Otero, Hernán - Estadístirca y Nación. Una Historia Conceptual Del 1869-1914
Otero, Hernán - Estadístirca y Nación. Una Historia Conceptual Del 1869-1914
Otero, Hernán - Estadístirca y Nación. Una Historia Conceptual Del 1869-1914
U NA HISTORIA CONCEPTUAL
DEL PENSAMIENTO CENSAL
DE LA A RGENTINA MODERNA
1869-1914
HERNÁN OTERO
ESTADÍSTICA Y NACIÓN
Una historia conceptual del pensamiento
censal de la Argentina moderna
1869-1914
Diseño de tapa: R & S
Diseño de interior: Juan Carlos Ciccolella
Agradecimientos ................................................................................. 13
CODA:HOMENAJE ................................................................................. 57
8 HERNÁN OTERO
1
Si se tiene en cuenta la tardía centralización del sistema estadístico argentino, el término “sistema”
puede resultar engañoso ya que supone una racionalidad única, totalizadora y coherente del Esta-
do, rasgos que no se corresponden con el período aquí analizado. Por tanto, utilizaremos dicha
expresión en un sentido puramente descriptivo, para designar al conjunto de instituciones y acti-
vidades públicas de elaboración de datos estadísticos.
Estadística y Nación 19
1. L A HISTORIA DE LA ESTADÍSTICA
2
Seguimos aquí, aunque modificada, la clasificación propuesta por Affichard (1987). Para un análi-
sis de las diversas corrientes y formas de escritura de la historia de la estadística, véase Brian
(1991) y Desrosières (2000).
20 HERNÁN OTERO
las producciones realizadas y sus áreas de interés, pero sin entrar –como sería
deseable– en el análisis conceptual de las obras mismas y en la lógica institucional
que preside su creación.
El segundo modelo toma como hilo conductor la historia de las instituciones
y, menos frecuentemente de lo que sería deseable, de los hombres que las com-
ponen, ordenada, por lo general, según la dinámica de conflictos y acuerdos
internos (personales, institucionales, científicos, políticos) entre las diferentes
instancias del sistema estadístico. Dicha dinámica puede ser interpretada a par-
tir de los clásicos desarrollos weberianos sobre el aparato burocrático o, más
modernamente, de la noción de campo desarrollada por Pierre Bourdieu. En
palabras de este autor, una disciplina científica puede ser definida “como un
campo de producción simbólica específica, vale decir como un sistema de rela-
ciones objetivas entre las posiciones adquiridas (en luchas anteriores). Es tam-
bién un lugar (espacio de juego) de una lucha de competencia que tiene por
enjeu científico el monopolio de la autoridad científica, inseparablemente defi-
nido como capacidad técnica y como poder social; o si se prefiere, el monopolio
de la competencia científica entendido en el sentido de capacidad de hablar y de
actuar legítimamente” (Bourdieu, 1976).
Otros elementos esenciales a la definición del campo del sociólogo francés son
la existencia de formas de ingreso y de consagración con predominio de caracte-
rísticas propiamente intelectuales; de un sistema específico de reglas y formas de
interacción (conflicto, cooperación, etc.), cuya lógica se impone a los agentes que
participan en él; de una repartición desigual de los capitales (económicos, cultura-
les, sociales o relacionales) que se intercambian en el campo, visto como un mer-
cado; y de formas políticas y culturales de legitimación de su actividad. La aplica-
ción del concepto de campo intelectual al grupo de estadísticos aquí analizados
presenta tanto ventajas como inconvenientes, que resulta necesario puntualizar.3
Entre estos últimos, el primero y más obvio radica en que su pertenencia al ámbi-
to estatal durante un período bastante considerable les confirió el monopolio to-
3
Dado que se trata de productores de bienes simbólicos y de “obras” esencialmente intelectuales, no
se ha considerado pertinente, para el caso y el momento histórico estudiados, la aplicación de
otros términos como el de “profesión”, utilizado por Mespoulet (2001) para caracterizar a los
estadísticos rusos. Si bien los estadísticos estatales decimonónicos comparten algunos rasgos bási-
cos de dicho concepto (como la realización de un mismo oficio, la especialización en ciertas tareas
o funciones, la existencia de criterios de selección y contratación basados en el grado de adquisi-
ción de un determinado know-how) no ocurre lo mismo con otros (como por ejemplo, el control
Estadística y Nación 21
sociales y poco preocupada por los usos y debates posteriores en el campo de las
ciencias sociales. En un plano teórico más amplio, suelen llevar aparejada una
interpretación de sociología de la ciencia de corte básicamente internista y, como
tal, prestan particular atención a una lectura de la evolución científica basada en
la noción de progreso. Dado que los cambios en la teoría estadística se han
producido en los países centrales a lo largo de una historia plurisecular, esta vía
ofrece poco interés para el caso argentino, salvo en términos de la “recepción”
por parte del sistema estadístico nacional de los avances técnicos europeos y
americanos, historia que, como muchas otras, resta por escribirse.
5
Para una exposición general del debate cfr. Bunge (1993). Un intento de “superación” del problema
en la historia de la estadística se desarrolla en Desrosières (1993: Introducción). Para este autor, el
objeto estadístico se inscribe en una red (social, intelectual e históricamente) densa de productores
y usuarios, que permite “tener las cosas” (“objetivación”) y estabilizar un lenguaje y una gramática
común. El concepto de “objetivación” permite, en su opinión, superar la clásica idea de “objetivi-
dad” y la contradicción planteada por el hecho de que los objetos “reflejan una realidad” y al
mismo tiempo dependen de “convenciones”. Según esta perspectiva, los objetos estadísticos son al
mismo tiempo construidos y reales (rasgo este que posibilita la toma de decisiones). Por tal razón,
la actividad estadística no se plantea solamente en términos de verdad o falsedad sino a partir de la
construcción de un espacio político de equivalencia y de codificación en el cual los objetos cons-
truidos son juzgables en términos de su grado de pertinencia.
Estadística y Nación 25
a recorrer los cuadros, los formularios y los tabulados estadísticos desde su interior
(vale decir, desde las concepciones teóricas hacia los resultados, pasando por las
definiciones operacionales), en vez de limitarse al análisis puramente externo de
las producciones y de las reparticiones que les dan origen, como proponen los dos
primeros modelos evocados en la sección anterior.
La perspectiva elegida permite no solo comprender más adecuadamente “lo
que dice un cuadro y lo que se dice de él”, según la expresiva frase de Passeron
(1982), sino también diferenciar adecuadamente a la matriz y al cuadro estadísti-
co de sus productores, evitando la trampa interpretativa de adjudicar
automáticamente a los productos estadísticos la ideología o las visiones generales
de sus hacedores. Por la misma vía, permite diferenciar su grado de verdad de los
eventuales contaminantes ideológicos que influyen en su producción. Es precisa-
mente en virtud de esa autonomía relativa que el cuadro estadístico, una vez pro-
ducido, escapa en cierto modo a los objetivos de su creador y permite su reutilización
por otros usuarios, que pueden incluso reinsertarlos en redes de usos muy alejadas
del universo teórico que les dio vida. Curiosamente, junto a otras formas de resis-
tencia a las estadísticas abordadas a lo largo del presente libro, existe cierta re-
nuencia en los historiadores de la estadística a proceder a un análisis endógeno de
las matrices y de los cuadros estadísticos, y a concentrarse casi exclusivamente en las
obras vistas como un todo único e interpretable automáticamente a partir de las
ideas de sus creadores. Por tal razón, nos interesan más los “ojos” o el prisma
interpretativo que subyace en la obra estadística que los productores en sí mis-
mos, asumiendo una vez más que tales prismas o representaciones no se identifi-
can de forma lineal con sus creadores como lo postula implícitamente la falacia
genética.6 Esta conocida falacia pone en evidencia otro de los peligros clásicos de
la historia de la ciencia: la deriva biográfica. Aunque necesaria como dato de
contexto, la reconstrucción biográfica de los estadísticos corre el riesgo de llevar la
indagación por los senderos de la anécdota y de la figura del “genio” individual,
dejando de lado las redes conceptuales, políticas y culturales en que se inscriben
los contenidos sustantivos de las obras.
6
Por citar solo un ejemplo: las estadísticas sobre la presencia de esclavos en los Estados Unidos
pueden ser consideradas como un reflejo más o menos fiel de esa realidad, independientemente de
las consideraciones racistas que primaron en su relevamiento. De modo análogo, existen múltiples
ejemplos de estadísticas inadecuadas a pesar de la buena voluntad de sus productores. Lo dicho
vale tanto para los datos como para las hipótesis. Sobre la falacia genética, véase Bunge (1993: 72).
26 HERNÁN OTERO
7
Análisis constructivistas clásicos en el campo de las ciencias sociales se encuentran en Stepan
(1991) y en la obra de Pierre Bourdieu. Sin compartir todas sus premisas, la interpretación aquí
propuesta reconoce sus deudas con algunos de los recaudos propuestos por Bourdieu para estudiar
el campo científico, en particular su crítica a las percepciones sustancialistas (análisis de la obra en
su existencia separada, tributaria de la ideología romántica del genio creador) y mecanicistas (aná-
lisis de las obras a partir de los determinantes emergentes de la estructura social y de los orígenes
sociales de los autores).
8
En particular, la omnívora definición del concepto de “discurso”, que concluye por identificarlo con
la totalidad del lenguaje, con la cultura en general o el postulado metahistórico según el cual el
discurso crea la realidad.
Estadística y Nación 27
9
Resulta esencial, en tal sentido, no olvidar las evoluciones de la ciencia para evitar las visiones
conspirativas o anacrónicamente recriminatorias. Dicho de otro modo, existieron procesos reales
de construcción del conocimiento que no pueden ser reducidos a las estrategias de individuos que
buscan legitimarse (sin duda, otro de los riesgos de la noción de campo). La historia de las disci-
plinas “que no fueron” o no llegaron a constituirse como cuerpos de saberes sólidos y duraderos
(por ejemplo, la frenología, el higienismo y la eugenesia) constituye un contrafactual interesante
que solo puede explicarse en el marco de una interpretación que tome debida cuenta de los facto-
res internistas del desarrollo científico. Así, el eugenismo no solo fracasó por un conjunto de
factores éticos, políticos y culturales, sino también porque las teorías de base en las que se apoyaba
eran en su gran mayoría falsas y, de tal suerte, pudieron ser oportunamente refutadas.
28 HERNÁN OTERO
10
En tal sentido, si bien puede otorgarse algo de crédito al criterio de “verdad como conveniencia”
propuesto por algunos teóricos de la estadística (por ejemplo, Besson, 1992: 56, a instancias del
neoconstructivismo) resulta evidente que el grado de conveniencia de una reconstrucción estadís-
tica no puede ser evaluado sin recurrir a alguna noción de verdad o falsedad, vale decir en términos
de correspondencia entre el objeto construido y la realidad que busca medir.
Estadística y Nación 29
11
.Esa es la tónica general de algunas obras recientes de historia de la ciencia como las de Asúa
(1993), Weinmberg (1998) y Montserrat (2000). Curiosamente, el sesgo hacia el análisis de las
ciencias físico-naturales (la física, la matemática, la paleontología, etc.) o hacia ciencias caracteri-
zadas por su alto impacto social (la medicina, la psiquiatría y el derecho, por ejemplo), no aparece
en la obra “clásica” de José Babini que, entre muchos otros méritos, tiene los de otorgar un impor-
tante rol al pensamiento social y de atisbar correctamente la importancia de las instituciones y las
obras de estadística (Babini, 1986: 189). Desde luego, ese vacío historiográfico no se encuentra en
la “blanda pura” por definición, la ciencia histórica, cuya abundante (y por qué no decirlo, en
ocasiones excesiva) autorreflexión sobre sus orígenes y estilos de producción forma parte constitu-
tiva de su propio saber disciplinar.
12
Un ejemplo clásico a este respecto es el darwinismo social, habitualmente visto como un traspaso
de las ciencias naturales a las ciencias sociales. Aunque acertada, esta interpretación suele pasar
por alto el origen social de algunas de la concepciones de Darwin, en particular la de lucha por la
vida, de clara inspiración malthusiana.
Estadística y Nación 31
de tal suerte los personajes menos llamativos ante una primera mirada.13 No
cabe duda de que figuras como Alberdi, Sarmiento, Mitre, Ingenieros, Ramos
Mejía, Juan Agustín García, Ernesto Quesada, Joaquín V. González, Agustín
Álvarez, Carlos Octavio Bunge, por citar solo algunos nombres, constituyen
referencias ineludibles de cualquier historia del pensamiento social argentino.
Sin embargo, junto a esos grandes nombres, el desarrollo de las ciencias sociales
argentinas fue posible gracias a una comunidad mayor de científicos y pensado-
res, cuyas obras dieron carnadura y consistencia a la emergencia progresiva de
una ciencia social en nuestro país, mucho antes de la aparición de la sociología
académica en la primera mitad del siglo XX. En ese terreno preparatorio, los
estadísticos aquí evocados –De la Fuente, Carrasco, Martínez, Latzina– contri-
buyeron a gestar una forma de pensamiento social positivo, apoyada en la medi-
ción y en la verificación de regularidades empíricas, mucho antes de que tales
novedades hicieran su desembarco luminoso en las aulas universitarias.
El rol marginal (cuando no inexistente) de sus trayectorias y, sobre todo, de
sus obras y argumentaciones en las historias sobre el pensamiento social argen-
tino se explica, paradójicamente, por las mismas razones que posibilitaron su
emergencia y legitimación como funcionarios en un sector del Estado: figuras
aparentemente opacas y de carácter técnico, sus obras se vieron despojadas del
aura de luminosidad y polémica que rodeó a los pensadores de la prolífica y rica
tradición de pensamiento ensayístico y a los representantes de las disciplinas
más directamente ligadas con el control social (como la psiquiatría, la medicina
o el derecho). Anclados (principal, aunque no exclusivamente) en el aparato
estatal, sus itinerarios fueron poco abordados por una investigación académica
que, al menos en este plano, ha priorizado de modo autorreferencial el estudio
de los científicos provenientes del campo universitario. Portadores de un len-
guaje de fuerte contenido estadístico, sus censos se vieron dotados de esa
ambivalente cadencia de ser, al mismo tiempo, demasiado técnicos para los his-
toriadores de las ideas y demasiado sociológicos para los historiadores puros de
la estadística. Expertos, por fin, en el ejercicio de una “tecnología de la distan-
cia”, la disolución de su rol –eminentemente intelectual– detrás sus puestos de
administradores estatales y de su lenguaje matematizante, los condenó a un
segundo plano de sombras que contrastaba con la importancia que los censos,
13
Dos obras, una clásica y otra reciente, dan testimonio de ello: Poviña (1959) y González (2000).
32 HERNÁN OTERO
14
Véanse, por ejemplo, Indec (1983) y Mentz (1991).
Estadística y Nación 33
2. L OS OJOS DE LA N ACIÓN :
NATURALEZA Y PROBLEMAS DE LOS CENSOS DE POBLACIÓN
-El censo como fotografía.16 Esta analogía, que se basa en una concepción filosó-
fica de carácter realista ingenua, considera la producción estadística como una
reproducción de la realidad y parte del supuesto de que la imagen obtenida (la
foto en un caso, el cuadro estadístico en otro) es real pero efímera, vale decir que
remite al nivel de la sincronía, de lo instantáneo o, en lenguaje demográfico, de lo
15
Va de suyo que solo analizaremos los censos en tanto fuentes en segundo grado y que no entrare-
mos en los problemas inherentes a su uso como fuente en primer grado (confiabilidad, cobertura,
etc.), muy importantes cuanto menos hasta el IV Censo Nacional de 1947. Para ejemplos típicos
del análisis en primer grado, véanse Hollingsworth (1983) y Morgenstein (1972).
16
La asociación de los censos con la fotografía era ya común en la época del II Censo Nacional (cfr.
1895: I: X). Aparece, asimismo, en el heterodoxo texto de Gabriel de Tarde (1979 [1895]: 122).
Estadística y Nación 35
Para un ejemplo de un autor “clásico”, véase Laslett (1972: 854), modelo arquetípico de interpre-
tación macroestructural de base censal, cuando al referirse a la comparación entre listas nomina-
tivas afirma: “tales series no son sin embargo más que una colección de fotografías, no son repor-
tajes animados”. La crítica no se dirige, desde luego, al uso metafórico de la analogía sino a su
repetición no reflexiva que genera una interpretación epistemológicamente falsa del problema.
17
Esta tensión entre los objetivos de garantizar la comparabilidad de las series y de adecuar las
nomenclaturas a los cambios ocurridos en la sociedad aparece ejemplificada en el debate entre
Torrado (1993, a) y Elizalde (1993), respectivamente, a propósito del Clasificador Nacional de
Ocupaciones introducido por el Indec en el censo de 1991.
36 HERNÁN OTERO
-El censo como discurso. Según esta forma de ver el problema, el análisis esta-
dístico constituye un discurso, una construcción intelectual sobre el funciona-
miento de lo social que produce textos18 y que se basa, igual que el resto de los
discursos científicos, en principios de selección y de modelización. De ello se
desprende que las categorías utilizadas y los cuadros estadísticos que las contie-
nen no son instrumentos externos al discurso sobre la población, juzgables solo
en términos de la “objetividad” clásica, sino elementos constitutivos esenciales,
hecho que desde luego no supone necesariamente falsedad ya que los datos
obtenidos son externos al modelo elaborado y por tanto pueden refutar o con-
firmar las hipótesis que lo componen. En síntesis, mientras en la fotografía hay
todavía una influencia central del objeto que puede agrandarse, achicarse o de-
formarse, en el discurso estadístico son los objetos mismos y no solo las relacio-
nes entre ellos los que dependen de la teoría del investigador, como lo demues-
tran las conocidas críticas al postulado empirista tradicional. En términos
neokantianos, podría decirse que la foto es ideográfica mientras que el censo es
por fuerza nomotético, orientado por reglas teóricas de alcance o aspiración
general.
Por las razones evocadas, resulta necesario “renunciar a la concepción de las
estadísticas como medida (fotografía) y admitir que estamos frente de una ob-
servación (modelización)”. Si esto es así, resulta pertinente concluir que la acep-
ción fotográfica tradicional confunde objetivación con objetividad, ya que mien-
tras la primera designa “la acción de abstraerse de los individuos y de sus
particularidades”, la segunda “denota la exactitud de la representación, la co-
rrespondencia de la imagen con la realidad” (Besson, 1992: 27, 42).19 Este cam-
bio de perspectiva permite comprender, por un lado, el conocido hecho de que
las estadísticas son imágenes de síntesis que no representan situaciones indivi-
duales sino abstracciones de dichas situaciones y, por otro, contribuye a relativizar
cualquier distinción tajante entre medida e interpretación, ya que toda medida
18
Un todo significativo que cumple con los criterios de la textualidad: cohesión, coherencia,
intencionalidad, aceptabilidad, informatividad, situacionalidad e intertextualidad. Por las razones
apuntadas, la lectura de los cuadros estadísticos como textos obedece exclusivamente a un princi-
pio metodológico, y no necesariamente ontológico.
19
Los ejemplos más claros de la construcción estadística como un proceso de modelización progre-
siva (muy ligado al proceso histórico de reconocimiento y ampliación de los derechos del ciudada-
no) son probablemente las categorías de “desempleados” y de “pobres”.
Estadística y Nación 37
20
El concepto de paradigma se utiliza aquí en un sentido análogo al propuesto por Armatte (1991)
para referirse a la unidad conceptual que subyace a los manuales de estadística decimonónicos, y
tiene, por lo tanto, un alcance teórico mucho más limitado que el propuesto por Kuhn para las
ciencias físico-naturales.
Estadística y Nación 39
21
Nos inspiramos aquí en los modelos de racionalidad propuestos por Allison (1988).
22
La tensión entre las estrategias sociológicas y modelizantes y las de tipo más propiamente histórico
se halla presente también en el debate europeo, como lo ilustran las obras de Desrosières (1993) y
Brian (1994), respectivamente.
40 HERNÁN OTERO
23
Como sostuvo el estadígrafo J. Good (1988: 406, citado por Hacking, 1995: 26), “la verdadera
historia de la probabilidad o de la ciencia en general nunca podrá escribirse porque mucha parte
de ella depende de la comunicación oral no registrada y además porque los autores con frecuencia
no citan sus fuentes”, afirmación que también es válida para los estadísticos argentinos.
Estadística y Nación 41
respuestas, margen de libertad y voluntad para responderlas, etc.); las tareas inter-
medias realizadas por el codificador (codificación, limpieza y homogeneización
de las series); la elaboración de las nomenclaturas; la selección de cruces y la ela-
boración de los cuadros; el análisis e interpretación de la información y, por últi-
mo, la difusión de los resultados. Aunque estos eslabones responden en grados
variables a criterios técnicos, dependientes a su vez de la propia evolución histó-
rica y del nivel de perfeccionamiento alcanzado por el aparato estadístico, muy
pocas de tales operaciones pueden ser realizadas de manera automática, lo que da
lugar a significativos márgenes de acción y decisión. Y es precisamente en el aná-
lisis de las opciones y de los márgenes de acción en que ellas se contextualizan
donde pueden hallarse importantes pistas de estudio.
Para mayor claridad, tomaremos como base analítica una exposición simplifi-
cada del concepto de cadena estadística, reteniendo cinco eslabones principales:
24
El concepto de cadena estadística guarda una clara analogía con la cadena de producción indus-
trial; con ella comparte el “carácter fragmentario y estandarizado de un gran número de agentes,
con una parte más o menos grande de automatización, producto de objetos substituibles entre sí y
que responden a normas preestablecidas” (Merllié, 1989: 154-155).
25
La nomenclatura constituye un principio de localización, una suerte de “mapa del espacio social”,
que debe responder adecuadamente a los criterios inherentes a toda clasificación.
26
Cualquier matriz más o menos desarrollada puede producir un número muy elevado de cuadros (a
título de ejemplo: 25 variables, tomadas 4 a 4, producirían 300.000 cuadros), razón por la cual el trabajo
estadístico debe proceder invariablemente a una operación de reducción del número de tabulados,
reducción que –huelga decirlo– se halla comandada por las hipótesis que se consideren pertinentes.
27
Para un análisis profundo del inevitable proceso de sobresemantización que implica la interpreta-
ción del cuadro estadístico, véase Passeron (1982).
42 HERNÁN OTERO
28
La movilidad social es un ejemplo típico del efecto de intervalo: cuantos más grupos o intervalos
(según ocupación, ingreso, etc.) se definan para medir el proceso en una sociedad dada, mayor será
–ceteris paribus– la movilidad social obtenida, aspecto técnico que puede parecer banal, pero que
explica la inconfesada y obstinada predilección de los funcionalistas por aumentar el número de
intervalos y de los marxistas por reducirlo.
29
Sobre la estructura tripartita o cuatripartita de la matriz de datos y sobre su grado de universalidad
y aplicabilidad en las investigaciones no cuantitativas resulta de gran interés el reciente debate
entre Baranger (1994) y Samaja (1994).
30
La distinción entre formas endógenas y exógenas del discurso y los conceptos de uso y función se
inspiran parcialmente en Foucault (1970), si bien nuestras acepciones no remiten a los mismos
procedimientos y preocupaciones del autor. La otra fuente de inspiración de este libro es el trabajo
de J. Goody (1977) sobre la antropología comparada de los procesos de conocimiento. Dado que
Goody analiza la “domesticación del pensamiento salvaje” a partir de los efectos que tiene la
transposición de un sistema mental (el lenguaje oral) a otro (el lenguaje gráfico), y que nosotros
indagamos cómo los sistemas mentales (teorías científicas, conceptos, etc.) afectan los procesos de
medición en un período histórico claramente diferente del suyo, su obra constituye, ante todo, un
modelo inspirador pero no homológico.
Estadística y Nación 43
31
Este proceso de disolución progresiva del estadístico frente a su creación ya había comenzado en
parte durante la segunda mitad del siglo XIX, como lo reconoce Carrasco al afirmar: “es hoy casi de
regla presentar las cifras tales cuales resultan de los hechos investigados, y reducir los comentarios
a su menor expresión; es pues lo que hacemos, dejando al observador ilustrado que los realice
como mejor lo exijan el objeto o fin de sus estudios” (1895: I: XIX). Años más tarde, Alberto
Martínez, más consciente de la falsa neutralidad de su predecesor, afirmaba: “considero que mi
función no es de ninguna manera mecánica; ella no se reduce a presentar cifras mudas y frías,
destituidas de todo comentario” (1914: I: 229). Más allá de las pretensiones de Carrasco, la im-
pronta de los estadísticos decimonónicos permanecerá como una marca distintiva en relación con
la estadística impersonal de épocas posteriores, como lo prueba de modo palmario la despojada –
y algo anodina– introducción del IV Censo Nacional de 1947.
44 HERNÁN OTERO
32
Nos referimos aquí a un tipo especial de lenguaje visual, el de la gráfica. El lenguaje gráfico
representa relaciones entre cosas, identificadas indiscutiblemente por todos los observadores (el
signo es monosémico) y sigue reglas de transcripción no libres. En el lenguaje figurativo, por el
contrario, la identificación y la creación de la imagen son discutibles (el signo es polisémico) y no
obedece a reglas determinadas (Bertin, 1974).
Estadística y Nación 45
global. Solamente después de conocer el todo, el ojo busca el detalle y las imáge-
nes elementales” (Bonin, 1973: 18-19). Es precisamente en función de estas ca-
racterísticas distintivas que pueden explicarse las diferencias de perfomance de
ambos lenguajes: mientras que en un mismo instante perceptivo, en el sistema
lineal, es posible escuchar un solo sonido o leer una sola sílaba, en un sistema
espacial o gráfico resulta factible ver instantáneamente la imagen en su totalidad.
Por otra parte, en función de la menor variabilidad y de la mayor simplicidad de
sus elementos constitutivos, el lenguaje gráfico es más universal y se halla menos
limitado por las diferencias culturales de las personas. Por último, ambos lengua-
jes se rigen por reglas gramaticales también diferentes (Bertin, 1974). Las obras
de estadística incluyen numerosos elementos visuales, en particular los gráficos,
los mapas y, a partir de 1895, fotos, que pueden ser leídos y analizados
discursivamente en tanto lenguajes, sobre la base de la idea de que constituyen
argumentos e interpretaciones en sí mismos, y no simples ilustraciones.
El lenguaje matricial, base no solo de la demografía sino de toda construcción
cuantitativa, se caracteriza por su recurrencia al uso de la matriz de datos. Aho-
ra bien, ¿cómo ubicar la matriz y el cuadro estadístico en tanto lenguajes? Al
igual que los gráficos, las matrices y los cuadros constituyen una memoria arti-
ficial poderosa capaz de almacenar enorme cantidad de datos y susceptibles de
una lectura en varias direcciones: horizontal (filas), vertical (columnas) o inclu-
sive diagonal (cuadros de doble entrada sobre movilidad social o sobre endogamia,
por ejemplo). Sin embargo, esta lectura, al igual que la lectura de textos, es
forzosamente lineal, ya que la percepción espacial globalizante propia de la lec-
tura gráfica resulta imposible. Carácter atípico,33 entonces, del lenguaje matricial
que articula linealidad (y por tanto percepción que requiere un cierto intervalo)
pero en muy diferentes direcciones, que permite un comienzo de lectura en
cualquier punto del cuadro: la lectura de las celdas, a diferencia de la de las
sílabas o palabras del texto, puede realizarse en cualquier orden o focalizarse en
un punto del cuadro con solo hacer referencia a los títulos de filas y columnas.
Afirmar la importancia del cuadro estadístico en la construcción censal es,
desde luego, una desproporcionada obviedad. Menos evidente resulta afirmar
33
Independientemente de hábitos educativos negativos (ausencia de conciencia estadística, deficien-
cias de formación en matemática aplicada, etc.), las dificultades perceptivas (y por ende, psicológi-
cas) del lenguaje matricial explican en buena medida los problemas que enfrentan los alumnos (y
también los investigadores) al analizar los cuadros y matrices.
46 HERNÁN OTERO
34
Estas dos ultimas tareas suponen un uso del método comparativo cercano a lo que Charles Tilly
(1991) caracteriza como comparación “globalizadora”, aquella en la que el caso nacional es visto
a partir de su ubicación como parte de un sistema global y explicado en función de sus “relacio-
nes” (más que por la simple constatación de similitudes y diferencias) con el sistema tomado
como un todo.
35
Se ha recurrido a análisis de contenido de tipo sustantivo centrados en el “qué” y en las informacio-
nes explícitas del corpus a partir de unidades de análisis progresivamente amplificadas (palabras,
temas, ítem o totalidad de la comunicación), y no en el “cómo”, aspecto prioritario en los análisis
formales (estilos de presentación, espacio destinado, etc.). También se recurrió a análisis temáticos
de evaluación que se concentran en los juicios formulados por los autores, teniendo en cuenta su
48 HERNÁN OTERO
dirección (juicios positivos o negativos sobre cada tema) e intensidad, y, sobre todo, análisis de
contenido estructurales que buscan alcanzar los aspectos subyacentes e implícitos de los mensajes,
en particular los análisis de co-ocurrencia (tanto textuales como matriciales), que buscan examinar
las asociaciones entre temas en las secuencias de comunicación como indicadores de las estructu-
ras mentales e ideológicas, y los análisis estructurales propiamente dichos, cuya intención es poner
en evidencia los principios que organizan los elementos del discurso (Bardin, 1983).
Estadística y Nación 49
36
Mientras Goldstein utiliza el concepto de ideología en un sentido extremadamente general (“la
forma de ver el mundo” del sistema estadístico japonés), Gribaudi y Blum se concentran en los
efectos interpretativos producidos por las operaciones estadísticas, con especial referencia a las
nomenclaturas socio-profesionales (lógica de agregación que reifica entidades de dudosa existen-
cia en la realidad) y a los cuadros cruzados de movilidad socio-ocupacional (que muestran movi-
mientos macro-estructuales de población, dejando de lado movimientos más sutiles, pero percep-
tibles a partir de la reconstitución de redes sociales). Beaud y Prévost, por su parte, utilizan el
término para señalar el “paralelo” existente entre ciertos principios del sistema estadístico
(profesionalismo, nacionalismo, neutralidad, tecnicidad) y los principios generales de la “ideología
política canadiense” (1999: 88).
Estadística y Nación 51
Una vía de indagación importante para llevar a cabo esta tarea consiste en
preguntarse por el uso, real o potencial, de los resultados e interpretaciones de
los censos. El uso no constituye necesariamente, como podría parecer en pri-
mera instancia, una tarea “posterior” a la producción de los datos, sino que, en
muchos casos, puede remitir a una fase previa del proceso de construcción del
objeto estadístico: la determinación, tanto científica como política, de las áreas
de interés que se van a incluir en los censos y de los destinatarios del mensaje
estadístico. Desde luego, estos últimos no coinciden necesariamente con los
usuarios efectivos del sistema, lo cual plantea temas históricos fundamentales,
de difícil abordaje metodológico, de los que no nos ocuparemos aquí de manera
central, como el problema de la recepción, reinterpretación y usos de los datos por
parte del público en general, de individuos particulares, de otros grupos de es-
pecialistas (academias, sociedades científicas, etc.) y de actores sociales especí-
ficos participantes del debate político (partidos, sindicatos, prensa, etc.). Por
razones históricas vinculadas con las características del período en estudio, se
prioriza aquí el análisis de dos de los usos37 básicos de la estadística decimonónica:
el empleo de la producción estadística como elemento de propaganda de las
virtudes de la sociedad y del territorio argentinos en el contexto internacional y
su valorización como diagnóstico e insumo informacional para la elaboración
de políticas públicas.
La recurrencia a conceptos tales como ideología y discurso estadísticos, que
pudieran parecer excesivos, permite evitar el error de considerar como ideológi-
ca o discursiva solamente la fase de interpretación de los resultados y postular,
en cambio, que la entera cadena de la producción de datos (incluyendo las fases
técnicas) puede hallarse afectada por procedimientos ideológicos. Lo dicho no
supone una crítica a la exactitud de las aplicaciones matemáticas de la demogra-
fía (recuérdese la distinción entre objetividad y objetivación propuesta en pá-
rrafos anteriores), sino que busca restituir al discurso resultante su papel básica-
mente instrumental y desacralizar la división artificial (propia de las
comparaciones más ingenuas entre estrategias cuanti y cuali) entre fases pura-
mente técnicas y fases puramente interpretativas.
37
Existen muchas referencias (algunas literarias, pero igualmente esclarecedoras) a los usos no cien-
tíficos, o si se quiere culturales y psicológicos de la estadística en las sociedades actuales. Sobre el
particular, véanse Volle (1980), Journet (1992) y Alonso y Starr (1987).
52 HERNÁN OTERO
* * *
AL IGUAL QUE EN LA MÚSICA, los textos tienen –o deberían tener– una clave
que determina el valor de las notas en el pentagrama. Dado que quien esto
escribe no tiene la certeza de que la partitura final sea exactamente la misma
que suena en su cabeza, acaso no resulte del todo inconducente aclarar cuál es la
clave que inspiró la melodía. El análisis de obras científicas del pasado conlleva,
como ha sido dicho, una carga de anacronismo, no siempre fácil de evitar. En
tales casos, como sostiene sabiamente Desrosières (1985: 306), “si el relato his-
tórico puede dar la impresión de que se juzga fácilmente a posteriori, lo esencial
es que aquellos de los que se ha hablado estaban inventando preguntas y no
sabían adónde iban, y es esto lo que da ganas de contar sus historias”. Inventan-
do preguntas sin duda, pero también –como trata de mostrar este libro– propo-
niendo respuestas. El monumental trabajo realizado por los estadísticos argen-
tinos del siglo XIX –jaqueado por las vicisitudes de una arena política movediza
y preocupada, sempiternamente, por priorizar intereses sectoriales y partidarios
por encima del conocimiento general de la sociedad– no los catapultó, a dife-
rencia de generales golpistas y de aventureros de diverso cuño, a poseer una
calle con su nombre, como ocurriera por ejemplo con los estadísticos húngaros.
Más allá de la anécdota, esa comparación ilustra, tal vez mejor que ninguna
otra, el lugar de la ciencia en la Argentina y los avatares de la lenta gestación de
una cultura estadística, vale decir de una conciencia de que las cifras “son para
58 HERNÁN OTERO
las naciones, como la verificación útil y fecunda del conócete a ti mismo, que la
sabiduría griega había inscrito a la entrada del templo de Delfos” (1869: III,
cursiva en el original). Independientemente de sus simplificaciones, prejuicios y
equivocaciones científicas –comunes al “siglo de la fe y de la inocencia”, según la
feliz expresión de Knight (1986: 3)– los estadísticos liberales pusieron en fun-
cionamiento una formidable maquinaria de autopercepción de la sociedad y de
la nación, guiados por la convicción de que esa misma percepción constituía un
elemento esencial para la solución de los problemas que las aquejaban. Dejemos
de lado, por un momento, la discusión de si las soluciones políticas aplicadas
durante ese período fueron correctas o perjudiciales (o, más probablemente,
ambas cosas a la vez). Dado que, como lo afirma con justa razón Gregorio
Weinberg (1993: 154), una de las funciones de la historia de la ciencia es recu-
perar una tradición, se propone este libro también como un homenaje a ese
gigantesco esfuerzo de creación de espejos, a través de los cuales seguimos mi-
rando, ávidamente, una parte sustantiva del pasado argentino.