Impostores Expositivos

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Impostores expositivos

correctamente describe la Predicación Expositiva como «la predicación que toma


como punto de un sermón el punto de un pasaje específico de la Escritura». Sin
embargo, he escuchado muchos sermones que pretenden ser expositivos, pero que
dejan mucho que desear. A continuación hay siete trampas que uno debería tratar de
evitar. En cada uno de estas trampas vemos que no hacen que el mensaje del pasaje
sea el mensaje del sermón, o no lo convierte en un mensaje para esa congregación.

1) EL PUNTO DEL PASAJE ES MAL ENTENDIDO: «EL SERMÓN SIN


FUNDAMENTO».

Aquí es donde el predicador dice cosas que pueden ser o no ser verdad, pero que en
ningún sentido vienen del pasaje, cuando se entiende correctamente. Esto puede
suceder por descuido con el contenido del texto (por ejemplo, el sermón sobre
«trabajo, constancia y esperanza» de la Reina Valera 1960 de 1 Tesalonicenses 1: 3,
aunque cada palabra no tiene paralelo en el griego) o descuido con el contexto (por
ejemplo, el sermón sobre David y Goliat, que pregunta «¿quién es tu Goliat, y cuáles
son las cinco piedras lisas que necesitas para estar preparado para usarlas contra
él?»).

Si un predicador no está minando profundamente la verdad de la Palabra de Dios


para discernir el mensaje de sus sermones, es probable que esté siendo impulsado
por sus propias preferencias. Porque «cuando alguien predica regularmente de una
manera que no es expositiva, los sermones tienden a ser solo sobre los temas que
interesan al predicador» (Nueve Marcas, 41). Por lo tanto, la congregación no recibe
todo lo que Dios deseaba que recibieran. ¿La lección? Los predicadores deben darse
a la tarea de entender completamente el texto antes de comenzar a escribir sus
sermones. Una lectura superficial no es suficiente. Los predicadores deben permitir
que Dios determine el alimento de las ovejas para evitar una mala alimentación.

2) EL PUNTO DEL PASO ES IGNORADO: «EL SERMÓN TRAMPOLÍN».

Estrechamente relacionado está el sermón en el que el predicador ha entendido el


mensaje del texto, pero solo muestra un interés superficial porque luego se siente
intrigado por algo que es un punto secundario o terciario, fijando su atención en eso
durante el resto del sermón. Lo que dice proviene del texto, pero no es el punto
principal del texto (por ejemplo, el sermón sobre Juan 3 que se centra principalmente
en la legalidad que tienen los cristianos que beben alcohol).

3) EL PUNTO DEL PASAJE NO SE APLICA: «EL SERMÓN EXEGÉTICO».

Algunas predicaciones que dicen ser expositivas son rechazadas por aburridas e
irrelevantes… ¡y con mucha razón! Uno podría estar leyendo un comentario
exegético. Todo lo que se dice es fiel al pasaje, pero no es realmente un sermón; es
simplemente una conferencia técnica sobre el pasaje. Se puede aprender mucho
sobre el uso de Pablo del Absoluto Genitivo, pero poco sobre el carácter de Dios o la
naturaleza del corazón humano. No sea hace aplicación a nada más que a las mentes
de la congregación. La verdadera predicación expositiva seguramente informará
primero a la mente, pero también afectará el corazón y obrará en la voluntad del
hombre.

4) EL PUNTO DEL PASAJE SE APLICA A UNA CONGREGACIÓN DIFERENTE: «EL


SERMÓN IRRELEVANTE».

Demasiadas predicaciones promueven el orgullo en la congregación arrojando piedras


sobre la pared hacia los invernaderos de otras personas. O el punto del pasaje se
aplica solo a los no creyentes, dando a entender que la Palabra no tiene nada que
decir a la iglesia, o se aplica a problemas que rara vez se ven en la congregación en
la que se está predicando. Así, la congregación se enorgullece, y como el fariseo en la
parábola de Jesús termina agradecido de que no son como los demás. La respuesta
no es arrepentimiento y fe, sino «¡Si solo la Sra. Brown escuchara este sermón!» O
«¡En la Primera Iglesia Bautista de Pensilvania realmente deberían escuchar este
sermón!».

5) EL PUNTO DEL PASAJE MAL APLICADO A LA CONGREGACIÓN ACTUAL: «EL


SERMÓN INADAPTADO ».

A veces, la brecha hermenéutica entre el pasaje original y la congregación actual


puede malinterpretarse, de modo que la aplicación al contexto original se transfiere
erróneamente al contexto presente de forma directa. Entonces, si el predicador no
tiene una teología bíblica de adoración correcta, los pasajes sobre el templo del
Antiguo Testamento podrían aplicarse erróneamente al edificio de la iglesia del Nuevo
Testamento, en lugar de cumplirse en Cristo y su pueblo.

6) EL PUNTO DEL PASAJE SE DIVORCIÓ DE SU GÉNERO LITERARIO: «EL


SERMÓN DOCTRINAL».

Dios nos ha hablado deliberadamente de muchas y diversas maneras. Demasiados


sermones ignoran el género literario de un pasaje, y predican la narrativa, la poesía, la
epístola y el apocalíptico por igual como una serie de enunciados proposicionales.
Mientras que toda predicación debe transmitir verdades proposicionales, no deben
reducirse a ellas solamente. El contexto literario de los pasajes debe significar que un
sermón del Cantar de los Cantares es muy diferente a uno de Efesios 5. El pasaje
puede tener el mismo punto central, pero se transmite de una manera diferente. Tal
diversidad no debe ignorarse en la predicación.

7) EL PUNTO DEL PASAJE ES PREDICADO SIN REFERENCIA AL PASAJE: «EL


SERMÓN ATAJO».

Otro sermón podría tener una aplicación muy apropiada para la mente, el corazón y la
voluntad, sin embargo, la congregación no se dará cuenta de cómo se aplica
correctamente desde el texto. Lo opuesto al sermón exegético, este tipo de
predicación no muestra ningún «trabajo» exegético. Aunque el Señor ha establecido
el propósito final en su Palabra, solo el predicador es plenamente consciente de ese
hecho. La congregación bien puede terminar diciendo, «qué sermón maravilloso» en
lugar de «qué maravilloso pasaje de la Escritura».

La predicación expositiva es tan importante para la salud de la iglesia porque permite


que todo el consejo de Dios se aplique a toda la iglesia de Dios. Que el Señor prepare
a los predicadores de Su Palabra para que Su voz pueda ser escuchada y obedecida.

La predicación expositiva: Una


conversación con el pastor Sugel
Michelén
Giancarlo Montemayor entrevistó al pastor Sugel Michelén de la Iglesia Bíblica del
Señor Jesucristo. La conversación se centró en el tema de la predicación expositiva. A
continuación la entrevista:

Giancarlo: ¿Por qué es importante que las personas conozcan de la predicación


expositiva?

Sugel: Cuando yo me convertí hace 38 años creí que los pastores que yo escuchaba
en ese momento hacían un mensaje y luego buscaban en la Biblia un apoyo para lo
que ellos querían decir. En el año 81 conocimos a John MacArthur, nuestra iglesia
tenía dos o tres años de fundación, y comenzamos a ver a un individuo que estaba
predicando lo que el texto decía. Eso nos atrapó y a partir de ese momento
comenzamos a practicar la predicación expositiva consecutiva en nuestra iglesia.

Mark Dever lo dice de una manera muy clara y breve: “La predicación expositiva es
cuando el mensaje del texto viene a ser el mensaje del sermón que se predica”.
Nosotros estamos aquí para predicar la Palabra de Dios, no para predicarnos a
nosotros mismos o nuestras propias opiniones. La predicación que es verdadera
predicación expone el texto, deja hablar al texto bíblico y, en ese sentido, nosotros
hacemos el sermón pero no hacemos el mensaje. El mensaje está allí en el texto.

Giancarlo: ¿Es correcto definir la predicación expositiva como predicar


versículo por versículo o es más que eso?

Sugel: No necesariamente. Es bueno predicar a través de libros completos de la


Biblia versículo por versículo porque eso ayuda a los hermanos a entender cómo
estudiar la Biblia por sí mismos. Pero cualquier predicación que tome un texto, a
veces una línea de un texto y exponga lo que ese texto enseña en su contexto y en el
contexto más amplio de la historia redentora, esa predicación es expositiva.

Giancarlo: Entonces, ¿es posible predicar un libro de la Biblia expositivamente


en un solo sermón?

Sugel: Si, recientemente prediqué de la carta a los Efesios en tres sermones, es un


panorama más amplio, no es lo mismo que ir versículo por versículo, pero eso permite
que los hermanos vean un panorama general de lo que el libro realmente enseña.
Una vez oí a Juan Sánchez predicar un sermón de Levítico. Entonces la predicación
expositiva, no es tanto la cantidad de versículos que tu estudias, ni siquiera si es
consecutiva, sino es que el texto que tu escojas para exponer, realmente puedas
enseñar lo que ese texto contiene y al mismo tiempo aplicarlo a la mente y al corazón
de los que te escuchan.

Es importante tener cuidado de no convertir la predicación en un comentario bíblico


ambulante. Porque nosotros, los predicadores, no vamos diciendo “El significado de
este versículo es el siguiente, y el significado de este es tal”. La clave es tener claro
que la unidad de pensamiento de un pasaje es el mensaje que está contenido allí y
ese mensaje debe ser presentado a la audiencia en una forma ordenada, aplicable,
pero no es un comentario bíblico, ni tampoco es una clase de exégesis desde el
púlpito. Tú vas al púlpito habiendo hecho tu trabajo en la oficina, pero cuando vas a la
audiencia predicas un sermón y no es lo mismo.

Giancarlo: ¿Qué parte juega la aplicación en un sermón?

Sugel: Creo que toda comunicación conlleva aplicación, aún en la cosa más trivial.
Por ejemplo, si un papá sale de su habitación y le dice a su hijo: “Hay una toalla
mojada en el piso”, y el hijo saca la cabeza y le dice “Sí padre, hay una toalla mojada
en el piso”. No creo que el padre se vaya a sentir satisfecho con la respuesta del hijo,
porque la expresión del padre tiene la intención de que el hijo recoja la toalla. En ese
sentido, la manera en que nos comunicamos es importante, aún en la situación más
trivial. Si esto es así, ¿cuánto más cuando es Dios quien se comunica? Cuando Dios
habla no solamente quiere darnos a conocer hechos, Él quiere transformar nuestra
vida, Él quiere llevarnos a la obediencia. Por lo tanto, dado que esa es la intención de
la Biblia, esa debe ser la intención de la predicación.

Giancarlo: ¿Qué haces para prepararte para el domingo en la mañana? ¿Cómo


se ve tu semana?

Sugel: Predicar es un trabajo arduo, aún más con el agravante de que llegas el


domingo después de horas de trabajo y estudio, y el lunes en la mañana estás en
cero para el próximo domingo y tienes que empezar otra vez. Puedo decir cómo yo lo
hago, pero quiero dejar claro que al final de cuentas cada predicador tiene que
desarrollar su propia metodología conforme a su personalidad. Básicamente este es el
proceso: (1) Decidir de qué vas a predicar – si no estás predicando de un libro
consecutivamente. (2) Tomar el pasaje. Primero, leerlo en varias versiones y ver las
diferencias que hay. Eso te lleva al texto en el idioma original para ver cuál es la mejor
traducción que existe de ese texto. Si no conoces el idioma original, hay buenos
programas que puedes usar y te pueden ayudar en eso. Otra herramienta es aprender
gramática española, ya que con una buena versión bíblica que tenga una equivalencia
formal en la traducción puedes ver la secuencia del pensamiento del pasaje y una vez
que tengas eso puedes estructurar el pasaje y a la luz de eso estructurar tu sermón y
ver luego cuáles son las aplicaciones que vas a traer. Básicamente yo me paso la
semana estudiando y estructurando mi texto y luego estructurando el sermón y viendo
las aplicaciones que ese texto contiene.

Giancarlo: ¿Qué papel juegan los comentarios en tu preparación?

Sugel: Los comentarios son muy buenos, y ayudan a ver cosas que uno no vio de
entrada, pero yo aconsejaría que dejes los comentarios hasta después, después que
hayas leído tu texto, hayas visto el texto en su contexto y hayas estructurado el
pasaje. Entonces es la hora para ver si hay algo que se te quedó que no viste. Los
comentarios te pueden ayudar con buenas aplicaciones. Creo que sí podemos usar
comentarios, yo mismo los uso, pero eso no debe ser un sustituto de tu labor en
oración con el texto delante del Señor y aun predicándolo a tu propia alma, a tu propio
corazón.

Giancarlo: Alguien me dijo que los comentarios son una señal de alerta de que no
estás predicando una herejía. Al final, uno va y revisa que esté acorde con lo que se
ha predicado por cientos de años.

Sugel: A veces cuando estás predicando un texto difícil (los comentarios bíblicos)
también te ayudan a saber que la misma confusión que tú tienes la tuvieron otros. Me
ha pasado más de una vez. Estoy con un pasaje y cuando veo los comentarios me
confundo más porque hay diferentes interpretaciones del pasaje y eso te lleva de
nuevo de rodillas delante del Señor a clamar por iluminación y luego para predicar el
mensaje. Conocí a alguien que conoció a un asistente de John Stott personalmente y
decía que John Stott preparaba sus sermones literalmente de rodillas. Yo no creo
necesariamente que esa sea la postura en que todo predicador debe preparar sus
sermones, pero si debe ser la postura del corazón, tú tienes que bañar el proceso en
oración de principio a fin.

Giancarlo: En Julio sale al público tu libro “Departe de Dios y delante de Dios” con la
publicadora B&H. Tuve el privilegio de leerlo ya. Es un libro excelente y recomendado
para toda la audiencia, considero que es una clase de predicación expositiva entre
dos cubiertas. ¿Quieres compartir algo de ese libro?
Sugel: El título sale de 2 Corintios 2:17 donde Pablo dice “No somos como muchos
que medran falsificando la Palabra de Dios, sino que con sinceridad como departe de
Dios y delante de Dios hablamos en Cristo”. Creo que si los predicadores tuviéramos
la consciencia, en primer lugar, de que nosotros hablamos de parte de Dios, tenemos
un mensaje qué transmitir que no es nuestro, es de Él y por lo tanto tenemos que ser
fieles trasmisores de ese mensaje. En segundo lugar, cuando tú te paras en el púlpito
no solo tienes la audiencia de los hermanos que están allí, tú estás predicando
delante de Dios y eso es algo bien serio y sobrio. Entonces la idea del libro es
exponer cómo podemos predicar primero departe de Dios fielmente y luego con la
conciencia de que lo estamos haciendo delante de Dios.

El libro tiene tres partes, primero lo que yo he llamado un ancla teológica, que son las
convicciones que te van a mantener predicando expositivamente la Palabra cuando
otros están haciendo otras cosas a tu alrededor y a veces parece tener más éxito que
tú. En segundo lugar, vienen algunas definiciones. Por ejemplo, ¿qué es un sermón
expositivo? o ¿qué es predicar? Porque me he dado cuenta que en las clases de
homilética se define mucho lo que es un sermón pero no necesariamente se define lo
que es la predicación de otras formas de comunicación. Yo tengo una preocupación
particularmente de que se está difuminando cada vez más la línea que separa la
predicación de otras formas de comunicación. Por ejemplo, ¿qué diferencia hay entre
predicar o dar una clase de escuela dominical? ¿Qué diferencia hay entre predicar y
dar una charla bíblica? Entonces, definimos eso: ¿qué significa predicar en
dependencia del Espíritu? y ¿qué significa predicar a Cristo y a este crucificado?

Giancarlo: ¿Es la predicación un monólogo o un diálogo?

Sugel: La predicación es un monólogo. Nosotros somos embajadores. No venimos a


negociar con el oyente. Nosotros venimos a decirle: “Así dice el Señor”.

La segunda parte del libro es práctica. La primera es teórica o doctrinal, la segunda es


práctica. Algo diferente que tiene este libro, que hablé con el editor, es ir haciendo con
el lector un sermón, un sermón que está completo al final del libro. Eso permite que el
lector vea cómo se van aplicando estos principios en la preparación de un mensaje.*

La Teología Bíblica y Su Importancia en


La Predicación
Cuando hablamos de teología bíblica nos referimos a una rama de la teología
exegética que nos ayuda a ver cada pasaje de las Escrituras a la luz del panorama
general de la historia redentora.

Como dice Graeme Goldsworthy, la teología bíblica “examina las diversas etapas de
la historia bíblica y su relación entre sí, proporcionando el fundamento para
comprender cómo algunos textos de una parte de la Biblia se relacionan con todos los
demás”. David Helm, por su parte, la define como “una forma de leer la Biblia que
sigue el desarrollo progresivo del plan de redención de Dios en Cristo”.

La teología bíblica nos ayuda a ver la trama de esta historia de redención moviéndose
de manera progresiva hacia el cumplimiento de la gran promesa que sirve de hilo
conductor a los pactos de Dios: “Me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios”
(Jer. 11: 4; Gén. 17: 7; Ex. 6: 7; 2 Sam. 7: 14; Jer. 30: 22; Ezeq. 36: 38; Apoc. 21: 3,7).

Cuando los apóstoles citaban el Antiguo Testamento desde la posición ventajosa del
Nuevo, no solo veían a Cristo en las profecías mesiánicas, o a través de los tipos y
símbolos que abundan en la religión del antiguo pacto, sino que miraban hacia Él
como Aquel que “cumple y colma plenamente lo anunciado en el Antiguo
Testamento”, como bien señala Sinclair Ferguson: “Partiendo de Génesis 3:15 hasta
el final, la Biblia es el relato de un Dios guerrero que acude en socorro de su pueblo
para liberarlo del reino de las tinieblas y establecer su reinado con, a través, y en
medio de su pueblo”.

Es esa perspectiva más amplia del Reino Mesiánico la que nos permite llegar hasta
Jesús desde toda la Biblia sin la necesidad de hacer un aterrizaje forzoso en el
Calvario. Como bien señala David Helm, en vez de preguntar: “¿ Dónde está Jesús en
mi texto?”, debemos “… empezar con preguntas más matizadas, como por ejemplo:
¿Cómo afecta el evangelio a mi entendimiento del texto? ¿De qué forma mi texto
anticipa o se relaciona con el evangelio?”.

Por otra parte, los apóstoles aprendieron de Jesús que Él sobrepasaba el ministerio
de los grandes líderes de Israel y que las instituciones del antiguo pacto encontraban
en Él su cumplimiento. Como bien señala Daniel Doriani, pastor y teólogo
norteamericano: “Él es más grande que Abraham porque Él es eterno (Juan 8: 53-58),
más grande que Jacob porque Él es la escalera entre el cielo y la tierra (Juan 1:
51; Gén. 28: 12). Él sobrepasó a Moisés porque Él inauguró el pacto de gracia y
verdad, y ofrece el verdadero pan del cielo (Juan. 1: 17; 6: 32-35). Él sobrepasó a
Salomón en la sabiduría que atrae a las naciones (Mat. 12: 42). Jesús también
completó las instituciones del antiguo pacto. Él es más grande que el Templo porque
es la presencia misma de Dios (Mat. 12: 6). Él es el sacerdote final que nos da acceso
a Dios (Heb. 7-10). Él es el gran Profeta (Luc. 7: 16,26), el gran Rey (Mat. 21: 41-46),
el Juez final (Mat. 25: 31-46), la sabiduría de Dios (Luc. 7: 31-35)”.

Aunque leer la Biblia “con los ojos puestos en Jesús” no suele ser una tarea sencilla,
es de gran importancia para el expositor de las Escrituras porque, si perdemos de
vista a Cristo y el evangelio, nos extraviaremos en nuestra interpretación del texto
bíblico y nos colocaremos en una posición en extremo peligrosa.

Nota del editor:  Este es un fragmento adaptado del libro De parte de Dios y delante
de Dios: Una guía de predicación expositiva. Sugel Michelén. B&H Español.
Dos tipos de sermones que parecen
expositivos, pero realmente no lo son
Muy común en los círculos evangélicos conservadores de hoy —y ciertamente entre
los lectores de ministerios como 9Marks—, es un compromiso declarado la
predicación expositiva. Decimos compromiso «profeso» porque nuestra experiencia a
lo largo de décadas como pastor y miembro fiel de la iglesia, habiendo entregado o
escuchado miles de sermones, nos ha llevado a la conclusión de que mucha
«predicación expositiva» no cumple con tal definición.

Demasiados sermones se enfocan en el texto bíblico, pero no exponen el punto


principal del pasaje de las Escrituras bajo consideración. Para ser más claro, esta
crítica no es meramente académica o definitoria. Si un sermón no logra aterrizar en el
punto principal del texto en cuestión, el pastor no está predicando todo el consejo de
Dios, independientemente de cuán completamente el orador examine el pasaje de las
Escrituras. Tal sermón no logra comunicar lo que Dios pretendía comunicar al inspirar
ese texto.

Seamos más específicos. A menudo se confunden dos tipos de predicación con la


predicación expositiva debido a un parecido superficial: «predicación secuencial» y
«predicación de observación». Las discutiremos a continuación. Oramos para que
esta discusión sea edificante para los predicadores mientras buscan alimentar para
sus feligreses.

1. La predicación secuencial no es necesariamente


predicación expositiva.
Muchos predicadores creen que se dedican a la predicación expositiva simplemente
porque predican secuencialmente a través de un libro particular de la Biblia. Si bien
hay mucho que recomendar sobre este enfoque, no necesariamente equivale a la
predicación expositiva.

Por ejemplo, un pastor puede predicar una serie de 16 semanas a través del libro de
Romanos. Ese hecho en sí mismo haría que muchos predicadores piensen que están
haciendo predicación expositiva. Pero no lo es. Si el predicador secuencial está
entregando un sermón expositivo en una semana determinada depende de dos cosas:

1. Que haya identificado correctamente el punto principal del pasaje asignado de


la semana,
2. Que el sermón mantiene como foco el punto principal del pasaje.

Un ejemplo puede aclarar este punto. Si, en la tercera semana de la serie, el


predicador pronuncia un sermón sobre Romanos 3 que se centra y explica
correctamente la doctrina de la inspiración, entonces el predicador no estaría
predicando un sermón expositivo, ¿Por qué decimos esto? Porque el punto principal
de Romanos 3 no es la doctrina de la inspiración, sino más bien la caída del
hombre. Todo el capítulo se basa en la caída del hombre; Pablo examina el Antiguo
Testamento y concluye que «…todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios»
(3:23).

Sin duda, se menciona la doctrina de la inspiración, pero solo de pasada en el


versículo 2 («las mismas palabras de Dios», NVI). En pocas palabras, la inspiración
no es el punto principal de Romanos 3. Más bien, la inspiración del Antiguo
Testamento es invocada por Pablo para dar peso autoritario a su recitación de
pasajes que hacen su punto principal.

Además, el punto principal de Romanos 3 no es la incredulidad de Israel (vs. 3), la


fidelidad de Dios (vs. 3), la justicia de Dios (vs. 5), el juicio venidero del mundo (vs. 6),
o las formas en que los hombres demuestran depravación (vs. 13-18). Todos esos
conceptos aparecen en Romanos 3 no como fines en sí mismos, sino como
elementos de un argumento hacia el punto principal de Pablo: todos, judíos y gentiles,
tenemos un problema de pecado que no podemos resolver.

Lo que distingue un sermón expositivo no es simplemente que lo que dice el


predicador es bíblicamente exacto, sino que extrae su verdad principal del punto
principal del pasaje. Un sermón expositivo sobre Romanos 3 requiere que el punto
principal del sermón sea el punto principal, no un sub-punto, no periférico al punto
principal, de Romanos 3.

Por supuesto, hay valor en la predicación secuencial a través de los libros de la


Biblia. Ayuda a asegurar que se predique todo el consejo de Dios y que «nada que
fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros…» para la congregación (Hechos
20:20). Además, al tomar un libro completo en estudio, el predicador se ve obligado a
lidiar con el flujo del argumento del autor. Esto aumenta la probabilidad de que el
predicador identifique correctamente el punto principal del texto de un sermón en
particular.

2. La predicación observacional no es necesariamente


una predicación expositiva.
El segundo tipo de predicación que a menudo se confunde con la predicación
expositiva es lo que llamamos predicación observacional. Este tipo de predicación
intenta ser fiel al texto en cuestión, pero no logra pasar de observaciones sobre el
texto y su estructura a una exposición del punto del pasaje.

Como aprendimos en el seminario, la buena exégesis bíblica comienza con


observaciones sobre un texto y su estructura. Pero la razón para hacer observaciones
es para asegurarnos de que estamos exponiendo toda la verdad del pasaje.

Desafortunadamente, demasiados sermones nunca pasan de las observaciones a la


exposición. Dicho de otra manera, los predicadores con frecuencia presentan un
bosquejo exegético en lugar de uno homilético. Cuando eso sucede, los elementos del
argumento de un texto se convierten en los puntos del sermón sin conectar las
observaciones con el argumento del autor. El pastor discute extensamente lo que hay
en el pasaje sin comunicar nunca el punto del pasaje.

Pero el objetivo de un sermón expositivo es trazar una línea desde el contenido del
pasaje hasta el punto principal del autor. Esta línea distingue un sermón de
observación de un sermón de exposición.

Una ilustración de un contexto análogo podría ayudar a iluminar este punto. Imagina


que una profesora de literatura de la universidad da una clase en el clásico de Ernest
Hemingway: El viejo y el mar. Después de presentar el texto a la clase e identificar a
su autor, la profesora describe tres «puntos» de la historia que formarán los puntos de
su conferencia: (1) el hombre, (2) el mar y (3) el pez. La profesora luego procede a
discutir los puntos a su vez.

El hombre se llamaba Santiago: un anciano, un pescador de profesión, pero


pobre. Describe la apariencia de Santiago, el pueblo en el que vive, su amigo Manolin
y la persistencia de Santiago en sus esfuerzos de pesca. Durante más de 15 minutos,
la profesora discute los diversos hechos sobre el hombre que se cuentan en la
historia. Luego se dirige al segundo «punto»: el mar. Una vez más, habla
extensamente sobre el mar cerca del cual vive Santiago, las tormentas que surgen en
el mar, la prevalencia de tiburones en el mar y otros detalles.

Finalmente, recurre a su «punto final»: el pez. Ella relata detalladamente los detalles


sobre el pez, incluido el tipo de pez, el color, el peso y la longitud. Era grande, tan
grande que ni siquiera podía llevarse al bote, sino que era amarrado a un lado. Habla
sobre cómo los tiburones atacaron y comieron el pescado mientras lo amarraron al
costado del bote. Con eso, ella observa que es una historia triste, finaliza la
conferencia y termina la clase.

Tal acercamiento al clásico de Hemingway perjudicaría gravemente la historia y a los


estudiantes. Mientras que la profesora de nuestra ilustración entendió los detalles de
la historia, y esos tres puntos aparecen prominentemente en el libro, ella y la clase
abandonarán la conferencia sin «el punto de todo». Cualquier profesor de literatura
experto expondría, — descubriría— la clase al punto de Hemingway.

En pocas palabras, «el hombre», «el mar» y «el pez» no son los puntos. En cambio,
conducen al punto de Hemingway sobre la inutilidad de la vida. El punto principal de la
historia, que cualquier expositor literario calificado debe explicar a la clase, es que
puedes pasar toda tu vida persiguiendo al pez gordo y luego, después de atraparlo,
perderlo al final de todos modos. No aclarar eso para la clase es quedarse corto como
expositor literario.

Tristemente, así es como muchos predicadores se acercan a la Biblia. Hablan


extensamente sobre varios elementos presentes del texto, etiquetando las
observaciones como «puntos», pero no ven esos «puntos» como elementos
constitutivos que contribuyen a un punto principal, a un argumento. Comprender los
detalles de un texto es importante para comprender su argumento. Pero con
demasiada frecuencia, los sermones se organizan alrededor de observaciones
objetivas o estructurales sobre o desde el texto, sin ver esas observaciones como
bloques de construcción para un argumento.

Por ejemplo, al predicar en 1 Pedro 1: 1–2, un predicador podría identificar sus tres
«puntos» como el pueblo de Dios, el conocimiento previo de Dios y la obra de Dios,
todo lo cual aparece en el texto, pero ninguno de ellos es el punto que Pedro está
enfatizando. El punto de ese pasaje es que Dios ha elegido a un pueblo para
obedecerle.

Las diversas observaciones objetivas sobre el pueblo de Dios y su conocimiento


previo y su obra están ahí para hacer un punto, pero no son ellos mismos el
argumento del pasaje. Al detenerse en las observaciones y no avanzar hasta el punto
del texto, el predicador no puede entregar un sermón expositivo, sin importar cuánto
se pueda enfocar el sermón con los versículos a mano.

Conclusión
¿Son estas críticas mucho ruido sobre nada? ¿Esperamos instigar un debate
meramente académico sobre si un sermón cumple con alguna definición técnica de un
«sermón expositivo»?

No, como dijimos al principio, el asunto es teológico. Tener una alta visión de la


Escritura requiere no solo una creencia en la autoridad e inspiración de la Escritura,
sino también fidelidad al significado del autor, tanto humano como divino. Y aunque se
nos promete que la Escritura es suficiente para la santificación de la iglesia, esto
supone que el punto de la Escritura se identifique y se transmite correctamente, lo que
implica la importancia total de la Escritura para influir en la vida de los miembros.

En nuestras clases de hermenéutica, comenzamos con la tarea de hacer


observaciones sobre el texto. Pero a medida que avanzamos en nuestras respectivas
clases y nos acercamos al final del semestre, las tareas pasaron de hacer
observaciones sobre el texto a resumir el punto del autor, a lo que los profesores del
Seminario de Dallas se refieren como la «Gran Idea» del texto.

Este ejercicio es útil para los predicadores. Estudia el texto. Comprende sus


palabras. Observe la relación de las palabras entre sí. Considera la estructura. Pero
hazlo todo esto no como un fin en sí mismo. Hazlo para llegar al punto del texto. Solo
entonces puedes entregar un sermón verdaderamente expositivo, que haga que el
punto del texto sea el punto de tu sermón de una manera que proporcione a fondo
para tu congregación toda buena obra (2 Tim 3:17).

Seis Razones para No Abandonar la


Predicación Expositiva
El teólogo puritano William Perkins escribió que la predicación “tiene cuatro grandes
principios: para leer el texto con claridad, de la Escritura canónica; para darle sentido
y entendimiento según la misma Escritura; para recoger algunos puntos provechosos
de doctrina fuera de su sentido natural; y para aplicar, si tienes el don, las doctrinas a
la vida y conducta de los hombres en un discurso simple y llano”.

Hay algo refrescantemente simple sobre esta descripción. Nuestro objetivo como
predicadores no es ser los más eruditos de la época. Nuestro objetivo no es excitar y
divertir. Nuestro objetivo no es construir una gran iglesia. A lo que apuntamos es a
tomar el texto sagrado, explicar su significado, atarlo a otras Escrituras para que las
personas puedan ver el conjunto un poco mejor, y aplicarla a la vida para que muerda
y sane, instruya y edifique. ¿Qué mejor manera que la predicación expositiva para
lograr este objetivo?

Beneficios de la exposición
Algunos usan la categoría de “predicación expositiva” para toda predicación que es
fiel a las Escrituras. Yo distingo la predicación expositiva de la predicación tópica,
predicación textual, y otras, puesto que el sermón expositivo debe estar controlado
por un texto o textos de las Escrituras. La predicación expositiva emerge directa y
demostrablemente de uno o varios pasajes de las Escrituras. Hay una serie de
razones de por qué la predicación expositiva merece ser nuestro método primario de
proclamación:

 1. Es el método con menos probabilidad de apartarse de


las Escrituras
Si estás predicando de lo que dice la Biblia sobre el autoestima, por ejemplo, sin duda
puedes encontrar algunas ideas útiles. Pero, aun cuando digas cosas enteramente
verdaderas, probablemente estarás desviándote de la línea central de la historia
Bíblica. La predicación expositiva te mantiene en lo principal.

2. Enseña a las personas cómo leer sus Biblias


Específicamente si estás predicando un pasaje largo, la predicación expositiva enseña
a las personas cómo pensar a través de un pasaje, cómo entender y aplicar la Palabra
de Dios a sus vidas.

3. Le da confianza al predicador y autoridad al sermón


Si eres fiel al texto, puedes estar seguro de que tu mensaje es el mensaje de Dios.
Independientemente de lo que esté pasando en la iglesia, si está creciendo o si le
gustas a las personas, tú sabes que estás proclamando la verdad de Dios. Eso es
maravillosamente liberador.
 4. Se encuentra con la necesidad de relevancia sin dejar
que el clamor por relevancia dicte el mensaje
Toda verdad predicada es debidamente aplicada. Esto es de extraordinaria
importancia en nuestra generación. Pero la predicación expositiva mantiene lo eterno
central a la discusión.

 5. Obliga al predicador a tratar las preguntas difíciles


Comienzas trabajando texto tras texto, y pronto llegas a pasajes sobre divorcio,
homosexualidad, la mujer en el ministerio, y tendrás que tratar esos textos.

6. Le permite al predicador exponer sistemáticamente


todo el consejo de Dios
En los últimos 15 años de su vida, Juan Calvino expuso Génesis, Deuteronomio,
Jueces, Job, algunos Salmos, 1ra y 2da de Samuel, 1ra Reyes, los Profetas Mayores
y Menores, los Evangelios en armonía, Hechos, 1ra y 2da de Corintios, Gálatas,
Efesios, 1ra y 2da de Tesalonicenses y las Epístolas Pastorales. No estoy diciendo
que tenemos que organizarnos exactamente de la misma manera. Pero si vamos a
predicar todo el consejo de Dios, debemos enseñar la Biblia completa. Otras
estructuras de sermones tienen sus méritos, pero ninguna ofrece más a la
congregación, semana tras semana, que la cuidadosa y fiel exposición de la Palabra
de Dios.

Un caso bíblico para la predicación


expositiva
¿Qué es la predicación expositiva? Un sermón es expositivo si su contenido e
intención se encuentran controlados por el contenido y la intención de un pasaje
específico de la Escritura. El predicador dice lo que el pasaje dice y espera que su
sermón cumpla en sus oidores exactamente lo que Dios buscar cumplir a través del
pasaje escogido de su Palabra.

Predicador, imagina a Dios sentado en la congregación mientras predicas. ¿Cuál


sería la expresión de su rostro? Diría, «eso no es lo que estaba buscando con ese
pasaje». O diría, «sí, eso es exactamente lo que buscaba».

El caso bíblico de la predicación expositiva comienza con la conexión entre el regalo


que el Cristo resucitado le ha otorgado a la iglesia a través de los pastores-maestros
(Efesios 4:11) y el mandato bíblico para los pastores-maestros de «predicar la
Palabra» (2 Timoteo 4:2). Aquellos que predican deben predicar sus Biblias.
Tal vez el mejor lugar para comenzar a demostrar la autenticidad de identificar la
predicación y predicar la Palabra es el libro de los Hechos. En Hechos, la frase «la
Palabra de Dios» es la abreviatura más utilizada para el contenido de la predicación
apostólica. Por ejemplo, en Hechos 6:2 los apóstoles dijeron: «No es justo que
nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas» (ver también Hechos
12:24; 13:5; 46; 17:13; 18:11). La frase también aparece muchas veces como «la
Palabra del Señor» (8:25; 13:44; 15:35-36; y otros) y no con poca frecuencia es
reducido a «la Palabra» (comparar con 4:29; 8:4; 11:19). En el libro de los Hechos,
existe una identificación clara y consistente entre la predicación apostólica y la frase
«la Palabra de Dios».

Aunque la esencia de la predicación apostólica eran las buenas nuevas de


reconciliación con Dios a través de Jesucristo, ese mensaje fue presentado y
explicado casi de forma invariable por medio de la exposición de una Escritura del
Antiguo Testamento. Así la predicación de los tiempos del Nuevo Testamento
implicaba la predicación de la «Palabra de Dios», y un componente esencial de dicha
predicación era la exposición del Antiguo Testamento. Esto a su vez nos lleva a la
conclusión de que las Escrituras del Antiguo Testamento deben estar incluidas en
nuestro concepto de «la Palabra» que debe ser predicada, una conclusión confirmada
por las declaraciones directas (por ejemplo: 2 Timoteo 3:16; Romanos 3:2) e
indirectas (por ejemplo: Romanos 15:4) del Nuevo Testamento.

Por tanto, esta «Palabra» es la palabra acerca de Jesús, como fue anunciado en el
Antiguo Testamento y ahora explicado la predicación apostólica. Esta es la Palabra
que es «hablada» (Hechos 4:29), «proclamada» (13:5), y que debe ser «recibida»
(17:11) como «la Palabra de Dios». Esta misma identificación es mantenida a lo largo
de las cartas de Pablo. Con razón él le llama al mensaje que proclama «la Palabra de
Dios» (2 Corintios 2:17; 4:2; 1 Tesalonicenses 2:13) o simplemente «la Palabra»
(Gálatas 6:6).

Aun en el contexto del encargo de Pablo a Timoteo de «predicar la Palabra» hay una
confirmación de esta identificación entre predicar y la predicación de la Palabra de
Dios. Timoteo habría sabido inmediatamente lo que Pablo quería decir con «Palabra».
Como lo señala la biografía de Timoteo, esto seguramente incluía los «escritos
sagrados» y el mensaje apostólico: «pero persiste tú en lo que has aprendido y te
persuadiste, sabiendo de quién has aprendido» (2 Timoteo 3:10-17).

La conclusión que debemos extraer de todo esto es que la «Palabra» que debemos
predicar es el cuerpo de la verdad que consiste en las Escrituras del Antiguo
Testamento y la enseñanza apostólica sobre Cristo, por ejemplo: el Nuevo
Testamento. Por tanto, identificar la «Palabra» con nuestras Biblias es
apropiado. Esto es lo que aquellos que son comisionados como «pastor-maestro»
deben enseñar. Nuestro trabajo es proclamar «la Palabra» que Dios ha hablado, que
es preservada en la Escritura y Dios nos ha confiado.

La vida espiritual del pueblo de Dios depende de esta Palabra (Deuteronomio 8:3).
Por eso es que a un joven pastor se le encarga «dedicarse a la lectura pública de la
Escritura, a la exhortación, a la enseñanza» (1 Timoteo 4:13). Si este encargo hace
algún reclamo sobre nosotros hoy, y lo hace, entonces la fuente de nuestra
predicación debe ser totalmente coextensiva con nuestras Biblias. ¿Cómo se verá
esto? En la preparación de nuestro sermón se verá como tomar pasajes definidos de
la Palabra de Dios y estudiarlos cuidadosamente para poder «manejar correctamente
la Palabra de Verdad». En el púlpito se verá como la ilustración que vemos
en Nehemías 8:8: «Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el
sentido, de modo que entendiesen la lectura». Dios ha propuesto y prometido utilizar
este tipo de predicación para cumplir uno de sus mayores objetivos, la reunión y
edificación de su pueblo.

Lo que Nuestras Iglesias Necesitan con


Urgencia
Hay necesidades humanas que son inevitablemente universales. Amar y sentirnos
amados; el perdón, el alimento, la gracia. A la vez, ciertas civilizaciones sufren de
necesidades específicas con mayor intensidad debido a sus circunstancias
particulares. Ese es el caso del mundo cristiano hispanoamericano. No es que
nuestras necesidades sean únicas. Pero en nuestra herencia cultural, hay ciertos
aspectos que han sido descuidados históricamente, y por lo tanto necesitamos
suplirlos con fundamentos bíblicos para poder crecer y madurar. Esta lista puede ser
larga, pero permíteme presentarte dos áreas que necesitamos suplir urgentemente.

NECESITAMOS URGENTEMENTE: PREDICACIÓN


EXPOSITIVA

Esta situación es crítica al considerar que “no solo de pan vivirá el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). El creyente madurará por medio
de la Palabra de Dios que pueda comprender y asimilar. Desde luego que creemos
que cada creyente tiene al Espíritu Santo que le enseña todas las cosas (Jn. 14:26).
Sin embargo, de igual manera creemos en la necesidad elemental que tiene el pastor
a predicar la Palabra (2 Ti. 4:2), y de hombres y mujeres maduros capaces de instruir
a otros en la verdad, al interpretar la Biblia correctamente.

El Dr. John MacArthur ha dicho que “el significado de la Escritura es la Escritura”. En


otras palabras, no escucharemos correctamente la Palabra de Dios a menos que un
texto sea interpretado con exactitud. De lo contrario será más bien una opinión
personal, que en el mejor de los casos dará una enseñanza moral o cívica, y en el
peor de los casos, simple herejía.

Por un lado, cada padre y madre tiene la responsabilidad de explicar y enseñar la


Biblia en su familia. Pero en el ámbito eclesiástico, esta responsabilidad recae
propiamente en el pastor-maestro (Ef. 4:1), y la predicación expositiva es el medio por
el cual la Biblia puede ser enseñada con más exactitud.
Los evangélicos necesitamos que nuestras iglesias sean centros de doctrina bíblica
explicada y luego aplicada en humildad. La predicación expositiva desempaca las
verdades bíblicas de un texto al tomar en cuenta el contexto histórico, al hacer énfasis
en la intención original del autor, y al interpretar el texto gramáticamente. Es decir, la
predicación expositiva valora el orden de las palabras, así como su uso y propósito,
preferentemente en el idioma original. Así el oyente entiende el significado de la
Palabra, y con la ayuda del Espíritu Santo lo aplica a su vida. Todos los creyentes
necesitamos la inalterada Palabra de Dios para vivir (1 Pe. 2:2).

La verdadera predicación de la Palabra no solo es necesaria para el crecimiento, sino


fundamental para vivir. En el mundo hispano es vital que busquemos que nuestros
pastores prediquen la Palabra “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Tim. 4:2). No estoy
hablando de revolución religiosa. Estoy hablando de orar fervientemente, con un
deseo sincero de escuchar solo la Palabra de Dios. Necesitamos discernimiento y
sabiduría para conocer cuándo alguien está verdaderamente predicando la Palabra y
cuándo no. No hacerlo como jueces o creyentes arrogantes, sino como mendigos
buscando dónde encontrar alimento.

NECESITAMOS URGENTEMENTE: LA GLORIA DE DIOS


En su reciente libro, A peculiar Glory (Una gloria peculiar), el Dr. John Piper dice que
la Palabra de Dios tiene una gloria que el creyente necesita percibir si es que quiere
leer la Biblia de una manera efectiva. Es decir, la Biblia no se debe leer como si fuera
un amuleto que solo hay que mirar casualmente para tener un buen día. Es más, no
se trata de “pensar” en lo que leímos como si fuera algo mágico, individual, o místico.

Por supuesto, debemos meditar en las palabras de Dios (Sal. 119:11). Pero
entendamos que la Biblia no es un libro de meditación. En 2 Corintios 4:4, Pablo
explica que nuestro enemigo, Satanás, “ha cegado el entendimiento de los incrédulos,
para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen
de Dios”. La luz del evangelio es la gloria de Cristo. Es la misma gloria, por cierto, que
Moisés vio en Éxodo 33. Sin embargo, a diferencia de Moisés, nosotros no tenemos
que ponernos un velo, sino que “todos nosotros, con el rostro descubierto,
contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados
en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2 Co. 3:18).
¡Esto es fascinante!

Leer la Biblia no se trata principalmente de cómo ser mejores padres, hijos, o


creyentes. Se trata, principalmente, de la gloria de Dios. Encontramos en ella la
naturaleza y esencia de Dios. Es en nuestra lectura de la Biblia que podemos conocer
cómo es Dios. No solo cierta parte de Él, sino toda la gloria que ha sido revelada en
las Escrituras. Lo que nos lleva de “gloria en gloria” es mirar a cara descubierta la
gloria del Señor. Observar sus atributos y escuchar su voz a través de las páginas de
la Biblia es lo que nos transforma. La Biblia no es un libro que leemos para aprender
qué hacer externamente. La Biblia es la gloria revelada al creyente, para que al ser
expuesto a ella continuamente, sea transformado internamente.

La gloria de Dios nos transforma. No tenemos que subir a un monte, ni tenemos que
experimentar un evento metafísico. Simplemente tenemos que abrir nuestras Biblias y
entender las riquezas de su gloria con nuestros ojos espirituales abiertos. Es
exactamente lo que Pablo dice en Efesios 1:17, “El Dios de nuestro Señor Jesucristo,
el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor
conocimiento de Él”. Si esa era la oración de Pablo para los creyentes de Éfeso, esa
debe ser nuestra oración también, ver “las riquezas de la gloria de su herencia” (Ef.
1:18).

Así que busquemos que la predicación de la Palabra sea fiel. Pidamos ayuda a Dios
para servir a una iglesia donde se busque una predicación sana y bíblica. Y leamos
nuestras Biblias con un profundo deseo de encontrar la gloria de Dios, para que todo
lo terrenal pase a segundo plano. Los tesoros que esta tierra te puede ofrecer no se
comparan con la permanente, transformadora, e impactante gloria de Dios. El Dios de
toda gloria ha puesto su gloria en la Escritura para que te transforme en una manera
personal, única, y exclusiva, de acuerdo a lo que Dios tiene planeado para ti.

Cinco razones por las que deberías


predicar un solo texto
No existe ninguna ley que diga que un predicador debería limitarse a exponer un solo
texto cuando sube al púlpito. Sin embargo, predicar una única porción de la Escritura
debería ser —como norma general— la práctica habitual de los pastores, por las
siguientes razones:

1. Un solo texto no es menos que muchos textos. Los predicadores solemos


cometer el error de pensar que incluir más textos en nuestra predicación
resultará en una predicación mejor y más completa. Hacer referencias a otros
pasajes durante un sermón tiene su valor —a veces es necesario y
conveniente—, y deberíamos hacerlo con sabiduría, pero no deberíamos
pensar que el secreto de una buena predicación reside en acumular montones
de versos bíblicos que respalden nuestros argumentos. Necesitamos cambiar
esta mentalidad. Un solo texto no es menos que muchos. De hecho, en la
predicación, muchas veces menos es más, en parte por los motivos que se
indican a continuación.

2. Un solo texto significa un solo contexto. Una de las principales claves para


interpretar bien un texto es entender bien el contexto. El contexto no solo es
vital para comprender el significado de la Palabra de Dios, sino que es un
aliado indispensable para aplicarla legítimamente a la vida de las personas.
Manejar un único texto permite adquirir un conocimiento más profundo y más
sólido de un único contexto, lo cual repercutirá en interpretaciones y
aplicaciones más precisas.
3. Un solo texto facilita la comprensión. Tu congregación te agradecerá que
expongas una única porción de la Palabra. En general, bombardear a los
oyentes con innumerables citas bíblicas tiende a desviar la atención en cuanto
al texto principal que se pretende predicar. La gente tiende a desconcentrarse,
las ideas tienden a mezclarse, el caos empieza a asomarse, y como resultado
el mensaje principal termina perdiéndose. El hecho es que una predicación de
múltiples textos —mal manejados— puede ser una amenaza para la esencia
de la predicación expositiva (sacar el mensaje principal de un pasaje y aplicarlo
de forma relevante a la congregación).

4. Un solo texto hace que el predicador valore más la Palabra de


Dios. Nuestra tendencia natural es querer enseñar —hasta el más mínimo
detalle— todas las doctrinas de la Biblia en una sola predicación. Esto le
sucede especialmente a los predicadores jóvenes y a aquellos que no exponen
con regularidad. Queremos decir mucho en poco tiempo. No queremos
olvidarnos de nada y pensamos que hemos fracasado si no decimos todo lo
que hemos aprendido durante la semana en nuestra preparación del sermón.
Sentimos el deber de mostrar todo nuestro arsenal teológico. Pero esto puede
ser contraproducente. Necesitamos relajarnos. El mundo no se acabará si te
centras solamente en una pequeña parte de la Escritura o si explicas un
determinado aspecto de una doctrina. La iglesia no se va a derrumbar si en un
sermón no dices todo lo que se podría llegar a decir sobre la soberanía de Dios
y la responsabilidad del hombre, o acerca de la regeneración, la justificación o
la santificación. Necesitamos quitarnos presión y empezar a valorar el
contenido y la suficiencia de cada parte específica de la Biblia. Confía en lo
que Dios puede hacer con una fracción de su Palabra, aun cuando sean textos
desconocidos (quizás no tan atractivos como Romanos 8 o Isaías 53). Predicar
un solo texto es una disciplina que enseña al predicador a valorar cada
fragmento de las Escrituras. Es una práctica que lleva al expositor y a la
audiencia a atesorar más cada trozo de la revelación divina. Aglutinar miles de
pasajes no es la clave para añadir relevancia a nuestra predicación. Cada
parte de la Biblia —por reducida o poco atractiva que pueda parecer a priori—
es de por sí relevante y provechosa (2 Ti. 3:16).

5. Un solo texto nos hace apreciar la rica variedad de la Biblia. Uno de los


grandes beneficios de profundizar en un solo texto bíblico es que llegas a
encontrar joyas únicas con matices que no se descubren en otras partes de las
Escrituras. La Biblia es como una mina de innumerables piedras preciosas, y
cada una merece dedicada atención. Predicar un solo texto te permite
contemplar detenidamente la belleza única de cada diamante, el tono particular
de cada esmeralda, en la mina infinita del evangelio. Una predicación que salta
alocadamente de un texto a otro dificultará que puedas encontrar y mostrar
estos tesoros. No prives a tus oyentes de tal privilegio. No dejes a tu
congregación en el triste terreno de la confusión y la superficialidad.

Pastor, te animo a que adquieras como principio para tu ministerio de predicación


centrarte en un solo texto cada domingo. Descubrirás que en la exposición de la
Palabra, menos suele ser más.
«Aterrizando el avión» en la conclusión
del sermón
Concluir un sermón puede ser una de las partes más difíciles de la preparación de
una predicación. Todos hemos escuchado sermones en los que al predicador le ha
costado horrores «aterrizar el avión». Lo hace rebotar en la pista de aterrizaje seis o
siete veces seguidas pero siempre parece tomar vuelo de nuevo cuando pensabas
que iba a pisar los frenos. Pero «aterrizar el avión» en un sermón es tan importante
como el despegue.

Idealmente, como predicadores, la conclusión de nuestro sermón debe tener peso. La


conclusión debería hacer descender todo el peso y la fuerza de nuestro mensaje,
como una cuña, en el corazón endurecido del pecador, en la voluntad complaciente
del cristiano, o en el alma herida del santo. No hace falta que sea nada escandaloso o
dramático, y no debería ser una distracción de los puntos que hemos resaltado de las
Escrituras. Simplemente debería llevar esos puntos un poco más allá con una
declaración o pregunta de peso.

Una de las mejores conclusiones que puedo recordar fue la conclusión de un sermón
sobre la crucifixión de Cristo, del Evangelio según Marcos. Dick Lucas estaba
predicando, y estando allí de pie, con sencillez y calma en el púlpito, meditando sobre
la obra de Dios en Cristo, terminó el sermón con una voz de asombro y simpleza: «No
se puede hacer nada más. No hay ninguna barrera entre el amor de Dios y tú. En lo
que a Dios respecta, todos los pecados han sido quitados. Él te aceptará si vienes en
el nombre de Jesús, no en el tuyo propio. Si vienes humildemente en su nombre,
eres bienvenido».

Y con la articulación de la palabra «bienvenido», la calidez de la aceptación de Dios


para conmigo en Cristo emocionó y llenó de asombro mi alma una vez más. No solo
fue esa frase. Fue el modo en cómo todo lo que había estado predicando —sobre mi
pecado, sobre el amor de Cristo, sobre la expiación, la cruz, la ira de Dios, la
sustitución y la muerte de Jesús— quedó resumido y encapsulado en un frase: «Si
vienes humildemente en su nombre, eres bienvenido». Y después estaba cómo todas
las bendiciones del evangelio, la gran necesidad de la humanidad de ser reconciliada
con Dios, fueron resumidas incluso en la última palabra: «bienvenido». Fue un
ejemplo brillante de cómo todo el peso del sermón caía sobre los corazones de los
oyentes en la última frase, incluso en la última palabra. No nos dejó aplaudiendo al
predicador, sino que nos dejó asombrados en silencio ante Jesucristo.

Este, finalmente, debería ser el objetivo de todo sermón. Si la introducción, la


exégesis, las ilustraciones, la aplicación, y la conclusión funcionan juntas
perfectamente, el resultado debería ser que todo el sermón deje a tu congregación
pensando, no en tu brillantez como predicador, sino en la carga y el mensaje del texto
que acabas de predicar. Todo debería estar alineado para que los ojos de tus oyentes
miren a Jesús; para llevarlos a amarle más a él, a su Palabra, y a su pueblo.

Viviendo como una iglesia – Clase 4: La


predicación y la oración
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Clase esencial
Viviendo como una iglesia
Clase 4: La predicación y la oración

1. Introducción
La vida de nuestra iglesia debe ser evidentemente sobrenatural. Es decir, cuando las
personas dan un vistazo a nuestra iglesia, deberían ver la profundidad y la amplitud
de nuestras relaciones, algo que va más allá de lo que pueden explicar solo a través
de medios naturales.

Dios ha revelado sus medios normales para hacer lo sobrenatural. En particular, el día
de hoy queremos considerar los medios sobrenaturales de Dios para edificar su
iglesia por medio de la oración y la predicación.

La predicación es uno de los medios normales de la gracia sobrenatural. Piensa


en Romanos 10:17: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». El
amor sobrenatural es resultado de la fe sobrenatural, ¿cierto? La predicación es el
medio ordinario mediante el cual Dios otorga el don sobrenatural de la fe a su pueblo.

A continuación, como ya mencioné, el otro medio de la gracia que queremos estudiar


es la oración. Jesús nos dijo en Juan 14:13: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi
nombre, yo lo haré». Por tanto, otra manera de ver a Dios obrar sobrenaturalmente en
nuestras congregaciones es acercándonos a él en oración sabiendo que en Cristo,
Dios escuchará nuestra alabanza, nuestra confesión, nuestro agradecimiento y
nuestras súplicas.
Durante el resto de nuestro tiempo quiero que examinemos cada uno de estos medios
individualmente. ¿Cómo podemos ser parte de una comunidad en la iglesia con una
unidad sobrenatural? Principalmente, escuchando la Palabra de Dios y orando.
Comenzaremos con la Palabra de Dios.

2. La predicación

A. La predicación importa
El hecho de que la predicación es el medio de Dios para llevar a cabo lo sobrenatural
no debería sorprendernos. Al fin y al cabo, Dios siempre ha creado a su pueblo con su
palabra. En el principio Dios creó todas las cosas por el poder de su palabra. Dios
creó al pueblo de Israel por la palabra de su ley en el monte Sinaí. Dios da vida por
medio de su palabra, por ejemplo; la visión de Ezequiel de un valle de huesos secos.
Allí leemos:

«Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y


he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso… Y profeticé
como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus
pies; un ejército grande en extremo» (Ezequiel 37:7, 10).

Imagina a un hombre hablando a huesos secos para que cobraran vida.

La palabra de Dios, hablada a través del profeta Ezequiel, es lo que trae a su pueblo a
la vida. Esto es exactamente lo que vemos en el Nuevo Testamento. Jesús, la palabra
de Dios hecha carne, enseñó al pueblo de Dios. Es la predicación del evangelio por
parte del apóstol Pedro en Hechos 2 lo que primero enciende a la iglesia, y es la
enseñanza fiel de los apóstoles la que la sostiene.

La Palabra de Dios es fundamental para la identidad de su pueblo. El cristianismo se


trata primariamente de una experiencia espiritual, o de una comunidad cordial o de
actos de servicio, aunque ciertamente implica estas cosas. Se trata antes que nada de
un mensaje que puede ser respaldado en base a hechos históricos: «que Cristo fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció a
Cefas, y después a los doce» (1 Corintios 15:4-5). Esta es la buena noticia: el
evangelio. Y predicar ese mensaje es la fuente de nuestra vida como iglesia y de la
vida eterna para cada uno de nosotros.

B. Específicamente la predicación expositiva


Puedes predicar y ver que nada sobrenatural acontece. No toda predicación es fiel. Y
no todas las personas son oyentes fieles. Solo piensa en toda esa gente que escuchó
a Jesús en persona, y después se alejó sin ningún cambio en sus vidas. Por tanto,
primero quiero hablar acerca de qué clase de predicación debería verse como normal,
y luego qué sucede cuando esa predicación se cruza con la comunidad del pueblo de
Dios.

¿Qué clase de predicación creará sobrenaturalmente al pueblo de Dios de la nada?


En una palabra, la predicación que es expositiva. Aquella que nos «expone» un
pasaje de la Escritura. Cuando decimos que un sermón es «expositivo», queremos
decir que está diseñado para explicar un pasaje en particular de la Palabra, de
manera que la enseñanza principal del sermón es la enseñanza principal del pasaje.

La alternativa es lo que las personas llaman la predicación «temática», en la cual el


predicador determina la enseñanza principal que quiere comunicar, y puede usar o no
la enseñanza principal del pasaje bíblico para apoyar ese punto. La predicación
temática no es de ninguna manera mala, tenemos sermones temáticos en esta iglesia,
¡nuestro pastor Mark predicó un sermón temático esta mañana! Sin embargo, un
programa de predicación que es predominantemente expositivo hará que una
congregación crezca mejor y con resultados más duraderos. ¿Por qué? Porque
cuando un predicador enseña expositivamente, avanzando a través de sucesivos
pasajes de la Escritura semana tras semana, la congregación entiende mejor la
Escritura en su contexto general.

Permíteme explicar esto dando tres ventajas específicas de la predicación expositiva:

– Cuando el pastor predica una serie de pasajes, fundamentando cada sermón en la


enseñanza principal de un pasaje de la Escritura (en lugar de un tema), la palabra de
Dios marca la pauta para el sermón. En lo práctico, la predicación expositiva obliga al
predicador a abordar versículos que puedan incomodarle o que no encajan tan
claramente con su teología.

– La predicación expositiva es una mejor forma de enseñar la Biblia. Cuando el pastor


predica un pasaje de la Escritura en contexto, tomando la enseñanza del pasaje como
la enseñanza del mensaje, él y la congregación a menudo escuchan cosas de parte
de Dios que desconocían cuando el pastor empezó a estudiar el pasaje.

– Y tercero, la predicación expositiva le enseña a los miembros de la congregación


cómo leer y estudiar la Biblia por sí mismos. Cuando el sermón semana tras semana
enseña a la iglesia a ser expositores y aplicadores fieles de la Palabra de Dios, la
Biblia se filtrará en cada aspecto de la vida en comunidad.

C. Predicación = La Palabra de Dios + el pueblo de Dios

Pero si solo nos detenemos allí, aun no habremos trazado todo lo que la predicación
hace en la iglesia. Porque predicar no consiste solo en exponer la Palabra de Dios;
consiste en exponer la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Así que, ¿qué ocurre
cuando la Palabra de Dios se topa con el pueblo de Dios? He aquí tres cosas a
considerar.

– La aplicación
Más obviamente, aplicamos la Palabra de Dios. Considera el peso de la
responsabilidad que descansa sobre nuestros hombros, los que tenemos el privilegio
escuchar predicaciones centradas en el evangelio cada semana. Oro para que en el
Último Día nosotros en esta iglesia veamos el fruto de dicha predicación en nuestras
vidas.
Hay algunas cosas que podemos hacer para aplicar mejor los sermones. Podemos
leer el mensaje en nuestros tiempos devocionales. Podemos orar por el predicador y
por nuestra aplicación. Podemos tomar notas.

Pero incluso por encima de esas cosas, deberíamos meditar sobre la aplicación del
sermón como un esfuerzo colectivo en vez de uno individual.
Una buena pregunta a considerar es: ¿Trabajas de manera fiel y humilde para ayudar
a aplicar la verdad que recibiste en las vidas de tus hermanos y hermanas en Cristo?
¿Conocen tu vida lo suficientemente bien, y conoces tú las suyas, que puedes
ayudarles a aplicar un sermón de una forma que quizá ellos no hayan pensado? Aquí
tienes algunas ideas de cómo podrías hacer esto: (1) habla después del servicio/en el
almuerzo acerca del sermón; (2) desarrolla puntos de aplicación en un grupo
pequeño; (3) en relaciones de discipulado; (4) en devocionales familiares. (5) En lugar
de intentar recordar páginas de apuntes de cada sermón, escoge una o dos cosas
cada semana que aplicarás en oración a tu vida, y habla con otras personas al
respecto. Dios nos da un banquete todas las semanas. Pongámoslo en práctica.

– La contextualización
Pero eso no es lo único que ocurre cuando la predicación se lleva a cabo en el
contexto de la comunidad. La Palabra se aplica a necesidades específicas de nuestra
congregación; a nuestros defectos; a la forma en la que Dios se ha estado moviendo
entre nosotros; con nuestra demografía particular en mente.

– La autoridad
La predicación en una iglesia debería explicar, interpretar y aplicar la Escritura. Así
que en cierto sentido su autoridad descansa sobre la Escritura. Pero sabemos que
como seres humanos pecaminosos, podemos fallar en explicar e interpretar la infalible
Palabra de Dios. La predicación va más allá de eso. Verás, la predicación en la iglesia
está respaldada por el testimonio unánime de toda una comunidad de cristianos, cada
uno con sus propios pecados, pero cada uno habitado por el Espíritu vivificador de
Dios. Cuando la iglesia funciona como debería, entonces las palabras predicadas un
domingo por la mañana son confirmadas tácitamente por los Ancianos, y finalmente
por la congregación en general. Si un predicador comenzara a predicar lo que la
iglesia considera contrario a la Escritura, entonces los miembros tienen el deber de
actuar.

Mark lo ha dicho muchas veces: «Si comienzo a predicar un evangelio diferente,


despídanme».

La congregación es la autoridad final en dichos asuntos doctrinales, vemos eso


claramente en Gálatas 1 cuando Pablo demanda a la iglesia en general el exigir una
verdadera predicación, y lo vemos puesto de forma negativa en 2 Timoteo 4:3, cuando
Pablo advierte a Timoteo que algunos pueden empezar a exigir enseñanzas falsas, y
así podemos tener gran confianza en la verdad de lo que escuchamos predicado en
una iglesia sana porque está respaldada por el testimonio de una comunidad de
cristianos. Mientras más conoces a la comunidad de una iglesia, más puedes confiar
en su predicación. Una buena predicación producirá una buena comunidad.
Podemos ser parte de la comunidad sobrenatural de la iglesia local por medio de la
predicación, cuando escuchamos un buen sermón, lo aplicamos a nosotros y a otros,
y apoyamos la predicación correcta. Pero también sucede a través de la oración, que
es el siguiente punto para el resto de nuestro tiempo juntos.

3. La oración
Quiero usar el resto de nuestro tiempo para pensar acerca de la oración en lo que se
refiere a la iglesia local.

Creo que todos entendemos que la oración es importante. Pero cuando reflexionamos
sobre la oración, lo primero que nos llega a la mente, al menos en mi caso, es la
oración privada. No obstante, la Biblia también llama muy claramente a los cristianos
a orar juntos. Piensa en la oración del Padre Nuestro que Jesús nos da en Mateo 6:

«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.


Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del
mal».

Cuando Jesús nos dio un modelo para la oración, lo hizo de una forma que la
encomienda incluso más para nuestro tiempo juntos como cuerpo que para nuestro
uso privado. Una de las principales maneras en las que podemos orar como
congregación es cuando nos reunimos como iglesia. Así que empecemos examinando
por qué la oración congregacional es tan importante.

A. ¿Por qué es importante la oración corporativa?

– Dios usa nuestra oración juntos para hacer avanzar su reino.


Oramos juntos porque, sencillamente, tenemos que hacerlo. Oramos por necesidad,
porque necesitamos que Dios actúe. Así como lo vemos en el libro de Hechos. Allí, la
iglesia primitiva tuvo una serie de obstáculos que vencer, incluyendo la persecución,
pero continuó expandiéndose. En varias ocasiones vemos que cuando la iglesia
enfrentaba persecución, se reunía para orar. Así, en Hechos 4, leemos que Pedro y
Juan salieron de la cárcel y la iglesia se reunió para escuchar su informe. Creerías
que con sus líderes en prisión, las personas orarían por su cuenta en lugar de
arriesgarse a reunirse. Pero la oración corporativa era lo suficientemente importante
que los creyentes se reunían para orar juntos, alabar a Dios por su soberanía y pedirle
valentía ante las amenazas. Lucas nos dice: «Cuando hubieron orado, el lugar en que
estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con
denuedo la palabra de Dios» (Hechos 4:31).

Y esto no se limita a las circunstancias particulares de la iglesia primitiva. A lo largo de


la historia hemos visto la obra de Dios especialmente activa cuando su pueblo se
reúne para orar.

– Dios se glorifica a través de la unidad de nuestra oración.


Como hemos escuchado en clases anteriores, la unidad entre el pueblo de Dios da
gloria a Dios. Esa es la razón por la que en Efesios, capítulo 4, Pablo llama a toda la
iglesia a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Orar juntos es una
manera de cumplir este mandamiento al congregarnos visiblemente como el pueblo
de Dios para orar.

La unidad que demostramos cuando buscamos a Dios juntos en oración es


particularmente extraordinaria.

Dos cosas a observar en particular: (a) orar juntos es un medio de la gracia de Dios
en el cual crecemos espiritualmente cuando escuchamos a otros comprometerse con
la oración; y (b) la oración corporativa también puede servir como un testimonio
poderoso para los no cristianos que ven el amor y el compromiso que los cristianos
tienen entre sí en sus oraciones.

– La oración corporativa nos une.


La oración corporativa no solo se beneficia de nuestra unidad; en realidad nos ayuda
a crear la unidad. Cuando oramos juntos, estamos, de cierto modo, dejando atrás
nuestros deseos egoístas y nos enfocamos en Dios y en los demás. Así, por ejemplo,
los domingos por la noche, oramos unos a otros de varias formas: agradecemos a
Dios por su gracia en la vida de las personas; oramos por la salud física de otros; por
su bienestar espiritual; oramos por sus ministerios, etc. Tanto orar por otros, como
escuchar a otros orar por nosotros, naturalmente nos acerca más a medida que
aprendemos más unos de otros y, al sentir el efecto de esas oraciones en la obra
hecha por el Espíritu Santo. Escucharás a personas describir el servicio de oración
como nuestro tiempo familiar. Y una razón fundamental por la que esta descripción es
que tenemos ese tiempo de oración unida juntos.

Aquí tienes una idea de cómo podemos respaldar esa unidad: considera si hay
peticiones de oración o testimonios acerca de la gracia de Dios que podrías compartir
con la congregación que podría acercarnos y ayudarnos como cuerpo a maravillarnos
ante el poder y la misericordia de nuestro Dos. Piensa en la oración corporativa como
un servicio a esta congregación. Para algunos de nosotros, eso podría sentirse un
poco extraño. Somos personas bastante privadas que pensamos que si otras
personas oran por nosotros eso sería una carga. No obstante, la Biblia no ve las
cosas de esta manera. Hay un pasaje grandioso en 2 Corintios 1 en el que Pablo
comparte una situación particularmente difícil.

«Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos
sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras
fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero
tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en
nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos
libra, y en quien esperamos que aun nos librará, de tan gran muerte; cooperando
también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean
dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos»
(2 Corintios 1:8-11).

Ese último versículo da en el clavo: «para que por muchas personas sean dadas
gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos». ¿Era
una carga para estos creyentes orar por Pablo? Absolutamente no. Era una bendición
animarlo y compartir el gozo de su continua liberación en Dios. ¿Qué hubiese pasado
si Pablo hubiese decidido que sus problemas eran una molestia para la iglesia?
Deberíamos agradecer a Dios que no lo hizo.

Por tanto, piensa cómo puedes compartir tus necesidades con otros para que puedan
acercarse como creyentes y ser alentados por la increíble obra de Dios. ¿Estás
luchando con tu fe? ¿Estás luchando en el trabajo? ¿Estás luchando en tu
matrimonio? ¿Estás luchando con la evangelización? Recuerdo que cuando un
hermano en esta iglesia compartió un domingo por la noche que estaba batallando
con su fe en Dios, su honestidad fue un buen ejemplo para nosotros, y cuando la
iglesia lo cubrió en oración, fuimos capaces de alabar a Dios mientras nuestras
oraciones eran contestadas. Deja que otros te acerquen a nuestro Señor en oración.
Es un privilegio para ellos.

– La oración corporativa nos enseña cómo orar


Me pregunto si alguna vez has notado que nuestros servicios por la mañana siguen el
mismo esquema que muchos cristianos usan en sus tiempos devocionales. Siguen el
camino del evangelio: vemos la santidad de Dios, nuestro pecado, la obra de Cristo en
la cruz y nuestra respuesta. Y nuestra oración corporativa sigue el modelo CASA:
Confesión, Adoración, Súplica y Agradecimiento, aunque no siempre en ese orden.
¿Por qué? Porque oramos juntos en parte para enseñarnos cómo orar. Permíteme
que explique a lo que me refiero.

Es una buena disciplina solo enfocarnos en alabarle. Por lo que nuestras oraciones de
alabanza nos enseñan qué significa centrar nuestra mirada únicamente en la
hermosura de Dios y deleitarnos en él. Asimismo, la confesión es incómoda, y
rápidamente pasamos a pedirle a Dios que nos cambie. Pero cuando hacemos eso,
perdemos la oportunidad de explorar nuestros corazones y reconocer lo que
realmente hay allí. Tener un tiempo extendido solo para confesar el pecado hace que
la seguridad del perdón que leemos en la Biblia, y el cántico que entonamos en
respuesta, sea mucho más alegre. Y también podemos aprender de las oraciones de
súplica y agradecimiento. En la oración de súplica, por ejemplo, Mark orará por mucho
más que solo nuestras necesidades, que es donde sentimos la tentación de
enfocarnos. Él ora por nuestro gobierno, por la iglesia perseguida, por las misiones,
por la evangelización, por nuestra iglesia, y termina orando por los puntos de su
sermón. Si lo sigues cuidadosamente mientras somos guiados en oración, espero que
eso mejore tu propia vida de oración.

– Ora por tu iglesia


Antes de culminar nuestro tiempo juntos, permíteme darte algunas consideraciones de
cómo puedes orar diariamente por tu iglesia. Espero que a medida que estas cosas se
vuelvan parte de tu rutina diaria, veas grandes cosas suceder en tu iglesia.

– Ora por el predicador.


Piensa en Pablo al escribirle a los efesios: «[Oren] por mí, a fin de que al abrir mi boca
me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el
cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar»
(Efesios 6:19-20). Si el gran apóstol Pablo necesitó que oraran por él para predicar,
ciertamente nuestros predicadores también lo necesitan.
– Ora por el directorio de membresía.
Sé que has escuchado esto antes. Y sé que implica orar por muchas personas que no
conoces. Pero la buena noticia es que al orar por ellos, los conocerás más rápido. Y
así como Pablo oró por los cristianos en Roma que nunca llegó a conocer, orar
diariamente por personas con las que no tienes una conexión en particular solo
porque son miembros de tu iglesia, honra a Dios maravillosamente.

– Ora por tu iglesia como un todo.


La cultura de nuestra iglesia está conformada por los hábitos, expectativas y
comportamientos que llegan a caracterizarla como iglesia. Es posible que hayas
notado que Mark hace que oremos por muchas cosas diferentes los domingos por la
noche, como orar para que podamos tener una unidad verdadera en nuestra
diversidad. Para que podamos entablar relaciones trasparentes entre nosotros, para
que podamos ver la hospitalidad como una parte importante de seguir a Cristo. Todo
esto en base a una lista que elaboré hace algunos años en mi esfuerzo por capturar
las diferencias de la cultura que Dios ha edificado en nuestra iglesia.

4. Conclusión
¿De qué manera esperamos que lo sobrenatural obre en nuestra iglesia? Celebramos
la predicación regular de la Palabra de Dios, y oramos. Esos son los medios que Dios
usa naturalmente para hacer lo que es sobrenatural. Sus medios normales de gracia.

Cerremos en oración.

Una defensa bíblica de la predicación


expositiva
Artículo
12.07.2017
¿Qué es la predicación expositiva? Un sermón es expositivo si su contenido y su
propósito son controlados por el contenido y el propósito de un pasaje en concreto de
las Escrituras. El predicador dice lo que el pasaje dice y se propone que el sermón
logre en sus oyentes exactamente lo que Dios busca lograr a través del pasaje
escogido de su Palabra.

Predicador, imagínate a Dios sentado en la congregación cuando predicas. ¿Cuál


sería la expresión de su cara? Diría: “Eso no es en absoluto lo que yo quise decir con
este pasaje”. O diría: “Sí, eso es exactamente lo que yo pretendí”.

El argumento bíblico para la predicación expositiva empieza con la conexión entre el


don que el Cristo ascendido ha dado a la iglesia en los pastores y maestros (Ef. 4:11)
y el mandamiento bíblico de que los pastores y maestros “prediquen la palabra” (2 Ti.
4:2). Aquellos que predican deben predicar la Escritura.
Posiblemente, el mejor lugar para empezar a demostrar la legitimidad de identificar la
predicación con la predicación de la Palabra, es el libro de los Hechos. En este libro,
la frase “la palabra de Dios” es el concepto habitual que contiene la esencia de la
predicación apostólica. En Hechos 6:2, por ejemplo, los apóstoles dicen que “no es
justo que nosotros dejemos la palabra de Dios” (ver Hch. 13:5, 46; 17:13; 18:11). La
frase también aparece frecuentemente como “la palabra del Señor” (8:25; 12:24;
13:44; 15:35, 36; etc.), y no pocas veces es resumida como “la palabra” (ver 4:29; 8:4;
11:19). En el libro de los Hechos hay una identificación clara y constante entre la
predicación apostólica y la frase “la palabra de Dios”.

Mientras que la esencia de la predicación apostólica fueron las buenas noticias de


reconciliación con Dios a través de Cristo Jesús, ese mensaje fue explicado
deliberada e invariablemente por medio de la exposición de las Escrituras del Antiguo
Testamento. Así, la predicación en los tiempos neotestamentarios incluyó la
predicación de la Palabra de Dios, y un componente esencial de tal predicación fue la
exposición del Antiguo Testamento. Esto, a su vez, nos lleva a la conclusión de que
las Escrituras del Antiguo Testamento deben ser incluidas en nuestra concepción
de la Palabra que debe ser predicada, una conclusión confirmada tanto por las
afirmaciones directas (2 Ti. 3:16; Ro. 3:2), como por las indirectas (Ro. 15:4) del
Nuevo Testamento.

Así que esta Palabra es la palabra acerca de Jesús, tal y como fue anticipada en el
Antiguo Testamento y ahora explicada en la predicación apostólica. Esta es la Palabra
que es “hablada” (Hch. 4:29), “anunciada” (13:5) y que debe ser “recibida” (17:11)
como “la palabra de Dios”. Esta misma identificación es mantenida por todas las
cartas de Pablo. Sin dudarlo, Pablo llama al  mensaje que proclama “la palabra de
Dios” (2 Co. 2:17; 4:2; 1 Ts. 2:13), o simplemente “la palabra” (Gá. 6:6).

Incluso en el contexto de la exhortación de Pablo a Timoteo de “predicar la


palabra” encontramos confirmación de esta identificación entre “predicar” y “predicar
la Palabra de Dios”. Timoteo hubiera  sabido inmediatamente a qué palabra se refería
Pablo. Tal y como la biografía de Timoteo subraya, incluía ambas, las Sagradas
Escrituras y el mensaje apostólico: “persiste en las cosas que has aprendido y de las
cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido” (2 Ti. 3:10-17).

La conclusión que extraemos de todo esto es que la Palabra que tenemos que


predicar es el conjunto de verdad compuesto por las Escrituras del Antiguo
Testamento y la enseñanza apostólica respecto a Cristo (el Nuevo Testamento). Por
eso, es correcto identificar la Palabra con nuestras Biblias. Esto es lo que deben
enseñar aquellos que han sido comisionados como pastores y maestros. Nuestra
tarea es proclamar la Palabra que Dios ha hablado, preservada en las Escrituras, y
que ha sido confiada a nosotros.

La vida espiritual del pueblo de Dios depende de esta Palabra (Dt. 8:3). Este es el
motivo por el que  un pastor joven es comisionado a ocuparse en la lectura, la
exhortación, y la enseñanza (1 Ti. 4:13). Si esta comisión es relevante para nosotros
hoy —y lo es— entonces la fuente de nuestra predicación debe ser —de forma
integral— una extensión de nuestras Biblias.
¿Qué significa esto? En nuestra preparación de sermones, significará tomar pasajes
definidos de la Palabra de Dios y estudiarlos cuidadosamente para que usemos bien
la palabra de verdad. En el púlpito, significará la ilustración que vemos en Nehemías
8:8: “Y leyeron en el Libro de la Ley de Dios, interpretándolo y dándole el sentido para
que entendieran la lectura”. Dios ha determinado y  prometido usar esta clase de
predicación para llevar a cabo uno de sus grandes propósitos: la reunión y la
edificación de su pueblo.

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