Rasgos de Juan Ramon Jimenez
Rasgos de Juan Ramon Jimenez
Rasgos de Juan Ramon Jimenez
CONCEPCIÓN DE LA POESÍA
Su idea de poesía está presidida por una triple sed: sed de belleza, sed de conocimiento y sed de
eternidad. Ante todo para Juan Ramón la poesía es expresión de belleza, donde quiera que se encuentre
ésta. Pero la poesía es también, para él, un modo de conocimiento, de penetración en la esencia de las
cosas. Y es, en fin, expresión de su deseo de eternidad, concebida como posesión inacabable de la belleza
y de la verdad. De ahí que identifique en su etapa “suficiente” a Dios con la naturaleza, con la belleza
absoluta o con la propia conciencia creadora.
Está influida por los poetas simbolistas franceses, en especial, Verlaine, y por Bécquer. Pertenecen a esta
etapa los libros “Arias tristes” (1903) y “Jardines lejanos” (1904). Las principales características son:
frecuentes descripciones de paisajes que actúan como símbolos del alma del poeta; descripción de
sentimientos vagos, diluidos, entre los que prevalecen: la tristeza, la soledad y la nostalgia, con lo que a
menudo encontramos cierto aire decadente. La muerte obsesiona al poeta, así como el deseo de
encontrar la felicidad, que, dado su afán de perfección, parece inalcanzable. En algunos poemas J.R.
Jiménez incorpora el diálogo como medio de introspección, y pequeñas anécdotas (como las que le sirven
para mostrar la decepción amorosa).
En el aspecto formal destacan la preferencia por los metros cortos con rima asonante, a menudo en
forma de romance. Y recursos que materializan en el poema una fórmula basada en percepciones
sensoriales, por lo que están presentes el cromatismo y figuras como la sinestesia. Pese a servirse de
recursos variados (personificación de la naturaleza, símiles, recursos de repetición propios de la poesía
popular, etc.) no es una poesía retórica.
En la clasificación de sus obras, esta otra vertiente de su producción suele considerarse como una
variante de su primera etapa, pero ahora se desarrolla bajo las coordenadas del Modernismo. Se
incluyen, dentro de esta etapa, libros como “La soledad sonora (1908) o “Poemas mágicos y dolientes”
(1909). Juan Ramón Jiménez rinde culto a la belleza formal, guiado por su anhelo de belleza.
Los temas siguen la línea del simbolismo y decadentismo modernistas, herederos de la poesía francesa de
finales del siglo XIX. Busca los valores sensoriales mediante un léxico refinado y una adjetivación brillante.
Usa con frecuencia el alejandrino y el serventesio. No obstante, renuncia a lo exótico y conserva el
intimismo orientado a la contemplación de sus primeros libros. Eso sí, se incrementan los recursos
retóricos (sinestesias, metáforas, hipérboles, etc.) y sus versos son, en estos libros, más retóricos y
brillantes, siguiendo la estela de Rubén Darío.
Se inicia con “Diario de un recién casado” (1916), libro con el que quedan atrás definitivamente el
neorromanticismo y el modernismo. Ahora no trata, como antes, de embellecer la realidad, sino ahondar
en sus misterios para llegar a la esencia de las cosas. Esta aspiración sólo es posible mediante la
utilización de un lenguaje poético desnudo de ornamento y libre de anécdotas y coloridos, con lo que nos
hallamos inmersos en una estética novecentista que luego compartirán algunos representantes de las
vanguardias. Juan Ramón abandona su poesía cromática, decadente y sentimental para adentrarse en
temas casi metafísicos: se siente parte de un universo al que antes no había sabido mirar. La poesía es
para él ahora un modo de conocimiento y, en buena medida, podemos hablar de una actitud
neoplatónica y de cierto panteísmo en sus versos.
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Predominan los poemas breves, densos y preferentemente en verso libre o con leves asonancias.
Además del libro citado, pertenecen a esta etapa “Eternidades” (1918) y Piedra y cielo (1919). Cabe
destacar la selección léxica, que ahora supone la expresión de lo esencial y, por ello, una reducción
considerable en el número de adjetivos.
Conforme se aproxima a su poesía “suficiente”, Juan Ramón hace gala de una especie de misticismo a lo
profano (los místicos mostraban en sus versos la unión del alma con Dios, pero el “dios” de Juan Ramón
es algo cósmico que él mismo contiene y que lo hace aspirar a ser eterno también).
Los poemarios de la segunda etapa en adelante constituyen un ejemplo de lo que Ortega denominó
“deshumanización del arte” porque sobrepasan el límite de lo anecdótico y convierten a las palabras en
creadoras de mundos. Poesía pura, la llamó el propio Juan Ramón.
Juan Ramón está cada vez más encerrado en sí mismo y atento sólo a una obra poética cada día más
exigente y ambiciosa. A esta etapa corresponden sobre todo dos grandes libros: “En el otro costado”
(1936-1942) y “Dios deseado y deseante” (1949). En el primero figura el largo poema en prosa “Espacio”
que se considera la cima de la creación juanramoniana. Expresa vivencias y preocupaciones con la técnica
de la asociación libre.
Se trata de una poesía difícil, densa de conceptos y, sin embargo, a veces sencilla en lo formal. Pero no
siempre es así: en ocasiones retoma ciertas características de su poesía modernista, como el cromatismo
y el uso de la sinestesia llevado al extremo en poemas como “El otoñado”.
Añadiré una pequeña selección de textos correspondientes a cada una de las etapas para que intentes
comprobar los rasgos mencionados, de modo que sirvan como ejemplo.
SELECCIÓN DE TEXTOS
PRIMERA ETAPA. POESÍA SENCILLA, NEORROMÁNTICA, BECQUERIANA
Yo me moriré, y la noche
triste , serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.
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como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.
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La cumbre. Ahí está el ocaso, todo empurpurado, herido por sus propios cristales, que le hacen sangre
por doquiera. A su esplendor, el pinar verde se agria, vagamente enrojecido; y las hierbas y las florecillas,
encendidas y transparentes, embalsaman el isntante sereno de una esencia mojada, penetrante y
luminosa.
Yo me quedo extasiado en el crepúsculo. Platero, granas de ocaso sus ojos negros, se va, manso, a un
charquero de aguas de carmín, de rosa, de violeta; hunde suavemente su boca en los espejos, que parece
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que se hacen líquidos al tocarlos él; y hay por su enorme garganta una pasar profundo de umbrías aguas
de sangre.
SOLEDAD
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4
Te tenía olvidado,
cielo, y no eras
más que un vago existir de luz,
visto –sin nombre-
por mis cansados ojos indolentes.
Y aparecías, entre las palabras
perezosas y desesperanzadas del viajero,
como en breves lagunas repetidas
de un paisaje de agua visto en sueños...
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¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas:
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
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Yo no soy yo.
Soy éste
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
(De “Eternidades”)
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TERCERA ETAPA. POESÍA SUFICIENTE O VERDADERA
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¿El canto? ¡El canto, el pájaro otra vez! ¡Ya estás aquí, ya has vuelto, hermosa, hermoso, con otro
nombre, con tu pecho azul gris cargado de diamante! ¿De dónde llegas tú, tú en esta tarde gris con brisa
cálida? ¿Qué dirección de luz y amor sigues entre las nubes de oro cárdeno? Ya has vuelto a tu rincón
verde, sombrío. ¿Cómo tú, tan pequeño, di, lo llenas todo y sales por el más? Sí, sí, una nota de una caña,
de un pájaro, de un niño, de un poeta, lo llena todo y más que el trueno. El estrépito encoje, el canto
agranda. Tú y yo, pájaro, somos uno; cántame, canta tú, que yo te oigo, que mi oído es tan justo por tu
canto. Ajústame tu canto más a este oído mío que espera que lo llenes de armonía. ¡Vas a cantar! Toda
otra primavera, vas a cantar. ¡Otra vez tú, otra vez la primavera! ¡Si supieras lo que eres para mí! ¿Cómo
podría yo decirte lo que eres, lo que eres tú, lo que soy yo, lo que eres para mí? ¡Cómo te llamo, cómo te
escucho, cómo te adoro, hermano eterno, pájaro de la gracia y de la gloria, humilde, delicado, ajeno;
ánjel del aire nuestro, derramador de música completa!