Otero, Hernán - Estadístirca y Nación. Una Historia Conceptual Del 1869-1914

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ESTADÍSTICA Y NACIÓN

U NA HISTORIA CONCEPTUAL
DEL PENSAMIENTO CENSAL
DE LA A RGENTINA MODERNA
1869-1914
HERNÁN OTERO

ESTADÍSTICA Y NACIÓN
Una historia conceptual del pensamiento
censal de la Argentina moderna
1869-1914
Diseño de tapa: R & S
Diseño de interior: Juan Carlos Ciccolella

© De esta edición, Prometeo libros, 2006.


Av. Corrientes 1916
(C1045AAO) Buenos Aires, Argentina.
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ISBN 10: 987-574-000-0


ISBN 13: 987-574-000-0

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Prohibida su reproducción total o parcial.
Derechos reservados.
En memoria de mi padre, Gregorio Otero Carbajales, quien, aun-
que no pudo acceder a la educación en la Galicia rural de los años
veinte, me contagió el amor por los libros. En memoria de mi ma-
dre, María Lucinda Cruz Gómez, quien me inculcó el sentido del
humor de los gallegos y el lado oscuro de la alegría. Para Miriam y
Amparo Isabel Lucinda, por sustraerme de las disquisiciones del
pasado y atarme al futuro.
Índice

Agradecimientos ................................................................................. 13

INTRODUCCIÓN. CRÍTICA DE LA RAZÓN ESTADÍSTICA ............................. 17


1. La historia de la estadística ............................................................. 19
1.1. Historiografía de un objeto polisémico .................................... 19
1.2. Estadística y sociedad: por una historia conceptual ................. 23
1.3. Estadística e historia de la ciencia: las claves de un olvido ....... 29
2. Los ojos de la Nación: naturaleza y problemas de los censos
de población .................................................................................... 33
2.1. Los censos: ¿reproducción fotográfica o discurso social? .......... 34
2.2. Cambio y estabilidad: una historia estructural de mediana
duración .................................................................................... 37
2.3. Cómo estudiar los censos: cadenas y lenguajes ......................... 40
Discontinuidad I: Cadena estadística ....................................... 40
Discontinuidad II: un discurso, múltiples lenguajes ................. 44
De lo explícito a lo implícito, de los números a las palabras .... 46
De la interpelación a la fascinación: el fantasma del
anacronismo ............................................................................. 48
Usos e ideología estadística ...................................................... 50

CODA:HOMENAJE ................................................................................. 57
8 HERNÁN OTERO

PRIMERA PARTE: GALERÍA DE ESPEJOS

CAPÍTULO 1: LA MATEMATIZACIÓN DEL MUNDO .................................................. 61


1. El afán de contar: de la noche de los tiempos al siglo XVII .................. 63
2. El avance de la razón estadística, siglos XVII-XVIII ............................... 66
2.1. La aritmética política inglesa: cálculo estadístico
y métodos indirectos .................................................................... 66
2.2. La Staatenkunde alemana:
descripción cualitativa y holismo .................................................. 72
2.3. El modelo francés: la victoria del censo ....................................... 74
3. El siglo XIX: la consolidación de un saber ............................................ 78
3.1. Estadística y sociedad ................................................................... 79
3.2. Estadística y administraciones estatales ....................................... 88
3.3. Estadística y nación .................................................................... 101
3.4. Estadística y demografía ............................................................ 105
3.5. La internacional silenciosa ......................................................... 111
4. Conclusiones ..................................................................................... 115

SEGUNDA PARTE: LA ESTADÍSTICA EN MOVIMIENTO

CAPÍTULO 2: EL GRAN SALTO HACIA ADELANTE ................................................. 121


1. El boom del crecimiento .................................................................... 122
2. Los tímidos inicios de la transición demográfica .............................. 124
3. La inmigración internacional: el big bang demográfico
de la Argentina moderna .................................................................. 133
3.1. La transformación de las estructuras de población..................... 135
3.2. Nupcialidad y estado civil en un mercado
matrimonial desequilibrado ........................................................ 142
4. Migraciones internas y urbanización ................................................. 149
5. Una estructura social progresivamente plural .................................... 154
6. Dos Argentinas: regulación demográfica y diversidades regionales ........ 158
7. Conclusiones: las bases materiales del optimismo ............................. 167
Estadística y Nación 9

CAPÍTULO 3: LA ESTADÍSTICA ARGENTINA EN EL LARGO PLAZO (I).


DEL CONTROL COLONIAL A LA EDAD DEL ENTUSIASMO ....................................... 171
1. La estadística colonial: una grilla estamental y policromática ........... 173
2. De la Revolución a Caseros, 1810-1852 ........................................... 175
3. La estadística bifronte: Buenos Aires
y la Confederación, 1852-1862 ........................................................... 177
4. La lenta gestación del sistema estadístico nacional, 1864-1894 ........ 181
4.1. El gran debut: 1869, un censo para la Nación argentina ............ 184
4.2. 1880: el fin de la primera generación de estadísticos ................. 190
5. La consolidación de la estadística conservadora, 1894-1916 ............ 191
5.1. Los nuevos cuadros tecnoburocráticos ....................................... 193
5.2. El punto de giro: el Segundo Censo
de la República Argentina de 1895 ............................................. 196
5.3. La consagración de la primavera:
el Tercer Censo Nacional de 1914 .............................................. 199
6. Conclusiones: la edad del entusiasmo, 1869-1914
(una periodización entre otras) ......................................................... 204
6.1. Funciones nuevas para un arte antiguo:
acción pública y propaganda ....................................................... 207
6.2. Redes invisibles: los estadísticos argentinos
en la mundialización de las cifras ................................................ 212
6.3. La continuidad de los censistas durante la estadística de autor .... 216

CAPÍTULO 4: LA ESTADÍSTICA ARGENTINA EN EL LARGO PLAZO (II).


DEL OPTIMISMO AL PESIMISMO .......................................................................... 219
1. Censos y representación parlamentaria:
el bloqueo político del interior .......................................................... 220
2. El intervencionismo estatal y la estadística:
de los hombres a las cosas ................................................................. 221
3. De la tercera generación de estadísticos al anonimato ...................... 223
4. El fin del optimismo: del individualismo liberal
a la recuperación de la familia ........................................................... 230
5. La larga marcha hacia la centralización estadística ........................... 240
6. El progresivo alineamiento con la estadística internacional .............. 241
7. Conclusiones ..................................................................................... 243
10 HERNÁN OTERO

TERCERA PARTE: LA HISTORIA EN REPOSO

CAPÍTULO 5: DEMOGRAFÍA POLÍTICA E IDEOLOGÍA ESTADÍSTICA ........................ 249


1. El mundo del trabajo ........................................................................ 252
1.1. Los períodos lógicos de la vida................................................... 259
1.2. Género y percepción censal: la victoria de la teoría ................... 262
1.3. Trabajo e higiene política ........................................................... 269
2. Instrucción y ética intelectualista ...................................................... 274
2.1. La espada de Damocles del régimen democrático ..................... 275
2.2. Las tinieblas del espíritu y la génesis del delito .......................... 278
3. Una patria de propietarios................................................................. 283
3.1. La ficción de la propiedad media ............................................... 288
3.2. Los más sólidos vínculos ............................................................ 290
4. Conclusiones ..................................................................................... 295

CAPÍTULO 6: ESPACIOS, CIUDADES Y MIGRANTES ................................................ 299


1. Segmentar y medir ............................................................................ 300
1.1. Una cuadrícula para el desierto argentino:
urbanización o barbarie ..................................................................... 300
1.2. Migraciones internas: la visión angular ...................................... 311
2. Medir y explicar ................................................................................ 314
2.1. Hombres ávidos de bienestar: individualismo censal
y utilitarismo liberal .................................................................... 314
2.2. Un modelo de equilibrio general ................................................ 320
3. Conclusiones ..................................................................................... 329

CAPÍTULO 7: LA NACIÓN EN NÚMEROS .............................................................. 333


1. Una alternativa que evitar: la etnización norteamericana .................. 337
2. El enemigo más débil ........................................................................ 341
3. Una hermosa raza blanca .................................................................. 351
4. Mezcla racial y evolucionismo cultural ............................................. 359
4.1. Relojes que adelantan ................................................................. 362
4.2. Una mirada desde el siglo siguiente:
¿El igualitarismo como exclusión? .............................................. 366
5. El primer elemento de progreso ....................................................... 369
Estadística y Nación 11

5.1. Lógica binaria: argentinos y extranjeros ..................................... 371


5.2. Autoidentificación, legalismo y crisol ......................................... 373
6. Conclusiones ..................................................................................... 377

CUARTA PARTE: DENTRO DEL CUADRO

CAPÍTULO 8: LA ESTRUCTURA AUSENTE ............................................................. 385


1. Un cuadro de cuadros ........................................................................ 385
2. La imposible demografía diferencial ................................................. 387
2.1. La mortalidad y el paradigma censal.......................................... 387
2.2. Fecundidad y diferencias ............................................................ 401
2.3. Bases sólidas y datos móviles ...................................................... 408
3. Variables sociales y nacionalidad ausentes ......................................... 412
4. Conclusiones ..................................................................................... 417

CAPÍTULO 9: LEGALIDAD JURÍDICA Y LEGALIDAD ESTADÍSTICA ........................... 421


1. Observación demográfica y legalidad jurídica: la población
como el deber ser del Estado ............................................................ 422
1.1. Variables de estado y comportamientos demográficos ............... 423
1.2. Ley y sociedad: trabajo, nación y propiedad ............................... 429
2. El mundo como regularidad: la ley de los grandes números y el azar .... 430
2.1. Determinismo causal, fatalismo estadístico y libre albedrío ....... 439
2.2. La estadística, fase superior de la política científica ................... 449
3. Conclusiones ..................................................................................... 457

CAPÍTULO 10: SUEÑOS CIFRADOS.


UNA ARQUEOLOGÍA DE LAS PROYECCIONES DE POBLACIÓN ................................. 459
1. Un fantasma marginal recorre el censo ............................................. 464
2. Densidad y crecimiento demográfico ................................................ 469
3. Pesimismo y optimismo de las desviaciones ...................................... 475
4. Conclusiones: el futuro es hoy ........................................................... 482

Índice de cuadros y gráficos .................................................................. 485


Fuentes .................................................................................................. 487
Bibliografía ............................................................................................ 497
Agradecimientos

ESTE LIBRO EMPEZÓ A ESCRIBIRSE mucho antes de que yo lo supiera y de que


Alfredo Lattes, en un lejano mediodía que tal vez no debe recordar, me sugirie-
ra la idea de trabajar sobre los censistas argentinos en tanto grupo de intelectua-
les. Iniciada formalmente en 1994 como proyecto de investigación del Conicet,
la indagación atravesó momentos de alza y de baja, en consonancia con la evo-
lución de otros proyectos y obligaciones y de la vida misma que, como se sabe,
suele filtrarse en todas partes. En estos once años muchas han sido las personas
que contribuyeron con sus amables críticas y comentarios, suministrándome
materiales, referencias y –elemento sin duda decisivo– dosis suplementarias de
entusiasmo. Entre los amigos y colegas que leyeron o escucharon versiones pre-
vias de algunos de los capítulos aquí reunidos, deseo expresar mi agradecimien-
to por sus comentarios a María Elba Argeri, Anahí Ballent, Mónica Bjerg, Alain
Blum, Lila Caimari, Fernando Devoto, Giovanni Favero, Raquel Gil Montero,
Hernán González Bollo, Adrián Gorelik, Maurizio Gribaudi, Hervé Le Bras,
Giovanni Levi, Gladys Massé, Eduardo Míguez, José Luis Moreno, Ricardo
Salvatore, Nicolás Sánchez Albornoz, Susana Torrado, Catalina Wainerman y
Eduardo Zimmerman. Con Jean Pierre Beaud, Eric Brian y Paul-André Rosental
pude discutir algunos temas que me permitieron ampliar los interrogantes ini-
ciales.
Varios encuentros organizados por el Instituto de Estudios Históricos y So-
ciales ( Jornadas “Ciencia, Estado y sociedad. Bases científicas de las políticas
públicas en la Argentina. Siglos XIX-XX”, IEHS, 1-2 de julio de 1999; “Pensar lo
social: representaciones, grupos, configuraciones. Siglos XIX y XX”, IEHS, École
14 HERNÁN OTERO

des Hautes Études en Sciences Sociales, Tandil, 28-29 de septiembre de 2000)


y por la Universidad Nacional de Quilmes ( Jornadas “Perspectivas históricas
sobre el Estado argentino”, Programa de Historia de las Relaciones entre Esta-
do, Economía y Sociedad en la Argentina, Unqui, 26-27 de junio de 2003) me
permitieron enriquecer aspectos nodales de la relación entre ciencia y Estado
durante el siglo XIX, gracias a los aportes y discusiones de los participantes allí
reunidos. Lo mismo ocurrió con las dos sesiones consagradas al tema “La infor-
mación estadística y cartográfica en la construcción de los Estados y los merca-
dos, siglos XVIII-XX” (“VIII Jornadas Interescuelas y Departamentos de Histo-
ria”, Salta, 19-22 de septiembre de 2001; “XIII Economic History Congress of
the International Economic History Association”, Universidad de San Andrés,
Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 22-26 de julio de 2002)
cocoordinadas junto a Juan Pan Montojo y Juan Pro Ruiz de la Universidad
Autónoma de Madrid.
El trabajo fue financiado a lo largo de estos años por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet); por un subsidio de la Funda-
ción Vitae, Programa de Cooperación Científica de Brasil, Chile y Argentina,
al proyecto “Población, género y raza en América Latina”, dirigido por Eni de
Mesquita Samara (1995-1996); por un subsidio de la Agencia Nacional de Pro-
moción Científica y Tecnológica al proyecto “Sociedad y economía en la Ar-
gentina aluvional”, dirigido por Eduardo Míguez (1999-2001), y por un subsi-
dio de Inicio de Carrera de la Fundación Antorchas al proyecto “Sistemas
sociodemográficos regionales 1869-1991. Comportamientos de población y
percepción estadística”, bajo mi dirección (1999-2001). En el marco de este
último, fue realizada una estadía científica posdoctoral en el Laboratoire de
Démographie Historique (École des Hautes Études en Sciences Sociales, Pa-
rís), a cuyo director, Hervé Le Bras, deseo expresar aquí mi agradecimiento por
su cálida recepción y por su apoyo científico. En igual sentido, va mi profundo
agradecimiento a François Weil, director del Centre d’Études Nord-Américaines
(École des Hautes Études en Sciences Sociales, París), por permitirme distraer
parte del tiempo de otros proyectos para el relevamiento bibliográfico y heurístico
de esta investigación y por su reiterada y excelente hospitalidad.
Por último, dos reconocimientos muy especiales. A Juan Carlos Garavaglia
por invitarme a participar en la colección de la Editorial Prometeo e incitarme
a escribir un libro que reuniera mis investigaciones anteriores, tarea que me
Estadística y Nación 15

permitió sustraerme sin culpa de la consabida presión productivista por la pu-


blicación de artículos en revistas con referato; y a Hernán González Bollo, com-
pañero de ruta en el campo de la historia de la estadística, sin cuya generosidad
para compartir conmigo su vasta producción no hubieran sido posibles los ca-
pítulos 3 y 4.
Como suele decirse –aunque existan sobradas razones historiográficas para
pensar exactamente lo contrario– los errores existentes son patrimonio exclusivo
del autor.
Introducción
Crítica de la razón estadística

Los cuadros de cifras tienen necesidad de leyendas, en los


múltiples sentidos del término. La estadística inteligente
es una escuela de subjetividad, no una colección de certi-
dumbres. Yo arriesgaría que es un arte.
GÉRARD KLEIN (1992: 221)

DESDE LOS CÁLCULOS DE HERÓDOTO sobre el número de personas que cons-


truyeron la Gran Pirámide hasta la moderna new economic history y los modelos
de simulación, el hombre ha tenido necesidad de contar y de traducir a números
una parte importante, y progresivamente creciente, de sus observaciones. La
larga marcha que va de los conteos primitivos al carácter omnipresente y natu-
ralizado de los números en la sociedad actual tiene una historia compleja,
entrecruzada por los diferentes sentidos que encierra la palabra “estadística”:
descripción omnívora y cualitativa de los estados en su versión original; el voca-
blo “estadística” remite tanto a la rama de la matemática que estudia las reglas
básicas de la descripción mediante el uso de números y el vasto mundo de la
inferencia y el cálculo de probabilidades, como a los productos emergentes de la
acción de contar, cuyos orígenes –a diferencia de la acepción anterior– se re-
montan al oscuro fondo de la historia a través de un casi infinito conjunto de
agentes sociales. La estadística en singular (disciplina) y las estadísticas en plu-
ral (productos cifrados de aspectos del mundo) se entrecruzan definiendo así
una trama abigarrada de múltiples connotaciones y significados.
El historiador y el cientista social han asistido a ese doble proceso de
matematización creciente con actitudes que van desde el entusiasmo (en oca-
siones irreflexivo), hasta el rechazo visceral y oscurantista de las posibilidades
abiertas por el lenguaje estadístico; actitudes que, como es bien sabido, jalonan
como puntos extremos la evolución de las disciplinas sociales de los dos últimos
siglos a través de la falaz oposición entre perspectivas cuantitativas y cualitati-
vas. Sin embargo, independientemente del papel otorgado a la cuantificación
18 HERNÁN OTERO

en el relato histórico, las estadísticas en tanto productos cifrados de aspectos del


mundo han merecido desde siempre la atención de todos aquellos que se aboca-
ron al estudio del pasado. Fuentes naturales de la labor histórica, las estadísticas
han preocupado siempre por su grado de verdad (¿murieron realmente miles de
soldados persas durante la heroica defensa espartana de las Termópilas?, ¿cuál
fue el valor real de la caída demográfica de la población indígena tras el contac-
to con los españoles?, ¿cuál es la proporción actual de personas bajo la línea de
pobreza?), es decir por su capacidad para reflejar u ocultar mediante la precisión
del número los procesos sociales estudiados.
Esta preocupación habitual sobre la cobertura y la fiabilidad de las cifras se
ha visto redoblada en los últimos tiempos por la reflexión sobre la estadística y
sus producciones en tanto formadoras de concepciones del mundo. En clave
gnoseológica se considera que, tal como lo enseña la física cuántica, el instru-
mento de medida afecta la medición del objeto, de modo que los métodos y
técnicas estadísticas empleados para medir el mundo social influyen –
constitutivamente– en la creación de la imagen obtenida. Según sta esta última
perspectiva, las estadísticas en tanto productos no son solo insumos a los que el
historiador o el cientista social recurren para reconstruir aspectos de la sociedad
sino que constituyen, además, una imagen en sí misma de la sociedad, es decir
una representación discursiva y estructurada de acuerdo con reglas internas de
funcionamiento cargadas de sentidos que sobrepasan ampliamente los alcances
del número.
El presente libro, inscripto en esta última dirección, se orienta a una reflexión
histórica y, en menor medida, epistemológica de un corpus de fuentes funda-
mentales para la reconstrucción del pasado argentino: los censos nacionales de
población elaborados por el sistema estadístico de la Argentina moderna.1 La
reflexión histórica parte de la constatación ciertamente evidente de que los cen-
sos constituyen una vía de acceso fecunda para el estudio de aspectos clave del
pasado y para la historia de la cuantificación y de las ciencias sociales en nuestro
país. La epistemológica, por su parte, busca indagar los efectos que tales fuentes

1
Si se tiene en cuenta la tardía centralización del sistema estadístico argentino, el término “sistema”
puede resultar engañoso ya que supone una racionalidad única, totalizadora y coherente del Esta-
do, rasgos que no se corresponden con el período aquí analizado. Por tanto, utilizaremos dicha
expresión en un sentido puramente descriptivo, para designar al conjunto de instituciones y acti-
vidades públicas de elaboración de datos estadísticos.
Estadística y Nación 19

(importantes para amplios dominios de la historia social y, desde luego, esen-


ciales en el caso de la historia de la población y la demografía histórica) provo-
can en la construcción del conocimiento histórico y en las interpretaciones
historiográficas emergentes. La combinación de ambas reflexiones nos permi-
tirá evitar tanto el análisis estrictamente formalista, propio de la indagación
epistemológica pura, como el empirismo meramente factual, típico de muchas
formas de hacer historia de la población.
Dado que la historia de la estadística constituye una subdisciplina que ha
adquirido un importante desarrollo en los últimos años, resulta pertinente abordar
en primer lugar las principales formas de hacer historia de la estadística y los
métodos y conceptos que guiarán el análisis, tareas a la que se consagran preci-
samente las páginas de la presente introducción.

1. L A HISTORIA DE LA ESTADÍSTICA

1.1. Historiografía de un objeto polisémico

Existen diferentes modos de abordar la historia de la estadística de un país.


Estas maneras, que se distinguen por sus interpretaciones, sus objetivos, sus
supuestos y sus conceptos de base, remiten en principio a tres campos de inda-
gación,2 no necesariamente excluyentes, que para simplificar definiremos como
1) modelo de satisfacción de demanda; 2) modelo burocrático-institucional y 3)
modelo teórico-estadístico.
El primero de los modelos consiste en el estudio de las respuestas dadas por
el aparato estadístico a las demandas de información planteadas por la sociedad
y por el Estado a medida que la extensión de los dominios de intervención de
este y el desplazamiento de los ejes centrales del debate político y social hacen
aparecer nuevas lagunas y necesidades de aportes informacionales. Las histo-
rias de las estadísticas resultantes de esta vertiente tienden a abordar –en clave
de narración enumerativa cercana al catálogo– el entero conjunto de la produc-
ción estadística de un país, caracterizando de modo detallado la evolución de

2
Seguimos aquí, aunque modificada, la clasificación propuesta por Affichard (1987). Para un análi-
sis de las diversas corrientes y formas de escritura de la historia de la estadística, véase Brian
(1991) y Desrosières (2000).
20 HERNÁN OTERO

las producciones realizadas y sus áreas de interés, pero sin entrar –como sería
deseable– en el análisis conceptual de las obras mismas y en la lógica institucional
que preside su creación.
El segundo modelo toma como hilo conductor la historia de las instituciones
y, menos frecuentemente de lo que sería deseable, de los hombres que las com-
ponen, ordenada, por lo general, según la dinámica de conflictos y acuerdos
internos (personales, institucionales, científicos, políticos) entre las diferentes
instancias del sistema estadístico. Dicha dinámica puede ser interpretada a par-
tir de los clásicos desarrollos weberianos sobre el aparato burocrático o, más
modernamente, de la noción de campo desarrollada por Pierre Bourdieu. En
palabras de este autor, una disciplina científica puede ser definida “como un
campo de producción simbólica específica, vale decir como un sistema de rela-
ciones objetivas entre las posiciones adquiridas (en luchas anteriores). Es tam-
bién un lugar (espacio de juego) de una lucha de competencia que tiene por
enjeu científico el monopolio de la autoridad científica, inseparablemente defi-
nido como capacidad técnica y como poder social; o si se prefiere, el monopolio
de la competencia científica entendido en el sentido de capacidad de hablar y de
actuar legítimamente” (Bourdieu, 1976).
Otros elementos esenciales a la definición del campo del sociólogo francés son
la existencia de formas de ingreso y de consagración con predominio de caracte-
rísticas propiamente intelectuales; de un sistema específico de reglas y formas de
interacción (conflicto, cooperación, etc.), cuya lógica se impone a los agentes que
participan en él; de una repartición desigual de los capitales (económicos, cultura-
les, sociales o relacionales) que se intercambian en el campo, visto como un mer-
cado; y de formas políticas y culturales de legitimación de su actividad. La aplica-
ción del concepto de campo intelectual al grupo de estadísticos aquí analizados
presenta tanto ventajas como inconvenientes, que resulta necesario puntualizar.3
Entre estos últimos, el primero y más obvio radica en que su pertenencia al ámbi-
to estatal durante un período bastante considerable les confirió el monopolio to-

3
Dado que se trata de productores de bienes simbólicos y de “obras” esencialmente intelectuales, no
se ha considerado pertinente, para el caso y el momento histórico estudiados, la aplicación de
otros términos como el de “profesión”, utilizado por Mespoulet (2001) para caracterizar a los
estadísticos rusos. Si bien los estadísticos estatales decimonónicos comparten algunos rasgos bási-
cos de dicho concepto (como la realización de un mismo oficio, la especialización en ciertas tareas
o funciones, la existencia de criterios de selección y contratación basados en el grado de adquisi-
ción de un determinado know-how) no ocurre lo mismo con otros (como por ejemplo, el control
Estadística y Nación 21

tal de la producción y difusión editorial de las estadísticas públicas (rasgo, desde


luego, constitutivo de la estadística pública a diferencia de la privada), monopolio
que dificulta, en parte, la visualización de relaciones de competencia, coopera-
ción, etc., con otros agentes ubicados fuera del Estado. Por la misma razón, el
monopolio de la oferta de las estadísticas en tanto bienes simbólicos los hizo
mucho menos dependientes del público y de la crítica, aun cuando esos elementos
fueran, como luego se verá, ciertamente importantes. Los aspectos mencionados
remiten a un elemento esencial de la problemática del campo: su grado de auto-
nomía con respecto a la esfera política. Si bien su doble carácter de ciencia estatal
y de burocracia en formación podría sugerir en principio una total inexistencia de
autonomía, se considera aquí que cada sector de la burocracia estatal procesó de
modo diferente los debates existentes en la arena social y política.4 En el mismo
sentido, su rol de burocracia técnica, su dependencia de los criterios científicos
emanados de la estadística internacional y, como luego veremos, la racionalidad
conservadora (tanto organizacional como académica) de su quehacer, les confirió
una autonomía relativa de las decisiones gubernamentales (o, para decirlo en los
propios términos de Bourdieu, del campo político del que formaban parte), par-
ticularmente clara en el menos conflictivo espacio de las estadísticas socio-demo-
gráficas. Así, en el clásico debate entre los que consideran a los estadísticos como
meros “seguidores” de las definiciones sociales o gubernamentales y los que, por el
contrario, tienden a percibirlos como “creadores” de categorías que, a su turno,
tienen importantes efectos sobre la autopercepción de la sociedad, se adoptará
aquí una posición intermedia ya que, como se verá luego, ambas situaciones fue-
ron en efecto frecuentes.

de un sistema de formación específica y la existencia de asociaciones representativas). Otra con-


ceptualización útil es la de “comunidad científica”, propuesta por Horacio Capel (1994) y utiliza-
da para el caso argentino por González Bollo (1999 c: 24). A diferencia de este autor, que afirma:
“las estrategias de las comunidades de estadísticos pueden detectarse a través de la producción
‘científica’ de sus miembros e, inversamente, esta puede ser asimismo interpretada como resultado
de dichas estrategias y no como el producto lógico e inevitable del desarrollo científico”, se consi-
dera aquí que el desarrollo científico juega un rol de primer orden para entender la emergencia y
características de las estadísticas oficiales.
4
Se puede hipotetizar incluso que la impronta científica fue probablemente más fuerte en las fases
formativas de las burocracias estatales de carácter técnico-científico, vale decir cuando los científi-
cos “crean” los cargos en el contexto de nichos estatales vacíos. Por el contrario, cuando las repar-
ticiones cuentan con sólidas tradiciones administrativas y se hallan burocráticamente estructuradas,
la impronta del desembarco de científicos individuales podría ser menos influyente.
22 HERNÁN OTERO

Por otra parte, la emergencia de la disciplina estadística como ciencia estatal


a partir de la segunda mitad del siglo XIX dio lugar a un conjunto de estrategias
argumentativas que tendieron a priorizar las líneas de continuidad con las fuga-
ces experiencias estadísticas privadas y públicas de la primera mitad del siglo,
más que posicionarse como una ruptura conflictiva con aquel pasado. En tal
sentido, el período aquí analizado se presenta más como la emergencia progre-
siva de un campo científico peculiar que dio lugar a la producción de bienes
simbólicos en un contexto de marcado monopolio técnico e intelectual estatal
que como una arena conflictiva (tanto con los escasos contemporáneos del cam-
po como con sus antecesores), aspecto agonal que se hará más evidente a partir
de la primera década del siglo XX. Lo mismo ocurrió con las formas de ingreso
y de consagración con predominio de características propiamente intelectuales,
ya que estas requirieron para su implementación de un largo proceso de madu-
ración del sistema estadístico argentino. En suma, la virtual exclusividad de la
producción de estadísticas socio-demográficas en tanto bienes simbólicos que
hizo innecesaria la lucha por el monopolio, propia de campos más estructurados;
el carácter estatal de la empresa y la priorización de estrategias de vinculación
con un pasado que se recupera en clave de antecedentes legitimadores, dificul-
tan la percepción de aquellos aspectos conflictivos más ricos para el estudio de
los campos. Tanto por estas razones históricas como por los objetivos concep-
tuales a los que apunta el trabajo, el concepto de campo jugará aquí un carácter
más claramente descriptivo que explicativo en el sentido fuerte del término.
Por último, la tercera forma de hacer historia de la estadística –el modelo
teórico-estadístico– se centra en el estudio de los instrumentos de observación
y en la evolución de los métodos cuantitativos que permiten superar los límites
“técnicos” que periódicamente aparecen en el desarrollo de la disciplina. Los
análisis sobre la historia del cálculo y la teoría de la probabilidad, las técnicas de
correlación, el muestreo, los index numbers, entre muchos otros, testimonian de
modo ejemplar esta vertiente. En función de la mayor lentitud de los adelantos
científicos en esta materia, estos análisis presentan diferencias significativas con
los modelos anteriores: implican una perspectiva histórica de larga duración, se
asientan predominantemente en la evolución de los avances teóricos operados
en otras disciplinas (la matemática en todo momento, pero también la biometría
a finales del siglo XIX o la econometría durante la centuria siguiente) y determi-
nan, por lo general, una visión de la estadística más aislada de sus determinantes
Estadística y Nación 23

sociales y poco preocupada por los usos y debates posteriores en el campo de las
ciencias sociales. En un plano teórico más amplio, suelen llevar aparejada una
interpretación de sociología de la ciencia de corte básicamente internista y, como
tal, prestan particular atención a una lectura de la evolución científica basada en
la noción de progreso. Dado que los cambios en la teoría estadística se han
producido en los países centrales a lo largo de una historia plurisecular, esta vía
ofrece poco interés para el caso argentino, salvo en términos de la “recepción”
por parte del sistema estadístico nacional de los avances técnicos europeos y
americanos, historia que, como muchas otras, resta por escribirse.

1.2. Estadística y sociedad: por una historia conceptual

A pesar de su vocación exhaustiva, esta tríada temática deja de lado un as-


pecto de crucial importancia para el historiador: el estudio de las fuentes y de los
usos, tanto intelectuales como políticos, de las operaciones de producción estadística. Es
justamente esta vía la que, prioritaria pero no exclusivamente, seguiremos aquí.
La elección de esta perspectiva supone abordar de modo central algunas de las
dificultades básicas del estudio de la estadística, en particular las derivadas de
su origen heterocigótico, en tanto “posición de frontera entre el campo político-
administrativo del Estado y el campo científico” (Affichard, 1987: 10) o –como
sostiene más bellamente M. Armatte (1991: 162)– en sus relaciones “con lo
puro y con lo impuro, con la matemática y con la política, con los cálculos que
racionalizan el azar y con los que objetivan las necesidades contingentes del
vínculo social”. En tal sentido, las estadísticas públicas testimonian tanto el
estado de las disciplinas sociales de un país (la sociología, la demografía y la
economía centralmente) como las opciones políticas del Estado, gracias a una
lógica en la que este resulta determinante por la atribución de los medios mate-
riales (las operaciones censales son las encuestas sociales más caras que puede
realizar un país), por la definición de las prioridades y por la resolución de los
conflictos institucionales, mientras que el campo científico aporta el sustrato
teórico sobre los modos de medición y sobre las “representaciones formalizadas
del mundo social”. Más aún, la historia de estas disciplinas puede ser vista,
desde cierto ángulo, como la historia de sus contribuciones respectivas a dicha
“formalización” o, si se prefiere, a la puesta en escena de la sociedad. De modo
24 HERNÁN OTERO

evidente, la coexistencia de los lenguajes administrativo, político y sociológico


conlleva múltiples y no siempre armónicas relaciones, al tiempo que impide
cualquier análisis reduccionista basado exclusivamente en una sola de esas di-
mensiones.
Por igual razón, tampoco resulta satisfactoria una lectura lineal recostada
unilateralmente sobre los modelos internalistas o externalistas de historia de la
ciencia. El debate externalismo/internalismo, crítico en las ciencias naturales,
tiene menos importancia aquí ya que nuestra forma de abordar el tema supone
un rechazo hacia ambos modelos extremos. El presente trabajo se inscribe en lo
que Bunge (1993: 39 y ss) clasifica como externalismo moderado, posición que
no excluye la recurrencia a explicaciones internalistas cuando estas son conside-
radas apropiadas. Más claramente, el externalismo moderado supone reconocer
la diferencia existente entre el contenido de la ciencia (instrumentos de medida,
teorías, conceptos, etc.) y el contexto (social, intelectual, político, etc.) en el que
se inscriben los estadísticos del Estado en tanto productores de datos, pero sin
adherir, como en el externalismo radical, al principio de determinación absoluta
del segundo sobre el primero.5
La cuarta vía aquí privilegiada supone focalizar la atención en el análisis de los
conceptos y de las categorías retenidas por los estadísticos para llevar adelante el
proceso de medición, o –si se nos permite la metáfora– requiere sumergirse en el
interior mismo del cuadro estadístico. Dicho de otra manera, la nación, el desem-
pleo, las interpretaciones biológicas o climáticas, el crisol de razas, etc., por citar
algunos de los problemas abordados, anidan ante todo en los conceptos y en las
categorías aceptadas para su medición y no solo en los números emergentes de los
cuadros. De tal suerte, una auténtica historia de la estadística debe estar dispuesta

5
Para una exposición general del debate cfr. Bunge (1993). Un intento de “superación” del problema
en la historia de la estadística se desarrolla en Desrosières (1993: Introducción). Para este autor, el
objeto estadístico se inscribe en una red (social, intelectual e históricamente) densa de productores
y usuarios, que permite “tener las cosas” (“objetivación”) y estabilizar un lenguaje y una gramática
común. El concepto de “objetivación” permite, en su opinión, superar la clásica idea de “objetivi-
dad” y la contradicción planteada por el hecho de que los objetos “reflejan una realidad” y al
mismo tiempo dependen de “convenciones”. Según esta perspectiva, los objetos estadísticos son al
mismo tiempo construidos y reales (rasgo este que posibilita la toma de decisiones). Por tal razón,
la actividad estadística no se plantea solamente en términos de verdad o falsedad sino a partir de la
construcción de un espacio político de equivalencia y de codificación en el cual los objetos cons-
truidos son juzgables en términos de su grado de pertinencia.
Estadística y Nación 25

a recorrer los cuadros, los formularios y los tabulados estadísticos desde su interior
(vale decir, desde las concepciones teóricas hacia los resultados, pasando por las
definiciones operacionales), en vez de limitarse al análisis puramente externo de
las producciones y de las reparticiones que les dan origen, como proponen los dos
primeros modelos evocados en la sección anterior.
La perspectiva elegida permite no solo comprender más adecuadamente “lo
que dice un cuadro y lo que se dice de él”, según la expresiva frase de Passeron
(1982), sino también diferenciar adecuadamente a la matriz y al cuadro estadísti-
co de sus productores, evitando la trampa interpretativa de adjudicar
automáticamente a los productos estadísticos la ideología o las visiones generales
de sus hacedores. Por la misma vía, permite diferenciar su grado de verdad de los
eventuales contaminantes ideológicos que influyen en su producción. Es precisa-
mente en virtud de esa autonomía relativa que el cuadro estadístico, una vez pro-
ducido, escapa en cierto modo a los objetivos de su creador y permite su reutilización
por otros usuarios, que pueden incluso reinsertarlos en redes de usos muy alejadas
del universo teórico que les dio vida. Curiosamente, junto a otras formas de resis-
tencia a las estadísticas abordadas a lo largo del presente libro, existe cierta re-
nuencia en los historiadores de la estadística a proceder a un análisis endógeno de
las matrices y de los cuadros estadísticos, y a concentrarse casi exclusivamente en las
obras vistas como un todo único e interpretable automáticamente a partir de las
ideas de sus creadores. Por tal razón, nos interesan más los “ojos” o el prisma
interpretativo que subyace en la obra estadística que los productores en sí mis-
mos, asumiendo una vez más que tales prismas o representaciones no se identifi-
can de forma lineal con sus creadores como lo postula implícitamente la falacia
genética.6 Esta conocida falacia pone en evidencia otro de los peligros clásicos de
la historia de la ciencia: la deriva biográfica. Aunque necesaria como dato de
contexto, la reconstrucción biográfica de los estadísticos corre el riesgo de llevar la
indagación por los senderos de la anécdota y de la figura del “genio” individual,
dejando de lado las redes conceptuales, políticas y culturales en que se inscriben
los contenidos sustantivos de las obras.

6
Por citar solo un ejemplo: las estadísticas sobre la presencia de esclavos en los Estados Unidos
pueden ser consideradas como un reflejo más o menos fiel de esa realidad, independientemente de
las consideraciones racistas que primaron en su relevamiento. De modo análogo, existen múltiples
ejemplos de estadísticas inadecuadas a pesar de la buena voluntad de sus productores. Lo dicho
vale tanto para los datos como para las hipótesis. Sobre la falacia genética, véase Bunge (1993: 72).
26 HERNÁN OTERO

Siguiendo los prenotandos mencionados, el presente texto se enmarca en


una perspectiva de historia socio-cultural de las ideas estadísticas y demográfi-
cas y en una historia constructivista de la ciencia,7 orientadas ambas a explorar
tanto la dinámica de construcción de conceptos y modelos científicos, como el
contexto intelectual y empírico (la evolución concreta de la población argentina
durante el período, en este caso) en el que estos se insertan y a partir del cual
adquieren significados específicos. El adjetivo “constructivista” exige una acla-
ración suplementaria ya que remite esencialmente aquí al constructivismo
epistemológico (los elementos básicos de la ciencia –conceptos, hipótesis y teo-
rías– son construidos), y no al constructivismo ontológico (según el cual también
los hechos mismos serían construidos en su totalidad), propio de las interpreta-
ciones idealistas y de algunas versiones radicales de la filosofía posmoderna.
Fieles al realismo gnoseológico, se asume que fenómenos como las migraciones
o la pobreza existen (o para ser más exactos: existieron) independientemente de
los sujetos cognoscentes y que, contrariamente a las vertientes extremas del giro
lingüístico, no son solo construcciones puramente discursivas. La distinción
precedente puede ser planteada asimismo enfatizando que se considera el giro
lingüístico como un aporte importante en el plano metodológico (aunque cier-
tamente menos novedoso de lo que sugieren sus más entusiastas portavoces),
sin por ello adherir a las consecuencias filosóficas últimas que la hipertrofia de
tales métodos y teorías puede llevar, en ocasiones, implícitas.8
Los aportes básicos de la perspectiva constructivista de la ciencia, en líneas
generales glosas ulteriores al célebre trabajo de T. Kuhn (1971) [1962], consis-
ten como es sabido en el análisis de las disciplinas a partir de un conjunto de
temas, problemas y recaudos metodológicos. Entre estos se destacan el rol del
campo científico o de las comunidades de científicos (y ya no únicamente de los

7
Análisis constructivistas clásicos en el campo de las ciencias sociales se encuentran en Stepan
(1991) y en la obra de Pierre Bourdieu. Sin compartir todas sus premisas, la interpretación aquí
propuesta reconoce sus deudas con algunos de los recaudos propuestos por Bourdieu para estudiar
el campo científico, en particular su crítica a las percepciones sustancialistas (análisis de la obra en
su existencia separada, tributaria de la ideología romántica del genio creador) y mecanicistas (aná-
lisis de las obras a partir de los determinantes emergentes de la estructura social y de los orígenes
sociales de los autores).
8
En particular, la omnívora definición del concepto de “discurso”, que concluye por identificarlo con
la totalidad del lenguaje, con la cultura en general o el postulado metahistórico según el cual el
discurso crea la realidad.
Estadística y Nación 27

grandes nombres o de los genios creadores, propio de la tradición cartesiana);


las disputas entre científicos y grupos y el modo de resolverlas; el rol de las
instituciones científicas; la definición y los límites de las disciplinas en cada
momento histórico; los factores locales de la producción del conocimiento, en
particular los aspectos materiales (sobre todo, la obtención de fondos) y los
valores (políticos, religiosos, de género, etc.) de la cultura de referencia; la críti-
ca al anacronismo, y el rol de las audiencias de los productos científicos, entre
otros. Vista en conjunto, la historización de las formas de hacer ciencia pro-
puesta por el constructivismo explica de modo convincente la dificultad, cons-
tante en la estadística aplicada del largo siglo XIX, de producir conocimientos
acumulativos, universales y susceptibles de ser juzgados en términos de progre-
so, como lo proponían las “narrativas progresistas” prekuhnianas de historia de
la ciencia.
Aunque válida como llamados de atención contra las visiones linealmente
evolucionistas, la noción de progreso científico no puede ser alegremente des-
cartada en el campo de las teorías sociales, como proponen algunas versiones
radicales del programa fuerte del externalismo. Salvo que se considere que el
abandono progresivo de las teorías racistas, la evolución en la comprensión de los
factores influyentes en la fecundidad y la mortalidad, la distinción entre las distin-
tas acepciones del concepto de probabilidad y el consecuente abandono de la falaz
teoría del determinismo estadístico constituyan solo cambios puramente
discursivos, sin referencia alguna a la validez de las teorías y al grado de verdad
de sus proposiciones.9 Por otra parte, el hecho de que los avances puedan expe-
rimentar retrocesos (en ocasiones brutales, como ocurriera con las teorías
sociorraciales nazis) no invalida la noción misma de progreso. Por tal razón, la
importancia acordada a los aportes teóricos y metodológicos de la perspectiva

9
Resulta esencial, en tal sentido, no olvidar las evoluciones de la ciencia para evitar las visiones
conspirativas o anacrónicamente recriminatorias. Dicho de otro modo, existieron procesos reales
de construcción del conocimiento que no pueden ser reducidos a las estrategias de individuos que
buscan legitimarse (sin duda, otro de los riesgos de la noción de campo). La historia de las disci-
plinas “que no fueron” o no llegaron a constituirse como cuerpos de saberes sólidos y duraderos
(por ejemplo, la frenología, el higienismo y la eugenesia) constituye un contrafactual interesante
que solo puede explicarse en el marco de una interpretación que tome debida cuenta de los facto-
res internistas del desarrollo científico. Así, el eugenismo no solo fracasó por un conjunto de
factores éticos, políticos y culturales, sino también porque las teorías de base en las que se apoyaba
eran en su gran mayoría falsas y, de tal suerte, pudieron ser oportunamente refutadas.
28 HERNÁN OTERO

constructivista no supone aquí recusar los criterios de verdad y falsedad, inhe-


rentes a la definición del conocimiento científico.10 Aunque obviamente pre-
sentes en los desarrollos que siguen, este libro no se centra en dictaminar sobre
el particular, tarea que –habida cuenta de la distancia histórica y heurística que
nos separa de los censistas– no pasaría de ser un ejercicio simple y, por qué no
decirlo, poco caballeresco.
Por último, y a diferencia de muchos trabajos basados en la perspectiva
constructivista, se considera aquí que el contexto material, social, político y cultu-
ral de la ciencia no puede ser visto exclusivamente como un factor de contamina-
ción ideológica sino también (y quizás, ante todo) como una fuente de creatividad
científica que hace posible el desarrollo de los avances científicos (Wise, 1989-
1990). Más claro aún, dado que toda actividad científica opera en un contexto,
este no es solo la vía de contaminaciones diversas sino también la precondición de
posibilidad del quehacer científico en su afán por conocer la realidad.
Como ha sido dicho, en las páginas que siguen abordaremos una rama especial
del vasto conjunto de aplicaciones de la estadística: la demografía, recorte que
también exige algunas precisiones. En primer lugar, debe señalarse que la distin-
ción entre estadística y demografía –en tanto corpus científicos independientes
con conceptos y alcances claramente delimitados– corresponde a un momento de
la evolución de las disciplinas posterior al período que aquí nos ocupa. La dificul-
tad de una separación clara entre ambas durante el siglo XIX obedeció ante todo a
las mutuas y estrechas relaciones existentes entre ambos corpus de saberes a lo
largo de su período formativo como disciplinas científicas. Por un lado, la pobla-
ción constituyó el ámbito de aplicación por antonomasia de la teoría y el cálculo
estadísticos, suministrando hechos particularmente susceptibles de análisis cuan-
titativo. La estadística, por su parte, informó el análisis demográfico que tiene en
el paradigma estadístico una de sus bases epistemológicas constitutivas. Al mis-
mo tiempo, los hechos poblacionales se revelaron como un acicate de primer or-
den para el desarrollo tanto de la estadística descriptiva como de la inferencial.
Por estas razones, en el presente texto nos referiremos al discurso demográfico y

10
En tal sentido, si bien puede otorgarse algo de crédito al criterio de “verdad como conveniencia”
propuesto por algunos teóricos de la estadística (por ejemplo, Besson, 1992: 56, a instancias del
neoconstructivismo) resulta evidente que el grado de conveniencia de una reconstrucción estadís-
tica no puede ser evaluado sin recurrir a alguna noción de verdad o falsedad, vale decir en términos
de correspondencia entre el objeto construido y la realidad que busca medir.
Estadística y Nación 29

al discurso estadístico como sinónimos, homologación que tiene un sentido his-


tórico más que estrictamente conceptual.
En el mismo orden de cosas, no abordaremos la mirada estadística en general
sino solo la percepción estadística oficial de los censos nacionales de población.
Dada la recurrencia generalizada al método estadístico durante el siglo XIX, las
otras formas de percepción estadística (las estadísticas económicas, médicas, pe-
nitenciarias, etc.) escapan a los objetivos del presente texto, salvo cuando su inclu-
sión haya sido considerada imprescindible para comprender las interconexiones
entre la estadística censal y las restantes formas de producción estadística. El re-
corte propuesto es menos restrictivo de lo que podría sugerir la mirada actual, ya
que la mayor indefinición de los límites entre las ciencias sociales del período, o
entre estas y las físico-naturales, hace de las encuestas sociales decimonónicas un
campo particularmente abierto a múltiples conexiones. En tal sentido, la
autonomización de las disciplinas científicas, operada para la demografía argenti-
na con posterioridad a nuestro período, traerá aparejada una profundización te-
mática y metodológica que si bien favorecerá su emergencia y desarrollo, contri-
buirá al mismo tiempo a reducir su campo a los aspectos puramente positivos. Por
esa razón, entre muchas otras, los estadísticos decimonónicos pudieron plantear-
se problemas filosóficos de vasto alcance, como la existencia del libre albedrío, o
políticos, como los lazos sociales que posibilitan la emergencia de una sociedad
viable. Tales temas, desde luego, no han desaparecido de la demografía y el pensa-
miento social contemporáneo (como lo ilustra, por ejemplo, la amplia discusión
sobre los conceptos de estrategias familiares y de racionalidad limitada o el debate
sobre las interacciones entre población y pobreza), pero las conexiones admitidas,
los términos de la discusión y su relación con los datos empíricos los han dotado
de un matiz claramente diferente.

1.3. Estadística e historia de la ciencia: las claves de un olvido

Por las razones apuntadas, el objeto estadística censal desborda ampliamente


el contenido que su recorte inicial sugiere, ya que –por su propia naturaleza–
exige tomar en cuenta la variedad de modelos y teorías provenientes no solo de
la demografía y de la estadística sino del más abarcador conjunto de las ciencias
y del pensamiento en general. En este sentido, el presente trabajo se propone
30 HERNÁN OTERO

asimismo como una contribución a la historia de las ciencias sociales argenti-


nas, área que después de años de vacancia, ha comenzado a ser desbrozada con
éxito por diversos autores. Una oscura reticencia ha llevado a concebir hasta no
hace mucho tiempo (la mayoría de las veces de modo implícito) a la historia de
la ciencia como recostada casi unilateralmente sobre las ciencias físico-natura-
les, dejando en el vacío el desarrollo de las ciencias sociales.11
Esta asimetría, que repite en clave temática algunos de los prejuicios intrín-
secos al propio campo científico, supone que el trasvasamiento de conceptos y
teorías opera unilateralmente desde las ciencias físico-naturales y formales a las
sociales y humanas, y no en el sentido inverso. Aunque los ejemplos en tal sen-
tido son abundantes y particularmente conocidos, no es menos cierto que las
disciplinas sociales y humanas han influido también en el desarrollo de los
espectrales y fascinantes avances de las ciencias físico-naturales y formales. La
historia de la estadística y de la demografía, precisamente en virtud de su doble
matriz de ciencia social canalizada a través de un lenguaje predominantemente
matemático, constituye un campo fértil para observar los trasvasamientos desde
las concepciones del mundo social hacia los instrumentos estadísticos, como lo
ilustran algunos de los desarrollos contenidos en este libro.12
Siempre en relación con el desarrollo histórico de la ciencia, puede sostener-
se que las historias de las ciencias sociales se han consagrado, por regla general,
a los grandes nombres o –para retomar una vieja metáfora de Ortega y Gasset
(1975: 89) sobre la historia de la filosofía– a las altas cumbres cuyo perfil emerge
victorioso sobre las montañas más bajas y sobre los valles neblinosos, ignorando

11
.Esa es la tónica general de algunas obras recientes de historia de la ciencia como las de Asúa
(1993), Weinmberg (1998) y Montserrat (2000). Curiosamente, el sesgo hacia el análisis de las
ciencias físico-naturales (la física, la matemática, la paleontología, etc.) o hacia ciencias caracteri-
zadas por su alto impacto social (la medicina, la psiquiatría y el derecho, por ejemplo), no aparece
en la obra “clásica” de José Babini que, entre muchos otros méritos, tiene los de otorgar un impor-
tante rol al pensamiento social y de atisbar correctamente la importancia de las instituciones y las
obras de estadística (Babini, 1986: 189). Desde luego, ese vacío historiográfico no se encuentra en
la “blanda pura” por definición, la ciencia histórica, cuya abundante (y por qué no decirlo, en
ocasiones excesiva) autorreflexión sobre sus orígenes y estilos de producción forma parte constitu-
tiva de su propio saber disciplinar.
12
Un ejemplo clásico a este respecto es el darwinismo social, habitualmente visto como un traspaso
de las ciencias naturales a las ciencias sociales. Aunque acertada, esta interpretación suele pasar
por alto el origen social de algunas de la concepciones de Darwin, en particular la de lucha por la
vida, de clara inspiración malthusiana.
Estadística y Nación 31

de tal suerte los personajes menos llamativos ante una primera mirada.13 No
cabe duda de que figuras como Alberdi, Sarmiento, Mitre, Ingenieros, Ramos
Mejía, Juan Agustín García, Ernesto Quesada, Joaquín V. González, Agustín
Álvarez, Carlos Octavio Bunge, por citar solo algunos nombres, constituyen
referencias ineludibles de cualquier historia del pensamiento social argentino.
Sin embargo, junto a esos grandes nombres, el desarrollo de las ciencias sociales
argentinas fue posible gracias a una comunidad mayor de científicos y pensado-
res, cuyas obras dieron carnadura y consistencia a la emergencia progresiva de
una ciencia social en nuestro país, mucho antes de la aparición de la sociología
académica en la primera mitad del siglo XX. En ese terreno preparatorio, los
estadísticos aquí evocados –De la Fuente, Carrasco, Martínez, Latzina– contri-
buyeron a gestar una forma de pensamiento social positivo, apoyada en la medi-
ción y en la verificación de regularidades empíricas, mucho antes de que tales
novedades hicieran su desembarco luminoso en las aulas universitarias.
El rol marginal (cuando no inexistente) de sus trayectorias y, sobre todo, de
sus obras y argumentaciones en las historias sobre el pensamiento social argen-
tino se explica, paradójicamente, por las mismas razones que posibilitaron su
emergencia y legitimación como funcionarios en un sector del Estado: figuras
aparentemente opacas y de carácter técnico, sus obras se vieron despojadas del
aura de luminosidad y polémica que rodeó a los pensadores de la prolífica y rica
tradición de pensamiento ensayístico y a los representantes de las disciplinas
más directamente ligadas con el control social (como la psiquiatría, la medicina
o el derecho). Anclados (principal, aunque no exclusivamente) en el aparato
estatal, sus itinerarios fueron poco abordados por una investigación académica
que, al menos en este plano, ha priorizado de modo autorreferencial el estudio
de los científicos provenientes del campo universitario. Portadores de un len-
guaje de fuerte contenido estadístico, sus censos se vieron dotados de esa
ambivalente cadencia de ser, al mismo tiempo, demasiado técnicos para los his-
toriadores de las ideas y demasiado sociológicos para los historiadores puros de
la estadística. Expertos, por fin, en el ejercicio de una “tecnología de la distan-
cia”, la disolución de su rol –eminentemente intelectual– detrás sus puestos de
administradores estatales y de su lenguaje matematizante, los condenó a un
segundo plano de sombras que contrastaba con la importancia que los censos,

13
Dos obras, una clásica y otra reciente, dan testimonio de ello: Poviña (1959) y González (2000).
32 HERNÁN OTERO

esos “monumentos a la nación” en el lenguaje de la época, habrían de tener para


el estudio del pasado argentino.
Las claves de su paso y la impronta de sus huellas tampoco fueron recuperadas,
salvo excepciones, por aquellas instituciones herederas naturales de su labor. El
silencio de las histoires-maison de la estadística, aquellas provenientes de los pro-
pios organismos estatales productores de datos, ilustra los presupuestos con que
estas suelen visualizarse a sí mismas. Productoras de datos que responden a una
demanda del gobierno, de la que ellas serían una simple correa técnica de trans-
misión, las instituciones gubernamentales de estadística suelen visualizarse y pre-
sentarse en sociedad –el fenómeno no es privativo de nuestro país– a partir de sus
obras vistas como resultados objetivos y acumulables, obliterando el debate social,
intelectual y político del que emergieron en el pasado las medidas. Las razones de
ese bloqueo, común en otros ámbitos de la sociología institucional, derivan de la
naturaleza productivista del quehacer que desarrollan y de la loable obsesión por
la calidad (cobertura, fiabilidad, etc.) de las mediciones y fuentes de datos que
producen. En esa lógica, a la que no es desde luego ajena la vertiginosa dinámica
de la agenda pública que exige mediciones para el aquí y el ahora, las instituciones
de estadística encuentran su fortaleza en aquellos elementos duros que permiten
escapar a la volatilidad de una arena política y social que excede el ámbito de sus
funciones. En igual sentido, la profesionalización y subdivisión de tareas, sobre
todo a medida que los sistemas estadísticos devienen más complejos, lleva a su
paroxismo la fragmentación de fases que, vistas de modo aislado, aparecen como
puramente técnicas. Así, naturalizan en cierta forma los instrumentos y las medi-
ciones en el presente y suponen de manera implícita la sencillez de tales operacio-
nes en el pasado. Orientada a los datos del presente y a la calidad de las medidas
como un fin, “la institución olvida a sus creadores”, según la feliz expresión de
Alain Desrosières (1982, a) a propósito del sistema estadístico francés, licuando
así su propia historia o estableciendo su punto de arranque en fases tardías, de
ordinario vinculadas a la creación de la institución actual. La producción estadís-
tica previa deviene entonces la arqueología de un saber, cuya recuperación como
“antecedentes” (la palabra es una definición en sí misma) suele basarse en los
criterios de pertinencia y comparabilidad imperantes en el hoy, imprimiendo así
un criterio finalista de selección basado en la noción de progreso.14 La proyección

14
Véanse, por ejemplo, Indec (1983) y Mentz (1991).
Estadística y Nación 33

hacia el pasado de límites disciplinarios, existentes en el presente pero ausentes


entonces, opera en el mismo sentido. Por último, su carácter de instituciones esta-
tales protegidas las exime de plantearse el problema de la legitimación social de su
saber. Esta doble autonomía contribuye a la puesta en marcha de narrativas basa-
das en la lógica del desarrollo de los instrumentos (Affichard, 1987), que licuan
las huellas iniciales de la construcción de los objetos.
Buscando superar estos olvidos, el presente texto se propone recuperar el
activo rol jugado por un grupo de científicos estatales a partir del análisis en
profundidad de su obra más decisiva: la estadística censal nacional. La peculia-
ridad del objeto determina asimismo que la historia que aquí se narra navegue a
dos aguas entre la historia de la ciencia, en el sentido habitual del término, y la
epistemología. Segunda precisión importante, no se trata de una historia disci-
plinaria de la ciencia demográfica o de la ciencia estadística, tarea que exigiría
otros recortes y otras fuentes, sino más bien de la historia de unos objetos cien-
tíficos –los censos nacionales de población – que actúan como encrucijada de
múltiples disciplinas y saberes. Se espera, sin embargo, que ese punto de inter-
sección pueda arrojar algo de luz sobre la historia, aún por escribirse, del pen-
samiento demográfico argentino.

2. L OS OJOS DE LA N ACIÓN :
NATURALEZA Y PROBLEMAS DE LOS CENSOS DE POBLACIÓN

La producción estadística argentina de la segunda mitad del siglo XIX es abun-


dante: estadísticas vitales, censos provinciales y nacionales, relevamientos sobre el
movimiento migratorio, registros sobre el comercio exterior, etc., fueron elaborados
por el Estado en su afán de suministrar bases empíricas a partir de las cuales com-
prender la realidad social y delinear las políticas necesarias para su mejoramiento.
Desde luego, no todas las fuentes demográficas tienen la misma importancia para
los fines del presente estudio. Por su carácter “moderno” (centralización del diseño,
universalidad espacial y simultaneidad temporal de la ejecución) los censos nacio-
nales adquieren el estatus de fuentes privilegiadas por al menos dos razones centra-
les: inauguran el período plenamente estadístico de la historia nacional y suminis-
tran un ejemplo completo y unificado de la interpretación oficial del Estado argentino.
De tal suerte, los censos se presentan no solo como fuente en primer grado
34 HERNÁN OTERO

(irremplazable para estudiar la población en un momento determinado) sino tam-


bién como fuente en segundo grado, vale decir, en tanto producción intelectual que
testimonia las concepciones intelectuales y políticas de sus autores o de una época.
Esta distinción resulta pertinente si se tiene en cuenta, como propone von Hayec
(1985), que las ciencias sociales a diferencia de las naturales no se ocupan solamente
de los hechos sociales sino sobre todo de su“representación”.15 La centralidad de los
censos, que constituyen la infraestructura pesada de las estadísticas sociales de un
país sobre la que no pueden dejar de apoyarse referencialmente los demás
relevamientos, obliga a interrogarse por su naturaleza en tanto método de recolec-
ción de datos y a analizar los principales problemas teóricos y metodológicos que su
utilización como fuente plantea para la historia de la demografía y de la estadística.
Como sostiene Merllié (1989: 153), “desde el momento que movilizan informacio-
nes estadísticas, las ciencias sociales no pueden hacer la economía de una sociología
de la producción estadística”.

2.1 Los censos: ¿reproducción fotográfica o discurso social?

Existen dos concepciones habituales de la percepción estadística: la fotográ-


fica y la discursiva. Conviene que nos detengamos brevemente a analizar sus
características básicas y los presupuestos epistemológicos que las fundamentan,
ya que de ellos se derivan consecuencias historiográficas de interés para los
análisis que siguen.

-El censo como fotografía.16 Esta analogía, que se basa en una concepción filosó-
fica de carácter realista ingenua, considera la producción estadística como una
reproducción de la realidad y parte del supuesto de que la imagen obtenida (la
foto en un caso, el cuadro estadístico en otro) es real pero efímera, vale decir que
remite al nivel de la sincronía, de lo instantáneo o, en lenguaje demográfico, de lo

15
Va de suyo que solo analizaremos los censos en tanto fuentes en segundo grado y que no entrare-
mos en los problemas inherentes a su uso como fuente en primer grado (confiabilidad, cobertura,
etc.), muy importantes cuanto menos hasta el IV Censo Nacional de 1947. Para ejemplos típicos
del análisis en primer grado, véanse Hollingsworth (1983) y Morgenstein (1972).
16
La asociación de los censos con la fotografía era ya común en la época del II Censo Nacional (cfr.
1895: I: X). Aparece, asimismo, en el heterodoxo texto de Gabriel de Tarde (1979 [1895]: 122).
Estadística y Nación 35

transversal. Esta concepción enfatiza el carácter estático del resultado obtenido


(la población a las 0 horas del 10 de mayo de 1895, por ejemplo), característico
también de la fotografía, sin atender al proceso de producción de la imagen, o lo
que es equivalente en este caso, a la definición de los conceptos y las categorías de
análisis. El reconocimiento frecuente en esta interpretación de las distorsiones
(subregistros, problemas de fiabilidad, etc.) que afectan la calidad final de la “ima-
gen” obtenida no implica un cuestionamiento de esta concepción. Al contrario, se
trata de una confirmación de la presunción acerca de la posibilidad de reproduc-
ción del objeto en estudio. Sin embargo, a diferencia de la fotografía, el discurso
estadístico no supone una percepción “objetiva” del mundo social, ya que en él
intervienen múltiples procesos que, como la selección y definición de las catego-
rías de análisis, afectan a la construcción del objeto mismo. La concepción erró-
nea del censo como fotografía explica la imposibilidad lógica y empírica de cons-
tituir una sucesión coherente de imágenes en el tiempo. Independientemente del
problema de la frecuencia de los censos (cuestión no menor en la historia de la
estadística latinoamericana), la hipotética composición de una suerte de film a
partir de una sucesión de instantáneas censales resultaría posible solo con catego-
rías de análisis cuyos valores permanecieran invariables en el tiempo. Sin embar-
go, como lo observó Marc Bloch (1979), los seres humanos no cambian de voca-
bulario cada vez que mudan de costumbres, de modo que la inevitable variabilidad
histórica de los “contenidos” de las categorías no solo invalida esa pretensión sino
que constituye también la fuente de todas las trampas nominalistas en las que
puede descarrilar el conocimiento histórico. Todas las discusiones sobre la conve-
niencia de modificar o no las nomenclaturas estadísticas (laborales, sanitarias,
etc.) para garantizar la comparabilidad de resultados a través del tiempo nacen de
esta contradicción, en algún punto insoluble, entre la mutabilidad de lo real y el
poder de captación de las nomenclaturas.17

Para un ejemplo de un autor “clásico”, véase Laslett (1972: 854), modelo arquetípico de interpre-
tación macroestructural de base censal, cuando al referirse a la comparación entre listas nomina-
tivas afirma: “tales series no son sin embargo más que una colección de fotografías, no son repor-
tajes animados”. La crítica no se dirige, desde luego, al uso metafórico de la analogía sino a su
repetición no reflexiva que genera una interpretación epistemológicamente falsa del problema.
17
Esta tensión entre los objetivos de garantizar la comparabilidad de las series y de adecuar las
nomenclaturas a los cambios ocurridos en la sociedad aparece ejemplificada en el debate entre
Torrado (1993, a) y Elizalde (1993), respectivamente, a propósito del Clasificador Nacional de
Ocupaciones introducido por el Indec en el censo de 1991.
36 HERNÁN OTERO

-El censo como discurso. Según esta forma de ver el problema, el análisis esta-
dístico constituye un discurso, una construcción intelectual sobre el funciona-
miento de lo social que produce textos18 y que se basa, igual que el resto de los
discursos científicos, en principios de selección y de modelización. De ello se
desprende que las categorías utilizadas y los cuadros estadísticos que las contie-
nen no son instrumentos externos al discurso sobre la población, juzgables solo
en términos de la “objetividad” clásica, sino elementos constitutivos esenciales,
hecho que desde luego no supone necesariamente falsedad ya que los datos
obtenidos son externos al modelo elaborado y por tanto pueden refutar o con-
firmar las hipótesis que lo componen. En síntesis, mientras en la fotografía hay
todavía una influencia central del objeto que puede agrandarse, achicarse o de-
formarse, en el discurso estadístico son los objetos mismos y no solo las relacio-
nes entre ellos los que dependen de la teoría del investigador, como lo demues-
tran las conocidas críticas al postulado empirista tradicional. En términos
neokantianos, podría decirse que la foto es ideográfica mientras que el censo es
por fuerza nomotético, orientado por reglas teóricas de alcance o aspiración
general.
Por las razones evocadas, resulta necesario “renunciar a la concepción de las
estadísticas como medida (fotografía) y admitir que estamos frente de una ob-
servación (modelización)”. Si esto es así, resulta pertinente concluir que la acep-
ción fotográfica tradicional confunde objetivación con objetividad, ya que mien-
tras la primera designa “la acción de abstraerse de los individuos y de sus
particularidades”, la segunda “denota la exactitud de la representación, la co-
rrespondencia de la imagen con la realidad” (Besson, 1992: 27, 42).19 Este cam-
bio de perspectiva permite comprender, por un lado, el conocido hecho de que
las estadísticas son imágenes de síntesis que no representan situaciones indivi-
duales sino abstracciones de dichas situaciones y, por otro, contribuye a relativizar
cualquier distinción tajante entre medida e interpretación, ya que toda medida

18
Un todo significativo que cumple con los criterios de la textualidad: cohesión, coherencia,
intencionalidad, aceptabilidad, informatividad, situacionalidad e intertextualidad. Por las razones
apuntadas, la lectura de los cuadros estadísticos como textos obedece exclusivamente a un princi-
pio metodológico, y no necesariamente ontológico.
19
Los ejemplos más claros de la construcción estadística como un proceso de modelización progre-
siva (muy ligado al proceso histórico de reconocimiento y ampliación de los derechos del ciudada-
no) son probablemente las categorías de “desempleados” y de “pobres”.
Estadística y Nación 37

de lo social es en sí misma un principio de intelección de la realidad que afecta


la representación del objeto medido.

2.2. Cambio y estabilidad: una historia estructural de mediana duración

Las consideraciones precedentes obligan a plantear un problema central: ¿exis-


tió durante el período en estudio una continuidad real en la forma de pensar los
censos y la población?, ¿es posible detectar un grado significativo de homoge-
neidad teórica y temática que permita considerar a los tres primeros censos
nacionales como integrantes de un corpus conceptual único? Más allá de cam-
bios de detalle, válidos para una historia escrita según el modelo burocrático-
institucional, creemos que la respuesta a estas cuestiones es afirmativa por al
menos tres razones: la marcada estabilidad de los rasgos básicos del régimen
demográfico durante el período; la continuidad de los censistas en tanto grupo
intelectual, y la continuidad paradigmática de los modelos que subyacen a los
tres primeros censos.
Por continuidad paradigmática nos referiremos aquí al hecho de que los tres
primeros censos nacionales de población se caracterizaron por la similitud de
problemas planteados, criterios y soluciones técnicas subyacentes e interpreta-
ciones resultantes (como lo muestran además los múltiples mecanismos de
intertextualidad que los vinculan entre sí). Siguiendo en parte a Lecuyer (1977:
217-218), la noción de paradigma aquí empleada puede definirse como el con-
senso alcanzado por un grupo de científicos, en este caso estatales, en torno a un
conjunto de conceptos básicos, articulados de forma lógica mediante reglas pre-
cisas de razonamiento orientadas por determinadas teorías interpretativas. De
modo previsible, una de las consecuencias naturales de ese consenso fue inspirar
trabajos numerosos y regulares en una misma dirección, facilitando un proceso
de continuidad y acumulatividad de la producción que, de tal suerte, devino
progresivamente dominante y alcanzó una circulación más amplia que la mera
producción censal, para incluir obras académicas, textos de difusión y obras de
propaganda. En el plano burocráctio-institucional, tales paradigmas actuaron
como criterios de evaluación y de reclutamiento de personal, factores que, a su
turno, reforzaron mediante la materialidad de las redes personales y académicas
la vigencia de sus rasgos constitutivos. En tanto operación de consenso y de
38 HERNÁN OTERO

guía para la elaboración de los conceptos, teorías y modelos, el paradigma cen-


sal de la segunda mitad del siglo XIX forzosamente derivó en una actividad de
selección de lo medible e interpretable que aseguró una cohesión cognitiva y
social a la comunidad de científicos que le dio vida.20
A grandes rasgos, el paradigma así producido incluyó las formas de pensa-
miento propias de una determinada parte de la estadística y de la demografía
europeas del período (de lo que Bachellard califica como teorías regionales, pro-
pias de la práctica histórica y de la peculiaridad de los objetos de cada disciplina);
las teorías provenientes de otros campos disciplinarios, y los condicionantes aca-
démicos y políticos específicos del caso argentino. Entre estos últimos deben des-
tacarse un determinado estilo de medición e interpretación de la realidad, una
tradición intelectual basada en la historia del campo estadístico local, heredero de
los esfuerzos de percepción estadística previos al I Censo Nacional, y las preocu-
paciones, igualmente específicas, del entramado legal y de las políticas públicas
del Estado argentino. Fruto de estos tres niveles, la interpretación censal constitu-
ye un todo complejo, que requiere para su comprensión remontar las vertientes
disciplinarias y políticas que le dieron forma, las que –huelga decirlo– revisten
tanto el estatus de teorías claramente explicitadas como el de concepciones polí-
ticas y culturales de amplio grado de generalidad. Desde luego, la definición de
los elementos constitutivos del paradigma censal solo adquiere sentido a la luz de
análisis empíricos concretos, es decir históricos, los cuales movilizan según el área
de indagación retenida, componentes de muy diversa índole.
Por tal razón, la unidad paradigmática de los tres primeros censos nacionales
solo puede ser afirmada con las limitaciones temáticas, temporales y espaciales
establecidas, ya que la búsqueda de un paradigma en un nivel mayor de genera-
lidad sería poco menos que quimérica. Como bien se ha señalado (Armatte,
1991) no existió durante todo el siglo XIX una unidad de carácter sistémico ni en
la teoría estadística, ni en la disciplina demográfica, ni en las administraciones
oficiales de estadística, cuyas culturas y tradiciones nacionales –o incluso
subnacionales– gozaron de considerable autonomía, tanto en lo relativo a las
teorías políticas y sociológicas como a las formas de medición utilizadas. Como

20
El concepto de paradigma se utiliza aquí en un sentido análogo al propuesto por Armatte (1991)
para referirse a la unidad conceptual que subyace a los manuales de estadística decimonónicos, y
tiene, por lo tanto, un alcance teórico mucho más limitado que el propuesto por Kuhn para las
ciencias físico-naturales.
Estadística y Nación 39

se verá más adelante, la historia de la estadística decimonónica es, en buena


medida, fruto de la tensión entre la existencia de un lenguaje estadístico de
vocación universal (proveniente de la matemática) y las especificidades de me-
dición, provenientes de cada tradición estadística nacional.
Sin embargo, en el nivel más alto de centralización de un sistema estadístico
existen razones profundas para esperar a priori más continuidades que rupturas
ya que los sistemas estadísticos se caracterizan, en la mediana duración, por su
impronta conservadora (Goldstein, 1990). Esta obedece a dos fuentes distintas
de racionalidad: la racionalidad organizacional21 de la repartición encargada del
diseño censal (orientada por una lógica que, en parte por costos económicos,
prioriza la conveniencia de la repetición por encima de la innovación), y la ra-
cionalidad académica (basada en la necesidad de obtener información compa-
rable a lo largo del tiempo). En el plano metodológico, esa tendencia conserva-
dora tiene una consecuencia importante, ya que tiende a “subestimar la volatilidad
ideológica” del sistema estadístico y a proporcionar una imagen falsamente cris-
talizada del debate social que le dio origen. Este problema, grave en otros pla-
nos, reviste menor importancia cuando el objetivo consiste como aquí, en ana-
lizar precisamente las formas y los efectos de esa cristalización. Desde luego, los
factores de continuidad evocados no pretenden negar los vaivenes ocurridos en
los debates sociales y políticos del período, tanto en el plano colectivo como en
la propia evolución intelectual de los censistas. Se trata, por el contrario, de
insistir en que dichos cambios y coyunturas tienen un impacto mucho menor (si
se nos permite la metáfora althuseriana) en unos aparatos de percepción del
Estado que –en razón de su afán de comparabilidad y estandarización– osten-
tan una estabilidad artificial, ausente en otros aspectos de la historia intelectual.
Siguiendo esta perspectiva, nos proponemos aquí como opción metodológica
deliberada, un ejercicio de historia conceptual y estructural más atento a la estabili-
dad paradigmática (por cierto no sorprendente, dada la menor velocidad de
cambio de las matrices mentales y científicas) que a las variaciones, pequeñas y
no siempre significativas, de orientación.22 Esta opción se ve facilitada por el
hecho de abocarnos al máximo nivel de centralización del Estado durante un

21
Nos inspiramos aquí en los modelos de racionalidad propuestos por Allison (1988).
22
La tensión entre las estrategias sociológicas y modelizantes y las de tipo más propiamente histórico
se halla presente también en el debate europeo, como lo ilustran las obras de Desrosières (1993) y
Brian (1994), respectivamente.
40 HERNÁN OTERO

período acotado, ya que a una escala menor (oficinas de estadística provinciales,


por ejemplo) o en un proceso histórico de más larga duración, sería posible detec-
tar mayores heterogeneidades y rupturas. Por otra parte, la escasez de fuentes
relativas a los procesos internos (debates, borradores de planillas, etc.) que dieron
lugar a la información estadística finalmente publicada, contribuye en igual senti-
do al deliberado “alisamiento” producido por la perspectiva de historia conceptual
elegida. Conforme a la teoría de sistemas, se consideran tales procesos internos
como una “caja negra”, vale decir como un conjunto de operaciones sobre las que
existen muy pocos datos y que, en consecuencia, solo cabe concebir por sus resul-
tados efectivos y no por su dinámica interna.23 De la misma manera que un libro
escrito o una producción artística divulgada ya no pertenece a su autor, se concibe
a los censos como un output complejo del que, independientemente de su inasible
proceso de gestación, resulta posible analizar sus efectos interpretativos en rela-
ción con la realidad socio-demográfica que describen.

2.3. Cómo estudiar los censos: cadenas y lenguajes

En virtud de sus variados componentes, el estudio del proceso de formalización


estadística se presenta complejo para el investigador. A las múltiples conexio-
nes históricas con el proceso social, político e intelectual que le da lugar, deben
agregarse formas específicas de producción de la información cuya conceptua-
lización retendrá nuestra atención en los párrafos que siguen.

· Discontinuidad I: cadena estadística


Si se piensa en las etapas que jalonan la producción estadística, puede detectar-
se una larga serie de procedimientos, de complejidad técnica variable que, por
comodidad, sintetizaremos con la expresión “cadena estadística” (Merllié, 1989:
157).24 Sus eslabones incluyen aspectos tales como la confección del cuestionario;
la elección del campo de la encuesta (universo o muestreo); la relación del
encuestador con el encuestado (interpretación de las preguntas, emisión de las

23
Como sostuvo el estadígrafo J. Good (1988: 406, citado por Hacking, 1995: 26), “la verdadera
historia de la probabilidad o de la ciencia en general nunca podrá escribirse porque mucha parte
de ella depende de la comunicación oral no registrada y además porque los autores con frecuencia
no citan sus fuentes”, afirmación que también es válida para los estadísticos argentinos.
Estadística y Nación 41

respuestas, margen de libertad y voluntad para responderlas, etc.); las tareas inter-
medias realizadas por el codificador (codificación, limpieza y homogeneización
de las series); la elaboración de las nomenclaturas; la selección de cruces y la ela-
boración de los cuadros; el análisis e interpretación de la información y, por últi-
mo, la difusión de los resultados. Aunque estos eslabones responden en grados
variables a criterios técnicos, dependientes a su vez de la propia evolución histó-
rica y del nivel de perfeccionamiento alcanzado por el aparato estadístico, muy
pocas de tales operaciones pueden ser realizadas de manera automática, lo que da
lugar a significativos márgenes de acción y decisión. Y es precisamente en el aná-
lisis de las opciones y de los márgenes de acción en que ellas se contextualizan
donde pueden hallarse importantes pistas de estudio.
Para mayor claridad, tomaremos como base analítica una exposición simplifi-
cada del concepto de cadena estadística, reteniendo cinco eslabones principales:

1°) La relación empadronado/empadronador en el momento del censo, que


incluye los aspectos antropológicos y psico-sociales derivados del pro-
ceso de entrevista, en particular los relativos a las formas de
autoidentificación de los habitantes.
2°) La selección y la definición (tanto conceptual como operacional) de las
categorías y las unidades de análisis.
3°) El agrupamiento de las categorías y valores posibles de las variables en
nomenclaturas.25
4°) La realización de cruces o tabulados, el cálculo de cifras de resumen, o
ambos.26
5°) La interpretación final de los datos.27

24
El concepto de cadena estadística guarda una clara analogía con la cadena de producción indus-
trial; con ella comparte el “carácter fragmentario y estandarizado de un gran número de agentes,
con una parte más o menos grande de automatización, producto de objetos substituibles entre sí y
que responden a normas preestablecidas” (Merllié, 1989: 154-155).
25
La nomenclatura constituye un principio de localización, una suerte de “mapa del espacio social”,
que debe responder adecuadamente a los criterios inherentes a toda clasificación.
26
Cualquier matriz más o menos desarrollada puede producir un número muy elevado de cuadros (a
título de ejemplo: 25 variables, tomadas 4 a 4, producirían 300.000 cuadros), razón por la cual el trabajo
estadístico debe proceder invariablemente a una operación de reducción del número de tabulados,
reducción que –huelga decirlo– se halla comandada por las hipótesis que se consideren pertinentes.
27
Para un análisis profundo del inevitable proceso de sobresemantización que implica la interpreta-
ción del cuadro estadístico, véase Passeron (1982).
42 HERNÁN OTERO

En todos los eslabones apuntados intervienen principios de selección tanto


positiva (elección de un aspecto como prioritario) como negativa
(secundarización o exclusión de determinadas dimensiones e indicadores, por
ejemplo). En virtud de su carácter modélico, el razonamiento censal, como
cualquier elaboración científica, opera simultáneamente con ambas modali-
dades. Visto en términos matriciales, el principio de selección actúa sobre los
elementos básicos que constituyen la matriz de datos, a saber las unidades de
análisis, las variables, los valores que estas pueden asumir (aspecto particular-
mente notorio, por ejemplo, en el llamado efecto de intervalo) 28 y los
indicadores retenidos.29 Las formas de selección intervinientes en los eslabo-
nes 2 a 4 pueden ser consideradas como formas endógenas (constitutivas e in-
evitables) del discurso estadístico, en tanto actividad científica, mientras que
el eslabón 5 agrega una nueva región de deformación potencial, también in-
evitable, de la realidad que es la operada por la interpretación o comentario (y
ya no por la creación) de los resultados. Se incluyen aquí las tergiversaciones
teóricas o empíricas que se establecen a partir de los resultados, tomados aho-
ra sí como algo “dado”, lo que permitiría hablar en este caso de una suerte de
deformación externa a los datos mismos (formas exógenas).30 La distinción es,
básicamente, expositiva, pero también histórica: durante el período aquí ana-
lizado, que definimos como de la “estadística de autor”, los comentarios ocu-
pan un lugar importante de las obras censales. En épocas posteriores (grosso

28
La movilidad social es un ejemplo típico del efecto de intervalo: cuantos más grupos o intervalos
(según ocupación, ingreso, etc.) se definan para medir el proceso en una sociedad dada, mayor será
–ceteris paribus– la movilidad social obtenida, aspecto técnico que puede parecer banal, pero que
explica la inconfesada y obstinada predilección de los funcionalistas por aumentar el número de
intervalos y de los marxistas por reducirlo.
29
Sobre la estructura tripartita o cuatripartita de la matriz de datos y sobre su grado de universalidad
y aplicabilidad en las investigaciones no cuantitativas resulta de gran interés el reciente debate
entre Baranger (1994) y Samaja (1994).
30
La distinción entre formas endógenas y exógenas del discurso y los conceptos de uso y función se
inspiran parcialmente en Foucault (1970), si bien nuestras acepciones no remiten a los mismos
procedimientos y preocupaciones del autor. La otra fuente de inspiración de este libro es el trabajo
de J. Goody (1977) sobre la antropología comparada de los procesos de conocimiento. Dado que
Goody analiza la “domesticación del pensamiento salvaje” a partir de los efectos que tiene la
transposición de un sistema mental (el lenguaje oral) a otro (el lenguaje gráfico), y que nosotros
indagamos cómo los sistemas mentales (teorías científicas, conceptos, etc.) afectan los procesos de
medición en un período histórico claramente diferente del suyo, su obra constituye, ante todo, un
modelo inspirador pero no homológico.
Estadística y Nación 43

modo, a partir de la segunda mitad del siglo XX para el caso argentino), la


estandarización de la producción de datos dio lugar a una forma de presenta-
ción mucho más aséptica en la que los comentarios se reducen al mínimo. La
disolución de los análisis cualitativos detrás de los números y la del autor
detrás de la institución (dos rasgos inequívocos del fin de la estadística de
autor) no impide aplicar los procedimientos interpretativos aquí descriptos a
los períodos posteriores, aunque puede hacer más difícil la tarea.31
Vista la cadena estadística desde el ángulo de la sociología del conocimien-
to, los distintos eslabones que la componen y la separación de tareas operada
entre profesionales de distintas disciplinas a medida que los aparatos estadís-
ticos ganaron en complejidad, trajeron aparejado un proceso de autonomización
de los instrumentos estadísticos. Cuando esto es así (especialmente en el caso
de las historias basadas en el modelo teórico-estadístico, mencionado ante-
riormente), tales instrumentos aparecen despojados de los condicionantes
culturales y políticos de su producción, dando lugar a una imagen reificada en
la que el instrumento de medida puede reemplazar a la realidad que pretende
describir. Como señala Desrosières (1982, b: 185) existe una “tendencia, ins-
crita en la lógica misma del trabajo estadístico, a autonomizar el instrumento,
a extraerlo de sus condiciones de producción y a manipularlo como si él exis-
tiera por sí mismo, reemplazando así la vida económica por un esquema de
contabilidad nacional y un modelo econométrico, la reproducción social por
un cuadro de movilidad social, la historia por series cronológicas, el territorio
por el mapa”. Contrariando dicha tendencia, en cierto sentido inevitable, nos
propondremos aquí rescatar en clave histórica las condiciones de producción
del útil estadístico.

31
Este proceso de disolución progresiva del estadístico frente a su creación ya había comenzado en
parte durante la segunda mitad del siglo XIX, como lo reconoce Carrasco al afirmar: “es hoy casi de
regla presentar las cifras tales cuales resultan de los hechos investigados, y reducir los comentarios
a su menor expresión; es pues lo que hacemos, dejando al observador ilustrado que los realice
como mejor lo exijan el objeto o fin de sus estudios” (1895: I: XIX). Años más tarde, Alberto
Martínez, más consciente de la falsa neutralidad de su predecesor, afirmaba: “considero que mi
función no es de ninguna manera mecánica; ella no se reduce a presentar cifras mudas y frías,
destituidas de todo comentario” (1914: I: 229). Más allá de las pretensiones de Carrasco, la im-
pronta de los estadísticos decimonónicos permanecerá como una marca distintiva en relación con
la estadística impersonal de épocas posteriores, como lo prueba de modo palmario la despojada –
y algo anodina– introducción del IV Censo Nacional de 1947.
44 HERNÁN OTERO

· Discontinuidad II: un discurso, múltiples lenguajes


La complejidad de los censos no se agota en la enunciación de los pasos que
rigen su construcción, puesto que la cadena estadística puede ser visualizada
también haciendo referencia a la naturaleza de los lenguajes involucrados. Des-
de este punto de vista, el discurso estadístico presenta un carácter mixto al com-
binar tres tipos básicos de lenguajes: el verbal, el matricial y el gráfico.
El lenguaje verbal, tanto oral como escrito, se caracteriza por dos variables: los
sonidos y el tiempo (Bonin, 1973). La percepción sonora o visual de un texto o la
formación de una palabra o de una frase aparecen como la resultante de la suce-
sión ordenada de varias sílabas o de sonidos diferentes durante un tiempo más o
menos largo. Por esta razón se caracteriza al sistema como “lineal”: la sucesión de
palabras no admite superposiciones. La comprensión de la frase obedece a reglas
gramaticales precisas, más o menos estrictas según los idiomas. En el caso de los
censos, el lenguaje verbal más interesante, aunque desde luego no el único, remite
al último eslabón de la cadena: al comentario de los resultados, que presenta grados
variables de autonomía respecto del nivel de prueba aportado por los datos cuan-
titativos. Si en la mayoría de los estudios de historia de las ideas, el comentario
opera como la interpretación de un texto que da lugar a otro texto, en la lectura
estadística supone además de ello la interpretación de un cuadro que da lugar a un
texto. Se comprende desde luego que la derivación de una interpretación de un
conjunto de cifras no obedece a reglas puramente lógicas, intrínsecas a la matriz,
sino también discursivas en sentido amplio y que, al igual que un texto, el cuadro
es susceptible de varias interpretaciones.
En el lenguaje visual, propio de la construcción gráfica32 (sea una señal de trán-
sito o una pirámide de población) en cambio, el sistema está definido por tres
variables: las figuras (un niño que simboliza un escolar o una barra en un
histograma) y los dos ejes ortogonales del plano. La confluencia de estos elemen-
tos, más las propiedades fisiológicas del sistema ocular, determina que la percep-
ción visual no sea lineal sino espacial. A diferencia del texto verbal, en la imagen
gráfica “el ojo generaliza, percibe ante todo un conjunto, una forma significativa

32
Nos referimos aquí a un tipo especial de lenguaje visual, el de la gráfica. El lenguaje gráfico
representa relaciones entre cosas, identificadas indiscutiblemente por todos los observadores (el
signo es monosémico) y sigue reglas de transcripción no libres. En el lenguaje figurativo, por el
contrario, la identificación y la creación de la imagen son discutibles (el signo es polisémico) y no
obedece a reglas determinadas (Bertin, 1974).
Estadística y Nación 45

global. Solamente después de conocer el todo, el ojo busca el detalle y las imáge-
nes elementales” (Bonin, 1973: 18-19). Es precisamente en función de estas ca-
racterísticas distintivas que pueden explicarse las diferencias de perfomance de
ambos lenguajes: mientras que en un mismo instante perceptivo, en el sistema
lineal, es posible escuchar un solo sonido o leer una sola sílaba, en un sistema
espacial o gráfico resulta factible ver instantáneamente la imagen en su totalidad.
Por otra parte, en función de la menor variabilidad y de la mayor simplicidad de
sus elementos constitutivos, el lenguaje gráfico es más universal y se halla menos
limitado por las diferencias culturales de las personas. Por último, ambos lengua-
jes se rigen por reglas gramaticales también diferentes (Bertin, 1974). Las obras
de estadística incluyen numerosos elementos visuales, en particular los gráficos,
los mapas y, a partir de 1895, fotos, que pueden ser leídos y analizados
discursivamente en tanto lenguajes, sobre la base de la idea de que constituyen
argumentos e interpretaciones en sí mismos, y no simples ilustraciones.
El lenguaje matricial, base no solo de la demografía sino de toda construcción
cuantitativa, se caracteriza por su recurrencia al uso de la matriz de datos. Aho-
ra bien, ¿cómo ubicar la matriz y el cuadro estadístico en tanto lenguajes? Al
igual que los gráficos, las matrices y los cuadros constituyen una memoria arti-
ficial poderosa capaz de almacenar enorme cantidad de datos y susceptibles de
una lectura en varias direcciones: horizontal (filas), vertical (columnas) o inclu-
sive diagonal (cuadros de doble entrada sobre movilidad social o sobre endogamia,
por ejemplo). Sin embargo, esta lectura, al igual que la lectura de textos, es
forzosamente lineal, ya que la percepción espacial globalizante propia de la lec-
tura gráfica resulta imposible. Carácter atípico,33 entonces, del lenguaje matricial
que articula linealidad (y por tanto percepción que requiere un cierto intervalo)
pero en muy diferentes direcciones, que permite un comienzo de lectura en
cualquier punto del cuadro: la lectura de las celdas, a diferencia de la de las
sílabas o palabras del texto, puede realizarse en cualquier orden o focalizarse en
un punto del cuadro con solo hacer referencia a los títulos de filas y columnas.
Afirmar la importancia del cuadro estadístico en la construcción censal es,
desde luego, una desproporcionada obviedad. Menos evidente resulta afirmar

33
Independientemente de hábitos educativos negativos (ausencia de conciencia estadística, deficien-
cias de formación en matemática aplicada, etc.), las dificultades perceptivas (y por ende, psicológi-
cas) del lenguaje matricial explican en buena medida los problemas que enfrentan los alumnos (y
también los investigadores) al analizar los cuadros y matrices.
46 HERNÁN OTERO

que la imposición progresiva de las matrices y los cuadros estadísticos supuso la


posibilidad de: a) crear espacios de equivalencia a partir de los cuales garantizar la
comparación entre fenómenos y unidades de análisis de muy diversa naturaleza;
b) resumir la información a partir de indicadores sintéticos (mediante promedios y
medidas de posición, números índices, etc.), y c) sentar las bases de una tecnolo-
gía de distancia que busca analizar la realidad social a partir de un proceso con-
tinuo de objetivación de los discursos sociales en juego.
Puede concluirse entonces que el discurso estadístico-demográfico se halla
constituido por al menos tres lenguajes, rasgo no específico de estas disciplinas
pero particularmente evidente en ellas. Como luego veremos, a partir de análi-
sis históricos concretos, estos lenguajes obedecen a distintas lógicas, que pue-
den desarrollarse con cierto grado de autonomía o incluso en abierta contradic-
ción. Por tal motivo, la mayor o menor distancia entre ellos (en términos de
coherencia lógica o de sustento empírico, por ejemplo) constituye un indicador
metodológico importante en el momento de evaluar la coherencia interna del
discurso y los niveles de tergiversación que algunos de los lenguajes (particular
pero no exclusivamente el textual) pueden implicar a los restantes.

· De lo explícito a lo implícito, de los números a las palabras.


Para el estudio del corpus de fuentes utilizadas hemos seguido un conjunto
de estrategias metodológicas que en una primera fase se orientan al análisis del
contenido sustantivo de los censos. Como unidades de análisis, se toman en pri-
mer lugar, las palabras y las argumentaciones puntuales, para luego abordar el
estudio de las estructuras discursivas subyacentes y considerar no las unidades
aisladas sino la totalidad de los textos abordados como un solo corpus. Estos
dos momentos pueden ser vistos también como el pasaje desde el estudio de los
contenidos explícitos de las fuentes a los contenidos y relaciones implícitas.
Mientras los primeros constituyen emergentes más o menos evidentes a una
lectura atenta de la documentación, lo segundos requieren un análisis más ex-
haustivo y una mayor recurrencia a los datos de contexto y al conocimiento
teórico previo. Va de suyo, que la caracterización de ambas tareas como mo-
mentos no debe ser interpretada como parte de una secuencia sino como activi-
dades paralelas y mutuamente influyentes.
El estudio de los aspectos explícitos del discurso censal supone ante todo: a)
analizar las definiciones (teóricas y operacionales), los criterios de elaboración
Estadística y Nación 47

de nomenclaturas y clasificaciones y los niveles de desagregación espacial de las


matrices de datos y de los cuadros (nivel nacional, provincial o municipal) utili-
zados por los censistas en cada una de las fases de producción; b) recrear las
propuestas científicas e ideológicas del período que pudieron influir en los
censistas, mediante la confección de una suerte de mapa intelectual de los auto-
res, obras y estadísticas citadas en los censos, procedimiento que permite descu-
brir las referencias nodales y las redes de citaciones, y c) situar la producción
censal argentina en el contexto comparado de las producciones estadísticas de
la época, con el fin de detectar su grado de originalidad.34
En el estudio de las estructuras subyacentes o, más simplemente, de los as-
pectos implícitos del discurso, se trabajó sobre todo a partir del principio
metodológico siguiente: leer las matrices y los cuadros estadísticos como textos,
mediante su traducción a proposiciones y sistemas de hipótesis, expresables con
el lenguaje verbal, principio que permite comprender con mayor claridad las
bases teóricas de aquellos cuadros y matrices similares o idénticos desde el pun-
to de vista formal del análisis cuantitativo clásico. Así, por ejemplo, dos cuadros
sobre niveles de mortalidad tabulados según la estación del año o según los
grupos socio-ocupacionales de los fallecidos remiten a dos hipótesis científicas
y a dos universos teóricos bien diferentes: la mortalidad como hecho climático
o como hecho social. A partir de este principio, se procedió a una doble lectura
de todos los cuadros censales. La primera consistió en la traducción de todos los
cuadros a proposiciones simples o a sistemas más complejos de proposiciones,
según la dificultad de los cuadros de base. La segunda se orientó a la confección
de un cuadro teórico general de todos los tabulados que resultaba posible con-
feccionar a partir de la información recolectada y a su comparación con los
tabulados efectivamente realizados.35 El análisis de los componentes implícitos

34
Estas dos ultimas tareas suponen un uso del método comparativo cercano a lo que Charles Tilly
(1991) caracteriza como comparación “globalizadora”, aquella en la que el caso nacional es visto
a partir de su ubicación como parte de un sistema global y explicado en función de sus “relacio-
nes” (más que por la simple constatación de similitudes y diferencias) con el sistema tomado
como un todo.
35
Se ha recurrido a análisis de contenido de tipo sustantivo centrados en el “qué” y en las informacio-
nes explícitas del corpus a partir de unidades de análisis progresivamente amplificadas (palabras,
temas, ítem o totalidad de la comunicación), y no en el “cómo”, aspecto prioritario en los análisis
formales (estilos de presentación, espacio destinado, etc.). También se recurrió a análisis temáticos
de evaluación que se concentran en los juicios formulados por los autores, teniendo en cuenta su
48 HERNÁN OTERO

del discurso estadístico resulta esencial si se quiere escapar de la simple trans-


cripción de los aspectos visibles en la superficie de los textos, los que por otra
parte pueden aparecer a simple vista como puramente técnicos, dada la voca-
ción minimalista en el plano metodológico a la que adhirieron los censistas
argentinos.

· De la interpelación a la fascinación: el fantasma del anacronismo


Uno de los peligros de una investigación como la aquí propuesta consiste en
escribir una historia basándose en los conocimientos históricos y demográficos
del presente y contraponiéndolos, en clave crítica, a los argumentos de los acto-
res del pasado. En tales casos, el relato puede derivar en argumentaciones clara-
mente anacrónicas, e incluso inquisitoriales, que cuestionen los razonamientos
y elaboraciones de los científicos del pasado tomando como base los desarro-
llos, informaciones o descubrimientos de la historia de la estadística realizados
en épocas posteriores. La solución fue intentar recrear y comprender el universo
de problemas, datos y teorías que efectivamente conocían los censistas y situar
sus decisiones teóricas e ideológicas dentro de ese marco, sin compararlos con
los conocimientos posteriores. Esta solución no solo presenta el mérito de ren-
dir mayor justicia a los argumentos censales decimonónicos, sino que permite
asimismo definir problemas históricos de mayor significación. La inquisición
histórica, por muy loables que puedan ser las consideraciones extra-académicas
que la motivan, no es menos nociva que otras formas de inquisición.
Al igual que en los juegos con obstáculos, el deseo de evitar un peligro puede
llevar al investigador a exponerse a situaciones inversas pero igualmente riesgosas.
En tal sentido, la mirada atenta a las desviaciones acarreadas por el anacronis-
mo tiene su correlato simétrico en lo que podríamos llamar cierta fascinación
por los actores o, como señala Sidicaro (2001), el realizar un “homenaje a la
inteligencia” de los personajes. Tales riesgos nacen tanto de la sobrestimación
de los aspectos positivos de las argumentaciones de las personas o grupos con-

dirección (juicios positivos o negativos sobre cada tema) e intensidad, y, sobre todo, análisis de
contenido estructurales que buscan alcanzar los aspectos subyacentes e implícitos de los mensajes,
en particular los análisis de co-ocurrencia (tanto textuales como matriciales), que buscan examinar
las asociaciones entre temas en las secuencias de comunicación como indicadores de las estructu-
ras mentales e ideológicas, y los análisis estructurales propiamente dichos, cuya intención es poner
en evidencia los principios que organizan los elementos del discurso (Bardin, 1983).
Estadística y Nación 49

siderados como de la incompleta contextualización de sus méritos y originali-


dades en el universo de ideas de la época. Cuando esto ocurre, la crítica impla-
cable, formulada desde un presente que ha superado con holgura los debates del
pasado, corre el riesgo de ser reemplazada por una adhesión incondicional y
acrítica a ideas que, precisamente por ser impensables hoy, pasan a adquirir un
estatus en cierta medida único y del que resulta difícil sustraerse. La fascinación
por el lenguaje, particularmente cuando nos hallamos frente a autores que trans-
miten sus ideas envueltas en un ropaje expresivo que los relatos de las ciencias
sociales han ido abandonando a lo largo del siglo siguiente, opera en el mismo
sentido. En cierto modo, este peligro también supone anacronismo pero con un
cambio del cronos tomado como eje de referencia.
En tales casos, el relato histórico construido puede derivar en una suerte de
ventriloquia mediante la cual el historiador reproduce los momentos salientes
de una melodía considerada majestuosa. Independientemente de sus eventuales
méritos, este tipo de abordaje termina por constituir un resumen –a veces sim-
ple, otras complejo– de los tópicos principales que vertebran el contenido explí-
cito de las fuentes. Sin negar por completo validez a este modo de proceder,
muy frecuente en ciertas formas de historia intelectual, resulta evidente que el
rol del historiador se reduce aquí a la faz más puramente expositiva de su traba-
jo y que falta en tales casos el valor agregado que diferencia la tarea del cientista
social de la del lector atento (aunque los casos de mayor lucidez de estos últimos
en relación con los primeros sean por cierto muy numerosos).
Entre el anacronismo inquisitorial y el anacronismo elogioso y relativista
que, por tomar en consideración la ciencia en contexto, escatima la noción de
error y de falsedad, existe una vía intermedia, que Lecuyer (1977: 215-16) de-
nomina –lamentablemente, sin definir– como “anacronismo deliberado y con-
trolado”. Dado que el “anacronismo grado cero” no es más que un objetivo vano
y desmesuradamente pretensioso (y, en el conjetural caso de ser posible, proba-
blemente inútil) el anacronismo controlado supone, mucho más modestamente
que el anterior, leer los argumentos estadísticos pasados a partir de las pregun-
tas y los conocimientos presentes, pero juzgando los hallazgos y las construc-
ciones censales decimonónicas a la luz de las preguntas y conocimientos dispo-
nibles en su tiempo. Este anacronismo heurístico pero no valorativo tiene sus
propios riesgos y dificultades. Cabe al lector evaluar, en última instancia, el
grado en que tal precepto metodológico pudo ser cumplido.
50 HERNÁN OTERO

· Usos e ideología estadística


El conjunto de representaciones acerca de la realidad social implícitas en la
construcción estadística y los criterios que las fundamentan permiten hablar de
una ideología estadística que, como toda representación ideológica, constituye
un “conjunto de representaciones atravesadas por juicios de valor” (Samaja, 1989:
293). Por tal razón, se impone definir más adecuadamente qué puede entender-
se, y qué entenderemos aquí, por ideología estadística. El concepto de “ideolo-
gía estadística” ha sido utilizado por otros autores (Gribaudi y Blum, 1990;
Goldstein, 1990; Beaud y Prévost, 1999)36 pero sin recibir una definición clara
y precisa. Si las interpretaciones desarrolladas hasta aquí acerca del modo de
construcción del objeto estadístico son correctas, puede definirse la ideología
estadística como el conjunto (no exento de contradicciones internas) de los cri-
terios pseudo-científicos, políticos, culturales e ideológicos que fundamentan la
selección y definición de las variables, los valores y las unidades de análisis;
determinan el tipo de útil estadístico privilegiado (formas de construcción del
cuadro estadístico; indicadores y medidas retenidas); orientan la interpretación
de los resultados y legitiman su uso, a través de procedimientos discursivos (tanto
endógenos como exógenos) que actúan sobre la triple naturaleza del lenguaje
estadístico. Esta definición formal no pretende ser exhaustiva pero nos servirá
como criterio de orientación de los análisis históricos que desarrollaremos más
adelante, ya que es en cada contexto histórico y cultural preciso donde los con-
tenidos de la definición formal empleada adquieren un contenido sustantivo.
Como en toda representación, los tópicos que integran la ideología estadística
pueden ser autónomos de los datos aportados por la observación de la realidad,
o inclusive ser mantenidos vigentes a pesar de su abierta contradicción con los
resultados empíricos obtenidos.

36
Mientras Goldstein utiliza el concepto de ideología en un sentido extremadamente general (“la
forma de ver el mundo” del sistema estadístico japonés), Gribaudi y Blum se concentran en los
efectos interpretativos producidos por las operaciones estadísticas, con especial referencia a las
nomenclaturas socio-profesionales (lógica de agregación que reifica entidades de dudosa existen-
cia en la realidad) y a los cuadros cruzados de movilidad socio-ocupacional (que muestran movi-
mientos macro-estructuales de población, dejando de lado movimientos más sutiles, pero percep-
tibles a partir de la reconstitución de redes sociales). Beaud y Prévost, por su parte, utilizan el
término para señalar el “paralelo” existente entre ciertos principios del sistema estadístico
(profesionalismo, nacionalismo, neutralidad, tecnicidad) y los principios generales de la “ideología
política canadiense” (1999: 88).
Estadística y Nación 51

Una vía de indagación importante para llevar a cabo esta tarea consiste en
preguntarse por el uso, real o potencial, de los resultados e interpretaciones de
los censos. El uso no constituye necesariamente, como podría parecer en pri-
mera instancia, una tarea “posterior” a la producción de los datos, sino que, en
muchos casos, puede remitir a una fase previa del proceso de construcción del
objeto estadístico: la determinación, tanto científica como política, de las áreas
de interés que se van a incluir en los censos y de los destinatarios del mensaje
estadístico. Desde luego, estos últimos no coinciden necesariamente con los
usuarios efectivos del sistema, lo cual plantea temas históricos fundamentales,
de difícil abordaje metodológico, de los que no nos ocuparemos aquí de manera
central, como el problema de la recepción, reinterpretación y usos de los datos por
parte del público en general, de individuos particulares, de otros grupos de es-
pecialistas (academias, sociedades científicas, etc.) y de actores sociales especí-
ficos participantes del debate político (partidos, sindicatos, prensa, etc.). Por
razones históricas vinculadas con las características del período en estudio, se
prioriza aquí el análisis de dos de los usos37 básicos de la estadística decimonónica:
el empleo de la producción estadística como elemento de propaganda de las
virtudes de la sociedad y del territorio argentinos en el contexto internacional y
su valorización como diagnóstico e insumo informacional para la elaboración
de políticas públicas.
La recurrencia a conceptos tales como ideología y discurso estadísticos, que
pudieran parecer excesivos, permite evitar el error de considerar como ideológi-
ca o discursiva solamente la fase de interpretación de los resultados y postular,
en cambio, que la entera cadena de la producción de datos (incluyendo las fases
técnicas) puede hallarse afectada por procedimientos ideológicos. Lo dicho no
supone una crítica a la exactitud de las aplicaciones matemáticas de la demogra-
fía (recuérdese la distinción entre objetividad y objetivación propuesta en pá-
rrafos anteriores), sino que busca restituir al discurso resultante su papel básica-
mente instrumental y desacralizar la división artificial (propia de las
comparaciones más ingenuas entre estrategias cuanti y cuali) entre fases pura-
mente técnicas y fases puramente interpretativas.

37
Existen muchas referencias (algunas literarias, pero igualmente esclarecedoras) a los usos no cien-
tíficos, o si se quiere culturales y psicológicos de la estadística en las sociedades actuales. Sobre el
particular, véanse Volle (1980), Journet (1992) y Alonso y Starr (1987).
52 HERNÁN OTERO

El concepto de ideología remite aquí tanto a su acepción racional y consciente


(propia, por ejemplo, de la historia tradicional de las ideas y de las doctrinas de
población), como a su acepción más general y no consciente. Más allá de su inne-
gable vocación y capacidad de producir conocimiento empírico acumulable, la
operación estadística supone ambas acepciones, lo que permite cuestionar tanto
la neutralidad total de la producción estadística como cualquier imagen de mani-
pulación deliberada o conspirativa de parte de los productores de datos, porque la
ideología involucra, en su acepción más profunda, visiones “naturalizadas” y no
conscientes del proceso social que tanto incluyen como exceden a la comunidad
de científicos. El caso de la estadística pública es paradigmático en tal sentido, ya
que, por definición, su accionar se inscribe en el ámbito estatal y, a través de él, en
el amplio conjunto de actores políticos y sociales con los que se vincula.

* * *

En el capítulo 1, basado en un análisis de larga duración de las principales


tendencias y corrientes que dieron lugar a la emergencia del pensamiento esta-
dístico decimonónico, se analiza el proceso de matematización del mundo so-
cial y las tensiones y clivages, tanto políticos como intelectuales, que le dieron
forma. La vastedad del tema obliga a delimitar algunas líneas centrales de aná-
lisis que, en este caso, remiten a los diversos y conflictivos aportes de las tres
principales tradiciones estadísticas de la modernidad (la aritmética política in-
glesa, la Staatenkunde o estadística descriptiva alemana y el modelo francés) y
al trabajoso y resistido consenso que demandó la imposición de los censos ge-
nerales como forma básica de contabilidad de la población. Basados en la nece-
sidad de insertar el caso argentino en la red de usos intelectuales de la época, el
capítulo busca exponer las principales tendencias y tensiones existentes en la
disciplina a lo largo del siglo XIX, con especial referencia a las relaciones entre la
evolución del cálculo y de la teoría de la probabilidad y la práctica de las estadís-
ticas sociales, las múltiples expansiones temáticas experimentadas por la aplica-
ción del método estadístico, la emergencia de tradiciones administrativas na-
cionales, las nuevas funciones otorgadas a la contabilidad de los hombres en esa
centuria, las relaciones entre estadística y demografía y los avatares de la
mundialización de la cifras. Por las razones apuntadas, se presta especial aten-
ción a las organizaciones internacionales de estadística que sirvieron de marco
Estadística y Nación 53

de referencia de las experiencias nacionales, y a las principales figuras del perío-


do (tanto estadísticos puros como administradores), priorizando naturalmente
aquellos que mayor impacto tuvieron en el pensamiento censal argentino.
El capítulo 2, que abre la segunda parte, propone una síntesis de las principa-
les evoluciones de la población argentina en el largo plazo, deteniéndose natu-
ralmente en las características del período 1850-1914. Además del análisis de
los fenómenos sociales y demográficos que delinearon una determinada estruc-
tura poblacional para el país de los argentinos, el eje dominante de la argumen-
tación busca enfatizar, por la vía de la comparación, las continuidades reales que
caracterizaron a la población durante ese período, y a cuya cuantificación se
abocaron los censistas. La función del capítulo en la estructura del libro es apor-
tar elementos que permitan comprender los procesos reales de construcción de
conocimiento empírico y positivo realizados por los censistas, y evitar de tal
suerte los peligros de aquellas historias de la ciencia basadas exclusivamente en
la dimensión discursiva de los textos científicos.
Los capítulos 3 y 4, tributarios de una interpretación que busca desarticular las
tradicionales visiones monistas del Estado argentino, reconstruyen las grandes
etapas de la evolución institucional del sistema estadístico argentino, desde la
Colonia hasta la creación del Indec. Dicha reconstrucción, esencial para los desa-
rrollos posteriores, se propone como una periodización de ese sector del aparato
estatal y, en tanto tal, busca demostrar los decisivos cambios ocurridos en los
paradigmas de medición, en las áreas temáticas de aplicación y en las doctrinas y
políticas demográficas de base, operados en las primeras décadas del siglo XX. La
contraposición entre optimismo y pesimismo, criterio clásico para evaluar las doc-
trinas demográficas posmalthusianas, trata de recuperar la especificidad del pe-
ríodo aquí estudiado, al que se caracteriza como de “estadística de autor”. Además
del contexto legal, político e intelectual que acompañó la realización de los censos
nacionales del período, se presta atención a las sucesivas y cambiantes formacio-
nes de los cuadros tecno-burocráticos que asumieron la tarea de cuantificar el país
de los argentinos, abordando de modo prioritario sus redes intelectuales y perso-
nales con el universo de estadísticos europeos y las nuevas funciones acordadas
entonces a la estadística socio-demográfica. Ambos capítulos recorren en su ar-
gumentación una serie de tópicos que los acercan a los modelo de satisfacción de
demanda y burocrático-institucional esbozados en la primera sección. Vistos en
conjunto, estos tres capítulos de la segunda parte buscan demostrar la hipótesis de
54 HERNÁN OTERO

que existió una continuidad demográfica, institucional y paradigmática que justi-


fica analizar el período como un todo.
La tercera y cuarta partes, que constituyen el contenido nodal del trabajo,
analizan las bases ideológicas, políticas, científicas y estadísticas de las princi-
pales áreas temáticas en que pueden descomponerse los censos de población y,
de tal suerte, se proponen también como una tipología preliminar de esos con-
tenidos. A diferencia de los capítulos 3 y 4, ambas partes buscan posicionarse
en la línea de historia conceptual propuesta en esta introducción. Respondien-
do a un orden puramente expositivo (sin establecer jerarquías entre ellos) se
abordan, en primer lugar, el mundo del trabajo, con especial referencia a las
estructuras etarias y de género; la instrucción, y sus conexiones con el problema
de la democracia, y el acceso a la propiedad, incorporando tanto las formas de
medición implementadas en cada caso como las políticas propuestas por los
censistas para su mejoramiento (capítulo 5). En la misma tónica, el capítulo 6
analiza las migraciones internas e internacionales y el proceso de urbanización,
poniendo especial énfasis en la exposición del modelo teórico e ideológico que
subyace en la interpretación de ambos fenómenos. El capítulo 7, que da título al
libro, compara la forma argentina de construcción estadística de la nación con
las imperantes en otras tradiciones nacionales. Con esa finalidad se estudian las
interpretaciones y categorías de medición de la población blanca, negra y abori-
gen, y el decisivo problema de la integración de esos grupos, aspecto que cons-
tituye el corazón de la armazón censal en este punto.
Retomando algunos de los elementos presentados en los textos anteriores,
los capítulos de la cuarta parte abordan el universo teórico de los censistas, vale
decir el conjunto de ideas que brindan rasgos de unidad a los análisis temáticos.
Esta tarea supone abordar algunas concepciones, íntimamente imbricadas entre
sí, como el utilitarismo liberal, el biologismo y el fatalismo estadístico. El capí-
tulo 8, que explora el universo total del arte combinatorio censal, se focaliza en
el estudio de la mortalidad y la fecundidad, poniendo en evidencia la licuación
de la dimensión étnica y el predominio de concepciones biologistas que dificul-
taron la emergencia de una demografía diferencial en términos sociales. El ca-
pítulo 9, por su parte, incursiona en el legalismo jurídico y estadístico que permeó
a la mayoría de las interpretaciones censales. Por un lado, se describen las
interferencias que el deber ser del Estado implicó para la medición de fenóme-
nos socio-demográficos esenciales; por otro, se presentan las derivaciones
Estadística y Nación 55

metaestadísticas del debate entre los partidarios de la libertad individual y los


del determinismo estadístico, explorando asimismo la aparente aporía que la
adhesión a este último suponía para la elaboración de políticas científicas, otra
de las líneas directrices del pensamiento censal. En estrecha conexión con el
problema del legalismo estadístico, el capítulo 10 propone una reconstrucción
de los métodos y de las teorías que vertebraron las proyecciones de población
del período, interpretadas como una reelaboración del malthusianismo analíti-
co y como una negación, en clave de propaganda poblacionista, del malthusiano
doctrinario.
Coda:
Homenaje

“Existen tres suertes de mentirosos: los mentirosos sim-


ples, los mentirosos sagrados (o grandes mentirosos) y
los estadísticos”.
ANÓNIMO INGLÉS

“La estadística [...] tiene enemigos de dos especies:


aquellos que la desacreditan porque la hacen mal y los
que la calumnian porque no la conocen”.
EMILE LEVASSEUR (1889: I: 15)

AL IGUAL QUE EN LA MÚSICA, los textos tienen –o deberían tener– una clave
que determina el valor de las notas en el pentagrama. Dado que quien esto
escribe no tiene la certeza de que la partitura final sea exactamente la misma
que suena en su cabeza, acaso no resulte del todo inconducente aclarar cuál es la
clave que inspiró la melodía. El análisis de obras científicas del pasado conlleva,
como ha sido dicho, una carga de anacronismo, no siempre fácil de evitar. En
tales casos, como sostiene sabiamente Desrosières (1985: 306), “si el relato his-
tórico puede dar la impresión de que se juzga fácilmente a posteriori, lo esencial
es que aquellos de los que se ha hablado estaban inventando preguntas y no
sabían adónde iban, y es esto lo que da ganas de contar sus historias”. Inventan-
do preguntas sin duda, pero también –como trata de mostrar este libro– propo-
niendo respuestas. El monumental trabajo realizado por los estadísticos argen-
tinos del siglo XIX –jaqueado por las vicisitudes de una arena política movediza
y preocupada, sempiternamente, por priorizar intereses sectoriales y partidarios
por encima del conocimiento general de la sociedad– no los catapultó, a dife-
rencia de generales golpistas y de aventureros de diverso cuño, a poseer una
calle con su nombre, como ocurriera por ejemplo con los estadísticos húngaros.
Más allá de la anécdota, esa comparación ilustra, tal vez mejor que ninguna
otra, el lugar de la ciencia en la Argentina y los avatares de la lenta gestación de
una cultura estadística, vale decir de una conciencia de que las cifras “son para
58 HERNÁN OTERO

las naciones, como la verificación útil y fecunda del conócete a ti mismo, que la
sabiduría griega había inscrito a la entrada del templo de Delfos” (1869: III,
cursiva en el original). Independientemente de sus simplificaciones, prejuicios y
equivocaciones científicas –comunes al “siglo de la fe y de la inocencia”, según la
feliz expresión de Knight (1986: 3)– los estadísticos liberales pusieron en fun-
cionamiento una formidable maquinaria de autopercepción de la sociedad y de
la nación, guiados por la convicción de que esa misma percepción constituía un
elemento esencial para la solución de los problemas que las aquejaban. Dejemos
de lado, por un momento, la discusión de si las soluciones políticas aplicadas
durante ese período fueron correctas o perjudiciales (o, más probablemente,
ambas cosas a la vez). Dado que, como lo afirma con justa razón Gregorio
Weinberg (1993: 154), una de las funciones de la historia de la ciencia es recu-
perar una tradición, se propone este libro también como un homenaje a ese
gigantesco esfuerzo de creación de espejos, a través de los cuales seguimos mi-
rando, ávidamente, una parte sustantiva del pasado argentino.

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