Menendez - Epidemiologia Sociocultural20
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Epidemiología sociocultural:
propuestas y posibilidades
Eduardo L. Menéndez*
ticos, junto, por supuesto, con los biológicos y ecológicos. Subrayo que estos
aspectos deben ser tratados no sólo como variables epidemiológicas, sino
sobre todo como procesos socioculturales y bioecológicos.
En segundo lugar, por proponer un tipo de trabajo que realmente utili-
ce y articule las aproximaciones estadística y cualitativa.Y tercero, por la apli-
cación de un enfoque relacional que incluya no sólo los diferentes factores
que operan respecto de un problema determinado, sino que incorpore el
conjunto de actores sociales significativos que viven, sufren y actúan respec-
to de dicho problema.
Existen otras características, pero dados los objetivos de este artículo, sólo
subrayo estas tres, aunque reconozco que estas propuestas pueden ser con-
sideradas innecesarias por epidemiólogos y antropólogos que podrían seña-
lar que lo propuesto ya se hace en México. Esto en parte es correcto, ya que
algo se hace, aunque no demasiado, y frecuentemente en forma sesgada,
dado que, por ejemplo, si bien los estudios epidemiológicos y socioantro-
pológicos realizados en México sobre la distribución de los padecimientos
o el significado de los mismos toman en cuenta los procesos sociales, obser-
vamos, sin embargo, que la mayoría de la producción mexicana utiliza muy
escasamente los procesos económico-políticos, pese a la pertinencia que tie-
nen para la compresión y/o intervención respecto de problemas de salud
prioritarios.
Reiteradamente, procesos culturales de alta complejidad son excluidos o
convertidos por los epidemiólogos en variables esquemáticas y empobreci-
das. A su vez, la mayoría de los antropólogos no describen ni analizan las
características y procesos biológicos de los padecimientos. Más aún, “los
antropólogos sociales y culturales siguen empeñados en perpetuar dicoto-
mías como innato/aprendido, animalidad/humanidad, genético/ambien-
tal, etcétera, que reflejan un profundo desconocimiento de la biología de los
últimos veinticinco años” (Llobera 1990,129).
Estas dos disciplinas no incluyen en sus estudios un fenómeno de la
importancia del racismo, que, como sabemos, caracteriza gran parte de las
relaciones sociales desarrolladas entre nosotros, y especialmente algunas
organizadas en torno a los procesos de s/e/a, como son las relaciones entre
personal de salud y pacientes.
En la mayoría de los países americanos se han aplicado políticas eugené-
sicas que afectaron sobre todo a ciertos sectores sociales. Durante las déca-
das de 1960 y 1970 miles de mujeres fueron esterilizadas sin consentimien-
to en los Estados Unidos; dichas mujeres eran de origen afroamericano,
mexicano, puertorriqueño y aborígenes americanos (Stern 2006). En la
década de los noventa se calcula que 250 mil mujeres de origen indígena
fueron esterilizadas en Perú (Miranda y Yamin 2004). Y en México se han
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entonces la joven me contó que sus padres estaban muertos, que habían sido
asesinados hacía poco tiempo; que no sólo los habían matado a los dos, sino
que a su padre le habían sacado los ojos. Más aún, me confió que ella esta-
ba aprendiendo a manejar un fusil para vengarse, dado que sólo tenía un
hermano de ocho años, y estaba muy chiquito. Sus hermanos mayores resi-
dían desde hacía varios años en los Estados Unidos.
Me dijo además que dieron muerte a sus padres porque unas vaquitas
habían invadido el predio del vecino que los mató, y que además el asesino
se había fugado y estaba libre. Pero también me explicó que entre ambas
familias había una larga historia de mutuos asesinatos.
La joven dio mucha más información, que no es necesario presentar
ahora, porque en parte la he relatado en otros trabajos, aunque nunca en
forma integral. Hacía cerca de dos años que yo vivía en México y nunca había
escuchado hablar de este tipo de asesinatos, que en terminología antropoló-
gica tiene un nombre técnico, se llama “venganza de sangre”, y ha sido estu-
diado en muy diferentes contextos, especialmente en grupos africanos.
Como además de trabajar con esta comunidad, teníamos también que
estudiar una más pequeña de unos mil habitantes, situada a unos siete kiló-
metros de distancia de la anterior, aproveché la ocasión para preguntar a los
entrevistados si tenían referencias de este tipo de hechos. Este segundo estu-
dio se basaba en entrevistas en profundidad. Dos personas nos comentaron
no sólo que estos hechos ocurrían, sino que estaban muy extendidos en la
zona.Y me narraron varias características de los mismos.
Quiero señalar que a partir de nuestro estudio epidemiológico pudimos
constatar que el homicidio constituía en estas comunidades una de las prin-
cipales causas de muerte en varones en edad productiva; es decir, estamos
hablando de un problema epidemiológico importante por lo menos a nivel
local y regional, y del cual forma parte la venganza de sangre. Por supuesto que
ni en los certificados de defunción ni en los diagnósticos médicos surgía la
existencia de este tipo de homicidios, que justamente sólo se registraban
como homicidios.
A partir de estos datos, pregunté a personas del equipo de trabajo si
conocían este tipo de hechos, y varios respondieron que sí. Más tarde pre-
gunté a algunos salubristas de la Escuela de Salud Pública, y también algu-
nos reconocieron la existencia de estos hechos, pero no sabían de ningún
estudio epidemiológico sobre los mismos. Tampoco pude detectar estudios
antropológicos específicos. Quiero consignar que hasta la actualidad no
conozco estudios antropológicos ni epidemiológicos que traten este tipo de
homicidios en México.1
1 Si bien no conozco estudios sobre venganza de sangre publicados en México, debo señalar que
investigadores de la relevancia de A.Ysunza y de P. Hersch me han comunicado recientemente que en tra-
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bajos realizados en zonas rurales del estado de Puebla, así como en la costa de Oaxaca, verificaron la exis-
tencia de este tipo de venganzas.
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pero casi no se aplica. Ésta es una de las tareas básicas que todos los com-
prometidos con el desarrollo de una epidemiología sociocultural debería-
mos elaborar con base en nuestros respectivos campos de trabajo.
Considero que la complementación y articulación debe darse no forzan-
do una integración que puede hacer perder las características básicas de cada
disciplina, sino, por el contrario, respetando lo que cada una aporta a partir
de sus propias características. En consecuencia, no propongo una nueva dis-
ciplina, dentro de la cual se disuelvan las dos disciplinas en cuestión, sino
una articulación problematizada de las mismas.
Para observar con mayor claridad lo que quiero transmitir, presentaré
algunas problemáticas que en cierta medida son complementarias y que se
refieren a aspectos con los cuales se identifican respectivamente la epide-
miología y la antropología médica. La primera cuestión alude a la posibili-
dad de establecer generalidades estadísticas por parte de la epidemiología y a
la imposibilidad de establecerlas por parte de las aproximaciones antropoló-
gicas. No cabe duda que aquí hay un punto de diferenciación y divergencia
muy fuerte, que, para mí, debe resolverse a partir de establecer con la mayor
claridad posible lo que busca no sólo cada disciplina, sino cada investigador.
El núcleo del conflicto y del distanciamiento, según la mayoría de los
analistas, radica en que la aproximación epidemiológica no sólo busca esta-
blecer generalidades de base estadística, sino que también cuestiona, des-
confía, subalterniza la información producida por las técnicas cualitativas
respecto de diferentes problemáticas, pero sobre todo en términos de que
no podría establecer generalizaciones.
A su vez, los antropólogos médicos plantean que la información obteni-
da por observación o a través de pocos informantes entrevistados en profun-
didad es realmente la que posibilita producir información estratégica, con-
siderando frecuentemente que la mayoría de la información generalizable
obtenida por la epidemiología es superficial y no aporta demasiado a la
compresión de los problemas, y menos aún en términos de intervención. La
epidemiología estaría preocupada básicamente por la generalización, mien-
tras que la antropología buscaría la profundización.
La mayoría de los antropólogos actuales reconocen sin demasiados pro-
blemas que utilizan una metodología que no posibilita establecer generali-
zaciones, y no sólo de tipo estadístico. Más aún, las corrientes dominantes
entre la década de 1970 y la actualidad, y especialmente las fenomenológi-
cas, consideran imposible establecer generalizaciones, afirmando que la
búsqueda de las mismas distorsiona los procesos por estudiar, lo cual ahon-
da aún más las diferencias con la epidemiología.
Sin embargo, una parte de los antropólogos más o menos memoriosos
recuerdan —y algunos usamos— la existencia de aproximaciones cualitati-
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vas que posibilitan cierto tipo de generalizaciones. Las dos principales meto-
dologías que hacen posible las generalizaciones no estadísticas son las que
utilizan el tipo ideal y las que usan modelos, las cuales no sólo posibilitan
generalizaciones sino que sobre todo proponen interpretaciones o explica-
ciones respecto de los procesos analizados.
Las dos tienen elementos comunes, que no vamos a desarrollar, pero me
interesa destacar que el tipo ideal —con este o con otros nombres— fue uti-
lizado por Émile Durkheim y por Max Weber desde fines del siglo XIX y prin-
cipios del XX, respectivamente. A su vez, la metodología que emplea modelos
aparece identificada con las orientaciones teóricas estructuralistas, pero tam-
bién con las historicistas, incluido el marxismo. Durante la década de los
sesenta diversos analistas consideraron que los modos de producción des-
criptos y analizados por Marx eran sobre todo modelos, reconociéndolo
como uno de los principales aportes metodológicos del marxismo.
Esta propuesta se desarrolló especialmente a partir del texto de Marx
(1984) sobre las formaciones precapitalistas, cuyos materiales históricos
y antropológicos sólo podían ser aceptados justamente en términos de
modelos y no de realidades históricas. Pero el desarrollo más completo Marx
lo realizó respecto del modo de producción capitalista, donde el modo de
producción constituye una construcción metodológica y la historicidad
hace referencia a las formaciones económico-sociales.
Debemos recordar además que el tipo ideal fue utilizado intensamente
por la antropología de los Estados Unidos y de América Latina durante el
lapso 1940-1970, especialmente a partir de sus propuestas sobre los tipos de
campesinado y sobre el continuum folk-urbano que recurrían a las concepciones de
Durkheim y de Weber, pero también de Marx en autores como E. Wolf o S.
Mintz.
La mayoría de las propuestas de generalización que emplean actualmen-
te los cualitativos constituyen variantes de estas dos formas de generaliza-
ción.Al respecto, debemos recordar que Durkheim (1974) aplicó esta meto-
dología al estudio del suicidio y Weber a los tipos de autoridad y domina-
ción (Weber 1987), de tal manera que estos instrumentos de interpretación
y generalización fueron desarrollados por diferentes tendencias teóricas y
metodológicas, y aplicadas tempranamente al estudio de procesos de s/e/a.
Pero además las tipologías han sido instrumentos frecuentes tanto de la
medicina clínica como de la epidemiología, dando lugar al desarrollo de
propuestas tipológicas desde las ciencias médicas en relación con padeci-
mientos específicos, como han sido las diferentes tipologías que se han pro-
puesto respecto del consumo de alcohol normal y patológico, así como las
tipologías referentes a estilos de vida y procesos de s/e/a. Como sabemos,
en el caso del alcoholismo la tipología más compleja fue la propuesta por
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Jellinek, mientras que en el caso de los estilos de vida la más notable fue la
desarrollada por Cassel.
Más allá de la viabilidad de estas tipologías y de las críticas que se han
formulado a las mismas, me interesa subrayar que ambas vienen del campo
de la biomedicina, e incluyen centralmente procesos socioculturales.
Pero además la construcción de tipologías constituye parte esencial del
análisis estadístico, dado que, como señala Mora y Araujo —refiriéndose a
los estudios de opinión pública—, la mayoría de la investigación cuantitati-
va se concentra en el uso de segmentaciones tipológicas y de tablas de con-
tingencia de dos o tres variables, concluyendo que: “Las segmentaciones úti-
les son las que subdividen a una población en términos de unas pocas varia-
bles fuertes como para explicar muchos de los comportamientos relevantes”
(2005, 470). Recordemos que tanto la segmentación como las variables
fuertes se seleccionan a partir de hipótesis que se imponen a los datos; es
decir, operan como tipos sociales.
En el caso de los modelos, personalmente he desarrollado la propuesta
del modelo médico hegemónico (MMH), así como de otros modelos de
atención/prevención de los padecimientos, aunque con menor elaboración
metodológica que el primero. Los modelos son construcciones —al igual
que los tipos ideales— que posibilitan la indagación de procesos específi-
cos, y desde esta perspectiva, el manejo de modelos y de tipos ideales debe
asumir desde el principio que el tipo y el modelo no equivalen a la realidad
que quieren describir y explicar, sino que son construcciones basadas en la
realidad.Y segundo, que su aplicación supone una relación constante entre
modelo/tipo e historicidad, siendo a partir de este juego que podemos
simultáneamente dar cuenta de procesos y problemas específicos, así como
proponer generalizaciones que van más allá de lo específico (Menéndez
1990b; Menéndez y Di Pardo 1996).
Justamente Weber elaboró su concepción tipológica como una dialéctica
constante entre tipo e historicidad, que es lo que he tratado de hacer modes-
tamente respecto del saber médico en México, tanto en términos de un pro-
blema específico —saber médico y alcoholismo— como respecto de proce-
sos más generales referidos a las características, funciones, situación y trayec-
toria del sector salud mexicano. Por lo tanto, y a partir del juego modelo/his-
toricidad y de considerar realmente como provisional nuestra propuesta de
modelos médicos, he descripto y analizado durante cerca de treinta años las
características del sector salud y en particular el proceso de alcoholización,
observando a través de estudios específicos la trayectoria y funcionamiento
del sector salud y de la biomedicina respecto del alcoholismo, lo cual me per-
mite revisar, confirmar y/o modificar periódicamente la formulación de
modelos médicos.
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los antropólogos sostiene que a través de los síntomas de los sujetos locales
se expresan los valores, creencias y significados de la cultura local.
Ésta ha sido la tradición fuerte de los estudios antropológicos sobre los
procesos de s/e/a, por lo menos desde la década de los treinta, y que se
expresa, por ejemplo, en los extraordinarios estudios de Mead (1957) sobre
la fatiga en Bali, de Devereux (1937) sobre el homosexualismo entre los
mohave o De Martino (1961) sobre el tarantulismo en comunidades del sur
de Italia. Todos estos trabajos focalizan las características locales —en su
mayoría culturales— que se expresan a través de los padecimientos, ya que
lo que importa es dar cuenta de la estrecha relación que existe entre deter-
minadas formas culturales y las características de los padecimientos tanto en
términos de causalidad, de desarrollo, como de solución de los mismos,
pero donde lo central lo constituye la interpretación cultural de los proce-
sos estudiados.
La identificación de esta perspectiva con los trabajos de Kleinman por
gran parte de los antropólogos regionales actuales expresa el desconoci-
miento de la trayectoria de los estudios de nuestra disciplina sobre los pro-
cesos de s/e/a, y del conjunto de trabajos que ha ido posibilitando el desa-
rrollo de la epidemiología sociocultural (Menéndez 2002).
En función del peso dado a la dimensión simbólica relacionada especial-
mente con aspectos como el cuerpo o el sufrimiento, se han desarrollado
ciertas concepciones y acciones que deben analizarse con sumo cuidado, no
sólo en términos teórico-metodológicos sino también ideológicos. Me
refiero a toda una serie de antropólogos que desde fines de la década de los
ochenta y sobre todo durante la de los noventa nos hablan de biologías locales
como expresión de la estrecha relación y significación que existe entre el
cuerpo y las enfermedades en el seno de las culturas locales (Menéndez
2001a, 2002).
Considero que el desconocimiento de la trayectoria de la antropología,
así como de los procesos económico-políticos e ideológicos dentro de los
cuales operó, les permite proponer esta categoría sin tomar en cuenta que
fueron antropólogos —y otros científicos— alemanes y centroeuropeos,
entre las décadas de 1920 y de 1940 los que más trabajaron con la concep-
ción de biologías locales, que terminaron siendo usadas como justificadoras de
exterminios masivos.
Me interesa poner de relieve que estas propuestas fueron desarrolladas
por algunos de los más importantes antropólogos alemanes, recordando
que en ese momento la antropología alemana constituía una de las tres
antropologías más importantes del mundo junto con la británica y la de los
Estados Unidos, y se caracterizaba por su mayor desarrollo teórico y meto-
dológico. Dichos antropólogos propusieron una relación entre lo biológico,
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para observar cómo fueron usados conceptos como el de biologías locales, que
requieren de una reelaboración y uso cuidadoso de los mismos.
Críticas mutuas
2 El concepto de coping ha sido utilizado y definido de muy diferentes maneras, siendo las domi-
nantes las que han psicologizado este concepto, focalizando el papel del individuo. Antonovski, por el
contrario, utiliza el concepto de coping (1979) a partir de sus análisis de la desnutrición, donde los pro-
cesos económico-políticos, y en particular las clases sociales, son centrales para explicar quiénes y por
qué son desnutridos (1967), y la posibilidad de revertir o por lo menos paliar esta situación a través
de los recursos de todo tipo utilizados para enfrentarla. En México el concepto de coping ha sido muy
poco empleado, y casi exclusivamente por psicólogos, quienes lo han traducido como enfrentamiento, o
por términos similares.
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Esquizofrenias metodológicas
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