8 Actitudes Mindfulness

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8 Actitudes mindfulness

1.- Aceptación

Se trata de aceptar las cosas tal y como son, “lo que es”, “lo que hay”, acoger
nuestra experiencia vital en este momento sin intentar cambiarla. No se trata
de resignarse, si no de aceptar, de no resistirse a lo que “es”, “tal cual es”, sin
querer que sea como a mí me gustaría. Podemos desear que en el futuro las
cosas sean diferentes pero en este momento las aceptamos tal cual son. A
partir de ahí, con calma y sin resistencias, ganamos en capacidad para
discernir qué podemos cambiar. Desde la aceptación canalizamos la energía
que utilizamos en la inútil resistencia, en influir en el cambio.

Aceptar que cuestiones como el deseo, el dolor, el estrés, la ansiedad están


ahí, o que nuestro cuerpo es como es, supone abandonar la lucha sin huir.
Abrirnos a nuestro problema para encontrar otras vías de salida que antes no
veíamos obcecados en erradicar eso de nuestras vidas.

La “rendición”, como lo llaman algunos autores, nos abre a un nuevo estado


de conciencia junto al que se abren nuevas posibilidades. Aceptar es decir
“sí” a las cosas tal y como son.

Llegar a la aceptación con mayúsculas es un proceso gradual que nos lleva, a


la mayoría, toda la vida. Es un cúmulo de minúsculas aceptaciones que
culminan en el “SI” con mayúsculas a la vida en toda su complejidad.

2.- Soltar

Nuestro afán de supervivencia nos lleva a aferrarnos a cosas, personas,


emociones y situaciones, que en cierto modo suponen para nosotros una
tabla de salvación. Una casa, un plato lleno, un hijo, una relación, un puesto
de trabajo, etc.

Muchos de los conflictos que vivimos surgen del miedo a perder alguno de
estos atributos que nuestro ego lucha por preservar pasando por alto la ley
universal de la impermanencia.

Todo cambia y todo pasa. Nuestro empeño en intentar que las cosas o
situaciones a las que les concedemos la virtud de hacernos felices
permanezcan con nosotros, es lo que nos hace mayormente infelices.

Esa fuerza que empleamos en el retener, nos desgasta, hace que se


estanque nuestra energía y nos produce malestar. A veces incluso nos
empeñamos en aferrarnos a cosas que nos hacen infelices con las que nos
hemos identificado y que nos pesan, nos lastran en nuestro intento de
avanzar, pero preferimos seguir apegados a ellas por miedo a perder parte de
nuestra identidad en ese soltar.

Soltando nos desapegamos de esa fantasía de felicidad segura y


fluimos con el río de la vida más conectados con la realidad.

Con la meditación mindfulness entrenamos el soltar las preocupaciones, el


estrés, las posesiones, el deseo… y aprendemos a danzar con ese ir y venir
de emociones expansivas y contractivas que la vida nos trae, sin querer
retenerlas y sin querer evitarlas.

3.- No juzgar

Nuestra mente es una máquina incansable de generar pensamientos. Uno de


sus principales procesos racionales es el de etiquetar, clasificar, dividir,
calificar y en definitiva juzgar prácticamente todo lo que entra en su radio de
acción. Es como un primer cribado que establece relaciones duales de
bueno-malo, bonito-feo, admisible-inadmisible, etc. Este funcionamiento dual,
que nos ayudó a manejarnos en el mundo mientras crecíamos y que a
menudo nos es útil para tomar ciertas decisiones sencillas, en un contexto
complejo nos deja de servir.
Los juicios, que casi de forma automática hacemos cada vez que nos
ponemos delante de una realidad; la desvirtúa, la sesga, la enturbia y la
encasilla, sumiéndonos en patrones de comportamientos condicionados y
repetitivos que a menudo nos encorsetan inconscientemente.

La práctica de la Atención Plena nos ayuda a observar la realidad sin


juzgarla, sin tomar partido por lo que hay y sin identificarnos con ella. Desde
esta actitud de no juicio somos más capaces de acercarnos con
ecuanimidad y apertura a la realidad tal cual es. Esto nos permite discernir
con mayor claridad y hacer elecciones más conscientes y más adaptadas
a nuestras verdaderas necesidades.

4.- Confianza

Casi todas las grandes cosas en esta vida comienzan por un acto de fe. A
menudo nuestra falta de confianza en nosotros mismos y en la vida nos
aboca a querer asegurar, por todos los medios, el primer paso hacia eso que
queremos iniciar.

Nos olvidamos de que la confianza en nosotros mismos se afianza y crece


desde la propia experiencia, desde el vernos avanzar tras ese primer paso
que damos confiando en la vida.

Confiar en los demás pasa por confiar en nosotros mismos. Confiar en


nosotros mismos pasa por conocernos a través de la autoescucha que
nos proporciona la práctica del mindfulness.

Se trata de confiar en nosotros mismos, en nuestras capacidades, en la


sabiduría interna que cada uno poseemos, en el maestro interior que surge
cuando nos escuchamos, cuando atendemos a nuestra intuición y fluimos con
ella. Nosotros somos los únicos que sabemos en el fondo lo que nos pasa,
aunque a veces nos cueste reconocerlo, aunque a veces necesitemos ayuda
de otros para rascar lo que hay en ese fondo y sacarlo a la luz. Confiemos
pues y dejemos que la vida provea.

5.- Curiosidad:
En el contexto del mindfulness le llamamos también mente de principiante.
Consiste en acercarnos a la realidad sin juicios previos, como si fuésemos
niños. Experimentar el momento presente como si fuese la primera vez, con
curiosidad y sin expectativas o recuerdos que interfieran en nuestra
experiencia vital del momento.

Vivir con mente de principiante implica en muchos casos “desaprender” para


que nuestro “saber” no haga más suposiciones de la cuenta y nos guíe por
los caminos que ya conocemos, privándonos de la oportunidad de investigar y
descubrir nuevos aspectos de la experiencia vital del momento.

Cada momento es único. Por muchos momentos parecidos que hayamos


vivido antes, cada nuevo momento somos capaces de verlo con nuevos ojos,
porque nosotros tampoco somos los que éramos cuando vivimos aquel
momento tan parecido a este.

6.- Distensión o ausencia de esfuerzo


desproporcionado
Se trata de no forzar, de dejar que el río de la vida discurra sin querer
intervenir o modificar su curso en todo momento para que las cosas nos
vengan siempre de cara. Dejar de poner el foco en el “hacer” y
simplemente “ser”.

Desde ese “modo ser” surgen las acciones sin esfuerzo desproporcionado.
Podemos elegir lo que le damos a la vida pero no lo que la vida nos da.
Mantener una actitud distendida consiste en permitir que suceda lo que está
sucediendo. Estar con la experiencia tal como aparece, sin juicios que nos
lleven a actuar precipitadamente en un sentido u otro.

Súbete al tren de la vida, relájate y disfruta del trayecto. Tú no eres el


maquinista, eres solo un pasajero.

7.- Paciencia:

La paciencia consiste en no querer acelerar el ritmo natural de los


acontecimientos. Todo tiene un ciclo vital que debemos respetar y del que
podemos aprender cuando sostenemos la actitud correcta.

Paciencia no es la habilidad de esperar, sino la habilidad de mantener una


buena actitud mientras esperas, sobre todo cuando las cosas se ponen
difíciles. Requiere calma interior y cierto grado de compasión y benevolencia
hacia uno mismo y la experiencia en sí.

La paciencia conlleva observar nuestra tendencia a apresurarnos cada


instante, deseando que llegue el siguiente.

8.- Amor o compasión


En el mindfulness es importante que la observación esté impregnada de
amabilidad. Amabilidad (de amar) tanto hacia nosotros mismos como hacia la
experiencia en sí, pues es la nuestra, la que nos ha tocado vivir.

Compasión y mindfulness están íntimamente ligados. Compasión entendida


como amor incondicional hacia nosotros mismos y hacia el otro. Cuando soy
capaz de, a través de la autoobservación amable, reconocer mi humanidad y
quererme, soy capaz de verla en el otro y quererle. De nuevo, el amor
sincero y libre hacia los demás, surge de amarnos y aceptarnos
incondicionalmente a nosotros mismos.

Tener presentes estas actitudes en nuestro día a día nos ayuda a expandir
consciencia. Activar la escucha que nos constata su presencia o ausencia en
la relación con nosotros mismos y con el mundo, nos ayudará a entender la
naturaleza de muchos de nuestros conflictos.

Conclusión

Integrar las 8 actitudes mindfulness, no es algo que se haga de un día para


otro y puede que eso sea lo primero que tengamos que aceptar. Si te paras a
observar con curiosidad y amabilidad, verás como la vida te va poniendo
delante las circunstancias que evidencian aquellas que necesitas atender
más. Leídas así, del tirón, parece una tarea… difícil… podrías pensar… Te
invito a soltar ese juicio practicando el no juzgar, verás cómo con paciencia
y distensión, podrás ir integrando algunas y ganarás en confianza para ir
haciendo lo mismo con las otras.

¿Cuál de estas 8 actitudes mindfulness es la que más necesitar poner


en práctica en este momento de tu vida?

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