, re­
fractados, pero nunca cambiados en su constitución in­
terna, y que tienen una pequeñísima extensión lateral
en el espacio. Considerando que la superficie de los
espejos es tal que sus rugosidades son más anchas que
la extensión lateral de los rayos, la teoría de los rayos
es inconsistente con la existencia de imágenes en el
espejo (como fue admitido por el propio Newton: Opti­
ca, libro II, parte III, proposición viii): si la luz se com­
pone de rayos, entonces un espejo debería comportarse
como una superficie rugosa, es decir, debería parecemos
una pared. Newton mantiene su teoría eliminando la
dificultad con la ayuda de una hipótesis ad h o c : "la
reflexión de un rayo se lleva a efecto, no por un punto
único del cuerpo reflectante, sino por alguna potencia
del cuerpo que está igualmente difundida por toda su
superficie [ . . . ] ” .110
En el caso de Newton, la discrepancia cualitativa
entre teoría y hecho es eliminada mediante una hipóte­
sis ad hoc. En otros casos, ni siquiera se emplea esta
frágil maniobra. Se conserva la teoría y se intenta olvi­
dar sus fallos. Un ejemplo de ellos es la actitud hacia
la regla de Kepler de acuerdo con la cual un objeto
visto a través de una lente se percibe a la distancia en
la cual los rayos que viajan a través de la lente con­
vergen (véase el primer diagrama).117 La regla implica
que un objeto situado en el foco se verá infinitamente
EL OBJETO ES
VISTO EN EL
IN F IN IT O

G h á k ic o 1. — Regla de Kepler.

lejos (véase el segundo diagrama). “ Pero por el con­


trario", escribe Barrow, profesor de Newton y prede­
cesor suyo en Cambridge, comentando esta afirmación,
“ la experiencia nos asegura que [un punto situado pró­
ximo al foco] aparece a una distancia variable con
arreglo a las diferentes situaciones del ojo [ . . . ] Y casi
nunca aparece más lejos de lo que aparecería si fuese
con el ojo desnudo; sino que, por el contrario, alguna
vez aparece mucho más cerca [ . . . ] Todo lo cual parece
repugnar a nuestros principios. Pero, en lo que a mí
respecta — continúa Barrow— , ni ésta ni ninguna otra
dificultad ejercerá sobre mí tanta influencia como para
hacerme renunciar a lo que sé que está de manifiesto
acuerdo con la razón".118
Barrow menciona las dificultades cualitativas, y dice
que se aferrará a la teoría sin embargo. No es éste el
procedimiento usual. El procedimiento usual es olvidar­
se de las dificultades, no hablar nunca acerca de ellas
y proceder como si la teoría fuese impecable. Esta acti­
tud es hoy muy común.
Así, la electrodinámica clásica contiene la absurda
consecuencia de que el movimiento de una partícula
libre es autoacelarado.119 Esta consecuencia es poco
conocida, aunque hace imposible calcular ni siquiera
el caso más simple de movimiento en un campo eléc­
trico homogéneo. Lo que se hace es “ una aproximación”
que desprecia los efectos demasiado pequeños para
ser notados pero que también elimina la consecuencia
absurda que es bastante digna de ser tenida en cuenta.
Teoría más “ aproximación” producen una predicción
razonable, aunque la teoría misma adolezca de dificul­
tades cualitativas. La teoría cuántica de campos a la
que podría quererse consultar con objeto de desembara­
zarse de las dificultades de la teoría electromagnética
clásica contiene absurdos en sí misma tales com o el
de las energías propias infinitas. La situación no
queda mej'orada señalando que estas energías propias
pueden corregirse por renormalización. Desde luego
que pueden ser corregidas por este método, y de un
modo consistente, pero sólo después de ^definir cier­
tos términos en los cálculos con la migada puesta en
los resultados que van a conseguirse. Este procedimien­
to, que es ad hoc, no establece ciertamente la excelen­
cia de la teoría; muestra que tal como está la teoría es
o bien refutada 120 o tristemente incompleta.
Es también instructivo otro ej’emplo de la física m o­
derna, porque pudo haber conducido a un desarrollo
completamente diferente de nuestro conocimiento en lo
concerniente al microcosmos. Ehrenfest ha demostrado
un teorema 121 de acuerdo con el cual la teoría clásica
del electrón de Lorentz, tomada conjuntamente con el
principio de equipartición, excluye el magnetismo in­
ducido. El razonamiento es sobremanera simple- de
acuerdo con el principio de equiparación, la probabi­
lidad de un movimiento es proporcional a e [ — U/kT\}
donde U es la energía del movimiento. Ahora bien, la
energía en un campo magnético constante es, según
Lorentz, igual a q (E -j- [v B ]) • v, donde q es la carga
de las partes móviles, E el campo eléctrico, B el campo
magnético y v la velocidad de las partes móviles. Esta
magnitud se reduce a qE en todos los casos salvo que
estemos dispuestos a admitir la existencia de polos mag­
néticos simples (dado el propio contexto, este resultado
apoya fuertemente las ideas y los hallazgos experimen­
tales del difunto Félix Ehrenhaft).122
A veces es imposible tener una visión general de
todas las consecuencias interesantes y descubrir los re­
sultados absurdos de una teoría. Ello puede ser debido
a deficiencias en los métodos matemáticos existentes;
también puede ser debido a la ignorancia de quienes
defienden la teoría.123 En tales circunstancias, el pro­
cedimiento más común es utilizar una vieja teoría has­
ta un cierto punto (que a menudo es bastante arbitra­
rio) y añadir la nueva teoría para refinamientos de
cálculo. Considerado desde un punto de vista metodo­
lógico, este procedimiento es una verdadera pesadilla.
Vamos a explicarlo utilizando el cálculo relativista de
la trayectoria de Mercurio como ejemplo.
El perihelio de Mercurio se desplaza aproximada­
mente 5.600" cada cien años. D e ellos, 5.026" son geo­
métricos y tienen que ver con el movimiento del sis­
tema de referencia; 575" son dinámicos, debidos a per­
turbaciones en el sistema solar. D e estas perturbacio­
nes, todas excepto los famosos 43" son explicadas por
la mecánica celeste clásica. Y de los restantes 4 3 " da
cuenta la relatividad general. Así es com o habitualmen­
te se explica la situación.
Ahora bien, esta explicación muestra que la premisa
de la que obtenemos los 4 3 " no es la teoría general de
la relatividad más condiciones iniciales adecuadas. La
premisa contiene la física clásica además de cualesquie­
ra que sean los supuestos relativistas que se hagan.
Además, el cálculo relativista, la llamada “ solución de
Schwarzschild” , no considera el sistema planetario
tal com o existe en el mundo real (es decir, nuestra'pro­
pia galaxia asimétrica); sino que considera el caso com ­
pletamente ficticio de un universo con simetría central
que tiene una singularidad en el centro y nada más.
¿Qué razones hay para el empleo de tal desatinada
conjunción de premisas? 124
Una razón, continúa la respuesta habitual, es que
tratamos con aproximaciones. Las fórmulas de la física
clásica no aparecen porque la relatividad sea incom­
pleta. Ni se usa el caso de la simetría central porque la
relatividad no ofrezca nada mejor. Ambos esquemas se
derivan de la teoría general bajo especiales circunstan­
cias que se realizan en nuestro sistema planetario siem­
pre que omitamos magnitudes que sean demasiado pe­
queñas para ser tenidas en consideración. D e ahí que
estamos utilizando la t&oría de la relatividad en todos
sus respectos y que la utilizamos de una manera ade­
cuada.
Adviértase ahora cómo esta idea de aproximación
difiere de la idea legítima: usualmente se dispone de
una teoría, se es capaz de calcular el caso particular
en el que se está interesado, se advierte que este cálculo
lo conduce a magnitudes que están por debajo de la
precisión experimental, se omiten tales magnitudes y
se obtiene un formalismo grandemente simplificado. En
el caso presente, hacer las aproximaciones requeridas
significaría hacer los cálculos del problema de los n
cuerpos de manera relativista, omitiendo le s magnitu­
des menores que la precisión alcanzada por la obser­
vación, y mostrando que la teoría así recortada coin­
cide con la mecánica celeste clásica tal como fue corre­
gida por Schwarzschild. Nadie ha utilizado este pro­
cedimiento, simplemente porque el problem: relativis­
ta de los n cuerpos se ha resistido hasta ahora a ser re­
suelto. 123 Ni siquiera hay soluciones apr lim ad as para
importantes problemas tales como, por ejemplo, el pro­
blema de la estabilidad (el primer gran obstáculo de la
teoría de Newton). Siendo esto así, la parte clásica de
la explicación no se usa sólo por conveniencia, sino
que es absolutamente necesaria. Y las aproximaciones
hechas no son resultado del cálculo relativista, sino que
se introducen para hacer que la relatividad se ajuste
al caso. Pueden llamarse con propiedad aproximaciones
“ ad h oc” .
Las aproximaciones ad hoc abundan en la física
matemática moderna. Juegan un papel muy importante
en la teoría cuántica de campos y son un ingrediente
esencial del principio de correspondencia. Por el m o­
mento no nos conciernen las razones para este hecho;
sólo nos conciernen sus consecuencias: las aproximacio­
nes ad hoc ocultan, e incluso eliminan completamente,
las dificultades cualitativas. Crean una falsa impresión
acerca de las excelencias de nuestra ciencia. D e ello
se sigue que un filósofo que quiera estudiar la ciencia
como una adecuada representación del mundo, o que
quiera construir una metodología científica realista,
debe mirar a la ciencia moderna con especial cuidado.
En la mayor parte de los casos la ciencia moderna es
más opaca y mucho más engañosa de lo que sus ante­
pasados de los siglos xvi y xvn lo fueron nunca.
Como último ejemplo de dificultades cualitativas,
vamos a mencionar la teoría heliocéntrica en tiempos
de Galileo. Pronto vamos a tener ocasión de demostrar
que esta teoría era inadecuada tanto cualitativa como
cuantitativamente, y que también fue filosóficamente
absurda.
Para resumir esta breve y muy incompleta lista:
Dondequiera que miremos, siempre que tengamos un.
poso de paciencia y seleccionemos nuestra evidencia
sin prejuicios, encontramos que las teorías fracasan
en el empeño de reproducir adecuadamente ciertos- re­
sultados cuantitativos y son cualitativamente incompe-
tentes en un grado sorprendente.120 La ciencia nos pro­
porciona teorías de gran belleza y sofisticación. La
ciencia moderna ha desarrollado estructuras matemá­
ticas que sobrepasan a todo lo que ha existido hasta
ahora en coherencia y generalidad. Pero, para lograr
este milagro, todas las dificultades existentes han tenido
que ser reducidas a la relación entre teoría y hecho, y
han tenido que ser ocultadas, mediante aproximación
ad hoc y mediante otros procedimientos.
Siendo esto así, ¿qué haremos con el requisito meto­
dológico de que una teoría debe ser juzgada por la
experiencia y debe rechazarse si contradice enuncia­
dos básicos aceptados? ¿Qué actitud adoptaremos ante
las varias teorías de confirmación y corroboración que
descansan, en su totalidad, en la suposición de que
las teorías pueden ponerse completamente de acuerdo
con los hechos conocidos y utilizan el grado de acuerdo
alcanzado com o un principio de evaluación? Este re­
quisito, estas teorías, son completamente inútiles ahora.
Son tan inútiles como una medicina que cura a un pa­
ciente sólo si éste se encuentra libre de bacterias. En
la práctica no son nunca obedecidas por nadie. Los
metodólogos pueden señalar la importancia de las fal-
saciones, pero ellos utilizan alegremente teorías falsa-
das; pueden echar sermones sobre lo importante que
es considerar todos los hechos relevantes y nunca men­
cionan aquellos grandes y drásticos hechos que mues­
tran que las teorías que ellos admiran y aceptan, la teo­
ría de la relatividad, la teoría cuántica, son como míni­
mo tan pobres com o las viejas teorías que ellos recha­
zan. En la práctica, los metodólogos repiten com o es­
clavos las declaraciones más recientes de los que diri­
gen la física, aunque al hacerlo violen algunas reglas
básicas de su propio oficio. ¿Es posible proceder de
una manera más razonable? ¡Veámoslol
D e acuerdo con Hume las teorías no pueden deri­
varse de los hechos. El requisito de admitir solamente
aquellas teorías que se sigan de los hechos nos deja sin
ninguna teoría. D e aquí que ia ciencia, tal corno la
conocem os, sólo pueda existir si omitimos este requi­
sito y revisamos nuestra metodología.
D e acuerdo con nuestros presentes resultados, ape­
nas ninguna teoría es consistente con los hechos. El
requisito de admitir sólo aquellas teorías que son con­
sistentes con los hechos disponibles y aceptados nos
deja de nuevo sin ninguna teoría. (Repito: sin ninguna
teoría, porque no hay ni una sola teoría que no esté
en una u otra dificultad.) D e aquí que una ciencia, tal
como la conocemos, sólo pueda existir si omitimos este
requisito también y revisamos de nuevo nuestra meto­
dología, admitiendo ahora la contrainducción además
de admitir hipótesis no fundadas. El método correcto
no seguirá consistiendo en reglas que nos permitan ele­
gir entre teorías sobre la base de las falsaciones. Antes
bien, debe modificarse con objeto de que no sea p o ­
sible elegir entre teorías que ya hayamos contrastado
y que están falsadas.
No se trata solamente de que hechos y teorías estén
en constante disarmonía, es que ni siquiera están tan
claramente separados como todo el mundo pretende de­
mostrar. Las reglas metodológicas hablan de “ teorías”
y “observaciones” y “ resultados experimentales” como
si se tratase de objetos claros y bien definidos cuyas
propiedades son fácilmente evaluables y que son enten­
didos del mismo m odo por todos los científicos.
Sin embargo, el material que un científico tiene
realmente a su disposición, sus leyes, sus resultados ex­
perimentales, sus técnicas matemáticas, sus prejuicios
epistemológicos, su actitud hacia las consecuencias ab­
surdas de las teorías que él acepta, este material, en
efecto, está indeterminado de muchas maneras, es am­
biguo, y nunca está completamente separado de la base
histórica. Este material está siempre contaminado por
principios que el científico no conoce y que, en caso
de ser conocidos, serían extremadamente difíciles de
contrastar. Puntos de vista cuestionables sobre la sen-
sación, como el de que nuestros sentidos, utilizados en
circunstancias normales, proporcionan información fia­
ble acerca del mundo, pueden invadir el lenguaje de
observación mismo, estableciendo los términos obser-
vacionales y la distinción entre apariencias verídicas y
apariencias ilusorias. Como resultado, los lenguajes de
observación pueden quedar atados a viejos niveles de
especulación que afectan, de esta forma indirecta, inclu­
so a la metodología más progresiva. (Ejemplo: el siste­
ma absoluto espacio-tiempo de la física clásica que
fue codificado y consagrado por Kant.) La impresión
sensorial, por simple que sea, contiene siempre una
componente que expresa la reacción del sujeto que per­
cibe y que no tiene correlato objetivo. Esta componente
subjetiva se fusiona con el resto y forma un todo sin
estructurar que tiene que ser subdividido desde fuera
con la ayuda de procedimientos contrainductivos. (Un
ejemplo de lo que acabamos de decir lo constituye la
aparición de una estrella fija al ojo desnudo, que con­
tiene los efectos subjetivos de radiación, difracción,
difusión, limitados por la inhibición lateral de los ele­
mentos adyacentes de la retina.) Finalmente, existen
premisas auxiliares que son necesarias para la obten­
ción de conclusiones contrastables y que ocasionalmente
forman verdaderas ciencias auxiliares.
Consideremos el caso de la hipótesis copernicana,
cuya invención, defensa y parcial reivindicación fueron
contra casi toda regla metodológica en la que se pue­
da pensar hoy día. Las ciencias auxiliares contenían
aquí leyes que describían las propiedades v la influen­
cia de la atmósfera terrestre (meteorología); leyes óp­
ticas que trataban de la estructura del ojo y los teles­
copios y de la manera que la luz tiene de comportarse;
y leyes dinámicas que describían el movimiento de
los sistemas móviles. Todavía más importante, sin em­
bargo, las ciencias auxiliares contenían una teoría de la
sensación que postulaba cierta relación simple entre
percepciones y objetos físicos. No todas estas teorías
auxiliares estaban disponibles en forma explícita. Mu­
chas de ellas se fusionaban con el lenguaje de obser­
vación y llevaban a la situación descrita al principio
del párrafo precedente.
La consideración de todas estas circunstancias, tér­
minos de observación, núcleo sensorial, ciencias auxi­
liares, sustrato especulativo, sugiere que una teoría
puede ser inconsistente con los hechos, no porque no
sea correcta, sino porque los hechos estén contamina­
dos. La teoría se ve amenazada, o bien porque la evi­
dencia en su favor contiene sensaciones no analizadas
que no corresponden má's que parcialmente a procesos
externos; o porque esta evidencia se presenta en térmi­
nos correspondientes a puntos de vista anticuados; o
porque es evaluada con ayuda de materias auxiliares
vacilantes. La teoría copernicana se vio en dificultades
por causa de todas estas razones.
Es este carácter histérico-fisiológico de la evidencia
en favor de una teoría, el hecho de que no describe
meramente un estado de cosas objetivo, sino que tam­
bién expresa un punto de vista subjetivo, mítico y
olvidado de antiguo, referente a este estado de cosas,
lo que nos obliga a echar una ojeada nueva a la me­
todología. Sería extremadamente imprudente dejar que
la evidencia de los hechos juzgue directamente nues­
tras teorías sin más impedimentos. Un juicio de las
teorías por los “hechos” directamente y sin la necesa­
ria cualificación está sujeto a eliminar ideas simple­
mente porque no ajusten en el entramado d e alguna
vieja cosmología. Dar por garantizados los resultados
y observaciones experimentales y dejar a la teoría el
peso de la demostración significa dar por garantizada
la ideología observacional sin haberla ni siquiera exa­
minado. (Obsérvese que se supone que los resultados
experimentales han sido obtenidos con el máximo cui­
dado posible. D e aquí que “ dar las observaciones, etc.,
por garantizadas” significa “ darlas por garantizadas des­
pués del más cuidadoso examen de su fiabilidad” , por-
que. incluso el más cuidadoso examen de un enunciado
de observación no interfiere con los conceptos en tér­
minos de los cuales se expresa, o con la estructura de
la expresión sensorial.)
Ahora bien, ¿cóm o puede sernos posible examinar
algo que estamos utilizando todo el tiempo? ¿Cómo
podemos criticar los términos con los que expresamos
habitualmente nuestras observaciones? Veamos.128
El primer paso en nuestra crítica de conceptos co­
múnmente usados es crear una medida de crítica, algo
con lo que estos conceptos puedan ser comparados.
Más tarde, desde luego, querremos saber algo más acer­
ca de la vara de medir en sí misma, por ejemplo que­
rremos saber si es mejor que, o quizás no tan buena
como, el material examinado. Pero para que este exa­
men comience debe haber en primer lugar una vara
de medir. Por ello, el primer paso en nuestra crítica
de conceptos habituales y reacciones habituales es sa­
lirse del círculo e inventar un nuevo sistema concep­
tual, una nueva teoría, por ejemplo, que entre en con­
flicto con los resultados observacionales más cuidado­
samente establecidos y lleve la confusión a los princi­
pios teóricos más plausibles. Este paso es, de nuevo,
contrainductivo. La contrainducción es por lo tanto dos
cosas: un hecho — la ciencia no podría existir sin ella—
y un movimiento legítimo y muy necesario en el juego
de la ciencia.
V. EL A R G U M E N T O DE LA TO R R E :
P R IM E R O S P A S O S DE SU A N Á L IS IS

Como ilustración concreta y como base para poste­


rior discusión, describiré ahora brevemente el modo
como Galileo desenmascaró un importante argumento
en contra de la idea de que la Tierra se mueve. Digo
“ desenmascaró” y no “ refutó” , porque estamos tratando
tanto con un sistema conceptual en trance de cambiar
como con determinados intentos de ocultación.
De acuerdo con el argumento que convenció a
Tycho, y que es utilizado contra el movimiento de la
Tierra en la propia obra de Galileo Trattato della
sfera, la observación muestra que “ los cuerpos pesados
[... ] que caen desde una altura describen una línea
recta y vertical hacia la superficie de la Tierra. Este
argumento se considera irrefutable en favor de que la
Tierra no se mueve. Porque si tuviese un movimiento
de rotación diurno, al dejar caer una piedra desde lo
alto de una torre, ésta, transportada por el giro de la
Tierra, habría viajado muchos cientos de metros hacia
el este en el tiempo que la piedra emplearía en su
caída, y la piedra debería chocar con la Tierra en un
punto que estuviese a esa distancia del pie dé la to­
rre” .120
Al considerar el argumento, Galileo admite inmedia­
tamente lo correcto del contenido sensorial de la obser­
vación realizada, esto es, que “ los cuerpos pesados [. ..]
que caen desde una altura lo hacen perpendicularmente
a la superficie de la Tierra” .1'50 Refiriéndose a un autor
(Chiaramonti) que pretende convertir a los copernica-
nos mencionando repetidamente este hecho, Galileo
dice: “ ¡Ojalá este autor no se hubiese molestado tanto
intentando hacernos comprender a partir de nuestros
sentidos que el movimiento de los cuerpos que caen
es un movimiento rectilíneo y no de otra clase, ni se
queje y enfade porque una cosa tan clara, obvia y
manifiesta tenga que ser puesta en duda. Pues de este
modo el autor da a creer que aquellos que dicen que
tal movimiento no es rectilíneo en absoluto, sino más
bien circular, parece que ven la piedra moverse visible­
mente en un arco, puesto que él se dirige más a sus
sentidos que a su razón para clarificar el efecto. No es
éste el caso, Simplicio; pues justamente porque yo [...]
nunca he visto ni siquiera espero ver la piedra caer de
otro m odo que perpendicularmente, por eso creo que
así aparece a los ojos de todo el mundo. Por tanto, es
mejor dejar a un lado la apariencia, en la cual todos
estamos de acuerdo, y emplear el poder de la razón, o
bien para confirmar su realidad o bien para patentizar
su falacia” .131 Lo correcto de la observación no se pone
en duda. Lo que está en cuestión es su “ realidad” o
“ falacia’ ’ •¿Qué se quiere decir con esta expresión?
Se responde a esta pregunta mediante un ejemplo
que se encuentra en el siguiente párrafo de Galileo, y
“ del cual [ . . . ] puede uno aprender cuán fácilmente
puede cualquiera resultar engañado por las simples
apariencias, o digamos por las impresiones de los pro­
pios sentidos. Se trata de la apariencia que aquellos
que van de noche por una calle tienen de ser seguidos
por la luna, con pasos iguales a los suyos, cuando la
ven deslizarse por los aleros de los tejados. Les parece
justamente com o si fuese un gato corriendo realmente
por las tejas y dejándolas detrás; una apariencia que,
si la razón no interviniera, no háría más que engañar
a los sentidos” .
En este ejemplo se nos pide que empecemos con
una impresión sensorial y que consideremos un enuncia­
do que es sugerido con fuerza por ella. (La sugerencia
es tan fuerte que ha conducido a sistemas enteros de

FLACSO ARGENTINA 51
nmi in rc m np niPNP.IAR 80GIALF8
creencias y rituales, como queda claro a partir de un
estudio más detallado de los aspectos lunares de la
brujería y de otras religiones.) Es ahora cuando “ inter­
viene la razón” : se examina el enunciado sugerido por
la impresión y se consideran otros enunciados en su
lugar. Esta actividad no cambia un ápice la naturaleza
de la impresión. (Esto es sólo aproximadamente cierto,
pero podemos omitir en nuestro presente propósito las
complicaciones resultantes de la integración de impre­
sión y. enunciado.) Sin embargo, introduce nuevos enun­
ciados de observación y juega bazas nuevas, mejores o
peores, en nuestro conocimiento. ¿Cuáles son las razo­
nes y los métodos que regulan tal cambio?
Para empezar debemos aclarar la naturaleza del
fenómeno total: apariencia más enunciado. No se trata
de dos actos; uno, advertir el fenómeno; el otro, ex­
presarlo con ayuda del enunciado apropiado, sino sola­
mente de uno, esto es, decir, en una cierta situación
observacional, “ la luna me está siguiendo” o “ la piedra
está cayendo en línea recta” . Podemos desde luego
subdividir de una manera abstracta este proceso en dos
partes y podemos también intentar crear una situación
en la que enunciado y fenómeno parezcan estar psico­
lógicamente separados y a la espera de ser relacionados.
(Esto es más bien difícil de lograr y es quizás completa­
mente imposible.) 132 Pero, en circunstancias normales,
no tiene lugar tal división; describir una situación fami­
liar es, para el que habla, un suceso en el que enuncia­
do y fenómeno están firmemente pegados uno a otro.
Esta unidad es el resultado de un proceso de apren­
dizaje que empieza en la infancia de cada urío de
nosotros. Desde muy pequeños aprendemos a reaccionar
ante las situaciones con las respuestas apropiadas, sean
lingüísticas o de otro tipo. Los procedimientos de en­
señanza dan forma a la “ apariencia” o al “ fenóm eno”
y establecen una firme conexión con las palabras, de tal
manera que los fenómenos parecen hablar por sí mis­
mos sin ayuda exterior y sin conocimiento ajeno al tema.
Los fenómenos son justamente lo que los enunciados
asociados afirman que son. El lenguaje que ellos “ha­
blan” está desde luego influido por creencias de gene­
raciones anteriores sustentadas tan largo tiempo que
no aparecen ya como principios separados, sino que
se introducen en los términos del discurso cotidiano, y,
después del entrenamiento requerido, parece que emer­
gen de las cosas mismas.
Llegados a este punto, podemos querer comparar,
en nuestra imaginación y de manera abstracta, los re­
sultados de la enseñanza de lenguajes diferentes que
incorporan diferentes ideologías. Podemos querer cam­
biar conscientemente algunas de estas ideologías y
adaptarlas a puntos de vista más “ modernos” . Es muy
difícil decir cómo cambiaría esto nuestra situación,
salvo que hagamos el supuesto adicional de que la
cualidad y estructura de las sensaciones (percepcio­
nes), o al menos la cualidad y estructura de aquellas
sensaciones que entran en el cuerpo de la ciencia, son
independientes de su expresión lingüística. D udo mu­
cho acerca de la validez incluso aproximada de este
supuesto, que puede refutarse mediante ejemplos sim­
ples. Y estoy seguro de que nos estamos privando a
nosotros mismos de nuevos y sorprendentes descubri­
mientos en tanto que permanezcamos dentro de los
límites definidos por él. Sin embargo, el, presente en­
sayo permanecerá conscientemente dentro de estos lí­
mites. (Mi primera tarea, si alguna vez continuase es­
cribiendo, sería la de explorar estos límites y aventu­
rarme más allá de ellos.)
Al hacer el simplificador supuesto adicional, pode­
mos ahora distinguir entre a) sensaciones y b ) aquellas
“operaciones mentales que siguen tan de cerca a los
sentidos” 133 y están tan firmemente conectadas con sus
reacciones, que es difícil conseguir una separación.
Considerando el origen y el efecto de tales operaciones,
las llamaré interpretaciones naturales.
esta ocasión, habría sido ad hoc de todos modos, sólo
que esta vez con respecto a una teoría más vieja. De
aquí que, como uno no puede evitar ser ad hoc, es
mejor ser ad hoc con respecto a una teoría nueva, por­
que una teoría nueva, como todas las cosas nuevas,
dará un sentimiento de libertad, estímulo y progreso.
Hay que aplaudir a Galileo porque prefirió luchar a
favor de una hipótesis interesante que hacerlo a favor
de una hipótesis fastidiosa.
X. R E S U M E N DEL A N Á L IS IS
D EL A R G U M E N T O DE LA T O R R E

Repito y resumo: Se propone un argumento que


refuta a Copém ico mediante la observación. Se invier­
te el argumento con objeto de descubrir aquellas inter­
pretaciones naturales que son responsables de la con­
tradicción. Las interpretaciones molestas se reempla­
zan por otras. La propaganda y el recurso a partes del
sentido común distantes y altamente teóricas se usan
para desenmascarar viejos hábitos y para entronizar
otros nuevos. Las nuevas interpretaciones naturales que
son también formuladas explícitamente como hipótesis
auxiliares se establecen en parte por el apoyo que dan
a Copérnico y en parte por consideraciones de plausi-
bilidad y por hipótesis ad hoc. Surge de este modo
una “ experiencia” totalmente nueva. Se carece hasta
entonces de evidencia independiente, pero esto no re­
presenta desventaja, ya que es de esperar que una con­
firmación independiente tardará largo tiempo en apare­
cer. Porque lo que se necesita es una teoría de los cuer­
pos sólidos, una aerodinámica, una hidrodinámica, y
todas estas ciencias están todavía escondidas en el fu­
turo. Pero su misión está ahora hien definida, ya que
las suposiciones de Galileo, incluidas sus hipótesis ad
hoc, son suficientemente claras y simples para prescri­
bir la dirección de la investigación futura. Obsérvese,
incidentalmente, que el procedimiento de Galileo re­
duce drásticamente el contenido de la dinámica. La
dinámica aristotélica era una teoría general del cambio
incluyendo locom oción, cambio cualitativo, generación
y corrupción, y proveía también de una base teórica
a la brujería. La dinámica de Galileo y sus sucesores
trata sólo de la locomoción, y sólo con la locom oción
de materia. Las otras clases de movimiento son deja­
das a un lado con la prometedora nota, debida a De-
mócrito, de que la locom oción será eventualmente ca­
paz de explicar todo movimiento. D e este modo, una
amplia teoría empírica del movimiento es reemplazada
por una teoría mucho más estrecha 184 completada con
una metafísica del movimiento, justamente com o una
experiencia “ empírica” es reemplazada por una expe­
riencia que contiene elementos extraños y especulati­
vos. La contrainducción, sin embargo, está ahora justi­
ficada tanto para las teorías com o para los hechos.
Y juega claramente un importante papel en el avance
de la ciencia. Concluimos así las consideraciones que
dieron comienzo en la sección II. (Para detalles y más
ejemplos remito de nuevo al lector a mi Problems of
Émpiricism, II.)
XI. D E S C U B R IM IE N T O Y J U S T IF IC A C IÓ N -
O B S E R V A C IÓ N Y T E O R ÍA

Empleemos el material de las secciones precedentes


para arrojar alguna luz sobre los siguientes rasgos del
empirismo contemporáneo: primero, la distinción entre
un contexto de descubrimiento y un contexto de jus­
tificación; segundo, la distinción entre términos obser-
vacionales y términos teóricos; tercero, el problema de
la inconmensurabilidad.
Una de las objeciones que pueden levantarse contra
la discusión precedente es que ha confundido dos con­
textos que están esencialmente separados; un contexto
de descubrimiento y un contexto de justificación. El
descubrimiento puede ser irracional y no necesita se­
guir ningún método reconocido. La justificación, por
otra parte, o, para usar la Palabra Sagrada de una es­
cuela diferente, la crítica, empieza sólo después de que
se han hecho los descubrimientos y procede de una
manera ordenada. Ahora bien, si el ejemplo dado aquí
y los ejemplos a que he recurrido en escritos anteriores
muestran algo, esto es, simplemente, que dicha distin­
ción apunta a una situación que en la práctica no se
presenta jamás. Y que si presenta lo que refleja no es
otra cosa que una paralización temporal del proceso
de investigación. Por ello debe ser eliminada tan rápi­
damente com o sea posible.
La investigación es, en su mejor condición, una
interacción entre teorías nuevas que se enuncian de
una manera explícita y viejas formas de ver las cosas
que se han infiltrado en el lenguaje de observación. No
es una acción unilateral de las unas sobre las otras.
Razonar dentro del contexto de la justificación presupo-
XIV. LA E L E C C IÓ N E N T R E ID E O L O G ÍA S
C O M P R E H E N S IV A S

Para empezar, a mí me parece que una empresa


cuyo carácter humano puede verse por todos lados es
preferible a una que se muestre “ objetiva” e impermea­
ble a los deseos y las acciones humanos.218 Las cien­
cias, después de todo, son nuestra propia creación, in­
cluidos todos los severos standards que parecen im po­
nernos. Es bueno recordar constantemente este hecho.
Es bueno recordar constantemente el hecho de que es
posible escapar de la ciencia tal como hoy la conoce­
mos, y que podemos construir un mundo en el que no
juegue ningún papel. (Me aventuro a sugerir que tal
mundo sería más agradable de contemplar, tanto ma­
terial como intelectualmente, que el mundo en que vi­
vimos hoy.) ¿Qué mejor recordatorio hay que el darse
cuenta de que la elección entre teorías que son suficien­
temente generales para proporcionar una concepción
del mundo comprehensiva y entre las que no hay cone­
xión empírica puede llegar a ser una cuestión de gusto;
que la elección de una cosmología básica puede llegar
a ser también una cuestión de gusto?
En segundo lugar, las cuestiones de gusto no están
completamente fuera del alcance de la argumentación.
Los poemas, por ejemplo, pueden ser comparados en su
gramática, en su estructura sonora, en sus imágenes, en
su ritmo, y pueden evaluarse sobre esa base (cf. Ezra
Pound sobre el progreso en poesía).219 Incluso el giro
más escurridizo puede analizarse y d ebe analizarse si el
propósito es presentarlo de manera que pueda disfru­
tarse con él o de manera que aumente el inventario
emocional, cognoscitivo, perceptivo, etc., del lector.
Todo poeta digno de tal nombre compara, mejora,
arguye hasta que encuentra la formulación correcta de
lo que quiere decir.220 ¿No sería maravilloso que este
proceso libre y entretenido 221 jugase también un papel
en las ciencias?
Por último, hay modos más pedestres de explicar lo
mismo que acaso repelan algo menos a los tiernos oídos
de un filósofo de la ciencia profesional. Puede conside­
rarse la longitud de las derivaciones que conducen de
los principios de una teoría a su lenguaje de observa­
ción, y puede también prestarse atención al número
de aproximaciones hechas en el curso de la derivación.
Todas las derivaciones deben standardizarse para este
propósito de m odo que puedan hacerse afirmaciones
no ambiguas sobre la longitud. (Esta standardización
concierne a la forma de la derivación, no concierne al
contenido.) Parece que serían preferibles una menor
longitud y un número menor de aproximaciones. N o es
fácil ver cómo este requisito puede hacerse compatible
con la exigencia de simplicidad y generalidad que,
como parece, tendería a incrementar ambos paráme­
tros. Sea como fuere hay muchos caminos abiertos ante
nosotros una vez entendido, y tomado en serio, el hecho
de la inconmensurabilidad.
XV, C O N C L U S IÓ N

La idea de que la ciencia puede y debe regirse


según unas reglas fijas y de que su racionalidad consis­
te en un acuerdo con tales reglas no es realista y está
viciada. No es realista, puesto que tiene una visión de­
masiado simple del talento de los hombres y de las
circunstancias que animan, o causan, su desarrollo.
Y está viciada, puesto que el intento de fortalecer las
reglas levantará indudablemente barreras a lo que los
hombres podrían haber sido, y reducirá nuestra huma­
nidad incrementando nuestras cualificaciones profesio­
nales. Podemos librarnos de la idea y del poder que
pueda poseer sobre nosotros (a) mediante un detallado
estudio de la obra de revolucionarios como Galileo,
Lutero, Marx, o Lenin; (b) mediante alguna familiari­
dad con la filosofía hegeliana y con la alternativa que
provee Kierkegaard; (c) recordando que la separación
existente entre las ciencias y las artes es artificial, que
es el efecto lateral de una idea de profesionalismo qué
deberíamos eliminar, que un poema o una pieza tea­
tral pueden ser inteligentes a la vez que informativas
(Aristófanes, Hochhuth, Brecht), y una teoría científica
agradable de contemplar (Galileo, Dirac), y que pode­
mos cambiar la ciencia y hacer que esté de acuerdo
con nuestros deseos. Podemos hacer que la ciencia pase,
de ser una matrona inflexible y exigente, a ser una
atractiva y condescendiente cortesana que intente anti­
ciparse a cada deseo de su amante. Desde luego, es
asunto nuestro elegir un dragón o una gatita como
compañía. Hasta ahora la humanidad parece haber
preferido la segunda alternativa: "Cuanto más sólido,
bien definido y espléndido es el edificio erigido por el
entendimiento, más imperioso es el deseo de la vida
[ . . . ] por escapar de él hacia la libertad” . Debemos
procurar no perder nuestra capacidad de hacer fal
elección.

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