Impostores Expositivos
Impostores Expositivos
Impostores Expositivos
Aquí es donde el predicador dice cosas que pueden ser o no ser verdad, pero que en
ningún sentido vienen del pasaje, cuando se entiende correctamente. Esto puede
suceder por descuido con el contenido del texto (por ejemplo, el sermón sobre
«trabajo, constancia y esperanza» de la Reina Valera 1960 de 1 Tesalonicenses 1: 3,
aunque cada palabra no tiene paralelo en el griego) o descuido con el contexto (por
ejemplo, el sermón sobre David y Goliat, que pregunta «¿quién es tu Goliat, y cuáles
son las cinco piedras lisas que necesitas para estar preparado para usarlas contra
él?»).
Algunas predicaciones que dicen ser expositivas son rechazadas por aburridas e
irrelevantes… ¡y con mucha razón! Uno podría estar leyendo un comentario
exegético. Todo lo que se dice es fiel al pasaje, pero no es realmente un sermón; es
simplemente una conferencia técnica sobre el pasaje. Se puede aprender mucho
sobre el uso de Pablo del Absoluto Genitivo, pero poco sobre el carácter de Dios o la
naturaleza del corazón humano. No sea hace aplicación a nada más que a las mentes
de la congregación. La verdadera predicación expositiva seguramente informará
primero a la mente, pero también afectará el corazón y obrará en la voluntad del
hombre.
Otro sermón podría tener una aplicación muy apropiada para la mente, el corazón y la
voluntad, sin embargo, la congregación no se dará cuenta de cómo se aplica
correctamente desde el texto. Lo opuesto al sermón exegético, este tipo de
predicación no muestra ningún «trabajo» exegético. Aunque el Señor ha establecido
el propósito final en su Palabra, solo el predicador es plenamente consciente de ese
hecho. La congregación bien puede terminar diciendo, «qué sermón maravilloso» en
lugar de «qué maravilloso pasaje de la Escritura».
Sugel: Cuando yo me convertí hace 38 años creí que los pastores que yo escuchaba
en ese momento hacían un mensaje y luego buscaban en la Biblia un apoyo para lo
que ellos querían decir. En el año 81 conocimos a John MacArthur, nuestra iglesia
tenía dos o tres años de fundación, y comenzamos a ver a un individuo que estaba
predicando lo que el texto decía. Eso nos atrapó y a partir de ese momento
comenzamos a practicar la predicación expositiva consecutiva en nuestra iglesia.
Mark Dever lo dice de una manera muy clara y breve: “La predicación expositiva es
cuando el mensaje del texto viene a ser el mensaje del sermón que se predica”.
Nosotros estamos aquí para predicar la Palabra de Dios, no para predicarnos a
nosotros mismos o nuestras propias opiniones. La predicación que es verdadera
predicación expone el texto, deja hablar al texto bíblico y, en ese sentido, nosotros
hacemos el sermón pero no hacemos el mensaje. El mensaje está allí en el texto.
Sugel: Creo que toda comunicación conlleva aplicación, aún en la cosa más trivial.
Por ejemplo, si un papá sale de su habitación y le dice a su hijo: “Hay una toalla
mojada en el piso”, y el hijo saca la cabeza y le dice “Sí padre, hay una toalla mojada
en el piso”. No creo que el padre se vaya a sentir satisfecho con la respuesta del hijo,
porque la expresión del padre tiene la intención de que el hijo recoja la toalla. En ese
sentido, la manera en que nos comunicamos es importante, aún en la situación más
trivial. Si esto es así, ¿cuánto más cuando es Dios quien se comunica? Cuando Dios
habla no solamente quiere darnos a conocer hechos, Él quiere transformar nuestra
vida, Él quiere llevarnos a la obediencia. Por lo tanto, dado que esa es la intención de
la Biblia, esa debe ser la intención de la predicación.
Sugel: Los comentarios son muy buenos, y ayudan a ver cosas que uno no vio de
entrada, pero yo aconsejaría que dejes los comentarios hasta después, después que
hayas leído tu texto, hayas visto el texto en su contexto y hayas estructurado el
pasaje. Entonces es la hora para ver si hay algo que se te quedó que no viste. Los
comentarios te pueden ayudar con buenas aplicaciones. Creo que sí podemos usar
comentarios, yo mismo los uso, pero eso no debe ser un sustituto de tu labor en
oración con el texto delante del Señor y aun predicándolo a tu propia alma, a tu propio
corazón.
Giancarlo: Alguien me dijo que los comentarios son una señal de alerta de que no
estás predicando una herejía. Al final, uno va y revisa que esté acorde con lo que se
ha predicado por cientos de años.
Sugel: A veces cuando estás predicando un texto difícil (los comentarios bíblicos)
también te ayudan a saber que la misma confusión que tú tienes la tuvieron otros. Me
ha pasado más de una vez. Estoy con un pasaje y cuando veo los comentarios me
confundo más porque hay diferentes interpretaciones del pasaje y eso te lleva de
nuevo de rodillas delante del Señor a clamar por iluminación y luego para predicar el
mensaje. Conocí a alguien que conoció a un asistente de John Stott personalmente y
decía que John Stott preparaba sus sermones literalmente de rodillas. Yo no creo
necesariamente que esa sea la postura en que todo predicador debe preparar sus
sermones, pero si debe ser la postura del corazón, tú tienes que bañar el proceso en
oración de principio a fin.
Giancarlo: En Julio sale al público tu libro “Departe de Dios y delante de Dios” con la
publicadora B&H. Tuve el privilegio de leerlo ya. Es un libro excelente y recomendado
para toda la audiencia, considero que es una clase de predicación expositiva entre
dos cubiertas. ¿Quieres compartir algo de ese libro?
Sugel: El título sale de 2 Corintios 2:17 donde Pablo dice “No somos como muchos
que medran falsificando la Palabra de Dios, sino que con sinceridad como departe de
Dios y delante de Dios hablamos en Cristo”. Creo que si los predicadores tuviéramos
la consciencia, en primer lugar, de que nosotros hablamos de parte de Dios, tenemos
un mensaje qué transmitir que no es nuestro, es de Él y por lo tanto tenemos que ser
fieles trasmisores de ese mensaje. En segundo lugar, cuando tú te paras en el púlpito
no solo tienes la audiencia de los hermanos que están allí, tú estás predicando
delante de Dios y eso es algo bien serio y sobrio. Entonces la idea del libro es
exponer cómo podemos predicar primero departe de Dios fielmente y luego con la
conciencia de que lo estamos haciendo delante de Dios.
El libro tiene tres partes, primero lo que yo he llamado un ancla teológica, que son las
convicciones que te van a mantener predicando expositivamente la Palabra cuando
otros están haciendo otras cosas a tu alrededor y a veces parece tener más éxito que
tú. En segundo lugar, vienen algunas definiciones. Por ejemplo, ¿qué es un sermón
expositivo? o ¿qué es predicar? Porque me he dado cuenta que en las clases de
homilética se define mucho lo que es un sermón pero no necesariamente se define lo
que es la predicación de otras formas de comunicación. Yo tengo una preocupación
particularmente de que se está difuminando cada vez más la línea que separa la
predicación de otras formas de comunicación. Por ejemplo, ¿qué diferencia hay entre
predicar o dar una clase de escuela dominical? ¿Qué diferencia hay entre predicar y
dar una charla bíblica? Entonces, definimos eso: ¿qué significa predicar en
dependencia del Espíritu? y ¿qué significa predicar a Cristo y a este crucificado?
Como dice Graeme Goldsworthy, la teología bíblica “examina las diversas etapas de
la historia bíblica y su relación entre sí, proporcionando el fundamento para
comprender cómo algunos textos de una parte de la Biblia se relacionan con todos los
demás”. David Helm, por su parte, la define como “una forma de leer la Biblia que
sigue el desarrollo progresivo del plan de redención de Dios en Cristo”.
La teología bíblica nos ayuda a ver la trama de esta historia de redención moviéndose
de manera progresiva hacia el cumplimiento de la gran promesa que sirve de hilo
conductor a los pactos de Dios: “Me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios”
(Jer. 11: 4; Gén. 17: 7; Ex. 6: 7; 2 Sam. 7: 14; Jer. 30: 22; Ezeq. 36: 38; Apoc. 21: 3,7).
Cuando los apóstoles citaban el Antiguo Testamento desde la posición ventajosa del
Nuevo, no solo veían a Cristo en las profecías mesiánicas, o a través de los tipos y
símbolos que abundan en la religión del antiguo pacto, sino que miraban hacia Él
como Aquel que “cumple y colma plenamente lo anunciado en el Antiguo
Testamento”, como bien señala Sinclair Ferguson: “Partiendo de Génesis 3:15 hasta
el final, la Biblia es el relato de un Dios guerrero que acude en socorro de su pueblo
para liberarlo del reino de las tinieblas y establecer su reinado con, a través, y en
medio de su pueblo”.
Es esa perspectiva más amplia del Reino Mesiánico la que nos permite llegar hasta
Jesús desde toda la Biblia sin la necesidad de hacer un aterrizaje forzoso en el
Calvario. Como bien señala David Helm, en vez de preguntar: “¿ Dónde está Jesús en
mi texto?”, debemos “… empezar con preguntas más matizadas, como por ejemplo:
¿Cómo afecta el evangelio a mi entendimiento del texto? ¿De qué forma mi texto
anticipa o se relaciona con el evangelio?”.
Por otra parte, los apóstoles aprendieron de Jesús que Él sobrepasaba el ministerio
de los grandes líderes de Israel y que las instituciones del antiguo pacto encontraban
en Él su cumplimiento. Como bien señala Daniel Doriani, pastor y teólogo
norteamericano: “Él es más grande que Abraham porque Él es eterno (Juan 8: 53-58),
más grande que Jacob porque Él es la escalera entre el cielo y la tierra (Juan 1:
51; Gén. 28: 12). Él sobrepasó a Moisés porque Él inauguró el pacto de gracia y
verdad, y ofrece el verdadero pan del cielo (Juan. 1: 17; 6: 32-35). Él sobrepasó a
Salomón en la sabiduría que atrae a las naciones (Mat. 12: 42). Jesús también
completó las instituciones del antiguo pacto. Él es más grande que el Templo porque
es la presencia misma de Dios (Mat. 12: 6). Él es el sacerdote final que nos da acceso
a Dios (Heb. 7-10). Él es el gran Profeta (Luc. 7: 16,26), el gran Rey (Mat. 21: 41-46),
el Juez final (Mat. 25: 31-46), la sabiduría de Dios (Luc. 7: 31-35)”.
Aunque leer la Biblia “con los ojos puestos en Jesús” no suele ser una tarea sencilla,
es de gran importancia para el expositor de las Escrituras porque, si perdemos de
vista a Cristo y el evangelio, nos extraviaremos en nuestra interpretación del texto
bíblico y nos colocaremos en una posición en extremo peligrosa.
Nota del editor: Este es un fragmento adaptado del libro De parte de Dios y delante
de Dios: Una guía de predicación expositiva. Sugel Michelén. B&H Español.
Dos tipos de sermones que parecen
expositivos, pero realmente no lo son
Muy común en los círculos evangélicos conservadores de hoy —y ciertamente entre
los lectores de ministerios como 9Marks—, es un compromiso declarado la
predicación expositiva. Decimos compromiso «profeso» porque nuestra experiencia a
lo largo de décadas como pastor y miembro fiel de la iglesia, habiendo entregado o
escuchado miles de sermones, nos ha llevado a la conclusión de que mucha
«predicación expositiva» no cumple con tal definición.
Por ejemplo, un pastor puede predicar una serie de 16 semanas a través del libro de
Romanos. Ese hecho en sí mismo haría que muchos predicadores piensen que están
haciendo predicación expositiva. Pero no lo es. Si el predicador secuencial está
entregando un sermón expositivo en una semana determinada depende de dos cosas:
Pero el objetivo de un sermón expositivo es trazar una línea desde el contenido del
pasaje hasta el punto principal del autor. Esta línea distingue un sermón de
observación de un sermón de exposición.
En pocas palabras, «el hombre», «el mar» y «el pez» no son los puntos. En cambio,
conducen al punto de Hemingway sobre la inutilidad de la vida. El punto principal de la
historia, que cualquier expositor literario calificado debe explicar a la clase, es que
puedes pasar toda tu vida persiguiendo al pez gordo y luego, después de atraparlo,
perderlo al final de todos modos. No aclarar eso para la clase es quedarse corto como
expositor literario.
Por ejemplo, al predicar en 1 Pedro 1: 1–2, un predicador podría identificar sus tres
«puntos» como el pueblo de Dios, el conocimiento previo de Dios y la obra de Dios,
todo lo cual aparece en el texto, pero ninguno de ellos es el punto que Pedro está
enfatizando. El punto de ese pasaje es que Dios ha elegido a un pueblo para
obedecerle.
Conclusión
¿Son estas críticas mucho ruido sobre nada? ¿Esperamos instigar un debate
meramente académico sobre si un sermón cumple con alguna definición técnica de un
«sermón expositivo»?
Hay algo refrescantemente simple sobre esta descripción. Nuestro objetivo como
predicadores no es ser los más eruditos de la época. Nuestro objetivo no es excitar y
divertir. Nuestro objetivo no es construir una gran iglesia. A lo que apuntamos es a
tomar el texto sagrado, explicar su significado, atarlo a otras Escrituras para que las
personas puedan ver el conjunto un poco mejor, y aplicarla a la vida para que muerda
y sane, instruya y edifique. ¿Qué mejor manera que la predicación expositiva para
lograr este objetivo?
Beneficios de la exposición
Algunos usan la categoría de “predicación expositiva” para toda predicación que es
fiel a las Escrituras. Yo distingo la predicación expositiva de la predicación tópica,
predicación textual, y otras, puesto que el sermón expositivo debe estar controlado
por un texto o textos de las Escrituras. La predicación expositiva emerge directa y
demostrablemente de uno o varios pasajes de las Escrituras. Hay una serie de
razones de por qué la predicación expositiva merece ser nuestro método primario de
proclamación:
Por tanto, esta «Palabra» es la palabra acerca de Jesús, como fue anunciado en el
Antiguo Testamento y ahora explicado la predicación apostólica. Esta es la Palabra
que es «hablada» (Hechos 4:29), «proclamada» (13:5), y que debe ser «recibida»
(17:11) como «la Palabra de Dios». Esta misma identificación es mantenida a lo largo
de las cartas de Pablo. Con razón él le llama al mensaje que proclama «la Palabra de
Dios» (2 Corintios 2:17; 4:2; 1 Tesalonicenses 2:13) o simplemente «la Palabra»
(Gálatas 6:6).
Aun en el contexto del encargo de Pablo a Timoteo de «predicar la Palabra» hay una
confirmación de esta identificación entre predicar y la predicación de la Palabra de
Dios. Timoteo habría sabido inmediatamente lo que Pablo quería decir con «Palabra».
Como lo señala la biografía de Timoteo, esto seguramente incluía los «escritos
sagrados» y el mensaje apostólico: «pero persiste tú en lo que has aprendido y te
persuadiste, sabiendo de quién has aprendido» (2 Timoteo 3:10-17).
La conclusión que debemos extraer de todo esto es que la «Palabra» que debemos
predicar es el cuerpo de la verdad que consiste en las Escrituras del Antiguo
Testamento y la enseñanza apostólica sobre Cristo, por ejemplo: el Nuevo
Testamento. Por tanto, identificar la «Palabra» con nuestras Biblias es
apropiado. Esto es lo que aquellos que son comisionados como «pastor-maestro»
deben enseñar. Nuestro trabajo es proclamar «la Palabra» que Dios ha hablado, que
es preservada en la Escritura y Dios nos ha confiado.
La vida espiritual del pueblo de Dios depende de esta Palabra (Deuteronomio 8:3).
Por eso es que a un joven pastor se le encarga «dedicarse a la lectura pública de la
Escritura, a la exhortación, a la enseñanza» (1 Timoteo 4:13). Si este encargo hace
algún reclamo sobre nosotros hoy, y lo hace, entonces la fuente de nuestra
predicación debe ser totalmente coextensiva con nuestras Biblias. ¿Cómo se verá
esto? En la preparación de nuestro sermón se verá como tomar pasajes definidos de
la Palabra de Dios y estudiarlos cuidadosamente para poder «manejar correctamente
la Palabra de Verdad». En el púlpito se verá como la ilustración que vemos
en Nehemías 8:8: «Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el
sentido, de modo que entendiesen la lectura». Dios ha propuesto y prometido utilizar
este tipo de predicación para cumplir uno de sus mayores objetivos, la reunión y
edificación de su pueblo.
Esta situación es crítica al considerar que “no solo de pan vivirá el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). El creyente madurará por medio
de la Palabra de Dios que pueda comprender y asimilar. Desde luego que creemos
que cada creyente tiene al Espíritu Santo que le enseña todas las cosas (Jn. 14:26).
Sin embargo, de igual manera creemos en la necesidad elemental que tiene el pastor
a predicar la Palabra (2 Ti. 4:2), y de hombres y mujeres maduros capaces de instruir
a otros en la verdad, al interpretar la Biblia correctamente.
Por supuesto, debemos meditar en las palabras de Dios (Sal. 119:11). Pero
entendamos que la Biblia no es un libro de meditación. En 2 Corintios 4:4, Pablo
explica que nuestro enemigo, Satanás, “ha cegado el entendimiento de los incrédulos,
para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen
de Dios”. La luz del evangelio es la gloria de Cristo. Es la misma gloria, por cierto, que
Moisés vio en Éxodo 33. Sin embargo, a diferencia de Moisés, nosotros no tenemos
que ponernos un velo, sino que “todos nosotros, con el rostro descubierto,
contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados
en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2 Co. 3:18).
¡Esto es fascinante!
La gloria de Dios nos transforma. No tenemos que subir a un monte, ni tenemos que
experimentar un evento metafísico. Simplemente tenemos que abrir nuestras Biblias y
entender las riquezas de su gloria con nuestros ojos espirituales abiertos. Es
exactamente lo que Pablo dice en Efesios 1:17, “El Dios de nuestro Señor Jesucristo,
el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor
conocimiento de Él”. Si esa era la oración de Pablo para los creyentes de Éfeso, esa
debe ser nuestra oración también, ver “las riquezas de la gloria de su herencia” (Ef.
1:18).
Así que busquemos que la predicación de la Palabra sea fiel. Pidamos ayuda a Dios
para servir a una iglesia donde se busque una predicación sana y bíblica. Y leamos
nuestras Biblias con un profundo deseo de encontrar la gloria de Dios, para que todo
lo terrenal pase a segundo plano. Los tesoros que esta tierra te puede ofrecer no se
comparan con la permanente, transformadora, e impactante gloria de Dios. El Dios de
toda gloria ha puesto su gloria en la Escritura para que te transforme en una manera
personal, única, y exclusiva, de acuerdo a lo que Dios tiene planeado para ti.
Una de las mejores conclusiones que puedo recordar fue la conclusión de un sermón
sobre la crucifixión de Cristo, del Evangelio según Marcos. Dick Lucas estaba
predicando, y estando allí de pie, con sencillez y calma en el púlpito, meditando sobre
la obra de Dios en Cristo, terminó el sermón con una voz de asombro y simpleza: «No
se puede hacer nada más. No hay ninguna barrera entre el amor de Dios y tú. En lo
que a Dios respecta, todos los pecados han sido quitados. Él te aceptará si vienes en
el nombre de Jesús, no en el tuyo propio. Si vienes humildemente en su nombre,
eres bienvenido».
Clase esencial
Viviendo como una iglesia
Clase 4: La predicación y la oración
1. Introducción
La vida de nuestra iglesia debe ser evidentemente sobrenatural. Es decir, cuando las
personas dan un vistazo a nuestra iglesia, deberían ver la profundidad y la amplitud
de nuestras relaciones, algo que va más allá de lo que pueden explicar solo a través
de medios naturales.
Dios ha revelado sus medios normales para hacer lo sobrenatural. En particular, el día
de hoy queremos considerar los medios sobrenaturales de Dios para edificar su
iglesia por medio de la oración y la predicación.
2. La predicación
A. La predicación importa
El hecho de que la predicación es el medio de Dios para llevar a cabo lo sobrenatural
no debería sorprendernos. Al fin y al cabo, Dios siempre ha creado a su pueblo con su
palabra. En el principio Dios creó todas las cosas por el poder de su palabra. Dios
creó al pueblo de Israel por la palabra de su ley en el monte Sinaí. Dios da vida por
medio de su palabra, por ejemplo; la visión de Ezequiel de un valle de huesos secos.
Allí leemos:
La palabra de Dios, hablada a través del profeta Ezequiel, es lo que trae a su pueblo a
la vida. Esto es exactamente lo que vemos en el Nuevo Testamento. Jesús, la palabra
de Dios hecha carne, enseñó al pueblo de Dios. Es la predicación del evangelio por
parte del apóstol Pedro en Hechos 2 lo que primero enciende a la iglesia, y es la
enseñanza fiel de los apóstoles la que la sostiene.
Pero si solo nos detenemos allí, aun no habremos trazado todo lo que la predicación
hace en la iglesia. Porque predicar no consiste solo en exponer la Palabra de Dios;
consiste en exponer la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Así que, ¿qué ocurre
cuando la Palabra de Dios se topa con el pueblo de Dios? He aquí tres cosas a
considerar.
– La aplicación
Más obviamente, aplicamos la Palabra de Dios. Considera el peso de la
responsabilidad que descansa sobre nuestros hombros, los que tenemos el privilegio
escuchar predicaciones centradas en el evangelio cada semana. Oro para que en el
Último Día nosotros en esta iglesia veamos el fruto de dicha predicación en nuestras
vidas.
Hay algunas cosas que podemos hacer para aplicar mejor los sermones. Podemos
leer el mensaje en nuestros tiempos devocionales. Podemos orar por el predicador y
por nuestra aplicación. Podemos tomar notas.
Pero incluso por encima de esas cosas, deberíamos meditar sobre la aplicación del
sermón como un esfuerzo colectivo en vez de uno individual.
Una buena pregunta a considerar es: ¿Trabajas de manera fiel y humilde para ayudar
a aplicar la verdad que recibiste en las vidas de tus hermanos y hermanas en Cristo?
¿Conocen tu vida lo suficientemente bien, y conoces tú las suyas, que puedes
ayudarles a aplicar un sermón de una forma que quizá ellos no hayan pensado? Aquí
tienes algunas ideas de cómo podrías hacer esto: (1) habla después del servicio/en el
almuerzo acerca del sermón; (2) desarrolla puntos de aplicación en un grupo
pequeño; (3) en relaciones de discipulado; (4) en devocionales familiares. (5) En lugar
de intentar recordar páginas de apuntes de cada sermón, escoge una o dos cosas
cada semana que aplicarás en oración a tu vida, y habla con otras personas al
respecto. Dios nos da un banquete todas las semanas. Pongámoslo en práctica.
– La contextualización
Pero eso no es lo único que ocurre cuando la predicación se lleva a cabo en el
contexto de la comunidad. La Palabra se aplica a necesidades específicas de nuestra
congregación; a nuestros defectos; a la forma en la que Dios se ha estado moviendo
entre nosotros; con nuestra demografía particular en mente.
– La autoridad
La predicación en una iglesia debería explicar, interpretar y aplicar la Escritura. Así
que en cierto sentido su autoridad descansa sobre la Escritura. Pero sabemos que
como seres humanos pecaminosos, podemos fallar en explicar e interpretar la infalible
Palabra de Dios. La predicación va más allá de eso. Verás, la predicación en la iglesia
está respaldada por el testimonio unánime de toda una comunidad de cristianos, cada
uno con sus propios pecados, pero cada uno habitado por el Espíritu vivificador de
Dios. Cuando la iglesia funciona como debería, entonces las palabras predicadas un
domingo por la mañana son confirmadas tácitamente por los Ancianos, y finalmente
por la congregación en general. Si un predicador comenzara a predicar lo que la
iglesia considera contrario a la Escritura, entonces los miembros tienen el deber de
actuar.
3. La oración
Quiero usar el resto de nuestro tiempo para pensar acerca de la oración en lo que se
refiere a la iglesia local.
Creo que todos entendemos que la oración es importante. Pero cuando reflexionamos
sobre la oración, lo primero que nos llega a la mente, al menos en mi caso, es la
oración privada. No obstante, la Biblia también llama muy claramente a los cristianos
a orar juntos. Piensa en la oración del Padre Nuestro que Jesús nos da en Mateo 6:
Cuando Jesús nos dio un modelo para la oración, lo hizo de una forma que la
encomienda incluso más para nuestro tiempo juntos como cuerpo que para nuestro
uso privado. Una de las principales maneras en las que podemos orar como
congregación es cuando nos reunimos como iglesia. Así que empecemos examinando
por qué la oración congregacional es tan importante.
Dos cosas a observar en particular: (a) orar juntos es un medio de la gracia de Dios
en el cual crecemos espiritualmente cuando escuchamos a otros comprometerse con
la oración; y (b) la oración corporativa también puede servir como un testimonio
poderoso para los no cristianos que ven el amor y el compromiso que los cristianos
tienen entre sí en sus oraciones.
Aquí tienes una idea de cómo podemos respaldar esa unidad: considera si hay
peticiones de oración o testimonios acerca de la gracia de Dios que podrías compartir
con la congregación que podría acercarnos y ayudarnos como cuerpo a maravillarnos
ante el poder y la misericordia de nuestro Dos. Piensa en la oración corporativa como
un servicio a esta congregación. Para algunos de nosotros, eso podría sentirse un
poco extraño. Somos personas bastante privadas que pensamos que si otras
personas oran por nosotros eso sería una carga. No obstante, la Biblia no ve las
cosas de esta manera. Hay un pasaje grandioso en 2 Corintios 1 en el que Pablo
comparte una situación particularmente difícil.
«Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos
sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras
fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero
tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en
nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos
libra, y en quien esperamos que aun nos librará, de tan gran muerte; cooperando
también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean
dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos»
(2 Corintios 1:8-11).
Ese último versículo da en el clavo: «para que por muchas personas sean dadas
gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos». ¿Era
una carga para estos creyentes orar por Pablo? Absolutamente no. Era una bendición
animarlo y compartir el gozo de su continua liberación en Dios. ¿Qué hubiese pasado
si Pablo hubiese decidido que sus problemas eran una molestia para la iglesia?
Deberíamos agradecer a Dios que no lo hizo.
Por tanto, piensa cómo puedes compartir tus necesidades con otros para que puedan
acercarse como creyentes y ser alentados por la increíble obra de Dios. ¿Estás
luchando con tu fe? ¿Estás luchando en el trabajo? ¿Estás luchando en tu
matrimonio? ¿Estás luchando con la evangelización? Recuerdo que cuando un
hermano en esta iglesia compartió un domingo por la noche que estaba batallando
con su fe en Dios, su honestidad fue un buen ejemplo para nosotros, y cuando la
iglesia lo cubrió en oración, fuimos capaces de alabar a Dios mientras nuestras
oraciones eran contestadas. Deja que otros te acerquen a nuestro Señor en oración.
Es un privilegio para ellos.
Es una buena disciplina solo enfocarnos en alabarle. Por lo que nuestras oraciones de
alabanza nos enseñan qué significa centrar nuestra mirada únicamente en la
hermosura de Dios y deleitarnos en él. Asimismo, la confesión es incómoda, y
rápidamente pasamos a pedirle a Dios que nos cambie. Pero cuando hacemos eso,
perdemos la oportunidad de explorar nuestros corazones y reconocer lo que
realmente hay allí. Tener un tiempo extendido solo para confesar el pecado hace que
la seguridad del perdón que leemos en la Biblia, y el cántico que entonamos en
respuesta, sea mucho más alegre. Y también podemos aprender de las oraciones de
súplica y agradecimiento. En la oración de súplica, por ejemplo, Mark orará por mucho
más que solo nuestras necesidades, que es donde sentimos la tentación de
enfocarnos. Él ora por nuestro gobierno, por la iglesia perseguida, por las misiones,
por la evangelización, por nuestra iglesia, y termina orando por los puntos de su
sermón. Si lo sigues cuidadosamente mientras somos guiados en oración, espero que
eso mejore tu propia vida de oración.
4. Conclusión
¿De qué manera esperamos que lo sobrenatural obre en nuestra iglesia? Celebramos
la predicación regular de la Palabra de Dios, y oramos. Esos son los medios que Dios
usa naturalmente para hacer lo que es sobrenatural. Sus medios normales de gracia.
Cerremos en oración.
Así que esta Palabra es la palabra acerca de Jesús, tal y como fue anticipada en el
Antiguo Testamento y ahora explicada en la predicación apostólica. Esta es la Palabra
que es “hablada” (Hch. 4:29), “anunciada” (13:5) y que debe ser “recibida” (17:11)
como “la palabra de Dios”. Esta misma identificación es mantenida por todas las
cartas de Pablo. Sin dudarlo, Pablo llama al mensaje que proclama “la palabra de
Dios” (2 Co. 2:17; 4:2; 1 Ts. 2:13), o simplemente “la palabra” (Gá. 6:6).
La vida espiritual del pueblo de Dios depende de esta Palabra (Dt. 8:3). Este es el
motivo por el que un pastor joven es comisionado a ocuparse en la lectura, la
exhortación, y la enseñanza (1 Ti. 4:13). Si esta comisión es relevante para nosotros
hoy —y lo es— entonces la fuente de nuestra predicación debe ser —de forma
integral— una extensión de nuestras Biblias.
¿Qué significa esto? En nuestra preparación de sermones, significará tomar pasajes
definidos de la Palabra de Dios y estudiarlos cuidadosamente para que usemos bien
la palabra de verdad. En el púlpito, significará la ilustración que vemos en Nehemías
8:8: “Y leyeron en el Libro de la Ley de Dios, interpretándolo y dándole el sentido para
que entendieran la lectura”. Dios ha determinado y prometido usar esta clase de
predicación para llevar a cabo uno de sus grandes propósitos: la reunión y la
edificación de su pueblo.