Estado - Democracia - PS - Nos - Interpelan (2) - 237-269

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Capítulo VIII
ALGUNAS CUESTIONES PARTICULARES DE LA REALIDAD
POLITICA: EL ESTADO Y LA DEMOCRACIA.

I. Hacia una concepción cristiana del Estado

1.1. Concepciones y realizaciones falsas del Estado

1.2. El Estado de Derecho: exigencia ética imprescindible

1.3. Las tareas del Estado

1.4. Orientaciones éticas para una transformación del Estado

2. Necesidad y alcances de la autoridad política

3. La democracia y el pensamiento social de la Iglesia

31. Algunas precisiones sobre la democracia

3.2. Grandeza y miseria de la democracia

3.3. Democracia y fe cristiana

4. La sociedad civil y la comunidad política

5. Textos para la reflexión

Los problemas sociales nos interpelan


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1. HACIA UNA CONCEPCIÓN CRISTIANA DEL


ESTADO

La realidad política del Estado ha ocupado notablemente


la atención del magisterio eclesiástico'. Frente al anarquismo, el
absolutismo, el totalitarismo y las dictaduras la doctrina social de la
Iglesia proclama: la necesidad del Estado, su finalidad al servicio de
las personas y de los grupos intermedios, su carácter subsidiario, sus
diversas funciones y su vinculación al derecho.

1.1 . CONCEPCIONES Y REALIZACIONES FALSAS DEL ESTADO

Estado mitificado. Para el cristiano, el Estado no es una realidad


mítica, divina o sobrenatural. El cristianismo desmitifica,
desacraliza, el Estado. Este es una realidad puramente secular
o temporal.
Estado totalitario. Al cristiano le repugna la idea de un estado
totalitario. El Estado no es un fin es si mismo; el poder tampoco
es un fin para él mismo. Para un cristiano, el Estado totalitario
es un atentado contra Dios; es un ídolo y una blasfemia; es
un atentado contra la persona: el hombre —en cuanto persona-
trasciendo la comunidad política y el Estado; es un atentado
contra las instituciones intermedias: familia, comunidades
civiles.
Estado liberal. En la interpretación liberal, el Estado garantiza
las libertades de los individuos. Pero ¿de que libertades se trata?,
y ¿de que individuos se trata?. Tenemos que decir que se trata de
libertades "formales" y que se trata, no de todos los individuos,
sino de los individuos burgueses. La libertad del liberalismo

José Luis Gutierrez: Estado, en: Conceptos fundamentales en la DSI”, II, Madrid,
1971. 109- 130

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es una libertad meramente "formal". La libertad liberal es


una libertad formal para todos, pero un "privilegio" para unos
pocos: la burguesía capitalista. El Estado del "laissez-faire"
es un Estado ineficaz y clasista. El pensamiento individualista
del siglo XIX limitó el fin del Estado al orden jurídico y éste
exclusivamente a la salvaguardia de la libertad de personas y
propiedades.
Estado del bienestar social. El Estado tiene que cumplir con
diversas tareas de política social y económica. Pero este Estado
de Bienestar puede convertirse en el "estado-providencia", que
termina por suplantar al individuo, considerándolo como un
niño y manipulando su libertad. El Estado es el promotor del
bienestar y el promotor de la cultura; pero no ha de crear un tipo
de hombre "consumidor".
Estado tecnocrático. No cabe duda que ha aumentado la
dimensión de la técnica en todos los niveles humanos de
hoy. También en el mundo político. Podemos decir que a la
prudencia política le está reemplazando la ciencia y la técnica
como forma de hacer política. La política tiende a convertirse
en administración. En ese sentido se dice que una nota
característica de las democracias occidentales estabilizadas es
que se encuentran en una fase "postpolítica".
Estado clientelista y prebendario. Es decir prisionero de los
dueños del poder y del dinero que usan esos medios no para
desarrollar a la comunidad, ni para servir al bien común, sino para
mantener una masa de clientes suficiente corno para conservar
su poder y sus privilegios. Este modelo es contrario a la DSI ya
que niega "de hecho" la igualdad de todos los ciudadanos, no
toma a las personas, y especialmente a los débiles, como sujetos,
sino como objetos de manipulación y se convierte fácilmente en
un botín a repartir más que en un instrumente de realización de
las personas.

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


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1.2. EL ESTADO DE DERECHO: EXIGENCIA ÉTICA IMPRESCINDIBLE

La configuración del Estado por el Derecho es una


exigencia ética imprescindible. ¿Qué significa la expresión Estado
de Derecho?. Con esta expresión se quiere definir un tipo de Estado
resultado de su sumisión al Derecho y que debe de poseer una serie
de notas o elementos fundamentales, sin cuyo concurso no se da
auténticamente el mismo.

Estas notas o exigencias fundamentales son:

a) El imperio de la ley, considerando a ésta como expresión de


la voluntad general. Las exigencias en que se concreta este
principio son:

- La ley ha de ser elaborada por un órgano popular representativo,


libremente escogido por los ciudadanos.

- La ley o conjunto de normas de carácter general se subdivide


jerárquicamente, entre leyes fundamentales —que componen la
Constitución- y leyes ordinarias, debiendo éstas subordinarlas
a aquéllas.

- Todas las disposiciones y actuaciones de la Administración y los


particulares han de someterse a la ley.

Para asegurar la conexión y subordinación jerárquica de las


leyes, se precisa un control constitucional de las mismas.
b) La separación de poderes. Significa que cada una de las tres
funciones en que se divide la labor del Estado, corresponde
a tres poderes independientes entre sí: el poder legislativo, el
ejecutivo y el judicial. Con tal separación se pretende evitar el
"abuso de poder", es decir, la excesiva concentración de poderes
en uno de los órganos del Estado.

c) Legalidad de la administración. Se concreta este principio en la


exigencia de que toda la actuación del poder ejecutivo deberá
estar sometida a la ley, lo cual conduce a dos consecuencias

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fundamentales: el principio de control y de la responsabilidad


de la administración.
d) El reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales
con su adecuada protección y garantía jurídico-formal y
realización material. Quiere esto decir que no sólo se han de
proclamar "solemnemente" los derechos fundamentales, sino
que su ejercicio ha de estar regulado convenientemente así
como eficazmente protegido.

Por supuesto que realizado plenamente y perfectamente no


se da en ninguna parte pero a la hora de calificar a un Estado como
de Derecho o no el acercamiento a este ideal será la medida de ello.

1.3. LAS TAREAS DEL ESTADO

La Doctrina Social de la Iglesia ha estudiado detenidamente


las tareas que le incumben al Estado. Recordemos dos aspectos:

El hecho de la creciente intervención del estado. "A consecuencia


de la complejidad de nuestra época, los poderes públicos se ven
obligados a intervenir con más frecuencia en materia social,
económica y cultural, para crear condiciones más favorables
que ayuden a los ciudadanos y a los grupos en la búsqueda libre
del bien completo del hombre" (GS 75).

Regla para medir la justa intervención del Estado: el principio


de subsidiariedad.

1.4. ORIENTACIONES ÉTICAS PARA UNA TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO

En la actualidad el Estado está sufriendo toda una serie


de impactos, especialmente desde el campo de la economia y del
fenómeno de la globalización que obligan a reformulaciones y

Pedro Velasco Rodriguez. O.P.


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transformaciones en el mismo. Vamos a reflexionar acerca de los


criterios éticos que, desde la Doctrina social del Iglesia, habría que
tener en cuenta para que estas transformaciones sean moralmente
aceptables.

a) Amplitud del Estado: la afirmación de la "sociedad civil".

La configuración actual de la Política, en cuanto intervención


efectiva del poder político, se encuentra ante el reto de encontrar el
ámbito exacto de su actuación. El campo de intervención del Estado
ha de situarse entre estos dos extremos:
- la minimización del Estado: no se puede reducir hasta tal
punto el Estado ("el Estado mínimo") que haga su aparición la
"barbarie" de la anarquía o de la "fuerza" de los más poderosos.
El Estado es la salvaguarda de los más débiles.
La "extralimitación" del Estado: la omniprencia del poder
político y su invasión en los restantes campos de la vida
originaría un totalitarismo burocrático-administrativo que
apagaría las fuerzas creativas de la vida social.
El Estado tiene su lugar exacto en el respeto, en la
promoción y en la necesaria regulación de las instancias intermedias
de la vida social. Es necesario apoyar la creación de una amplia e
intensa "sociedad civil". Juan Pablo II habla de la necesidad de una
"subjetivización de la sociedad": "Según la Rerum novarum y la
doctrina social de la Iglesia, la sociabilidad del hombre no se agota
en el Estado, sino que se realiza en diversos grupos intermedios,
comenzando por la familia y siguiendo por los grupos económicos,
sociales, políticos y culturales, los cuales, como provienen de la
misma naturaleza humana, tiene su propia autonomía, sin salirse del
ámbito del bien común. Es a esto a lo que he llamado «subjetividad
de la sociedad» la cual, junto con la subjetividad del individuo, ha
sido anulada por el socialismo real" (CA 13).

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La persona se encuentra hoy día ante el peligro de ser


atrapada por el poder y la burocracia. "El individuo hoy día queda
sofocado con frecuencia entre los dos polos del Estado y del
mercado. En efecto, da la impresión a veces de que existe sólo como
productor y consumidor de mercancías , o bien como objeto de la
administración del Estado, mientras se olvida que la convivencia
entre los hombres no tiene como fin ni el mercado ni el Estado, ya
que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio deben estar
el mercado y el Estado (CA 49).
De ahí que sea necesario apoyar la función positiva de la
familia "como comunidad de trabajo y solidaridad" (CA 49) y de
las restantes sociedades intermedias. "Efectivamente, éstas maduran
como verdaderas comunidades de personas y refuerzan el tejido
social, impidiendo que caiga en el anonimato y en una manifestación
impersonal, bastante frecuente por desgracia en la sociedad
moderna. En medio de esa múltiple interacción de las relaciones
vive la persona y crece la «subjetividad de la sociedad» (CA 49).

b) Los principios reguladores de la función del Estado

Las funciones del estado han de estar reguladas por


el principio general del bien común. Además, y de forma más
inmediata, hay que resaltar la intervención de otros dos principios: el
de subsidiariedad y el de solidaridad. El principio de subsidiariedad
obliga al Estado a mantenerse en sus propios límites y a tener
conciencia de su carácter instrumental, "ya que el individuo, la
familia y la sociedad son anteriores a él y el Estado mismo existe
para tutelar los derechos de aquél y de éstas, y no para sofocarlos"
(CA I I).
El principio de solidaridad promueve la necesaria
intervención del Estado y la orienta hacia los individuos y hacia
los grupos más necesitados: "los individuos, cuanto más indefensos
están en una sociedad, tanto más necesitan el apoyo y el cuidado de

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


1

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los demás, en particular la intervención de la autoridad pública" (CA


10).
Podríamos decir que el principio de solidaridad tiende
a favorecer a los que "menos tiene", mientras que el principio de
subsidiariedad está en función de los que "se defienden por ellos
mismos". Ambos principios han de equilibrarse para garantizar una
intervención justa del estado.

c) Del "Estado de bienestar" al "Estado de justicia social".

A todos es patente la crisis del llamado "Estado de Bienestar"


que, en cierto modo, se ha convirtió en "Estado asistencial".
¿Qué hacer y pensar frente a esta crisis? Señalamos tres criterios
orientadores.
Primer criterio: el "Estado asistencial" no es la solución.
El siguiente texto pontificio es bien claro al respecto: "En los
últimos años ha tenido lugar una vasta ampliación de ese tipo de
intervención, que ha llegado a constituir en cierto modo un Estado
de índole nueva: el «Estado del bienestar». Esta evolución se ha
dado en algunos Estados para responder de manera más adecuada
a muchas necesidades y carencias tratando de remediar formas de
pobreza y de privación indignas de la persona humana. No obstante,
no han faltado excesos y abusos que, especialmente en los años más
recientes, han provocado duras críticas a ese Estado del bienestar,
calificado como «Estado asistencial». Deficiencias y abusos del
mismo derivan de una inadecuada comprensión de los deberes
propios del Estado. En este ámbito también debe ser respetado el
respeto el principio de subsidiaridad. Una estructura social de orden
superior no debe inferir en la vida interna de un grupo social de
orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien
debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su
acción con los demás componentes sociales, con miras al bien común
(Cf. QA. n° 184 - 186)

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Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la


sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías
humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados
por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servicios a
los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos. Efectivamente,
parece que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de
modo más adecuado quien está próximo a ellas o quien está cerca
del necesitado. Además, un cierto tipo de necesidades requiere con
frecuencia una respuesta que sea no solo material, sino que sepa
descubrir su exigencia humana más profunda. Conviene pensar
también en la situación de los prófugos y emigrantes, de los ancianos
y enfermos, y en todos los demás casos, necesitados de asistencia,
como es el de los drogadictos: personas todas ellas que pueden ser
ayudadas de manera eficaz solamente por quien les ofrece, aparte de
los ciudadanos necesarios, un apoyo sinceramente fraterno (CA 48).
Segundo criterio: Por razón del principio de solidaridad el
Estado tiene que seguir interviniendo. Esta intervención ha de ser
pensada y ejecutada en función del bien común de toda la sociedad y
de modo especial en función de los derechos de los más débiles. La
encíclica "Centesimus annus", nada proclive al colectivismo y menos
al estatismo, señala certeramente la necesidad de la intervención del
estado. Indica, como campos prevalentes en la situación actual, los
siguientes:
El marco institucional, jurídico y político. El Estado tiene
la incumbencia de defender un marco jurídico justo para
la actuación social de los individuos y de los grupos. En
referencia directa a la economía, señala Juan Pablo II: "La
actividad económica, en particular la economía del mercado,
no puede desenvolverse en medio de un vacío institucional,
jurídico y político. Por el contrario, supone una dignidad que
garantiza la libertad individual y la propiedad, además de un
sistema monetario y estable y servicios públicos eficientes. La
primera incumbencia del Estado es, pues, la de garantizar esa
seguridad, de manera que quien trabaja y produce puede gozar
de los frutos de su trabajo y, por tanto, se siente estimulado a
realizar eficiente y honestamente. La falta de seguridad, junto

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


251 ,

con la corrupción de los sistemas públicos y la proliferación de


fuentes impropias de enriquecimiento y de beneficios fáciles,
basados en actividades ilegales o puramente especulativas, es
uno de los obstáculos principales para el desarrollo y para el
orden económico" (CA 48).
Intervenciones sobre situaciones que afectan a la buena marcha
de la sociedad en su conjunto. En relación con la economía le
corresponde al Estado "la incumbencia de armonizar y dirección
del desarrollo". Más concretamente tiene el derecho y el deber
de intervenir "cuando situaciones particulares de monopolio
creen rémoras u obstáculos al desarrollo" ((CA 48).
- Funciones de suplencia. "El Estado puede ejercer funciones
de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores
sociales o sistemas de empresas, demasiado débiles o en
vías de formación, sean inadecuados para su cometido. Tales
intervenciones de suplencia, justificadas por razones urgentes
que atañen el bien común, en la medida de lo posible deben
ser limitadas temporalmente, para no privar establemente de sus
competencias a dichos sectores sociales y sistemas de empresas
y para no ampliar excesivamente el ámbito de intervención
estatal de manera perjudicial para la libertad tanto económica
como civil" (CA 48).
Defensa y tutela de los "bienes colectivos". "Es deber del Estado
proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son
el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no
puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado.
Así como en tiempos del viejo capitalismo el Estado tenía el
deber de defender los derechos fundamentales del trabajo, así
ahora con el nuevo capitalismo del Estado y la sociedad tienen
el deber de defender los bienes colectivos que, entre otras cosas,
constituyen el único marco dentro del cual es posible para cada
uno conseguir legítimamente sus fines individuales" (CA 40).
Límite a la "idolatría" y voracidad del mercado. El Estado
aparece hoy como un límite a la exuberante ramificación del

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mercado. En conexión con la necesaria protección de los bienes


colectivos, anota Juan Pablo II: "He ahí un nuevo límite del
mercado: existen necesidades colectivas y cualitativas que no
pueden ser satisfechas mediante sus mecanismos; hay exigencias
humanas importantes que escapan a su lógica; hay bienes que,
por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar.
Ciertamente, los mecanismos de mercado ofrecen ventajas
seguras; ayudan, entre otras cosas, a utilizar mejor los recursos;
favorecen el intercambio de los productos y, sobre todo, dan la
primacía a la voluntad y a las preferencias de la persona, que, en
el contrato, se confrontan con las de otras personas. No obstante,
conllevan el riesgo de una «idolatría» del mercado, que ignora
la existencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden
ser simples mercancías" (CA 40).

Tercer criterio: el ideal ético del "Estado de justicia social".


Las formas modernas del Estado han sido pensadas preferentemente
en clave de libertad. Sin perder este valor, es necesario pensar y
configurar el Estado en clave de igualdad. Juan Pablo II ha realizado
el balance de las formas de estado nacidas después de la segunda
guerra mundial: el estado totalitario da carácter marxista (CA 18), el
estado social de derecho que culmina en el estado de bienestar (CA
19) y el estado de seguridad nacional (CA 19). De entre esas formas,
únicamente tiene futuro el estado social de derecho con tal que sepa
corregir 1) los desviacionismos tanto del egoísmo individualista
liberal; 2) como del despersonalizador asistencialismo; 3) no
caiga en la tentación de constituirse en un Estado únicamente
garante del Mercado; 4) y evolucione hacia un auténtico "Estado
de justicia social" y hacia estructuras y funciones de socialización
personalizadora y solidaria.

Pedro Velasco Rodríguez, 0.1'.


1
253 „

2. NECESIDAD Y CARACTERÍSTICAS DE LA
AUTORIDAD POLÍTICA

El Concilio Vaticano II explica corno la autoridad es una


necesidad y, por lo tanto, deriva de la naturaleza misma del hombre:
"A fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la
comunidad política, es indispensable una autoridad que dirija la acción
de todos hacia el bien común, no mecánicamente o despóticamente,
sino obrando principalmente como una fuerza moral, que se basa
en la libertad y sentido de responsabilidad de cada uno... Es pues
evidente que la comunidad política y la autoridad pública se fundan
en la naturaleza humana y por lo mismo pertenecen al orden previsto
por Dios, aún cuando la determinación del régimen político y la
designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los
ciudadanos" (GS 74).

Alcances y límites de la autoridad

• Siguiendo la tradición eclesial, PT (46-52) afirma que "la


autoridad viene de Dios" pues se basa en la voluntad de Dios
que ha hecho al hombre social. Puesto que toda sociedad
necesita una autoridad, la existencia de esta ha sido querida
secundariamente por Dios. Esta afirmación:
- no significa divinizar ni absolutizar a la autoridad. Al contrario,
es una relativización de la autoridad, pues la hace dependiente
del querer de Dios y del orden moral;
no impide que la autoridad sea elegida por el pueblo, pues lo que
proviene de dios no es el gobernante concreto, sino la autoridad
como institución.
• De este origen divino de la autoridad se derivan estas
consecuencias fundamentales:

Los problemas sociales nos interpelan


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tiene poder para obligar en conciencia sin menoscabar la


dignidad de los ciudadanos;
tiene que mandar dentro de los límites de la voluntad de Dios.
De ahí sus límites.

• "La autoridad misma no es una fuerza exenta de control, más


bien es la facultad de mandar según razón" (PT 47). "Pero
cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime
a los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas
del bien común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos
y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad,
guardando los límites que señala la ley natural y evangélica (GS
74).

3. LA DEMOCRACIA Y EL PENSAMIENTO SOCIAL


DE LA IGLESIA

3.1. ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LA DEMOCRACIA

"Democracia" viene del griego demos ("pueblo") y kratos


("poder", "soberanía") y —según la famosa definición de Abraham
Lincoln en el campo de batalla de Gettysburg (1863)- es "el gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". No basta, por tanto,
gobernar para el pueblo; eso ya lo hicieron los déspotas ilustrados.
Tampoco es suficiente un gobierno del pueblo, es decir, un gobierno
elegido por los ciudadanos, pero que les gobierna sin contar con
ellos. Ya lo vió Rousseau hace casi 250 años: "El pueblo inglés cree
ser libre, pero se equivoca mucho; no lo es sino durante la elección
de los miembros del Parlamento; tan pronto como son elegidos, el

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


1

255

pueblo es esclavo, no es nada"2. La democracia debe llegar a ser


un gobierno por el pueblo; exige, por tanto, la participación de los
ciudadanos en todo aquello cuya delegación no sea inevitable.
Sin duda la democracia directa —aquella en que el pueblo
se gobierna a si mismo reuniéndose en asamblea cuantas veces
sea necesario- no es viable en los modernos Estados. De ahí que
sea necesario que la democracia representativa —aquella en que los
ciudadanos eligen unos representantes para gobernar en su nombre-
se complete con elementos de la democracia directa (convocatoria a
un referendum para decidir las cuestiones importantes, asociaciones
intermedias que presionen...).

3.2. GRANDEZA Y MISERIA DE LA DEMOCRACIA

El hecho de que frente a la tiranía o la aristocracia, la


democracia postule la intervención del pueblo en las tareas de
gobierno hace de ella el régimen político más coherente con la
dignidad de los seres humanos. No existe el derecho a gobernar a
los pueblos como rebaños, ni puede lograrse el bien común humano
como se logra el de un rebaño.
Sin embargo se habla hoy día mucho de la crisis de la
democracia. En América Latina hemos pasado de la década de los
70 en que las dictaduras más crueles e inhumanas campearon por
doquier en nombre de la lucha anticomunista a una restauración
de las democracias que ha coincidido con un periodo de exclusión
social, desigualdad y miseria lo que ha hecho desconfiar de las
mismas a grandes sectores de la población.
Veamos algunos de los argumentos que se ponen para
rechazar o desconfiar de este sistema y lo que pensamos frente a
ellos.

2
Rousseau, J-1.. Contrato social". Espasa Calpe, Madrid, 1990, p. 125.

Los problemas sociales nos interpelan


1

256

¿Una moral de esclavos?


Una corriente de pensamiento que puede considerar a
Nietzsche como su portavoz más eminente considera que los debates
parlamentarios son palabrería vana; la concertación con otras
fuerzas, falta de principios; la paz y la tolerancia serian debilidad
y, a la postre, moral de esclavos. En su lugar exalta la voluntad de
poder, el uso brutal de la violencia y la lucha heroica. El Zaratrusta
nietzscheano escupía así su desprecio frente a la democracia: "Volví
la espalda a los gobernantes al comprobar lo que ahora llaman
gobernar: ¡regateo por el poder con la chusma!".
Ciertamente la lucha es fuente de progreso. Una sociedad
sin discrepancias estaría muy cerca de la paz de los cementerios.
Pero esa constatación es un argumento a favor, y no en contra,
de la democracia. La democracia es, en efecto, el único régimen
que reconociendo la legitimidad de los antagonismos, les permite
dotarse a si mismos de medios de expresión (partidos, sindicatos,
agrupaciones varias, periódicos, etc.). Lo único que no permite
la democracia es "solventar" las discrepancias mediante la fuerza
bruta.

¿Tiranía de la mayoría?
El demócrata trata de resolver las controversias no
suprimiendo al adversario, sino convenciéndolo. Es necesario
reconocer, sin embargo que la práctica no se corresponde demasiado
con la teoría. Una profesora de ética que fue diputada en España
escribe: "Los parlamentos democráticos son un simulacro de
comunicación: escenarios de insultos y descalificaciones, más que
lugares de debate interesante y productivo'". Como nadie espera
convencer ni ser convencido en los debates, los representantes del
pueblo suelen ausentarse del Parlamento a la hora de discutir y
razonar, y acuden sólo a la hora de votar. Eso pone de manifiesto que
no votan según la fuerza de las razones —como pediría la obediencia
al pueblo-, sino por obediencia al Partido.

3Camps, Victoria: "Paradojas del individualismo", Crítica, Barcelona, 1993, p.


197.

Pedro Ve/asco Rodriguez, O.P.


257 ,

Tocqueville, en su famoso libro "La democracia en


América" (1835), que es un punto de partida clásico y obligado para
reflexionar sobre los vicios y virtudes de la democracia dondequiera
que ésta exista, reflexionó con lucidez sobre la que es, en su opinión,
la mayor miseria del sistema democrático: "la tiranía de la mayoría.

Sólo es posible evitar la tiranía de la mayoría cuando en los


debates parlamentarios se toman en consideración los argumentos
de los opositores y —mejor todavía- cuando se integra a las minorías
en los órganos de poder, repartiéndolo así más justamente. Pero,
naturalmente, para eso es necesario que la mayoría no tenga los
gustos y los instintos de un déspota, sino un talante democrático
que, por desgracia, es poco frecuente. De ahí la necesidad de educar
para la democracia ya desde la infancia.

Tampoco es seguro que las decisiones tomadas


democráticamente por la mayoría sean siempre justas. La democracia
es el sistema de gobierno más justo, pero no garantiza resultados
justos. De todas formas es conveniente no olvidar que el riesgo de
tomar decisiones injustas en un régimen dictatorial es todavía mayor.

¿El gobierno de los incompetentes?

Una antiquísima corriente de pensamiento. que va desde


Platón hasta Hegel, ha condenado a la democracia porque es el
gobierno del pueblo; y el pueblo, degradado a masa, a multitud, a
plebe, no está en condiciones de gobernar. Democracia sería tanto
como el gobierno de los incompetentes.

Naturalmente esa crítica se dirige sobre todo contra la


democracia directa, única en la que el pueblo gobierna por si mismo.
Sin embargo son las dictaduras las que tienen más peligro de reclutar
a sus dirigentes entre los elementos más indeseables de la población.
Al exigir una conformidad absoluta y un apoyo incondicional al líder,
establecen un criterio de selección que privilegia a los hombres de
visión unilateral y a los fanáticos. La democracia, por el contrario,
al elegir a los gobernantes mediante un proceso de libre competencia

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258

por ganar la confianza popular, tiene muchas mas probabilidades de


éxito.
Por otra parte, tan importante por lo menos como encontrar un
buen procedimiento para seleccionar a los gobernantes es el disponer
de mecanismos para eliminar con rapidez a los que demuestren no
estar a la altura de las circunstancias. Las democracias han encontrado
una solución eficaz para eso problema sometiendo periódicamente
la gestión de sus gobernantes al veredicto de las urnas. En cambio
las dictaduras, tienden a perpetuarse indefinidamente.

¿Ingobernabilidad de las democracias?

En los últimos tiempos la cuestión más extendida contra la


democracia es su supuesta debilidad, ineficacia o impotencia para
resolver los graves problemas que deben afrontar las sociedades
modernas. Es la famosa teoría de la "ingobernabilidad de las
democracias". Es cierto que a veces la excesiva burocracia, la
prevalencia de intereses partidistas y sectoriales o la preocupación
en ser reelectos impiden una toma de decisiones eficiente y bien
orientada. Parecería que las dictaduras son más expeditas.

Pero los médicos saben —y el principio no es válido


sólo para la medicina- que todo aquello que es eficaz puede ser
peligros. Los liberales tienen razón cuando relativizan las ventajas
de los gobiernos fuertes y eficaces. Ellos ven un peligro en toda
concentración de poder, porque, como decía Lord Acton, "el poder
tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente''.

¿Democracia meramente formal?


Esta es, sin duda, la crítica más severa a la democracia. La
democracia llevaba en su interior un ideal igualitario, que le dio
su primer aliento —recordemos los grandes principios expresados

4
Lord Aeton: "Ensayos sobre la libertad y el poder", Instituto de Estudios Políticos,
Madrid, 1959. p. 487.

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


1

259

en el Campo de Marte: "Libertad, igualdad, fraternidad"-, que


se ha dejado atrofiar. En nuestra América Latina, ante la vista de
la inmensa desigualdad existente entre las clases poderosas y las
masas de empobrecidos, ante la inequidad imperante y la vigencia,
muchas veces meramente nominal, de los derechos sociales de los
ciudadanos, esta impresión de vaciedad y mera apariencia parece
imponerse ante nuestra conciencia.
Debemos recordar aquí el anatema con el que Marx
fulminó el sistema democrático y que desde entonces gravita sobre
el pensamiento de la izquierda. En su opinión, la democracia, que
proclama "soberano" al pueblo, no es sino tina especie de disfraz de
una dictadura: "la dictadura de la burguesía'''. En teoría todos tienen
iguales derechos, pero en la práctica sólo los poseedores de capital
pueden hacer efectivos sus derechos (la libertad de expresión, por
ejemplo, serviría al capitalista para disponer de su propia canal
de televisión, y al obrero para hablar con su mujer después de las
comidas).
Hoy día, después de la caída de tantos "socialismo reales" y
con las experiencias que el paso del tiempo nos han proporcionado
las cosas se ven con más serenidad y se asiste a una rehabilitación de
las tan denodadas en otro tiempo "libertades formales". En los piases
que durante décadas estuvieron gobernados por partidos marxistas
las libertades no fueron para todos efectivas y vigentes, lo sabemos
muy bien.

Las libertades formales han demostrado ser un medio


bastante eficaz para luchar por la igualdad. Como es sabido, en los
años veinte el gran problema que dividió a socialistas y comunistas
fue establecer si la democracia política era o no un medio adecuado
para alcanzar sus objetivos sociales. En mi opinión, la historia ha
dado la razón a quienes optaron por la respuesta afirmativa. La
democracia formal no ha resultado ser una falsa democracia de la
que convendría deshacerse cuanto antes, aunque sí una democracia
insuficiente que habrá que desarrollar mucho más desde dentro.

5Lenin, Vladimir "Democracia y dictadura", T.9, Progreso, Moscú 1977, p.


140.

Los problemas sociales nos interpelan


7 60

Naturalmente, basándose la democracia en una política de


pactos, optar por ella es —quiérase o no- optar por una estrategia
reformista que se caracterizará a veces por una exasperaste lentitud;
pero, como dice AIf Ross, "nada permite suponer que haya límites
absolutos a lo que puede lograrse en el marco de la democracia'.

Educación para la democracia


Después de analizar la grandeza y miseria de la democracia,
compartimos el balance hecho por el premier inglés Sir Winston
Churchill en la cámara de los comunes: "Muchas formas de gobierno
se han ensayado y se seguirán ensayando en este mundo de pecado
y de infortunios... Nadie pretende que la democracia es perfecta e
infalible. En efecto, su ha dicho que la democracia es la peor forma
de gobierno, exceptuando todas las demás formas de gobierno que
se han intentado a lo largo de los tiempos'''.
Lo que hace falta, pues, es aprovechar bien los instrumentos
que la democracia pone en nuestras manos. Sin embargo, es notable
el creciente desinterés de los ciudadanos por los asuntos públicos.
Siempre se había lamentado que la mayoría de ellos se limitan a
depositar su voto en las urnas cada cuatro años, despreocupándose
después de la marcha del país. Por desgracia, últimamente ha
empeorado tanto la situación que muchos ya ni siquiera se molestan
en depositar la papeleta cada cuatro años. El crecimiento del
abstencionismo es un mal signo de la marcha de la democracia.
Quizás la culpa no sea tanto del ciudadano de a pié cuanto
de la forma en que se encara la política más como espectáculo que
como llamada real a la participación. Cuando la pobreza se une a
grados significativos de ignorancia es fácil manipular al ciudadano.
Elecciones como la de la actriz pornográfica ""Cicciolina" en Italia,
o a Fujimori en Perú o al Intendente Martín Burt en Asunción en

6 Ross, AIf: "¿Por qué democracia?, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,


1989, p. 80.

Flansard, 11 de noviembre de 1947 (en Giner de Grado. Carlos: "La hora de


participar", Marsiega, Madrid, 1979. p. 75-76)

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


1

261 ,

1996, por poner algunos ejemplos, nos indican hasta que grado de
desorientación y de engaño pueden conducir unas elecciones.

Todo esto hace pensar, frente a quienes dan por supuesta


la existencia del "horno democraticus", que quizás lo espontáneo
es el Herdeninstinkt (instinto gregario) que Nietzsche atribuía a
la mayoría de los mortales. Por eso educar para la democracia se
convierte en una tarea primaria.

3.3. DEMOCRACIA Y FE CRISTIANA

a) La democracia en la Biblia

La democracia es uno de los muchos ternas sobre los que


no encontramos en la Biblia ningún juicio explícito. Es necesario
buscar indirectamente para encontrar la iluminación y la orientación
que en ella se encuentra implícita.

La pregunta indirecta que vamos a dirigir a la Escritura es


si los hombres somos iguales por naturaleza o no. Esta pregunta, a
primera vista tan inocente, tiene consecuencias muy importantes para
nuestro tema. El los regímenes absolutistas se daba por supuesto que
unos hombres —los reyes y los hijos de los reyes- estaban destinados
a mandar ya desde su nacimiento, y todos los demás estaban
destinadas a obedecer. En consecuencia los reyes eran gobernantes
por naturaleza antes de serlo por función. En cambio, los regímenes
democráticos consideran que todos los hombres nacen con los
mismos derechos.

Pues bien, ya desde la primera página de la Biblia el


Documento sacerdotal nos dice que el hombre y la mujer son "imagen
de Dios" (Gn. 1,26.27). Con otras palabras: todos compartimos la
misma naturaleza y dignidad.

Jesús dirá más tarde que entre nosotros no caben los títulos
honoríficos, porque somos todos iguales: "No se dejen llamar
"Rabbí", porque uno sólo es su Maestro: y ustedes son todos

Los problemas sociales nos libe/pelan


, 262

hermanos. Ni llamen a nadie "Padre" en la tierra, porque uno sólo es


su Padre: el del cielo. Ni tampoco se dejen llamar "Señores", porque
uno sólo es su Señor: el Cristo" (Mt 23, 8-10).
Es significativo que Jesús promete a cuantos le siguen que
en la nueva familia que formen —la comunidad cristiana- encontrarán
otra vez lo que hayan abandonado: casas, hermanos, hermanas,
madres, hijos y tierras, pero padres no (Mc 10, 28-30). Como dice
Bobard comentando este texto, el autoritarismo no es tan sólo un
defecto de carácter, sino también una usurpación de los derechos de
Dios"s, el único que por naturaleza es más que los demás.
Pues bien, fácilmente se ve que en el gobierno democrático
es donde los gobernantes menos usurpan los derechos de Dios. Al
considerar al Presidente como un "funcionario" a quien el pueblo
encomienda temporalmente la función de gobernar, las democracias
son esencialmente igualitarias.

b) La democracia en la escolástica

Precisamente porque habían comprendido muy bien las


consecuencias políticas que se derivan de la común dignidad
humana los escolásticos se manifestaron desde el principio a favor
de las formas de gobierno democráticas. Santo Tomás de Aquino,
(1226-1274) por ejemplo, decía: "La mejor constitución en una
ciudad o nación es aquella en que uno es el depositario del poder y
tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que algunos participen
de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que
todos pueden ser elegidos y todos toman parte de la elección'''.

Bonnard, Pierre: -Evangelio según San Mateo", Cristiandad, Madrid, 1983, p.


502.

9
Tomás de Aquino: "Summa Theologiea 1-2, q. 105, a. 1 (T. II, BAC, Madrid,
1989, p. 864).

Pedro Velasco Rodríguez, 0.P


263

Con lenguaje de hoy diríamos que Santo Tomás no propugna


la democracia directa, puesto que, en su opinión, deben gobernar
sólo algunos, sino la democracia representativa: dichos gobernantes
deben ser elegidos por todos.

Especialmente actual resulta hoy la doctrina de la Segunda


Escolástica, es decir la que comienza con el Renacimiento y se
prolonga hasta bien entrado el siglo XVIII. Vamos a resumir su
pensamiento en siete tesis recogidas, sobre todo, de los teólogos
Francisco de Vitoria, Francisco Suarez, Juan de Mariana y Bartolomé
de las Casas'°:
P. Por naturaleza, todos los hombres son iguales; nadie tiene
jurisdicción sobre los demás .
2a. La soberanía no corresponde al Rey; la República entera es sujeta
de la soberanía.
3'. No obstante, por razones de eficacia, la República puede y debe
elegir a alguien y encomendarle la tarea de gobernar.
4' Siendo los gobernantes delegados del pueblo, su poder llega
únicamente hasta donde el pueblo mismo decida.
5' Al ser delegados del pueblo, el poder de los gobernantes no es
absoluto; está limitado por las leyes.
9 El pueblo, que nunca renuncia totalmente a sus derechos, debe
ejercer un control sobre los gobernantes y puede incluso hacerlo
dimitir.

c) La democracia en la doctrina social de la Iglesia

Siendo así la doctrina tradicional de la Iglesia, habría


sido de esperar que, llegado el momento, apoyara cordialmente el
establecimiento de los regímenes democráticos en el siglo XIX.
Sin embargo ocurrió justo lo contrario. La neoescolástica del siglo

10
G'onzalez-Carvajal, Luis: "Entre la utopia y la realidad", sal Terrae. Santander,
1998. p. 245-247.

Los problemas sociales 170S interpelan


764

pasado, abandonando la doctrina tradicional, defendió la teoría de


que Dios otorga directamente el poder a los gobernantes, sin pasar
por el pueblo. La gran figura social de la neoescolática, el P. Luigi
Taparelli d'Azeglio, en su "Ensayo teórico de Derecho Natural
apoyado en los hechos (n° 486), afirmó que la multitud ni puede elegir
ni hacer dimitir a la autoridad; no gobierna, sino que es gobernada.
Después le siguieron los demás autores. El resultado, como dice
Jacques Leclerq, fue que, "mientras los antiguos aparecían como
antiestatales, a veces casi como revolucionarios, los modernos se
presentan como defensores del orden establecido y apologistas del
poder".
Desde luego, la oposición fue recíproca. Los nuevos
regímenes democráticos fueron violentamente anticlericales y
adoptaron una actitud de sistemática persecución contra la Iglesia:
supresión del presupuesto para el culto, confiscación de los bienes
eclesiásticos, expulsión de las órdenes religiosas, laicismo... Eso
dificultó, sin duda, el entendimiento.
León XIII afirma ya que la democracia es un sistema tan
lícito como los demás. Habrá que esperar hasta Pio XII para que
un papa proclame la mayor conformidad de la democracia con la
imagen cristiana del hombre. En el radiomensaje navideño de 1944
va a afirmar que "los pueblos se han despertado de un prolongado
letargo... y exigen un sistema de gobierno que sea más compatible
con la dignidad y la libertad de los ciudadanos". Más adelante
dice: "El hombre, lejos de ser el objeto y un elemento puramente
pasivo de la vida social es, por el contrario, y debe ser y permanecer,
su sujeto, su fundamento y su fin... Manifestar su propio parecer
sobre los deberes y los sacrificios que le son impuestos, no estar
obligado a obedecer sin haber sido escuchado: he ahí dos derechos
del ciudadano que hallan en la democracia, como el mismo nombre
indica, su expresión natural""-.

Leclercq, Jacques: "Lecon de Droit naturel" t. 2, Ad. Wesmael-Charlicr, Namur


1934, p. 164.
12
Pio XII: "Benignitas et humanitas-, n° 11 y 14.

Pedro Velasco Rodríguez. O.P.


1

9 65 ,

Esa será desde entonces la doctrina oficial de la Iglesia, en


conformidad con lo que había sido su tradición constante hasta el
siglo XIX. Recordemos tan sólo unos párrafos muy conocidos del
Concilio Vaticano II: "Es perfectamente conforme con la naturaleza
humana que se constituyan estructuras político-jurídicas que ofrezcan
a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección
creciente, posibilidades efectivas de tomar parte libre y activamente
en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política,
en el gobierno de la cosa pública, en la determinación de los
campos de acción y de los límites de las diferentes instituciones y
en la elección de los gobernantes. Recuerden, por tanto, todos los
ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de
votar con libertad para promover el bien común. La Iglesia alaba
y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran
al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio... Es
inhumano que la autoridad política caiga en formas totalitarias o en
formas dictatoriales que lesionen los derechos de la persona o de los
grupos sociales" (GS 75).

Juan Pablo II ha profundizado esta misma posición


insistiendo en la unidad que debe darse entre la democracia y la
defensa, promoción y respeto a los derechos humanos: "Después de
la caída del totalitarismo comunista y de otros muchos regímenes
totalitarios y de «seguridad nacional», asistimos hoy al predominio,
no sin contrastes, del ideal democrático junto con una viva atención
y preocupación por los derechos humanos. Pero, precisamente
por esto, es necesario que los pueblos que están reformando sus
ordenamientos den a la democracia un auténtico y sólido fundamento,
mediante el reconocimiento explícito de estos derechos. (96) Entre
los principales hay que recordar: el derecho a la vida, del que forma
parte integral del derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la
madre, después de haber sido concebido; el derecho de a vivir en
una familia unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de
la propia personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia
y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la
verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes

Los problemas sociales nos inlerpelan


266

de la tierra y recabar del mismo el sustento propio de los seres


queridos; el derecho a fundar libremente una familia, a acoger y a
educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad.
Fuente y síntesis de estos derechos es, en cierto sentido, la libertad
religiosa, entendida como derecho a vivir en la verdad de la propia fe
y en conformidad con la dignidad trascendente de la propia persona
personal" (CA 47).

d) La soberanía popular no es absoluta

¿Es el pueblo tan "soberano" que puede darse a si mismo


las leyes que quiera o, teniendo en cuenta que en el cielo sí que hay
alguien que es Padre, Maestro y Señor, debe mandar obedeciendo a
Dios?.
Esa es, sin duda, un problema importante, porque existe una
concepción completamente laicista de la democracia que considera
al pueblo como suprema y única fuente de poder, sin límites
intrínsecos ni valores fundamentales que respetar.
En cambio la Iglesia sostiene que "la autoridad no puede
considerarse exenta de sometimiento a otra superior. Más aún, la
autoridad consiste en la facultad de mandar según la recta razón. Por
ello se sigue evidentemente que su fuerza obligatoria procede del
orden moral, que tiene a Dios como primer principio y último fin"
(PT 47).

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


267

4. TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN

Juan XXIII. Pacem in terris "Deberes de los gobernantes en


orden al bien común.

I. Defender los derechos y deberes del hombre: "En la época


actual se considera que el bien común consiste principalmente
en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana.
De aquí que la misión principal de los hombres de gobierno debe
tender a dos cosas: de un lado, reconocer, respetar, armonizar,
tutelar y promover tales derechos; de otro, facilitar a cada
ciudadano el cumplimiento de sus respectivos deberes. Tutelar
el campo intangible de los derechos de la persona humana y
hacerle llevadero el cumplimiento de sus deberes debe ser oficio
esencial de todo poder público" (60).
2. Armonizarlos y regularlos: "Más aún, los gobernantes tienen
como deber principal el de armonizar y regular de una manera
adecuada y conveniente los derechos que vinculan entre sí a los
hombres en el seno de la sociedad, de tal forma que, en primer
lugar, los ciudadanos, al procurar sus derechos, no impidan
el ejercicio de los derechos de los demás; en segundo lugar,
que el que defienda su propio derecho no dificulte a los otros
la práctica de sus respectivos deberes, y, por último, hay que
mantener eficazmente la integridad de los derechos de todos y
restablecerla en caso de haber sido violada" (62).
3. Favorecer su ejercicio: "Es además deber de quienes están a
la cabeza del país trabajar positivamente para crear un estado
de cosas que permita y facilite al ciudadano la defensa de sus
derechos y el cumplimiento de sus obligaciones. De hecho la
experiencia enseña que, cuando falta una acción apropiada de
los poderes públicos en lo económico, lo político o lo cultural,
se produce entre los ciudadanos, sobre todo en nuestra época,
un mayor número de desigualdades en sectores cada vez más

Los problemas sociales nos interpelan


1

268

amplios, resultando así que los derechos y deberes de la persona


humana carecen de toda eficacia práctica" (63).
4. Exigencias concretas en esta materia: "Es por ello necesario
que los gobiernos pongan todo su empeño para que el desarrollo
económico y el progreso social avancen al mismo tiempo y oara
que, a medida que se desarrolla la productividad de los sistemas
económicos, se desenvuelvan también los servicios esenciales,
como son, por ejemplo, carreteras, transportes, comercio, agua
potable, vivienda, asistencia sanitaria, medios que faciliten
la profesión de la fe religiosa y, finalmente, auxilios para el
descanso del espíritu. Es necesario también que las autoridades
se esfuercen por organizar sistemas económicos de previsión
para que el ciudadano, en el caso de sufrir una desgracia o
sobrevenirle una carga mayor en las obligaciones familiares
contraídas, no le falte lo necesario para llevar un tenor de vida
digno. Y no menor empeño deberán poner las autoridades en
procurar y en lograr que a los obreros aptos para el trabajo se les
dé la oportunidad de conseguir un empleo adecuado a sus fuerzas;
que se pague a cada uno el salario que corresponda según las
leyes de la justicia y de la equidad; que en las empresas puedan
los trabajadores sentirse responsables de la tarea realizada; que
se puedan constituir fácilmente organismos intermedios que
hagan más fecunda y ágil la convivencia social; que, finalmente,
todos, por los procedimientos y grados oportunos, puedan
participar en los bienes de la cultura (64).
5. Guardar un perfecto equilibrio en la regulación y tutela de
los derechos: "Sin embargo, el bien general del país también
exige que los gobernantes, tanto en la tarea de coordinar y
asegurar los derechos de los ciudadanos como en la función de
irlos perfeccionando, guarden un pleno equilibrio para evitar,
por un lado, que la preferencia dada a los derechos de algunos
particulares o de determinados grupos venga a ser origen de una
posición de privilegio en la nación, y para soslayar, por otro, el
peligro de que, por defender los derechos de todos, incurran en la
absurda posición de impedir el pleno desarrollo de los derechos
de cada uno. Manténgase siempre a salvo el principio de que la

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


1

269 ,

intervención de las autoridades públicas en el campo económico,


por dilatada y profunda que sea, no sólo no debe coartar la libre
iniciativa de los particulares, sino que, por el contrario, ha de
garantizar la expansión de esa libre iniciativa, salvaguardando,
sin embargo, incólumes los derechos esenciales de la persona
humana (65). "Idéntica finalidad han de tener las iniciativas de
todo género del gobierno dirigidas a facilitar al ciudadano tanto
la defensa de sus derechos como el cumplimiento de sus deberes
en todos los sectores de la vida social- (66).

Los problemas sociales nos interpelan


1

271

CAPITULO IX
LA ECONOMÍA Y LOS NUEVOS DESAFÍOS DE LA
HUMANIDAD.

1. Ante una contradicción explosiva

1.1. Algo está fallando

1.2. Algunas precisiones sobre la economía

2. Economía y ética: ¿Dos realidades incompatibles?

2.1. Pinceladas históricas

2.2. Por qué la economía no puede prescindir de la ética

2.3. Algunas precisiones para garantizar una provechosa relación

3. Finalidad de la economía

3.1. ¿Qué producir?

3.2. ¿Cómo producir?

3.3. ¿Para quién producir?

3.4. Consumo para todos, consumismo para nadie

4. Textos para la reflexión

Los problemas sociales nos interpelan


1

273

1. ANTE UNA CONTRADICCIÓN EXPLOSIVA

1.1. ALGO ESTÁ FALLANDO

Frente las cuestiones económicas fundamentales como son:


¿Qué recursos tenemos a nuestra disposición para producir lo que
necesitamos?, cuantas personas actualmente tienen a su disposición
los bienes que necesitan para vivir?, nos encontramos con una
contradicción de consecuencias insospechadas.

La humanidad nunca ha tenido tantos recursos a su alcance,


ni ha producido tantos bienes como en el presente. Además, a
través de los medios de comunicación todos los seres humanos
somos conscientes de las riquezas inmensas que manejamos (o
que manejan). Y al mismo tiempo cientos de millones de personas
carecen de lo más elemental para vivir, incluso mueren de hambre.

Según informes de la FAO en la actualidad se producen


más alimentos que los necesarios para cubrir las necesidades de la
población mundial y poseemos la técnica adecuada para acrecentar
todavía en gran medida esta producción. Los conocimientos que
hemos acumulado, sobre todo en los últimos siglos, las masas de
dinero que se mueven diariamente en el mundo, nuestra capacidad
científico tecnológica son logros como para hacernos sentir
orgullosos de nuestra condición de humanos ya que se deben a
nuestro esfuerzo y capacidad. La exploración de otros planetas,
los avances de la medicina, la visión simultanea por millones de
personas desde todos los extremos de la tierra de una final mundial
de fútbol, las ganancias de los grandes grupos financieros, por citar
algunos ejemplos, nos hablan de las posibilidades que tenemos para
hacer frente a los problemas actuales.

Y sin embargo actualmente 850 millones de personas


padecen hambre en el mundo; de ellas 100 millones son
latinoamericanos. Cada tres segundos muere un niño de hambre y

Los problemas sociales nos interpelan

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